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EL ANALISIS ECONOMICO
n A < iir n m iv
EL SISTEMA RICARDIANO
Y SUS CRITICOS
INTRODUCCION
Hemos visto que Adam Smith estableció los fundamentos de la teoría clásica del
valor y la primera teoría científicamente rigurosa del crecimiento económico. La
Riqueza de las Naciones se apoderó de la imaginación de sus lectores, y la economía
política se convirtió en un tema serio y oportuno de interés y debate. El propio libro
representaba la culminación de desarrollos previos y un catalizador para futuros
avances y refinamientos. U na de las personas que se «encendió» con la lectura de la
obra de Smith fue Ricardo.
David Ricardo (1772-1823) era hijo de un agente de bolsa, inmigrante judío. Sin
otra cosa que una elemental educación comercial, Ricardo consiguió reunir una
cierta fortuna mediante sagaces inversiones en valores y en propiedades inmobilia
rias. En 1799, durante unas vacaciones en las que se encontraba aburrido, tomó La
Riqueza de las Naciones de Adam Smith y pronto quedó absorto en su contenido.
Diez años más tarde comenzó a tratar cuestiones económicas en folletos y en la
prensa, ocupación que poco después se convertiría en una dedicación intelectual
consumada. Lo que aseguró el lugar de Ricardo en la historia de la economía fue su
capacidad de construir un sistema analítico general que generaba conclusiones
fundamentales, basadas en unos relativamente pocos principios básicos. Su «siste
ma» era un m onum ento al proceso del razonam iento deductivo. Tres principios eran
fundamentales para el análisis de Ricardo, cada uno de los cuales había sido tom ado
de alguien más. Las tres proposiciones fundamentales eran: 1) la teoría clásica de la
renta, 2) el principio de la población de M althus, y 3) la doctrina del fondo de
salarios. Com o que la segunda y tercera proposiciones ya se han examinado en
capítulos anteriores, nos detendremos para analizar la primera, antes de proceder a
una explicación del sistema ricardiano.
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1 56 HISTORIA DE LA TEO RIA ECO N OM ICA Y DE SU METODO
La causa del precio m o n etario c o m p arativ am en te alto del g ran o es su precio real c o m p a
rativ am en te costoso, o la m ay o r ca n tid a d de capital y tra b a jo que debe em plearse p a ra
producirlo; y la razó n p o r la que el precio real del g ran o es m ás alto y au m en ta
co n tin u am en te en los países que ya son ricos, y siguen p ro g resan d o en p ro sp erid ad y
población, tiene que en co n trarse en la necesidad de recu rrir a tierras cad a vez m ás pobres
... que exigen un gasto m ay o r p a ra trabajarlas... [d e m o d o q u e] el precio au m en ta en
p ro p o rció n (An Inquiry into the N ature and Progress o f Rent, pp. 35-36).
Se sigue... que el precio del p ro d u c to en to d o país progresivo debe ser exactam ente
igual al coste de p ro d u cció n en la tierra de p eo r calidad que de hecho se esté cultivando; o
al coste de o b ten er un p ro d u c to ad icional en la an tig u a tierra, que p ro d u ce sólo los
rendim ientos h ab itu ales del cap ital agrícola, con poca o n in g u n a renta... Siem pre le
convendrá, a cu alq u ier ag ricu lto r que p u ed a disp o n er de capital, invertirlo en su tierra, si
el p ro d u c to ad icional resu ltan te le com pensa p o r com pleto los beneficios de su capital,
au n q u e no p ro d u zca n a d a p a ra el p ro p ietario de la tierra (Inquiry, p. 32).
EL A N A LISIS ECONOM ICO CLA SICO (II); EL SISTEM A RICARDIAN O Y SU S CR ITIC O S 1 57
En otras palabras, la renta, que Ricardo definió como lo «que se paga... por el uso
de las energías originarias e indestructibles del suelo», no existe en el margen (es
decir, las peores tierras cultivadas) y aparece en las mejores tierras sólo cuando se
ponen en cultivo las tierras peores. Ricardo fue más explícito:
Si to d a la tierra tuviera las m ism as p ropiedades, si su can tid a d fuera ilim itada y su calidad
uniform e, su uso no ocasio n aría n ingún cargo, a m enos q u e b rin d a ra ventajas peculiares
de situación. P o r ta n to , únicam ente p o rq u e la tierra n o es ilim itada en can tid a d ni
uniform e en calidad, y p o rq u e con el increm ento de la población, la tierra de calidad
inferior o m enos v entajosam ente situ a d a tiene que p o n erse en cultivo, se p ag a ren ta p o r
su uso. C on el p rogreso de la sociedad, c u and o se inicia el cultivo de la tierra de segundo
g rad o de fertilidad, principia in m ed iatam en te la ren ta en la tierra de la p rim era calidad, y
la m ag n itu d de dicha ren ta d ep en d erá de la diferencia en la calidad de estas dos porciones
de tierra (Principios de economía política y tributación, p. 53).
En este pasaje, Ricardo identificaba la renta en el margen extensivo (es decir, cuando
se cultivaba una tierra nueva). Pero según Ricardo, la renta también aparece a causa
de los rendimientos decrecientes de la tierra de la misma calidad (es decir, el margen
intensivo). El observaba:
O cu rre a m enudo, y aun, pu d iéram o s decir, con c arácter general, que antes de que se
cultiven las núm s. 2, 3, 4 ó 5, o tierras de inferior calidad, el cap ital puede em plearse de
m an era m ás p ro d u ctiv a en las tierras que ya se en cu en tran b ajo cultivo. A caso resulte que
d up lican d o el cap ital o riginario em pleado en la núm . 1, a p esar de que el p ro d u c to no se
duplique, es decir, no au m e n ta rá en 100 cuartales, p u ed a in crem entarse en o chenta y
cinco cu artales, y que dicha can tid ad excede la que p o d ría obtenerse en la tierra núm . 3
em p lean d o el m ism o capital.
E n este caso, el capital se em p leará de preferencia en la tierra vieja y c reará igualm ente
u n a renta, ya que ésta es siem pre la diferencia existente en tre el p ro d u c to o b ten id o
m ediante el em pleo de dos cantid ad es iguales de cap ital y tra b a jo (Principios de economía
política y tributación, p. 54).
