Vous êtes sur la page 1sur 10

Subalternidad y sujeto subalterno

Respecto de los conceptos de subalternidad y sujeto subalterno, entenderemos el

subalternidad bajo la conceptualización que Gramsci hace del término; en tanto que

conceptualizaremos sujeto subalterno a partir de las concepciones no esencialistas que los

Estudios poscoloniales aportaron a los Estudios subalternos. En relación a lo primero, es

decir a la subalternidad o lo subalterno, Gramsci (año) la define como una subjetivad y una

experiencia de sometimiento, lo que significa ante todo una imposición y asimilación no

violenta de la subordinación. En sus Cuadernos de la cárcel, el autor enfatiza en esta

internalización de los valores hegemónicos por parte del subalterno señalando que “las clases

subalternas sufren siempre la iniciativa de la clase dominante, aun cuando se rebelan”(25),

lo anterior, configura la experiencia subalterna a partir de la imposición no violenta y la

asimilación de la subordinación, es decir, lo que Pierre Bordieau denomina violencia

simbólica1. De acuerdo con esto, la conceptualización gramsciana de lo subalterno denota al

conjunto de sujetos cuya acción ha sido ignorada por una historiografía que, en sus variantes

coloniales, nacionalistas y marxista, ha mantenido una característica elitista.

Ahora bien, el término sujeto subalterno fue usado por los Estudios subalternos

liderados por Ranahit Guha para referirse a los campesinos protagonistas de las revueltas

coloniales del siglo XIX. El sujeto subalterno en dichos estudios aparece determinado por

dos características: una es su negatividad, es decir, se reconoce a sí mismo no por sus

1
Pierre Bourdieu conceptualiza como violencia simbólica la lógica de dominación ejercida en nombre de un
principio simbólico conocido y admitido tanto por el dominador como por el dominado. De acuerdo a ello sería
una sumisión paradójica, amortiguada, insensible e invisible para sus propias víctimas, que se ejerce a través
de los caminos puramente simbólicos de la comunicación, del conocimiento o, más bien del desconocimiento,
del reconocimiento, y en último término del sentimiento (12).
atributos sino por la negación que de él hace de la clase dominante (alteridad). En tanto que

su otra característica constitutiva será su estado de insurgencia o rebelión. El intento de Guha

fue leer la “prosa de la contrainsurgencia” (los archivos y las fuentes coloniales) a través de

instrumentos metodológicos derivados de la lingüística estructuralistas, con los aportes de

las primeras obras de Barthes con el fin de encontrar los indicios de una presencia distinta y

subversiva, diferente de la presencia del yo colonial del narrador de la Historia. Conforme

con las concepciones discursivas de la realidad social planteada por el estructuralismo, los

estudios subalternos se proponen descubrir la conciencia subalterna en el aparato discursivo

de la Historia, así como también plantean que la acción política implica derrocar la linealidad

y el orden lógico de la narratología dominante. Esta relación entre insurgencia y lenguaje

significa la entrada de la acción política al plano de lo simbólico, al respecto Guha señala:

“[..] sublevarse es por tanto destruir muchos de los símbolos

familiares que el subalterno había aprendido a leer y manipular como

medio para traducir el mundo, es decir, la posibilidad de acción insurgente

radica en las dinámica de desorganización de la cadena-de-signos-continua

de la narrativa hegemónica y el posterior reeslabonamiento de esta cadena”.

(42)

Respecto de la metodología planteada por los estudios subalternos, los estudios

poscoloniales liderados por Spivack, montan su crítica a partir del ejercicio estructuralista

que pretende revelar una esencia, una identidad y/o una conciencia unitaria del sujeto

subalterno, proyecto que considera positivista. En este sentido, Spivack “radicaliza” la


relación lenguaje-subalternidad al plantear que la pretendida recuperación de la conciencia

del subalterno, se denominaría el efecto-de-sujeto-de-la subalternidad, lo que significa que

el sujeto, así como la realidad no pueden aprehenderse sino como un “significado connotativo

de la realidad”, esto es, en términos simples, como una imagen o representación. Respecto

