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EN EL TEMBLADERAL [No manantial]

¿Ve aquel ombú, allá abajo, a la derecha de la cuchilla más grande?


Pues allí es la tapera de Mariano. Nunca vi duraznos más lindos que los que maduran en aquel abandono;
¡todavía hoy se cargan los membrillos que es una temeridad!
Más abajo, como a unas tres cuadras, hay unos ojos de agua que brotan de las piedras y enseguida unas
palmeras; después se encuentra una fila de arazás.
Decían los antiguos que se recostaba en ella un lagunón muy profundo que hasta yacarés criaba
Yo, desde gurí conocí el lagunón ya tapado por el pasto pero siempre respetado como un tremedal 1 peligroso:
hasta contaban de un turco que se atascó allí y desapareció con dos muías de carga, canastas y todo...
Más de una vaca flaca ayudé a sacar de ahí; iban por el pasto verde y se hundían hasta la papada.
Sólo cruzan por ahí las perdices y algún cusco liviano.
Seguramente las raíces del pasto y de los camalotes fueron tejiendo un entramado cerrado y el barro y las
hojas muertas se fueron amontonando y, poco a poco, cubrieron el sumidero, le hicieron una tapa.
Y después nunca hicieron un desagüe en la punta del lagunón, porque de haberlo hecho, el agua hubiera
corrido y no se habría formado la trampa.
Pero a lo que quiero llegar: voy a mostrarle, allá, bien en el medio del tembladeral, algo que usted nunca
creyó que iba a ver; es un rosal, y siempre cargado de rosas...
Ningún viviente las recoge porque el que lo plantó fue un difunto... ¡y era mal presagio que un cristiano se
adornara con una de aquellas rosas!
Pero igual nadie podría llegar hasta ahí; el tembladeral defiende al rosal salvaje: ni bien uno afirma el pie en
la orilla, todo aquello tiembla y bufa y borbotea...
Unos carreteros que acamparon en la tapera de Mariano contaron que cerca de media noche vieron sobre el
tembladeral dos almas, una vestida de blanco y otra de más oscuro...y oyeron una voz que lloraba un llanto muy
suspirado y otra que soltaba barbaridades...
Pero como estaban lejos y tenían los pelos de punta.. pues ni los perros ladraban, sólo aullaban...aullaban...no
pudieron dar una relación más clara del asunto.
Y el lugar quedó asombrado2.

Pero a lo que quiero llegar: fue así, como le voy a contar. Estos campos casi no tenían dueño, era pampa
abierta, sin caminos ni divisorias; sólo los trillos del ganado cruzándose entre aguadas y querencias.
El ganado no se puede decir que era alzado: casi todo orejano, eso sí.
Pero se vivía bien, sobraba la carne gorda y una potrada linda estaba a caer del lazo.
Mariano apareció por aquí, dicen que venía de Cima da Sena, corrido por los bugres 3; unos que porque se le
había muerto la mujer de viruela, otros, a la sordina, que no era por santo que cambiaba de cancha.
Pero fuera como fuera, llegó y levantó el rancho.

Traía una carta para el brigadier Machado, que debía de ser de gente pesada, porque el brigadier lo trató muy
bien y por cierto que fue con su consentimiento que permaneció por estos pagos.
Tocaba con una carreta toldada, una punta de ganado manso y una tropilla de ruanos.
Venían con él dos viejitas, una niña, unos negros, algunos camperos y una negra mina 4, llamada mae
Tanásia.

