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ENSAYO:

FILOSOFAR COMO SÓCRATES –CAPÍTULO 1-


¿PUEDE LA FILOSOFÍA CONVERTIRSE EN UNA PRÁCTICA?

Por: Jacqueline Jiménez Mares.

Universidad Vasco de Quiroga

Bases para el desarrollo práctico.

Profesor: Efrén Villa Sánchez


Tal como lo señala el artículo estudiado en su parte inicial, tradicionalmente
concebimos al filósofo contemporáneo, como meramente teórico. El punto central de
ambos textos es por lo tanto, dilucidar si la filosofía es sólo discurso o puede también
convertirse en práctica.

El libro “Filosofar como Sócrates”, en su primer capítulo inicia ejemplificando un


diálogo entre Hipias y Sócrates acerca de si era Ulises o Aquiles quien se comportaba
mejor en La Iliada. Al término de ese debate, Sócrates sostiene que Ulises es mejor que
Aquiles, en tanto que cuando miente, sabe perfectamente que está mintiendo; lo cual
implica que conoce la verdad mejor que Aquiles.

Mediante ese ejemplo, el autor nos introduce a la “vía negativa” de la práctica


filosófica; comportamiento que compara con la actividad del payaso, actor, novelista o en
el humorista: una expresión que consiste en describir un comportamiento, personaje o
situación con el fin de criticarlos proponiendo lo opuesto de lo que representan, con el fin
de incentivar la práctica de la cualidad opuesta y generar una introspección.

En este ejercicio, la ambigüedad en la crítica que realizan es lo que permite un


mayor rango de libertad; situación que el autor ejemplifica en la actividad del bufón, quien
podía emitir fuertes críticas y burlas incluso hacia el rey sin recibir castigo, dada la forma
tan indirecta en que se expresaba; de modo que si alguien se ofendía, se ponía en
evidencia.

A diferencia de estas expresiones, la filosofía suele identificarse con un discurso


sabio y directo; sin embargo, existen ejemplos de una filosofía negativa aún en los
clásicos, como al momento en que Platón habla del mito de la caverna, o cuando se
hacen representaciones de valores u otras ideas, por medio de animales.

Esta corriente filosófica a la que el texto se refiere como “autofilosofía”, se


identifica con el cinismo y el nihilismo, por el poder de negación y su poderosa dosis de
desprecio; pues consiste en desaprender –y no en aprender-, en corroer principios para
poder pensar. De este modo, el pensamiento se concibe en oposición al conocimiento. La
función del maestro, entonces, consistirá en deshacer los nudos que representa el
conocimiento, de modo que así se liberen la mente y el pensamiento; pues como lo
señala el texto: “la mente tiene una inclinación natural hacia el pensamiento”.
En este orden de ideas, la lectura nos introduce al principio anhipotético (aquello
que no depende de ningún principio anterior y que constituye el principio de todo);
funciona en forma similar a la teoría de la reminiscencia de Platón, en la que sostiene que
ya conocemos todo, sólo tenemos que recordarlo.

La dialéctica en este método impide que nuestros pensamientos se aprisionen,


pues nuestros pensamientos nos impiden producir otros diversos; en este orden de ideas,
sostiene el autor que si queremos pensar debemos convertirnos en un extraño para
nosotros mismos.

La Mayéutica es el método que Sócrates empleaba para fomentar un diálogo en el


que sus interlocutores descubrían su propia incoherencia e ignorancia, permitiéndole a su
vez generar nuevos conceptos. Ese proceso es similar al postulado kantiano, que refería
que “para pensar, debes saber que funcionas con una perspectiva parcial, a partir de un
postulado limitado que podría ser invertido completamente sin ningún problema”. El
postulado fundamental es que muchas de las preguntas que nos planteamos y muchos de
los problemas que nos atormentan tienen solución en nosotros mismos más que en
cualquier otro lugar.

Para Platón, la dialéctica es la única forma de conocimiento superior a la


geometría, la vía por excelencia de acceso a la verdad y lo divino; en el texto se define
como “proceso mental que toma en consideración dos o más proposiciones
aparentemente contradictorias y se basa en ellas para que puedan surgir nuevas
proposiciones”; éstas últimas permitirán reducir, resolver o explicitar las contradicciones
iniciales.

La lectura además aclara que, a pesar de que la discusión ha tomado actualmente


un matiz negativo (que identifica con un ejercicio de manipulación), por el contrario, ese
diálogo no excluye la noción de unidad, sino que ésta se descubre a través de la
contradicción. Al respecto añade que la tarea infinita de la razón humana consiste en
intentar percibir la coherencia o la cohesión de todas las cosas, incluida nuestra propia
existencia.

En este orden de ideas, la práctica de Sócrates consistía en interpelar el discurso


de sus interlocutores para poner a prueba sus conocimientos, con el fin de hacerles
comprender sus límites y descubrir el saber en sí mismos. Para ello, se valía de la
contradicción: haciendo que los conceptos y proposiciones chocaran directamente con las
expresadas con anterioridad, obligándonos así a abandonar la hipótesis inicial y
superándola con una nueva.

