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EL RECONOCIMIENTO DE LOS PREJUICIOS EN LA HERMENÉUTICA DE GADAMER

Tatiana Alexandra Perilla Méndez


Bogotá
2019

Introducción

El objeto de Verdad y Metodo es la formulación de una ontología hermenéutica a partir de la investigación de las
condiciones de posibilidad de toda comprensión-interpretación. No es, como aclara Gadamer, la composición de
una nueva preceptiva del comprender, ni el desarrollo de un sistema de reglas para describir o incluso guiar el
procedimiento metodológico de las ciencias del espíritu, ni mucho menos el establecimiento de una teoría
referente al significado de la obra de arte (cf. 1991 10). Esta obra es producto de la interpelación acerca de las
condiciones que posibilitan la experiencia hermenéutica, no de un ámbito de la realidad ni de una disciplina o
campo del saber, sino que «su interpelado es el conjunto de la experiencia humana del mundo y la praxis vital»
(1991 12). Y esto es así, porque Gadamer —siguiendo a Heidegger— considera que la comprensión-interpretación
no es uno de los modos de comportamiento del hombre, sino el modo de ser propio del Dasein o del ser-ahí (cf.
ibíd.). Aun así el objetivo para tratar la hermenéutica de ambos autores es diferente: Heidegger, por un lado, llega
a ella para desarrollar la pre-estructura de la compresión. Mientras que, por otro lado, Gadamer, «busca hacerle
justicia a la historicidad de la compresión» (1991 331). Para lograr su empresa, Gadamer debe mostrar como la
autocompresión del círculo de la compresión es de vital importancia a la hora de aproximarnos a la tradición a
través de la lectura de sus textos. Esta autocompresión pone en evidencia que toda compresión-interpretativa
contiene una serie de prejuicios que deben explicitarse, para así, mantenerlos bajo control, y dejar que la tradición
hable por sí misma y nos diga lo tenga que decir. El propósito de este texto es aproximarnos al problema de los
prejuicios en la hermenéutica. Para este fin: primero, expondremos como Heidegger se aproxima a la
hermenéutica, segundo, mostraremos por qué es de vital importancia para Gadamer la explicitación de la
autocompresión de la compresión —hecha por Heidegger— al momento de hablar acerca del arte de la
interpretación comprensiva. Y tercero, pondremos en evidencia porque es necesario recuperar los prejuicios para
la hermenéutica y por qué estos se habían depreciado. Todo esto será reconstruido desde el primer apartado El
Circulo Hermenéutico y el Problema de los Prejuicios contenido en el noveno capítulo titulado La Historicidad de la
Compresión como Principio Hermenéutico expuesto por Hans-Georg Gadamer en su obra Verdad Y Método.
La preestructura de la comprensión y el círculo hermenéutico de Heideggeriano

