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Cesáreo K.

llera de Pral
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La teoría
bolchevique
del Estado
socialista

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BlIOTICA DE HISTORIA Y PENSAMIENTO POLITICO


, Directores: CESÁREO R. AGUILERA DE PRAT
Rus Sumo y JAME» ^
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La teoría bolchevique
del Estado socialista
( uliii'fU tU-
jy | )hHto! gribe o, N |

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por
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)ra
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fijada en cualquier tipo de soporte o comunio < a raves de cualquier medio,
sin la preceptiva autorización.
r> f I ¿ rr!m!!lClKO,)RÍ(jUfZ*A(:Ull f «A DI PRAT, 2005 1 >WAI TI
C NOS (GRUPO ANAVA, S. A.), 2005 1 *,n 'Knar IO I uca de
Tena, 15 - 28027 Madrid ISBN: 84-}()(M222-X
— _____ ____ Depósito legal: M. 18752-2005
un
/ Impreso en España por Fernández Ciudad, $.
/\ mi padre, que me enseñó el valor del pensamiento racional.

I ra demasiado blan< a tu
sonrisa de negro.
Tu palabra
d<* hijo de os< lavo
tenía demasiada luz.
S<* vio demasiado prontr)
que oras bandera flamante.
Habías encontrado la verdad.
I a verdad sin norte ni sur sin
este ni oeste.
I a verdad
en el centro preciso
de la liljcrar ion de un pueblo.
f ra el sueño ignorado
de millones de seres
lo que llevabas
en la cirt ula< ion de tu sangre.

Cesáreo RooKÍouf/AumfKA CONDÍ,


«t |**gM .1 Kan» 10 I umumba», 1001, fta((rTn-
nto

1.
<XXXXXXXXXXX .XXXXXXx xxx XXKXxx x xxx


Indice

INTRODUCCIÓN ................. D
............................................................ p¿g 11

OfTuto 1. EL PARTIDO Y LA REVOLUCIÓN ..................... , r


1. El proteso político ...................................................... j5
A) Las luchas fracciónales del grupo dirigente,. ......... .. 15
B La construcción dd leninismo ...................................... 21
O «Revolución permanente» versus «socialismo en un solo
país* ............................................................................ 27
2. Lavanguardia revolucionaria .............................................. 35
A) La teoría del partido dirigente ..................................... 35
B) Ei Partido, las tracciones y las masas .......... .......... 43

CAWWO II. LA DICTADURA DEL PROLETARIADO Y EL ESTADO SOVIÉTICO -


.................................................................................... 55
1. La dictadura .................................................................... 5
A) La teoría ......................................................... ........ 5
B) La práctica .............................................. ................ 5
O ¿Dictadura de clase o dictadura del Partido' .............. 5
D» La limitación de derechos ......................................... 6
E> Elecciones, Soviets, Constitución ............................. 1
2. El Estado ......................................................................... 6
A) Elementos de teoría del Estado. ...... ......................... 7
B; Las características del Estado soviético .................... 7
Q Del Estado-Comuna al Estado-Leviatán .... " "T¡' r‘ 0
Di Elementos viejos y nuevos en el funcionamiento de • 7
tado ......................................................................... 3
E) Hacia el Estado totalitario .........................................
8
1
107
CAPÍTULO III. BUROCRACIA Y SOCIEDAD 8
1071
La burocracia: ¿capa o clase'..................... 1078
A¡ El descontrol burocrático ................
B) Causas del triunfo de la burocracia v modos de comba- 115
09
C) La teoría del Estarlo obrero degenerado......... 1160
Di ¿Nueva clase dominante? .............................. 122
9
5
100

1.
10 LA MORÍA BOl 0IEVIQUF DF l LSTADO SOCIAt ISÍA

2. La sociedad y la economía ............ .. ....................................... y¿~


A) Características de la NFP ................................................ 125
B) La alianza obrera y campesina y los ritmos de la transición
131
O Capitalismo de Estado, sindicatos y desigualdades sociales
137
D) Un socialismo productivista ............................................... 145

CONCLUSIONES................................................................................ 149

BIBLIOGRAFÍA .................................................................................. I()]


Introducción

C uando mi amigo y compañero de Departamento Joan Antón me hizo


hace algún tiempo la propuesta de escribir este libro, acepté de
inmediato por la completa libertad que me dio para escoger el objeto
específico del mismo dentro del campo de la teoría política. Aunque
desde hace varios años me he especializado en algunas dimensiones de
la política comparada y de los estudios internacionales, nunca
abandoné el ámbito de la teoría política, en el que, por cierto, me inicié
académicamente al concluir mi formación universitaria y doctorarme
con una tesis sobre el pensamiento de Gramsci. Además, desde hace
cuatro años imparto una asignatura de libre elección, Teoría i Pensa-
ment Polítíc, en la que sustituí al malogrado Jaume Colomer, lo que
me ha llevado a revitalizar este antiguo filón intelectual personal.
He escogido un asunto hoy casi del todo olvidado, máxime desde
la desaparición del «campo socialista», cual es el de los intensos
debates de la cúpula del Partido bolchevique a propósito del modelo
de Estado que estaba edificando tras la revolución de octubre de 1917.
No deja de ser singular que estas polémicas de los años veinte tuvieran
un cierto revival como consecuencia del Mayo francés de 1968, lo que
generó entonces una abundante literatura sobre viejas y nuevas
cuestiones a propósito del cambio de sociedad.
Quiero dejar claro que mi estudio no es en absoluto una historia
política de la Rusia soviética del período de entreguerras \ ni siquiera
una historia específica de las luchas trac e ionales de los dirigentes
bolcheviques en todas sus dimensiones. Se trata de un libro centrado
en sistematizar los dispersos elementos que fueron configurando una
cierta teoría del Estado sen ialbta a partir de la experiencia práctica de la
transición sovietu a. Para ello he* pasado revista, a fondo y de modo
comparado, a los ev ri tos de los cuatro dirigentes IM>U beviques
fundamentales: obviamente Lenin, el fundador del Estado soviético
y el punto do rHr, renda obligado para todos los que se
disputaron su herencia poH. L- a continuación, Stalin, no por
sus eventuales méritos ** icos que son prácticamente nulos,
sino por encarnar H «leninismo» oficial y operativo en el Estado
soviético como resultado de su victoria final sobre todos sus
,, IA TfORÍA BOLCMFVIQUf DH tSTADO SOCIALISTA |

rivales; por supon- to Trotski el de mayor nivel intelectual, una


ventaja de la que no puso sacar partido, entre otros factores
por hacerse lesivas ilusiones sobre el poder de los argumentos
racionales y también por su propio estilo, [xxo dúctil a la hora
de admitir erro, res y descuidado en cuestiones de
organización; finalmente, Bujarin («el favorito del Partido*), el
bolchevique» más realista y flexible y el más precx upado por
no defraudar las esperanza* sociales que la revolución de 1917
había alumbrado entre k* trabajadores rusos.
Este libro está estructurado en tres capítulos y en seis
epígrafe que se ocupan respectivamente de analizar cJe rrxxlo
espec ífico las posiciones de estos cuatro dirigentes bok
heviques en los principales ámbitos del debate político relac
lonado* con el I viada Inevitablemente hay que* partir de la
visión de* todos ellos del P«»r tido, puesto que éste, en el
Estado soviétir o, fue la c lave <V txrvf’ da de todo el sistema.
Por tanto, se pasa revista de morir»comparado a las diferentes
visiones del prcx eso revoluc ionano y al papel atribuido al
partido dirigente por fwrie de los cuatro. En el segundo capítulo
se* aborda la tcxxía de la di< tadura del proletariado y su
plasmactón estatal soviétk a par-i analizar asimismo las
concretas prisic iones de los dirigentes bok heviques seiec-
donados. El libro se cierra con un análisis del fenómeno
burocrático tal como fue* percibido pr* los mismos y de los
pm* biemas de las relaciones entre el pexier político y la tex
»edao soviética en el proceso de transir ión.
,
,
He recurrido, en primea fugar, a las fuentes directas; de la
amplia consulta de los principales tratos rie los cuatro om*
gentes bolcheviques de este período Ark-más, he consultado
amplia bibliografía complementaria r ompoesta fxx estudios
démicos de* histcxiadcxes, economistas y politólogos, asi ''
escritos de publicistas diversos Aunque gran parte de
INTROÍX JOlÓN \ \

tura «sesentayochista» (las polémicas entre maoístas y trotskis- tas)


es inservible desde el punto de vista de la teoría política académica
dada su muy alta carga ideológica sectaria (e incluso pan- íletaria), no
arincipales elementos de un debate que en su momento tue cm- :ial
—y creo que entre comunistas ha sido el mas importante y »| de
mayor empaque intelectual nunca realizado , pese a que hov sea
puramente histórico. A continuación, ofrezco una oue- tra
sistematización de textos dispersos de los que se desprende cierta
teoría del Estado socialista, una dimensión que a los cheviques no les
interesaba muy especialmente, obsesionada como estaban (y tiene su
lógica; con los problemas economices de la transición. Finalmente
presento un análisis que se quiero neuroso en lo académico y no
sesgado en lo ideológico pues a estas alturas, no se trata de defender
a ultranza la revolución de Octubre ni de condenada en bloque, dos
enfoques no científicos. En suma, este libro se propone proporcionar
a!fiu"«e^ mentos útiles para conformar una cierta leonai política '‘•"P*
ca del Estado socialista a partir de las reflexiones de sus prw* ipw
fundadores, peto sin condicionamientos .ortodoxos- ctr n«v
ha dejado de tener algún interés para este trabajo al aportar por
excepción algunas propuestas que replantean criterios clásicos. Con
todo, debe quedar claro que se trata de una literatura hiperideológica,
carente de una mínima base empírica contrastada y muy circunscrita
históricamente <su discurso resulta hoy muy viejo, más, por cierto,
que el de los bolcheviques clásicos!; de ahí que se haya utilizado con
mucha mesura. Más bien el problema relativo que he tenido es el de
hallar bibliografía actual <no de historiadores* sobre estos asuntos,
que es muy escasa, prueba de que ya no están a la orden del día en
el debate teórico-político. Debo reconocer asimismo que hacía unos
treinta años que no había vuelto a releer la gran mayoría de los textos
bolcheviques aquí utilizados y es evidente que la distancia temporal y
la experiencia adquirida me los han hecho ver de un modo no sólo
mucho más distanciado que entonces sino también objetiva e
inevitablemente más crítico.
Mi posible originalidad, si la hay, es la de haber rescatado los
tipo.
XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX
XXXXXXXxXXX

Capítulo I

El Partido y la revolución

1. EL PROCESO POLÍTICO

A) LAS LUCHAS FRACCIÓNALES DEL GRUPO DIRIGENTE

L a revolución bolchevique de octubre de 1917 fue un intento radical de


llevar a la práctica la teoría marxista de la sociedad sin clases y sin
Estado, presentado por sus protagonistas como un hito histórico que
inauguraría la era de las revoluciones proletarias a escala mundial. En
este sentido, el programa político bolchevique —bajo el liderazgo de
Lenin— estuvo presidido por el proyecto único de tomar el poder’.
Como es notorio, la revolución rusa se hizo en un país que no estaba
en absoluto maduro para una transición al socialismo en términos
marxistas clásicos; de ahí que los bolcheviques sólo pudieran ini ciar
una tarea de modernización parcial en la que el peso di» las estructuras
tradicionales siguió siendo muy fuerte. El frac aso de la revolución en
Occidente y la victoria bolchevique en a guerra civil rusa plantearon
desafíos de consolidación política y, especialmente, de reconstrucción
económica en condiciones
muy difíciles2. .
Aparte de que los bolcheviques no tomaron nunca en sena
consideración el tremendo coste humano que iba a tt ner su pro yecto
de ingeniería social, es constatable una abso uta su is i mación inicial
del poder autónomo táctico de las instituí tone

’ W. ABINDROTH y K. LINK en SUBIRATS/VII ANOVA, 1981, >4 I;


SÍTUMIIWINI
1982, 901. K( M
1981, 254; MÍ H >KI ,
' F, f urO en SUBIRAI Wn 1950, 87
AN< A/A, 1982, 408. <
t(, tAUOK I VHOlí HIVtQl 'l pu tSlMH) S(M IAI
ISf A
, . , ,,, ,() el Partido bolchevique so centró en los años

stí
u'inie'ort una intonsa polémica interna cupular sobro las prior, V 1' h tr
msición económica que, en realidad, lúe la expre do las luchas
fracciónales por el poder. Por tanto, los discutí teóricos do los principales
I,deres. bolcheviques son Inseparables de su práctica política; de ah, que
los cambios Hógicos internos sean resultado de facciones múltiples entre-

Trotski (v a su «plataforma de los 46», que reclamaba un «nuevo


curso») en 192 3- 1924; 2‘ Stalin y Bujarin derrotaron a Zinoviev y
kámenev en 1925; )t Stalin y Bujarin derrotaron al «bloque de las
oposiciones» de Trotski Zinoviev v kámenev en 1926-1927; 4> Stalin
derrotó a Bujarin, Ríkov v Tomski en 1928- 1929\ En los años veinte,
peso al partido único (desde 1920), aun fue posible debatir
internamente en la cúpula (no obstante la prohibición termal de las
«fracciones» desde 1921». los debates se revistieron de fraseología
(«derecha centro», «izquierda») que son mas etiquetas consignistas
do combate político que conceptos útiles para analizar las posiciones
de sus protagonistas.
Pira enmarcar adecuadamente las luchas fracciónales de la cúpula
bolchevique durante los años veinte hav que mencionar el importante doblo
viraje «táctico» de Lenm en 19.1, tanto en lo exterior (la III Internacional
aplazo la estrategia del «asalto tron- taU en aras del «trente único obrero»)
como en lo interior (del «comunismo de guerra» a la Nueva Política
Económica, NEP\ así como el «testamento1 político de aquel en el que
descalificaba como poco idóneos —por diversas circunstanc i as a todos los
posibles candidatos a sucederle (Trotski, Stalin, Zinoviev, Kámenev, Bujarin
y otros) y que viene a ser como un lamento de impotencia final4.
Sucintamente, ésta fue la secuencia de los enfrentamientos: t) Stalin,
Zinoviev y kámenev derrotaron a

i t tVM, 1%9, Slb KRASX), 1970, 2> \ 28 Bw IHHM, 1977, Ib; GIRRA- \KW,
1977, b9-"G.
4 Kot VMA\>KI 1982 480-481; V.i m\ 199). S2; < «RR. 197"h Hoes- ftAWN.

198).
COHIN, 197b, 180 DROZ, 1982, 4~-49

1 OfirrscHtR, 1969b, 103-


II PARTIDO V I A Rf VniLK |( >'

I'IVÍlo demás, los frecuentes cambios de criterio de < asi todos los dirigentes
bolcheviques hac en inútil referirse al «trotskismo», o! «estabilismo» o el
«bujarinismo» como cuerpos teóricos coherentes. Esto es así porque «lo que
importaba no era la lógica ni la verdad histórica de la argumentación, sino su
contenido implí- c ito, su relación con la línea política del momento»6. Además,
fueron altas dosis de dogmatismo en casi todas las posiciones; de ahí que,
frecuentemente, el objeto concreto de una controversia sirviera de pretexto
para avanzar posiciones propias.
Aunque en los primeros tiempos de la revolución bolchevique a menudo
se designaba coloquialmente al Partido como el de «Lenin y Trotski», este
último —incluso en los momentos de máxima influencia— siempre estuvo en
él de modo un tanto periférico. Al margen de su larga militancia
prerrevolucionaria menchevique y de su tardío ingreso en el Partido
bolchevique (agosto de 1917), Trotski se colocó prácticamente siempre en la
oposición interna desde 1921. Su práctica política fraccional fue
extremadamente débil, no supo sacar partido de sus recursos (potencialmente
altos) y claudicó ante el aparato por el mito de la «unidad», que entonces era
objetivo intocable de todos los bolcheviques7. En las luchas fracciónales,
Trotski no comprendió que la pugna no se decidiría por la validez racional de
los argumentos (en este ámbito él estaba absolutamente convencido de su
superioridad teórica), sino por la capacidad de control y manipulación de las
palancas de poder y por la fuerza organizativa. A medida que Trotski fue
quedando cada vez más aislado, «descubrió» las virtudes de la democracia
interna (frente a la cooptación, la elección por voto secreto de la base) y los
peligros del burocratismo8.
Al final, la discrepancia de Trotski se refirió mucho más a los «métodos»
(sin querer ver que eran consustanciales con un 2 *

La cita es de DFUTSCHER, 1969b, 152; KOLAKOWSKI, 1983, 20 v 2 V Vil,


C AR », 1975,
1974,238-239.
42.
; KRASSO, 1970, 21 y 25; ,
t* y. \ m H i MI ^ ’ H ♦ Olí hl 'IHIMK lAütlA

C*nc\ de propas**!* potoca, correspondente » los pnmcrm »ftos I* rrvo h*V*>.


en el qpc un enérgKro soldólo del licito Rojo «**|a * los nucw<t
i **i*ÍM** ******* la neoewtad (Je tp>e cooso»Klcn el <$es*m>Oo h.pennd.s.n ,l *usp*t
por el hwiKlo Arthfw» Anwv,, ' wnwswwi
H PART IDO Y I.A KLVf )| UGÓN 1 9

sistema de partido único) que a los «fines» (la abolición de la


propiedad privada, la unificación de la sociedad y el Estado) nurs to
que el discurso ortodoxo sobre los mismos era común entre los
bolcheviques. Trotski creyó que la derrota de Bujarin y el vira je «a la
izquierda» de Stalin facilitaban la lucha a favor de la «democracia
proletaria», pese a sus límites «oportunistas», en su típica jerga. Al
margen de esta sorprendente miopía política, Trots- ki no se apercibió
de que los círculos opositores del partido bolchevique eran
insignificantes tras la derrota de Bujarin, sin la menor oportunidad de
invertir el rumbo político desde 1928. Su dogmático rechazo a una
alianza de la «izquierda» y la «derecha» bolcheviques contra el
«centro» estalinista facilitó objetivamente la consolidación de éste. En
los años treinta Trotski admitió incluso la posibilidad de una alianza
con los estalinis- tas frente al riesgo de que el sector
contrarrevolucionario de la burocracia «termidoriana» pudiera
favorecer la restauración del capitalismo9.
Por el contrario, Stalin, como «Comisario de la Inspección Obrera
y Campesina» (el «Rabkrin», por sus siglas en ruso) y como secretario
general, obtuvo un profundo conocimiento tanto del aparato del
Estado como del propio Partido y, además, jugó ábilmente sus cartas
al colocar a sus peones en sendas instancias. Se trata de un político
pragmático implacable que utilizó la ideología con estrictos fines de
combate político; de ahí que su entronización como «genio» teórico
sólo sea fruto de su triunfo absoluto y no de sus mediocres cualidades
intelectuales. En os enfrentamientos cupulares Stalin se mantuvo
siempre en un (¡se reto segundo plano y usó a Bujarin como ideólogo
mucho más capacitado que él para el debate teórico10. Por ejemplo,
uno de los argumentos favoritos de Stalin para descalificar a las opo-
siciones era el de atribuirles «falta de fe» en las masas, un repro- ( e
que no se compaginaba bien con la fundamentación «cien ica» que
todos los bolcheviques aducían siempre:

if JLP1*7****' V j 7 ] / *74 y KOIAKOWNM, 1981, SI r>2 V Irtfl


1 72.
' COHIN, 197(>, 106, PwxAíd, 1977, 98; Kot.Mujvmi. 1981. 79
*0 i < »H VK
MH> utH* la falta de fe en la victoria de la edífit ación s<* ialista os H rIfof
fundamental de la nueva oposic ion. I a falta de fe en la victo r,, (|e la etlific
ación $oc ¡alista en nuestro país es, ante todo, la falta dé (unfianza en que
las masas fundamentales del campesinado puedan ser conducidas |...| a
participar en la obra de edificación socialista”.

Así, estd supuesta «desconfianza» en el campesinado sería para Stalin


prueba irrefutable de las posiciones «antileninistas» de Trotski. Sin
embargo, a partir de 1928 Stalin consideró que |a «desviación» más
peligrosa era la de la «derecha»; de ahí que anunciara que los kulaks
(campesinos acomodados) eran el principal «enemigo de clase»:

la victoria de la desviación de derecha en nuestro Partido significaría un


refuerzo enorme de los elementos capitalistas en nuestro país (...). Esto
significaría el debilitamiento de la dictadura del proletariado y el
aumento de las posibilidades de restauración del capitalismo12.

En suma, Stalin derrotó políticamente a todos sus adversarios a finales


de los años veinte y su éxito se debe no sólo a consideraciones
conspirativas, sino a que su poder organizativo era incomparablemente
superior. Al final, todas las fracciones bolcheviques capitularon ante Stalin,
rehenes de su propia doctrina (el partido dirigente monolítico de
vanguardia) y del sistema político social íntegramente estatal izado que se
acabó configurando: colectivización agraria forzosa, plan quinquenal
central hiperindustrialista y subordinación completa de la III Internacional
como un instrumento mas de la política exterior soviética1^. Lo cierto es
que el totalitarismo estaIinista no se conformó con el aplastamiento político
de todas las oposiciones internas, sino que procedió a liquidarlas
físicamente tras los juicios-farsa de Moscú de 1936-1938, un episodio de
terror de Estado en toda regla contra la cúpula histórica del Partido
bolchevique. Ésta fue

” STAMN (1927) en AVFNAS, 1975, 76.


SfAI IN (1928) en id., 1968, 176; BETTELHEIM, 1977, 581-182
Mookf, 1956, 108; TUCKFR, 1974, 495.
presentada por los estalinistas como una banda de espías, agen tes del
imperialismo, contrarrevolucionarios y enemigos del pUe blo, y eso desde
siempre. En efecto, para los estalinistas todas las fracciones disidentes
habían sido saboteadoras ab initicr de ahí que su supuesta contribución
It PARTIDO Y IA REVOLUCIÓN 21

originaria a la revolución no hubiera sido más que una apariencia para


engañar a las masas y, por tanto, era imperiosa la necesidad de liquidarlas
por completo. Ni que decir tiene que, si tales fantásticas acusaciones
hubieran sido mínimamente ciertas, tanto la revolución de Octubre como
la supervivencia del Estado soviético resultarían incomprensibles y, sin
embargo, este tremendo episodio del totalitarismo estalinista no deja de
tener su lógica. En efecto, los objetivos de las grandes purgas fueron: 1)
eliminar del todo al Partido como potencial foco autónomo de vida política;
2) confirmar la completa atomización y parálisis de la sociedad soviética;
3) destruir moralmente a los condenados —de ahí la necesidad de invero-
símiles «confesiones autocríticas»—, y 4) configurar el culto absoluto a la
personalidad del líder supremo14.
Bujarin fue desautorizado como el «Bernstein soviético»,
«capitulacionista» ante los kulaks y «fraccionalista» dispuesto a fundar un
partido independiente, una de las acusaciones más graves de las que podía
ser objeto un bolchevique. Al margen de estas descalificaciones puramente
ideológicas, lo cierto es que Bujarin se opuso al doble viraje de 1929, a su
juicio del todo insensato e irreal: en el exterior (del «frente único» al
«tercer período» y el «socialfascismo») y en el interior (de la NEP a la colec
tivización forzosa)15.

B) LA CONSTRUCCIÓN DEL LENINISMO

El marxismo soviético estuvo directamente vinculado a las cu (instancias


históricas y a los avatares políticos de cada monten t(>; f^(‘ ahí que sus
diversas teorías expresaran problemas del

IfctfTSTHik, 1%‘ía, 344; PROCAI < I, \<)77, 185; Kot AMAS MU 1UU '*>
Bv"*' KMAN, 2001; (intY/NAUMou, 2001; Reveno 2001.
Wí», 1077, 17|| y 1 *m ( MU t'Wt «
>9 ! * m >K(\ HOIC MtVIQUI OH IVÍADOStX lAIISTA

contexto e intentaran ser dispuestas a los cambios. Dada la cen-


tralidad de la ideología en el sistema soviético y la concentración de
todos los procesos decisionales clave en la cúpula poli, tica, no puede
sorprender que el marxismo codificado se convirtiera en un fuerte
elemento de autoridad y disciplina. Por lo demás, en el plano
puramente abstracto, la teoría del proletariado como sujeto
protagonista de la historia con la misión de emancipar a la humanidad
se reveló en los hechos como un aprio- rismo ideológico no evidente
empíricamente16.
Lenin fue fundamentalmente un activista y, de modo derivado, un
teórico y, aunque sus principales escritos doctrinales son anteriores a
la revolución de 1917, reviste mayor interés su reflexión como
gobernante. La teoría política leninista estuvo siempre en función de la
estrategia revolucionaria; de ahí que su adaptación del marxismo a las
circunstancias rusas tuviera un propósito muy concreto: tomar el poder
a toda costa. Por tanto, el pensamiento político de Lenin está dominado
por la abso- lutización de la idea de «revolución», en cuyo nombre todo
se subordina. Asimismo, el análisis leninista de la teoría de Marx es
fundamentalmente instrumental y selectivo a fin de legitimar con citas
ad hoc su estrategia. En este sentido, es insoluble en los hechos
determinar desde un punto de vista ideológico si el leninismo supone
una «revisión» de Marx o es su más fiel desarrollo «ortodoxo», pues
hay argumentos atendibles desde los dos puntos de vista. En todo
caso, cabe recordar que la teoría leninista se enmarca en el combate
contra el economicismo (reputado como una desviación «derechista»)
y contra el esponta- neismo (descalificado como desviación
«izquierdista») y se centra en el papel dirigente del partido
autoproclamado de «vanguardia»17.
La reconstrucción estalinista de la sociedad soviética se basó en
una determinada interpretación del leninismo que, a su vez, lo era del
propio marxismo. La obra teórica de Stalin es de muy

MARCÓSE, 1969, 13; MOORE, 1956, 416; Samo, 1976 238


Vi 107^1-A9?5' 177‘l78y ,85; Gray' 1948' 46°; EISSFNSTÁAT, 1971; Cou VI, 1974, 134;
KOLAKÜWSKI, 1982, 375; MACRIDIS/HUILIUNC, 1998, 133.
n f’ARTIfX) V IA Rf VOl UCIÓN 2 3

esc asa envergadura, pero es políticamente muy relevante al m


verusedemodo operativo en credo oficial único en la URSS y en el
movimiento comunista internación-,!8 . doxc». Metodológicamente el
estatismo se basa'en un exS' macla simpltf,cae ton escolástica que
pretende hacerse pasar S «científica» con una secuenc ia de
razonamiento-tipo de siguióte tenor: 1) la tesis se enuncia como
evidencia; 2) a continuación se hace una pregunta capciosa c on
respuesta previamente preparada, y 3) final meante se procede a
enumerar las conclusiones, lo que parece dar un barniz científico'8.
Stalin consolidó una interpretacion del leninismo categóric a en la
defensa del principio de unidad absoluta del Partido y de censura de
las «desviar iones» de la «línea correcta», dando paso a una teoría a
medida del prxler para legitimar al líder máximo. En este sentido, sien-
do cierto que el estalinismo es una peculiar concreción posible del
leninismo, debe señalarse que Stalin se sirvió de un referente
ideológico mítico (el pensamiento del fundador del Estado soviético
filtrado por su interpretación) que es polivalente y unilateral a un
tiempo y que permite justificar cualquier opción decidida por el grupo
dirigente, el único legitimado para determinar su carácter «científico».
La reducción doctrinal y dogmática del leninismo efectuada por Stalin
fue, pues, un ingrediente esencial en la configuración del Estado
totalitario en la URSS durante los años treinta1**. Stalin es, en
consecuencia, la expresión bolchevique del rechazo del punto de vista
europeo de la revolución que entroncó con la tradición nacional rusa
y las necesidades pragmáticas del propio sistema soviético, siendo
también el reflejo del agotamiento de la élite dirigente tras las intensas
luchas fracciónales de los años veinte y la entronización de una
interpretación «canónica» de Lenin:

. únicamente nuestro Partido sabe hacia dónde llevar la obra y la llt va


adelante con éxito. ¿ A qué debe nuestro Partido este privilegio

'* VnAS, 1995, 207; J. F. KAIMCII STALIN, 196H, 31.


1977a
» MOOKI, 1956, 224; DHITSCHIR, 1969a, 255-256;
55; P K i K A í f i , 1977, H‘>; PASQUINO, 1962a, 636; KOIAKOWSXI, . tfv

l f HORlN ÍKU< MIVIQUI Hit l SÍAPO S(K IAIISTA
\ (Uir »*s un partido marxistu, un partido leninista II marxisirw,
ha conseguido una victoria completa en la sexta parte del mundo
/«»/>/<» usos icm¡ untuosos I".

la reducción estalinista del leninismo fue, en sus manos, un


instrumento de la razón de Estado al oficializar como código de absoluto
cumplimiento obligatorio para todos los ciudadanos soviéticos. La
obsesión por la interpretación «correcta» llevó al dogmatismo, pues
sólo la cúpula estaría legitimada para determinar la autenticidad de la
«línea general», un desenlace también facilitado por el mecanismo de
funcionamiento interno del «centralismo democrático». Construir el
leninismo como sistema teórico acabado, además de excluir todo lo que
se consideró accidental o desviado, dio paso a un cuerpo de doctrina
cerrado —que debía ser preservado cual «depósito sagrado»— y que,
naturalmente, fue objeto de constantes manipulaciones y adaptaciones
por parte de Stalin según las necesidades políticas de cada momento21.
En tiempos de Lenin no se hablaba entre los bolcheviques de
«leninismo» (algo que al fundador del Estado soviético le hubiera
chocado), expresión que se consolidó poco después de su fallecimiento
al darse paso al «marxismo-leninismo», ampliado en los años treinta
como «marxismo-leninismo- estalinismo». La obsesión de los
estalinistas por establecer la historia definitiva del Partido se plasmó en
el famoso «Breve Curso» de 1938, que se convirtió en credo obligatorio:
se trata de un panfleto absolutamente mitológico que presenta al
tándem Lenin/Stalin como ¡ndisociable y siempre «genial», un ejemplo
supremo de completa falsificación histórica al servicio del Estado
totalitario. Asi, todos los centros de producción doctrinal del sistema
estalinista se convirtieron en puros apologetas serviles del líder máximo
y de su codificación. Por tanto, Lenin y Stalin siempre habrían tenido
razón, el Partido siempre habría demostrado ser infalible y había que
extremar la vigilancia para erra-

2fí
l a cita es de STALIN en DEUTSCHER, 1969a, 339; AOUIIERA, 1993, 50.
” CERBATANA, 1977, 81;TUCKER, 1977; BFTTEI MEIM, 1983, 66; MCCAULEY,
1981; VH AS, 1995, 188.
U PAR I IDO Y l A REVOt UCIÚN 2 fj

dicar las insidiosas infiltraciones del enemigo de ciase. En suma, el único


criterio real al que atenerse es el del poder; lo que imfxir- ta de la ideología
estalinista no es su pobre contenido, sino el hecho de que detrás estaba
una autoridad suprema incontestable. Por tanto, el criterio operativo para
analizar la teoría de Sta- Ün no es el doctrinal, sino el del análisis político,
pues aquélla era una mera pantalla de los intereses del grupo dirigente del
Estado soviético'2.
Por su parte, Trotski no ofreció ninguna forma alternativa de
comunismo o una doctrina con fundamentos diferentes a los de Stalin,
pese al radical antagonismo que los opuso. El método de Trotski está
cargado de especulaciones y apriorismos ideológicos; de ahí que muchos
de sus análisis sean irreales, aunque otros muy lúcidos. Se trata de un
sistema de interpretación poco permeable a ciertas realidades empíricas y
con un método de razonamiento que permitió validar (o no) cualquier tesis
según las conveniencias, pues triunfos y derrotas tienen siempre en su
perspectiva explicaciones ad hoc que confirman ex post facto la
«corrección» de su análisis previo. El esfuerzo teórico de Trotski fue el de
«volver» al más genuino y «puro» leninismo trente a la «degradación»
estalinista de los principios bolcheviques. Al final, lo importante —a su
juicio— era tener algo tan inaprensible como la «razón histórica» y
«encarnar los intereses del proletariado» (una afirmación discursiva a priori
empíric amente indemostrable). Es cierto que Trotski tue el campeón del
combate antiestalinista desde la oposición bolchevique de izquicr das, pero
su estilo político fue notoriamente autoritario y antipluralista incluso con
los de su entorno; todo ello por no re t rirse a su época como gobernante
en la que mostró una c on
tundente firmeza autoritaria ’. (
El proyecto de la revolución de octubre de 191 - no u< * to el de
centrar los esfuerzos en intentar edificar un ^ s at o s< * lista en Rusia,
cuanto desencadenar la revo uc ion p

2000
‘ KOIAKOWSKI, 1%), 17-18, r>8 64, 81 y 101-112; 1 |( i|
IMANN,
1 AÍJUWR, 2001. ,
KOIAKOWSKI, 0181, 161, 201, 21 1 y *

,6 lAUOKIA^<HtV^O,US1.MX>SOOAlWA

,llindt ,| |rjs haber roto el -eslabón más débil de la cadena


"l'.hs,.,. Es más. los bolcheviques estaban convencidos de ' " s i
no estallaba pronto la revolución enEumpa no pcxlr¡an tenerse en
el poder. La mera toma del poder no garantizaba
,XT se la emancipación proletaria:

M conquista del poder no tranxxxma por sí misma si la clase


obr*v, n. la dota de todo-» k* requisitos, memos y condic iones:
la conquK ta del poder sólo abre ante ella la posibilidad de aprender
de verdad, de realizarse*.

Tras el frataso de la revolución en Occidente los comunts- tas


rusos comprendieron que era vital reforzarse e iniciar la traiv
sicicki al socialismo, sin saber muv bien en que debía consis tir.
Así, Bujarin. va en 1919, se apercibió de que la revolución
mundial sería un largo proceso histórico y de que en Rusia no se
podían forzar los ritmos aun salvando la ortodoxia al reconocer
que la victoria final sí requería la generalizar ión del stx lalismo:
pero ese horizonte lejano no era — a su juu to en al)soluto
incompatible con el progresivo avanc e de la transir tón en el
interior. Fue Stalin el que llevó hasta las ultimas KWM* cuencias
la «interpretación nacional* (incluso nacionalista* de la revoluc
ión bolchevique: Rusia era la vanguardia internado nal y el
Estado soviético la mayor conquista del proletariado mun dial;
de ahí que lo qut- fuera bueno para la UR'iS debía tepu* tarv
bucmo para la clase olxera mundial. Fs más. los ínter**4-1'* del
Estado soviético estaban, en últimii instancia, por encima v no
debían arriesgarse a causa de los eventuales intereses de I-1
revolución mundial
lo*» boliKeviques eran bien conscientes de los problema* fluo
^ proceso de transición ai socialismo iba generando v Zurrieron
a diversas explicaciones para dar con las causa-* últ» mas. l\ua
lenin lo esencial era el atraso histórico ruso en md,ÍS

1971, H 1 DHT* HW. I4*71',S


;s . '
,977 U)
KCXVUMSXI, 1981, 17 ,
Bl IARIN en COMfN 197K 124 y 2b5;
'
u PARTIDO v LA RtvOlUf K>

los ámbitos, algo que había obligado a los bolcheviques a la rx,< sidad de
recuperar a la burocracia zarista y a los técnicos burgueses. El bajísimo nivel
cultural de las masas, el predominio de la vieja mentalidad, y el enorme
subdesarrollo económico de Rusia, agravado tras una terrible guerra mundial y
la guerra civil, serían los factores «estructurales» clave que condicionarían irre-
mediablemente la construcción del socialismo, al margen de la pervivencia de
las luchas de clases en otras condiciones26. Al negativo impacto de la herencia
recibida Stalin añade la intervención de agentes del «enemigo de clase» y las
debilidades de la conciencia revolucionaria de los militantes comunistas para
«desenmascarar» a los saboteadores; de ahí la necesidad de intensificar la
vigilancia, depurar y exigir «autocríticas». ParaTrotski la clave estaría, en
cambio, en el prolongado aislamiento postrevolucionario de Rusia, prueba
irrefutable —a su juicio- de la imposibilidad (teórica y práctica) de la doctrina
del «socialismo en un solo país». Fue Bujarin el que más se apercibió de la
escasa idoneidad de Rusia como campo de pruebas para la construcción del
socialismo, pues no sólo tal horizonte estaría a «décadas de distancia», sino
que, incluso entonces, presentaría las características de un socialismo
«atrasado»27.

C) «REVOLUCIÓN PERMANENTE» VERSUS «SOCIALISMO


EN UN SOLO PAÍS»

En el célebre y polémico debate de sendas posiciones la cuestión teórica de


fondo no era tanto saber si el socialismo podía «construirse» en la URSS (de
hecho, todos los bolcheviques esta han a favor de eso), sino en saber si tal
construcción debía subordinarse o no a la «causa» de la revolución mundial
Sin embargo, esta estricta dimensión fue relativamente secundaria

BIITIIHHM, 1074, 115 y 159; CHATUM, 1977, t»4 EUINMHN ? > *0 17.
deSTMÍNenERANKIIN, 1971. 77f>'790, IA*<1* '*■
M , 1977A, 74; l.« BUIAKIN en < «MHN, 19 9* 7M»
’H IA MORÍA HOK HÍVIQUt IHI I STADO SOCIAIIS1A

pues l.i disputa fue -«n la práctica- un pretexto usado A vers,miente por las
fracciones bolcheviques en su confrontó interna. ldUün

La teoría general de la revolución permanente es el eie cen (ral del


pensamiento de Trotski, una noción que

no transige con ninguna forma de dominación de clase I Inn. w


ne en la fase democrática sino [que| pasa a las .ix*d d s «^,’hsn
Í..J. Una revolución que solo se detiene con 11 tntu i j la
sociedad dividida en clases" ,0tal l,cíu,d^.ón d

Fn tal teoría las «fases» de la revolución no son mecánic ts v los


acontecimientos históricos pueden «saltarse», etapas l a revolución
democrática y la socialista debían concebirse como ele montos
concatenados c on carácter general, y ello en virtud de la «ley del
desarrollo desigual», que justificaría el «salto» a la revolución
socialista en los países coloniales, por ejemplo. Ade más, una
revolución socialista triunfante no puede quedar c ircunscrita
durante mucho tiempo a un solo Fstado, una c ir< uns tanda
provisional que, si prolonga el aislamiento, provoca ('I fin del poder
obrero. Por tanto, en Trotski la teoría de la revolución permanente
tiene dos dimensiones, una previa a la revolución so( lalista fes, en
el fondo, lo que sostuvo Lenin en las Tesis de Abril de 1917) y otra
posterior para poner de* relieve que un poder i obrero aislado no
fxxlrá sobrevivir a largo pla/o y para afirmar í que la (onstrucc ion
integral del sex ialismo <*s imposible *.

