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La provincia de Jaén,

paraiso de la Arqueología
Por Manuel Capel Mar garito

A m i hijo Jesú s, estudiante de Filología


Clásica, que hace estos I N D I C E S de
“ O retania“ , revista, clásica ya, entre las
publicaciones giennenses.

2 / 7 0 es raro que la provincia de Jaén disponga, desde hace


años, de varios Museos A rqueológicos (en Jaén, Porcuna,
Linares, Ubeda...), así com o notables colecciones privadas (como
la de los Sres. La Chica, en M engíbar o la de! Colegio de San
A ntonio, de PP. Franciscanos, en M artos), sin contar el form id a ­
ble catálogo de piezas con que han enriquecido sus fondos otros
museos arqueológicos, com o el Nacional de Madrid, los pro vin ­
ciales de Barcelona, Córdoba, etc. y aún colecciones extranjeras,
com o la Richald, de Bruselas, que posee im portantes series de
exvotos ibéricos, procedentes de los santuarios de nuestra
provincia (1).

El M useo Provincial de Jaén, tras diversas vicisitudes, que


han obligado a sus fondos a una suerte itinerante por inmuebles
diversos, hállase instalado definitivam ente en su recuperado e d i­
ficio, que dedica hasta cuatro secciones a Arqueología y dos a

(1) José M.a Blázquez M artínez. Los sa n tu a rio s ib é ric o s de la p ro vin cia
de Jaén. Rev. «Oretania» n.° 2 Linares. 1959. pp. 83 y ss.
BOLETIN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS GIENNENSES

Numism ática, las cuales se verán increm entadas por las co n ti­
nuadas excavaciones que se llevan a cabo en los antiguos y en
■os roás recientes yacim ientos arqueológicos de la provincia de
Jaén. Pueden, hoy, estudiarse en él los m ateriales paleolíticos
encontrados en el Puente Mocho-, hachas y objetos neolíticos de
la Cueva del P lato (Castillo de Locubín), de la Cueva de Caño
Quebrado, junto a! C astillo de Sta. Catalina, de Jaén, o las pe­
queñas hachas de piedra del C orral de Quiñones, en Quesada.
Son abundantes, en general, los m ateriales del Bronce, y en es­
pecial los de yacim ientos argáricos, como los pertenecientes al
poblado con necrópolis encontrado en Peñalosa (Baños de la En­
cina) o la estupenda copa argárica y las puntas de flecha, en
bronce, de Los Villares.
Son m agníficas las series cerámicas: ibérica (procedentes
de nuestros santuarios y necrópolis, a que nos referim os más
adelante, las de G iribaile o las del Cerro de Alcalá-, las de tipo
céltico, com o las procedentes de Jódar o las de los Castellones
de Cea!, en Hinojares; las griegas, probablem ente im portadas:
bellísimas cráteras, kilix, etc., negras con figuras rojas de temas
m itológicos o guerreros, tam bién procedentes de la cámara se­
pulcral de Ceal.
Form idables colecciones de exvotos ibéricos, figuras de cu l­
to fá lic o (como las encontradas en el c o rtijo de Venzalá, cerca
de Torredonjim eno), hebillas, fíbulas, arneses y animales varios:
toros de Porcuna, leones del Jandilla (entre Ubeda y Torres),
caprinos de La Guardia, etc. o la falcata, de Martos.
No son menos im portantes los restos romanos: togados de
mármol, capiteles, fustes y colum nas; relieves, como el de la
«Danza Bastetana», de Fuerte del Rey; cabezas de Baco o de
sátiros, ciervos de bronce, bustos y torsos diversos, com o los
encontrados en la Bobadilla de Alcaudete; sarcófagos de plomo,
como el de Peal de Becerro y m osaicos diversos (arquitectónico,
como el de M artos; m itológicos, com o los de M arroquíes Altos,
de Jaén, o el de la villa de Bruñel, en Quesada). Estupendas las
series monetarias de ases y semises de Cástulo y Obulco-, los de-
narios republicanos y las monedas im periales romanas, o árabes
de plata y oro.
LA PROVINCIA DE JAEN, PARAISO DÉ LA ARQUEOLOGIA 77

bon im portantes los ejem plares hispano-cristianos (como el


sarcófago de M a rio s ), los ajuares funerarios de origen visigodo
y los tesorillos árabes de monedas, lámparas de bronce, etc.
El M useo A rqueológico d-e Linares nació con un afán más
especializado (2) y se ha enriquecido no sólo de los hallazgos y
excavaciones realizados en la vecina Cástulo, sino con ¡as im por­
tantes donaciones de particulares y amigos del M useo (son muy
interesantes las colecciones de lucernas y entalles), aglutinados,
en su mayoría, por el entusiasm o y dedicación del Sr. Contreras
de la Paz, quien supo, tam bién, a d ve rtir ¡a conveniencia de
crear una Revista del Museo, «Oretania», que ha venido siendo
la crónica viva de sus realizaciones y el programa renovado de
sus proyectos, a la vez que órgano de depurada investigación en
los tres fre nte s que se propuso desde su creación, la Historia,
ei A rte y la Arqueología. He aquí, pués, las razones de urgencia,
que justifican la publicación de sus INDICES, sobre todo para
los estudiosos de la Arqueología, toda vez que, en uno y otra,
el Museo y la Revista Oretania, encontrarán ejem plares diversos
de nuestra rica arqueología provincial, que luego son estudiados
por especialistas en las páginas de dicha publicación: así, los
im portantes conjuntos epigrá fico s del M useo han sido tra n s c ri­
tos y traducidos, con destino al Corpus, por A lvaro d ’Ors (3) en
«Oretania»; igualm ente, Clarisa Millán en «La moneda de Cástulo»
(4) no sólo nos perm ite conocer m ejor las form as y variedades
de ases, semises y cuadrantes ibéricos o ibérico-rom anos, sino
que puede aprenderse cóm o fue la ceca de Cástulo (acaso la
más activa de toda Hispania), introductora de elem entos sim b ó li­
cos en su representación, como la esfinge del reverso de sus
monedas (en marcha hacia la derecha y con un sol delante),
que sería copiada después en los ases de Ursone (Osuna) y
en los de llíb e ris (Elvira, Granada); tam bién se lee que «España
no acuñó oro en la Antigüedad, a pesar del oro de Hipa. Y en

