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Toda historia cuenta.

Cuenta en tanto que tiene un valor para quien la escribe, como también para
quién la lee, además de contar algo por sí misma… una historia.

En todo caso uno pude detenerse a pensar, quién la cuenta, cómo, porqué, dónde, cuándo, y lo
mismo para quien la lee. Además de pensar en qué. Cobrando de esta manera, en las vicisitudes
de la cuenta, diferentes saldos que en los mejores casos es en más o en menos. Lo triste es que no
deje nada, que sea neutro. Porque será a partir de ese saldo que cada uno producirá una nueva
versión de esa historia, que sea propia, es decir, que vuelva a ser contada.

En el caso de este libro se cuenta una historia, la de Sidonie Csillag. Es el relato de su vida, la de
una lesbiana a lo largo de todo el siglo XX enmarcada en la alta aristocracia de la ciudad de Viena,
de sus desventuras amorosas, de los vaivenes que tuvo que transitar producto de los
acontecimientos históricos que le tocaron vivir, y de la manera que siempre pareció sortearlos en
un estado de ausencia. El mundo estaba allí, ocurrían cosas malas y buenas, algunas modificaban
su cotidianeidad y otras no tanto, pero sólo cuando era imposible ignorarlo, parecía salir un poco
de su propio mundo, sólo para volver a rearmarlo lo antes posible. El mundo se modificaba, su
realidad perseveraba. Lo único que le parecía importar: sus amadas.

En líneas generales, es de esto de que se trata. Una biografía novelada que por momentos pinta
bien escenas de una época ya tantas veces, y de formas mucho más logradas, retratada. Que no
puede terminar de disimular cierta fuerza y empuje militante lésbico que se les filtra a las autoras,
y que es desde donde también tratan de poner en entredicho el Historial Freudiano. Tomándose
de una supuesta veracidad acerca de los hechos ocurridos, de la verdad histórica, denuncia el
fracaso de Freud en este caso y a su Historial como un engaño. En la contratapa dice: Freud es
desmentido. Y llega más lejos, se pregunta si análisis posteriores acerca del Historial freudiano se
verán afectados frente a las nuevas evidencias. El más conocido es el de Lacan, que a partir de la
descripción, en este historial, del intento de suicido perpetrada por esta jovencita lesbiana, llega a
la diferenciación de dos patologías del acto denominadas acting out, y acting in o pasaje al acto.

Creo que es a partir de este punto donde por ahí el texto nos permite un espacio para la
interrogación. ¿Acaso es que puede ser tomado como un valioso aporte para el Psicoanálisis, que
lo ponga en entredicho, que lo desmienta? ¿Qué valor puede tener para el Psicoanálisis este libro?

Los engaños de la desmentida:

En principio debemos pensar una cuestión: Hay un engaño implícito en la desmentida, y es que
olvida (¿adrede?) que su historia es también una ficción. Toda historia tiene una postura de ficción
que es parte de su estructura: Una historia es lo que nos cuentan (los otros) o lo que contamos (los
[nos]otros?) a partir de recuerdos, recuerdos que son ya de por si encubridores. Es decir que no
solo el hecho de contar, de ponerlo en discursividad, es ficcionarlo, desde el momento mismo que,
eso de que se habla, no existe sino que se lo dice en falta, porque lo que se cuenta esta perdido en
el tiempo, sino que además está doblemente desfigurado, ya que el hecho de recordarlo y ponerlo
en palabras es una nueva desfiguración del relato.

Esto me recuerda cuando Freud habla de la desfiguración de los sueños: el relato del sueño que
llega al analista por medio de su paciente que está recostado en el diván ya no es el sueño mismo,
sino que es una versión de ese sueño, es el sueño doblemente desfigurado. Las primeras
desfiguraciones se dan por operación de aparato psíquico sobre el sueño mismo: la condensación y
el desplazamiento (varias personas u objetos son condensadas en una sola entidad o desplazadas
de una entidad a otra). La segunda es justamente el relato del paciente sobre ese sueño, nunca lo
cuenta todo, nunca lo cuenta con exactitud, y si se le pide que lo relate varias veces, nunca lo hará
igual.