Como ya habíamos indicado líneas arriba, Heidegger, aborda la problemática de la hermenéutica y críticas
históricas sólo con el propósito de desarrollar a partir de ellas, desde el punto de vista ontológico, la preestructura
de la comprensión (cf. 1991 331). El programa hermenéutico heideggeriano se pondrá bajo la servidumbre de una
ontología fundamental, que tiene su origen en la pregunta por el ser. En Ser y Tiempo, el sentido del ser fue
buscado por Heidegger a partir de un ente muy determinado, a saber: el Dasein. Entre otras cosas, porque para
la fenomenología del ser le es imposible ver el ser fuera de la relación de co-pertenencia entre este y el hombre.
El ser no tiene la determinación de estar frente, ni mucho menos se le puede identificar como un ente, tal y como,
lo hizo la filosofía metafísica. El ser, para él, se encuentra oculto y sólo podemos des-ocultarlo mirando la existencia
del hombre, porque es allí donde este se aparece. El des-ocultamiento del ser va a ser la tarea primordial de la
fenomenología hermenéutica heideggeriana. Dicha fenomenología, pondrá su mirada en el Dasein, porque este
es el único ente capaz de preguntarse y en esa interpelación abrirse a él, es decir, comprenderlo. Dicho esto, es
necesario aclarar que en esta obra, Heidegger, hace una analítica del Dasein, sólo como un paso preliminar o
anterior para una comprensión del ser en general (cf. 1971 § 5). Esta analítica, en resumen dice: la «esencia» del
Dasein o del ser-ahí radica en su existencia dada como ser-en-el-mundo (cf. 1971 § 5 § 12). Ser-en, quiere decir,
estar familiarizado con el mundo. El mundo, por su parte, es el horizonte de comprensión en el cual se nos
aparecen las cosas con significados pre-establecidos (cf. 1971 § 23). Los objetos de los cuales nos ocupamos en
nuestra vida fáctica, están dotados de significado porque, la vida fáctica —a su vez— se mueve siempre en un
determinado estado de interpretación heredado. Y esto es así, debido a que, habitamos el mundo como eyectados
en él. En otras palabras, nacemos en un contexto histórico concreto, en una época especifica. Ahora, ese contexto
histórico, no sólo le permite al hombre comprender lo que se le aparece y las cosas de las cuales se ocupa en su
vida fáctica; sino interpretarse a sí mismo a través de un abanico de posibilidades previamente establecidas. De
ahí que, Heidegger, señale que el comprender es el modo propio del ser del Dasein.

Con todo lo dicho, la «pre-estructura de la comprensión» es en último término todo ese entramado de relaciones
de sentido y significación históricas que anteceden toda comprensión-interpretación realizada por el hombre. Este
entramado está constituido —a su vez— por una posición, previsión y anticipación. Que en otros términos se
refiere a: el punto de vista, la manera de ver y el abanico de significados que nos disponen a la comprensión. Ahora
bien, si toda comprensión-interpretación sólo puede ser dada por una pre-estructura de comprensión, o mejor
aún, una pre-comprensión. Se sigue que, la manera por la cual se desenvuelve la comprensión tiene forma circular;
ya que, esta se dirige y se alza desde la pre-comprensión hacia una nueva compresión, y esta «nueva compresión»
con el tiempo se establece como una pre-compresión. Esto en últimas quiere decir que, no existe una absoluta
objetividad en el ejercicio de la compresión-interpretación, tal y como, la ciencia moderna y la hermenéutica
clásica había pretendido. La comprensión-interpretación acontece en un contexto histórico concreto, que a su
vez, orienta la dirección de nuestra mirada y nos ofrece un entramado de significados para comprender aquello
que se nos aparece. Sin embargo, para Heidegger, en el ejercicio de la compresión «yace una posibilidad positiva
del conocimiento más originario», veamos la descripción que él nos ofrece:

«El círculo no debe ser degradado a círculo vicioso 1, ni siquiera a uno permisible. En él yace una posibilidad positiva
del conocimiento más originario, que por supuesto sólo se comprende realmente cuando la interpretación ha
comprendido que su tarea primera, última y constante consiste en no dejarse imponer nunca por ocurrencias propias
o por conceptos populares ni la posición, ni la previsión ni la anticipación, sino en asegurar la elaboración del tema
científico desde la cosa misma» (Gadamer 1991 332).

Para Heidegger, el problema no es que la compresión sea circular, sino el hecho de que no comprendamos que la
compresión es de esa manera. Él nos dice que, si buscamos caminos para evitar la circularidad o sentimos que es
una imperfección inevitable es porque no hemos comprendido la raíz del comprender (cf. 1971 § 32). Gadamer
nos indica que, lo que dice aquí Heidegger no es una exigencia a la práctica de la comprensión, sino más bien
describe la forma de realizar una interpretación-comprensiva (cf. 332). Cuando no comprendemos la compresión,
el círculo de la compresión se degrada a un círculo vicioso, que es como yo lo entiendo, cuando en la compresión
creemos que estamos descubriendo el sentido de lo que nos dice el otro, pero en realidad estamos imponiendo
sin percatarnos nuestras propias ocurrencias, de modo que, el dialogo sería cancelado y entraríamos en un
monologo. Comprender que toda compresión está dada necesariamente por una pre-compresión nos conduce —
a su vez— a comprender que la tarea de la interpretación es «asegurar la compresión desde la cosa misma»,
dejando que esta se muestre como es en toda su plenitud. En esa actitud fenomenológico-comprensiva yace la
posibilidad del conocimiento más originario que es en último término: captar el fenómeno del ser.