de esta “radical” relación entre lenguaje y sujeto Spivack (2008) plantea que “un efecto-de-

sujeto” puede ser esbozado como aquello que parece obrar como sujeto, que es parte de una

inmensa red discontinua (“texto” en sentido general) de hebras que pueden llamarse política,

ideología, economía, historia, sexualidad, lenguaje etc.” (44). En este sentido, Spivack llega

a dar una respuesta negativa a la pregunta referida a si puede hablar el subalterno, la autora

apunta como la causa de esta imposibilidad al fracaso cognocitivo irreductible del proyecto

positivista, esto es la indivisilidad entre el sujeto y el objeto de la observación . De este modo

Spivack, respecto del Otro femenino, plantea que la violencia epistémica sobre la que se

basa la dominación colonial, al contaminarse con las “tradiciones” locales -en el momento

mismo en que las somete a la crítica- acaba por borrar efectivamente el espacio de libre

voluntad, de la capacidad de acción del sujeto de sexuación femenina (Mezzadra,2008, p.

29).

De acuerdo con lo antes señalado, Spivak explicita la condición posestructuralista del

sujeto de los Estudios subalternos, en tanto configuración discursiva y representacional.

Otros autores, en tanto, enfatizan en la relación de marginalidad del subalterno respecto de

la modernidad occidental y del sujeto moderno. En relación a ello estos autores han acuñado

los conceptos de modernidades coloniales, periféricas o múltiples para referirse a aquellos

asentamientos culturales marginados del los centros del poder imperial. Respecto de la
pertenencia a las dinámicas del poder occidental de dichos asentamientos Bernal Herrera

Montero (2009) señala:

Estas modernidades coloniales no serían versiones inmaduras, degradadas o


incompletas de la modernidad occidental, sino procesos insertos en una modernidad
concebidad como global, pero con historias y manifestaciones locales específicas (p.115).

Herrera Montero (2009), delínea también los contornos de la figura del sujeto

moderno y lo situa en el seno de los procesos y discursos europeos tales como el

Renacimiento, la ciencia moderna, filosofìa empirísta y racionalista –según el autor- la

configuración de esta subjetividad hegemónica culmina en el sujeto ilustrado burgués,

mayoritariamente blanco y masculino (p. 119). Con dicha culminación se inaugura una era

signada por la idea de progreso y la voluntad dominio y expansión global.

Siguiendo la lógica de inclusión-exclusión en las dinámicas modernas, el mismo autor

establece que todos los sujetos cuyas determinaciones básicas derivan de su inserción el

proceso globalizante de la modernidad pasan a ser “sujetos de modernidad”, pero solo unos

cuantos clasificarían como “sujetos modernos”, en este sentido la historía de los grupos

subalternos corresponde a la de los “sujetos de modernidad” que no clasifican ni siquiera

como variantes locales del “sujeto o sujetos modernos”, en tanto que la historía de las élites

coloniales corresponde a la de los grupos dominantes locales o regionales, variantes del

sujeto de poder occidental (p.120)

De acuerdo a lo anteriormente planteado, entenderemos subalternidad como una

experiencia de sometimiento, subordinación o dominio no necesariamente (o

exclusivamente) ejercida por un agente cohercitivo externo, dado que mucho de sus
dispositivos son reproducidos por los mismos sujetos sobre los cuales es ejercido el poder, a

través de una serie de mecanismos inconscientes de asimilación. En tanto, el concepto de

sujeto subalterno da cuenta de “las figuras subjetivas que han vivido la modernidad desde

una posición subordinada y antagónica” (Mezzadra,2008, p.25). Lo anterior situa al

subalterno, fuera de la racionalidad occidental, además bajo los planteamientos

poestructuralistas, la subalternidad y el subalterno no se nos presentan como esencias -fijas

e invariables - sino como una configuraciónes discursivas, en que sus características y

accionar es más bien un efecto de sujeto al que se refiere Spivack.

