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Daisy Dexter Dobbs

El vikingo navideño de Caroline

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Daisy Dexter Dobbs

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Mi queridísima Caroline,
Aunque han sido muchos años desde la última que nos sentamos alrededor de
tazas de chocolate caliente y hablamos de esperanzas y sueños, y el futuro, estoy
segura que recordarás el amuleto guardado aquí.
Te conté entonces que un día sería tuyo. Es la posesión más valor que poseo.
Más valioso que cualquier suma de dinero. Este amuleto ha pasado a través de las
mujeres de nuestra familia por generaciones. Su magia funcionará una vez cada
cincuenta años.
Mantenlo cerca de tu corazón. Aunque tu mente pueda estar desordenada o
insegura, tu corazón sabrá el verdadero deseo para realizar cuando sea su tiempo.
Confía en tu corazón, querida.
Has sufrido muchas penas, pero todavía espero que no hayas perdido la fe en el
poder del amor y la magia, ya que es, en efecto, real y verdadero. Cree en mí,
Carolina, lo sé.

Con todo mi amor hasta que nos encontremos de nuevo en el más allá,

Tía Helga.

Caroline McNulty leyó la carta en alto una tercera vez, estallando en una
nueva ola de ensordecedores sollozos. Enviada desde Noruega, el paquete
había llegado a Chicago una semana después de navidad- la segunda
navidad que pasaba sola por su bastardo canalla estafador de un marido que
la dejó por una más joven y delgada modelo hacía un año. En Nochebuena.
Después de leer un documento del albacea del estado de su tía abuela,
Caroline cogió la diminuta baratija dorada vikinga y su fina cadena de la caja
y lo estudió. Recordaba a Helga agasajándola con románticas historias de
amor y cuentos de hadas tipo siempre-fueron-felices. Caroline escuchaba con
embelesada atención, engullendo leyendas de encantamientos y fuertes y
guapos vikingos, Especialmente durante esos momentos especiales cuando
su tía abuela sacaba el pequeño hechizo en forma de vikingo y hablaba de la
tradición noruega, Leyendas familiares decían que el hechizo mágico había
sido dado a la matriarca de un rey vikingo por Odín, el más poderoso de los
dioses noruegos.
Por supuesto, ahora Caroline sabía que los fascinantes cuentos eran
simplemente para hacer creer.

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Su soñadora tía abuela había sido suficientemente ingenua para creer en


mitos, hechizos de amor vikingos, dioses noruegos y el resto de esas
sandeces, pero Caroline lo sabía mejor.
Ella supo de primera mano que la vida era una porra y los cuentos de
hadas eran algo para los niños con los ojos muy abiertos.
Mientras abría otra pequeño paquete, encontró un largo mechón de pelo
trenzado. Caroline recordó cariñosamente la siempre presente trenza
enrollada de cabello rubio canoso pegada en la parte superior de la cabeza de
Helga. De niña deseaba que pudiera tener mechones más rubios en lugar de
su pelo completamente negro. Mientras Caroline tenía la altura, los huesos
grandes, el físico completamente del lado materno escandinavo de la familia,
poseía el pelo negro y los ojos azul medianoche del lado de su padre. El
irlandés oscuro, como su abuela paterna lo llamaba. Ambas partes
compartían la pálida, fácilmente quemable piel.
Y Caroline nunca pudo olvidar el tipo de su tía abuela, pálidos ojos azules
que parecían encerrar los secretos y sabiduría de los años. Recordaba a Helga
instruyéndola a mirar profundamente en sus ojos, diciendo que si ella
observaba fijamente lo suficiente Caroline podría ver su verdadero amor.
-Dime lo que ves, querida.
Caroline bizqueaba, focalizando toda su concentración en los ojos de
Helga.
-¡Ooh, creo que veo a un vikingo, tiíta Helga!-.
-¿Y cómo es?
-Es muy alto y guapo, con largos cabellos, muchos músculos y una
espada y escudo.
-Suena como EriK el Rojo. —Dijo Helga.

Y Caroline meneó la cabeza de un lado a otro- ¡No, tiíta Helga, mi vikingo


tiene pelo rubio! El debe ser Erik el Rubio! —Entonces rieron tontamente y se
abrazaron,
La pequeña crédula Caroline se había convencido a sí misma que ella
había visto a su verdadero amor en los ojos de la tiíta Helga.
Cuidadosamente guardó todo otra vez en el sobre, Caroline sonrió
cuando su perro Jueves, llegó olisqueando alrededor.
—Lo siento, Jueves. Nada hay aquí para comer, chico.
Cuidadosamente masajeó detrás de sus orejas, consiguiendo una gran cara
babeante chupando como recompensa. Al menos su fiel perro podría estar
con ella para navidad.
Estaba a punto de colocar el paquete de Helga en un cajón y dudó. Fue
como si oyera o sintiera, el pequeño hechizo vikingo llamándola. Eso era más
que ridículo.
Y aún….

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Después de todo, su pariente favorito había hecho un gesto especial al


enviarla su mágico talismán aparte para su sobrina nieta. Y entonces escribir
una cariñosa carta de su propia mano, temblorosa de noventa y cinco y
acribillada con artritis. No llevar el amuleto sería como una bofetada en la
cara de la tía Helga, y Caroline no podía hacer eso.
Sacó la cadena fuera de la caja y sostuvo el brillante amuleto en la palma
de su mano. El detalle vikingo era alucinante, la textura de la piel de su
túnica, el cuerno del casco de Brunhilda, la espada, sus músculos, todo
meticulosamente trabajado en metal. El color le recordaba a Caroline al rico
caramelo de mantequilla. Gracioso, no recordaba que el amuleto fuera de
oro. Hubiera asegurado que había sido de plata. Conociendo el celoso
esfuerzo de tía Helga para alabar las virtudes de la magia a cualquiera que
conocía, Caroline no podía estar más sorprendida si este amuleto fuera
simplemente uno de muchos que las mujeres anciana mantenían apartados
en una caja. Había dejado probablemente instrucciones para su albacea de
repartir miniaturas vikingas a cada pariente y amigo, completa con sus
cuentos místicos de poderes sobrenaturales y sólo un uso.
El pensamiento hizo sonreír a Caroline.
Resbaló la cadena por encima de su cabeza. Era de perfecta longitud. El
vikingo cayó justo al lado de su corazón.

******
El día antes de Nochebuena fue claro y soleado, hasta Caroline dejó la
oficina y los cielos se abrieron. Bramó una sarta de maldiciones por el hielo y
la nieve del parabrisas. Una vez detrás del volante, alcanzó la guantera,
lamiendo sus labios anticipándose a hundir sus dientes en una barra de
chocolate, conociendo la sensación de fundición cremosa aterciopelada y rica
sobre su lengua lo que podría calmar su psique salvajemente helada.
Cuando abrió la guantera y alcanzó el interior, se quedó helada ante la
espantosa comprensión de que se despensa estaba vacía.
-No. ¡No!¡Noooooo!
Inclinándose hacia delante y golpeando el talón de su mano contra el
volante, sintió el pequeño amuleto vikingo presionando contra su pecho.
-Siii, mucho bien me has hecho, tu imbécil poco dorado. —Puso los ojos
en blanco—. Genial. Ahora no sólo hablo conmigo misma, estoy hablando a
una baratija de amuleto también alrededor de mi cuello.
Y entonces sonrió…no, rió, cuando sus pensamientos volvieron al alijo de
chocolate en su mesilla de noche. Si, podría resistir hasta que llegara a casa y
rasgar dentro de las galletas y las golosinas. Babeó con el pensamiento…
literalmente babeó.
-Caroline, eres una chica enferma. —Se dijo a sí misma en una carcajada
horrorosa mientras pasaba un pañuelo a través de la barbilla–. Creo que eso
es lo que pasa cuando pasas un año entero sin tener sexo. —No es que el sexo

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con su ex marido Herbert hubiera sido algo espectacular, pero apaño la


situación con las citas secretas del sábado por la noche con su fiel vibrador a
cuatro velocidades. Bueno… en segundo pensamiento…
Después de avanzar lentamente a través de la carretera, repleta de
individuos con las compras de último minuto navideñas, Caroline finalmente
se desvió hacia su carril.
Escuchó a su gran compañero, Jueves, gemir mientras introducía la llave
en la puerta. Nunca había tenido uno hasta que él vino a su vida. No fue
amor a primera vista. Jueves le fue endilgado por Herbert unos pocos meses
antes de su divorcio. En un jueves para ser exactos, el día de la semana
llamado por el dios noruego, Thor, hijo de Odín. Con toda la imaginación y
creatividad de una chincheta, el había llamado al perro Ruff. Eso cambió el
día después que Herbert, un profesor de inglés, la dejara por una alegre
estudiante universitaria.
Herbert encontró al variopinto chucho negro medianoche tiritando y
acurrucado próximo a los cubos en el callejón una mañana y lo llevó dentro.
El primer recuerdo de Caroline de la considerable criatura fue una imagen de
él levantando la pata y meando a un lado de su sofá de ante.
-¿Tienes una idea de lo que el pis hace al ante? —Le preguntó ella el
perro. No consiguiendo una respuesta, ella trasladó la pregunta a Herbert
quien tampoco respondió.
Sólo toleraba al animal por Herbert de quien ella aún no se había dado
cuenta que era un rastrero mentiroso, cambiante, cabronazo, hijo de puta,
dijo que Ruff le recordaba a un perro que había tenido de chico y lo perdió en
un accidente de coche. Mierda. ¿Cómo podía echar al bicho fuera, Ruff, no
Herbert, después de escuchar una historia como esa?
Herbert pidió la custodia de Ruff cuando se divorciaron, lo cual iba genial
con Caroline. Cuando se mudó, dijo que volvería por el perro una vez se
hubiera instalado. De eso hacía doce meses y todavía no le había visto.
Y entonces pasó algo gracioso.
Caroline y el perro tuvieron que conocerse el uno al otro. Actualmente
ellos se habían hecho amigos, realmente unidos.
-¿Sabes por qué te quiero tanto, Jueves? —Le preguntó—. Porque tú
escuchas cuando necesito hablar. Ves las películas antiguas, mis favoritas sin
hacer chistes de ellas y no me ves como una idiota cuando lloro en las partes
felices. Nunca vuelves a casa borracho y odioso. Y, lo más importante, no te
importa si no soy sólo una-fuera-de-su-adolescencia talla cinco-.
-Te lo juro, —dijo Caroline mientras giraba la manija y abría la puerta
delantera—, si hubiera sabido a los veinte lo que sé a los treinta y ocho,
hubiera optado por un perro en vez de un marido. —Sí, Jueves era su dulce
tarta de manzana. Su amado, adorable y atento compañero.
Al entrar, Caroline pudo asegurar que sus párpados saltaron fuera de su
cabeza y colgado durante varias primaveras cuando vio la catástrofe ante

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ella. Vio un recuerdo de la bolsa de chocolate, sándwich y galletas un rastro


que iba de la salita a su dormitorio. Y entonces vio el envoltorio de barra de
caramelo.
-¡Mi chocolate! ¡Jueves! —Llevando la mano a su pecho, chilló—. Tú,
paseador de pulgas, pata meona excusa para un perro. ¿Cómo pudiste
hacerme esto? ¡Yo necesitaba ese chocolate hoy! —Un rápido vistazo al suelo
reveló que también había bautizado la alfombra de felpa marfileña con
vómito de perro. Oscuro, fresco, dispersas manchas de mostaza amarilla con
chocolate negro y migajas de galletas y pedazos de chocolate regurgitado
incrustado en todo ello. Por si eso no fuera suficientemente malo, el pequeño
perro que seguramente tenía una subida de azúcar había volcado el árbol de
navidad, dejando a sus atesoradas reliquias de la familia descansando en
manchones de vómito.
Después de oír el angustiado llanto de Caroline y echar un vistazo a su
alocada expresión, Jueves rápidamente se escondió lejos en alguna esquina
escondida, con el rabo entre sus patas,
-Siii, mejor escóndete, tu demonio, porque en este mismo momento estoy
planeando tu asesinato.
Quejándose, cautelosamente esquivó el vómito como si las manchas
fueran un campo de mina que llenaran el dormitorio. Sus hombros se
desplomaron mientras gritó con un gemido en la garganta. No sólo había
Jueves vomitado en la colcha, sino que había depositado un sucio montón de
caquita en la alfombra. Y no había ni una sola galletita no mordisqueada o
pedazo dejado de chocolate en cualquier parte a la vista.
-¡Maldito seas, Jueves! ¡Maldito, maldito, maldito!
Cómo diablos se las había arreglado para abrir el cajón de la mesita de
noche que estaba frente a ella. Y cómo había podido devorar esas bolsas
tamaño grande de galletitas llenas de doble crema y toda la golosina sin dejar
ninguna para ella, ello hacía que viera en rojo. Sabiendo que el chocolate
podía ser tóxico para los perros, supuso que debería estar aliviada que lo
vomitara todo. Pero en este momento…

Mientras Caroline producía en serie otra ronda de blasfemias, había una


llamada en la puerta delantera.
Mierda. ¿Ahora qué?
No iba a responderla…¿Pero y si era algún niño vendiendo tabletas de
chocolate para la escuela o los scouts o algo? Hubo otra llamada y entonces el
timbre sonó. Desesperadamente en su necesidad de chocolate, arrastró sus
agotados nervios a través de la habitación y abrió la puerta.
Conteniendo el aliento por completo, la mano de Caroline voló a su
pecho, presionando contra el amuleto dorado, el cual de repente creció en
calor.