1
La expresión brasileña manantial puede traducirse por "tembladeral" o "tremedal" (sinónimos en castellano). Bouton (La
vida rural... cit. p.28) lo define así: "Tembladeral Paraje cenagoso cuya superficie se presenta a la vista con aspecto de
pradera, pareciendo una alfombra de gramilla, y [tiene] debajo un barro blando donde puede perderse un caballo". SLN
utiliza indistintamente las voces manantial (tembladeral) y tremedal y en una ocasión pantanal (pantano). En la traducción
hemos respetado sus variantes.
2
Assombrado: lugar donde ocurren hechos sobrenaturales.
26
Bugres literalmente, indios salvajes. En este caso, tiene el sentido de dificultad, desgracia.
4
Mina, pueblo que habitaba en la frontera del actual Togo con la República de Benin, sudoeste de Africa.
La niña era hija de él; una de las viejas era la abuela de la criatura y la otra, hermana de aquella, venía a ser
su tía abuela. Él se daba por yerno de la vieja pero no lo era: había raptado a la moza de la casa y después nunca
encontraron cura para celebrar el casamiento y el tiempo fue pasando hasta que la difunta murió, quedando la
inocente en ese paganismo de no ser hija de matrimonio legítimo... por sacramento. Pero todos se llevaban bien.
El paisano era trabajador y entendido en todo; desde el tenón para los ranchos, la quincha, la madera, los
cercos, la chacra, todo pasó por sus manos. Y tanto emparejaba una viga como sembraba una cuarta5 de trigo, y
ya capaba un toro como amansaba un bagual.
Cuando María Ahina -era la niña, su hija- andaba por los dieciséis años, aquel lugar era un paraíso: todos los
árboles crecidos y dando; chacra, aves de cria; todo abundante Había galpones, eras, corrales, molinos.
Mariano y las dos viejas tenían entre algodones a la pequeña. Era el ¡ay Jesús! de todos, hasta de los negros.
Una vuelta que la familia fue al pueblo, para un tercio muy famoso que se rezó en la casa del brigadier
Machado. María Altina relució entre la mozada; pero de todos ella se encamotó con un tal André, que era furriel
y gauchito correcto. No entro en detalles porque no vale la pena hablar de cuestiones menores como amoríos y
cosas de gurises.
Pero sucedió que en la despedida el furriel André le dio una rosa colorada, con un tallo de un palmo... y ella
atravesó la flor en su sombrero de paja, ahí nomás, con toda inocencia, a la vista de todos.
Yo creo que había algún arreglo entre el brigadier y Mariano, porque en aquel instante de la flor los dos se
guiñaron los ojos y rieron disimuladamente por debajo del bigote 6.
¡Ah!.el furriel era ahijado y ordenanza del brigadier...y hasta comentaban que algo más... ¡usted entiende!...
La comitiva esa noche paró por el camino y la niña se dio maña y arregló la rosa en un cacharro con agua,
para que no se marchitase.
De mañanita marcharon; y al llegar a las casas, el primer cuidado de la coqueta fue cortar la rosa bien cerca
del cáliz y plantar el gajo en una tierra suelta y tresquila.
Y le dio tales cuidados que la planta prendió, echando raíces firmes y espigando ramas y hojas; y cuando
aparecieron los primeros botones, los recogió, hizo un ramo todo perfumado, lo ató con la cinta del cabello y fue
a ponerlo al pie de la cruz de Nuestro Señor que estaba adelante del oratorio... ¡como quien da una prenda a
modo de pago por una promesa cumplida!...
En ese tiempo -arreglado por el brigadier- el furriel paró en la casa de Mariano, de pasaje para un
destacamento a donde iba a llevar oficios. Fue un alegrón para todos, ¡pero ni hablar para Maria Altina!..
Imagínese. La paisanita sólo tuvo alma, vida y corazón para el mozo...él también estaba entregado, de rienda
en el suelo.
Aquella visita traía novedades7... era el trato del casamiento.
Después que el furriel se fue, las viejas empezaron a hacer encajes de bolillos y otros preparativos para el
ajuar de la novia.
El rosal estaba con todo el vicio: relucía que era un gusto y bordaba de rojo el espaldar de la huerta, que se
veía desde lejos.

Pero, cerca de la paloma rondaba el gavilán.


En el bajito, como un cuarto de legua más allá de lo de Mariano, vivía un tal Chico Triste, que tenía hijos
como ratas, y el mayor ya era hombre hecho y derecho.
Este, que para el caso se llamaba Chicáo, estaba muy alborotado por Maria Altina.
Era un bruto que sólo miraba, sólo quería, a la María Altina de came y hueso. El resto no le importaba; no
quería saber si la niña era vergonzosa o trabajadora o habilidosa.
Sólo le miraba las ancas, los senos, la carnadura de los brazos; era -valga la comparación- como el padrillo
cuando huele a la yegua...
La muchacha le tenía casi tanto miedo como rabia. Una vez él le pidió una muda del rosal y ella, sin
negársela, para no ofenderlo, le dijo que sacara la que quisiera.
-¡Pero yo quiero que la saque usted!...
-¡Ah, no! Sáquela usted a su gusto...
-¿Nome la da?...¡pues cualquier día pico a facón toda esa porquería!...
Y se levantó y salió, malísimo.

