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Los fundamentos

de la Edad
Moderna: el
desvelo del
mundo urbano
Maria Adela Fargas Peñarrocha
P08/74527/00779
© FUOC • P08/74527/00779 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

Índice

Introducción............................................................................................... 5

Objetivos....................................................................................................... 8

1. El relevo demográfico de las ciudades......................................... 9


1.1. Las bases del crecimiento urbano ............................................... 9
1.2. Las bases migratorias del crecimiento urbano ............................ 10

2. La persistencia del mundo rural................................................... 13


2.1. Características generales .............................................................. 13
2.2. La diversidad social en el campo ................................................ 13

3. La ciudad de los intercambios: el influjo del campo y más


allá.......................................................................................................... 17
3.1. Las manufacturas, continuidad y cambios ................................. 17
3.2. Recuperación de la crisis e inversiones ....................................... 20
3.3. La vitalidad del comercio ........................................................... 22

4. La ciudad de las culturas: una nueva urbanidad...................... 24


4.1. Características generales .............................................................. 24
4.2. El modelo urbano de la urbanidad moderna .............................. 24
4.3. Cultura popular y cultura de elites ............................................. 27

5. La ciudad de los espacios propios: el nacimiento de la


intimidad.............................................................................................. 29

6. La ciudad de las cortes y de los parlamentos: cómo


dialoga el Estado con la ciudad..................................................... 32
6.1. La renovación del saber y sus implicaciones políticas ................ 32
6.2. Pacto de elites y cultura de poder .............................................. 34
6.3. Ciudad, burocracia y finanzas .................................................... 34
6.4. La ciudad y el teatro del poder ................................................... 35
6.5. La ciudad y el Estado .................................................................. 36

7. La ciudad de las mujeres: reescribir sobre la ciudadanía........ 38

8. La ciudad de los perseguidos: los márgenes de la ciudad........ 40


8.1. Alteridad, heterodoxia y persecución ......................................... 40
8.2. La ciudad, el orden y los pobres ................................................. 40

Resumen....................................................................................................... 43
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Actividades.................................................................................................. 45

Ejercicios de autoevaluación.................................................................. 45

Solucionario................................................................................................ 46

Glosario........................................................................................................ 47

Bibliografía................................................................................................. 49
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Introducción

El cambio en las continuidades. Esta afirmación, aparentemente contradicto-


ria, nos permite comprender las tendencias hacia las que apunta el nacimien-
to de la que se denomina época moderna, que comprende en su conjunto del
siglo XVI al XVIII, pero que ya se anuncia en el siglo XV, e incluso en según
qué aspectos, un poco antes.

Para los historiadores, el término transición, que caracteriza el advenimiento


de la nueva época, indica cambio lento, que tiene lugar en medio de las vie-
jas estructuras. Para la Edad Moderna, se ha hablado fundamentalmente de
transición�hacia�el�capitalismo, o transición�hacia�el�Estado�autoritario.
Se trata de temas importantes. Y estas cuestiones han merecido interesantes
debates entre distintas escuelas historiográficas. El más relevante, también por
su duración y alcance, fue el debate historiográfico sobre la transición entre
el feudalismo y el capitalismo, para muchos, definidor de las bases de la Edad
Moderna. Este debate nació a partir de una crítica del economista Paul Swezy
a la obra de Maurice Dobb sobre el desarrollo del capitalismo, que tenía lugar
en los años cuarenta de nuestro siglo XX, y que más tarde debía continuar el
historiador Robert Brenner. Finalmente, la polémica se reeditó en 1976 bajo
el título La transición del Feudalismo al Capitalismo, con una introducción de
Rodney Hilton.

De todo esto, nos interesa recoger un elemento que fue considerado factor
de cambio para fundamentar los principios de unos nuevos tiempos. Estamos
hablando de las contradicciones existentes en el seno mismo del feudalismo
entre propiedad feudal a gran escala y pequeña tenencia campesina que fun-
cionaba como unidad de producción. En el feudalismo bajomedieval, tardío,
tuvo lugar un bajón de la exacción feudal, que llevaría al cambio. Al mismo
tiempo, el papel del cambio social se convertía en clave para entender la tran-
sición hacia la modernidad. El cambio social y el movimiento de clases, que
presentaba el campesinado acomodado como el auténtico protagonista de las
pequeñas innovaciones técnicas capaces de prosperar hacia una agricultura
capitalista. Siguiendo en esta línea, estudios posteriores que se publicarían en
los años sesenta y setenta del siglo XX, centrados ya en la historia del siglo
XVII, como los de A. Lublinskaya, mostraban la importancia de la continui-
dad, de los impedimentos en el camino hacia el capitalismo y sus dependen-
cias respecto al sistema feudal.

En los últimos tiempos, la historiografía modernista ha puesto a prueba el


concepto de cambio en la Edad Moderna, así como el mismo concepto más
general de modernidad. Una de las soluciones para superar los viejos clichés
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consiste en aceptar la amalgama de las dos realidades, tanto la de los cambios


como la de la continuidad, buscando un espacio o espacios idóneos para su
coexistencia.

El módulo presente trata precisamente de esta aparente paradoja o, tal como


hemos denominado, coexistencia. La coexistencia también nos ayuda a relati-
vizar el imponderable académico de la periodización. Muchas generaciones de
historiadores han expresado su incomodidad ante la necesidad de periodificar
artificialmente y establecer un antes y un después que separe la Edad Media de
la Edad Moderna. El texto que sigue os debe ayudar a comprender la ausencia
de muros entre la una y la otra, y sobre todo el hecho de que existió un ele-
mento transversal por donde se fueron asentando los fundamentos de la Edad
Moderna: el elemento de la urbanización. A partir de ahora ya no hablaremos
de las ciudades que emergieron entre los siglos XI y XIII al amparo de la activi-
dad mercantil. La clásica obra de H. Pirenne trata del surgimiento de la ciudad
medieval, matizada más tarde por J. Heers, que subrayó la existencia de una
diversidad de modelos. En cualquier caso, la ciudad se sitúa en la base de la
construcción cultural de Europa, algo que ya desveló también en las primeras
décadas del siglo XX J. Huizinga. Hablaremos ahora, sin embargo, de un nue-
vo concepto de ciudad que fructifica en la encrucijada de unos cambios que
también son sociales, políticos y culturales.

El cambio en las continuidades: la emergencia punzante, por debajo de unas


realidades sociales, económicas, mentales y culturales de larga duración, que
se habían ido prolongando desde tiempos precedentes, de unos elementos de-
finidores de cambio que son los que permitirán sacar adelante el desarrollo de
lo que ahora entendemos como modernidad.

Ciertamente, desde los siglos XIV al XV tienen lugar en el mundo occidental


una serie de procesos característicos de los nuevos tiempos. Se trata del inicio
de la recuperación demográfica y económica, el estallido brillante del Renaci-
miento, la fase decisiva de los descubrimientos geográficos, los primeros plan-
teamientos reformistas en el seno de la Iglesia o la potenciación de las princi-
pales monarquías occidentales una vez superadas sus guerras civiles.

Los elementos de cambio se reflejan mejor en las ciudades, en el marco del


espacio urbano. Será en el impulso dado al proceso de urbanización. El�pro-
ceso�de�urbanización�dio�forma�a�una�nueva�civilización, un cambio en
las actitudes y en los comportamientos, y arranca claramente de la baja me-
dievalidad.

Aun así, la más actual historiografía ha reconsiderado la vitalidad de las rela-


ciones que existían entre el pasado y el presente. Estas relaciones, donde mejor
se manifiestan, es en la continuidad del eje�campo�y�ciudad. En efecto, entre
ambos espacios hay un marco de relaciones comunes. En las ciudades del ini-
cio de la Edad Moderna todavía había dentro del recinto amurallado peque-
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ñas extensiones de superficie de cultivo. Persisten también otros vínculos, que


afectan tanto a los movimientos de la población, las migraciones, como a los
ejes de la producción agraria, la distribución de los excedentes y el consumo.

Sin embargo, mientras en el campo, donde ciertamente es mayoritaria la po-


blación que todavía vive durante los siglos de la Edad Moderna –parece que
un 6% hacia al año 1500–, las estructuras de larga duración no permiten en-
contrar signos muy evidentes de novedad, es en la ciudad y dentro del espacio
urbano donde ocurrirán los más importantes procesos de cambio que se irán
desarrollando de manera imparable a lo largo de los siglos, hasta constituir las
bases auténticas de la llamada modernidad. Este texto intenta indagar, pues,
en estas bases.
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Objetivos

A partir del material didáctico de este módulo el estudiante debe poder alcan-
zar los objetivos siguientes:

• Familiarizarse con el vocabulario básico del análisis histórico correspon-


diente a la época moderna, en sus vertientes económica, social, política
y cultural.

• Entender las características esenciales de un período fundamental de en-


lace entre la época medieval y la modernidad.

• Entender la profunda renovación del concepto de ciudad al inicio de la


Edad Moderna, no desde un punto de vista cuantitativo, sino como hecho
civilizador, como progreso en las actitudes sociales, políticas y en los com-
portamientos cotidianos.

• Conocer las similitudes y los contrastes de la coexistencia entre un cre-


ciente proceso de urbanización ligado a las antiguas estructuras rurales,
que tiene lugar en la Europa de los inicios de la época moderna.

• Tener una visión de conjunto de los cambios y la continuidad del nuevo


período histórico que se abre con la época moderna y que arranca de la
Baja Edad Media.

• Valorar la multiplicidad de relaciones y variables que hay que conjugar en-


tre sí a la hora de comprender la complejidad y la lentitud de los cambios.

• Conocer las raíces de los cambios y su diferente grado de desarrollo con


el fin de saberlo relacionar con la pluralidad de realidades territoriales en
la Europa plural.
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1. El relevo demográfico de las ciudades

Entre los siglos XI y XIII Europa es testigo de un primer Renacimiento urbano


no exento de contrastes territoriales. Se trataba de un crecimiento que partía
del exterior, no de una reproducción interna. Las ciudades crecen incorporan-
do población y se mantienen gracias a corrientes migratorias sostenidas, favo-
recidas por una política de exenciones fiscales y concesiones de ciudadanía
efectuadas por los gobiernos municipales. A grandes rasgos, esta característi-
ca permanecerá vigente durante los siglos posteriores. La urbanización que
se abre a comienzos de los tiempos modernos arranca, pues, de estas bases.
Sus diferencias, que se irán perfilando poco a poco y que iréis descubriendo a
lo largo de este módulo, habrá que buscarlas, cuando menos al principio, en
otros factores, políticos y culturales.

1.1. Las bases del crecimiento urbano

El desarrollo de un sistema urbano integrado, en los siglos de la Edad Moder-


na, tuvo entre sus bases las necesidades derivadas de los nuevos intercambios,
mucho más complejos aunque herederos al mismo tiempo de aquellos que
configuraron la denominada revolución comercial del siglo X.

Ya hemos afirmado en la introducción del módulo que, sin embargo, persis-


tió a lo largo de toda esta etapa una abrumadora resistencia del mundo rural.
Conviene retener esta idea. De hecho, dos terceras partes de la población vi-
vía, crecía y moría en el campo. Una situación que se repite en el siglo XVII
y en muy buena medida también en el XVIII. En según qué territorios euro-
peos esta realidad todavía era más evidente. Así, el área del Mediterráneo fue
pionera desde finales de la época medieval en vivir un interesante despliegue
urbano que decayó, sin embargo, ya entrada la época moderna a finales del
siglo XVI. En la misma línea encontramos algunas ciudades de los Países Ba-
jos. Este aumento del impacto urbanizador coincidía con las zonas que expe-
rimentaron una cierta modernización de sus estructuras económicas. Pero, en
general, sólo el 6% de la población, en el año 1500, residía en núcleos urbanos
que rebasaban los 10.000 habitantes.
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Las ciudades que experimentaron más intensamente el crecimiento de-


mográfico citado fueron sobre todo aquellas que se transformaron en
sede de los centros políticos y administrativos, reflejo de unos poderes
con vocación centralizadora y, justo por esta razón, necesitadas de dis-
poner de una corte desde la cual ejercer y ordenar el poder, necesidades
de disponer de una burocracia. Y también las ciudades próximas o vol-
cadas a los puertos, abiertas a los intercambios comerciales. Así, se pue-
de hablar no tanto de movimiento hacia las ciudades sino de atracción
hacia las ciudades.

1.2. Las bases migratorias del crecimiento urbano

El crecimiento de las ciudades incorporó un importante flujo migratorio pro-


veniente de otros centros de menor entidad y de gente del campo. Y si la
ciudad vivía gracias a este constante flujo migratorio, también paralelamente
se alimentaba gracias al suministro de sus productos, tanto por un hinterland
sobre el cual extiende un creciente control, como por territorios lejanos. Es-
te flujo migratorio, en su vertiente más abierta, y en el marco de la penínsu-
la Ibérica, condujo al inicio del gran ciclo de la emigración ultramarina. Su
intensidad no fue, sin embargo, lo suficientemente fuerte como para afectar
sensiblemente al viejo continente. El crecimiento de la población urbana no
se fundamentaba en definitiva en una recuperación efectiva de la estructura
piramidal por edades de la población y de la correlación de fuerzas entre la
natalidad y la mortalidad.