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Parado en medio de su umbral estaba un ser vivo, respirante de cabellos


dorados, medio desnudo, pedazo de hombre con todos los atributos
vikingos.
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-Siento molestarte, —el alto, asombrosamente hombre guapo dijo en un
destrozado inglés. –Pero yo estar cerrado.
Embobada con la destacable presencia que llenaba su entrada, llevó a
Caroline un gran momento antes de que fuera capaz de hablar. Piel
bronceada, grueso cabello dorado, extensos pectorales, poderosos muslos,
llamativos ojos azules… El era Erik el Rubio, su fantasía de la niñez venida a
la vida.
-¿Qué? —dijo jadeantemente, enteramente consciente que su coño estaba
cremoso.
-Inglés no tan bueno, mi perdón yo pido, —dijo. –No llave a casa o auto
coche.
Los dedos de Caroline retorcieron el amuleto dentro de la blusa, incapaz
de fijarse en su palabras porque estaba muy ocupada babeando. El gran
extraño tenía una espada envainada a través de su espalda y llevaba
alrededor un escudo. Quitaba tanto el aliento que sintió una chispa de
temblor en su clítoris y entonces su apretado coño goteó.
-Erik el Rubio, —susurró sobrecogida.
El hombre sonrió y asintió.
-¡Tú sabiendo mi nombre!
Parpadeando con fuerza. ¿El nombre del chico era Erik el Rubio? ¡No. Oh-
Oh! Totalmente imposible, su ceño lentamente se convirtió en una sonrisa.
Finalmente río.
-Le pillé. Mi tía abuela envió esto, ¿verdad?
-No entender. Yo jugar. —Aplastó su mano contra el pecho-. —Yo
necesito jugar, —dijo con gran sinceridad.
Caroline le miró de arriba abajo, lanzó una falsa sonrisa.
-¡Oh!, apuesto a que lo harás, grandullón, pero no conmigo tú no… —
Empezó a cerrar la puerta, pero la mano del vikingo lo cogió.
-Por favor. Ayuda Erik jugar.
Su boca era delicada, su mandíbula fuerte. Lujuria, pura y potente, se
enrolló profundamente en el vientre de Caroline. Incapaz de apartar su
mirada de sus ojos hipnotizadores, estaba tan encendida por esta andante,
encarnación habladora de sus fantasías que escasamente podía respirar.
-Si, -dijo- esto podría encajar perfectamente con el sentido de humor de
tiíta. Ella puso algo en su última voluntad a cerca de enviar un vikingo a la
pobre y solitaria Caroline por navidad. ¿Es eso? Bien mira, colega, no estoy

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tan solitaria. Así que puedes coger tu acento y tus pieles animales y casco de
cuernos y tu gran espada … —Por algún malvado motivo Caroline escogió
ese momento para dejar caer su mirada en la entrepierna del hombre. Y
maldición si su coño no chorreó. Definitivamente había pasado mucho
tiempo desde que hubiera sido follada. Aspiró una profunda bocanada. –Y ya
puedes irte de aquí. La última cosa que necesito en mi vida ahora es alguien
grande, con musculatura hiperdesarrollada.
Erik tocó con sus dedos su mejilla y Caroline sofocó un grito. Cogió su
barbilla.
-¿Por qué tu solitaria? -preguntó-. —Tú tan bonita.
Parecía tan sincero, tan preocupado, tan malditamente caliente cuando
dijo eso que quiso arrancarle las pieles con sus dientes y darse un festín en él.
Mientras su pulgar acariciaba su mejilla, de pronto Caroline quiso
precipitarse entre sus brazos, gimiendo como un bebé contra su ancho pecho,
hacerle saber sobre cuan vacía había sido su vida y que triste era estar sin
alguien al que amar en navidad y como estaba agradecida a su vibrador de
cuatro velocidades, pero anhelaba sentir una polla de carne y sangre dentro
de ella de nuevo. Y entonces quiso que Erik el Rubio respondiera con un
varonil gruñido, empalándola sin piedad con su dura polla vikinga y follarla
hasta perder la razón.
Tragó duramente. Manoseando distraídamente el amuleto, sus
pensamientos corrieron mientras sus bragas se humedecían. Sí, el musculoso
grandote en su puerta era probablemente un acompañante macho de primera
clase –lo que era un buen nombre para un prostituto- contratado por el
albacea de su tía abuela. Erik el Rubio aquí era probablemente el último
regalo de despedida a su sobrina nieta, guardándola de sentirse sola y
abandonada en navidad. Caroline miró lentamente el trozo de carne de
primera de arriba abajo, alucinada de lo adecuado que parecía en el realista
atuendo vikingo. Su corazón dio un salto mientras cogía su rebelde barbilla,
la boca sexy y el brillo en sus ojos.
¿Por qué no? ¿Qué la podría dañar? Ansiaba la deliciosa pasión de un
duro, fuerte cuerpo cubriendo el suyo- la fricción erótica de una polla
introduciéndose profunda y lenta, el picante ritmo del vientre de Caroline se
agitó en excitación y vacilación. Ninguna mujer decente podría jamás
concebir hacer lo que ella intentó hacer. Pero, maldición, ella podría ser
atrevida y descarada y despreocuparse sólo esta vez. Después de todo, los
hombres se satisfacían a sí mismos con prostitutas todo el tiempo, ¿O no? Y
su tía abuela no podría contratar desde luego a cualquiera para el trabajo
quien no hubiese sido chequeado minuciosamente. Debería graciosamente
aceptarla generosidad y mimo de Helga. Le apreció de nuevo. Sí, follar a un
vikingo podría ser mucho más satisfactorio que masticar unos pocos
miserables trozos de chocolate.

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-¿Cuántos honorarios te pagó mi tía? ¿Cuánto tiempo tengo para


conservarte?
El vikingo ladeó su cabeza y la observó.
-¿Y bien? —Desplegando los brazos de su pecho Caroline dio un
golpecito con su pie contra la alfombra.
Él meneó su cabeza, como para aclararle.
–¿Cuánto tiempo tenerme?
Ella asintió. –Sí. ¿Cuántas horas? ¿una, dos? –Le brindó una extraña
mirada de nuevo–. Joder, esto sería mucho más fácil si enviaran un chico que
pudiera hablar inglés.
-Perdón. Yo mal inglés. -Asintió-. Debo jugar rápido. ¿Entiendes?
-Así que ¿es una hora? -Ella apunto a su reloj.
-El vikingo miró la hora y asintió.
-Si. Jugar una hora.
-Entonces creo que mejor empecemos los negocios. Necesito darme una
ducha primero. E insisto en que te pongas condón, no importa lo limpio que
estés, ¿lo entiendes? —Sin esperar una respuesta, Caroline enganchó su
brazo, le arrastró a través de la puerta y entonces la empujó–. Siento el
desorden, um… y el olor, pero mi perro tomó chocolate y…—gesticuló con la
mano—, este es el resultado. —Se encogió y suspiró.
En ese momento el gran chucho, cabeza gacha y los labios temblorosos,
valientemente intentó de entrar en el salón.
–Este es Jueves, el espantoso compañero responsable de esto. —Rió
Caroline.
El vikingo mostró la mano y Jueves la olisqueó. Después de olisquear la
entrepierna y el trasero del extraño, el perro pareció satisfecho. Haciendo un
gruñido, se plantó cerca de la larga pierna del vikingo.
-El día de Thor, —dijo Erik el Rubio, acariciando al perro. Devolviéndole
la atención, Jueves pasó su lengua por el muslo del vikingo. Un gesto similar
al que tenía Caroline en mente, en efecto–. Buen nombre vikingo. —La
sonrisa de Erik le robó el aliento y mandó hormonas a un frenesí de anhelo
sexual.
-Si. —Caroline le devolvió la sonrisa y se mantuvo ahí devorando la
golosina visual por un rato largo–. Uh…de cualquier modo… mi dormitorio
está en peor estado que el salón, así que no podemos hacerlo allí. Tengo una
habitación extra con un futón, así que podemos usar eso en cambio. —Miró
hacia el vikingo, que estaba analizando el desastre en que su salón se había
convertido.
-¿Día-de-Thor? —Señaló al desastre.
Caroline cerró sus ojos y asintió. Cuando los abrió de nuevo, el vikingo
estaba meneando un dedo regañador a su perro.
–Muy no bonito, Día-de-Thor.

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El perro se recostó de espaldas, desnudando su barriga en sumisión, de


nuevo reflejando una acción el principio de los pensamiento de Caroline.
-Nunca ha hecho algo como esto antes, -dijo, chapando sus labios
nerviosamente. Tener citas con un acompañante a sueldo, me refiero. De
hecho…- Sintió que sus mejillas ardían, para ser un poco honesta, estoy un
poco oxidada. No he tenido sexo en más de un año desde que Herbet me dejó
por una de sus estudiantes universitarias. Y no tengo verdadera experiencia
en nada, um…avanzado. No estaba muy abierto a nada muy imaginativo en
el dormitorio. Demasiado conformado con el sexo estilo misionero, si sabes a
lo que me refiero. —Gesticuló Caroline con una mano sobre la otra.
Erik la miró boquiabierto.
-¿Sexo?
El hombro de Caroline se encogió y su cabeza asintió.
–Naturalmente no te lo estaría contando todas estas cosas personales
sobre mi vida sexual si no fueras un profesional, -ofreció–. Sólo pensé que
podría ayudar si supieras la situación entera antes de que lleguemos a la
parte sexual.
Se enderezó, elevando una ceja y golpeando una mano en su pecho
mientras fruncía el ceño.
-¿Tú quieres a mi sexo?
Caroline tragó. Parecía tan fiero, tan impresionante cuando frunció el
ceño, y su tamaño y maneras deliberadas eran intimidantes. Pero sexy como
el demonio.
–Suguro, ¿Por qué no? Me refiero, mientras hiciste el viaje y tienes todo el
disfraz para ello. Más bien correcto. ¿Verdad?
-¡Sexo! -El vikingo sonrió y asintió. Era todo dientes blancos encanto
lobuno–. Yo entender.
Elevó a Caroline entre sus brazos como si no pesara más que su amuleto
vikingo en su pecho. Entonces la besó, saqueando su boca con su lengua.
¡Señor, el hombre sabía como besar! Debían enseñarles todo tipo de técnicas
carnales en las escuelas de acompañantes masculinos.
Una vez el beso se rompió el anduvo a zancadas a través de la habitación
pasando al lado de las pilas de vómito de perro mientras la llevaba en sus
brazos. Caroline señaló al cuarto separado.
–Allí, - dijo, sorprendida de cuán ronca su voz se había vuelto–. Prepararé
el futón y me daré una ducha.
Sonrió hacia ella y la besó de nuevo.
-Erik, tienes que bajarme —dijo después del beso–. Está bien si tú te
llamas Erik. ¿O no? Me refiero, tú verdadero nombre no importa porque se
supone que esta es mi fantasía de navidad, ¿Verdad? De cualquier modo, es
mejor si sólo pienso en ti como Erik el Rubio porque… Bien, después de todo,
nunca te veré de nuevo después de hoy. -Él sonrió de nuevo sin hacer un
movimiento para bajarla–. Abajo, Erik. —Señaló al suelo–. Yo abajo.

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-Ahhh, si, abajo.- Erik puso a Caroline en sus pies entonces la empujó
gentilmente al suelo, montándola a horcajadas.
Caroline jadeó mientras llevaba una mano a su pecho.
-¡No! Me refiero…- Ella gruñó y entonces la boca de Erik se abrió sobre la
suya en demanda hambrienta. Su sabor era tan apetitoso se dispersó por sus
sentidos-. ¡Espera! —Dijo tan pronto como surgieron en busca de aire. Se
estaba volviendo increíblemente doloroso pensar porque esos besos
profesionales suyos tenían efecto narcótico—. Yo sucia. ¿Entender?
-¿Sexo sucio? —Erik sacudió juguetonamente las cejas.
El deseo se difundía profundamente por su vientre mientras ella
imaginaba todo tipo de escenarios deliciosamente traviesos.
-¡No! Oh por Cristo, Erik. Me siento como si jugando a yo Tarzán tú Jane.
¿Cómo se supone que debo hacerte entender?
Ella tocó su pecho.
–Yo ser… quiero decir, yo soy Caroline McNulty. ¿No incluyeron esa
información en tu orden de trabajo… o como sea que el servicio de
acompañantes lo llame?- —Erik le devolvió una mirada vacía y la mirada de
ella se deslizó de su cara al pecho donde vislumbró un plano, arrugado
pezón… Quiso chuparlo. Mordisquearlo. Quiso que él le hiciera lo mismo.
Un gruñido amenazador escapó mientras su boca quedó seca, imaginando su
lengua moviéndose rápido a través de su pezón… y sus dientes tirando hasta
que ella suplicara clemencia. Entonces su mirada resbaló a otras más al sur a
las partes bajas del poderoso vikingo, se preguntó si su polla era tan marcada
e impresionante como el resto de él.
Eso es cuando su generosa erección presionó contra ella. Si hubiera
conocido alguna canción alegre vikinga, la habría cantado a gritos justo
entonces.
¡Oh por Cristo!¿Qué la había pasado? Solía ser una mujer buena, normal,
correcta que nunca había ni siquiera tenido un pensamiento pasajero de la
polla de los hombres desconocidos o explorar su extenso, pesado pecho con
su lengua fuera de su favoritas fantasías de masturbación. Había sido una
casta y adecuada esposa que no se había permitido a sí misma pensamientos
lujuriosos con otros hombres en todos los dieciocho años que ella y el infiel
canalla habían estado casados.
Eso era entonces.
Ahora su necesidad de él eliminaba todo lo demás. Su ropa arañaba
contra su piel caliente, sus pechos se sentían pesados y apretados, su clítoris
latía y ella era descaradamente lujuriosa después de un acompañante pagado
con una polla colosal.
-Caroline,- dijo con eso magnífica sonrisa. –Buen nombre. Yo gustar.
-Magnífico. Ahora déjame levantar.
-¿Arriba?- Ella asintió.-¿Sexo sucio arriba?
Caroline se deshizo en una sonrisa.

