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A lo largo de los últimos años, cada vez que la palabra feminismo sale a colación en
alguna plática o reunión donde me encuentre, lugar común ha sido el cruzarme con
comentarios bastante desafortunados -y mal construidos- acerca del tema. Resulta
cosa muy sencilla hablar sobre los asuntos que más desconocemos; la distancia
permite observar cualquier evento con una lente distinta, pero también, la mayoría
de las veces, mucho menos objetiva. Uno de los más grandes errores que se tienen,
en lo tocante al feminismo, se da en la equivocada concepción de pensar este
movimiento como una acción única, con las mismas metas en todo tiempo y
espacio. Establecer que existe un solo feminismo equivale a decir que no hay más
que una sola clase de mujer, cuando en realidad la identidad y necesidades de cada
persona se van construyendo, destruyendo y modificando de sociedad en sociedad:
una feminista en Costa Rica no puede tener los mismos objetivos que una feminista
en México. Entre los distintos tipos de feminismo, existe uno de reciente surgimiento
en América Latina que pone en perspectiva la situación de la mujer indígena en
nuestro continente como nunca antes se había hecho: el feminismo comunitario.
Éste, al igual que en los otros casos, cambia de lugar en lugar, pero es en
Guatemala, con Lorena Cabnal como principal representante, donde ha tomado más
fuerza.
Siendo Guatemala uno de los primeros lugares en feminicidio, Cabnal propone una
sanación cósmico política donde las mujeres primero se reencuentran con la
naturaleza, así como con su cuerpo, para identificar los miedos e injusticias que las
traspasan y, así poder después expresarlo políticamente. Lorena Cabnal se ha
encargado de darle una voz a aquellas mujeres que viven en pueblos donde el
tiempo parece sucederse de una manera extraña, donde presente, pasado y futuro
se han unido para congelarse sin permitir a las mujeres moverse, avanzar; es aquí
donde la activista feminista ha sacado a la luz los anhelos de mujeres que buscan
equidad y libertad, para destruir lo que produce su deseo: el patriarcado ancestral, el
machismo violento y la discriminación fundada sobre el cuerpo sexuado de la mujer.
Al transgredir los dogmas atávicos, el feminismo comunitario se presenta más como
un estilo de vida que como una teoría, que reconstruye nuestra percepción de la
transversalidad de género en las sociedades actuales. A final de cuentas, quién
mejor para expresarlo que la misma Cabnal:
“Yo me opongo y me niego porque este cuerpo nació -aún en medio de esta vida
jodida- como un cuerpo que también tiene la enorme potencia política para liberarse,
para sospechar, para estar inquieta, para cuestionar, para volver a pensar dos
veces las cosas, para atreverme a la posibilidad de recuperar mi cuerpo ante la
vida”.