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¿Cómo ser docentes hoy y asumir los nuevos desafíos que nos impone la
postmodernidad?
De las prácticas educativas docentes se espera mucho, ya que en el maestro ha caído
la responsabilidad de formar a los ciudadanos que la sociedad demanda, pero la
práctica educativa es una acción muy compleja por diversas situaciones; dentro de las
cuales destacaría la diversidad en las características de mis alumnos, enfocándome en
los modos de aprender, la diversas tareas que tiene que realizar el docente durante un
día de clases, la influencia contextual, las situaciones impredecibles y, por supuesto, la
forma de enseñar del profesor.
En este último aspecto, enfocaré el desarrollo de este texto ya que es muy importante
analizar nuestras prácticas educativas que acontecen en el aula, considerando la
reflexión sobre la práctica como una herramienta de cambio en nuestras concepciones,
en nuestras prácticas rutinarias y lo más importante, en nuestra forma de actuar y
desenvolvernos en el aula al desarrollar los procesos de enseñanza.
Por tanto, la práctica docente se concibe como el conjunto de situaciones dentro del
aula, que configuran el quehacer del profesor y de los alumnos, en función de
determinados objetivos de formación circunscritos al conjunto de actuaciones que
inciden directamente sobre el aprendizaje de los alumnos.
Al respecto, Zabala (2002) señala que el análisis de la práctica educativa debe realizarse
a través de los acontecimientos que resultan de la interacción maestro–alumnos y
alumnos–alumnos. Para ello es necesario considerar a la práctica educativa como una
actividad dinámica, reflexiva, que debe incluir la intervención pedagógica ocurrida antes
y después de los procesos interactivos en el aula. Esto significa que debe abarcar, tanto
los procesos de planeación docente, como los de evaluación de los resultados, por ser
parte inseparable de la actuación docente.
En esta misma línea de ideas, Coll y Solé (2002) señalan que el análisis de la práctica
educativa debe comprender el análisis de la interactividad y de los mecanismos de
influencia educativa, por ejemplo cómo aprenden los alumnos gracias a la ayuda del
profesor.
Una situación típica dentro del aula puede servir como ejemplo para ilustrar esta
constante interacción entre el antes, durante y después de la práctica educativa: Como
docente planifico cierta actividad didáctica, entonces me percato de que no resulta
adecuada al contexto de enseñanza, sea porque los alumnos no se sienten motivados
por ella, o porque les resulta demasiado difícil y tomaría más tiempo del planificado;
entonces, actualizo mis sesiones, aplicando las TIC en el proceso de enseñanza ,por
tanto, modifico sus expectativas y metas .
Después que termino mi sesión me doy cuenta que aún existen ciertas debilidades que
se tienen que superar en cuanto a los estilos de aprendizaje, por ello modifico mis
sesiones de acuerdo a las necesidades de los estudiantes y la realidad educativa.
Para atender a esta función debo reflexionar sobre lo qué es la práctica educativa y para
entenderlo y explicarlo remitiré a Perales (2006), que también considera a la práctica
pedagógica como una situación compleja porque el docente debe realizar procesos
reflexivos para valorarla, y esto requiere que el maestro modifique, articule y reorganice
sus acciones cotidianas llevando a cabo una transformación en la forma de concebir y
comprender su hacer, haciéndolo complejo.
Esta práctica educativa se dará cuando yo sea capaz de realizar una reflexión acerca
de mi quehacer diario y de lo que surge en el aula, dando pie a la investigación de mi
labor, pudiendo así realizar la investigación-acción durante mi trabajo. Este hecho
resultará adecuado cuando pueda determinar en qué momento me es conveniente
intervenir y poder teorizar sobre ello, observando y analizando desde adentro mi labor
educativa.
Por su parte, Zabalza (2009) reconoce que en general existe una alta valoración al
sentido vocacional de la docencia, pero no se puede desconocer su carácter técnico:
“ojalá no perdamos nunca el sentido de la docencia como ‘vocación’ y ‘compromiso
personal’. Ambos forman parte sustantiva del ser docente y formador. Pero no podemos
reducirlo a eso porque significaría que cualquiera puede enseñar con tal de que lo desee
y le guste hacerlo. La tarea de enseñar es una tarea notablemente compleja que
requiere de no poco conocimiento y de variados recursos para poder ejercerla de forma
adecuada”. (p. 9) Porque efectivamente, el docente de educación superior requiere,
además de los saberes disciplinares, conocimientos específicos que le permitan
desarrollar procesos de enseñanza y aprendizaje de calidad.
Conclusiones
Que para realizar un buen trabajo es necesario organizarse de manera correcta por
medio de una planificación didáctica ya que nos indica los objetivos y las actividades
que debemos realizar para lograrlos.
Por tal motivo concluyo, que la reflexión de la práctica educativa es necesaria para
establecer vínculos de crecimiento y desarrollo profesional, para los docentes que
interactúan y optan por esta forma de trabajo, debido a que se adquieren experiencias
e ideas innovadoras para llevar a la práctica y al mismo tiempo se replantea
la dinámica de la práctica educativa, consideramos que esta experiencia debería de
renovarse constantemente, ya que nunca se puede dejar de reflexionar, porque se
deberá analizar sobre lo planteado en las reflexiones, generando otra reflexión sobre la
nueva práctica y así sucesivamente.