28
. Quarta antigua medida de capacidad para cereales, equivalente a poco más de nueve litros.
29
. Literalmente: "e riram-se a sorrelfa por debaixo do bigode". El sentido parece reiterar el disimulo.
Otras veces le traía de regalo huevos de perdiz o pichones de mulitas, que ella criaba con paciencia y ni bien
podían bastarse, las largaba en el campo. Una vuelta le trajo un venadito; y ella lo soltó; unos gatos pajeros, los
soltó también.
Chicao, que no veía nunca sus regalos, se enteró de lo que pasaba y, despechado, recogió unos cuantos
pichones de avestruz y, a tirones les arrancó -todavía vivos, ¡criaturas!- las patas y las alas, y así reventados y
agonizando, se los mandó a Maria Altina.. la pobre rompió en llanto cuando vio la maldad de aquel judío. .
Así estaban las cosas cuando el furriel pasó y enseguida corrió la noticia del casamiento.
Chicáo echaba espuma de la rabia... Llevaba los caballos a sofrenazos, los perros a arreador, los hermanos a
manotazos y hasta a la madre le daba respuestas duras.
Sólo respetaba al padre, al viejo Chico, y eso porque este tenia marca en la paleta pero no era tambero...
Un día -víspera de la barbaridad- hubo en la casa de Chico Triste un bautismo celebrado por un padre misionero
que estaba de paso; la gente de Mariano fue invitada. Esa noche comieron dulces, tocaron la guitarra, cantaron y
hasta bailaron una tirana y el anú8.
Entonces Chicáo cargoseó mucho a Maria Altina.
La comilona y el resto de la fiesta iban a ser al día siguiente, que fue el del caso.
¿Puede creerlo?... Esa mañana, desde temprano, los pica-palos lloraron mucho en los postes del corral y en
los palenques... y hasta mientras picaban las paredes de la casa...más de un perro escarbó el suelo, debajo de las
carretas;... y Maria Altina encontró en su cuarto, entre la pared y la orilla de la cama, una mariposa negra, de las
grandes, que nadie había visto entrar...
Cuando amaneció, Mariano y una de las viejas fueron a la casa de Triste a dar una ayuda Los peones, como
de costumbre, a sus trabajos, unos al campo y otros a montear.
Sólo quedaron en la casa, para ir más tarde, Maria Altina y la otra vieja, que era su abuela, y para las dos,
debajo del ombú, dos mancarrones ensillados.
Se quedó también la negra mina, que vio todo y fue la que después lo contó.

La abuela estaba en la cocina fritando unos beijus 7 y Maria Altina, en el alero, sólo en enagua, terminaba una
camisola nueva
En la cabeza, como le gustaba, traía una rosa fresca que le quedaba siempre muy bien contra el negro de la
cabellera. Y canturreaba unas coplas que había aprendido la víspera, cuando bailaba la tirana y se divertía. Unas
coplas que decían así... y me acuerdo porque el que las cantó -para otra- ¡fue este su servidor!...8
Quien canta para que oigas Debía morir cantando... Pues cuando de aquí te vayas.
Del cantor te olvidarás;
Y, puede ser que muriendo. De él entonces te acordases: Si vieses otro difunto, O si
otra vez tú bailases...
Mi canción en tus oídos, Sollozaría de dolor, No para dejar la vid...
Y ni acabó el verso, porque estalló en la cocina un juramento y enseguida la voz de la abuela, sofocada y
ronca, gritando ¡bandido! ¡bandido! y después un gemido ansioso, un ay...y una caída seca...
De pie, con la camisola en una mano y la aguja en la otra, pálida como la cal de la pared, el corazón
paralizado, Maria Altina, pegada al suelo, de puro miedo, escuchó... escuchó... y ahí nomás entró y se le vino
encima Chicáo..., Chicáo, ¿entiende? con unos ojos de bicho acorralado, y un aliento de fuego en la boca...
Y como llegó, la atropello, la agarró, la apretó, abrazándola por la cintura, metiendo la pierna entre las de
ella, forcejeando para derribarla, respirando duro, furioso, arrebatado .. más mordiendo que besando el cuello
moreno... y garboso...
La muchacha gritó, empujándolo desesperada, arañándole la cara, ladeando el cuerpo... por fin le clavó los
dientes en un brazo.
Él aulló de dolor y la soltó un momento; ella aprovechó la oportunidad y disparó... él la quiso agarrar de
nuevo, pero al moverse se le enredaron las espuelas en la camisola que se había caído y trastabilló, maneado...

