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Alcanzar la resurrección

Nicolás L. Serrano

Hoy regresamos, después de un largo paréntesis, a nuestro estudio de la


maravillosa carta de Pablo a la iglesia en Filipos. Retomemos inmediatamente
el capítulo 3 justo donde nos quedamos, en la unidad de los versículos 7 al 17.
Como ya hemos aprendido, esta es una extraordinaria porción en la que Pablo
nos enseña acerca de la madurez cristiana; y él lo hace, principalmente,
ofreciéndose como modelo y contándonos cuáles son las motivaciones que lo
sostienen en su espectacular perseverancia. Así que Pablo nos abre su corazón
y nos enseña seis de sus motivaciones baiscas, para luego pedirnos que: “​todos
los que somos perfectos (en el sentido de “maduros”), tengamos esta misma
actitud​” (vers. 15); y en el vers. 17, dice de manera directa nuevamente:
“​Hermanos, sed imitadores míos, y observad a los que andan según el ejemplo
que tenéis en nosotros.​” Las seis motivaciones, de las que ya consideramos
cinco, son las siguientes: 1- obtener a Cristo al final del camino angosto (vers.
8); 2- ser justificado por la fe en la justicia de Cristo (vers. 9); 3- conocer más a
Cristo (vers. 10); 4- experimentar más el poder de la resurrección de Cristo; 5-
participar de los sufrimientos de la causa de Cristo (vers. 10); y 6- ser
considerado digno de alcanzar la resurrección de los justos (vers. 11). Y es esta
última motivación la que será hoy el objeto de nuestra consideración. En sus
propias palabras, Pablo nos dice: “​yo estimo como pérdida todas las cosas en
vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo
he perdido todo, y lo considero como basura [...] a fin de llegar a la
resurrección de entre los muertos​” (vers. 8 y 11).

Así que comencemos a preguntarnos, entonces, por qué Pablo encuentra en la


resurrección una motivación tan grande como para considerar que todo lo que
él perdió y sufrió para alcanzarla es basura en comparación. ¿Qué sucederá en
ese evento? ¿Qué le pasará a Pablo? ¿Qué sucederá con la iglesia? ¿Qué pasará
con los pecadores? ¿Y qué será de este mundo?

La resurrección es la plenitud de todo lo que esperamos

Debemos entender que todos los deseos que Pablo y todo cristiano entendido y
maduro tienen recién serán plenamente satisfechos en la resurrección. Es muy
importante que tengamos esto muy en claro ya que, en el día de hoy, a causa
de la ignorancia general del pueblo evangélico muchos piensan que la
expectativa más grande del creyente debe ser entrar al cielo más que entrar en
la etapa de la resurrección; de hecho, algunos no saben nada acerca de lo que
el evangelio nos enseña acerca de la resurrección. Lo que llamamos el “cielo” y
los “cielos y tierra nuevos” son dos cosas distintas. Cuando un cristiano muere,
parte para estar con Cristo en el cielo; y como Pablo mismo lo dice en
2Corintios 5:8, “preferimos más bien estar ausentes del cuerpo y habitar con el
Señor”. Pablo escribe la carta a los filipenses, nos dice, “​teniendo el deseo de
partir y estar con Cristo, pues ​eso es mucho mejor​” (1:23). Tenemos el enorme
consuelo de saber que, al morir, nos iremos directamente a la presencia de
Cristo para estar con Él en el cielo. Sin embargo, debemos darnos cuenta de
que el cielo es un lugar de espera, no el final de nuestro viaje. En el libro de
Apocalipsis, por ejemplo, podemos notar que los santos que están ahora
mismo en el cielo sufren un alto grado de indignación por el pecado del mundo
y que, de hecho, le suplican al Señor que acabe con la maldad y lleve esta triste
etapa de la historia a su final, dando descanso a su iglesia y condenando al
diablo y a los pecadores. Juan nos cuenta que vio esto mismo en visión: “​vi
debajo del altar las almas de los que habían sido muertos a causa de la palabra
de Dios y del testimonio que habían mantenido; ​y clamaban a gran voz,
diciendo: ¿Hasta cuándo, oh Señor santo y verdadero, esperarás para juzgar y
vengar nuestra sangre de los que moran en la tierra? ​Y se les dio a cada uno
una vestidura blanca; y se les dijo que descansaran un poco más de tiempo,
hasta que se completara también el número ​de sus consiervos y de sus
hermanos que habrían de ser muertos como ellos lo habían sido​” (Apoc.
6:9-11).

