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Demetrio Aguilera Malta

El Cholo que se vengó (fragmento)

" -Tei amao como naide ¿sabes vos? Por ti mci hecho marinero y hei viajao por otras tierras... Por ti hei estao
a punto a ser criminal y hasta hei abandonao a mi pobre vieja: por ti que me habís cngañao y te habís burlao e
mi... Pero mei vengao: todo lo que te pasó ya lo sabía yo dende antes. ¡Por eso te dejé ir con ese borracho
que hoi te alimenta con golpes a vos y a tus hijos! La playa se cubría de espuma. Allí el mar azotaba con furor,
y las olas enormes caían, como peces multicolores sobre las piedras. Andrea lo escuchaba en silencio.
-Si hubiera sío otro... ¡Ah!... Lo hubiera desafiao ar machete a Andrés y lo hubiera matao... Pero no. Er no
tenía la curpa. La única curpable eras vos que me habías engañao. Y tú eras la única que debía sufrir así
como hei sufrió yo... Una ola como raya inmensa y transparente cayó a sus pies interrumpiéndole. El mar
lanzaba gritos ensordesedores. Para oír a Melquíades ella había tenido que acercársele mucho. Por otra parte
el frío...
-¿Te acordás de cómo pasó? Yo, lo mesmo que si juera ayer. Tábamos chicos; nos habíamos criao juntitos.
Tenía que ser lo que jué. ¿Te acordás? Nos palabriamos, nos íbamos a casar... De repente me llaman pa
trabaja en la barsa e don Guayamabe. Y yo, que quería plata, mejuí. Tú hasta lloraste creo. Pasó un mes. Yo
andaba po er Guayas, con una madera, contento e regresar pronto... Y entonces me lo dijo er Badulaque: vos
te habías largao con Andrés. No se sabía nada e ti. ¿Te acordás?
El frío era más fuerte. La tarde más oscura. El mar empezaba a calmarse. Las olas llegaban a desmayar
suavemente en la orilla. A lo lejos asomaba una vela de balandra.
-Sentí pena y coraje. Hubiera querido matarlo a ér. Pero después vi que lo mejor era vengarme: yo conocía a
Andrés. Sabía que con ér sólo te esperaban er palo y la miseria. Así que er sería mejor quien me vengaría...
¿Después? Hei trabajao mucho, muchísimo. Nuei querido saber más de vos. Hei visitao muchas ciudades; hei
conocido muchas mujeres. Sólo hace un mes me ije: ¡anda a ver tu obra!
El sol se ocultaba tras los manglares verdinegros. Sus rayos fantásticos danzaban sobre el cuerpo de la chola
dándole colores raros. Las piedras parecían coger vida. El mar se dijera una llanura de flores polícromas. -Tei
hallao cambiada ¿sabes vos? Estás fea; estás flaca, andas sucia. Ya no vales pa nada. Solo tienes que sufrir
viendo como te hubiera ido conmigo y como estás ahora ¿sabes vos? Y andavete que ya tu marido ha destar
esperando la merienda, andavete que sino tendrás hoi una paliza...
La vela de la balandra crecía. Unos alcatraces cruzaban lentamente por el cielo. El mar estaba tranquilo y
callado y una sonrisa extraña plegaba los labios del cholo que se vengó. "

Lenguaje e Identidad Regional

[1]
Lelia Inés Albarracín de Alderetes
Jorge Ricardo Alderetes
Asociación Investigadores en Lengua Quechua
adilq@hotmail.com