7
Beiju: torta de masa de tapioca o mandioca.
31
. En el original: "foi mesmo este seu criado Matías!. " Se trata, nos dice A. García Schlee, respondiendo a una consulta, "de
una manera (hoy arcaica) de revelar modestia"
La pobre, al pasar por la cocina vio a la abuela extendida, con las ropas revueltas, la cabeza blanca en un
charco de sangre... y entonces, desatinada, llena de pavor, corrió al ombú y saltó a caballo y ya tocó, al galope,
¡cuchilla abajo!...
Pero enseguida, aun sin darse vuelta, se sintió casi alcanzada por Chicáo... que también había montado y se le
venía encima, en persecución...
Y los dos -¡a que te agarro! ¡a que te largo!- se despeñaron por aquella pendiente, ¡en dirección al tembladeral! Y
por querer acortar, o porque había perdido la cabeza y ni se acordaba del peligro, Maria Altina durmió el
rebenque en el matungo, que, con el impulso que traía cuesta abajo, se fue, directo, al tremedal, donde se hundió
hasta las orejas y comenzó a patalear, ¡desesperado!... La paisanita, despedida por el impulso, se hundió rápido
en el hervor negro del lodazal revuelto a patadas! Y como rastro, quedó encima, flotando, la rosa del peinado.
Y en la misma carrera, el caballo de Chicáo, que también venía tocado a espuela y rebenque, chapuzó en el
pantano, un poco atrás del otro, como a una braza y media... y ahí quedó, con el cuerpo todo hundido,
procurando dejar las narices y las orejas fuera del agua.
Chicáo, ahora deslomándose en esfuerzos para salir del atolladero, no podía, porque bien sentia las espuelas
enredadas en las raíces -y los cabrestillos eran fuertes- y le parecía que tenía un pie quebrado por una patada del
caballo, que se despedazaba en los arranques, sintiéndose chupado hacia el fondo...
9
Después de ese estropicio , todo quedó como estaba, todo tranquilo, el sol subiendo siempre, nubes blancas
corriendo por el cielo, pajaritos cruzando de un lado a otro...los gallos cantando allá arriba...unos ladridos, muy
lejos...píos de perdiz... algún iñé 10 de sapo ahí cerquita...
Parecía que no había pasado nada, si no fuera por la rosa colorada flotando, allá, y Chicáo atascado hasta el
pecho, más acá.
El caballo, con la cabeza levantada, mal podía tener fuera del agua el hocico y resollaba, el pobre, soltando la
respiración en silbidos gruesos, y su dueño, todo salpicado de barro, sudaba grueso, cada vez más ansioso, al no
poder desprenderse de las malditas espuelas, que lo sujetaban arriba del bagual, que se iba hundiendo...
hundiendo... hundiendo... y a cada sacudida dada en aquel lugar, todo el tembladeral bufaba y borboteaba...
Bastó poco para que Chicáo se hundiera más todavía, ahora hasta los sobacos; el caballo ya no se veía y ni se
movía, sofocado y muerto, entregado a la blandura del tremedal. .
Y las espuelas... las malditas espuelas, ¡nada!
Obligado por la postura en que estaba, miraba para el pozo que había engullido a Maria Altina: sobre el
agua barrosa, oscura, nadaban hojas secas, pastos pisoteados, madentas. y en medio de ellos, limpia y fresca,
flotaba la rosa que se soltara de los cabellos de la codiciada en el momento en que entraba muerte adentro,
dentro del lodazal!...
Y el tiempo fue pasando, al tranquito, sin prisa pero sin pausa.
¿Se acuerda?
Como le dije, había quedado en casa, además de las blancas, la tía mina, -mae Tanásia- que, cuando sintió la
catástrofe, ganó el galpón, se escondió y desde ahí pudo bombear alguna cosa. Cuando vio que las criaturas
montaban y tocaban -como caza y cazador- la mae Tanásia salió del escondrijo y volvió a la cocina, donde
encontró al ama muerta...y enseguida vio que la amita había huido. Y pensó en ir a lo de Chico Triste, para
avisarle a Mariano. Lo más directo era ir por los ojos de agua, por arriba del tembladeral; bajó por el camino;
costeó por las piedras y cuando doblaba por el trillo quedó de frente a Chicáo...
Mae Tanásia quedó perpleja...y luego de un rato -en que sólo miró sin pensar nada- habló la infeliz. -¡Eh!
¡Eh!...¡señó mozo!...¡qué hizo usted!...
Y el desalmado le gritó: -¡Anda, vieja bruja, anda a contar! -¡Ah! ¡Ah!...¡Dios lo
perdone!...
Y se fue siguiendo el trillo, cuesta arriba, apurando el paso, un poco renga.
Entretanto también habían llegado a la casa los peones; era la hora de comer; vieron que sólo estaba atado un
caballo; la casa abierta, silenciosa; uno bichó por la ventana de la cocina...y les gritó a los otros, haciéndose
cruces...
Allí estaba la señora, con la cabeza reventada a ojo de hacha... El fuego apagado, la grasa... dura, los beijus
fríos... y muy a su gusto, boca arriba, durmiendo en la falda de la muerta, una gata barcina con su cría.

