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La historia de Cristo
El primer contenido que tendrá el arte romántico será Cristo, o la historia
del mismo, en la que se resalta su sufrimiento, su agonía y su muerte. Dios
en tanto hombre es vulnerado, su cuerpo humano es indiferente, contingente.
Aunque se ha representado a Cristo, no es lo mismo que pensarlo como un dios
griego; pensarlo sería perturbador, pues cristo es “el hijo de Dios”, y, por
tanto, es más divino que humano. Aunque Cristo se representa en la figura
humana, él es más divino que los dioses griegos, quienes tenían varias
características humanas.
El dolor
El dolor surge en tanto se niega algo que pertenece a la existencia espiritual;
en ese sentido, en tanto hay movimiento dialéctico, a lo espiritual le será
necesario el dolor. Sólo la espiritualidad será libre en tanto se comprenda
el dolor. Cuando lo doloroso se presenta en el arte aparece lo indiferente o
lo “feo afirmativo”, es decir, la otra parte que determina la singularidad.
Se expresa con tal intensidad que el sufrimiento se vuelve parte de la
expresión espiritual misma, hace parte de ella en la síntesis de ambas.
Lo romántico exige, por tanto, liberarnos en cierta medida del ideal (expresado
de manera completa en el arte clásico), lo que implica que lo particular
aparecería como desgarrado (tiende a un extremo). Lo bello ya no se daría en
una unidad equilibrada como en el ideal de lo bello clásico, sino que por un
lado se piensa abstractamente, y por otro se piensa en la multiplicidad
exterior. El dolor es importante en tanto constituye la determinación
esencial.
La reconciliación
En la reconciliación es donde conocemos al espíritu libre. En este proceso
conocemos la idea del espíritu, aquel que se aleja de su condición natural
hasta lograr un acercamiento a la idea de libertad. El espíritu en su acepción
verdadera no es objeto todavía del arte, pues la idea del espíritu como lo
absoluto es superior al arte; en el arte el espíritu no se sabe, sino que
existe en la forma de sentimiento: eso es el amor, y allí aparece la belleza
espiritual: “El amor no es más que [el hecho que] la conciencia se olvida en
otra conciencia, deja perecer en ella su personalidad y precisamente al hacerlo
se encuentra a sí misma, se posee a sí misma”(cfr. Hegel 2006, p. 333). Así,
nos dirá Hegel que el amor se presenta en tanto hay intimidad entre las
espiritualidades, y que el amor materno se da, pero libre de deseo, es
desinteresado. Así, el objeto capital de arte es la Madonna.
El honor
Es peculiar de los románticos el reclamar el honor. Por ejemplo, el individuo
que se tiene como fin quiere ser reconocido por los demás, y hacerse valer
como tal en una representación, de modo que sea reconocido por los demás. Así,
el honor se vuelve un impulso para la realización de otros elementos, y, por
tanto, no se trata de un fin objetivo-universal.
La valentía peculiar
Su fin puede ser doble: o el honor o la producción fantástica de aventuras
que cargan en sí mismas con algo alegórico.
El carácter
Este carácter responde a una naturaleza inmediata, y, por tanto, no posee un
interés universal para sí. ¿Qué determina, frente al carácter, lo romántico?
Según Hegel, la firmeza de los caracteres particulares es lo que determina lo
romántico. En el individuo romántico prevalece una pasión hasta perecer, nada
hace que frene dicha pasión o dude de lo que hará.
El rasgo, [propio] del círculo de lo romántico, según el cual lo mundano,
lo exterior existe de por sí, alcanza su autonomía, es lo que
precisamente puede llamarse la desdivinización de la naturaleza, el hecho
de que lo inmediato, el espíritu individual en su singularidad está para
sí, pone su determinidad para sí y, como carácter, ejecuta ésta
formalmente. (Hegel 2006, p. 355)
La acción
También llamada por Hegel el acontecimiento, es lo posterior a los caracteres.
Hegel aclara que la acción implica un fin universal, por tanto, la acción es
consecuente. La acción se da en un entorno exterior se que presenta con sus
contingencias y enredos; esto es lo que constituye el carácter de la acción
en general. Pero las acciones en lo romántico están ligadas a la aventura, y
en unión con lo religioso, le fin no es unificado, sino que está “quebrado”
(cfr. p. 357). Sucede aquí la combinación de fines éticos muy elevados con
otros fines que devienen bajos.
Lo prosaico y lo subjetivo
En este punto lo espiritual deviene meramente subjetivo y lo natural se
convierte en algo meramente exterior: los objetos prosaicos se vuelven objetos
de arte, y lo subjetivo y el ánimo asumen la forma artística; estos objetos
prosaicos pueden llevar a la idea de imitación de la naturaleza: tratamos lo
prosaico como si fuera arte (cfr. p. 361).
Estos objetos prosaicos que se integran en el arte se extienden, en el círculo
mismo del arte, hasta el infinito. Reaparece la mímesis en tanto se presentan
los objetos de la naturaleza de manera idéntica; aquí, entonces, evaluaríamos
el talento subjetivo del artista, quien ha captado todo correctamente.
Lo enteramente subjetivo del arte romántico, finalizará diciendo Hegel, es el
humor. Aquí, el poeta no requiere de la elaboración consciente y rigurosa de
una historia, un espacio, unos momentos; se trata de una creación momentánea
en la que se deja ir a sí mismo. Las obras de arte no pueden llamarse
humorísticas, no hay profundidad en su contenido; aquí, entonces se acaba el
arte: no hay una objetividad interna, solo la peculiaridad del individuo.