'
Irotski formulo [x>r primera ve/ su teoría de la revolución
|x*r- manente en 1905, tras los dec isivos acontecimientos de
ese año en Rusia, para romper con el deterninismo economicista
y ((‘'(,nder la posibilidad de una revolución proletaria en un país
muy mayoritariamente campesino y atrasado. En consecuencia,
a r< voluc ion democrática tendría que desarrollarse* confinua-
( ,d<
P‘lfa desc'mlxK ar fwir la presión de las masas en la
revo-

PAM^UINO, 1062b, 1641; WISTRK M, ,7°' 1979; KNIÍ-PAZ, 1978; MANOH,


199S.
" KRASSO, |«
U- U; Con, VI, 1070. 128; ( AKK, 197S.
H PARTUXÍVURCVOIU^

luc ion socialista Esto sería posible por la capacidad hmmmi a i del
proletariado ruso ya que, pese a ser minoritario era la v jn guardia social y
podría llevar la revolución de su «fase burguesa» a su «fase socialista».
Aunque Trotski fue criticado por subestimar al campesinado y malinterpretar
las condiciones L <>- nómicas rusas —dos factores que harían inviable el
«salto, que él preconizó—, el asunto quedó zanjado con las Tesis de Abril de
Lenin30.
En el debate revolución permanente/socialismo en un solo país a menudo
el objeto mismo de la controversia es indefinible. En efecto, lo que se discutía
no es tanto si el socialismo podía «construirse», sino si podía completarse en un
solo Estado aislado. Siguiendo a Deutscher, los antagonistas no discutían sobre
si era posible o deseable erigir el edificio que deseaban, tampoco disentían
acerca de los materiales con los que construirlo, ni siquiera acerca de su forma.
El único elemento de divergencia profunda era el de si sería posible «culminar»
la obra, es decir, ponerle «techo». Trotski insistió constantemente en que la
revolución socialista no puede culminar íntegramente en un marco nacional, un
planteamiento que Stalin no podía aceptar de ningún modo. Por tanto, aquí
radica la única diferencia que es de teoría general, puesto que, en lo inmediato,
todas las fracciones bolcheviques estaban de acuerdo en ir «construyendo» el
socialismo (Trotski era incluso más radical en sus propuestas industrialistas que
el Stalin anterior a 1929). En suma, el pretexto teórico del debate resultó más
bien secundario pues lo que esta ha en juego eran las luchas por el poder y las
estrategias politi cas de las diferentes facciones bolcheviques; eso sí, todo reve'
tido con una alta sobrecarga ideológica".
Puede det irse que entre 1917 y 1921 l enin y Trotski tal igual que casi
todos los bolt heviques) i ompartían la misma visión doi proceso revoliK
ionario: 1) tone atenar la revolut ion dunn3 »at¡ ca y la socialista, y 2)
favorecer la revolución mundial para

3 AVINAN, P)7r», l)y 18; OfUtv mu, t1»?» * >


ü> Í \ lt< >KI\ H< H( IUVM M't OH ÍSÍADO v K IAIISIA
viivar la revolui ion rusa. El doble viraje realista de Lenin en 1921 solo fue
aceptado in oxtremis por todas las facciones bolchevi (jues al ser presentado
como meramente «táctico», pues, por ejemplo, Trotski siguió apegado a la
estrategia de vincular directamente la revolución bolchevique a la mundial en
su convicción de que la edificación completa del socialismo tan sólo en la URSS
era inviable:

el mantenimiento de la revolución proletaria dentro de un marco nacional


sólo puede ser provisional, incluso tal como la experiencia de la Unión
Soviética enseña aunque sea de larga duración. En una dictadura del
proletariado aislada las contradicciones internas y externas crecen
inevitablemente [...]. Si permanece aislado, el Estado proletario caerá
finalmente víctima de sus contradicciones.

De ahí se deriva que «la edificación socialista sólo se concibe sobre la base
de la lucha de clases en el terreno nacional e internacional», por lo que «el
"error" de Stalin tiene exactamente el mismo nombre que el de la
socialdemocracia alemana: se llama socialismo nacionalista»32.
Mientras que la teoría de la revolución permanente se vincula a un análisis
integrado de la realidad económica mundial, la del socialismo en un solo país
tiene un trasfondo aislacionista y autárquico que a Trotski se le antojó del todo
irreal: el programa efectivo de un Estado obrero aislado no se puede proponer
como fin «independizarse» de la economía mundial, ni mucho menos edificar
«en brevísimo plazo» una sociedad socialista nacional33. Por su parte, la
descalificación estalinista de la teoría de la revolución permanente es rotunda:
desde este punto de vista, las tesis de Trotski serían antileninistas,
subestimarían el potencial revolucionario del campesinado, pondrían en peligro
la alianza obrero-campesina, revelarían una sospechosa desconfianza en las
masas y en las capacidades del Estado soviético y, en suma, le harían el juego
a los reaccionarios:

La primera cita de TROTSKI en DAY, 1973, 188; las otras dos (de 1930)
en TROTSKI, 1972a, 131 y 132.
’* IKOTSKI, 1977a, 11; DAY, 1973, 126-127; TIXIKIR, 1974, 372; RAOIAVÍ,
1973, 139.
la .«•vohKK.n p™*"-'*: no « **> una subeaimactón de las
posibilidad»^ «-voluc ,orun« del mov.m«.nto campesino ts un,
so(>esiimation del mov.m^to campes.no que conduce a la neeacon de
la leona leninista de la dictadura del proktanadoM s

Sólo al ím.il á su vida Trotsk» se SIÍSC *tó circ unstancialmen- te


un inquietante v tundo interrogante sobre la posible sobrevalorac
H. PARTIDO > LA RíVOtUOÓN 31

tón de ias fwrsibilidadr-s n^voluc lonarias del prole- tañado que le


llevó a admitir asimismo la eventualidad de que la URSS ene amara
un nuevo tipo de sistema de explotación Si la Segunda Guerra
Mundial HK I en «nit unía no concluía con el triunfo int<*mac tonal
de la revoluc ion sorulista habría que reco- IVH er que el ni.irxisnx i
Había pm*sto esperanzas ilusorias en el proletariado

no^ venamos «Migados a reconocer que fet estafirnsmo) no tenía sus


ra»r es en H atraso dH |>ais ni en el medio ambiente imjx'f lalista,
sino c*n la »rHdfv.K triad congémta dH proletariado para convertirse en
cla- M ternanit (monees seria ner esarioestal>íeier rrtrospet ttvamente
¡ Mal RsS d« MI*U rus ritas tue ¡,» precursora de un nuevo sis- íem*
universal de explotación l Con trxio lo onerosa que esta |.„| perspectiva
f>ueria ser si e¡ proletariado mundial IU-VJJV a d<*mostrar realmente
que es irx apa/ de < umpiir su misión |. | no quedaría más refrK'dto que*
rcconoc «t abiertamente que el fwugrama socialista basado en las
CNÉRMfic C iones internáis de la sociedad capitalista so habí.i esfumado
como una utopía*1.

Toda una vida con vene ido de la inev itabilidad «científica» del ai
\enimiento dol socialismo para dudar ai final, aunque no quilín resignarse a
esta perspec tiva y siguió fiel al mito de Octubre ¿sta su asesinato a manos de
un sicario estalinista unos pocos weses después de esta aguda y pesimista
reflexión.
a teoría del socialismo en un solo país tiene un carácter ecléc- *CO y
pragmático que Stalin consiguió tomando elementos del Pr°pio Lenin, de
Bujarin y hasta de algunas tesis industrialistas

Bmr, tí C,t?^ STAI,N {de 1 9 ^4) en id., 1969, 190; PROCACCI, II, 1975, 57; «mtiHHM,
1977 342
421.4 < lía íe ^TAUN de noviembre de 1939 en DFUTSÍMÍR, 1969b
A ¿ 4*k*qt#MÍt* (¿sufxtttt iones». Se traía de un rm^tímíemo df* ¡nfU| «Ir una

práctica política que combina hábilmente* ír,IVt> Ik^ni leninista, ra/ón de


Estado soviético y na< ionalismo ruv> ,í!U ttH»ria ev/x>sí M< ío que legitima
la singularidad de la revota Km bolchevique y justifica sus posibilidades pese al
«cerco* capitalista, l o c ierto es que se trató de una fórmula afortunada que c
ompitio c on éxito con las tesis de la revolución permanente al anclarse a las
realidades de la URSS. El proyecto estalinista de construir el socialismo sin
hacerlo depender de la victoria de la revolución proletaria en Europa o en el
resto del mundo le hizo aparecer como el más fiel continuador fáctico de la
obra de Lenin, el fundador del Estado soviético36. Stalin rechazó como
«derrotistas» los argumentos críticos que sostenían que la URSS no podría
resistir al cerco capitalista y recurrió a su consabido argumento teológico-
político de la «fe en las masas»:

¿Cuál es la posibilidad de la victoria del socialismo en un solo país? Es la


posibilidad de resolver las contradicciones existentes entre el proletariado y
los campesinos [...), es la posibilidad de que el proletariado tome el poder y lo
utilice para edificar en nuestro país una sociedad plenamente socialista con la
simpatía y el apoyo del proletariado de otros países, pero sin la victoria previa
de la revolución proletaria en otros países. Sin tal posibilidad, edificar el
socialismo es edificar sin perspectivas, edificar sin la convicción de que el
socialismo puede construirse. Es imposible seguir edificando el socialismo si
no nos convencemos de que es factible hacerlo, si no nos convencemos de que
el atraso técnico de nuestro país no es un obstáculo insuperable para edificar
plenamente la sociedad socialista. Negar tal posibilidad es carecer de fe en la
causa de la edificación del socialismo, es desertar del leninismo’7.

Para Stalin el «aventurerismo» deTrotski «quemaría etapas» y pondría


en peligro la alianza obrero-campesina:

la desviación de «izquierda» saca la falsa conclusión de que es imposible, en


general, construir íntegramente el socialismo en la URSS,

' O AUNE?, 1957. 117-118; CLAUDÍN, 1970, 46 y 57; BETTEIMUM, 1974, 47 y i8,
AÜUIURA, 1993, 54.
l a ( t í a de STAIIN es de 1926 y las cursivas son suyas, en CARK, 1975, 1 7 1 ,
htfXMco, », 1975, 62.
H PARTIDO Y l.A RLVOl Ut K )N J i

que no se va muy lejos con el campesinado, que la idea de una alian* za entre la
clase obrera y el campesinado ya ha pasado, que la ayu da a la revolución en
Occidente no llega a tiempo, que la dictadura del proletariado caerá o
degenerará, que si no se adopta un plan fantástico de superindustrialización,
incluso al precio de romper con el campesinado, habrá que considerar la causa
del socialismo en la URSS como perdida™.

Para Stalin, en condiciones de cerco imperialista no podía haber garantía


absoluta de no intervención, pero sí podría construirse íntegramente el
socialismo pues —a su juicio— la revolución rusa era autosuficiente. Más
exactamente los principales argumentos de Stalin para justificar su teoría del
socialismo en un solo país fueron: 1) la recuperación relativa del capitalismo
occidental posponía en lo inmediato la revolución proletaria mundial; 2) Rusia se
estaba reconstruyendo eficazmente sobre la base del poder soviético, y 3) su
enorme territorio, su gran población y sus vastos recursos permitirían la
transición al socialismo en la «sexta parte del globo»39.
La teoría leninista de Rusia como «eslabón débil de la cadena imperialista»
está en el origen de la teoría del socialismo en un solo país y es que, como
gobernante, Lenin pasó pronto de la revolución mundial a defender cada vez
más los intereses del Estado soviético. En efecto, Lenin se apercibió de que la
URSS tendría que coexistir con un entorno de Estados capitalistas hostiles; de
ahí que se volcara en las tareas internas desde el final de la guerra civil en 1920.
Como gobernante Lenin se ocupó casi exclusivamente de problemas de
reconstrucción y no de exportar la revolución; de ahí que Stalin pudiera
escudarse en varios de los últimos textos de aquél para justificar su teoría40.
El socialismo en un solo país cortó los lazos con el determi
nismoeconomicista (algo muy leninista, por lo demás), pues fue una cobertura
ideológica de una estrategia desarrollista «por arriba» que vinculaba la
hegemonía de Stalin en ('I Partido, el

I «i Í itd (Ji« StAiiN os de 1928 en id., 1968, 1 ’ 1 '8


" K<AAKfJWMCI, 1981, U>, AUHUKA, 1951, 55
*' UlAM, 1969, 442; CAHR, 1975,48 ( MATIU?/VNM k* MV »■ 154
corporativo <k4 5l ap.irato d<*l f st.uk) soviético y r*{ n >{ Jf> nal«sf)H>
ruso En t*í«H to, tal teoría cstalinista tuvo una impliV,/ t arga iw ionalista que

4!SABINE, 1974, 622-623; CARR, 1975, 56-59; COLLETTI, 1977 ' La cita es de STAUN
(1925) en PROCACCI, II, 1975, 54; GAUDÍM ÍQ-1
51 v 86 ; CARR, 1974, 186; CoiE, Vil, 1974, 237-238. ' 14/(1
5
I a < ita de TROTSKI es de 1930, en CARR, 1975, 45.
M CARR, 1981, 37; DFUTSCHER, 1969b, 44; KOIAKOWSKI, IQ*U
H % 't> *»A tHH( HfVftJt t IHl ISTAÍXÍ VXÍAlfifA

funcionó al ser una suerte de dec UtM ^ de írxk'pendencia frente a Occidente que
sintonizaba con t<.n. cieñe ias eslavófilas muy tradicionales. Además, la
consolidar ión di' un enorme af)arato burocrático reforzó aún más tal líne<4
política por su carga conservadora del poder existente. Paralelamente. los
adversarios de Stalin pudieron ser fácilmente desate torizadas como peligrosos
aventureristas e incluso como derrotistas por no confiar en las potencialidades
de las masas soviéticas41. En suma, para Stalin la teoría del socialismo en un solo
país fue esencial para reforzar, a la vez, el poder del Estado soviético y el suyo
propio. La principal consecuencia del triunfo de esta línea fue la prioridad
absoluta acordada a la defensa de la URSS y, por tanto, la subordinación de la
revolución mundial a sus intereses: «la dictadura del proletariado se ha afianzado
en Rusia a consecuencia de la victoria del socialismo en un solo país»42.
Trotski admitió que la teoría del socialismo en un solo país era !a única sólida
que se le oponía: «la teoría del socialismo en un solo país (...) es la única que
consecuentemente y hasta el fin se opone a la teoría de la revolución
permanente»43. En cualquier caso, su descalificación fue rotunda: a su juicio, tal
teoría sería «pequeño-burguesa», «nacionalista» y, en cualquier caso,
inconsistente por imposible, ya que sin revolución mundial e¡ socialismo no
puede «culminar» en un país aislado44 Esta perspectiva sería —a su juicio- del
todo irreal por la inevitable inserción de Rusia en la economía mundial, algo que
la haría vulnerable a la subversión capitalista, y porque militarmente no podría
resistir una agresión imperialista combinada, salvo que el triunfo de la revolución
en Occidente lo impidiera Lo cierto es que, en los años treinta, la URSS se
convirtió en un Estado militar-industrial muy sólido (y de naturaleza totalitaria),
lo que —a la postre— le permitió resistir y vencer la agresión na/i durante la
Segunda Guerra Mundial. Esto es, la URSS dio paso al modelo de lo que
posteriormente se ha denominado socialismo real, que, al margen de si traiciona
o no los ideales comunistas, fue el único empíricamente conocido. En otros
términos, la posible contradicción entre el proyecto teórico marxista y su
plasmación práctica soviética es relevante para la filosofía normativa, pero no
para la ciencia política, cuyo objeto es el de analizar la realidad tal cual es. Mayor
interés tiene, en cambio, la apreciación de Trotski de que el estalinismo como
«termidor» soviético se había debido al éxito de su teoría del socialismo en un
solo país como cobertura de un gobierno despótico-buro- crático:

la burocratización de un Estado obrero atrasado y aislado y la transformación de


la burocracia en una casta privilegiada omnipotente constituye la refutación más
convincente —no sólo teórica, sino práctica— de la teoría del socialismo en un
solo país45.
El PARTIDO V UREVOlUc ION JS

2. LA VANGUARDIA REVOLUCIONARIA

A) LA TEORÍA DEL PARTIDO DIRIGENTE


El Partido bolchevique se autodefinió como partido dirigente; de ahí la teoría de
su centralidad absoluta en el sistema político. De acuerdo con esta tesis, el
Partido interpretaba mejor que la sociedad los «verdaderos» intereses de los
trabajadores gracias a su conocimiento «científico», pues no era simple
emanación o expresión de la voluntad de éstos, sino su vanguardia organi- ¿ada
con la debida «conciencia de clase». Esto tiene que ver, Por cierto, con otro
axioma intocable de los bolcheviques que os el de la relación entre el Partido y
la clase obrera: por un lado

4' iKoiski, 1077b, 69.


MlVKX'l j MI l Si Al X > M N I Al IMA

Foíogratía del embrión del partido bolchevique reunido en torno a Lenin en el comienzo
de la primera década del siglo xx. Este grupo se autodenominó Unión para la lucha por
la emancipación de la clase obrera, y sus militantes asumieron pronto un protagonismo
decisivo en los grupos revolucionarios
rusos de esos años. Gráfica y Política.

se sostiene que hay correspondencia automática (al proletariado sólo puede


corresponderle un auténtico partido que lo «represente» —el bolchevique
naturalmente— sin garantizar institucionalmente mecanismo alguno efectivo
que permita comprobar tal vinculo) y, por otro, la tesis de considerar a las
clases sociales como actores políticamente unitarios es del todo insostenible
desde el punto de vista empírico46. Por tanto, en la construcción doctrinal
bolchevique se supone que el interés del proletariado es, por definición,
idéntico al del Partido y que sus genuinos intereses sólo podían expresarse a
través de él. La

’ DH;T$ÍHUÍ, 1989b, 220; BETTELHEIM, 1974, 99; CAKK, 1974, 115; R O ÍA *(mw, 1982, *85.
" PAKTIDOY A REVOUX K“)N W

«voluntad de la nación» se expresa a través de su primera el. se, e proletariado


y este a través de «su» Partido, con |0 oue ei circulo se cierra: el Partido
representa a todo el Estado soviético plunnacional; de ah, que el principio de
las nacionalidades se subordine a aquel al ser superior su interés al derecho
de autodeterminación de cada uno de sus nacionalidades47
En suma, la teoría bolchevique del Partido dirigente descansa tanto en
determinados apriorismos (representante exclusivo del proletariado, inductor
en el mismo de la conciencia revolucionaria) como en un rígido modelo
organizativo: partido de revolucionarios profesionales, rigurosamente
seleccionados, con dedicación exclusiva a la causa, de ¿igit-prop para preparar
y dirigir la revolución, estrictamente centralizado, con férrea disciplina y
estructurado jerárquicamente en «células» de sector48. Tras la revolución de
Octubre el Partido bolchevique muy pronto fue la única organización real en el
país; de ahí que la consigna «todo el poder a los soviets» se tradujera, en la
práctica, en todo el poder al Partido. La toma del poder produjo un cambio,
pues éste pasó de ser un partido antisistema a otro de gobierno y de uno de
militantes profesionales más bien reducido a un partido de masas. Por lo
demás, las características estructurales citadas del Partido bolchevique lo
predispusieron a determinado estilo político jerárquico, algo favorecido
asimismo por la desaparición fácti- ca de la autonomía en todas las instituciones
(soviets, sindicatos, cooperativas, asociaciones diversas) y esto es lo que expli-
ca que se convirtiera en el mayor protagonista de la historia soviética49.
En la teoría política de Lenin la entronización del principio dH partido
dirigente de vanguardia es uno de sus ingredientes fundamentales: a su juicio,
la clase obrera debe ser «guiada» por

Kr)i AK( AVSKI, 1982, 395, Sobre l<> teoría y la prát t i t a bolchevique en >'»
cuestión nat tonal vid. MAKIIN, 2001,
^ Moovi, 1956, 04 y 72; I UKAt s, 1997, 25-35 teto Itbfo e *3»» 1**74 "
BKOof, 1971, 174 y 170; I»K<x*< i, I, 1975,11, fd. 1977 15 t \KV * V 247; w
AfMNDKOfM y K. 11 NK €*0 SUBtMAIs/VHANi IVA, 1**^1 .'4 " Mv v; JfWH 1 U,
la miñona revolui lunaria «esc laret ¡da» pr« ¡sámente t>,, dos típicas

respuestas del proletariado desorganizad,, y ^ j sutil ¡ente .conciencia de i


lase»: el ec.onomicismo y c| ¡
tam-ismo. I’.tr.i I enin, la clase obrera por sí sola es ¡n( afW/ d,. rebasir
el horizonte del sindicalismo reformista o el de la revud. ta anárquic a
discontinua. l*or tanto, la revolución no puedo dejarse en manos ni del
estrecho y «cortoplacista» tmebunionismo obrero, ni del
()tl
tSfAI^O vx JAI ÍSfA
espontaneísmo sin dirección ni organización. La respuesta leninista a
sendas conductas «erróneas» es la del Partido, supuestamente
investido del método científico «correcto» que aporta, desde fuera, la
«conciencia de clase», el único capaz de garantizar la iniciativa política
decidida en nombre del proletariado50. Con ello se produce un
desplazamiento efectivo del agente revolucionario desde el
proletariado (Marx) a «su» vanguardia (Lenin) y esta afirmación teórica
central pasó a ser principio autolegitimador incontestable del Estado
soviético, lo que provocaría en los hechos la subordinación completa al
Partido único de toda la sociedad. Se fundamenta así una concepción
de tipo «jacobino» del partido revolucionario que ejerce la dictadura
en nombre del proletariado. Lenin no dejó de vislumbrar problemas de
organización del consentimiento e incluso riesgos de «blanquismo»,
pero no proporcionó fórmulas eficaces para abordarlos pues sus
propuestas de mejora jamás contradijeron la realidad de la teoría
vanguardista que había desembocado en la práctica en un sistema de
partido único. La alta centralización y la férrea jerarquía encerraban
claros riesgos de personalización y burocratización del poder y, aunque
Lenin se apercibió de ello, no previo sus consecuencias a largo plazo ni
supo cómo evitarlas.
En suma, entre los principales carencias del leninismo está pre-
cisamente su concepción inalterada del partido revolucionario, lo que
le impidió articular fórmulas alternativas para afrontar la degradación
burocrática, realidad ésta que captó51. Antes de

0
LIIBMAN, I, 1973, 125; SABINO 1974, 583, 585 y 587; Sonto, 1976,
79; MAKOING, 1977-1981; SHHMBKINI, 1982, 901; RIAD, 2004.
M MARCUSI, 1969, 45; O MI mi, 1977, 12 y 22-23; IIIBMANN, II, 1971,

126 RADIAVI, 1975, 156-160; Vil AS, 1995, 189-190.


1 1 C A R I I I M > y | A R i V * >(i i H

febrero de 1917 Lenin y Trotski no tenían exactamente la mi* m«i visión


del partido revolucionario, absol uta menú* c lave mn el primero e
instrumental para (‘I segundo. En este sentido, Iróts ki tendía al
«espontaneismo» al ser más favorable al papel poli
tico motor de los soviets, toda vez que ~~a su juicio ............ las tesis
de Lenin tenían implicaciones «sustituidas» de las iniciativas de las
masas. Con el ingreso de Trotski en el Partido bolchevique la coincidencia
con Lenin fue entonces completa e incluso con tintes aún más
vanguardistas en aquél52.
Stalin llevará hasta las últimas consecuencias la mitificación del
Partido fundido con un Estado totalitario: en su teoría se da una
magnificación absoluta de su papel dirigente, algo presentado como
necesidad dictada por las «leyes objetivas de la historia». El Partido es el
único agente portador de la verdad «científica» y de la línea general
«correcta» y sólo él puede llevar a las masas al socialismo y derrotar a
los «enemigos de clase», F^ra Stalin, «el Partido es la forma superior de
organización del proletariado», es «factor básico dirigente», es el
«estado mayor» de la clase obrera, incluso su «élite» (s/c), y es el que
encarna la «misión histórica» de emancipar a las masas53.
Trotski no había tenido como menchevique una concepción tan
centralizada, jerárquica y conspirativa del partido obrero revolucionario
y, sin embargo, al ingresar en el Partido bolchevique defendió con ardor
las características leninistas del mismo- I or tanto, de criticar el
«sustituismo», tras la toma del poder sostuvo que el papel central del
Partido era indispensable, con magnificación de los líderes incluida.
Durante los debates de los anos veinte Irotski preconizó dos elementos
incompatibles: el monopolio del poder para el Partido bolchevique y el
monofxt* De ' * t ^ ) ( , f , a d para los bolcheviques. No comprendió en
ese n ir! i ° (jUí' Sul)r,m'r alternativas no bok heviques (los demás 1' ,í,(*
fueron prohibidos en 1920) implicaría al final hacer lo

y 31 7 165 IM>; < HAIHI i/hsuK k»u t HMN. t‘»tfl U* He


,í,;
Si***Nítr*io»di» 1924y IV* lili
,,M
192w t ' 1 W. 1 «; Aunó**, 1991 f»l
Hl lA H» *1* w Hi l'H IMAIXIMKIAIIMA

,m(n0 con los que pudieran sl,rK" l'n..‘>l M*"° ,M P**¡do úr» hH lo
(Irmas como gol órname dio una respuesta |H*rm^
iu'nU' I'V.WV.I, |)rt)Por< (*' f?Un<)' ■ ' Pasito (le la
HK-sontatividad soc ial do los bolchevique*. In efecto, Trouki ,| mtt,,
retóricamente la pregunta do como i omprobar s, el |>at. ¡di. bolehevlquo
expresaba «los intereses del desarrollo históri a), t(K|a veZ que los demás
partidos habían sido disueltos. Su respuesta os puramente voluntarista
al afirmar que formular la mora pregunta os caer en el fetichismo
«liberal» y al añadir que ol gobierno revolucionario «tiene suficiente
material para pro bar su línea de acción», sin más precisiones*4.
Bujarin mantuvo la ortodoxia del partido dirigente hasta su caída
política al defender todas las características básicas leninistas de la teoría
vanguardista. Justificó el monopolio político, la disciplina, la
centralización, la jerarquía e incluso el rechazo de las fracciones hasta
que fue ya demasiado tarde**.
En realidad, el Partido bolchevique que protagonizó la revolución de
Octubre cambió radicalmente su composición de base tras la toma del
poder y, sobre todo, tras la guerra civil, que dispersó a numerosos
militantes veteranos. La incorporación masiva de nuevas oleadas de
afiliados sin experiencia polític a y el control de la renovación de los
cuadros por parte de la cúpula estalinista facilitaron la cristalización del
monolitismo en todos los niveles, dentro del aparato y fuera de él. El
monolitismo presenta tanto una dimensión teórica (solo el Partido repre-
senta al proletariado, sólo es posible una línea correcta) como práctic a
toda vez que el vaciamiento de los soviets y la subordinación de las
administraciones públicas hicieron que sólo el

aparato bolchevique gozara de entidad política. El Partido bol- c lev i


que se configuró como una «jerarquía de secretarios» en cuyo vértice
se situó el poderoso Secretario General, todo ello en una estruc tura
cada vez más concentrada y burocrática.
M
OrufscHrK |%9b, 226-2 30; .U, 1971, 126-127; BAMMIW, 1968, 195- ‘
f^KASv), 1970, 18; AV.NAS, 1975, 43, 48 y 55. U cita de ÍROISM (es dr 1
120) en KOIAKOWSKI, 1982, 498; A. I IOK/A en ANIÓN, 1908, 201 202 11 >WY,
1973, I 72173 y 240; BUJAHIN, 1974C., 178 (texto do 1925),
H PARTIDO Y U RfVOilK IÓN 4)

En efecto, la institucionalización del Partido bolchevique como único


partido de gobierno reforzó su aparato, que se despren dio por completo
de cualquier control no ya externo (esto des i pareció tras la liquidación
de la Asamblea Constituyente en 1918) sino incluso interno al asfixiarse
las fracciones56. Además aunque el Estado se revistió de formas federales
(más por razones instrumentales que de encaje de la plurinacionalidad),
el Partido no pues fue «uno e indivisible» en todas las Repúblicas
soviéticas de tal suerte que en la URSS el federalismo no operó como
factor de real distribución territorial del poder, sino de mera reordenación
administrativa. Con partido único de gobierno y con centralismo
democrático en todas las administraciones públicas el federalismo
soviético tuvo un carácter nominal en lo político, aunque fue factor de
organización técnica y de compensación de élites de las «nacionalidades
titulares» en diversos territorios6.
Lenin siempre defendió la necesidad de un partido centralizado,
disciplinado y unido tanto antes de la revolución como después, pues sólo
con un instrumento así sería posible primero tomar el poder y, a
continuación, transformar la sociedad. Sin embargo, asi como en tiempos
de Lenin el debate interno estaba a la orden del día, con Stalin se
formaliza un sistema de poder manifiestamente antipluralista. Desde su
punto de vista la unidad sin fisuras fortalece el socialismo mientras que
la divergencia lo debilita, ya que un exceso de crítica puede hacer el
juego al enemigo. En efecto, para Stalin atacar a la dirección del Partido
y a su aparato es «romper la columna vertebral» del sistema soviético y
es, por tanto, «minar los fundamentos de su dictadura»; de ahí que todo
análisis deba hacerse siempre en con-

' Va en fecha tan temprana como 1919, el 60 por 100 do los


miembros di ! Partido bolchevique trabajaba en las administraciones del
lsta<k) v solo ' t lK)r t00 lo hacía en las fábricas, un singular dato de un
partido que se presentaba como «obrero» por excelencia: BmimiiM,
1974, 1 1 Ui w •069, 497 y 500; UBMANN, II, 1971, 109 1 10; BROUC 1971,
219 < UNÍ M,75, 18» y 202; Con, VI, 1974, 125; Pwx AC< I, 1977 100
" BINVI N( 01/1*1 JNS, 1988

61 * S , A I I N e n ÜUM
' '• '975' 29"1 * H , 97 I, 390- 39,; Ai a ,
4»* lAWOKiAM >U MtVK.H'í OH IMAMO** IAIIMA

tomml.uhon la «línea general»'". La construcción del *K|,j|h nio


requiere la unidad monolítica del Partido y la máxima dis ciplina,
siendo la fórmula de avance «un líder, un l'artido, Utlil línea
general»:

un Ejército Rojo de varios millones de hombres, un Partido con


sete cientos mil afiliados y tan sólido como el acero |...|. M
Fornido, en cualquier momento, puede reforzar sus filas y,
respondiendo a una sola consigna del Comité Central [...1, es
capaz de lanzarse contra cualquier enemigo1’9.

Rara Stalin, las claves radicaban al respecto en controlar férreamente


la composición del Partido, centralizar el trabajo y acentuar la vigilancia
pues los peligros proceden tanto del exterior (el «cerco capitalista») como
del interior (los «traidores quintacolumnistas»). Especial obsesión
estalinista en su celo punitivo para liquidar a sus enemigos fue la de
Trotski: «la tarea del Pujido consiste en enterrar el trotskismo como
ideología»60. Pira- lelamente Stalin en el poder dejó muy claro lo que él
entendía por democracia en el seno del Partido:

trodpS|SltiS c- T !aC!adentrodel Partido? La democracia denotaría


conscienteT ^ reforzar la unidad (...], la disciplina proel trabaio de
sel^r'eSjie? a acíu<1 idad nuestra tarea es concentrar órgano único61
C
° °S cuadros desflc arriba, en manos de un

viza^iórfde mínd'-r t0nlplela democrac¡a en el Partido y sudación de condiciones


para ser militante del mismo era irres- 7 7 8 9
ponsable pues los «elementos burgueses» conspiraban. El segundo
peligro irresponsable era —a su juicio-- pedir completa libertad de
discusión pues el Partido no es un club liberal, sino una unión de
combate del proletariado. Desde su criterio, hay elementos básicos del
bolchevismo que son «axiomas» cuyo replanteamiento sólo puede hacer
el juego al enemigo de clase62.
Durante los años veinte Trotski claudicó ante el mito de la «unidad»

,26; BfnnMf,M
1974,1 0 1 ; C H A T U ! ' '
Stalln: |AVW KSKV 1 %7
39; BROUÉ, 1979, 213 y 398; $omo,' 1976, "s™ * ’ ', <
Esta cita de STALIN es de Mr» tpmnnn'» i L
1975, 277 (nótese I,. significativa meS H^IT" ,9,8< "" UlAM' '<
ANIÓN, 1998, 197 y 199 * Pv,a {L’I f |er( tío); A. ¿LOMEA en
la primera r ila <ic StAON (rio 1926) on KOIAKOWSKI 19)1 i
M

V-gumía (fio 1919) en IIKOUÍ, 1974, 527. ' !


■4 ' 1-1
11 PARI IDO Y l A kf Vf >1 UC K')N 4 }
del Partido, en contra de lo sostenido por las posteriores falsificaciones
estalinistas:

el Partido en última instancia siempre tiene razón porque el Partido es


el único instrumento histórico que le es dado al proletariado para el
cumplimiento de sus tareas fundamentales Í...J. Sé que no debemos
tener razón contra el Partido. Sólo podemos tener razón en el Partido y
a través del Partido, pues la historia no ha creado otra vía para la
realización de lo que es correcto'1’.

Toda una concepción de culto al Partido-Iglesia, mitificación de la


historia y de la «misión» del proletariado y renuncia al propio criterio si
pugna con la razón del Partido. Con estas tesis —que todos los
bolcheviques compartían—era imposible enfrentarse adecuadamente al
estalinismo, algo que Trotski sólo captó en el exilio.

B) EL PARTIDO, LAS FRACCIONES Y LAS MASAS

A los bolcheviques nunca se les ocurrió reflexionar sobre qué hacer si,
tras la toma cié poder, perdían de hecho la confianza de los trabajadores
pues —de entrada— les resultaba inconcebible el planteamiento y daban
por supuesta tal voluntad. Todos los discursos de los dirigentes están
cargados de referencias a un proletariado mítico como si éste fuera el
ver da doto divisor, a la ve»/ que quien oc upa el poder lo da siempre
por legitimo.

*■ ' Mr*#!, 1956, i S f , y 1r,7.


la uta ck* TKOÍSW (dt* 192 1) en Omis< BHC 1969*» Pi ‘4
ÍO, AVIDAS, 1971, f,4
lo demas. al cerrarse todos los canales de expresé fue lnp , Mi- oue
los c onflit tos soc iales se reflejan en el partido úni (); |0 „ue llevó a su
progresivo endure.,miento.
lonin mantuvo una actitud un tanto ambivalente ante ia«>
amasas», pues siempre desconfió de su «espontáneísimo»; de ahí uue
su retórica ocasional sobre la «línea de masas» deba interpretarse
siempre en conformidad con las determinaciones del fo- tido
dirigente64. Con tonos claramente populistas, para Stalin el mayor
peligro para un partido revolucionario no era la buro- cratización, sino
la «separación de las masas»; de ahí su rechazo de la «charlatanería
de la oposición sobre la democracia», y lo cierto es que, en el fondo de
su actuación, «se advierte una profunda falta de fe en la popularidad
del socialismo», algo que él siempre atribuía a sus adversarios
precisamente65. La desmovilización del Ejército Rojo tras la guerra civil
contribuyó a elevar la burocratización del Estado hasta el punto de que
Trotski reconoció que «las masas fueron en todas partes poco a poco
eliminadas de la participación en el poder»66. De entrada, Buja- rin
sostuvo criterios ortodoxos sobre la conexión Partido-masas con el
argumento formal de que el crecimiento del número de militantes
«probaría» su conexión con los trabajadores. Es evidente que, en un
sistema de partido único, ingresar en él proporciona ventajas de todo
tipo; de ahí que muchos soviéticos se apuntaran al mismo, lo que
refleja la debilidad del argumento de Bujarin, que no prueba lo que él
pretende demostrar. En cambio, sucesivamente fue haciéndose más
crítico y admitió que el Partido se estaba «alejando de las masas»: «el
partido del proletariado en el poder está en una situación en la que
corre el riesgo constantemente de despegarse de la clase, de burocrati-
zarse, de degenerar, de petrificarse», aunque con notorio voluntarismo
concluyera afirmando: «pero nuestro Partido no lo con-

M
M(XjRr, 1956, 61; BETEELHEIM, 1974, 170-171; DFUTSCHFR 1 9 7 1 462;
KOIAKOWSKI, 1982, 477.
‘ l.» cita de STALIN en PKOCACCI, 1977, 1 10. la última cita es de Ocios
CHE», 1969a, 248.
" COUINH, 1957, 31.
11 p
ARllt)()Y IAKIVOII K l<’)N 41
ión soniira jamas»" . En su cerrada defensa de I. MPP , ,
7

social za obrero-campesina Bujarin afirmó que la integración


sig nificaba «normalizar» la autoridad soviética h,
table para el¿a m-»»»/-.».
mayor número ___ .. . de ciudad 'Kd' "acería mas acop
posible
debían tenderse «puentes» y «vínculos» entre eí Tt l'; sociedad y, por otro,
Bujarin afirmó que el crecimiento mico real solo sena posible con paz
civil. Esto aconsejaba cen trarse en las «masas no pertenecientes al
P&rtido», así como abandonar la coacción en aras de la persuasión y
la educación- de su oposición a la obligatoriedad de una afiliación
general a las organizaciones auxiliares en aras de la voluntariedad68.
Tras la toma del poder el Partido bolchevique cambió profun-
damente su base por la incorporación de militantes de aluvión con
bajisima tormación cultural, mientras que la cúpula no reflejó
renovación alguna. Estadísticamente la presencia de obreros manuales
en la dirección del Partido bolchevique, que fue prácticamente
simbólica, y el gap entre ésta y una base fácilmente mani- pulable fue
cada vez mayor. Stalin hizo incluso de la necesidad virtud, y en notoria
contraposición al criterio de Marx —que siempre aspiró a elevar el nivel
cultural de los revolucionarios— afirmó que no era preciso tener un
Partido compuesto por personas que dominasen el «marxismo-
leninismo»: «al querer tomar ese camino, sólo dejaríamos en el Partido
intelectuales y eruditos. ¿V quién necesita semejante Partido?», con lo
que hace de la incultura algo positivo nada menos que en un partido
que se dice de «vanguardia». Es evidente que el «obrerismo» de Stalin
no es más que un populismo que se adecuaba perfectamente a su
concepción del Partido como simple instrumento administrativo al
servicio de su poder''’.
Complemento necosario de la concepción estalinista del Par tido es el
de* las «depuraciones» periódicas para «proletarizar» í( on objeto de
redut ir al máximo la presencia de intelei tóales

' HUÍAHIN Í19ZS) en M., 1074«, 3SO; BIMHMIIM, 197^, 4<K)


( OHM, 1070, 171 y 20t> .
” I a < iu di» SÍAUN **n Uf AM, II, I97S, IOS; (AH* I* v
S* y W
m jUiUKÍAHOK HfVKJUI Hit fSTAPO SO( IAlISTA

«iH’queño-burgueses» que presionan para debatir) y para oXpu| wr a los


arribistas, los oportunistas y, por supuesto, los «enen%* cíe clase» que
se infiltraban recurrentemente en aquél. En efecto stalin basó gran parte
de su poder en la teoría de la «conspiración permanente»; de ahí que
las purgas fueran un método usual de gobierno. Llegó a establecerse una
Comisión de Depuración en el Partido a tal fin, que elaboró una lista
casuística y arbitraria de «enemigos depurables», en la que se incluían
literalmente los elementos extraños (sic), los enemigos de clase, los que
hacen doble juego, los que infringen la disciplina de hierro, los
degenerados, los trepadores, los aprovechados, los elementos
burocratizantes y los elementos moralmente corruptos70. Ya antes de la
revolución el propio Lenin había afirmado que «el Partido se fortalece
depurándose» al librarse de los «elementos vacilantes y oportunistas»,
pero fue Stalin el que llevó hasta las últimas consecuencias tal tesis al
concluir que «el Partido se fortalece a medida que se libra de suciedad»"1.
Así, las purgas se convirtieron en un método permanente en manos del
aparato y de su Secretario General para plegar el partido a sus intereses;
de ahí que los estatutos fueran reformados a menudo siempre para
endurecer las medidas disciplinarias: «con decisiones periódicas del
Comité Central tengan lugar purgas para limpiar sistemáticamente el
Partido»72. Decía Kalinin: «si un individuo se muestra contrario a nosotros
en el trabajo práctico, hay que expulsarle aunque sea archiproletario», y
concluía Yaroslavski: «la purga del Partido tendría que ser general, debe-
ría abarcar a la totalidad de nuestro Partido»10*. El resultado efectivo fue
generalizar la obediencia absoluta, el conformismo y la
apatía, con lo que el Partido bolchevique dejó de ser un actor político vivo.