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–Erik, no tengo absolutamente ni idea de lo que quieres decir, pero,


francamente, suena bien y tengo el sentimiento que probablemente me guste.
—Salió de debajo de él y se puso de pié mientras imágenes de crudo,
sudoroso sexo vertical bailaba en su mente. Reclinándose a su lado, Erik se
sostuvo a sí mismo en un codo y apoyó la cabeza en su puño. Miró hacia ella
como si ella fuera un exclusivo buen helado e incluso como si él estuviera
entrenado para hacer eso, aún así la hacía sentir como una reina vikinga.
Después de abrir el futón, permaneció en la puerta y alzó un dedo–. Estaré
de vuelta. —Salió de la habitación y entonces volvió a meter la cabeza–. No
vayas a ninguna parte.-
-¿Yo llamar?- Dijo Erik señalando al teléfono en una pequeña mesa.
-¿Necesitas hacer una llamada?- Él asintió- Bien, ve a delante.-
Era una locura, esta irrefrenable necesidad que tenía de sentir al vikingo
llenar su coño. Su deseo por caliente, rígida carne vikinga se estaba
dispersando de un fuego sin llamas a una dolorosa, agresiva pasión. Era un
homicidio alejarse de él en ese momento, pero después terrible día que había
tenido, se sentía sucia y mugrienta. Por otro lado, seguramente no podría
tenerle desnudándola para encontrar resistente ropa interior de algodón
blanco. Si tía Helga se había tomado el problema de enviarla un sexy,
comprado-y-pagado-para semental vikingo, entonces Caroline quería que
toda su hora con el chico fuera perfecta. Eso significaba que debía estar
limpia y llavando…¿Qué? Joder, ella jamás había poseído algo sexy nunca.
Excepto por aquel ridículo conjunto que Herbert compró cuando empezó
su crisis de mediana edad. Otra entonces era volver dentro de la habitación
completamente desnuda- y ella no tenía las agallas para eso- ese era su única
elección. Debía llevar el necio atuendo. Al menos era sexy…deseaba. De
cualquier modo, ¿Qué diferencia podría eso hacer? Después de todo, nunca
iba a ver de nuevo al vikingo.
Desenterró el conjunto de las profundidades del hueco de su armario y se
encaminó a la ducha.
*******
Caroline sostuvo el aliento antes de volver a su habitación separada. Tan
pronto como la vio, los ojos de Erik saltaron.
-¡Caroline!- Él soltó sobre sus pies, completamente desnudo excepto por
el escudo posicionado en frente de sus joyas familiares vikingas. –Debes ser
la señora Julenissen.- Y entonces sonrió.
-No sé quien es ella, Dios la ayude,, pero supongo ser la señora Santa
Claus.- Dio una palmadita a la braga de piel tratada blanca y terciopelo rojo y
un sujetador-elevador a juego.
-Claus.- asintió.- Si, es mismo.
-Lo siento,- se encogió, -es el único conjunto semi-provocativo que tengo.
No decir siento.- En un bajo, sexy gruñido, dijo, -tú ser tan bonita. Mucho
sexy.- Su sonrisa era diferente ahora. Hambrienta. Expectante. Tan

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malditamente caliente que hacía curvar los dedos de los pies de Caroline, lo
cual no era visible por sus botas de tacón de aguja de piel tratada haciendo
juego en las que se tambaleaba- las únicas con acabado en pequeñas
campanillas atadas al final.
Ni siquiera quería pensar sobre la posición de la solitaria campanilla en
cada pezón o en el tintineante racimo cosido sobre su culo.
Hasta que Erik movió las campanas de sus pechos.
Un tintineo y sus pezones se fruncieron. Caroline gimió y su sonrisa se
volvió más fiera.
Erik chasqueó una campana.- Tener sexo feliz-. Su risa fue lenta y
sugerente, malvada. –Entonces nosotros ir jugar.- Él avanzó hacia ella hasta
que sus piernas estaban a cada lado de las suyas, su escudo acomodado
contra su vientre y una mano grande ahuecada en su culo. Parecía fascinado
por las curvas llenas de su trasero, amasando y acariciando su culo mientras
su coño se humedecía en respuesta a su toque.
-Lo que digas. Eres el experto. O debería decir sexperto.- Ella rió y
entonces dejó caer la cabeza atrás y le miró. Era tan alto, como mínimo seis
con seis. Se sintió como un duendecillo cerca de él. No había nada más
delicioso para una mujer de talla grande que sentirse positivamente diminuta
cerca de un hombre fuerte y musculoso. ¿Cómo de grande eres tú, de todas
maneras?
-Grande.- Lanzó su escudó a un lado y restregó su polla contra ella.
Si ambas manos suyas no estuvieran totalmente a la vista, podría haber
asegurado que era su puño. Ella tragó duro, saboreando la firme presión en
su vientre. Era obvio que los empleados de este servicio de acompañantes
sólo lo mejor de lo mejor- los únicos con pollas tamaño fantasía.
Caroline se reservó un poco y miró abajo. Tenía la visión llena caliente
carne masculina, totalmente excitada y maravillosa. -¡Oh mi santa tía abuela!
¡Eres enorme!- La anticipación dejándola débil las rodillas, se agarró a su
pecho. La otra mano ahuecada sobre sus bíceps. Antes de saber lo que estaba
haciendo, sus manos viajaron espalda abajo y agarraron su culo. Esas nalgas
suyas eran de una calidad realmente mítica.
La tiíta Helga podría tener noventa y cinco, pero claramente sabía cómo
elegir un semental. Una sonrisa cosquilleó en los labios de Caroline cuando
imaginó a la anciana mujer examinando a un montón de fotos y
seleccionando al vikingo perfecto.
-Yo quiero estar sexo contigo ahora-. Erik parecía severo y poderoso
mientras guiaba a Caroline hacía el futón. –Golpearte dentro con polla dura.-
La guió más duro. –-Hacerte arder bajo mis llameantes ojos.
Sólo escuchándole había hecho a Caroline prácticamente dispuesta a
correrse. Cuando la parte posterior de sus rodillas golpeó el borde del futón,
la dio un empujón. Él la montó a horcajadas tironeándo entonces las copas de
su sujetador de piel tratada abajo, exponiendo sus pechos. La mirada en sus

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Daisy Dexter Dobbs

ojos y crudo gruñido resonando profundamente en su pecho deleitó a


Caroline para no terminar.
-Llenos.- Erik estrujó sus pechos generosos. –Gran belleza. Mucho gustar
tu puchos.- Introdujo sus manos debajo de ella, abriendo su sujetador y
quitándolo de su pecho, apartándolo a un lado con un tintineo. Caroline se
sintió caliente, sonrojada y completamente expuesta bajo su firme mirada.
Erik bajó la cabeza y mordió juguetonamente un tirante pezón, envolviendo
su lengua alrededor de su sensitiva cima y entonces absorbiéndola en su boca
mientras masajeaba el otro pecho. Bromeó y mordisqueó y tironeó hasta que
estuvo segura que podría salir de su mente.
-Oh, Erik, eso se siente tan bien. Ni siquiera puedes imaginar…
-Fuera,- dijo tirando de sus bragas, estas estaban incrustándose en su culo
ahora. –----Yo follar a Caroline ahora-. Su mirada era concentrada,
tirantemente sexy.
Cada palabra de inglés roto que lanzaba y cada movimiento que hacía
ponía su clítoris a temblar. Elevando su culo del futón Caroline tiró de sus
bragas abajo hasta que Erik las agarró, tirándola de sus tobillos. Y entonces,
Dios querido, bajó su cabeza a su coño y tomó aire profundamente por la
narid.
-Tan mucho bonito. Precioso negro,- dijo acariciando lo rizos del coño. Un
gemido de placer reverberó en la parte inferior de su cuello. En todos los
años que habían estado casados, Herbert nunca había puesto su cara en los
alrededores de su entrepierna.
La caderas de Caroline se alzaron de la superficie abruptamente cuando
Erik apartó lo labios de su coño y metió dos gruesos dedos dentro,
presionando, empujando y jugando con el sensitivo hueco. Su mirada nunca
abandonó su cara mientras la follaba con dedos. Sólo podía imaginar que
veía allí porque, el Señor sabe, ella estaba más allá de la timidez en este
momento. Temblores bajaron rítmicamente por su espina, explotando su
empapado coño. La acalorada fricción que creó realzando los sentidos ya
crecidos. Sus miradas se cerraron, tomando su sabor, su humedad dentro de
su boca y lanzando un gruñido de placer cuando dijo, -Caroline ser dulce,
jugosa mujer. Tan buen sabor,- que el cuerpo de Caroline se tensó y después
tembló con el más intenso orgasmo que pudiera recordar.
Perdida en la sensualidad del momento y la cadencia encantada de sus
palabras admiradoras, sólo estuvo vagamente segura cuando Erik abrió e
envoltorio del condón con sus dientes y se sentó en sus talones para
enrollarlo. Su coño aún estaba temblando con las réplicas cuando levantó sus
caderas, guiando su gruesa polla en sus dobleces con una suave, insistente
presión. Y entonces, con la vitalidad de un poderoso vikingo, condujo su
polla dentro de ella, dura y rápida.
Caroline aspiró una asustada inspiración mientras su cuerpo se ajustaba a
su vigorosa invasión. -¡Oh, Erik…- Lo abrazó, siendo los músculos en su

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Daisy Dexter Dobbs

fuerte espalda flexionados con cada empuje mientras sensaciones alucinantes


recorrían a través de su cuerpo. Más que llenarla mientras la extensión de sus
músculos interiores se ajustaron a su longitud y grosura. Ella bombeó sus
caderas, llegando al delicioso ritmo y tomándolo más profundo, hasta que su
coño tembló a su alrededor y ambos gimieron.
Sus manos acariciaron sus pectorales después descendieron y ahuecaron
su saco, el interior de sus muslos, barriendo sus dedos desde la ingle a su
culo y vuelta de nuevo antes de descansar sobre la aureola de rizos rubios de
su polla.
-Ah…si. Bien,- Erik gruñó. –Caroline hacer excelente sexo.-
A Caroline le deleitó el sentimiento de su cuerpo idílico vikingo, algo que
nunca había tenido el placer de encontrar antes. Dios sabía que el físico
blando, fofo de Herbert no podría empezar a comparar. Erik era duro y firme
en todos los lugares correctos y flexible donde contaba. ¡Y ahí había una
fenomenal técnica masculina! Estaría alucinada si Erik no hubiera estado en
la cabeza de sus clases de sexo.
-Es fácil,- respondió con una resonante garganta, dando a sus pelotas otro
estrujón. Paró para coger aliento después de que su polla martilleara de
nuevo. –Pienso que cuando se tiene sexo con un diestro profesional, la
respuesta surge naturalmente.
-Con un profundo, malvado empuje, la polla de Erik golpeó su punto G,
justo como si tuviera un mapa. Caroline rió con placer mientras él tomaba
puntería y se introducía de nuevo, encontrando su marca una segunda vez. Y
entonces remolineó la punta de su polla cos el núcleo de su punto hasta que
se encontró a sí misma atrapada en un prolongado gemido de éxtasis. Hasta
ese momento, Caroline se figuró que habían sido descuidados para equiparla
con uno de esos puntos cuando ella fue creada. Por supuesto, eso fue antes
de que hubiera encontrado a este hombre versado en sexo.
Si, podría morir en sus capaces brazos en ese mismo momento y sería
feliz, sabiendo que había sido llevada al final con éxtasis. Nunca imaginó que
el sexo podría ser como esto. Nunca soñó que sentirse de esta forma fuera
posible.
Rozando sus manos sobre las caderas de Caroline, pasó su cintura y sobre
sus costillas, perdurando en sus pechos, estrujando y jugueteando con ellos
mientras se clavaba en ella. Caroline se alzó ante su erótico toque,
suspirando, gimiendo, sucumbiendo al dulce sentimiento de las manos
fuertes y amables de un hombre amándola con su polla llenando su coño.
Bajó su ritmo lo suficiente para plegarse sobre ella hasta que sus labios
estuvieron a un simple respiro.
-Tú bonita hacer mi corazón fundir, Caroline,- susurró antes de capturar
su boca con un beso lujurioso. Las palabras y gestos de Erik parecían tan de
corazón, tan sinceros, ellos casi trajeron lágrimas a sus ojos. Su lengua repitió
el movimiento de su polla mientras se introducía más lento, más duro,

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Daisy Dexter Dobbs

angulando su cuerpo para la máxima fricción y placer. La exquisita


penetración provocó una oleada de emoción desde lo profundo de ella.
Estaba volviéndose terriblemente duro recordar que Erik era sólo un
acompañante de pago, magníficamente entrenado en las artes de satisfaces a
una mujer – que el no realmente quería decir lo que decía. Pero no quiso
pensar sobre ello. No ahora durante uno de los más perfectos, gloriosos
momentos de su vida.
-Tú eres mi propio Erik el Rubio,- dijo Caroline, su voz baja y
atragantada. –Todo mío. Cada deliciosa, brillante, magnífico pedazo de ti…
sólo por esta noche.- Resbaló sus manos por su torso, explorando los
machacados músculos bajo sus dedos. –Sólo por esta única, gloriosa noche,-
susurró, jurando recordar el momento en su mente para siempre.
Erik se sentó derecho de nuevo, sonriéndola mientras sus caderas se
flexionaron sobre las suyas con una urgente fiereza que la dejó sin aliento. –
No sólo esta noche,- dijo, acariciando sus pechos. –Yo siempre ser Erik el
Rubio para Caroline. Amo hacer sexo a Caroline muchas veces.
-Dios ayúdame,- dijo mediante una sonrisa ronca, -si pudiera
permitírmelo te tendría. Cada noche de sábado, como mínimo.- Algo
parecido a un tornado giraba dentro de ella como pezones pellizcados y la
follara aún más duro con su extraordinaria polla. Lo que quiera que estuviera
aproximándose tenía tal poder e intensidad que casi la asustaba. Jadeó,
apretó sus bíceps, hincando sus dedos duramente.
-Relájate. Ser feliz,- dirigió una serie de gruñidos con una sonrisa
tranquilizadora. ---Yo tomar te visitar Valhalla.- Un instante después, Erik el
Rubio la remató con un último maliciosa empujón de su polla.
Vibraciones, ásperas y poderosas, golpearon a través de Caroline
mientras su coño ordeñaba su carne caliente. –¡Oh. Dios. Mío!- Gritó en un
salvaje, convulsionado placer, alto y suficientemente fuerte para traer a
Jueves galopando dentro de la habitación y ladrando su cabeza lejos. Y
entonces Erik rugió mientras se unía a Caroline en el triunfante éxtasis del
paraíso vikingo.

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Daisy Dexter Dobbs

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Acurrucado en una esquina con un hueso de cuero, Jueves estaba
calmado y quieto de nuevo. Caroline sonrió a su protector canino y después
al hombre que acababa de volver al revés su mundo en la mejor manera
posible.