INTRODUCCIÓN

Para introducir este trabajo relataremos una anécdota reciente. En la provincia de Entre Ríos, en ocasión
de unas jornadas sobre educación, luego de una exposición sobre las particularidades del español en nuestro
país y durante el debate con el público, una docente hizo un aporte muy enriquecedor relatando algo que le
había sucedido. Contó que hace algunos años, había viajado a Tucumán, nuestra provincia de origen, y que al
llegar había tomado un taxi, pero que no había logrado entender nada de lo que el chofer le preguntaba. Lo
irónico de la situación es que ella se dirigía a un simposio de la SAL (Sociedad Argentina de Lingüística).
Hay varios elementos de esta anécdota que nos sirven para desarrollar el trabajo. Creemos firmemente en
el relato de la docente, porque somos conscientes de que los tucumanos tenemos una forma muy particular
de hablar, a tal punto que para muchos humoristas locales se ha convertido en un tema obligado, el explicar
palabras de lo que popularmente se ha denominado “Diccionario de Tucumano Básico”.
El lado triste de la anécdota tiene que ver con el aspecto elitista que la misma deja entrever. Son escasos
los trabajos y los espacios de investigación destinados a analizar el habla regional de las provincias del
Noroeste Argentino con un enfoque que incluya la multiculturalidad, la moderna lingüística de contacto y muy
especialmente los aspectos sociales del lenguaje. Las actitudes discriminatorias en torno a esta cuestión,
tienen sus consecuencias más graves en el sistema educativo, donde no se acepta el uso de un lenguaje que
no sea el estándar, a pesar que el estándar no es la lengua sino “ ... una variedad más que habrá sido
privilegiada por razones (...) extralingüísticas”. (Tusón 2000: 90)

LENGUA DOMINANTE Y LENGUA DOMINADA

Es muy común que un alumno de una escuela de Tucumán exprese: - “Señorita, muy mucho calor hace,
¿qué no?”. Acto seguido la rápida corrección: - “No se dice ¿qué no? Se dice: ¿no es verdad?”.
“Existe un vínculo estrecho entre el poder, currículo y proceso educativo. El poder se ejerce prefigurando en
el currículo la formación de una conciencia, el desarrollo de una moral, la formación de un hombre que servirá
a un determinado proyecto histórico-social. El poder se ejerce cuando le otorgamos a ciertos sectores de la
cultura, más que a otros, mayor estatus, valoración y ponderación” (Taipe Campos 1998: 9)
La permanente corrección, sobre todo en el ámbito escolar, produce en el emisor la sensación de que su

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forma de hablar no es válida; muchas veces, un relato es interrumpido para corregir, y daría la impresión de
que no interesa tanto lo que el interlocutor dice sino cómo lo dice. Será por eso que muchos prefieren no decir.
No es aventurado afirmar que el fracaso escolar o la deserción tienen mucho que ver con el hecho de que
el bagaje cultural que trae el alumno, no se considera significativo.
Dice Tusón (2000: 90): “Lo que se suele llamar estándar o bien es un dialecto magnificado por la
administración, la escuela y los medios de comunicación; o bien no es sino una variedad social que casi
siempre se ha edificado sobre las bases de un dialecto prestigiado por causas que nada tienen que ver con
los hechos lingüísticos”.
Pero el problema es aún más complejo. En el breve diálogo que pusimos como ejemplo, tal vez muchos
docentes e investigadores ignoren el origen de la expresión “¿qué no?”. Se trata de un calco de la expresión
quechua “¿manachu?”. Es decir que la corrección provoca además, la destrucción de un código subyacente,
el de una lengua milenaria que lucha por sobrevivir, manifestándose a través de la lengua dominante.