Nosotros anhelamos el cielo, ese lugar en donde Cristo reina en los corazones
de todos y en el que no puede entrar nada corrompido. Sin embargo, Pedro
dice que “​según su promesa, nosotros esperamos nuevos cielos y nueva tierra
en los cuales mora la justicia​” (​2 Pedro 3:13​), no el cielo principalmente. Lo
que los apóstoles más esperaban era entrar en esa etapa que llamaron “​el día
de la restauración de todas las cosas​” (Hechos 3:21). Esto es lo que ellos
creían, esperaban y predicaban: “​arrepentíos y convertíos, para que vuestros
pecados sean borrados, a fin de que tiempos de refrigerio vengan de la
presencia del Señor, ​y Él envíe a Jesús, el Cristo designado de antemano para
vosotros, a quien el cielo debe recibir hasta el día de la restauración de todas
las cosas, acerca de lo cual Dios habló por boca de sus santos profetas desde
tiempos antiguos​” (Hechos 3:19-21).
Recién entonces seremos consolados al saber y experimentar que Cristo al fin
reina y que la maldición ha sido removida para siempre de la tierra. En ese día,
como lo dice el viejo himno,

“Vibraran los aires


De extasia y cánticos diez mil.
Y responderá la tierra a los del cielo
Que el Salvador del mundo es Rey al fin al Fin​”

Consideremos brevemente, entonces, para entender la mente de Pablo y


obtener algo de la motivación que él tenía, dos verdades sobre la resurrección
que encontramos en el contexto inmediato de nuestro texto. ¡Qué el Espíritu
nos haga más maduros hoy!

1) Nuestros cuerpos serán glorificados

Pablo espera, en la resurrección, recuperar su cuerpo. Esto es evidente al


considerar el significado de la palabra “resurrección”: la palabra significa que
lo que está muerto vivirá. Si el mismo cuerpo que muere no es el mismo
cuerpo que se levanta en la resurrección, no podemos hablar de resurrección.
En Juan 5:28-29, Jesús nos dice incluso que en la resurrección los cuerpos
muertos saldrán de sus mismas tumbas: “viene la hora en que todos los que
están en los sepulcros oirán su voz, ​y saldrán: los que hicieron lo bueno, a
resurrección de vida, y los que practicaron lo malo, a resurrección de juicio.”

¿Cómo serán nuestros cuerpos?

¿Y cómo serán nuestros cuerpos entonces? Más adelante, en el vers. 21 de


Filipenses 3, Pablo nos dice algunas cosas al respecto: “ansiosamente
esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo, ​el cual transformará el cuerpo
de nuestro estado de humillación en conformidad al cuerpo de su gloria” (vers.
20-21). Pablo nos dice que en la resurrección nosotros recuperaremos
nuestros cuerpos, pero no serán como son ahora, no se encontrarán en el
“estado de humillación” actual, porque nuestro Señor “transformará el cuerpo
de nuestro estado de humillación en conformidad al cuerpo de su gloria”.
Ahora nuestros cuerpos se encuentran en una condición humillante, pero en la
resurrección serán transformados de tal manera que serán gloriosos como el
cuerpo de nuestro Señor resucitado.

Un cuerpo humillante

Consideren lo que Pablo nos dice. Nuestros cuerpos, actualmente, se


encuentran en un estado de humillación a causa de la maldición que hay sobre
ellos. Nuestras capacidades han sido tremendamente limitadas a causa del
pecado. Somos tremendamente débiles. Virus microscópicos pueden tirarnos
en la cama y hasta matarnos. Eventualmente alguno de nuestros sistemas falla
o se levanta contra nosotros. No podemos pasar mucho tiempo sin tener que
comer, beber y dormir. Difícilmente conseguimos orar o meditar en las
Escrituras sin que nuestra mente divague. Cada día nuestra belleza y fortaleza
están desapareciendo. Y, lo peor de todo, nuestros miembros anhelan el
pecado y reaccionan con una tremenda sensibilidad y atracción a la maldad.
¡Este cuerpo está destinado a ser comido por los gusanos! ¡Qué humillante es
este cuerpo!