El efecto de las Leyes de G ranos era el de forzar una agricultura más intensiva y
extensiva en Inglaterra. Lo que Ricardo demostró era que existían rendimientos
decrecientes tanto en el margen intensivo (mayor cantidad de factores aplicada a la
misma tierra) como en el margen extensivo (la misma cantidad de factores aplicada a
diferentes clases de tierra). El cuadro 7.1 contribuye a clarificar algunos puntos de la
discusión de la renta en Ricardo.
La prim era columna del cuadro muestra las unidades de trabajo y capital que se
supone que se van añadiendo a la producción en cantidades fijas (por ejemplo, un
hombre, una pala). Las tierras de distinta fertilidad (pero en cantidades fijas) se
representan por diferentes grados, de m odo que el núm. 1 representa la tierra de
m ayor fertilidad, y los núms. 2 a 5 representan tierras de menor fertilidad, por orden
decreciente. El producto marginal (MP) del capital y el trabajo se define como la
variación del producto total resultante de la adición de una nueva unidad del factor
capital-trabajo a la producción. De acuerdo con la ley de los rendimientos decre
cientes, el producto marginal disminuye a medida que se van añadiendo más unida
des de los factores en cada clase de tierra. Tal como se han definido convencional-
1 58 HISTORIA DE LA TEO RIA ECO N O M ICA Y DE SU METODO
Cuadro 7.1
0 0 0 0 0 0
1 100 (100) 90 (90) 80 (80) 70 (70) 60 (60)
2 190 (90) 170 (80) 150 (70) 130 (60) 110 (50)
3 270 (80) 240 (70) 210 (60) 180 (50) 150 (40
4 340 (7)) 300 (60) 260 (50) 220 (40) 180 (30)
5 400 (60) 350 (50) 300 (40) 250 (30) 200 (20)
mente, y en este contexto, los rendimientos decrecientes del trabajo se producen sólo
en el margen intensivo. Pero el producto total también disminuye a medida que la
producción se desplaza a tierras más pobres. En el margen extensivo, la disminución
del producto total se debe a las diferencias en la fertilidad.
Utilizando la definición de renta de Ricardo como «la diferencia entre el produc
to obtenido por el empleo de dos cantidades iguales de capital y trabajo», podemos
identificar, en el cuadro 7.1, las rentas reales pagadas en el margen extensivo y en el
margen intensivo. Así, si sólo se cultivaba la tierra núm. 1, aparecería en ella una
renta real de 10 bushels, después de introducir la segunda «dosis» de capital y
trabajo (100 — 90). La introducción de una tercera dosis de capital y trabajo en la
tierra núm. 1 elevaría pronto la renta total de dicha tierra a 30 bushels (100 — 80 +
+ 90 — 80 = 30), y así sucesivamente. En el margen extensivo, la renta es la
diferencia entre el producto de la mejor tierra y el de la peor tierra en cultivo, para
cantidades iguales de capital y trabajo en ambas. Así, si, por ejemplo, las tierras
núms. 1, 2 y 3 reciben una dosis de capital y trabajo cada una, la renta de la tierra
núm. 1 sería de 60 bushels (270 — 210 = 60), y la renta de la tierra núm. 2 sería de
30 bushels (240 — 210 = 30). Como siempre, en el margen de la última tierra puesta
en cultivo no habría renta.
La información del cuadro 7.1 nos dará fácilmente la asignación óptima de los
gastos totales entre las diversas clases de tierra, una vez que conozcamos la informa
ción sobre los precios de factores y productos. Supongamos que el precio por bushel
de grano sea SI, de m anera que las cifras del cuadro 7.1 se convierten en ingresos
colocando simplemente el signo del dólar delante de ellas. Puede verse fácilmente en
el cuadro que si el precio de cada dosis de capital y trabajo (por período de
producción) fuera de S100, la producción tendría lugar sólo en la tierra núm. 1. Pero
si el precio del factor fuera de S60 por dosis, sería rentable ampliar la producción
hasta el punto en que el ingreso marginal (M P x precio del grano) es igual al- coste
marginal del factor (S60). Esto supondría ampliar la producción hasta la tierra núm.
5, empleando cinco unidades de capital y trabajo en la tierra núm. 1, cuatro en la
núm. 2, tres en la núm. 3, dos en la núm. 4 y una en la núm. 5 (compruébese esto en
el cuadro 7.1).
Hay que señalar que esta teoría sólo explica las rentas agrícolas. En la teoría
EL A N A LISIS ECONOM ICO CLA SICO (II): EL SISTEM A RICARDIAN O Y SUS C R ITICO S 1 59
clásica de la renta se supone que la tierra no tiene usos alternativos. O se utiliza para
producir una mercancía homogénea llam ada «grano» o se deja en barbecho. Se
suponía que la cantidad de tierra utilizada por el sector manufacturero tenía un
valor despreciable y no se ofrecía ningún análisis de la renta de dicha tierra. Como
que el problema que atacaron M althus y Ricardo era el de determ inar la distribu
ción del producto total entre renta, por un lado, y salarios y beneficios, por el otro,
ignoraron el sector manufacturero, en el que las rentas eran (supuestamente) despre
ciables, y se concentraron por completo en el principal sector de la economía, la
agricultura. Su teoría permitía que el capital y el trabajo fueran perfectamente
movibles, no sólo entre parcelas de tierra, sino también entre manufacturas y
agricultura. Sin embargo, se suponía que la tierra sólo se dedicaba a la producción
agrícola o no se dedicaba a nada en absoluto.
EL SISTEMA RICARDIANO
Por razones que discutiremos más adelante, Ricardo tuvo un impacto mucho mayor
que M althus sobre la futura dirección de la teoría económica. Pero como antagonis
tas teóricos, cada uno de ellos jugó un papel im portante en el desarrollo del sistema
analítico del otro. M althus vio un vínculo estrecho y directo entre el nivel general de
salarios y el precio del grano. Argumentó en favor de las Leyes de Granos, porque
pensó que la libre im portación de granos reduciría los precios interiores del cereal (y
de los salarios) y precipitaría una depresión. Para Ricardo, sin embargo, las Leyes de
Granos significaban un aum ento de salarios y una disminución de los beneficios, y,
de este modo, menos acumulación de capital y el fin del crecimiento económico.
