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CAPÍTULO 7
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MICHELET Y LA APREHENSIÓN TOTAL DEL
PASADO
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Para los partidarios de la ~<Nueva Historia», Michelet constituye una re-
ferencia ritual obligada, pc.esto que se había consagrado a la ~(resurrección
deJ pasc.do integral>~. Pretendió ser portavoz de una historia otra, diferen- ••
te, apta par::t. hacer hablar a los <~silencios», que diera amplio espacio a las
pulsiones irracionales. Ser un (<resucitador», recrear la vida nüsma, consti-
t:J.ye 1;::_ ambición sup:rema de cualquier historiador después de haber dedi-
cado ~u vida a la investigación erudita. En }O$ tiempos actuales, en los que
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prevalece un tipo de historia tan diferente, con sus análisis seriales, curvas
y gráficas, Michelet resulta un modelo fascinante. Nos podemos preguntar
si no es lvfichelet un mito piadosamente conservado. Antes de llegar a nin- ••
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guna conclusión, habremos de precisar los límites de su proyecto histórico,
comprobar cómo Je da cumpli:rr..iento en sus escritos, y tener presentes los
obstácuics que encontró, ideológicos unos e inconscientes otros, en su apre-

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hensión global del pasado.

l. EL PROYECTO-TESTAMENTO DE MlCHELET

Para analizarlo, nos basaremos principalmente en el célebre Préface a


l'histaire de France, que incluimos al final del capítulo. Fue redactado por
l\11cheiet entre el 22 de febrero y el 12 de septiembre de 1969, a petición
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de su editor, que quería reeditar la Histoire de France, cuyo decimosépti-
mo y último tomo estaba a la venta desde 1867. :Michelet afirmaba orgu-
llosamente su ambición de haber decidido ser, desde el- comienzo de su ••
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carrera, el resucitador de la totalidad nacional en gestación a través de los
sigios. Tal proclamación exige algunos correctivos y algunas aclaraciones .
_4. Este Prefacio está escrito al final y no en otro momento de la carre-

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ra de Micbelet. Tiene por objeto situar toda su obra dentro de las coorde-
nadas de un proyecto único. Es, por tanto, un texto madurado duranie mu-
cho tiempo, que-ha sido previamente esbozado muchas veces, por ejemplo
en: «~Hiteriales de un prefacio aplazado: mi vida, mis enseñanzas, mis li-
bros». Es uri texto 'que resume toda su vida, de la que vamos a recordar
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•• tan sólo algunos momentos cruciales. Nacido en París en 1798, hijo de un expresa el antiguo jefe de la sección histórica de los Archivos nacionales,

•• artesano impresq,r, Michelet hace sus estudios en el colegio Carlomagno y


en la Sorbona. A partir de 1821 es agrégé de Letras; inmediatamente des-
pués, siendo ya profesor de la Escuela Normal, escribe manuales de histo-
«cementerios de la historia» que tanto estimulaban su imaginación: «Notar-
dé en darme cuenta de que habla, en el aparente silencio de aquellas ga-
lerías, un movimiento, un murmullo que no era el de la muerte( ... ), todos

•• ria. Accede a la notoriedad a partir de 1830: profescr de la hija de Luis-


Felipe, llega a ser jefe de la sección histórica de los Archivos nacionales;
despu~s, catedrático en la Sorbona, y, finalmente, profesor·-;ctel Col~p de
Franela y miembro del Instituto (1833). Redacta su Précis d'Histoire~:par­
vivían y hablaban( ... ) y, a medida que yo soplaba sobre su polvo, ios veía
incorporarse.>~ _ _
La ignorancia acerca de «las fuentes primitivas, la mayor pa~te u:edi-
tas» (p. 4), ha permanecido hasta 1830-1836, incluso para el prop10 Miche-
. ~ .

•• tir de 1842, se alinea en la corriente de la pequeña burguesía liberal Yan-


ticlerical; embargado por los ideales de 1789, se adhiere a las aspiraciones
revolucionarias de 1848. Su hostilidad hacia el partido del orden y hacia el
let, cuya documentación era sobre todo libresca en el momento en que es-
cribía Pr'écis d'Histoire Afoderne (1828) y su Introduction d tHistoire Uni-
verselle (1831).

•• príncipe-presidente le cuesta el verse suspendido en la docencia en 1851.


Durante tedas estos años prosiguió sin descanso su monumental Histoire
de France, publicando primero La Edad Media (6 volúmenes, 1833-1844)
y después La Revolución (7 volúmenes, 1847-1853).
Formula un segundo motivo de queja respecto a sus eminentes colegas:
carecen del-sentido de la historia total.- Dan demasiada importanda a lapo-
lítica (p. 2) a expensas de otras instancias de la realidad. Sólo tienen pun-
tos de vista fragmentados, lo que les conduce a aislar los objetos de estu-

•• Desde 1852 hasta su muerte, en 1874, vive pobremente en Nantes y en


París, apasionadamente dedicado a escribir una obra literaria de acentos
proféticos: La mujer (1859), La bruja, La Biblia de la humanidad (1864).
dio (la raza, las instit'Jcione", etc.) sin aprehender las interrelaciones que
hay entre los distintos dominios (p. 5) .
De esta manera se pierde de vista «la armonía superior>>, o sea, en el

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Al mismo tiempo concluye su Historia de Francia con El Renacimiento y lenguaje actual, la preoctip<~:ción p-or la globalidad. Esta historia, ~~dema­
Los Tiempos Modernos (1857-1867). siado poco material, demasiado poco epiritual» (pp. 22 y 23), descmda tan-
B. Toda la obra del historiador, a decir verdad muy diversa, está con- to el sustrato material como las elaboraciones del ~~alma nacionah, situánM
tenida en el Prefacio de 1869, dentro de las coordenadas de una única pul- dese en un terreno intermedio entre ]o político y lo institucional.

•• sión creadora. Es el «relámpago de julio» (párrafo 1), luminosa revelación


cte Francia, fruto del trabajo de cuarenta años. ¡Botón de muestra de la
ideología pequeño-burguesa, al igua) que la evocación de aquella «brillan-
Tercer motivo de queja: la noble pléyade es víctima de los a priori ideo-
lógicos. Así el admirable Thierry queda anclado en la teoría de la «pe-rpe-
tuidad de lHs razas)> (J--'. 1.4), tomada de algunos historiadores del siglo XVIII,

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te mañana de julio»! (p2.rrafo 10). Parece evidente la trasposición de los lo cual le induce a subravar las sucesivas dominaciones de los galos, los Íran-
valores cristianos. co:;, etc. Tal interpreta¿ión. expresa la exaltación del sentimiento nacionai,
Se trata de una iluminac-ión mística, en la que «la llama lo simplifica vinculado al movhniento romántit:o, y le impulsa a íraducir los conflictos
todo». Esta obra, ~<concebida en un instante>}, (párrafo 1), de hecho cam- de clases en con±1ictos raciales, por ejemplo: ¡1::! aristrocracia franca se op0-