Seremos gloriosamente transformados

Sin embargo, se nos dice, en la resurrección nuestro amado Señor


“transformará el cuerpo de nuestro estado de humillación en conformidad al
cuerpo de su gloria”. ¡Dios nos devolverá nuestro cuerpo, pero gloriosamente
transformado! Seremos nosotros. Serán nuestros cuerpos. Se nos podrá
reconocer, como los discípulos reconocieron el cuerpo de Jesús después de su
resurrección. Pero seremos diferentes también. Nuestros cuerpos tendrán
propiedades nuevas. ¡Y ya no habrá nada débil, humillante, corrupto o feo en
nosotros! El adjetivo que se usa para describir el estado de nuestros cuerpos
cuando sean transformados es “gloriosos”.
Mejores que Adán

¿Qué significa que nuestros cuerpos serán gloriosos? La verdad es que no


sabemos mucho. Las Escrituras nos dicen pocas cosas al respecto. No
obstante, se nos informa que nuestros cuerpos serán más que incorruptos, de
hecho, se nos dice que nuestros cuerpos serán mucho más gloriosos que el
cuerpo de Adán antes de la maldición. ¡Nuestros cuerpos serán como el de
Cristo! En 1Corintios 15 Pablo nos dice: “​35 ¿Y con qué clase de cuerpo vienen?
[...] 39 No toda carne es la misma carne, sino que una es ​la ​de los hombres,
otra la de las bestias, otra la de las aves y otra ​la de los peces. 40 Hay,
asimismo, cuerpos celestiales y cuerpos terrestres, pero la gloria del celestial
es una, y la del terrestre es otra. 41 Hay una gloria del sol, y otra gloria de la
luna, y otra gloria de las estrellas; pues ​una estrella es distinta de ​otra estrella
en gloria. 42 Así es también la resurrección de los muertos. Se siembra un
cuerpo corruptible, se resucita un ​cuerpo incorruptible; 43 se siembra en
deshonra, se resucita en gloria; se siembra en debilidad, se resucita en poder;
44 se siembra un cuerpo natural, se resucita un cuerpo espiritual. Si hay un
cuerpo natural, hay también un ​cuerpo espiritual. 45 Así también está escrito:
El primer hombre, Adán, fue hecho alma viviente. El último Adán, espíritu que
da vida. 46 Sin embargo, el espiritual no es primero, sino el natural; luego el
espiritual. 47 El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre es
del cielo. 48 Como es el terrenal, así son también los que son terrenales; y
como es el celestial, así son también los que son celestiales. 49 Y tal como
hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del
celestial”. ¡Ahora llevamos la imagen de Adán, “el terrenal”, pero en nuestra
resurrección llevaremos la imagen del segunda Adán, Cristo, “el celestial”! En
nuestra resurrección nuestros cuerpos serán muchísimo más gloriosos que el
cuerpo de Adán antes de la caída.

Como soles y estrellas


¡Qué glorioso misterio es este! El teólogo Wayne Grudem comenta sobre la
gloriosa verdad de que nuestros cuerpos serán gloriosos:

“Debido a que la palabra “gloria” se usa con tanta frecuencia en las Escrituras
como una referencia el resplandor brillante que rodea la presencia del mismo
Dios, este término sugiere que también habrá una especie de brillo o
resplandor alrededor de nuestros cuerpos que será una evidencia externa
apropiada de la posición de exaltación y dominio sobre toda la creación que
Dios nos ha dado. Esto también se sugiere en Mateo 13:43 , donde Jesús dice:
“los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre”. De manera
similar, leemos en la visión de Daniel: “Los entendidos brillarán como el
resplandor del firmamento, y los que guiaron a muchos a la justicia, como las
estrellas, por siempre jamás” ( Daniel 12:3 ).”

¡Seríamos tentados a adorarnos si nos pudiéramos ver con nuestros cuerpos


glorificados ahora mismo! El sol y las estrellas son las figuras que Dios usa
para ilustrar cómo nos veremos. Hermanos, ahora no somos lo que hemos sido
destinados a ser. Pero en la resurrección seremos nosotros en nuestra versión
definitiva. En aquel día comprenderemos como no lo podemos hacer ahora
que fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios.

Cuando se nos den nuestros cuerpos definitivos, ​disfrutaremos por los siglos
de los siglos de los placeres de la gloria con todos nuestros sentidos.
Tendremos cuerpos capaces soportar niveles de placer y felicidad que ahora
nos consumirían de manera fatal si intentáramos experimentarlos. Nuestros
cuerpos actuales, en comparación con los que Cristo no dará, son como granos
de arena en comparación con las estrellas del cielo, o como chozas de paja al
lado de un palacio de cristal y marfil. Aunque nuestro comienzo fue humilde y
nuestra caída vergonzosa, nuestro futuro es glorioso hasta el colmo. Seremos
auténticos reyes y sacerdotes por siempre, con sangre real fluyendo por
nuestras venas. ¡Esto es lo que Cristo logró para nosotros y lo que promete a
todos los que lleguen al final del viaje!