La cuantificación de este crecimiento siempre ha resultado extremadamente


problemática dada la escasez de las fuentes propias de la época preestadística.
En efecto, si hablamos de las fuentes, todavía nos movemos principalmente
entre registros parroquiales, que consignaban el número de casados, el número
de bautizados y de difuntos, pero muy a menudo se trataba de listados inaca-
bados o sin continuidad en el tiempo. El absentismo generalizado que afecta-
ba a muchas parroquias, por parte de sus rectores, impidió que prosperaran
estos registros. También su escasa formación vocacional. La historiografía de-
berá esperar más allá de los años sesenta del siglo XVI, una vez se pusieron
en práctica algunas de las disposiciones a estos efectos del Concilio de Trento,
que obligaban a los rectores de las parroquias a regularizar y dar continuidad
a estos registros. Otros registros civiles, censos de población y fogajes también
sufren discontinuidades similares, aunque algunas monarquías del siglo XVI
llevarán a cabo esfuerzos importantes.
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Cierta historiografía consolidada ha subrayado que aquellas ciudades de co- Lectura complementaria
mienzos de la Era Moderna se convertían en núcleos teóricamente divididos
Podéis profundizar en el te-
en dos realidades, la�realidad�de�la�población�inmigrada�y�la�de�la�pobla- ma de la fusión de la pobla-
ción�más�antigua. La misma historiografía que demostró que la primera era ción inmigrada y la pobla-
ción autóctona de las ciuda-
proclive a fusionarse con esta última, mediante estrategias matrimoniales con des leyendo la obra siguiente:
la finalidad de alcanzar una próspera integración. Poco a poco, alcanzados es- P.�Goubert (1977). Louis XIV
et vingt millions de français.
tos niveles, nos recordaba el historiador Pierre Goubert, ya no había distinción París: Fayard.
aparente de nacimiento, de casta, de orden. Pero se trataba de una inmigra-
ción muy variada.

Era, por una parte, la inmigración producto de la pobreza, del campesinado


empobrecido, pero también era el resultado de una urbanización nobiliaria,
protagonizada por los componentes feudales que empezaron a encontrar otros
atractivos en la ciudad mientras descendían sus rentas agrarias a lo largo de la
dilatada coyuntura de la crisis bajomedieval olvidando la antigua vida en los
inhóspitos y aislados castillos. A consecuencia de esto, desde el Renacimien-
to, las principales ciudades europeas se llenaron y decoraron de palacetes, am-
pliaron sus calles y sus placitas, que se tendrán que preparar para asistir a su
conversión en escenario de grandes fiestas públicas, torneos nobiliarios y es-
pléndidas entradas reales, así como de embajadas y visitas institucionales fo-
ráneas, que serán inherentes al nuevo lenguaje�de�poder, propio de los Esta-
dos autoritarios.

Algunos datos sobre la evolución numérica de las ciudades, que se pueden Ved también
consultar en la tabla, pueden dar idea de la progresión urbana a partir de ejem-
Podéis ver también el módu-
plos concretos. La tabla cuantifica este crecimiento sobre miles de habitantes. lo "El feudalismo europeo des-
pués de la crisis medieval" de
esta asignatura.
Evolución de la población en las principales ciudades europeas

Ciudad 1500 1600 1700 1750 1800

Londres 40 200 575 675 865

Dublín <1 5 60 90 168

Ámsterdam 14 65 200 210 217

Viena 20 50 114 175 231

Berlín 12 25 55 90 150

Hamburgo 14 40 70 75 100

Copenhague - - 70 93 101

París 100 220 510 576 581

Lion 50 40 97 114 100

Nápoles 150 281 216 305 427

Milán 100 120 124 124 135

Fuente: Vries, Jan de, La urbanización de Europa, 1500-1800


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Ciudad 1500 1600 1700 1750 1800

Venecia 100 139 138 149 138

Roma 55 105 138 156 163

Palermo 55 105 100 118 139

Madrid <1 49 110 109 167

Barcelona 29 43 43 50 115

Lisboa 30 100 165 148 180

Fuente: Vries, Jan de, La urbanización de Europa, 1500-1800

En conclusión, la dinámica cuantitativa (R. Mols) de las ciudades se si-


túa en la base de la civilización que nace en la Europa moderna, que,
como ya escribió en su momento el historiador Jean Meyer en un estu-
dio que hacía balance de la historiografía urbana modernista, fue una
civilización nacida en las ciudades y en función de éstas. El conjunto de
ideas, de innovaciones, dimanan del medio urbano, no de las ciudades
aisladas, sino más bien de la red de ciudades interrelacionadas mutua-
mente. Habrá, desde el inicio de la Edad Moderna y progresivamente,
redes de ciudades, de jerarquías económicas, funcionales, intelectuales,
que se animaban sobre su propio crecimiento aunque debían poco al
La ciudad de Londres.
número preciso de habitantes. Las ciudades son el reflejo de las conexiones
rurales y urbanas, a la vez que devienen un
espacio de cambio político y cultural.

Lecturas complementarias

Para ampliar el tema de la dinámica cuantitativa de las ciudades podéis leer las obras
siguientes:

Mols,�R. (1972). Population in Europe, 1500-1700. Londres: The Fontana Economic History
of Europe.

Meyer,�J. (1974). "Quelques vues sur l'histoire des villes a l'époque moderne". Annales.
Histoire, Sciences Sociales (núm. 29-6, pág. 1551-1568).

Cabe falta tener en cuenta la diversidad, desde las talasocracias tecnicoeconó-


micas del norte y la franja atlántica, de las grandes metrópolis cortesanas co-
mo París, que disfruta de este carácter desde el siglo XIII, y que contrastan con
otros modelos reflejados en las nebulosas urbanas de Alemania o Italia.
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2. La persistencia del mundo rural

2.1. Características generales

El crecimiento general de la población observable durante el Renacimiento ya


hemos dicho que se caracteriza por un tipo de reparto que es desigual. Y este
reparto en buena medida incide en el campo. Para llegar, sin embargo, a esta
situación, Europa superó poco a poco una dilatada crisis que venía del siglo
XIV, y que la historiografía ha definido como la gran crisis bajomedieval. En
la actualidad, sin embargo, se trata de un término puesto a prueba. Las bases
de esta recuperación han sido bastante estudiadas. Entre 1450 y 1550 se hacen
cada vez más evidentes los síntomas de una reactivación agraria. En la base de
esta reconstrucción se encuentra una recuperación demográfica.

La disminución de las crisis de subsistencia, favorecidas por el reequilibrio en-


tre la población y los recursos agrarios, así como las amplias posibilidades de
establecerse en la tierra o en los talleres artesanales, permitieron que variaran
los comportamientos demográficos de la población y que se pudiera volver al
modelo matrimonial precoz. Todo esto, junto con la inmunidad progresiva de
la población ante las epidemias y el descenso de la mortalidad infantil, favo-
recido por el aumento del nivel de vida, explican el cambio de la coyuntura
demográfica.

El aumento de la población tuvo como causa y consecuencia un aumento de El crecimiento de la


la demanda y el cultivo de espacios hasta entonces incultos. Hay que señalar ganadería

nuevamente las grandes diferencias entre las regiones. Uno de los fenómenos En algunos países europeos,
más destacados es la importancia que adquiere la ganadería en muchas zonas como Inglaterra o en Castilla,
el incremento de la produc-
europeas. Los paisajes se transforman y se convierten en pastos para el ganado ción ganadera fue espectacu-
lar.
ovino y bovino. Estas transformaciones se adecuan a la demanda urbana y al
comercio. Carne, productos lácteos, cuero y sobre todo lana para la industria
textil creciente hacían más rentable la explotación ganadera que la agrícola.

2.2. La diversidad social en el campo

La población en el campo es todavía inmensamente mayoritaria al en-


trar la Edad Moderna. Es una realidad, sin embargo, muy variada, tal
como se puede observar en las ciudades. El interior del mundo rural
cuenta con situaciones contrastadas, que disfruta o sufre el campesina-
do, a las que hay que sumar los sistemas de herencia o la naturaleza de
la producción que también les afectan.
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En el primer caso, mejor, se encontraba el campesinado que participaba de


contratos�de�tipo�enfitéutico, modalidad que se fue implantando desde los
tiempos bajomedievales y que conoció una amplia extensión en la Edad Mo-
derna. Este contrato consistía en la cesión en régimen de usufructo de la tierra
por una larga duración, a veces un tiempo indefinido, a cambio de la cual se
debía satisfacer una cantidad en reconocimiento del dominio eminente del
señor.

Otros contratos fueron considerados menos favorables y radicalizaron la vul-


nerabilidad de la población rural ante las alteraciones de la estabilidad del pre-
cio del grano, por otra parte básico en las economías campesinas, aunque pa-
rece admitido que en general el ciclo regresivo de la segunda mitad del siglo XV
se superó en el siglo XVI. Dentro de este grupo, podemos hablar, por ejemplo,
del contrato�de�arrendamiento, que se realizaba para períodos muy cortos y
que permitía a los señores actualizar las rentas agrarias de manera continua.

En el ámbito mediterráneo, el contrato�de�aparcería, propio del campesinado Ved también


con menos recursos, fue muy frecuente. En este contrato, el propietario recibía
Podéis ver también el módulo
una parte importante de la producción, en ocasiones la mitad, pero a su vez era sobre la crisis del feudalismo,
el mismo propietario quien aportaba el capital. En estos casos, el campesino que complementa este aparta-
do.
se veía forzado a trabajar de manera estacional para otros campesinos mejor
situados, con el fin de poder disponer de más recursos. En la escala inferior
se situaban los jornaleros o campesinos sin tierra, altamente susceptibles de
sufrir las grandes crisis que asediaron la Edad Moderna.

En general, las estructuras sociales y económicas del campo que se dibujan


ya en plena época medieval se mantuvieron casi inalterables a lo largo de los
siglos modernos, salvo lo que ocurrió en los territorios de la Europa del Este,
donde se extendió el sistema de la segunda� servidumbre. El campesinado
continuó satisfaciendo al señor o al propietario una parte de la cosecha, a la
que se sumaba el diezmo eclesiástico.

Durante este período no hubo una política agraria de mejora de la situación, a


pesar de la difusión de un renovado interés por el campo a comienzos del siglo
XVI, y los observadores de la época fueron tomando conciencia progresiva-
mente de las condiciones sociales y económicas del campo, que adquiriría un
mayor protagonismo a finales del siglo XVIII con las reformas ilustradas como
síntoma claro de una nueva época. Pero para esto habría que atacar también
los fundamentos señoriales del mundo rural, difícil empresa que no pasaría
entonces de ser insuficiente.

Paralelamente, el poder de los señores sobre los campesinos provenía no só-


lo de los derechos�dominicales, sino también de los jurisdiccionales. Aun-
que a lo largo de la época moderna la función de defensa militar de la tierra
disminuyó para la nobleza feudal y fue a parar progresivamente a manos del
aparato de las monarquías, mantuvieron muchos de los viejos derechos como
los relativos al ejercicio de la justicia desplegado en las cortes señoriales, sin
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perjuicio de que se pudiera recurrir en otra instancia a la jurisdicción real, pero


era cara, muy lenta y sobre todo se encontraba imbricada en complejas redes
de fidelidad que podían vincular la magistratura real con los intereses de la
clase territorial.

Tan importante como el tipo de contrato que ataba al campesino a la tierra Las tierras comunales
y a su trabajo, fueron en estos tiempos las estructuras�de�uso�comunitario,
Cuando aludimos a las tierras
gracias a las cuales la población rural pudo complementar su régimen de sub- comunales nos referimos a los
sistencia y sus necesidades cotidianas. Sin embargo, al lado de la tradición de bosques y prados que podían
ofrecer frutos silvestres, made-
las tierras comunales, los tiempos modernos conocerían su reducción, a causa ra, leña y tierra para que pasta-
ra el ganado.
del progreso de la privatización de la tierra y el avance de la economía capita-
lista. Se tratará, sin embargo, de un proceso lento e irregular, pero efectivo.

Los denominados derechos comunales se extendían también a la propiedad pri-


vada, ya que en algunas comunidades se permitía que entraran las cabezas
de ganado a pacer mientras los campos permanecían abiertos antes de que se
aprobaran las leyes sobre cierres que fueron tan perjudiciales para el campesi-
nado más necesitado. Numerosos conflictos ocurridos hasta el siglo XVII tu-
vieron como objetivo la defensa de estos derechos colectivos que enfrentaron
a señores contra campesinos. Y, además, al recorte de estos derechos se debía
sumar, desde el inicio de la Edad Moderna y en adelante, el pesado peso del
fisco real, que progresa a medida que los Estados reafirman su autoridad sobre
el territorio y la población, se embarcan en inacabables guerras y asfixian a la
gente del campo con los insidiosos alojamientos militares. En la mayor parte
de los casos, el endeudamiento fue el triste capítulo final de todo este proceso,
que hay que situar en un período posterior, ya entrado el siglo XVII, causa de
expropiaciones, pleitos, fraudes y emigraciones.

La conflictividad�rural de carácter antiseñorial�y�antifiscal ha llamado la


atención de los historiadores. El interés de todo radica en el hecho de que el
fin de los tiempos medievales supuso también el fin de la servidumbre del
campesinado. No cesó a comienzos de los tiempos modernos y todavía se en-
cuentra por toda Europa en el siglo XVII. Numerosos debates historiográficos
han tratado, pues, sobre las causas de esta conflictividad. Los estudios más clá-
sicos insistieron en la esencia antifeudal de los movimientos o en la oposición
comunitaria a aceptar los impuestos reales exentos de toda tradición. También
ha sido analizado su carácter socialmente vertical o interclasista, en especial
cuando los señores de la tierra hicieron frente común con el campesinado con
el fin de desplazar la influencia territorial de las autoridades reales. En los úl-
timos tiempos, ha llamado la atención el componente mental y de género de
la conflictividad rural, la importancia del concepto de "economía moral" y el
peso de las solidaridades comunitarias, en un mundo donde especialmente se
sentía la inexistencia de barreras entre el espacio privado y el espacio público.

