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PROSAS de SON

José Carlos Cataño

CRÁTERES ALGUNOS

Escribo porque no tengo recuerdos. Las parejas en el zouk de el arte muere con sus hijos indiferentes. Esto le dije al arqui-

Morne Zombie bailan acopladas contra la pared de caña. Estos tecto que arroja los motivos de sus cuadros, los exilia por el

no son recuerdos. suelo, como el guardián del paraíso, que es un cielo sin nada,

Esto es el baile de Morne Zombie que me hace negro. blanco de mente, en tierra el zouk de sangres uncidas.

Aquello, un rasta que evoca el paraíso. Durante el baile, los es- La nube de fuego bajó. Oíd el roce de las hojas de las are-

píritus surcan el océano desde los orígenes. Soy un rastafari; cas. Fundió el grano y la plata, el vidrio y la carne, el beso y el

nunca volveré a Ethiopia Zion. Bailo, acoplado, contra la pared rechazo, la seda y el bronce. Una pátina extendió de plirpura lí-

de caña del zouk de Morne Zombie. quida. Acriolló órganos y objetos, piedra contra piedra. No la

Zombi Zion, un negro sin memoria, bailando a la som- metafísica del océano y el volcán, como en Titerogakat, sino

bra de los espíritus, eso soy. Ahora que el zouk terminó, se aso- del fuego y la piedra herida, en Saint-Pié, Madinina.

ma la luna a las cinco de la mañana, se abre el mercado a las Esto sucedió en 1902. Picasso dijo: "Una obra de arte

cinco de la mañana. Un mestizo más yo, en la sabana de las pe- moderno." Cómo no, déesse Pelee; sólo salvaste a Cyparis, el

trificaciones. Como la alianza de los juncos y los heléchos, o la pescador encarcelado.

lengua sin sintaxis de esta gente. Ti coq la cé Belzébuth. Pou i ai- Leed entre líneas como allí se lee el mundo entre niveles

lle trouvé mussieu Satán. Cantan las niñas a los pescadores, en de densidades. Densidad humana, densidad de sensaciones,

la barbería, al aire libre, entre las barcas varadas. densidad de nubes en todas direcciones.

Un ti punch, Yolyó, para celebrar el mestizaje.

Después de matarlos murió, la diosa Pelee. Porque olvi- En la isla de sangres cruzadas y bloques erráticos, perfora-

daron el pacto de las ofrendas. Teatro para un escarmiento, o dos como los cráteres y los nombres que atraviesan la densidad.

CÍNICO A l l A N r C O W *HE MOOíCNO


La carne de la serpiente es tabú, tabú la casa de los nom- me voy, mi negra, que tus huesos son de fuego caídos en el crá-

bres. Eso lo ignoraban los negreros, en los tiempos en que ya ter de mi cuerpo. Y tu piel, aguardiente de volcán vertido sobre

no existías, Mahdera Brakélé, virgen negra, mirabilis, Mahdera mi pensar ausente. Y tus ojos, sal para mi lengua mixta. Y tu

Brakélé, con tu harás blanco y tu rostro untado de arcilla ver- lengua, palorrosa, agua que menea el universo y tus ojos gol-

degay, bailando al son de la baruma, la de los hombres, porque pean la tierra porque vuelven los negreros.

varón eres también. Me iré y seré el aliento del león, allá, donde viven los sue-

La caída de los huesos responde a los enigmas. Y eso, ños, en Mahdera Brakélé.

ellos, también lo ignoraban, sobre la tierra jalde.

Los cráteres se trasladan uno detrás de otro. Como las lí-

Brakélé, diosa níger volada a Motego Bay. Lleno el conti- neas. Mezclándose una línea con otra, un cráter con otro.

nente en ti, en tus caderas ceñidas con ristras de abalorios. Esta, por ejemplo, es una media línea hindú.

Entre tus muslos tatuados. Volada a Harlem, haciendo zambia- Un cráter más grande. Una isla gran cráter desplazándo-

gos y mulatos, ñapangos y morenos. En el trance del calypso. se en el océano. Deriva insular. Letras a través de la noche.