1 2 1 ; AVENAS, 1975, ’ La cita de LENIN en FERNÁNDEZ-BOEY, 1977, 50; la de STAUN íde i<m>
en UIAM, II, 1975, 146.
? ¿ PROCACCI, 1977, 1 8 1 ; BROUÉ, 1974, 588 y 5 9 1 .
y
7!
Ambas citas son de 1928, la primera en CARR, 1983, 157, y la secun da en íd.,
h
154.

7
" La lista en PROCACCI, 1977,162-163; TUCKER, 1971 59 y 60. '

10
UIAM,' 1%9, r>H4; Con, VI, 1974, 124, PmKM' a ^■ 1 1 <*».
otas rio StAtiN (di* 1924) en id., 19<»9, ¡
-7, fí»ANKtlN, l'C/l, 274 77f>.
El PARTID
0Y l.A KEVOUX ION 4 7

E! sistema de partido único reflejó inevitablemente - si bien de manera


muy imperfecta y disfuncional- los diferentes inte reses sociales, lo que
favoreció la cristalización de fracciones internas. Aunque éstas fueron
prohibidas formalmente en 1921, siguieron manifestándose de hecho hasta
principios de 1929, pero siempre fueron vistas como portadoras potenciales
de desviaciones de clase; de ahí la «justificación» de las depuraciones
periódicas. Una de las grandes contradicciones de todas las oposiciones
bolcheviques fue la de pedir más debate y más libertad de crítica, pero
preconizando a la vez reforzar la unidad y la disciplina, y ello porque en la
cultura política que compartían la acusación de «fraccionalismo» era una de
las más graves74. En todo caso, la prohibición formal de las fracciones fue la
expresión de la progresiva centralización del aparato, de la asfixia creciente
del pluralismo interno y de la consolidación del burocratismo.
En este sentido, para Stalin fue un acierto rotundo prohibir las fracciones
para garantizar la unidad frente el enemigo de clase:

la existencia de fracciones es incompatible con la unidad y la disciplina del


Partido. Conduce a la existencia de diversos centros de dirección, a la
ausencia de dirección general, al troceamiento e a voluntad única que debe
presidir el cumplimiento de as tareas c Partido, al relajamiento de la
disciplina, al debilitamiento o a ic tadura.

V esto es así porque el Partido bolchevique «no pue e a mi tir ni el


liberalismo ni la libertad de existencia de racciones», pues «el Partido es la
unidad de voluntad que exc uye to o cionamiento y toda división de
poderes dentro e r 1 ° • De entrada, Trotski mantuvo la posición más ortoc
oxa a (o siderar el fraccionalismo «como el peor (rimen <()í1tra ( ‘
do» en una coyuntura (1922) en la que fue < avt c <rro ,,r ‘ ' 7

tir 19:
M KmtfÍAtKHOttVKM ,>ft fSÍADUMK IAIISIA

«Oposición Obrera» (de ( hluipnikov y Kollontal). Así, afirmó- .ontos el


único Partido del país y, en el período a, lu.il de di,
,adura, no cabe que sea de otro modo»76. No obstante, Trotski admitió
que esta realidad hacía que todas las presiones y contradicciones
confluyeran en el Partido y se consolidaran como fracciones organizadas.
Ante esto su respuesta fue:

si se desea que no haya fracciones es preciso que no haya grupos


[x>r- manentes; si se desea que no haya grupos permanentes, es
preciso que no haya grupos temporales; y, por último, para que no
haya grupos temporales, es preciso que no se produzcan
divergencias de puntos de vista ’.

Trotski fue consciente de que eso era imposible, pero no pro- pordonó
entonces indicación práctica alguna que permitiera superar tal
contradicción. Durante los debates posteriores a 1924 Trotski confió en
que, al final, el Partido sería capaz de resolver sus contradicciones, pero
las progresivas dificultades para las oposiciones le hicieron rectificar
parcialmente al admitir la legitimidad de «tendencias», que no
«fracciones»; algo —esto último— que sólo defendería tras la derrota del
«bloque de las oposiciones»78. Una evolución similar tuvo Bujarin, pues
cuando tuvo poder sostuvo criterios ortodoxos: libertad interna de crítica
sí hasta la adopción de la decisión obligatoria de acuerdo con el
mecanismo del centralismo democrático y, por supuesto, rechazo de
fracciones organizadas; «si legalizamos tal fracción dentro de nuestro Par-
tido, entonces legalizamos otro partido y (...) entonces en realidad (...)
nos desviamos de la línea de la dictadura del proletariado», criterio que
sólo cambiaría (pero sin manifestarlo públicamente) en los años treinta79.
El gobierno monopartidista acabó cercenando todo debate, pues sin
competencia electoral real y sin libertad de partidos el Partido bolchevique
se fue tosilizando. En efecto, la supresión

7'' ABOSO», 1974, 71;CHATFIET, 1977, 73.


' la cita de TROISKI (1923) en CuÁímr, 1977, 73; BROUÍ , 1973, 254. * KAK
HHR, 1968, 61; DfüTscuFR, 1971, 328; MAVRAMS, 1971, 71-74. Coi UN,
1976, 340; PROCACO, 1977, 84.
" CUTIDO YUMWUICIÓN 4<»

del pluripartidismo acabó teniendo consecuencias internas que acabar


con las controversias externas pero mantenerlas den tro resulto
imposible"0. Lenm constató la burocratización del Partido y el bajo nivel
cultural de la nueva militancia posterior a 1917, pero fue incapaz de
ofrecer indicaciones precisas v efectivas sobre cómo atajar estos
problemas más allá de consignas generalistas a propósito de la «línea
de masas». Por su parte Stalin al referirse a los «sin partido» y a los
«militantes del Partido» llegó a afirmar: «la única diferencia entre ellos
consiste en que los unos son miembros del Partido y los otros no. Pero
ésa es sólo una diferencia formal», lo que equivalía a dar por liquidado
al Partido como organización viva y a considerarlo como puro aparato
administrativo, como así eraH1. Para Trotski los síntomas de
degeneración del Partido bolchevique consistían en el divorcio entre la
dirección y la militancia y en la pérdida de base democrática interna. Es
más, en el exilio afirmó que los problemas se habrían debido a la
prohibición de fracciones (algo que él apoyó en su día) y al
reclutamiento masivo de nuevos militantes sin suficiente conciencia
política avanzada. Por tanto, el despotismo del aparato estalinista y la
ausencia de «relación dialéctica» con las masas habría provocado «la
liquidación del Partido como cuerpo político activo», algo debido —a su
juicio— al fin del grupo dirigente cohesionado que había triunfado en
1917:

una clase con una vanguardia desintegrada (y la ausencia de libre


discusión, de control sobre el aparato, de elección, signitica la
desintegración de la vanguardia) sólo puede convertirse en un
objeto a dirigir por [jarte de un aparato centralizado”2.

lúcida reflexión pre


Aún más contundente es la amarga y
monitoria de Bujarin:

*’ DtUTVHfR, 197!, 29; ÜIBMANN, II, 1971, 131; MA< RIDIS/HUIHUNC.


1998, 144.
” I a c ita de SÍAIIN (de 1946) en Coiu ni, 1977, 1S. Sobre lenm \»d
BIIHINIIM, 1974, 282 y 411.
#/
< AKK, 1981, 129;ABOS(H, 1974, 118; HAK MUR, 1968, 200;
Om*N» MJK !971, ) P A S Q U I N O , 1982b, IMS 1646.
SO lAHORfAHíHíHfVIQUI DH fcSTAfX) SOCIALISTA

la historia está llena de ejemplos de la transformación de


partid,. « la revolución en partidos de orden. A veces los únicos
recuerdos í un partido revolucionario son los lemas que ha
inscrito <*n |os 0(¿¡
cios públ¡cos0^

Es cierto que, en 1917, ningún bolchevique se había propuesto


liquidar todo pluripartidismo, pero la guerra civil condujo a ello. No
obstante, la cúpula del Partido bolchevique mostró un alto nivel de
pluralismo en los años veinte, entre otros factores porque el modelo
de la NEP (que era pluralista en los ámbitos económico y social)
contribuía a favorecerlo. En este sentido, el viraje estalinista de 1929
—que coincidió con la derrota de Bujarin y la liquidación de la NEP—
dio paso a un sistema de partido único totalitario. En su momento, la
supresión de los partidos fue presentada por Lenin como fruto de los
imperativos de las circunstancias al reputarlos como «objetivamente»
contrarrevolucionarios. Esta medida, formalmente provisional,
resultaría ser consustancial del sistema soviético, y lo cierto es que hay
en Lenin una ausencia prácticamente total de reflexión sobre el partido
único en el Estado socialista pues nunca vio que el principal problema
político estructural del que se derivaban todos los demás radicaba en
este factor precisamente84. Fue Stalin el que teorizó la necesidad del
partido único como factor lógico del Estado s(x:ialista de acuerdo con
su criterio hiperreductor de la relación entre partidos y clases sociales.
La «democrática» Constitución estalinista de 1936 consagraba el papel
dirigente central de! partido único (art. 126) con el argumento de que
en la URSS se había abolido la lucha de clases:

debo reconocer que el provecto de la nueva Constitución conserva el


régimen de la dictadura de la clase obrera, asi como mantiene también
sin modificaciones la situación dirigente que ahora desempeña el
Partido Comunista de la URSS. Un partido es parte de una clase, su
sector más avanzado. Varios partidos y, en consecuencia, la libertad
de partidos, sólo puede existir en la sociedad en donde haya clases
antagónicas, cuyos intereses sean mutuamente hostiles e írre-

B1la cita de BUJARIN (de 1922) en COHÉN. 1976,


262. M UfBMANN, II, 1973, 107; BÍTTRHFIM,
1974, 237.
Uón Trotski, principal artífice del Ejército Rojo, junto a un comisario de r »u rra bolchevique
en l()20. I ras la victoria comunista frente a los cjerciloM on •rarrevolucionarios, su lucha
contra Stalin por el control del l’artido aeal'.ma '1,11 HU caída en desgracia y su exilio de la
Union Novicia a < \ I < <>
\ IKUMA *OU MtVKJÜ* I
'I
i n (OÍH la URSS sólo hay do» dase», obrero» y, amp,,S|ii( interests
lejos «le ser hostiles entre si vm, po, ,.| C<H1) ■ „„ semejantes. Por eso no
no
hay razón en la URSS para la existen,„ A> varios partidos y, en
consecuencia, para la liliertad de estos pdr.
tidos*’.

Ln 1921 Trotski fue totalmente favorable al partido único pues a su


juicio, la Rusia Soviética era una «fortaleza sitiada* que tenía que
defenderse del «cerco imperialista». Trotski no vio el ascenso del
estalinismo como resultado práctico del monopolio bolchevique del poder
—algo que justificó hasta el final de su vida-, y creyó hasta principios de
los años treinta en la posible autorreforma interna del Partido
bolchevique11 12. Trotski tardó en entender que tras la liquidación de
todas las oposiciones bolcheviques (la última, la de Bujarin en 1928-
1929) era inútil intentar la regeneración. Una vez en el exilio, de entrada
negó que la Oposición de Izquierda que lideraba (una entidad esencial-
mente nominal y de hecho inexistente en la URSS estalinista) fuera a
constituirse como segundo partido, pues aún confiaba en el cambio
interior. Sin embargo, a partir de 1933 defendió la tesis de que su
plataforma debería constituirse como partido en la propia URSS,
rompiendo por primera vez el dogma del monoparti- dismo y admitiendo
que «una misma clase puede formar varios partidos», revisión profunda
de la tesis bolchevique de que al proletariado le correspondía tan sólo la
representación del Partido Comunista13. En 1936 llegó a preconizar
libertad para los «partidos soviéticos», sin aclarar nunca ese concepto
(¿soviético como definición de ámbito territorial estatal o más bien de
lealtad ideológica y sistémica?), pues sólo defendió la legalización de su
plataforma virtual, sin mencionar a ningún otro grupo:

la arbitrariedad burocrática deberá ceder su puesto a la democracia


soviética. El restablecimiento del derecho de crítica y de una liber-

11 La cita de STAIÍN (de 1936) en SABINE, 1974, 616-617; MOORE, 1956,


223; DfüTSCHtR, 1969a, 352; BROUÉ, 1974, 526.
I* DFUTSCHFR, 1971, 41, 395 y 424; ABOSCH, 1974, 75.
13
TROTSKI, 1977a, 251.
H PARIIIK) V ( A REVOLUCIÓN r> i

tad elec toral verdadera son condiciones necesarias para el desarrollo


del país. El restablecimiento de la libertad de los partidos soviéticos,
empezando por el Partido bolchevique, y el renacimiento de los
sindicatos están entre ellos*8.

Cuando Bujarin tuvo poder político, estuvo a favor del partido único
con tonos contundentes:
bajo la dictadura del proletariado pueden existir dos, tres e incluso
cuatro partidos, pero a condición de que uno de ellos se encuentre en
el ptxier y los demás en la cárcel1”.

No obstante, pese a tal ortodoxia, Bujarin se apercibió de los


riesgos de arbitrariedad e incluso de despotismo del sistema
monopartidista. Para llenar el vacío entre el Partido-Estado y el pueblo,
Bujarin abogó por favorecer genuinas «asociaciones voluntarias» de
todo tipo que contribuirían a ampliar la base social del sistema
soviético. Sólo al perder el poder y en privado (conversaciones con
Pavlov) Bujarin sugirió la posibilidad de crear una suerte de segundo
partido no contrapuesto al régimen, pero capaz de presentar mociones
para ciertas reformas y hacer las elecciones moderadamente
competitivas; de ahí que con notable clarividencia señalara:

es necesario un segundo partido. Si sigue habiendo una sola lista de


candidatos en las elecciones y no hay una auténtica pugna, acabaremos
teniendo algo parecido al nazismo. Rira diferenciarnos claramente de
los nazis tanto a los ojos de los pueblos de Rusia como a los de los
pueblos de Occidente hemos de introducir un sistema do dos listas
electorales, en vez del sistema de partido único*0.

M
U cita de TROTSKI (de 19i(>) en A. t iORZA,en ANIÓN, 1998. 204;
Oiurs <>««, 1%%, 28S; SIKU, II, 1973, 21 y 1CX); ABOS< H, 1974, 1 *>7;
TROISKI 19 \v 218 y 270.
* • «» uta de BUIAKIN (de 1927) en Bnoi-f, 1974, 1S7, COHIN m’n 281-
284.
ta uta de BtjiAKiN (<** de 1918) en tnWY, 197i, 417 t
¿«O 292 y 515
x X* XXKXXKXXX XXxXx XXX x xxx Xxx xxx Xx

Capítulo II
La dictadura del proletariado
y el Estado soviético

T. LA DICTADURA

A) LA TEORÍA

S egún la teoría bolchevique, el proletariado necesita un Estado transitorio


propio que prepare el terreno para su posterior extinción, algo sólo
posible mediante la entronización de su dictadura soberana de clase. La
dictadura del proletariado sería radicalmente diferente del Estado
burgués no porque desaparezca la coacción (un atributo que en teoría
sólo se reserva contra las antiguas clases dominantes), sino por su
específica naturaleza de clase. En lo inmediato el Estado proletario es
necesario para vencer la resistencia de los antiguos explotadores, para
erradicar los viejos hábitos e inercias y para iniciar un proceso de
transformación revolucionaria de la sociedad. La dictadura del proleta-
riado sería la organización dirigida por la vanguardia de los oprimidos —
convertidos ahora en clase dominante mayoritaria— para aplastar al
enemigo (toda una concepción de la política) y para iniciar la transición
al socialismo. En este sentido, la dictadura del proletariado sería la
continuación de la lucha de i la* S(‘S bajo otras formas tras la toma
revolucionaria del poder1.
Antes de octubre de 1917 la reivindicación bolchevique» de urui
república democrática fue puramente instrumental, pues, para ( “nin, ni
es posible una supuesta «tercera vía» ni sustituir el t sta ( 0 >urgué$ sin
una revolución violenta:

V¡iA'., "l%af)7, CIKAY, I94M, 471; A, hnK/A en ANIÓN m**


sU U IKWlAMUt 1HVKJUI IHI IMAIK ) SOMAIISÍA

|,t (jeme» r«x i«i es una lorma de f l<> burguesa {...J. I qy*. ^
ju< ,on li.tM enfiló a los limites del sistema burgués, estábamos a f ^ do
la i Ierro x M< ia; fiero tan pronto vimos los primeros signos á> *x huno
en H progreso de la revoluc ión apoyamos firme y resueftament la <l«
t.ulura del proletariado.

Y es que ésta

no sólo es plenamente legítima, sino también una necesidad absoluta


para las masas trabajadoras No puede haber término medio entre la
dictadura de la burguesía y la dictadura del proletariado. T(xJo sueño
de tercera solución es una lamentación reaccionaria de la pequeña
burguesía.

Do ahí so desprende que «la sustitución del Estado burgués por (‘I
Estado proletario es imposible sin una revolución violenta» \ La clave
para Lenin era la de destruir el Estado burgués, no la do apoderarse de
su aparato, y sólo tras hacer tabla rasa el proletariado construiría su
propio aparato estatal encaminado a extinguirse a medida que
progresara la transición al socialismo, l a dictadura del proletariado
debería presentar una doble dimensión: la más amplia democracia real
para las masas y la represión más implacable contra los enemigos de
clase. Este proceso paralelo de destrucción del Estado burgués y
edificación del I stado proletario no da respuesta teórica a la cuestión
de cómo se regularían las relaciones entre la dictadura efectiva que
ejer- ((ría el I artido bolt hevique en nombre deI proletariado y la aspi-
ra( ‘*1 autogobierno de los trabajadores a través de los soviets.
I enin parece dar a entender (antes de octubre de 1917) una cierta
división de poderes: la dirección política le correspondería al Partido y
la administración de la producción y la organización local a los soviets;
de ahí que el objetivo del autogobierno de las masas fuera instrumental
y subordinado3. El mítico objetivo

' la primera rita de IININ en KOIAKOWSM, 1982, 494; la segunda en K’


V)72, y)7, y ,a ,orcera en 1 tNIN' M' 1<)79' U)7 (todas de agosto de

RmtimiM, 1974, 443-444; SARINI, 1974, 609; CARR, 1977a, 259-260;


SHUMHRINH, 1982, U)4.
IMUIIextim ionist.t dt’st .msa en premisas tt'órir as muy «*mk>hl« s
Pasadas en una mera cuestión de fe y , (m auseni ia absoluta ,1.. mei
IA Olí IAIHIKA 1>I I l’K( M I IAKIAIM ) > 11 iS1 AlM> üOVIf TK O

.mismos para < uestionar las ineont retas «reglas |(»s» (¿quién y cómo las
dec ide?) que sugiere':

aspirando di MH ialismo, estamos convencidos |s/*1 de que éstese


ti ms formará en *omunismo y, en relac ion ton ello, depare* t*r,i
toda mx ,« sitiad de violen* ia sobre el individuo en general |...]
pues los hom bres se acostumbrarán |res/o| a observar reglas
elementales de conviven* ia so< ial sin violen* ia y sin subordina*
ión\

Do entrada, los criterios do Stalin son do la máxima orto doxia al


insistir en las tesis leninistas de que la di* ladina del pro letariado os
una forma do Istado radicalmente nueva pm su naturaleza do * laso
resultado do una revolut ion violenta < ontra los explotadores y do la
destruc * ion del sistema burgués. Stalin entati/a más la fuñe ion coac
tiva que la transformadora de la di* tadura del proletariado, justificada
por las exigencias emane i patorias mayoritarias de las masas:

H I si.tdo t*s, en manos *l«* la < laso dominante, una máquina |>aru
aplas tar la resisten* ia d<‘ sus enemigos do * l.is<». I )esde este punto
do vis ta la dit tadura del proletariado no so distingo** do la di* tadura
do otra t las«* * ualquiera ya *|uo ol I stado proletario es una máquina
para aplas tar a la burguesía. lía dijeron* ia os quu| la di< tadura del
proletaria <lo os la dic tadura * I*' la mayoría explotada sobro la
minoría explota dora'

los otros mutuos singulares de Stalin en materia son las do UK


nrporar al «elemento * ampesino* y l.ts d** fijar el mcxlolo sos re d*
o * orno ol úni* o posible para ol conjunto < I* *1 movimiento
comunista internacional: «la dictadura dol ptolotanado es el pod<*r
qut> so apoya en la alianza dol proloturiudo y * I* * las masas
trabajadoras dol campo para ol (Ierro* amiento < omplefo dol {apital»
y para «la instaura* ton y la * onsollíla* ion definitivas del Ialismo»,
tocio ve/ que la leona leninista do l<i di* taduta * i* I

4
t**m, II, t'r/ú, tss¿ V H A S , pm, I*10.
I 'tni,i di? SÍAIIN ídr l'b'U) <»n id 1%‘i, tOD Asimismo, td ,tl '
MlnKMWJti-HÍVKJUI l«i IHIAI« »v - IAÜS.A

. ..... . ............ W una teoría puramente rusa», sino que ,.s Ut


teoría obligatoria» para torios los países'.
No menos ortodoxas resultaron las tesis de frotski, para ()UK.n o(M o
después de la revolut ¡ón de ( ) i tulir.', las elecr iones p|u. ni.artldistas
serían irrelevantes ante la germina naturale/a (j,. i lase del poder
soviético, siendo la clave la estatalización im¡>,.’ rativ.l de los
medios de producc ión y cambio. Es más, de entrada no suavizó el
carácter de hecho totalitario de su modelo:

e|camino al socialismo radica en un período de la mayor intensifi-


cación posible del principio del Estado (...]. El Estado, antes de desa-
parecer, adopta la forma de la dictadura del proletariado, es decir, la
forma más implacable de Estado, que abarca toda la vida de los ciu-
dadanos en todas las direcciones7.

Con tesis similares, algo suavizadas, Bujarin destaca en su con-


ceptual ización teórica de la dictadura del proletariado su carácter de
instrumento de la lucha de clases y de transformación social:

el Estado no está suprimido, sino que reina la dictadura del proleta-


riado; no se comprueba la desaparición total de las clases, sino un
estado de guerra c ¡vil, más o menos aparente; un estado latente o de
lucha social que se desarrolla sordamente.

Y esto es así porque, a su juicio:

está claro que la época inmediata tiene que ser la época de la dic-
tadura del proletariado, la cual tendrá analogía formal con la época
de la di( tadura de la burguesía, esto es, será un capitalismo de estado
invertido, su inversión dialéctica con su propia contraposición'1.

Bujarin no excluiría definir la dictadura del proletariado soviética


como «socialismo de Estado» (una denominación involuntariamente
precisa), pero finalmente la descartó por cierto uso habitual e impropio
del concepto entre los economistas burgueses.

' I as (¡tas di* SIAIIN (de 1924) en id., 1968, 1 53-155.


Mar ita de I KOfsw (de 1921) en Koi AW WSKI, 1982, 500; MAVKAMN,
1971, 85. * l as citas de BUJARIN (de 1919) en RADECK, 1972,156,
yLowY, 1973,148.
1. A D K TAHUR A DEl PROt I TARI ADO V H tSlAl W)SC)VlfU(0
r
>9
También para Bujarin, uno de ios elementos
definitorios esen cíales de la dictadura del proletariado es el del monopolio
tal de estatal de los medios de producción y
zar hacia el socialismo".
cambio, único modo de avan

Ciertamente Lenin se refiere a las dos caras de la dictadura

del proletariado, la represiva y la transformadora, pero casi siempre por este


orden. Esto significa que, en sustancia, tal noción se centra en la dimensión
coactiva:

les hemos arrebatado esta máquina (el Estado! a los capitalistas, nos
hemos apoderado de ella. Con esta máquina, o con una porra, aplas-
taremos cualquier tipo de explotación.

Y reiterando la cuestión:

la dictadura del proletariado se parece a la dictadura de las demás


clases en que emana —como todas las dictaduras- de la necesidad de
aplastar por la fuerza la resistencia de la clase que ha perdido la
hegemonía. Pero, al contrario de la dictadura de la burguesía, la del
proletariado es el aplastamiento por la fuerza de la resistencia de los
opresores; esto es, de una minoría insignificante de la población .

Una vez aclarado prioritariamente este extremo, Lenin añade que


es también función de la dictadura del proletariado «dirigir a la
inmensa mayoría de la población, a los campesinos, a la pequeña
burguesía y a los semiproletarios, en la obra (e
"poner a punto" la economía socialista»".
Con su característico estilo escolástico enumerativo, Sta m sim
plómente subespecificó la tarea represiva al desglosar a (< mtn o
general (aplastar al enemigo de clase) y especifico (< otarse <c un
poderoso instrumento militar):

Ipara poder reforzar el poder soviético, h.u e ta a l * '|


tencia de los terratenientes y los capitalistas expropi. <» jalKta
lución de! poder del capital; ó) organizar la (<)ns 1 '

1 t'rwv, 1971, 148; ( MAtnrr, 1077, SO. 98


y KM'!» 1
’ t '»S f ít.lS de li NIN (de I n 10) en ( AKK, • 9
D OIN (1917) en fd., 1979, TIO; DmvHM, K. 704
I97(»,
{.0 I A MORIA HOtfMIVKJUf Hl l IStAi X) S()( IA1IMA

agrupando a todos los trabajadores alrededor del proletaria^ parando

la desaparición paulatina de las c lases; o armar 1 ,1 1


c non.

organizar el ejército de la revolución [rara la lucha (mrá ,4 migo


exterior, contra el imperialismo" ' ',fKi

Por su parte Bujarin se limitó a enunciar las dos facetas de |a


dictadura del proletariado (represión/transformación):

en la época de la transición del capitalismo al comunismo la clase


revolucionaria, la creadora de la nueva sociedad, es el proletariado Su
poder de Estado, su dictadura, el Estado soviético, constituyen un factor
de destrucción de los viejos vínculos (...J y de creación de
nuevos14 15.

Lenin reformuló, parcialmente, su propio concepto de dictadura del


proletariado tras la toma del poder al archivarse las ilusiones «libertarias»
previas y enfatizar el papel decisional unilateral. Por tanto, Lenin viene a
hacer de la necesidad virtud tras 1917, pero eso supuso aplazar sine die
en la práctica el objetivo del autogobierno obrero. En efecto, los
bolcheviques crearon un aparato de Estado muy considerable
concentrado en manos de una minoría16. Esto significa que las fórmulas
«soviets» y «control obrero» fueron meras consignas sin concreción arti-
culada real; de ahí el poder omnímodo del Partido. El propio Lenin
reconoció que la dictadura del proletariado en la URSS era |mpe ecta y
que el aparato estatal no sería todavía genuinamente
cnm hctv °

hlpmpnió dKladur‘1 ^e! Prpletariado Pene que distinguirse inevita-


™IP°r C aS par,lculandades pn comparación con los países
avanzados, como consecuencia del inmenso atraso |...| de
nuestro

" STALIN (1929) en id., 1969, 102.


15
BUIARIN, 1974b, 99; BUJARIN/PREOBRAZHENSKI, 1971 80. f IRNÁNDEZ-
BUEY, 1974, 133*135; BETTELHEIM, 1974 9
’ La cita de LENIN (de 1919) en fd., III, 1979, 289; BETTELHEIM, 1974 400-
Dimana, 1976,207. ' '
I M 'K t \t M N \ t H t l'Kt M11 ANtAt H IV || I '> I M ,t i \* i\ K 11, , , M

I, OIH Insiún .ni.' I t-nln «'Mu.- rt>flu|.t un ............. . Iim,,,

ol ptitulplu do I.» MÜuH. hm u>k'Ki,ul,i» ,M.u .,,'r'lu ,IIM' .1


UIM Iwvwnw (liMuvion un un M.IU^U „'!»liln(¡iilo .«i niávimo» mu'ntMs
quu la «tlin* < ion pt.n tú ,u dulu.i i ontian.n ,i «un "'lo < ompañotn, t
onoi klo |xu su tmnu/.i su unoijti.i su
.uitfcui.'» ' <'S t|Ue ili'siln su punto du vista |,,s ilulunsnius ,K'I
«asatnl'k'ismo» ntostial>an «trusa i^noiam ia» \ •hoMtliti.til h.n
ia los esput kllist.ts»"'. Pot osla ta/on no puutlu snrpiumlpt ('I
siguiente i ementarlo de l enin:

I,» p.d.iho «demot i«u i<í» «iplit ,ul.« ,»l Pattldo < omumsü no «*«,
M»IO Uf'nUfi» amento irtevu tu DespuOs de mai. o do p)l * rs una
H'Í.I puesta al pueblo tovoluilunado tpio Ir mtpkfa emprende» ton
v lihert,td mliopidtv \ MU previa mitón/,i< ion la ndilit m ion de lo míe
\o ION soviets | 11 orno (mh n/Hnfcv dentro del «I simio*. i omopn' t
tiiM>r de la «evtuu ido* de í<s/o t statlo*

l sta asuru ion t'\plit ita del t aun leí no domo ratii o (en sen tido
libetal plutalisla) de! Partido sería del lodo (ontirmada por Stalin. quien
llegó a proclamar abiertamente que, ol lina!, «los cuadros det iden
sobre todo»1". Solo Irotski señalaría, a linales de los años veinte*. el
inconveniente di' haber tundido en la pnutiea el Partido v el I stado y
en babel t onverlido en peona nente la supresión de los partidos y, mas
exat (ámenle, de l.is li.u (l«ne\ internas''1.

B
) U PRÁC TICA *n,í>s de t» tubo» t|(v pn7 |os |)()|( hoviqm's habían proi
(amado <!,|< la di( tadura del proletadado sena la mas amplia denux ra
* 1 , 1 de masas jamas visla y que expandiiía las libeitados basta

,VM
*U 1977, M y M»,
1 tN,N
U»sf* Abtll 11•! 1 '). II MM»mias uinUx.e
siiiuk’lenm»
I ■* <1ta <j<i StAttN (d* l‘í It») *M1 HMIUHIIM 19 M HW I*#?/,,
jo**

1».
íAÍUMOAiWUHVlQUl I>lI tSIADOSOÍ IAIIMA

un grado nuw a antes i onocido. Lo c ierto es que, tras tomar i fKHier (téc
Hitamente a través de un golpe de I stado), ol f^rtid n'twpkió a las masas
al autoatribuirse la representación e° exclusiva de sus «verdaderos»
intereses. Las sucesivas medida* 1 autoritarias que se fueron adoptando
se presentaron siempre como «provisionales», dictadas por las
excepcionales circunstancias de la coyuntura, pero resultaron ser
irreversibles, como bien crítica y lúcidamente se apercibió Luxemburg20.
En el fondo, los bolcheviques tenían una concepción elitista de la política
en su creencia de que las masas —«por el momento»— eran «incapaces»
y debían ser «guiadas». Así, la liquidación del primer gobierno de coalición
posterior a octubre de 1917 y de la Asamblea Constituyente en 1918 sería
seguida de la prohibición de los partidos y las fracciones; de ahí se
desprende que el Partido bolchevique «sólo se representaba a sí mismo»
tras 1920 y sustituyó por completo a las masas a las que decía representar,
debido a su tan reductora concreción de la teoría de Marx (per se bastante
imprecisa, pues nunca aclaró qué implicaciones tendría un régimen de ese
tipo) sobre la dictadura del proletariado21.
En efecto, la especificación práctica soviética de la teoría de la
dictadura del proletariado fue la de la dictadura de «su» auto- proclamada
vanguardia revolucionaria. Lenin aplicó un criterio voluntarista y
sustitutista en su acción política al afirmar claramente que «la dictadura
del proletariado (...] sólo puede ejercerse por una vanguardia» para
estructurar el poder de acuerdo con sus exclusivos criterios, y ello porque

en una época revolucionaria no basta con averiguar la «voluntad de la


mayoría», debes mostrar que eres más fuerte en el momento deci-
sivo y en el lugar decisivo; debes ganar (...). Hemos visto innumerables
ejemplos de una minoría mejor organizada [...| que impone su voluntad
a la mayoría y la derrota-2.

20 LUXEMBURG, 1969, 119 y 122-123.


1UiAM, 1969, 414; DFUTSCHER, 1 9 7 1 , 2 3 y 26; Sarao, 1976, 197;
f
COLIETTI, 1977, 25,
11
Las dos citas de LENIN (agosto de 1917) en KOIAKOWSKI, 1982, 494 v
492, respectivamente; FARAIDO, 2001, 139.
Lenin reconoció que, con tal proceder, los bolcheviques actuaban al modo
de los jacobinos, y sólo al final de su vida se apercibió de que habían generado
un Estado burocrático que ejercía el poder en nombre de las masas, pero no
quiso ver que la raíz de tal deformación residía, precisamente, en el sistema
monopartidista. De entrada, Lenin asumió el sustitutismo a causa del
I A DICTADURA DEL PROLETARIADO V El ESTADO SOVIÉTICO 63
bajo nivel cultural de las masas obreras de los soviets, que {aunquel
por su programa deberían ser órganos de administración dirigidos
por los obreros, son en realidad órganos de administración para los
obreros dirigidos por la vanguardia del proletariado, no por las masas
obreras'*.

Incluso reconoció claramente que, en lo esencial, la principal


novedad política traída por la revolución habría sido el cambio de la élite
dirigente:

después de la revolución de 1905 gobernaban en Rusia 130.000


terratenientes; IqueJ gobernaban sobre 150 millones de personas l...l. Y
ahora resulta que no podrán gobernar Rusia 240.000 miembros del
Partido bolchevique*'4.

Aun más elitista se mostró Stalin: «las mismas masas quieren que se
las dirija, y ellas mismas buscan una dirección estricta»25. Aunque Trotski,
como menchevique, había criticado el sustitutismo de Lenin, tras la
revolución de octubre de 1917 sostuvo que —dada la debilidad del
proletariado ruso— el Partido bolchevique tenía el «derecho histórico»
(sic) a tutelarlo puesto que encarnaría por definición sus intereses:

el Partido está obligado a mantener su dictadura, indeptndu nu mente de


los vaivenes temporales en las actitudes es|>ontaiK as t < a

, ^ uta de UN* (d* 1919) en Con mi. 1977, 19 (IJS < urs.v.^ »on A
¡¡WUrtniM, n>77( 4H. pRO(M(l( |977, %.
,, "'***, H, 1979, 427.
f1 a,j fj( SIAIIN {de 1927) en I ( »WY, 1971, 151
„ 1S U duU'IUM no «c IMS., en iodo momnnio ,.| ,)( (>,ó turma I de
un» democrac i» obrera ",

Sólo Bujarm intuyó en fecha tan temprana como 1920 que algo fallaba
en el método:

es bueno que se le enseñe al cocinero a gobernar el Estado; pero ¿qué


pasará si se coloca a un comisario por encima del cocinero? tntnn- ces
nunca aprenderá a gobernar el Estado .

Con el supuesto argumento teórico de que la dictadura del proletariado


era la de la inmensa mayoría contra la ínfima minoría de los antiguos
lAttOülAHt „,,IIVH>UI IMI ISlAOOSÍXIAIIMA

explotadores, el Partido bolchevique prescindió de «formalismos»


institucionales operativos de verificación y control a fin de consolidarse
permanentemente en el poder. Hay en Lenin «una cierta glorificación de
las excelencias del poder en sí, del poder sin más», pues dictadura equivale
claramente para él a «poder ilimitado, basado en la fuerza, y no en el
derecho», es la «más directa forma de coacción» '8. En contraposición
frontal con el principio de legalidad, descalificado como «liberal» y
«burgués», Lenin es inequívoco al enfatizar el valor de la dictadura como
poder en sí mismo:

dictadura es poder, basado directamente en la fuerza, sin restricciones y


sin leyes. La dictadura revolucionaria del proletariado es poder ganado
y conquistado con la violencia del proletariado contra la burguesía,
poder que no está limitado por las leyes.

Y es que

la palabra «dictadura» es una gran palabra |...J. La dictadura es un


poder férreo, de audacia y rapidez revolucionarias, implacable en la
represión [...]. Sin embargo, nuestro poder es demasiado blando y, en
infinidad de ocasiones, se parece más a la gelatina que al hierro. 17 18

17
La cita de LROTSKI (de 1921)en Dt-UTscurR, 1976, 465; BAKHÜK, 1968,
189; BROUÉ, 1974, 172.
18
COHEN, 1976, 110.
2ft
La primera cita es de FERNÁN DEZ-BUEY, 1977, 126. Las otras dos de l.i
NIN en KOIAKOWSKI, 1982, 487; RADJAVI, 1975, 229.
|AI>»< MPURAUH PKÍ >11 (AKIA(K) Y i | iMA|X) ;f|f f) ^

I )V .lili: se desprendo que «Id sumisión sin «‘servas a una


volurt M(| ijnií a es absolutamente indispensable»2*.
In términos similares, f)ara Stdlin el principal elemento dctfi-
nttorio de la dictadura del proletariado no es la democrac ia
obrera, sino el *<*r (,l arma fundamental para intensificar la
lucha de (lases y ac abar < on el enemigo. I n su teoría la
perspectiva extlrn Mista siempre presente en I emn
prácticamente desa- (i.ireie pues la ( l a v t ‘ es la siguiente*:
«todo está en conservar el [KMler, en consolidarlo, en volverlo
invoric ible»i0. Perspectiva c|ue ((impartieron todas las fracciones
bolcheviques pues Trotski señaló:

no podemos tener olr.i vía al so< ialismo excepto [x>r la regulación


autoritaria de las fuerzas económicas y los rec ursos del país, y la dis-
tribuc ion (entiali/ada dt* la lut'r/a de trabajo en armonía con el plan
general del f slado".

Asimismo para Bujarin la dictadura del proletariado necesi-


taba relor/ar inic ialmente al I stado para asentar firmemente las
bases de la transé ion al soc ialismo:

en el intervalo entre capitalismo y comunismo |...] la clase obrera tendrá


que aguantar una lucha furiosa con sus enemigos externos e internos. N
paia tai lucha se requiere una organización fuerte, amplia, bien construida
el Estado proletario1’.

* enin subrayó a menudo y sin ambages carácter


represivo
el * ** ^ dictadura del proletariado:

net eMtamos de dest.u amentos <i(' hombres armados, necesitamos del


°uien mas severo, necesitamos recurrir a la violencia para reprimir
<f<vV,0{/.í(/l»menfe todos los intentos de contrarrevolución.

lq>M L<pnnH',‘u '*■ » d«* tININ(de t‘limen GKAY 1948. 4(»9; la segunda uto 1 *
n 1 >N*ts II t*i u (,1) - | ,
v t tm(.M (a«‘ 19201 en RMXWI !9~S H9 la Ola d<‘ Srsns
(de 1**24) en CitKftMANA 19 ' 88; CKAIHIT/VNIK
iMHt. 1% \S7
!
‘ >la d«-]#(nsxMck* 1921>en Kotsxovvw. 1982. »00.
1
H. (k* B(((MítN td» 1*120) en C t M U N |97t» 108 1970 80
»NSW. 1**71
f>t> LA MORIA ROK HFVIQUt 1HI l STAÍX) Sí)( IAIISIA
Y ello (jorque

la dictadura del proletariado implica una serie de restricciones imp^


tas a la libertad de los opresores, de los explotadores, de los rapnT
listas [...1. Y es evidente que donde hay represión, hay violencia n0
hay libertad ni democracia33.

