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MANUAL:
EL COMPORTAMIENTO
DELICTIVO DE LOS
ADOLESCENTES
INFRACTORES DE LEY
ICEPH
2017
INDICE
TEMA PAGINA
COMPORTAMIENTO DELICTIVO DE LOS ADOLESCENTES
INFRACTORES DE LEY
INTRODUCCION
DELINCUENCIA JUVENIL 5
Diferencia entre desviación, marginación, anomia 7
Perfil del delincuente juvenil 7
Procedencia social de los delincuentes juveniles 11
TEORÍAS CRIMINOLÓGICAS SOBRE DELINCUENCIA JUVENIL 13
Teorías psicoanalíticas.
La tesis de Lombroso
Tesis psiquiátricas. Tipologías sobre la personalidad criminal 14
Otras investigaciones biológicas: Herencia y Genética. 17
Teorías sociológicas 20
Teoría de la socialización deficiente
Escuela Cartográfica y la Escuela Sociológica Francesa
Escuela de Chicago: Teorías Ecológicas. 22
Los Glueck: efectos criminógenos de los brocken home 24
Teorías del aprendizaje 25
La teoría de la asociación diferencial o de los constructos 26
diferenciales
Teoría de las subculturas 27
Teoría de la Estructura Social defectuosa 33
Teoría de la Anomia.
Teoría de la desigualdad de oportunidades 37
Teoría de la Tensión o Frustración. 39
Teoría del Control o Arraigo Social 40
Teoría del Self -Control 42
TEORÍAS DE LA CRIMINALIZACIÓN 45
Teoría del Etiquetado o de la reacción Social
Criminología Crítica 48
Teorías Integradoras 52
FAMILIA Y DELINCUENCIA 56
Supervisión parental y delincuencia 58
Causas de la delincuencia juvenil
LA COMISIÓN DE UN DELITO DE UN ADOLESCENTE 66
El concepto de riesgo
Factores que inciden en la comisión de un delito de un adolescente
ADOLESCENTES Y JOVENES QUE AGREDEN SEXUALMENTE 73
Agresores sexuales adolescentes y juveniles 74
Conducta sexual abusiva realizada por adolescentes 75
Características de los jóvenes que agreden sexualmente 76
Conductas sexuales abusivas y características de la ofensa
Características de la ofensa sexual 77
Conducta criminal no sexual
Etiología 78
CONSUMO DE DROGA EN INFRACTORES DE LA LEY 82
ADOLESCENTES.
INTRODUCCION.
Los datos que podemos obtener al respecto, son parciales, ya que suele tratarse de
un fenómeno oculto. Sólo los delitos denunciados son incluidos en las estadísticas
oficiales y entre uno y otro puede haber diferencias del cincuenta por ciento o más y,
además, teniendo en cuenta que como los autores de la inmensa mayoría de los
delitos contra la propiedad no son atrapados ni individualizados no hay datos
oficiales precisos sobre su edad. y la magnitud de las denuncias varía según el delito
y el año. Confundir la delincuencia general de una población con la que se denuncia,
trae consigo, un conocimiento insuficiente sobre la cantidad, origen y desarrollo de la
criminalidad, que a su vez hace poco eficaz, cualquier medida social o penal para
controlarla. La población reclusa constituye solo una pequeña parte de la población
delincuente real, no representa todo el universo. Se considera así, un grupo
incompleto, constituido por infractores sancionados, amonestados, o
institucionalizados, pero que no son todos los delincuentes, sino los que cometen
delitos más graves, por lo que no es representativa en cuanto a la conducta
instrumentada. La mayor participación de personas más jóvenes en hechos
delictivos, se advierte en forma indirecta a partir de indicadores tales como el
aumento de adolescentes en la población carcelaria, o en los autores de homicidios.
DELINCUENCIA JUVENIL
Pese a que por influjo de la escuela clásica del Derecho penal y el positivismo
psicobiológico, ha sido frecuente considerar el fenómeno de la delincuencia como
una realidad exclusivamente individual; sin embargo, actualmente la mayoría de los
criminólogos afirman que la delincuencia es un fenómeno estrechamente vinculado a
cada tipo de sociedad y es un reflejo de las principales características de la misma,
por lo que, si se quiere comprender el fenómeno de la delincuencia resulta
imprescindible conocer los fundamentos básicos de cada clase de sociedad, con sus
funciones y disfunciones.
estar necesitada de concreción, pues no permite explicar por qué y en qué dirección
cambia dentro de una época el concepto de delito, incluso tiene que cambiar, y,
además, por qué el ámbito de lo punible puede configurarse de modo muy diferente
dentro de un círculo cultural.
Teniendo en cuenta lo que ha quedado expuesto, se define la delincuencia como el
fenómeno social constituido por el conjunto de las infracciones, contra las normas
fundamentales de convivencia, producidas en un tiempo y lugar determinados.
Dentro del campo de las ciencias penales viene entendiéndose por delincuencia
juvenil la llevada a cabo por personas que no han alcanzado aún la mayoría de
edad, mayoría de edad evidentemente penal, pues no en todos los países coincide
la mayoría de edad penal con la mayoría de edad política y civil, y que supone una
frontera o barrera temporal que tanto la conciencia social como la legal han fijado
para marcar el tránsito desde el mundo de los menores al mundo de los adultos.
Lo expuesto, permite afirmar que el término delincuencia juvenil es un concepto
eminentemente socio-histórico. Y en este sentido, se define al delincuente juvenil
como una figura cultural, porque su definición y tratamiento legal responde a
distintos factores en distintas naciones, reflejando una mezcla de conceptos
psicológicos y legales. Técnicamente, el delincuente juvenil es aquella persona que
no posee la mayoría de edad penal y que comete un hecho que está castigado por
las leyes.
orden a hacer creer a sus víctimas que es inocente o que está profundamente
arrepentido, y todo ello, para seguir manipulando y mintiendo.
En definitiva, son jóvenes con una desviada socialización primaria que acaba
por abocarles a la delincuencia.
En este sentido uno de los factores importantes que tienen probabilidad de poner en
marcha el mecanismo que puede llevarnos a cualquiera a ser delincuente, es la baja
categoría en el sistema de las clases sociales, la deficiencia en la educación, la
pobreza, un ambiente familiar inadecuado o perturbado, la residencia en un mal
vecindario y pertenencia a una familia numerosa. Así, destacaba que, entre las
familias de la clase más baja, muchas residían en barrios miserables, no limitaban el
número de hijos y sufrían pobreza y falta de educación. Dicho con otras palabras, los
factores adversos tendían a presentarse todos juntos y a actuar recíprocamente uno
sobre otros hasta el punto de crear una situación generadora de delitos.
TEORÍAS PSICOBIOLÓGICAS
Los defensores de estas teorías tratan de explicar el comportamiento criminal en
función de anomalías o disfunciones orgánicas, en la creencia de que son factores
endógenos o internos del individuo, los que al concurrir en algunas personas les
llevan a una predisposición congénita para la comisión de actos antisociales o
delictivos. Del estudio de los rasgos biológicos o del estudio psicológico de la
personalidad criminal tratan de obtener aquellos factores que predisponen a algunas
personas al delito.
