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No serían los hechos los que conmueven a los hombres, sino las palabras sobre esos
hechos (Epicteto). Esta frase se sitúa en una larga tradición que analiza la relación entre
palabra y cosa, espíritu y vida, conciencia y ser, lenguaje y mundo. En esta misma relación
se encuentran la historia conceptual y la historia social. La historia conceptual se encarga de
textos y palabras, mientras que La historia social sólo precisa los textos para derivar de
ellos estados de cosas y movimientos que no están contenidos en los textos mismos.
La historia social investiga las formaciones sociales o formas de organización
constitucional, las relaciones entre grupos, capas, clases, cuestión las relaciones de
los sucesos apuntando a estructuras a medio o largo plazo y su transformación, o
aporta teoremas económicos, en virtud de los cuales se indagan acontecimientos
individuales o resultados de la acción política.
Los métodos de la historia conceptual proceden del ámbito de la historia de la
terminología filosófica, de la filología histórica, de la semasiología y de la
onomasiología1, y cuyos resultados, comprobados una y otra vez mediante exégesis de
textos, se vuelven a llevar a éstos.
Las relaciones entre ambas son complejas, no existe ninguna sociedad sin conceptos en
común, puesto que una sociedad y sus conceptos se encuentran en una relación de tensión.
Por ende se puede clarificar la relación entre ambas disciplinas en tres planos:
1. La historia conceptual sigue el método histórico-crítico clásico, pero contribuye a
concebir los temas de la historia social.
2. La historia conceptual representa una disciplina autónoma con una metodología
propia, cuyo contenido hay que determinar de forma paralela a la historia social.
3. La historia conceptual contiene una pretensión genuinamente teórica que no puede
ser realizada más que de forma insuficiente por la que desempeña la historia social.
Son justas dos limitaciones: 1. No se trata de historia del lenguaje sino de la terminología
sociopolítica que es relevante para el acopio de experiencias sociales. 2. Que dentro de
esta terminología se destacan conceptos cuya capacidad semántica es más amplia que
la de “meras” palabras de las que se usan generalmente en el ámbito sociopolítico.
Según los postulados del método histórico-crítico tradicional, más concretamente al método
histórico filológico: el sentido exacto sólo se puede desprender del contexto del texto, pero
también hay que deducirlo de la situación del autor y de los destinatarios, además habrán de
Desde un aspecto puramente temporal se pueden ordenar los conceptos sociales y políticos
en tres grupos:
1. Se puede hablar de conceptos de tradición, cuyos significados se mantienen
parcialmente y cuya pretensión aún se puede hacer efectiva en condiciones actuales.
2. Conceptos cuyos contenidos se han transformado tan decisivamente que, a pesar de
seguir teniendo los mismos significantes, los significados apenas son comparables y
sólo se pueden localizar históricamente.
3. Neologismos que aparecen y que responden a determinadas situaciones políticas o
sociales cuya novedad pretenden registrar o incluso provocar (Ej. comunismo o
fascismo)
La historia del concepto “democracia” puede considerarse bajo los tres aspectos
(permanencia, cambio y novedad). Así, la democracia de la Antigua Grecia, fue una de las
formas posibles que se dieron en la organización de la polis, posee determinaciones, modos
de proceder o reglamentaciones, que se pueden encontrar aún hoy en las democracias. En el
s. XVIII se actualizó el concepto para describir las nuevas formas de organización de los
grande Estados modernos y de sus cargas sociales consiguientes (basándose en el imperio
de la ley y el principio de igualdad). Debido a las transformaciones de la Revolución
Industrial se le añadieron nuevos valores, convirtiéndose en concepto de esperanza que
requería satisfacer la necesidad que iban surgiendo. Finalmente, se convierte en un
concepto universal de orden superior que, al sustituir a “república”, relega a la ilegalidad
como formas de dominación a todos los demás tipos de constitución. Los significados se
pueden mantener, solaparse o perderse.