Stalin llevó a las últimas consecuencias la política leninista de aplastar


al enemigo y justificó la represión implacable como imperativo de la lucha
de clases y de la emancipación proletaria:

tenemos enemigos internos. Tenemos enemigos externos. Esto, cama-


radas, no debemos olvidarlo en ningún momento34.

Con el discurso de «descabezar a los enemigos de clase» el estalinismo


dispuso de un ilimitado criterio justificativo elástico y arbitrario para acabar
con cualquiera. Así:

la concepción de la dictadura del proletariado es una concepción de


Estado. La dictadura del proletariado implica absolutamente la con-
cepción de la violencia. Sin violencia no hay dictadura, si se entiende la
dictadura en su sentido exacto del término.

Y es que desde su punto de vista— «las clases (explota- oras] sólo


pueden ser liquidadas a través de la guerra implacable de clases por el
proletariado* *s.
Rara Trotski la clave radica simplemente en saber a qué clase sirven
determinados métodos pues el combate contra el enemigo de clase parece
justificarlo todo, hasta que -en el exilio- matizo algo este criterio a
propósito de cómo luchar contra el estalinismo. Durante su fase
«izquierdista» (1917-1919), Buja- rin sostuvo criterios muy ortodoxos:
'

a LENIN, II, 1979, 360.


" [dcifa STAIIN (de 1928) en TUCKER, 1971, 55; MARCUSF 1969 99
La cita de STAIIN (de 1926) en id., 1969, 256; BTNOIT 1973' ai i L u
1975 375 O CJIAM ,
LA DICTADURA DEL PROLETARIADO Y El ESTADO SOVIÉTICO 07
bajo el nombre de «dictadura* se entiende un rígido sistema de gobierno
y la máxima resolución en la represión del enemigo. En tales
circunstancias no puede tratarse de «libertad* para todos los indivi-
duos. La dictadura del proletariado no es compatible con la libertad de
la burguesía |...j. Cuanto más tuerte es la resistencia de la burguesía [...},
cuanto más peligrosa se hace, tanto más dura e implacable del>e ser la
dictadura proletaria, que, en los casos extremos no debe retroceder ante
el terrorismo.

V es que, a su juicio,

la coacción proletaria en todas sus formas, desde los fusilamientos hasta


el trabajo obligatorio, y por muy paradójico que pueda sonar, constituye
un método para la formación de una humanidad nueva, comunista, a
partir del material humano de la época capitalista16.

En realidad, tales afirmaciones de Bujarin no sólo «suenan» como


paradojas, es que lo son intrínsecamente pues las medidas que propone
para alcanzar el fin propuesto lo pervierten, ya que no es posible
separarlos de éste. Con todo, a partir de 1920 Bujarin comenzó a
apercibirse de los peligros del super-Estado que estaban configurando los
bolcheviques; de ahí que —por ejemplo— propusiera limitar el poder
ejecutivo de la «Cheka» de practicar ejecuciones sumarias y de restringir
la coacción tan sólo a los enemigos recalcitrantes e incorregibles del viejo
orden. Bujarin manifestó una creciente preocupación por la extensión del
terror policíaco soviético y así, tras el viraje de 1921, señaló que «su
tiempo [el del terror rojo] ha pasado» 3 .

C) ¿DICTADURA DE CLASE O DICTADURA DEL PARTIDO?

rn
la práctica la teoría de la dictadura del proletariado entendida como
dominación social obrera fue virtual al ser ejercida por Partido
bolchevique en nombre de los trabajadores. Lenin lo

107*11 'a Pr'mera c',a de BUIAR.N en CHATELFÍ, 1077, 40, y la segunda on ui (/


(ambas son de 1010 y las cursivas son suyas), la 1 »ia de IÍUJAKIN <*n COHÉN,
1076, 24 2HS; lowv. 1071 \>r \ 17**
¡ \ íh WlA H( >it » l)M I S I A I M > S ( M tAllllA

AnAm*
AIMU»

í llMfl \ ii ,i||\ ,L i . _ ,s.


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't'Wlut'ión©iliUHioilnniiut‘d pobrarno de Stalrn Kl 1,1 Tsios
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11 • 11 »,'*i ' " l' ‘'«(an«loviraKi)íítK>f\‘s> í^jmvtn iiminíanii'f st>hix* Umisfurtii 1 1 i 'i ' * ^ ®
, , ,v ,Vs

^'‘-'IKK'H I ueste momento el IU Sva había


" ............ . .. dt^n< M ,X» l, >101 ... ..........
IAOK lADUKAHH Vüii )t (f!AKtA(K > V f 1 \ SÍAIK) SOVlf\¥ t, i/t

if(tnM’i
«*n numerosas oe aniones: «la dk tadura del proletariado rs imposible
sin rnediac ion del Partido c ornunista», «la cli<tadura ||(. ¡(í t lase obrera
es ejer< ida por el Partido», «la dic tadura de | |JSÍ. M* reali/a bajo la diré*
< ion del Partido», «el Partido dorrit [)t, y dehe dominar» y, de modo
rotundo, «sí, jes una di< tadura di- un partido! I sto es lo que defendemos
y no < amblaremos de K)sj( j5n, porque es el Partido el que ha ganado |...|
la posic ion de vanguardia»°\ I s más, I enin llega a legitimar la posterior
fun «lamentación estalinista: «no existe ninguna < ontradicc ion de* prin
(,pj0 entre* la democracia soviética (es decir, socialista) y el rr< urso al

poder di( tatorial personal»5'. l n este sentido, a I enin se le antojaba una


absoluta confusión ele ideas plantear el dile ma de si la dk tadura del
proletariado era de la c lase obrera o dc| Partido c omunista, a [rroposito
de su désealificación de la «desviar ion izquierdista», pues < ontraponer
las masas a la vanguardia no hace más que debilitar a la revoluc ión: «la
mera presen ta< ion de la c uestión "¿dk tadura del Partido o dic tadura
ríe la clase; dictadura de los lídercís o dictadura de las masas? - Í‘S muestra
suprema de unas ideas inc reíble y desesperadamente <on fusas», tan
evidente* le resultaba la «natural» ropresentatividad obrera de la
«vanguardia»40.
Is singular, en cambio, la distinción escolástica que hace Stalm pues
a su juic ¡o la dic tadura del proletariado era mas amplia que la del Partido
aunque éste* fuera su fuer/a dirigente esencial. Stalin, que lleve') el
monopartidismo hasta las ultimas conse< uenc ias, mantuvo, sin embargo,
e ierta clis!inc ion bi/an tina entre ambos < one c?ptos, lo que le separaba
sutilmc ntc < < ° (lic ho por | i>nin; c*n todo ( aso, un formalismo
inlransc« nc < nt< “l fuñe ionamíento del sistema político soviético. 1 1 , 1
^ dic tadura del proletariado era más amplia que la < < aitn o Pí>f I.»
exKtent ia de un vasto entramado organizativo ( ompu< ’opor los
soviets, los sifult< atos, las < oopef.itivas, las as<>< ia< MHH

^ (H.,s(S-liNM(f*ntfel‘H9yPí2t)en(A«H, 1474, IR IMINSÚ** f» M


'MMUMANN, 11, 0171, I I I , K<HAW»WSKI, 14117, 447 ' l#c)t4» «fe*
hNIN (de 141H) en KAÍUAVI, WV 1*4 14 < H« ft»> 11HIN (d* 1470) en
icl , III 1474,
X así sucesivamente:

,x>r dictadura del proletariado entendemos, en el fondo, la dtctadur >


de su minoría organizada y consc iente. Decir «en el fondo, no es dec»
«del torio». Si el Rjrtido aplica la dictadura del proletariado y si en este
sentido, la dictadura del proletariado es en el fondo la «dictadu ra» de
su Partido, esto no significa aún que la «dictadura del Partido tsu papel
dirigente) sea idéntica a la dictadura del proletariado (.. \ La dictadura
del proletariado, por su amplitud, es más vasta y más nca que el papel
dirigente del Partido. El Partido aplica la dictadura del proletariado, pero
la del proletariado, ninguna otra. Identificar el papel dirigente del
Partido con la dictadura del proletariado es sustituir la dictadura del
proletariado con la «dictadura» del Partido4’.

En defensa de la ortodoxia leninista Trotski señaló que «la fórmula


estalinista de la dictadura de clase, opuesta a la dictadura del Partido,
lleva inevitablemente a la dictadura del aparato», pues para él «la
dictadura del proletariado significa, en sustancia, la dominación
inmediata de una vanguardia revolucionaria que se apoya en amplias
masas»19 20. Fue Bujarin el que racionalizó al nivel más alto la práctica
identificación entre la dictadura del proletariado y la del Partido con el
supremo argumento del atraso cultural de la clase obrera soviética:

la clase proletaria, en su conjunto, no es idéntica a su organización


estatal. La organización estatal (la dictadura) no es idéntica a la orga-
nización del Partido. Pero el Partido dirige al aparato del Estado, que es
la organización más amplia de la clase. Sin la dirección del Partido la
emancipación de clase es imposible21.

D) LA LIMITACIÓN DE DERECHOS

Stalin argumentó teóricamente que la construcción del socialismo exaspera la


lucha de clases pues, de entrada, aumenta la resisten-

19
La cita de STALIN (de 1926) en id., 1968, 163.
4?La primera cita de TROTSKI (de 1926) en CARR, 1983, 129, y la segun-
da (de 1919) en BAECHIER, 1968, 196.
21
La cita de BUIARIN (de 1925) en id., 1974c, 349; COHÉN, 1976, 201-202.
IA DIC TADURA DEL PROLETARIADO V EL ESTADO SOVIÉTICO 71

interior de los contrarrevolucionarios y paralelamente la cons piracon


cia

capitalista internacional para derribar el poder soviética

¿es que acaso la revolución concluye con la toma del poder? No I , orna
del poder no es mas que el comienzo. Derribada en un na s la burguesía
por una serie de razones, se hace incluso más fuerte^ el proletariado
que la ha derribado. Por eso se trata de presera? el poder, consolidarlo,
hacerlo invencible44. H var
ei

Por tanto, a medida que el socialismo avance, aumentarán las


resistencias de los enemigos, tanto exteriores (la burguesía imperialista)
como interiores (los traidores y saboteadores); de ahí se desprende que
«la supresión de la lucha de clases no se logra mediante la extinción de
la lucha de clases, sino intensificándola»45. De entrada, esta teoría le
ayudó a desembarazarse de sus adversarios en el seno del Partido
bolchevique pues Stalm atribuyó las discrepancias al recrudecimiento de
la lucha de clases durante la NEP. En la campaña contra la «desviación
derechista» Stalin preconizó generalizar las «autocríticas» y las
depuraciones para hacer frente a los kulaks y al «sabotaje de los
intelectuales burgueses»46. Toda vez que Stalin proclamó en 1936 el fin
de la lucha de clases en la URSS y la completa edificación del socialismo,
las resistencias fueron atribuidas al exterior: a la conspiración imperialista
y a la infiltración de
«quintacolumnistas».
Trotski reconoció que

bajo una dictadura de hierro, los antagonismos sociales no podían


manifestarse I...J más que a través de las instituciones del Partido
gobernante.

Y Bujarin señaló que

J'1 dictadura del proletariado significa una cierta relac ión entre pro
Cariado y burguesía y una relación distinta entre* proletariado y < am

4v | 3 n,a de SrAIIN (de 1924) en id., I%9, 102; IIUNMÍIN 197\I leí «
* ' ( d < - STAUN (de 19.16) en A EIOKM, en ANIÓN, 1998 9HJ ( HAírin,
1977, 1 18-141.
» MI,OKUIKX< MIVM» OH INTAtXlSOCUUSfA

•Manado. H proletariado (bmin.i sobre* ta burguesía, t^ruuto


(Unge a los campesinos1'. 1
Ista visión conspirativa del entorno (parcialmente basad , el hecho
cierto del «cerco capitalista») hizo que todos los brT cheviques
interiorizaran la virtud de la disciplina para ha*V frente a la
contrarrevolución:

los bolcheviques no se habrían mantenido en el poder |...j s¡n |a ciplina


rigurosísima, verdaderamente férrea, de nuestro Partido M
Ipuesl la experiencia de la dictadura proletaria triunfante en Rusia h
mostrado palmariamente (...) que la centralización incondicional1 la
disciplina más severa del proletariado constituyen una condición
fundamental de la victoria sobre la burguesía48.

A juicio de Lenin, en las democracias burguesas se está excesivamente


habituado a la legalidad, a las elecciones libres y regulares de los
gobiernos, al control de sus actuaciones en el Parlamento y a través de la
prensa. En cambio, la revolución bolchevique habría hecho necesario pasar
de esta rutina legal a procedimientos «poco cómodos» y «no
democráticos» para designar, formar y conservar el grupo dirigente; toda
una exaltación de la arbitrariedad cupular49. La ideología estalinista generó
una visión conspirativa permanente obsesionada con los traidores y
saboteadores; de ahí el énfasis en la «disciplina de hierro», en la unidad
monolítica incondicional y en la necesidad de la «autocrítica» como factor
clave de intimidación:

gracias a la autocrítica nuestros dirigentes económicos hacen progresos,


son más vigilantes, tratan las cuestiones [...] más seriamente, a la vez que
los cuadros de nuestro Partido, de los soviets, de los sindicatos se hacen
más sensibles a las exigencias de las masas50.

Las libertades que los bolcheviques habían reclamado antes ae la toma


del poder fueron liquidadas poco después, con lo que

' ÍROTSKi, 1977a, 1 1 1 ; BUIARIN/PREOBRAZHFNSKI, 1971 128


" Las dos citas de LENIN (de 1920) en id., III 353 v *'1:4 ’
Y
CHAI rin, 1977, 1 1 8 . '
" La c ita de STALIN (de 1928) en BETTEIHEIM, 1977, 221; STAUN, 1968, U«.
LA DICTADURA DFt. PROLETARIADO Y ti. ESTADO SOVIÉTICO 73

quedó en evidencia el carácter meramente instrumental que habían otorgado


a aquel objetivo. Para Lenin, las libertades de tipo pluralista no serían más que
un engaño burgués; de ahí que, tras la revolución, el Estado soviético no
permitiera que las antiguas clases dominantes las usaran contra el nuevo
poder, lo que explica la prohibición de los partidos y de la prensa no oficial.
Con el argumento de que «la dictadura del proletariado no es compatible con
la libertad de la burguesía», los bolcheviques excluyeron de derechos políticos
a las antiguas clases propietarias, algo que acabó afectando a todos los
ciudadanos51. Esto fue asumido por todas las fracciones bolcheviques y sólo
cuestionado parcialmente por Trotski y Bujarin cuando cayeron en desgracia,
aunque ambos habían defendido la libertad de creación cultural previamente.
Los años de la NEP permitieron todavía la manifestación parcial del pluralismo
soviético, sobre todo desde el punto de vista socioeconómico y —en parte
cultural—, aunque también político por los debates cupulares de las fracciones
bolcheviques. La caída sucesiva de las fracciones adversarias a Stalin
provocaría la restricción constante de los espacios pluralistas hasta su extinción
total en los años treinta52.

E) ELECCIONES, SOVIETS, CONSTITUCIÓN

En las elecciones competitivas a la Asamblea Constituyente de diciembre de


1917 los bolcheviques fueron el segundo partido, lo que les hizo perder interés
en tal institución’C En efecto, la Asamblea fue vista como un embrión del
contrapoder que se les escapaba a los bolcheviques, que, en cambio, ya eran
mayori- tar‘os en los soviets. Ante el rechazo de ésta a aprobar sin mas

' la cita de BUJARIN (1919) en id., 1971, 74; KCXAKOWSW, 19rt.\ 4 \


<U) I ardido, 2001, 146.
' V),m>, 1976, 151; BHIHHITM, 1977, 512; K<>IAM>V\SA» W* s<>
I total «Ir 707 diputados, éstos fueron ION nsult.uk» **«,»!
^wwkn, 410; 1K)|< h<*viqu<*\ 175; .i adetrs*, 17. mmc hrvtqurN 1»* fttí B6;
independientes, 1 (BfftHHMM, 1974
-4 ,(1¡(>KlA8>>l<HIVIQUI [>fl tSIA1M>S(X IAIISIA
la ,| )t'< lar.u ión de Derechos del Pueblo Trabajador y i xpto( (lo» que exigían los
bolcheviques, éstos optaron por disolverla ,i la tuerza (enero de 1918). Si la
democracia no se subordina, i, a a los intereses de la revolución tal como el
Partido bolchevique los interpretaba, entonces se convertía en un obstáculo.
En este sentido, el gobierno por medio de la Asamblea y los soviets fue
reputado incompatible y los bolcheviques argumentaron la superior legitimidad
de los segundos al afirmar que la mayoría parlamentaria de aquélla no
correspondería a la mayoría popular54. A continuación, los bolcheviques
introdujeron el sufragio con varias características limitadoras y distorsionadoras
por su carácter excluyente (se vieron privados de este derecho los miembros
de las antiguas clases propietarias), desigual (al primarse con mucho el voto
urbano sobre el rural), indirecto (elección de compromisarios que, a su vez,
designarían a los diputados del Congreso de los Soviets) y público (sin
garantías para el voto secreto). Los bolcheviques mantuvieron una alta retórica
sobre el carácter supuestamente «participativo» de las elecciones soviéticas,
que tuvieron un carácter meramente plebiscitario de ratificación de candidatos
únicos oficiales toda vez que los soviets fueron vaciados de autonomía55.
Paralelamente el «control obrero» fue otro principio declaratorio que no pasó
de ser una consigna recurrente sin mecanismos efectivos para concretarlo: la
estatalización y centralización de la economía dio paso a una distribución
autoritaria de bienes y servicios y a la concentración cupular de los procesos
de decisión.
Tras las elecciones a la Asamblea Constituyente, Lenin afirmó que los
resultados no serían válidos con el siguiente argumento:

]4 L IFBMANN, ll( 1973, 43; RADIAVI, 1975, 286-292; DEUTSCHER, 1976, 343.
” En los distritos rurales correspondía un delegado a cada 125.000 habitantes y en
los urbanos uno a cada 25.000; esta desigualdad se introdujo para evitar que el voto
obrero —concentrado en las ciudades— no quedara ahogado por la enorme masa
campesina rusa (BEHEINEIM, 1974, 88; CAKR, 1483. MI),
los campesinos han sido engañados por la escisión habida en el seno del
partido social-revolucionario. Han votado por un partido que ya no existe. Esta
situación requiere un correctivo: el droit de anulación Corresponde ejercerlo
a los Soviets, que son la más perfecta encarnación del Estado como órgano de
fuerza.

Con ello deslegitima de modo unilateral las elecciones y convierte a los


soviets —como «órganos de fuerza» controlados por los bolcheviques— en los
LA DICTADURA DEL PROLt IARIADO Y EL ESTADO SOVIÉTICO 7^

verdaderos intérpretes y depositarios de la voluntad popular56. Para Lenin no


era el cuerpo electoral el que debería decidir si había discordancia entre lo
expresado en las urnas y una supuesta «voluntad de clase», sino los soviets:

la Asamblea Constituyente, convocada con arreglo a las listas de los


partidos que existían antes de la revolución proletaria y campesina, bajo
el dominio de la burguesía entra inevitablemente en conflicto con la
voluntad y los intereses de las clases trabajadoras y explotadas [...]. Es
natural que los intereses de esta revolución tengan primacía sobre los
derechos formales de la Asamblea Constituyente [pues hay|
discordancia entre las elecciones [...] y la voluntad del pueblo.

De ahí que —al final— todo quede meridianamente claro:

toda tentativa de maniatar el poder de los soviets en esta lucha sera


un acto de connivencia con la contrarrevolución’ .

Lenin admitió que el Estado socialista necesitaría de alguna Institución


representativa, pero a ésta le atribuyó funciones mas !en
únicas y, además, un carácter
indirecto:

en
la sociedad socialista habrá una forma de parlamento q<re M> ‘r,í
«rrgará de fij.ir las ordenar iones laborales y de insjwH t tonar la
>uf»n rtiaf,»r jón del aparato, pero dicho aparato no sera bunn
ratn»
*|» tUfOKlAHOií HtVIQUíOH IS1A0O 5CX IAII5TA
Y, a continuación, precisó:

l«is elecc iones indirectas a los soviets que no son locales hact>n <
fáciles los congresos de los soviets, hacen que toda la administrad
sea menos costosa, más ágil (...I y es necesario que los electores n
dan proceder con especial rapidez para revocar a su diputado bu o
enviarlo al Congreso general de los Soviets"”.

Por un lado, la explicación leninista es puramente tautológica (el


parlamento soviético no será burocrático porque el proletariado ha
destruido el viejo aparato burocrático, sin precisar las características
institucionales del nuevo que permitan garantizar tal premisa), y por
otro, se justifica la bondad de los escalones intermedios con
argumentos tecnocráticos (la rapidez, el ahorro) cuando está
empíricamente comprobado que las elecciones indirectas atenúan
siempre la representatividad.
Stalin reconoció sin rodeos que el apoyo de los bolcheviques a la
tesis de la Asamblea Constituyente había sido puramente instrumental,
pues de lo que se trataba era de desgastar el gobierno Kerenski; de
ahí que tras la revolución de Octubre, ante los discordantes resultados
obtenidos, se decretara su irrelevancia. Por lo demás, las elecciones
«participadvas» a los soviets tuvieron cada vez más un carácter ritual
y una función de mera ratificación de candidaturas oficiales, con
porcentajes absolutamente inverosímiles de participación y
confirmación, «prueba» para los estalinistas del carácter «de masas»
del Estado socialista”. También Trotski justificó por completo la
disolución por la fuerza de la Asamblea Constituyente pues, a su juicio,
los campesinos habrían votado sin saber muy bien lo que pasaba en
las ciudades; de ahí que

con la abolición de la Asamblea Constituyente, los Soviets despeda-


zaran la espina dorsal del sabotaje de los intelectuales. La oposición

w La primera cita de LENIN (de 1919) en DUTSCHKF, 1976, 201, y la


segunda (de 1918) en id., III, 1979, 79.
'' StMiN (en 1924) en id., 1969, 213-215; C.AKK, 1983, 514.
de todos estos elementos técnicos, administrativos y burocrátu os
vencida*0.

Y es que, en su concepción, el socialismo puede prescindir


Je los mecanismos «convencionales» de la democracia liberal,
pues su «superioridad» radicaría en su «naturaleza de clase»
y en su proyecto revolucionario de futuro, dos elementos ina-
prensibles porque no hay modo de verificar institucionalmente
la primera y el segundo argumento es un mero desiderátum.
Ergo, «democrático» es aquel gobierno cuya política es
«correcta» en función de los intereses de las masas y,
paralelamente, las libertades deben modularse do acuerdo con
los supremos objetivos de preservación del sistema61. Sólo a
Bujarin le suscitó cierta duda justificar apropiadamente la
desigualdad electoral entre obreros y (ampesinos en el Estado
soviético y, aunque admitió la complejidad de la cuestión,
salvó al final el sistema con el supremo e intocable argumento
del «papel dirigente» del proletariado62.
Sin duda, la consigna «todo el poder a los soviets* fue muy
hábil y moviiizadofá, pero la escasa estructura cohesiva de los
mismos los hizo inoperantes como plataformas para gobernar,
algo que sólo podía asegurar el Partido bolchevique. Por un
lado, los soviets se convirtieron en los teóricos depositarios de
la legitimidad y la soberanía «de clase» y, por otro, su
vaciamiento y burcx ratización fueron muy rápidos. El
resultante fue el de magnificar retóricamente el papel
revolucionario de los soviets toda vez que se convirtieron, de
hecho, en apéndices del Partido bolchevique. En efecto, el
completo control político sobre los mismos se pnxJujo al año
de la revolución de Octubre, convir- * «endose en órganos
burocráticos que no ejercieron la menor fun- (ion efectiva de
control, a la vez que el aparato estatal no cesaba de
autonomizarse (al final, el Estado se tomó la «revancha»
*>bre las plataformas de base)61.

La uta de TROTSKI (de 1918; en RADCOC, 1972, 59; SfRGl, I, 1973, 87 ’ KOIAKÍAV*.*!, 1983, 197 y
198; RADKK, 1972, 76.
‘ BUJAKIN (en 1925; en id., 1974c, 177.
’f» OKÍA H<>!< MIVK'Jl'f
I )tl ISIAIX > V X IAI
tn junio de 1917 los bolcheviques controlaban el I * por 100 <Je los 'w**Hados
al I Congreso panruso de los soviets; en noviembre d«* 191* en
, afirmó que los soviets eran uno de los prin. ¡pales i„s J ‘
„„s del proletariado para organizarse como clase y qu„
i ........ . la forma rusa de la Retadora del proletariado. En
II A nr ¡meros tiempos de la revoluc.ón se mantuvo la
retórica sobre su naturaleza extincionista del Estado:

I noder de los soviets es un nuevo tipo tic Estarlo, sin burocraria, sin policía
sin ejército permanente, donde la democracia burguesa ha sido reemplazada
por una democracia nueva que dirige la vanguardia de las masas64.

Lenin señaló seis ventajas de los soviets: proporcionar fuerza


armada, vínculos con las masas, democraticidad real y no formal, ligazón
con todas las profesiones, organización de vanguardia del pueblo y
constituir plataformas de democracia directa. Sin embargo, poco
después reconoció de hecho su vaciamiento de autonomía:

como partido gobernante no podemos evitar el fusionar las «autori-


dades» del soviet con los del Partido, pues están fundidos con nosotros
y lo seguirán estando(l\

Trotski reconoció que la cooptación estatal de algunos obreros


provocó el debilitamiento de ciertas bases comunistas y el desarrollo de
la burocratización, pero sin proporcionar una explicación sistémica:

el primer c uidado de la clase obrera tras la toma del poder fue crear un
aparato estatal [...|. Pero la participación de los obreros en los aparatos
estatales, cooperativas y otros implicó el debilitamiento de las

A ''^ngreso, se bicieron con el control del 51 por 100, y en noviembre 191H' en


el vl Congreso, ya tenían el 97 por 100 (COÍUNET 1957 94-

!! V
6 62; L,ebmann' 1973' 33; BETTELHEIM, 1974, 241-242; BROUí,1974, 146;
DUTSCHKE, 1976, 216; SOTELO, 1976, 145).
''4 La cita de LENIN (de 1918) en LIEBMANN, II, 1973, 21; LENIN III I979
78 y 87; LUKÁCS, 1967, 63. ' ' '
" La primera cita de LENIN (de noviembre de 1917) en id., II, 1979 420’
la segunda (de 1921) en CARR, 1977a, 291.
IA DICTADURA DFl PROLETARIADO Y EL ESTADO SOVIETICO 79

cólulas de fábrica y un crecimiento excesivo, en el Partido, de los fun-


cionarios66.

De modo paralelo, Bujarin pronto preconizó recuperar la autonomía


de los soviets y la tesis del control obrero:

habíamos proclamado la nueva consigna sagrada de la democracia rera,


que estriba en que todas las cuestiones se deben ventilar no en consejos
estrechos, no en pequeñas reuniones, no en una corporación sino llevarlas
a amplias reuniones67.

Stalin proclamó en 1936 la completa liquidación del capitalismo en la


URSS, tras la fase de la NEP, una vez consumada la total estatalización
y planificación económicas; de ahí se colige que a su juicio el socialismo
ya habría sido íntegramente construido y en la sociedad soviética ya no
existirían ni clases antagónicas ni explotación. La nueva Constitución se
justificaría precisamente por reflejar tal supuesta nueva realidad:

el proyecto de nueva Constitución de la URSS parte de la liquidación


del orden capitalista, de la victoria del orden socialista [...] en todas las
esferas6*.

La Constitución soviética de 1936 debía registrar, pues, lo con-


seguido: socialismo, fin de los antagonismos de clase, Estado proletario,
internacionalismo revolucionario. La Constitución de Stalin se basaba en
la «fraternidad indisoluble» de todas las nacionalidades soviéticas que
habría generado el nuevo «patriotismo soviético». Desde esta
perspectiva, se suponía que la URSS había resuelto definitivamente—y
de modo «científico» además— Ia cuestión de las nacionalidades. Sin
embargo, el patriotismo soviético fue poco más que una actualización
del nacionalismo gran-ruso con una nueva retórica que aunaba un único
pueblo soviético con sus «particularidades» internas de tipo tok lorie o*

i%^ \JO. „
cite (k* BUIAWN (dr 1 9 2 1 ) ( OHFN, I97(>. M'C V¡«t U
lan,
;.á “ ^ S f A H N ( ( k . 1 9 U , ) e n l ) M TuKtA, II, 1977. 1 M
80 i AII ORIA BOLCHEVIQUE DEl ES1AOO SOCIALISTA

cultural; de ahí que el estalinismo representara en este ámbito la


creación de un nacional-bolchevismo cada vez más tradicio-
nalistah9. .,
Las instituciones de la Constitución de 1936 fueron puramente
semánticas y, además, estaban explícitamente sometidas al supremo
principio del «partido dirigente», al margen de que el estalinismo ignoró
por completo las normas que él mismo iba promulgando. En materia
electoral se introducen algunas novedades formales, pero sin la menor
consecuencia práctica demo- cratizadora: así, fueron suprimidas las
exclusiones de clase (al reconocerse sin más el sufragio universal para
cualquier ciudadano soviético) y se introdujo la elección directa al
Soviet Supremo, pero sin libertades y sin pluripartidismo los resultados
fueron siempre inverosímiles'0. RaraTrotski la Constitución estalinista
reintroduciría el sistema electoral burgués (la representación individual
igualitaria) cuando las clases sociales seguían existiendo (el carácter
«burgués» que le atribuye casa mal con el monopartidismo), lo que
supondría —a su juicio— la liquidación jurídica de la dictadura del
proletariado 22. Bujarin participó en los trabajos preparatorios de la C
omisión Constitucional de 1936, sin hacerse ilusión alguna sobre las
posibilidades democ ratizadoras de tal proyecto. En todo caso, a) frente
de la redacción de I/vestid, Bujarin consiguió publicar bastantes críticas
sobre todo por la forma en la que los tune ionarios del Esta-
j J ^drt‘^() V 'os M^v'ets estaban organizando el «proceso de
discusión» (en realidad, de mera convalidación del texto o ícia ). A <i
gran mayoría dr los c iudadanos soviéticos no le interesaba tanto los
derechos individuales de tifx; político y < ívil (que en Rusia carecen de
la menor tradición), cuanto los derechos sociales (pensiones o sanidad,
fxx ejemplo). Los campesinos, por

22 BEntLHttM, 1983, 36; FARAIOO, 2001, 135.


, ******* 06 Participación en las elecciones no
competitivas
de 193/ fueron del 98,6 por 100 y en 1938 del 99 por 100, algo
presentado por los estalmistas como prueba «irrefutable» del apego
de las masas af sistema soviético y de su supuesto carácter
ultraderrvx rático (FKANKI ,N I 07 1 367-368; EIUNSTF.IN, 1977a, 197).
71
TROTSKI, 1977a, 246.
IA DICTADURA OEI PROlfTARIAUOY H ISTAtX)SoviTTK.o 8,

SU parte, expresaron quejas relacionadas con ,,, . dones laborales.


Naturalmente, los medios ofici&r* todas las observaciones y
sugerencias más o menofrr

•* -sa
s
»¡
iSZSSiZ** +*~

2. EL ESTADO

A) ELEMENTOS DE TEORÍA DEL ESTADO

Rara Lenin las cuestiones de teoría política estaban siempre en función


del proyecto revolucionario; de ahí que el derecho o las instituciones
públicas no fuesen más que instrumentos al servicio de determinados
intereses de clase. El Estado es, pues, un instrumento represivo
encargado de preservar la dominación de clase; de ahí que su
característica distintiva sea el monopolio de la coacción. Esto, por cierto,
ya lo había dicho Weber, toda vez que la coacción no es privativa del
Estado pues puede darse en aparatos privados y en relaciones sociales
Ü no públicas. Aunque Lenin precisa que el Estado es un instrumento
é opresivo al servi- Cl° de la clase dominante (este añadido es lo que le
aparta de Weber), su fundamentación marxista es selectiva porque, aun
sien- c (|('erío que los fundadores de tal doctrina a menudo sostuvieron
,al
concepción reductora del poder político, en otras ocasiones ^atizaron
&
mucho más a propósito de su «autonomía relativa» \ -n suma, la teoría
r del Estado de Lenin es simplificadora pues el ^/er Político es visto como
)C'
un epifenómeno de la denominaron de clase; de ahí que la única clave
sea la de saber a que ,nterés sirve.
^ara lenin, las tareas con relación al Estado eran diferentes
Kún las «etapas» de la revolución: 1) destruir el Estado burgués
mf'
ir

4 M
Vi V ™
Wfc, SIS; FARAJ.HO, 2001, 147-14‘í y 160.
7Hf' 1<r,íl' 40' Milis, 1%6, 201; t.UKAi s.
7 * *4 C K o f l ' W 2 , 177;VHAS, 1‘1S

|%7, RAUS
iHJ , MH »«!AH04 Í HíVKJUf nn ISTAÍXJSÍX . IAHSTA

edificar un senieEstado proletario (esta expresión libertaria tu a mente


desaparecerá tras la toma de poder), y 3) extinción del mismo al
construirse del todo el socialismo. Lenin insiste mucho en la diferencia
teórica entre destruirleI Estado burgués) y extin- i>u¡r{e\ semi-Estado
proletario), pues: «el Estado burgués no "se extingue" (...], sino que
"es destruido" |...J. El que se extingue | | es el Estado o semi-Estado
proletario», todo ello porque «el marxismo se distingue del anarquismo
en que reconoce la necesidad del Estado y del poder estatal en la época
del tránsito del capitalismo al socialismo, en particular»74. Desde tal
punto de vista, puesto que el Estado burgués es producto de la
irreconci- liabilidad de las antitesis de clase, la revolución proletaria
debe aniquilarlo. En este sentido, la cuestión esencial es la de saber «si
la vieja máquina estatal (vinculada a la burguesía con mil lazos e
impregnada totalmente de osificados hábitos y conservadurismo) queda
en pie o bien si es destruida y reemplazada por una nueva»'J.
En el proceso revolucionario contra el Estado burgués la rei-
vindicación democrática tiene una función instrumental, pues se trata
de «desenmascarar» su carácter de clase y su alcance real ficticio:

nosotros somos partidarios de la República democrática como la mejor


forma de Estado para el proletariado bajo el capitalismo, pero no
tenemos ningún derecho a olvidar que la esclavitud asalariada es el
destino del pueblo, incluso bajo la República burguesa democrática.

Y esto sería así porque

la democracia es una forma de Estado, una de las variedades del Estado.


Y, consiguientemente, representa, como todo Estado, la aplicación
organizada y sistemática de la violencia sobre ios hombres.

la primera cita (de agosto de 1917) y la segunda (de abril de 1917)


en UNÍS, II, 1979, 303 y 53, respectivamente (las cursivas son de Lenin)-
CHÁ- THfT/PisitR-KQUCHNfR, 1983, 350.
ta ota de LENIN en DUTSCHKE, 1976, 201.
LA DICTADURA Dtl PROIETARIADO Y EL ESTADO SOVIÉTICO 81

Lenin en pleno mitin durante los sucesos revolucionarios de 1917 en


Petro* grado. El extraordinario cansina popular y la persuasiva
retórica del líder bolchevique trente a las masas acabarían siendo
sustituidas por la instauración de rígidas consignas y repetitivos
eslóganes del aparato burocrático del Partido.
Gráfica y Política.

Pues el corolario sería:

democracia para una minoría insignificante, democracia para los ricos: ésta es
la democracia de* la sociedad capitalista

I cambio, el Estado proletario sería cualitativamente' díte ,( n,<' del


burgués por su antagónico sistema de las reí ai iones ^)( de
producción. Contra toda evidencia empíriia, I enin ^estuvo (antes de
la conquista del pcxíer) que el I stado sei ta mus "1 (k‘ manejar por
parte d(*l proletariado. I as tuni iones del I siado

H,íi( 1''I'Niñera i ítri delUMINen id , II, 1979, »<• l.i segunda en V\KH MI
Nto»‘ ' '■ la lerierí en IININ. II. 1979, M I, MM KIIM-. MIm-« 19‘M » \
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srfwn «.upufSl.llTH-nH' un «limpios* que |K*,ir¡.„, din
IIM' .» «OfH-r.H iones tan seru illas de registro, asient,, v
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de^mpeñadas por un «salario obrero corriente»
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10
4. _
nos pueck'n (y dolx-n) sor despojadas do toda sombra do f)r
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' Stalin, a quien nunca interesarán las cuestiones de teoría del Estado, se
limitó a formular en el apogeo de su poder una vaga declaración general sin
añadir nada original:

algunas tesis generales de la doctrina del marxismo sobro el Estado no han


sido elaboradas hasta el final, son insuficientes. Ista sulx'sti mación se ha
expandido porque habíamos dado prueba do un dos cuido imperdonable
hacia los problemas de la teoría del Estado. V ello pese a veinte años de
experiencia práctica en la gestión do nuestro Estado, experiencia que nos
proporciona una rica documentar ion para las generalizaciones teóricas78.

Aunque el punto de partida de Bujarin es rigurosamente ortodoxo (la


estructura económica de la sociedad determina su forma estatal), su
desarrollo de una teoría del Estado más elaborada le hizo afirmar que las
superestructuras eran un fenómeno complejo constituido por diferentes
elementos que —a su vez reflejarían las relaciones de producción:

el Estado [...] es una organización colosal, que abarca una nar ion ente ra y
gobierna millones de hombres. Esta organización necesita todo un ejército
de empleados, funcionarios, soldados, oficiales, legisladores, juristas,
ministros, jueces, generales, etc,, y abarca grandes < apas de seres humanos,
yuxtapuestos unos sobre otros. Con esta estría lu ra se reflejan como un
espejo todas las relaciones de producción.

V es que

esta superestructura política no es un mero aparato humano. Al igual quo la


sociedad, está formada por una combinar ion de rosas, per

” rita dr- IfNiN (de agosto de 1917) «>n Vil AS, 199S, I9H.
I a cita de SIAIIN (ríe 1919) en íd., 1968, 198.
LA OCTAOCRA OCt PROLETARIADO Y H I5TADO SCJVtfT* O lí >

sonas e ¿efe». Tornemos el aparato de* Estado por ejemplo. Csuste vu


parte materias una jerarquía especifica, un sistema de ideas óeftr-
rr>fnadas ¡leves, ordenanzas procedimientos etc-'*

ñor tanto, para Bujarin,

la «esencia* del Estado no está en la cosa, sino en la relación social no en la


administración centralizada como tai sino en la emoHura clasista de dicha
administración^.

En suma, la conclusión, es ortodoxa: la organización estatal es una


organización exclusivamente de clase, es la clase que se ha «constituido en
poder político», es la violencia social organizada y concentrada de la clase
hasta el punto de que

la existencia de funciones útiles en general, por parte del Estado, no


altera en lo más mínimo el puro carácter de clase de la autoridad estatal'r.