Cuerpos incapaces de pecar

Y lo mejor de todo es que, un aspecto de la gloria de nuestros cuerpos, es que


serán blindados contra el pecado. Adán fue creado sin pecado pero con
debilidad, tanto que le era posible caer. Cuando caímos como raza, todos
nacimos tan corrompidos que nos era imposible obedecer a Dios. En la
regeneración Dios hizo que nos sea posible no pecar y obedecer. En la gloria,
para nosotros será imposible pecar, de tal manera que no habrá más ninguna
posibilidad de caída; como nos dice Apocalipsis 22:3, entonces “​ya no habrá
más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará allí, y sus siervos le
servirán​”.

2) La tierra será glorificada

En el versículo 21 de Filipenses 3 encontramos también una ligera referencia a


la restauración del mundo. Pablo nos dice que Cristo “​transformará el cuerpo
de nuestro estado de humillación en conformidad al cuerpo de su gloria, por el
ejercicio del poder que tiene aun para sujetar todas las cosas a sí mismo.​”
Ambas cosas, nuestra resurrección gloriosa y la sujeción de todas las cosas a
Cristo, ocurrirán en un mismo evento. Nuestra resurrección será parte del
gran evento en el que Cristo reordene y restaure todo el cosmos. En 1Corintios
15:24-26 y 25-27 Pablo nos explica que “​vendrá el fin, cuando Él entregue el
reino al Dios y Padre, después que haya abolido todo dominio y toda autoridad
y poder. ​Pues Cristo debe reinar hasta que haya puesto a todos sus enemigos
debajo de sus pies. ​Y el último enemigo que será abolido es la muerte [...] la
trompeta sonará y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos
transformados. ​Porque es necesario que esto corruptible se vista de
incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. ​Pero cuando esto
corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de
inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Devorada ha
sido la muerte en victoria. ​¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde, oh
sepulcro, tu aguijón? ​El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del
pecado es la ley; ​pero a Dios gracias, que nos da la victoria por medio de
nuestro Señor Jesucristo​”. En su segunda venida Cristo someterá a todo el
universo en armonía con su voluntad y desterrará a la muerte para siempre de
este mundo. Los que estemos en los cielos recuperaremos nuestros cuerpos
pero transformados, y la tierra misma será transformada, para que tanto esta
tierra como nosotros podamos estar en la presencia de Dios por siempre.

La consumación del plan de Dios

El día en que estas cosas sucedan es llamado, como lo señalé antes, ​“​el día de
la restauración de todas las cosas​” (Hechos 3:21). El propósito eterno de Dios
“​de reunir todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como las
que están en la tierra​” (Efesios 1:10) se consumará en aquel día. Juan tuvo una
visión de algunas de la cosas que nos sucederán en ese tan esperado día; esto
es lo que nos cuenta: “​vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer
cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe. ​Y vi la ciudad santa, la
nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, preparada como una novia
ataviada para su esposo. ​Entonces oí una gran voz que decía desde el trono: He
aquí, el tabernáculo de Dios está entre los hombres, y El habitará entre ellos y
ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos. ​El enjugará toda
lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni
dolor, porque las primeras cosas han pasado. ​Y el que está sentado en el trono
dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y añadió: Escribe, porque estas
palabras son fieles y verdaderas​” (Apoc. 21:1-5). Acá se nos describe la
plenitud de los planes de Dios para nosotros. En el día de nuestra resurrección
y de la restauración del mundo, Cristo ejercerá su autoridad, poder y victoria
sobre todos sus enemigos, consolará todas nuestras penas y nos pondrá para
siempre en una situación de extrema bienaventuranza lejos de cualquier
peligro, en un mundo perpetuamente liberado de la maldición.