Es necesario diferenciar “concepto” de “palabra”: Existe una trilateralidad lingüística
de significante (designación), significado (concepto) y cosa. No obstante, en la historia se
puede encontrar una diferencia sencilla: la terminología sociopolítica del lenguaje de
las fuentes posee una serie de expresiones que se pueden destacar definitoriamente
como conceptos.
Cada concepto depende de una palabra, pero cada palabra no es un concepto social
y político.
Los conceptos sociales y políticos contienen una concreta pretensión de generalidad
y son siempre polisémicos.
La traducción de una palabra en concepto podría ser variable según el uso del
lenguaje que haga la fuente. Esto está dispuesto ya en la polivocidad de todas las
palabras, de las que también participan los conceptos.
Los significados, ya ideales o de cosas, se adhieren a la palabra, pero se nutren
igualmente del contenido pretendido, del contexto hablado o escrito, de la situación
social.
Hasta ahora, lo anterior es válido tanto para las palabras como para los conceptos.
Una palabra puede hacerse unívoca (al ser usada). Por el contrario, un concepto
tiene que seguir siendo polívoco para poder ser concepto.
El concepto está adherido a una palabra, pero es algo más que una palabra: una
palabra se convierte en concepto si la totalidad de un contexto de experiencia y
significado sociopolítico, en el que se usa y para el que se una palabra, pasa a
formar parte globalmente de esa única palabra.
Ej. Para que Estado pueda pasar a convertirse en un concepto tiene que formar parte de la
palabra un dominio, territorio, clase media, legislación, judicatura, administración,
impuestos m ejército, etc. las circunstancias plurales con su propia terminología y con
su conceptualización son recogidas por la palabra Estado e introducidas en un
concepto común.
Los conceptos son, pues, concentrados de muchos contenidos significativos. En el
concepto concurren significaciones y lo significado. Una palabra contiene
posibilidades de significado, un concepto unifica en sí la totalidad de significado. Así,
un concepto puede ser claro pero tiene que ser polívoco.
Todos los conceptos en los que se resume semióticamente un proceso completo se escapan
a la definición; sólo es definible aquello que no tiene historia (Nietzsche, La genealogía de
la moral).
Un concepto reúne la pluralidad de las experiencias histórica y una suma de relaciones
teóricas y prácticas de relaciones objetivas en un contexto que, como tal, sólo está
dado y se hace experimentable por el concepto.
Queda claro que los conceptos abarcan, ciertamente, contenidos sociales y políticos,
pero que su función semántica, su capacidad de dirección, no es deducible solamente
de los hechos sociales y políticos a los que se refieren. Con cada concepto se establecen
determinados horizontes, pero también límites para la experiencia posible y para las
teorías concebibles.
La historia conceptual interpreta la historia en un sentido estricto mediante sus
correspondientes conceptos pasados (aun cuando las palabras se usen hoy), entendiendo
históricamente los conceptos (incluso aunque haya que redefinir en la actualidad su uso
anterior). Así, el tema de la historia conceptual es, dicho de forma extrema, la
convergencia (unión) entre concepto e historia, de modo que la historia sólo sería
historia en la medida en que ya estuviera conceptualizada.
El método de la historia conceptual rompe con el círculo vicioso entre palabra y cosa, y
viceversa. Este corto circuito anterior no se puede desempeñar teóricamente al concebir la
historia sólo desde sus propios conceptos (es decir, desde el significado inmediato y no
desde una diacronía y sincronía), como si se tratara de una identidad entre el espíritu de la
época articulado lingüísticamente y el contexto de los acontecimientos.
Lo anterior deriva en diversas dificultades metodológicas:
La investigación de un concepto (la historia conceptual) no debe proceder
sólo semasiológicamente, no puede limitarse nunca a los significados de las palabras y su
modificación. Tiene que considerar una y otra vez los resultados dela investigación en
historia del pensamiento o de los hechos, debe trabajar también onomasiológicamente.
Alternando con la intervención semasiológica (es decir, junto con el plano lexicográfico, la
historia conceptual también debe estudiar el ámbito social y el ámbito ideológico). La
historia conceptual no tiene su fin en sí misma, incluso aunque siga su propio método.