9
1. "Estropicio: daño, maleficio, estrago". (A G. Schlee, II, p. 262).
12. Inhê en portugués, onomatopeya de la voz de los sapos.
Llamaron a la mae Tanásia... gritaron... buscaron... ¡nada! Uno de ellos, más alarife, propuso que
huyeran... que era mejor ser fugitivo que estaqueado... que por cierto iban a ser acusados de aquella maldad.
Pero otro más prudente dijo:
-Caliese, aparcero... Vamos a avisarle al amo viejo...
Y mientras unos montaban guardia, los otros tocaron, a media rienda, para lo de Triste, donde, blancos de
miedo, anunciaron la novedad.
¡Qué espanto, amigo! Todo el gentío se alborotó; las mujeres empezaron a los alaridos; los hombres
martillaron las armas, y allá salieron, muchos en pelo, palo y palo en la marca de los fletes, Mariano adelante,
como un loco.
Yo iba en esa arrancada. Llegamos como una ráfaga y conforme boleamos la pata, vimos lo mismo que los
negros contaban. Y de Maria Altina, nada; de mae Tanásia, nada. Apenas en el piso abajo del alero, ovillos
desparramados, la mesa apartada, la camisola nueva con una rasgadura grande...
En eso, uno más atrevido, un gaucho muy vivido y experto, me tironeó la manga de la chaqueta y me dijo
entre dientes:
-Chicáo andaba atrás de la muchacha;... él no estaba en la casa ni vino con nosotros; ella no está...
Compañero... ¿qué le parece?...
-¡Hum!... -respondí, y me quedé con aquel zumbido de mosca en el oído...
Pero el paisano tenía estómago resfriado y fue pasando el rumor;... al ratito todos sacaban la misma cuenta
hasta que uno, más impulsivo, ¡se lo dijo claro a Mariano!
El hombre paseó los ojos tal vez para ver si descubría a Chicáo... después pareció que se descomponía y
después quedó como paralizado...
¿Pensaría realmente que la hija había huido con el querendón?... ¡Quién sabe!... Que el muchacho rondaba,
eso lo sabían él y todos y que ella no le hacía caso, también era sabido: ahora, cómo de un momento a otro los
dos se habían puesto de acuerdo, ¡esa era la cuestión!...
Pero al mismo tiempo se preguntaba: -¿Quién mató a la vieja y por qué?...
Y cuando estábamos en este razonamiento oímos el griterío de las mujeres, que habían venido a pie, y
encontrado en el camino a mae Tanásia.
Antes de que llegaran, ya los cuscos, adelantados, habían comenzado a ladrar, debajo de los arazás; los niños,
curiosos y más rápidos, habían corrido pensando que era algún bicho...y recularon asustados, dieron media
vuelta, unos llorando, otros mudos, sólo apuntando hacia el tembladeral....
Y cuando el grupo de las mujeres se acercó y vio... vio a Chicáo atascado; a Chicáo atascado, y un poco más
adelante, en el baño revuelto, la rosa colorada flotando; la rosa flotando, porque la moza estaba en el fondo,
ahogada, porque... porque ¿por culpa de Chicáo?... ¿por miedo a él que quería abusar de ella?... cuando las
doñas, todas calladas, vieron a aquel condenado, y una, más animosa, le gritó -¡perro desvergonzado!- fue que su
madre, aguantando las lágrimas para que no le saltaran, le preguntó:
-Chicáo, hijo mío, ¿qué es esto?... -Atascado;... las espuelas; ... ¡un lazo!... -¡Hijo!...¡qué desgracia! ¿Y Maria
Altina?... -Allí, abajo de la rosa...
En ese punto rompieron los alaridos, los llantos, los llamados que oímos desde allá arriba, en las casas, y
bajamos enseguida. Mariano venía con los ojos inyectados en sangre y le castañeteaban los dientes, como a un
chancho la quijada...
Y cuando paramos todos y vimos cómo estaba aquel rufián maldito, uno dijo en voz alta:
-¡Vamos a enlazar al hombre y sacarlo para afuera! Mariano, sin embargo, gritó:
-¡Espera!...-y enfrentándose con el atascado, indagó:
-¿Por qué mataste a la vieja?...
-¡No!
-¿Viste a Maria Altina? -¡No!
-¿Qué es ese pozo, ahí adelante tuyo? -¡No sé!
-Y aquella rosa... ¿tampoco sabes?
-¡Pues sí, sé! Es ella.. .y la vieja, también, fui yo... ¿y ahora?
-Te voy a reventar la cabeza..
-¡Reventa! ¡Si no fuera por las espuelas!...
Entonces Mariano sacó la pistola del cinto y disparó... ¡y erró! Repitió el tiro y la bala quebró el hombro de
Chicáo, que dio un aullido y se retorció todo; quiso afirmarse, pero el brazo sano ya se hundía en el barro,