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Se figuró que podría convertirse en una monja después de esto porque


¿por qué compartir sexo con cualquier otro hombre de nuevo? Una vez que
has sido follada por lo mejor, una polla vikinga bien adiestrada, no hay
vuelta atrás. Ninguna posible comparación. Sí, el recuerdo del excitante sexo
de esta noche tendría que durar toda su vida.
-¡Gracias, Erik!- dijo ella mientras él la abrazaba cerca y envolvía un brazo
alrededor de su hombro. –Fue fabuloso, una fantasía sexy. Vales cada
céntimo que te paguen.- Descansó la cabeza en su pecho, fingiendo que Erik
había disfrutado su sexo juntos incluso una décima parte de lo que había
sentido Caroline. No había esperado que se quedara lo suficiente para
acurrucarse. Un tiempo más en los brazos de su vikingo hizo completa toda
le experiencia. Debería buscar el nombre de la agencia de acompañantes y
enviarles una atenta felicitación de Erik, la ejecución de un trabajo
considerable.
-Gracias a ti,- dijo, besando su frente y después agarrando su pecho,
entrujándolo tiernamente antes de besar el pezón arrugado. –Hacer Erik
polla tan feliz. Ahora yo debo estar jugar.- Depositando un beso ligero en los
labios de Caroline, Erik se levantó y cogió su atuendo vikingo, metiéndose
dentro mientras Caroline le miraba con fascinación.
Así que ahora se iba para jugar con alguien más. Suspiró mientras vio a
su polla, aún considerable en estado semi flácido. Su ex- marido nunca se
había parecido a esto incluso cuando había estado empalmado. Había sido
tan poco el tiempo que incluso no tendría la oportunidad de probar la polla
de Erik. Su boca se hizo agua con el deseo de probar su sabor masculino, de
resbalar su vara por delante de sus labios, su lengua. Para saborear el fuerte
sabor de su semen. Bien, al menos lo había tenido por este escaso, mágico
interludio. Esa experta, sensual boca, la exquisitamente satisfactoria polla, los
orgasmos cataclísmicos…Erik era cada sueño húmedo que hubiera puesto en
una caja de follado perfecto- el único defecto era que él era un prostituto.
Saltó cuando sonó el teléfono.
-¿Quieres a quién?- Dijo al receptor. -¿Erik Tryggvason?- Miró a Erik
quien sonrió y señaló a su pecho. Le tendió el teléfono y el lo cogió, hablando
al hombre al otro lado… Probablemente el despacho de su agencia de
acompañantes diciéndole a Erik que el tiempo se había terminado. Su suspiro
fue más fuerte de lo que pensaba mientras se arrellanó en su dormitorio y
arrojó un pantalón y una camiseta.
-El hombre cerradura venir ahora,- dijo Erik cuando ella regresó. Le
siguió hasta es salón.
-¿Quién?- Levantó su cabeza rápidamente tratando de descifrar de lo qué
estaba hablando ahora.
Erik meneó la cabeza pareciendo frustrado. –Cerrajero, - se corrigió
mientras abría la puerta principal y hacía señas a la casa próxima- la única
que había estado en venta unos pocos meses antes. Caroline echó un vistazo

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Daisy Dexter Dobbs

alrededor del volumen de carne masculina, notando que la señal en venta se


había ido. –Erik casa.- Orgullosamente palmeó su mano contra su pecho. Una
sacudida de pánico zigzagueó subiendo por la espina dorsal de Caroline.
-¿Tu casa?- Él asintió y ella estalló helada. -¿Tú eres mi nuevo vecino?
¿Tengo a un vikingo por vecino? Debería estar alucinando. Si, la tensión de
Jueves profanando su alijo de chocolate, seguido por chisporreteante,
caliente, aturdidor sexo con Erik el Rubio simplemente había sido demasiado
para soportar. Quizá estuviera desmayada y estuviera soñando todo esto y ni
siquiera darse cuenta. Un pellizco rápido en su brazo disolvió esa teoría.
Erik asintió. –Vecino.-
-¿Quieres decir que no eres un prostituto?¿No eres un chico de compañía?
Erik frunció el ceño. -¿Tú ser prostituta?
-¡No! Tú lo eres…¿O no?
-No.- Erik rugió con risa. –Broma graciosa. Tú hacer Erik reír.
De pronto Caroline encontró difícil respirar. Escuchó un estrangulado
tipo de chisporreteo de sus labios.
-Estar feliz. Nosotros ser vecinos ahora. Hacer mucho sexo todo el
tiempo.- Tiró de su barbilla. –Yo ser el último vikingo en juego para niños.
Juego de navidad. Cierre. No llave conducir auto. Necesitar ir teatro. Ayudar
Erik, por favor.
Eso fue lo máximo había dicho desde el primer momento que apareció el
vikingo en su entrada.
Una insoportable comprensión amaneció con una frialdad helada. –El
juego en el teatro comunal,- dijo Caroline, recordando los anuncios en el
periódico y los folletos pegados. -El último vikingo. ¿Viniste aquí porque
estas encerrado fuera y necesitas llegar al teatro?- De pronto sintiéndose llena
por su proximidad, tomó un involuntario paso atrás.
Una brillante sonrisa se extendió por los rasgos de Erik. –Si. Necesitar
llegar.- Asintió. –Llaves en casa. Yo sentir. Nunca tan estúpido para hacer
esto antes.- Entonces agarró a Caroline y la besó. –Pero yo tan feliz sexo
juntos.
-¿Feliz? ¡Hah! ¡Infiernos que estás feliz, tú impostor! Después de fingir
que eras mi vikingo de navidad y arrastrarme por un arrogante revolcón en
el heno. ¡Con todo el atrevimiento!- Le empujó lo suficientemente fuerte para
obtener un oooph y quitando el equilibrio de Erik mientras quitaba el hielo
de la puerta de entrada y caía de espaldas en la helada hierba próxima al
camino.
Caroline jadeó mientras la cabeza de Erik golpeaba contra el suelo y su
casco de cuernos se deslizaba a través del helado césped mientras él yacía
espatarrado. -¡Oh Dios mío! Erik, lo siento tanto. No quería que pasara eso.
¿Estás todo- en su precipitado intento de acercarse a su lado se puso en el
pequeño parche de hielo que él y salió despedida, aterrizando en cima de
Erik con fuerza suficiente para quitarles el aliento a los dos.

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Daisy Dexter Dobbs

Erik rugió un gemido. No del tipo sexy de gemido, sino un gemido tipo –
me-has-partido-las-pelotas-y-estoy-malditamente-agonizando. Y por eso,
Caroline estaba relativamente segura que el extranjero parloteo que siguió
significaban alguna otra cosa que no te preocupes, Caroline. Estoy
completamente bien.
Tan pronto como pudo moverse, Caroline rodó de Erik y se arrodilló
junto a él. –Lo siento tanto, Erik.- La única señal de que estaba vivo era la
mueca pintada a través de sus hermosos rasgos. -¿Debería llamar a un
médico?
Abriendo sus ojos, Erik hizo su mejor sonrisa rota. –No. Yo fuerte. No
llorar, Caroline.- Alargó la mano y secó las lágrimas de sus mejillas con su
pulgar. Ni siquiera se había dado cuenta que había estado llorando. –Yo bien.
He de estar jugar ahora. Ayuda Erik. ¿Si?
-Si, por supuesto.- Una vez se puso en pié, extendió su mano y tiró de
Erik en posición sentada. Luchó por no mostrar dolor. La amargura de la
humillación y la vergüenza espoleó a través de todas sus células pero las
conservó dentro. Finalmente Erik se levantó y dio a Caroline una señal casi
de corazón de pulgares arriba.
Se deslizó en la casa para sus llaves. Cuando volvió, Erik la siguió a su
coche, haciendo lo mejor de sí para hacer que pasos de bebé se parecieran a
zancadas masculinas. Mientras el vikingo doblaba su increíble masa en el
asiento del pasajero, de su pequeño coche, Caroline vio sus músculos
arracimarse u tensarse.
-Debes estar helado.- dijo, mirando sus pieles de piel mojada cubriendo
sólo un cacho de su magnífico cuerpo-hecho-para-follar. Tiene que hacer
veinti-algún grados afuera.-
Erik dio una sacudida despreocupada de su cabeza. –Estoy acostumbrado
al frío. Vengo…-
-No, no me lo digas.- Caroline alzó su mano. –Déjame pensar. Eres de
Noruega, ¿Verdad?
-¡Si!- Mostró una perfecta sonrisa de diente blancos.
-Naturalmente.- Caroline suspiró.
-¿Cómo sabes eso?
-Sólo encaja.- Puso sus ojos en blanco.
-Tú estar fría,- dijo Erik, señalando a sus pechos y sonriendo.
Caroline observó a sus pezones pinchando a través de los abalorios de su
camiseta. Con toda la conmoción había olvidado el abrigo.
-Mantén tus ojos en la carretera,- dijo, aunque era la única conduciendo. –
Sólo olvida que cualquier cosa sexual sucedió entre nosotros porque, créeme,
Erik, nunca va a pasar de nuevo. ¿Pillas eso?
-¿Querer Erik absorber bonitas tetilla, hacer calientes de nuevo?

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Daisy Dexter Dobbs

Caroline le pegó en un brazo, determinada a ignorar el repentino crepitar


del deseo. –En primer lugar, no soy una vaca. No tengo tetillas. Quieres decir
tetas.
-Grandes tetas,- Erik dijo, pellizcando un rígido y estrujando su pecho.
Tan malditamente excitada que podía escasamente conducir, Caroline
golpeó su mano lejos. –En segundo lugar, la palabra es pechos.- Y, Dios,
como quería su boca en ellos de nuevo.
-Amas Erik polla.
Sorbiendo un audible grito, Caroline casi llevó al coche fuera de la
carretera. -¡Qué!
-Por favor, no sentir vergüenza. Erik ama tu cono.-
-Coño,- Caroline le corrigió y entonces golpeó el talón de su mano contra
su frente. –Mierda, ¿Qué estoy diciendo? No quiero hablar de tetas o pollas o
coños, Erik,
-Nosotros hacer sexo excelente.
-¡Oh sexo! Oh santo cielo, mira, Erik, no soy ese tipo de mujer.
-¿Qué tipo?
-El tipo que...Erik, no te conozco. Creí que eras…
Apretó su mano derecha y la zarandeó. -¿Cómo tú hacer? Yo Erik. Tú
vecino.- Sonrió. –Ahora tu conoces a mí.
-Erik, eres positivamente incorregible.
Frunció el ceño y meneó la cabeza. –No conocer esta palabra. ¿Significa
guapo? ¿Gran polla?¿Hombre sexy?- Sacudió sus cejas maliciosamente.
-Para. Para justo ahí. Esta conversación está acabada.
Seguro, era halagador tener a alguien que parecía un dios noruego se
acercara a ella. Pero Erik no estaba flirteando porque pensara que era
hermosa, buena e inteligente. Era porque encontró un polvo fácil. Una mujer
solitaria que lo arrastró de la calle y saltó en sus huesos. El chico
probablemente pensara que era el putón del vecindario o una prostituta
barata que sólo sucedía que vivía en la puerta de al lado. No podía culparle
ni un poco.
Era como si ella fuera alguna alegre tetada de dieciocho años y
ciertamente no era una pequeña cosa ágil, tampoco. Tenía treinta y ocho y
compraba sus ropas en la sección extra grande.
-¿Por qué Caroline enfadada Erik?- Agarró su muslo, arrastrando sus
dedos arriba hasta que descansaron sobre su coño bien follado. -¿No te hice
excelente sexo?
¿Excelente? Joder. Fue malditamente estupendo. Quitando el aliento.
¡Espectacular!
Caroline levantó su mano de su entrepierna y la soltó en su regazo.
Después de abrir y cerrar la boca varias veces sin decir una palabra, la cerró
de golpe y miró fijamente adelante mientras conducía.

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Daisy Dexter Dobbs

Mientras Caroline se detenía en el teatro comunal, Erik se volvió a ella. –


Gracias. Tú comer a mí. ¿Si?
Por décima vez esa noche, jadeó. ¡No haré ese tipo de cosa! Erik sal de
este coche.- Él no se movió. Tenía el valor de quedarse ahí sonriéndola. -
¿Cómo te atreves a sugerir que chupe tu…
Erik gestualizó como si metiera comida en su boca con un tenedor. –
Cenar,- dijo. –--Tú. Yo. Comer. Comida.
-Oh,- Caroline dijo en la más pequeña voz que se hubiera oído utilizar.
¿Posiblemente podría decir algo más idiota?
Cabeza hacia atrás, Erik rugió riendo. Era un hermoso sonido y era un
hermoso hombre y, el Señor la ayudara, ¡Ella quiso comerle!
-¿Me estas pidiendo que cene contigo?
-Si.- asintió. –Después estar no ropas y hacer excelente sexo. ¿Si?
-Sal del coche, Erik. Ahora.

******************
Apretando el amuleto alrededor de su cuello, Caroline despertó
sonriendo. Erik había protagonizado sus sueños y aún así había
experimentado un espectacular, orgasmo inducido por el sueño mientras
dormía. Lo único que lo estropeó fue despertar en una cama vacía cuando
habría estado mucho más acogedora al arrogante vikingo. Eso, por supuesto,
era imposible ahora. Nunca podría encarar al hombre de nuevo. Tenía que
poner su casa en venta y mudarse. Lejos. Tal vez a Noruega.
La mañana de Nochebuena fue tan alegre como había esperado. Vistiendo
sus vaqueros sucios y sudadera más desgastada, Caroline había estado
fregando y restregando desde que se había levantado. Mientras limpiaba la
suciedad rancia de Jueves, maldiciéndole a cada paso del camino, el chucho
era suficientemente inteligente para evitarla.
Distraídamente Caroline manoseó el amuleto acurrucado contra su pecho
y, perpleja, sacudió su cabeza. Se había quitado la cadena antes de ponerse el
conjunto de Señora Claus la otra noche y después se la puso de nuevo antes
de ir a dormir. Lo que la tenía desconcertada era que el amuleto había vuelto
al color plateado que recordaba de su infancia. No había ningún rastro de oro
brillante, y no tenía idea de porqué. Quizá era debido a una extraña reacción
química con su colonia o piel.
Aún perdida en los pensamientos cuando el timbre de la puerta sonó,
Caroline lo ignoró. No estaba de humor para una conversación ingeniosa con
el vikingo sexy de la puerta de al lado. Y entonces escuchó una voz
familiar…una que no había oído desde hacía exactamente doce meses.
Mierda.
Caroline respondió la puerta y casi estalló en una carcajada irónica. El
única cosa peor que todo lo demás que ya le había pasado estaba parado en
el otro lado de su umbral.

23
Daisy Dexter Dobbs

-Hola, Caroline.
-Herbert, ¿Qué narices estás haciendo aquí?- Miró al piojo de su
exmarido. -¿Perdiste a tu animada quinceañera? Bien, ella no está aquí, así
que adiós.- Empezó a cerrar la puerta pero él la cogió.
-Ahora, Caroline, esa no es la forma de hablar. Bunny está justo aquí.- Se
volvió y llamó hacia los arbustos. –Venga, está bien, cariño. Ella no morderá.
-No cuentes con ello,- Caroline masculló mientras cruza sus brazos sobre
su pecho.
Una chica muy embarazada anduvo como un pato el camino, se movió
cerca de Herbert. Caroline hizo un considerado esfuerzo para que no se le
cayera la mandíbula. No tenía ni idea que la adolescente aruina-matrimonios
estaba embarazada.
La chica tendió su mano, movió sus dedos y sonrió. –Buena, señora
Conlon. Soy Bunny.- Trazó el enorme bulto de su centro con la otra mano
mientras hablaba.
Señora Conlon. Caroline se encogió ante las palabras de la preescolar
quien era suficientemente joven para ser técnicamente su hija. –Es señorita
McNulty,- dijo. –Tomé de nuevo mi apellido de soltera después del divorcio.-
Herbert y Caroline intercambiaron miradas poláricas.
-¿Dónde está Ruff?- Preguntó Herbert.
-Jueves,- Caroline le corrigió.
-¿De qué estás hablando? Es viernes.
-Jueves. Le cambié su nombre a Jueves.
Herbert arrugó sus facciones. ¿Por qué en el nombre de Dios pudiste
llamar a Ruff como un día de la semana?
-Actualmente, es llamado por Thor1, el dios noruego del trueno.
-¿Entonces por qué no le llamas solamente Thor?
Caroline chasqueó. –Porque le trajiste a casa en un jueves, el día de la
semana llamado por Thor. El día de Thor.
-Caroline, esa es la cosa más ridícula, y tonta que jamás he oído.
Miró a la sandía en el estómago de Bunny y sonrió. –No tan ridículo como
algunas cosas, Herbert.
-Mira, Caroline, no tengo tiempo para juegos. Estoy aquí por Ruff.
-¿Estás qué?- Eso tiró de ella. Seguro, Jueves había violado su alijo de
chocolate y arruinado su alfombra, pero Caroline aún le quería fieramente y
no iba a dárselo al gilipollas que no se había preocupado en visitar al perro
en los pasados doce meses.
Herbert se puso en esa tan familiar postura de exasperación que hacía tan
bien. Los pulgares curvados en los bolsillos de los pantalones, el peso
descansado en una pierna y una sonrisa de hoyuelo autosuficiente. Ella solía
pensar que el hoyuelo era adorable. Ahora quería arrancarlo de ahí de su
cara menopáusica.
-He venido a por mi perro. ¿Dónde está?