Somos responsables de la maldición de la tierra

Pero antes de regocijarnos por estas verdades debemos aprender a


entristecernos entendiendo que todo el mal que existe en esta tierra existe por
nuestra culpa. Cuando Dios hizo el mundo, en Génesis 1:31 se nos dice que
“​vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera​”.
Este mundo era el paraíso. Sin embargo, nuestros padres Adán y Eva se
rebelaron contra Dios en su corazón y Dios los maldijo tanto a ellos y su
descendencia como a esta tierra; en Génesis 3:17 Dios dijo a Adán: “​maldita
será la tierra por tu causa​”. Es por nuestra culpa, por tanto, que las montañas
se desmoronan sepultando poblados enteros, que el mar y el viento se levantan
contra ciudades y las arrasan, que virus invisibles atacan y matan un millón de
personas por año, que las fieras salvajes se devoran familias y tribus, etc., etc.
¡Es por nuestra culpa! Si se nos mostrara, tan solo por un instante, todo el
sufrimiento que hay en el mundo a causa de nuestro pecado, ¡nos
desplomaríamos! Solamente Dios puede ver tanto dolor y soportarlo.

El mal existe en esta tierra por causa del mal que existe dentro de nosotros.
Las calamidades que ocurren en esta tierra no son otra cosa que cuadros de
nuestra maldad interior. Los incontables males que este mundo sufre forman
un tétrico y espantoso coro que grita: “¡El hombre se ha enemistado con Dios y
hay juicio!” Los males de este mundo son, incluso, advertencias de lo que Dios
hará con los hombres si no se arrepienten. ​Las calamidades son la dramática,
terrible, severa, justa y misericordiosa voz de Dios llamándonos al
arrepentimiento. ​Nosotros caímos y este mundo cayó con nosotros.

El mundo será levantado junto con nosotros

Sin embargo, acá está la buena noticia. Así como nosotros somos los
responsables de la corrupción de este mundo, también iremos delante en su
glorificación. Consideren lo que en Romanos 8:20-21 Pablo nos dice al
respecto: “​Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia
voluntad, sino por causa de aquel que la sometió, en la esperanza de que la
creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la
libertad de la gloria de los hijos de Dios.​” ¿Observaron el orden de los
acontecimientos? Pablo nos dice que “​la creación misma será también liberada
de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios​”.
El texto no dice que Dios glorificará esta tierra y que, para que nosotros
podamos vivir en ella, nosotros también seremos glorificados. ¡El texto dice
justo lo contrario! Nos dice que la creación será liberada de la esclavitud de la
corrupción a la que fue sometida para amoldarse a la libertad gloriosa de los
hijos de Dios, nosotros. O, para decirlo en otras palabras, este mundo será
glorificado porque nosotros seremos glorificados. El mundo será glorificado a
fin de que pueda ser una morada adecuada para Cristo y para nosotros.

¿Y quién puede imaginar lo que será entonces esta tierra? Si nosotros


brillaremos como el sol y las estrellas con la gloria de nuestros nuevos cuerpos
resucitados, ¿cómo será nuestra morada? Juan nos dice que vio a la ciudad de
Jerusalén hecha para la nueva tierra, y nos describe, sea lo que sea que
signifiquen sus palabras, que “11 ​tenía la gloria de Dios. Su fulgor era
semejante al de una piedra muy preciosa, como una piedra de jaspe cristalino
[...] 18 la ciudad era ​de oro puro semejante al cristal puro [...] 21 cada una de
las puertas era de una sola perla [...] 23 ​La ciudad no tiene necesidad de sol ni
de luna que la iluminen, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero ​es su
lumbrera [...] 27 y jamás entrará en ella nada inmundo​” (Apocalipsis 21:11, 18,
21, 23 y 27).
De lo que podemos estar seguros es de que habrá en esta tierra, algún día, por
una obra transformadora de Dios, una gloria tal que será una morada
adecuada para la familia glorificada de Dios. Será una tierra llena de la gloria
de Dios, un entorno indescriptiblemente feliz para pasar eternidad de
eternidades junto a nuestro amado Señor.

Aplicaciones concisas

1- Deben ser dignos de entrar en la resurrección

Serán resucitados glorificados aquellos que perseveren hasta el fin y


prevalezcan contra el pecado. Quienes se rindan a las tentaciones del mundo y
nieguen a Cristo, no serán contados dignos de Él. ¡Ay, cuánto necesitamos
recuperar el concepto bíblico de la dignidad! Jesús nos dice que serán
glorificados y coronados como reyes de la tierra “los que son tenidos por
dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos” (Lucas
9:35). Si queremos comer del árbol de la vida, debemos llegar hasta él
venciendo cuanto obstáculo se nos interponga; Jesús nos dice que solo “​Al
vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios​”
(Apoc. 2:7). Pablo nos dice por todos lados que heredaremos el mundo junto a
Cristo solo si cumplimos como Él con la misión del Padre: “y si hijos, también
herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si en verdad
padecemos con Él a fin de que también seamos glorificados con Él” (Romanos
8:17).