Respondiendo a Malthus, Ricardo construyó un argumento muy ingenioso, alrede
dor de la teoría del valor trabajo.
Ricardo procedió a modificar la teoría del valor de Smith para su propio uso. En
particular, Ricardo apreciaba ciertas deficiencias en la doctrina de Smith sobre el
«valor natural». Según Smith, un aum ento en el precio de un factor (por ejemplo, los
salarios) aum entaría el precio de los bienes producidos por aquel factor (trabajo).
Para Ricardo, éste era un análisis superficial, especialmente si el cambio en el valor
era más que un cambio en el nivel nominal de precios.
Ricardo pensó que, con determinadas modificaciones, la teoría del valor trabajo
proporcionaba la mejor explicación general de los precios relativos, y que la limita
ción de la teoría del trabajo a una «economía primitiva», como hacía Smith. era
innecesaria. Para Ricardo, la relación entre valor y tiempo de trabajo empleado en
la producción era una relación bien simple: «cualquier aum ento de la cantidad de
trabajo debe elevar el valor de este bien sobre el que se ha aplicado, así como
cualquier disminución debe reducir su valor» (Principios de economía política y
tributación, p. 11). Aunque Ricardo nunca modificó esta posición básica, sin em bar
go, añadió varias cualificaciones necesarias para hacer más realista la teoría. En este
proceso, su teoría del valor dejó de ser una teoría del valor pura. Pero Ricardo,
consistentemente, esquivó sus propias cualificaciones en el análisis y en la política
posteriores, e hizo uso de una teoría simple del valor, a fin de llegar a conclusiones
generales.
La primera excepción a la regla anterior, que Ricardo se permitió, fue en el caso
de los bienes no reproducibles: «Existen ciertos bienes», sostuvo, «cuyo valor está
determ inado tan sólo por su escasez. Ningún trabajo puede aum entar la cantidad de
dichos bienes y, por tanto, su valor no puede ser reducido por una m ayor oferta de
los mismos». El valor de una pintura de Renoir o de una botella de Laffite-
Rothschild de 1929, en palabras de Ricardo, «es totalmente independiente de la
cantidad de trabajo originariamente necesaria para producirlos, y varía con la
diversa riqueza y las distintas inclinaciones de quienes desean poseerlos» (Principios
de economía política y tributación, p. 10). Cuantitativamente, esta excepción carecía
de importancia para Ricardo, porque «estos bienes constituyen tan sólo una peque
ña parte de todo el conjunto de bienes que diariamente se intercambian en el
mercado».
Las cualificaciones más im portantes de la teoría del valor trabajo se hicieron
respecto al papel y a la importancia del capital, que se trata como trabajo «indirec
to» o «incorporado». Aquí, Ricardo distinguió entre capital fijo y circulante. El
capital circulante «perece rápidamente y tiene que ser reproducido con frecuencia»,
mientras que el capital fijo «se consume lentamente». Por tanto, el valor aum entará
a medida que aumente la proporción entre el capital fijo y el capital circulante y a
medida que aumente la duración del capital. Este hecho lo demuestra Ricardo en el
siguiente pasaje:
S upo n gam o s que dos p ersonas em pleen cad a una cien hom bres, d u ra n te u n año,, en la
construcción de dos m áquinas, y que o tra p erso n a emplee el m ism o nú m ero de individuos
p a ra cultivar maíz; al final del año, cad a u n a de las m áq u in as te n d rá el m ism o valo r que el
m aíz, ya que c ad a u n a de ellas fue p ro d u cid a con la m ism a can tid a d de trab ajo . S u p o n g a
m os que uno de los p ro p ietario s de las m áq u in as utilice u n a de éstas, con la ay u d a de cien
hom bres, al a ñ o siguiente, p a ra fabricar p añ o , y que el p ro p ietario de la o tra m áq u in a la
use tam bién, con igual ay u d a de cien hom bres, en la fabricación de tejidos de algodón.
EL A N A LISIS ECONOM ICO C LA SICO (II): EL SISTEM A RICARDIAN O Y SU S CR ITIC O S 16 1
m ientras el ag ricu lto r sigue em p lean d o los m ism os cien ho m b res que antes p a ra cultivar
m aíz. D u ra n te el segundo año, to d o s h a b rá n em pleado la m ism a c an tid ad de trab ajo ,
p ero los p ro d u cto s y la m áq u in a del fabricante de p añ o , e igualm ente los del fabricante de
tejidos de algodón, serán el resu ltad o del tra b a jo de doscientos ho m b res em pleados
du ra n te un añ o , o, m ás bien, del tra b a jo de cien hom bres d u ra n te dos años, m ien tras que
el m aíz será p ro d u cid o p o r el tra b ajo de cien hom bres p o r un año. En consecuencia, si el
m aíz tuviera un v alo r de 500 libras, la m áq u in a y el p a ñ o del p rim er fabricante deberían
tener un valo r de 1.000 libras, y la m áq u in a y los tejidos de algodón del o tro fabricante
tam b ién deb erían ten er un valo r equivalente al d oble que el del maíz. P ero de hecho
ten d rían un valo r m ay o r que eso, ya que las utilidades de cap ital de los dos m an u factu re
ros en el p rim er añ o h an sido agregadas a sus capitales, m ientras que las del ag ricu lto r
han sido gastad as y disfrutadas. P o r consiguiente, y d ebido a los diferentes grad o s de
d u rab ilid ad de sus capitales, o, lo que viene a ser la m ism a cosa, al tiem po q u e debe
tran sc u rrir hasta que un co n ju n to de bienes p ueda llevarse al m ercado, te n d rá n un valor
no precisam ente p ro p o rcio n al a la c an tid ad de tra b a jo utilizada en ellos... sino algo
m ayor, p a ra co m p en sar el m ay o r lapso de tiem po que debe tran sc u rrir h asta que los
bienes m ás valiosos pued an situarse en el m ercado (Principios de economía política y
tributación, pp. 25-26).