Lamentablemente, las opiniones de los lingüistas han estado divididas en dos tendencias claramente
diferenciadas y enfrentadas. Una de ellas es la tendencia predominante en los estudios de dialectología
hispánica, característicos de nuestras universidades, que minimizan, cuando no rechazan, toda influencia
aborigen en la configuración de las modalidades del español americano. Así, nuestros dialectos locales son
vistos como meras desviaciones o corrupciones del castellano académico normativo en boca de personas de
“escasa cultura”. Para estos lingüistas, los rasgos dialectales regionales necesariamente pueden ser
explicados a través de formas provenientes de la propia matriz hispánica. Ninguno de los lingüistas que
adhieren a esta tendencia, son hablantes de alguna lengua aborigen, de allí que su visión sea necesariamente
hispanocéntrica. En la margen opuesta, están quienes atribuyen de manera mecánica, la configuración de
todas – o casi todas - las modalidades de español regional a la acción ejercida por las lenguas aborígenes.
Sin embargo, son muchas las situaciones que no logran ser explicadas satisfactoriamente por ninguna de las
dos tendencias, quizás porque los estudios se realizan al margen de los hablantes reales y de las relaciones
societales en las cuales éstos interactúan, y porque las investigaciones ignoran deliberadamente la diversidad
cultural que caracteriza a nuestros pueblos.

LAS PARTICULARIDADES DEL HABLA

En ese “tucumano básico” al que hacíamos alusión al principio, no se puede negar cierta influencia de la
lengua quechua. No es de extrañar, ya que la misma se habló en el Noroeste Argentino hasta principios del
siglo XX. Actualmente la lengua es hablada en algunos departamentos de la provincia de Santiago del Estero,
en parte de la provincia de Jujuy y en el interior de comunidades de origen boliviano, en la provincia de Salta y
Tucumán.

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La lengua quechua, al igual que otras lenguas aborígenes ya desaparecidas, tuvo una convivencia secular
con el español. De aquel contacto entre ambas lenguas podemos explicar ciertos rasgos fonológicos,
semánticos y morfosintácticos que están presentes en el habla regional y que son ajenos al español de la
península.
En el caso particular de Tucumán, el contacto con la lengua quechua no sólo tiene que ver con la presencia
de la misma en el territorio de la provincia, hasta bien entrado el siglo XX, sino que también se explica por el
éxodo masivo de habitantes de Santiago del Estero hacia la llanura tucumana para la época de la cosecha de
la caña de azúcar, hasta fines de la década del ’70, lo que produjo un intercambio cultural, que aún hoy se
percibe. No se puede entender la cultura del este de la provincia de Tucumán, sin tener en cuenta la
inmigración santiagueña de décadas (Alderetes 2001: 36).
En la actualidad, hay áreas donde el quechua se ha extinguido hace más de un siglo, es decir, ya no hay
lenguas en contacto, y sin embargo, perviven y se reproducen rasgos en el español que nos remiten a la
lengua aborigen. No hay estudios lingüísticos ni sociolingüísticos que hayan centrado su interés en la
evolución de la lengua receptora y que expliquen este fenómeno.
En los siguientes ejemplos vamos a mostrar algunas influencias de la lengua quechua en los niveles
semánticos, fonéticos y morfosintácticos en el español hablado en Tucumán, en personas jóvenes,
monolingües en español y que viven en zonas que no tienen contacto con quechuahablantes.

- Señorita, el Juanchi me ha chukchao!


- Bueno, pero te ha hecho jugandito.

- José, traemélo un balde con agua. Pero unito nomás.


- Ite traéndolo vos, que yo casi mi cáido recién.

- ¿Cómo has amanecido?


- Poco poco he dormido.
- ¿Qué haciendo te has desvelado?
- Es que unos machaos no me han dejado dormir.

La influencia del quechua, lengua grave, puede verse por ejemplo a nivel fonológico en la acentuación de
‘cáido’ por ‘caído’. A nivel semántico, en el empleo de chukchar del quechua chukchay ‘tirar de los cabellos’,
‘machado’ del verbo quechua machay ‘emborracharse’.
También hay interferencia semántica en el particular uso del gerundio, como en: ‘¿qué haciendo?’ en lugar
de ‘¿por qué?’ o ‘¿cuál es la causa?’, del español estándar.
El uso de ‘¿Cómo has amanecido?’ es un calco del saludo quechua ¿Imayna paqarinki?, una forma da
invitar al diálogo en el ambiente familiar.