Lecturas complementarias

Para profundizar en el tema de la conflictividad rural de carácter antiseñorial y antifiscal


podéis consultar las obras siguientes:
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Porschnev,�B. (1973). Los levantamientos populares en Francia en el siglo XVII (ed. original
1963). Madrid: Siglo XXI.

Mousnier,�R. (1987). Furores campesinos. Los campesinos en las revueltas del siglo XVII (ed.
original 1967). Madrid: Siglo XXI.

Thompson,�E.�P. (2000). Costumbres en común (ed. original 1991). Barcelona: Crítica.


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3. La ciudad de los intercambios: el influjo del campo


y más allá

Al contemplar el advenimiento de la Edad Moderna en perspectiva eco-


nómica, es inevitable hacer nuevamente referencia a la no-ruptura�en-
tre�el�campo�y�la�ciudad. El estatismo de la vida campesina se conjuga
paralelamente con el dinamismo de otros tipos de economías que na-
cen en las ciudades y se desarrollan en conjunción con el campo.

El resurgimiento de la ciudad cuenta con un proveedor de primer orden, el


campo, productor de tejidos pero sobre todo de alimentos, que poco a poco
evolucionan ligeramente incorporando nuevos productos, como la viña en
lugar de la exclusividad del cereal, para proporcionar más bebidas a la ciudad.
Poco a poco, esta población necesita más alimentos para sostenerse y, como
consecuencia, los precios de los productos básicos van en aumento. Al mismo
tiempo, el aumento�del�consumo en la ciudad, también en general, revalora la
función y la riqueza de la posesión de la tierra, para explotarla, para heredarla,
para controlarla. Por todo esto, este proceso favoreció a los propietarios frente
a los trabajadores rurales.
La posesión de la tierra

La lenta pero eficaz recuperación de la crisis�bajomedieval se notó en primer La revalorización de la tierra en


toda Europa llevó a la exten-
lugar con un paro de la mortalidad y con el incremento de la nupcialidad. sión de los privilegios heredi-
tarios de exclusión y a una es-
El aumento de la población rural subsiguiente y de la mano de obra inició pecie de fiebre para adquirirla
un creciente proceso de roturaciones, a causa de la demanda y los nuevos o buscó caducos documentos
que revisaran derechos olvida-
hábitos de consumo. Las transacciones locales y regionales proliferaban por dos.
todas partes, generadas por la existencia de un excedente agrario que al mismo
tiempo asentó las bases de un incipiente capitalismo comercial. Este excedente
no revertía en el mismo seno del ámbito rural. La economía agraria tradicional
era todavía de autoconsumo y local, principalmente. Por contra, en la ciudad
se perfeccionaban los instrumentos financieros y el campo estaba destinado
a monetizarse, a lo cual contribuyó la red de los censos de los que dependía
buena parte del campesinado.

3.1. Las manufacturas, continuidad y cambios

De todos modos, la producción manufacturera en las ciudades estaba muy su-


jeta a una reglamentación insidiosa, la de los gremios�de�artesanos. Hay que
volver la mirada a la época medieval para entender la realidad de estos órganos
de producción. Lo que se puede denominar propiamente industria urbana se
desarrolla, oscilando según las zonas, a partir de los siglos X y XI, coincidien-
do con el Renacimiento urbano, gracias en parte a las actividades artesanales.
Hasta el siglo XIV, una producción urbana crea artículos de alta calidad, des-
© FUOC • P08/74527/00779 18 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

tinados fundamentalmente al tráfico de larga distancia o al consumo de los


grupos privilegiados. Es una industria regulada por medio de estatutos. Con
estas normas se intenta defender la calidad y el precio del producto, pero tam-
bién se pretende regular el proceso de producción y limitar la competencia
externa, e incluso interna. Es decir, se pretende monopolizar la producción.

El período de máximo esplendor de la actividad textil urbana se sitúa a partir


de finales del siglo XII y dura hasta finales del XIII o principios del XIV. Pero el
gran impulso de la industria textil europea del XIII difícilmente se puede ex-
plicar sin tener en cuenta una serie de innovaciones técnicas, especialmente la
difusión del batán movido por agua, el telar horizontal movido por pedal que
fabricaba piezas mucho más largas que las confeccionadas por el telar vertical,
y la difusión del torno de hilar. Esta complejidad implicó una clara división del
trabajo, reflejada en una división gremial; hacían falta unas treinta operacio-
nes diferentes para que la tela fuera acabado: selección de la lana, desgrasado,
cardado, hilado, etc.; operaciones realizadas generalmente por mujeres o por
mano de obra rural no agremiada, es decir, según el verlag system; después se
tejía, se procedía a esquilar con el batán y a teñir, y finalmente la operación
se destinaba a los aderezos finales.

Ciudades alemanas, flamencas, italianas (especialmente Venecia y Génova) e Aumento del número de
inglesas hacía tiempo que luchaban contra esta rigidez que impedía abaratar gremios

los precios y ganarse un mercado más amplio. En la mayor parte del área me- La ciudad de Barcelona, por
diterránea, sin embargo, los gremios ganan esta batalla y no en balde aumen- ejemplo, asistirá en el siglo XVI
a la multiplicación del número
tarán en número y en especialización. Como indicábamos antes, la alternativa de sus gremios.
ya se estaba dibujando hacía tiempo y es lo que conocemos con el nombre de
protoindustrialización. Flandes y algunas ciudades italianas pronto huyeron
del encorsetamiento del sistema. Además, por todas partes la conflictividad
interna del mundo gremial poco a poco nos da una imagen de decadencia.
Los oficiales intentaban organizarse horizontalmente. Esto ocurrió, por ejem-
plo, en Erfurt, en 1509. En Urt y en Colonia, en 1513. Y en Lion varias veces
desde 1505. Estallaron varios motines en el marco de las ligas denominadas
compagnonages, una especie de resonancia de las más antiguas conocidas en
la Florencia bajomedieval de los ciompi o del popolo minuto. Su auténtico desa-
rrollo se encuentra, con todo, a partir del siglo XV. La crisis del siglo XV de
los viejos centros de producción textil fue siempre relativa desde un punto
de vista territorial. Los centros del norte de Europa y de Italia, sobre todo los
primeros, sufrieron progresivamente la competencia de los centros ingleses,
pero al mismo tiempo recurrieron a la opción del putting-out con el fin de pro-
ducir unas telas más baratas en respuesta a la demanda de nuevos mercados
menos elitistas.

Aunque la continuidad es un rasgo característico de esta época, podemos en-


contrar algunos elementos diferenciales que, además, tendrían consecuencias
de largo alcance. Parece, pues, que fue en torno a 1500 cuando las ciudades
europeas empezaron a seguir el ejemplo más antiguo de algunas ciudades ita-
lianas y empezaron a preocuparse por algo más que la distribución en un mer-
© FUOC • P08/74527/00779 19 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

cado interno. A este efecto se plantearon dos estrategias, o bien la compra di-
recta con fondos públicos o préstamos, o bien la delegación de estas operacio-
nes en comerciantes�privados. De aquí que la ciudad es testigo a finales del
siglo XV y a lo largo de la siguiente centuria de políticas de subsistencia, sobre
todo la de los cereales, de modo que las administraciones de las ciudades se
despliegan para comprar y dirigir esta circulación y distribución, también de
impuestos. Pensad que en la época moderna, este tipo de gestión de recursos
se convertiría en fundamental en todos los casos de alta política.

Es importante que relacionéis la recuperación demográfica general y


específica en el campo con aquello que una parte de la historiografía
modernista ha denominado la "revolución�del�consumo", inicialmente
de una manera tímida y con un evidente sustrato social diferencial.

La recuperación ha sido interpretada a partir de las teorías agraristas de Guy


Bois, que caracteriza las fases de expansión económica en el campo como cre-
cimiento extensivo, reflejado en un aumento de la superficie cultivada, con lo
cual aumenta el producto global, y en un aumento de la población. Sin em-
bargo, al mismo tiempo, esto supone una baja tendenciosa de la productividad
del trabajo a causa de muchos factores: mediocridad de las tierras marginales,
retroceso de la ganadería, etc., Igualmente, cuando la producción disminuye,
también lo hace la parte del producto susceptible de ser cedido al señor. Otras
estrategias señoriales como la intensificación de los derechos jurisdiccionales
provocaron algunos levantamientos rurales sofocados con la ayuda de las tro-
pas reales en connivencia con la clase feudal. Es el inicio de un gran pacto de
poder que arraigaría también en el mundo�urbano�cortesano.

Ya hemos dicho que en medio de este panorama el lugar por excelencia para
la busca de nuevas oportunidades parecía, en apariencia, la ciudad. Porque es
también en la ciudad desde donde se recurre a la gente del campo con el fin de
aumentar la producción, ya que no podía ser de otra manera, pues no podemos
hablar de innovación técnica. Empresarios de la manufactura, principalmente
textil, que, como sabéis, básicamente es el eje de este tipo de producción, con-
tarán con que los campesinos –hombres, mujeres y niños– trabajen en sus ho-
gares a tiempo parcial durante los períodos de descanso del trabajo agrícola. El
productor incrementa así sus reservas sin encarecer el producto y el campesino
El cambista y su mujer, Quentin Massys
puede disfrutar de ciertos ahorros y comprar manufacturas de estilo urbano. (1466-1530).
El crecimiento económico de las ciudades
tiene relación con su capacidad de integración
En este proceso las ciudades vivían un auténtico renacimiento. Paralelamen- en redes comerciales y financieras de mayor
alcance.
te, el crecimiento de las manufacturas necesitaba más recursos financieros y
propició la consolidación de nuevos y viejos bancos y sistemas crediticios. La
urbanización del consumo convierte a las ciudades en centros�financieros. Y,
de hecho, el desarrollo financiero era la base real del capitalismo.
© FUOC • P08/74527/00779 20 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

3.2. Recuperación de la crisis e inversiones

Cabe detenerse en los elementos clave que describen los inicios de una lenta
recuperación y que fundamentan las bases de lo que sería la Edad Moderna.
El siglo XV ha sido considerado por la historiografía como una etapa�de�re-
cuperación�económica, una inversión de la tendencia depresiva que se da en
algunos lugares a partir de 1380, si bien en otros se retrasa hasta mediados
de siglo XV. Recuperación no significa erradicación de las epidemias ni de los
ciclos de hambre, que continúan, pero tienen una incidencia muy inferior a
la del XIV. Esta recuperación o reconstrucción se hace evidente tanto en el
ámbito agrario como en el urbano, el comercial y el artesanal.

En el apartado anterior ya hemos tratado de la vertiente rural. El comercio es


la actividad económica que superó mejor las dificultades de los siglos XIV y
XV. De hecho, se debe hablar de reconversión, de mutación, de aceleración
del crecimiento anterior, pero nunca de crisis. Sí que es cierto que algunos
mercados o determinados productos se vieron afectados por crisis sectoriales,
pero eso no representó un hundimiento del comercio, sino la sustitución de
unos centros económicos por otros, la utilización de nuevas materias primas
o la invención de nuevos sistemas comerciales.

Si hablamos de los centros�comerciales�y�financieros, entre 1300 y 1450 el El dominio del


predominio es, sin duda, italiano. Las condiciones cambian a partir de media- Mediterráneo

dos de siglo XV. La caída del Imperio Mongol y el avance turco provocaron se- Florencia, Venecia y Génova,
rios problemas en el desarrollo de los intercambios en el Mediterráneo orien- seguidas de Barcelona, contro-
lan el Mediterráneo e intervie-
tal, ya que determinados mercados como los egipcios se hicieron poco accesi- nen activamente en práctica-
mente toda Europa.
bles hasta que las vías de llegada de las especias se cerraron definitivamente.
Éste es uno de los factores que explica la pérdida progresiva de la posición do-
minante de los centros italianos en el comercio internacional, si bien algunos
se pudieron desplazar o reconvertir parcialmente.

Con respecto al otro polo económico, Flandes, por medio del centro de Brujas
continúa siendo a lo largo del siglo XIV una de las áreas comerciales septen-
trionales más importantes, si bien de manera progresiva, a lo largo del XV,
retrocede y es sustituida por Amberes. La evolución de la Hansa es en cierta
manera similar. Esta organización, que en el siglo XIV comprende setenta u
ochenta ciudades, empieza en el XV, igual que Brujas, un claro retroceso. La
fachada atlántica empieza a tomar un notable dinamismo, a la vez que emer-
gen nuevas potencias en Europa: Inglaterra y Holanda. Europa se gira hacia el
Atlántico, sale de sus límites geográficos y empieza la exploración y la explo-
Juan Sebastián Elcano (1486-1526)
tación del mundo extraeuropeo. Castilla y Portugal protagonizan la expansión
europea. Canarias, las Azores y las islas Madeira, "descubiertas" entre finales
del siglo XIII y la primera mitad del XIV, no son colonizadas hasta cien años
más tarde, en la primera mitad del XV. Son los primeros hitos de la expansión.
© FUOC • P08/74527/00779 21 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

De la misma manera, una red que englobaba al mismo tiempo la ciudad y el


campo se dibuja en torno al mundo de los censos, rentas de las que vivían,
también en la ciudad, tanto nobles como burgueses ennoblecidos o con an-
sias de ennoblecimiento y que se hacían retribuir sobre el trabajo el campo al
que estaban sujetos una multitud de campesinos. Los hombres de la ciudad
aterrizan en el campo a hacer de prestamistas de los campesinos necesitados.
El crédito privado fue un mecanismo frecuente a la hora de adquirir la pro-
piedad de la tierra, dado el gran número de prestatarios campesinos con es-
casas posibilidades económicas que debían recurrir habitualmente a aquéllos.
Inmediatamente, los derechos señoriales que recaían sobre una determinada
pieza del suelo pasaban a ser incorporados por el nuevo propietario urbano,
de manera que la ciudad y, con ésta, los nuevos grupos privilegiados, participó
del mantenimiento del régimen señorial. Con el fin de asegurar el pago de
estos censos, a comienzos de la Edad Moderna se asiste a una busca y revisión
por parte de los viejos y nuevos propietarios de documentos antiguos y en
ocasiones perdidos que debían testimoniar los derechos que pesaban sobre la
tierra y sobre su estructura de la propiedad. En algunos casos incluso no se
dudó en reinventar viejos derechos a menudo ya caídos en desuso.

