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La bahía de Cochinos
Los cubanos estaban listos para la invasión respaldada por Estados Unidos. Castro se
convirtió en una figura heroica que dirigía la respuesta cubana desde un vehículo abierto que
se dirigía a la escena de la acción. Desde la perspectiva cubana, la invasión fallida de Bays
of Pigs (conocida en Cuba como Playa Girón) ayudó a consolidar la revolución y más o
menos permanentemente vilificó a Estados Unidos. No ayudó a la causa estadounidense que,
al final de la invasión, el presidente Kennedy retiró parte del plan que pedía el apoyo aéreo
estadounidense. Castro aclamó la victoria como la primera derrota militar de los Estados
Unidos en América Latina.
Un furioso presidente Kennedy y su administración rápidamente se pusieron a trabajar para
tratar de aprender de sus errores. Hay pruebas sólidas que indican que las analogías invocadas
en las etapas de planificación de la invasión de Bahía de Cochinos fueron demasiado
optimistas (Ryan 1998). Uno de los principales fallos de la operación de Bahía de Cochinos
se relacionó con la inteligencia. Los estadounidenses pensaron que los levantamientos
populares a raíz de la invasión del exilio conducirían al derrocamiento de Castro. Nada podría
haber estado más lejos de la verdad. El ataque consolidó el control de Castro sobre el poder
y le dio a su incipiente régimen una victoria sobre los Estados Unidos que se utilizaría para
agitar el nacionalismo durante las próximas décadas. La invasión le dio a Castro la
oportunidad de aparecer a cargo. Los Estados Unidos no sabían o dejaron de considerar que
la revolución era popular y que Castro había purgado a los militares de posibles elementos
contrarrevolucionarios. El plan de Bahía de Cochinos de la CIA reflejaba un sesgo de
"ilusión" y el fiasco alteró permanentemente el papel de la CIA en la dirección de misiones
militares.
El estudio principal de la Bahía de Cochinos (llevado a cabo por el general Maxwell Taylor)
reveló que la política de contrainsurgencia estadounidense debe considerarse en términos
políticos, económicos y sociales, en lugar de meramente militares (Ryan 1998, 23-24). La
doctrina de baja intensidad debería ocuparse de ganarse a la población, no solo de matar a
los rebeldes. Esta lección finalmente no se aplicó con ninguna medida de éxito en Vietnam,
pero Henry Butterfield Ryan sostiene que se usó con éxito en la crisis boliviana liderada por
Guevara unos años más tarde.