aplastando los pastos ya estro peados; con esos tirones y arranques el tembladeral entero temblaba y bufaba,
borboteando...
Mariano amartilló la otra pistola; Chicáo berreó desde allá:
-¡Mátame! ¡Yo no pude!... ¡pero el furriel tampoco va a!...
Pero en eso la madre se abrazó a las rodillas de Mariano y el padre misionero levantó la crucecita del rosario
y metió a Nuestro Señor Crucificado en la boca del caño de la pistola .. y Mariano fue bajando el brazo...
bajándolo, y callado tiró el arma al lodazal...; pero de repente, como un parejero largado de parado, saltó hacia
adelante y se tiró en el barrial... y medio de pie, medio gateando, cayendo, braceando, hundiéndose, emergiendo,
todo él una plasta de barro reluciente, alcanzó a Chicáo, y-por cierto- afirmándose en el cuerpo del caballo
muerto, se le pegó al desgraciado, con las dos manos chorreando lodo le apretó el gaznate... y fue
comprimiendo, exprimiendo, empujando para atrás... para atrás... hasta que en un segundo los abrazados se
hundieron, cortó el aire una pierna, un pie de Chicáo, -libre de la espuela- y todo desapareció en el hervor que
gorgoteó rápido por encima!...
Imagínese, aquello sucediendo ahí cerquita, a medio lazo de distancia y sin que nadie pudiera remediarlo...
Hubo una sola palabra en todas las bocas: ¡Jesús, Señor!
El tembladeral borboteaba por todas las costuras.. Si fuera agua limpia... ¡Dios me asista13!
Despacito... despacito... el misionero fue extendiendo el brazo, como esperando que las almas
subieran...después dibujó una cruz amplia, en la claridad del día; y arrodillándose en la orilla de aquella tumba
fofa, de tres difuntos muertos por razones tan diferentes y de la misma muerte, empezó a rezar.
Y enseguida toda la gente se fue arrodillando alrededor ... y todos con los ojos fijos en el tembladeral, y todos
de manos dadas, todos empezaron un -Dios te salve- que fue haciéndose fuerte y subiendo por el descampado,
con tanta pena, tan sentido, tan de corazón, que hasta parece que amansó a los mismos bichos, porque,
entretanto, ni un perro ladró, ni un pajarito pió, ni un caballo se movió!...
En los altos de la oración, sólo se escuchaban los sollozos de la madre de Chicáo y un golpear leve del
viento en las ramas de las palmeras chirivá.
Acabada la plegaria y marchando como en una procesión, fuimos para la casa llevando a la otra viejita, la
hermana de la que allá estaba, con la cabeza destrozada. Velamos el cuerpo y a la mañana siguiente lo
enterramos, también allá abajo, a la orilla del tembladeral.
El misionero dio la bendición, y entonces clavamos una cruz grandota, de cambará, para que velara por el
alma de los cuatro muertos.
Después, cada cual tomó su rumbo.
Años después pasé por aquí: dolía en el alma mirar para las casas. Los negros se manumitieron ellos mismos,
¡y se fueron a la buena de Dios!... Quedaron las dos mujeres, mae Tanásia y su señora vieja, que, por caridad, el
brigadier Machado mandó llamar a su casa.
Las casas quedaron abandonadas; y fue lloviendo adentro; se cayó un pedazo de pared; se cayó una puerta,
los perros cimarrones ya dormían adentro. Debajo de los tirantes había nidos de murciélagos y en el alero
paraban las lechuzas; los vientos derribaron los galpones, los caminantes quemaron las cercas, el ganado durmió
en la quinta. Las casas alegres y numerosas fueron desapareciendo... lo hecho por la mano del hombre se fue des-
gastando, todo se fue apocando; invadieron las carquejas y las embiras; reinó el caraguatá; sólo el ombú aguantó
guapeando, pero desanimado, como viudo que había sido feliz casado...; se fue haciendo tapera... tapera... que es
siempre un lugar tristón donde parece que uno ve gente que nunca vio...donde parece que hasta los árboles
preguntan al que llega: -¿dónde está el que me plantó?... ¿dónde está el que me plantó?...
¡Mire! Vea: allá abajo... ¿eh? ¿Está viendo?...aquellas palmeras y el montecito de arazás?
Pues allí es el tembladeral, que se convirtió en sepultura aquel día bravo en que desde la mañana apareció
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tanto augurio de desgracia: los picapalos llorando...los perros escarbando... la bruja negra que entró sin que
nadie la viera...