•• bia en-sus facetas. como lo demuestran las visiones sucesivas de la Edad


Media, que explicaremos más adelante. Los grandiosos ímpetus románti-
cos de los párrafos 7 y 8 nos conmueven más que su mística republicana .
ne al terce-r estado galo 1 Pero la obra de Thierry conserva su atractivo en
la medida en que escapa a una visión· siste.mática y surge espontáneamente
de las vibraciones de un «corazón conmovido» por la invasión extranjera,

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Su pasión es la del historiador en busca de la «Vida misma». Su «Violenta al que mueven los ideales patrióticos (p. 14). Esta vibración interna «se ha-
voluntad:.> de rehacerlo todo es análoga a la de Gericault. Michelet irá lla también en los escritos de Michelet cuya pasional temática subyacente
«aprehendiendo y a.propiándoselo todo>> -se sobreentiende como materia es muchas veces más atractiva que las ideas explícitamente afirmadas>-. .
histórica-, para confesar al final de sus días: «He bebido demasiada san- D. Aquí la ambición de totalidad está más claramente afirmada que

•• gre de los muertos.» Burócrata por su forma de trabajar, nunca perrnítirá


que se apacigüen en él ni las pasiones ni las furias.
C. Michelet desea alejarse radicalmente de la práctica histórica domi-
nunca. La «totalidad vivida» que pretende reconstruir Michelet se sitúa a
un nivel más profundo que el ~<global» de los historiadores actuales. Se tra-
ta de aprehender la unidad viva y no solamente instancias interrelaciona-

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nante, pero manteniendo respeto y reverencia hacia sus colegas, de ahí que das. Todos los escalones de la realidad, habitualmente separados, se sub-
frecuentemente entone alabanzas ante la institución histórica en germen: sumen ell una armonía superior (p. 5). {<Yo he sido el primero en verla (a
<~Hombres eminentes lo habían estudiado» (párrafo 2); •<el ilustre Sismon- Francia) como un alma y una peisona» (p. 2). El historiador accede a lo
di», «perseverante trabajador» (p. 3); ~<esta noble pléyade histórica» que, uno, no divino, sino nacional. La muy tradicional metáfora del organicis-

•• de 1820 a 1830, ~<brilla tan intensamente» (p. 5). Pero, a pesar de todos es-
tos personajes distinguidos, en 1830 ¡en Francia I!O había más que (<los ana-
les, en absoluto historia»! (p. 2). :rvficbelet reprocha algunas debilidades a
los ilustres representantes de la historia liberal: A. Thierry, Guizot, Mig~
mo (p. 6) explicita la noción de la armenia superior. La vida implica la so-
lidaridad de los Qrgarws, su mutua influencia, etc ...
La ambición del historiador consiste por tanto en reencontrar la vida his-

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tór~ca (p. 7) por dos caminos complementarios:
net, Thie-rs y otros. En primer lugar les reprocha lo limitado de su infor-
mación. Sismondi «no entra apenas en la investigación en1dita» (p. 3); sus a) seguirla en todas sus vías, lo que implic:::t extensa información, un
colegas dejan lo mejor «sumido en las fuentes inéditas>} (p. 24). Aquí se trabajo minucioso de reconstrucción;

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·¡·.
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•.~
b) restablecer... la acción recíproca de las div_ersas fuerzas en un pode- rante. «Sólo se pueden penetrar los misterios del pasado» con la propia per-
sonalidad (p. 27). Únicamente una relación amorosa con el tema permite

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roso movimiento, actitud que responde evidentemente a una filosofía vita-
lista, tomada de Vico y de algunos historiadores alemanes, según la cual llegar a tener una segunda percepción (p. 28). Es evidente la inclinación
hay un principio vital en la historia de la humanidad. ··•·•··
de l\1ichelet, bastante turbulenta, por el «grandioso; sombrío, terrible si-
. '.:.: glo XIV», tiempo de pestes y de guerras, en cuyo contacto hallan resonan-
Así ¡jodemos abarcar con más precisión el Problema hístórico de Mi_-_
.
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..·...
'·;··.·
·¡·
cia los propios fantasmas del autor.
_chelet_(p. 9), o sea, la resurrección de la-vida i??tegral,-comprendido en sus .

La propia vida de :i\-1ichelet se «halla involucrada» (p. 25) en la Hístoire


c_álidas entrañas, en «sus organismos interiores pro_fundos->>. Añade en otra de France, libro nacido de la «tormenta (otra vez la inclinación a la turbu-
parte: «son necesarios el ardor y la emoción». Tal proyecto es hijo, más lencia) de la juventud>~ (p. 29), una locura, un trabajo abrumador, al que

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que de una decisión racional, de la pasión, del deseo de abarcar la materia se ha dedicado como si se tratara de la resolución de un problema crucial
histórica viva y, también, de su relación con los· muertos. Para aprehender (ver p. 9). {(Ese ha sido mi único gran acontecimiento>~ (p. 25), frase que
así la historia por dentro, es necesario percibir -el pasado en otra ohda, de suena a confesión: para el historiador, su auténtica vida se haJla entre los
manera que la narración histórica deje de ser un· ¡}uzzle lnerte y se cOn-

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personajes del pasado, viviendo el tiempo presente por delegación. Para
e1
vierta en vida y movimiento. Michdet nos proporciOna sustituto laico de W.richelet, la historia se detiene en 1789, o más exactamente en 1790, en la
la resurrección de los muertos: «Un inmenso movimiento se ?-gita ante mis
Fiesta de la Federación.
ojos» (p. 11). A su vez, este libro es el producto de toda una vida dedicada al traba-