Es por eso que para el Psicoanálisis no importa la verdad histórica, los hechos ocurridos
fehacientemente, sino la verdad del sujeto, es decir, que le pasa al sujeto con eso que cuenta.

Ya desde sus inicios Freud pudo darse cuenta de esto y despegar el trabajo de escucha de un
analista, del trabajo de contraste empírico con la realidad a la forma de un inspector o detective. El
mismo denuncia esto en una carta que le manda a su amigo Wilhelm FlieB, en donde le dice: "mis
histéricas me mienten", y es a partir de ahí que ya no será el trabajo de buscar el hecho traumático
consumado en la vida infantil del paciente de lo que se trate, sino de poner en discurso el nivel de
la fantasía desde donde eso cobra fuerza y opera en forma silenciosa en la vida del sujeto.

Lamentablemente en la actualidad muchos detractores del Psicoanálisis olvidan que este no


discute la realidad, sino que apunta a otra cosa, a la otra escena que hay detrás de lo que se relata.
Y es desde acá desde donde dice desmentir a Freud este libro, tratando de borrar todo dejo de
ficción y presentándose como El Documento Verdad a través del cuál da testimonio su
protagonista. ¿A cuantas desfiguraciones estuvo sometido este material, escrito por dos autoras
que se basaron en entrevistas realizadas a una anciana mujer que recordaba y relataba escenas de
su vida?

Igualmente es bastante contradictorio que además la forma de presentarlo halla sido por medio de
una biografía novelada si es que se pretendía hacer un documento de verdad de esto, mucho más
acorde hubiera sido en todo caso publicar directamente la desgravación de esas entrevistas. De
esta manera hubieran evitado hasta del intento de decirlo todo, forzando el material hasta el
extremo de hacer decir acerca de sus sentimientos a los protagonistas de esta historia y de plasmar
los pensamientos que se tienen en silencio.

Si algo funciona es el hecho de decir algo desde una falta, dejando otra falta más en juego, y no el
intento que siempre caerá en el fracaso de decirlo todo. Fracaso inevitable ya que decirlo todo es
imposible, y por otro lado aburrido ¿quién se quedaría escuchando todo lo que se podría llegar a
decir acerca de cualquier cosa?

El hallazgo de un desencuentro:
Volvamos un poco a lo que nos cuenta el libro para ejercer un rato más el ejercicio de pensar
algunas cosas.

Se puede leer que Freud fue para ella uno más de estos vaivenes de los cuales hablábamos antes y
que, entre los cuales, significativamente se encuentran dos de los más importantes en la historia
del siglo XX (el ascenso de Hitler al poder y la Alemania Nazi, y luego el ascenso de Fidel Castro en
Cuba). Se puede pensar su encuentro con Freud haciendo serie con estos otros sucesos, donde ella
casi no está, toda su implicación en la situación pasa en zafarse lo mejor posible, para seguir solo
interesada en sus amores. Obligada por el padre, un hombre rico de la alta sociedad vienesa,
preocupado por los comentarios de salón acerca de las compañías poco decorosas de su hija, opta
por la salida más fácil, complacerlo y aceptar una consulta con algún experto en estos casos.
¿Quién mejor, entonces, que Freud y su teoría nueva acerca de la constitución sexual y el
inconsciente? ¿Qué mejor que una teoría controversial y subversiva, para tratar un tema tan
espinoso y tabú? Era casi inevitable que estando en el mismo lugar, época y contando con los
recursos, llegara a su consultorio. Claro que ella solo pretendía que su padre la dejara en paz. Lo
mismo que pretendería luego de Freud, primero complacerlo con sueños y todas esas cosas raras
que él le pedía que le contase, y luego que la dejara en paz.

En tanto que para Freud fue el encuentro con una joven a la cuál jamás considero como paciente.
Lo dice en su historial "la joven no era una enferma". A pesar de los consejos que él mismo
profesaba acerca de en que condiciones aceptar o no pacientes en análisis, y de que este
cumpliera las características para rechazarlo, él acepta el caso.

