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Por si fuera poco, las deudas también suponen un riesgo para la salud. Producen, entre
otras cosas, insomnio, dolores de cabeza y de estómago, ataques cardíacos y
depresión. Una mujer llamada Marta comenta: “Mi esposo, Luís, estaba tan deprimido
que se pasaba durmiendo casi todo el día. No quedaba ni rastro del hombre con quien
siempre había podido contar”. Para algunos, la tensión se vuelve insoportable. Ese fue
el caso de una esposa y madre del sureste de la India. Según la BBC, se quitó la vida
porque se había atrasado en el pago de préstamos y debía el equivalente a 840
dólares. Había pedido prestado el dinero para cubrir los gastos médicos de sus hijos.
Pues bien, ¿cómo pueden los matrimonios afrontar las deudas y la tensión que
generan? Veamos algunos de los problemas que suelen surgir y los principios bíblicos
que pueden ayudar a resolverlos.
En todo esto, no excluyan a sus hijos. Edgardo, un padre de familia que vive en la
Argentina, relata: “Mi hijo quería una bicicleta nueva, pero le explicamos que no nos
alcanzaba el dinero. Le dimos una que había sido de su abuelo, y no había quién lo
bajara de ella. Me di cuenta del valor de que todos en la familia colaboren”.
¿POR QUÉ NO INTENTAN ESTO? Busquen un momento para hablar con calma y
franqueza. Reconozcan cualquier error que hayan cometido, pero no le den más vueltas
de las necesarias. Más bien, concéntrense en los principios bíblicos que pueden
ayudarles a tomar mejores decisiones en el futuro (Salmo 37:21; Lucas 12:15).
PROBLEMA 2: “Parece que nunca saldremos de las
deudas”.
“Debido a mi negocio, contraje una deuda cuantiosa que se hizo aun mayor con la
crisis financiera de la Argentina —recuerda Enrique—. Entonces mi esposa tuvo que ser
operada. Pensé que jamás podríamos salir de las deudas. Era como estar atrapado en
una telaraña.” Roberto, que vive en Brasil, invirtió todos sus ahorros en un proyecto que
se vino abajo y quedó debiendo dinero a 12 bancos. Él comenta: “Me daba vergüenza
encontrarme con mis amigos. Me sentía un fracasado”.
Una vez que hayan reducido los gastos, podrán decidir cómo dar buen uso al dinero
que les queda.
4. Analicen las deudas y tomen medidas. Primero averigüen la tasa de interés de cada
deuda, así como los pagos mínimos y las penalizaciones por retraso o incumplimiento.
Lean la letra pequeña de los préstamos o facturas para evitar que los estafen.
En Estados Unidos, una entidad que ofrecía préstamos a corto plazo afirmaba cobrar un
interés del 24% cuando en realidad superaba el 400%.
El segundo paso es decidir qué deudas saldar primero. Una estrategia sería liquidar la
deuda que tenga la tasa de interés más alta. Otra estrategia consistiría en empezar
cancelando las deudas menores. Esto reduciría la cantidad de facturas mensuales, lo
cual contribuiría a subirles un poco la moral. En caso de que tengan préstamos con
tasas de interés muy altas, tal vez les convenga pedir otro préstamo a un interés más
bajo para pagarlos.
Por último, si no les es posible cumplir con los pagos, intenten negociar un nuevo plan
de pagos con sus acreedores. Podrían pedirles una extensión del plazo de pago o una
tasa de interés menor. Quizás accedan a liquidar la deuda si se les paga una cantidad
menor de golpe. Es importante que sean amables y honrados a la hora de explicar su
situación financiera (Colosenses 4:6; Hebreos 13:18). Todos los acuerdos deben ponerse
por escrito. No se rindan si no consiguen nada en el primer intento (Proverbios 6:1-5).
Ahora bien, sean realistas. Hasta los mejores planes pueden venirse abajo debido a
circunstancias que escapan a su control. Como advierte la Biblia, el dinero “se hac[e]
para sí alas como las de un águila y vuel[a] hacia los cielos” (Proverbios 23:4, 5).
¿POR QUÉ NO INTENTAN ESTO? Cuando ya hayan preparado un presupuesto, hablen
en familia sobre cómo puede contribuir cada uno a reducir los gastos o a aumentar los
ingresos. Ver que todos hacen sacrificios los unirá en su lucha contra la deuda.
PROBLEMA 3: “No pensamos en otra cosa”.
La preocupación por las deudas puede desviar su atención de asuntos más relevantes.
Un señor llamado Georgios admite: “Lo peor fue que, como todo giraba en torno a las
deudas, descuidamos cosas que de verdad importaban”.
Es cierto que las deudas generan mucha preocupación y requieren hacer sacrificios,
pero el esfuerzo vale la pena. Andrzej, que vive en Polonia, cuenta: “Mi esposa avaló a
una compañera de trabajo para que recibiera una gran suma de dinero, y luego esta
desapareció sin pagar. Cuando me enteré, el ambiente en casa estaba más que tenso”.
Sin embargo, ellos manejaron bien la situación. Él recuerda: “En realidad aquello nos
unió: no el problema en sí, sino el hecho de afrontarlo juntos”.