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Ambientes análogos marcianos en la Tierra


Alberto González Fairén

Décadas de exploración científica han revelado que algunos


lugares de la Tierra pueden ser similares a algunos de los entornos
geológicos que han sido inferidos (en el pasado) u observados (en
el presente) en Marte. Por lo tanto, los análogos terrestres de
Marte son lugares de la Tierra que se caracterizan por presentar
unas condiciones climáticas, mineralógicas, geomorfológicas y/o
geoquímicas similares a las observadas en Marte, en el presente o
en el pasado. Estos ambientes análogos terrestres representan una
ventana a través de la cual podemos estudiar Marte sin salir de
nuestro planeta.

ebemos tener siempre muy presente que cada uno de los análogos de Marte ha de ser
comparado con un tiempo geológico marciano preciso y con un lugar específico de la
geografía marciana, y que no existe ningún lugar en la Tierra que constituya un análogo
perfecto y completo para toda la historia geológica y para toda la superficie de Marte. En
cualquier caso, si bien cada uno de los análogos marcianos por sí solo no puede representar
adecuadamente los cambios en las condiciones ambientales de Marte a través del tiempo, sí que
podemos extraer lecciones valiosas sobre la posible habitabilidad de Marte en el presente y en el
pasado mediante la combinación de la investigación de estos análogos con simulaciones
realizadas en laboratorio y con los datos obtenidos a través de los orbitadores y las sondas que
han aterrizado en Marte.

El estudio de análogos marcianos vinculados a la historia geológica de Marte nos permite


comprender mejor los procesos que han dado forma a la superficie del planeta, incluyendo su
evolución geológica y geoquímica. También nos facilita la evaluación de la diversidad de
ambientes en la superficie y en el subsuelo, tanto en el espacio y como en el tiempo; nos ayuda
a determinar la mineralogía y el origen de ambientes únicos, que son importantes para la
extrapolación de los resultados a Marte; y nos permite evaluar el potencial para la aparición de
la vida y la preservación de los diferentes tipos de biomarcadores fósiles a través de la historia
del planeta.

Muchos análogos terrestres reúnen condiciones geoquímicas que los hacen habitables
únicamente para ciertos tipos de organismos muy especializados y adaptados a estos entornos.
Al intentar comprender la historia de Marte a través del estudio de análogos terrestres, también
obtenemos información relevante acerca de los límites de la vida en la Tierra, así como de la
capacidad de los organismos para adaptarse y sobrevivir en ambientes donde el agua líquida se
encuentra al límite de su estabilidad.

Las edades de Marte

La historia geológica de Marte está definida por tres etapas muy diferentes: el Noeico (desde la
formación del planeta hasta hace 3.600 millones de años) fue una época que se caracterizó por
la presencia de una atmósfera de cierta entidad y abundante agua líquida en la superficie, que
formó ríos, lagos, deltas e incluso un océano, en un entorno climático en general muy frío,
similar al Océano Glacial Ártico de la Tierra; el Hespérico (de 3.600 a ~3.000 millones de años
atrás), un período de transición aún más frío, y semiárido, durante el que la atmósfera se volvió
mucho más tenue, el agua de la superficie estaba en general congelada y los campos glaciares
eran habituales; y, finalmente, el Amazónico (desde hace ~ 3.000 millones de años hasta la
actualidad), que se caracteriza por ser un período de extrema sequedad y frío intenso, con una
atmósfera cada vez más fina, y que ha convertido la superficie de Marte en el desierto árido y
extremadamente frío que hoy conocemos.

Estas tres épocas climáticas globales definen también tres posibilidades diferentes desde el
punto de vista de la habitabilidad de Marte: una etapa temprana, cuando los requisitos básicos
para la vida tal y como la conocemos en la Tierra estaban presentes en Marte (agua líquida y
fuentes de energía); una etapa intermedia, durante la que las soluciones líquidas se volvieron
escasas y potencialmente no adecuadas para cualquier forma de vida; y la etapa más reciente,
durante la cual las condiciones en la superficie han sido en gran parte prohibitivas para la vida,
excepto tal vez en algunos nichos aislados.

