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Fenichel Cap. XVII: Depresión y Manía.

Depresión y Autoestima
La depresión es un mecanismo de formación de síntomas, y puede ir desde lo leve (se presenta en casi todas las
neurosis expresada en sentimientos de inferioridad) hasta lo grave (estado psicótico angustioso de la melancolía).
Se basa en un supuesto de predisposición similar al de las adicciones. Cuando el estado de la autoestima es regulado
por suministros externos o los sentimientos de culpa la afectan, se dice que la persona tiene una necesidad vital de esos
suministros. Esto implica una voracidad constante, una fijación pregenital que lleva a intentar por todos los medios
inducir a los demás a que proporcionen dichos suministros. Las maneras más comunes de hacerlo provienen de
dependencias orales; conseguir lo que necesitan por medio de la propiciación y la sumisión. En caso de ser frustrados,
tienden a reaccionar con violencia.
Los métodos de propiciación suelen ser métodos de rebelión; el sacrificio y la plegaria son una especie de “violencia
mágica” para obligar a Dios a dar lo necesario.
“Adictos al amor”: todo lo anterior produce que los depresivos sean incapaces de amar activamente, necesitan ser
amados, de manera dependiente y pasiva.
Relaciones objetales: se hallan mezcladas con rasgos de identificación y cambian de objeto con frecuencia porque
ninguno es capaz de satisfacerlos.
No prestan consideración a los sentimientos del prójimo, y exigen que los comprendan. Esto los lleva a negar que
frecuentemente reaccionan de manera hostil al frustrarse.
No importa mucho la personalidad del objeto, solo importa la satisfacción de la necesidad. Es por esto que el objeto en
cuestión puede ser tanto una persona como una droga o un hobby obsesivo. No solo necesitan los suministros, sino
que también les da miedo conseguirlos porque inconscientemente los consideran peligrosos.
Al igual que con las drogas, la adicción se intensifica al no poder conseguir la satisfacción deseada. Esto se debe a la
ambivalencia extrema que surge de la orientación oral.
Depresión grave: producida cuando un individuo oralmente dependiente carece de suministros vitales.
Depresión leve: anticipación de la pérdida de manera premonitoria. No hay pérdida real.
Las depresiones neuróticas implican intentos desesperados de obligar a un objeto a otorgar suministros vitales al
individuo, mientras que las depresiones psicóticas la pérdida del objeto se ha producido de manera efectiva y real, por
lo que los intentos de regulación se dirigen de manera exclusiva al superyó.
La Oralidad en la Depresión
Existe una cierta semejanza entre la personalidad maníaco-depresiva en remisión y la neurosis obsesiva, en tanto el
dinero juega un rol protagónico (temor a la pérdida de poder). La diferencia está en la fijación, oral en el primer caso y
anal en el segundo.
Existen fantasías canibalísticas en los delirios melancólicos y en casos menos graves de depresión. Esto evidencia
regresiones a lo oral, como también ciertos comportamientos eróticoorales infantiles, como la succión del pulgar. Las
fantasías tienden a ser en torno al consumo de personas o partes de ellas como parte de un devorar sádico, de una
voracidad.
La analidad en la depresión no busca retener al objeto, sino incorporarlo, lo cual la relaciona con fases más tempranas
de lo sadicoanal. Se pierden parcialmente los objetos y al quedar libre de toda contención el paciente hace regresión
hacia la oralidad y el narcisismo.
Reseña de los problemas que atañen a los mecanismos de la depresión
Acontecimientos que precipitan una depresión: pérdida de autoestima o pérdida de suministros vitales de los cuales
depende la autoestima.
Si la pérdida de la autoestima depende de los suministros externos: “lo he perdido todo; ahora el mundo está vacío”.
Si se debe a una pérdida de los suministros internos del superyó: “lo he perdido todo porque no soy merecedor de
nada”.
Los pacientes tratan de influir permanentemente sobre su entorno para que les devuelvan la autoestima. Esto se da en
las depresiones neuróticas debido a que están enfocadas en la propiciación dirigida hacia objetos externos.
Lo que caracteriza a ambos tipos de depresiones es un intenso sadismo oral; el paciente deprimido suele lograr
dominar a quienes le rodean.
Diferencia principal entre D. neurótica y psicótica está en que la primera se enfoca en los objetos y suministros
narcisistas externos y la segunda en lo internalizado (el superyó).