Todo, se trataba, como veis, de un acoso�del�mundo�de�la�ciudad�sobre


el�campo, una superposición de sus intereses, que no dudó en exprimir
nuevamente a la masa social campesina.

Y es que la vida en la ciudad, la nueva vida urbana de los antiguos propietarios


del campo, requería nuevas fuentes de ingresos, destinados al lujo, a la osten-
tación, auténticos protagonistas de los inicios lentos de una revolución�del
consumo. Dentro de este grupo se encontraban también las viejas oligarquías
urbanas, las familias que habían llevado adelante los renglones del poder mu-
nicipal durante los últimos tiempos de la época medieval. Por mimetismo con
la nobleza, protagonizaron una pasión de ascenso social, que antes hemos in-
sinuado, de la que se hacen resonancia todas las fuentes de la época.

La nueva burguesía, ahora en proceso�de�ennoblecimiento, que no dudaba Lectura complementaria


en plantearse auténticas estrategias�matrimoniales con el fin de enlazar con
Para profundizar en el tema
la nobleza feudal, también quería vivir noblemente y adquirir tierras. Ellos de la "traición de la burgue-
aterrizarían en el campo en calidad de los nuevos compradores de la renta sía" podéis consultar la obra
siguiente:
rural, para continuar su ascenso�social vivido en la ciudad. La historiografía F.�Braudel (1976). El Medite-
clásica, de la mano del historiador Ferran Braudel, bautizó este fenómeno con rráneo y el mundo mediterrá-
neo en tiempos de Felipe II. Ma-
el nombre de la "traición�de�la�burguesía". Con este concepto quería describir drid: FCE.
el abandono de la esencia social y económica de la clase burguesa tradicional,
nacida al amparo de la ciudad medieval, el abandono de las inversiones co-
merciales y capitalistas, por el rentismo de tipo feudalizante.
© FUOC • P08/74527/00779 22 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

Antes, Henri Pirenne, en su estudio –como ya hemos dicho– en buena parte Lectura complementaria
ya superado sobre las ciudades en la época medieval, hablaba de mecanismo
Si queréis ampliar el tema
social regulador mediante el cual las familias no prolongarían más allá de dos de las ciudades medievales,
o tres generaciones su actividad comercial. De hecho, más adelante, incluso las podéis consultar la obra si-
guiente:
ricas ciudades holandesas del siglo XVII, consideradas cuna del capitalismo, H.�Pirenne (1972). Las ciuda-
estaban gobernadas por una oligarquía de magistrados rentistas denominados des en la Edad Media (ed. ori-
ginal 1971). Madrid: Alianza
regentes. Sus familias, ciertamente, procedían del mundo del comercio. Como Editorial.
también las grandes familias del patriciado renacentista de las ciudades italia-
nas, como Florencia, enriquecidas por el comercio y por las finanzas. El gran
linaje de los Médici representa esta evolución que del comercio y las finanzas
alcanzaría el grado de la nobleza titulada. Llenaron, con sus espléndidos pala-
cios y jardines, el centro de la ciudad.

3.3. La vitalidad del comercio

La pasión por convertirse en rentista también obedecía al hecho de que el co-


mercio marítimo desde los últimos tiempos se presentaba como un tipo de
inversión muy insegura. A esto se añadía la presión turca, la piratería bárbara
presente por todo el Mediterráneo y en incremento una vez los turcos otoma-
nos asediaron y conquistaron la ciudad de Constantinopla en 1453, conside-
rada el hito que marca una nueva época por las consecuencias que tendría en
el plano de la política internacional.

La propiedad de la tierra, en cambio, era una actividad segura, rentable y pres-


tigiosa. Pero el grupo de la burguesía, como también la nobleza, se encontraba
internamente muy jerarquizado. No toda la burguesía se encontró en condi-
ciones de probar esta opción. Dejando de lado a aquellos que se ennoblecie-
ron, por debajo había un estrato que se dedicaba al mundo�de�los�intercam-
bios. Intercambios de distinto tipo, también intercambio de producción den-
tro de este eje tan importante y vigoroso entre la ciudad y el campo. Y sin
duda con la apertura de los mercados ultramarinos, a raíz del descubrimien-
to de nuevos territorios, la producción necesariamente aumentaría. Por todo,
la banca, y algunos instrumentos como las letras de cambio, experimentaría
cambios importantes a partir del siglo XVI. Muchos de los bancos, sin embar-
go, de la Europa occidental habían sido creados en la época medieval, por obra
de particulares que prestaron dinero a los gobiernos a cambio de intereses y
privilegios. Este fenómeno ya tuvo lugar en la Italia del siglo XIII.

Los centros que se encontraron con las mejores condiciones para adaptarse
a estos nuevos mercados también fueron los mismos que disponían de una
vida económica urbana renovada, con nuevas pautas de consumo, Holanda
e Inglaterra. Fueron impulsores del comercio�marítimo�a�gran�escala. Este
comercio estaba organizado o bien de una manera monopolística, o bien de
una manera libre. Un comercio que, a pesar de las dificultades por mar y otras
inseguridades, todavía era más atractivo para la burguesía que el mundo de
Amsterdam
los intercambios locales por el suelo, escasamente transitable. Y, además, fo-
mentaba el ascenso social. Del primer caso nacería el mercantilismo, caracte-
© FUOC • P08/74527/00779 23 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

rístico de la política económica del siglo XVII. La ciudad de Ámsterdam sobre-


sale como modelo de desarrollo del comercio marítimo. Allí se concentraban
los intercambios continentales y ultramarinos. A su vez, era una ciudad alma-
cén, centro de contratación de flotas mercantiles y centro de las operaciones
financieras. Y, una vez más, los comerciantes que disfrutarían de más prospe-
ridad pronto pudieron parcial o totalmente retirarse de la actividad y operar
mediante agentes bursátiles.

La vitalidad de los puertos

En el marco de este modelo de ciudad, donde la movilidad está tan presente, se fueron
proyectando los viajes y descubrimientos de mundos lejanos. Estas ciudades crecen a
menudo al amparo de la vitalidad de los puertos, que se llenan de noticias, de sonidos y
olores cambiados, de diversidad y de embarcaciones a la busca de nuevos caminos y rutas.
© FUOC • P08/74527/00779 24 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

4. La ciudad de las culturas: una nueva urbanidad

4.1. Características generales

Si hay un elemento en el que se hace evidente el cambio en la concepción de Lectura complementaria


la ciudad, éste tiene relación con el desarrollo�de�una�nueva�urbanidad, que
Para profundizar en el tema
según cierta historiografía se debió en buena parte a la lucha por un régimen de del desarrollo de la nueva ci-
libertades que protagonizaron los municipios urbanos desde el fin de la época vilidad, podéis leer la obra si-
guiente: A.�Tenenti (1985).
medieval. A. Tenenti, en un trabajo clásico, relacionaba la emergencia de una La formación del mundo mo-
derno. Barcelona: Crítica.
nueva cultura con las exigencias intelectuales, y también espirituales, de los
mercaderes enriquecidos por el comercio y sus anhelos de promoción�social.

Ciertamente, los niveles de alfabetización aumentan en este período. Pero to-


davía nos movemos con unos índices ínfimos y que no afectan a toda la po-
blación. Fue sólo una minoría la que se enteró de la mutación del sistema de
conocimiento que denominamos Humanismo. Y, además, la imprenta topó
con nuevas limitaciones, la censura, que retrasó e impidió las posibilidades
de circulación, sobre todo desde el momento imperante de la ortodoxia�re-
ligiosa y de los Estados confesionales que la ruptura de la cristiandad provo-
caría desde el siglo XVI. Antes, sin embargo, de esta ruptura, y a pesar de los
retos que tendría que superar, hay que subrayar nuevamente cómo la ciudad
se convierte en espejo de sus propios progresos, de la mano de la técnica de la
imprenta, que inspira inventos, reflexiones y artes.
Johannes Gutenberg (1398-1468)

En cualquier caso, la evolución política de las ascendentes estructuras


de poder encaminadas a la consolidación de los Estados autoritarios y
sus necesidades como la configuración de una extensa burocracia de le-
trados, así como la crisis eclesiástica, constituyeron el impulso definiti-
vo de esta nueva urbanidad.

4.2. El modelo urbano de la urbanidad moderna

¿En qué consiste la nueva�urbanidad? Ha sido definida como un com-


pendio cultural y social, de saber hablar, escribir y estar, es un abandono
del valor de la fortaleza física y de la exclusividad del honor de la san-
gre que, en cambio, habían constituido los valores centrales de la vieja
nobleza en los tiempos medievales.
© FUOC • P08/74527/00779 25 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

Los historiadores Norbert Elias y Johan Huizinga hablaron de esto en sendos


trabajos. Sin embargo, respecto a este último punto el mundo de las cortes
y la provisión de los altos cargos seguirá siendo proclive a favorecer la condi-
ción de nacimiento y consolidará una red de poder�clientelar en manos de
la alta nobleza. Todavía más, la funcionalidad de los clientelismos, base de los
nuevos Estados, incorporaría en una misma red de lealtades tanto a nobles
como a ascendidos a la nobleza, pero en la mayor parte de los casos estas redes
estarían encabezadas y de alguna manera dirigidas por el miembro del linaje
más antiguo. Al fin y al cabo, todavía durante siglos la nobleza continuaría en
lo alto de la escala social y sería el espejo para el resto de la sociedad.

Lecturas recomendadas

Para ampliar el tema de la nueva civilidad, podéis leer las obras siguientes:

N.�Elias (1982). La sociedad cortesana. México: Fondo de Cultura Económica.

J.�Huizinga (2004). El otoño de la edad media (ed. original 1923). Madrid: Alianza Editorial.

Hay que relacionar aquí el nacimiento del movimiento intelectual del Huma-
nismo. En el seno de aquella sociedad a las puertas de la modernidad, entre los
siglos XIV y XV, algunos círculos urbanos avanzaban hacia un renovado inte-
rés por las letras, las ciencias y las artes. La proliferación de pequeñas cortes
aristocráticas y cortes reales que irían desarrollándose en los tiempos venideros
influyó mucho en su consolidación. La nueva cultura no emanaba del mundo
universitario, que permanecía anquilosado en el saber escolástico tradicional.
Un saber que no respondía a los interrogantes sobre la apertura de horizontes
del mundo o una nueva manera de ejercer y conservar el poder. La nueva cul-
tura, por el contrario, se difundiría en círculos cortesanos y academias, y de
la mano de este tipo de instituciones sociales y culturales permanecería a lo
largo de los siglos modernos hasta la Ilustración.

La esencia de la nueva cultura es fundamentalmente urbana, la ciudad


es el espacio que la ve nacer, a diferencia de determinados movimien-
tos precedentes que basaron su inspiración en la huida del entorno in-
mediato. El espacio�urbano se configuraba como el ideal de la nueva
urbanidad. Toda novedad, las modas, fluían en la ciudad.

El Humanismo es esencialmente urbano. La ciudad se hace también más ha-


bitable y a la medida del hombre. La catedral y los palacios de las jerarquías
eclesiásticas ya no son el único centro de su vida social, sino que se llena de
palacios de nuevos ricos y nobles que han optado por la ciudad y se constru-
yen plazas y otras obras públicas a las que va a parar dinero proveniente de
inversiones de las nuevas rutas comerciales. El arte y la cultura son símbolos
de�poder y de dignidad social y son sobre todo referentes para ver y ser visto.
Palacio Farnese (Roma)
© FUOC • P08/74527/00779 26 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

Quien se encontraba en la cima de la escala social ya no quería vivir recluido


en un castillo alejado, sino que mostraba una clara voluntad de participar en
el escenario de la ciudad.

Poco a poco se va estableciendo la idea de que vivir como un ciudadano es


disfrutar de un estilo�de�vida�y�de�hacer privilegiado, muy próximo a la no-
bleza, distinguido, dispendioso y culto. Dibuja la figura del cortesano que ana-
lizamos en el apartado siguiente. A largo plazo, si ésta es la condición de la
ciudadanía que se va consolidando con el Renacimiento y que perdurará a lo
largo de los siglos siguientes, no es extraño, pues, que en el levantamiento de
las revoluciones liberales se tuviera que defender una noción más abierta que
incluyera una representación social mayor.

Son muchos, sin embargo, los elementos�heredados de la cultura tradicional Las brujas
dentro de esta noción de urbanidad. La nueva urbanidad es supersticiosa, vive
Los primeros manuales sobre
con una constante presencia de la muerte, cree en las brujas y en la magia la brujería pertenecen al siglo
o el esoterismo, es sagrada y pagana al mismo tiempo y celebra sus fiestas XV y el mayor proceso de per-
secución se desplegó de mane-
siguiendo el calendario estacional y las omnipresentes referencias religiosas. ra indiscriminada en los siglos
XVI y XVII.
Todos éstos son elementos socialmente comunes, sin diferencias de clase, tan
propios de las clases privilegiadas como de las clases populares; tanto lo son
del campo, como de la ciudad.