En la misma línea, Garofalo dice que “existe una clase de criminales que tienen
anomalías psíquicas, y muy frecuentemente anomalías anatómicas, no patológicas,
pero con carácter degenerativo o regresivo, y a veces atípico, (...) que
carecen, en fin, de todo sentimiento altruista y obran únicamente bajo el imperio de
sus deseos. Estos son los que cometen asesinatos por motivos puramente egoístas,
sin influencia alguna de prejuicios, sin la complicidad indirecta del medio social”.
Pero existen además para Garofalo dos subclases de delincuentes, en los que se
observa la influencia del medio social en la delincuencia. Al respecto dice:
“Individualizada la primera por el escaso sentimiento de piedad. En su virtud pueden
perpetrar acciones antisociales y de gran trascendencia bajo el influjo de estímulos
sociales, políticos o religiosos. La segunda queda integrada por individuos carentes
del sentimiento de probidad (sea por atavismo o herencia, potenciados con
mensajes del medio social) que afecta, generalmente, a las formas menos violentas
de la criminalidad”
La defensa de estas ideas fue lo que originó que los autores de esta escuela
fundamentaran sus teorías en el concepto acuñado por Garofalo de temibilità o
peligrosidad social.
Una teoría muy difundida, a la vez que limitada y contestada, es la que intentó hallar
la causa de la predisposición genética al delito en la alteración cromosómica. Cada
ser humano contiene pares de cromosomas. Un par son los cromosomas sexuales,
que determinan las características sexuales de los individuos. La pareja normal de
cromosomas complementarios es en la mujer XX y en el hombre XY. En un número
muy reducido de casos se encuentran hombres cuya combinación de cromosomas
sexuales es XYY (lo que se conoce como síndrome de Klinefelter). Lo que estas
investigaciones intentaron demostrar, sin conseguirlo, es que todos los hombres con
esta alteración cromosómica tenían una predisposición congénita al delito.
Un gran eco recibió también los estudios sobre gemelos y adopción (twin and
adoption studies). Los estudios sobre gemelos parten de la comparación entre
gemelos univitelinos, monozigóticos o idénticos (procedentes del mismo óvulo), que
es el tipo más raro, ya que comparten el 100% de sus genes, con gemelos
bivitelinos, dizigóticos o fraternos (procedentes de dos óvulos distintos), que
únicamente comparten alrededor del 50% de los genes. Estudios como el de
Christiansen (1968) en Dinamarca, - quien estudió 3.568 pares de daneses nacidos
Otros estudios más recientes -de los que uno de los más frecuentemente citados es
el de Mednick et al (1984, 1987)38 en Dinamarca-, obtuvieron resultados y
conclusiones similares.
Los Scandinavian twin and adoption studies sugieren que el riesgo subyacente de la
herencia del crimen es del 30% al 40%, aunque recuerdan que la herencia depende
en gran medida de la cultura y de la naturaleza humana.
TEORÍAS SOCIOLÓGICAS
La moderna Sociología criminal contempla el delito como un fenómeno social,
procediendo a su explicación desde diversos enfoques teóricos.
criminales y los culpables son solamente los instrumentos que los ejecutan”.
Observó, a su vez, que los jóvenes eran más propensos que los adultos al crimen. Y,
sobre todo, desarrolló como producto de la observación del crimen en las
estadísticas, las Leyes térmicas de la delincuencia. Para Quételet, el crimen es un
fenómeno social, de masas; es una magnitud asombrosamente regular y constante;
y es un fenómeno normal, en el sentido de inevitable, constante, regular, necesario.
Alexandre Lacassagne resalta la importancia del medio social (milieu). Observó dos
clases de factores criminógenos: individuales (de carácter somático o físico) que sólo
serían predisponentes y sociales, que serían los verdaderamente determinantes, los
decisivos en la adopción de comportamientos criminales. Propugnaba el estudio de
los criminales en relación y en función del medio social, entendido en un sentido
amplio (climático, físico y, sobre todo, humano). Para él “el medio social es el caldo
de cultivo (bouillon de culture) de la criminalidad”. Establecía que “la sociedad
encierra en sí los gérmenes de todos los crímenes que se van a cometer. Ella es la
que en cierta manera los prepara, y el culpable no es más que el instrumento que los
ejecuta”. Según esta posición, la criminalidad puede disminuir si las causas sociales
que la producen cambian o se transforman.
El último y más reputado componente de esta escuela fue Gabriel Tarde, quien
propuso una serie de leyes para una mejor comprensión de la criminalidad, siendo
las más conocidas y aceptadas las Leyes de la imitación.
dependiendo del lugar donde se desarrolle, podrá ser objeto de una moda o
convertirse en una costumbre, en una tradición que se transmite.
La idea central de la Escuela ecológica, fue la “hipótesis zonal”, realizada por Ernest
W. Burgess como ilustración de su análisis de la delincuencia en la ciudad de
Chicago. Él divide la ciudad en cinco zonas concéntricas. La zona del interior era el
distrito central de negocios (zona 1). La zona más próxima es la “zona de transición”,
un área deteriorada donde se pueden encontrar fábricas, suburbios y el barrio chino
(zona 2). Más allá se encuentra la tercera zona en la que habitan la gente corriente
trabajadora (muchos de los cuales han “escapado” de la zona 2), y las zonas 4 y 5,
con cada vez más afluencia de hogares fuera del alcance de los suburbios. La
hipótesis era que los nuevos inmigrantes que inicialmente se instalaban en la zona
de transición, si prosperaban se trasladaban más lejos, hacia la zona 5. Si la ciudad
crecía considerablemente, áreas que habían estado en las zonas 3 y 4 podían
encontrarse formando parte de la zona de transición, con el correspondiente
deterioro de la misma.
Para Burgess, la zona denominada de transición era un área con graves carencias
de integración, a la que constantemente llegaban inmigrantes de diferentes culturas,
y donde los niños en particular tenían dividida su lealtad entre sus costumbres de
procedencia y su nuevo hogar. Era una zona de desorden y potencialmente
delincuente.
Negocio
Invasión Áreas de
transmisión
Desorganización Áreas de
cultural
social delincuencia
De
Inmigración/ delincuencia
Inmigración
Estudios más recientes, como el desarrollado por Edward Wells y Joseph H. Rankin,
llegan a las siguientes conclusiones:
Cohen en sus trabajos parte del hecho de que el sistema de valores y de normas de
la clase media es el relevante y dominante en una sociedad. Este sistema de valores
es el que rige también para aquellas capas o clases más bajas de la sociedad, que
intentan acceder a las mismas metas que las clases medias, pero con un hándicap
incorporado en cuanto que no disponen de los mismos medios económicos,
educativos, culturales y tradicionales. Al no tener los jóvenes de las capas bajas de
la sociedad las mismas posibilidades para acceder a aquellos fines y metas que la
sociedad les ofrece, se produce un problema de adecuación entre las aspiraciones
de los jóvenes de las capas inferiores y las posibilidades reales de acceso a las
mismas. Esta situación, según Cohen, les provoca una situación de tensión y
preocupación en sus vidas, lo que él denomina un “estatus de frustración” (status
frustration). Al no tener posibilidades reales de acceder a integrarse en el sistema de
valores y normas de la clase social dominante, los jóvenes intentan resolver este
problema uniéndose a un grupo subculturalmente establecido, en el que se vean
reconocidos y apoyados por otros miembros. Estos grupos crean una subcultura
propia (alejada de la socialmente aceptada) en el que encuentran unos valores y un
status en el que se reconocen y en el que resulta más fácil la supervivencia. Por
tanto, es la naturaleza de nuestra cultura la que favorece la formación de las
subculturas delincuentes.