Análogos marcianos en la Tierra

Durante las últimas décadas, se ha propuesto un gran número de lugares de la Tierra como
análogos marcianos, hasta el punto de que hoy se pueden contar por docenas. No obstante, la
mayoría presenta un grado de analogía reducido, que se limita a una característica
exclusivamente, ya sea climática, geoquímica o mineralógica. Tan sólo un pequeño número de
análogos marcianos pueden ser considerados realmente como tales, al mostrar un conjunto de
rasgos que realmente los asemejan a ciertos paisajes marcianos, presentes o pasados. Entre
ellos, los más destacables son:

1. Análogo del Noeico (I): la región de North Pole Dome, en Pilbara, Australia Occidental.

El cratón de Pilbara se extiende sobre 60.000 km2, e incluye rocas relativamente poco
deformadas que datan del periodo Arcaico (hace entre 3.500 y 2.700 millones de años). El
North Pole Dome se sitúa en el centro del cratón, cubriendo un área de 600 km2, y es una
región de abundante vulcanismo antiguo que representa un análogo marciano muy válido, ya
que Marte presenta muchas regiones ricas en basaltos poco alterados. Las rocas máficas de
Warrawoona incluyen algunos de los terrenos volcánicos más antiguos que se preservan en la
Tierra, con una edad comparable a los basaltos de las tierras altas marcianas. Entre los
materiales identificados han aparecido filosilicatos similares a las arcillas marcianas, en ambos
casos formados por alteración hidrotermal de los flujos de lava basálticos. Algunas de las rocas
del North Pole Dome contienen los restos de la biosfera de la Tierra más antiguos que se
preservan, en forma de estromatolitos y posibles microfósiles, algunos de ellos con edades
superiores a los 3.000 millones de años. El acceso a estos materiales para su estudio está
facilitado por la diversidad de los afloramientos y la escasa vegetación de la zona.

North Pole Dome, en Pilbara, Australia Occidental.


(bees.unsw.edu.au)
2. Análogo del Noeico (II): Río Tinto, España.

El Río Tinto se encuentra en la Faja Pirítica Ibérica (IPB), una formación geológica en el
suroeste de España originada por actividad hidrotermal. El Río Tinto fluye a través de los
depósitos minerales de la IPB (principalmente hierro y sulfuros de cobre) hasta llegar al
Océano Atlántico, dando lugar a la región ácida más grande del mundo. Las aguas del Río Tinto
tienen una alta concentración de ion férrico que mantiene la acidez de la solución (pH=2,3 de
media) a lo largo de toda su longitud, a pesar de los cambios climáticos estacionales y la
dilución debida a sus afluentes y la lluvia. La acidez extrema y la alta concentración de metales
pesados que se encuentran en el ecosistema del Tinto son la consecuencia directa de los
procesos biológicos de los microorganismos oxidantes del hierro y del azufre que crecen en los
depósitos de sulfuro metálico de la IPB. Se ha sugerido que las características geológicas del
río y su entorno podrían ser similares a las de la región de Meridiani Planum (la zona de
exploración del rover Opportunity) durante el Noeico.

Río Tinto, España.