El proyecto del Humanismo, la escisión del pensamiento de la razón respecto


al orden sobrenatural, no saldrá con éxito hasta el siglo XVIII. Los historiado-
res de las mentalidades han valorado la importancia de la permanencia y la
inmovilidad que definieron las estructuras elementales del imaginario. Cier-
tamente, las mentalidades�colectivas, de trasfondo muy religioso, donde las
distancias entre los hechos naturales y los sobrenaturales casi eran impercep-
tibles, eran bastante resistentes a los cambios.

Tampoco podemos dejar de lado que al comienzo de la Edad Moderna


la nueva urbanidad vive inmersa en otra realidad imperante, la comu-
nidad, el sentido de familia o linaje, la parroquia o la cofradía. Estas cé-
lulas básicas de la organización social tenían unas raíces antropológicas
bien profundas en el tiempo.

En su origen, podían haber sido la respuesta necesaria a la solidaridad entre las


comunidades, para el aprovechamiento del medio natural y del trabajo, para la
defensa y la supervivencia. El tema de las reliquias y el tráfico de las indulgen-
cias desencadenaron las grandes disputas y contradicciones a finales del siglo
XV, antes de que lo hiciera de manera más rupturista el reformador Lutero, y
constituían parte de las sensibilidades populares más arraigadas. Tanto en la
ciudad como en el campo, estas realidades constituyen los poderes más direc-
© FUOC • P08/74527/00779 27 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

tos y vivos sobre el individuo, hombre y mujer. Entonces lo que hoy entende-
ríamos como espacio de la privacidad casi es inexistente y se llena de la inter-
vención continuada y persistente de las realidades que acabamos de indicar.

Poco a poco, sin embargo, la nueva urbanidad empieza a valorar el papel del
individuo independientemente de la comunidad vecinal, familiar o parro-
quial. Los humanistas ciertamente insistieron en el placer de retirarse al estu-
dio privado y leer o escribir. Algunas viviendas de la burguesía empiezan a
responder a estas nuevas necesidades y van edificando interiores con cámaras
bien diferenciadas.

Con esta realidad, sobrevivieron a lo largo de los siglos multitud de costum- La perduración de las
bres locales que, a pesar de los cambios de la era moderna, y a pesar de la costumbres antiguas

lucha por la uniformización que la caracterizará, conseguirían mantenerse al Picard, un escritor del siglo
margen. Este rasgo que acabamos de indicar, la lucha de los poderes, civiles y XVII, en una obra sobre cos-
tumbres, llegaba a sumar cen-
eclesiásticos, por la uniformización, que evidentemente rebasó la barrera de tenares con rituales bien dife-
renciados.
la ciudad, pero que nació obviamente en el seno de la ciudad sede de estos
poderes, es muy importante. Y desde este concepto, podemos entender otro
interrogante que caracteriza la nueva urbanidad, la separación de la cultura de
élite y de la cultura popular. La primera, oficial, una cultura ordenada; la se-
gunda, la que escapa de este control. El lento pero efectivo proceso de secula-
rización, desde el momento en el que los Estados autoritarios comprendieron
que había que ordenar a su interés las costumbres, implicaba autonomía y la
autonomía, diferenciación entre sendas maneras de concebir la cultura.

4.3. Cultura popular y cultura de elites

La historiografía tradicional había señalado el espacio urbano como el


lugar donde se desarrolla el proceso de separación entre la cultura po-
pular y la cultura de las elites. Los mismos intelectuales que denomina-
mos humanistas trabajaron a fondo para denigrar como ignorantes to-
dos aquellos comportamientos que escapaban de la aculturación.

Estudios recientes, sobre todo de Peter Burke o Roger Chartier, han demos-
trado las mutuas concomitancias, que continuarán siendo vigentes en la ciu-
dad. Se trata de un debate todavía abierto. Porque la oralidad, la conversación
y la memoria son elementos comunes y se mantienen inalterables. También
el sermón catequético. La relevancia de la imagen, como lenguaje de poder,
aculturador, muestra igualmente otro elemento común inteligible y necesario
para unos y otros pertenecientes a todo estamento social. En cualquier caso,
es la ciudad el marco donde se resuelven estas cuestiones. En líneas generales,
la nueva escala de valores, el discurso de la dignidad humana, el ascenso del
individualismo, tuvieron lugar allí.
© FUOC • P08/74527/00779 28 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

Lecturas complementarias

Para ampliar el tema de la separación entre cultura de las elites y cultura popular podéis
consultar las obras siguientes:

P.�Burke (1991). La cultura popular en la Edad Moderna (ed. original 1971). Madrid: Alianza
Editorial.

R.�Chartier (1993). Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna (ed. original 1983). Madrid:
Alianza Editorial.

En esta escala de valores que denominamos nueva urbanidad, donde la centra-


lidad pasa por el individuo, nace una reflexión y un debate religioso que con-
ducirá definitivamente a la reforma de la Iglesia. Atrás permanecerán los tiem-
pos en los que para renovar el espíritu eclesiástico se optaba por huir del mun-
do, escapar de la ciudad y esconderse en la profundidad del bosque. A partir
del Renacimiento, desde el mundo urbano se lanzan una serie de predicadores
a reclamar la necesidad de una renovación íntima en las formas de religiosidad
y de piedad. Se multiplican las cofradías. Se multiplica la incorporación de
los laicos a la reflexión. En la ciudad residían círculos de beatas, intelectuales,
cortesanos que se plantearon la renovación� de� la� espiritualidad, hacia un
tono más intimista, desmonopolizada del orden clerical.

En esta línea se inscriben las persecuciones de los iluminados en el siglo XVI. Y


en especial en las ciudades de la Europa católica después del Concilio de Trento
en 1564, las ciudades se llenarán de iglesias y de conventos, conformando una
imagen sacra omnipresente, que se complementaba con la profusión de pro-
cesiones religiosas que llenaban el calendario festivo y recurrían todos los rin-
cones de la ciudad en un intento de ordenamiento invisible y espiritual de la
ciudad. La imagen sacralizada de las ciudades, tanto en los tiempos modernos
como en los precedentes, se completaba con la existencia de espacios sagrados
que disfrutaban de fuero especial, donde quien huía del peso de la justicia,
podía reclamar un cierto derecho de asilo, espacios vinculados a parroquias.
© FUOC • P08/74527/00779 29 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

5. La ciudad de los espacios propios: el nacimiento de


la intimidad

En este ordenamiento de la ciudad, si realizamos un viaje al interior de las


viviendas, de las casas y los palacios que lo adornan y, en particular, de aque-
llos que han sido construidos por una nueva clase de poder ansiosa de mani-
festar públicamente su posición ya lejos del mundo retirado de los castillos y
también lejos del origen social para al caso de los ascendidos, encontramos
también indicios de un importante cambio en las mentalidades.

A finales de la época medieval y más todavía en tiempos del Renacimiento,


las clases acomodadas más alfabetizadas son conscientes de la necesidad de
disponer en sus viviendas de espacios�propios. Según de qué niveles sociales
hablemos, estos espacios propios lo son para los hombres pero también para
las mujeres. Sus bibliotecas, como demuestran los estudios realizados a par-
tir de los inventarios post mortem o de los inventarios de herencia, se llenan
de libros que las nuevas técnicas de la imprenta han conseguido difundir. El
encarecimiento de los precios de los libros los convierten en un bien de lujo
destinado a las distinguidas bibliotecas de las elites sociales.

Pero la cultura renacentista también alaba la vida activa, y a la lectura le acom-


paña la escritura. Los patricios de las ciudades de la Italia del Renacimiento
se aficionan a escribir sus propias autobiografías familiares, las denominadas
ricordanze, cuyos contenidos en materia de historia de la vida cotidiana tan-
to han servido a los historiadores. Grupos de otros territorios también siguie-
ron este ejemplo, aunque en menor medida. Las elites de aquella Italia varia-
da, que recientemente habían surgido de encarnizadas luchas sociales por el
control del poder municipal y su cierre, necesitaban recursos para legitimar
la conversión de estos centros en grandes ciudades Estado transformadas en
principados autoritarios. Las autobiografías familiares mencionadas presenta-
ban así los linajes de sus autores como los elegidos por la providencia para
llevar adelante los renglones de aquellos poderes urbanos y territoriales. Fenó-
menos similares de cierre de los gobiernos urbanos se extendieron en el oto-
ño de los tiempos medievales por toda Europa. Y a este cierre lo acompañaba
una política de legitimación que, en la vertiente pública, fomentó los distintos
programas decorativos que llenaron las ciudades y, en la vertiente más priva-
da, si es posible establecer esta difícil distinción a comienzos de los tiempos
modernos, el cultivo de las autobiografías familiares.
© FUOC • P08/74527/00779 30 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

En cualquier caso, vemos la ciudad como el marco idóneo para el surgi-


miento de un interés renovado por la busca del mundo interior, los orí-
genes personales y familiares, la lectura. Todo esto, estas actividades, di-
ríamos privadas con incidencia pero de interés público, disfrutan de un
lugar privilegiado dentro de las viviendas que antes mencionábamos,
el estudio.

En el estudio, las elites también archivan y guardan toda la documentación


constitutiva de sus bienes y títulos de propiedad. El carácter mixto de la cul-
tura de la época, la mezcla entre los elementos sagrados y los profanos, nos
muestran también estudios y bibliotecas donde había tanto libros o manuscri-
tos como reliquias y obras de arte. Los espacios contribuyen a la construcción
de las relaciones sociales y culturales.

El estudio no era el único lugar. Otras estancias eran utilizadas con el fin de Lectura complementaria
leer ante un público familiar, dado que la transmisión�oral continuará sien-
Encontraréis más informa-
do todavía muy importante. La memoria, la oralidad, la conversación cons- ción sobre la historia de la
tituyen formas distintas de la cultura en todos los estamentos sociales. A la lectura y la escritura en la si-
guiente obra:
lectura silenciosa, le acompaña la lectura familiar. En los últimos tiempos, la R.�Chartier (1993). Libros,
historiografía ha mostrado un interés especial por la historia de la lectura y lecturas y lectores en la Edad
Moderna (ed. orginal 1983).
de la escritura, y ha dejado conclusiones relevantes, muchas de la mano del Madrid: Alianza Editorial.
historiador Roger Chartier. En este sentido, se ha hablado de la frontera entre
el analfabetismo radical y el proceso de alfabetización. Y, la ciudad, otra vez,
en sus diferentes dimensiones demográficas, es el escenario predilecto de aná-
lisis historiográfico.

La cultura en el mundo rural

La ciudad marca una enorme distancia con el mundo rural en este aspecto. Esta distan-
cia a favor de aquélla ha sido estudiada a partir de la cuantificación de los libros de las
bibliotecas privadas. En el caso de las bibliotecas de los hogares rurales, parece que la
posesión de libros que dejan constancia los inventarios post mortem no supera un 3%.

En la ciudad, el universo�estático, tal como la historiografía ha definido las


mentalidades de la época moderna, se flexibiliza y es más sensible al cambio.
La ciudad es teatro de operaciones del ascenso de la privacidad y de la intimi-
dad, valores que se convertirán en fundamentales en lo sucesivo. La sociedad
que llega a la Edad Moderna tiene un profundo y arraigado sentido de comu-
nidad abierta, donde los vínculos de parentesco y de vecindad se encuentran
justo en medio de las decisiones y estrategias de la vida cotidiana. En el mundo
rural, estos vínculos se dejaban sentir más. Todo ello conforma un conjunto
de fuerzas comunitarias de protección y reproducción social.

En el ámbito de la ciudad también disfrutarían del mismo empuje estos víncu-


los sociales, y se mantuvieron con total vigor a lo largo de los siglos; sin em-
bargo convivieron con más facilidad con los cambios indicados antes, el as-
censo de la intimidad y la privacidad. Podemos fundir estos dos conceptos en
uno solo: el ascenso�del�individualismo. También la familia lentamente va
© FUOC • P08/74527/00779 31 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

concentrando sus decisiones en torno a la unidad conyugal y desvaneciendo la


influencia del linaje global, y es la ciudad el entorno ideal de estos cambios. La
renovación cultural que el hecho urbano supuso, la proximidad de las institu-
ciones de gobierno, de las cortes reales o principescas que muestran el ascenso
del espacio público, van en paralelo a su contrapunto, el espacio individual.
© FUOC • P08/74527/00779 32 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

6. La ciudad de las cortes y de los parlamentos: cómo


dialoga el Estado con la ciudad

Como ya se ha indicado, aparece un nuevo modelo de comportamiento, de


vivir, expresar y conocer, que se irá consolidando a lo largo de la época moder-
na, donde el centro de la existencia era el hombre, el control de sus impulsos,
y crea las bases del Humanismo.

En el plano político, esto tuvo mucha influencia y se pudo desarrollar gracias


a la existencia de espléndidas cortes surgidas al calor de los nacientes Estados
modernos. Y no sólo de Estados territoriales, sino de pequeñas ciudades Esta-
do. Estas cortes tienen un emplazamiento por excelencia, la ciudad. Una vez
más, es la ciudad el centro impulsor de las nuevas formas del poder político.
Los pequeños pero progresivos cambios políticos necesitaban desde el princi-
pio unos referentes legitimadores. Estos referentes se encontrarían en la ciu-
dad, donde la burocracia hacía presencia como nunca, donde los programas
iconográficos de gobernantes, príncipes y reyes disfrutaban de los mejores
escenarios.

