Vous êtes sur la page 1sur 2

Publicado: 24/01/2014

Por Humberto Junca

Aquí no cabe el arte, Antonio Caro


A comienzos del año setenta (con el país aún bajo el Frente Nacional) los Salones
de Artistas fueron centros de debates candentes entre los viejos nacionalistas
(“regresivos” como les llamó Marta Traba), los seguidores de los modernos (como
Botero y Obregón), unos “novísimos modernos” (fueron llamados por la prensa
coca-colos, ye-yés, go-gós, “modernos de la sorpresa” por Traba y más tarde
conceptuales que parecía que iban en contra de todo, y unos “nuevos
nacionalistas” (digamos) que querían un arte comprometido, revolucionario y
popular. Estos últimos se habían hecho notar (lo que espantó a Traba) apoyados
por movimientos estudiantiles que ejercitaban el músculo de lucha dentro de la
universidad pública. Para esta izquierda radical el arte de los “novísimos
modernos” no tenía sentido (era apenas una moda importada, decadente, elitista,
imperialista) y exigía un Salón con un arte propio, para todos: entendible y
democrático.
Presionadas por tales peticiones, las directivas del Instituto de Cultura deciden
eliminar los premios del Salón de 1972 y, con ese dinero, descentralizarlo y llevarlo
a más ciudades. Así, los “novísimos modernos” (Beatriz González, Bernardo
Salcedo, Miguel Ángel Rojas) descontentos con los cambios del Salón deciden
participar en su contraparte: el Primer Salón Independiente de la Jorge Tadeo
Lozano. El único “novísimo” presente en el Museo Nacional en la inauguración del
XXIII Salón Nacional de Artistas fue Antonio Caro (participó tanto en el Salón
Nacional como en el Independiente). El joven artista (tenía 22 años) presentó en
dicho evento un cartel compuesto por 16 cartulinas blancas de 70 x 50 cms. En
donde se leía: “aquí no cabe el arte”. En cada cartulina pintó con vinilo negro una
letra de esa frase mayúscula acompañada por el nombre de un líder estudiantil, o
un sindicalista, o un indígena asesinado por la persecución política en Colombia,
añadiendo fecha y lugar de la matanza. Con inteligencia, coraje y empleando los
medios más baratos y “democráticos” (la palabra y el papel), Caro invadió y
cuestionó (una vez más) un espacio institucional (el Museo Nacional), un espacio
artístico (el Salón Nacional), un espacio político (un museo y un Salón dominados
por una tendencia que lo rechazaba) y haciendo la obra más crítica y directa
posible puso en jaque a su gremio y a sí mismo al señalar que la filiación política o
el gusto estético es lo de menos en una sociedad ignorante, asesina, politiquera y
corrupta. Donde la muerte y la mentira reinan, el arte, obviamente, no tiene lugar.

REVISTAARCADIA.COM COPYRIGHT© PUBLICACIONES SEMANA S.A.


Todos las marcas registradas son propiedad de la compañía respectiva o de PUBLICACIONES SEMANA S.A. Se prohíbe la reproducción

total o parcial de cualquiera de los contenidos que aquí aparezca, así como su traducción a cualquier idioma sin autorización escrita de su

titular.

Vous aimerez peut-être aussi