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(Director)
[Iberconceptos-I]
Editores
Fundación Carolina
Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales
Madrid, 2009
Legitimidad y deliberación: el concepto
de opinión pública en Iberoamérica, 1750-1850
Noemí Goldman
Introducción
E
ste ensayo se propone realizar una reflexión comparativa de la evolución
semántica del concepto de «opinión pública» en Iberoamérica desde sus
primeras apariciones hasta mediados del siglo xix. Este texto ha sido elabo-
rado a partir de los estudios sobre el concepto realizados por los siguientes auto-
res: Noemí Goldman y Alejandra Pasino (Argentina-Río de la Plata), Lúcia Ma-
ria Bastos P. Neves (Brasil), Gonzalo Piwonka Figueroa (Chile), Isidro Vanegas
(Colombia-Nueva Granada), Javier Fernández Sebastián (España), Eugenia Rol-
dán Vera (México), Joëlle Chassin (Perú), Ana Cristina Araújo (Portugal) y Co-
lette Capriles (Venezuela). La perspectiva que adoptaremos no será la de evaluar
los grados de «modernidad» de sus formulaciones, sino la de describir las cons-
trucciones conceptuales en las que aparece el término, sus modulaciones semán-
ticas, sus usos retóricos y sus valores, así como de explicar a qué situaciones his-
tóricas correspondieron las diversas y cambiantes funciones que cumplió la
opinión pública en el mundo hispano-luso a lo largo de casi un siglo. Veremos
cómo la difusión de la voz no provino de una simple adaptación de uno de los
conceptos centrales de la modernidad política sino de una elaboración colectiva
con múltiples apropiaciones, usos y reflexiones realizados por variados actores a
ambos lados del Atlántico.
Los estudios sobre la difusión del concepto de opinión pública como nuevo
principio de legitimación política, que inició su trayectoria con la grave crisis que
sacudió al conjunto del Atlántico hispano-luso durante las invasiones francesas,
la libertad de imprenta y las nuevas formas de sociabilidad, son relativamente
nuevos. Al mismo tiempo que estas investigaciones se inspiraron en el modelo
clásico de Habermas –junto al de otros distinguidos autores1– han llamado la
1
Reinhart Koselleck, Crítica y crisis del mundo burgués, Madrid, Rialp, 1965, 1ª ed. en
alemán 1959; Jürgen Habermas, Historia y crítica de la opinión pública, Barcelona, Península,
1981, 1ª ed. en alemán 1962; Keith Michael Baker, Au tribunal del l’opinion. Essais sur
l’imaginaire politique au xviiie siècle, París, Payot, 1993, 1ª ed. en inglés 1990; Baker, «‘L’espace
public’, 30 ans après»: Quaderni, nº 18, París, 1992, pp. 161-191; Roger Chartier, Espacio
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Diccionario político y social del mundo iberoamericano
público, crítica y desacralización en el siglo xviii. Los orígenes culturales de la Revolución Fran-
cesa, Barcelona, Gedisa, 1995, 1ª ed. en francés 1990.
2
Cuestión planteada con claridad en la introducción al libro de François-Xavier Guerra
y Annick Lempérière eds., Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas,
siglos xviii-xix, México DF, Fondo de Cultura Económica, 1998. Además, entre los más im-
portantes trabajos sobre el concepto de «opinión pública» en el ámbito iberoamericano, véan-
se: Ana Cristina Araújo, A cultura das Luzes em Portugal. Temas e problemas, Lisboa, Livros
Horizonte, 2003; Lúcia Maria Bastos P. das Neves, «Leitura e leitores no Brasil, 1820-1822. O
esboço frustrado de uma esfera pública de poder» en Acervo, nº 8, 1-2, 1995, pp. 123-138; Ig-
nacio Fernández Sarasola, «Opinión pública y ‘libertades de expresión’ en el constituciona-
lismo español, 1726-1845» en Giornale di Storia Costituzionale, nº 6, 2003, pp. 195-215; Javier
Fernández Sebastián, «Opinión pública»: Javier Fernández Sebastián y Juan Francisco
Fuentes dirs., Diccionario político y social del siglo xix español, Madrid, Alianza, 2002, pp.