(2) A n to n io B la nco F reijeiro. El M useo A rq u e o ló g ico de Linares. Rev.


«Oretania» n.° 5. Linares. 1960. pp. 194-8.
(3) Cfr. Rev. «Oretania» núms:. 3, 4, 6, 7, 8-9, 10, 11, 14-15 y 23-24.
(4) Vid. rt.° 5 de «Oretania» pp. 229-32.
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la Bética no se acuñó plata, a pesar de la montaña de plata que,


según nos dicen los historiadores, había en los confines de la
Oretania» (5). Y Roma no suprim ió de golpe la moneda ibérica,
sino que la respetó y adaptó con un sistema de leyenda bilingüe,
dejando a las trib u s iberas acuñar su propia moneda. Allí están,
en fin, en el Museo de Linares, las terrae sigillatae procedentes
de Cástulo, cuyas «marcas de alfareros» son estudiadas a con­
tinuación (6) por Claude Domergue, por cita r sólo algunos ejem ­
plares de sus propios fondos de Museo, ya que hay o tros muchos
trabajos referidos al A rte y a la Historia de otros monum entos,
que pueden ser conocidos in situ.
El Museo A rqueológico de Ubeda — instalado en la «Casa
Mudéjar», a rquitectura del siglo XIV— nació (1973) por iniciativa
de su prim er d ire cto r Rafael Vañó Silvestre, quien él mismo y
un grupo de amigos de Ubeda hicieron donación de sus co le c­
ciones privadas, las cuales representan una varia muestra de
objetos y artes prehistóricas y aún de épocas posteriores: lascas,
silex y cantos rodados paleolíticos procedentes de ios yacim ien­
tos del Puente M ocho (Beas de Segura) y de M arroquíes A ltos
(Jaén); hachas y cerám icas neolíticas de Caño Q uebrado (Jaén);
cerám icas argáricas de la necrópolis de «El Alcázar» (bajo la
misma plaza «Vázquez de Molina», de Ubeda); fragm entos de
esculturas ibéricas, exvotos del Collado de los Jardines, urna
cineraria y cerám icas pintadas; vasos griegos; estelas funerarias
y ánforas romanas, escultura deí c o rtijo de D.a Aldonza (Ubeda)
y horno rom ano de Los Villares (Andújar); fíbulas, hebillas y
otros objetos visigodos; estela con epigrafía m usulm anas...
Precioso álbum vivo de Arqueología giennense, de notable in­
terés d id áctico y testim onial, como lo es, tam bién, el marco
espléndido de su arquitectura morisca.
Pero este gusto y afán por nuestra arqueología provincial
es m ucho más antiguo; lo encontram os ya en las páginas de

(5) Ibodem.
(6) V. C. Dom ergue. M arcas de alfa re ro s en «térra sigillata» p ro ce ­
dentes de Cástulo. Rev. «Oretania» núms. 25-26-27 p. 24.
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«Don Lope de Sosa», la revista que a p artir de 1913 hacía el


cronista de Jaén, D. A lfre do Cazabán, allí advertim os una larga
lista de investigadores: Hugo Obermaier, Juan Cabré Aguiló, Ho-
race Sandars, Diego Jim énez de Cisneros Hervás, Manuel Gómez
Moreno, Enrique Romero de T o rre s... Y otros muchos nacidos en
esta provincia: Eduardo Campos, Manuel de Góngora, Emilio Cam­
pos Cazorla, A lfonso Chacón, Juan de Mata Carriazo A rroquia
Francisco Rubio de Fuentes, Rafael Laínez A lca lá... Tradición no
interrum pida en las publicaciones giennenses, como «Paisaje»,
ni en la propia Institución Provincial, dependiente del Consejo
S uperior de Investigaciones Científicas, el Institu to de Estudios
Giennenses, que viene, desde 1954, m anteniendo una activa Sec­
ción de Arqueología y Num ism ática, cuya dirección ostentó hasta
su fallecim iento D. Ramón Espantaleón M olina y que ha prose­
guido, con dedicación y éxito, mi buen amigo D. Ricardo Espan­
taleón Jubes.

Y es que la provincia de Jaén constituye el más rico mues­


tra rio de pueblos y culturas de la España Antigua: verdadero
paraiso para la Arqueología; esta afirm ación se corrobora con
una aproxim ación a su estudio (7) o, sim plem ente, siguiendo la
huella de las investigaciones más recientes sobre el tema (8).
La razón p rin cip al no es, por sabida, menos im portante: su situ a ­
ción y variedad geográficas, sus riquezas naturales (9); su o b li­
gado paso natural entre la M eseta y el valle del G uadalquivir,
entre el in terior peninsular y las culturas mediterráneas, a rrib a ­
das a España a través de las costas m eridionales. El a tractivo
contraste de su paisaje: desde los farallones del Muradal y Des-
peñaperros a los parques nacionales de Cazorla y Segura, desde
las resecas cam piñas de la antigua Orden de Calatrava, en San­
tia go y la Higuera, hasta los ventisqueros y las nieves de Sierra

(7) José Cam ón A znar. Las artes y lo s pu e b lo s de la España p rim itiv a .