Si quieren ser dignos del Señor, deben vivir de una manera coherente con la
verdad de la resurrección. La promesa de que resucitaremos en gloria debe
llevarnos a elegir un estilo de vida que busca por sobre todas las cosas
recompensas en el siglo venidero, no comodidades terrenales. De otra manera,
Pablo nunca habría dicho: “​Si hemos esperado en Cristo para esta vida
solamente, somos, de todos los hombres, los más dignos de lástima​” (1
Corintios 15:19)​. La razón por la que Pablo dijo que los cristianos somos los
más dignos de lástima si no hay resurrección, se debe a que los cristianos
renunciamos a muchas de las cosas que más amamos en esta vida para vivir un
estilo de vida misional; además de que, a causa de nuestra identificación con
Cristo y de nuestra predicación de su Señorío, somos perseguidos y sufrimos
muchas cosas. Si el cristianismo ofreciera una vida fácil y cómoda, Pablo
nunca habría dicho que los cristianos seríamos los más dignos de lástima si no
estuviéramos esperando otra vida.

Saber que un día resucitaría en gloria le dio a Pablo el poder necesario para
despojarse de muchas de las cosas que las personas sienten que necesitan en
esta vida. ¿Y vos? ¿Tomás decisiones pensando más en el mundo venidero que
en este mundo? ¿Asumís riesgos que, si no fuera por la resurrección, serían
absurdos?

2- Serán recompensados en la resurrección

Esto es sumamente alentador. En la resurrección el Padre nos vindicará,


recompensará y exaltará de manera semejante a como lo hizo con Jesús. Jesús
nos alienta a hacer buenas obras diciéndonos: “​tú serás recompensado en la
resurrección de los justos​” (Lucas 14:14). De acá vienen nuestras fuerzas para
seguir adelante. Dios nos bendecirá en algún grado en esta vida, pero esta vida
suele ser dura. Nuestra recompensa nos será dado plenamente en la
resurrección. ¡Jesús mismo obtuvo su motivación para cumplir con su misión
al pensar en su propia resurrección (Hebreos 12:2)! La felicidad que sabemos
que obtendremos en la resurrección nos dá fuerzas para seguir adelante
cuando sufrimos acá y ahora. Escuchen a Jesús: “​Regocijaos y alegraos,
porque vuestra recompensa en los cielos es grande​” (Mateo 5:12).

4- Pecadores, arrepiéntanse hoy de sus pecados poniendo su fe en el


resucitado

Ustedes, lo que no tienen a Cristo, deben saber que no tendrán parte en los
cielos y tierra nuevos. Todo lo que sabrán de dicha feliz historia es lo que están
escuchando ahora. Si no se arrepienten, ustedes perecerán junto con esta
tierra: “​los cielos y la tierra actuales están reservados por su palabra para el
fuego, guardados para el día del juicio y de la destrucción de los impíos​”
(2Pedro 3:7).

Jesús dice que ustedes resucitarán, pero que resucitarán para morir por
siempre. En Juan 5:28-29 Jesús dice que “​todos los que están en los sepulcros
oirán su voz, ​y saldrán: los que hicieron lo bueno, a resurrección de vida, y los
que practicaron lo malo, a resurrección de juicio​”. Resucitarán, para recibir en
su alma y en su cuerpo la sentencia de condenación. Y así como a los cristianos
se les dará un cuerpo especial e inmortal adecuado para disfrutar de niveles de
gloria y felicidad muchos mayores que los que existen en esta vida, a ustedes
se les dará también un cuerpo adaptado para sufrir dolores y tormentos
mucho mayores que los que existen en esta vida. ¡Quedan hoy solemnemente
advertidos!

Dios no los perdonará a menos que vengan a Él por medio de Cristo. Ustedes
están vestidos con trapos sucios de maldad. Vengan hoy a lavarse en la sangre
del Resucitado. Cristo venció al pecado, al diablo y a la muerte, por eso
resucitó; y tiene ahora autoridad para perdonar todo tipo de pecados. El Buen
Señor de la gloria no ha rechazado jamás a ningún pecador que se haya
acercado a Él realmente arrepentido de su rebelión. Vengan hoy a Aquel que
dijo: “​Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá​”
(Juan 11:25).

“​Bienaventurados los que lavan sus vestiduras para tener derecho al árbol de
la vida y para entrar por las puertas a la ciudad​”(Apoc. 22:14).

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