477-486; Javier Fernández Sebastián, «El imperio de la opinión pública según Flórez Estra-
da» en Joaquín Varela Suanzes-Carpegna coord., Álvaro Flórez Estrada, 1766-1853. Políti-
ca, Economía, Sociedad, Oviedo, Junta General del Principado de Asturias, 2004, pp. 335-398;
Noemí Goldman, «Libertad de imprenta, opinión pública y debate constitucional en el Río de
la Plata, 1810-1827» en Prismas. Revista de historia intelectual, nº 4, 2000, pp. 9-20; Pilar Gon-
zález Bernaldo de Quirós, «Literatura injuriosa y opinión pública en Santiago de Chile
durante la primera mitad del siglo xix» en Estudios Públicos, nº 76, 1999, pp. 233-262; Annick
Lempérière, «Versiones encontradas del concepto de opinión pública. México, primera mitad
del siglo xix» en Historia contemporánea, nº 27, México DF, 2004, pp. 565-580; Claude
Morange, «Opinión pública. Cara y cruz del concepto en el primer liberalismo español» en
Juan Francisco Fuentes y Lluis Roura eds., Sociabilidad y liberalismo en la España del siglo
xix. Homenaje al profesor Alberto Gil Novales, Lérida, Milenio, 2001, pp. 117-145; Marco
Morel, As transformações dos Espaços Públicos. Imprensa, atores políticos e sociabilidades na
cidade Imperial, 1820-1840, São Paulo, Hucitec, 2005; Jorge Myers, Orden y Virtud. El discur-
so republicano en el régimen rosista, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1995;
idem, «Las paradojas de la opinión. El discurso político rivadaviano y polos. El ‘gobierno de
las luces’ y ‘la opinión pública, reina del mundo’», en Hilda Sabato y Alberto Lettieri, co-
ords., La vida política en la Argentina del siglo xix. Armas, votos y voces, Buenos Aires, Fondo
de Cultura Económica, 2003, pp. 75-95; Rodolfo Enrique Ramírez, «La querella de la opinión.
Articulación de la opinión pública en Venezuela, 1812-1821», en Boletín de la Academia Na-
cional de la Historia, nº 353, 2006, pp. 135-161; José Tengarrinha, Imprensa e Opinião Públi-
ca em Portugal, Coimbra, Minerva, 2006.
3
Elías J. Palti, El tiempo de la política. El siglo xix reconsiderado, Buenos Aires, Siglo
XXI, 2007, pp. 161-202.
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Javier Fernández Sebastián, «Le concept d’opinion publique, un enjeu politique euro-
américain, 1750-1850», en Javier Fernández Sebastián y Joëlle Chassin coords., L’avènement
de l’opinion publique. Europe et Amérique, xviii-xix siècles, París, Editions L’Harmattan, 2004,
pp. 9-29.
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5
Un estudio pionero sobre estas vinculaciones lo constituye el ensayo de Annick Lempé-
rière, «República y publicidad a finales del Antiguo Régimen, Nueva España»: François-Xa-
vier Guerra y Annick Lempérière eds., Los espacios públicos (nota 2), pp. 54-79. La autora
advierte, con relación a la no desdeñable pervivencia del ideal del público, que «el liberalismo,
de buen o mal grado, tuvo que tener en cuenta esta herencia, y su cultura política conservó a lo
largo del siglo xix referencias insistentes a la moral, a la virtud y a las buenas costumbres»,
Ibidem, p. 79.
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Noemí Goldman Opinión Pública – Introducción
trada. Sin embargo, se hace perceptible, a partir del nuevo clima de ideas inaugu-
rado por las reformas de la monarquía de los Borbones y el surgimiento de la
prensa periódica, la incorporación de una nueva acepción de «público». En efec-
to, por una parte, en varios de los primeros periódicos americanos de los últimos
años del gobierno borbónico surgen nuevos temas «públicos» vinculados a la
ciencia, a la educación, a las artes, a la economía o a la política general del reino;
por la otra, «público» como sustantivo comienza a referirse al «conjunto de lec-
tores de una publicación» o a los hombres capaces de aportar sus «luces» al
«pueblo»6; aunque cabe observar que «pueblo» sólo parece referirse en estos pa-
peles a lo que en forma muy reveladora expresa el prospecto de El Redactor Ame-
ricano de Santafé de Bogotá: «lo que fuere digno de presentarse a un Público
ilustrado, católico y de buena educación»7.
6
Véase, por ejemplo, Gazeta de México, México, 1784-1809; Correo curioso, Bogotá,
1801; Telégrafo Mercantil, Rural, Político e Histórico del Río de la Plata, Buenos Aires,
1801-1802.
7
El Redactor americano, Bogotá, 1, 6-XII-1806.
8
O Campeão Portuguez, Lisboa, 1822.
9
El Espectador Sevillano, 3, México, IV-1810, pp. 78-110.