E spasa-C ^lpe. M adrid. 1954.
(8) A. B lanco F reijeiro . La p ro v in c ia de Jaén, clave de la A n tig ü e d a d
H ispánica. C o nfere ncia pro nu ncia da ante el I. E. G. el 12 de fe b re ro dé 1960.
(9) M anuel Capel M argarita. La p ro v in c ia de Jaén. S íntesis geoe con óm ica
y m onum ental. Jaén. G rá fica s Nova. 1968.
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Mágina o Santiago de la Espada, pasando por las amenas huertas


de Frailes o A lcaudete a las tierras «de olivares y olivares» de
M artos y T o rredonjim eno... ¡Y su riqueza metálica! P rincipal­
mente de galenas argentíferas, varias de cuyas minas sirvieron
de dote a Himilce, una doncella castulonense, luego esposa de
Aníbal, las cuales venas m etálicas abastecieron a las cecas del
Imperio.

Todo lo demás vendría por añadidura: el nacim iento de los


grandes santuarios de devoción ibérica (10), com o el del Collado
de los Jardines o el de C astellar de Santisteban, las magnas vías
de penetración o de expansión económ ica, com o la calzada de
Aníbal o el cam ino de la Plata (11), convertirían a Jaén en «lugar
de paso de la caravana», com o reza la fonética de su toponim ia
árabe, o la «guarda e defendim iento de los reinos de Castilla»,
luego de la Reconquista, que luce el escudo de la capital.

* * *

En la provincia de Jaén pueden ser estudiados «Los p roble­


mas del arte rupestre cuaternario» (12) o las pictografías más
sugerentes, en la frontera misma de un p rim itivo lenguaje gráfico,
de una prim igenia sem iótica peninsular, en las pinturas de Aldea-
quemada (barranco de la Cimbarra, Cueva de la Mina, etc.),
estudiadas por Cabré (13), en las de la Cueva de la Gra/a (Jimena)
o en las de más reciente aparición en la Cueva de la Diosa Madre,
en Despeñaperros (14).

(10) J. M .a Blázquez. Op, cit.


(11) A tod o e llo nos hem os re fe rid o más am plia m en te en el lib ro
L 3 C a rolinaj. c a p ita l de las nuevas po blacio ne s. Un e n sayo de re fo rm a s o c io ­
eco nó m ica de España en el s ig lo XVIII. Editado por el I. E. G. 1970.
(12) A n to n io B eitrán, catedrát. de la Univ. de Zaragoza. C onferencia
pro nu ncia da ante el I. E. G. el 22 de m ayo de 1962.
(13) P in tu ra s rup estres de A ldeaquem ada. M useo N acional de C iencias
N aturales. M adrid. 1917. pp. 35 y ss.
(14) V. Juan G onzález. Bol. del In s titu to de E studios G iennenses (BIEG)
n.° 52; y J. López M urillo . Nuevas p in tu ra s ru p e stre s en Jaén-, BIEG n.° 78.
La Cueva de-«El M orrón» (Jim ena). G rupo de Est. P re h istó rico s de La Carolina
(Jaén) 1982.
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Son im portantes los «Yacim ientos prehistóricos de Quesada»


(15), las «C onstrucciones m egalíticas de Los Villares» (16), los
«Hallazgos eneolíticos de Ubeda» (17) y otros puntos de ia
provincia de Jaén (18). Al Bronce II corresponde la aludida ne­
crópolis de Peñalosa (19) y, en general, no cesan las pro spe ccio ­
nes arqueológicas en toda la provincia, com o las llevadas a cabo
por Concepción Fernández C hicarro (20) en los térm inos de
Peal de Becerro, C astellar de Santisteban y La Guardia.
Está p or hacer el mapa ibérico de la provincia de Jaén;
no así los hitos de sus principales ciudades y poblam ientos: Apu-
fagla (Alcalá la Real), S osontigis (Alcaudete), Andura Toxiria (To-
rredonjim eno), A nistorgis (Iznatoraf), Urgabona (Arjona). A urig i
debió ser el p rim itivo nombre de Jaén, céntrico lugar habitado
por girisenos; O rin g i o A urin gi la llama T ito Livio en su relación
de las guerras púnicas y, con el nombre de Advinge, figura Jaén
en las actas del C oncilio de Elvira. ¿Es Beatia la, antigua Baeza?
Conocemos, tam bién, los em plazam ientos de Elinga (Arquillos),
Fraces (Frailes), Betula (Ubeda), Ibes (Ibros), llitu rg i (Andújar),
Hugo (Santisteban del Puerto), Ip a rtu rg i (Espeluy), Ipolcobulcula
(Castillo de Locubín), Ipra (Villanueva de la Reina), G aldur (Jódar),
Leatris (La Iruela), Lugia (Valdepeñas), Luparia (Lupión), Osarla
B itusiria (Torredelcam po), O bulco (Porcuna) y Cazlona (Cástulo),
las dos grandes cecas ibéricas de Jaén; Tugia (Toya), Salaria (Sa-
biote), T ucci (M arto s)...
Se conservan restos de murallas ibéricas en Ibros y en
Torredelcam po (21) y se hallan en la provincia de Jaén los dos
más im portantes santuarios ibéricos. «Ellos han proporcionado
el m ayor núm ero de exvotos de bronce, piezas im portantes no

(15) Cfr. Rev. «Don Lope de Sosa» 1925. pp. 2-38.


