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II DOMINGO DE CUARESMA

DOMINGO ES FIESTA

P. Clemente Sobrado

Proclamamos el Evangelio de Jesucristo según San Lucas en el Capítulo 9, versículos


del 28 al 36:

Sucedió que unos ocho días después de estas palabras, tomó consigo a Pedro, Juan y
Santiago, y subió al monte a orar.

Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una
blancura fulgurante, y he aquí que conversaban con Él dos hombres, que eran Moisés y Elías;
los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su muerte, que iba a cumplir en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su
gloria y a los dos hombres que estaban con Él.

Y sucedió que, al separarse ellos de Él, dijo Pedro a Jesús: “Maestro, bueno es estarnos aquí.
Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”, sin saber lo que
decía.

Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra; y al entrar
en la nube, se llenaron de temor.

Y vino una voz desde la nube, que decía: “Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle.”

Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos callaron y, no dijeron a nadie nada
de lo que habían visto.

PALABRA DE DIOS

Breve Comentario del Padre Clemente:

Amigos, hoy el día amanece radiante como esos días espléndidos de verano. El pasado
domingo todo era desierto y todo era tentación. Hoy vemos al otro Jesús. Al Jesús por dentro.
No al Jesús hundido sino al Jesús que anticipa las luces de la Pascua.

Hoy estamos en el monte, signo de encuentro y diálogo con Dios. Estamos el clima de oración
y Jesús nos hace el regalo de dejarnos ver por un instante la verdad de su corazón y la verdad
de su Pascua.

En la vida hay días malos, pero también hay días de fiesta, de alegría.

Nuestro gran peligro es mirar siempre las cosas desde afuera. Ver a las personas por fuera y
no ser capaces de ver la verdad y la bondad de su corazón.

Hay montañas que vistas por fuera son ásperas y escabrosas. Sin embargo, el geólogo
descubre que en sus entrañas hay infinidad de riquezas: hierro, cobre, plata, oro. El que
vendió aquel campo no sabía que dentro se encerraba un tesoro. Por eso alguien vendió todo
lo que tenía para comprarlo.
La corteza de la nuez, decía San Agustín, es amarga, pero dentro lleva un dulce y sabroso
fruto. Los árboles tienen una áspera corteza, pero dentro hay una savia maravillosa que da
vida y una estupenda madera que vale oro.

Así es Dios. Lo vemos por fuera y tenemos ideas muy extrañas de Él, pero cuando lo sentimos
por dentro nos enamora con su amor. Hoy, amigos, todos vamos a ser esos geólogos que
descubrimos la belleza de nuestro corazón y la belleza del corazón de los que nos rodean. No
les parece estupendo que hoy pudiéramos vernos todos por dentro y exclamar: ¡Qué bien se
está aquí en familia, en la Iglesia, entre los amigos!

1.- Un buen salto, del desierto al Monte Tabor.


RESPUESTA: Un buen cambio. De un Jesús tentado como nosotros, a un Jesús que anticipa las
luces de la Pascua. De un Jesús cubierto de nuestras debilidades a un Jesús que nos revela y
manifiesta la belleza y hermosura de su corazón.

2.- ¿Por qué en un monte?


RESPUESTA: En la Biblia las grandes manifestaciones de Dios se suelen dar en el monte y en
medio de las nube que lo cubre. Recuerda el Monte Sinaí la gran manifestación de Dios a
Moisés, y recuerda luego el Calvario donde Dios nos revela la plenitud de su amor.

3.- ¿Cuál es la verdadera manifestación de Dios en el Tabor?


RESPUESTA: En el relato del Tabor hay toda una serie de símbolos sumamente significativos.
Primero, la Transfiguración de Jesús que se nos revela por dentro. Segundo, el nuevo
comienzo donde Jesús se convierte en la verdadera voz de Dios superando ya las figuras
claves del Antiguo Testamento Moisés y Elías. Tercero, un anticipo de la resurrección de Jesús.

4.- ¿Quiere decir que Dios no siempre se revela y manifiesta como es?
RESPUESTA: Dios se revela en todo momento y a cualquier hora, pero lo hace siempre a
través de la humanidad de la encarnación. Vemos lo humano de Jesús, pero no siempre
podemos ver lo que esa humanidad esconde.