1 Entendemos círculo vicioso en este contexto a: la compresión que se realiza sobre la misma interpretación de modo reiterativo sin poder
lograr una interpretación comprensiva correcta, es decir, sin poder llegar a un conocimiento de la cosa misma. Y entendemos círculo
permisible a: aquella compresión que acepta como válida una interpretación que no se confirma con las cosas.
La autocompresión de la comprensión y lo prejuicios

Gadamer, indica que la consecuencia más notable que tiene para la hermenéutica espiritual- científica que
Heidegger derive la estructura circular de la comprensión a partir de la temporalidad del Dasein, es que: en esta
«autocomprensión de la compresión ejercida normalmente en la existencia sea corregida y depurada de
adaptaciones inadecuadas: un proceso que sólo beneficiaría indirectamente al arte del comprender» (cf. 332). Esta
consecuencia para Gadamer es de vital importancia, porque lo que pretende él, es tomar la manera como
universalmente comprendemos y llevarla —explícitamente— a la compresión especifica de las ciencias del
espíritu. Esto se debe a que para Gadamer: primero, en las ciencias del espíritu vienen a confluir formas de la
experiencia que quedan por fuera de la ciencia: el arte, la filosofía y la historia misma. Y lo que busca él es mostrar
que hay cierto concepto de Verdad en estas, diferente a la verdad teorico-cientifica. Segundo, las ciencias del
espíritu se han consolidado a través de la hermenéutica clásica que consiste en la lectura, compresión e
interpretación de textos de la tradición. Y tercero, comprender e interpretar textos no solo es un instancia
científica, sino que pertenece con toda evidencia a la experiencia humana del mundo (cf. 13).

Volvamos. El elemento clave en la descripción anterior tiene que ver con que, toda interpretación compresiva
debe orientar su mirada «a la cosa misma», porque esa es su «tarea primera, constante y última», protegiendo
«la posición, la previsión y la anticipación» de la arbitrariedad de las opiniones ajenas y de las ocurrencias y los
hábitos del pensar propios del interprete. Gadamer señala —siguiendo a Heidegger— que, para comprender un
texto es necesario realizar un proyecto previo o anticipación, es decir, se debe iniciar a partir de unas expectativas
de sentido. Este proyecto previo debe ser constantemente revisado en base a lo que vaya resultando conforme
se progresa en la «penetración del sentido»; pero toda revisión de ese primer proyecto consiste en la posibilidad
de anticipar un nuevo proyecto de sentido, esto es, la interpretación inicia siempre con conceptos previos o
prejuicios, que deberán ser sustituidos progresivamente por otros cada vez más adecuados a la cosa misma. La
corrección de las anticipaciones o reproyecciones, sólo puede ser posible si el intérprete se deja determinar por
la cosa misma, es decir: la cosa misma es la que indica al interprete si sus anticipaciones son adecuadas o no con
ella, de ese modo la «tarea hermenéutica se convierte por sí misma en un planteamiento objetivo» (1991 335),
que le ofrecerá un soporte sólido. Como vemos, en este constante reproyectar o anticipar consiste el movimiento
de sentido propio de la hermenéutica.
Ahora bien, la interpretación compresiva está expuesta a muchos obstáculos. El primero de ellos se refiere, a las
opiniones previas erróneas, o sea, a aquellas que no se confirman en las cosas mismas. Gadamer señala que la
interpretación compresiva se libra de éste obstáculo, sólo si las opiniones previas con las que se inicia no son
arbitrarias, ahora sino es de ese modo, es necesario asegurase el examen de dichas opiniones en cuanto a su
legitimidad, es decir, en cuanto a su origen y validez. El segundo se refiere, a la introducción directa o acrítica de
los hábitos lingüísticos del intérprete o de las opiniones propias, que él denomina: la pre-comprensión. Una
correcta interpretación comprensiva, debe sólo hacerse desde el hábito lingüístico del autor o tiempo del texto.
Gadamer reconoce que esta exigencia es problemática, porque por un lado, el intérprete debe tener claro el límite
entre lo que dice el texto y su pre-comprensión, y por otro, el intérprete debe poder advertir las opiniones pre-
concebidas, que han pasado desapercibidas y que pueden, sin lugar a dudas, determinar la comprensión,
produciendo «malentendidos». Es decir, el intérprete debe intentar siempre, no llevar a término directamente sus
anticipaciones, sino hacerlas conscientes para controlarlas, con el fin de dejarse hablar por la cosa misma.