(16) Cfr. «Don Lope de Sosa». 1927. p. 113.
(17) Rafael Vañó S ilvestre, cfr. n.° 32 del BiEG.
(18) Rafael García S errano. Hallazgos e n e o lítico s en la p ro v in c ia de Jaén.
n.° 40 del BIEG.
(19) Juan M uñoz-C obo. n.° 90 del BIEG.
(20) Vid. tos núms. 3, 6, 7, y 13 del BIEG.
(21) M ura lla s ciclópe as. Vid. Rev. «Don Lope de Sosa» años: 1919, p.
178; 1920, p. 178; 1928, p. 315.
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sólo para conocer el trabajo de este metal en el mundo ibérico,


sino para solucionar otros muchos problem as relacionados con
los iieles que se acercaron a la divinidad en estos lugares de
culto, tales com o el tipo de religiosidad, las form as de indum en­
taria, ¡as joyas, armas, el tipo de peinado, etc.» (22). Son estos:
el del Collado de los Jardines, tam bién llamado «La Cueva de
los Muñecos», en Despeñaperros (térm ino de Sta. Elena), que fue
descubierto a principios de siglo por J. Calvo y J. Cabré; en
su in terior brota un m anantial de aguas, de ahí que — com o es­
cribía el Prof. Camón Aznar (23)— pudiera tratarse de un tem plo
levantado con «carácter salutífero» o a divinidades de los bos­
ques, que poblaban en gran extensión estos lugares. De él p ro ­
ceden casi tres m illares de exvotos o pequeñas estatuillas de
bronce, realizadas según la antigua técnica de «a la cera perdida»
y que han sido la delicia, de museos y coleccionistas.
El o tro santuario ibérico es el de C astellar de Santisteban,
excavado por R. Lantier (24), situado tam bién en un lugar abrupto,
rodeado de cuevas y próxim o a dos m anantiales; en él se han
encontrado más de dos mil objetos, exvotos y figurillas de barro.
En ambos lugares, el sentim iento de religiosidad y su huma­
nismo p ráctico es el ca racterístico de los pueblos m editerráneos
(etruscos, griegos y bereberes), que coinciden con lo ibérico;
existe la creencia en ¡a magia o terapia de las aguas que les
induce, bien a arrojar sobre ellas ¡a representación de los m iem ­
bros o de los personajes enferm os, o bien a expresar su agra­
decim iento, tras la curación, en forma de recuerdos o exvotos
abundantísim os que, luego de su acum ulación, serían enterrados
en zanjas o grietas de las rocas, en donde han sido encontrados:
figuras fem eninas de amplias túnicas, de escotes triangulares
con collares, oferentes, con las manos abiertas o sosteniendo
una paloma; figuras masculinas, vestidas con arm aduras de gue-

(22) José M.a Blázquez. Op, cit.


(23) Op. cit. pp. 738 y ss. y Fermín Palma Rodríguez: Jaén en Ia H is to ria
de la M e d icin a Española. D iscurso de rece pción en la R. A. de M edicina
de G ranada. Imp. en U nión T ip o g rá fica . Jaén, 1980.
(24) José M.a Blázquez. Op. cit.
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rreros o desnudas, m ostrando los a tributos del sexo... O sim ple­


mente partes del cuerpo humano: piernas, brazos, pies, ojos,
órganos sexuales, dentaduras, etc., para ser depositados en las
fuentes salutíferas o para perpetuar el agradecim iento del deudo.
A veces, los fieles, si carecían de aquellos medios, depositaban
objetos personales (faicatas, escudos, anillos, cadenas, etc.) o
bien los fabricaban de barro. La cronología de estas piezas
ibéricas presenta variadas interpretaciones, que oscilan entre el
siglo IV a. de C. y el siglo II d. de C. (25), pero desde luego
posteriores a sus gem elos de Etruria»...
Son, asimismo, de enorme interés las necrópolis de Ibros,
Peal de Becerro y la Cámara S epulcral de Toya (26); de ésta ú l­
tim a es el trabajo del Prof. José M.a Blázquez en el que agru­
paba la bibliografía existente (1960) al respecto, así com o las
d istin ta s apreciaciones en ella contenidas, desde su d e scu b ri­
m iento en 1909; la Cámara S epulcral de Tugia (sin duda la más
im portante arquitectura ibérica conocida) hállase en las inm edia­
ciones de Peal de Becerro, sobre el cerro de la Horca, a la
derecha del cam ino que conduce a la aldea de Toya y antes de
llegar a ella; para penetrar hay que hacerlo descendiendo a una
abertura colocada en la parte central del rectángulo que cons­
tituye su planta (de 3 naves y 5 espacios, con nichos y un poyo
que rodea las cámaras central y de la derecha, destinado a vasos
funerarios), por lo que se ha supuesto que, com o ocurre en
T útugi (Galera, Granada), estuviese toda ella recubierta por un
túm ulo o m ontecillo de tierra, luego explanado para su cultivo.
Puede seguirse en este artículo la trayectoria de su d e scu b ri­
m iento y estudios posteriores de Gómez Moreno, Cabré, García
y B ellido... Así com o las hipótesis de posibles concom itancias
de esta forma de enterram iento con otras de tip o m editerráneo,