Sueño
Americano
(éxito)
+
Estatus de Formación Malicioso
Socialización Fracaso
frustración de negativo
Clase baja de estas
perdida de reacción No utilitario
medidas
+ autoestima delincuencia
Institucionalización
escolar de la clase
media
Argumentan los autores que la teoría del aprendizaje social presenta un cuadro
demasiado simple, y que también es demasiado determinista, ya que presentan a los
adolescentes como delincuentes o no delincuentes, cuando la realidad señala que
los delincuentes juveniles no son diferentes del todo de los otros jóvenes. Matza
mantiene que los delincuentes juveniles están por lo menos en parte comprometidos
con el orden social dominante, la mayor parte del tiempo los delincuentes actúan
convencionalmente, y que la delincuencia es una forma de vida para sólo un puñado
de individuos. La mayoría de la delincuencia es trivial y ocurre usualmente en el
periodo entre la infancia y la edad adulta cuando la aceptación por su grupo social o
generacional se considera importante.
Quizás más importante sea lo que Sykes y Matza desarrollan como “técnicas de
neutralización”. Entienden que las leyes son inconsistentes y vulnerables, ya que
contienen sus propias formas de neutralización. Especialmente las leyes penales
son susceptibles de neutralización porque las condiciones de aplicación y de
inaplicación, vienen explícitamente indicadas. Por ello, toda clase de personas
puede reclamar varias clases de justificaciones en la creencia u opinión que ellos,
bajo ciertas circunstancias atenuantes, no están obligados por la ley. El clásico
ejemplo es la “legítima defensa”. Para los autores la neutralización comprende
palabras y frases que excusan o justifican el comportamiento contrario a la ley,
razones que se esgrimen después de cometida una acción ilegal para justificarse y
ahuyentar cualquier sentimiento de culpa en el sujeto.
Sykes y Matza clasifican las excusas y justificaciones que sirven a esta función de
liberación o expiación moral en cinco tipos, formando en conjunto lo que denominan
“técnicas de neutralización”
2. Negación del daño: los delincuentes esgrimen que nada ni nadie resultó
herido por su acción. Son delitos que no tienen una víctima concreta, sino que
puede serlo cualquiera, como en el caso de la venta de drogas, prostitución,
juego ilegal, etc.
Aunque se cita a Durkheim como el primero que utilizó el término “anomia” referido
al delito, no llegó a desarrollar una teoría completa de la misma, sino que
prácticamente, se limitó a introducir el concepto, de una forma un tanto indefinida, a
lo largo de toda su obra, aunque principalmente en su monografía sobre el suicidio.
Cuando la sociedad está perturbada, tanto da que sea por crisis dolorosas o felices,
o por transformaciones demasiado súbitas, es transitoriamente incapaz de ejercer
ese orden social; “se han llevado a efecto [las transformaciones sociales] con una
extrema rapidez, y los intereses en conflicto no han tenido todavía el tiempo de
equilibrarse”, lo que lleva a los individuos que no son capaces de adaptarse a la
nueva situación, al suicidio (suicidio anómico) o al crimen, ya que “este trastorno de
Lo que Durkheim pone de relieve es que, en la sociedad actual, debido sobre todo al
progreso económico, se producen una serie de crisis económicas (utiliza el término
crisis para referirse tanto a los desastres económicos como a las épocas de bonanza
y crecimiento económico) que alteran la armonía social, produciendo unos bruscos
cambios y desbarajustes sociales que dejan a muchos individuos sin un referente en
el que apoyarse o sin metas que alcanzar, haciendo que el individuo se sienta
perdido, desorientado y sin referencias en un mundo complejo, ya sea porque
personas de clases sociales altas se vean avocadas a condiciones por debajo de las
acostumbradas, o en el caso contrario, personas de clase social baja que en épocas
de bonanza se imponen unas metas que no les corresponden y no pueden alcanzar
por medios legítimos. En ambos supuestos se produce el estado de anomia que
lleva al suicidio o a la criminalidad. Por tanto, para Durkheim la anomia es “un
fenómeno social que debido a la falta de regulación suficiente (entendido como una
falta de normas), empuja a los individuos a la desintegración y al no conformismo y,
en último término al delito”.
Merton parte de conceptos similares a los de Durkheim al manifestar que, entre los
diferentes elementos de las estructuras sociales y culturales, dos son de importancia
inmediata: “el primero consiste en objetivos, propósitos e intereses culturalmente
definidos, sustentados como objetivos legítimos por todos los individuos de la
sociedad (...). Un segundo elemento de la estructura cultural define, regula y controla
los modos admisibles de alcanzar esos objetivos”. Mientras las satisfacciones
resultantes para los individuos se ajusten a las dos presiones culturales, a saber,
La estructura social examinada por Merton (el conflicto entre las metas culturales y la
posibilidad de emplear medios institucionales o vías legítimas) produce una
tendencia hacia la anomia y la conducta divergente, produciendo manifestaciones
concretas como la delincuencia y el crimen. Veamos, a continuación, como la teoría
de la estructura social y de la anomia enunciada por Merton, intenta explicar la
conducta divergente asociada al crimen y a la delincuencia.
Del análisis teórico desarrollado por Merton se observa con claridad que es de gran
ayuda a la hora de explicar las correlaciones variables entre delincuencia y pobreza.
Para el autor, “la ‘pobreza’ no es una variable aislada que opere exactamente de la
misma manera en todas partes; no es más que una variable de un complejo de
variables sociales y culturales reconocidamente interdependientes. La pobreza como
tal y la consiguiente limitación de oportunidades no bastan para producir una
proporción muy alta de conducta delictiva. Aun la notoria “pobreza en medio de la
abundancia” no conduce de manera inevitable a ese resultado. Pero cuando la
pobreza y las desventajas que la acompañan para competir por los valores culturales
aprobados para todos los individuos de la sociedad, se enlazan con la importancia
cultural del éxito pecuniario como meta predominante, el resultado normal son altas
proporciones de conducta delictuosa".
Estos autores aceptan muchos de los argumentos esgrimidos por Merton. Admiten
que en la sociedad norteamericana se produce una profunda desigualdad entre
diversas clases sociales a la hora de acceder de un modo legítimo a las metas
cultural y socialmente aceptadas. En respuesta a esta frustración los miembros de
los grupos más deprimidos utilizan medios ilegítimos para conseguirlo. Pero no en
todos los casos, ¿por qué? De acuerdo con Cloward y Ohlin, la clave se encuentra
en el diferente o desigual acceso a las oportunidades ilegítimas. Mantienen que los
medios ilegítimos no son igualmente accesibles para todos. El adquirir un rol o papel
conformista o desviado no es necesariamente algo fácil o sencillo de disponer; su
acceso depende de una variedad de factores, como la posición económica, la edad,
el sexo, la raza, la personalidad, etc.