Gadamer aclara que, las opiniones no pueden ser vistas de manera únicamente arbitraria o como perjudiciales,
porque no se pueden mantener alejadas por completo, cuando se comprende la opinión de otro, es decir, al iniciar
la interpretación comprensiva «no es que haya que olvidar todas las opiniones previas sobre su contenido, o todas
las posiciones propias. Lo que exige es simplemente estar abierto a la opinión del otro o la del texto» (1991 335).
Esta apertura implica poner la opinión del otro en una cierta relación con la pre-comprensión del intérprete, en
dicha relación este debe estar desde el inicio dispuesto a dejarse decir algo por el texto, sin entregarse
apresuradamente a sus propias opiniones. Dice Gadamer que, estar receptivos ante el texto no significa ni
neutralidad ni autocancelación, sino que «incluye una matizada incorporación de las propias opiniones previas y
prejuicios» (1991 336) con lo que el texto habla. Es necesario aclarar que, la neutralidad aquí no es una actitud
sino un imposible, el hombre no puede ser neutro porque siempre está en una constante actividad de
comprensión, y esta actividad siempre inicia con una interpretación previa de las cosas, una «actitud neutral» en
este caso sería una mera ficción. Lo importante, señala el autor, es hacerse cargo de las propias anticipaciones,
para que el texto pueda presentarse en su alteridad y pueda darse la posibilidad de confrontar su verdad objetiva2
con la pre-comprensión del intérprete.

2 Para Gadamer esta verdad objetiva reside en la cosa misma, mas no hace referencia a una verdad acabada o absoluta. El fin de la
Hermenéutica no es la búsqueda de la verdad, sino la realización de una interpretación adecuada, convalidada en la cosa misma. Porque
para Gadamer partiendo de Heidegger, es esencial para el estar–ahí una constante compresión, esta circularidad en la compresión de la
realidad hace de la hermenéutica un acto dinámico, y la verdad absoluta hace imposible dicho movimiento.
Gadamer de nuevo hace referencia a Heidegger, para indicar que la descripción fenomenológica que realiza él es
correcta al descubrir en el presunto «leer lo que pone» la pre-estructura de la comprensión. Con el objetivo de
explicitar la situación hermenéutica del problema del ser según «posición, previsión y anticipación», Heidegger,
estudia la cuestión que el plantea a la metafísica, confrontándola con los puntos de referencia esenciales de la
historia de esta3. En ésta actitud él no asegura su opinión contra la tradición que habla desde el texto, sino procura
mantenerse alejado de todo obstáculo que le impida escucharla. El problema de los prejuicios en este sentido es
que son aquellos, los «desapercibidos» los que dominan al intérprete y lo vuelven sordo hacia lo que le habla la
tradición. Es aquí donde Heidegger se convierte en un punto focal para la teoría de la experiencia hermenéutica
elaborada por Gadamer, porque con el descubrimiento de la pre-estructura de la comprensión, el autor hace
explícitos y conscientes los prejuicios con los que se fundamenta una época, en este caso la época moderna como
expondremos más adelante.