B) LAS CARACTERÍSTICAS DEL ESTADO SOV IÉTICO

La URSS se presentó como el primer Estado socialista mundial, antagónico


al Estado capitalista y alternativa revolucionaria a! mis- y único modelo
posible para la transición. El Estado soviético fue asimismo el primero que
afirmó claramente ser el instrumento del poder de clase (del proletariado)
para desarticula» !a resistencia de las antiguas clases dominantes y para
construir el socialismo. Un Estado con vocación emancipadora que admi-
ÍKi (ter
R> gap provisional entre el proyecto último y la covuntura:

#*lEstrío soviético surge como un ente coleetivo instituí KXU¡!/«KÍ>


en H que U dtsttr>c ion marxista entre intereses iwvuduto' <
(históricos, objetivos) sirve de justifk «u tón para i*»
,?n <*

. W4«, 2 )R y 240, fetttOWM,


* -**'<. 0)74,. (no ,|.M , , w n <*r BdRiiml.
Mt I AIH 8* NOH VM/t'l l>H fílAlX) SOOAlISfA

* fon ,1** la tura i*>liti< a. H í Mario, aun blondo la il<‘! tnteré* real
(social), no t*s ^todavía» id< nt,< o a los int(*n«,, < (
|H4)I,H ion a la que gobierna: sus intereses inmediatos no coi* J< '*
«todavía» con el interés social objetivo83.

Los bolcheviques reforzaron extraordinariamente todas las


estructuras del poder político que tuvo un carácter dual desigual por el
predominio incontestable del Partido sobre el Estado. Así la clave estuvo
siempre en el Partido monolítico que mantuvo cierta retórica populista
sobre la «participación» de las masas toda vez que el funcionamiento real
del sistema fue burocrático y autoritario. El derecho y las instituciones
estatales soviéticos fueron simples instrumentos maleables al servicio del
proyecto político de turno que la vanguardia revolucionaria decidiera; de
ahí que las Constituciones —por ejemplo— tuvieran una función ideológica
y propagandística y sólo secundariamente de organización técnico-
administrativa del poder83. Ningún dirigente bolchevique —de la fracción
que fuera— puso jamás en duda las estructuras políticas vigentes en la
URSS desde su fundación en 1922, salvo matizadamente Trotski y Buja-
rin al final de sus vidas. La tesis de que no había más Estado socialista
que el soviético hizo que éste se convirtiera en modelo único obligatorio
para los comunistas de todo el mundo. Una vez establecido que el
socialismo equivalía a la estatali- zación de los medios de producción y
cambio, quedó identifica o un medio (la estatalización) con el fin buscado
(el socia-
ismo) y tal ecuación fue presentada como indisociable y la única posible84.
Lenin dejó claramente sentado que los bolcheviques necesi- a an
er>> a
imperiosamente de un Estado propio fuerte para «demo- ., .^¡eÍa maquinaria
política burguesa y para acometer con P°si i ic ades de éxito la transición al
socialismo. Un Estado que

Kc«HNa(ri983lnARCUSE' 1%9, 123; LutóCS ,%7 68; CHATilE7/Pls,tR


’ ' '
Pnc,r!¡2 ,956'229-232; COLÉ, VI, 1974, 126; W. ABENDROTH y K. LENK M
,«AJW.IANOVA, 1981, 245; FARALDO, 2001, 140. tu INSTE,N, 1977a, 51;
AGUILERA, 1993, 55.
I A DCTADl ,'RA í)l L PROt l TARI ADO V ti f STAIX) Sí )Vlf ^ K O 87

prescinde de los formalismos de la «democracia burguesa» sustituida por


«la vanguardia de las masas trabajadoras, convirtiéndolas en legislador,
ejecutor y protector militar, iquel crea el aparato capaz de reeducar a las
masas»8\ De entrada, aún se mantuvo ia retórica sobre el modelo
soviético como «semi-Esta- do» {Estado solo para reprimir a la burguesía
y «Comuna» para las masas), pero lo cierto es que —de inmediato— los
bolcheviques se dedicaron a reforzar el aparato gubernamental, siendo
Lenin en particular muy escrupuloso en cuestiones de administración civil
y militar. Cuatro años después Lenin reconoció que

el Estado obrero es una abstracción. En realidad, tenemos un Estado


obrero con, en primer lugar, la particularidad de que es la población
campesina y no la obrera la que predomina en el país y, en segundo lugar,
que es un Estado obrero con una deformación burocrática86.

Stalin consolidó el axioma de que el Estado soviético era la única


encarnación posible, «correcta» y «científica» del Estado socialista,
completamente diferente de cualquier otra forma política antes conocida
y también muy transformado en su evolución postrevolucionaria8 . La
teoría ortodoxa de la «extinción» del Estado fue, de hecho, archivada y
Stalin no hizo más que abso- lutizar el poder del aparato. El Estado se
convierte en su teoría en el instrumento básico para su proyecto político;
de ahí que el socialismo estalinista creara un sistema totalitario revestido
de ideología emancipadora pues ésta siempre fue un componente
legitimador esencial de aquél. En efecto, se trata de un mode o de Estado
no sometido a control alguno y que no da explicaciones de su proceder,
ñero aue es muy sensible a la < i itic a i CH)

hética

•'* cita <!<• I J N I N (<!<• 1 <121) un Hi nilHHM

I, 1998, 184; LININ, III,

lií7q* (, 1<)74, 85; Ui AM,

I 4 < > 1K,; ( MMMH.INsMKkiHi»’


lAmwA HlMUtfVKK'» OH ISTAI >0 M X IAHMA

do

fijar l"s básk os


- El úl,imo Sulin r.x

,r u (er SÍ* ioeconóroico, un expediente para acomodar su dis C urso a


las cambiantes necesidades de la coyuntura. En suma d Estado
estalinista fue la expresión de la dominación de una nueva oligarquía (la
nomenklatura) con formas totalitarias en todos
los ámbitos*8.
Los bolcheviques fueron conscientes, en general, de que la
«cuestión campesina» representaba una peculiaridad específica del
Estado soviético que se remontaba a la toma del poder:

la realidad concreta del Estado soviético está necesariamente afectada


por la naturaleza de las relaciones que la población campesina —
fuerza social determinante en un país de mayoría campesina—
mantiene con el proletariado —fuerza social dirigente a través de
su Partido—.

De ahí se deriva que

nuestro Estado no es exactamente un Estado «obrero-campesino», sino


un Estado obrero que se apoya en los campesinos: se trata de una relación
muy particular que debe «ser comprendida teóricamente»23.

En la URSS el Estado se había convertido en ingrediente de la «base»


al ser parte constitutiva de las relaciones de produc-
Clon:

el período de transición se caracteriza de entrada por un refuerzo


excepcional de las funciones del Estado justamente en virtud de la fusión
inmediata de la superestructura y de la base24.

Bujarin admitió que la estatalización y la planificación suponían «una


concentración sin precedentes de los medios de producción, transporte,
finanzas, etc., en manos del Estado»; de ahí

MARCÓSE, 1969, 110; SOTELO, 1976, 243; BFTTF.LHHM, 1983, 19; KOIA-
KOWSKi, 1983, 99.
la primera cita es de BETTELHEIM, 1974, 85 (las cursivas son suyas)*
V la segunda de BUIARIN (de 1924) en id., 1974c, 45. v> I a cita (de 1926)
es de BUIARIN en id., 1974c, 45.
I A D K IAOUKA IH I (>KOUIAtilAlX)Y|| ISIA| )(
>SOVIffKO tyj

a un super-Estado de esas características92.


En efecto, todos los problemas se vieron agravados por la decisión
bolchevique de suprimir la teoría y la práctica del principio de la división
de poderes del Estado, reputado estrictamente liberal-burgués. El régimen
parlamentario fue frontalmente rechazado por ser —a su juicio— una
expresión pseudodemocrática, siendo sustituido por un régimen de fusión
de la actividad ejecutiva y la legislativa. Para Lenin, el asunto estaba
meridianamente c ^ro pues, por una parte, «decidir una vez cada cierto
número de años que miembros de la clase dominante han de oprimir y
aplastar al pueblo en el Parlamento: ésa es la verdadera esencia del
parlamentarismo burgués», y, por otra, con los soviets «las instituciones
representativas siguen existiendo, pero el parlamentarismo desaparece
como sistema especial, como división del trabajo legislativo y ejecutivo»91.
Totalmente ortodoxa fue la opinión de Stalin:

WHAMÍWSM, emz, *t'M, vitAS i*w, i«m


Ul(H {*J, 1 Iu, „j I ,y
Ltu itwftm que, .ti suprimir un probado mcr.m'
¿mi b,ikrn es i orno el de 0 división de poderes , '¡V ^i , t« o no otret
ió alternativo reaI alguna al respecto 'S,'!d<’W lamente a propósito
del régimen de asamblea. El ef7V° Ui<v
' co lúe ('I del dominio
¡ncontestado del aparato polfóc25!? pr"':|í
algo que el propio Stalin reconocería descarnadamente'^

en realidad a un país no lo dirigen los que eligen renresem el


Parlamento burgués y congresistas de los soviets en un réo• p¡"j tico;
de hecho lo dirigen los que realmente son dueños *0*"***' tos
ejecutivos del Estado y los que dirigen esos aparatos’5 apa,a'

C) DEL ESTADO-COMUNA AL ESTADO-LEVIATÁN

Hay en la teoría leninista del Estado socialista un claro corte neto entre
los escritos previos a la toma del poder y los posteriores- en le» primeros
se afirma la inevitable necesidad de un aparato de poder obrera a la vez
que lo rodea de atributos casi libertarios; en los segundos hay un
reconocimiento de la inviabllidad práctica de sus anteriores propuestas.
La justificación del Estado proletario se basa en os imperativos de la lucha
de clases, para reprimir a los contrarrevolucionarios, aunque Lenin —antes
de la toma del poder- insiste en la teoría de que aquél no será un genuino
Estado «en el sentido estricto de la palabra»96. Así, se supone que el viejo
Esta- o sera sustituido por un semi-Estado proletario que funcionará de
acuer o con los siguientes criterios: 1) electividad y revocación de
representantes y funcionarios; 2) equiparación salarial (generalización e
salario obrero), y 3) «paso inmediato a un estado de cosas en ( ^ue t°d°s
desempeñen las funciones de control e inspección, en,f que todos se
conviertan durante algún tiempo en "burócratas para que asi nadie pueda
hacerse un "burócrata"»97. El precedente invocado por Lenin es el de la
Comuna de París, que, en

de STAIIN (de 1920) en PROCACCI, 1977, 98.


l a c,ta
w
! a c ita de LENIN (de agosto de 1917) en id. II, 1979, .361; WRIGHT
MULS, 1966, 2 30; CARR, 1977a, 257.

25 C» ‘ íf-< <t(' IININ «■(! Diits( hLo, 1076. 202.


LA DICTADURA DLL PROl ETARIADO Y El ESTADO SOVIÉTICO 91

(3 Rusia revoluc. ionaria, se conc retaría en el modelo del poder de los


soviets. El «Estado-Comuna» en Rusia sería la República de los
Soviets, que se caracterizaría por la supresión del ejército y la policía
permanentes y de los funcionarios inamovibles98.
Estas tesis se justificarían de acuerdo con la teoría leninista (previa
a la toma de poder) de que el Estado moderno desarrollado es una
máquina de muy sencillo manejo al alcance prácticamente de
cualquiera; es más, Lenin rechazó entonces como «oportunista» la
objeción de la complicación de las funciones públicas e incluso —en
este sentido— el atraso ruso no sería negativo:

cualquier trabajador puede dominar los asuntos ministeriales en unos


cuantos días No es necesario conocer los detalles técnicos. Eso será
tarea de los (antiguos) subordinados, a quienes haremos trabajar a
nuestro servicio".

Así, por un lado, «el pueblo puede reprimir a los explotadores con
una "máquina" muy sencilla, casi sin "máquina", sin aparato especial:
con la simple organización de las masas armadas», y por otro, bastarán
unas pocas operaciones simples como «registrar, archivar y
comprobar» de tal suerte que «a las veinticuatro horas de acabar con
el capitalismo los obreros controlarán la producción y los soldados
dirigirán el ejército»100. A juicio de Lenin, estas tareas «ya son hoy
accesibles por completo al nivel de desarrollo de los habitantes de las
ciudades y pueden ser desempeñadas perfectamente por "el salario de
un obrero «^principio al que habría que añadir la elegibilidad y
revocación de los funcionarios en todo momento101.

Runto 3 de las Tesis de Abril en LLNIN, II, 1979, 53 y 68, CARR, I


^ '‘C 761-262; FFRNÁNOEZ-BUFY, 1977, 1 1 1 ; W. ABFNDROTH y K. UNK en
MJBI-
ANOVA, 1981,244. „, ,
. * l*1 cita de LENIN (de agosto de 1917) en UIAM, 1969, 390, IUBMANN,
,
,7 2
¿, 70; DUTSCHKÍ, 1976, 202. , ,
, 00
Sendas ritas de LENIN (de agosto de 1 9 1 7 ) , respectivamente en
H, 1979, 362; SABINE, 1974, 610, y UIAM, 1969, UC (todas ia«- '
!|r
s)vaS son de lenin).
UNIN, II, 1979, 324 y 32B
g2 ......... .... .............. . OH ISTAIW) MM IAU*tTA

apuesto, tod< ..... o fue nbsolul.tmente inviahle lr,is IK|U


. 1 ,, ,7 poniéndose de ml.eve .'I carác ter H.pMid.,,1^
í' J „.aristade <al«-s textos leninistas, que, sin embargo, y * " como
axiomas « anomc os intocables para |os |Kll h .liucs I » tales escritos
leninistas hay una completa in(r.,
dotación (le los condicionamientos estructurales e incluso uno
Contradicción ortodoxa, pues no casan bien las propuestas (|(, lestruir
el I stado burgués y mantener el trabajo asalariado, que
un<1 de sus razones de ser. I n este sentido, tienen mayor inte rés
los escritos mucho mas realistas y en parte autocríticos de Lenin
corno gobernante.
t n efecto, tras la conquista del poder la < uestion de la «extin ción
del Estado» se pospuso indefinidamente, manteniéndose romo remoto
referente ideológico (arla ve/ más marginal en el discurso bolc
hevique. Y esto fue así porque el poder soviético no tesé) de reforzarse
para sobrevivir y, ciado el bajísimo nivel c ultural de las masas rusas,
la autonornizac ión del aparato fue absoluta. I’or tanto, concluyó el
leninismo «libertario»:
l>or el momento somos partidarios inconctk ¡onalc*s del t stado 1...1
t'riM (amar de antemano la extinc ion del I stado seria tallar a la pos
JHH tlV.I hlsUífK «I10*.

I )e inmediato el I enin gobernante ret on<x Ió la int aparidad


técnic a y c ultural de las masas para hat erse t argo direr tamrn te
de la maquinaria del l stado:
no somos utopistas Saturnos tjtir t ualpuirr |w‘on y < uakiuii'f t •«
son int apat <*s d<* asumir ahora mismo la golx*rna< ton <iel t
otario I
|y| ¿puede < arta ohmio saber cómo administrar ul Istadoi' l a
M*11**
|>rat ti< a sabe pur esto es uní urnto de hadas | ..I < uando ellos os
obreros | hayan pasadr) anos en la est ueta aprenderán, peto eso
avan
/a lentamente10*.

l )(‘b<‘ t<*( ordarse que en / / I sttido y /«» rvvolui ión I ente bahía
sostenido que «sólo un ignorante o un astuto hurgues* podían

' l a«ita di* I (NIN ide l'Hti) i*n ( AKK, *M»*U.HHMANN,,11, 1'^ II
a puniera (ita de l ININ (de noviembre de I‘H 7) en id,, Ib t I 4
*
LA DICTADURA DLL PROl ETARIADO Y El ESTADO SOVIÉTICO 91
V segunda Irlo IM.Mh-n ( AWK) t*i77a, 2M».
IA fJMT rADURA Ofl PROtf TARJA!» Y ti tSTAOO SOVIÉTICO f ii

afirmar que el proletariado era incapaz de dirigir el Estado y la


economía, para reconocer —de hecho— tal imposibilidad al poco de
tomar el prxier. Además, Lenin matizó el alcance de la ^destrucción»
del Estado burgués pues una parte de sus estructuras técnicas y
administrativas era aprovechable, sobre todo por la alarmante falta
de cuadros especializados entre los bolcheviques . La constante
concentración y centralización del poder que éstos impusieron bien
poco tuvo que ver con lo anunciado antes de la revolución, que sería
del todo desvirtuada por el esta- !mismo gobernante.
Bujarin se tomó en serio la promesa de la revolución de Octubre
de destruir el Estado-Leviatán y dar paso al Estado- Comuna para
«devolver» el poder a las masas. Aunque tras la roma del prxier
archivó la teoría de la rápida desaparición del Estado, Bujarin quiso
creer que, con una nueva educación, tras dos o tres generaciones
podría darse paso a un sociedad comunista en la que

todos estarán acostumbrados al trabajo colectivo desde la infancia y


todos comprenderán que es necesario y que la vida es mucho más
fácil si todo se desenvuelve según un plan sistemático |...]. No habrá
necesidad de ministros, ni de policía, ni prisiones, ni leyes. A la
manera como en una orquesta todos siguen la batuta del maestro,
así seguirán el plan de producción, trabajando según él '5.

En esta visión idílica aflora una contradicción de fondo pues ^ tal


sociedad comunista sin Estado no se aclara en absoluto quién,
cómo y por qué fija las reglas del trabajo colectivo y la elaboración
de un plan sistemático: no se especifica la natura- del «maestro»
de la orquesta ni se prevé qué hacer con los f 'trepantes de las
reglas y el plan generales.
£ Vjar*n advirtió los peligros de una gran burocratización del L ,c
máxime en una sociedad atrasada como la rusa, algo que rnl\d ?iuc^0
m s
^ difícil corregir tal desviación. La tesis estali- a - intensificar la lucha
de clases en la URSS so le antojó 26
.un analfabetismo estúpido. 11 resultado es un t st.ide»
, A su juk io, el problema de la burocracia soviet,,,, no 18solo
cuantitativo, de pesadez administrativa, sino también Wa
muv especialmente—cualitativo, de estructura del Estado. En ,MV
sentido, entendió que había que rectificar: *

26 1979, y í J07; Kot AKOWS*:,


1971, 72; RATKOC, 1972. 155; Cr»**, 1976. 10»
LA DICTADURA PEt PROLETARIADO Y I I ÍSTAOO SOVlfT# (¡ y
estamos demasiado centralizados. Hemos de plantearnos la cuestió
de si no debemos dar ya algunos pasos hacia el Estado-Comuna d
Lenin’07.

En los años veinte se fue estableciendo una alianza táctica entre el


Partido —que hablaba en nombre del proletariado— y la burocracia del
Estado y se consolidó el sistema de nomenklatura de tal suerte que todas
las estructuras en todos los niveles establecieron sistemas de listas con
candidatos recomendados a cargos, vaciando de sentido decisorio los
procesos electorales. En consecuencia, todos los nombramientos
dependían de la autoridad del nivel superior correspondiente. Además,
todos los aparatos del Estado tenían su «doble» en el Partido, con lo que
la burocratización se dobló y la confusión entre ambas instancias fue
completa27 28 29. Stalin, que fue la expresión política del triunfo de la
burocracia, apostó por un burocratismo eficientista dirigido por el
Partido. Durante las luchas fracciónales Trotski se apercibió de que el
propio Comité Central del Partido estaba «recurriendo abiertamente a la
ayuda del aparato estatal contra miembros del Partido», pero no extrajo
entonces conclusiones sobre la creciente confusión entre sendas
instancias30. Fue Buja- rin el que más lúcidamente vio entonces que «la
raíz del mal está en la completa fusión del Partido y del Estado»31.
Bujarin se pronunció a favor de separar claramente las funciones de uno
y otro, y en privado (conversaciones con Kámenev) reconoció que la
perversión de la democracia soviética y el ascenso incontenible de Stalin
se habían debido a un profundo error de partida* la identificación del
Rartido con el Estado111. Aunque Bujarin apuntó en la dirección
adecuada, se centró en la consecuencia, pero no en la causa: si se
produjo tal fusión fue porque el Partido bolchevique careció de otros
competidores partidistas, no se vio sometido al menor control cívico ni
estuvo limitado por equilibrios institucionales.

D) ELEMENTOS VIEJOS Y NUEVOS EN EL FUNCIONAMIENTO DEL


ESTADO

27
La cita de BUJARIN (de 1928) en COHÉN, 1976, 448; LOWY, 1973, 57.
28
La cita de BUJARIN (de 1928) en LOWY, 1973, 410; BUJARIN, 1974C, 15.
29
BETTELHEIM, 1977, 515 y 1983, 218; CARR, 1974, 131-132.
w
CARR, 1983, 40; PROCACCI, 1977, 1 1 3 .
31
Las dos citas de BUJARIN (de 1928) en DEUTSCHER, 1971, 404, y COMEN,
1976, 58, respectivamente.
„4 , MHWlA •«< mVKJUI 1,11 tSÍAÜO VX IA1ISÍA

Partiendo de la tesis (obviamente con base real) de Rusia como país


atrasado, Lenin teorizará la necesidad de modernización que impulsarán
los bolcheviques al servicio del proletariado y el campesinado. Este
imperativo desarrollista es lo que justificaría el mantenimiento bajo el
poder soviético de elementos del Estado anterior. Sin duda, el atraso
histórico era el responsable de un gran número de carencias, pero su
uso recurrente en el discurso bolchevique contribuye a difuminar las
responsabilidades como partido del gobierno. No obstante, sí hay en
Lenin elementos de reflexión autocrítica, pero que se quedan en los efec-
tos, sin ir a la causa de fondo. Para Lenin los problemas del Estado
soviético se deberían al peso de la burocracia tradicional, a ,as
concesiones que la NEP había tenido que hacer a los cuadros técnicos
burgueses y también a la pervivencia en el Rarti- de muchos militantes
con mentalidad y estilos no revoluc io nafi°s. pero es siempre la explicación
histórica la clave:

Nuestro aparato estatal se encuentra en un estado tan lamentabU .


(
jue primero debemos reflexionar profundamente en a ' ra do luchar
contra sus deficiencias, recordando <ju< as 1 ^tas 54* hallan en el
pasado"*.
Hr ¿WRunK'nh>M»l.»v>> el f«iblrma Mstémico: t.| [S11(,
(ROt-M.ih.1. MU duda, insuiii Ienlomente
ignora «Jiio ilfM .ms.ih.1 en un régimen de partitii',"n'*
■ o ,,UM t-sluuiui.tl de los límites de Inda | x > l í i u , , l m i - , í •
lu,f
nia
tk'l mismo.
Una (k' las mayores novedades de los kílcheviques fue |a (r uon del
Ejército Rojo, hajo los auspicios de Trotski, y embarco. muy pronto
tuvieron que suprimirse algunos de sus ra? gos fundacionales
revolucionarios (voluntariado, asambleísmo^ ¡os soldados,
igualitarismo) al reintroducirse elementos tradicionales (conscripción,
disciplina, oficialidad zarista con privi legios corporativos). Trotski
admitió que no se podía hacer tabla rasa integral del pasado:

si nosotros (...1 como clase obrera no podemos adueñarnos maqui-


nalmente de la antigua organización del poder del Estado, esto no
significa en absoluto, (fue debamos arrojar de ella todos los elementos
que formaban la armazón de la antigua organización del poder del
Estado"5.

Más adelante, Trotski señaló que en la transición soviética subsistía


en gran medida el Estado burgués sin burguesía, algo que «se reveló
incompatible con una democracia soviética auténtic a » ’ 4 . Para Bujarin,
«/a revolución destruye el poder existente Y crej otro nuevo. El nuevo poder
conserva algunos elementos del antiguo, pero estos elementos tienen
otrn aplicación distinta», sin aclarar qué elementos se conservan y cuál
es el modo diferente de usarlos, al margen de una vaga proclama
general sobre la diferente «naturaleza de clase» del Estado soviético y,
en otros textos, del «armazón material técnico objetivo» de la
administración32.

La cita de TROTSKI (de 1921) en RADICK, 1972, 61; ULAM, 1969, 478, SfRCf,
I, 1973, 98; DI UTSCHFR, 1976, 373-174 y 439 ,M TROTSKI, 1977a, 73.
r
La primera cita de BUIARIN (de 1919) en id., 1971, 83, y la segunda V 1
J20) en id., 1974b, 48 (las cursivas son de Bujarin).
IA OCMDURA OH f'kOt (TARIAOO V !¡ tSTAOO SOVIÉTICO <)7

Como gobernante Lenin se apercibió de que el a,nr3„ , , Estado se le


escapaba de las manos y de que la sociK est ba cada vez mas enajenada
del poder político. Lenin constó que «el Estado no ha func.onado tal
como nosotros lo en ten diamos» y ello pese a que «la fuerza económica
que está en manos del Estado proletario en Rusia es absolutamente
suficiente para organizar el paso al comunismo»n6. La conc lusión no
podía ser más pesimista: «con el aparato estatal, la situación es triste,
por no decir repugnante» y es que
w
suele suceder en la práctica que aquí arriba, donde tenemos el poder
del Estado, el aparato desarrolla sus tareas, pero allá abajo donde se
toman las decisiones, deciden de tal manera que muy frecuentemente
trabajan contra nuestra política"7.
k

Por tanto, hay en Lenin un reconocimiento del deficiente


funcionamiento del Estado soviético, pero un insuficiente análisis de sus
causas y un conjunto de recetas limitadas para intentar corregirlo. En
efecto, las claves son siempre el pasado, la burocracia heredada y el
mal trabajo de algunos camaradas; ergo, herencia recibida y problemas
de personal, pero sin abordar la naturaleza estructural del sistema
soviético edificado por los bolcheviques sin división de poderes, sin
garantismo y sin pluralismo político. Esto explica que las propuestas
para remediar }ales males fracasaran sistemáticamente: por un lado, se
man- luvo un discurso ideológico inaprensible siempre carente de
concreción (dar paso al Estado-Comuna, profundizar en la «línea e
nnasas», avanzar en la «democracia soviética») y, por otro, las nietas
reales fueron burocráticas (sustituir personas en los diíe- cargos y
niveles y crear nuevos órganos administrativos íf vigilancia y control»,
con lo que la burocracia no cesó de
((r
exponencialmente)118.

SIAJIK. l,nVitas 1 ,NIN (de 1922) en BnmuuM, 1074, 261, y F BOMA en Í076,
12.
12* M’fu,dS cit.it de UNIN (de 1922) en Sonic), 1076, 164, y Cune 1074,

{6ÍMHM, 1077, 406

Bi
KÍHMOT» DEL PROLETARIADO
IA DICTADURA MaMOHT08«,Y ELliJKypo,
ESTADO SOVIÉTICO
Avurnnm*. 99
na nsHte í nermopy,
*ap»3 noTp*<jHo iHwuiHTM M«A<XStirKa BpaMre/wi
ce^flMe—BCTynaüTe ¿o ¿as HepeoHOt
KIHHOTN

i<y?ív\ DI ,C 08 * C8^a^er^a Ejército Rojo durante la guerra civil (1918* t /JA


entusiasmo revolucionario de estos años, que llegó a crear una suer- e *
^,ca ^°^ev ’‘!l,e. se fue transformando en odio y frustración ante la ine
icacw del nuevo E stado y el despotismo de su* dirigentes. Archivo Anaya
La guerra civil acentuó la centralización, algo que se agravó al
cristalizar el sistema de nomenklatura y al reducirse los espacios de
debate. Por ejemplo, en la elaboración de la Constitución de 1922
Stalin se opuso a la idea de que la URSS como tal debía estar formada
por Repúblicas constituyentes e insistió en la necesidad de crear
vínculos intermedios entre la administración central y los gobiernos de
las Repúblicas. El control central debía ejercerse a través de un número
limitado de canales y no dispersarse, y aquél debía tutelar la mayoría
de los ámbitos competenciales"9. Bujarin se apercibió pronto del
excesivo centralismo del Estado soviético y de los problemas que ello
generaba:

todo monopolio implica cierto peligro de momificación. Y para noso-


tros (...| que disponemos de un supermonopolio estatal [...] se dan
todas las condiciones para que se realice ese peligro de momifica-
ción1’0.

Ante este panorama las sugerencias más reformistas procedieron,


una vez más, de Bujarin con objeto de dar paso a una descentralización
real y, más en particular, de dar entidad a la legalidadsocialista. Rara
Stalin la finalidad de las normas soviéticas debía ser la de defender al
Estado, mientras que para Bujarin debía ser la defensa de la sociedad.
Así, preconizó la reducción de aparatos administrativos y la
liberalización de iniciativas 'ocales, pero, sobre todo, el refuerzo de la
legalidad soviética Pafa acabar con la arbitrariedad de numerosos
comités y para garantizar al campesinado y los nepman seguridad
jurídica para Su gestión económica sin sobresaltos:

f campesino ha de tener ante sí orden soviético, derecho soviética ey


soviética, y no arbitrariedad soviética, moderada por u na de
reclamaciones» cuya ubicación se ignora'


.... 1 969a, 233; M<xm, 1995, 150; CoHfN, 1976, 435; Bn-
§' i '974, 87-88. , r.
.. ***"<* 1928) en Eowv, 1973, 326; BKOU ,
Nwm, ij * * 8WI<IN (de 1925) en COHÍN, 197(>, 286 (U < ursiv.
|Ak,N
Y .'974(. noy 163-165.
IA DICTADURA DEL PROLETARIADO Y EL ESTADO SOVIÉTICO 99
tA „0*|A BOU HtVHJUI Olí ISIAIXJSCX.IAIMA

Huiarin fue favorablea ampliar gradualmente el deretho , u,t„ v a


establecer una declaración de derechos de los CÍU(T danos soviéticos
que les protegiese de eventuales abusos del Eya. do y perfeccionase
el sistema socialista.

E) HACIA EL ESTADO TOTALITARIO

Leí teoría de la revitalizacion del Estado socialista en el periodo de


transición se debe a Stalin, necesitado de algún elemento ideológico
legitimador para justificar la potenciación del aparato. Desde su punto
de vista, la progresiva extinción del Estado obrero exigiría
paradójicamente su refuerzo:

la extinción del Estado se llevará a cabo no ya por el debilitamiento de


su poder, sino por su máximo fortalecimiento, lo que resulta indis-
pensable para acabar con los últimos restos de las clases expirantes y
para organizar la defensa contra el cerco capitalista1’2.

A su juicio, «el mayor desarrollo posible del poder del Estado con
objeto de preparar las condiciones para la extinción del Estado: tal es la
fórmula marxista», con lo que el refuerzo del Estado socialista se hace
en nombre de su futura extinción, contradicción que quiere sostenerse
con el supremo argumento de los «enemigos de clase» del entorno33.
Esta teoría de un Estado que se «extingue» al «reforzarse» no es más
que pura escatolo- gía ideológica que busca conciliar la preservación de
un referente mítico (Lenin) con los intereses reales del poder soviético.
Puesto que los textos de Lenin al respecto eran intocables, Stalin tuvo
que mantener la retórica «extincionista», pero dándole la vuelta al
argumento por los imperativos de la lucha de clases del momento.
Para Stalin, la construcción del socialismo intensifica la lucha de
clases tanto en el interior de la URSS como en el exterior. Una

)2;
La cita de STAIIN (de 1930) en BKOUC 1974, 409.
1/1
La cita de STAIIN (de 1930) en MARCUST, 1969, 107; CHATEUT/PISIHC
KOUCHNÍK, 1983, 346; MOOKL 1956, 222.
LA DICTADURA DLL PROIHARTADO Y El ESTADO SOVIÉTICO 101
VeZ
| decretó c ue el
l socialismo ya estaba construido
en a URSS (en 1936), añadió que el Estado debía mantenerse e incluso
forta ecerse a causa del «cerco imperialista/capitalista». La teoría del
cerco permitió justificar un poder omnímodo no solo para defenderse
de una eventual agresión exterior, sino también para extirpar a la
«quinta columna» interior de «traidores» y «saboteadores»1 Pese a la
supuesta culminación integral de la construcción del socialismo en la
URSS, el Estado soviético debía mantenerse al iniciar la «fase
comunista» por el «cerco» pese a la incongruencia teórica que ello
representa desde el punto de vista de la ortodoxia marxista. Así:
«¿subsistirá también el Estado en el período del comunismo? Sí,
subsistirá si el cerco capitalista exterior no ha sido descartado», teoría
que se mantuvo imperturbable hasta el fin de Stalin; de ahí que
Malenkov afirmara en su nombre:

los enemigos y vulgarizados del marxismo habían preconizado una


teoría extremadamente nefasta para nuestra «usa, la del
debilitamiento y extinción del Estado soviético en condiciones de
cerco capitalista |...|. En las condiciones de triunfo de la revolución
socialista en un solo país mientras que el capitalismo domina la
mayoría de los demás países, el país de la revolución victoriosa debe,
lejos de debilitar al Estado, reforzarlo al máximo; según esta
conclusión, el Estado pemianecerá incluso bajo el comunismo si
el cerco capitalista sub$isteus.

('orno resultado,

se puede hacer abstracción de la coyuntura internacional y hay que


disponer de un ejército bien preparado, de organismos punitivos bien
organizados y de sólidos servicios de información; el país, en
consecuencia, debe tener un Estado suficientemente fuerte para
p<xier defender las conquistas del socialismo contra los ataques del
exterior'

>174* «y*- '956,224; MARCUST, 1969, 104; Tunan. 1971,95; BIIIMHUM,


ORA loo, ¿ Kwm, 1975,258; CHATrLfT/PisifR-KtXxUNFR, 1981, 158;
AGUÍ 7, '991, 55.
¿f
ti, tl(. f)rirTH*™ < ita de SfAI IN (de 1919) en I)f I TUKIA, 1977, 11 6; la
l"ivi- «, llNkíJV(de 1952) en ( OIIINII, 1957, 122 (las i ursivas son de Maleo
i *AKls'.f971, 42-41; BnmMí,M, 1981, 26.
t(U tA n-oKlAHCH< iirvtQUt orí ISIAIX)SÍH IAIISM
I n k. teorf.i c«it.ilinista del refuerzo del Estado s<K ¡a|¡s. .
tres .tjsw,. (ada una de las cuales justificaría tal tesis- ^ * S
nrimer.i fase revolucionarla hubo que liquidar a las sos
dominantes (1917-1929); 2) en la segunda, a los kulaks^'
naman (1929-1936), y 3) en la tercera había que hacer ¿1? al
cerco capitalista y a la «quinta columna». Una vez qUe sT lin
proclama el fin de la construcción del socialismo y, (X)r J*' to, de
la lucha de clases en la URSS —al haber supuestamente dejado
de existir las clases antagónicas—, la justificación es |a
siguiente:

las fuñe iones de represión militar en el interior del país se han hecho
supertluas y han desaparecido puesto que la explotación ha sido
suprimida, ios explotadores no existen y ya no ha\ a quien reprimir La
función de represión ha dado paso a la función de protección de la
propiedad socialista contra los ladrones y los dilapidadores del bien
público. La función do defensa militar del país contra la agresión exte-
rior se ha conservado íntegramente’r.

Por lo demás, no es posible olvidar «el cerco capitalista y los peligros


que se derivan para el país del socialismo», pues los capitalistas «envían
a nuestro país espías, asesinos y saboteadores»; de ahí que no se pueda

subestimar el papel \ la importancia de nuestro E stado socialista,


de sus organismos militares, punitivos y de sus servicios de
información, necesarios para la defensa del socialismo contra los
ataques del exterior1 *.