El ejemplo de Ricardo ilustra claramente que reconoció las dos maneras en las que
el capital afecta al valor de los bienes: 1) el capital utilizado en la producción
constituye una adición al valor del producto, y 2) el capital empleado por unidad de
tiempo tiene que ser compensado (al tipo de interés corriente). Este reconocimiento,
por Ricardo, de que el tiempo, como el trabajo, es un elemento im portante del valor,
constituía una auténtica contribución a la economía, por la que le concedieron poco
o ningún crédito.
Entonces, desde un punto de vista analítico, está claro que Ricardo basó el valor
en los costes reales de trabajo y capital. Su teoría difería de la de Smith en que
excluía la renta de los costes. Pero desde un punto de vista empírico, Ricardo
sostenía que las cantidades relativas de trabajo utilizadas en la producción son los
principales determinantes de los valores relativos. En el frente metodológico, Ricar
do representa el razonador abstracto y deductivo. Prefería basar los principios de su
sistema analítico en una sola variable dom inante más que en un núm ero de variables
menores de dudoso efecto. Con este fin, advertía a sus lectores (después de destacar
los anteriores efectos del capital sobre el valor): «en la parte subsiguiente de la
presente obra, aunque de modo ocasional habré de referirme a esta causa de
variación [es decir, el tiempo], consideraré también todas las notables variaciones
del valor relativo de los bienes producidos por una m ayor o menor cantidad de
trabajo que pueda necesitarse en distintas épocas para producirlos» (Principios de
economía política y tributación, p. 28). Ricardo, por lo menos, estaba menos expuesto
a la crítica que se ha dirigido a algunos teóricos modernos, es decir, no establecer
explícitamente los supuestos que subyacen en la propia construcción ana.ítica.
A pesar de su rigor, la teoría del valor de Ricardo tenía varias deficiencias. En
primer lugar, su tratam iento de las diferencias cualitativas en el trabajo era insatis
factorio. Ricardo suponía que los ajustes salariales por diferencias cualitativas en el
trabajo se producirían en el mercado, y que una vez determinados, la escala de
diferencias variaría poco. Como que Ricardo estaba buscando ante todo una medida
del valor de mercado, éste es un argumento circular. En segundo lugar, excluir la
1 62 HISTORIA DE LA TEORIA ECO N O M ICA Y DE SU METODO
renta de los costes sólo puede justificarse si la tierra no tiene usos alternativos (lo
que Ricardo suponía, de m odo nada realista). Además, la teoría del valor ricardiana
limitaba el papel de la dem anda a una clase especial de bienes (no reproducibles).
P or supuesto, esto es inadecuado en el caso en que los bienes no se produzcan en
régimen de costes medios de producción constantes.
El v alo r de cam bio de to d o s los bienes, ya sean m an u factu rad o s, extraídos de las m inas u
obten id o s de la tierra, está siem pre regulado no p o r la m en o r c an tid ad de m an o de o b ra
que b astaría p a ra p roducirlos, en circunstancias am p liam en te favorables y de las cuales
disfrutan exclusivam ente quienes poseen facilidades peculiares de p roducción, sino p o r la
m ay o r can tid ad de tra b a jo necesariam ente g astad a en su p roducción, p o r quienes no
disp o n en de dichas facilidades, p o r aquellos que siguen p ro d u cien d o esos bienes en las
circunstancias m ás desfavorables (Principios de economía política y tributación, p. 55).
Ricardo reconocía que no existe una medida del valor perfecta, porque cualquier
medida que se elija varía con las fluctuaciones de las tasas de salarios y beneficios.
Hemos visto que las diferentes durabilidades del capital y las diferentes proporciones
entre el capital fijo y el circulante influirán en los precios de mercado de m odo
distinto si los salarios varían respecto a los beneficios. Así, Ricardo ideó un artificio
gramatical —la «empresa media»—, en la que tanto la proporción entre el capital y
el trabajo como la duración del capital se supone que son iguales a las del promedio
de la economía. Armado de esta guisa, Ricardo estaba preparado para resolver el
problem a de la distribución de la renta y sus variaciones a lo largo del tiempo.
Ilustremos el proceso de Ricardo utilizando la información sobre el producto
contenida en el cuadro 7.2. Supongamos que tres dosis de trabajo y capital en una
granja dada producen 270 bushels de cereal por año. Cada unidad del factor trabajo,
Cuadro 7.2
en virtud del adelanto que recibe del fondo de salarios, constituye un gasto de
capital circulante, mientras que cada unidad del factor capital, a través de la
depreciación anual, constituye un gasto de capital fijo. Ricardo definió los beneficios
totales como el ingreso total menos la suma de gastos de capital fijo y circulante en
los que se ha incurrido por periodo de producción. Supongamos ahora que el precio
del cereal, por bushel, es de SI, que la tasa de salarios por trabajador es de 10 busiiels
de cereal y de $10 por otras necesidades (esta última cifra puede darse en dóla
res porque se supone que se producen en condiciones de costes constantes), y que
la depreciación anual por unidad de capital es de S10. Los beneficios de la tierra
núm. 1 se calcularían como en el cuadro 7.2.
Si toda la tierra fuese igualmente fértil, los beneficios podrían continuar con la
misma tasa. Pero con el progreso del capital y de la población, el cultivo tiene que
extenderse a la tierra núm. 2, en la que tres dosis de trabajo y capital producen sólo
240 bushels de cereal. Técnicamente, ahora se necesita más trabajo y capital para
producir el mismo producto en las tierras núms. 1 y 2. Por lo tanto, el precio del
grano tiene que aum entar hasta S I,125 (270/240 x $1,00 = $1,25). En el sistema
ricardiano, este aum ento del precio del cereal produce el efecto de elevar los salarios
monetarios y las rentas agregadas y de disminuir los beneficios. El modelo de
distribución subsiguiente se ilustra en el cuadro 7.3.