Solamente en aquellos barrios en los que el crimen aparece como algo estable e
institucionalizado, operará como un fértil campo de aprendizaje en el medio
ambiente de los jóvenes. Por ello Cloward y Ohlin concentran su teoría de las
diferentes oportunidades en un grupo: los jóvenes varones de clase social baja que
viven en grandes centros urbanos.
Según sean los diferentes tipos de barrios de clase baja, serán los diferentes tipos
de subculturas delincuentes, distinguiendo los autores tres grandes grupos de
subculturas juveniles:
Robert Agnew mantiene que existen más tipos de tensión o frustración, además de
la formulación criminológica tradicional que distingue entre aspiraciones y logros. En
su teoría de la tensión o de la frustración, otorga un énfasis relevante a las
relaciones negativas, los estímulos nocivos y sucesos vitales estresantes.
Categoriza esta tensión o frustración en tres grandes tipos, todos los cuales pueden
producir furia y frustración hasta el punto de llevar al crimen y la delincuencia.
La aplicación de esta teoría supone que mejorando el arraigo social de los jóvenes
(apego a los padres, compromiso con valores prosociales, participación en
actividades prosociales y fortalecimiento de las creencias morales) se logrará una
reducción del comportamiento delictivo de los jóvenes.
Dos son los postulados básicos de la teoría del control de Hirschi y Gottfredson:
Los autores abandonan la idea que expresaba que los refuerzos continuados de los
vínculos sociales aislaban a las personas de implicaciones ilegales, a favor de la
proposición que defiende que el self-control (o autocontrol), interiorizado a edades
tempranas, determinará quien puede ser presa de la seducción por el crimen.
Basándose en factores acerca de la naturaleza del crimen descubiertos por
investigaciones empíricas como: gratificaciones inmediatas, excitación, beneficios a
corto plazo, etc.; en que los delincuentes no planean sus conductas, así como que
estas conductas no son especializadas o sofisticadas, sino que responden casi
siempre a oportunidades de realizar conductas ilegales que se les presentan;
Gottfredson e Hirschi proponen el autocontrol como la mejor manera que tiene la
gente de resistencia al crimen y a aquellas otras conductas que les ofrecen
gratificaciones inmediatas, siendo éste definido como “el rasgo individual que explica
las variaciones en la probabilidad de ser atraídos por semejantes actos” (aquellos en
los que el autor ignora las consecuencias negativas a largo plazo).
En lo que aquí nos interesa, el estudio de la delincuencia juvenil, la teoría del self-
control de Hirschi y Gottfredson, nos ofrece un par de cuestiones sumamente
interesantes: por un lado, que el crimen aumenta claramente con la edad hasta la
mitad o el final de la adolescencia, y entonces declina rápida y continuadamente
durante toda la vida-; por otro lado, la afirmación que las causas de la delincuencia
juvenil no son diferentes del resto de la delincuencia adulta. Para los autores, la
división tradicional de los problemas etiológicos en segmentos juveniles y adultos,
tiene una utilidad poco probable, porqué las causas de la delincuencia son iguales a
cualquier edad. La edad se relaciona con importantes sucesos, a su vez
relacionados con la delincuencia, como el abandono escolar, el matrimonio, y el
trabajo, pero esa relación no es suficiente para explicar la delincuencia, ya que ésta
puede ser explicada sin hacer referencia a ella.
TEORÍAS DE LA CRIMINALIZACIÓN
Esta teoría que afirma “que el sistema de justicia juvenil es en gran medida causante
del problema de la delincuencia y que propugna la salida del sistema de la mayoría
de los jóvenes” ha sido introducida por la Criminología norteamericana siendo
desarrollada por la considerada como “nueva escuela de Chicago” o “2ª generación
de la Escuela de Chicago” cuyos principales exponentes son Edwin M.
Lemert y Howard S. Becker.
expulsión temporal).
Una revisión de las principales teorías del Labeling, no puede estar completa sin
realizar una mención a los trabajos desarrollados en este campo por Howard S.
Becker, que realizó un estudio sociológico de la desviación, basándose en dos
grupos de personas (fumadores de marihuana y músicos de jazz), que quedó
plasmado en un libro de culto, publicado en, y titulado Outsiders.
Los grupos sociales crean la desviación e instituyen las normas por las que
transgresiones del orden establecido constituyen la desviación. Al aplicar estas
normas a ciertos individuos se les etiqueta como desviados. Desde el punto de vista
de Becker, la desviación no es una cualidad del acto cometido por una persona, sino
más bien, una consecuencia de la aplicación, por otras personas, de normas que le
sancionan como un “trasgresor”. El desviado es aquel que ha sido etiquetado como
tal, y el comportamiento desviado es aquél que la colectividad califica con esa
etiqueta.
Sostiene que los actos “realmente” desviados son aquellos que la sociedad
considera como tales, aspecto éste que es importante reconocer a la hora de realizar
un análisis completo del comportamiento desviado. Al combinar esta dimensión con
Las otras dos posibilidades de comportamiento son más interesantes para Becker.
La situación del que es falsamente acusado, acoge una persona que es vista por los
otros como que ha realizado algún comportamiento impropio, inadecuado o desviado
cuando esto no es cierto. Entonces, el individuo falsamente acusado será
indebidamente juzgado e incorrectamente etiquetado como desviado. En el lado
contrario, la desviación secreta consiste en que una persona comete un acto
irregular, pero este no es percibido por la sociedad como una trasgresión de las
normas y no entraña por tanto ninguna reacción.
La Criminología crítica
Partiendo de teorías críticas anteriores como la teoría del etiquetamiento y las
teorías del conflicto, pero avanzando un paso más en la crítica al sistema, adquirió,
en los años sesenta y setenta, un gran auge una nueva corriente criminológica,
denominada “Criminología radical” o “Criminología crítica” principalmente a través de
las aportaciones, de la escuela de Criminología de Berkeley, -que tanta importancia
tuvo en el desarrollo de la Criminología crítica americana-, adquiriendo una particular
relevancia la investigación de Anthony M. Platt sobre las instituciones orientadas al
control de la delincuencia juvenil; así como por los estudios y trabajos realizados, a
este lado del Atlántico, por la Criminología anglosajona representada por Ian Taylor,
Paul Walton y Jock Young.
Para Platt “una criminología radical exige una redefinición de su objeto de estudio,
sus temas y sus objetivos. (...) Una perspectiva radical define el delito como una
violación de derechos humanos definidos políticamente: (...) Con una definición
radical, fundada en los derechos humanos, la solución del “crimen” reside en la
transformación revolucionaria de la sociedad y la eliminación de los sistemas
económicos y políticos de explotación”.