6.1. La renovación del saber y sus implicaciones políticas

Lectura complementaria
Las ciudades�cortesanas, como pioneras, pero también otras ciudades
de menor entidad a imitación de aquéllas, constituyeron el terreno idó- Podéis encontrar más infor-
mación sobre la sociedad cor-
neo para el nacimiento de unas formas diferentes de relacionarse entre tesana en la obra siguiente:
sí la clase dirigente. Los clásicos estudios de Norbert Elias ya insistieron N.�Elias (1982). La sociedad
cortesana. México: Fondo de
en este aspecto. Cultura Económica.

Con el tiempo se acabaría hablando del cortesano. Bien entrada ya la época Ved también
moderna, surgirían por todas partes incluso manuales para definir y orientar
Podéis ver el módulo "El feuda-
a aquellos que quisieran adiestrarse en esta práctica que era al mismo tiempo lismo europeo después de la
crisis medieval" de esta asigna-
social, política y cultural. Tendréis ocasión de profundizar sobre esta cuestión tura.
en otro módulo. Nos referimos a la obra, entre otras, de Baldasare di Castiglio-
ne, titulada precisamente El cortesano, y que ha sido estudiada recientemente
Lectura complementaria
por el historiador Peter Burke. Fue publicada en los años veinte del siglo XVI y
pronto sería traducida a otras lenguas, como el catalán, en este caso por Juan Para conocer más detalles so-
bre El cortesano podéis leer la
Boscán. La presencia de las cortes y de las principales instituciones de poder
obra siguiente:
político en la ciudad, con afán centralizador, que es una de las características P.�Burke (1998). Los avata-
a las que aspira entonces todo Estado moderno, fue suficiente motivo para res de El Cortesano. Barcelona.
Gedisa.
constituir un poderoso foco de atracción para mucha gente, y en especial para
la aristocracia, que abandonaba así la retirada vida de los castillos. En la ciu-
dad se crearían seminarios, colegios y academias especializadas para formar a
los hijos de los nobles. En las ciudades, en su conjunto, se crearon también
© FUOC • P08/74527/00779 33 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

imaginariamente redes de una gran educación nobiliaria, que en algunos lu-


gares, en concreto el norte y centro europeos, recibía el nombre del gran tour,
y consistía en la realización de un viaje en el transcurso de varios años que
completaba la formación global de las élites.

Con todo, el imparable proceso de urbanización que tiene lugar a lo largo


de la época moderna, no se puede desligar de las luchas que los municipios
de finales de la época bajomedieval abordaron con el fin de implantar unos
regímenes de libertad en los que la participación social se abriera a nuevos
estamentos. En algunos lugares, esta lucha ha sido descrita como una especie
de revolución gremial que fortaleció el papel de los artesanos en los consejos
municipales. Ciertamente, algunas corporaciones gremiales disfrutaron de efi-
cacia representativa mediante el ejercicio temporal de cargos de gobierno. La
atracción por la ciudad, que, como veis, se puede describir como un fenómeno
de dimensiones variadas, que comprenden desde la política a la cultura, sin
duda disfrutaba, en el inconsciente colectivo, de un escenario que represen-
taba la libertad. Pronto, sin embargo, las luchas urbanas de la época bajome-
dieval tendrían un vencedor, la burguesía, que copaba la mayor parte de los
cargos de gobierno municipal y los principales negocios que incluían una alta
participación en el sistema de créditos, los censos.

A comienzos del siglo XVI se sufrieron todavía algunas revueltas urbanas con
una cierta orientación antiprivilegiados, que confirmaron su fracaso, impo-
tentes ante el ascenso de los nuevos Estados y de la clase social que daba apoyo
a éstos y que los necesitaba. Se trata de una elite de poder, el patriciado, iden-
tificada con diferentes nombres, ciudadanía honrada, burguesía honrada, la
protagonista de las nuevas ciudades. Pero no a solas. En tiempos de las viejas
luchas�urbanas ya se dio cuenta de que le hacían falta unos aliados. Y los fue a
buscar. En parte, las colaboraciones con las incipientes casas reinados obedece
a esta estrategia social y de poder. Del resultado de esta alianza resultaría, a
lo largo de la época moderna, un casi total proceso de cierre y elitización en
los gobiernos municipales. Estos aliados serían los nobles que abandonaban
el campo y que hemos ido viendo circular en los apartados anteriores.

Junto con el afán de poseer una nueva cultura, una cultura letrada, alfabeti-
zarse, poseer conocimientos de lenguas clásicas como ideal de un nuevo saber,
los stvdia humanitatis, una pequeña pero muy significativa parte de la socie-
dad urbana experimenta una pasión de promoción social que puede definirse
como proceso de ennoblecimiento. Se trataba de la vieja burguesía urbana. En
las ciudades mercantiles de Italia, o en las de los Países Bajos, o en otras que
también sobresalieron como centros comerciales en Alemania, como Augsbur-
go o Nuremberg, tuvo lugar este proceso en tiempos del Renacimiento. Los
procesos de urbanización de la nobleza y el ascenso de la burguesía tendrían
su colofón a finales del siglo XVI y fueron paradigma común en todas las ciu-
dades de Europa.
© FUOC • P08/74527/00779 34 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

6.2. Pacto de elites y cultura de poder

De la relación en la ciudad entre la burguesía enriquecida y la vieja nobleza


urbanizada, surgiría un pacto de poder y la aparición de una clase que reten-
dría con éxito en sus manos y dentro de sus familias y linajes el control de la
ciudad. Estas cooperaciones nacieron a raíz del siglo XI. Pero había que espe-
rar al período álgido de la crisis del campo para constatar su consolidación.
Desde el momento en el que las cortes reales se instalaron definitivamente en
la ciudad y se convirtieron en sedentarias, proceso propio del fin de la época
medieval y el inicio de la Era Moderna, este pacto de poder llegó a sus últimas
consecuencias y se trasladó al mismo ambiente cortesano. A pesar de este pac-
to de poder, se mantuvo la esencia diferente dentro de la nobleza, tan distinta
en cuanto a la riqueza y en cuanto al poder. Hasta el punto de que, en el siglo
XVII, se vivió en Europa un debate político y de prestigio que contraponía a la
nobleza�de�sangre frente a la nobleza�de�letras, la nobleza de toga francesa,
ascendida merced al ejercicio de gobierno y la compra de cargos, cada vez más
extensa dado que los nuevos Estados se veían necesitados de mucho dinero
para financiar sobre todo las inacabables guerras internacionales.

La lucha para diferenciarse entre sí llegó en algunos casos al extremo de en-


cargar investigaciones genealógicas que demostraran los auténticos orígenes,
que algunos no dudaron en ocultar y tergiversar. El debate estaba destinado a
continuar hasta el Siglo de las Luces, cuando el triunfo del pensamiento racio-
nalista antepuso, cuando menos en el plano teórico, la importancia del méri-
to y su aliada, la razón, por encima de la sangre. Pero en estos momentos lo
cierto es que una buena parte de la nobleza titulada disfruta de una excelente
preparación letrada y, paralelamente, una importante multitud de burócratas
han sido premiados con relevantes privilegios otorgados por las monarquías
reinantes.

6.3. Ciudad, burocracia y finanzas

La ciudad de las cortes es también la ciudad de las finanzas, la del desa-


rrollo de nuevos bancos que con el tiempo sostendrán las empresas co-
loniales de los futuros Estados convertidos en imperios. La ciudad es
ahora testigo, igual que en el siglo X lo fueron los castillos, de la pros-
peridad de las grandes familias de negocios, linajes ennoblecidos. Su
apoyo y lealtad eran recompensados con cargos, honores y títulos.

Las necesidades de las cortes, de los nuevos Estados, impulsan así el desarro-
llo de las nuevas profesiones, que crecieron en número pero también en posi-
bilidades de promoción. Muchos profesionales, sobre todo juristas, servían a
la Administración de justicia. Se trataba de hijos de burgueses enriquecidos.
Se trataba también de los hijos menores o segundogénitos de la nobleza de
sangre, que eran excluidos de las herencias patrimoniales en un mundo que
© FUOC • P08/74527/00779 35 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

luchaba por conservar sus bienes en unas solas manos con el fin de no dis-
persarlos y mantener generación tras generación el prestigio del linaje y de
sus antecesores. La pauta común de comportamiento es que los hijos margi-
nados de la herencia patrimonial, destinada al primogénito en la mayor parte
de los casos, eran "expulsados" económicamente de la casa familiar con el fin
de acceder a la universidad y más tarde a la Administración. En este sentido,
las estructuras familiares favorecieron la reconversión cultural de la nobleza.
Poco a poco, el cambio en las mentalidades nobiliarias y el impacto del acor-
tesanamiento es tan grande que encontraremos nobles herederos de grandes
patrimonios cumpliendo al mismo tiempo con tareas de alto gobierno.

De todos modos, al fin de la época medieval ellos mismos ya formaban parte


de los consejos reales con atribuciones consultivas. La gestión de los bienes
patrimoniales de aquéllos que ya no podían asumir directamente se conver-
tiría así, para los letrados de origen social inferior, en una salida profesional
muy bien considerada. El crecimiento�de�la�burocracia abrió estas posibili-
dades a una nobleza inicialmente marginada y descolocada, víctima de una
vida ociosa y totalmente improductiva.

6.4. La ciudad y el teatro del poder

Estas ciudades cortesanas pronto se configurarían, pues, como ciudades


burocráticas. La burocracia, los agentes del príncipe o del rey, simboli-
zaban la autoridad del nuevo Estado. Las instituciones públicas se des-
plegaban de la misma manera que crecía numéricamente su personal.
Se haría evidente, poco a poco, la diferencia, la distancia y la reconcep-
tualización entre espacio privado y espacio público, uno de los princi-
pales hitos de la época moderna, convertida en primer término en el
ámbito urbano.

La burocracia alimentaba una liturgia cortesana que, con efectos escenográfi-


cos, se debía visualizar por todos los rincones de la ciudad, especialmente los
más vividos y transitados. La ciudad era el gran teatro de la manifestación del
poder de los príncipes y monarcas. Los relatos de los viajeros y de los emba-
jadores, como el italiano Guicciardini, nos dan constancia de ello. A ningún
gobernante se le escapó esta potencialidad, tanto la de la escenografía política,
como la de la importancia de la ciudad como su escenario. El historiador Peter
Burke marcó una línea de trabajo sobre este tema a partir de su importante
análisis sobre la figura de Luis XIV en el París del siglo XVII. Y era también
el caso de los principados de Polonia y Moscovia, donde la persona del rey
se presentaba ante su público urbano rodeada de oro y a la manera oriental,
Francesco Guicciardini (1483-1540). El
ornamentación que impresionaba más a los asistentes. desarrollo de las embajadas muestra la faceta
política y teatral de las Cortes.
© FUOC • P08/74527/00779 36 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

En la Europa occidental el ritual cortesano combinó elementos de la tradición Lectura complementaria


caballeresca con las aportaciones de la cultura humanista. La iconografía del
Podéis encontrar más infor-
poder embellecía al mismo tiempo el espacio urbano. No en vano, el pensa- mación sobre esta línea de
miento del Humanismo del siglo XV y XVI también contó con una vertiente trabajo de Peter Burke en la
obra siguiente:
urbanista, especialmente interesada por las construcciones civiles que permi- P.�Burke (1991). La cultura
tieron aumentar el número de estos monumentos por toda la ciudad. De to- popular en la Edad Moderna
(ed. original 1971). Madrid:
do este conjunto escenográfico fueron pioneras las ciudades italianas del Re- Alianza Editorial.
nacimiento y experimentó su máximo esplendor en la época del Barroco, ya
entrada la centuria del XVII.

6.5. La ciudad y el Estado

También podemos definir la ciudad como el espacio donde tiene lugar


otra forma de relación entre el poder y los súbditos: el paternalismo
y el pactismo, ambos considerados virtudes que legitimaron el mismo
concepto de soberanía a lo largo de la Edad Moderna además del argu-
mento religioso y de la tradición.

En el primer caso encontramos las continuadas entradas y visitas reales, por


tierra y por mar cuando se trataba de una ciudad con puerto, y que tenían, en
el acto del traspaso del recinto amurallado y el acceso al interior de la ciudad,
todo un símbolo de hermandad, de fusión, entre el gobernante y el pueblo.
En el segundo caso, el Estado dialoga, escucha, a sus súbditos, porque quiere
demostrar cierta sensibilidad con las libertades del país, ya que por encima de
las aspiraciones�centralistas�y�monopolistas el absolutismo puro no fue tan
posible al menos hasta el siglo XVII. Por esta razón, el debate historiográfico
hace no muchos años decidió que el concepto más realista para definir estos
nuevos entramados de poder era el de Estados compuestos o monarquías com-
puestas. La defensa de las libertades y corpus constitucionales de los territorios
que integraban estos Estados se convirtió en requisito para ser reconocidos y
esta legitimidad era sancionada en reuniones de cortes, Estados generales o
provinciales y parlamentos, instituciones de origen bajomedieval.

Lectura complementaria

Sobre el tema de los estados compuestos o monarquías compuestas, podéis consultar la


obra siguiente:

C.�Rusell;�I.�A.�Gallego (1996). Las monarquías del Antiguo Régimen. ¿Monarquías compues-


tas? Madrid: UCM. Editorial Complutense.

Las ciudades elegidas se preparaban y vestían para tan solemne acto cada vez
que accedía al trono un nuevo gobernante. Cortes y parlamentos reunían en
su seno a los representantes más significativos del mundo urbano o urbaniza-
do. No había casi ninguna representación de aquellos que vivían encuadrados
en el campo, el campesinado. Sólo en Suecia la Dieta incorporaba los cuatro
estamentos o brazos, entre los que se encontraba el campesinado acomodado.
© FUOC • P08/74527/00779 37 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

En cambio, sí que estaban presentes los grandes propietarios rurales, pero que
desde el inicio de la Edad Moderna ya disfrutaban de importantes vínculos,
económicos y familiares, con las ciudades.

