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ENSAYO:

SALIENDO DE LA CAVERNA DE PLATÓN

Por: Jacqueline Jiménez Mares.

Universidad Vasco de Quiroga

Bases para el desarrollo práctico.

Profesor: Efrén Villa Sánchez


Este texto inicia retomando el mito de la caverna de Platón, que consiste en una
metáfora filosófica que postula que punto vivimos en una sociedad en la que lo que
percibimos es simple ficción.

Así, para Platón el papel del filósofo consiste no sólo en salir de esa caverna, sino
en regresar a ella y ayudar a los demás a salir, de modo que todos logremos darnos
cuenta de que nuestro mundo es superficial y limitado; y ayudarnos a trascender nuestros
límites, de modo que logremos percibir la realidad en su totalidad.

Este anhelo, tal como lo refiere la lectura, no es una idea propia de Platón; sino
una aspiración que se identifica con la naturaleza humana.

El texto ejemplifica este punto, mediante el ejemplo de una mujer atrapada en “la
caverna” de su propia rutina. En esta forma se ilustra la facilidad con la que la
materialidad de nuestra vida nos puede hacer perder el verdadero rumbo, de modo que al
igual que los prisioneros del mito de la caverna de Platón, lo único que podemos percibir
son sombras, sin saber nosotros mismos que estamos cautivos.

En este sentido, los textos filosóficos pueden ayudarnos a recordar y retomar ese
anhelo de libertad del que habla Platón. Se trata entonces, de sustituir nuestros sueños
ordinarios (viajes, casa, ascensos, autos…), por un deseo de crecimiento espiritual, de
autoconocimiento y lograr una plenitud como seres humanos.

Para el logro de lo anterior, se cuenta con pensadores prominentes, a los que el


texto denomina “pensadores transformacionales”, entre los que destacan: Epicuro, Marco
Aurelio, Espinoza, Rousseau, Emerson Nietzsche, Erich Fromm, entre otros.

Estos pensadores, en primer lugar sugieren que nuestras vidas cotidianas suelen
mantenerse en un nivel superficial, dado que nos enfrascamos en actividades mundanas
y rutinarias, que nos mantienen alejados de nosotros mismos.

En segundo lugar, de acuerdo con estos pensadores, existe un nodo alternativo de


ser, que responde más a la plenitud de la realidad humana (no sólo hacer algo diferente,
sino ser diferente).
No obstante, llegar a ese punto no es fácil, pues se requiere una transformación
total, pues nuestras tendencias naturales no nos conducen automáticamente hacia esa
dirección.

Erich Fromm, habla de una forma de llegar a ese punto a través del amor, como
única forma de superar el aislamiento. Para él, el verdadero amor –en oposición al que
tradicionalmente concebimos- es una actitud en la que compartimos nuestra plenitud en el
mundo que nos rodea, más no con el propósito de poseer.

Por su parte Henry Bergson sostiene que nuestra conciencia habitual sólo expresa
la superficie mecánica de nuestra vida mental, pues se compone por ideas fijas y
fragmentadas que ya no están vivas en nosotros.

A su vez, Emerson habla de que solemos obtener nuestras ideas y motivaciones


de un yo superficial y restringido; nos conmina a abrirnos a una fuente metafísica de
plenitud y sabiduría que solemos ignorar y que podría brindarnos una mayor inspiración.
Nietzche nos insta a una conclusión similar, pues se mofa de la mentalidad de “rebaño” y
de la preocupación por cuestiones insignificantes.

De acuerdo con Rousseau, somos dependientes de una “máscara social”,


adquirida por medio de presiones sociales externas, que nos alejan de nuestra naturaleza
real, que es la verdadera fuente de una vida con sentido.

Marco Aurelio, por su parte señala también una dependencia, pero en cuanto a
nuestros deseos de poder y de bienestar, que nos dejan una sensación de ansiedad y de
frustración. La solución para él, consiste en desprendernos de esos deseos y dejarnos
guiar por nuestra naturaleza interna y racional, que por sí misma sigue los caminos del
cosmos.

En este orden de ideas, aunque aquellos pensadores transformacionales


desarrollan ideas diferentes y se centran también en aspectos diversos, tienen en común
su enfoque hacia nuestra tendencia a mantener nuestra atención centrada en aspectos
superfluos (patrones de comportamiento rígidos) y en el reto de una transformación que
nos puede llevar hacia un estado más profundo y pleno (el cual no describen en forma
precisa).
Así, para llamar “transformacional” a un enfoque filosófico debe involucrar un
llamado que nos invite (o exija) salir de esa caverna. Contiene además una teoría
integrada por conceptos, proposiciones, análisis, ejemplos, definiciones, etc.

Ahora bien, ¿cómo salir de esa caverna platónica? La respuesta es filosofar,


entendido esto como actividad de reflexión filosófica; pues ésta nos ayuda a entendernos
a nosotros mismos y a mostrarnos qué requeriría nuestra vida para ser más profunda; nos
ayuda pues, a desentrañar el sentido de la vida.

Para ello la lectura destaca el poder que tienen las ideas –por mucho que puedan
parecer abstractas-. Poseen la capacidad de despertar motivaciones nuevas en nosotros,
inspirarnos a actuar distinto y brindarnos visiones más amplias.

En este entendido el texto ejemplifica el cómo una visión social sobre la pobreza,
puede inspirarnos a dedicar tiempo y energías a ayudarlos.

De esta manera, la reflexión filosófica examina los fundamentos de nuestra vida y


puede influenciar toda nuestra orientación hacia la vida; pues la refiere como una
investigación crítica con final abierto, pues filosofar nos incita a cuestionar todo
presupuesto (los muros de nuestra propia caverna).

En este punto, la lectura distingue entre “filosofar” y “teorías filosóficas”; siendo


que el primero de estos conceptos es una actividad; en oposición a las teorías, que
surgen como producto de una reflexión filosófica, que resulta auxiliar en tanto que nos
ofrecen conceptos y nos inspiran a desarrollar nuestras propias reflexiones filosóficas; sin
embargo, no podemos tomarlas como verdades definitivas.

Filosofar, si bien es una actividad difícil de definir, el texto lo refiere como un


proceso creativo de construcción de nuestras propias ideas. Es investigar asuntos básicos
de nuestra existencia creando redes de ideas de manera razonada, creativa y dialógica.

En oposición a esto último, el filósofo académico teoriza: da clases, escribe


artículos y produce teorías abstractas; por su parte el filósofo práctico ocasionalmente
teoriza, aunque sólo para ayudar a la gente a vivir en forma más plena.

La lectura también discierne entre la práctica filosófica y la filosofía aplicada,


misma que desarrolla principios éticos abstractos y luego los aplica en dilemas
específicos. Finalmente, el capítulo hace una distinción en relación con la labor del
psicólogo.

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