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Renegado impresionista, obsesivo realista

Ana Livia Salinas González

"Un cuadro debe ser pintado con el mismo sentimiento


con que un criminal comete un crimen"
Edgar Degas (1834 -1917).

Dio varias pinceladas blancas y pensó que con ese toque era suficiente para que la luz
se reflejara en el mármol. No dejaba nada al azar, todo elemento que había agregado
había sido analizado y ubicado en el lugar perfecto de su composición. Habló consigo
mismo mascullando, renegando de aquellos que insistían en clasificar su arte bajo el
estilo impresionista.

− ¿Acaso no ven los trazos del dibujo? ¡La forma, la forma primero, el color, luego,
el color! Ya sé que la luz es im-por-tan-tí-sima. Mis amigos sí que son
impresionistas, son… pero yo, ¿impresionista? ¿y eso de que Ellen es una
borracha?, ¡por Dios!

− ¿Qué hay, amigo, con quién se pelea?

− ¡Èmile!

Émile Zola, novelista controvertido, abrazó a Hilaire Germain Edgar de Gas, mejor
conocido como Edgar Degas, quien lo saludó amistosamente. El pintor admiraba el
valor de Zola para escribir sobre la realidad de una manera tan naturalista; sus obras,
impregnadas de un realismo descarnado, se habían topado con una crítica acérrima,
especialmente su novela Teresa Raquin, publicada algunos años atrás.

Edgar lo puso al corriente platicándole que se vio obligado a hacer una declaración
pública para explicar que sus modelos no eran alcohólicos, ni bebedores de absenta,
sino una actriz y un grabador -Ellen André y Marcel Desboutin- que habían posado
para él en el Café de la Nouvelle-Athénes. Luego le preguntó su opinión sobre la obra, a
la que daba algunos retoques cuando éste llegara.

− ¿Qué más puedo decirle, estimado Degas, sino que sus obras me han inspirado
tanto que simplemente he descrito, en más de un sitio en mis páginas, algunos de
sus cuadros. En esta obra se manifiesta una clara denuncia social al mostrar los
daños que pudiera causar la absenta. ¡Usted sabe lo que le ha hecho a varios de
nuestros amigos! El gesto de esa mujer es implacable, su mirada vacía, triste, ajena
a lo que le rodea. La emoción es tan real que puedo imaginar tenerla frente a mí,
silenciosa, en evasión total…

− ¿Y qué tal la doble perspectiva, la definición de los personajes con el color?

− ¡Magnífica!, pero dígame, Degas, ¿por qué recortó al caballero?

− Enfoque fotográfico. Me ayuda a recrear el instante fugaz y preciso… ¿Sabe usted


lo que dicen de este nuevo invento, de la fotografía?
− Algo escuché, sí, que era cosa del diablo…

− Dicen que podría hacer que desaparezca la pintura, ¡imagínese! Que los retratos
van a ser innecesarios, cosa del pasado, pero yo no lo creo, al contrario, ¿leyó el
artículo del Leipzig City Adversiter? Aquí tengo el recorte, mire, léalo en voz alta,
por favor.

Zola tomó el recorte y carraspeó para aflojar la garganta antes de abrir la boca:

− “El intento de fijar imágenes fugitivas no sólo es vano, sino que, como los
estudiosos alemanes han demostrado incontrovertiblemente, el mero deseo de
hacer tal es blasfemo. El hombre ha sido creado a imagen de Dios, y una invención
humana no puede capturar la imagen de Dios. Sólo el divino artista, divinamente
inspirado, puede atreverse a reproducir los divinos rasgos humanos mediante su
genio, pero nunca con la ayuda de un artefacto mecánico”.

Degas tomó el recorte de manos de Zola y lo aventó sobre su mesa de pinturas.

− Aunque sea halagador para cualquier pincelista, exageran. Creo que está muy bien
copiar lo que uno ve; pero es mucho mejor dibujar lo que ya no ve, salvo en el
recuerdo. Es una transformación en la que la imaginación y la memoria trabajan
juntas. Sólo se reproduce lo que llamó la atención, es decir, lo realmente
necesario. De este modo los recuerdos y las fantasías se liberan de la tiranía de la
naturaleza. Por este motivo los cuadros hechos así, por un hombre que tiene una
memoria cultivada y que conoce tanto su oficio como a los viejos maestros, son
casi siempre obras notables. Pero no rechazo la fotografía, la acción congelada en
el instante que sucede me inspira, ésa es mi búsqueda constante, lograr el eco que
genere movimiento.