En suma, en la teoría estalinista justificadora del Estado va


cambiando la «calidad» de los enemigos: 1) de entrada, las antiguas
clases explotadoras; 2) a continuación, la burguesía mantenida por la
NEP, y 3) en lo sucesivo, los ► agentes del exterior». Pór tanto, los
imperativos de la lucha de clases interior devienen en exteriores una vez
que se concreta que en la URSS ya no hay expio-

La cita de STMIN <de 1939> en Da TURIA, 197 7, 1 16. u* La cita de


STALIN (de 1939) en id., 1968, 196-19/, Da TURIA, 1977,

116.
LA DICTADURA DH PROl ITARIAIX) V H tSTADC) SOVIÉTICO 1()í

tac¡ón. Esta circunstancia hace más difícil justificar teóricamente la


persistencia del Estado, pero el rec urso a la insidiosa «quinta columna» y
al imperialismo son suficientes para insistir en la necesidad de un poder
monolítico e implacable contra los enemigos de la «patria del socialismo»1'’9.
Prácticamente desde su fundación el Estado soviético recurrió al terror
(«rojo») para afianzarse, y éste cobró vida propia y no dejó de ampliarse
pues la cadena de «enemigos contrarrevolucionarios» se fue haciendo cada
? vez más larga. La Cheka (policía política) fue exaltada por los bolcheviques
!
por su labor de «vigilancia revolucionaria» y descabezamiento (a menudo
¡ literal) de los «enemigos de clase»: oponerse a la Cheka sería «idealista»
k
o, peor, contrarrevolucionario; de ahí que el terror rojo se convirtiera en
«técnica administrativa» para disciplinar a la sociedad y organizar el
¡ Estado, con liquidación absoluta de cualquier vestigio de legalidad o
c garantismo. En el Estado soviético el terror del poder tuvo una doble
k naturaleza, técnica y política: se castigaba la ineficacia y falta de
%
rendimiento y, además, cualquier tipo de inconformismo y disidencia110.
¡
K Lenin, que asumió abiertamente la necesidad del terror rojo, quiso
fj darle cierto barniz argumentativo:
f
«
b
a los tribunales no deben prohibir el terror |...|, pero deben formular los
motivos que subyacen a él, legalizarlo por print ¡pió, anamt n (, sin
ninguna simulación o adorno'’1.
f?
Más contundente se mostró incluso Trotski en su po emita )n Kautsky al
señalar que, en una época revolucionaria, ia\ lJe luchar por el poder por
la fuerza; de ahí que rec tazar t e rro jue no sería más que otro
instrumento al alcance c t a uardia) sea rechazar el socialismo con (‘I
nada u hna 0 ‘ b tonto de que quien quiere el fin (el socialisnm)ce H
que n ,i(‘n los medios (todos, ini luido (‘I terrorismo). I artien< < < '

i' ( HAIMI
I/Pisif K KoU( MNIK, 1*18.1, J57 U>0 M*ow# 19%, 124; UIAM,
1 %*í, 4!»2y4r» >. 197C, J H
// ta »tt4 hMiw íUi- 1922) <*n KIHAMWW

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hM I A tM HíÍA H< H( MtVJQUl Dfl f SIAIM ) S()( |*| ISJA

IMM* dt' que la «democracia burguesa» es un fraude menrarfsmo


un anac ronismo, los derechos polítiu^' f ^lrl< iÍII.1 fantasía v las
libertades una avuda mr.i Inc ^
Ur,1
list.
mentarismo >os enemigue A
un cttwi
do la pura discrecionalidad de las fuer * c ibsoluta.
iwmainu, u»
Puesto que la lucha de da** ?S rev°lu“
uerec nos
políti( OS i f,<* fantasía y las libertades una ayuda para los enerñiwí
la exaltai ion de la pura discrecionalidad de fac r,.A>S(^‘c*¿ cionarias es
enanas es aosoiura. ruesto que la lucha de clases u más allá que los
votos, es lógico que la Asamblea C(md,muchc te fuera disuelta por la
fuerza dado que —a juicio d i yen eviques— había dejado de
e 05
reoresentar \ J bol
absoluta. Puesto que _
- mucho

" , w , d u'5ucr.^ . ■ i aQ° que ~a )uici° de lo,TT


cheviques— había dejado de representar la «voluntan ¿
masas». En suma, para Trotski en el apogeo de su poder
tido es el Tribunal Supremo de la revolución y tiene si«m ,
ultima palabra en todas las cuestiones clave1" 4, , ™ , T a
mer Bujarin, también compartió estos criterios («cuanto ^ tuerte es la
resistencia de la burguesía [...], tanto
cable debe serla dictadura del proletariado, que en los St extremos no
debe retroceder ante el terrorismo i ,
0

I» NEP consideró ya del codo InfioaZZ ^1“,*

ir* »»™Zd”naefr,eCr,,amen'e <|Ue " P,0*,a,"a


caM,ófa
SE
SSr “ :s K
nismo fuera poco nérr/cíu S° 8?dual del ,en
mismo al estali- de cualquier
vestigio H f' 6 T- 0 !nmed'ato dada la ausencia incluso la adopción de' 11
'NFf>’lnstllucional sobre el gobierno, sociedad—fue del torto . EP ~qüe suPuso un
respiro para la gó a afirmar que los menrh “ntana pues'. Por ejemplo, Lenin
lle- sostenían que t il uir ■ 1evic)ues y social-revolucionarios, que
secuencia, evidenciaba oT Una VUe,l,a al taPíta,ismo Y> en con-
Octubre deberían ° c ..caracíer burgués de la revolución de
vían a los reaccionad rSÍlat*os ^s/c^ Pues ta¡es opiniones serte de persona;
nr.r
l0S S C ecir se
' preconiza la condena a muer- ‘ ‘ P r expresar opiniones
a propósito de una poli-

’J' ^RCf, I 197 Í 1n, „


,!; u'
Licitado °6' K(>IAKOWSKI, 1982, 497-501.
' fí>. LIÍNSIHN, i9^<* 1919) en id., 1971, 79 (las cursivas son de Bu/a-
(
,AI ’" 1A'’UKA0B "««fTARIAIX.YH. ISTADOsoVifid > I0f>

tic.. bolchevique, con lo que se ponen las bases „, ,, ■ mo,M. R,r


supuesto, la liquidación de la NEP en i!, ,<' "ar,s' considerablemente el
panorama al desaparecer t* lu a8ravo .os de pluralismo ^ioeconómico
que quedabaTüSlos bolcheviques desarrollaron una enorme red policial
' presente y omnipotente y crearon campos de concentración (ton
esa denominar ion) para los «enemigos de clase» una ca e goría < .irla
ve/ más elástica e indiscriminada definiría en réei' ,„en de monopolio
por el poder. Ninguna fracción bolchevique enfrentada mas tarde o más
temprano a Stalin hizo oír su voz frente <i todo ello hasta que le tocó
el turno.
I n (onsec uenc ia, ('I I stado soviético no se caracterizó pre-
(¡sámente [>or expandir la democracia y las libertades «hasta un
^rarlo nunc a antes concx ido», sino que hizo todo lo contrario,
suprimiendo los derechos no ya a los antiguos explotadores y los
(ontrarrevolue ionarios genuinos, sino a la prác tica totalidad de la
poblar ion. Por tanto, dada la nula concreción práctica de la democ rae
ia soviétic a, el listado funcionó de minio despótico y muy pronto
totalitario1 *\ Sólo en el exilio, aunque con algunas autolimiíar iones
analíticas, Irotski captó gran parte de todo (No:

si H i stado, en ve/ de desapareeer, se ha< e cada ve/ más


despótico, s¡ los mandatarios de la < lase obrera se burocTJtizan,
.1 la ve/ que la buror r.u ta se erige jx>r eni una de la stx iedad
|...|, no es f>ot ia/0 nes s(*{ undarias r orno Lis superviven! las
psít ológit as del pasado, I n virtud de la inflexible rux estriad de
formar y mantener una miñona privilegiada no es |x>si!)le
asr*gurar la igualdad real, No son los n s l«>s irrelevantes en sí
mismos, de las antiguas c lases dirigentes los que impiden, como
du e la teoría puramente policial (te Stalm, qui * *,l
do sovietu <j desupuic/i a y se líbete de la buux fai ia piiasilana
totes infinitamente mas poderosos, como la indigeni ia niait >
• ‘alta de i ullliia general > (‘I dominio del «leret lnMf‘!'Vf'
d
» k’sprende en el ámbito que más inteiesa a < ualquieia '* *
1

’i vat x x) p<qsím.il* .lh

«... 1 •* <MOIliiMI <le ItNtN en K( »l SM »V\SM. OSA KO»H H


MAKMM
t*M,«C * 1 J, 7070 IIHNSIIIN,
IM77H '‘ M tta ile lxntsKt(de inuuen A VINAS . f ’• <*t (HAHII -
' Mil. C, i
* •■ .... •* *
Capítulo III

Burocracia y sociedad

, LA BUROCRACIA: }CAPA O CLASE?

A) El DtSCONTtCX BUROCRÁTICO

Tanto la recuperación bolchevique del grueso de la antigua burocracia


estatal como la paralela burocratización de los soviets contribuyeron
a reforzar asimismo la propia burocracia del Rartido, La mayoría de
los funcionarios y de los especialistas económicos era hostil o —en el
mejor de los casos— apática con relación a los bolcheviques y muy
pocos simpatizaban con el sistema soviético:

bajo la NIP la burocracia los gerentes, los técnicos \ la infelligcnt- >»a los
«cuerpos ife funcionarios* de la nueva sociedad eran Lasi e\clusi\amonto
elementos extraños al régimen’.

Ionio reconoció que. dado el atraso cultural de las masas y Lt


escasa presencia de especialistas entre bolcheviques, eta inevitable
recurrir al personal tradicional, asumiendo el severo cos- ^
'ctardatorio que ello tendría. El propio Stalin admitió qut 'nuestro
aparato de Estado es en gran medida burocrático v lo HV$uirá siendo
durante bastante tiempo», algo aumentado al VOr> sol idarse en el
poder pues su régimen encarnó el máximo de estatalización social
nunca antes alcanzado .

^ ota es de CAK*, 1974, Ufe; Pwx co, 19"’, *1- .


U porción de UN¡N en MCXXE. 1956. 163. la cita de 5TAHN U*O *
- ,5 ‘ 136 la burocracia estalm.sta no tenía nada que
ti»**’ ‘ hfe millones de trabajadores (todos al servas »o v ''

\
único) uno* 10 miltof*' oran cuadn» admmivtiatm > s u
HW t A MOKlA W M.CHI VlQtM INI f SlAI M > Si H IAI ISIA

t*
frotski, que Hit' el principal dirigente lx>lchevique (iU<,
. upo a fondo del fenómeno burocrático, «descubrió» el bUfV> i ratismo en
192T, justo cuando empezó a ser cada vez más m ll ginal en la cúpula del
Partido. I n el apogeo de su poder, a eso ano, ('I asunto no le mereció
prácticamente ningún comen* tario; de ahí que su denuncia de la
deformación burocrática sea no sólo tardía, sino —en su jerga—
«oportunista»1. El fenó meno burocrático no sería privativo del Estado, sino
también y esto era mucho más grave— del Partido, como ya había visto
Lenin. I a burocracia habría conseguido autonomizarse de las masas y
escapar a todo control, algo especialmente agravado por i‘l viraje estalinista
de 1929, ya que «la colectivización ha abierto inmensas posibilidades al
parasitismo burocrático»4. La burocracia estalinista había generado
intereses corporativos propios Y conseguido «expropiar políticamente» al
proletariado \ situarse do modo «provisional» por encima de la sociedad
sovié- tit a. «la burocracia soviética |...| se ha ido volviendo cada vez mas
conservadora, cada vez más preocupada de mantener el
lwnon ,l
' “'-IVs,> >’ qut' el análisis trotskista do la burocracia estalinista
es bastante penetrante. no llega a formular una verdulera t<H>ria
acabada por no sacar todas las consecuencias sis- temu as, \ ello en
virtud de sus propios prejuicios ideológicos que limitaron el alcance de
su v isión*'.
Tan contundente en la crítica del fenómeno burocrático se mostro
asimismo Bujarin:

t u,' *1^ * H ,OM *' 1 Js ,HX eMduk'N inmediatas di' las masas cri
'h! n¡H M!* on un f'HitxH ratismo nauseabundo v en la auti>>at;
' A lónanos t so es pura Kutw.e
UH1 ,on ik KK

ei't i >4^ ^ S i'.Ks di' io> altos caiy^Vs do ia txxikwUjk-rj H:\iv.


I |l^
; ^* ' - * t uXuir tVa^KoiX'HNiK Kix WXVNM
t a v » t a de !KX'KM J
I«r?a NI: StKvi I t<T\V til- :o
J •» *'»ta di' Ui>1 SK; en »d
T«I>JSA* i <***?* ur
NAO mu*
HUWx
RAGA Y SOGfDAD j 09 y ello se

habría producido porque

al abarcar demasiado leí f^rtidol ha creado un colosal aparato adm, nistrativo.


Para cumpltr las fundones económicas de los pequeña om! ductores, de los
pequeños campesinos, etc., se requieren demaóa dos funcionarios y
administradores. El intento de sustituir todas estas figuras por chmóvmki
Iburócrata en sentido despectivo! | l'produ ce un aparato tan colosal que el
gasto de su mantenimiento resulta incomparablemente mayor que los costes
improductivos derivados de la condición anárquica de la pequeña producción;
en consecuencia toda esta forma de administración, todo el aparato del Estado
proletario, no facilita sino que impide el desarrollo de las fuerzas pro- ductivas7.

Con ello, Bujarin constató que, en ciertas áreas, la eficiencia del


mercado es superior a la estatalización; de ahí su defensa continuada del
modelo de la NEP.
Como gobernante, Lenin reconoció el grave problema que
representaba la ausencia de personal especializado simpatizante de los
bolcheviques pues la vieja burocracia reincorporada al Estado era
difícilmente controlable y boicoteaba de hecho muchas decisiones políticas.
Así, por un lado, «luego que tomamos el poder, el aparato del Estado
comenzó a sabotearnos Ahora contamos con una enorme masa de funciona-
rios
, Pero carecemos de personal idóneo para dirigirla», y, por (^0' <<de
palabra, la administración soviética es accesible a os los trabajadores; pero
en la práctica, como todos sabemos,
| >sta mucho de serlo», y, por tanto, «no hemos conseguido que masas
trabajadoras puedan participar en la administración L Pa's»8. La conclusión
de Lenin es contundente: el Estado la>VK tic0 Padecería una grave
«deformación burocrática» de Un^Ü° <<(^ Pr°lotariado debía protegerse», y
es aquí donde, tras nacerífdo dia8™stico, la terapia propuesta fracasó al añadir
(Vüs ()r a
8 nos burocráticos supervisores de control y vigilan-

da Z'r* (,,,, de Hn'AK,N (ríe 1928) rn lowv, 1971, 192, \ L<


« ¡ U Ó f*n ( OHIN, t97(>, 199.
19](, < \\,) d,. | (NIN ((j(, m22) en ( ANK, 1974, 128: Id M’guiwU *«*»
1
"u ,JNIN, ni, 1979, 179; I.» frrcer.i («!«• 1921) en KAIMAVI 197 ' MI
|I0 lUluKIAIIOICIIIVIQUI IHI ISTADO SOL IAl ISTA

cía4, rrotski, que fue un crítico implacable del burocratk ost.ilinista


durante los años treinta, no hizo nada como 04° nante para detener el
fenómeno. Y es que su combate contra ^ sistema estalinista estuvo tan f
mediatizado por los enfreñt mientos fracciónales que, a veces, pierde
profundidad analíti ca. Para Bujarin la posible evolución del régimen $
soviético hacia un nuevo tipo de Estado burocrático explotador fue su
pesadi lia personal, y eso es lo que explica sus severas críticas a la arbi-
trariedad y el despotismo del grueso de los funcionarios10.

í
B) CAUSAS DEL TRIUNFO DE LA BUROCRACIA
Y MODOS DE COMBATIRLA

Lenin atribuyó la deformación burocrática del Estado soviético a los


siguientes factores: 1) el «atraso histórico» dada la falta de suficiente
modernización en Rusia; 2) la dificultad objetiva de formar rápidamente
funcionarios eficaces y leales, lo que habría obligado a los bolcheviques
a recuperar al grueso de la anticua burocracia de mentalidad y estilos
muy tradicionales; 3) la ausen- tia de cuadros comunistas especializados
y bien formados, y 4) la
ea
. e 0)5 sov'e,s- En sustancia, pues, los problemas procederían de la
supervivencia, en gran medida, del viejo aparato (que no pudo ser
«destruido hasta sus cimientos, tal como se

sl'X°me"C!° an,eS de la revolutión> y ^ l<> ideología con-


1 pn¡n rlr ^Ue ^ |6ra ( ünsus*anc'a!- modo complementario,
ese ámbito0000 1S Caren,aaS (^e *Í)S militantes bolcheviques en
eua burnrrar^- 'nCapaC'dac! ^ controlar realmente a la anti-
lucionarin nn t ^ ^ Un. ado’ reconoc¡ó que un buen revo-
(de hecho rnnTr’ ^ ^Ue ^ tam^^n un buen administrador
mó aue °hovl qUC' ^ 8e "eral' n° lo V- por otro, afir-
no disDonemrís H*") * " 0 U a lnmens,dad de
funcionarios, pero no disponemos
de elementos con suficiente instrucción para

tris WqTí^4' 6?; Betteeheim' '974, 460; RADIAV., 1975 320- EUENS rHN ' '979a, 13;
KOI AKOWSKI, 1982, 501. ' JZU' tü£NS*
BMCH,Fli' 1%8' I33; KKASSO' 1970, 79; COHÉN, 1976, 204 y 430.
BUROCRACIA Y SíXH DA!) \ \ \

poder dirigirlos de verdad»". En la interpretación leninista taita un análisis


sistómico pues reduce la responsabilidad del I anido bolchevique a un
problema de deficiente formación de cuadros, pervivencia de malos
hábitos y eventuales errores de ges tión, sin ir más allá. En consecuencia,
no hay el menor reconocimiento de que liquidar el pluralismo, instaurar
el partido único y dar paso a un poder no sometido a controles y
equilibrios ñor mativizados eran los factores de fondo que propiciaron la
«deformación burocrática» que captó, pero no escuadró en un marco
analítico sistómico.
Stalin, de modo aún más reductor, atribuyó el burocratismo
exclusivamente al atraso histórico del país y, en su caso, a lo per- vivencia
de algunos hábitos erróneos de los primeros tiempos de la revolución. La
respuesta estalinista a la «deformación buró crética» señalada por Lenin
fue la de «intensificar la lucha de ,-Ucrkc* nnm rtnnnr.u trida roela al

Partido v al Estado. I n su
)U .M.OWAXMOtIVM.nMUSfAIKIMK-tAllílA

11()|l,„|ot'l
MH ialismo soviético no podría -wan/.ir y tal Wp,„ vf‘no habría hw
ho más que favortx er a la Inmxrrac ia c*stal»n»s . \)[\het ho de que ('I
RarticJo se viera absorbido fJor |()s S(,r vinos que (iebe proporc ionar el Estado
pues «la fuente del bunm ratismü reside en la concentración creciente de
la aten* non v de las tuerzas del Partido sobre las instituciones y los apa*
ratos gubernamentales y en la lentitud del desarrollo de la industria». 4)
Las contradicciones sociales: «la victoria de Stalin, pese a todas sus
vacilaciones y su inestabilidad, es una manifestación de ios considerables
desplazamientos que se han producido en las relaciones de clase en la
sociedad revolucionaria»; más exactamente, «el burocratismo soviético
[...) es el producto de contradicciones sociales: entre ciudad y campo,
entre proletariado y campesinado, entre Repúblicas nacionales y sus subdi-
visiones, entre los diversos grupos del campesinado, entre las diversas
capas del proletariado, entre diversos grupos de consumidores, en fin,
entre el Estado soviético en su conjunto y el cerco imperialista»14. 5) El
«Termidor» y el «bonapartismo» soviéticos. Trotski recurrió
constantemente a analogías entre la revolución francesa y la rusa que le
llevaron a cometer diversos errores de interpretación, una comparación
muy habitual en aquella coyuntura, pero bien inadecuada desde el punto
de vista científico. El desplazamiento en el poder de los «verdaderos»
bolcheviques (es decir, él y su fracción) es explicado por Trotski con el
recurso a la analogía «termidoriana»: frente a la «derecha» hubo que
apoyar al «centro» de Stalin para evitar la restauración del capitalismo,
pero el «centro» habría hecho muchas concesiones a aquélla en el sistema
soviético. Desde esta perspectiva, el «Termidor» soviético sería causa y
consecuencia de la burocratización del Estado1 ’. A continuación, Trotski
sostuvo la teoría de que la URSS de Stalin había devenido «bonapartis-

" BAECHLER, 1968, 72 y 76; TROTSKI, 1972, 79.


M
La primera cita de TROTSKI (de 1929) y la segunda (de 1935) en BAECH- >TR,
1968, 309 y 322; TROTSKI, 1977a, 116.
' ■ DrurscHtK, 1971, 318 y 321; MAVRAKIS, 1971, 79-79; TunaR, 1971, 106; 'd„
1974, 392; TROTSKI, 1977b, 71; PASQUINO, 1982b, 1645.
BUROCRACIA Y SOCIEDAD 113

B.: Puef que Nf°|leÓn fue Poster¡or al Termidor en Ru,¡, debía haber ocumdo lo
% mismo. Así, el «Termidor so^co" * habría producido en 1924 (justo
. cuando Trotski p,erde el v, aunque no tue la contrarrevolución capitalista
i» (el Termidor h1n cés tue protagonizado por revolucionarios moderados)
renm sentó la toma del poder por la burocracia. A juicio de Trotski las
h
k incorrectas políticas seguidas durante los años de la NEP habrían
favorecido tal desenlace, que culminaría con el ardn vira je de 1929, el
cual encarnaría la «fase» bonapartista del estali- nismo:
fe
en
ei bonapartismo fue uno de ios instrumentos del régimen capitalista en sus
4 períodos críticos. El estalinismo es una de sus variedades pero sobre las
bases del Estado obrero, desgarrado por el antagonismo entre la
burocracia soviética organizada y armada y las masas laboriosas
la- desarmadas16.

En realidad, las explicaciones de Trotski sobre las causas del triunfo de


la burocracia soviética son, en gran medida, inveriticables. Sin duda, el
e atraso histórico, la absorción de los cuadros bolcheviques en tareas del
i Estado y las contradicciones sociales tuvieron su papel, pero es
Q indemostrable saber si el triunfo de la revolución mundial o el de su
i
fracción hubieran evitado el fenómeno. En realidad, Trotski jamás pudo
!a
explicar de modo convincente cómo fue posible la expropiación política del
en P°der soviético por parte de la burocracia y por qué la mayoría e los
V
cuadros bolcheviques ayudó primero a la «usurpación» T espués, se
v coludió con ella, y en esto radica una de sus principales debilidades
teóricas17. Por lo demás, cabe añadir que el Agnóstico de Trotski y de
(t
Bujarin sobre la degeneración buro-
^ ' el sistema era idéntico en 1929, cuando ya fue demando tarde18.
rat ca d

¡Aducido el burocratismo —en Lenin— en lo esencial a un orna de


eficiencia, las recetas fueron las de intensitu ai a
$
‘"'isn. 1977a, 2(,1; StRGt, II, 1-171, 55.
P'HMR, I%B, III y 119; OIMIWHIK. 1 %'••>. -i0 ""i*, 1976, 405;
................................... ............ .. 1977, 180

14
1
?
||
U 4 J A IM >#íA tf< >H Mf VM ¿I 4 I >H i MAtX > Sí M IAl
IMA
v,i.,|ánti.i revolucionaria desde el punto de vist,, í>0|ftiCí> aumento' la
capacitación técnica desde el administrativo AJ ¡,, selección del personal
debería someterse a «pruebas rigUr,¡' s,simas» y los Í argos políticos (‘star
siempre en manos de con1L¡' nistas «irreprochables», los funcionarios
debían: 1) ser reto mondados por miembros del Partido (lo que no hizo
más que reforzar el sistema de nomenklatura); 2) «sufrir un examen»
(S;C) para comprobar si conocen el aparato estatal soviético; 3) hacer otro
específico sobre las cuestiones administrativas de su sector y 4) trabajar
compenetrados con los órganos de control. Toda una combinación de
supervisión política y eficientismo tecnocráti- co para dar paso al binomio
«rojo y experto» como meta19. Para Lenin, los bolcheviques debían

demostrar ahora que de veras hemos aprendido algo en orden a la


construcción del Estado (no estaría mal aprender algo en cinco años), o
bien demostrar que no estamos aún maduros para ello: y entonces no vale
la pena iniciar la obra.

De ahí que propusiera enviar investigadores soviéticos capacitados a


Alemania, Inglaterra, Canadá o los Estados Unidos para aprender técnicas
administrativas20.
Se buscó, en suma, la eficiencia (además de la disciplina), pero con
fórmulas que no iban a la raíz del problema pues las recetas se limitaron
a consignas vacías («línea de masas»), castigos para los ineficaces (la
represión es un instrumento muy limitado para mejorar la agilidad
administrativa) y creación de órganos específicos de vigilancia. Y es que
los bolcheviques no po lan ir mucho más lejos pues, al detenerse en
combatir los e ectos, o viaron las causas de fondo ya que éstas
replanteaban as ases e sus sistema político. La creación de cuerpos de
supervisión» multiplicó exponencialmente la burocracia y, en este
sentido, tue no ya inútil sino contraproducente el «alto Comisariado para
la Inspección de los Obreros y los Campesi-

’ LHATFUT, 1977, 65-66; PROCACCI, 1977, 174


OÍArnu, 1977, 67.
BUROCRACIA V SOCIFDAD 11 5

nos» (el RMrin) para controlar a todas las administraciones, ya que, al poner al
trente del mismo a Stalin, se convirtió en un for midable instrumento para colocar a
sus partidarios y eliminar a los adversarios 21 . Aunque Lenin reconoció
autocríticamente al final de su vida el fracaso de sus recetas, siguió aferrado a su
modelo con rechazo frontal del principio de legalidad (una fórmula ensayada con
éxito en las democracias pluralistas más avanzadas para dar paso a un civil Service
eficiente), pues —a su juicio— eso hubiera sido una marcha atrás y una clau dicación
ante la teoría y la práctica del liberalismo burgués 22 .
El Rabkrin, dirigido por Stalin, no sirvió obviamente para el fin formalmente
propuesto (desburocratización) y se convirtió en una pieza burocrática más (y
relevante) del Estado soviético, además de una suerte de «policía privada» en el seno
del gobierno bolchevique, pues se dedicó a depurar y colocar en altos pues tos a
leales incondicionales 23 . Las críticas de Stalin al burocratismo nunca afectaron a los
principios de jerarquía y autoridad, sino al de ineficiencia, lo que es asunto distinto.
No se pedia que el Estado fuera menos autoritario, sino más, y de manera más
eficiente. Por tanto, la lucha contra el burocratismo en Sta lin no perseguía
democratización alguna, sino racionalización del aparato administrativo férreamente
dirigido por la cúpula del Partido 24 .
En cuantoTrotski asumió la bandera de la lucha contra la buro cra cia, partió de
la base de que ésta y el socialismo eran incompatibles:

no debemos construir el socialismo de modo burocrático, no mos


crear una sociedad socialista por decreto [..•!• t-a urotra i. ción es
enemiga mortal del socialismo

1982, 479-480
,, *M, 1969, 57b; Con, VI, 1974, 135; KOIAKOWSM, „
Ul

1969, 488; A. ElORZA en ANTÓN, 1998, 193.


1977. 222; KOIA
WAIJIK, 1 %7, 440; Dtutv HTK, 1971, 56-57; DH
TUWA, 1%i, 78.
. KOTHMttM, 1977,215; PwXATCl, 1977. 148 y M9.
197 1, 142.
j j \ ft( >KÍA tHX< MtVlQt 'I f>H IMAIM ) M M fAl IStA

Aunque, de entrad», írotskí confió en la posibilidad d(. r(,^ mar


ifesde dentro (‘I Partid) bolchevique, a mediados d* I” años treinta dio
por perdida la batalla; de ahí que optase r*,/? tesis de una revolución
política antiburocrática en la URSS ** c reara la IV Internacional. Tal
revolución debía ser eminentemenh política, sin tocar en absoluto las
bases económicas de la socie^ dad soviética, que descansaban en la
preservación de la propiedad estatal de los medios de producción y
cambio. En efecto, deter minar la «naturaleza de clase» del Estado
soviético tenía gr importancia para saber cuál sería la «naturaleza» del
combate adecuado contra los estalinistas:

ya que la nueva revolución ha de nacer sobre las bases de la nro-


piedad del Estado y de la economía planificada, hemos calificado ei
derrocamiento de la burocracia como revolución política por OOOM
ción a la revolución social de 1917-6. ^

Como a su juicio— el estalinismo no tenía base social «especifica» (dada


la «naturaleza» socialista de la URSS) tal «camarilla» estaba destinada a
caer pronto por ir en contra de as« eyes de la historia», y el poder
volvería a los «auténticos» bolcheviques-leninistas. Esto se vería
favorecido por los propios enfrentamientos interburocráticos de los
estalinistas entre los
volurinnf 6 Tíedad es,a,al V l« claramente contrarre-
£“'0S part,dar,osLlde la Propiedad privada, lo que abría diversos escenarios
posibles-.

O LA TEORÍA DEL ESTADO OBRERO DEGENERADO

linista eOimñ'd° ^ an^*s's tr°tsk¡sta del Estado soviético esta- por sus ronH
3
- ° ant° ^)0r ^bilidad de su base teórica como lonamientos ideológicos. De
entrada, Trotski no

Mane en
Tsorsu 197 ) 80 81 v
269; introducción de J.-|. !
1
V t<0 • 419; TKOISKI. t977b. 70; Kot***vsu Í98.Í. t«6
BUKfKRACAYSfXifíH,) U?
propon ionó nunca una dofinición i ompleta de su Uniría y .1 ( [inuación,
su obsesión por «salvar, la revolución de (k tubre0fM! ( 0 como prejuicio
que le impidió ir más allá. Según su teoría |, estruc tura básica de la ec
onomía soviética sería sustanciaren te socialista (al aferrarse al
formalismo de la estatalización de l<,s medios de produce ion y t ambio
y de la planificación centralizada), mientras que la superestructura
política habría sido «pervertida» por la «camarilla» estalinista. Trotski
nunca pudo explicar convincentemente cómo se produjo tal
«usurpación» burocrátic a; de* ahí que atribuir la degeneración
burocrática a la camarilla estalinista y sostener, a la ve/, que en la URSS
sobrevivía en el fondo la dictadura del proletariado (pues las
«conquistas de Octubre» básicas so mantendrían) fuese una explicac
ión teórica muy endeble y contradictoria desde el punto de vista
¿el marxista ortodoxo. En efecto, no deja de ser chocante al respecto la
jptt
i teoría de una superestructura no «sobredeterminada en última
instancia» por el modo de producción, algo incomprensible desde tal
cosmovisión. la teoría del Estado obrero degenerado sostuvo que la
■o URSS era un Estado socialista en la medida en que descansaba en la
cia! propiedad estatal y la planificación, pero no lo sería por el modo de
repartir los bienes, dando más importanc ia a las formas que a los
tadf resultados. Asi, 'al sistema sería con todo «objetivamente» progresista
0' en el plano interior por mantener relaciones de producción socialis* |JS
Uu
l e Irotski reduce a estatistas) y reaccionario en el exterior l H,r
«traicionar» todas Lis luchas revolucionarias mundiales. Se Ma (1e un
análisis a la vez simplista y paradójico que Trotski ,nantuv<> de modo
»hp invariable hasta el fin y con topic os que en ra/°numiento operaron a
i
modo de dogmas: la URSS era un st*‘d‘> obrero de dic tadura del
proletariado que debía ser delendi ( 11 n'udo incondicional frente al
imperialismo y qu< P,utH,a ** > <k* una grave detener,ic ion tM>htu a
debida a una < u/u i,f*
■ ',(a que noc laso sonal al servil ío de un désfxiia» un"
del so< Mlismo

J 'ain jfj|
' una «excrecencia» en el cuerpo sano

'* una ritW’iKH* lón buren Mtn momín** 1 ,’1 ‘ d


t i I . J V I . I •<! arma hiitofíra ’ t* » v . < ‘l*«
Híl i MX tflAH'Hl HtVIQUt OH ISÍADOStX IAIISIA

desarrollo «<«* I.» etonomía y (Ir la < ultura sobre U* , . nali,M<


ion de los medios dr produt ( i ó n 1 . ‘ H ( b ita, fl|

Toda vez (|ue - a su juicio—


(fc estaban preservadas I t ' sov,é,ico
- lo esencüi'SS la
estructura socialista del Estado
ría salvado: soviético \n\S *í .)üs

I
obrt
la Unión Soviética salió do la Revolución de Octubre ~ obrero. la
propiedad estatal de los medios de produceió°n>° *s,atio (irovio necesario para el
desarrollo socialista, abrió la .xJih'Tfí''0 un rápido crecimiento de las tuerzas
productivas IVm el *
Fstado obrero sufrió a la vez una completa degenerar-■ión'
tlt

>l

Con todo Trotski insistió en que «la fuerza de la economí,


soviética reside en la nacionalización de los medios de 2 ducc
ion y en el gobierno centralizado y sistemático de los mk mos»;
asi pues, «mientras las formas do propiedad establead K por la
Revolución de G( tubre no sean eliminadas, el prolet in ido sigue
siendo la clase dirigente»". Singular análisis que reduce o soi
lalismo ,i estatalización formal y que afirma de modo ¡de ' is a
que el proletariado es nada menos que «clase dirigente»
0 a vez que el Estado está completamente (siel degenerado
t e s i s f ' T de la ''W™'"t'idon * Trotski radica en la serían I '
ia "l,K lon(‘s producción imperantes en la URSS
1 idun H! o í " d t > a rm,lución (k'<Octubre; de ahí que la dio ; d0 Salín
no negara la del proletariado, tan sólo se SUIXH-
doh i»t d sfi ur
' 8 ^<tola, pero no desnaturalizan,
íl nrni .t >Ur ( r U 1,1
J ‘ habría expropiado políticamente
ment ili, 'L'*' i ^>< rl° nn laminado las conquistas funda
se fnrm i - r .°
r Vl> U< <)n (
'. ^ * ( ( ) (
p o r lo ul no haber l/ í( ° *
Prt)pic'dad privad*! sene idamente no habría ' ,sm<) ni
explotación do
(laso. I a paradoja radie arta en oí

d< ÍK(),SKI (do


‘ en AVÍNAS, 1971 SH; Dtt IM H»K, |9h9b, y !H‘> AVKAK|S/
>971, Ul; StRCt, II, 1971, |(X); KütAWMsw, |<>tn
tH i
»K‘MSM {la uta de 191f>), 1977b, <>’); id (la ota de 1910), |<> • >a 9
( r, 1
!’ * ‘ '«la (do I9.U) w AHOSÍH, 1974. Mu Aiimismo; IK.MMU or •,
i f 4*215, * •*
BUROCRAf IAV Sfx IEOAO U<>

hecho de que la burocracia estalinista -pese a ser una cana ,W pótica-


seguiría siendo «ob|etiyamente» instrumento es ru m ral de la dictadura
del proletariado pues estaba deten'
der la propiedad estatal, fuente de su poder y de sus recurso ‘ Es decir,
una capa opresiva que, con todo, sería benéfica para el sistema en su
conjunto pues preservaría las bases del socialismo. Todo un galimatías
teórico considerable que intentó «salvar» a un Estado, el soviético, que
Trotski tanto había contribuido a crear, a la vez que él no quiso
k desautorizarse desde el principio como cofundador del mismo. De modo
ilusorio, Trotski quiso creer además que el proletariado soviético habría
cedido ante la burocracia estalinista porque ésta, a pesar de todo, pre-
servaba algunas «conquistas de Octubre». Ni que decir tiene que para
3H
í los trabajadores soviéticos la cuestión absolutamente prioritaria era la de
sobrevivir día a día, sin que tal tipo de razonamiento político («ceder ante
IR la burocracia estalinista») resultara mínimamente operativo en su seno30.
i Trotski se mostró inflexible frente a muchos de sus seguidores en la
é defensa de su tesis de que la URSS seguía siendo un Estado obrero: «la
dictadura del proletariado ha encontrado su expresión desfigurada, pero
incontestable, en la dictadura de la burocracia» y «la concentración del
poder en manos de la burocracia l—l no varía la naturaleza de clase de la
sociedad y de Estado»; por tanto, «el que afirme que el Estado soviético
se a transformado gradualmente de Estado proletario en Estado bur- ^ués
no
bace más que rebobinar en sentido inverso el film del ormismo»3'. En
este sentido, los privilegios de la burocracia Sa 'n'sía serían inestables por
definición, dada la naturaleza QuV es*ru(Tural del sistema, que, al final, se
■f tomaría el des- cje* e *de acuerdo con las leyes objetivas de la historia»,
3 tenor diAfU determinista y mecanicista de razonar. En lo inme- (,/ a URSS
presentaría un carácter «intermedio» entre o

V2f>7 M A V K A K | S , 1071, 87; AVINAS, I975, r >9 y «1; IKOIMO, 197 ',»

< ita cJr IHOTSKÍ (do 10 l h ) i*n M AV K AM S . 1071, MV la


197 4, 1 (>7, y lato* ora (do 19 H)or» 1
"
KHI lAfttMHAiUUItfVMjU «I WADOSOOAIIWA

capitalismo y el pleno socialismo: «es más exacto U] ||am<ir vlj ^imen


soviético actual {...] transitorio entre el capitalismo * el socialismo, o
preparatorio al socialismo, y no socialista», sin admitir que podía ser
encajado en una forma nueva y duradera en sí misma, ni transitoria ni
preparatoria52. La URSS desa- rro||aría —a su juicio— tendencias
contradictorias y, en su actual estadio, bloqueaba la democracia soviética,
pero no negaba las bases socialistas del sistema: así como el Estado bur-
gués podía asumir diferentes formas políticas (liberales o autoritarias), lo
mismo ocurriría en el Estado proletario, que podría cristalizar como poder
político obrero o como despotismo burocrático. Trotski admitió como
posibilidad teórica que si el dominio burocrático se estabilizara a largo plazo
las «conquistas de Octubre» estarían realmente en peligro, pero le pareció
una hipótesis «prematura»33.
En suma, la teoría de la «capa burocrática» obliga a Trotski a singulares
equilibrios: 1) tal grupo no es burguesía porque los medios de producción
son del Estado, y 2) tampoco es proletariado por haber «pervertido» el
poder político obrero. Es un dilema que no tiene solución en su esquema:
mientras la clave sea la forma de la propiedad Trotski puede «salvar» la
esencia obrera del Estado soviético, pero, si el proletariado no manda
políticamente, algo grave falla en tal teoría. Por tanto, la principal
contradicción es la de definir tal «capa» como oligarquía despótica (algo
que, sin dura, era) y, a la vez, argumentar que era nada menos que
«instrumento objetivo de la dictadura del proletariado», pues se trata de
un razonamiento puramente formalista. La teoría del Estado obrero
degenerado no captó que la «función objetiva» de la burocracia estalinista
era la de reproducir las condiciones desiguales de la sociedad soviética,
actuando en los hechos como clase dominante. Trotski no quiso ver que la
URSS encarnó un nuevo sistema no sólo opresivo políticamente, sino
también explotador en los ámbitos económico y social. En el sistema
soviético la clave para entender su «natu-

f ROÍ SKI, 1977a, 67 (las cursivas son de Trotski); StRGi, II, 1971, S7.
TROI SKI, 1977a, 141.
/ ¥ H 1*YV/ Sf 0*2j 12!

SíiiliM en una conferencia, imagen publicada en una revista oficial de la


URSS I I t ullo a h personalidad erigido en lorno al dirigente georgiano fue
granizado !K)f la nontcnklaiura del PC US, la nueva dase dirigente del Estado
soviético.
Gráfica v Política.
'■ 'ly/.i» no os la propiedad, sino el poder de control; aquí el mono-
pH'io de }t\ nnmenklatura fue total, y eso es fo que le permitió
nrr
pefuarse y reproducirse como nuevo tipo de clase dominante M
lu m,v, extraordinario es que Trotski y Stalin compartían la t'ptión
estatallsta del soc ialismo: puesto que en la URSS la 1! de los medios de
producción y cambio es estatal aqué- d d,7M I' resultado de este
silogismo simplificado es
* (onvertir los posibles medios (la estatalizadón) no sólo en

’* HAÍ,
" ’ 7H„ MMU OSI 11 \ U**1 b
*Ist K U»M \ ,»14
t
tO \A MORÍA HOUMtVfQUt I >H I STAfK) SCK IAI|$IA

UOKo*», sino también en fines (el socialismo)**’. por Sü p Btijarin advirtió


tempranamente que ' e'

tinta revolución proletaria está amenazada de modo inevitable en <1


(urso de su desarrollo f>or una degeneración interna de* la revolución
del Estado proletario y del Partido*6.

D) ¿NUEVA CLASE DOMINANTE?

El argumento central deTrotski sobre la «naturaleza» del Estado soviético fue el de que
la burocracia no era clase dominante «porque no ha creado una base social para su
dominación bajo la forma de condiciones particulares de propiedad»* 7 . Desde este
punto de vista se niega el carácter clasista de la burocracia soviética dado que ésta
no podría transmitir la propiedad ni poseer los medios de producción, lo que le
impediría autoper- petuarse como hace la burguesía a través de la herencia. Trotski
no cayó en la cuenta de que la nomenklatura soviética no necesitaba formalizar la
propiedad privada, pues la base de su poder pivotaba alrededor de un sistema cupular
de cooptación autoritaria y de monopolio absoluto del poder de control y gestión que
le permitía transmitir en la práctica el dominio a un círcu lo privilegiado muy
restringido. El sistema de nomenklatura funcionó, de hecho, como «privado», sin
que el derecho soviético tuviera que registrar tal realidad. Por tanto, la aproximación
de Trotski no vio que había surgido una forma particular de apropiación fáctica sin
formalización jurídica gracias a la autono- mización del aparato.
Para Trotski la burocracia estalinista mantendría la propiedad esta tal tanto por
razones «subjetivas» (el «temor» a una eventual reacción hostil de las masas, un
escenario del todo irreal) como «objetivas», pues depende de aquélla. La burocracia
no

SOTELO, 1976, 191 y 206; BETTEIHEIM, 1974, 25.


La cita de BUJARIN (de 1923) en BETTEIHUM, 1974, 264.
;/i

!/ BAFCHLER, 1968, 78; DEUTSCHER, 1969b, 281; AVENAS, 1971, 59; j.-j. MARTE

(introducción) en TROTSKI, 1972, 33; SOTEIO, 1976, 226; TROTSM 1977a, 236.
BUROCRACIA Y SOCIHMí) 12 i

,' dase por no ser una fuerza social independiente, sino una
«excrecencia parasitaria»:

la burocracia no os portadora de un nuevo sistema económico estre-


chamente unido a su existencia, sino que representa una excrecencia
parasitaria de un Estado-obrero18.