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La forma –melo de ‘traemélo’, a pesar de su fisonomía hispánica, puede reflejar el refuerzo o la
interferencia del sufijo verbal -pa- del quechua, que indica que el emisor solicita que se realice una acción por
él.
En el español estándar, es impensable el uso de diminutivo en verbos o en adjetivos numerales, como en
los ejemplos proporcionados ‘jugandito’ o ‘unito’, o la reduplicación de un adverbio o adjetivo como en ‘poco
poco’, rasgo característico de la lengua quechua.
En el caso del imperativo ‘ite’, se trata de una forma que tampoco puede ser explicada ni analizada desde el
español normativo. Algunos investigadores han intentado incluso explicar esta forma como impuesta desde la
época en que la misa era dada en latín y se concluía la ceremonia con la frase: “Ite missa est”. Como si una
forma eclesiástica pudiera tornarse popular.

LA LENGUA, UN LUGAR DE PODER

El hecho de que se busque defender la unidad de la lengua dominante, es una actitud que no puede ser
vista como despojada de una ideología o sin una carga política o social. Desde la instauración de la república
en Argentina se ha buscado construir una sociedad hegemónica y un Estado–Nación uniforme y homogéneo,
con matriz europea.
“La idea de impedir que las variedades lleguen a constituirse como lenguas autónomas y distintas de la
variedad estándar vale lo mismo, en las situaciones de dominio y sometimiento, que negar a las comunidades
que las hablan su derecho a ver reconocida su variedad como un instrumento de comunicación y de cultura
situado a estos efectos al mismo nivel que la variedad estándar”. (Moreno Cabrera 2000: 60)
Pretender el mantenimiento de la unidad de la lengua dominante, en todos los espacios geográficos, es
negarle a las variedades regionales la existencia de procesos históricos y sociales propios, que naturalmente
han acompañado su desarrollo. Es imponer un modelo vertical de dominación. Es negar un espacio de poder
lingüístico y cultural. Es desconocer el patrimonio cultural de una comunidad.
“Así, un fenómeno natural explicable en términos estrictamente psicológicos y lingüísticos, puede adquirir,
en el plano de las relaciones sociales, marcados contornos de opresión idiomática...” (Cerrón Palomino 1989:
154).

CONCLUSIÓN

En la larga historia de vencedores y vencidos, algunas variedades idiomáticas han logrado ser dignificadas
en tanto otras ven en peligro su desarrollo y supervivencia. Muchas de ellas son el producto del contacto
durante siglos entre las lenguas aborígenes y la lengua dominante.

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El uso de variedades lingüísticas diferentes a la estándar es legítimo, según los contextos. Reconocerlas,
valorarlas es el camino para superar la estigmatización y la intolerancia y permitir así a cada individuo sentirse
cómodo en la lengua que le toca utilizar, como un derecho lingüístico que naturalmente debiera ser
garantizado.

BIBLIOGRAFÍA

Alderetes, Jorge R. (2001) El Quichua de Santiago del Estero. Tucumán: Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad Nacional de Tucumán.

Cerrón-Palomino, Rodolfo (1990) “Aspectos sociolingüísticos y pedagógicos de la motosidad en el Perú” en


Cerrón-Palomino y Solís Fonseca Editores: Temas de Lingüística Amerindia. Perú: Primer Congreso Nacional
de Investigaciones Lingüístico - Filológicas.

Moreno Cabrera, Juan Carlos (2000) “La dignidad e igualdad de las lenguas”. Madrid: Alianza Editorial.

Taipe Campos, Néstor Godofredo (1998) “Educación Intercultural: Propuesta para sociedades
quechuahablantes” en Serie Diálogo intercultural Nº 1. Huancayo, Perú: Sociedad Científica de Folklore y
Etnología.

Tuson, Jesús (1997) “Los prejuicios lingüísticos”. Barcelona, España: Octaedro Universidad.