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Precisa los caracteres de la auténtica vida que hace renacer (p. 12): no jo, lo que explica su homogeneidad, su profunda coherencia (p. 13): ha
se trata de un calor de laboratorio, ni de movÍinientos convulsivos artifi- 'f;. ido creciendo lentamente, como una planta, a partir de un único método.
cialmente producidos en un cadáver (galvanjsmo), sino de un crecimiento Se presenta como un conjunto armónico, pleno de múltiples ecos. Tales
lento, de Una continuidad. La vida vegetal neis suministra el modelo. En- afirmaciones enmac;caran muchas variaciones de fondo, si no de forma.
raiza _en un substrato geográfico y climático (p. J6f que no es tan sólo el
esceriario de las actividades históricas, sino del conjunto cte la_s_condiciom!s
ecológicas que modelan los ·sere·s ·vivos ({~de Vil nido, tal pájaro»). A Pesar
de tan atractiva proclama, los actores de Michelet ~<flOtan» un tanto «en el
Operando una inversión en la relación entre el autor y su obra, encon-
tramos líneas sorprendentes acerca del historiador engendrado por el texto
(p. 29):
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·
aire»~ en los espacios vaporosos de la mística republiCana, como_ la Francia
<<hij3. de la libertad» (p. 20).
Esta última expresión ños incita a evocar .el trabajo sobre sí misma
«Este hijo ha hecho a su padre.» A continuación proporciona la expli-
cación: «Me ha hecho crecer en fuerza y en clarividencia», etc. Leyéndolo
se tiene al sensación de que Michelet ha resuelto sus problemas interiores
••
(p. 18) de toda sociedad que, según Michelet, constituye el propio movi-
miento de la historia, cuya conCepción es para él esencialme_p.te dinámica.
También evoca el gran trabajo de las naciones (p. 17), algo así como una
gestación continua de su propia persOnalidad, lo que le permite hacer jus-
al hilo de sus páginas, llegando a alcanzar un estado de paz, una vez con-
cluida su tarea de resucitador. Suena como un desafío a la historia objeti-
va, que estaba tratando de precisar sus procedimientos en los años
1860-1870.
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ticia al fatalismo racial. Se produce una operación de trituración y amalga-
mación, en la que todos los elementos originales se funden para dar naci-
miento a un organismo original. Se trata de una actividad moral, de una
Este célebre texto puede ser leído a dos niveles, con apreciaciones
opuestas en cada ocasión. Es, en muchos aspectos, un monumento de la
ideología pequeño-burguesa. Una simple reagrupación léxica en torno de ••
toma de conciencia progresiva y no sólo de progresos yuxtapuestos. Esta
idea vuelve a aparecer en el párrafo 19, en e] que queda manifiestamente
claro que el pensamiento de Mie:helet está vinculado a lo que se podría lla-
mar_«vitalismo evolucio_nista», donde el principio vital usurpa los atributos
Francia resulta abrumadora: «luz, alma, persona, hija de su libertad, ha he-
cho Francic.», etc. Pero también expresa la relación vital existente entre el
autor y su obra. En torno del entrañable término-libro se agrupan: {<vida~
lentitud, método, íorma, color, armónico, único aContecimiento, me ha
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de Dios. Así marcha la vida histórica trata de cómo se hace la fusión y la
amalga,rna que conducen a la elaboración--9-e las personalidades nacionales
_diferentes. El modelo en _la materia es, como no podía por menos de ser,
creado», etc. La obra de Michelet se salva por esta pasión que le deVora .
Roland Barthes ha dicho de él que era un devorador de la historia, anima-
do de un amor furio5o por el trabajo, sometido a una disciplina monacal
a fin de saciar su apetito insadable. Su ingestión de la historia tiene reso-
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Francia, portaestandarte de la libertad del mundo.
nancias de ritual («he bebido demasiado la sangre de los muertos»), pero
E. La relación existente entre el historiador y su obra está formulada también algo de animal: <~ramonea la historia», dice Barthes. Es en este ni-
en términos muy originales. El autOr está prof1,1ndamente impliCado en la vel donde ¡-adica la emoción y el atractivo de los escritos de Michelet.
operación que ha realizado. La objetividad, según Michelet, es un falso pro-
blema. El historiador no debe pretender siquiera eclipsarse ante su traba-
jo, sino estar presente en él, a todos los niveles, con sus pasiones y emo-
ciones. La presencia del historiador en su obra es comparable con la del
2. FRACASO DE LA GLOBALIDAD
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artista en la suya (p. 26). La grandiosa ambición enunciada en el Prefacio de 1869 no llega a rea-
Nada hay más pernicioso que el historiador que se eclipsa, como Ba- lizarse a lo largo de la carrera de Michelet. Dos series de razones explican

114 115

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su fracaso. El autor de la Histoire de France contempla el pasado con las consciente del carácter sagrado de su trabajo de historiador: (<Portaba el
lentes de su ide;plogía y sufre el peso de su inconsciente, lo que determina pasado como hubiera portado las cenizas de mi padre o de mi hijo.»
que su aproximación a la materia histórica sea selectiva. Michelet, mago de la historia republicana, ha sido objeto de ataques
S~ pretender reprochar a Michelet el faltar a la objetividad que jamás muy vivos no totalmente injustificados, por parte de Maurras, el cual dice

•• predicó, vamos a destacar, en primer lugar, dos ejemplos deJa influencia


determinante que sus opciones ideológicas y políticas han ejercido-sobre su
visión del pasado. .-·
Su concepción de la Edad Media flnctú_a en función de su histori~· per-
con ironía: «Su procedimiento usual consiste en elevar a la dignidad de
Dios cada sedimento de idea general que se le ocurre. Michelet elaboró el
pensamie:nto -con el corazón, hizo que su corazón pensase sobre toda clase

••
de temas: la historia de la: humanidad, la deJa naturaleza, la-moral, la re-
sonal y de sus compromisos sucesivos, como lo ha demostrado admirable- ligión ( ... ). Esta mixtura, horneada al calor de su imaginación y de su pa-
mente Jacques Le Goff: a) Desde 1833 a 1844, bajo la influencia de la sión~ se Convierte en un producto con consistencia, algo así como un hu-
corriente romántica, monta una «hermosa Edad Media», a la vez material milde corpus de filosofía popular.»

•• y espiritt~.al, en el seno de_ la cual se realiza <~el gran movimiento progresi-


vo? mtenor, del.a~a n~cwnal>>. ~poca d~ p1edras plenas de vida que «Se
amma (n) y se esp1ntuahza (n) baJO la ardtente y severa mano del artista»,
El peso del inconsciente ha sido revelado por Roland Barthes mediante
un análisis temático profundo. En su opinión, la obra de };1khelet consti-
tuye ~<una red organizada de obsesiones>), lo cual se manifiesta, por ejem-

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época de la infancia de Francia, en la que se suceden los bárbaros desbor- plo, en su eterno· volver a los mismos temas, o en la identificación entre
dante3 de sangre nueva, los pastorcillos de las cruzadas populares y Juana bárbaro y empuje de la sangre nueva, entte monarquía y sa!"lgre agotada,
de Arco. Michelet todavía considera que el Cristianismo es una fuerza po- entre jesuita y sequedad. Es evidente que estos temas responden a la acti-
sitiva que ha trabajado por la liberación de los humildes. Celebra la unión tud que- Michelet adopta ante la vida o la materia, y que están estrecha-

•• de la religión y de pueblo, cuyos sufrimientos y luchas (la Jacquerie, los tra-


bajadores flamencos) descubre. b) A partir de 1855 domina «la sombría
Edad Media>>, «mi enemiga Edad Media>;-; así Be expresa tratando de rec-
~ific:;r sus obras precedente~. Hasta entonces no habfa vi:-.to más que el
mente unidos a su sistema de valores .
Para ilustrar esta interpretación psicoanalítica, formulada de forma fas-
cinante por Roland Barthes, vamos :1 examinar algunas de las obsesiones

