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Hay un motivo simple para salvar a las especies: porque queremos hacerlo.
Muchos de nosotros amamos el mundo silvestre. Pensamos que los animales son
lindos, majestuosos o simplemente fascinantes. Nos encanta caminar bajo los
rayos de sol que se asoman entre las ramas de un viejo bosque o bucear sobre un
arrecife de coral. La naturaleza es hermosa, y este valor estético es un motivo
para conservarla, así como lo hacemos con obras maestras de arte como la Mona
Lisa o Angkor Wat.
¿Y qué sucede con aquellas especies que no producen algo útil como medicinas?
Es poco probable que la sangre de los gorilas de montaña contenga la cura para
el cáncer. Por lo tanto este argumento, si bien tiene cierta fuerza, no nos lleva muy
lejos.
Un gran avance llegó en los años 90, cuando los biólogos empezaron a explicar
todas las formas en que nos beneficia la simple presencia de las plantas y
animales. Estos beneficios, que la mayoría de nosotros subestima, son llamados
“servicios del ecosistema”.
Algunos de estos servicios resultan obvios. Por ejemplo, hay plantas y animales
de los que nos alimentamos. A su vez, tanto el plancton fotosintético en el mar así
como las plantas verdes nos brindan el oxígeno que respiramos. Estos ejemplos
son bastante directos, pero en algunos casos los servicios que nos brindan
pueden ser más sutiles. Un claro ejemplo son los insectos polinizadores como las
abejas.
No existen plantas que liberen oxígeno, con lo cual hace falta fabricar un sistema
que haga lo mismo. En este sentido será necesario contar con una planta
procesadora de químicos en la nave. Esta misma planta también tendrá que crear
agua.
Además no hay qué comer, así que habrá que crear alimentos artificialmente. Se
podrían sintetizar químicos como azúcares y grasas aunque hacerlos apetitosos
sería extremadamente difícil. Hasta el momento no logramos siquiera inventar una
hamburguesa artificial que resulte convincente.
Sin mencionar a los microorganismos que viven dentro nuestro, muchos de los
cuales son beneficiosos. El punto es que, si bien en teoría podríamos hacer todo
esto de forma artificial, en realidad sería muy difícil. Es mucho más fácil dejarle a
la naturaleza hacer esta tarea.
Cinco años después, el equipo llevó este argumento un poco más allá al
preguntarse cuánto ganaríamos conservando la biodiversidad. Concluyeron que
los beneficios serían 100 veces mayores a los costos. En otras palabras,
conservar la naturaleza es una inversión asombrosamente conveniente.
Por el contrario, dejar que las especies disminuyan y se extingan parece ser la
jugada incorrecta. Un estudio realizado en 2010 concluyó que una extinción
desenfrenada de especies podría generar para el año 2050 una pérdida
equivalente al 18% de la producción total de la economía global.
Monbiot considera que todas estas valoraciones son poco confiables, lo cual
permite a aquellos en el poder arreglar los números como más les convenga. Si
alguien quiere construir un camino que atraviesa un hábitat importante,
sencillamente va a exagerar los beneficios del camino y menospreciar los de la
vida salvaje.
Bueno, no es posible, pero eso no nos detiene a la hora de decidir cuánto vale. Lo
hacemos todo el tiempo con pinturas, música y otros tipos de arte. Si valoramos
algo y estamos dispuestos a pagar para tenerlo, entonces tiene valor. Para hacer
lo mismo con la naturaleza, necesitamos un sistema que nos permita pagar para
experimentarla.
Los bosques en las laderas brindan toda una serie de servicios útiles que no
siempre sabemos apreciar. En especial, ayudan a garantizar un suministro regular
de agua. Todo el mundo sabe que el clima es cambiante. A veces llueve mucho, lo
que implica inundaciones. En otros casos no llueve lo suficiente y se provocan
sequías. Ambos extremos son peligrosos. Los árboles en las montañas ayudan a
regular esto, asegurando un suministro confiable de agua dulce. Esto es muy
bueno para las poblaciones que viven en las tierras bajas.
Ya sea que lo pongamos en términos económicos o no, la ciencia nos indica que
los ecosistemas nos brindan toda una serie de aportes sin los cuales no podemos
vivir, y que mientras más diverso sea el ecosistema, mejor. Así que por nuestro
propio bien -tanto en cuestiones prácticas como alimento y agua, y necesidades
menos tangibles como la belleza- los debemos proteger. Por supuesto que los
humanos también formamos parte del ecosistema, y no hay nadie que se esté
queriendo deshacer de nosotros.
Esto no implica preservar todas y cada una de las especies, lo cual sería imposible
aunque lo intentáramos. Tampoco trata de mantener todo exactamente igual,
porque también sería imposible.
Aunque sí significa que debemos asegurarnos de que los ecosistemas sean tan
ricos y diversos como sea posible. Esto va a ser bueno para ellos, así como para
nosotros.
Pedro y el Capitán
En esta lectura está claro que uno de los participantes o personajes, realmente no
se conocía, sino que todas sus acciones las escudaba en algo que no tenía nada
que ver con su persona. Por lo tanto Pedro lo hace verse desde su interior y
realmente conocer al ser que ha creado durante toda su vida y que no es lo que él
creía ser.
El conocimiento de sí mismo nos encamina a una vida sin dudas y sin sorpresas,
ya que estos nos ayudan a poder desenvolvernos de la manera más correcta
dentro de nuestro entorno y con nosotros mismos.