El cuadro 7.3 muestra lo que ya sabemos: que la renta aumenta en la tierra núm. 1
sólo cuando la producción, con la misma cantidad de capital y trabajo, se extiende a
la tierra núm. 2. La renta, como indicó Ricardo, se calcula como valor del producto
inicial de la empresa menos el valor del producto de la empresa marginal. La
ilustración puede ampliarse a las empresas adicionales (es decir, a las diversas clases
de tierra), por supuesto, pero los efectos del crecimiento económico sobre la distribu
ción ya están claros. El aum ento de la producción agrícola lleva a salarios m oneta
rios más elevados, pero sin que varíen los salarios reales. Ricardo suponía, vía
principio de la población, que las tasas salariales se m antendrían a los niveles de
subsistencia a largo plazo. Por otra parte, las tasas salariales nominales más altas y
el aum ento de las rentas agregadas presionan de dos maneras sobre los beneficios.
Aunque en régimen de competencia los beneficios son los mismos para todas las
empresas de una industria dada, la tendencia inevitable de los beneficios será la de
su disminución a medida que aum enta el producto. Con el tiempo, se llega a una
tasa de beneficio mínima, en la que se detiene la nueva inversión (es decir, la
Cuadro 7.3
La correspondencia Ricardo-Malthus
realiza, pero que no es necesario para producir la oferta disponible de tierra). Así,
cuando aum entan las rentas de la tierra (como argum entaba Ricardo que sucedería
con las Leyes de Granos), lo hacen a expensas de los beneficios. Como que Ricardo
veía los beneficios como el m otor que mueve el progreso económico, consideraba las
Leyes de G ranos como una amenaza para el crecimiento económico y, por tanto,
argum entaba vigorosamente en favor del librecambio.
Sin embargo, M althus argum entaba que los precios más altos del cereal favore
cían a los trabajadores, porque su poder adquisitivo estaba estrechamente vinculado
al precio del cereall. Como se observó antes, era común entre los autores clásicos de
economía política hablar de «salarios en grano», en un intento de describir el poder
adquisitivo real. Por lo tanto, una cuestión fundamental, en el debate sobre las Leyes
de Granos, era la de si los precios más altos del cereal significaban salarios reales
más altos. Ricardo creía que no, y argum entaba en consecuencia. M althus se situó
en el campo contrario y argumentó en favor de las Leyes de Granos.
Su antagonism o en este y en otros puntos de la economía constituía simplemente
el primero de los muchos desacuerdos famosos que se producirían entre los futuros
economistas. George Bernard Shaw captó este elemento de la economía en su
irónico comentario: «Si coges a todos los economistas del m undo y los pones de
m anera que se junten los dos extremos, ni aun así llegarían a una conclusión». ¿Hay
verdades permanentes en economía?
Obviamente, los economistas están en desacuerdo con frecuencia, para conster
nación de aquellos individuos que encuentran la seguridad en la unanimidad de las
opiniones. Sin embargo, como en el caso de M althus y Ricardo, el desacuerdo no
suele basarse en los principios teóricos, sino más bien en su interpretación, en el
m étodo o en la política. Ya hemos visto que M althus y Ricardo estaban de acuerdo
en la teoría básica de la renta. Con todo, los debates sobre interpretación, m étodo y
política, dejan un considerable espacio para los juicios de valor, lo que a su vez
reduce la frecuencia de la unanimidad entre los participantes en el debate.
1 Para aclarar este punto, véase Grampp. «Malthus on Money Wages and Welfare».
1 66 HISTORIA DE LA TEORIA ECONOM ICA Y DE SU METODO
Si soy d em asiado teórico, y creo que esto es un hecho, usted, a su vez, es dem asiado
práctico. Existen ta n ta s com binaciones y ta n ta s causas diferentes o p eran en la econom ía
política que considero m uy peligroso a p ela r a la experiencia en favor de u n a d eterm in ad a
doctrin a, a m enos de poseer la plena seguridad de h ab er considerado to d as las causas de
variación y de h a b er estim ado deb id am en te sus efectos (Obras y correspondencia, VI,
p. 194).
C reo que n u estras diferencias pueden atrib u irse en algunos respectos a que usted
considere mi libro m ás p ráctico de lo que yo m e p ro p u se que fuera. M i o bjeto era
dilucidar principios, y p a ra hacerlo im aginé casos extrem os p a ra p o d er m o stra r la acción
de dichos principios (Obras y correspondencia, V III, p. 124).
A decir verdad, había algo más. La teoría del valor de Ricardo era una teoría
simplificada en extremo, y a largo plazo, pero constituía la piedra angular sobre la
que descansaba todo el sistema ricardiano. Abandonarla llevaría al hundimiento de
toda la estructura analítica, algo a lo que Ricardo, comprensiblemente, se resistía
con vehemencia.
Com paradas con sus opiniones sobre la naturaleza del valor de cambio, las ideas
de M althus sobre la medida del valor experimentaron muchas variaciones a través
de sus sucesivas obras. Este hecho indica que no estaba del todo seguro de sus
opiniones sobre el tema, defecto que asimismo se deslizó en otras partes de la
economía de Malthus. En el análisis final, el aspecto vacilante de su pensamiento
ofrecía una débil defensa contra la embestida de la lógica implacable de Ricardo y
EL A N A LISIS ECONOM ICO CLA SICO (II): EL SISTEM A RICARDIAN O Y SU S CR ITICO S 1 67
L a d em an d a efectiva co n sta de dos elem entos, a saber: el poder y el deseo de com prar. El
p o d er de co m p ra p uede tal vez representarse correctam en te m ediante el p ro d u cto de un
país, ya sea a b u n d a n te o escaso; p ero el deseo de ad q u irir será siem pre m ayor; c u a n to m ás
pequeño sea el p ro d u cto , c o m p arad o con la población, m ás escasam ente se suplirá a la
d em an d a de la población. C u a n d o a b u n d a el capital, n o es fácil en co n tra r nuevos objetos
con suficiente dem anda... E n un país d o n d e existe un cap ital relativam ente escaso, el valor
del p ro d u cto an u al puede in crem entarse m uy ráp id am en te debido a la m ag n itu d de la
dem anda. E n resum en, n o creo de ningún m o d o que el p o d e r ad quisitivo a b arq u e
necesariam ente el deseo de adq u irir; y n o p uedo concordar... que en u n a nación la oferta
no puede n u n ca exceder a la d em an d a. U n a nació n debe ciertam ente tener el p o d er de
ad q u irir to d o lo que produce, pero m e es fácil im ag in ar que no tenga deseos de hacerlo
(Obras y correspondencia, VI, pp. 87-88).