El paciente depresivo se odia a sí mismo, porque es tan ambivalente consigo como con los objetos externos.
En las relaciones objetales, los impulsos de amor (léase, hacerse amar) son manifiestos y el odio se oculta, mientras
que en relación al propio yo es el odio lo que emerge al mismo tiempo que la sobreestimación narcisista primaria del
yo se esconde.
En la depresión se tiene la fantasía de que el objeto amado ambivalentemente ha sido devorado y existe ahora dentro
del propio cuerpo. La introyección constituye una fantasía sexual del paciente y su sexualidad está dirigida oralmente.
Otra característica de la depresión, especialmente de la psicótica, es que el intento de reestablecer el equilibrio
narcisístico perdido por medio de la introyección de objetos está destinado al fracaso. Por su carácter sádico, la
introyección es percibida como un peligro.
En esta introyección se pasa desde una lucha desde superyó vs. yo + objeto introyectado, pero el yo, desde su
ambivalencia, la transforma a yo vs. superyó + objeto introyectado.
Duelo y Depresión
Para aclarar dicha introyección, Freud comparó la depresión con el duelo. Este último es una pérdida real; cuando un
niño pierde un objeto, sus tendencias libidinosas –al desligarse del objeto- lo inundan y puede generar pánico.
El vínculo con el objeto perdido está representado por una multitud de recuerdos separados. La disolución del vínculo
implica trabajar cada uno de estos recuerdos, y eso requiere tiempo. Esto es el trabajo de duelo.
Para enfrentar esta situación, se recurre a la creación de un objeto sustitutivo dentro de si mismo, una vez que el objeto
real ha desaparecido. Se emplea la regresión, del amor a la incorporación, de la relación de objeto a la identificación.
Esto también se puede dar en pérdidas imaginarias, como el término de una relación.
El duelo compone dos actos: primero la introyección y luego poner fin a la ligazón con el objeto introyectado. Este
proceso se ve patologizado cuando la relación objetal es de carácter ambivalente, pues la introyección se vuelve sádica.
El duelo se caracteriza por esta introyección ambivalente del objeto perdido, la persistencia de los sentimientos que
alguna vez fueron dirigidas a este objeto y la participación de sentimientos de culpa a lo largo del proceso.
Intensificadores del conflicto:

 el objeto perdido no ha sido amado a nivel maduro, sino que fue utilizado como proveedor de suministros
narcisísticos.
 la previa relación con el objeto fue ambivalente.
 la persona tenía una fijación oral.
La depresión es un intento desesperado de obligar a un objeto incorporado oralmente a conceder perdón,
protección, amor y seguridad. Los elementos destructivos liberados por esta coerción crean sentimientos de
culpa y temores de represalia.
La introyección patognomónica
La introyección no es solo el intento de anular la pérdida, sino también de lograr la unión mística con el objeto perdido.
Esto se busca frecuentemente desde la ambivalencia y la coerción, por lo que la introyección se vuelve sádica y hostil
y termina por transformarse en castigo debido a la violencia del deseo. El superyó lucha activamente contra el yo. El
sadismo que era antes dirigido hacia el objeto se vuelve contra el yo.
La introyección opera en la dirección contraria a la proyección, las características “malas” del objeto se
perciben en el propio yo.
Una parte del yo del paciente se convierte en el objeto. Es una identificación narcisista, porque el objeto está
íntegramente reemplazado por una modificación del yo.
El conflicto entre el superyó y el yo
Después de la introyección, el sadismo se pone de parte del superyó y ataca al yo, modificado por la introyección
misma.
El objeto introyectado a su vez también puede unirse al superyó, debido al origen de este (que nace desde la
introyección).
En depresiones melancólicas pueden darse ideas delirantes de ser envenenado, que se originan en la sensación de ser
destruido por una fuerza introyectada oralmente. En la melancolía el peso de la personalidad se traspasa del yo al
superyó; el yo se vuelve el objeto.
El superyó tiene dos aspectos: el protector y el punitivo. En la depresión el primero de ellos se encuentra suprimido
por la regresión, mientras que el yo sigue intentando una reconciliación y reparación.
El objeto que otorgaba suministros narcisísticos ha “dejado de proporcionarlos” y perturba el aparato psíquico. En la
depresión, se busca castigar y destruir al objeto a modo de represalia; mas la introyección del mismo lo transforma en
parte del paciente, quien intentando destruir al objeto malo se destruye a sí mismo.