Se dice que años más tarde la obra de Edgar Degas titulada El bebedor de absenta
(1876) serviría de inspiración a Èmile Zola para escribir su novela L'Assommoir. Pero a
su vez, el novelista influenció al pintor francés para crear una serie de pinturas sociales,
como la mencionada, que bien podría narrar la desolación y el individualismo de la era
industrial: en un café concurrido por artistas modernos, por literatos bohemios, se
encuentran una mujer y un hombre que, sentados uno junto al otro, aparentemente no
perciben su mutua presencia; él mirando a un punto desconocido, ella, a la nada.
Ensimismados, ausentes, tristes... sus contemporáneos podían fácilmente atribuirle a la
obra un sentido de denuncia por el conocimiento que ya estaba circulando sobre los
daños que causaba la absenta, licor cuyo consumo acabaría siendo prohibido.

Es común atribuir al interés de Degas por la fotografía y a la influencia que recibió de


las estampas de arte japonesas, su lenguaje plástico, que al final podemos determinar
como moderno, con cierta influencia clásica. En su juventud realizó pinturas históricas
bajo la influencia de Ingres; sin embargo, la evolución de su trabajo lo llevó a crear
obras que parecen imágenes fotográficas capturadas en el instante preciso en que los
retratados efectúan algún movimiento: girar, bailar, cantar, tocar un instrumento,
escuchar, peinarse, planchar…
Edgar Degas intentó conciliar diferentes estilos que confluían en su época: el
clasicismo, el romanticismo, el realismo y el impresionismo, pero prevaleció su enfoque
realista. Su actitud anti academicista lo acercaba a los impresionistas, pero no
participaba de su estética ni de su técnica aunque participó con ellos en 7 exposiciones:
era enemigo de pintar en exteriores, de sacrificar la forma por el color, de transformar la
atmósfera y la luz en un arcoíris; él mismo expresaba que lo que lo alejaba del
impresionismo era que su obra no era espontánea, siempre era planeada, estudiada. Su
obsesión era el movimiento, llegar a una sofisticación espacial para representarlo.

Sus estudios sobre la fotografía lo convencieron de que su ambición por la exactitud y


su interés por analizar objetivamente la realidad eran el camino correcto.

“Atento al ademán exacto y al efecto, y capaz de conferir al detalle preciso un valor de


síntesis, supo expresar el carácter de los seres y las cosas como si fuera un observador
dispuesto a sorprender el movimiento a través de un objetivo fotográfico”. Diccionario
Universal del Arte, pp.394

Algunas de sus obras:

 Clase de danza, c.1873-1875, óleo sobre lienzo, Musée d´Orsay, París.


 Blue Dancers, c.1899, Pushkin Museum, Moscow, Russia
 La bebedora de ajenjo, 1876, óleo sobre lienzo, Musée d´Orsay, París.
 Planchadoras, 1884, óleo sobre lienzo, Musée d´Orsay, París.
 Mujer peinándose, c.1887-1890, Museo del Louvre, París.
 La orquesta de la Ópera, 1869, óleo sobre lienzo, Museo del Louvre, París.
 The Cotton Exchange in New Orleans, 1873
 Dancer at the Photographer's Studio, c.1874-77
 The Green Dancers, 1877

Consulta bibliográfica/webliográfica

1. Diccionario Universal del Arte, Tomo 2, Ed. Argos-Vergara S. A., Pp. 394, España,
1979.
2. Dibujar y pintar el retrato, John Devane. Un libro de Tursen/Hermann Blume, editado
por Phaidon Press Limited, Oxford, England. Edición española 1996. Pp. 37-40.
http://books.google.com.mx
3. http://www.ibiblio.org/
4. http://www.artelibre.net/ARTELIBRE2/IMPRESIONISTAS/DEGAS/degas.htm
5. http://www.edgar-degas.org
6. http://www.biografiasyvidas.com/biografia/d/degas.htm
7. http://www.spanisharts.com/history/del_impres_s.XX/impresionismo/impresionismo_d
egas.html

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