Los cínicos forman parte de una corriente filosófica heredera del socratismo, pero
distinta de la escuela platónica. Para el cínico, la virtud consiste en desaprender lo que
está mal y especialmente, todo aquello que es producto de la facilidad, la tradición, la
autoridad establecida y la convención; por eso usualmente se identifica al cínico como un
personaje apolítico y asocial.

El cínico se rige por valores como: la voluntad, la libertad, la resistencia; así como
el dominio de sus deseos y pasiones. Desconfía de los bellos discursos y del intelecto;
prefiriendo aquellos generalmente violentos que lo lleven a la confrontación. Utiliza como
instrumentos principales la sorpresa, la ironía y el gesto simbólico. Además, no suele
utilizar demasiadas palabras; prefiere la conmoción a través de una única frase o de una
acción impactante. Platón llamó a Diógenes, el más célebre de los cínicos.

El texto a continuación, distingue entre la dialéctica y la analítica. Para Aristóteles,


analítica es aquello que es cierto, mientras que la dialéctica trata de proposiciones que
tienen como valor el campo de lo posible o de lo probable. Kant retoma esta distinción y
habla de una “lógica de la apariencia” vs “lógica de la verdad”.

Platón se opuso a lo anterior, pues en su filosofía, la certeza no posee un estatus


verdadero; todo discurso es conjetura e imperfección. De lo anterior desprendemos que
no todas las filosofías particulares se fundan en la dialéctica.

Hegel, por su parte considera que el pensamiento no puede permanecer en el


estadio de la contradicción y que la dialéctica no puede limitarse simplemente al trabajo
de negatividad; sino que debía resultar en una nueva afirmación (a lo que llamó síntesis).
Por el contrario, para Platón el concepto o idea no son la finalidad del pensamiento; sino
que la razón es su propia finalidad; el autor equipara este punto con lo que sucede en el
arte: el asombro es suficiente por sí mismo.

Tanto en el artículo, como en el capítulo del libro, la lectura distingue entre: actitud
filosófica, campo filosófico, competencias filosóficas y cultura filosófica.
Por “práctica” entendemos la actividad que confronta una teoría con la realidad
(todo aquello que no somos nosotros y que denominamos “alteridad”). La realidad más
evidente es la totalidad del mundo. Está también el otro (una segunda persona con quien
podemos entrar en diálogo o confrontación y que está mejor posicionado que nosotros
para identificar los conflictos y contradicciones que nos angustian; pero a la vez sus
respuestas se verán influidos por sus propias insuficiencias y errores). Finalmente está la
unidad de nuestro discurso, nuestra propia arquitectura mental (lo otro en nosotros).

El objetivo es conseguir que cada participante trascienda sus propias opiniones. La


actividad se desarrolla en el sujeto individual. A diferencia de lo que ocurre con otro tipo
de especulaciones, en la Filosofía el sujeto pensante no pone a prueba su propia
eficiencia sobre una verdadera alteridad, sino sobre sí mismo.

La idea particular que el individuo debe poner a prueba, confrontándola con sus
mythos y logos personales, es a su vez engendrada por esos mythos y logos o se
encuentra íntimamente entrelazada con ellos.

Retomando la idea de una práctica filosófica, el artículo se centra en la dinámica


de un taller filosófico; para ello, la lectura distingue entre la clase magistral o conferencia,
la discusión, los cafés filosóficos y un taller de filosofía, en el que todos los participantes
deben trabajar o al menos implicarse de forma activa en el taller, evitando que tomen el
rol de simples oyentes. Cada participante debe emitir una opinión o interrogar al otro. Un
animador debe hacerse responsable de que todos intervengan. La finalidad es la de
generar una producción de un pensamiento individual a través de la representación oral o
escrita.

Algunos tipos de ejercicios filosóficos que pueden utilizarse en un taller de filosofía


son: el cuestionamiento mutuo (problematizando la pregunta inicial, hasta desarrollar una
disertación colectiva); ejercicio de narración (se formula una pregunta al grupo y se les
pide que presenten una narración que ejemplifique la cuestión); y trabajo sobre el texto
(se distribuye un fragmento de alguna obra, se solicita a alguno de los participantes que le
de lectura en voz alta y se invita al grupo a que realice un análisis que concluya con una
frase que condense la intención del autor.
A manera de conclusión, el libro define la práctica filosófica, en la misma forma
que el artículo: como una actividad constitutiva en sí misma y determinada por los
procesos de identificación, crítica y conceptualización.

La práctica filosófica implica entonces, una confrontación de la teoría con la


alteridad. Consiste en embarcarse en un diálogo con todo lo que es y con lo que aparece.
Es una actividad determinada por tres operaciones: identificación (nombrar las cosas para
distinguirlas unas de otras: “nada puede pensarse ni existir si no es en relación a lo otro”;
crítica (formulación de una problemática, ya sea en forma de sospecha, negación,
interrogación o comparación) y conceptualización (pensarme simultáneamente a mí
mismo y a lo otro; nos permite esclarecer el problema y construir el pensamiento).

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