Letras mestizas y matrices. Como un puñado de estrellas, mul-

Fuera de tu choza de cemento. Satanás y la Furia discu- ticolores, multilingües, multisexuadas, arrojado a los vientos

ten en el infierno, el jefe de la Muerte y el jefe del Averno, por siderales. Como las olas horadadas que se cubren y rompen en

un puñado de escoria de caballo. la playa única del mundo.

Arriba el mestizo a la playa donde brota el árbol del

Morena soy yo, y bella, porque el sol prendado se quedó Viajero. Esto le dije al arquitecto que descarrila el sentido de las

de mí. Morena como lámina de plenilunio a la altura del océa- palabras, lo desparrama a través de las erratas: el árbol del

no. Morena, como racimo de uvas en sazón. Langosta es mi co- Viajero: principio y final de su abanico se desgajan para que

lor, eritrea mi piel. Roja mi lengua, áfrico mi rostro, bruma mi más alto se eleve la hoja del corazón del libro. El árbol del

alma. Mi verga, azabache, a ti te hace ashanti en Madison Viajero se asienta sobre un cráter bajo la rosa de los Vientos.

Avenue. Chupando las espinas de las acacias en el Soho. Con Cuarteo la Rosa, cuarteo la memoria, los cráteres me imanan.

Mándela ve. Y con el rey de Loango. De Caico a Memphis, Esto lo aprendí en cualquier playa. Así me empujan las parejas

cuando el murmullo de los mijales ayunte los cuerpos. A ayuntadas en el zouk de Morne Zombie. Contra las paredes de

Madinina, con azafrán. caña del mundo, nublado y a oscuras, al ritmo del tambor que

lo libera de la gravedad.

Sol de lo negro. Alegría de mis venas que tembliquan es- Las palabras se filtran por las rendijas de la case á negres

cribiendo el cuerpo intransitable de la virgen negra. Contigo del baile y por los orificios de las hembras. Escribo para la hem-
bra muerta que un día fue diosa y fuera del recinto aún lo do- mina con su sombra. A través de la sombra de un volcán hem-

mina con sus quietas caderas. La diosa, ftiera del mundo, lo do- bra fenecido deslizo mi deriva, mussieu Satán.

MAHDERA BRAKÉLÉ

Se te llevaron en carabelas se te llevaron en caravanas..No lo en las paredes, junto a las imágenes de sus mayores, azagayas

impidieron los espinos que frenan la lengua en los desiertos y en mano, y los pies rozando el paraíso de la sabana. Tierra ro-

a los labios de las olas. Del norte, del este, del oeste llegaron y es- ta, continente y vaciado, expolio de fango, y carne y árbol de la

cupieron vómito blanco sobre tus antepasados. Penetrando el carne.


bosque prohibido, penetrando la selva donde los niños crecen Los marimbas retumban plenos de lunas negras.

MADRE NEGRA

Madre, la Diosa Negra. Ofrenda, el que huye. Ofrenda de sí El cuerpo del poeta ya no es y sólo es partícula de tem-

mismo a cambio de las palabras de que carece: una lengua, de blor: el mundo, asustado por los sones del Arcángel.

savia ígnea, que enfosar en su lecho boqueante. Aquel, que por ver perdió el don de la palabra. Ciego y

Jardín, el cuerpo de la Diosa Negra. Jardín, sobre el que mudo, el perseguido. Profeta de un pasado que derriba a su

gira el carente de palabras —para derramarse en su savia ígnea. memoria. Aquel, que jamás podrá decir. Porque vio.

EL flujo del altar de la vida anega la savia del poeta. El su- No dirá por él la imagen la Diosa Negra. No dirá por él la

dor de la Diosa Negra cubre la expiración del poeta. La lengua imagen del Arcángel, cuyo habla no es sonido sino intangible

de la Diosa Negra, acuna la lengua del poeta, en la tumba bo- insistencia.

queante de su boca. Mas alguien, a lo lejos. Alguien, de oído despierto y ro-

La Diosa Negra, devorando los órganos del poeta, levan- busta memoria. Alguien sin tierra. Con los ojos en el eco dirá,

ta odas a la victoria renovada de la luz, lejos, esa luz de la ar- hacia el poeta, la ofrenda de la pérdida: su cuerpo en los órga-

diente sacudida del poeta en el instante de decirse —en la dic- nos de la Madre Negra

ción mayor de un oscuro relámpago. Aprés de La Martinique. Lejos de África.

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