La idea clásica que M althus atacaba en este pasaje era la noción de que en el
proceso de producción se genera exactamente la renta necesaria para adquirir la
producción obtenida y que —excepto en el caso de atesoram iento— toda la renta
así generada se gastará para com prar esa producción. Puesta en circulación por el
economista francés J. B. Say, esta noción clásica fue conocida simplemente como
«ley de Say», que afirma que la oferta crea su propia demanda. Pocas nociones
fueron asimiladas de una forma tan completa por la corriente principal de la
1 68 HISTORIA DE LA TEO RIA ECO N O M ICA Y DE SU METODO
Si el consum o su p era a la p roducción, el capital del país tiene que dism inuir, y su riqueza
tiene que d estruirse g rad u alm en te p o r falta de cap acid ad p roductiva; si la p roducción
sup era en m ucho al consum o, tiene que cesar el m otivo p a ra ac u m u lar y pro d u cir, p o r
falta de una d em an d a efectiva... Los dos extrem os son indudables, y p o r ta n to , aun q u e
los recursos de la econom ía política no pueden d eterm inarlo, tiene que existir algún
p u n to interm edio, en d onde, to m a n d o en consideración ta n to la capacid ad p ro d u ctiv a
com o la v o lu n tad de consum ir, el aliciente p a ra a u m e n ta r la riqueza sea el m áxim o
(Principios, p. 8).
En el siglo xix había tres ingleses cuyas obras suministraban los escalones principa
les entre Adam Smith y John Stuart Mili: Ricardo, M althus y Nassau Sénior.
Nacido en 1790, en Berkshire, Sénior era el hijo m ayor del vicario de Durnford. Fue
educado en Eton y después en Oxford, donde se graduó en derecho en 1815, el año
en que M althus, West, Ricardo y Torrens publicaron sus folletos sobre la renta. Sin
embargo, la práctica jurídica no se adaptaba al temperamento de Sénior, y después
2 Este punto se explica con más detalle en el contexto keynesiano, en el capítulo 19.
EL A N A LISIS ECONOM ICO CLA SICO (II): EL SISTEM A RICARDIAN O Y SU S CR ITIC O S 16 9
de algún trabajo de posgrado sobre economía política, fue nom brado para la
primera cátedra de esta materia que se dotó en Oxford en 1825. Como miembro de
diversas comisiones gubernamentales, en las décadas de 1830 y 1840, Sénior contri
buyó a la realización de las reformas legislativas sobre educación, condiciones de
trabajo en las fábricas y Leyes de Pobres (véase el capítulo 9).
Entre sus obras publicadas, destacó An Outline o f the Science o f Political Eco
nomy, impresa por primera vez en 1836 y revisada por Sénior en 1850. Political
Economy adolece de una falta de organización y consistencia, y, sin embargo,
constituye un hito en la historia de la economia, no sólo por su crítica de la
economía ricardiana, sino también por sus contribuciones originales. Las examina
remos bajo dos encabezamientos principales: 1) la formulación que hace Sénior del
objeto y del m étodo de la investigación económica, y 2) sus im portantes modificacio
nes de las teorías ricardianas del valor y de los costes.
Las prem isas [d e los econom istas] consisten en unas pocas proposiciones m uy generales,
provenientes de la observación, o de la introspección, y que apenas requieren pruebas, o
ni siquiera d eclaración form al, y que cualq u ier hom bre, ta n p ro n to las oye, las adm ite
com o p arte de su p ro p io pensam iento; y sus deducciones son casi ta n generales, y, si ha
ra zo n a d o co rrectam ente, ta n ciertas com o sus prem isas.
P ero sus conclusiones, cu alq u iera que sea su g ra d o de generalidad y de verdad, no le
au to rizan a a ñ a d ir ni una sola sílaba de consejo. Este privilegio le co rresp o n d e al escritor
o al estad ista que ha considerado to d as las causas que pueden p ro m o v er o im pedir el
bienestar general de aquellos a los que se dirige, n o al teórico que ha considerado sólo
una de aquellas causas, a u n q u e sea la m ás im p o rtan te. L a ta re a de un econom ista político
no es reco m en d ar ni disuadir, sino establecer principios generales, que es funesto descui
dar, pero que no es conveniente ni tal vez posible u tilizar com o única, o ni siquiera
principal, guía en la dirección práctica de los asuntos... D ecidir en cad a caso h asta qué
p u n to deben trad u cirse estas conclusiones en actos pertenece a una acción de gobierno,
17 0 HISTORIA DE LA TEORIA ECON O M ICA Y DE SU METODO
una acción en la que la econom ía p olítica sólo es una de las m uchas ciencias su b o rd in ad as
(Polítical Econom y, pp. 2-3).
Los cuatro postulados. Aquellas «pocas frases» a las que Sénior aludía tom aron
la forma de cuatro postulados básicos, o axiomas, sobre los que se basa la teoría
económica. Estas proposiciones se presentan aquí en sus propias palabras:
discutible supuesto de que las habilidades laborales tienden a aum entar de algún
modo en relación con el aum ento de la población y del capital, opinión contraria a
la doctrina ortodoxa malthusiana, pero que sin embargo fue aceptada por un
número sorprendentemente elevado de autores en la época de Sénior.
Sin embargo, nuestra atención se centrará en el primer y en el tercer postulados,
porque en su elaboración Sénior hizo avanzar las teorías clásica y ricardiana del
valor de cambio. En su discusión, Sénior también anunciaba una teoría muy mejora
da del capital y del interés.