(25) Ibidem ,
(26) José M .a Bláquez. La cám ara s e p u lc ra l de Toya y sus p a rá le lo s
etrusco s. Rev. «O reianla». n.° 5: 1960: pp: y ss:
Hay una p u b lica ció n p o ste rio r, síntesis tam bién de cua nto se ha d ich o
de la n e cró p o lis ibérica, de Diego Sánchez del Real. Toya. Cám ará sepulcral.
Editada en Jaén. Unión T ip o g rá fica . 1974.
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etrusco o norteafricano, pero ante los que no cede e! de Toya


en interés y antigüedad (¿sigio VI a. de C.?).
No podemos dejar de re ferirnos a los Tesoros de Santisteban
y de M ogón, los cuales constituyen — en opinión del Prof. Lainez
Alcalá (27)— ¡alones im portantes dentro de la «Antigua O rfebrería
Española». El tesoro de Santisteban del Puerto, tam bién llamado
de Perotito, consta de objetos muy variados y valiosos (copas
y vasos de plata, brazaletes y fíbulas, así com o de una pátera de
plata) en los que «se ve claram ente el arte greco-rom ano eje­
cutado por un ibero». Del Tesoro de M ogón — encontrado por el
arqueólogo inglés Horace Sandars— , acaso lo más notable sea
una hebilla adornada con una figura de ave y un m edallón con
una medusa, ambas de indudable in flu jo greco-rom ano y datables
hacia el siglo II a. de C. (28).

De arqueología romana hemos m encionado la galería de


estatuas de mármol (togados del Museo Provincal, la «togada»,
acéfala, de la Sra. D.a M.a Loreto Zamora, en Torredonjim eno, el
togado de Alcaudete, encontrado en la huerta de Espejo, etc.),
los restos de capiteles y columnas, aras y lápidas sepulcrales,
como las del M useo de Linares o las que el Deán M artínez Mazas
colocó adosadas en una pared de los baños árabes de la M ag­
dalena, de Jaén. Nos hemos referido tam bién a las vías romanas,
cuyas piedras m iliares se alzan todavía a ambos lados de la
carretera A ndújar a M engíbar por Villanueva de la Reina, restos de
la antigua calzada romana. Son frecuentes las ruinas de villas
con mosaicos, puentes (como los de A ndújar o Los Villares),
acueductos y o tros ingenios hidráulicos, m olinos harineros y
rústicas almazaras, además de los m onetarios a que hemos hecho
ya referencia.

M ención especial merecen las arqueologías rom ano-cristiana


y visigoda; aquí no son posibles las determ inaciones categóricas.
Hay cantidad de edificios, dentro y fuera de nuestra provincia, y
aún de España, que adm itirían d istin ta s atribuciones, separadas,

(27) Rafael Laínez A lcalá. A ntig ua O rfe bre ría Española.


(28) El Tesoro de M ogón. Rev. «Paisaje». 1953. pp. 769 y ss.
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incluso por dos y hasta tres siglos de diferencia. La razón no


es otra que la superposición de usos que han tenido lugar, por
causas y orientaciones muy diversas, dándoles a las a rq uite c­
turas empleos d istin to s para los que fueron proyectadas. Se
impone, pues, un conocim iento más profundo y m atizado de esos
siglos y de su cultura, de su historia religiosa y de sus costum bres.

Tres son los m onum entos característicos y conocidos de la


España paleocristiana: las basílicas, los b ap tisterio s y los m auso­
leos-, no obstante, tam poco puede hacerse su separación de un
modo radical, ni, en la mayoría de los casos, fueron concebidos
para ese sólo uso, sino que han experim entado sucesivas adap­
taciones. Aunque se ha e scrito que «la arquitectura cristiana más
primitiva,, ¡unto con sus prim eros evangelistas, desem barcó en los
puertos m editerráneos de la península. Mosaicos, sarcófagos,
diversos planos de basílicas, hasta objetos m odestos como ce­
rámicas y terracotas...». No podemos olvidar los elem entos indí­
genas, el hibridism o cultural y los talleres locales; no pueden
enjuiciarse de otra manera excavaciones como la de B ruñel (Jaén)
y su com plejo arquitectónico, así como Vila Frades, en Portugal,
o la villa de la dehesa de la Cocosa (Badajoz), ya que entre las
cuales se han advertido grandes semejanzas. Gómez M oreno
veía en estas villas rurales hispanorrom anas el origen de nuestras
capillas cristianas; capillas de planta basilical, con dos ábsides,
sobre todo en la región m eridional de la Península, a p a rtir de
los siglos VI y VII; hipótesis que confirm aría después, con el
descubrim iento de una inscripción sepulcral en Bailén, referente al
abad Locuber, que erigió en 691 una basílica con dos ábsides.