Sostienen que la criminología radical si quiere avanzar como ciencia debe tener el
objetivo de construir una teoría que de sentido a los cambios de “la estructura del
control social, la ley y el delito”, abogan por una criminología normativamente
comprometida por la supresión de las desigualdades sociales, para lo que debe
disponer de “la libertad de cuestionar no solamente las causas del delito sino
también las de las normas, que, en sentido propio, crean el delito: o sea las normas
legales”. El plan debe consistir, entonces, en construir una criminología materialista
(acorde con el método del materialismo histórico acuñado por el marxismo) que
asuma “la tarea de buscar explicaciones de la subsistencia, la innovación o la
derogación de las normas jurídicas y sociales sobre la base de los intereses que
respaldan, de las funciones que cumplen en determinado régimen material o de
producción en sociedades fundadas en la propiedad, comprendiendo que tales
normas jurídicas están inextricablemente ligadas con las contradicciones en
desarrollo en esas sociedades”. A tenor de esto, para los partidarios de la
criminología crítica “las causas del delito están irremediablemente relacionadas con
la forma que revisten los ordenamientos sociales de la época. El delito es siempre
ese comportamiento que se considera problemático en el marco de esos
ordenamientos sociales; para que el delito sea abolido, entonces, esos mismos
ordenamientos deben ser objeto de un cambio social fundamental”.
cuando opta por conducirse en forma desviada, elige a conciencia; debe explicar las
posibilidades y las condiciones que determinan la reacción del grupo social contra el
desviado; debe instaurar un modelo efectivo de los imperativos políticos y
económicos que sirven de base a la persecución de ciertos tipos de delincuencia o
para lograr que ciertos comportamientos dejen de figurar en la categoría de ilegales;
exige entender que la reacción que tiene el hombre ante el rechazo o la
estigmatización está vinculada con la elección consciente que precipitó su infracción
inicial.
En su obra The Child Savers, Platt discute el contexto político que originó los
tribunales juveniles y critica abiertamente la filosofía que los inspiró. Mantiene que
los tribunales juveniles se crearon para satisfacer los intereses de las clases-medias
dominantes. Veía los tribunales juveniles como una expresión de los valores de la
clase media y de la filosofía de los grupos políticos conservadores, y explica como
las clases sociales dominantes crearon definiciones de delitos para controlar a las
clases sociales subordinadas:
“El sistema de justicia juvenil fue parte de un movimiento general dirigido por el
colectivo capitalista hacia el desarrollo de mano de obra laboral e industrial
especializada y disciplinada mediante la creación de nuevos programas de
adjudicación y control de jóvenes “delincuentes”, “dependientes” y “abandonados”.
Por último, la inseguridad y el riesgo en el que viven los jóvenes hoy en día, reflejado
en la proliferación de delitos de abusos sexuales de niños y adolescentes, y en la
omnipresencia de drogas y alcohol, son otros factores a los que otorga gran
importancia.
TEORÍAS INTEGRADORAS
Elliot y col., desarrollan una teoría integradora que explícitamente combina las
teorías de la tensión o frustración, las teorías del control y las teorías del aprendizaje
social de cara a explicar la delincuencia y el uso de drogas. Estos autores mediante
la integración de estas teorías proponen una singular línea causal que incluye
variables desde las tres teorías, lo que se observa con claridad
en el siguiente esquema.
Tensión/
Frustración
Desorganización
Social
Una de las teorías más comprensivas generadas para explicar los resultados de un
proyecto de investigación longitudinal, (parte del Estudio de Cambridge) es la teoría
FAMILIA Y DELINCUENCIA
Las relaciones afectivas entre padres e hijos son fundamentales para el desarrollo
adecuado del individuo. Por ello, se sugiere que la ausencia de tales vínculos
incrementará, de manera importante, la probabilidad de que el hijo se involucre en
actividades delictivas. Esta relación entre falta de apego a la familia y delincuencia
estaría fundamentada, a nivel teórico en las Teorías de Control Social. Hirschi (1969)
considera que el apego entre padres e hijos permite a los padres controlar, de
manera directa e indirecta, la conducta del hijo, recibir información acerca de sus
actividades y establecer relaciones de afecto y respeto que favorezcan el proceso de
socialización. La ausencia de apego elimina la posibilidad de que los padres
establezcan controles, con lo cual el proceso de socialización se dificulta, y aumenta
la probabilidad de que el hijo desarrolle una conducta delictiva. Los resultados de
diversas investigaciones confirman que la inexistencia de vínculos afectivos y/o la
presencia del conflicto en las relaciones entre padres e hijos se asocian con la
delincuencia del adolescente.
A un nivel más específico, los estudios acerca de la relación entre las interacciones
afectivas en el hogar y la delincuencia juvenil, se han ocupado, fundamentalmente
de las interacciones entre el padre y la madre, y entre el adolescente y cada uno de
sus padres.
Del mismo modo, el trabajo de Gove y Crutchfield (1982), realizado en base a las
respuestas de los padres a entrevistas sistemáticas, evidencia que las
características del matrimonio de los padres juegan un papel importante en la
aparición de la conducta delictiva de los adolescentes varones, en el sentido de que
unas relaciones maritales poco afectuosas correlacionan con delincuencia del hijo.
La supervisión paterna es uno de los mecanismos a través de los cuales los padres
promueven la internalización de normas en los hijos. La internalización de normas es
esencial para que el individuo se integre adecuadamente en la sociedad, dado que si
el sujeto no internaliza las normas sociales, cuando no esté sometido a un control
externo no contará con ningún tipo de control interno que inhiba su conducta.
McCord (1979) confirma que la supervisión débil durante la infancia es uno de los
principales predictores de la criminalidad posterior. Algunos otros estudios han
encontrado, sin embargo, relación entre supervisión excesivamente rígida y
delincuencia. En este sentido, Kogan (1980) afirma que las familias de adolescentes
delincuentes suelen estar excesivamente orientadas hacia el control, intentando,
incluso, incrementar el nivel de cohesión familiar (generalmente bajo) aumentando el
grado de control ejercido sobre los hijos. Kogan considera que este énfasis excesivo
en el control, sobre todo en la adolescencia puede generar conflicto en las
relaciones entre padres e hijos, incrementando, de este modo, la probabilidad de la
conducta delictiva del adolescente.
Función paterna
La conexión entre la ausencia del padre y delincuencia surge de múltiples trabajos
de investigación, siendo ello un buen predictor no solo de delincuencia sino también
de diversas adicciones. (Gottfredson y Hirschi,1990) y (Stern, Northman y Van
Slyk,1984).
o Genética:
La idea de que la herencia tenga influenza en la criminalidad, no implica que todo
crimen tenga un origen hereditario, ni que este tipo de factores sean, por sí solos,
capaces de producir la desviación criminal.
Según estudios realizados, se cree que un niño que fuera creado en una familia
criminal, aprendiera modelos antisociales de conducta, los cuales a su vez enseñara
a sus propios hijos.
Goring y Lund demuestran que los criminales con ambos padres criminales se
encuentran en proporción mayor que aquellos en los que solo uno de los padres es
criminal.
Kuttner demuestra que los hijos de criminales delinquen con más frecuencia que los
hijastros de los mismos.
