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Devoción de los 30 días a san José

Tomado de : www.devocionariocatolico.com/

Se recomienda que esta devoción se realice delante de una


imagen del Santo Patrono o en su defecto de la Sagrada Familia
de Nazareth.

La práctica de esta devoción ha de ser muy sencilla. Récese la


oración treinta días consecutivos, y será más eficaz rezarla ante la
imagen o altar del Santo; pero cuando eso no sea posible, puede
rezarse en la casa particular.

Se recomienda mucho la Comunión, al menos los Miércoles de


estos treinta días.

Día Trigésimo

Por la señal de la santa cruz, etc.

Oración para todos los días


Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres
personas distintas y un solo Dios verdadero, en quien
creo y espero, a quien adoro y amo con todo mi corazón, y
me pesa de haberos ofendido por ser bondad infinita; os doy
gracias por haber honrado sobre todos los santos al
glorioso patriarca san José, con la dignidad incomparable
de padre adoptivo de Jesús, Hijo de Dios, y de esposo
verdadero de María, Madre de Dios.
Dadme gracia copiosa para honrarle dignamente en
este día, merecer su protección en vida y en la hora de la
muerte y conseguir el favor especial que solicito en este mes.
Y si mis culpas, Oh Dios de Amor, impiden el recibir éstas
gracias, yo las detesto con toda mi alma, por ser ofensas
de Vuestra Infinita Bondad y propongo de todas maneras
nunca más pecar, apartarme de todas las ocasiones
peligrosas y hacer una buena Confesión de todos mis
pecados, con Vuestra Gracia y la intercesión de María y
san José.
Amén.

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Devoción de los 30 días a san José – Trigésimo día.

ORACION (Versión Moderna)


Tomada de : https://www.aciprensa.com/

¡Amado San José!


Desde mi pequeñez y dolor y ansiedad, te contemplo con
emoción y alegría en el cielo, donde resides con los
Bienaventurados, pero también como padre de los
huérfanos en la tierra, alegría de los tristes, amparo de los
desvalidos, gozo y amor de tus devotos ante el trono de Dios.
Por eso yo, pobre, desvalido, frágil y necesitado, te dirijo
hoy y siempre mis tristezas y alegrías, mis ruegos y súplicas,
mis arrepentimientos y mis esperanzas; y hoy especialmente
traigo ante tu imagen un sufrimiento que consolar, un mal
que remediar, una desgracia que impedir, una necesidad que
resolver, una gracia que obtener para mí y para mis seres
queridos.
Y para animarte aún más a oírme y obtenérmelo, te lo
pediré durante estos treinta días, urgente y
confiadamente, recordando los hitos que en tu vida
marcaron tu fidelidad a toda prueba, y que son los motivos
que tengo para esperar que no demores en responder a
nuestra necesidad.
Te lo pido por la bondad divina que movió al Verbo Eterno
a encarnarse y nacer en la pobre naturaleza humana, Dios
Hombre, el Señor Jesús.
Te lo pido por la prontitud con la que respondiste al
llamado de ser padre adoptivo del Señor Jesús y Casto
esposo y custodio de nuestra Santa Madre.
Te lo pido por tu fortaleza discreta y silenciosa con la que
buscaste un establo para cuna de Dios, nacido entre los
hombres, que le obligan a nacer entre animales.
Te lo imploro por la pronta obediencia con la que
impusiste al Reconciliador el Santo Nombre de Jesús, por
disposición del Eterno para consuelo, Amor y Esperanza
nuestra.
Te lo suplico por el dolor heroicamente aceptado al oír del
Ángel la muerte decretada contra tu Hijo Dios y por tu
valerosa huida a Egipto, por los sufrimientos del camino, por
la pobreza del destierro y por las inseguridades del retorno
a Nazaret.

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Devoción de los 30 días a san José – Trigésimo día.

Te lo pido por tu aflicción dolorosa de tres días al perder


a tu Hijo, y por tu alegría intensa y discreta, al encontrarle
en el templo; por el gozo inefable de los treinta años
que viviste en Nazaret con Jesús y María sujetos a tu
autoridad y providencia.
Te lo ruego por el heroico sacrificio con que
aceptaste la misión del Señor Jesús: La cruz y la muerte
por nuestra reconciliación.
Te lo imploro por el heroico desprendimiento con el que
todos los días contemplabas aquellas manos infantiles que
serían taladradas un día en la Cruz; aquella cabeza que se
reclinaba sobre tu pecho que sería coronada de espinas;
aquel cuerpo divino que estrechabas contra tu corazón, que
sería extendido en la Cruz.
Te lo pido por tu tránsito de esta vida y tu entrada al Cielo,
donde tienes tu trono de poder.
Te lo suplico por tu gozo cuando contemplaste la
Resurrección del Señor Jesús, su ascenso a los Cielos y su
trono de Rey inmortal por los siglos.
Te lo pido por la dicha con la que contemplaste ser
ascendida a los Cielos por los ángeles a tu santísima
Esposa y coronada por el Eterno, como Reina y Señora de
todo lo creado.
Te lo ruego y espero confiadamente por tus trabajos,
dolores y sacrificios en la tierra, y por tus triunfos y tu
bienaventuranza en el Cielo con tu Hijo Jesús y con Santa
María. Amén.