Creemos que el esquema de las prim itivas iglesias cristianas


(en el que conviven la capilla, el baptisterio y el mausoleo, por
im perativo, se ha dicho, de las persecuciones) se perpetúa en los
ám bitos rurales del Bajo Imperio y luego de las invasiones, por
necesidades del propio «habitat», e incluso añaden un nuevo
elem ento a su arquitectura, el de la vivienda de estas pequeñas
com unidades cristianas: ello justifica la existencia de las deno­
minadas casa-iglesia o villa-basílica, con las que, tal vez, guarden
tam bién relación las problem áticas construcciones que con el
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nombre de «baptisterios» (como el de Gabia ia Grande (28 bis), en


Granada) o de «basílicas» (como la de Fraga, en Lérida), o las igle-
sias-m artiriales (mausoleos de planta rectangular y cubierta a dos
aguas), constituyen todavía una incógnita para arqueólogos e
investigadores, sobre todo si éstos se esfuerzan en reducir a una,
las tres o a veces cuatro funciones (si incluim os la vivienda),
que se ejercían en estas edificaciones rurales, aisladas en medio
del la tifun d io y alejadas de los centros urbanos.
En esta misma línea podría ser enjuiciado el «Oratorio ru­
pestre visigodo del C ortijo de Valdedios (Jaén)»; ¿es una, cons­
trucción, com o se supone, de la segunda mitad del siglo VII,
visigoda? ¿Fue originariam ente construido con este fin, el de
culto religioso cristiano?
Por la carretera de La Carolina,-Ubeda, a la altura del km. 41,
nos desviam os en dirección al C ortijo de Valdecanales y, sobre
el Cerro de la Fuente de la A lcobilla, encontram os una, serie de
grutas excavadas en la roca; la que aparece en la parte central
es la de m ayor interés: constituye una larga fachada (17’5 x 5
m.) decorada con 12 arcos ciegos, de herradura, ornam entados
con conchas y tres pequeñas troneras sobre la clave de los arcos
3,5 y 7, que vienen a co in cid ir son las tres naves en que se divide
su in te rio r rectangular (4’70 x 8'5 m.), cubierto por sendas bóve­
das de medio cañón. La opinión más generalizada es que estam os
ante un ora to rio o capilla rupestre de época visigoda y que puede
fecharse hacia la, segunda mitad de! siglo VI!, por lo que sería
el más antiguo e dificio de este género de la Península. De otra
parte, la existencia de otras grutas más, que la rodean, se de­
bería a su em pleo com o viviendas, en torno al m onasterio ru ­
pestre, o bien a la existencia de «una serie de erem itorios con
su capilla».

Pertenezca o no al período visigodo del siglo VII, el hecho es


que siendo ésta una época de oscuridad cultural, dentro y fuera

(28 bis) M. Capel M arg arito . Las ruina s p a le o cristia n a s de G ábiá lá


G rande (G ranada). E dición del A yun tam ie nto de Las G abias. Im prenta de
la U niversida d de G ranada. 1983.
LA PROVINCIA DE JAEN, PARAISO DE LA ARQUEOLOGIA 87

de España, en cambio, en nuestra provincia de Jaén hay cantidad


de restos que atestiguan ser éste un mom ento de gran esplendor
(29), con aportación de elem entos originales y de gran actividad.
A esta época pertenece la Mesa de altar, encontrada en Alcau-
dete y estudiada por Campos Cazorla (30): se trata de un gran
rectángulo con decoración de líneas onduladas, ¡unto a los lados,
y una gran cruz de brazos iguales en el centro; es pieza, única
conservada de este período, en el Museo A rqueológico Nacional
de Madrid.

Se han encontrado en La Guardia hasta tres tableros d e ­


corados, probables fragm entos de un cancel de finales del siglo
VI o principios del siglo VII; están ornam entados con círculos
entrelazados en los que se inscriben form as estrelladas de cuatro
puntas. O tro hallazgo, tam bién, de La Guardia, que se ha fechado
en torno al siglo VII, es una pila o artesa con relieves en su cara
principal, con el anagrama de C risto y, a a¡mbos lados, un ánfora
dentro de un círculo; en el in terior tiene decoración de peces
y un ro stro esculpido.

Más placas decorativas del mismo e stilo visigodo se han en­


contrado en el lugar llamado de «Los Morrones» (Lopera), que
parecen pertenecer a un antiguo e d ificio basilical; y tam bién en
Peal de Becerro, con adornos de estilo geom étrico.

Pero es en el capítulo de sarcófagos rom ano-cristianos, halla­


dos también en nuestra provincia de Jaén, donde vuelve a re ­
petirse el esquema a rquitectural paleocristiano a que hemos he-

(29) Son 21 fas firm a s de ob isp o s o d ió ce sis e c le s iá s tic a s v is ig o ­


das que aparecen en las actas do los C o n cilio s Toledanos, en tre las cu a ­
les se advie rte n las sig uie ntes, p e rte ne cien tes a la actual pro vin cia: Cazlona
(Cástulo), B eatia (Baeza) — probable sucesora de la d ióce sis de C ástulo, dice
C. Sánchez A lb orn oz— M entesa (La G uardia), y T u cci (M artos).
Tam bién, en la d ivisió n te rrito ria l civil, a base de P rovincia s-con da dos,
ad m in istra da s por /ú d ice s , se cita entre otras, a A u rg i (Jaén) e llitu rg i (Andújar).
Vid. el t. de la España visigod a, de la H.a de Esp. d irig id a por R:
M enéndez Pidal. M adrid. 1963. pp. 236 y 334.
(30) «El arte hispanovisigodo» en el vol. de la Esp. visigoda^ op. cit. p. 535.
88 BOLETIN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS GIENNENSES

cho referencia: el co njun to basílica-panteón-baptisterio de finales


de! siglo VI o principios del VII. Nos referim os al sarcófago co-
lum nado de M arios, hoy en el Museo Provincial de Jaén, descu­
bierto en 1896 y publicado un año después por D. Manuel Gómez
Moreno, que daba detalles respecto a como había sido encon­
trado en un lugar cem enterial, alrededor de un tem plo y, a juzgar
por la inscripción, en relación con un baptisterio.