Hasta aquí, hemos visto que toda interpretación compresiva tiene un carácter esencialmente prejuicioso, lo que
la hace compleja en su realización. A partir de ese principio Gadamer ve con claridad que:

«El historicismo, pese a toda crítica al racionalismo y al pensamiento iusnaturalista, se encuentra él mismo sobre el
suelo de la moderna Ilustración y comparte impensadamente sus prejuicios. Pues existe realmente un prejuicio de la
Ilustración, que es el que soporta y determina su esencia: este prejuicio básico de la Ilustración es el prejuicio contra
todo prejuicio y con ello la desvirtuación de la tradición» (1991 337).

Gadamer indica que, haciendo un análisis histórico del concepto de prejuicio podemos ver que el carácter negativo
que este ha adquirido. El autor afirma: «en sí mismo prejuicio quiere decir un juicio que se forma antes de la

3 Para Heidegger, la pregunta por el ser entró al olvido cuando en el inicio de la filosofía occidental se identifica el ser con lo ente. Para ser
más específicos, Platón, nombra a eso ente como la idea. Esta última, se la definió como aquello que contiene en sí lo general de cada cosa
que decimos que es, es decir, reúne en sí la diversidad de las cosas. Ahora bien, la idea va a diferenciarse de las cosas porque se establece
en un plano opuesto al físico y temporal, en el cual goza de cualidades que le fueron otorgadas, tales como, la inmaterialidad, la
inmutabilidad y la atemporalidad. Dichas cualidades de la idea, la erigieron —desde Platón— como aquello que debe tomarse por
verdadero, esto es, la idea se identificó con la Verdad. Para Heidegger, cuando la pregunta por el ser se olvida, la filosofía y el devenir
filosófico mismo se convierte en metafísica. Ahora bien, la historia para él está íntimamente ligada a la metafísica; debido a que, la idea y
por supuesto la metafísica misma, desde Platón, se constituyó como el medio por el cual se comprende, se interpreta, se ordena y se
produce todo. En otras palabras, la realidad del mundo se nos aseguró desde la estabilidad de la idea, que por anticipación, se había
asegurado plenamente. Sin embargo, la historia de occidente —como historia de la metafísica— ha llegado a su consumación en esta época,
cuando el hombre se hizo consciente de que allí donde se decía que estaba la Verdad efectivamente no había nada. De manera que, para
Heidegger, el agotamiento de la historia en el nihilismo es la oportunidad perfecta de retornar a ese pensar originario, fuera del pensar
metafísico, y —si se quiere— iniciar otra historia. Al advertir lo dicho anteriormente, él, comienza una cruzada por hacer notar que la
historia de occidente es la historia del olvido del ser, y establece así, como su objetivo primordial recordar-nos esta pregunta.
convalidación definitiva de todos los momentos que son objetivamente determinantes» (1991 337). El prejuicio
como juicio no fundamentado, va a ser extendido en la Ilustración como uso correcto del concepto, porque en
ella solo la fundamentación en la razón y la garantía del método le dan al juicio su «dignidad». De ahí, reposa el
descredito que se le han hecho a los prejuicios en general. Ya que este, es necesario para la pretensión de la
Ilustración de liberar la razón de las constricciones de la tradición. Este es el lema propio de la ciencia moderna,
que procede a partir del principio de duda cartesiana y la instaura a su vez como principio metódico de esta. Con
todo, el prejuicio es un rasgo esencial de toda comprensión, y hacerlo consciente es necesario para realizar un
análisis hermenéutico adecuado. A su vez, el concepto de prejuicio como algo negativo va a ser un prejuicio de la
modernidad. El historicismo y su hermenéutica está determinado por el prejuicio de esta, esto es, hace una
interpretación comprensiva inadecuada de la tradición, al afirmar que sus juicios no tienen fundamento —o son
irracionales— sin escuchar lo que la tradición dice, o mejor aún, sin haber entablado un diálogo con ella.

