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ACTUALIZACIÓN EN FILOSOFÍA MODERNA.

DESCARTES.

¿Cuál es el valor estratégico que el ejemplo del trozo de cera ocupa en el sistema
cartesiano? (Meditación 2ª p. 91 párr. 9)

En el sistema cartesiano vemos un esfuerzo de argumentación analítica para


contrarrestar al escéptico, contrarrestarlo o eludirlo. Junto al mundo escéptico aparece el
problema del realismo en su búsqueda de distinción de la ilusión o apariencia; cuestión
que junto al idealismo genera gran desconfianza frente al poder de la razón.
En la Meditación II Descartes realiza el esfuerzo de pensar y explicar cómo es más fácil
conocer la naturaleza del espíritu humano que el cuerpo, y en este intento el ejemplo del
trozo de cera adquiere un valor estratégico porque permite descubrir las relaciones entre
el entendimiento y los objetos.

La cera representa el lugar de esos objetos que el sentido común cree conocer, porque se
trata de un objeto que se puede ver y tocar, un objeto al que se accede por los sentidos;
por tanto describe sus características: color, sabor, perfume, dureza, temperatura,
maleabilidad, sonido al golpearla; todas captadas por los sentidos. El sentido común
cree conocer este objeto porque los sentidos permiten acceder con claridad a él.
Pero cuando la cera se calienta comienza a transformarse, desaparecen aquellas
características tan definidas, y solo queda la cera extensa. Una cosa extensa, flexible y
mudable –dice-. Pero cuando Descartes quiere explicar de qué se trata esa extensión
tampoco puede definirla con claridad; lo cierto es que se trata de la misma cera que ha
cambiado de estado, de forma, se ha transformado verdaderamente pero nadie se
atrevería a negarla como cera.

Por esto la certeza en la cera aunque transformada viene dada por algo distinto a los
sentidos o la imaginación, se logra por una inspección del espíritu que permite alejarse
del error, de la percepción sensible y de lo imaginado; es decir que el objeto se
comprende por el pensamiento. Aun en la posibilidad de errar o de ser engañado por el
lenguaje –cuando se afirma que la cera es y no es la misma- lo más confiable es el

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poder de juzgar que radica en el pensamiento, el poder de discriminar lo verdadero de lo
falso:
“…inspección del espíritu que podrá ser imperfecta y confusa como antes, o clara
distinta como ahora, según se fije más o menos mi atención en las cosas que en ella
existen y de las cuales se compone.” (Meditaciones: p.92)

Lo mismo sucede con el sujeto, con el “yo pienso” cartesiano. Si no se puede dudar
sobre la realidad de la cera a pesar de su modificación, sino de sus características que
pertenecen a la realidad exterior, tampoco se puede dudar del pensamiento del propio
sujeto que lo piensa. Descartes apela al entendimiento como capacidad subjetiva, como
ámbito privado de discriminación. Como se ha visto anteriormente la estrategia de
deslindar lo verdadero de lo falso se convierte en su preocupación, y encuentra que este
esfuerzo depende del sujeto –que piensa- analizando su contenido.
Entonces hemos visto que en Descartes los sentidos se convierten en los enemigos de la
razón, el conocimiento sensorial produce verdades en contra del conocimiento racional
y lo que queda de última es una puerta abierta al problema de la duda. Descartes no
resuelve cual es la verdad.

Lo curioso es que Descartes queda atrapado en el escepticismo tratando de probar


distintos conocimientos, como la cera y el sujeto pensante, como si fueran de la misma
clase, mientras en la Meditación III se ocupa de establecer los distintos tipos de ideas
que dan origen a los conocimientos y determinar claramente sus diferencias, lo que lleva
nuevamente a separar el mundo externo, ajeno a la racionalidad del mundo subjetivo
pensante. La realidad exterior –las características visibles y tangibles de la cera-
adquiere sentido entonces con la introducción de la teología, que no entra en
contradicción con la razón sino que la sostiene.

Zoraya Orsi Meny: 2009.

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LOCKE.

Argumento por el cual Locke invalida las ideas innatas.