N o sólo está lim itado el placer que las m ercancías de una clase d a d a pueden p erm itir, sino
que el placer dism inuye en p ro p o rció n ráp id am en te creciente, m ucho antes de que se
17 2 HISTORIA DE LA TEORIA ECON O M ICA Y DE SU METODO
más próximo al coste de producción del vendedor que cualquier otra mercancía
monopolizada, porque la competencia entre vendedores que no disponen de facilida
des exclusivas (por ejemplo, patentes) tenderá a mantener los precios en línea con
sus costes de producción. El m onopolista con patente puede, por supuesto, disfrutar
de beneficios puros, pero no puede vender a un precio superior al de la competencia
que no disfruta de patente, aunque el precio real dependerá de las condiciones de la
demanda, así como de las condiciones de la producción.
El segundo caso es el de oferta completamente ínelástica, en el que no existe otro
límite superior para el precio que el nivel de la demanda, mientras que el límite
inferior para el precio es igual a los costes de producción. El tercer caso es el mismo
que el primero, excepto que como el monopolio es absoluto no existe otro límite
superior para el precio que el que impone la demanda. El cuarto caso es el más
general. Incluye la producción en condiciones de ventaja diferencial y rendimientos
decrecientes. Este es realmente el caso ricardiano, salvo que el precio no depende
sólo de los costes de producción de la empresa marginal, sino también de la
demanda.
Sólo hay que leer a C ournot (véase el capítulo 12) y a Sénior, conjuntamente,
para darse cuenta de lo poco elaborada que estaba la teoría del m onopolio antes de
1838. No obstante, al clasificar los casos más im portantes de la manera que lo hizo,
Sénior consiguió reconciliar el análisis de Ricardo con la teoría de la oferta y la
demanda. Una revisión de los cuatro casos de Sénior pone de manifiesto que el coste
de producción es el criterio que controla en algunos casos y que la dem anda es el
criterio que controla en otros, pero que los dos están interactuando siempre. Es
cierto que Sénior, habiendo avanzado considerablemente, no impulsó el análisis de
la oferta y la dem anda tanto como podía haberlo hecho evaluando los factores de
producción, pero ciertamente facilitó la tarea de los que iban a seguirlo.
Capital e interés. Sénior también amplió el análisis ricardiano del coste real,
añadiendo el coste de la «abstinencia» al coste del trabajo. En la formulación un
tanto paradójica de su tercer postulado, Sénior sugirió el hecho de que los métodos
indirectos de producción son a largo plazo más productivos que los métodos
directos, hecho que el economista austríaco Bóhm-Bawerk (véase el capítulo 13)
aclaró en gran m anera en una época posterior. «M étodos indirectos» significa que se
aplaza la producción de bienes de consumo, utilizando trabajo y primeras materias
para producir primero bienes de capital, que entonces se utilizan, con trabajo y
primeras materias, para producir más bienes de consumo que los que hubieran
podido producirse en primer lugar, sólo con trabajo y primeras materias. Un
ejemplo clásico del aum ento de eficiencia que se deriva de la producción indirecta
puede tom arse de la historia del héroe de ficción Robinson Crusoe. U na persona
perdida en un isla desierta tiene que enfrentarse con la necesidad económica de
asegurarse el alimento. Suponiendo que un río de la isla le proporciona una abun
dante oferta de pescado, el m étodo de producción más directo que puede adoptar
sería coger los peces a mano. Sin embargo, si esta persona aplazara la pesca durante
el tiempo suficiente para construirse una caña y un anzuelo o un arco y una flecha
(formas elementales de bienes de capital), pescaría más peces de los que hubiera
podido pescar utilizando el m étodo más directo, pero menos eficiente.
1 74 HISTORIA DE LA TEORIA ECONO M ICA Y DE SU METODO
Es un fenómeno curioso que aunque quede muy poco del análisis ricardiano puro en
la corriente principal de la economía m oderna y quede mucho del análisis de los
primeros críticos de Ricardo, la influencia de Ricardo sobre otros autores económi
cos, no obstante, siguiera siendo de la máxima importancia a lo largo de gran parte
del siglo xix. Todos los economistas británicos im portantes de dicho siglo, incluyen
do a John Stuart Mili (véase el capítulo 8) y a Alfred M arshall (véase el capítulo 15),
pagaron tributo a Ricardo. El hecho de que lo hicieran así, al tiempo que rechaza
ban o modificaban algunas de sus ideas fundamentales, no disminuye en m odo
alguno la significación de su respeto por él como economista teórico. Aunque en
minoría numérica, Ricardo y los ricardianos todavía m andaban en la primitiva
economía británica.
Las razones de este fenómeno tenían mucho que ver con la naturaleza de la
oposición ricardiana, así como con la agresividad de los discípulos de Ricardo. Los
escritos de M althus, por ejemplo, defraudaban por una imprecisión teórica y una
vacilación intelectual que indudablemente m inaban su efectividad como alternativa
de Ricardo. Incluso Sénior, cuyo m étodo y análisis eran más estrictos que los de
Malthus, incidió en una serie de puntos teóricos de importancia menor. Además, el
hecho de que no lograra relacionar sus modificaciones de Ricardo con la cuestión de
la distribución de la renta, tuvo probablem ente un efecto desfavorable sobre la
capacidad de aquellas contribuciones para atraer una audiencia más amplia. En
consecuencia, Ricardo se encontró en la peculiar situación de poder utilizar una
lógica impecable para defender su sistema y simultáneamente destruir los argumen
tos opuestos, que a m enudo se basaban en el mero sentido común. El hecho de que
EL A N A LISIS ECONOM ICO CLA SICO (II): EL SISTEM A RICARD IAN O Y SUS CR ITIC O S 17 5
Con la ayuda de W. J. B aum ol3, cuyo análisis sigue de cerca esta sección, podemos
resumir la esencia de la economía clásica en términos verbales y gráficos bastante
concisos. Los economistas británicos que vivieron y escribieron durante el tiempo de
M althus y antes de Mili constituyen el grupo cuya economía se resume aquí. Todo
lo que se intenta es una síntesis, puesto que ciertamente no había unanim idad de
opiniones en todos los temas económicos entre los miembros de la escuela clásica.