24
Daisy Dexter Dobbs

-Huyó. Se marchó.- Jueves, el idiota, eligió ese momento para ladrar


desde algún sitio de las profundidades de la casa y Caroline puso los ojos en
blanco.
Ceñudo, Herbert empujó la puerta abierta y anduvo a destro. –Jesús.
¿Qué narices ha pasado aquí?- Estudió la habitación con una expresión de
incredulidad y disgusto.
-Oh, eso.- Caroline se encogió. –Jueves tuvo un pequeño contratiempo.
Bunny aguanto su respiración, su cara miró alrededor en la habitación,
respirando una exclamación audible. –¡Eeeeew, puaj!- Explotó su chicle e
infló una pompa. ---------Caramba. Herbie, creía que habías dicho que era un
buen perro.
-Herbert, no puedes entrar tan fresco y arrancarme a Jueves.
-Seguramente puedo. De acuerdo con el tribunal, Ruff es mío,
¿Recuerdas?
-Pero si ni siquiera te has preocupado en visitarle desde que te marchaste
la Nochebuena pasada.- El recuerdo heló la columna de Caroline y se tensó.
-¿Desde cuándo te volviste tan gran fan de Ruff? ¿Pensaba que no querías
hacer nada con él?
-Eso era antes.
-¿Antes de qué?
-Antes de que le abandonaras y tuviera que verle llorar todos los días
durante dos meses hasta que el pobre se dio cuenta que no ibas a volver.
Herbert se enfadó. –No seas ridícula, Caroline. Los perros no lloran. Sólo
son animales tontos.
-Si Jueves es tan tonto, ¿Cómo se supo como abrir el cajón de mi mesita de
noche y encontrar mi chocolate, huh?- Apuntaló sus puños en sus caderas,
resaltó su mandibula orgullosamente.
-¿Aún plagada de chocolate, eh?- Herbert la miró de arriba abajo con un
sarcamo que hizo a Caroline dolorosamente consciente de los kilos de más de
sus cuerpo. –Supe que nunca bajarías peso.
Caroline le inmovilizó con una fría mirada. –Podría salirme con un chiste
sobre saber que tu pelo no podría nunca crecer de ninguna manera…pero eso
fue ante de observar los implantes.- Miró su salpicado cuero cabelludo y rió.
–Tomará más que un transplante para combatir la mediana edad, Herbie.
-Tengo todo lo que necesito.- Atrajo a la pequeña mujer fregona cerca,
besando la parte superior de la cabeza. –¿Verdad, cariño?- Le dijo a Bunny
quien arrulló una respuesta.
Volvió la atención a su ex-esposa. –No hagamos esto desagradable. No
me fuerces a ponerte una demanda, Caroline.
¡Oh Dios! Caroline sintió una ráfaga caliente de nacientes lágrimas en la
superficie y las desechó. Lo último que quería era tener a Miss pequeña
preescolar adolescente de América y su ex de pelo implantado verla en un
montón lloriqueante.

25
Daisy Dexter Dobbs

-No estaba preparado para llevarme al perro antes,- Herbert dijo. – El


bebé saldrá en cualquier momento. Quiero que Ruff esté allí cuando llegue.
De ese modo él y el bebé tendrán una oportunidad de hacer un vínculo.
Además, será una buena compañía para Bunny y el bebé mientras estoy en el
trabajo.
-Por favor. Herbert… Te lo estoy suplicando. No le alejes de mí.- Caroline
no pudo contener el sollozo que se le escapó.
-Estas haciendo esto más difícil de lo que tiene que ser, Caroline.- Herbert
tiró de su collar y estiró su cuello. –Venga, Ruff. Tiempo de irse,- llamó, antes
de dar un estridente silbido. -¡Ruff! Aquí, chico. Vámonos.
-¡No! ¡Día de Thor quedar Caroline!
Jadeando ante el sonido atronador de la voz de Erik, Caroline movió
rápidamente su cabeza alrededor. Casi se hizo pis en sus pantalones cuando,
en atributos vikingos, entro en la habitación desde la cocina, Jueves trotando
a su lado. Luchó la urgencia de correr al espejo antes que recordara que un
pequeño arreglo no podría cambiar el triste hecho que parecía una bayeta.
-¿Quién es ese joder?- Herbert graznó con la mandíbula caída, los ojos
entrecerrados.
-Si. Wow. ¿Quién es ese?- Dijo ansiosamente fregona embarazada
mientras miraba el glorioso vikingo medio desnudo pavoneando su material.
Caroline estaba sin habla. Le llevó un minuto darse cuenta que Erik debía
haber entrado por la puerta trasera, la cual había dejado abierta por sus
repetidos viajes al contenedor mientras limpiaba el desastre de Jueves.
Erik mantuvo sus ojos en Caroline, la misma cálida, tranquilizadora
sonrisa que la había ofrecido el día anterior. –Yo ser Erik el Rubio,- anunció,
flexionando sus impresionantes músculos y palmeando el escudo contra su
pecho. Agarrando audazmente a Caroline entre sus brazos y reclinándola
atrás, se abatió sobre ella y tomó su boca en un hambriento y apasionado
beso.
-Oh…Erik,- Caroline suspiró cuando sus labios se separaron. La sonrió y
guiñó. Aún en el medio de esta confusión, sintió ese familiar cosquilleo
mientras su coño tembló.
-Caroline ser mi mujer,- Erik anunció. –Yo ser amante de Caroline.-
Permaneció alto y desafiante, tirando a Caroline cerca de su lado y
enroscando un brazo protector a su alrededor. –Yo aquí para Caroline nunca
estar solitaria otra vez.
Debía ser el momento más romántico en toda la vida de Caroline. Y, oh
Dios, cómo deseó al demonio que no estuviera vestida como una basurera y
apestara a vómito de perro.
-Santa mierda,- Bunny respiró. La ordinaria grande pompa de chicle calló
de su boca. Herbert se inclinó a recogerlo por ella porque su vientre estaba
tan grande. –Eso fue, como, súper sexy.- Abrió una nueva barra de chicle y lo
reventó en su boca.

26
Daisy Dexter Dobbs

-¡Bunny!- Herbert la regañó, tirando de su brazo.


-Oooop.- La mano de Bunny voló hacia su boca y rió tontamente y
entonces volvió su atención a Jueves, pronunciando unas vergonzosas, ñoñas
palabras de bebé alrededor.
-Vamos, Ruffy-culito-hinchado. Buen inteligente perrito-juguetón.
-Jueves no responde a palabras de bebé,- Caroline señaló. –Lo odia.-
-Aw, vaaa ¿No te gustan las palabras de bebe, inteligente Ruffy?
Cuando Bunny empezó a besuquear el aire, Caroline quiso enviarla de
regreso a la residencia universitaria donde pertenecía. Desafortunadamente,
Jueves eligió ese momento para hacerla una completa tonta por hacer su
mira-qué-mono-y-adorable-puedo-ser rutinaria en respuesta del continua
charla balbuceante de Bunny. Era ese cerebro inferior masculino suyo. Si
Jueves hubiese sido hembra, habría tenido la suficiente inteligencia para
agacharse y mear justamente en las zapatillas de deporte de la embarazada
pubesceste.
Con un reprobatorio tsk, Erik tiró en el collar del perro. –Día de Thor ser
bueno. Actúa como hombre,- le amonestó con una firmeza suave. Jueves
lamió su quijada y entonces se sentó obedientemente a la rodilla de Erik.
Caroline estaba alucinada. Parecía que su amante vikingo tenía muchos
dones fuera del dormitorio también.
-Hey, Herbie. ¿Y si le llamamos Ruff Jueves? ¿No es simplemente mono?
-Podrías por favor dejarlo, Bunny,- Herbert dijo, claramente irritado.
Ofreciendo un encogimiento despistado, Bunny sopló otra pompa. –Uh-
oh. Creo que hice otra metedura.
-Tú no ser buen hombre, Herbert,- Erik dijo, tomando un paso adelante y
pinchando un amenazante dedo hacia Herbert. –Hacer Caroline dolor en
corazón.- Golpeó su pecho. –Tú ir ahora.
-¿Me estás amenazando?- Herbert escupió. -¿Me está amenazando?
Repitió a Caroline. –Porque demandaré al señor Pantalones Extravagantes
aquí en el parpadeo de un ojo si él me ponga un dedo encima.
-No.- Situando una mano contra el pecho de Erik, Caroline tendió la otra
a Herbert, a modo de señal de stop. –Él sólo trata de protegerme, Herbert.- Se
volvió a Erik y sonrió. –Gracias, mi encantador amante vikingo, pero tengo
que dejar que Jueves se vaya.- Una gruesa lágrima goteó su mejilla. –
Legalmente le pertenece a Herbert, aunque Herbert sea un…
-Hijo de un burro,- Erik ofreció mediante llamativa sonrisa sarcástica que
podría enviar a los hombres más valientes a huir para esconderse. –Un
macho podrido.
-Bastardo,- Caroline le corrigió y Erik asintió en acuerdo.
-Amante vikingo,- Herbert farfulló su respiración con una risa ahogada. –
Eso es realmente rico. Los cachas como él no toman a matronas obesas –
especialmente unas que huelen como si acabaran de revolcarse en vómito-
como amantes. A no ser que les paguen para ello. ¿Qué hiciste, te alquilaste a

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Daisy Dexter Dobbs

un semental para una pequeña alegría navideña?- Rió de nuevo. –El chico es
probablemente gey. –Todos esos machos tipo modelo lo son.
-Oh, Herbie.- Bunny frunció el ceño. –Eso fue una cosa horrible que decir
a la señora Conlon. Y realmente no pienso que el señor Rubio sea gey.-
Sonrió al vikingo, aleteando sus pestañas.
-Gracias, Bunny.- Caroline dijo amablemente. –Pero tú eres la única
señora Conlon ahora, querida.- Maldición si ahora no sentía pena por la
pequeña destroza hogares.
Erik redujo la distancia entre Herbert y él mismo con un par de largas
zancadas. Todo el mundo jadeó mientras agarraba al hombre más pequeño
por la camisa y lo elevaba del suelo.
-Tú escuchar, cañería chirriante…- Se volvió a Caroline con una expresión
inquisitiva. -¿Eso correcto?
Mirando de Erik al colgante Herbert y al otro lado de nuevo, Caroline
aclaró su garganta. –Um…Creo que te refieres a insignificante,- ofreció ella.
-Insignificante,- Erik rugió a la pálida cara de Herbert.
-Ponme abajo en este instante, tu grosero mamotreto,- Herbert vociferó.
Erik agarró estrechamente. –Caroline guapa. No vieja. No gorda. No
necesitar pagar dinero por sexo. ¿Entendido? Quizá ella huele de tener
arcadas, pero aún ser hermosa para mí.
Caroline y Bunny se disolvieron en audibles suspiros al mismo tiempo.
-Tú correcto,- Erik añadió. –Yo ser gey2.- Palmeó orgullosamente su pecho
con su otra mano y Caroline casi de desmayó.
-¿Eres gey? Dijo, sus hombros decayeron.
-Si.- Erik sonrió y asintió mientras ponía a Herbert de vuelta sus pies. –
Gran gey.
Caroline gimió. Quizá no estuviera todo perdido. Después de todo, podía
ser bisexual.
-¿Qué te dije?- Herbert dijo con una engreída sonrisa. –Es un maricón.
Erik miró a Caroline. -¿Qué significar maricón?
-Homosexual. Que te gusta tener sexo con hombres,- dijo Caroline
abatidamente.
Erik parecía aturdido. -¡No! Erik no homosexual. ¡Erik ser gey!- Meneó su
cabeza con frustración. –Gey. Feliz. Alegría.- Atrajo a Caroline entre sus
brazos de nuevo y la besó tiernamente, enviando una carga de electricidad
directamente a su clítoris. –Yo ser gey para Caroline para ser mi mujer.
¿Entender ahora?- dijo, dirigiendo la pregunta a Herbert.
La mejillas de Caroline dolían de sonreír tan ancho. Echó un vistazo a la
expresión aturdida de Herbert y su sonrisa creció aún más ancha. –Oh, creo
que entiende perfectamente ahora, Erik.
Herbert buscó en su bolsillo, extrayendo su móvil. –Voy a tenerte
arrestado por asalto y lesiones, gran buey.

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Daisy Dexter Dobbs

Erik rió. –Yo creer no.- Arrebató el móvil de Herbert. –Yo sé tú enseñar
universidad. Yo enseñar universidad también.
Herbert, Bunny y Caroline sesgaron a Erik con desconcertadas miradas.
Incluso Jueves ladeó su cabeza.
-¿De qué estás hablando?- Dijo Herbert.
-Tú profesor de inglés, ¿Si?- Herbert asintió y Erik sonrió. –Yo profesor
de estudios escandinavos.
-¿Eres qué?- los tres corearon en incredulidad.
-Gilipolleces,- Herbert dijo, cruzando sus brazos sobre su pecho. -¿Cómo
puedes enseñar clases a nivel universitario? No puedes siquiera hablar
inglés. Y esté seguro como el infierno que no eres un profesor universitario
porque lo hubiera sabido.
-Yo tengo mejor profesor universitario para inglés,- Erik dijo. –Empezar
enseñar nuevos términos después nieve,- se explicó, mirando a Caroline por
guía.
-¿Trimestre de primavera?-dijo ella.
Erik asintió. –Primavera. Yo hablar buen inglés para el trimestre de
primavera.
-Ridículo.- Herbert gruñó una risa alegre. –Yo soy el mejor profesor de
inglés aquí.
-No. Einarr Johannesen mejor.
-¿Profesor Johannesen?- Herbert tenía toda la atención de Herbert ahora.
–El catedrático de el departamento de inglés de la universidad?- dijo
incrédulo.
-Yo ser primo Einarr.- Erik arqueó una ceja, claramente divertido por la
consternación de Herbert.
-Bien, estaré condenada,- Caroline dijo mientras Herbert volvía a
palidecer de nuevo.
-Einarr mejor amigo mucho tiempo. Quizá cuente Einarr tú ser un macho
podrido. Bastardo,- se corrigió antes de que Caroline pudiera intervenir. –Tú
ir ahora, coge niña novia. Día de Thor quedar Caroline. Quizá Erik no contar
a Einarr.
-Eso es chantaje,- Herbert escupió.
-No saber este palabra chantaje. Pero suena bien. Ir.- Erik señaló a la
puerta.
Con un nervioso toque de lengua por sus labios, Herbert permanecía aún
pegado, evidentemente en profundo pensamiento. –Quizá Ruff prefiera estar
conmigo,- dijo a Caroline. -¿Has considerado eso? Si realmente le quieres,
quieres que sea feliz y bien cuidado, ¿verdad?- Herbert sabía los botones
correctos que apretar para hacerla sentir egoísta y culpable. Te haré un trato
si prometes mantener a tu hombre de las cavernas lejos de mi espalda.