••
mayores de Michelet, sin pretender agotar el registro, muy abundante por
1dea1, ahora descubre la reahrlad, su «estado extraño y monstruosO>>. Es su cierto. Primero aparece el gusto por la homogeneidad y la continuidad, tan-
anticlericalismo, cad3. día más y má:> virulento, el qué le impele a esta ne- to en la materi~ como en la duración. Por ejemplo~ Francia es el producto
gación. Incluso ya no halla gracia en su arte. La Iglesia, lejcs d~ ser la pro· Je una fusión que se div en la Fiesta de la Federación de 1790; entonces

•• tectora del pueblo, no es más que una institudón represiva, y a cuyas víc-
timas rehabilita (tanto a AbeJardo como a los albigenses). La Iglesia pro-
hfbé la fiesta y hace imperar la jgnor:~cia. e) Ccn La bruja (1362), :Michelet
descubre una Edad Media subterránea, en la que Satanás es el árbitro. Sa-
se desvanecieron !as particularidades provincides y nacié la patria común,
sólídamente arraigada en la tieHa. El ?riTici!JiO nacionc..l, como el principio
democrático, ha tenido, a lo largo de los siglos, un crecimiento leirio y con-
tinuo, de tipo vegetaL La historia (<a lo :Mkhelet» no es un encüdenamien-

•• tanás, «raro nombre de h libertad, la cud es cambiante, joven m:ilitante


en principio, negativa, creadora; después, más y más fecunGa>). Ve en la
bruja a la madre de la ciencia moderna, por su co!locimiento de .la natu-
to mecánico de cattsas y eíet:tos, sino una {<.cadena de identidades»;por lo
que pueden ser presentadas corr..o (pre)-figuras del pueblo nada menos -i_ue
Louis Le Débonnaire, .Roberto--el Piadoso, Godofredo de Bouillon y Jua-

•• raleza, del cuerpo y de la medicina. Un siglo, el siglo XIV, que ejerce una
sombría fascinación sobre Michelet, está pintado, más que cualquier otro,
con colores diabólicos. d) Otro último cambio de Michelet; ya envejecido,
asqueado por el triunfo del maquinismo, del capital durante el segundo Im-
na de Arco. ¡Cómo no pensar en los manuales destinados a la enseñanza
pública durante la lii y la IV República, en los que taatas figuras históricas
encuentran eco a través de los siglos (Carloroagno y Jules Ferry, .::te.)! Esta
historia-árbol, esta serie de identidades, se aviene muy bien con un cierto

•• perio, retorna a la Edad Media de su juventud, período de \-ida desbor-


dante y de Creatividad ...
Su visión de conjunto de la historia se ordena siguiendo una bipolaridad
evolucionismo, situando las sucesivas figuras, que responden a un mismo
principio, en estadios diferentes de crecimiento.
Michelet estaba igualmente obsesionado por_ el deseo de entrar en re-

••
que es como núnimo esquemática. Se enfrentan los principios antitéticos lación con los muertos y de llegar a encontrar su «Substancia corruptible».
en una especie de sustitución de la psicomaquia de los autores me.dievales: Les documentos, para él, eran voces que había que escuchar. Quería ren-
gracia y justicia, fatalidad y libertad, Cristianismo y Revolació!l. Todos lo dir plena justicia a sus autores, cumpliendo, como signo- de.respeto hacia
excesos que se producen a Jo largo del desarrollo de la historia están cu- ellos, un «gesto-reparador», que consistía en desvelar el sentido profundo

•• riosamente asociados a la 2.cción de la gracia, enemiga de la justicia, fuen-


te de arbitrariedad. y de tiranía. Entre sus agentes se encuentran tanto los
jesuitas como Bonaparte, mientras que los valdenses y la bruja, por ejem-
de su existencia y devolverles una vida plena:
«He hablado del oficio que ocupa Camoens en Ja orilla mOrtífera de
la India: adrr>inistrador del bi~n de los fallecidos.

••
plo, son heraldos de la justicia. A esta oposición binaria se sum:i otra: la
Si, ceda muerto deja un pequeño bien, su merA1oria, y quiere que sea
antítesis entre Cristianismo y Revolución. La segunda usurpa los atributos cuidada. Para aquel que no tiene amigos·; la magist:;·atura debe suplirlos.
de la primera: ¿no tiene, acaso también su eucaristía (la Fiesta de la Fe· Porque la ley y la justicia son más seguras que nuestra ternUra olvidadi-
de-ración), su pasión y su gran sacerdote (el propio :tvfichelet)? Michelet es za; muy pronto se secan nuestras lágrimas.

••
_-l
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La historia es esta magistratura. Y los muertos son, .utilizando las pa-
labras del derecho romano, miserabiles personae, _d_e los. que debe preo~ está obsesionado por la sangre, que es para él la «substancia cardinal de la
historia». Roland Barthes ha hecho una sugestiva clasificación de las san-
••
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cuparse el magistradq. _
En mf carrer_a, nunca he -perdido de vista este deber de historiador. gres de los héroes de Ivfichelet. La valiente hermana Margarita 1\.1aría de
He dado a muc;hós muertos demasiado olvidados asistencia, asistencia que Alacoque, propagandista de la devoción al Sagrado Corazón de Jes~s, a_ fi-
yo mismo necesitaré. - - nales del siglo XVII, está afectada por un exceso de sangre:
Les he exhumado y dado una segunda vida. A muchos de ellos les he
hecho nacer yo, ya que careciei-on de vida en su momento. Otros iiack~
wn un poco antes de que nuevas y sobrecogedoras circunstancias los des~
truyeran, aniquilando su memoria (ejemplo, los héroes ¡.ifotestantes-
~<Las Salesas, como es sabido, esperaban la visita del Esposo, y se Ha~
maban Hijas del Corazón de Jesús. Pero el Esposo no Uegaba. La ado~
ración del Corazón (pero del Corazón de María) había surgido en Nor-
••
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muertos antes del brilla.>J.te y desmemoriildo siglo XVIII, antes de Voltai~ mandía con poco éxito. Pero en la espirituosa Borgoña, donde sexo y san~
re y Montesquieu). gre son exuberantes, una muchacha borgoñona, religiosa salesa de Paray,
La historia acoge y renueva las glorias desheredadas; da vida a los recibió la visita prometida, y Jesús le permitió besar las llagas desuco~
muertos, los resucita» (Histoire du XIX' siecle, tomo II, «El directorio>>, razón sangrante. Margarita María de Alacoque (era-su nombre), con la
prefacio (p. 11), citado por R,_ __Barthes)-.