La depreciación del prejuicio en la Ilustración y el esquema mitos/logos

Gadamer plantea que si seguimos la teoría ilustrada de los prejuicios, podemos hallar la siguiente distinción básica
de los mismos, a saber: los prejuicios por respeto humano y los prejuicios por precipitación. Según los ilustrados,
ambos tipos de prejuicios nos inducen al error de diferentes modos: los primeros, debido a su autoridad son
culpables de nuestra incapacidad de servirnos de nuestro propio entendimiento; mientras que, los segundos,
debido a que se sitúan en nosotros mismos son culpables de hacernos errar en el uso de nuestra propia razón
(1991 338).

Claro está, el autor señala que esta división planteada por la Ilustración, no sólo es exclusiva para el análisis de
cuál es el papel que desempeñan los prejuicios en la comprensión de textos. Él, encontrara particularmente una
gran importancia en el análisis hermenéutico, ya que la crítica de la Ilustración, va dirigida principalmente a la
tradición religiosa cristiana y en caso más concreto, a las sagradas escrituras. Esta crítica tiene como característica
principal «imponerse frente a la sagrada escritura y su interpretación dogmática» (Gadamer 1991 339). Para ello,
la Ilustración ha de comprender la sagrada escritura como un documento histórico y, por eso mismo, pondrá en
cuestión su pretensión dogmática —su pretensión de Verdad—. De allí que, el análisis hermenéutico clásico
radique en intentar comprender la tradición correctamente, lo que para la ilustración significa: racionalmente y
sin ningún tipo de prejuicio.
Gadamer señala que, para la interpretación comprensiva que pretende la Ilustración, existe un inconveniente, a
saber: todo escrito contiene algún rasgo de autoridad, por lo que tendrá la estabilidad de una referencia. Para
deshacerse de este rasgo de autoridad y «poder liberarse del prejuicio generalizado a favor de lo escrito y poder
distinguir (…) lo que es opinión de lo que es verdad» (1991 339), Gadamer señala que la solución dada por la
Ilustración para este problema, es no dejar valer ningún tipo de autoridad y erigir la razón como como instancia
de validación. Lo que quiere decir que para cualquier tradición escrita —en este caso, la sagrada escritura— no
podrá valer por sí misma, sino que el status de verdad dependerá del juicio que le conceda la razón, así: «la fuente
última de la autoridad no es ya la tradición sino la razón» (Gadamer 1991 339). De este modo, la Ilustración al
luchar contra la tradición, termina convirtiendo esta última en investigación histórica, así como vamos a ver más
adelante, la lucha contra los postulados de la Ilustración, desencadeno por parte del Romanticismo en el siglo XIX,
también una investigación histórica de la tradición.

Ahora, Gadamer nos dice que los patrones de la Ilustración siguen determinando la autocomprención del
historicismo, a través de la ruptura hecha por el Romanticismo. Esta ruptura es visible por medio del esquema
histórico que comparte la Ilustración y este: la superación del mito por parte del logos. La diferencia entre estas
dos tendencias radicaría en que, la Ilustración valora la razón y el Romanticismo valora el mito. Para la Ilustración
este esquema, representa el progresivo desarrollo del espíritu. Mientras que, el Romanticismo, dio un valor
negativo a este desarrollo, e invertirá dicha valoración, intentando valer lo viejo por lo viejo. En virtud de esta
valoración, por un lado la Ilustración, propondrá la liberación de toda superstición y de todo prejuicio del pasado,
lo que vendría siendo el aniquilamiento del mundo mítico. Y por el otro, el Romanticismo nos conduce a una
tendencia paradójica, a saber: el retorno «consciente a lo inconsciente». Esta tendencia se manifiesta en un deseo
de restauración, que busca reponer lo antiguo porque es antiguo, afirmando que en los tiempos míticos existe
una sabiduría superior a la originada en la modernidad. Para Gadamer, el Romanticismo no representa una crítica
profunda a la Ilustración porque comparten el esquema histórico mito/logos, en consecuencia esta tendencia
permite que el presupuesto de la Ilustración se siga perpetuando. Gadamer indica que, el presupuesto de «la
misteriosa oscuridad en la que vive una conciencia colectiva mítica anterior a todo pensar» (1991 341), como lo
manifiesta el Romanticismo, es tan abstracto y dogmático como la realización de un estado absolutamente
racional e ilustrado.