Oración
¡Oh mi buen San José!
Yo, inspirado en la Fe de la Santa Iglesia y en comunión con
el sentir universal del pueblo cristiano, siento en mí la
confiada fuerza, que me alienta a pedirte, suplicarte y
esperar me obtengas de Dios la gracia que voy a poner ante
esta imagen en la tierra y ante tu trono en el Cielo: La
espero, Santo Patriarca. Amén.

(Aquí, levantado el corazón a lo alto, se pide al Santo


la gracia que se desea.)

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Devoción de los 30 días a san José – Trigésimo día.

Día Trigésimo

El Silencio de san José


Padre Michel Gasnier, O,F
Tomado de : https://www.corazones.org/

Capítulo 30
MODELO DE LOS CRISTIANOS

“Recurrimos a ti en nuestras tribulaciones,


Bienaventurado José … a fin de que sostenidos por tu
ejemplo y tu ayuda, podamos vivir
santamente.” (Oración de León XIII a San José)

Nuestros antepasados, sabiendo quizá mejor que nosotros


que Dios no es extraño a ningún detalle, por pequeño que
sea, de nuestro destino, se entretuvieron en estudiar el
nombre de José, observando que todas las letras que lo
constituyen son iniciales de virtudes primordiales del
Santo: J, de Justicia, 0, de Obediencia, S, de Silencio, E,
de Experiencia, P, de Prudencia y H, de Humildad. Tal
vez nos sintamos tentados a sonreír ante este candor que
busca signos providenciales hasta en las letras de un
nombre, pero hay que reconocer que esas virtudes
caracterizaron en efecto el alma de José, tal como la
tradición cristiana las refiere y enumera.
Todas las perfecciones evangélicas coexisten en su alma en
admirable equilibrio, bajo el signo de una serenidad que se
nos muestra como emanación de la divina Sabiduría.
La primera de las virtudes que colocó en su vida en un lugar
de honor fue la Obediencia. Siempre que el Evangelio nos
habla de él es para mostrárnoslo en el ejercicio de la misma:
Así pues, levantándose, hizo todo lo que Dios le había
significado. “Levantarse", en el vocabulario de la Biblia,
expresa la Prontitud, la Docilidad y la Energía con que
uno se entrega a la tarea que acaba de serle asignada.

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Devoción de los 30 días a san José – Trigésimo día.

José se nos aparece, pues, como el servidor que Dios


conduce fácilmente, como el centurión del Evangelio al que
se le dice "Ve", y él va, "Ven", y él viene, "Haz esto", y
lo hace. Los hombres aún no conocían el Padrenuestro y ya
José había pronunciado su frase central: "Padre, hágase tu
voluntad". Había comprendido que, para los seres creados,
la verdadera sabiduría consiste en vivir de acuerdo con
su Creador, a semejanza del Hijo de Dios, que al venir a
este mundo se ofreció en oblación: “Aquí estoy, Padre,
para hacer tu voluntad”. Así, a cada consigna del cielo, se
entrega a su cumplimiento como un niño, es dócil a todas
sus llamadas, rápido en responder a todos los trabajos,
a todas las pruebas, a todos los sacrificios. Ha puesto
toda su vida en manos de Dios: Está siempre a la escucha,
al acecho de sus mandatos. No sabe a dónde le conduce
Dios, pero le basta con saberse conducido por él. Jamás
desfallece en su misión. No regatea, no tergiversa, no
objeta nada, no pide explicaciones, no se irrita, no se
queja cuando se le trata aparentemente sin
miramientos y sólo se ve iluminado en el último
momento. No retarda el momento de entregarse. Va hasta
el fin en el cumplimiento de su deber sin dejarse
intimidar por nada.
La obediencia es propia de almas fuertes y humildes. Solo
Dios podría medir la profundidad de la humildad de José. Se
sabía incomparablemente privilegiado por Dios, en razón de
su misión, y, sin embargo, no se siente aplastado por la
grandeza de su vocación, como tampoco piensa en
envanecerse o en reservarse un puesto en el gran misterio
de la Encarnación que domina la Historia; ni siquiera utiliza
su título de padre adoptivo del Hijo de Dios para
destacarse y subirse en un pedestal. Allí donde otros
hubiesen caído en el orgullo, él, que tan a menudo ha
meditado el Magnificat de su esposa, se abaja más y más.
En todo lo bueno que descubre en él no ve más que un don
gratuito de Dios y de su liberalidad. Sólo se distingue de
los demás por su profunda modestia y su discreción total.