No hay resurrección posible si no se devueiVe a los difuntos su "<<Com~


pl~xión», su circulación sanguínea y la textu-ra viva de su piel. Los retratos
palidez de la madrugada debida al frío régimen conventual, no se había
abatido. Tardíamente enclaustrada, en la plenitud de la vida y de la ju-
ventud, la pobre muchacha era víctima de su sangre pletórica. Cad_a mes
había que sangrarla. Y, a pesar de.ello, no dejó de tener, a los veintisiete
••
de Michelet no son el resultado de meditada elaboración; por el contrario,
los esboza rápidamente y uno o dos adjetivos bastan para evocar lo esen-
cial del individuo, a expensas de su anatomía. Vemos desfilar así, en una
años, un éxtasis supremo de celeste felicidad. Fuera de sí misma, se con-
fesó de ello con su abadesa, mujer hábil que tuvo la osadía de extender
un contrato de matrimonio entre Jesús y Margarita María de Alacoque,
la cual firmó con su sangre. La superiora firmó osadamente por Jesús.
••
••
especie de museo Grevin, a Luis XV, seco como un sarmiento; a Luis XVI, Lo más fuerte del caso es que hubo nupcias. A partir de entonces,- cada
pálido y graso; a Napoleón, amarillo y cerúleo; a un Robespierre-gato, en mes, la esposa fue visitada por el Esposo» (Histoire de France, tomo XIII,
contraste con un Marat-sapo: cap. 15).

«El personaje tenebroso se colocó al sol, sonriendo con su vasta boca.


Su presencia en la tribuna agitó a todo el mundo: parecía sucio. Su rostro
ancho y plano, que apenas se destacaba del cráneo y del cuerpo; sus ma~
nos gruesas, ordinarias, posadas sobre la tribuna; sus ojos saltones no pa~
En cambio, Carlos XII de Suecia y Saint-Just tuvieron una sa..Ylgre ~<pá~
lida y seca>~, y Robespierre una sangre insípida que contrasta con la muy
generosa de las mujeres de Thermidor que asisten a su ejecución, las cua~ ••
••
les «Ofrecían un espectáculo intolerable. Impúdicas, medio desnudas bajo
recían corresponderse con la idea de un hombre, sino más bien con la de
un sapo ... ~> (Histoire de la Révolution, tomo IV, libro III, cap. 3). pretexto de que era julio, cargadas de flores sus gargantas, acodadas sobre
terciopelos, con medio cuerpo inclinado sobre la rue Saint Honoré, rodea-
En cuanto a las mujeres, Unas son dulzonas, otras evocan la mantequi- das de hombres situados a sus espaldas, chillaban: ¡A muerte, a la guillo-
lla, o la crema blanda (Mme. de Pompadour) o <~el agua estancada, como
un pantano sospechoso» (la duquesa de Orleans) (¡!). Cada uno de estos
personajes tiene su atractivo, o bien suscita repulsión, dependientes uno u
tina!» El visionario Ivfichelet es asaltado por los fantasmas de la sangre
derramada, lo mismo cuando las matanzas de San Bartolomé que cuando
las de los leprosos y apestados del «terrible siglo XIV», y, muy especialmen- ••
••
otro tanto de su epidermis como de las convicciones políticas de Michelet te, cuando las de. septiembre.
(recordemos que la monarquía es sinónimo de vanidad, de sangre agota- En conclusión, podemos preguntarnos si Michelet, dada su percepción
da). Sus actores históricos mantienen relaciones de tipo pasional o erótico, selectiva y partidista del pasado, se ha limitado a mimar el sueño de la
dignas de las mejores evocaciones novelescas. Cuando relata el matrimo- resurrección de la vida integral. La respuesta es que, a pesar de sus limi-
nio de Napoleón y María Luisa, Michelet da libre curso a su desbordante
imaginación y a sus fantasmas:
taciones, ha realizado, parcialmente, su proyecto. Poseyó, indudablemen-
te, el sentido de las grades fuerzas colectivas en la obra de la historia. Su
héroe por excelencia es el pueblo, término mágico, a cuya invocación se
resuelven las contradicciones y se reabsorben las oposiciones, ya sean de
••
••
«Fue un sacrificio humano. María Luisa, a pesar del esplendor de su
sangre y de la frescura de sus veinte años, parecía muerta. Era entregada edad, clase o sexo. El pueblo es andrógino, masculino y femenino a la vez,
al Minotauro, al gran enemigo de su familia, al asesino del duque de Eng~ porque asocia inteligencia e intuición. Es un niño por sus aspiraciones e ím-
hien. ¿No iba a devorarla? ( ... )Su amarilla piel de corso se había vuelto, petus; un viejo por su sabiduría, fruto de la experiencia. Es un «potencial

••
a causa de la grasa, blanquecina, fantasmagórica. A la hija del Norte, una de calor», una matriz, un seno:
rosa (una rosa un tanto vulgar, según la descripción que de ella hace
Prud'hon), le producía espanto su contacto>~ (Histoire du XIXe siecle, «En la nacionalidad, como en la geología, el calor está debajo. Des-
tomo III, libro IV, cap. S). cended, comprobaréis que el calor aumenta; en las capas interiores hay

118
En las muchas citas de las líneas anteriores ya lo hemos visto: Michelet
fuego.
Los pobres aman a Francia por obligación, porque tienen deberes ha~

119
••._
.... ~--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

•• cia ella.; los ricos la aman porque les pertenece, por reconocimiento. El la ter:ib~e ca!.ga de improvisar l!n ejército, personal y material, ~ombres

•• patriotismo de los primeros es un sentimiento de deber; el de los segun~


dos es un sentL"lliento de exigencia, la pretensión de un derecho.
El campesino, ya lo hemos d1cho, ¡,e ha desposado en legítimo matri-
y cosas, todn-. Les otergaha el derecho de conseguir los redutannentos Y
también el e~uipamiento, la indumentaria y los tnmsportes. Se decía ~ue
la República iba a requisar los ariimales ( ... ). ¡Tocar a los bueyes! ¡q:9s
omnipotente! ( ... ) Eso bastaba para tomar las armas. _

••
monio con Franda; es su mujer, para siempre; vive con ella. Para el obre-
ro, es su hermosa qu::::ridc:; no ;wsee nada, pero tiene su Francia, s.u no- La ley de la reqú!sidón autorizaba a los comune.s a resolver entre ellos
ble pasado, su gloria. Liberado de las ideas locales, adora la gran uilidad. mismos cómo formar el contingente total. Si un muchacho era ID1.!Y ne-
Para q:.te se debilite en él este sentimiento hace falta ser muy ntiser;;.ble, cesario en su familia, la municipalidad lo dejaba en ella Y tomaba· otro .
Precisarriente la arbitrariedad C2l sisten1a multiplicaba las disput-as. Parc-

••
h2llarse envile-cido pcr el hambre y el_ trabajo; de otra for;na nunc~ llega
a cxtinguip;e en él t~1 se:ütimie.nto>> (Le peuyie, I_, cap. 8). - ·:da qUe la Con-;·tndón, l.lebido á_ lo -imprudente de es~a ley, hubi~~a he-
cho un llamamientc gen~ral a la discusión. Las autondades ~uruc1palt:s
El pueblo, que ha ido emergiendo progresivamente a través de la 1-Js- no sabíaü. a quién est"Uchar. Se iniuriaba y se arr:enazaba por !.guE.l-a les

•• toria, ti.ene la vocación de congregar a t0do el muwio. Efectivamente, se1· repubEcanos- v· a l0s monárquicos." t_Tn muuicipal monárquico .),_ quie.:;c,los
pueblo es ante todc un. esrado de espíritu: «Yo soy pu.eblo, ~engo al pueblo campednos q~erían liquid-ar, les decía: "¿Que os creéis?(_. .. ) jamás ~n­
centraréis otro que sea más aris_Ncr~ta."
en mí co:razón.~> Hay que suiDe-rgirsc en él, vibrar con él, especialmente al El día. lO explQta_rq_n los_odiús, __ atroces en Macheconl. To~;:>ban a re-
relatnr le ocurrido en los 3.ñor;. qne. van de 1789 a 1792. J\.fichelet ha sido bato cuando una eno;me mru.a rural co.ía sobTe ~a p~qu.;-ña cmdad. Los

•• el pritllero e-I> reconocer la _irüportancia decisiva de las masas en la historia.