Trotski afirma que aunque «no hay clases en la URSS, en el sentido


propio de la palabra, hay una capa privilegiadísima que se apropia |s/c)
la parte del león en el consumo», y de ahí con- (luye que «cuando la
burocracia roba al pueblo [...] hemos de decir que eso no es explotación
de clase, en el sentido científico del término, sino parasitismo social a
gran escala», una sutil distinción de gabinete del todo irrelevante en la
práctica para los trabajadores soviéticos que padecieron tal sistema con
independencia de que académicamente se calificara de un modo u otro
a la oligarquía dominante59. Eventual mente Trotski introdujo un cierto
matiz al afirmar que «de momento» la burocracia estalinista no tenía
realidad sociológica «de clase» sin descartar totalmente este desenlace
aunque no con demasiada claridad conceptual:

en el f stado proletario, en donde la acumulación capitalista no se per-


mito a los miembros del Partido dirigente, la diferenciación es por lo
pronto funcional; más tarde, será social. No digo que llegue a ser una
diferenciac ion de clase, digo que es social40.

fa cuestión de si la burocracia estalinista debía definirse (omo


«capa» o «clase» suscitó un intenso y rico debate teórico l)r(‘( ¡sámente
entre trotskistas. De gran interés fue la polémica entre Trotski y muchos
de sus seguidores, fundamentalmente mií>mbros del Socialist Workers
l^rty de los Estados Unidos: yunque, de entrada, Shachtman y Cannon
apoyaron a Irotski fren* * ?,a P°s»ción crítica de Burnham y Cárter, al
final todos ellos >lr,t 'dieron frente al revolucionario ruso. En la polémica
Ínter

", ¡n^uiN0, I9«2b, 1 646


t f ' >, l 70I t)'M»
'< .1'* P ¡íner,i cita di* ÍROISKI (d<* 1916) t*n id., 1977.» 41, \ I.» segunda 1
!< ,>n
HAIC MU R, 196H, 11H (las * ursivas son de Trotski)
• *, { *977.», 1 1 4 ; ) | MAHII (Introdiucíófl) 1 K » H > M 1 9 ’ a o
U4 > Hi MOA Ht MI Hl VK }i ’i OH fSÍAl* ) V H
IAIIMA
v ¡fH> asimismo Rizzi, que lanzó la andanada mayor con una obfil tji*
(vístante envergadura teórica a proposito del «colectivismo burocrático»
como nueva forma de dominación. Al final, Jos trots- kist is disidentes
rompieron con Trotski y consideraron que la URSS ene amaba un nuevo

parte de todos los antifascistas. Al producirse las anexiones soviéticas


ilegales de los países bálticos, Trotski consideró que tales
incorporaciones territoriales no consentidas a la URSS eran
«objetivamente» progresistas por la estatalización de la industria, el
comercio y la banca y la expropiación de los terratenientes. Se había
tratado de expropiaciones militar-burocráticas, sin movilización de las
«masas bálticas» (es más, en contra de ellas), pero sus efectos
anticapitalistas legitimarían —a su juicio — las anexiones territoriales4’.
Tras la contienda, Stalin, en su último libro, estableció precisamente
distinciones a propósito del carácter de las guerras: por un lado, afirmó
la «inevitabilidad» de las guerras interimperialistas (un escenario que,
por cierto, no se veriti-
sistema de explotación, negando por completo cualquier asomo de
«naturaleza obrera» en el mismo. Trotski se enfrentó a todos ellos e
insistió una y otra vez en su teoría del Estado obrero degenerado limitado
por su «fetichismo* formalista a propósito de la propiedad estatal4’.
Es más, puesto que Stalin preservaba la propiedad estatal, la URSS
debía ser apoyada frente al cerco capitalista. Ante cualquier agresión
imperialista el Estado soviético siempre tendría «objetivamente» razón; de
ahí que deber intemacionalista de todo revolucionario fuera apoyar a la
URSS, al margen de proseguir la denuncia del estalinismo. En suma, para
Trotski la URSS debía ser defendida en cualquier caso por estar
directamente vinculada a la revolución mundial42. Al estallar la Segunda
Guerra Mundial, Trotski insistió con firmeza en la tesis de que la URSS
debía ser defendida incondicionalmente frente al imperialismo por

DKJTSÍHFR, 1 %9b, 418y424-428; J.-J. MARII (introducción)en IROTSKI,


!'>72a, 34-37; I IU N S U IN , 1977a, 175-176; KALOKOWSKI, 1983, 189; OtAn-
m/VisuK Kou UNIR, 1983, 360.
IROTSKI, 1972a, 91; PASQUINO, 1982b, 1646; KtXMowskt, 1983, 205. ! H
UISCHI R, 1969b, 413 414; |. |. MARII (introducción) en 1 ROI SKI
W2«», 57 y 1 2 1 .
•H JRCX KA< IA Y S(X II | >AI) )j>
5
inj)
y, por otro, la diferente «naturaleza» de una guerra contra ,, URSS,
pues ésta plantearía «necesariamente el cuestionado del propio
capitalismo»”.
Aunque Bujarin micialmente negó, frente a Kautsky, que el modelo
soviético encarnara una nueva forma de dominación clasista
explotadora, desde principios de los años veinte fue el dirigente
bolchevique más preocupado por los riesgos de aparición de un poder
incontrolado y opresivo. Bujarin se apercibió mucho mejor que Trotski de
la posibilidad real deque surgiera una nueva clase dominante minoritaria
no basada en la propiedad privada, sino en el monopolio de la autoridad.
El atraso cultural de los soviéticos era un factor que permitía el
surgimiento de un «embrión de nueva clase» que pudiera configurarse
como «casta»45. Bujarin temió que el constante aumento del poder autó-
nomo de los aparatos del Estado llevara a una restauración burguesa de
nuevo tipo. A su juicio, se corría el riesgo de que, al final, permaneciera
la fachada exterior del poder soviético, pero con un contenido de clase
inesperado si se afianzara en el mismo una «nueva capa burguesa». Si
ello ocurría, la vieja burguesía zarista se vería suplantada por otra nueva
que habría surgido de las debilidades del Estado soviético:

la segregación de una determinada parte de gentes procedentes de la


clase obrera, pero que se fijen en una posición de monopolio, puede
{...] convertirlos en una casta peculiar, la cual, a su vez, se pue de
transformar en una nueva clase46.

2
- U SOCIEDAD Y LA ECONOMÍA
i
r
A)
CARACTERÍSTICAS DE LA NEP
r Peerás medidas económicas de los bolcheviques fuerí
af|í
r >nalizar las tierras (con microparcelarión «pequen

u 1 Si(<IC 1952) en Id., 1976, 92; M*K'' s1%9.


«* í Ita de N | \,H
I*»**
Al IN “JÍAUN ,
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32
/ ,' “"l&Jm Hon!. ................ ’<•<
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i974< h Dtl
«4'VBIXA*INUN (do 1921) en LOVVY, 1971, * *
.4
UÍ:

V,
lib lAIK)KfA HOtCHlVIQUl MI Í5TAOO SOCIALISTA

gues!» en régimen de concesión) y estatalizar la industn comercio y


distribución extendieron el monopolio que ya creado el gobierno
provisional de Kerenski, y en hacio^ , bancos nacionalizados no se
apartaron de la ortodoxia financ i clásica47. Pese a cierta retórica sobre
el «control obrero» ** pronto los bolcheviques identificaron sin más la
propiedad socS con la propiedad estatal. La estatalización ofrecía la
posibilidad de dar paso a nuevas relaciones de producción, pero lo
cierto es que las viejas subsistieron en gran medida y no sólo por d
viraje de la NEP, pues pronto se constató que expropiar a la bur guesía
no garantizaba per se el control obrero puesto que el Estado soviético,
autonomizado de la sociedad, se convirtió en la única gran fuerza
económica del país34 35*.
Tradicionalmente, la débil industria privada rusa había
dependido del Estado, y su alto grado cié concentración hizo
f á c i l la intervención pública soviética, pero su esc asa
extensión y bajo nivel de desarrollo representaron serios
problemas, a lo que debe añadirse la dramática falta de
personal cualificado v especializado. La planificación, correlato
de la estatalización, supuso crear una única gran autoridad
económica central que funcionó de modo muy cupular, algo
afirmado sin ambages fx>r el Consejo Superior de la Economía
Nacional:

sólo las instituí »on«*s w onórrm as del Fstadn pueden Hatajar d


plan industrial: el plan industrial detie ser elaborado no partiendo
ríe la base, sino desde arriba"

Lenin reconoció autor óticamente los errores, sobre todo de


la primera fase*, por la incapacidad de! poder soviético de orga
nizar la producción y la distribuí ion estatal. A su juicio, la
derrota en el frente económico era la más grave desde la
conquista del poder, entre otros factores porque en este
ámbito los avances son —por definición— siempre mucho más
lentos que en

4/
CAR*, 1978, 281; D*oz, 1982, 14
35BmnHUM, 1974, 119 y 128; \, BOTTA(introducción)en STAUN, 1976,
39. 49 I cita (de 1925) en BimmitM, 1977 265, C ARR , 1978, 179 y 381.
ttlJKCK HACIA Y MX ItDAÍ) \ ¿ 7

la polític a. Adornas, tenin admitió que la estatali/ai ión ei onó mu a no


había ac abado ni muc ho menos con las relac ione s siH ialc's burguesas,
c inco años después de la toma de poder, la Rusia soviética mostraba
un abanico de modalidades económicas realmente amplio, tal como
señale) Lenin: 1) economía patriarcal campesina; 2) pequeña propiedad
mercantil; 3) capitalismo (>rivado; 4) capitalismo de [ stndo, y 5)
elementos de socialismo50.
Stalin culminó la tendencia a hacer sinónimos los conceptos de
estatali/ac ion y socialización y, a partir de ahí, atribuyó los problemas
a tallos del personal o, peor, a los «saboteadores». Por tanto, la
industria nacionalizada no podía ser «capitalismo de Estado» por
principio:

¿son empresas capitalistas de Estado? No, no lo son. ¿Por qué? Porque


implican no dos clases, sino una sola, la clase obrera, que, a traces de su
t stado, posee los instrumentos y los medios de producción v que no es
explotada | . . . | . L a industria del Estado pertenece al tipo socialista de
producción'’.

Fue Stalin precisamente el que acuñó el concepto de


«modo de producción socialista» con sus propias leyes, una
vez que doi retó que el socialismo ya estaba íntegramente
construido en la URSS:

el jxxter soviético ha socializado los medios de producción, los ha


convertido en propiedad de todo el pueblo v de este modo ha des
truuto el sistema de explotación, ha creado formas socialistas de <vo
nomtaM.

I raj * n su último escrito. Stalin reconoció que la ei onomía gene ^ ne


sus propias «leyes objetivas» que hwibiwi afeetanan al

lljüÉk
M’ml>re
'4l \ HOTTA imtn»
de tu,)*) en id III 1
U7?^AMN 1^ 9 10; KuAfcUVWl t<»82, 4~4 2fM MSVMS exe«
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« O »*S IAONU 1»« 1977, ¿8’

* ‘ ^ ifte P4S2» «»n »d Mi Ututo****. O


lili >1 tlOKlAHOH HfVKpUl OH Í*TAIX)$ÍX IAIIMA

MK
^ MÜsmo pero se opuso a cualquier modificar ion riel sístc n,, de gestión
económica, de cálc ulo de? los precios y del mtxH, de* ¡a planificación
centralizada. Es más, llegó a proponer esta' tali/arlo todo, incluyendo los
últimos restos — puramente for. niales— del cooperativismo (los koljc>scs)
.
De entrada, Bujarin sostuvo concepciones ortodoxas a propósito de
la intrínseca superioridad del sector estatal de la economía dada la
«naturaleza de clase» del sistema soviético en el que la política
determinaría a la base. El Estado soviético debía ser tuerte para asumir
las funciones ligadas a la organización social de la producción, el
intercambio y la distribución: «bajo el poder del Estado del proletariado
y con la nacionalización proletaria de la producción, cesa el proceso de
creación de plusvalía, como categoría específica de la sociedad
burguesa», sin aclarar de dónde se obtendría el excedente para la
acumulación socialista* En la URSS de los años veinte, para Bujarin el
problema no era la hiperindustrialización o la planificación integral, sino
la estabilidad de la moneda y la política de precios. A su juicio, el sector
industrial estatal tenía que rebajar los precios y ser más competitivo55.
Al final de la guerra civil los campesinos presionaron para que se
suavizaran las requisas y, por otra parte, la reconstrucción del país
exigía una radical reorientación económica. Esto fue la NEP, aceptada
como necesidad «objetiva» inevitable por casi todos los bolcheviques e
interpretada muy mayoritariamentetan sólo como mero «repliegue
táctico» coyuntura!, no como «estrategia» soviética de transición al
socialismo. Paralelamente, a partir de la NEP también quedó claro que
el «comunismo de guerra» no había sido la vía soviética a! socialismo,
sino otra respuesta forzosa en circunstancias excepcionales. Con la NEP
el Partido bolchevique abandonó parcialmente el control sobre gran
parte de la economía del país, pero esta asunción forzosa de cierto
pluralismo socioeconómico de mercado acabaría pro-

S-1976, 76; ELUNSTÍIN, 1977a, 163; Ttcxw, 1971. 93. B¡ *A*?V


1974b. 46; BUARIN, 1974C, 23-24.
BUMUN, 1974C, 21-22.

u
HURtK RAC'IAY SOPIOAD J4>«*

.tindo un mayor cierre político del sistema a! reforzare H ^partidismo.


Aunque el sistema economice) sovietuodio un C reciente a las formas y
criterios capitalistas de gestión en ningún caso se revisaron las bases
estructurales de aquél que descansaban en los principios generales de
estatali/ación \ p|t,

^ la NEPfue no solo una política realista sino también un acuer do


de mínimos en el seno del Partido bolchevique al ser pie sentada
como «temporal», pero sin mas prec isiones ambigüe dad que dio
mucho juego práctico. ¿Ira la NIP una retirada forzosa de posiciones
ya insostenibles, pero que algún dia volverían a ser ocupadas? ¡O
bien era la retirada de posiciones erro neas desde el principio? /I ra
una retirada provisional del soda lismo al capitalismo? ¿O era un
avance de nuevo tipo hada el socialismo? Si el «comunismo do
guerra» fue una polftic a oxcep cional dictada por las nec esidades
de la contienda \ no por las del socialismo, la NI P era entonces una
revisión corree ta de una vía ya inadecuada, pero, si aquél fue un
impulso tal ve/ pro maturo, pero decidido hacia el soe ialismo,
entonces la NI P sólo podía sor defendida como retirada provisional,
las dos teorías están presentes en los esc ritos de I onin de I ‘b’O y
I ‘C I. y sólo a partir de 1922 opto claramente por la primera mtei^
Potación'’7.1 n efec to, lenin entendió que, en el tondo, la NI I la vía
soviética al socialismo (lo que signitic aba (x>ner las bases (lv la
teoría del «soc ialismo en un solo país») y que iba para lai frente a
los bolcheviques hiperindustrialistas (con hotski a a (abe?a) se*
impusieron de modo claro los pragmátic os tSta m • Wu¡ar,n), entre
cetros fac.toros porque» la NI P contribuía a mtoi /<M la mítica
«alian/a obrera y c ampesina» y, p()| tanto, c sta 0 hético salía
bonefic iado en todos los sentidos. I n »

. 'a, la Ni P fue muc ho mas que' una politic a e< ono,nM


'
'‘quiera es ade< nado presentarla i orno «retirada», lúe una vt» U ’ r , )
estrategia espec í t i c a de tondo (inadei uadamenti t “ | , , u i

Í U >
1 *#7^ *'04, /()<); HMIIIMIIM, 1 ‘>74, 10; l AHK. * ^

' Cmu' 1**75, 77, ( AKK, 1«»7H, W*M, < <>U,VI Í(N
J m s IIOKÍA NOll HIVIQUI DM ÍSIAOOSCM lAHSfA

kuiuomo tal, pues sólo Bujarin se atrevió a asumirla de tTU . abierto)


de transición al socialismo para la URSS. El propio | •
afirmó que «nos hace falta, durante un tiempo, vivir en el se de un
sistema capitalista», pero «la nueva política económ¡c° no varía la
esencia del Estado obrero, modifica, sin embargo, esencialmente, los
métodos y las formas de la construcción socialista, puesto que admite
la emulación económica entre el socialismo en construcción y el
capitalismo», y es que —a su juicio __________________________ -
«el Estado proletario, sin variar su esencia, puede admitir |a libertad de
comercio y el desarrollo capitalista hasta ciertos límites»58. Asimismo,
Trotski constató el carácter mixto del modelo NEP, expresando
reservas sobre su alcance temporal: «en nuestra economía se ven las
tendencias socialistas (en un grado de desarrollo variable), y se
enlazan con las tendencias capitalistas que, por su parte, no tienen el
mismo grado de madurez», y, aunque admitió que la NEP se había
establecido para «mucho tiempo», recordó que no debía ser «para
siempre»59.
Desde que se aprobó la NEP en 1921, Bujarin fue su más ardiente
defensor: a su juicio, la idea de una economía íntegramente
estatalizada y planificada era del todo inviable a medio plazo en la
Rusia soviética, pues la industria estaba en ruinas, apenas había
medios de transporte y era alto el peligro constante de graves
hambrunas. Dado el gran abigarramiento de tipos económicos, tal
como había visto Lenin, la propuesta hiperestata- lista no podía ser
eficaz, pero es que, además, para Bujarin la NEP ni era una desviación
de la «línea de clase», ni debía verse como un retroceso. Desde su
punto de vista, la NEP tenía un carácter estratégico socialista y era la
vía soviética al socialismo:

en octubre de 1917, la clase trabajadora tomó el poder, pero no


pudo pensar en centralizar y socializar las economías pequeño-
burguesas, particularmente la economía campesina. En 1921 se
vio claro que la economía [campesina] rusa era aún más fuerte de
lo que se había supuesto y que las fuerzas de la maquinaria
estatal proletaria sólo eran

' Las tres citas de LENIN (de 1922) en BFTTEIHEIM, 1974, 454, v LENIN, lll,
1979, 676 y 677.
" I a cita de TROTSKI (de 1925) en id., 1928, 33; CARR, 1978, 397.
H1 IR( K PAí IA V r ,
A ,Ay 4
#»MÍAO in
suficiente* para mantener ta MM úili^.u Irtn ck* un «w, , ,
HY l , * " vilordo la gfün ini (m
,

U NEP abría un largo período de* economía d<> m,r( lílf bajo la
% guía del Estado soviético y sería éste (-1 «„* diriR.rí!. oí proceso
% para encaminarlo al socialismo. La cuestión f u n d í mental era la
J
'Cfí de concretar cómo el Estado podría influir en el mercado de
k mercancías pot sus propios medios económicos para ak an/ar el
n
¡tir nivel de acumulación deseado en una a^rícul tura que estaba en
y manos campesinas. I a clave sería la de dotar al campo de un valor
^lílT equivalente de bienes de produt ción y con sumo al de las ciudades
lj. y la industria. En el análisis de Bujarin, la NEP era la restauración
tod pardal del mercado, pero c ontrolado |K>r el Estado soviético, lo
eio que aseguraría el mantenimiento del objetivo final socialista. La
NEP propiciaría una estimulante competencia entre el Estado y la
iniciativa privada, y este modelo híbrido permitiría atraer a los
campesinos al sistema global de la economía socialista en un
contexto de avance pacífico: «el papel desempeñado por la
competencia en la sociedad c a p it a lista [...] tiene que
desempeñarlo en nuestro país la presión constante nacida de las
necesidades de las masas», y, más en partí- uilar, «la lucha por la
reducción de los precios es el mejor mcdio para combatir la
burocracia; en cambio, el aumento de os precios es el efecto y la
causa de todo burocratismo»^.

^ EA ALIANZA OBRERA Y CAMPESINA Y LOS RITMOS DE


TRANSICIÓN

J-1 campesinado fue, en efecto, la principal preocupación del ’ 'orno


soviético durante los años veinte y, a la ve/, < Pnm desde el punto ríe
vista de la teoría marxista < *> •'

V) t‘*74a, 14 V144; fd., 1974c,


«rt'l /L t*njAK KoiAKÍIWSKI, IUIJI, 41 149 ( ***
1 S I; IOVVY, e*' '■ 36 •
lN,
1 tl .de
36 a posición
,s
.......
LENIN TVÍIM, i
■ en tm,ti.
KOLAKOWSKI, 1982, . en PASQUINO
404; la de TROTSKI N
,
1982b, 1644. nt.is de BIIIARIN (de l‘C'7) en O WIN, I C *i|(< ,
<«**N, 1976, 207, 239, 269-270 y 280; BETTELHFIM, 1977, 396-397.
J m s IIOKÍA NOll HIVIQUI DM ÍSIAOOSCM lAHSfA
1 l/<|( l , , *■ ’ OI iinKir. S1I* III I,
''^2;tovw, 1073, 2,4, 179, 1ftOy772;< tW,fN
Jt> IA rtOK(A HOl( HEVIQUt OEI ES1ADO SCX'IAUSTA

la hora de definir a la Rusia soviética, pues se apartaba (U esquema clasista


dicotómico (burguesia/proletariado) pr0pioT las sociedades modernas: en Rusia
el campesinado no podía redu cirse ni mucho menos a un simple «residuo»
precapitalista; ahí que la «alianza obrera y campesina» fuera presentada po r los
bolcheviques como uno de los grandes pilares específicos de la dictadura del
proletariado en la URSSt2.
Lenin expresó sus temores al final de su vida a propósito de la fragilidad
de la alianza obrera y campesina una vez que concluyera la primera fase de
la acumulación socialista originaria, pues la superación del mercado en el
campo en una segunda fase, por gradual y progresiva que fuese, provocaría
inevitablemente conflictos y tensiones. También Trotski era consciente de
ello, pero su opción política fue mucho menos condescendiente al respecto
ya que —a su juicio— en una revolución socialista el campesinado, más tarde
o más temprano, tiene que someterse al proletariado63. Rara Bujarin, la
dictadura del proletariado en la URSS exigía obligatoriamente preservar la
alianza obrera y campesina (la smichka) y no usar formas violentas para
intentar forzar los ritmos de la socialización. Bujarin no idealizó ni
sobrevaloró a los campesinos, pero expresó de modo realista y pragmático
la necesidad estratégica de contar con su asentimiento en las políticas
bolcheviques. Desde su punto de vista, era injusto asimilar a todo campesino
emprendedor con los kulaks; de ahí su apoyo al campesino medio, pues su
desarrollo beneficiaría a todos (su célebre y tan criticada consigna
«¡enriqueceos!»)64. La hegemonía política del proletariado necesitaba
también la hegemonía económica, y eso sólo sería posible adecuando el
mercado campesino al socialismo y conquis- 37 l

BKTELHFIM, 1977, 338-339. A mediados de los años veinte éste era el Pa"™a™
a r
P oximado de los diferentes tipos de campesinado presentes en la U R S S ,
campesinos medianos (serechniaki), 64,7 por 100; campesinos po res ( />*(
hnaki), 24,0 por 100, y campesinos ricos (kulaks), 6,9 por 100.
vid. DROZ, 1982, 46. K
I l 4 IMI I Si AlM > Si M IAI IN|A

, MI .M""" I.t u*n».i «IH (HWIOI .-l


<>" <* M .wKMli'Hftdn.;

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M'oi.m i.» mayona )k* la poMa* IOM \ tirón) gran im|mttan* M n) , |
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^ ftt l.t «f Mlslutt t ion )M MM l«tlÍMttn |l*l IWoM<MM(kl| »'M,t 1 t V)M A
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' ,»oMukn i» lias tk' >» A lo*, t antjM'Nuv*s | j pmManatk» tM»e vtNv
/MI *V
IX\:«■ A* pttrvlt) tjtti' «te olio ItStxk) MO |M»«II,1| <ni)M>t\(u *'| |MMjt>»‘

Vi duranteel MomuniMno de guerra» l ruin insistió rn mude I.H


H intmem tonismo r< onómi* o del I stado, \a tji»e rl MU ia Itsroo
era un prmn to a largo pla/o no realizable «Ir golpe, I n MIS últimos
OM rito*, t om ihio la transir ion (orno un prot eso gra dual \ pata
varias genera* iones pilos la rnvolti* i«m habría pues lu las bases
materiales para la lulura tonstrut* ion piona del MHialismo, pero
la sitúa* ion «Ir la Rusia sosirti* a rn tal»«»\un luía estaba lejos
todavía del pinkimlnío de reía* iones s*>« rales ii< I tipo M>t
ialistaM‘ Hujarin * opto jierlet lamente el deseo de la K' rn mayoría
de la pobl;u ión de mayor atitonomia trente a las ml<'n*neias del
I stado y defendió una i.om I*|H ion evolut iouis ' Kradualista de
I* moderniza». ión \ transir ión «durante trun has UH '’das estaremos
pasando lentamente al sot ialismo*' l Ina se/ H poti,.f M'volm
lunariamente el desarrollo ha» ia el <H ‘'drMiui debía set pac Mu
o y lento (»a paso de tortuga»), uní j( nin<^n de » onvilutar las mas
amplías bases so* iales dt*l I sta “v ,rtu o. I n t ons*** uetu la, la
represión debía »t*dr»r el paso ’ l^ 'siiastun y a la « otnpelent ia
pa< rti» a: «no podemos llegar
r*
v,K M.n' ' ItursiON ulr t «I.»M rn l>. « A" I I I 0 '» t tfi (1.0
(tMSi
,, 'I1 r^O|.tt itl); til «tAMIN/t *W| * itlMA/UI N*>M I '# I. MI
tUJiSMlN, t 'I * 1* I ’*|l
OÍAM,
NM
nu, t UÍ;M, /H/ HnninuM. IMM UT S ! I I « M ?*[***• tu-Mi I»M
i * . ttuiAHIN (tk* I * 1 ( ) I < M I ,mu, K\i
< ttUIN. I O «, WW)
w * <' I } } |M |V, „ A, , | | | •» -| |
1U ’K» H K Av | A \ Si ti || j i\| t | \ j
» ..MI IM(MÍU( (i<tn apícola ^jalista |*‘*« I* vía de la i»pu ;,r u
cHononiM*. «ampeilnas.*» Na Nralrgla de tramu^ u UIIU| tí| soi iallsmo
otorgaba la | » r U » » 1 a !m intereses <M Isi ulo sovtotí* o v
}uiHponfo la rovolui mu mundial, «luí ltln la teoría del uilKnio en un solo
país-

ui^liil l<*( ilf10 a M»» • |»M»|>M»*» e*Uu*l/es I I U lf fui I M.


, mi m.h lnilll.fi |Min ílfilH» «IWh sefliin*, e> IW|IH i ^ w kutM
* i \ , Mfollt* mas (H»ai in !»•••» «I1»*
v
,u,< t
V nn M"‘< 1“ hw
„ J ikfiriM V |«w •» •»“« pit>|»l«*«UI «Ir «miaíW

tini.irÍM i mu ó las tesis hijíiMiiulustilalislas de lmlskl y, sobre iodo


dr pieobra/henski pues, do llevaise a •-« p«-“ fu a, irían en
detrimento del nívol de vida «le los« ampesinns, lo «|iie pomliia o,,
policio las lusos so. jales del sistema snvirtu o l Ina indus l,l,j|l/a« ion
loi/ada no llevaría al SIN iallsmo pues los medios que m<juería (el
nso de la luer/.t) pervertirían el !m y arruinarían la alianza obrera y
t ampesma I n partu ulai las tesis de la .a. u muía, ion so( talisla
originada* de Preobra/henski 1. uyo tone |t,l„ fia t«l dnvt ho del Nado
proletario a explotar a ION « am pesinos) tendría un resultado sor ial
catastrotuo, a ¡ui«r«» de tiujann. las tesis hipeimdusii(alistas no solo
no eran realistas, sino <|ue ademas resultaban aveiitineiistas \
drsrstabill/admas pues entrentailan a Íoí/o el i ampeslnad»» y IH»
solo a los kuhiks ««.II la du tadniadel proletaria»loliu|ailM* M»U«»a
liotski por «lubestimai• al«ampeilnadoy p«»i IHH ornpreiulei la -lase
- en la «jiu* estaba la revolut ion S O V K ' I M a I n realidad, el «lebale
sobre la industrializa* Ion **»a más de ritmos y a)« an« «• r|ue «I**
tundo, pues los bolc b«,VÍr|Ues estaban «le a» ueido en «|Ue la t jpss
debía industrializarse l’aia Hu|arin la ÚnU a posibílhlatl tea lisia de
lu. edo era la «le lav«n«*«« « la a« Ufniilai Ion « ainpefcifM, Imito
pin la/ofies ei unomn as. orno su* tales, pues la pilurldad no era
impulsa! la pon luí < ¡«.n industiial ««Mito tuera y « uanto

«* |,n ll,, i|«-HUAON id* PeMiefiluW* Pi' I, Z I lllllAHIN, 1*1r U IV* I, n„


ti*? IfujAMiu ni* l*í n a ct. « ANH l ' i 1 M lieou'i l*« t* U jiiinMIHW, m/i.
tiMV i*i i /•'•» y un « *«um.. m i, MI zr'í y /4/, líHirmuM, pr/7, tai,
l*t*iAN*wssi( i'«ru, *M
BUROCRAC IA Y y x:« DAD ¡

n(0S sino reformar la esfera de la circulación (moneda, prec ios Comercio).


Desde su perspectiva, la hegemonía política de la da sC ()brera necesitaba
I también la hegemonía económica, y eso debía hacerse preservando la
alianza obrera y campesina. Si la economía determina la política, como
principio general, la poli- t¡ca en la URSS incluye una «parte considerable
de la economía ya que en la estructura de nuestro poder estatal ya están
incluidos factores económicos esenciales»71.
Para Bujarin una ofensiva del Estado soviético contra los campesinos
sería económicamente ineficaz y políticamente desastrosa: la clave no
era explotar al campesinado, sino conservar el mercado como elemento
de unión entre éste y el Estado. En consecuencia, se mostró contrario a
un plan general integral impuesto desde arriba por ignorar las fuerzas
vivas y reales operantes en la sociedad, y preconizó potenciar la industria
de consumo antes que la pesada. Por todas estas razones, Bujarin se
opuso al viraje estalinista de 1929 y criticó la colectivización agrícola
forzosa y el primer plan quinquenal que perseguía la esta- talización
económica total y la primacía de la industria pesada con mecanismos
hipercentralistas7. En efecto, a partir de 1928 Stalin —que había utilizado
antes a Bujarin para derrotar al «bloque de las oposiciones»— insistió
en la necesidad de reforzar al Partido para aplicar «medidas
excepcionales», toda vez que —a su juicio— se trataba de saber quién
iba a desarrollar a economía soviética, si los kulaks o el Estado soviético.
Des- e finales de ese año optó por otorgar la prioridad absoluta a la
'odustria pesada para hacer de la URSS un poderoso Estado
'Hternacional al precio que fuera. Esta estrategia pronto se con- Vlrti^ en
la(
dogma indiscutible basado en las siguientes premisas ^ ta mistas: 1)
intensificación de la lucha de clases; 2) necesi- * imponer al
campesinado exacciones para permitir la (^trialización soviética, y 3)
desarrollismo intensivo. Asi, pof n ado, «nosotros hemos derribado el
capitalismo, instaurando

'la --------- ■ oduaion). eo 5MU\


a < lta
di* BUJARIN (de 1925) en F. BOTTA
(intr PR<*ACCI, I, 1975, 92, 102-101 197*, >| AktMMU, 198 I. -
248 y 259; COHIN, 1976, 256-257; K<
M

■i
li» dh tadura del prolnf.iri.ido y drs.irroll.imos, .1 un ntnu, ado
nuestra industria so« i.ilist.i (...). IVro aún no minado Lis rali os del
(apitalísmo», y, por otro, «10s que ^ sobre la no» esidad do
disminuir ol ritmo do nuestra m(j, !n zai ion son enemigos ÍLd so<
i.ilismo, .igonfos de nuestros ^ ' migos do < lase»
Pata Irotski l,i toma de podor (mr los bol< heviques fue t,m S))|
('I pune ifiio do un proc oso revolut ¡(inario ininterrumpido y <1,! ah am e
mlorna» ion.il. I n ol interior, fui' ol máximo defensor d!> a< elerat l.i
estatali/ac ion e< onómic ,1 poro liquidar la (impiedad (invada y los restos
dol capitalismo: «la estatalización de los medios de producción, 1 ondú
ion ntn i'sorio del desarrollo so» lisia, ha ahicolo la posibilidad do un < reí
i miento rápido do las fuerzas produt tivos38/ do a< uerdocon sus ti»sís
ostalalisfas y pm du< livislas quo ignoraban la autogestión obrera y la
emancipa non do la servidumbre «taylorista» 4. Para Irotski, si la industria
estatal si* desarrollaba a un ritmo más lento quo la agricultura, sena
inevitable la restauración del capitalismo. Por tanto, la vk tona del so»
lalismo dependía de la industrializar ion estatal y do la transformar ion
radical do la economía campesina. Como gobernante Irotski detendió los
métodos más expeditivos para imponer la disciplina laboral o incrementar
la productividad, ím luso con propuestas do militarización del trabajo, y
os que desdo su porspo< tiva sólo una l *KSS fuerte podría propagar la
revolución mundial (sin explu a sus 1 (instantes crítk as a la NI P y su
defensa abstrae ta y doctrinaria do la planificación inte gral. sin
verdaderas considera* iones (xir las (jrc unstanc ias roa les del país. ( on
todo, debo señalarse que el proyei to industrialista y de colectivización
agraria preconizado por Irotski no c*s asi milable al de Stalin. I st(* lo
tomo el programa con niuc ha mayor radu alidad y contunden* ia en PL’O,
(x*ro irotski c ntu oeste viraje. No obstante, los prejuicios ideológicos su
antepusieron ('ti su

38 l.i primera cita de SIAIIN (do WH) en id,, 1%8. 1*1* \ la segunda (de
PMO) en U IA M . I l 1 !/'» m; HnimuiM m*7, 111, 11H, IMO \ 404-408;
K- MKr«\V M, lOftt, 8* M\ V K \ M S , 1071 41 4 M A V KA M V 1071, »S K»
* w
.
I Ifi |A H< »kl\ H» il i HIVHJUI |)|| IStAMi ) S< M IAIISIA
el
viraje

estalinista no se vio en absoluto determinado por la pre sión de una


fantasmagórica oposición interna.

C) CAPITALISMO DE ESTADO, SINDICATOS


Y DESIGUALDADES SOCIALES

Los cinco años de gobierno de Lenin no sobrepasaron lo que él mismo


denominó «una forma específica del capitalismo de Estado», que, con
todo, le pareció un avance por preparar el terreno para el futuro inicio
de la transición al socialismo:

el capitalismo de Estado significaría un gigantesco paso adelante


Ipuesl hemos sido vencidos en nuestro intento de realizar de golpe
el socialismo. IDebemos] abandonar la construcción inmediata del
socialismo para replegarnos, en lo económico, hacia el capitalismo
de Estado76.

Al final, Lenin propone una definición muy reductora del propio


socialismo y, en cualquier caso, deja meridianamente claro que será
la «vanguardia» la que decida:

el socialismo es nada más que el monopolio del capitalismo de Esta do,


instituido para beneficio de toda la
deja de ser monopolio capitalista. nación y que, por esa raz< ,
p
or ello,

triunfaremos si conseguimos i Kusia,


[un sistema! que nosoti_
nt! «tonto MXI MIviQUf mi ISTAUOSOCIAIIMA

jJxnK) (k> Estado esta rt'lac tonado con el l si.ulcj, y el I stado «m U n


Crocos, la parte más avanzada do los obreros, la vanguardia, somos
nosotros

Fn r imbio de modo muy doctrinario, Trotski rechazó que el comvpto de


«capitalismo de Estado» pudiera aplicarse a la URSS pues si va no había
capitalistas, no podía haber ningún tipo de capitalismo. De forma muy parecida,
Bujarin negó que en el sistema soviético pudiera haber «capitalismo de Estado»,
algo incompatible -a su juicio- con la naturaleza de clase del poder obrero. Desde
su punto de vista, el capitalismo de Estado era «la forma más consumada de
explotación por un puna- do de oligarcas», algo inimaginable en la URSS . En
suma, el razonamiento es puramente teoricista: no sería pertinente definir el
modelo económico soviético como capitalismo de Estado (aunque Lenin lo
dijese) porque ésta es una variante especifica del capitalismo estructuralmente
incompatible con la dictadura del proletariado. Si hubiera capitalismo de Estado
en sentido estricto, el sistema soviético sería explotador y, en consecuencia,
había que hacer una nueva revolución; por tanto, «la nacionalización burguesa
lleva a un sistema de capitalismo de Estado. La nacionalización proletaria lleva
a una conformación estatal del socialismo», con lo que —al final— la
preocupación básica es antes semántica que empírica, a diferencia del realismo
leninista79.
En realidad, definir el modelo como «capitalismo de Estado» o «socialismo
de Estado», o proclamar que el socialismo eran los soviets más la electrificación,
fueron consignas abstractas para los trabajadores en situación muy mayoritaria
de severa penuria. Lenin se apercibió de la posibilidad real de conflictos entre el
Estado soviético y las masas; de ahí que reconociera el derecho de los obreros
a defenderse de «su» propio Estado dadas las graves deformaciones
burocráticas que mostraba, además de las

La primera cita de LENIN (de 1918) en ULAM, 1969, 505, y la segunda de


1922) en DFI TURIA, 1977, 232.
" Licita de BUJARIN (de 1922) en LOWY, 1973,148-149; BUIARIN, 1974b, 74. ‘
BUIARIN, 1974b, 77; COHÉN, 1976, 1 1 1 .
* $t> I j| «¿04 Í* Mt Mt V N .H | i H \ tXfAOf3 V IÍ.IAÍ ¿1ÍA

l ítfwoi ilc camiones VorocliiloV, en Moscú, « conticn/o* d< I9M) I I itnpn • M»


minie esfücr/n índuMiuil que tcpmucninmn los plañe* quinquenales se rr-iU/ó
;i CO*W»de un» Ictre» disciplina IÍII>O«;II muy ajeiui :i l;i drriKK »a< laohíera
mcrfrnwcta en la leorfa HOCIMIÍHW* de Id (rroduccién Ah /Wm>

importamos supervive™ ia^ < apitalistas f>rc»s<»ntc»s en la transí f lón-


también Bujariri ,\< abó admitiendo cjuo atener que el 1 sta do obrero, por
definición, no podía explotar ai obrero supina acopiar objetivamente una serie
rio males rpJ« el sistema p,!o balmenle progresista no había podido orradee
ar’’'1
1 nlro las tesis d»* la militad/ac íón lafroeal rio bolsín y d< la
«autogestión» (sin rec urrir a oso concepto, poro basándose d< 1,f' hof n él) de
la ()posic lón f )brera, i onin infenfó manlonr’f un ' u‘rlo punto Intermedio I n
r*íi < lo, desde el p/duermo, IrotsM ln* °l "’ás (Irme partidario c Je * una
estricta rn<htao/a< ion taboial y d‘ una disciplina férrea y reí ha/ó la
autonomía sindical la "'d'spi'fisahlo acumular ión socialista no podía hacerse
con d' morrada olrrera y tampoco c alna espeuar que los obceco* ulo'^aran
voluntariamente ta mitad de sus salarios al I stado * >

' «TU,, on) U«AM HuM/t, 1074 ;/? JJH


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BlJkt K KAI IAV M H l!|iM) ) i *|
tH hU i VÍ>IU podría hacerlo por la fuerza, y para ello tendría c ¡ru
xufwumr todo medio dr protesta y cualquier vestigio de dtmu i r%u
¿a tibiera01. Su exitosa experiencia como comisario de guerra
ffrotski fue el principal artífice del f jérc ito Rojo) le llevó a aplk ar
tk' nítido mecánico y descarnado «soluciones» militares #*n el
ámbito laboral:

el medio coercitivo del que dispone el Estado es su fuerza militar. En


consecuencia, la militarización del trabajo f...J es una condición
incondicional para toda economía de transición, edificada sobre el principio
de la obligación universal del trabajo.