Por ejemplo; como ocurría aquí, no era lo óptimo que el paciente estuviera obligado a asistir a las
sesiones por una imposición ajena y menos aún que no estuviera dispuesto a trabajar, (lo que
llamo Lacan mucho después como la necesidad de que exista una demanda verdadera, que es la
demanda del paciente de desembarazarse de su síntoma), como así también de las observaciones
de Freud acerca de la no correlación entre lo que esperan los familiares que se obtenga con un
análisis y los resultados de este (como tan efusiva y hasta simpáticamente dice en su texto
"Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico", publicado en 1912, siete años antes de la
visita de los padres de esta joven a la consulta de Freud). Pero entonces: ¿Por qué toma Freud un
caso que ya desde un inicio presenta las características que él considera necesarias para no
aceptarlo? Pues entonces tendríamos que preguntarnos si lo que él perseguía no era otra cosa: su
interés estaba puesto en la sexualidad femenina. Es más podemos considerar este historial como
su primer trabajo más orientado hacia este tema, y como el puntapié inicial de lo que luego serían
sus investigaciones en este ámbito, que lo llevarían a escribir mas tarde sus trabajos sobre la
diferencia anatómica entre los sexos (1925) y sobre la sexualidad femenina (1931).

Es decir que fue el inicio de un recorrido que lo llevo a preguntarse mucho más que muchos otros
pensadores acerca de la mujer (y ya en esa época no era poco preguntarse seriamente algo sobre
la mujer). Lo hizo saber que no se sabía lo que quiere una mujer. ¿Es poco para un hombre saber
que no puede saber acerca de lo que quiere una mujer?

¿Finalmente hubo encuentro? Podemos decir que si, aunque no que se encontraron el uno con el
otro: constancia de eso son ambos escritos. Dos verdades, no una.

El goce que nombra:

Daré una vuelta más, a partir del titulo mismo del libro. Nos encontramos aquí con una situación
que llama la atención, Sidonie Csillag no es Sidonie Csillag. En el Prefacio del libro las autoras nos
dicen: "La persona a la que se llama en este libro Sidonie Csillag tenía en realidad otro nombre. A
su confianza y a su amistad le debemos la suerte de habernos convertido en sus biógrafas. Hemos
respetado la promesa que le habíamos hecho de modificar los nombres, el de ella, el de su familia
y algunos pocos amigos(as). Todos los demás nombres, personajes y acontecimientos pertenecen a
la realidad histórica."

Es decir: una protagonista que tiene un nombre que no es el suyo, que es identificada por un ser
que le da identidad, como decir "joven homosexual", y que además fue el nombre por el que la
llamó Freud (como con tantos otros pacientes, a los cuales los nombro en sus Historiales Clínicos
por su goce, por ejemplo: "El hombre de las Ratas" y "El hombre de los lobos").

Pero por lo menos hay un reconocimiento en este caso, ya que le dan un título de pertenencia:
"joven homosexual" de Freud.

Entonces: sin nombre propio, nombrada por su goce, fijada en un hecho que dicen jamás ocurrió,
yo me pregunto: ¿Qué es lo desmentido? ¿Quién se desmiente a través de este libro?

Para terminar, considero una pena que esta mujer estuviera tan alienada a sus amores, hubiera
sido por lo menos una buena testigo del siglo, gracias a los lugares donde estuvo en el momento
que estuvo, si es que alguna vez hubiera visto algo.

Un detalle más: es verdad que alguna falta de Freud se pone en evidencia en este relato: aquí
cobra otro protagonismo la madre de esta joven. Las madres fueron comúnmente olvidadas por
Freud en sus historiales, ya que el trabajaba con la línea paterna más que nada. Sin embargo esto
no es un jaque a su teoría ni mucho menos, y no fueron temas que no hallan sido retomados y
pensados por posteriores analistas. El Psicoanálisis plantea una falta estructural a partir de la cuál
se construyen todas las categorías de su teoría y praxis, y es gracias a esta misma falta que el
Psicoanálisis mismo puede seguir pensando. Son las faltas que dejaron tanto Freud como los
grandes analistas que le siguieron, lo que permite que continúe vivo, que se siga produciendo.

Y a todo esto el saldo para mí de este libro fue el retorno al historial Freudiano, tan exquisitamente
elaborado, que hacía rato tenía olvidado. Sebastián Cariola

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