Descartes afirma: “entre (estas) ideas me parecen unas nacidas conmigo, otras extrañas
y procedentes de afuera, y otras hechas e inventadas por mi”. Meditación III,7.
Las ideas innatas son precisamente aquellas que parecen nacidas con el sujeto y según
Descartes son las que se obtienen por una luz natural que hace conocer la verdad.
Locke sostiene que no existen las ideas innatas porque no tienen asentimiento universal.
Si lo tuvieran, todas las personas –incluso niños o dementes- conocerían los términos y
las proposiciones necesarios para sostener una verdad. Y si se admitiera que los
hombres conocen los términos en una proposición, se debería afirmar que son innatas
muchas otras proposiciones o juicios, es decir que deberían ser innatas todas las
proposiciones que se oyen.
El vínculo causal no es apriori porque las ideas no existen si no son pensadas, así como
tampoco hay principios innatos como el “todo lo que es, es” ; ni tampoco hay principios
prácticos a priori, a estos se llega solo por el camino de la experiencia. Lo mismo
sucede con los principios morales, Locke sostiene que es absurdo pensar que estos
principios son innatos ya que también necesitan de alguna prueba para apoyar su
verdad y lograr su aprobación.
Para Locke la fuerza del argumento reside en el principio de que una idea o noción
cualquiera debe ser percibida para estar en el espíritu; pero se aparta de la percepción de
Descartes porque no cree que el alma piense siempre, o dicho de otro modo, “el alma
piense antes que los sentidos le hayan proporcionado ideas sobre las cuales piensa”.Es
decir que la posibilidad del pensamiento está entonces condicionada y limitada por la
experiencia; afirma que un hombre comienza a tener ideas cuando tiene la primera
sensación. La mente llega a reflexionar sobre las operaciones por las que alcanzó la
sensación y así llega a las ideas de reflexión que constituyen todos aquellos
pensamientos elevados, profundos, sublimes. Por tanto sensación y reflexión son ideas
simples que resultan de la experiencia y se incorporan a un espíritu pasivo, que recibe
los materiales de la realidad. Este espíritu se vuelve activo cuando ordena estos
materiales de la experiencia como: ideas complejas, relaciones o abstracciones. Es decir
que la actividad del espíritu es posterior a la experiencia, reafirmando la idea que no hay
conocimientos a priori. Zoraya Orsi Meny :2009.

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Crítica de la Razón Pura. Immanuel Kant: 1787
Prólogo
La razón humana tiene, en una especie de sus conocimientos, el destino particular de
verse acosada por cuestiones que no puede apartar, pues le son propuestas por la
naturaleza de la razón misma, pero a las que tampoco puede contestar, porque superan
las facultades de la razón humana. En esta perplejidad cae la razón sin su culpa.
Comienza con principios, cuyo uso en el curso de la experiencia es inevitable y que al
mismo tiempo se halla suficientemente garantizado por ésta. Con ello elévase (como lo
lleva consigo su naturaleza) siempre más arriba, a condiciones más remotas. Pero pronto
advierte que de ese modo su tarea ha de permanecer siempre inacabada porque las
cuestiones nunca cesan; se ve pues obligada a refugiarse en principios que exceden todo
posible uso de la experiencia y que, sin embargo, parecen tan libres de toda sospecha,
que incluso la razón humana ordinaria está de acuerdo con ellos. Pero así se precipita en
obscuridades y contradicciones; de donde puede colegir que en alguna parte se ocultan
recónditos errores, sin poder empero descubrirlos, porque los principios de que usa,
como se salen de los límites de toda experiencia, no reconocen ya piedra de toque
alguna en la experiencia. El teatro de estas disputas sin término llámase Metafísica.
Hubo un tiempo en que esta ciencia era llamada la reina de todas las ciencias y, si se
toma el deseo por la realidad, ciertamente merecía tan honroso nombre, por la
importancia preferente de su objeto. La moda es ahora mostrarle el mayor desprecio y la
matrona gime, abandonada y maltrecha (…) Su dominio empezó siendo despótico, bajo
la administración de los dogmáticos. Pero como la legislación llevaba aún en sí la traza
de la antigua barbarie, deshízose poco a poco, por guerra interior, en completa anarquía,
y los escépticos, especie de nómadas que repugnan a toda construcción duradera,
despedazaron cada vez más la ciudadana unión. Mas eran pocos, por fortuna, y no
pudieron impedir que aquellos dogmáticos trataran de reconstruirla de nuevo, aunque
sin concordar en plan alguno. En los tiempos modernos pareció como si todas esas
disputas fueran a acabarse; creyóse que la legitimidad de aquellas pretensiones iba a ser
decidida por medio de cierta Fisiología del entendimiento (del célebre Locke). El origen
de aquella supuesta reina fue hallado en la plebe de la experiencia ordinaria; su
arrogancia hubiera debido por lo tanto, ser sospechosa, con razón.
Pero como resultó sin embargo que esa genealogía, en realidad, había sido imaginada
falsamente, siguió la metafísica afirmando sus pretensiones, por lo que vino todo de
nuevo a caer en el dogmatismo anticuado y carcomido y, por ende, en el desprestigio de