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Devoción de los 30 días a san José – Trigésimo día.

Más todavía que Isabel, se dice: “¿De dónde me viene la


dicha que supone el que mi Dios y su Madre se dignen
habitar en mi casa?” Y más también que Juan Bautista,
añade: Es menester que Jesús crezca y yo disminuya.
Pone todo su empeño en servir a los designios de Dios y lo
hace sin agitación, sin ruido, en un silencio tal que el
Evangelio no nos transmite una sola palabra suya. En
todas las situaciones singulares en que Dios le pone,
permanece silencioso y tranquilo. Sabe que la tarea de un
servidor no consiste en hablar, sino en escuchar la voz de
quien le manda, y que el silencio es e¡ ambiente propio de
una vida que busca estar unida a Dios, conservar el contacto
con El.
No tenemos por qué lamentar no conocer ninguna palabra
de José, pues su lección y su mensaje son precisamente su
silencio. Se sabe depositario del secreto del Padre
Eterno y, para mejor, guardarlo sin que nada se
transparente, se envuelve él mismo en el secreto; no quiere
que se vea en él más que un obrero que trabaja duro
para ganarse el pan, temiendo que sus palabras obstaculicen
la manifestación del Verbo.
Su desaparecer silencioso no expresa tan sólo su aceptación
de los designios divinos; es también un rendido
homenaje a las magnificencias de Dios, la expresión de
su asombro frente a lo que ha querido hacer de él, un pobre
hombre que nada merece. Se reconoce tan repleto de
dones que. sólo el silencio le parece digno de sus
acciones de gracias. Las palabras le faltan para expresar
su anonadamiento ante el misterio que se desarrolla en su
casa. Necesita un recogimiento cada vez más profundo para
meditar todas las gracias cuyo recuerdo guarda en su
corazón.
Hay quien no ve en José, el silencioso, más que un pobre
santo arcaico que vivió hace dos mil años en un oscuro
pueblo y que no tiene nada que enseñar a los hombres de
hoy. La realidad es, por el contrario, que muestra a nuestra
época, la cual no brilla precisamente por su modestia y su

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Devoción de los 30 días a san José – Trigésimo día.

sumisión las enseñanzas más urgentes y necesarias. Ningún


modelo con más verdadera grandeza. Actualmente no se
estima más que la agitación, el ruido, el oropel, el resultado
inmediato. Falta fe en las ventajas y la fecundidad del
retiro, del silencio, de la meditación; esas virtudes
primordiales no aparecen ya más que como prácticas
periclitadas, esfuerzos perdidos para el progreso del mundo.
Se rechaza todo lo que contraría un vulgar
aburguesamiento. Todo contribuye, en nuestros días, a
exaltar la independencia de la persona humana y a
reivindicar unos pretendidos derechos. El gran sueño de
muchos hombres es tener un nombre y cubrirse de oropeles,
obtener distinciones, subirse a un estrado, tener una
situación que obligue a los demás a inclinarse ante ellos.
José nos enseña que la única grandeza consiste en
servir a Dios y al prójimo, que la única fecundidad procede
de una vida que, desdeñando el brillo y las
hazañas pendencieras, se aplica a realizar consciente y
amorosamente su deber, por humilde que sea, sin buscar
otra compensación que agradar a Dios y someterse a
sus designios, no teniendo otro temor que no servir
bastante bien. Servidor por excelencia es aquel que,
olvidándose de sí mismo, no vive más que para la
Gloria de su Señor y organiza toda su existencia en función
de esa gloria; No busca una actividad incesante, porque es
dentro de su alma donde no cesa de crecer su amor, siempre
a la escucha de la voluntad divina, en espera de la menor
indicación para actuar.
El mensaje de José es una llamada a la primacía de la vida
interior, de la contemplación sobre la acción exterior y
la agitación; nos habla de la urgencia de la abnegación,
fundamento indispensable de toda fecundidad.
Nos enseña, finalmente, que lo esencial no es parecer,
sino ser; no es estar adornado de títulos, sino servir,
vivir la vida bajo el signo del querer divino y la busca
de la gloria de Dios.

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Devoción de los 30 días a san José – Trigésimo día.

Sobre la santidad incomparable de José, fulgurante de


esplendores ocultos, planean las palabras que pronunció
Jesús: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, porque has ocultado esas cosas a los sabios y
prudentes y se las has revelado a los humildes.”
(Mt 11, 25).