El yo reacciona ante el superyó tanto desde la sumisión como desde la rebelión. Lo segundo no puede tener éxito
debido al empoderamiento del superyó sádico; el sadismo superyoico hace fracasar todo intento de reparación y
perdón al yo y prolonga el sufrimiento más allá de toda posibilidad de goce.
Suicidio
El suicidio es la expresión del hecho que la tensión ejercida por el superyó es insoportable. El yo se ve desamparado
por su superyó y se deja morir. Es la vuelta al sentimiento de aniquilación de la guagua hambrienta que se siente
desamparada.
El suicidio representa el acto más extremo de sumisión congraciadora al castigo y al mismo tiempo es la máxima
rebelión: un asesinato.
Hay un componente de esperanzas tranquilizadoras en el suicidio, como reunirse con la persona fallecida o el anhelo
oceánico de unión con la madre, o simplemente el orgasmo.
En la melancolía, estas ilusiones llenas de esperanza están vinculadas al perdón y la reconciliación, que son forzados
mediante la máxima rebelión y sumisión simultáneas, la muerte del superyó castigador y el restablecimiento de la
unión con el superyó protector. Esto pone fin a las pérdidas de autoestima con la restauración del primitivo paraíso
de la omnipotencia oceánica.
Las esperanzas ilusorias en el suicidio se realizan efectivamente -hasta cierto punto- en la manía.
La regresión decisiva y sus causas
Se distingue la D. psicótica por la profundidad de la regresión narcisista, hasta el punto en que ya no hay objetos
externos. Se retiran las catexis del mundo y éste se percibe como vacío. La psicosis consiste en una regresión a una
etapa anterior al yo.
No hay depresión que no represente una repetición de una primera reacción decisiva a dificultades en la infancia, y
esta reacción se convierte en patrón para la configuración del trastorno. De este modo, una D. psicótica es una herida
grave al narcisismo infantil por una combinación de desengaños de amor antes de producirse el amarre definitivo de
los deseos edípicos. La repetición del desengaño primitivo es el detonante de la depresión.
Manía
El fenómeno maníaco es un enorme incremento de la autoestima. Esto conlleva a su vez una disminución y casi
desaparición de la consciencia. Se abandonan las inhibiciones y todas las actividades son intensificadas. Los pacientes
se hallan hambrientos de objetos en función de expresar sus potencialidades y de descargar sus impulsos, libres de
toda barrera.
Lo que la depresión se esforzaba en conseguir es accesible desde la manía; todos los suministros narcisistas
imaginables se ponen repentinamente al acceso del paciente, recobrándose la omnipotencia narcisista primaria.
En el estado maníaco desaparece la distinción entre el yo y el superyó. Mientras que en la melancolía el superyó es
omnipotente y el yo impotente, en la manía el yo recobra su omnipotencia repentinamente.
La manía tiene otro ingrediente de la ambivalencia en el amor extremo a sí mismo. El ingreso a ella se da desde el
acceso a la omnipotencia, que antes era detentada por el superyó. Esto puede ocurrir tanto por la eliminación de quien
tenía este poder (rebelión) como por la sumisión propiciatoria, en la cual se consigue que el superyó-tirano comparta
la omnipotencia. Ambas opciones son vividas como un triunfo para el yo; en la manía, el superyó se sumerge en el yo,
de la misma manera que cada noche el yo se sumerge en el ello al soñar.
A pesar del triunfo aparente, el paciente no ha superado totalmente su temor al superyó. Sufre de algo similar a lo
experimentado en el estado depresivo, pero con la diferencia de que emplea exitosamente la negación y la
sobrecompensación. Es siempre reactiva y constituye un intento desesperado de negar las dependencias. También se
encuentra la proyección, sobre todo en las manías que tienen tintes paranoides.
También en la manía se derroca la razón, se vuelve al narcisismo primario; se abandonan todas las restricciones, se
derrumba la organización del yo a consecuencia de la descarga incontrolada de las pulsiones. Se reactualiza la
omnipotencia, dejando de sentir culpa y perdiendo la noción de los objetos.
El castigo y la pérdida del amor por parte de los padres son sentidos como algo parecido al hambre y la absorción
como algo similar a la saciedad. Una vez que se introyecta a los padres, el yo reconstruye intrapsíquicamente la misma
situación con el superyó. En la depresión el yo no se siente amado por el superyó, y en la manía se reestablece la unión
amorosa oral absolutoria con el superyó.

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