El principal interés de los autores clásicos estaba, por supuesto, en el crecimiento
económico, o la transición de un estado progresivo a un estado estacionario. El
estado estacionario, menos deseable, se veía como el resultado inevitable de la
historia económica. El análisis económico clásico (ricardiano) se basaba, por tanto, a
largo plazo, en unos pocos supuestos sencillos (a veces discutibles), a partir de los
cuales se llegaba a amplias generalizaciones sobre el desarrollo económico. Elemen
tos clave del proceso fueron: 1) el principio m althusiano de la población, 2) el
principio de los rendimientos decrecientes en la agricultura, y 3) la doctrina del
fondo de salarios.
El argumento fundamental de la teoría clásica del desarrollo sigue unas líneas
sencillas. En una economía en expansión, el nivel de inversión y los salarios son
altos y crecientes. La acumulación de capital se produce con rapidez. Pero los
salarios altos inducen el crecimiento de la población, y las consiguientes presiones
sobre la oferta de alimentos —junto con una cantidad fija de tierra fértil— llevan a
rendimientos decrecientes del capital y el trabajo en la agricultura, y a la necesidad
de utilizar tierras de inferior calidad para alimentar una población creciente. En
consecuencia, los costes de producción aum entan y los beneficios disminuyen. La
disminución de los beneficios produce una disminución en la acumulación y la
inversión, al mismo tiempo que se aproxima el estado estacionario. La llegada
efectiva del estado estacionario podría aplazarse indefinidamente por medio de una
serie de inventos muy productivos, pero ningún autor clásico negó su inevitabilidad
a largo plazo.
El proceso antes descrito puede verse gráficamente como un movimiento hacia el
estado estacionario a lo largo del tiempo: décadas o quizás incluso siglos. Considere
mos el gráfico 7.1. El tam año de la población trabajadora se mide en el eje horizon
tal. El eje vertical mide el producto total y los salarios totales (en términos reales),
pero no incluye la renta total, que Ricardo trataba como una mera transferencia de
renta de una clase a otra. Así, siempre que disminuyeran los beneficios — ceteris
paribus— aum entaban las rentas, y el estado estacionario se alcanzaba cuando los
beneficios disminuían hasta cero.
La pendiente de la línea O S en el gráfico 7.1 es igual a la proporción entre los
pagos salariales totales, al nivel de subsistencia y el tam año de la población trabaja
dora (por ejemplo, Y*P* dividido por OP*). Aunque hay poca evidencia de que
Ricardo —o, para el caso, cualquiera de los economistas clásicos— considerase
consistentemente el salario de subsistencia como una proporción constante del
producto total, el gráfico 7.1 supone, para simplificar, que fue así. P or tanto, con el
nivel de producción Yx y el nivel de población Pv el salario de subsistencia por
trabajador sería equivalente al cociente S ^P v¡OPx. Asimismo, con los niveles de
producción y población Y2 y P2, respectivamente, el salario de subsistencia sería
S 2P2/OP2. Además, dado que el nivel de subsistencia como proporción del producto
se supone constante, S xP JO P x - S 2P2¡OP2.
Cuando la población es OP, el producto total es Y,P, y los salarios totales son S,Py Las
ganancias de V^S, aumentarán la demanda de trabajo e impulsarán los salarios
hasta Y,Pr Como a este nivel los salarios están por encima del nivel de subsistencia,
la población aumentará hasta OP2, trazando progresivamente la trayectoria del equilibrio
a largo plazo.
EL A N A LISIS ECONOM ICO C LA SICO (II): EL SISTEM A RICARDIAN O Y SUS C R ITICO S 17 7
Corry, Money, Saving and Investment in English Economics, 1800-1850 (Nueva York:
St. M artin’s, 1962); y R. G. Link, English Theories o f Economic Fluctuations, 1815-
1848 (Nueva York: Columbia University Press, 1959).
Cierto núm ero de autores británicos se situaron contra Ricardo, especialmente
en relación con las teorías del valor y de la renta. Entre ellos estaban Samuel Bailey,
John Craig, Richard Jones, William F. Lloyd, M ountifort Longfield y Robert To-
' rrens. Para captar toda la fuerza de estos otros argumentos véase R. M. Rauner,
Samuel Bailey and the Classical Theory o f Value (Cambridge, Mass.: H arvard Uni
versity Press, 1961); B. W. Thor, «The Economic Theories of John Craig, a Forgot
ten Economist», Quarterly Journal o f Economics, vol. 52 (agosto 1938), pp. 697-707;
W. L. Miller, «Richard Jones’s Contributions to the Theory of Rent», History o f
Political Economy, vol. 9 (otoño 1977), pp. 346-365; R. M. Romano, «William
Forster Lloyd - A Non-Ricardian», History o f Political Economy, vol. 9 (otoño
1977), pp. 412-441; L. S. Moss, «M ountifort Longfield’s Supply and Demand Theory
of Price and Its Place in the Development of British Economic Theory», History o f
Political Economy, vol. 6 (invierno 1974), pp. 405-434; y L. Robbins, Robert Torrens
and the Evolution o f Classical Economics (Nueva York: St. M artin’s, 1958).
Algunos de los escritos previamente no publicados de Nassau Senior han sido
reunidos bajo el título de Industrial Efficiency and Social Economy, 2 vols., S. L. Levy
(ed.) (Nueva York: Holt, 1928). Levy ofrece también una valoración favorable de
Senior en Nassau W. Senior: The Prophet o f Modern Capitalism (Boston: H um
phries, 1943). La referencia estándar sobre Senior es M arian Bowley, Nassau Senior
and Classical Economics (Londres: G. Allen, 1937).
Ricardo tuvo de su parte al fiel e infatigable McCulloch, que le defendió contra
todos sus oponentes. La obra estándar sobre McCulloch es la de D. P. O ’Brien, J. R.
McCulloch: A Study in Classical Economics (Londres: G. Allen, 1970). Finalmente, la
ley de Say y su importancia para la macroeconomía clásica es cubierta extensamente
por Thomas Sowell, S a y ’s Law (Princeton, N. J.: Princeton University Press, 1972).
REFERENCIAS
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M éxico: F o n d o de C u ltu ra E conóm ica, 1959-1965.)
Senior, N . W. A n O utline o f the Science o f Political Economy. N u ev a York: A. M. Kelley,
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