(riotintophotos.files.wordpress.com)

3. Análogo del Hespérico: la isla Axel Heiberg, en el archipiélago Ártico Canadiense.

En las regiones del extremo norte del archipiélago Ártico Canadiense existen extensas
acumulaciones de hielo masivo. Allí, el permafrost (mezcla de suelo y hielo) es denso y
continuo, análogo al permafrost marciano. Estas características están presentes, por ejemplo,
en las islas Ellesmere y Axel Heiberg. En Axel Heiberg existen diferentes manantiales de agua
líquida que permanecen activos todo el año, incluso durante el invierno, soportando
temperaturas muy por debajo de cero grados centígrados; algunos de estos manantiales se
mantienen activos por la presión con la que el agua circula bajo la superficie, mientras que
otros son de naturaleza hidrotermal. Ambos procesos, y algunos otros como la presencia de
salmueras, podrían ayudar a explicar la presencia local de agua líquida en Marte durante el
Hespérico. La isla Axel Heiberg, además, proporciona un entorno adecuado en términos
climáticos y de presencia de hielo para ensayar los procedimientos de perforación y
manipulación de muestras que han de completar nuestros robots en Marte.
La fotografía superior izquierda muestra un terreno en forma de
polígonos en la margen derecha del fiordo “Expedición”, en la isla
Axel Heiberg (Canadá), formados por la contracción y expansión
estacional del hielo subsuperficial derivada de los cambios en la
temperatura del suelo. Los polígonos miden entre 15 y 20 metros
de lado. A la derecha, un detalle de las zanjas que configuran los
polígonos. La imagen inferior izquierda fue obtenida por la sonda
Mars Global Surveyor cerca del polo sur de Marte (86.9°S,
170.6°W), y muestra polígonos similares a los terrestres en
morfología y tamaño. A la derecha, una imagen de la zona de
aterrizaje de la sonda Phoenix, que muestra polígonos de entre
1,5 y 2,5 metros de lado. Estos polígonos tan pequeños indican
que el hielo no se encuentra a gran profundidad, y que se han
producido cambios importantes en la temperatura en superficie
recientemente.
(Fotografías de la isla Heiberg: A.G. Fairén; Marte: NASA/JPL)
4. Análogo del Amazónico (I): Desierto de Atacama, Chile.

Las evidencias geológicas y la mineralogía del suelo sugieren que las condiciones hiperáridas
han persistido en el desierto de Atacama durante al menos 10-15 millones de años; además, el
registro sedimentario indica que la región ha sufrido un clima árido desde el Triásico tardío, lo
que le convierte en el desierto más antiguo de la Tierra. Hay cuatro características
fundamentales que convierten a Atacama en un interesante análogo marciano: (1) los suelos
son muy antiguos (hasta 2 millones de años), extremadamente secos, y ricos en un conjunto
de sales solubles similares a las encontradas en Marte; (2) muestra niveles extremadamente
bajos de materia orgánica; (3) sostiene concentraciones muy bajas de bacterias del suelo; y
(4) el suelo oxida igualmente L- y D-aminoácidos y L- y D-azúcares, debido a la presencia de
oxidantes no biogénicos. Una de las similitudes más fascinantes entre los suelos del desierto de
Atacama y los suelos de Marte, que también está vinculada a la sequedad extrema, es la
acumulación natural de percloratos en la superficie del suelo. Los suelos de Atacama contienen
la mayor concentración de perclorato encontrada en suelos de la Tierra y puede ser casi tan
alta como las concentraciones observadas por la sonda Phoenix y el rover MSL en Marte.
Además, el desierto de Atacama contiene densos (de decenas a cientos de metros) depósitos
evaporíticos, que mantienen el registro de antiguas condiciones acuosas y que son similares a
los depósitos de sales identificados recientemente sobre regiones relativamente grandes de las
tierras altas del sur de Marte.
El Salar de Atacama (Chile), situado a los pies del volcán
Licancabur en la precordillera andina, a 2500 metros sobre el
nivel del mar y extendido sobre casi 100 km2, conserva todavía
algunas acumulaciones de agua entre los vastos depósitos de
sales, como se puede ver en la imagen de la izquierda. El salar es
producto del afloramiento de aguas subterráneas que, saturadas
de sales, se evaporan dejando costras ricas en sal y minerales. La
sonda Mars Odyssey ha revelado la presencia de más de 200
depósitos de sales en depresiones de hasta 25 km2 distribuidas
sobre las tierras altas del sur de Marte. El origen de estos
depósitos puede encontrarse en un proceso análogo al que forma
el Salar de Atacama. La imagen de la derecha muestra: (A) una
vista general de algunos depósitos marcianos, y (B) y (C)
aproximaciones en detalle que permiten apreciar la formación de
polígonos por desecación. Los depósitos aparecen con tonalidades
brillantes.
(Fotografía de Atacama: A.G. Fairén; Marte: NASA/JPL/Arizona
State University/University of Hawaii/University of Arizona)