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10
El Patriota de Venezuela, 12, 19-VII-1811 (sesión del 4 de julio); citado por Carole
Leal Curiel, «Tertulia de dos ciudades. Modernismo tardío y formas de sociabilidad política
en la provincia de Venezuela» en François-Xavier Guerra y Annick Lempérière, Los espacios
públicos (nota 2), pp. 168-195, aquí: p. 186.
11
François-Xavier Guerra, «Voces del pueblo. Redes de comunicación y orígenes de la
opinión en el mundo hispánico, 1808-1814» en Revista de Indias, nº 225, 2002, pp. 367-384.
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José Carlos Chiaramonte, Nación y Estado en Iberoamérica. El lenguaje político en
tiempos de las independencias, Buenos Aires, Sudamericana, 2004; José M. Portillo Valdés,
Crisis atlántica. Autonomía e independencia en la crisis de la monarquía hispana, Madrid, Mar-
cial Pons, 2006.
13
Véronique Hébrard designó como «[m]orfología de la opinión pública» a la polisemia
del concepto que se despliega en forma simétrica al vocablo «pueblo»: cuando se menciona el
término se trata de los individuos o grupos que componen el pueblo en su sentido social o de
los pueblos como unidades geo-administrativas. Véronique Hébrard, «Opinión pública y re-
presentación en el congreso constituyente de Venezuela», en François-Xavier Guerra y An-
nick Lempérière, Los espacios públicos (nota 2), pp. 196-224.
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Diccionario político y social del mundo iberoamericano
de «opinión pública» con relación a la idea de una verdad objetiva14; de modo que
es sintomática la percepción ambivalente que de los efectos de la difusión del con-
cepto tienen los líderes de las revoluciones por la independencia en América del
Sur. Bolívar reconoce el valor de la opinión pública en las repúblicas al mismo tiem-
po que –en un comentario a Santander– señala el dilema de la libertad de opinar:
«hermosa libertad de imprenta, con su escándalo, ha roto todos los velos, irritando
todas las opiniones»15. Lo cierto es que esa «aporía» constitutiva del concepto en-
cuentra tierra fértil en los discursos de los dirigentes revolucionarios de la América
hispana confrontados con la dispersión de las «opiniones» territoriales, sociales y
étnicas. Por otra parte, la repetida expresión «fijar la opinión pública» no es sólo
una respuesta a los constantes peligros que asedian a la revolución en América del
Sur, sino un tópico constitutivo del propio discurso revolucionario neogranadino.
En el Río de la Plata este ideal, que también forma parte del discurso de la revolu-
ción, aparece sin embargo más vinculado al debate sobre las formas de organización
política y al carácter de la constitución. En cualquier caso, durante las guerras de
independencia, una gran variedad de testimonios oponen la nueva época de la liber-
tad de conocer, opinar y juzgar, a los «tres siglos de oscurantismo» y de «despotis-
mo» en los que primaron el secreto y el misterio, aunque fundamentalmente como
tarea de los dirigentes revolucionarios y de los «hombres ilustrados» que deben
«formar», «ilustrar» y «dirigir» la opinión pública. En este contexto, lo que da co-
herencia y fuerza al concepto es menos su identificación con una autoridad política
abstracta y universal –aunque invocada– que su asociación con la opinión de «los
héroes» o con la palabra patriota.
«La opinión patriota es hoy el bien más estimable que todos ambicionan y dispu-
tan: los que no han llegado a merecerla por su conducta anterior, se creen desgracia-
dos; y la aflicción que sufren, es un holocausto que ofrecen a la patria en desagravio
de sus pasados yerros»16.
14
«[...] el sentido del unanimismo no es unívoco [...] no es en sí mismo ‘tradicional’ o
‘moderno’ [...] Su significado no puede, en fin, establecerse independientemente de la red dis-
cursiva particular en que esta se produce. Lo cierto es que el afán de unanimidad no era en
absoluto contradictorio con los imaginarios modernos. De hecho, éste formaba parte funda-
mental del concepto jurídico (‘moderno’) de la opinión pública. Como vimos, sin al menos una
instancia de Verdad, la cual es, por definición, trascendente a las opiniones, dicho concepto no
podría articularse. No obstante, es cierto aún que ésta resultaba, a la vez, destructiva de aquél.
En última instancia, la historia del concepto de opinión pública es menos la marcha tortuosa
hacia el descubrimiento de su «verdadera» noción (la que actúa como un telos hacia el cual ésta
tiende, o debería tender) que el de los diversos intentos de confrontar esta aporía constitutiva
suya, el tanteo incierto en un terreno en que no hay soluciones válidas preestablecidas»; Palti,
El tiempo (nota 3), pp. 173-174.