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Daisy Dexter Dobbs

Caroline palideció. ¿Y si Jueves realmente pudiera ser feliz con Herbert y


Bunny y su bebé? No tendría que pasar los días solo mientras Caroline estaba
en la oficina. Quizá Herbert estuviera en lo cierto. -¿Qué quieres Herbert?
-Dejemos al perro elegir. Deja hacer la decisión a Ruff. Ambos le
llamaremos y a quienquiera que vaya se lo quedará.- Herbert miró hacia Erik,
quien transmitió una mirada furiosa. –Pero, recuerda, si yo gano entonces
cuidarás que el amante mantenga su boca cerrada sobre mi al cabeza de mi
departamento.
-No bueno tratar con demonio,- Erik dijo, meneando su cabeza.
-Es un trato,- Caroline dijo rápidamente.
Caroline y Herbert se posicionaron en lugares opuestos del salón
mientras Erik agarraba a Jueves por el collar.
Moviendo sus manos del bolsillo de los pantalones, Herbert rastrilló sus
dedos por su pelo antes de agacharse y palmear su rodilla. –Vamos, Ruff.
Vamos, chico,- llamó.
-¡No hablar!¡Tú espera Erik cuenta!- Erik amonestó. El vikingo se puso en
una rodilla y, situando su mano contra su pecho, susurró algo en la oreja de
Jueves mientras acariciaba al perro. Jueves respondió lamiendo su cara. –En.
To. Tre. ¡Ya! –Erik contó en noruego antes de soltar al perro y darle a él una
palmadita en la ancas.
Caroline se curvó bajo y palmeo sus manos. –Jueves, tú quieres estar
conmigo, ¿o no, chico? Vamos, dulce. –Palmeó sus rodillas. –Ven a Mama.
Herbert silbó. -¡Ruff! Aquí, chico.
Cola meneándose y lengua colgando, Jueves miró de Caroline a Herbert y
de vuelta de nuevo antes de caminar suavemente y dirigirse directo a
Caroline. Su corazón saltó con alegría. Pero cuando Jueves estaba a un pie de
distancia de ella Herbert extendió su mano al perro y chasqueó sus dedos.
Jueves levantó su cabeza, olfateó y mostró a Caroline una alegre canina
sonrisa antes de lamer la mano de su ex-marido, saltando sobre él y
bautizando la cara de Herbert con lametones.
-Buen chico,- Herbert dijo triunfalmente mientras se encabezaba a la
puerta con el perro.
Caroline sostuvo un torturado jadeo. –Oh, Jueves,- se quejó sonando
como alguien que a perdido a su mejor amigo. El perro se volvió, sesgándola
una mirada inquisitiva.
Alzándose en sus pies, Herbert enganchó dos dedos bajo el collar de
Herbert y tiró fuerte. Jueves miró a Caroline un momento largo y después se
volvió, siguiendo a Herbert.
-Gané imparcial y justamente.- Herbert pinchó un dedo acusador hacia
Caroline mientras permanecía cerca de la puerta y alcanzaba el pomo. – Será
mejor que mantengas tu parte del trato.- Abrió la puerta y Jueves
alegremente hacía cabriolas al lado de Herbert mientras él y Bunny dejaban
la casa.

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Daisy Dexter Dobbs

El corazón de Caroline se astilló en un millón de fragmentos.

4
-Le he perdido. He perdido a Jueves para siempre.
Erik enganchó su brazo alrededor de Caroline, estrujándola cerca y
murmurando tranquilizadoras palabras noruegas en su oído mientras miraba
fuera de la ventana. –Caroline no preocupar. Día de Thor volver. Yo sé. Yo
prometo.
Cuando el coche de Herbert se alejó de la acera, cerró la cortina, dejándola
caer en su lugar. Caroline se desplomó en lágrimas. Entonces empezó a reír
mientras sollozaba cuando se dio cuenta que no había estado tan disgustada
cuando Herbert se marchó hacía un año.
-Triste. Yo sé.- Erik continuó calmándola. –Pero Caroline no llorar. No
perder Día de Thor.
-Muchas gracias por intentar ayudarme, Erik.- Ella dirigió entre lágrimas.
–No sé qué habría hecho si no hubieras estado aquí apoyándome. Nunca,
nunca lo olvidaré.- Tomó un profundo respiro y escuchó jaleo fuera.

31
Daisy Dexter Dobbs

Tratando de ver por la ventana, vio el coche de Herbert parado en la mitad


de la calle medio bloque de la casa.
-Día de Thor mucho ladrar,- Erik dijo.
Y entonces llegaron las voces crecidas de Bunny y Herbert. La puerta de
copiloto del coche se abrió y Jueves corrió fuera. Ladrando como un animal
rabioso, se encabezó a la casa. Herbert corrió detrás de él con Bunny andaba
como un pato detrás de los dos.
Caroline tiró de la puerta y Jueves saltó hacia ella tan fuerte que cayó al
suelo –justo en medio del vómito de perro apelmazado. Jueves lamió su cara
y meneó su cola tan rápido que parecía estar electrificado. Empezó a reír y
llorar al mismo tiempo y entonces oyó a Bunny chillar algo.
-Engañó!¡Herbie engañó!
-¡Cállate, Bunny! Herbert dijo, tirando su brazo.
Mirando a su marido, Bunny puso su brazo libre. –Cuando Jueves se dio
cuenta que estábamos yéndonos sin ti,- dijo a Caroline, -se puso a intentar
salir fuera del coche. Dejó totalmente destrozado el cuero del coche.
-¡Maldición!- Herbert aporreó la jamba de la puerta.
-Herbie tenía una barrita de chocolate en el bosillo. La frotó en sus dedos
y pelo. Eso es por lo que Jueves vino a él en vez de a ti. No iba a decir nada,
pero me sentí tan mal por ti…
Erik arrojó la cabeza atrás en risa. –Tramposo hijo de burro.
Herbert tomó un paso hacia Caroline. –Esto es culpa tuya, Caroline.
Lavaste el cerebro de mi perro de algún modo.- Alcanzó el collar del perro y
Jueves desnudó sus dientes, pareciendo a todo el mundo como un perro
demoníaco del infierno. Su gruñido fue tan amenazador que envió temblores
por la columna de Caroline. Debió tener un efecto similar en Herbert porque
tomó unos pocos pasos atrás.
-Oh, Jueves, realmente me quieres, ¿o no?- Caroline le dio un abrazo y el
baboseo una lamida por su cara.
-Momento para ir,- Erik dijo, dándole a Herbert un ligero empujón.
-odiosmio, odiosmio, odiosmio, - Bunny lloró antes de que Herbert
tuviera oportunidad de responder a Erik.
-¿Ahora qué, bocazas?- Herbert gruñó.
Bunny agarró su gran vientre. –¡Herbie, será mejor que me lleves al
hospital. Creo que el niño viene!
-¿Ahora?¿Tiene que hacerlo ahora?
-Maldición, Herbert, para tus jodidos lloriqueos y llévame al jodido
hospital. ¡Ahora!
Caroline tuvo que morderse el interior de sus mejillas para no reírse. Erik
tomó su mano y la estrujó. Le miró y vio la esquina de su boca moverse.
-Bien,- Herbert dijo a Caroline mientras ponía su brazo alrededor de
Bunny. –Quédate el condenado perro. Es más problema de lo que vale.- Y

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Daisy Dexter Dobbs

entonces dijo a Jueves, -tuviste tu oportunidad, Ruff. Voy a conseguir un


cachorro para reemplazarte.
-Parece que no soy la única siendo reemplazada por un modelo más
joven, Jueves,- Caroline dijo con un guiño.
-¡Herbert!- Bunny gruñó.
Herbert palmeó el brazo de Erik. –No malos sentimientos, ¿De acuerdo,
colega?
Erik le miró, furia energética en las profundidades de sus ojos. –Nunca
decir yo ser tu colega. Yo estar vigilando.- Apuntó dos dedos a sus ojos y
después los volvió a Herbert. –Se bueno o decir Einarr tu mal demonio. ¿De
acuerdo, colega?
Herbert asintió y la preñada fregona empezó a quejarse de nuevo.
-Mejor que lleves a Bunny al hospital antes de escupa al niño en césped
delantero,- Caroline dijo.
Herbert lanzó una señal. –Si, eso creo.
-Nos vemos, señora Conlon,- Bunny la llamó por encima de hombro.
-Buena suerte con el bebé, Bunny,- Caroline dijo. –Ambos.- Y entonces la
puerta se cerró y ellos se fueron.
-¿Vees?- Erik dijo. –Yo prometo Día de Thor estar de vuelta.
Caroline miró a su hermosa cara, su espíritu se elevó, sus esperanzas
renovadas. –Si, lo hiciste. ¿Qué te hizo tan seguro?
-Yo cuento Día de Thor yo hacer gran bistec y dar cerveza y mucho
chocolate. Yo cuento en noruego así el entender Erik.
-Pero él no entiendo noruego.
Erik asintió confiadamente. –Su nombre es de dios noruego. Él entender
completamente.
Tomando su engreída expresión, Caroline tiró su cabeza atrás con risa.
-Pero eso no todo,- continuó. –Erik hacer deseo corazón.- Puso la mano
dentro de su túnica de piel.
-¿Hiciste un deseo para que Jueves pudiera estar conmigo? Oh, Erik, eso
tan dulce. Grac…- Las palabras se atascaron en la garganta de Caroline y
jadeó cuando vio que sostenía Erik en la palma de su mano.
-Erik…qué…cómo…
-Deseo corazón,- dijo, manoseando un pequeño amuleto plateado vikingo
y sonriendo. Era exactamente como el amuleto de Caroline excepto que era
una forma femenina.
-No lo entiendo. ¿Dónde conseguiste esto?
-Rungnir Johannesen. Padre de Einarr padre.
-No.- Caroline sintió sus rodillas flojas. –Ese es el nombre del hombre con
el que mi tía abuela Helga se casó cuando volvió a Noruega veinte años
después.- Absorbió una profundo aire, soltándolo lentamente. –Fueron
novios en juventud. Después que su marido y la esposa de Rungnir muriera,

33
Daisy Dexter Dobbs

se encontraron el uno al otro de nuevo. Y entonces Rungnir murió el año


pasado.- Parpadeó con fuerza. - ¿El mismo hombre?
-Mismo.- Erik asintió, pareciendo casi tan agitado como Caroline se
sentía. – Helga ser señora Johannesen. Esposa de tío abuelo. Él muere. Ella
muere. Ahora ellos felices en Valhalla juntos.
Caroline observó a Erik un momento. Ella alcanzó el interior del cuello de
su sudadera, sacando la cadena con su amuleto vikingo. Lo sostuvo para Erik
sin una palabra.
Ahora fue el turno de Erik para jadear. -¿Quién dar a ti?
-Helga. Mi tía abuela.
-¿Cuánto tiempo tener?
-Llegó hace unos días.
Erik restregó su amuleto entre su pulgar y dedo. –¿El color…era plata,
entonces oro, ahora plata otra vez?
Caroline asintió. –Sí,- murmuró. -¿Cómo lo sabías?
-¿Cuándo volver plata de nuevo?
-Esta mañana.
-Cuando deseo corazón hacer, cambiar color.- Con un bullicioso grito de
euforia, Erik cogió a Caroline en el aire, balanceándola alrededor. Jueves se
sumó en el júbilo, brincando arriba y abajo y ladrando alegremente. Y
entonces Erik la llevó de vuelta a sus pies sosteniéndola a la longitud del
brazo, observando en sus ojos con una intensidad que no había vislumbrado
antes.
-Tía, Tío hacer plan feliz para Erik y Caroline. ¿Ves?- Habló muy
despacio, haciendo completamente su mejor intento para hacerla
comprender. Cuando Caroline frunció el ceño, intentando comprender que
quería decir, Erik suspiró con frustración. –Magia vikinga,- dijo. –¡Yo ser tu
deseo de corazón!- Dijo con una brillante sonrisa mientras golpeaba su
pecho. En ese momento, Carolina supo que el decía la verdad. Sin ninguna
duda, el era el deseo que su corazón había hecho. La encarnación de todos
sus sueños y fantasía. –Yo ser Caroline amor verdadero. Caroline ser Erik
amor verdadero.
Era imposible. No podía ser. Pero entonces…Caroline recordó la visión
que había visto en los ojos de tiíta Helga había tanto tiempo. Por supuesto
que era Erik. Su propio Erik el Rubio. Y él desinteresadamente había gastado
su único deseo de corazón para asegurar que fuera capaz de conservar
amado perro. La comprensión trajo lágrimas a sus ojos. Su cabeza aún
enredada con pensamientos de magia y sacrificio, Erik la besó con una fuerza
tan apasionada que pensó que se lanzaba a un tembloroso orgasmo justo allí
en el medio del salón salpicado de vómito.
-Momento para bañar. Amor verdadero huele como suelo.- Pinchó su
nariz y señaló la alfombra. Caroline se encogió. –Yo doy a Caroline baño
sexo, ¿Si?