Un poderoso hálitc, el grandioso viento de la fratemid<;~.d de.ILocritica~ re-
corre todo su relato de la Revolución. Porque ama al pueblo, sabe apre-
patriota.s.se e.f7"harcr. a la call~ intrépidamente, dnscie,ltú~ horr:...bre3 f;ente
a mllchos miles. La n:lultitud pasó por encima de sus cuerpos. bntró corno
una :ffi2.rea apOderándose de todo. Era un domingo; llegaban con el pro-

••
ciar con justicia, y sin excesiva complacencia, su compo.rtamiento. Cuando pósito de vengarse y divertirse. Por diversión, crucificaron de cien for-
relata las mAtanzas de septiembre, analiza de forma bastante convincente :.mas al cura constitucion;;,l. Le mátaro"n a golpes, infligidos sólo en la cara.
ia psicología de los comerciantes en bar:..carrota, que eng:·osan hs filas de De:spués se dedicaron a la caza de los patriotas>> (S cenes de la Révolution
los matcn~s, y la de la muchedumbre, deseosa de baner cte P;;.ris !a pbga Fr::mraise).

•• cor.trarrevolucio·uaria, p~ro siempre dispuesta a enternece-rse cuando el tri-


bunal pn.•nuncia una absolución. Pueblo versátil, blando de corazón y ol-
vidadiz0 a la vez( ... ). Cuando relata los inicios de la insurrección monár-
Cantor del puehb, de sus sufrü-:-..ientcs y de ~us triunfos, }.1ichel~t sup0
cnc0ntrar espacio en su histori.a pa:ra describir el medio geográfico y climá-
tico y jas interacciOnes entre lo~ cl:ernos y d medio. Se i~teresa DC>--sólo

••
qaica de la Vendée en 1793, Niichelet '-<sie:ilte~> el comportamjt!nto de los
campesincs con mu~ho acierto y no dis.imula elrigcr de la ley de requisi- por ia ent-id~d del pueblo, sü_;_n por l<i~ condiciones de la vida concreta de
ción, p,.:ro, al misrr.o tiempo, d~nu:1cia 1a propaganda y las manipulaciones las masas. Dedica su a-::e!1ció~1 .al presupuesto familiar, a su alünc-ntaó.ón e
del clero obscun:.nti:;;t3, y c:;;leb:::-a, con emoción, a los 1:1ártires republicanos: indumentaria. con-sus connotaciones sociales. También se i!1teresa pc-:r Iodo

•• <-:El clero, después de cuatro años, a pesar de su rahia y c!e S'J violen-
cia, no conseguía atraerse a las masas. Más furioso que convencido, no
hallaba los medios, sencillos y poderosos, capaces de conmover la fibra
1o qu.c hasta entonces hubía q~..!edado o.l marg:ea Je la suci0('1,:d y del aná-
lisis histó~ico: lo i:::racioncü, la herejía, los maleficios, los pro·ssritos y-los
marginados_~ la cultura popular ... En este aspecto puede ser considerado
como el precursor directo de _toda uria línea de historiadores actuales 5 que

•• sensible del pueblo. No bastaúa con prodamar y comentar las bulas pon-
tificias; el Papa esta!Ja en Roma y quedaba muy lejos de la Vendée. Ape-
nas hnbía milagros. Por sencillo que fuera el pueblo, no resulta arriesga-
do pensar que muchos tenían sus dudas. Sus artimañas turbaban a unos
se dedican a hacer resurgir todo cuanto fue objeto de rechazo en el p::ts8.do.

•• y volvían tibios a otros. Dthelineau imaginó algo ingenuo y leal qu¿. pro-
dujo mayor impresión que todas las ;nentiras junt;;¡s: en las procesiones
en las que se portaba la cruz, las parroquias de los curas juramentados
llevarían su Cristo envuelto en crespones negros. Prefacio a la historia de Francia, 1869
DOCUMENTO

•• Tuvo un efecto inmenso. Todas las mujeres senci!hs lloraban viendo


a Cristo de esta manera humillado, sufriendo la Pasión por segunda vez
( ... ). ¡Qué reproche a la dureza, a la insen~ibi!idad de les hombres, ca-
paces de soportar l3. cautividad de Nuestro Señor! ( ... ). Lm. hombr-es se
Esta cbra, elaborada dUrante cuarenta años, fue concebida en un ins-
tante, en un rdampague&r del mes de juüc. En aquellos memorables días,

••
se hizo la luz, intensísima, y vi a Francia.
acusaban, se hacían recíprocos reproches. Ocasionó celos y rivalidades en- Francia._tenla &"12.les, pe.ro no historia. Hombres eminentes la ho.bian es-
tre los puebl0s próximos. Los que ser:!.tían vergüenza de no sat:ar a su Cris-
to con el -rostro d~scubi~rto eran vilipec_diados pút;licarr.ente por d resto
tudiado, sobre tOdo desde. el punto de vista político. Ninguno !a .h:1bía p0-

••
como cobardes que soportaban tiranía ( ... ) .
La ley de la reqaisici6n había i..1.tensifi!::ado el odio del campesino con- 5 Entre 1as otJras más significativas de esta corrienre h5storiográfica lTierecen dtarse !ostra-
tra Cholet, contra las ciudades en general, contra los a)"'..ln.trrm:ientos. En bajos de C. Ginzburg, Le Fromage et les Vers (1980) y Les Batailles nucro.~.rnes (1980). Del pri-
virtud de esta Jcy, la Convención imponía a los funcionarios m".lnicipales mero hay traducción <t~ castellano en J'~1uchnik, Barcelona. -

•• 120 121

••
••
••
••

netra::':o en los infinitos detalles de los múltiples desarrollos de su actividad todo. :rvfil cosas intrincadaS" se resuelven,-Se hallan sus auténtica~ relaciones
(reEgiosa, eco:nó.!TI..ica, artística, etc.), Ninguno la había abarcado_ en la uni- y (se armonizár.) se ilumi:aan. Iv!uchos resortes,_ que aislados -so_n pesados
dad vi·{a de sus elementos naturales y geográÍicos. Yo fui el primero en ver- e i..'1ertes, &e :r.::.ueven por sí mi:;mos si son emplazados en el conJunto.