Procedente de Alcaudete, existía ya en el M useo A rq ue o ló gi­


co Nacional de M adrid el fragm ento de un sarcófago, de fab rica ­
ción local, muy interesante, por su «estilo oriental», en opinión
de Schlunck, por lo que al aparecer otro fragm ento de sarcófago
en esta misma ciudad, en 1967, se pensó, en principio, si no
pertenecería al mismo. Se trata, no obstante, de un nuevo sa r­
cófago, cuyo fragm ento hoy en poder de la fam ilia Alcalá Zamora,
es tam bién de talle r local y asunto bíblico: Daniel en la cueva de
los leones. (31).

Es el capítulo de la orfebrería visigoda, sin duda, el más


a tractivo y uno de los más ricos de la arqueología giennense.

La orfebrería visigoda, a d iferencia de la hispanorrom ana


(más dada al moldeado, con variados relieves figurativos, vege­
tales y geom étricos) usa particularm ente de los efectos polícro­
mos, a base de oro y pedrerías de m últiples colores — es esta
última su nota p rin cip al— , tratando de pro du cir una im presión
de riqueza; emplea el repujado, el grabado y, en general, la técnica
de percusión. Los engastes de las piedras preciosas los hace
m ediante capsulitas, uñas m etálicas o taladrando los cristales
y perlas para ser luego atravesadas por pequeños ejes metálicos,
creando un ca ra cte rístico efecto de figuras en m ovim iento, pro­
ducido por los colgantes y los juegos de luz y co lo r de las
pedrerías. El repertorio de la orfebrería visigoda gira en to rn o a
tres tip os fundam entales: objetos litúrgicos, ofrendas votivas y
joyas de uso personal.

(31) Cfr. S arcó fago s ro m a n o -cristia n o s. P u b licació n de la U niversidad


do Granada.
LA PROVINCIA DE JAEN, PARAISO DE LA ARQUEOLOGIA 89

Al prim er grupo, el de los o bjeto s litú rg ico s, pertenece la


patena de vid rio azulado, encontrada en Beas de Segura y pu­
blicada por M. A rtíñano (32); tiene form a rectangular con asas
en los lados m enores y ha sido obtenida mediante molde, llevan­
do en el centro, de manera rehundida, la figura de un pez.
El grupo de las ofrendas votivas cuenta con el Tesoro de
Torredonjim eno que, pese a su desgraciada peripecia, es con
el de G uarrazar lo más im portante, hasta el momento, de la o rfe ­
brería visigoda. El tesoro de Torredonjim eno fue descubierto en
1926 por el labrador Francisco Arjona y, luego de oir ia opinión
de que se trataba de «cosas de latón, sin ningún valor», lo dejó
arrum bado en el pajar, para juego de sus hijos, hasta que en
1933 fueron adquiridos algunos fragm entos por un chatarrero
que, al efe ctu ar su venta, levantó el repentino interés de a n ti­
cuarios y arqueólogos, los cuales lograron reunir buena cantidad
de piezas dispersas hasta form ar cuatro lotes: uno que se en­
cuentra en el Museo A rqueológico Nacional de Madrid, otro en
el Museo de Córdoba y los otros dos, ¡os pertenecientes a D.
Mateu y J. Graells que han pasado a la colección del Museo
A rqueológico de Barcelona.
«La semejanza de este tesoro con el de Guarrazar es tan
absoluta — ha e scrito J. Ferrandis (33)— que no dudam os en
afirm ar que se componía de una o varias coronas... hechas con
la misma técnica y tam año... El lote de cruces es muy abundan­
te y aunque incom pletas, dan idea exacta de su arte...» Y añade:
«La cronología de los grandes tesoros hallados en España (Gua­
rrazar y Torredonjim eno) se define con exactitud gracias a las
estrechas semejanzas de am bos... Corresponden, pues, al últim o
período del arte visigodo en España, siglo VII, que es el momento
en que el bizantinism o del arte visigodo es perfectam ente os­
tensible».

(32) Pedro M. de A rtíñ a n o y G aldácano. Una pa tena de v id rio visigoda.


A rch .0 Esp. de A rte y A rqu eo log ía IV y V. M adrid. 1926.
(Esta pieza pasó a la colec. de A lfo n so M acaya, en Barcelona).
(33) Cfr. «Las artes d e co ra tiva s visigodas» p o r José F errandis Torres.
En el vol. de la Esp. visigoda, op. cit. pp. 690 y ss.
BO LETIN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS GIENNENSES

Hay abundante bibliografía al respecto (34), pero es la más


reciente opinión, la de M artín A lm agro (35), la que nos parece
e xplicar m ejor este hallazgo y el de Guarrazar: la huida de la
población, ante la invasión islámica, que entierra sus tesoros y
los de sus iglesias en el campo, para salvarlos de la profanación
y el saqueo.

El últim o grupo de la orfebrería es el de las joyas de uso


personal, al que pertenecen los im portantes hallazgos de Jaén
y La Guardia: se trata de un par de pendientes visigodos de
oro y pedrería con colgantes, encontrados en Jaén y que p erte ­
necen al Museo A rqueológico de Madrid. Hasta el segundo ha-
Hazgo, o cu rrid o en La Guardia en 1954, se creía que eran estas
piezas sólo de uso en Italia, trabajadas allí, pero las excavaciones
realizadas por los Sres. Pinedo y M artínez Romero (36) han de­
m ostrado su pertenencia a talleres locales y su uso en España.
Los pendientes visigodos de La Guardia son de gran arete, el
cual va unido a una pieza cónica en form a de «cestilla» cuyo in­
te rio r presenta una retícula, de celdillas de chapa de oro para
contener las piedras o perlas; su tam año es de 55 mm. de long.
y 38 mm. de diám etro del aro. Han sido catalogados como per­
tenecientes al siglo VII y se consideran piezas de mayor riqueza
que las antes citadas del M useo de Madrid, siendo ejem plares
«muy notables dentro de la joyería de su época» (37).
También procedentes de Jaén, existen, de esta misma época,
en el M useo A rq ueológico de Madrid, dos preciosas chapas de
plata que recubrían fíbulas visigodas (38).