De ahí que hubiese que establecer

un régimen en el que cada trabajador se considere como un soldado del


trabajo que no puede disponer libremente de sí mismo: si recibe una orden
de traslado debe ejecutarla, si no la ejecuta será un desertor que es
castigado. ¿Quién se encarga de eso? El sindicato [...}. Es la militarización
de la clase obrera82.

No sólo defendió la «esencia progresista» del «taylorismo»,


sino incluso los campos de concentración laboral con afirma-
ciones chocantes desde el punto de vista marxista:

¿es cierto que el trabajo obligatorio es siempre improductivo? Esto es un


perjuicio liberal, lamentable y miserable: los esclavos también eran
productivos, el trabajo obligatorio de los esclavos en su tiempo fue un
fenómeno progresista (s/c)8J.

Debe señalarse que, en tal coyuntura, incluso Bujarin justificó la


conscripción laboral con el supremo argumento del legítimo papel dirigente
del Partido y de su derecho a usar la coacción incluso frente a la clase
obrera en virtud de haberse autoatribuido previamente tal carácter
vanguardista84.

*' OFUTSCHFR, 1971, 129; id., 1976, 471; DAY, 1973, 17 y 24.
Ambas c itas de TROTSM (de 1920) en KKASSO, 1970, 166, y BFTTEIHOM,
1974, 146; ABOSCM, 1974, 64.
la uta de TROTSKI (de 1920) en BITIUHFIM, 1974. 347; DCUTSCHÍR,
1976, 456
n
* BmMMttM, 1974, 14».
BUK< X RA( IA Y SC.K H ÍMD i 4 ]

Durante los años veinte los bolcheviques debatieron ínter


ñámente sobre el papel di los sindn atos. una minoría deten Hió
la tesis de que podían mantenerse como organizar iones
independientes para la negociación colectiva con la adminis
tración de las empresas estatales, pero la mayoría argumentó

qUe, al haberse suprimido la explotación de clase (por de< reto),


ya no procedía «negociación» alguna. Desde esta perspectiva
se sostuvo que los sindicatos debían ser órganos estatales,
pues, si el Estado soviético era de los obreros, no tenía senti do
que éstos defendieran sus intereses contra «su» Estado. Por
tanto, era el Estado el único autorizado para fijar las
condiciones del trabajo al estar (auto)legitimado como
representante exclusivo de la clase obrera. Una vez
incorporados los sindicatos al aparato del Estado, éstos fueron
convertidos en meras agencias de servicios y de colaboración
con el gobierno para incrementar la producción85.
De entrada, Lenin sostuvo criterios rígidos al pronunciarse
contra la autonomía sindical y a favor de la sindicación
obligatoria:

si decimos que no es el Partido sino los sindicatos quien elige a los


candidatos y administra, puede parecer muy democrático y nos puede
ayudar a ganar unos cuantos votos, pero no por mucho tiemfx). Sería
fatal para la dictadura del proletariado.

Por eso, «toda interferencia directa de los sindicatos en la


ges- hón de las empresas debe ser reputada [...] como
absolutamente inadmisible y nefasta» a lo que añade la
necesidad de «la sindicación obligatoria»™’. Sin embargo,
Lenin cambió de opinión al jn<d de su vida al constatar la
deformación burocrática del I sta 0 sov*ético, lo que le llevó a
admitir que el proletariado en ocasiones— tendría que
defenderse de su propio I stado y que fw,r tanto, los sindicatos
deberían disfrutar de plena autonomía

1974, 102; KUIAKOWSKI, 1082, 478.


* ¡ ( i j , , f j | . I J N I N ( d e 1 0 2 1 ) K o i A M J W N W , P*8.’ *4
} 4 J IMII >Kt\ rtnlt HfVM.UH DI I fSÍADO VK IAIISIA

U) ti «IIIMIM, 1977, 204; I# tvrt<*r«i Ulr W2M*nOn b


(wr
^iV4t ton O* I cnin)
v lihrr voluntariedad on la afiliar ion, para defender ron nfj c. na
algunos intereses específicos de los trabajadores. Así:

la lucha huelguística on un Estado con un poder estatal proletario


r>U(. dt' explicarse y justificarse exclusivamente por la deformación
buró orática del Estado proletario y por toda clase de reminiscencias
del pasado capitalista en sus instituciones, de un lado, y la falta de
dos i rrollo político y el atraso cultura de las masas trabajadores, del
otro lado87.

Trotski fue el bolchevique más radical en la defensa de la necesaria subordinación de los


sindicatos: a su juicio, éstos debían estar al servicio del Estado y aceptar sin reservas la disciplina
del Fbrtido en cuestiones sociolaborales. Al rechazar de plano la autonomía sindical, Trotski
manifestó una concepción puramente instrumental de los sindicatos (la conocida —y leninista,
por cierto— «correa de transmisión»), que debían ser meros aparatos estatales del gobierno, con
el supremo argumento de que su eventual «autonomía» no tendría sentido en un Estado obrero.
silogismo lógico en abstracto es rotundo: puesto que el Estado soviético era «obrero» (porque
el Partido así lo había decretado) el proletariado no podía tener intereses distintos al mismo; de
ahí el rechazo trotskista de la autonomía sindical88, irotski propuso, pues, integrar los sindicatos
en el aparato del
tstado para encargarles del control de la productividad y la disciplina laboral:

ilos sindicatos se necesitanl no para la lucha por la mejora de las con-


iciones de trabajo —esta es la tarea de la organización social y esta- a en
su conjunto—, sino para organizar a la clase obrera para los ines de la
producción, para educar, disciplinar, distribuir, agrupar; conservar a
ciertos trabajadores en su puesto o para determinados pe-

l a cita de LENIN (de 1922) en id., III, 1979, 679; BETTELHEIM, 1974, 352. '
ULAM, 1969, 508; DEUTSCHER, 1971, 54; DAY, 1973, 31; BFTTELHEIM, 1974, ; RADIAVI, i4()

1975, 321; DEUTSCHER. 1976, 463; CHÁTELET/PISIER-KOUCHNER 1983, 342,


BUROCRACIA Y SCXJU DAD

Se trata de todo un programa de estricto encuadramiento oficial de la clase obrera . En


esta tesis de la necesaria estataliza- ción de los sindicatos coincidió asimismo Bujarin:

nuestros trusts y nuestros sindicatos entran en el conjunto del aparato


estatal y su política entra como componente de primera ¡moortanrb en la
política del poder de Estado.

De ello se desprende que

la «estatalización» de los sindicatos y la estatalización de hecho de todas


las organizaciones de masas del proletariado resulta de la lógica interna
del propio proceso de transformación90.

En la práctica, el sistema soviético estableció notables desigualdades sociales entre la


nomenklatura y los cuadros técnicos especializados, por un lado, y el resto de la
población, por otro. El estalinismo no sólo los agravó al consolidarse y reforzarse los
privilegios de los grupos dominantes, sino que incluso los teorizó, pues las reivindicaciones
igualitaristas fueron rotundamente descalificadas como desviaciones «pequeño-

81
La cita de TROTSKI (de 1921) en KOLAKOWSKI, 1982, 500; BROUÉ, 1974,
burguesas», «anarquistas» y, por supuesto, «trotskistas»91. Bujarin, de entrada, vio como
inevitables las desigualdades dado el atraso histórico de
1
91.
40
Las dos citas de BUJARIN (de 1926) en id., 1974c, 43, e id., 1974b, 49
LOWY, 1973, 143.
” Estructura social de la URSS (según datos oficiales soviéticos).
1928 1934 1939
17,6% 31,2% 50,2%
Obreros y empleados
Campesinos koljosianos y artesanos coopera- 2,9% 46,2% 47.2%
tivistas
(
74,9% \\v\. 2,6 w
ampes,jnos parcelarios y artesanos libres
4,6% 0,1%
i y nepman _

956, 187 y 7 10 > 1 7 . B I I T I I H U M


198 1
Vid D*oz, 1982, 62; M O O K I , 1 * 2 , id.,
1982
BUROC KAC IAV S( X IH )AI) |4r,

RUsia. pero sucesivamente admitió que ciertos privilegios de |0s cuadros


superiores eran de muy difícil, por no decir imposible, justificación en un
Estado oficialmente socialista''2. Los bolcheviques admitían que la NEP había
generado una nueva sociedad de clases formada por obreros, campesinos,
intelectuales y los sectores burgueses consecuencia de aquélla (los kulaks en
el campo y las nepman en las ciudades), y fue este estrato el que suscitó las
más intensas polémicas pues, pese a estar privados de derechos políticos,
ocupaban una posición social acomodada para los parámetros soviéticos. En
1936 Stalin afirmó que todas las clases explotadoras habían sido liquidadas
en la URSS; de ahí que ya no existieran clases antagónicas, sino clases
«amigas» (los obreros y los campesinos y, a veces se añadía, la intelligentsia).
No deja de ser singular que, si toda la propiedad era ya íntegramente estatal,
subsistieran clases de las que se ignoraba cuál es la fuente que las origina:
una constatación sociológica (el contraste entre campo y ciudad seguía siendo
intenso en la URSS de 1936) que no cuadra bien con la ortodoxia marxista,
que explica el origen de las diferentes clases en virtud del modo de pro-
ducción. Lo cierto es que Stalin afirmó que «la sociedad está compuesta de
dos clases amigas, los obreros y los campesinos», que «se basa en una franca
colaboración entre obreros, campesinos e intelectuales»39 40.
En vísperas de la liquidación de la NEP, Trotski ofreció una descripción
bastante elaborada del sistema social soviético del momento:

surgen otros elementos, otras capas sociales, las fracciones de otras clases
que acaparan una buena parte, si no del poder, por lo menos de la influencia
sobre éste. Estas otras clases —los funcionarios del Estado, de los sindicatos
y de las cooperativas, los elementos de las profesiones liberales y los
intermediarios— constituyen cada vez más todo un sistema de vasos
comunicantes (...]. En esta misma cate-

39
MOORE, 1956, 161; BUJARIN, 1974c, 170,
40
La primera cita de STAIJN (de 1936) en DEL TURIA, 1977, 114, y la segunda (de
1939) en FRANKLIN, 1973, 367; MAVRAKIS, 1971, 101; CAKR, 1974, 99-100;
BmeiHEiM, 1983, 29.
I ,, i \ III >KIA Ht )|( HfVIQtM PH ! SIAPO *)< IAIISIA

goría y de una manera definitiva debe colocarse también a los fun-


cionarios del Partido, que forman una casta sólidamente constituida'*4

D) UN SOCIALISMO PRODUCTIVISTA

Lenin siempre mostró una alta fascinación por la ciencia y la técnica como
medios clave para potenciar el desarrollisrno soviético; de ahí su énfasis
en aprender del capitalismo y beneficiarse de sus logros. Hay pues, en
Lenin, una exaltación unilateral de tales instrumentos, vistos como
«neutrales» en sí y que dependen del uso burgués o proletario que se
haga de ellos:

el socialismo es inconcebible sin la gran técnica capitalista basada en la


última palabra de la ciencia moderna, sin una organización estatal
armónica que someta a decenas de millones de personas a la más rigurosa
observancia de una norma única en la producción y distribución de los
productos9S.

Tan relevante le pareció esta dimensión que puso en guardia a sus


camaradas frente a la tentación de liquidar este aparato capitalista,
restringiendo de modo importante el alcance antes otorgado a la
«destrucción» del Estado burgués:

no está permitido destruirlo, no debe ser destruido este aparato. Sólo se


le debe liberar de su sometimiento a los capitalistas |...J sometiéndolo a
los soviets proletarios96.

Paralelamente, Lenin rechazó la propuesta radical de dar paso a una


dirección colectiva de las empresas y se mostró favo- rd)e a reforzar la
dirección individual y el principio de responsabilidad personal, además de
captar el máximo número posi) e de especialistas: «debemos valorar a
todo representan

ík<),
í»Kf 0929) en fd., 1969, 8-9.
(
hifwi'7 ^ LLNIN (do 19f8)en íd., III, 1979, 724; UIAM, 1969 494 en - I*'«Y, 1977, 140
1'ftn, df‘ItNfN (d<' 1918) en DM.IIy HIK, 1978 ,M» d.» < t » «c
M* i * 9* tlí MÍ MtVHJUÍ LMl ISIAlK » M M IAMMA

?r i k ' h t ultura burguesa, de la ( íer u ¡ a burgués,), de I.» t<»{ flf


U>K'.\ burguesa. Sin ellos no podemos construir el comunismo »'"
\demas Lenín mostró una especial fascinación f>or los bancos como
instrumento «técnico» esencial para la transición:

el < apitalismo c reo aparatos de cálculo en forma de bancos Í onsor t


ios, el correo, las cooperativas de consumo y los sindicatos de fun
donados. Sin los grandes bancos el socialismo sería irrealizable
l os grandes bancos constituyen el «aparato del Estado» que
necesitamos para realizar el socialismo y que tomamos ya formado
del capitalis mo; aquí nuestra tarea consiste en extirpar todo aquello
que desfigura al modo capitalista ese magnífico aparato, en hacerlo
aún

Asimismo Stalin sostuvo criterios hiperproductivistas y tecnomáticos:


7

hemos construido una industria pesada bajo el socialismo. Hemos con-


vertido al socialismo al campesinado medio. Lo principal en el aspecto c
e la construcción ya ha sido realizado. Nos queda relativamente poco por
hacer: aprender tecnología y dominar la ciencia99.

El propio Trotski también compartió el culto «fetichista» por la


técnica:

después de que ha subido al poder, debe considerarse la antigua orga-


nización del Estado como una organización para la opresión del Estado
como una organización para la opresión de clase. Pero, al mismo tiempo,
debe sacar de esta organización todos los elementos calificados y
competentes que le sean técnicamente necesarios.

De ello se deriva que

la democratización no consiste |...| en abolir la función de las energías


calificadas, la función de personas que poseen conocimientos

la uta de LFNIN (de 1921) en UIAM, 1969, 529; Moow, 1956, 165. ' i a cita dí'
LFNIN (de noviembre de 1917) en L)n TURIA, 1977, 221 (las cursivas son de 1
enm/.
" Ut tf,i <)<• S f A I IN (de 1 9 1 1 ) en UIAM, I, 1975, 401.
técnicos, ni en sustituirlas por todas partes y en cada ocasión por < orn.
siones electivas'00.
ífí t A KuKtA tH >H MEVK >14 I >H INfADO SCK IAIISIA
Como gobernante Lenin rectificó a fondo a propósito de la gestión de
la maquinaria política y económica y, en esta última dimensión, su
obsesión fue la de captar a los especialistas y a los antiguos empresarios
convertidos ahora en directores de fábrica con sueldos bastante superiores
a los de los obreros. Lenin admitió que esta «recuperación» era
contradictoria con las Tesis de Abril, pero la justificó como «medida
provisional» indispensable para la reconstrucción industrial. Los
bolcheviques «usaron» a los antiguos capitalistas como expertos, pero
éstos —como directores y técnicos— gozaron de muy amplia autonomía
de gestión, además de privilegios materiales. Literalmente Lenin consideró
mucho más valioso a un empresario capaz de construir una vía férrea que
veinte resoluciones de un comité cualquiera del Partido101. En suma, en el
seno del Partido bolchevique predominaron con mucho concepciones
economicis- tas y tecnocráticas sobre la construcción del socialismo al
darse una prioridad absoluta a la productividad por encima de la
emancipación obrera y a los intereses específicos del Estado soviético
sobre los trabajadores. Desde tales parámetros, el desarrollo socialista
sería puro efecto del crecimiento de las fuerzas productivas; de ahí la
obsesión por emular al capitalismo usando sus técnicas. Por tanto, todo el
proceso de construcción del socialismo se atribuyó al Estado, lo que
reforzó sus tendencias a a mas amplia autonomización frente a la sociedad;
de ahí que os ocurrentes anuncios oficiales de que toda explotación había
concluido no fueran más que meras declaraciones ideológicas ■ 0 taracter
propagandístico102. El proyecto de edificación soda- usta de Lenin es
claramente produtivista y desairol lista, con ^anización «taylorista» del
trabajo y alta disc iplina laboral 1OM\
que Sulin Nevaría hasta las últimas conset uencias con obsesión
JH>I el crecimiento constante de la producción y por el desarrollo ten
nológico: «el sor ialismo sólo puede vencer sobre la base de una alta
productividad del trabajo, más elevado que bajo el capitalismo»,
pues ley económica fundamental del socialismo es la de «asegurar
la máxima satisfacción de las siempre crecientes exigencias
materiales y culturales de toda la sociedad, mediante el aumento
ininterrumpido y el perfeccionamiento de la producción socialista
sobre la base de una técnica superior»10*. También Trotski mostró
criterios hiperproductivistas y desarrollistas con especial énfasis en
el industrialismo y la planificación centralizada. Finalmente, Bujarin
compartía en lo esencial la idea de que el socialismo integral
BUROCRACIAV SCKJfÜAI) 147
representaría la culminación de la civilización industrial, difiriendo en
los modos y ritmos para llegar a ello. Mientras estuvo presente en la
escena pública el principal problema que preocupó a Bujarin fue el
de cómo transformar la dictadura del proletariado en fuerza
económica dirigente sin romper la alianza obrera y campesina. Por lo
que hace a los instrumentos operativos, Bujarin compartió el lugar
común de los bolcheviques de que ciertas «técnicas» eran neutrales
tanto en el Estado capitalista como en el socialista y, en este sentido,
el desarrollo tecnológico permitiría avanzar per se en la URSS104.

:,,t
Los criterios económicos de LENIN en ULAM, 1969, 31 7-318, y RADIA-
VI,
1975,148. La primera cita de STALIN (de 1935) en id., 1968, 182, y la
segunda (de 1952) en id., 1976, 98.
1 ‘ los criterios económicos de TROTSKI en SOTELO, 1976, 218 y 273, y

B*;IA#>N, 1 9 7 4 C, 1 7 .
Conclusiones

L os bolcheviques nunca concedieron especial relevancia ai poder


autónomo de las instituciones políticas, tan convencidos estaban de
la teoría ortodoxa de la «sobredeterminación en última instancia» de las
estructuras básicas de la economía sobre el Estado. Por tanto, los
debates de la cúpula dirigente del Pártido bolchevique durante los años
veinte se centraron en las prioridades económicas, no siendo objeto de
polémica el modelo eolítico No hay, pues, una verdadera teoría del
Estado socialista, sino elementos dispersos a partir de reflexiones
parciales circunstanciales que van haciendo de la necesidad virtud: fue
el propio desarrollo del Estado soviético el que acabó configurando ex
post fado una teoría específica al respecto. Los debates cupulares fueron
un disfuncional sucedáneo del pluralismo que operó en el seno de un
partido único y sin movilización de las bases que prácticamente no
participaron en los mismos. Ni que decir tiene que as etiquetas para
designar a las principales fracciones bolche- \iques tienen un mero valor
de referencia histórica, son inútiles para analizar los contenidos de sus
propuestas y deben ser des- po|a as de sus connotaciones ideológicas
coyunturales. El tras° 0 c,ave no *ue nunca saber quién tenía la «razón»
desde un f 0 Q v'sta argumentativo, sino en calibrar la correlación de chr(ZaS
e í0( 0S e os
c ^ ^ - A tenor de la experiencia vivida, queda
SUDO '^71 r
nderrotó a to
das las demás fracciones no por la CQn*n?n aí^ teórica de
sus argumentos, sino por disponer del do ,or^an'zat'vo del Partido (desde la
Sec retaría General) v ^j | [ m,nOración (desde el Rabkrin). doarir;n,nisn- se
acabe) convirtiendo en un cuerpo cerrado de
*tepr)sició UV ^),a 8<>r f)resorvado cual depósito sagrado por la
do aquén*1 ( °.^‘d'n, pero debe añadirse que en la mitifíc a»
ion y Hujarin ^ >*í?n co’nc'dieron (aunque sin su «mistica»)
IroCvk? i'uiMas 1 ^>n< ,m^>os i,f1 sus enfrentamientos c on lov
esta pu c oni/.iron pren ¡sámente el retorno al
! . \ H \ m \ \ tH Mí »H \ H.H t I MI ISIAI >< * StM l M ISTA

l\»i lo dom«fv el leninismo fue entronizado i omu 1(j(


logia oficial del l stado soviético (formalmente presentado int lu so *
orno M iencia») o ingrediente est*m ial del marxismo t,.Vo JIK rotuno
\ del mo\im¡ento comunista internar jonal
H debato «revolut ion permanente »/«soc ialismo on un solo pus»
fue id de mas envergadura teóric a del momento p(.ro dc'lH' pnvisarse que
CON( UJSIONfS 151
tue instrumental (no se trataba tanto do determinar la «cornxvión» de c
ualquiera de los dos provectos aunque de' modo derivado también, cuanto
de un imputante pío texto para la confrontación de posiciones políticas).
u> mas extraordinario es que, desde un punto de \ista estrictamente
teórico, el punto de' (Rencuentro era mas adjetivo que sustan tivo, pues,
en electo, todos los bolcheviques estaban de ac uet do «mientras tanto»
(mientras no se produjera la revolución mundial) en ir «construyendo el
soc ialismo» \ on i'ste proceso coincidían en fondo y forma ten el modelo
estatalizado \ pía nificado y en el sistema de «partido dirigente»). La
divergencia entre írotski y Stalin se produjo a propósito de si era posible o
no «culminar» tal proceso, es den. ir, conc luir íntegramente la tran sición
al socialismo en la URSS, algo imposible' para el primero y «realizado»
para el segundo en llM6. las tesis de írotski, reputadas «aventúreoslas»
por la mayoría bolchevique, alarma ron al grueso del Partido \ de la buroc
racia por sus necesarias implicaciones dosestahilizadoras externas, un
escenario indesoa bit' c'n tiempos nec esitados de consolidación; de' ahí
que aque lias no gozaran de predicamento significativo ni en los altos c
írculos de poder ni en los c uadros intermedios, I n c ambio la tt'orui del
«socialismo en un solo país» so adec uó muc ho mejor a una triple
neasidad: los interc'ses dt' la c típula dirigente, la ra/ón de [stado soviétic
a y ('I nat ionalismo luso frente a Occidente, y Stalin encontró en ('I último
I onin gobernante soporto teórico suficiente para legitimar su opción, que
otorgaba la prioridad absoluta al so< ialismo nacional frente' a la
revolución mundial, la conc lusión fue la subordinación completa del
movimiento comunista internar tonal a las nei esidades del tstado
soviético.
la clave del sistema soviético fue el Partido bolchevique. Mitologitimado
t orno «partido dirigente» en virtud dt* la te°lM
leninista de la vanguardia revolucionaria y con características
organizativas muy precisas («centralismo democrático», células).
Aunque su transformación en partido único fue más resultado de las
circunstancias que de una teoría previa, la abusiva simplificación leninista
de atribuir —de entrada— el monopolio de la representación obrera al
Partido bolchevique tuvo consecuencias muy negativas, pues de ahí se
justificó después la prohibición permanente del pluripartidismo. En suma,
el eje de la teoría política leninista descansa en el supuesto papel de
«guía esclarecido» de las masas que sólo puede desempeñar el Partido.
Stalin culminó y extremó esta teoría al hacer necesario corolario del
Estado socialista el partido único con derecho a monopolizar todo el
i

poder, lo que reforzaría precisamente el carácter totalitario del sistema.


Trotski, que como menchevique había tenido una concepción menos
rígida del partido, asumió sin reservas la teoría leninista al ingresar en el
Partido bolchevique, y sólo en el exilio —cuando constató la inutilidad de
confiar en su autorreforma interna— apostó por dar paso a la libertad de
«partidos soviéticos». También Bujarin, que durante los años veinte había
defendido la legitimidad del partido único, rectificaría en privado, en los
años treinta, al reconocer la necesidad de, al menos, un segundo partido
reequilibrador del poder omnímodo e incontrolado del Partido
bolchevique. Las fracciones opositoras no cayeron en la cuenta de que
se acabaría produciendo una correlación necesaria e inevitable entre la
prohibición de todos los demás partidos y la asfixia completa del P
uralismo interno en el partido único. En otras palabras, resulto imposible
salvar la contradicción de eliminar el pluralismo polí- lc° extemo y
preservarlo en el seno del Partido bolchevique, que. oon Stalin, llevó el
monolitismo hasta el extremo en todos los se ene.S' ^ final, la obsesión de
todos los bolcheviques por pre- - a “Unidad» frente al «enemigo de clase»
jugó a favor de d í T V n cor,tra de los disidentes, pues aquélla fue interpreta
^ us.vamente en términos de unanimidad, so pena de ‘ y o el juego» a
la contrarrevolución, de |S<I (°n(epción apriorística sobre el «natural»
monopolio 1 representar ión obrera llevó a todos los hol< heviques no
> 1 ? i \ H \ IM m MI VH >t I Mi l i >1M *Q **• * IM IMA

solo ,i ruoies de apfOi ÍM IMM. sino a rotor/ar la cúmplela autn ■


uMUi.’tH iOn Orí aparato ton reí ai ion a las nwsis l os t.onsian tes
llamamientos a rotor \»r la tlist iplina x a intensificar la y¡u¡ lamia
rovolut tonaría operanm t orno liquidadores di* t ualquiw ÍK'IMU'
mínimamente libre \ a la »laudii ai ion do Unías las trai v IODOS no
oxtalimstas poi temor a verse at usadas prtx isamen Uv de A ti ai i
ionalismo* o {H”ort de «liquulat tonismo». I VI mono* polio exclusivo
de la representarion obrera el Partido bolt he\ uiur bajo Stalin
extendería tal Uniría a toda la sociedad so\ letu a al afirmar que el
pluripartidismo carecía de sentido en la I KSS toda ve/ que las i lases
antagónicas \ la explotación habrían desaparecido del país grai ias al
triunfo completo de la rovolut ion soi ialista.
\l presentarse la l ‘KSS i omot'l primei I stado obrero que inau-
guraría la «era* histórica de las revoluciones socialistas espe i lal
énfasis pusieron los bolcheviques en la tama de la dicta dura del
proletariado. Según esta teoría en primer lugar la dietaduia del
proletariado liquidaría la Asistencia de los t on tiarrevolut lonarios \
paralelamente serviría pata ir constru vendo t'l socialismo. Istas dos
caras de la dictadura tli'l proletariado la represivas la constructiva
están imk'tectibien rente presentes en todos los boK hev iques. 11
unit o asunto que susi i to v leitos matu es iut* el del papel del Partido
Imlt beyique en la du tadura tlel pioleiauado mas o\ai (ámente: hubo
que at tarar si otan o no i oiu eptos sinónimos los de du tadura del
proiota nado v tlu tadura tlel partido. I enin lo tlejó medianamente da
ro ttxla \ e. que a su juit ¡o s< >/« > t'l Partido pidría ojen ei tal du
tadura de luxho en nombre del proletariado dadas las tan atrasadas t
in unstant tas rusas \ un, ha/ando t orno i ontusiona ría i ualquier
eventual distim ion t om ef>tual al msfxvto. Solo Sta lin, qui' pux
¡saínente identificaría al máximo en la práctica la sinonimia tle la du
tadura del piolotanado \ la del partido man tuvo i u'rta letoru a absten
ta t)ue distinguió ambos i otu eptos al considerar que la piimeca era
mas amplia \ genéru a que la segunda l o * iodo es que todos los
Imlchoviquos compartieron un punto de vista ciertamente sustituhsUt
al atribuir expresa mente la dios i ion politii a exclusiva de la du tadura
del P*‘'de
f »4 t \ itOKlA Uí Mí Mi VH OH i MAMO S(X IAIIMA
ÍONUIJSIOWS 15 J

tariado al Partido. Ni que decir tiene que esta identificación UH> rica
contribuyó extraordinariamente a la rápida transformación totalitaria del
Estado soviético, y sólo Bujarin entendió en los años veinte que tal fórmula
encerraba claros riesgos de despotismo arbitrario.
Si la dictadura del proletariado era, de hecho, la dictadura del Partido,
que no respondía ante nadie, está claro que el modelo resultante dio paso
a una concentración y centralización del poder político sin precedentes,
con desconsideración absoluta de contrapesos, equilibrios y —peor— con
ausencia prácticamente completa de derechos y libertades con sus
correspondientes garantías legales operativas. En la cultura política
bolchevique todo ello se asociaba indefectiblemente al liberalismo
burgués, considerado «fetichista» y ficticio, lo que no hizo más que refor-
zar la lógica del descontrol autoritario. SóloTrotski y Bujarin, pero tras caer
en desgracia, descubrirían las virtudes de los contrapesos del poder,
aunque tampoco con demasiada claridad a la hora de proporcionar
indicaciones prácticas sobre cómo articular una «democracia soviética».
Precisamente, los bolcheviques tuvieron siempre una visión puramente
instrumental de las elecciones competitivas, el pluripartidismo o el
constitucionalismo: 'as primeras fueron descalificadas de entrada al no
coincidir con sus expectativas (la Asamblea Constituyente) y contrapuestas
a la «verdadera» voluntad de las masas, que sólo reflejarían los soviets
(controlados por el Partido bolchevique). Lo cierto es que los soviets
fueron rápidamente vaciados de real autonomía V convertidos en «correas
de transmisión» del propio Partido v ( e nuevo, Trotski y Bujarin
propusieron revitalizarlos sólo cuan- 0 Perdieron el poder. Por lo demás, el
constitucionalismo sovio* t,c° tuvo siempre un carácter semántico y
propagandístico, pues ni r°£uló efectivamente la vida política del país, ni
funcionó do
IJ10 n°rmativo, limitándose a ser mera pantalla propaganda t'ca del
poder.
j l<)S bolcheviques tuvieron un concepción claramente ins niment.il y
reductora del I stado, visto de modo estricto tomo <*h i 'n ^ st‘rv'( io
de los intereses de la clase dominante \ aparato 1 {) r’senc.ial coactivo,
l os bolt hoviques reforzaron \ amplían*'
a rondo las estructuras del Estado soviético y ninguna fracción las puso nunca
en duda, salvo Bujarin y Trotski matizadamente en los años treinta. El modelo de
Estado soviético bajo Stalin se convirtió en obligatorio para el movimiento
comunista internacional: en otras palabras, se hizo de la necesidad virtud al con-
cluirse que no había más modelo posible de Estado socialista que el soviético. Por
tanto, las promesas prerrevolucionarias de dar paso a un semi-Estado, al Estado-
Comuna de Marx, fueron del todo archivadas tras tomar el poder, siendo la
excepción Bujarin, siempre fiel al proyecto originario de reducir las dimensiones
del Estado para acercarlo a la sociedad. Todas las fantasías leninistas sobre la
facilidad del manejo del Estado moderno, de la gestión de tal maquinaria «por la
más modesta cocinera», así como la revocación de los funcionarios y la
equiparación salarial de los mismos con los obreros, fueron descartadas por invia-
bles de inmediato a la hora de edificar el nuevo poder. Lenin reconoció no sólo
que era imposible llevar a la práctica la rápida extinción del Estado, sino que el
poder soviético estaba urgentemente necesitado de especialistas y técnicos
burgueses y que, por tanto, no se podía «destruir hasta los cimientos» todo el
viejo aparato heredado.
Aunque Lenin, como gobernante, detectó muchos serios problemas de
funcionamiento práctico del Estado soviético, en general se quedó en los efectos
o en causas derivadas y no asumió la causa originaria fundamental de las
«deformaciones» que era el sistema de partido único irrestricto. Sin duda, el
atraso histórico, el peso de la burocracia tradicional y la incompetencia técnica
de muchos cuadros bolcheviques eran responsables de numerosos defectos, por
no ir más allá en el análisis muestra los límites de la autocrítica de Lenin, que es,
a veces, realmente muy severa, pero incompleta. Esto es lo que explica que las
recetas para enmendar los defectos fracasaran sucesivamente, pues no iban a la
raíz del problema y operaban a modo de parches que dejaban inalterado el
modelo: ni los castigos a los ineficaces ni la creación de nuevos órganos de control
(que superpusieron burocracias) sirvieron al efecto para atajar las «deforma*
dones» del Estado soviético. Sólo Bujarin se apercibió de la


I I )N< I UH1» INIS IV>

jf, "' ",ho V',:,n »*MHÍI¡SUI es el título con el que oficialmente se iilenuluo1 s|•'
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CONCLUSIONES ! S7
ntn esidad do tomarse en serio la propia legalidad socialista y opo- rar
on consecuencia para dar garantías y seguridad efectivas a
los ciudadanos soviéticos.
No deja de ser chocante la teoría estalinista de la necesidad de
reforzar constantemente el Estado soviético para poder preparar su
futura extinción, horizonte mítico éste que se mantuvo tan sólo como
referente retórico por razones ideológicas, a modo de inevitable tributo
al legado de Lenin. La justificación residiría en el «cerco capitalista»
que exigiría extremar la vigilancia revolucionaria para liquidar a los
«enemigos de clase» del entorno; una teoría, pues, muy útil para
consolidar el poder totalitario. Pese a la afirmación de Stalin de que el
socialismo ya estaba íntegramente construido en la URSS —lo que, en
teoría, hacía inútil al Estado—, es precisamente el recurso al «cerco»
lo que permite legitimarlo. Al margen de lo contradictorio y hasta
absurdo desde el punto de vista ortodoxo (un país íntegramente
socialista que inicia incluso el paso al comunismo y que mantiene el
Estado), lo cierto es que se trata de un puro artificio retórico de Stalin
para dar barniz marxista a la necesidad de preservar a toda costa un
poderoso Estado en la URSS
Naturalmente, la recuperación bolchevique del grueso de la
burocracia tradicional tuvo su precio, pues, aunque permitió
reconstruir el Estado, contribuyó a archivar cualquier propuesta real
de «autogestión» social del poder político y administrativo. La mayoría
de los dirigentes bolcheviques captó bien los problemas burocráticos
concretos del Estado soviético, pero no entendió (o no quiso ver) las
causas de fondo de los mismos ya que de hacerlo— eso hubiera
cuestionado necesariamente las bases del sistema que habían
edificado. Fue Trotski el dirigente bolchevique que proporcionó un
intento bastante elaborado de teoría de la burocracia en el Estado
soviético, aunque con notorias limitaciones derivadas de sus propios
prejuicios ideo- ogicos y del temor subyacente a verse desautorizado
como corresponsable pionero del modelo construido. Aunque Trotski
arrnien se aferró a las explicaciones causales de Lenin (atraso !s orico,
ineficacia técnica de los cuadros comunistas, contra-
(
mn( s sociales derivadas de la NEP), fue un poco más alia,
i ,(> lAHOKlAHOLCHWIQUf Dll KSTADO S(K ÍAUSTA

tanto con su aportación de la «revolución permanente» (la ausencia de


revolución mundial había ayudado al triunfo de la burocracia) como —
sobre todo— a su teoría del Estado obrero degenerado.
Las principales debilidades de tal teoría radican en no aclarar cómo
fue posible que se produjera la «usurpación» burocrática en un Estado
que —a su juicio— seguía teniendo una «naturaleza de clase» obrera.
Trotski nunca resolvió el gap entre la dicotomía que estableció: una
estructura de base sustancialmente «sana», esto es, socialista, y una
superestructura política pervertida por la «camarilla» estalinista. Trotski
se aferró al formalismo de la propiedad estatal de los medios de
producción para justificar su primer punto de partida, una visión del
socialismo que, por cierto, también compartía Stalin. No deja de ser
una notable paradoja afirmar que la URSS seguía siendo un país
socialista y de dictadura del proletariado en el que la clase obrera era
la clase dirigente y, al mismo tiempo, que el Estado se encontraba
completamente degenerado al haber caído en manos de una «capa»
burocrática despótica y privilegiada. En efecto, Irotski sostuvo hasta el
final —y entre intensas polémicas con muchos de sus propios
correligionarios— que en la URSS no había surgido una nueva clase
social dominante de carácter explotador, pues las «conquistas de
Octubre» (que él reducía a las formas estatales de propiedad) estaban
preservadas. Aunque Bujarin no se ocupó con tanta extensión como
Trotski del fenómeno burocrático, su punto de vista es más radical al
recono- ter en los años treinta la seria posibilidad de que en la URSS se
estuvieran poniendo las bases para el surgimiento de una nueva clase
explotadora.

ec
^° °le que el Estado soviético no tuviera ningún refe- ejR e en
que inspirarse hizo de la experimentación tentativa dio n,C0 cam'no empírico
para intentar avanzar: con la NEP so sus v"0 a Un moc^e^0 muy singular de
«economía mixta» que a pró ,imPortantes debates en el seno del Partido
bolchevique t U r < J | s u carácter «provisional» o, en su caso,
«estrut c i e r t o c r ^ e r ' ° S(^° 1° sostuvo do forma clara Bujarin). lo
* ( - (|uo un modelo adoptado por las c iri unstanc tas resulto
I %0 ; % * * < Í X * fvwooSÍ* IAIIVTA

oí**dtiv© para la rcioostrucción y la paz social < la alían/a obre* ra y


campesina); de ahí ciertos esfuerzos de Bujarín para teorizarlo como
posible vía soviética al sor lalismo, que, a su vez. par- lían de algunas
reflexiones del último Lenin. El gran viraje estaImista de 1929 confirmaría
en ios hechos que la NEP había sido «provisional» y que la teoría
económica del Estado socialista no iba a descansar en tal fórmula híbrida.
En este sentido, Stalin hizo sinónimos los conceptos de Estado socialista
y esta- talízación industrial integral, colectivización agraria y planificación
centralizada de la economía.
En realidad, salvo en parte Bujarín, todos los dirigentes bolcheviques
compartieron una visión productivista y tecnocrática del socialismo, en el
que las claves serían la progresiva estata- lízación, el dominio del plan y
el desarrollísmo científico y tecnológico. Fueron, pues, los criterios
economicistas los que predominaron con mucho en el discurso y la
práctica bolcheviques, con archivo prácticamente completo de antiguas
ensoñaciones sobre el «control obrero» y la superación de la «esclavitud
salarial», que apenas se mantuvieron semánticamente. Una vez sentado
el axioma indiscutible de que la URSS era un Estado obrero, dejaron de
tener sentido la libertad sindical o el derecho de huelga /pese a que el
último Lenin reconociera lo razonable de ambas reivindicaciones), pues
en el discurso oficial los obreros no podían tener por definición intereses
contrapuestos a los de «su» Estado, zanjándose así definitivamente toda
discusión al respecto.
En suma, es Lenin el que, con su teoría del partido dirigente, puso
las bases para convertirla en realidad indiscutible y consustancial del
Estado socialista, pese a las reservas de Buja- rin y Trotski en los años
treinta. Es también Lenin el que facilitó la autonomización del poder con
su identificación entre la dictadura del proletariado y la dictadura del
partido vanguardista. En este sentido, Stalin llevó hasta las últimas
consecuencias los cimientos puestos en la primera fase del Estado
soviético, por supuesto con su implacable sello personal, pero sin
contradic- (iún con la naturaleza sistémica del modelo. Fue Bujarín el que
rnás temores expresó ante el Estado concentrado y centralizado
*OV 1USK>SES 159

qje k* bolcheviques estaban cortstru\wdo v

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