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donde se había querido sacar a la ciencia. Ahora, después de haber ensayado en vano
todos los caminos (según se cree), reina el hastío y un completo indiferentísimo, madre
del Caos y de la Noche en las ciencias, pero también al mismo tiempo origen, o por lo
menos preludio de una próxima transformación e iluminación, si las ciencias se han
tornado confusas e inútiles por un celo mal aplicado. Es inútil en efecto querer fingir
indiferencia ante semejantes investigaciones, cuyo objeto no puede ser indiferente a la
naturaleza humana. Esos supuestos indiferentistas, en cuanto piensan algo, caen de
nuevo inevitablemente en aquellas afirmaciones metafísicas, por las cuales ostentaban
tanto desprecio, aun cuando piensen ocultarlas trocando el lenguaje de la escuela por el
habla popular. Esa indiferencia empero, que se produce en medio de la prosperidad de
todas las ciencias y que ataca precisamente aquella, a cuyos conocimientos -si
pudiéramos adquirirlos- renunciaríamos menos fácilmente que a ningunos otros, es un
fenómeno que merece atención y reflexión. Es evidentemente el efecto no de la ligereza,
sino del Juicio maduro de la época, que no se deja seducir. Óyense de vez en cuando
quejas sobre la superficialidad del modo de pensar de nuestro tiempo y sobre la
decadencia de la ciencia rigurosa. Pero yo no veo que las ciencias cuyo fundamento está
bien asentado, como v. g. la matemática, la física, etcétera, merezcan en lo más mínimo
este reproche, sino que más bien mantienen la vieja reputación de exactitud y hasta
incluso, en la última, la superan. (…) Nuestra época es la época de la crítica, a la que
todo tiene que someterse. La religión por un saber aparente; es una intimación a la
razón, para que emprenda de nuevo la más difícil de sus tareas, la del propio
conocimiento, y establezca un tribunal que la asegure en sus pretensiones legitimas y
que en cambio acabe con todas las arrogancias infundadas, y no por
medio de afirmaciones arbitrarias, sino según sus eternas e inmutables leyes. Este
tribunal no es otro que la Crítica de la razón pura misma. Por tal no entiendo una crítica
de los libros y de los sistemas, sino de la facultad de la razón en general, respecto de
todos los conocimientos a que esta puede aspirar independientemente de toda metafísica
por su santidad y la legislación por su majestad, quieren generalmente sustraerse a ella.
Pero entonces suscitan contra sí sospechas justificadas y no pueden aspirar a un respeto
sincero, que la razón sólo concede a quien ha podido sostener libre y público examen.
ca en general, y determina, no solo las fuentes, sino también la extensión y límites de la
misma; todo ello, empero, por principios.

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No hay nada más necesario para
el hombre de ciencia que la historia
de ésta y la lógica de la investigación.
La forma de descubrir los
errores, el uso de hipótesis y de la
imaginación, el modo de someter a contraste.
LORD ACTON

La Lógica de la Investigación Científica. Karl Popper. Prefacio de la edición


inglesa: 1958.

Los analistas del lenguaje creen que no existen auténticos problemas filosóficos; o que
los problemas de filosofía, si es que hay alguno, son problemas del uso lingüístico el
sentido de las palabras. Creo, sin embargo, que, al menos, existe un problema filosófico
por el que se interesan todos los hombres que reflexionan: es el de la cosmología, el
problema de entender el mundo —incluidos nosotros y nuestro conocimiento como
parte de él. Creo que toda la ciencia es cosmología, y, en mi caso, el único interés de la
filosofía, no menos que el de la ciencia, reside en las aportaciones que ha hecho a
aquélla; en todo caso, tanto la filosofía como la ciencia perderían todo su atractivo para
mí si abandonasen tal empresa. Reconozco que entender las funciones de nuestro
lenguaje es una parte importante de ésta, pero no lo es acabar con nuestros problemas
presentándolos como meros «rompecabezas» lingüísticos. Los analistas del lenguaje se
consideran a sí mismos como los que utilizan cierto método privativo de la filosofía. A
mi entender están equivocados, pues yo creo en las siguientes tesis.
Los filósofos son tan libres como cualesquiera otras personas de emplear cualquier
método en la búsqueda de la verdad. No hay un método propio de la filosofía.
Quiero proponer ahora también la siguiente segunda tesis: el problema central de la
epistemología ha sido siempre, y sigue siéndolo, el del aumento del conocimiento. Y el
mejor modo de estudiar el aumento del conocimiento es estudiar el del conocimiento
científico.
No pienso (pie el estudio del aumento del conocimiento pueda reemplazarse por el
estudio de los usos lingüísticos, ni por el de los sistemas lingüísticos. Y con todo, estoy
completamente dispuesto a admitir que existe un método al que podría llamarse «el
único método de la filosofía». Pero no es característico solamente de ésta, sino que es,
más bien, el único método de toda discusión racional, y, por ello, tanto de las
ciencias de la naturaleza como de la filosofía: me refiero al de enunciar claramente los
propios problemas y de examinar críticamente las diversas soluciones propuestas.
He escrito en cursiva las palabras “discusión racional” y “críticamente” con objeto de
subrayar que hago equivalentes la actitud racional y la actitud crítica. Aludo a que
siempre que proponemos una solución a un problema deberíamos esforzarnos todo lo
que pudiésemos por echar abajo nuestra solución, en lugar de defenderla;
desgraciadamente este precepto se lleva a la práctica por pocos de entre nosotros…

Capítulo Primero: Panorama de algunos problemas fundamentales.


El hombre de ciencia, ya sea teórico o experimental, propone enunciados —o sistemas
de enunciados— y los contrasta paso a paso. En particular, en el campo de las ciencias
empíricas construye hipótesis —o sistemas de teorías— y las contrasta con la
experiencia por medio de observaciones y experimentos.

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