Al analizar el Romanticismo el autor evidencia dos inversiones de este. El primero, tiene que ver con la ilusión
romántica montada sobre el prejuicio de la ilustración, a saber, la oposición del auténtico pensamiento mítico y el
pensamiento poético pseudomítico, basada en la afirmación de que en la creación literaria el poeta imagina, pero
no es participe de la vinculación religiosa con el mito, relegando el hacer poético a un plano meramente estético
sin contenido de verdad. Y el segundo, es el que se manifiesta en el concepto del el desarrollo natural de la
sociedad. En Marx este aparece como una huella de iusnaturalismo cuya validez queda limitada por su teoría
social. En Rousseau representa la sociedad antes de la división del trabajo y de la introducción de la propiedad. De
estas dos inversiones, se origina la actitud de la ciencia histórica del siglo XIX, la cual se caracteriza por otórgale al
pasado sus propios valores, reconociendo, hasta cierto punto su superioridad y negando la medición del pasado
con patrones del presente, tal como si estos fueran absolutos. El estudio de la religión y sabiduría de los indios, la
voz de los pueblos en sus canciones, las colecciones de cuentos y leyendas, etc. Todo esto desencadenó un estudio
histórico, hasta convertirse en conocimiento histórico «con distancia». La conexión escuela histórica y
Romanticismo, tiene como fundamento último la Ilustración, esta tiene como su gran fruto, como último pasó en
la liberación del espíritu de sus cadenas dogmáticas: ese conocimiento objetivo del mundo histórico.

La unión entre Romanticismo e Ilustración y el resultado de ella, las ciencias históricas, pone de manifiesto una
característica común en esta unión, la ruptura con «la continuidad de sentido de la tradición». Para la Ilustración,
toda tradición que se rebela contra la razón, solo podrá ser entendida como histórica. En el romanticismo, la
conciencia histórica —según Gadamer— es una radicalización de la postura de la Ilustración, porque su crítica
desemboca en aquello que se oponía, ya que al desarrollarse como ciencia histórica, abarca todo dentro del
historicismo. Y la depreciación fundamental de todo prejuicio, se convierte —siguiendo el modelo empirista de las
ciencias naturales— en una Ilustración Histórica, universal y radical. Es decir, el historicismo no puede salir del
prejuicio compartido por la Ilustración y el Romanticismo, al estar también sometido al esquema mito/logos.
Mientras que, para Gadamer, la conciencia histórico Hermenéutica, considera la continuidad de la tradición y
disuelve el esquema mitos/logos —tal y como lo hace Heidegger en su estudio histórico del origen y el olvido de
la pregunta por el ser. Para hacer un intento de una hermenéutica histórica, es necesario ver que la superación
de todo prejuicio es un prejuicio, y que la revisión de este permitirá no solo comprender la finitud que domina al
hombre en tanto ser-ahí, sino también nuestra conciencia histórica.

Bibliografía

1991. GADAMER, H. Verdad y Método. Ediciones Sígueme. Salamanca.


1971. HEIDEGGER, M. Ser y Tiempo. Fondo de Cultura Económica. Ciudad de México.

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