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La manera como los Hechos nos cuentan la llamada del Señor a Saulo en el camino de
Damasco presenta el tipo literario de los relatos de vocación más que el de una
conversión. Sin embargo, la vocación de Pablo implica también una conversión. Así lo
JACQUES DUPONT, O.S.B.
expresan las palabras de Ananías (22, 16). Consciente de ser pecador, Pablo desea el
perdón y el bautismo.
Los pasajes vistos nos ponen de manifiesto que la llamada a la fe implica siempre la
conciencia de pecado y el deseo de perdón.
Hablando de su ministerio, Pablo dirá que los paganos son llamados a "convertirse a
Dios" y a "arrepentirse" puesto que, como paganos, son culpables delante de Dios (26,
20; 20, 21).
En los discursos pronunciados por Pedro en Jerusalén nos encontramos con los más
severos reproches. Procedimiento extraño para un misionero que quiere conseguir
conversiones. Sin embargo, Pedro busca su conversión: con sus acusaciones quiere
llevar al auditorio a tomar conciencia de su pecado, disponiéndole a oír la llamada al
arrepentimiento. La acusación es siempre la misma: los habitantes de Jerusalén son
responsables de la muerte de Jesús. Veamos, por ejemplo, el discurso de Pentecostés (2,
22.23.36).
Pedro apela a los milagros, signos y prodigios con que Dios ha acreditado a Jesús, sin
embargo ellos no han dudado en decidir su muerte. Pero Dios le ha resucitado y le ha
hecho Señor. Se produce el efecto querido: "al oír esto, dijeron con el corazón
compungido a Pedro y a los demás apóstoles: ¿qué hemos de hacer, hermanos?" (2, 37).
Ya están preparados para oír la llamada final: "arrepentíos y que cada uno de vosotros
se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados" (2, 38).
JACQUES DUPONT, O.S.B.
Los reproches son más duros aún en el discurso que sigue a la curación del tullido de la
puerta Hermosa (3, 13-17). Concluyen, como siempre, con una llamada al
arrepentimiento (3, 19). Si grande es la responsabilidad de las masas de Jerusalén, los
miembros del Sanedrín son los primeros culpables (4, 1011). El discurso finaliza con
una promesa (v 12). El contraste entre la acusación y la promesa es ciertamente querido.
A pesar de la gravedad de la ofensa, Dios está dispuesto a perdonar. Para ello es
necesario que los culpables se arrepientan o, más exactamente, que abran su corazón a
la gracia del arrepentimiento que Dios les concede por medio de Cristo resucitado (5,
30-31).
EL MISTERIO DE PASCUA
En los textos vistos hasta ahora, la conversión, consecuencia de una toma de conciencia
del pecado, se presenta bajo la forma de un "arrepentimiento" (metánoia). En los textos
que abordaremos a continuación aparece más positivamente como un acto por el que "se
vuelve" (epistréphein) hacia Dios, o hacia el Señor Jesús. Queremos precisar que esta
"vuelta" es especificada por el acontecimiento de Pascua, pero de la Pascua considerada
en todas sus dimensiones: pasadas, presentes y futuras.
Para hablar de la conversión de los paganos, los primeros cristianos han tomado una
expresión judía: abandonando los ídolos, se volvieron hacia Dios (1 Tes 1, 9; Act 14,
15; 15, 19). En oposición a los ídolos, objetos materiales sin vida y movimiento, el
verdadero Dios es un Dios vivo y activo, creador de cuanto existe. "Volverse" a Él es
reconocerle por el único Dios verdadero; es devolverle, a Él solo, el culto que le
pertenece. Manteniéndonos en el vocabulario judío la expresión "volverse al Señor"
tiene exactamente el mismo sentido que "volverse a Dios". La palabra Señor reemplaza
simplemente para los judíos a Yahvé, el nombre del Dios de Israel. De hecho, los
cristianos tienen tendencia a reservar este título a Jesús resucitado; y la expresión
"volverse al Señor" designa en los Hechos una conversión al cristianismo, la adhesión al
Señor Jesús (11, 20-21; 9, 35). Éste es el aspecto fundamental de la conversión:
volverse a alguien, Dios o el Señor Jesús. Convertirse consiste en aceptar no un sistema
de verdades, sino una persona; la conversión es adhesión a un Dios vivo y a Jesús
reconocido como Señor. Nos falta mostrar ahora que esta conversión está esencialmente
determinada por el acontecimiento pascual.
JACQUES DUPONT, O.S.B.
Después de hablar del crimen cometido por los habitantes de Jerusalén, que han matado
a Jesús, los apóstoles añaden a continuación el hecho de la resurrección, siempre bajo
esta forma: "Dios ha resucitado a Jesús", que se repite sin, cesar de uno a otro extremo
de los Hechos, puesto que constituye la sustancia del mensaje cristiano.
b) La acción de la gracia: ésta es más necesaria y eficaz que la impresión causada por
los milagros. Sólo Dios puede tocar los corazones y producir en ellos la conversión (16,
14). Él da el perdón y tambié n el arrepentimiento, condición normal de aquél. El don del
arrepentimiento se presenta, pues, como un efecto de la intervención divina el día de
Pascua, una prolongación de la acción por la cual Dios ha resucitado a Jesús. La vida
eterna es un don (11, 18); pero también lo son la fe (13, 48) y el perdón, (13, 37-39) que
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dan acceso a ella, y la misma conversión que abre al hombre el camino de la salvación
(16, 14).