Siempre duele en el alma remover estos recuerdos. ¡Y hay quien no lo cree!


La cruz... ¡ya fue!...pero el rosal salvaje, ¡allá está! Rosal que nació del tallo de la rosa que quedó flotando en
el barrial el día de aquel cardumen de estropicios...
¿Lo ve bien ahora?

11
augúrios (p. 38), utiliza la expresión "urna borboleta preta " ("Una mariposa negra). Ahora utiliza bruxa, que tiene doble
significado: mariposa negra y bruja. Es de señalar que pudo haber dicho simplemente bruxa, ya que el adjetivo sería
redundante de referirse solo a la mariposa
Pues sí...¡siempre colorado! Si hasta parece que las raíces, allá en el fondo del tembladeral, están todavía
bebiendo sangre viva del corazón de Maria Altina...
Si usted quiere paramos un momentito. Así le damos un alcecito a los mancarrones, y yo... ¡alivio el
corazón!...
¡ Ah, qué nostalgia! Parece que todavía veo a mi morena, cuando en el rancho de Chico Triste le dije
aquellos versos ..
Mi voz en tu oído
Hizo su nido para cantar...
¡Diablos!... parece que tengo arena en los ojos .. y un nudo en la garganta... ¡Ah, qué nostalgia!
¡Es una amargura tan dulce, patroncito!

Nostalgia es dolor que no duele,


Dulce ventura cruel,
Es tajo que cierra en falso,
Es veneno y sabe a miel

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