Respecto de lo anterior, planteamos que el subalterno se configura a partir de una

serie de operaciones retóricas que constituyen el discurso colonial. Según Homi Bhabha

(1994) el discurso colonial se construye a travé de la articulación compleja de los tropos del

fetichismo2: metáfora y metonimía. En relación a ello el autor señala:

“ El fetiche representa el juego simultáneo entre la metáfora como sustitución (enmascarando


la ausencia y la diferencia) y la metonimia (que registra en forma contigua la ausencia
percibida). El fetiche o estereotipo da acceso a una "identidad" que es predicada tanto en el
dominio y el placer como en la angustia y la defensa, pues es una forma de creencia múltiple
y contradictoria en su reconocimiento de la diferencia y su renegación” p.100).

De acuerdo a esto último, la metáfora y la metonimia serían los tropos con los que en

el discurso colonial se configura la identidad esencial del colonizado. La primera de ellas

correspondería con la identificación total con el estereotipo (narcisismo del yo), en tanto que

la metonimía da cuenta de la falta (carencia o anomalia) (p.101). Con lo anterior, Bhabha


enfatiza en el hecho de que el discurso sobre la otredad es un entramado cuya durabilidad y

persistencia terminan otorgando una existencia natural al fetiche o estereotipo. Para Bhabha

los limites del discurso representacionista occidental se ponen en juego ante la posibilidad de

construir su “régimen de verdad”, sometiendo sus representciones a un juicio no

normalizador (p.92).

Pues bien, respecto de la fuerza discursiva de la retórica colonial Edwards Said

-refiriendose al orientalismo- plantea que esta proviene de sus estrechos lazos con las

instituciones socieconómicas y políticas existentes y su extraordinaria durabilidad (p.26). En

este sentido planteamos que el archivo colonial por excelencia es el texto historiográfico que

con su pretensiones de objetividad, depliega aquellos indicios de verisimilitud que Roland

Barthes (1966) denomina efecto de realidad. La historia, señala Barthes,es, de hecho, el

modelo de esos relatos que admiten llenar los intersticios de sus funciones con notaciones

estructuralmente superfluas (p.5-6). Lo anterior, dado que la narración histórica, al igual que

todo relato realista sólo acepta enunciados que den cuenta de un referente, en este sentido

explica Barthes, que el significado mismo del realismo es connotar “lo real”, es decir,

producir ese efecto de realidad que realiza la verisimilitud como significado. En relación a

este significado en favor del referente el autor señala:

“la carencia misma de lo significado en provecho solo del referente llega a ser el

significado mismo del realismo: se produce un efecto de realidad, fundamento de ese

verosimil inconfesado que constituye la estética de todas las corrientes de la modernidad”

(p.7)
Con lo anterior, Barthes enfatiza en la verisimilitud connotativa contenida en todo

texto realista, efecto de realidad que no entrega a su referente sino un significado de mismo.

Conforme con esto,


En este sentido, nosotros vemos una relación directa entre el efecto-de-sujeto de

Spivack y el efecto- de- realidad planteado por Barthes. Según este último autor, en su clásico

ensayo, todo texto con pretensiones realistas (historiográfico, novela realista) lo que entrega

no es la “realidad” o la mimesis del referente, sino una imagen o representación:

“[…] este “efecto de realidad” en los textos realistas se logra a través de

indicios o catálisis que no son parte de la estructura del relato, y por lo tanto

el análisis estructural los considera “lujos del relatos” detalles superfluos,

en tanto su valor funcional es indirecto” (1).


Según lo anterior, nosotros planteamos que la funcionalidad indirecta de la que habla

Barthes refiere a una función metafórica de las marcas indíciales de los textos realistas los

que no pueden atrapar directamente al referente, sino que re-presentarlo a través de imágenes,

representación que en el caso del subalterno se construye desde su alteridad a través de

operaciones retóricas que lo constituyen en el Otro dentro de la narrativa social. De acuerdo

a lo anterior, en este análisis estamos refiriendo a los aspectos subjetivos de la subordinación,

y por lo tanto entenderemos por poética o retórica subalterna el reconocimiento y

desmontaje del material simbólico o las metáforas de alteridad en que se asienta todo sistema

de poder.

Vous aimerez peut-être aussi