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CORO
ESTROFAS
II
Cultivando valores eternos , en un marco de bella igualdad,
jubilosos y siempre fraternos, conseguimos la plena verdad
III
Si en Sayán "El Tribuno" defiende
la república justa y mundial la justicia es la tea que enciende
nuestra alma con fuego inmortal
IV
La grandeza peruana labremos cual tributo al incaico esplendor
en Trujillo, la patria forjemos desde el aula con infinito amor.
Hiroshima: 8:15 a.m. del 6 de agosto de 1945
A las 8:15, el bombardero B-29, “Enola Gay”, al mando del piloto Paul W. Tibblets, lanzó
sobre Hiroshima a little boy, nombre en clave de la bomba de uranio. Un ruido
ensordecedor marcó el instante de la explosión, seguido de un resplandor que iluminó el
cielo. En minutos, una columna de humo color gris-morado con un corazón de fuego (a
una temperatura aproximada de 4000º C) se convirtió en un gigantesco “hongo
atómico” de poco más de un kilómetro de altura. Uno de los tripulantes de “Enola Gay”
describió la visión que tuvo de ese momento, acerca del lugar que acaban de
bombardear: “parecía como si la lava cubriera toda la ciudad”.
Tokio, localizado a 700 kilómetros de distancia, perdió todo contacto con Hiroshima: hubo
un silencio absoluto. El alto mando japonés envió una misión de reconocimiento para
informar sobre lo acontecido. Después de tres horas de vuelo, los enviados no podían creer
lo que veían: de Hiroshima sólo quedaba una enorme cicatriz en la tierra, rodeada de fuego
y humo.
Cinco días después, los japoneses se rindieron incondicionalmente ante las fuerzas aliadas.
Con ello, la Segunda Guerra Mundial, que empezó en 1939, se dio por terminada.
Tormentas de Fuego
En algunas superficies, como los muros de algunos edificios, quedaron plasmadas las
“sombras” de carbón de las personas que fueron desintegradas repentinamente por la
explosión.
Los daños fueron inenarrables, pero la verdadera tragedia fue la pérdida de vidas humanas.
Hiroshima, con una población de 350 mil habitantes, perdió instantáneamente a 70 mil y
en los siguientes cinco años murieron 70 mil más a causa de la radiación. En Nagasaki,
donde había 270 mil habitantes, murieron más de 70 mil antes de que terminara el año y
miles más durante los siguientes años. Se calcula que en total murieron cerca de 250 mil
personas. La mayoría murió en el acto pero otros yacían retorciéndose en el suelo,
clamando en su agonía por el intolerable dolor de sus quemaduras. Quienes lograron
escapar milagrosamente de las quemaduras de la onda expansiva, murieron a los veinte o
treinta días como consecuencia de los mortales rayos gamma. Generaciones de japoneses
debieron soportar malformaciones en sus nacimientos por causa de la radiactividad.
Estados Unidos sabía que si usaba la bomba atómica no sólo inicidiría determinantemente
sobre la guerra, con el resultado a su favor; sino que la posesión de un arma con la
capacidad de exterminio de una bomba nuclear lo colocaba a la cabeza de las naciones del
mundo. El uso de la bomba fue una demostración de poder tan efectiva, que sus efectos
disuasivos se han prolongan hasta nuestros días.
La Diplomacia Atómica
A pesar de que no se ha vuelto a usar una bomba atómica contra otro país, no se ha
disipado el temor de que alguna potencia nuclear use su armamento. La desolación
causada por las dos bombas detonadas en Japón, es menor si se compara con el poder
destructor de las tecnologías bélicas actuales, además de que ahora hay suficientes
bombas para hacer desaparecer al planeta. En la conmemoración del 56 aniversario de las
explosiones nucleares en Japón, el primer ministro de este país, Junichiro Koizumi, dijo:
“Como el único país que ha sufrido un ataque nuclear, pedimos a la comunidad mundial
que erradique las armas nucleares para construir una paz duradera, para que la
devastación de un ataque nuclear no vuelva a repetirse jamás”.
Sánchez Carrión.
Llegó a ser profesor de San Carlos y aprovechó sus dotes oratorias para lanzar duras críticas
contra el sistema colonial y defender los ideales republicanos. Durante el Protectorado de don
José de San Martín (1821-1822) encabezó la oposición a sus planes monarquistas,
argumentando a favor del sistema democrático en el periódico “La Abeja Republicana”.
Firmaba sus artículos con el seudonimo de "El Solitario de Sayán".
Fue diputado del Primer Congreso Constituyente destacando como el principal redactor de la
Primera Constitución del Perú. Cuando Simón Bolívar llegó al Perú se convirtió en su principal
consejero, por lo que el Libertador lo nombró Ministro General en 1824. Fue Sánchez Carrión
quien gestionó los recursos necesarios para el Ejército Unido Libertador, vencedor de Junín y
Ayacucho. También firmó la convocatoria al famoso Congreso de Panamá.
A los 38 años de edad fue víctima de la tuberculosis, enfermedad que lo llevó a la muerte en el
pueblo de Lurín, el 2 de junio de 1825.