5.- En el fondo, se trataría de una clarificación de nuestra fe que, como usted ha


repetido muchas veces, nos hace ver siempre lo que hay detrás.
RESPUESTA: Hay muchas maneras de ver. Hay quienes solo ven la fachada, pero no ven lo
que hay detrás de la misma. Y hay quienes son capaces de ver al otro lado de los muros. Esto
a mí, personalmente, me fascina en la experiencia de mi fe porque toda mi vida de sacerdote
tiene que moverse en ese campo.

6.- ¿Quiere decir que el sacerdote tiene una manera diferente de ver las cosas, de ver
lo que los demás no vemos?
RESPUESTA: No. Por la fe todos vemos lo mismo, pero al Sacerdote le ha encomendado una
misión que necesariamente tiene que ver siempre lo oculto, lo escondido, lo que hay al otro
lado.

7.- ¿Podría clarificarnos un poco todo ese modo de ver?


RESPUESTA: El sacerdote toma todos los días en sus manos un pedacito de pan y en él
consagra el Cuerpo de Cristo. Mis ojos siguen viendo el pan, pero mi corazón tiene que ver y
sentir la presencia de Jesús. Y claro esto también lo tienen que ver los fieles. En el
confesionario el sacerdote se encuentra con el pecador; sin embargo, tiene que ver en él un
hijo de Dios que vuelve a casa. Da la absolución y tiene que sentir que es Dios quien
realmente perdona a través del ministerio de la Iglesia.

8.- O sea que ustedes tienen que estar mirando siempre como por rayos X…
RESPUESTA: Bueno, no solo nosotros, también ustedes los fieles. Porque también ustedes
tienen que vivir la misma experiencia. Y esto es lo maravilloso y, si quieres, también lo difícil
de la fe. Donde los ojos ven pan, la fe ve el cuerpo de Cristo. Donde los ojos ven un pecador,
la fe ve un hombre o mujer transformado por la gracia del perdón. Pero esto no sucede solo en
los sacramentos de la Iglesia, también tiene que darse en los sacramentos humanos.

9.- ¿A qué llama usted sacramentos humanos?


RESPUESTA: Cuando tus ojos ven a alguien en la calle tienes que ver que detrás de eso que
ves hay una persona, hay un hijo de Dios al que tienes que respetar, al que no puedes
engañar ni explotar, al que tienes que amar. Cuando alguien te tiende la mano y te pide una
limosna tienes que ver algo más que un mendigo. En ese mendigo se esconde una persona
como tú y como yo, un hijo de Dios que es, de alguna manera, una presencia de Dios. Todos
somos sacramentos de humanos de Dios.

10.- ¿Y cuando veo a alguien que me ha hecho daño, a quién tengo que ver?
RESPUESTA: A tu hermano, a tu prójimo, al mismo Jesús.

11.- Esto ya no es mirar con gafas sino con catalejos…


RESPUESTA: La fe son los catalejos que nos ha regalado Dios para ver más allá de lo que ven
nuestros ojos. Es ver más allá de la corteza humana para ver la vida que corre por dentro.
Cuando contemplas el tronco de un árbol, ¿qué ves?

12.- La corteza del tronco.


RESPUESTA: Pero tú sabes que detrás de esa corteza se esconde una madera preciosa y una
savia que alimenta todo el árbol, lo hace crecer y alimenta sus ramas. ¿Ves cómo no solo la fe
nos obliga a mirar por detrás la realidad, sino que esto nos sucede cada día en la vida?

13.- ¿Cómo aparece esto aquí en esta escena de la Transfiguración?


RESPUESTA: Muy sencillo. Hasta entonces, ¿qué veían los discípulos en Jesús? Sencillamente
un hombre, un ser humano. No sabemos cuánto conocerían de Él desde su fe, posiblemente
alguien extraordinario. Pero nunca se imaginaron que dentro de Jesús hubiese tanta luz que
casi los deja ciegos.

14.- ¿Estaríamos diciendo que cada vez que vemos a alguien por dentro también nos
puede deslumbrar?
RESPUESTA: Yo te veo a ti desde fuera, pero cuánta bondad y cuánta gracia se esconde
posiblemente dentro de esa tu humanidad. Hasta me atrevería a decir que dentro de ti y de
cualquiera se esconde una belleza que posiblemente tú mismo nunca has visto y que de verla
te quedarías deslumbrado de ti mismo, porque verías a Dios dentro de ti.

