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El conocimiento como acción teantrópica: creencia, intuición y razón

Con anterioridad se ha tratado la inadecuación de la tesis clásica según la cual todo


conocimiento provenía de los sentimientos.

Los sentimientos no son el origen, ni el instrumento sino solo la ¨dura condición¨. El hecho que
en algunos éxtasis los sentimientos y las facultades sean suspendidos y que, en la experiencia
mística el componente sensible no sea fundamental, es la prueba del hecho que no conocemos
a través de los sentimientos si no a través del espíritu. Rielo sustituye la sentencia tradicional:
“nada hay en el espíritu que antes no haya estado en los sentimientos”, por esta otra: “lo que
hay en el espíritu, aunque no sin la condición y la limitación de los sentimientos y de las
potencias, no se da de todas formas por medio de los sentimientos y de las potencias”. La
razón de esta afirmación es que el espíritu es la raíz de las facultades y es precisamente lo que
actúa en nosotros.

El conocimiento no es un proceso que implica solamente la mente o el intelecto, sino que


implica conjuntamente todas las facultades. Es el espíritu, de hecho, el que da unidad al ser y
al actuar de la persona.

Estructura del acto cognoscitivo

El conocimiento así como el acto del espíritu es acción o teantrópica, ósea comunicación del
Sujeto Absoluto a la persona humana (acción activa), la cual recibe dicha comunicación en la
creencia (acción receptiva), comprende el contenido en la intuición y la elabora después con
los instrumentos de la razón, intentando darle un sentido y una dirección ultima en relación al
Sujeto Absoluto.

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