15
Guillermo Hernández de Alba ed., Cartas Santander-Bolívar, Bogotá, Fundación
para la Conmemoración del Bicentenario, 1988, t. VI, p. 43.
16
El Pacificador del Perú, Barranca, 7, 10-VI-1821.
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Pilar González Bernaldo de Quirós puso de relieve esta cuestión en un pertinente estu-
dio del lugar del impreso y del principio de publicidad en el Chile post-independiente para
dirimir litigios sociales, en la búsqueda de fundar sobre bases republicanas el reconocimiento
social de una antigua jerarquía. González Bernaldo, «Literatura injuriosa» (nota 2).
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Noemí Goldman Opinión Pública – Introducción
«examinar y censurar, con respeto, la conducta del gobierno, y de todos aquellos que
tienen alguna parte en la administración pública: consiste en la misma publicidad de
todas las operaciones del gobierno [...]»23.
22
O Portuguez, Lisboa, 10-VIII-1827.
23
El Independiente, Buenos Aires, 27-X-1826: Biblioteca de Mayo, tomo IX, Buenos Ai-
res, Senado de la Nación, 1960, p. 7775.
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«O governo constitucional que se não guia pela opinião pública ou que a ignora,
torna-se flagelo da humanidade. [...] A Providência concedeu-me o conhecimento
desta verdade: baseei sobre ela o meu sistema, ao qual sempre serei fiel»26.
«[...] siempre debe venir de fuera del gobierno, es decir, que va del pueblo al gobierno
y no al revés. La razón es porque en el régimen representativo la ley es la que manda,
y ésta no es otra cosa que la representación de la opinión, esto es, de la voluntad ge-
neral, lo que hace que cada uno no tenga más que reconocer en la ley, sino lo que ha
querido y pensado él mismo»27.
24
Revérbero Constitucional Fluminense, Río de Janeiro, 6, 2-VII-1822.
25
O Constitucional, Bahía, 42, 15-VII-1822.
26
Proclamação. Habitantes do Brasil, Río de Janeiro, 1823.
27
El Amanuense Patriótico, Cartagena, 17, 15-VIII-1827, pp. 2 y 3.
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Sin embargo, a un lado y otro del Atlántico persisten los interrogantes sobre
quiénes y a través de qué medios deben formar, expresar o conocer la opinión
pública, así como las dudas sobre su verdadero valor. En este sentido, encontra-
mos diversos testimonios que la asocian con una suerte de «manipulación», ya sea
del público lector o de los pueblos, por parte de redactores de periódicos, de
«caudillos» o de diversos líderes provinciales, o que insisten en el desigual desa-
rrollo de la prensa en los distintos pueblos y la poca ilustración de la población
para desarrollar la «opinión pública»; o la asocian con un cuestionamiento –en
particular en América– sobre su inconsistencia conceptual, al observar que, sien-
do la opinión pública un poderoso e imperioso agente que debe «fijar» las insti-
tuciones y guiar a los gobiernos, no se han conformado en todos los casos los
elementos que posibiliten distinguir «los extravíos de la razón» de «la sanidad de
los juicios»29.
Así, este periodo inaugural en las prácticas representativas es rico en innova-
ciones léxicas, pero también en coexistencias y pervivencias de viejos significa-
dos. Podemos trazar el siguiente esquema general de conceptos afines a la opinión
pública: libertad, liberal, liberalismo, constitución, soberanía del pueblo, civiliza-
ción, gobierno o sistema representativo, deliberación, espíritu del siglo, ilustra-
ción, educación. Y también se puede dibujar un segundo esquema de algunos de
los sintagmas que funcionan como opuestos o complementarios de la opinión
pública: voz del pueblo, voz común, opiniones, opinión popular, público, espíri-
tu público, pueblos, apoderados, facciones, demagogos.
28
Nova Luz Brasileira, Río de Janeiro, 21, 19-II-1830.
29
«Hasta ahora se ha hablado de la opinión pública, como de un poderoso agente que fija
las instituciones y dirige los pasos de los Gobiernos [...]. En las Repúblicas de América se ha
hecho un abuso perjudicial de los preciosos atributos que se le concede a la opinión, porque sin
que existan elementos suficientes para formarla tan imperiosa como debe ser [...] no se ha que-
rido deslindar la diferencia que hay entre extravíos de la razón y sanidad de los juicios [...]». La
Estrella Federal, Lima, 12, 23-VI-1836.
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Diccionario político y social del mundo iberoamericano
«Cada cual proclama que sigue la voluntad nacional, y mientras tanto divide y
desalienta la opinión pública y con frecuencia la combate abiertamente. El bien públi-
co sirve siempre de pretexto a los delitos, y el espíritu de revolución es el único ali-
mento de estas cabezas»30.