15.- Esto me hace pensar que más lo que no se ve que aquello que vemos. Lo cual
significaría que vivimos en constante contacto con el misterio de Dios.
RESPUESTA: Esto es lo maravilloso de la vida. Por eso debiéramos vivir como estupefactos
delante de cualquiera, sabiendo que aunque el paquete no sea muy elegante dentro hay toda
una belleza. Nosotros tenemos montañas que dentro tienen hierro, plomo, plata, oro y no sé
cuántas cosas. Pero tú y yo ¿qué vemos en realidad?

16.- Una simple montaña.


RESPUESTA: ¿Y qué ve o adivina un geólogo?

17.- Los minerales que hay dentro.


RESPUESTA: ¿Y qué ves cuando te encuentras con alguien?

18.- Un hombre o una mujer, un niño, un joven o un anciano.


RESPUESTA: Sin embargo, dentro de cada uno de ellos hay todo un misterio de vida porque
dentro de ellos se esconde Dios. “Lo que hagáis a uno de estos a mí me lo habéis hecho”, dice
Jesús.
19.- Ahora que dice esto, pienso que algo parecido nos sucede con la Iglesia.
RESPUESTA: Esperaba tu pregunta. Cuando hablamos de Iglesia, hablamos del Papa Francisco,
hablamos de los Obispos, hablamos de los sacerdotes, hablamos de los seglares. Todos ellos
no son sino la humanidad de Jesús, porque la verdadera belleza es Jesús en ella. Los hombres
somos la cáscara de la Iglesia, pero la Iglesia es Jesús resucitado presente en ella.

20.- Sin embargo, todos vemos a la Iglesia más desde los hombres y lo que hacen los
hombres, que desde ese misterio de Jesús en ella.
RESPUESTA: Los miembros de la Iglesia debiéramos vivir de tal manera que nuestras vidas
fuesen como la transfiguración del verdadero misterio que se esconde dentro. Los santos
revelan esa presencia de Dios en la Iglesia y son las verdaderas transfiguraciones de la Iglesia,
mientras que los pecadores oscurecemos esa presencia.

21.- Dígame si me equivoco. La Transfiguración es como una manera de enseñarnos


a mirar de otra manera…
RESPUESTA: La Transfiguración de Jesús es una manera de enseñarnos a ver y mirar la vida,
los hombres, las realidades de la vida de otra manera. También es una invitación a que cada
uno podamos transfigurar esas realidades, que en vez de ser tan opacos, fuésemos más
transparentes y dejásemos pasar la luz del misterio. ¿Recuerdas cómo definía aquella madre a
su hijito lo que eran los santos?

22.- Recuerdo haberle escuchado contarlo alguna vez aquí mismo, pero en estos
momentos no me viene a la memoria.
RESPUESTA: Una mamá enseñaba a sus hijos a ver los vitrales de las ventanas de la Iglesia
diciéndolo que eran los santos. De pronto, el niño le pregunta: “Mami, ¿y quiénes son los
santos?” “Los santos, hijito, son aquellos que dejan pasar la luz.” Bella definición de lo que
cada uno debiéramos ser en la Iglesia, los que dejamos pasar la luz que hay dentro.

23.- Lo extraño, Padre, es que la Transfiguración de Jesús duró muy poco. Para
cuando se dieron cuenta todo había vuelto a la normalidad.
RESPUESTA: Es que la forma normal de expresarse Dios no es la extraordinaria, sino que Dios
se revela en lo ordinario de la vida y es ahí donde hay que encontrarlo.

24.- ¿Por qué en el segundo Domingo de Cuaresma se nos presenta casi todos los
años la Transfiguración de Jesús?
RESPUESTA: Por su mismo significado. La Cuaresma es un tiempo para descubrir el verdadero
rostro de Dios, es además un tiempo de preparación para la Pascua que aquí se anticipa de
alguna manera, para que luego no nos escandalice el fracaso humano de la cruz. Por eso, a los
discípulos se les prohíbe hablar de lo que han visto, hasta que resucite.

DESPEDIDA: Amigos no todos los días será de Tabor, pero todos los días podemos descubrir
el rostro de Jesús en el rostro del hermano

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