(34) Joaquín Folch y Torres. Los fragm e ntos de los teso ro s visigod os
de C a s tiltie rra y T orred on jim e no , en la colee. Damián M ateu «La Vanguardia».
6 de ¡unió de 1935.

M anuel de los Santos Gener. Un lo te de l te s o rillo de orfeb rería vis ig ó tic a


h a lla do en T orred on jim e no . Hom enaje a M élida. t. III. M adrid. 1935.
(35) M em o rias de los M useos A rq u e o ló g ico s P rovinciales. 1946. pp. 64-65
y M em orias de 1949, pp. 200-3.
(36) Cfr. Una n e cró p o lis visigoda en La G uardia ' Jaé n). Jaén. 1955.
(37) La Esp. visigod a, op. cit. p. 775.
(38) Ibidem . pp. 779.
LA PROVINCIA DE JAEN, PARAISO DE LA ARQUEO LOG IA 91

Al margen del empleo de los m etales nobles y dentro de


la metalistería visigoda, hay que cita r el bellísim o broche de
cinturón de bronce calado, con figuras de pavos reales encerrados
en sendos roleos vegetales, y afrontadas las de los extrem os, de
raiz bizantina y que hasta ahora no se conocían más que en
la arquitectura de las im postas de San Pedro de la Nave o en
los friso s de la iglesia de Q uintanilla de la Viñas; he aquí el
prim er precedente de su incorporación a las artes industriales
como m otivo de decoración.

Citemos, por últim o el broche de cinturón, realizado en bron­


ce con adornos labrados en form a de lira, procedente de exca­
vaciones en Santisteban del Puerto, y perteneciente hoy al Museo
Británico: pieza singular de la metalistería hispanovisigoda (39).

Durante la dom inación árabe, el suelo y el subsuelo de la


provincial de Jaén continuaron brindando sus riquezas a la sa­
biduría agrícola y m etalúrgica de los musulmanes que, conscien­
tes de la valía, se esforzaron por protegerla, creando un sistema
defensivo de castillos, murallas (40) y fortalezas, no sólo a lo
largo de su cuenca minera, sino en los lugares fro nte rizo s y de
protección de la línea de la Reconquista. Más de 50 castillos
pueden ser estudiados en las páginas de «Don Lope de Sosa» y,
buena parte de ellos, aún permanecen en pie, si no en todo su
conjunto, sí en su perím etro exterior, en el aire espectacular de
sus torres albarranas o del homenaje, o en im portantes lienzos
de sus murallas.

Por último, hemos de hacer referencia a la im pronta que


tantos años de dom inación y de cultura — Jaén no sería recon­
quistado hasta 1246, por Fernando III— habían de dejar en sus
arquitecturas prerrenacentistas y aún modernas, a través de las

(39) Ibidem . p. 800.

(40) S antiago M orales Talero. C astiltos y m urallas del Santo Reino de


Jaén. cfr. núms. 17, 18 y 35 del BIEG.
92 BOLETIN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS GIENNENSES

form as m udejaristas, que pueden agruparse en los siguientes


datos (41):

— Predom inio de las a rquitecturas m udéjares de piedra sobre


las de ladrillo, especialm ente durante la época gótica: Castillo
de Jaén (iglesia parroquial del Salvador y ca,pilla m udéjar de Sta.
Catalina); restos de la parroquia de San Lorenzo, de Jaén: arco
de sillería, arquerías góticas y capilla m udéjar del Arco de San
Lorenzo. O tros restos unidos a arquitecturas m odificadas: palacios,
puertas y torreones; palacios, com o la Cárcel del Obispo, de
Ubeda; puertas, com o la de Noguera, en Jaén o la del Losal, en
Ubeda, torreones con azulejerías moriscas, como el de la iglesia
de la Magdalena, de Jaén, o la Torre del Reloj, de Andújar.

Carpinterías m udéjares en palacios e iglesias de los siglos


XV-XVI: artesonado del antiguo palacio del Condestable de Cas­
tilla D. M iguel Lucas de Iranzo (Casino P rim itivo de Jaén); te ­
chum bre de la iglesia de San Bartolomé, de Jaén; puertas de
la iglesia de la Magdalena, de Jaén, de la Catedral (en el Museo
A rqueológico de Madrid), de San Andrés de Jaén.

Además de otras m uestras de m udejarism o en todas las


artes suntuarias de la provincia: cerámicas, hierros forjados, etc.

Espléndido catálogo, perjeñado apenas, de las antigüedades,


de la arqueología de la provincia de Jaén, que es tanto como se­
ñalar los orígenes, las raices de todo giennense, en cuyas fuentes
invito a beber a tantos jóvenes estudiosos.

(41) M anuel Capel M argarito. Breve reseña de m u d e ja rism o en Jaén.


C o m un icación presentada al II S im p osio Intern acio na l de M ud ejarism o de
Teruel. 1931. Vid. A ctas det C ongreso.

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