5. Análogo del Amazónico (II): University Valley, en la Antártida.

La Antártida está cubierta de hielo casi por completo, pero hay varios lugares libres de hielo
que han sido reconocidos como análogos del regolito marciano. Los Valles Secos de la Antártida
son la mayor región sin hielo del continente. En general, los valles tienen un clima desértico
frío, la temperatura media anual oscila entre -17ºC y -25ºC, y la precipitación media anual es
de menos de 50 mm/m2. University Valley es un pequeño valle situado en las montañas
Quartermain, que contiene un campo de nieve permanente en un extremo y un suelo de
permafrost en el fondo del valle. Una comparación entre el perfil del hielo bajo la superficie en
University Valley y el perfil observado en el subsuelo del polo norte Marte por la sonda Phoenix
ofrece similitudes interesantes, como que en ambos lugares existe una capa de permafrost
seco por encima del suelo de hielo macizo, que la cantidad de hielo en el suelo aumenta o
disminuye debido al intercambio de vapor con la atmósfera (y no de agua líquida), y que las
temperaturas en la parte superior del suelo de hielo pueden exceder los 273 K. Por lo tanto, el
permafrost seco y el suelo de hielo de University Valley se pueden equiparar con los suelos de
Marte. Además, el permafrost de University Valley no muestra signos de presencia de actividad
microbiana que se pueda detectar con los métodos de los que disponemos actualmente: es el
único lugar de nuestro planeta que la vida no ha podido colonizar.
University Valley, en la Antártida.
(elpais.com)

Perspectivas

Las investigaciones de los análogos marcianos en la Tierra están proporcionando un mayor


conocimiento sobre la evolución climática, geológica, geoquímica y mineralógica de la superficie
marciana. Estas investigaciones mejorarán nuestra comprensión de la vida en ambientes
extremos y la preservación de biomarcadores en la Tierra, así como de la posibilidad de la
presencia y preservación de evidencias de vida extinta o presente en Marte.

SOBRE EL AUTOR...

Alberto González Fairén trabaja en el Departamento de


Planetología y Habitabilidad del Centro de Astrobiología, en
Madrid, España, donde es Investigador Principal de un proyecto
ERC Starting Grant. Previamente fue investigador durante 2 años
en el Departamento de Astronomía de la Universidad Cornell, en
Nueva York; y durante 6 años en la División de Ciencias del
Espacio y Astrobiología del Centro de Investigación Ames de la
NASA, y en el Instituto SETI, ambos en San Francisco, California.
Es Doctor en Biología por la Universidad Autónoma de Madrid. Ha
publicado 100 artículos de investigación, más de 200 artículos de
divulgación, 3 libros, y ha presentado cerca de 200 trabajos de
investigación en congresos en Europa y EEUU. Ha participado en
expediciones científicas en España, Chile, Estados Unidos, Canadá
y el Ártico. En 2012 fue galardonado con el Premio Urey a la
excelencia investigadora en Ciencias Planetarias, otorgado por la
Sociedad Astronómica Americana. Es miembro del Consejo de
Redacción de la revista Astronomía (España), galardonada con el
Premio Prismas a la divulgación científica en 2016.
Madrid, España, 20 de Setiembre de 2016.

Los trabajos publicados sólo pueden ser reproducidos


con la expresa autorización de sus autores.
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Por cualquier corrección, sugerencia o comentario.

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