En esta relación de pacto político entre la ciudad y los gobernantes desde el Ved también
inicio de la Edad Moderna, cabe señalar que, sin embargo, permanecía una
Podéis ver el caso de las revo-
sólida tradición de origen medieval. Las oligarquías urbanas habían disfrutado luciones inglesas, como ejem-
de importantes atribuciones a lo largo de los últimos siglos medievales. Mo- plo paradigmático de esto, en
el módulo "El feudalismo euro-
nopolizaron poder y riqueza en torno a su hinterland rural. Impuestos y otras peo después de la crisis medie-
val" de esta asignatura.
prerrogativas eran discutidas en sede parlamentaria con los reyes o príncipes.
Pero si este tipo de autonomía local decayó ante el avance, más lento en algu-
nos casos pero siempre imparable, de los Estados centralizadores, las asambleas
representativas que reunían las fuerzas sociales que se movían principalmente
en el mundo urbano donde se concentraban sus intereses no sólo resistieron,
sino que ganaron la batalla revolucionaria al absolutismo.
© FUOC • P08/74527/00779 38 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

7. La ciudad de las mujeres: reescribir sobre la


ciudadanía

La querella de las mujeres


El fenómeno de la urbanización trajo como consecuencia la experimen-
tación de nuevos espacios convivenciales, familiares, productivos, po- Esta reflexión sobre el papel de
las mujeres en la esfera pública
líticos. Permitió también redefinir el concepto de espacio privado y de ha pasado a la historia con el
nombre de la "querella�de�las
espacio público, sus interrelaciones, que llevaría a largo plazo a su de- mujeres", de carácter reivindi-
finitiva escisión. Otra de las consecuencias tuvo lugar en el ámbito de cativo desde la perspectiva fe-
menina y con un tono marca-
la reflexión sobre el papel de las mujeres en la esfera pública, entonces damente desigualitario desde
la perspectiva de la ortodoxia
prohibida. religiosa y política.

En tiempos del Renacimiento, la ciudad constituye un espacio para reflexionar.


En el campo, las mujeres intervienen en las tareas agrícolas y también en otras
actividades que sirven como complemento para sus economías familiares, co-
mo la manufactura, con la misma intensidad con la que lo hacen los hombres.
En la ciudad lo hacían también al lado de otros miembros de la familia, en el
marco de la producción artesanal. Pero la ciudad del Renacimiento reinventa
a la persona, impulsa el reconocimiento de su intimidad, de la necesidad de
disponer de un espacio propio para quien se lo pueda permitir, el estudio. Al-
gunas mujeres alfabetizadas participan en esta pasión y se hace asignar en el
interior de sus viviendas una sala destinada a su libre subjetividad. Cristina de Pizan enseñando a su hijo, obra de
Jean Castel

Cristina de Pizan

Cristina de Pizan, una literata humanista, escribió, entre otras obras, una significativa-
mente titulada La ciudad de las damas. El título es suficientemente elocuente sobre la
correlación de conceptos entre urbanización, espacio privado y reflexión, en este caso,
de carácter incipientemente feminista. Cristina de Pizan inventa tres mujeres que serán
las protagonistas y que reconstruyen la ciudad, de manera que quepan en ella todas las
mujeres y con sus valores representados por los méritos de las que han destacado por la
razón o por la lucha de sus convicciones.

Sin embargo, hay que tener bien presente que en estos tiempos iniciales de
la época moderna no estaba clara la idea de ciudadanía, para nadie, ni en un
reino, ni en una ciudad Estado, ni en una ciudad. A diferencia de los hom-
bres, en el marco de las ciudades, las mujeres no disfrutaban de capacitación
política, únicamente podían regir instituciones de caridad. La historiadora N.
Zemon Davis fue pionera en estos estudios. Sin embargo, según Zemon Davis,
el desarrollo de las instituciones de gobierno de las ciudades por causa de su
crecimiento demográfico o de la consolidación de los nuevos Estados cortesa-
nos, permitió la aparición de regímenes políticos que redefinieron el papel de
las mujeres. En las repúblicas de Florencia, Venecia, los cantones suizos o las
ciudades imperiales alemanas, las mujeres aprendieron a ejercer la influencia
política mediante las redes de parentesco; es decir, tras las cortinas de este es-
cenario de poder.
© FUOC • P08/74527/00779 39 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

En contraste, en las ciudades con corte real, de Francia, de Inglaterra o de la Lectura complementaria
monarquía española, había lugares formalmente reservados para las mujeres y
Sobre el papel de las mujeres
espacios de opinión para la acción pública y semipública de las mujeres. En el en las ciudades de esta épo-
seno de estas ciudades cortesanas, las mujeres participaron en el ceremonial, ca podéis consultar la obra si-
guiente:
que era el lenguaje de poder que desde la corte se dirigía a los súbditos, parti- N.�Z.�Davis (1993). Sociedad
ciparon de las relaciones de patronazgo y facción, y dirigieron a los monarcas y cultura en la Francia moder-
na (ed. original 1975). Barce-
–cuando les fue necesario a ellas o a sus familias– peticiones de privilegios o lona: Crítica.
pensiones económicas. En este marco histórico escribió Cristina de Pizan, para
algunos, embrión del futuro feminismo. La ciudad inspira nuevas libertades
y éstas inspiran a la vez la lucha de las mujeres contra la discriminación. Nos
encontramos con otra vertiente, pues, de la ciudad y del creciente proceso de
urbanización que anunciará los imponentes cambios de la Edad Moderna.
© FUOC • P08/74527/00779 40 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

8. La ciudad de los perseguidos: los márgenes de la


ciudad

8.1. Alteridad, heterodoxia y persecución

Desde la Baja Edad Media la ciudad en Europa es un núcleo de heterogenei-


dad y difícil convivencia. El concepto de alteridad está presente en ella. La
llegada y conquista de Constantinopla por parte de los turcos musulmanes,
considerada tradicionalmente el inicio de una nueva época, convierte en muy
próxima la alteridad y la contradicción. Cuando hablamos de los perseguidos,
inicialmente pensamos en los pobres, los marginados y en todos aquellos que,
en una época sometida a intensas sacudidas espirituales, que irán paralelas a
la implantación de la ortodoxia de Estado y una cultura�política�de�orden,
El cardenal Richelieu en el asedio de la Rochelle,
escaparan de la norma y la religión de Estado. Y quién escapaba de la norma obra de Henri Motte

era definido como hereje. Hubo ciudades enteras pobladas de perseguidos por
causa de religión, los centros fortificados de hugonotes controlados por la mo-
narquía francesa, como la Rochelle.

El fraccionamiento confesional implicará en ocasiones el fracciona-


miento urbano. La ciudad no es sólo el espacio donde se hacen paten-
tes estas persecuciones, que serán masivas porque también crecerá el
número de pobres y disidentes, tan pronto como un determinado reino
o principado asuma una determinada religión en contra de la religión
de una parte de su población. También será producto de la ciudad el
surgimiento de instituciones dedicadas a abordar y paliar el problema,
los centros de reclusión para el trabajo.

8.2. La ciudad, el orden y los pobres

El crecimiento de la ciudad es testigo de un aumento de la pobreza. ¿De dónde


venían estos pobres? Se mantenía el pobre habitual, aquel considerado como
auténtico pobre, imagen de Cristo, que vivía siempre pendiente de la caridad.
Pero otro tipo de pobre era el más temido. El que se consideraba como falso
pobre. Aquel que había que perseguir.
© FUOC • P08/74527/00779 41 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

La pobreza que más se veía y a menudo temía como susceptible de pro-


vocar desórdenes y vicios la integraban tanto los recién llegados traba-
jadores del campo, como la masa asalariada que dependía del trabajo
en los gremios y los jornaleros sin formación que aceptaban cualquier
trabajo de baja condición. La inestabilidad de este heterogéneo grupo
provocó no pocas alteraciones en las ciudades de finales de la época
medieval, que los nuevos Estados tendieron a controlar y evitar.

En este punto radica la principal diferencia entre la pobreza de las ciudades


medievales y la pobreza que se desarrolla a raíz del impulso urbanizador de
la era moderna. Cambian los conceptos, pero sobre todo cambia la política.
Las nuevas ciudades serán testigo de nuevas formas de control y reducción de
la pobreza.

Se ha afirmado que los levantamientos en las ciudades ya en el siglo XVI fue- Las revueltas de los
ron muy puntuales y escasos en general. Algunas protestas que unieron a tra- trabajadores urbanos y
campesinos
bajadores urbanos y campesinos tuvieron lugar todavía en la primera mitad
del siglo XVI. La causa común apuntaba contra el mundo de los privilegiados. Algunos ejemplos de estos in-
cidentes los tenemos en las re-
Como también las rurales, estas revueltas se basaban en la defensa de un de- vueltas de las comunidades de
Castilla o de las germanías va-
recho consuetudinario de los viejos buenos tiempos, cuando los impuestos lencianas.
todavía eran tolerables.

Por parte del grueso de la población que se dirigía a la busca de unas nuevas La ciudad de Lyon
condiciones de vida, la inmigración en la ciudad no siempre se vio recompen-
El ejemplo de la ciudad france-
sada. Si había suerte, alguien se podía poner al servicio de alguna familia. En sa de Lyon es clave. Aquí, una
este sentido, la ciudad de la época moderna será también la ciudad de los ser- cuarta parte de su población
entra dentro del variado grupo
vicios y vivirá un proceso de terciarización progresivo. Esta situación no se de los criados.

daba solamente en las lujosas mansiones nobiliarias que necesitaban un nú-


mero elevado y ostentoso de criados, sino también en los domicilios de la me-
dia y de la pequeña burguesía, que, como habéis visto, también aspiraban a
vivir noblemente. Se podía contar con un mínimo de dos o tres sirvientes. De
hecho, el sector mayoritario dentro de la ciudad fue el del servicio doméstico.

Había vínculos entre la ciudad y el campo que facilitaban la integración de los


inmigrantes dentro de unas estructuras de solidaridad formadas por parientes
o vecinos establecidos con anterioridad. Igual que en el campo, el individuo
en la ciudad se sentía integrado por medio de distintas células sociales como
la familia, la parroquia, la cofradía y el oficio. Para quien no accedía a éstas
se complicaban las posibilidades de integración. Con todo, también las deno-
minadas solidaridades verticales podían ejercer funcionalidades similares. És-
tas consistían en crear redes de lealtad entre poderosos y débiles. La prolifera-
ción de bandos en las ciudades del Renacimiento tuvo un peso notable en la
estructura social y municipal.
© FUOC • P08/74527/00779 42 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

Una multitud de marginados y mendigos aumentaron la vertiente más insa-


lubre de la urbanización. Cierta historiografía, al hablar de este sector social,
lo ha hecho en términos de una fragilidad. La fragilidad de su existencia se
agravaba con la escasez y el encarecimiento de la vivienda. El abandono de
las criaturas recién nacidas está relacionado con este fenómeno. Su presencia
se mezclaba con otras variantes, soldados licenciados, peregrinos, desertores,
oficios ambulantes, trabajadores en precario. Serán los protagonistas de la exi-
tosa novela picaresca.

Desarrolló su vida en tres espacios que fueron esencialmente un producto ur-


bano, considerados en el umbral de la delincuencia. En la mentalidad de aque-
llos tiempos era muy difícil separar pobreza de delincuencia. Estamos hablan-
do de la taberna, el burdel y la prisión, sobre los cuales las reformas religiosas
del siglo XVI dedicaron algunas de sus preocupaciones moralizadoras. Los Es-
tados y las instituciones modernas también se preocuparon de éstos, en aras de
la protección del orden público. Todavía estaban muy presentes en la memoria
los disturbios y movimientos populares en tiempos de la crisis del siglo XIV.

La ciudad de los perseguidos fue también el espacio a partir del cual


nacen las denominadas políticas� de� pobres, precedentes de las futu-
ras políticas sociales, aunque con discursos bien opuestos. La ciudad se
convierte en un laboratorio de observación y experimentación de los
problemas derivados del aumento de la pobreza y de la marginalidad.

Y parte de esta pobreza también formará el contingente humano de todos


aquellos que se lanzaron a la aventura transoceánica. La urbanización de la
pobreza permitió, sin embargo, modificar el discurso esencialmente medieval
y cristológico sobre el problema y la sustitución por otro secularizado perfec-
tamente observable en la Europa occidental durante el primer tercio del siglo
XVI, basado en la reclusión, el control y la primacía del trabajo. Y sobre estas
bases los municipios urbanos debían sustituir el viejo papel de las institucio-
nes de caridad vinculadas a la Iglesia. Incluso la mayor parte de las nuevas ins-
tituciones de caridad que surgirán a lo largo de la época moderna serán sobre
todo instituciones vinculadas a la ciudad así como las instituciones del casti-
go, las casas de trabajo, los workhouses ingleses que tanta fama adquirieron en
el continente como modelo que seguir o las casas de misericordia. La ciudad
moderna se convertirá en el eje del sistema beneficial.
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Resumen

El fenómeno de la urbanización se encuentra en el cruce de los caminos que


nos llevan de la época medieval a la época moderna. Se trata de un fenómeno
complejo, resultado de una atracción por el hecho urbano, de nuevas sensi-
bilidades e intereses que tenían su espacio en las ciudades, más que de un
auténtico crecimiento de las bases demográficas. Tampoco fue un fenómeno
uniforme ni constante en el tiempo, pero ha consolidado su validez como cla-
ve de cambios.