Los estudios de adopción de niños cuyos padres biológicos eran delincuentes tenían
más probabilidades de presentar TCD, que los hijos adoptados cuyos padres
biológicos no lo eran. Los estudios realizados en gemelos han indicado una tasa de
concordancia mayor para el comportamiento delincuente en los gemelos
monocigotas que en los dicigotas.
o Factores Neurobiológicos:
o Factores Psicopatológicos:
o Factores Sociales:
Desigualdad económica:
Desempleo- Desocupación
Baja escolaridad- Analfabetismo
Medios de comunicación: Actualmente ciertos programas televisivos e Internet
reemplazan a la familia como formadora de costumbres sociales.
o Factores Familiares:
Concordamos en el rol de modelo que representan los padres. La necesidad de
aprender conductas adultas, de imitar ese modelo cercano, de seguir el ejemplo de
los padres se incluye en la función educativa de la familia. No obstante, los
adolescentes encuentran en ocasiones que el espejo está "empañado". Existen
grupos familiares portadores de "indicadores de desajuste social". Los factores
hallados con mayor frecuencia en la familia de adolescentes con antecedentes
delictivos son:
Rechazo parental.
Ausencia de la figura paterna.
Inestabilidad conyugal.
Falta de atención al niño (abandono físico o emocional).
Bajo nivel socio-económico. Por su imposibilidad de progresar y de lograr
metas, se considera que ubican naturalmente en estratos socioeconómicos
más bajos.
baja cohesión familiar.
b. Factores Sociales: estos resultan del ambiente familiar o extra familiar; esto es,
hogar y medio social.
d. El Cinematógrafo: que es una clase de dos horas, por lo menos, acerca de los
temas frecuentes de las películas: Crímenes, adulterios, seducciones, amores
ilícitos, enseñanza sobre caricias, obscenidades, desarrollo de pasiones innobles
como el odio, la venganza, el rencor. El Artículo 79 de la Ley Orgánica de la
Protección al Niño y al Adolescente prohíbe a los menores de dieciocho años la
entrada a espectáculos contrarios a la moral y a las buenas costumbres.
Entre los lugares de moralidad dudosa pueden incluirse, además de los locales de
cine, los night clubes, bares, botiquines, juegos prohibidos, galleras, carrera de
caballo, apuesta, casa de citas y espectáculos de obscenos.
Entre las fuentes del comportamiento de niños y adolescentes que cometen hechos
punibles podemos mencionar que uno de los factores que se une en multitud de
ocasiones a este proceso es la presión social emanada de un medio o unas
condiciones de vida atosigante, el ambiente enrarecido del suburbio sin otras
alternativas culturales o la progresiva frustración a lo largo del desarrollo, que va
generando unos niveles de respuesta violenta imposibles de contener al llegar a la
adolescencia.
Por otro lado, las causas Orgánicas se hallan inscritas en la anatomía del
delincuente desde su nacimiento. La herencia no siempre es decisiva, pero ejerce
constantemente una influencia más o menos favorable, confirmada por los muchos
ejemplos ofrecidos por la misma familia.
También se les atribuye culpabilidad a las alteraciones física ó perturbaciones
afectivas o de personalidad. Sin embargo, parece más oportuno tener en cuenta el
conjunto de los diversos factores que afectan a la conducta del adolescente, y poner
de relieve la interrelación de todas las fuerzas y condiciones, internas y externas,
que intervienen en su desarrollo.
interacción que crean son muy importantes para la posterior relación del niño con el
medio en que se desenvuelve.
La deserción escolar se ve influida por factores de riesgo como pobreza, bajo apoyo
social para el aprendizaje, dificultades cognitivas, falta de motivación, necesidad de
aprobación por parte de pares con problemas, estilos parentales inadecuados, y,
finalmente, características de la malla curricular y una estructura poco atractiva de
clases.
Se ha observado que entre la mitad y dos tercios de los niños viven en hogares que
presentan algún factor de riesgo, como criminalidad familiar, alcoholismo de los
padres, vivencia de abuso, dificultades económicas, entre otros. Pese a ello, no
todas las personas manifiestan comportamientos de riesgo.
Debemos ser conscientes que uno de los más importantes descubrimientos del
primer proyecto de “Save the children” (Alonso, J.M; Horno, P. 2004) y de diferentes
investigaciones sobre el abuso sexual y los delitos contra la libertad sexual, es que
muchos agresores adultos inician su comportamiento desviado cuando son
adolescentes y han llevado a cabo conductas de carácter ofensivo durante muchos
años. Uno de cada dos ofensores sexuales adultos comenzó su comportamiento
abusivo siendo adolescentes (Knight y Prentky, 1993). Así mismo se estima que
aproximadamente un 20% de las violaciones las realizan menores de edad y el 50%
de los agresores cometen su primer abuso antes de la edad adulta (Abel, Mittelman
y Becker, 1985; Groth, Longo y MacFadin, 1982). La estimación es que un 30% de
los abusos son cometidos por menores de edad, pero seguramente existe una
subestimación del problema dado que estos datos solamente son la punta de un
iceberg que progresivamente alcanza mayores dimensiones. En Estados Unidos se
estima que los jóvenes son responsables de más de la quinta parte de las
violaciones y de la mitad de los casos de ofensas sexuales a niños (Hunter, 2000).
el derecho del niño al disfrute del más alto nivel posible de salud y a servicios para el
tratamiento de las enfermedades y la rehabilitación de la salud. Los Estados Partes
se esforzarán por asegurar que ningún niño sea privado de su derecho al disfrute de
Adolescentes y jóvenes que agraden sexualmente esos servicios sanitarios”, y esto
incluye a la salud sexual. Un menor que abusa, ofende o agrede sexualmente no es
un menor sano y tiene todo el derecho a recibir apoyo, orientación y tratamiento para
rehabilitar un aspecto que resulta disfuncional en su desarrollo personal, emocional y
social. Llevar a la práctica un programa rehabilitador, promueve la posibilidad real de
romper el ciclo del abuso, el acoso o la agresión.
Algunos adolescentes cometen sólo ofensas sexuales “sin contacto” tales como
voyeurismo (mirar furtivamente), exponer sus partes privadas a otros, hacer
llamadas telefónicas obscenas, frotamiento (frotarse contra otros en lugares
abarrotados), o fetichismo (tal como robar ropa interior). Otros cometen ofensas
sexuales “con contacto” tales como acariciar o penetración con el pene, el dedo u
objetos.
Definir una conducta como que es asalto sexual o abuso puede algunas veces ser
difícil. Es fácil identificar una ofensa sexual cuando hay un amplio desfase de edad
La coerción ocurre cuando una persona engaña, presiona, o manipula a otra para
que haga algo. Si las víctimas han sido coercionadas, ellas no han dado realmente
el consentimiento. Si el perpetrador está en una posición de poder sobre o tiene
responsabilidad con la víctima, la relación no es igual, así que el consentimiento
realmente no ha sido dado. La ventaja de poder puede venir de un ofensor que es
un hermano mayor, es la niñera de la víctima, es mayor en talla física o más fuerte, o
tiene mayor madurez mental o emocional
“Abuso” puede ser definido como “el acto sexual con otra persona que no da o no
puede dar consentimiento informado”. Es un término negativo, que indica cualquier
Esto es donde los actos abusivos se solapan con “la ofensa sexual”. La única
característica que separa a los dos es que la conducta ofensiva está categorizada
públicamente, entrando así dentro de una definición legal específica, que garantiza
la intervención de los sistemas oficiales y que quizás demanda una respuesta
judicial. La ofensa sexual es una forma de “abuso sexual descubierto” que se estima
que es lo suficientemente serio para garantizar la respuesta oficial. Así todas las
ofensas son una forma de abuso sexual, pero no lo contrario. Como veremos
después, probablemente hay más abuso sexual del que nunca sale a la luz y mucho
de éste, incluso cuando es claramente una ofensa, no es tratada como tal.