••
la como un alma, como una persona. Al menos é.st3. fue-mi fC:, y este acto de fe, fuere cu::il fuere mi debili-
El ilustre Sismondi, perseverante i:rabajador, ho!lesto y juicioso, se ele- dad, dio resuluido. Se agitó ante miS-ojos-un inmenSo movimiento. Las múl-
va excepcionaln~en.te, en sus anales políticos, a concepciones de· conjunto. tiples fuerzas, :naturaleS y artísticas, se buscaron; se combinaron,_con difi-
Pe1o, por o~ro lado, '<>:renas penetra en les investigaciones eruditas. El mis- cultades al prinCipiü--; Los n:iiemb:ros del gran cuerpo, pueblos: razas, co-
mo cOnfiesa lealmen-::e (cuando escribe en Ginebra) que carece de actas y
manUscritos.
Por lo demás, hasta 1830 (incluso hasta 1836), ninguno de .Jos notables
n:ian;as, se reco:::n¡)usierorr dffsde el mar hasta el R."'l.in, hasta el Ródano, has-
t~. los Alpes, y desfil:u. on los siglos por la Galia y la Francia.
Todos, anúgos·, enenUgvs,- dirán «qué viv~estaba». Pero ¿cuále~ son- JC:s
.
••
••
bistoriadores de esta época habfa sentido aún la necesidad de büscar los he- verdaderos signo:; de la vida?"-Con ciena--destreza se puede coilsegmr la am-
chos, más allá de. los libros publicados, en las fuentes primitivas, inéditas mación, una e-specie de calor. Puede pare-cer q•J.e el gaíva:Uismo, con sus-sal-
la mayoría entoncz.s. que se hallaban cri los manuscritos de nuestras biblio- tos, sus fuerzas, sus cC·ntrastes llamativos, -sus sorpresas y pequeños mila-
tcca::i y en los dvcumentos de nuestros archivos. grOs, va más -allá di::. la propia vida. Pero la verdadera yida tiene .un siguu
La noble pléyade histórica integrada por los señores de Barante, Gui-
zot, Mignet, Thiers~ Thierry, y que brilla entre 1820 y 1830, enfoca la his-
toria det:de diversos puútos de vista específicos. Uno se preocupó por el ele
completameni~ dife:ren~e, su continuidad. La ·víd~ nace de golpe, aura, c:re-
ce plácidarnerlte, ler:t<:IT!ente, uno tenore. Su umdad no es como la de. una
obra de teatro en cinco actOs, sino la aniiónica identidad del aima (en su ••
••
mente étnico: otro por las instituóories, etc., sin comprender quizá cuán desarrollo muchas ve.:es inmenso;-~
diñcil es aislar estos elementOs y cómo influyen los unos en los oi.ro:;. La La crítica más seVera, si jUZga el.coñjuntO de üü libro, no dej:ird. de re-
raza, pc:L ejemplo, ¿permanece ~'dénti.l~a sin sufrir la influencia de las cos- conocerme en él po1 la fubrza de la vida. No ha sido hijo· de la-p::.-:.;cipit8.-
tumbres C9~mhiantes? ; ?ueden e;;;tudia<se l;_;;_s instituciones, sin tener en ción; al n1.enos posee el.méritá de haber' sido elct.borado con lentitud. El mé-
·cuenta la histo:fia de l;s ideas y las mil circunstancias sociales de las que
emergen? Las especialidades son siempre algo artificiales; pretenden escla-
recer aspectos det-=nninados, pero pueden darnos falsos perfiles y equivo-
carnos scbre el conjunto, perdiendo de vista la armonía superior.
torlo ha sido siempre el mismo, desde el primero al último volurr:.cn; igual
en mi Geografía c¡_-;.::.e en mi Luis XV y en _mi Revolucióh. Se sostienen 'la
iorma y el color, b que no deja de Ser eXcepcional en un trabajo· que ha
dErado tanto:- años. Siem-pre las mismas cuá-lidad6s y los mismos defectos.
••
La vida es -soberana y muy exigente. No es verdaderamente vida si no
es com¡jlcta. Sus órganos soü solidarios los unos respecto a los otros y ac-
túan conjubtamen~e. Nuestras funciOnes están vinculadas y se superponen
Si é:::tos hubieran desaparecido, la obra hubiera perdido homogeneidad co-
lor, pen.onalidad. Tal cual, es preferible que se mantenga armónica, un
todo v~do. ••
Cuando comenzaba mi obra, e:x.istía un libro genial, el de Tf---!_ierry. Sa-

••
las unas a las otras. Basta que falte una y las otras dejarán de vivir. En
otro tiempo se creía poder aislar mediante el escalpelo y se.guir aisladamen- gaz y penetrañte, intérprete delicado, gran cincelador, admirable trabaja-
te cada uno de nuestros sistemas, pero no es posible porque todo influye dor, sin embargo, Thierry era esclavo de un señor. Su señor, su tirano, era
sobr~ todo. el punto de vista exclusivo, sistemático,_ de la perpetuidad de las razas. Lo
Por tantO, o todo o nada. Para reencontrar la vida histórica, hay que
seguirla pacientemente en todas sus Vías, en todas sus formas, en todos sus
el-:;!mentos. Pero también es necesario rehacer y restablecer, con mayor pa-
atractivo de este gran libró consiste en que-, debajo de este sistema quepo-
dría pare~er fatalista, se siente respirar un corazón emocionado, embarga-
do por el alma nacional y el 'derecho a la libertad, que lucha contra la fuer- ••
••
sión <i_V.n,;el juego de todo ello, la acción recíproca de las diversas fuerzas za fatal, la invasión. -
en un poderoso movimiento que volvería a ser le. vida n~isma. Le amo y le admiro mucho. ·sin embar'j:~o. me euesta·Uedrlo, ni loma-
Géricault, el maestro, cuya geniaUd:1d sin dt;¡.da no me ha sido da~a, terial ni lo espiritual de s·a libro me -satisfacen.
pero sí su violencia voluntad, no se turbó al entrar en el Louvrc (el Louvre Me parece que lo núterial, lci raza, el pueblo;- que es sU-continuador,
de entonces, que reunía en su seno todo e! arte .europeo). Dijo: «¡Está
bien! Yo voy a r:·;,hacerlo.» Mediante rápidos esbozos iba to1nando y apro-
piándoselo todo. Y de no haber tenido lugar el aii.o 1815, hubiera cumpli-
do su palabra. Esto es pasión, la furia de la juventud.
est:~ necesii:ado de qUe se le po:1ga debajo una base importante, la tierra
que lo sostenfa y lo" nutria. Sin un fundamento geográfico-, el pUeblo, el ac-
tor histórico, parece caminar en el aire _con~o en las pinturas c~inas en las ••
••
que falta el suelo. No creáis que el suelo es tan sólo el escenano de la ac-
Ivf_j problema histórico e1·a más complicado aún, más -pavoroso, p0rque ción. Influye de cien maneras, mediante el alimento, el ciima, etc. pe tal
su objetivo era la resurrección de la vida integral, no en su -superficie apa- nido, tal pájaro. De tal patria, tal hombre.
rente, sino en sus organismos internos y profundos. Ningún homl.Jre pru- La raza, elementO importante y dominante en los tiempos bárbaros, an-
tes de que se forjara~1 las naciones, Jta ido perdiendo importancia, debili-