Oración “Enséñanos, José”

Enséñanos, José, cómo se es "no protagonista", cómo se


avanza sin pisotear, cómo se colabora sin imponerse, cómo
se ama sin reclamar. cómo se obedece sin rechistar, cómo
ser eslabón entre el presente y el futuro, como luchar frente
a tanta desesperanza, cómo sentirse eternamente joven.
Dinos, José, cómo se vive siendo “número dos”, cómo se
hacen las cosas fenomenales desde un segundo puesto.
Cómo se sirve sin mirar a quién, cómo se sueña sin más
tarde dudar, cómo morir a nosotros mismos, cómo cerrar los
ojos, al igual que tú, en los brazos de la Buena Madre.
Explícanos cómo se es grande sin exhibición, cómo se
lucha sin aplauso, cómo se avanza sin publicidad, cómo se
persevera y se muere uno sin esperanza de un póstumo
homenaje, cómo se alcanza la gloria desde el silencio,
cómo se es fiel sin enfadarse con el cielo.
Amén.

“Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.”


“Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.
“Jesús, José y María, recibid cuando yo muera el alma
mía”.
Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y de Espíritu Santo.


Amén.

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Devoción de los 30 días a san José – Trigésimo día.

Letanías de san José (Opcional)


Tomado de : https://www.aciprensa.com/

En el nombre del Padre y del Hijo y de Espíritu Santo.


Amén.

Señor, ten misericordia de nosotros


Señor, ten misericordia de nosotros.
Cristo, ten misericordia de nosotros
Cristo, ten misericordia de nosotros.
Señor, ten misericordia de nosotros
Señor, ten misericordia de nosotros.

Cristo óyenos, Cristo óyenos.


Cristo escúchanos, Cristo escúchanos.

Dios Padre celestial,


Ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo,
Dios Espíritu Santo,
Santa Trinidad, un solo Dios,

Santa María, Ruega por nosotros.


San José,
Ilustre descendiente de David,
Luz de los Patriarcas,
Esposo de la Madre de Dios,
Casto guardián de la Virgen,
Padre nutricio del Hijo de Dios,
Celoso defensor de Cristo,
Jefe de la Sagrada Familia,
José, justísimo,
José, castísimo,
José, prudentísimo,
José, valentísimo,
José, fidelísimo,
Espejo de paciencia,
Amante de la pobreza,
Modelo de los trabajadores,

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Devoción de los 30 días a san José – Trigésimo día.

Gloria de la vida doméstica,


Ruega por nosotros.
Custodio de las Vírgenes,
Sostén de las familias,
Consuelo de los desgraciados,
Esperanza de los enfermos,
Patrón de los moribundos,
Terror de los demonios,
Protector de la Santa Iglesia,

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:


Perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:
Escúchanos, Señor,
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:
Ten misericordia de nosotros.

V.- Le estableció señor de su casa.


R.- Y jefe de toda su hacienda.

Oremos:
Oh Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a
San José por Esposo de tu Santísima Madre: Concédenos, te
rogamos, que merezcamos tener por intercesor en el cielo al
que veneramos como protector en la tierra.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

ORACIÓN A SAN JOSE


Compuesta y escrita por Su Santidad León XIII.
(Sobretodo para lo Miércoles y Domingos)

Su Santidad León XIII ha concedido una indulgencia de siete años


y siete cuarentenas por cada vez que se rece devotamente esta
devoción.
(Decretos de 15 Agosto de 1889 y 21 Septiembre del mismo año).

A Ti recurrimos en nuestra tribulación, Bienaventurado José,


y después de implorar el socorro de tu Santísima Esposa,

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Devoción de los 30 días a san José – Trigésimo día.

pedimos también confiadamente tu patrocinio por el afecto


que te unió con la Inmaculada Virgen Madre de Dios y por el
amor paternal con que trataste al Niño Jesús, te rogamos
nos auxilies para llegar a la posesión de la herencia que
Jesucristo nos conquistó con su sangre, nos asistas con tu
poder y nos socorras en nuestras necesidades.

Proteged, Oh prudentísimo Guardián de la Sagrada Familia,


a la raza elegida de Jesucristo; presérvanos, Oh Padre
amantísimo, de toda mancha de error y corrupción;
muéstratenos propicio y asístenos de lo alto del Cielo, Oh
poderosísimo Libertador nuestro, en la batalla que estamos
librando contra el poder de las tinieblas; y así como libraste
al Niño Jesús del peligro de la muerte, defiende ahora a la
Santa Iglesia de Dios contra la acechanza del enemigo y
contra toda adversidad. Concédenos tu perpetua protección
a fin de que animados por tu ejemplo y tu asistencia
podamos vivir santamente, piadosamente morir y alcanzar
la eterna beatitud del Cielo.
Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y de Espíritu Santo.


Amén.

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