Para obtener la salvación en el día del juicio hay que creer, invocar el nombre del Señor
(2, 21; cfr. Jl 3, 5), porque "no hay bajo el cielo otro nombre... por el que podamos
salvarnos" (4, 12). "Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y los tuyos" (16, 30).
La Resurrección, signo predecesor del fin de los tiempos, invita a los pecadores a
examinarse a sí mismos, a arrepentirse y a creer, a fin de obtener el perdón de sus
pecados antes del juicio final. Para los que se convierten y creen en el Señor Jesús, la
Resurrección es un motivo de esperanza y de gozosa seguridad, pues confían que Jesús,
a la hora de su regreso, será el Salvador y les dará una parte de la herencia con todos los
santos (20, 32).
CAMBIO DE VIDA
Hasta aquí nos hemos contentado con tomar el verbo epistréphein en su sentido
etimológico de "volverse a", subrayando que se trata de "volverse a" alguien, a Dios o al
Señor Jesús. Pero esta traducción no es exacta: convertirse no es sólo "volverse", sino
JACQUES DUPONT, O.S.B.
El "camino"
¿Cuál ha de ser el nuevo camino, la regla de conducta para el convertido? Según los
judaizantes, la norma cristiana debe seguir siendo la del judaísmo: la Ley de Moisés
(15, 1.5). Sin embargo, este punto de vista será pronto rechazado (15, 10.19).
Definir el "Camino" sería definir la moral cristiana, es decir, la manera como los
cristianos buscan servir a Dios en toda su conducta. Hay, sin embargo, ciertos rasgos
más específicos claramente señalados. Uno de ellos será la koinònía (2, 42), que es
unión de los espíritus y comunión de bienes (2, 44; 4, 32) : sentido comunitario de los
que tienen conciencia de formar una misma familia. Tanto es así que se reconocerá a los
cristianos por el amor que se tienen unos a otros.
En la segunda parte de este estudio hemos mostrado que la conversión es adhesión a una
persona; adhesión que supone un encuentro personal entre el individuo y Dios. Pero
esto es insuficiente. Desfiguraríamos la idea que los primeros cristianos tenían de la
conversión si no la viéramos más que bajo un ángulo individualista. La conversión es
camino, y el camino se identifica con el estilo de vida, que caracteriza a la comunidad
cristiana, y con esta misma comunidad a la que el individuo debe incorporarse por el
acto inicial del bautismo, y más aún por toda una vida conforme con lo que esta
comunidad concibe como servicio de Dios. Profundamente asimilado a la comunidad,
por su manera de vivir, el convertido realiza su "regreso" hacia Dios. Ella será quien le
proporcione la norma viva que ha de ser para él el Camino del Señor. La vida nueva en
la que entra, a causa de su conversión, es esencialmente eclesial.
JACQUES DUPONT, O.S.B.
Conclusión
Los Hechos permiten hacerse una idea muy completa de lo que los primeros cristianos
entendían por conversión. Su concepción debe ciertamente mucho a la tradición judía,
pero repensada a la luz del mensaje cristiano.
a) Los judíos reprochaban a los paganos la impiedad del culto sacrílego a los ídolos. La
predicación apostólica hace que los judíos tomen conciencia del pecado que pesa sobre
ellos a causa de la crucifixión de Jesús. Para convertirse es necesario darse cuenta
primeramente del pecado cometido contra Dios.
b) Los judíos invitaban a los paganos a abandonar los ídolos para volverse al Dios vivo.
Los apóstoles invitan tanto a los judíos como a los paganos a volverse al Dios vivo
manifestado en la resurrección de Jesús.
c) Los judíos esperaban una manifestació n esplendorosa de Dios que subyugara a los
pueblos paganos y les concediera a ellos una dicha sin precedentes. Los cristianos
esperan la intervención escatológica con la convicción de que la Resurrección de Jesús
prepara y establece ya ahora lo que se cump lirá en el juicio final. Pero esta perspectiva
se convierte en un motivo de conversión: todos los hombres, judíos y paganos, son
invitados a preparar el juicio convirtiéndose y creyendo en el Señor Jesús; y así tendrán
parte en la felicidad del mundo futuro.
d) Los judíos pensaban que los paganos no podían salvarse a menos que se adhirieran al
mensaje de Dios sometiéndose a la observancia de la Ley de Moisés. Pero los primeros
cristianos no conciben una verdadera conversión al mensaje evangélico sin la
aceptación del estilo de vida que caracteriza a la comunidad apostólica.
Notas:
1
Este artículo ha sido incluido posteriormente en el libro del mismo autor: «Etudes sur
les Actes des Apôtres», Lectio divina 45, Editions du Cerf (1967) 469-476.