Los jóvenes que han cometido ofensas sexuales son una mezcla heterogénea
(Bourke y Donohue, 1996; Knight y Prentky, 1993). Difieren según la víctima y las
características de la ofensa y una amplia gama de otras variables, incluyendo tipos
de conductas ofensoras, historias de maltrato infantil, conocimiento y experiencias
sexuales, funcionamiento académico y cognitivo, y temas de la salud mental (Knight
y Prentky, 1993; Weinrott, 1996).
Las conductas sexualmente abusivas varían desde las ofensas sin contacto a actos
con penetración. Las características de la ofensa incluyen factores tales como la
edad y el sexo de la víctima, la relación entre la víctima y el ofensor, y el grado de
coerción y violencia utilizada.
Etiología
Para aproximarnos brevemente a los posibles factores causales y correlacionales
asociados al problema podemos prestar atención a una serie de elementos entre los
que incluimos la historia de maltrato infantil, los factores relacionados con el estilo de
vida familiar, los factores relacionados con las habilidades sociales, los factores de
aprendizaje y de socialización sexual, así como los factores relacionados con la
salud mental y el consumo de sustancias tóxicas.
o Historia de maltrato
El papel que juega el maltrato infantil en la etiología del comportamiento ofensivo
sexual parece notablemente complejo y los estudios que han tratado de dar luz en
este fenómeno tienden a coincidir en que las tasas de victimización sexual, la
precocidad en la experimentación de las conductas de tipo abusivo y la gravedad de
las mismas suelen ser mayores en los adultos ofensores sexuales. Parece existir
consenso en que la transmisión intergeneracional del abuso está presente en una
proporción significativamente mayor que el resto de población.
En el plano de los afectos podemos hablar de una dificultad para encontrar fuentes
de apoyo emocional que suele traducirse en los menores en problemas para
establecer vínculos emocionales y además son frecuentes las referencias de los
menores a la distancia y la inaccesibilidad emocional de sus progenitores. Si
prestamos atención a los modelos de socialización sexual paterna, comprobamos
que el haber sido objeto de abuso sexual o la exposición a sus propias experiencias
sexuales son experiencias que viven con más frecuencia quien manifiesta un
comportamiento ofensivo en su adolescencia y juventud.
Cantón Cortés (1997) sugiere que el modelado ofrecido en las prácticas anteriores
es un mecanismo de aprendizaje que puede intervenir en la conducta de los
agresores sexuales.
pobre ajuste social que repercute en una propensión a las conductas sexualmente
abusivas y agresivas.
persona) pueden tener relevancia para aquellos que agraden sexualmente. Las
distorsiones cognitivas (culpar a la víctima, racionalizar el hecho abusivo…) suelen
también estar presentes en el pensamiento de estos menores.
Tendencias del consumo de marihuana, pasta base y cocaína Prevalencia del último año Fuente:
Sexto estudio nacional de drogas en población escolar en Chile, CONACE, 2005 .
Varios estudios han intentado comprobar la vinculación entre droga y delito. Sin
embargo, debido a que se trata de comportamientos de riesgo que suelen aparecer
juntos y se retroalimentan (Hurtado, 2004), se estima que la prevención de uno
afecta el comportamiento del otro. Aunque existen pocos datos que permitan
asegurar una relación directa entre ambos fenómenos, se puede afirmar que la
droga y el delito son conductas que suelen presentarse juntas, sobre todo en
jóvenes. Para poder establecer con cierta seguridad esta posible asociación, cabe
preguntarse en qué contexto se da la relación entre ambas, como forma de financiar
el hábito, o debido a que el delito se comete bajo estados de alteración de
conciencia.
Según los datos recogidos por la Universidad Católica y el SENAME, el 17% de los
jóvenes encuestados reconoce haber cometido el delito bajo la influencia de alguna
droga y el 20% bajo la influencia del alcohol. Independientemente de la necesidad
de saber si el joven habría delinquido si es que no hubiera estado bajo los efectos de
las drogas o el alcohol, los datos también muestran una mayor gravedad del ilícito
cometido - en relación con la fuerza o violencia utilizada -. De hecho, el 10% de los
jóvenes que declaran consumo es responsable de un robo con fuerza, mientras que
en el caso de robo con violencia la cifra aumenta a 28%. La relación entre el
consumo problemático de drogas en los jóvenes que han infringido la ley es
preocupante porque existen mayores probabilidades de que ese joven vuelva a
cometer un nuevo delito y, al ser reincidente, se enfrente a una mayor condena.
Cobra relevancia, entonces, la necesidad de tratar el problema del consumo para
terminar con las llamadas “carreras delictivas” influidas, ciertamente, por las drogas y
el alcohol
La asociación entre delito y uso de drogas puede estimarse de manera mucho más
precisa dentro de los marcos de un modelo internacional de atribuciones o de
imputación de causalidad. Conforme a ello, se presume por regla general una
relación de causalidad entre delito y drogas bajo cuatro amplias categorías que se
resumen en las siguientes tres situaciones:
Los dos estudios citados han estimado la asociación entre delito/drogas utilizando el
mismo modelo de imputación de causalidad. Los resultados muestran que, en
términos generales, 25% de las infracciones a la Ley cometidas por adolescentes
pueden ser atribuidas al uso de drogas ilícitas, así como el 42% de los delitos
cometidos por la población adulta o mayor de edad. Cuando se agrega el uso de
alcohol, las cifras suben a 34% y 52% respectivamente.
América Latina, reconocida como la segunda región más violenta del mundo
(Búvinic, Morrison y Shifter, 1999), a partir de la década de los ’80 enfrenta la
violencia, y en especial la violencia delictual, como un problema central que, incluso,
afecta decisivamente sus procesos de desarrollo económico (Londoño y Guerrero,
1999, p. 5).
Sin embargo, y aun considerando que la violencia es una relación social, su análisis
y abordaje no puede desconocer que violencia y criminalidad se presentan en
formas y magnitudes diversas y específicas en el espacio y el tiempo. Coinciden en
ello quienes enfatizan la existencia de una geografía y cronología de la violencia
criminal (De Roux, 1994). Esta perspectiva permite avanzar en el examen de las
características específicas de la problemática en cada territorio sin por esto caer en
el intento de “dividir la ciudad en zonas de alto riesgo, hacer su epidemiología de
acuerdo a temporalidades y horarios en el que las violencias despliegan su rostro de
muerte (...) suman su retórica estigmatizadora y sus rutinas de reducción de la
complejidad” (Reguillo-Cruz 2003, p. 56). Por esta razón es que rescatamos la
mirada de la geografía y la cronología delictual como medios para reducir la
endurecimiento de las sanciones para los victimarios o que buscan restringir los
beneficios carcelarios para la población carcelaria. Cada una de ellas tiene por
objetivo disminuir la criminalidad mediante la detección, disuasión e incapacitación
de los victimarios, y enfatizan la capacidad del Estado para disminuir estos
problemas.
del sistema formal de justicia criminal, sino que también a través de la promoción e
implementación de estrategias que involucran a los diferentes sistemas informales
de prevención, como los colegios, instituciones religiosas y la ciudadanía en general”
(ONU, 2000). Es decir, se reconoce que la criminalidad tiene causas diversas y que,
por ende, para prevenirla se debe actuar en múltiples frentes, con estrategias e
iniciativas que promuevan el involucramiento de diversas instituciones del Estado, de
organizaciones no gubernamentales y de la ciudadanía en general.