Capítulo Primero

Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo D. Quijote de la Mancha

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de
los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero,
salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura
los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de
velludo para las fiestas con sus pantuflos de lo mismo, los días de entre semana se honraba con su vellori de
lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte,

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y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro
hidalgo con los cincuenta años, era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro; gran madrugador y
amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada o Quesada (que en esto hay alguna
diferencia en los autores que deste caso escriben), aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que
se llama Quijana; pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración dél no se salga un punto
de la verdad.
Es, pues, de saber, que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso (que eran los más del año) se
daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza,
y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas
hanegas de tierra de sembradura, para comprar libros de caballerías en que leer; y así llevó a su casa todos
cuantos pudo haber dellos; y de todos ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso
Feliciano de Silva: porque la claridad de su prosa, y aquellas intrincadas razones suyas, le parecían de perlas;
y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafío, donde en muchas partes hallaba
escrito: la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me
quejo de la vuestra fermosura, y también cuando leía: los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente
con las estrellas se fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza. Con
estas y semejantes razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas, y
desentrañarles el sentido, que no se lo sacara, ni las entendiera el mismo Aristóteles, si resucitara para sólo
ello. No estaba muy bien con las heridas que don Belianis daba y recibía, porque se imaginaba que por
grandes maestros que le hubiesen curado, no dejaría de tener el rostro y todo el cuerpo lleno de cicatrices y
señales; pero con todo alababa en su autor aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable
aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma, y darle fin al pie de la letra como allí se promete; y
sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo
estorbaran.
Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar (que era hombre docto graduado en Sigüenza),
sobre cuál había sido mejor caballero, Palmerín de Inglaterra o Amadís de Gaula; mas maese Nicolás,
barbero del mismo pueblo, decía que ninguno llegaba al caballero del Febo, y que si alguno se le podía
comparar, era don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, porque tenía muy acomodada condición para todo;
que no era caballero melindroso, ni tan llorón como su hermano, y que en lo de la valentía no le iba en zaga.
En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y
los días de turbio en turbio, y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro, de manera que vino
a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamientos, como de
pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles, y asentósele
de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que
leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo.

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Decía él, que el Cid Ruy Díaz había sido muy buen caballero; pero que no tenía que ver con el caballero de la
ardiente espada, que de sólo un revés había partido por medio dos fieros y descomunales gigantes. Mejor
estaba con Bernardo del Carpio, porque en Roncesvalle había muerto a Roldán el encantado, valiéndose de
la industria de Hércules, cuando ahogó a Anteo, el hijo de la Tierra, entre los brazos. Decía mucho bien del
gigante Morgante, porque con ser de aquella generación gigantesca, que todos son soberbios y
descomedidos, él solo era afable y bien criado; pero sobre todos estaba bien con Reinaldos de Montalbán, y
más cuando le veía salir de su castillo y robar cuantos topaba, y cuando en Allende robó aquel ídolo de
Mahoma, que era todo de oro, según dice su historia. Diera él, por dar una mano de coces al traidor de
Galalón, al ama que tenía y aun a su sobrina de añadidura.
En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y
fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra, como para el servicio de su
república, hacerse caballero andante, e irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las
aventuras, y a ejercitarse en todo aquello que él había leído, que los caballeros andantes se ejercitaban,
deshaciendo todo género de agravio, y poniéndose en ocasiones y peligros, donde acabándolos, cobrase
eterno nombre y fama.
Imaginábase el pobre ya coronado por el valor de su brazo por lo menos del imperio de Trapisonda: y así con
estos tan agradables pensamientos, llevado del estraño gusto que en ellos sentía, se dió priesa a poner en
efecto lo que deseaba. Y lo primero que hizo, fue limpiar unas armas, que habían sido de sus bisabuelos, que,
tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había que estaban puestas y olvidadas en un rincón.
Limpiólas y aderezólas lo mejor que pudo; pero vió que tenían una gran falta, y era que no tenía celada de
encaje, sino morrión simple; mas a esto suplió su industria, porque de cartones hizo un modo de media
celada, que encajada con el morrión, hacía una apariencia de celada entera. Es verdad que para probar si era
fuerte, y podía estar al riesgo de una cuchillada, sacó su espada, y le dió dos golpes, y con el primero y en un
punto deshizo lo que había hecho en una semana: y no dejó de parecerle mal la facilidad con que la había
hecho pedazos, y por asegurarse de este peligro, lo tornó a hacer de nuevo, poniéndole unas barras de hierro
por de dentro de tal manera, que él quedó satisfecho de su fortaleza; y, sin querer hacer nueva experiencia de
ella, la diputó y tuvo por celada finísima de encaje. Fue luego a ver a su rocín, y aunque tenía más cuartos
que un real, y más tachas que el caballo de Gonela, que tantum pellis, et ossa fuit, le pareció que ni el
Bucéfalo de Alejandro, ni Babieca el del Cid con él se igualaban. Cuatro días se le pasaron en imaginar qué
nombre le podría: porque, según se decía él a sí mismo, no era razón que caballo de caballero tan famoso, y
tan bueno él por sí, estuviese sin nombre conocido; y así procuraba acomodársele, de manera que declarase
quien había sido, antes que fuese de caballero andante, y lo que era entones: pues estaba muy puesto en
razón, que mudando su señor estado, mudase él también el nombre; y le cobrase famoso y de estruendo,
como convenía a la nueva orden y al nuevo ejercicio que ya profesaba: y así después de muchos nombres
que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su memoria e imaginación, al fin le vino a llamar
ROCINANTE, nombre a su parecer alto, sonoro y significativo de lo que había sido cuando fue rocín, antes de