Pero ¿de qué procesos de cambio hablamos? Con el fin de acercarnos a su co-
nocimiento, debemos realizar un viaje imaginario a las ciudades. El desarrollo
urbano, la creciente urbanización, que variará y será más o menos intensa se-
gún el ámbito territorial en el que nos encontremos incluso dentro del con-
tinente europeo, es la explicación de los fenómenos que tendrán lugar en la
época moderna. Hablamos de los largos viajes y el descubrimiento de mundos
lejanos; de los intercambios y la expansión de la economía agraria que confi-
gurarán aquello que el historiador Jean de Vries denominó un sistema urbano
integrado; de las nuevas formas de ejercicio del poder; de la renovación del
saber y la elitización de la cultura; de la emergencia de las clases medias y la
desigualdad social, al amparo de un crecimiento demográfico que muestra a lo
largo del período moderno incluso una duplicación del número de habitantes
que afectó a los núcleos más importantes; o de la progresiva escisión entre el
espacio privado y el público, que desplazó poco a poco el linaje, o la comuni-
dad y situó al individuo en el centro de atención de la cultura occidental.
© FUOC • P08/74527/00779 45 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

Actividades
Actividades�de�profundización

Os proponemos la lectura de la documentación de época siguiente.

1. El modo de producción feudal.

Fuente: Estatuto del cereal, promulgado en 1348 por la entidad municipal el Commune de
Florencia, 1348. Podéis encontrar una reproducción del texto en G. Duby (1968). Economía
rural y vida campesina en el Occidente medieval (pág. 497). Barcelona.

2. Conflictividad de los trabajadores en la ciudad.

Fuente: el levantamiento de los tejedores en la ciudad de Gante, 1318-1345. Podéis encontrar


una reproducción del texto en M. Mollat; Ph. Wolff (1989). Uñas azules, Jacques y Ciompi. Las
revolucionas populares en Europa en los siglos XIV y XV (pág. 53). Madrid.

3. La revuelta de la Jacquerie de 1358.

Fuente: Jean Froissart (1968). Chronicles (pág. 151-153). París. Podéis encontrar una repro-
ducción del texto en: R. Hilton (1985). Siervos liberados. Los movimientos campesinos medieva-
les y el levantamiento inglés de 1381 (pág. 171). Madrid.

4. La peste de Florencia, 1348.

Fuente: A. G. Carmichael (1986). Plague and poor in Renaissance Florence (pág. 22). Cambridge.

5. Reflexiones privadas y cívicas en el marco del Humanismo.

Fuente: C. A. Rodríguez Gesnabli (1984). Diario privado de Leonardo da Vinci. Madrid.

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Juan Luís Vives (1978). Epistolario. Madrid: Ed. de J. Jiménez Delgado.

También os proponemos observar productos iconográficos que describen la vida cotidiana


de finales de época medieval en la ciudad y en el campo. Se trata de un creativo ejercicio de
comparación. Uno de estos productos puede ser la detallada obra de los hermanos Limbourg,
miniaturistas que trabajan sobre Les très riches heures du Duc de Berry: 1412-1416, y esta obra
se encuentra actualmente en el Musée Condé, de Chantilly. Es fácilmente accesible en la Web
of Gallery Art de acceso libre en la Red. En la misma web podéis encontrar otras imágenes de
ciudades del Renacimiento y los inicios de la Edad Moderna, en especial obras de la pintura
flamenca y alemana de los siglos XVI y XVII.

Podéis elaborar un esquema sobre los elementos del problema entre desarrollo del capitalis-
mo y polarización social a partir de la lectura de C. Lis; H. Soly (1984). Pobreza y capitalismo
en la Europa preindustrial, 1350-1850. Barcelona.

Ejercicios de autoevaluación
Cuestiones breves

1. ¿Qué consecuencias tuvo la instalación sedentaria de las cortes principescas y reales en


la ciudad?

2. Relacionad la figura del cortesano y el ascenso de la burguesía urbana.

3. ¿Qué implicaciones en el marco de las relaciones de género creéis que tuvo la nueva política
sobre la pobreza?
© FUOC • P08/74527/00779 46 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

Solucionario
Ejercicios�de�autoevaluación

Cuestiones�breves

1. Tuvieron consecuencias en diferentes vertientes. Principalmente nos hemos centrado en


las de tipo político, social, cultural. En el primer caso observamos desde los intentos de asfi-
xia por parte de los Estados de las tradicionales instituciones representativas y locales hasta
una nueva escenografía del poder. En el segundo caso, un aumento de la urbanización de la
nobleza feudal y en el tercer caso, un acortesanamiento de las formas de vida y el desarrollo
de un nuevo civismo que implicaba la virtud de la cultura, los studia humanitatis, o la pro-
moción social por medio de la colaboración en el poder.

2. La tradicional participación de la burguesía urbana en los negocios mercantiles les pro-


porcionó un estatus de riqueza, que al mismo tiempo les permitió colaborar en las nacientes
monarquías con recursos financieros. Los monarcas los premiaban con privilegios y honores.
La pasión por la promoción social se trasladó también a aquellas raigambres de comerciantes
o negociantes que enviaron a sus hijos a la universidad para adquirir una preparación letra-
da y abandonaron la dedicación mercantil de sus antecesores. Esta preparación les permitió
participar directamente en las instituciones de gobierno situadas en las cortes ascendentes,
en tareas variadas de asesoramiento. Todo, estos grupos, junto con la nobleza que abando-
naba el campo y el retirado mundo de los castillos, atraída por la recuperación de nuevas
fuentes de poder y por la proximidad a la corte, difundieron una nueva figura social, mixta
socialmente, pero orientada a la vida en torno a estas cortes, de este ambiente de poder y
de prestigio social.

3. La nueva política de la pobreza, orientada al control de toda desviación y a su reclusión en


casas de trabajo, implicó un aumento de la violencia institucional contra aquellos sectores
que, representados por mujeres marginales, prostitutas y brujas, escapaban de todo posible
encuadre de las formas de trabajo organizado en las llamadas casas de trabajo.
© FUOC • P08/74527/00779 47 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

Glosario
clientelismo  m  Una de las maneras habituales de entender y ejercer el poder en los inicios
de la época moderna. El desarrollo del Estado absoluto se basó también en la instrumenta-
lización del clientelismo burocrático y territorial. En el primer caso, varias generaciones al
servicio del poder real funcionaron gracias a las lealtades familiares. En el segundo caso, la
diversidad territorial de los nuevos Estados, que lucharon para centralizar su poder pasando
por encima de las estructuras de poder provinciales, instrumentalizaron redes de clientela
que unían familias de la corte central de la monarquía con familias de las elites provinciales.

cortesano -ana  m y f  Modelo cultural, social y político característico de la Edad Moderna


aplicado al individuo que aspira a participar en la política y en la corte. A raíz de la urba-
nización nobiliaria, el desarrollo de los Estados autoritarios, el ennoblecimiento de la vieja
burguesía comercial, todos estos procesos cristalizan en un modelo de comportamiento ade-
cuado al nuevo espacio urbano y de poder. El refinamiento de la nobleza trasladada a la ciu-
dad define suficientemente su esencia. Un refinamiento que implicaba saber estar y también
cultura letrada muy en la línea del Humanismo triunfante. Algunos autores como Baldasare
di Castiglione sistematizaron los caracteres esenciales de este ideal de comportamiento. Y
en otro extremo, el príncipe de Maquiavelo representaba esta figura, justo por el dominio
absoluto de los conocimientos de la praxis y la estrategia política.

familia (hogares)  f  El estudio de la demografía histórica ha centrado su interés en el mar-


co de la familia con el fin de observar los cambios en los elementos nupcialidad, fecundidad,
fertilidad, mortalidad. Estos elementos permiten ver las evoluciones, el desarrollo o las crisis
económicas. Según la clasificación de P. Laslett, en la Edad Moderna las familias se subdividen
en simples y complejas. Las simples coinciden con la familia nuclear o conyugal, compuesta
por los padres y los hijos. Las complejas cuentan con otros miembros que residen en ella y
que estaban emparentados con el cabeza de familia. Dentro del grupo de familias complejas
estaban las familias extensas y las familias múltiples. Las familias extensas contaban, además
de con el cabeza de familia, con otras personas emparentadas con éste, un abuelo viudo, un
hermano soltero o un sobrino. Las familias múltiples contaban con un hecho corresidencial
donde había más de una familia del tipo nuclear. El caso más estudiado es el de la familia
troncal, donde una pareja cohabitaba con su hijo casado, que al mismo tiempo era designado
el heredero y gestor de la propiedad familiar. También estaban presentes otros hermanos o
hermanas solteras que continuaban viviendo con sus padres. La historiografía clásica plan-
teó la expansión a comienzos de la Edad Moderna del modelo conyugal. Más recientemente
esta idea ha fracasado y hay multitud de modelos dispersos por toda la geografía europea
de la época.

feminismo  m  En el despliegue de una nueva forma de cultura, en tiempo del Humanismo,


que pasa por la centralidad del ser humano, y una revalorización de la autonomía o indivi-
dualidad, si bien desde el punto de vista de la oficialidad de los poderes civiles y eclesiales
abandonó al olvido la voz de las mujeres, algunas de estas mujeres, bien situadas socialmen-
te, que convivían en el ambiente cultural renovado de las cortes, se hicieron resonancia de
estos nuevos parámetros de la urbanidad y, como Cristine de Pzan, impulsaron el nacimiento
del feminismo. En este sentido, la ciudad es también escenario de este nuevo personaje que
reclama su guión en el escenario de la sociedad.

hereje  m  La legitimación religiosa de la autoridad real a comienzos de la Edad Moderna y las


nuevas relaciones con Roma, en algunos casos la ruptura con la sede petrina, redimensionó
la consideración social y política de la práctica religiosa. Todo asunto religioso era de interés
político. También en el Renacimiento estaba presente el recuerdo y el espíritu de la cruzada.
Además, desde la aplicación del principio cuis regio eius religio, que se pone en práctica después
de la sanción de la ruptura religiosa del imperio alemán y que implicaba claramente el control
estatal de la religiosidad de sus súbditos, todo aquel individuo o sector de la población que
no practicara la religión de Estado era perseguido. La Inquisición fue el brazo ejecutor de este
control al que se añadiría progresivamente la magistratura real.

marginalidad  f  El crecimiento demográfico de las ciudades, desde el tiempo del Huma-


nismo, se produjo gracias a la inmigración de gente del campo que huía de la inestabilidad y
el hambre. Sin embargo, en la ciudad, no todo el mundo prosperó, más bien este contingente
de inmigrantes se vio con muchas dificultades para encontrar trabajo, dado que los talleres
de los gremios ofrecían poco trabajo y éste ya estaba organizado en torno a células familiares
y vecinales. La novedad, sin embargo, de la Edad Moderna, no fue tanto el aumento de la
marginalidad en las ciudades, sino la manera de concebirla y el modo de controlarla y la
ordenó. La Edad Moderna ve el nacimiento de los centros de trabajo y reclusión, de hecho
otra manera de uniformizar la sociedad y erradicar la disidencia y la heterodoxia.

putting out   m  Sistema de trabajo a domicilio que salvará la reglamentación gremial desde
el fin de la época medieval. Su persistencia y vitalidad dura a lo largo de la época moderna.
Ante el aumento de la demanda, una vez superada la crisis bajomedieval, dado que las or-
denanzas gremiales impedían empeorar el producto manufacturado con el fin de producir
© FUOC • P08/74527/00779 48 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

más, fue necesario inventar un nuevo sistema. El sistema de trabajo a domicilio será capaz de
conseguirlo. Se trataba de un sistema intermedio entre la manufactura y la fábrica posterior,
extendido en buena parte de la Europa occidental, en especial por Inglaterra y los Países Ba-
jos. El capitalista proporcionaba a la mano de obra rural, desempleada de manera estacional,
la materia prima que recogía más tarde elaborada.

traición de la burguesía  f  Concepto acuñado por el historiador Fernand Braudel y que


pretende explicar el abandono de las tradicionales actividades capitalistas, específicamente
vinculadas al comercio internacional, que ejerció desde los tiempos bajomedievales la bur-
guesía de las ciudades. Una vez esta burguesía se enriquece, a comienzos de la Edad Moderna,
prefirió abandonar la actividad y reconvertirse a la vida rentista por emulación de la nobleza.
Sin duda constituía una estrategia social de acercamiento a la nobleza feudal, en el camino
hacia el ennoblecimiento que poco a poco alcanzaría. La historiografía más reciente, a la
luz de numerosos estudios de casos, vinculados a ciudades y al análisis prosopográfico de
las instituciones de gobierno, ha podido interpretar este cambio como un proceso necesario
para un pacto de poder que sostuvo los nuevos Estados autoritarios.

urbanización  f  Proceso impulsor del crecimiento y despliegue de las ciudades, que no se


puede circunscribir sólo a los efectos demográficos, sino que forma parte de un complejo
proceso que tendrá lugar desde la época moderna y que servirá de base para un auténtico
relevo de la ciudad a comienzos de la contemporaneidad. Este proceso integraba elementos
sociales, por la afluencia de la nobleza a la ciudad que se unía a los grupos de poder preexis-
tentes y que abandonará progresivamente el campo, y elementos culturales, dado que las
nuevas corrientes intelectuales y una nueva manera de entender el mundo, más individual,
más secularizada, tendrán su escenario en la ciudad, sin duda centro más susceptible a la
recepción de noticias, influencias y modos.
© FUOC • P08/74527/00779 49 Los fundamentos de la Edad Moderna: el desvelo del mundo urbano

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