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Daisy Dexter Dobbs

-Oh, si,- dijo, un hormigueando alocadamente ante la sugerencia. –Eso


suena perfecto.- Se encabezó a su baño y Erik la siguió.
-Después venir Erik casa. No olor allí. Gran cama. No necesitar señora
Julenissen ropas con cascabeles. Erik gusta Caroline desnueros,- sacudió sus
cejas.
-Desnuedos3,¿Uh?- Caroline rió. –Suena como un cruce entre desnudos y
en cueros.-
-En cueros,- Erik se corrigió a sí mismo –Si-, tiró de Jueves cerca y palmeó
las ancas del perro. –Por Julekveld cena yo hacer a ti bistec, cerveza y
chocolate.
Afortunadamente había limpiado la habitación la noche anterior y,
mientras un débil hedor persistía, estaba limpia y presentable.
-¿Tienes otra representación para hoy?- preguntó, quitándose sus
vaqueros. La mirada de Erik se fijó en ella mientras ella meneándose fuera de
sus ropas, deslizándolos sobre sus amplias curvas, satisfecha apreciación. Su
cuerpo entero se puso en alerta.
Él asintió. –Una en mañana antes yo venir aquí. Una en noche para
Julekveld. Eh…- Buscó las palabras correctas. –Nochebuena,- explicó. -¿Tú
ven ver Erik jugar?
-Me gustaría.
-Primero, Ërik y Caroline jugar,- dijo, su voz con un timbre ronco
mientras la elevaba su sudadera, arrastrando la prenda de su cuerpo. Sonrió
cuando vio sus desnudos, sin estorbos pechos e inmediatamente enterró su
cara entre los montes. Elevó la cabeza abruptamente, arrugó su nariz y dejó a
Caroline que guiara al baño. –Baño primero.
La pequeña ducha se sentía deliciosamente atestada con la estructura del
pecho de Erik llenándolo. Él la posicionó a Caroline bajo el chorro caliente y
la volvió lentamente, mirando el agua deslizarse por sus curvas. Y enjabonó
su cuerpo, masajeando la piel sobre cada pico y valle y gruñendo con placer
mientras el trazaba el camino desde sus pezones descendiendo a su
hambriento coño.
La mejor parte fue cuando permaneció detrás de ella y sostuvo su rubor
contra su cuerpo mientras batía el jabón sobre sus pechos, vientre y coño. Sus
caderas se movieron en un lento, sensual movimiento, restregando su
húmeda polla en la parte pequeña de su espalda e introduciendo después la
rígida vara más abajo, arriba y abajo a lo largo de su culo, y entonces lo
atrapó entre los pliegues. Un momento después sus dedos exploraron su
culo, y Caroline tembló. Nunca había sentido las manos de un hombre allí
antes y no tenía idea que la sensación pudiera ser tan erótica. Entonces Erik
deslizó sus dedos dentro de su coño. Cuidó a Caroline, meciéndoles a ambos
en un círculo mientras la follaba con sus anchos dedos.
Envuelta en un dulce aturdimiento de necesidad, sus gemidos se hicieron
eco en las paredes de la ducha, dando el sonido un aura mística. Aún

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Daisy Dexter Dobbs

ubicado detrás de ella, Erik mantuvo su pulgar dentro, agitándolo mientras


sus dedos se agarraban alrededor se su coño. Cambió su cuerpo con sólo el
uso de su mano hasta el pequeño movimiento circular volvió casi loca a
Caroline. Y cuando los dedos de Erik encontraron su clítoris, abrazando la
engordada perla, ella jadeó. Sus muslos se tensaron mientras el éxtasis
paralizaban sus entrañas y olas de rico placer rasgado la enviaba espirales de
orgásmica felicidad.
Fue un rato antes de que el poder de hablar volviera y cuando lo hizo,
Caroline dijo, - Erik, eso fue exquisito. Como nada más que haya
experimentado.
-Yo no terminado,- dijo, abrazando las temblorosas rodillas de Caroline
mientras la volvía hacia él. –El cuerpo Caroline como bufé escandinavo para
Erik. Mmm. Tan buenos mordiscos.- Mordisqueó el lóbulo de su oreja
después trazó un sensual camino de besos a su boca, mordisqueando y
tirando de su labio inferior. –Ahora tiempo para postre. Yo quito jabón y
como tu bonito coño.- Con una lánguida lamida de sus labios mientras
miraba dentro de los ojos de Caroline, Erik prontamente empezó a trabajar,
lavando el jabón de su piel.
Siendo traducido sin palabras por el descarado anuncio de Erik no fue un
problema porque allí no había un ápice de protesta en sus pensamientos de
ninguna manera. En ese momento no pudo imaginar un sola razón que
pudiera ser mejor regalo de navidad. Sus ojos estaban paralizados en su
musculoso torso y saboreó el planeo de sus dedos mientras veía riachuelos
de agua escurriéndose por su pecho. Tentadoras fantasías calientes cruzaron
su mente. Si cerraba sus ojos, podía conjurar a ambos en tiempos lejanos,
cuando los vikingos recorrían la tierra y los mares, estando al lado de una
cascada en su secreto nicho, follando felizmente mientras se prometían amor
verdadero.
Amor verdadero. Si, tan duro como era de creer, podía sentirlo. Ni
siquiera había conocido a Erik con un día completo aún…se sentía como se le
conociera de toda su vida. Como si fueran destinados al otro. Almas gemelas.
Quería saborear cada momento porque había una parte de ella que estaba
asustada que fuera un maravilloso, sueño místico y que Erik no pudiera estar
allí cuando despertara de él.
Una vez Erik enjuagó el último pedazo de piel de Caroline, se puso de
rodillas enfrente a ella. Sus manos fueron a sus muslos, palmas abiertas, y
chupó sus labios, La sensación de dulce presión creció entre sus piernas
mientras él acercaba su coño como un león acechando su presa. No del todo
segura de qué esperar mientras su cabeza descendía cerca, el aliento de
Caroline se atascó, sólo para ser consciente de un tembloroso zumbido
mientras hundía la cara es su coño. Sintió el golpe de su lengua revoloteando
entre sus pliegues y pavoneándose a través de su ultra sensitiva, engordada

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Daisy Dexter Dobbs

perla. Su boca talentosa saqueando cada parte de terreno hábil que pudiera
conseguir.
-¡Oh!- Caroline gimió antes de escucharse antes de farfullar extraños
sonidos guturales y murmuros de placer. Como con el piloto automático,
cerró su larga cabello húmedo en un puño y empezó a retorcerse y menear su
pelvis contra su cara. Su preparado cuerpo en anticipación carnal y Erik la
agarró firme para que no pudiera resbalar y caer. El hombre podía no haber
asistido a la escuela de acompañantes, pero seguro como el infierno sabía
exactamente cómo complacer a una mujer en la medida que todas las
terminaciones nerviosas temblaban con placer.
Ella se quejó en soplos desiguales mientras él se retiraba, miraba a sus
ojos y sonreía. –Yo amo saborear Caroline néctar. Dulce. Tan bueno.- Los
temblores hormigueantes crecieron y se sintió segura que estaba apunto de
estallar. Erik cogió las manos de Caroline y las ubicó en sus hombros. –
Caroline sujetar Erik bien ahora así no caer.- Separó sus piernas un poco más
y miró arriba de nuevo, regalándola con un brillante sonrisa y una lánguida
chupada de sus labios sensuales. –¿Caroline preparada ser feliz ahora?
-Nunca he estado más preparada por nada en mi vida,- dijo con una
gutural risa. El sonido de su arrogante risa fue abruptamente cortada
cuando Erik abrió su boca y completamente exploró su goteante coño con su
lengua y dientes. Faros de fuego surgieron cada vez que la lengua encontraba
carne. Cuando tomó su pulsante hinchado clítoris entre sus labios y chupó y
entonces mordisqueó el capullo con sus dientes, el universo interno de
Caroline crujió y echó chispas como un petardo. En el medio de su malvado,
fieramente carnal beso, sus piernas se tambalearon y sensaciones como
terremotos disparadas al norte y sur hasta que cada célula de su sistema se
estremeció. Se oyó a sí misma gritar el nombre de Erik mientras él
cuidadosamente lamía su jugo en su salvaje oleada orgásmica.
Cierto, Erik podía no dominar aún la lengua inglesa, pero maldición si su
mágico vikingo no sabía exactamente de qué estaba hablando cuando
preguntó, ¿Caroline preparada ser feliz ahora? Porque honestamente no
podría imaginar siendo un pizca más feliz de lo que era en este momento.

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Daisy Dexter Dobbs

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-Yo hacer Caroline gran feliz, ¿Si?
-Eso, mi querido vikingo, es una descripción insuficiente,- ronroneó, aún
regodeándose en la placentera luminiscencia de el regalo erótico de Erik.
Caroline examinó sus dedos por su cuerpo, empezando por su cuadrada
mandíbula, remoloneando en sus firmes pectorales y trabajando hacia su
ingle. Ella tragó fuerte mientras miraba su polla y el conjunto de rizos
dorados que la rodeaban. Deslizando sus dedos bajo su saco, sintió sus
pelotas ponerse prietas. Erik sorbió una aguda inspiración que envolvió en
un gruñido cuando ella acarició la sensitivo trozo de piel entre sus pelotas y
su culo.
Le iba a llevar un momento llegar a la conclusión con cómo de
sustancialmente delicioso el hombre era, desde su destacada altura a su físico
perfectamente afilado a su gruesa, recta polla. Y aún estaba absorbiendo las

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Daisy Dexter Dobbs

sorprendente noticias de que su mágico vikingo era en realidad profesor de


la misma universidad que Herbert.
Hincó los dientes en su labio inferior mientras miraba las gotitas de agua
pegadas sus considerables atributos físicos. ¡Habla de un bufé escandinavo!
Sin ninguna duda de ello, el profesor Erik Tryggvason fue diseñado para
deleitar, excitar y satisfacer a las hembras de la especie.
-Descripción insuficiente,- Erik repitió, respirando duro. -¿Eso significar
feliz?
-Oh si.- Rió y trazó una línea de besos a través de sus impresionantes
pectorales. –Gran, gran feliz. Y ahora,- ella apretó sus bíceps con una mano y
su polla con la otra, obteniendo un áspero gruñido de Erik, -Es el turno de mi
vikingo para ponerse gran feliz.- Disponiendo sus manos a cada lado de su
cuerpo, se puso en sus rodillas, lamiendo y mordisqueando mientras
descendía. Estaba dolorida del deseo de probarle, de capturar su polla entre
sus labios y sentir su calor pulsando contra su lengua.
Mientras se arrodillaba, Caroline arremolinó sus dedos en sus rizos
gruesos antes de alcanzar su vara con una mano y su cachete con la otra.
Degustando el picante sabor de su excitación, no desperdició tiempo
rindiendo homenaje a la orgullosa polla de su vikingo. Rozándola con su
lengua en una larga y lenta pasada que le hizo gemir con placer, terminó su
sensual descenso lamiendo una gota de perlado líquido de su cima.
-Mmm…suculenta…salada….cremoso.- Chupó sus labios volvió a
descender para lavar su manga.
-Ahh…Caroline…mi preciosa Caroline…- Erik dijo. Enhebrando sus
dedos por su pelo mojado. Se puso tenso cuando tomó su polla en su boca,
sus mejillas comprimiendo su circunferencia mientras chupaba.
Se dedicó a otra ronda de lamer y chupar, probando el caliente líquido
pre-seminal goteando es su lengua, y barriendo la carne agrandada con sus
dientes. Un temblor de madura excitación se disparó hacia Caroline mientras
un gruñido dentado salía de algún lugar profundo de pecho de Erik.
Susurrando su nombre, empuñó su pelo y la presionó más cerca.
Asombrada de cuánto placer le daba la generosa atención en la polla de
Erik con su boca, Caroline no pudo evitar recordar que trabajo de esclavo
había sido darle a Herbert mamadas. Nunca había sido un amante de dar.
Era todo sobre su satisfacción. Lo hico por un sentido puramente de deber y
obligación y nunca había logrado ningún placer o satisfacción de lo que ella
consideraba un faena necesaria. Hacer el amor a su hermosa polla vikinga
con su lengua, sus labios, sus dientes y su garganta era radicalmente
diferente, una experiencia completamente encantadora. Y sabiendo que le
estaba dando a Erik tanto placer la encantó más de lo imaginable.
Mientras los músculos de Erik se tensaron y dejó que la primitiva oleada
de su pelvis forzando su polla más adentro del hueco de su boca
amamantadora, Caroline supo que estaba cerca de correrse.

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Daisy Dexter Dobbs

-Tan bueno. Yo preparado,- gruñó, deslizando fuera su boca para evitar


eyacular en su boca.
-Eso está bien porque yo también estoy preparada,- contestó, rodando sus
pelotas entre sus palmas y mirando la cabeza aguada de su polla. –Preparada
para hacer a mi vikingo navideño un hombre muy feliz.- Y entonces
introdujo su temblorosa carne mojada en su boca de nuevo. Sólo viendo el
éxtasis en sus ojos y sabiendo que era responsable de ponerlo allí hizo que su
coño temblara y tuviera espasmos.
Una malvada combinación de mordiscos y lameduras en espiral que hizo
Caroline retorciéndose sacaron ásperos gritos de placer de la garganta de
Erik. Tomando toda su polla profundamente entonces, se alegró con él
mientras elevaba su cabeza y gruñía un primitivo grito de alegría. Jirones de
semen chorreaban debajo de la parte posterior de su garganta y Caroline se
estremeció mientras sacudidas de perforador placer la arquearon, Caroline se
sintió casi delirante de placer. Estaba desconcertada y eufórica más allá de la
creencia que actualmente podría correrse sin la estimulación de su clítoris.
Ese fue la primera- pero sospechaba que no sería la última vez.
Al menos, no mientras el gran vikingo fuera parte de su vida.
-Tú hacer Erik éxtasis,- dijo tan pronto como tuvo dominio de su ingenio
otra vez. –Mejor calcetín de navidad siempre.- La atrajo a su brazos y la
abrazó estrechamente mientras la besaba. Después de lavarse uno al otro, se
vistieron y fueron a la cercana puerta de la casa de Erik, con Jueves de
compañía. Mientras Caroline y Jueves se establecieron en el salón de
moderno estilo escandinavo, Erik preparó tazones de mantequilla caliente y
ron. Sacó un par de libros de frases inglés-noruego y diccionarios y pasaron
las siguientes par de horas practicando los idiomas nativos del otro.
Pronunciaciones torturadas y divertidísimos giros de idioma mientras cada
uno luchaba con las palabras extranjeras que llenaban la habitación
vendavales de risas.
Para el momento en el que asistieron a la representación de Nochevieja,
Caroline y Erik habían conseguido conocer al otro mucho mejor. Mientras los
niños y sus padres se sentaron alucinados, Erik hizo su actuación en el
escenario- y Caroline disfrutó muchísimo cada segundo de su actuación
historicista. Los niños del publico así como los del escenario parecían
cautivados por el gigante hombre vestimenta vikinga. Cautivados. Sí, así era
exactamente como se sentía con él también. Y Erik obtuvo la mayor ovación
cuando la actuación hubo terminado.
Qué fiestas tan diferentes habían resultado de la solitaria y depresiva que
Caroline había imaginado. Nunca es sus sueños más salvajes podría haber
imaginado compartir Nochevieja con un amante vikingo.
Una vez que volvieron a la casa de Erik, insistió en que Caroline se
relajase mientras él mismo se ocupaba de la cocina preparando filetes,
ensalada y patatas para cenar.