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lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo. Puesto nombre y tan a su gusto a
su caballo, quiso ponérsele a sí mismo, y en este pensamiento, duró otros ocho días, y al cabo se vino a
llamar DON QUIJOTE, de donde como queda dicho, tomaron ocasión los autores de esta tan verdadera
historia, que sin duda se debía llamar Quijada, y no Quesada como otros quisieron decir. Pero acordándose
que el valeroso Amadís, no sólo se había contentado con llamarse Amadís a secas, sino que añadió el
nombre de su reino y patria, por hacerla famosa, y se llamó Amadís de Gaula, así quiso, como buen caballero,
añadir al suyo el nombre de la suya, y llamarse DON QUIJOTE DE LA MANCHA, con que a su parecer
declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre della.
Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su rocín, y confirmándose a sí mismo,
se dió a entender que no le faltaba otra cosa, sino buscar una dama de quien enamorarse, porque el caballero
andante sin amores, era árbol sin hojas y sin fruto, y cuerpo sin alma. Decíase él: si yo por malos de mis
pecados, por por mi buena suerte, me encuentro por ahí con algún gigante, como de ordinario les acontece a
los caballeros andantes, y le derribo de un encuentro, o le parto por mitad del cuerpo, o finalmente, le venzo y
le rindo, ¿no será bien tener a quién enviarle presentado, y que entre y se hinque de rodillas ante mi dulce
señora, y diga con voz humilde y rendida: yo señora, soy el gigante Caraculiambro, señor de la ínsula
Malindrania, a quien venció en singular batalla el jamás como se debe alabado caballero D. Quijote de la
Mancha, el cual me mandó que me presentase ante la vuestra merced, para que la vuestra grandeza
disponga de mí a su talante? ¡Oh, cómo se holgó nuestro buen caballero, cuando hubo hecho este discurso, y
más cuando halló a quién dar nombre de su dama! Y fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo
había una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque según se
entiende, ella jamás lo supo ni se dió cata de ello. Llamábase Aldonza Lorenzo, y a esta le pareció ser bien
darle título de señora de sus pensamientos; y buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo, y que
tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla DULCINEA DEL TOBOSO, porque era
natural del Toboso, nombre a su parecer músico y peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a
sus cosas había puesto.

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