••
dente lo hubiera soñado. Felizmente yo no lo era.
Una brillante :mañana del mes de juiio mi joven corazón no se es.pantó tándose, extinguiéndose, a medida que cada nación iba madurando y pex-
ante tal empresa sobrehumana, a..ll.te su enorme esperanza, su potente elec- soni:ficánd.ose. El ilustre S. Milllo explica muy bien: «La justificación más
tricidad. A ciertas horas no e1dsten los obstáculos. La ilama lo simplifi<:::a fácil, para dispensarse del estudio de las influencias morales--y sociales·; se-
122 123

r
••
••
ría atribuir las diferencias de carácter a diferencias naturales indestructi-
bleS.>>
Contra aquellos que en los tiempo-; modernos buscan el elemento étni-
co y lo exager3n, yo destacaba un echo mm al, enorme y bastante des-
·~ \· ·
:t
e~·
cbo Barante para Froissart), no es, en absoluto, un hi::;toriadcr. El antiguo
cronista, extraordinariamente atractivo, es absolutamente incapaz de decir
ai pobre criado que va detrás de.- él lo que es. el grandioso, sombrío .Y te~i­
ble siglo XIV. Pa.ra alcanzar a saberlo se nece.sita tod~ nue~tra capacidad ~e

•• apercíbido, de la propia historia. Es el poderoso trabajo de ella sobre -si


misma, en el que Francia va transformando todos sus _elementos brutos
mediante su propio progreso. A partir Oe lOs elementOs aportados por el 'f.•.
••···•·

~..
:
análisis y todr:. nuestra erudicién. Hace falta G.D gran mgemo para descubnr
lo-S. misterios, inaccesibles para-el narrador. ¿Qué ingcnío,-qt:.é instrumen-
to? La personalidad moderna, tan potente y tan amplia.
-Al i~ penetrando má~ y más en el- tema, se le sma y entonces se le con-

•• urb.:mismo romano, por las tribus a!emaaas, -por el clan céltico, una vez anu-
lados, desaparecidos, heillos ido extraiendo_, a lo largQ de Ja historia, re-
sultados diferentes e incluso contrarios, en gran parte, a todo aquello que
les precedió.
templa co.n creciente interés. El corazón e1nocbnado posee un segundo st:n-
tido, ve mil cosas que son invisibles para el pueblo indiferente. Historiador
e historia se unen en esta contemplación. ¿Ello es bueno? ¿Es mal?? Ocurre

•• La vida pos<?_e sobre sí misma una acción de gestación personal, capaz


de crear, a partir de los_materiales preexisknte:_s, cosas ab:.:olutamente nue-
vas. Del pan y de las fnltas que hemos comido hacemos sangre roja y sa-
en este pünto algo que nunca se ha desclito y que v~mos a revelar:
La histOria,. con el correr-del tiempo, hac.e al historiad.or en mayor me-
did~ que el histori8.dor·bace la llistoria. Soy hijo de mi 1ibro. Soy su obra.

••
lada, que nada tiene que ver cOn los alimentos de los _que la elaboramos. Este hijo ha hecho a su padre. Si bien, en principio, el libro ha _salido de
Igual ocurre con la vida histórica: cada pu~blo- se va haciendo, se va en- rrú, de mi tempestuosa juventud, él ha acre>;entado en rrú la i~erza y la cla-
gendrando, va triturandO y amalgamando los _e:lementos que permanecen rividencia, la- vehemencia fecunda, el poder real de resucitar el pasado. Si
indudablemente reducidos a un eStadO_ ob:->curo y confuso, que son bien nos parecemos, estupe~do_. Los rasgos qu€tíene de mí-son en gran medida

•• poca cosa en relación al largo camino de trabajo que süpone Ja construc-


ción de la gran alma nacionul.
Fraricia-ha hecho a Francia, y el eleoento étnico, ~ado por el des lino;
aquelloJ':. que le deb{), los q_~e he conseguido gracias a él. --

Michelet;Préfdce a1'Histoire---de Francc, para la- edición de 1869.

••
me parece seCundario. Francia es hija de su libertad. La parte esencial en {Texto citado por J. Ehrard y G. Pa!made, L'Histoir~, Armand Colin,
el progresQ_ humano es la fuerza viva, el hombre. El homf:ore es su propio · - pp. 261 a 265).
Prornt:teo .
En re¡;:umen, !a. hisiori3, tal COYilO yo la veo en-estos. historiadores enü-

•• nentes (y alpinos admi::.-ab!es), me parece débil en sus dos métodoE:


Demasiada poco material porque tienen en cuenta las razas, pero no el
suelo, el clim;:¡, los alimentos y tantas otras circunStancias ñsicas y fisi016gi-

•• cas .
Demasiado poco espiritur,_l porque hRblan de leyes, de actos políticos
pero no de las ideas, de las costumbres, del gran movirrüento progresivo,
interior, del alma nacional.

•• Especialmente se echa de menes la curiosidad por el pequeño detalle


erudito, donde lo mejor quizá debía permanecer esco:adido en las fuentes
inéditas.

•• En este libro está toda mi vida, que ha transcurriclo con él. Ha sido mi
único acontecimiento. Tal identidad entre el libro y el autor ¿no encierra
un peligro? ¿Puede la obra dejar -de estar coloreada por los sentimientos
y la edad de aq-11el que la escribe?

•• Siempre es -así-. -Ningún retrato, por exacto y conforme al modelo, que


sea, deja de poseer algo subjetivo que el artista ha introducido en él. Los
maestros de la P..istoria no se apartan de esta ley. Tácito, en su Tiberio, des-

••
cribe (con el tono sofocante de su tiempo) «los quince largos años» de si-
lencio. Thierry, al hacer el-relato--de Clodoveo -a de la conquista de Gui-
llermo, está sintiendo la honda emoción de la Fn:nda recientemente inva-
dida y su oposición a un reinado que le p<:!.rece extranjero.

•• Si ello constituye un defecto, hay que confes.ar que nos ha sido útil. El
historiador qHe no cae en este defecto, que procura eclipsarse al escribir,
que pretende no -ser e ir detrás de la crónic:a contemporánea (como ha he-

•• 124 125

••

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