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Daisy Dexter Dobbs

-Erik no te olvides de Jueves,- dijo él, añadiendo al perro con un enorme


filete, un bol con algo de cerveza y chocolate. Él y Caroline rieron mientras
los ojos de Jueves se pusieron blancos de placer mientras el devoraba el
prometido trato.
Después de cenar, Erik regaló a Caroline con un cordial vaso de líquido
claro. –Aquavit,- dijo. –Licor noruego.- Unió sus brazos con los suyos para un
brindis europeo y dieron un sorbo mientras se meraban a los ojos. El sabor
placentero le recordó a Caroline a semillas de alcaravea. –Lleva el aquavit a
la cama.- Erik la cogió de la mano y la guió a su habitación. La cama era
enorme y el coño de Caroline babeaba mientras se imaginaba a los dos
retozando y revolcandose. –Ponte desnueda. Cueros,- se corrigió a si mismo
con una risa.
Horas después, después de follar como leones en celo, el abierto coño de
Caroline tamblaba con la más exquisita combinación de dolor e inimaginable
placer.
Pero Erik no había terminado aún de mostrar su excitante magia vikinga.
Moviendo a Caroline tan facilmente como se fuera una muñeca de trapo, la
pusode modo que estuviera sobre sus rodillas. Arrodillandose detrás de ella,
jugó con sus pechos, coño y su culo, pasando sus manos subre la superficie
de las mejillas de su trasero, estrujándolas y paseando sus dedos arriba y
debajo de longitud de su raja. Caroline dio un pequeño gruñido cuando él
separó las mejillas y estonces alisó su lengua caliente, mojada por la grieta.
Ahora eso si que era ciertamente una nueva sensación.
-Bonito culo,- dijo Erik, amasando las mejillas de su trasero. –Como luna
nórdica. Caroline dulce por toda.-
Caroline no pudo evitar reír. –Tú también tienes un culo bonito, Erik.-
-Bien. Yo encantado Caroline ame bonito culo de Erik y su gigante polla
vikinga.-
La risa apreciativa de Caroline fue cortada cuando aspiró un agudo jadeo
mientras la cabeza de su polla se posicionaba en la raja de su culo y se
adentró hasta que encontró la resistencia de los músculos circulares de su
ano. Sus nalgas se tensaron bajo sus manos abiertas pero ella no se apartó.
-¿Está bien?- Erik preguntó, moviendo su polla lentamente.
La mente de Caroline ardía con una multitud de pensamientos.
Confusión, maravilla, un poco de tímida reticencia. Estaba al borde de
adentrarse en un nuevo territorio audaz con su amante vikingo. –No he
hecho esto antes, Erik. No…estoy segura de que esperar.-
-Yo permanecer amable,- dijo, curvando su cuerpo sobre el de ella y
trazando besos por toda su pequeña espalda. –Estar algún dolor. Entonces
placer mucho excelente. Confía Erik.-
-Si que confío en ti, Erik.- Gimió.- Hazlo.-
-Yo hacer mojar primero.- Le vio alcanzar la mesita de noche y abrir el
cajón, extrayendo una pequeña bote. Lo desenroscó y aplicó un poco del

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contenido en funda de su polla. Entonces estaba detrás de ella de nuevo,


posicionando la cabeza de su astil en su pequeña entrada. Erik empujó
suavemente, después con más presión. –Caroline relaja ahora,- la instruyó.
Con otro empuje, sus músculos cedieron, permitiéndole la entrada e
introdujo suavemente parte de su polla en su ano.
La sensación era increíble. Hubo dolor e incomodidad al principio, pero
después la conciencia del agudo placer destruía cualquier dolor o vergüenza.
Antes de darse cuenta de que estaba pasando, Caroline se oyó a sí misma
explotar en un apasionado gemido y gritar, -Lléname, Erik. Hazlo. Quiero
sentirte entero dentro de mí.- Se contoneó contra él, intentando asentar su
polla hasta la empuñadura.
-No. No primera vez.- Él contuvo sus contoneos. –Caroline demasiado
prieta. Nosotros hacer más cada día. Hacer más fácil.¿Entiendes?-
La sensación pesada de la polla de Erik separando su culo era intoxicante.
–Si. Entiendo,- jadeó. Lógicamente sabía que si lo forzaba estaría dolorida
como el infierno en los días posteriores, pero en ese momento su lujuriosa
libido estaba en guerra con la racionalidad y el sentido común.
Erik se mantuvo parcialmente introducido en su culo, moviendo su
caderas mientras podía sentirle flexionarse dentro de ella. Él la alcanzó por
debajo, agarrando uno de sus pechos con una mano y pellizcando el pezón
mientras los dedos de su otra mano empujaban los jugos de su coño. La
deliciosa impresión de estar llena en los dos agujeros a la vez era lo más
extraordinario.
-Mmm…tan jugosa por Erik,- dijo. Caroline no podía responder porque
estaba loca de pasión, gimiendo y jadeando y gruñendo. –Caroline.- La voz
de Erik se derramó en un agudo gruñido mientras la follaba con el dedo,
obteniendo codiciosos sonidos de absorción de su coño. –Juega con pechos.
Erik mira.-
Era la noche de las primeras veces porque Caroline nunca había jugado
consigo misma delante de Herbert. Pero la siguiente instante ella se estabilizó
y alcanzó sus pechos, pellizcando un pezón y tirando de él, añadiendo una
exótica mezcla de sensaciones que se arremolinaban en su barriga.
Prácticamente se salió de su mente cuando la mano de Erik dejó su coño y
golpeó salvajemente sobre su sensible, hinchado clítoris.
-Demasiado,- Caroline respiró. –Querido dios, Erik,…demasiado placer…
me siento como si fuera a hacer añicos.-
Erik gruñó. –Tan…prieta…Caroline. Polla a explotar de sexo.-
Caroline podía contar que él estaba luchando por no introducir su polla
completamente en el culo, como ella luchaba por retroceder contra él,
llevándolo más dentro.
Erik era tan desprendido, por no decir dotado, amante que se encontraba
luchando contra sus lágrimas de alegría mientras hacían el amor.

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-¡Poderoso Odin!- Erik rugió mientras disparaba su semen, abrazando las


ondulantes caderas de Caroline mientras se retorcía. Pronto sus gemidos se
convirtieron en gruñidos de suprema satisfacción. Otra vez ella y su amante
vikingo fueron movidos al Valhalla en una jornada de perfección carnal.
Se colapsaron en un sudoroso, agotado montón, perfumando el aire con
la dulce esencia almizcleña de sexo. Yacieron silenciosamente, enredados por
lo que pudo haber sido minutos u horas. Mientras estuviera en los brazos del
vikingo, el tiempo no tenía importancia para Caroline.
Erik acababa de abrir el último paquete de la larga tira de condones y lo
enrolló sobre su polla cuando la besó amorosamente y dijo, -Verdadero amor,
tú Erik deseo corazón. Caroline permanecer Erik par siempre. ¿Si?-
Profundos zumbidos de excitación que no podía contener rompieron en
Caroline. Con la diferencia de idioma no podía estar segura de entender que
estaba diciendo. ¿Podría ser realmente verdad que se hubiera enamorado de
ella tan pronto? Se dio cuenta que podía ser factible porque lo sabía en su
interior, en su alma, en su corazón que estaba enamorada de Erik.
-Me estás preguntando…- empezó pero no estaba segura cómo terminar.
-Ser señor y señora Tryggvason.- Rozando un beso en sus labios. –Ser
amor para siempre. Yo nunca ser hijo de burra como Herbert. Caroline rió de
eso y después lloró. Y después rió de nuevo.
Envolvió sus brazos alrededor del cuello del vikingo. –Quítate ese
condón, Erik. Quiero sentir tu caliente carne vikinga profundamente en mí
donde pertenece y darte mi respuesta.- Vio su polla sacudirse en expectación
y sintió los sus jugos deslizándose por su muslo. –Fóllame, Erik. Oh, por
favor…fóllame.-
Dedos hurgando con anticipación, Erik desechó el condón y entonces, con
un con un gruñido bajo y gutural, zambulló su polla dura como el mármol
en el coño de Caroline. Mientras se introducía, pellizcó sus pezones,
convirtiéndolos en picos rígidos. Agudos rayos de caliente placer latieron en
su clítoris al mismo tiempo sus dedos estrujaban un pezón.
-Yo…te…amo,- Erik dijo despacio, claramente mientras martilleaba duro
en su coño.
-Yo también te amo,- Caroline susurró a través de lágrimas de felicidad. –
Dios, sí, Erik,- continuó, gimiendo con indecible placer mientras pellizcaba
su clítoris con inesperada fuerza. Su cabeza calló hacia atrás y un ronco
llanto salió de su garganta. –Quiero estar contigo para siempre,- se las
arregló entre respiraciones desiguales mientras se introducía de nuevo en
ella. Se retorció contra él, degustando la sensación de estar clavada,
empalada. Follada. Amada y querida.
El último empuje de Erik fue casi tan salvaje mientras zambullía su polla
en ella sin piedad. Caroline gimió mientras sus músculos internos se
estrecharon alrededor de su duro mástil, codiciándolo, llevándolo más
profundo hasta que un ligero toque de dedos contra sus pelotas disparó una

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potente eyaculación. Al sentir su semen bañando sus profundidades, ráfagas


de erótico placer estallaron a través de Caroline con toda la fuerza de una
ventisca de Chicago. Envueltos en las esplendidas olas del orgasmo
compartido, sus gemidos a coro fueron en aumento llegando casi a ahogor la
música instrumental del CD de navidad que sonaba en el equipo.
Mientras Erik se curvaba sobre el aún tembloroso cuerpo de Caroline,
vaciándole su semilla, el amuleto vikingo de su cuello tintineó contra el que
llevaba Caroline.
Con unas brillantes chispas de luz azul, casi como un arco de electricidad,
los amuletos y sus cadenas desaparecieron de sus cuellos.
Agotados después de un inmensamente gratificante orgasmo, Caroline y
Erik jadearon atónitos.
-Oh dios mio…¿Qué acaba de pasar?- dijo, sintiendo que su corazón
perdía un latido. -¿Dónde se han ido nuestros amuletos?-
Erik manoseó su pecho, examinó el de Caroline, después miró las sábanas
y las almohadas buscando a los amuletos perdidos. –Yo no sé.-
Los dos explotaron en otro gemido mientras veían un brillante resplandor
a través de la puerta, seguido por un ruido ensordecedor.
Y entonces Jueves empezó a ladrar previniendo.
-Es el cuerno… el vikingo arruinador de cuerno,- dijo Erik con ojos
desmesurados.
-Viene de la salita,- Caroline susurró mientras se ponía de pie
tentativamente. Erik saltó de la cama y se metió en unos vaqueros mientras
Caroline agarraba su Camiseta y se la ponía por la cabeza.
-Tú estás. Yo ir,- dijo, moviéndose sigilosamente y cogiendo un palo de
hockey de detrás de la puerta mientras empujaba a Caroline detrás.
-Uhuh, de ningún modo.- Caroline agarró la cinturilla de los pantalones y
se sujetó. –Acabo de encontrarte, Erik. Si hay alguna nave alienígena ahí
fuera y de abduce, quiero ir contigo.-
Parándose, Erik se volvió a ella, inclinándose con un aspecto confundido.
–Yo no ir a Marte.-
Caroline rió entre dientes y golpeó su brazo. –Por dios, no me hagas reír
ahora. ¡Esto es serio! Vamos.-
La luz se atenuaba mientras andaban de puntillas la esquina de la salita.
Jueves estaba en la esquina más alejada de la habitación ladrando al techo.
Antes de que el último destello de luz muriera, Erik y Caroline vieron dos
plumas blancas flotando desde el techo justo al punto en el que Jueves estaba.
-Un pájaro a debido quedarse atrapado aquí,- Caroline dijo.
Erik meneó la cabeza. –Pájaro no poder hacer luz.-
-En eso tienes razón.-
Miraron curiosamente a Jueves quien estaba quieta ahora.

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-No recuerdo haber visto el pequeño árbol de navidad antes,- dijo


Caroline, señalando al minúsculo árbol encima de la mesa cercana al sofá. –
Es mono.- Levantó la mano para tocarlo pero Erik paró su mano.
-No ser Erik árbol,- dijo tragando. –Caroline…¡mira!- Miraron al árbol y
se miraron a sí mismos, las mandíbulas abiertas de impresión.
Allí en el árbol colgaban juntos los dos talismanes vikingos, en una única
cadena. Una pequeña carta descansaba en las pequeñas ramas cerca de los
talismanes.
-Habéis hecho vuestros deseos de corazón,- Caroline leyó en alto, su voz
estaba temblando. –Y habéis encontrado vuestro verdadero amor. Los
amuletos obrarán su magia dentro de cincuenta años apartir de ahora.
Pasarlos a aquellos que más lo merezcan. Hasta entonces, la magia vivirá en
vuestros corazones. Feliz navidad, queridos niños.- Se paró y agarró su
pecho, respirando rápidamente. –oh dios mío…Erik…-
Erik tomó la carta y leyó el resto. –Con amor, tiíta Helga y tío Rungnir.- Se
volvió a Caroline y con una lenta sonrisa. –No pájaro, Caroline. No hombre
de Marte. Ser ángeles.-
-Oh, Erik…nuestros propios ángeles del Valhalla.- Él asintió y Caroline
tocó una de las plumas. –Magia de navidad,- suspiró.
Caroline ser mejor regalo magia.- Erik puso su brazo alrededor de sus
hombros y la estrechó cerca antes de curvarse para darla un beso. –Y Erik el
Rubio el mejor regalo para Caroline.-
La campanas de la iglesia repicaron. Era medianoche. El día de navidad.
-Gledelig Jul. Feliz navidad, verdadero amor,- dijo Erik, envolviéndola en
un firme abrazo.
-Feliz navidad, mi deseo de corazón,- Caroline respondió mientras la
levantaba en sus fuertes brazos y la llevaba de vuelta al dormitorio. –Mi
vikingo mágico de navidad,- añadió en un suave susurro contra su oreja. –
Esta vez, lleva tu casco vikingo, ¿Vale?-

Thursday: Jueves en inglés. Significa el Día de Thor, el dios nórdico del


trueno.
Gey: Gey y guy, se pronuncian prácticamente igual pero uno significa gey
y el otro tío o chico.
Desnuedos: en el libro hace una mezcla entre dos palabras nude + naked=
nuked ; ambas significan desnudo, desnuedos a salido de la mezcla entre
desnudos + en cueros…fue lo único que se me ocurrió.

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