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PEC 1

Julio Baca
La democracia ateniense interpretada desde la perspectiva de la mujer y
del teatro en la Antigua Grecia
Antígona y Creonte, personajes creados por Sófocles, representan las dos
perspectivas del problema entre la concepción y la realización de una idea. La
definición y la comprensión de términos y conceptos son siempre arenas
movedizas. En la recopilación de ideas y actitudes que conforman el
nacimiento de una nueva palabra siempre hay posibilidad para la
contradicción y para la inexactitud. En una palabra compleja, política,
poderosa y, sin lugar a dudas, importante como lo es “democracia”, estas
posibilidades están todavía más presentes.
La cultura de la Antigua Grecia se suele considerar como uno de los pilares
básicos de la cultura occidental. Entre algunos de sus muchos conceptos
influyentes, uno de los más importantes es el de democracia, un término
particularmente esencial y central en nuestras concepciones políticas
modernas. La democracia, tal y como se entiende hoy en día, era entendida
por los atenienses de la misma forma en que se entiende actualmente: como
un deber moral y común, presente en la vida de todo ciudadano, cuya
influencia e importancia concierne a toda la comunidad y a toda la polis.
Resulta un planteamiento novedoso en la historia de la Antigüedad.
Atenas se encontraba poco antes en la época de tiranía de Pisistrato, iniciada
hacia el año 560 AC, finalizada con las reformas de Clístenes de alrededor
del 510 AC, implantadas una vez que la dinastía de tiranos es derrocada.
Violentamente desafiando medio siglo de tiranía, las reformas democráticas
prometen esta isotemia/isonomia, este derecho de igualdad de todos los
ciudadanos atenienses. Al pasar el tiempo, Atenas se encuentra con el
personaje de Pericles, todavía el primer nombre asociado con la democracia
griega, líder de la polis griega desde el año 446 AC hasta el 429 AC. Con él
florece no sólo el sistema político democrático, sino también la cultura y las
artes, pues Pericles apoya el desarrollo de las mismas y se rodea de creadores
en su círculo personal. Pericles, conocido y afamado orador, proclama la
democracia como este mencionado deber civil, esencial en el mantenimiento
de la estabilidad y el funcionamiento de la polis.
La gran novedad de la democracia es la igualdad y la participación conjunta
de todo ciudadano de Atenas en la política. Sin embargo, se calcula que sólo
el 30% de los ciudadanos, aproximadamente, podían formar parte de las
decisiones políticas. En el concepto de “ciudadanos” se excluyen esclavos y
extranjeros residiendo en la ciudad, lo cual no resulta sorprendente. Esta cifra
aproximada también se explica por los problemas de logística con los que los
estamentos menos privilegiados se encuentran al intentar participar en la
política. Su inevitable falta de posibilidades conlleva al aumento de
influencia aristocrática en la política.
Por otro lado, la democracia excluye así mismo a las mujeres, ya que éstas no
se consideran ciudadanas en el mismo sentido que un hombre por razones
que podríamos denominar como biológicas. Las mujeres se consideran
inferiores al hombre en tanto que son incapaces de asumir responsabilidades
y son poco competentes; es por esto que no deben tomar parte en el
desarrollo político de la ciudad y están subordinadas al sexo masculino en el
plano legal. Por tanto, son más bien parte de la propiedad de un varón (oikos)
y una mera herramienta en la formación de una vida plena y estructurada del
hombre; un matrimonio es importante en la sociedad ateniense pues es una
pieza importante del orden y estabilidad general. La mujer es más que un fin,
un medio. En la política sólo tienen voz los hombres atenienses. El concepto
de democracia y de igualdad política y social a todo ateniense es, por tanto,
considerablemente menos literal y auténtico de lo que parece serlo tal y como
se plantea en un principio. La definición de la democracia como el derecho a
la isotemia/isonomia se extiende por el mundo occidental, como ya he
mencionado, y eventualmente se instala como uno de los pilares del sistema
político moderno. Sin embargo, en este desarrollo histórico también nos
encontramos con ciertas contradicciones básicas, también ampliamente
vinculadas con el papel de la mujer como ciudadana del mismo modo que un
hombre.
Antes de reflexionar sobre la obra de Sófocles, hemos de resaltar por qué una
obra de teatro en la Antigua Grecia podía tener tanto impacto y fuerza. Desde
las reformas de Solón y Clístenes en el ámbito político, en el siglo VI AC, el
teatro toma un papel pedagógico en la sociedad. Es un reflejo de lo sucedido
en la política, que reemplaza la mentalidad supersticiosa y mística, en la que
un ciudadano no es culpable de nada, por una en la que la responsabilidad y
el aprendizaje son las herramientas básicas del progreso. Las artes se
empapan de esta nueva actitud y toman un cariz educativo, principalmente
basado en la educación moral. Por otro lado, el teatro era un evento social
para toda la población de la polis. Todo estamento social acudía al teatro, lo
que facilitaba considerablemente la difusión y repartición de ideas, y creaba
así mismo una noción de identidad cultural importante.
Así pues, en estas condiciones artísticas, sociales y políticas, Sófocles, uno de
los más conocidos autores de teatro griego, vive y escribe en la época de
Pericles, y se ve bajo la influencia directa del apoyo que el líder político
ofrece a las artes. Hacia el año 443 AC, escribe la pieza teatral “Antígona”,
basada en la historia de Edipo. Los personajes principales de esta obra, ya
nombrados como la mujer que da nombre a la obra y el rey Creonte,
sostienen puntos de vista que representan esta misma confrontación
inevitable entre ideas y definiciones, esta vez visto a través de leyes, oficiales
y aparentemente inamovibles, y el impulso personal y sentimental de la
protagonista.
El conflicto entre Antígona y Creonte representa el conflicto entre Estado e
individuo, entre ley civil y ley moral, entre deber político y deber divino.
Desde su mismo inicio, Sófocles pone en duda la necesidad de seguir al
Estado incondicionalmente y se replantea el concepto de obediencia
incondicional por medio del personaje de Antígona. El autor refleja el
conflicto insostenible pero a la par inevitable de lo específico y práctico
contrapuesto a lo abstracto e intemporal.
Antígona, obra que fácilmente se nos podría presentar como distante e
incluso impertinente en nuestro panorama actual, expresa una idea clara y
muy común, que de ninguna manera está absente en nuestra época.
Bibliografía:
Picazo, M. (2008): “Leyes, familia y mujeres en la ciudad griega”. Alguien
se acordará de nosotras: mujeres en la ciudad griega antigua. Ediciones
Bellaterra: 51-72.
Domínguez Monedero, A.J.; Pascual González, J. (1999). “Atenas en la
segunda parte de la Pentecontecia. I: la democracia ateniense en la época de
Pericles”. En Esparta y Atenas en el siglo V a.C. Ed. Síntesis: 161-186.
Guzmán Guerra, A. (2005): “Antígona: las leyes no escritas de los dioses”.
Introducción al teatro griego. Alianza Editorial: 101-114.
Kinder H.; Hilgemann W.; Hergt M. (2007) “Atlas histórico mundial: de
los orígenes a nuestros días” Edición 22, Akal

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