Por otra parte, es menester indicar que la prevención no se puede desligar del
concepto factor de riesgo, al que se hace alusión en forma frecuente cuando se
habla de la prevención de la criminalidad. Se trata de que son aquellas condiciones
cuya presencia, según la literatura internacional y nacional, aumenta la probabilidad
de que ciertos individuos cometan delitos (Búvinic, Morrison y Shifter, 1999; Carrión,
1994; Guerrero, 1998). Los factores de riesgo se pueden agrupar en dos subgrupos:
estrategias para abarcar los diferentes tipos de violencia, sino también que las
propuestas de prevención deben vincularse a otras políticas existentes en el mismo
campo y no deben excluir los programas que pueden tener influencia indirecta
(Carrión y Concha, 2000).
Caracterización Tipología.
La perspectiva política de las iniciativas Conservadoras
Liberales
Radicales.
Técnicas empleadas en las actividades Punitiva
preventivas Correctiva
Mecánica.
Público objetivo. Victimario
Comunidad
Victima.
Objetivo de intervención. Situacional
Social y comunitaria.
Unidad a ser protegida Individuo
Hogar
Barrio.
condiciones criminógenas que inciden tanto en los victimarios como en las posibles
víctimas, y las medidas mecánicas, que buscan la reducción de oportunidades para
delinquir alterando el medio físico donde ocurren los hechos.
En tercer lugar, las medidas preventivas pueden ser caracterizadas de acuerdo con
el público objetivo al que se dirigen, por lo que se diferenciarían entre aquellas
dirigidas a los victimarios, a las víctimas, y a la comunidad en general.
La prevención social tiene por objetivo evitar la realización del delito a través de la
reducción de los factores de riesgo social que llevan a un individuo a delinquir. Los
objetivos de este tipo de estrategias se localizan sobre las causas o predisposiciones
sociales y psicológicas que hacen que los individuos o grupos sociales ejecuten
delitos (Barkan, 1997).
En segundo lugar, la prevención situacional tiene como objetivo principal reducir las
oportunidades para la comisión de los delitos (Van Dijk y De Waard, 2000; Crawford,
1998), y abarca un abanico de iniciativas que incluye aquellas dirigidas a la
población en general (prevención primaria), la focalización en puntos críticos, la
vigilancia formal e informal y la mejora del diseño urbano. Asimismo, comprende
iniciativas dirigidas a los grupos sociales en riesgo de cometer delitos, que se
centran en el diseño específico de medidas basadas en la predicción del riesgo.
Además, incorpora medidas desarrolladas para disuadir a eventuales delincuentes,
que se relacionan con sistemas de seguridad privados, sistemas de circuitos
cerrados de cámaras e instalación de luminarias.
reflexionar sobre el delito y las formas de actuar que deben desarrollarse (Sozzo,
1999). Lo que por cierto ha tenido repercusiones en la última década en Chile y en el
resto de América Latina, y se manifiesta en el desarrollo de importantes programas
de prevención del delito como el Plan Nacional de Prevención del Delito en
Argentina y el Programa Comuna Segura Compromiso 100 en Chile.
A partir de la tipología analizada resulta necesario definir los objetivos de cada una
de las medidas preventivas desarrolladas en detalle a fin de determinar sus posibles
impactos en los diversos ámbitos propuestos. Marco Interpretativo del Estudio 18
Junto a las clasificaciones descritas, cabe destacar un artículo reciente del BID que
distingue las políticas de prevención entres aquellas que desarrollan programas
integrados, es decir, que se orientan a una multiplicidad de factores que originan la
violencia y la criminalidad con medidas que varían desde la prevención hasta el
tratamiento, y aquellas que desarrollan programas focalizados sólo en un
determinado factor de riesgo (Búvinic, Morrison, y Shifter, 1999). Estos últimos son
los que se prestan con mayor facilidad para su exitosa implementación.
En síntesis, podemos afirmar que las iniciativas de prevención del delito son diversas
y multidimensionales y, por tanto, debieran ser analizadas desde dimensiones y
perspectivas diversas, pero enfocadas desde un marco teórico que permita
identificar aquellas iniciativas que se transforman en lecciones prometedoras e
incluso en buenas prácticas de prevención del delito. A partir de lo señalado
consideramos importante enfatizar el ámbito comunitario no sólo por sus
implicancias en la participación y sus repercusiones en la consolidación del capital
social, sino también por la presencia de un discurso público y político que privilegia
dicha alternativa de prevención. No obstante, la definición de comunidad presenta
también un serio problema para el diseño de políticas públicas, ya que admite una
serie de interpretaciones conceptuales,
Este interés por el tema juvenil asume una complejidad mayor al reconocer que es
imposible hablar de los “jóvenes” en general sin asumir las diferencias existentes
entre los diversos grupos existentes. La misma definición etaria se presenta como un
ejercicio problematizado; por ende, hemos recurrido a una definición restrictiva que
incluye dentro del grupo juvenil a todos aquellos entre los 12 y 18 años.
En este marco, la reflexión teórica y la investigación empírica sobre las causas del
comportamiento considerado antisocial de los jóvenes y de la violencia juvenil
especialmente, da cuenta del desarrollo de dos grandes enfoques de prevención:
por un lado, aquel centrado en los problemas y en la solución de los factores de
riesgo y la disfuncionalidad que ellos producen (orientado a disminuir los factores de
riesgo) y, por otro lado, aquel focalizado en el desarrollo del joven y en sus fortalezas
(fortalecimiento de los factores de protección) (Howell, y Hawkins, 1998). Sin
embargo, frente a ineficacia que han demostrado estas estrategias para prevenir la
delincuencia juvenil y la conducta considerada antisocial, la tendencia actual es
desarrollar modelos integrales que den cuenta de ambos enfoques preventivos,
centrándose especialmente en el desarrollo integral del joven.
En este sentido, los hallazgos que han producido los estudios respecto a la
incidencia de los factores de riesgo sobre los jóvenes establecen que la efectividad
de las medidas de prevención está asociada a dos condiciones básicas: la
diferenciación de las etapas de la niñez y de la adolescencia en las cuales se
intervenga, por una parte, y la identificación de los niveles de intervención que
involucren: familia, escuela, comunidad, individuo y grupos de amigos.
Fuente: Krauskopf, Dina. “Dimensiones críticas en la participación social de las juventudes”. Revisión
del documento “Participación y desarrollo social en la adolescencia”. Costa Rica,1999.
Desde esta perspectiva, la experiencia internacional (Shaw, 2001) muestra que las
estrategias y programas eficaces implementados para trabajar con los jóvenes
cumplen determinados requisitos:
La recreación y el deporte
Dentro de estas medidas de prevención destacan aquellas que buscan disminuir los
efectos negativos que produce la falta de supervisión de los padres en las horas