«[...] emite sus deseos y extiende sus instrucciones, invistiendo a la magistratura con
las insignias de la representación popular. Por ende, la opinión pública en una Repú-
blica es poderosa, porque debe a la ley sus títulos y sus derechos; como poderosa es
absoluta en sus resoluciones; como absoluta es incontrastable; y como incontrastable
digna, reservada y fiel a su palabra»32.
30
La Bandera Nacional, Bogotá, 16 y 47, 4-II-1838 y 2-IX-1838.
31
Manual Político del Venezolano, Caracas, Imprenta Damirón, 1839, p. 120. El manual
es atribuido a Francisco Javier Yanes.
32
El Ferrocarril, Santiago de Chile, 24-IV-1850.
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Conclusión
33
Alexandre Herculano, Opúsculos II, Lisboa, Presença, 1983, original de 1856, p. 32.
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Diccionario político y social del mundo iberoamericano
cisar el uso correcto del término mientras descalifica su extendido uso para justi-
ficar pronunciamientos:
«Muchos han entendido que la voz popular proclamando una injusticia o promo-
viendo un desorden, es la opinión pública; mas se han equivocado. El grito sedicioso
de un pueblo, no es otra cosa sino el eco de la demagogia que se forma con la misma
facilidad que las nubes de la primavera, y se disipa a la manera que la niebla al soplo
del vendaval»34.
El empleo del mismo artículo, en una nueva versión, treinta años más tarde de
su primera circulación (1810), nos advierte sobre un doble movimiento en la di-
fusión del sintagma «opinión pública». Primero, la variabilidad de las apropiacio-
nes/refracciones de un concepto que entró con fuerza en las luchas políticas de la
primera mitad del siglo xix en Iberoamérica como nuevo principio de legitima-
ción política, y que con los años se hace difuso en su extendido uso, al mismo
tiempo que se redefinen sus componentes semánticos. En los distintos espacios
territoriales es evidente la constante preocupación de las élites por «fijar la opi-
nión», que se vincula con la voluntad de controlar los posibles efectos sociales
que la difusión del término pudiera conllevar en contextos de revolución y de
guerras dentro de poblaciones fuertemente diferenciadas étnicamente, o con po-
blación esclava. En segundo término, cabe observar que estas reescrituras «colec-
tivas» del «Ensayo sobre la opinión pública» revelan algunos rasgos del proceso
de «temporalización» del concepto –para retomar uno de los componentes de la
Sattelzeit propuesta por Koselleck– para analizar el cambio conceptual en el ám-
bito germanoparlante entre 1750 y 185035. Por cierto, la difusión del concepto
encierra en sus inicios una carga sustantiva de «expectativa» con respecto a la
posibilidad de promover las «luces» y la «civilización» en los diferentes ámbitos.
Sin embargo, también se puede constatar un enfriamiento de estas expectativas
con el correr de los años y la variada apropiación del concepto por parte de diver-
sos actores en disputa. En este sentido, la existencia de distintas versiones del
concepto pone de manifiesto lo que en palabras de Koselleck serían «las raíces
diacrónicas de la riqueza semántica de los conceptos», es decir, las estructuras
sociales y lingüísticas que posibilitan tanto la reiteración como el cambio de las
palabras36. Así, lo que la cita de La Cucarda descubre no es sólo la pervivencia de
viejos significados en la expresión «voz popular», sino también la existencia de
una nueva dimensión lingüística en el reclamo que identifica la «voz popular» con
la «opinión pública» y que ya no puede ser ignorada.
34
La Cucarda, Oaxaca, 30-III-1851.
35
Reinhart Koselleck, «Richtlinien für das Lexikon politisch-sozialer Begriffe der Neu-
zeit» en Archiv für Begriffsgeschichte, nº 11, 1967, pp. 81-99; idem, Futuro pasado. Para una
semántica de los tiempos históricos, Barcelona, Paidós, 1993.
36
Javier Fernández Sebastián y Juan Francisco Fuentes, «Historia conceptual, memo-
ria e identidad. Entrevista a Reinhart Koselleck» en Revista de Libros, nº 111, 2006, pp. 19-22
y 112, 2006, pp. 6-10; Reinhart Koselleck, «Estructuras de repetición en el lenguaje y en la
historia» en Revista de Estudios Políticos, nueva época, nº 134, 2006, pp. 17-34.
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Véase nota 28.
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El Nacional, Buenos Aires, 16, 7-IV-1825.
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