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Narcisista

Delirante

Por
Paulina Misshel Lavanda Rodríguez


Llego tarde. Mi corazón late tanto que tengo la sensación de que todos lo
pueden oír, mis manos sudan y no estoy segura de poder hablar en estos
momentos. Mamá se acaba de ir y aunque ella intentó tranquilizarme, vuelvo a
estar al borde de un ataque de pánico. Bueno, quizás estoy exagerando pero
realmente me siento muy nerviosa.
Un mes ha pasado desde que nos mudamos a una nueva ciudad debido al
trabajo de mi madre. Empezar desde cero en un sitio diferente nunca es fácil,
sin amigos ni nada conocido todo es abrumador. Finalmente era el momento
de ir al instituto y eso era lo que más me asustaba.
Camino hacia secretaria donde me entregan el horario de mis clases y me
indican hacia donde tengo que ir. Me dirijo a la primera clase que tengo, que
es literatura y a la cual estoy llegando realmente tarde, mientras camino sigo
mirando el horario y sin darme cuenta tropiezo con alguien. Me tambaleo
hacia atrás y sin querer suelto el horario.
— Wow, monada ya se que soy irresistible pero no es necesario que saltes
sobre mi para llamar mi atención. — Dice el chico moreno y de ojos claros
mientras me guiña un ojo y me sonríe.
¿Qué salte sobre el? No puedo negar que es bastante...llamativo.
— Lo siento iba distraída.— Me disculpo y recojo mi horario del suelo.
— Seguro que sí.—El chico no deja de sonreír y su tono de voz me da a
entender que no me cree.
¿Acaso cree que me gusta empujar a la gente en los pasillos?
— Bien...—Digo alargando la última vocal, frunzo el ceño y enarco una
ceja— Nos vemos.
Decido seguir mi camino a la clase y alejarme de él pero antes de que
pueda dar más de dos paso me sostiene del brazo.
— ¿Ahora que has llamado mi atención no quieres que hablemos más?
— ¿De qué estas hablando?
No estoy entendiendo nada.
— Oh venga...tropezar conmigo y actuar como si fuera un accidente, ese
truco lo utilizan muchas.
Estoy empezando a pensar que esta loco, me deshago de su agarre y lo miro
confusa.
— Oye estoy llegando tarde a mi primera clase, no tengo tiempo de seguir
hablando. Adiós.
Antes de que me conteste empiezo a caminar. Espero no volver a
encontrarme con ese tipo extraño. Su sonrisa arrogante le quitaba el atractivo
que mostraba. Su pelo castaño oscuro brillaba y parecía muy suave. Ademas
tenia unos ojos azules muy destacables que brillaban con cada palabra que
salía de su boca. No obstante todo lo que había dicho era estúpido y sin
sentido. Sonrío solo de pensarlo.
Llego a la puerta de mi clase, doy dos pequeños golpes con mis nudillos y
pido permiso para entrar. Digo que es mi primer día y me siento al fondo, el
único lugar donde quedan dos pupitres libres. Mientras camino hacia mi mesa,
noto la mirada de mis compañeros y me vuelvo a poner nerviosa. Después de
haber hablado con ese chico me había calmado un poco pero ahora mis miedos
e inseguridades volvían a hacer de las suyas.
Una vez sentada el profesor sigue con la clase. El tema que estaban
tratando era el romanticismo, materia que yo ya había dado en mi anterior
instituto, por lo tanto no sería muy difícil. De pronto la puerta se abre y puedo
ver al mismo chico de antes, él sonríe y dice:
— Lo siento, el profesor de educación física me pidió que le ayudase con el
material para su clase.
El profesor lo mira, levanta una ceja y sonríe.
—Por supuesto, todo por ayudar ¿no?
—Ya me conoce, además sabe usted que nadie es más romántico que yo. —
el chico guiña un ojo a las chicas de primera fila. Pienso que es ridículamente
divertido.
—Deja eso para el descanso galán y entra de una vez. — El profesor ríe y
él entra en clase.
Miro a mi alrededor y el único asiento vacío es el que esta a mi lado,
maldigo mentalmente. Con lo raro que es él podría sentarse en el suelo y pasar
desapercibido. Él llega hasta donde yo estoy y nuestras miradas se vuelven a
encontrar.
—Oh, nos volvemos a ver monada.
Vuelve a aparecer su sonrisa de príncipe de cuento. No contesto y él se
sienta. No vuelve a hablar. Durante lo que queda de clase noto su mirada fija
en mi, me incomoda y quiero que suene la campana. Treinta minutos pasan
lentamente, no puedo aguantar mas su mirada.
El profesor da por finalizada la clase, guardo el bolígrafo y la libreta que
había sacado por si necesitaba escribir alguna cosa, al final no los había usado,
y me pongo de pie. Tengo esperanzas de que el chico me ignore ya que sigue
sentado sin decir una palabra pero cuando paso por su lado para poder salir de
clase él me detiene sujetando mi muñeca. Frunzo el ceño y lo miro a los ojos.
— ¿Eres nueva en este instituto?
— Si. ¿Tienes algún problema?
Reconozco que estoy siendo un poco ruda con él, pero nada de lo que dice
parece serio.
— Relájate princesa, no voy a hacerte nada.— Él ríe.— No sabía que eras
nueva, pensé que eras de otra clase. Deja que me presente, soy Matt Collins.
¿Como te llamas?
Quizás no sea tan malo. No debo dejarme llevar por primeras impresiones.
Por primera vez le sonrio. Tengo que ser agradable y hacer nuevos amigos.
— Jade Brooks. Encantada de conocerte.
— Sé que lo estás, cariño.— Sonríe con arrogancia, mi sonrisa desaparece
y se vuelve una mueca de desconcierto.
¿Qué de....? El egocéntrico chico sigue hablando:
— Me gusta tu cara de muñeca princesa, así que cuando te hayas
enamorado de mi házmelo saber.—me guiña un ojo.—Esto se pondrá
divertido.
Él suelta mi mano. Estoy segura de que mi cara es ejemplo de confusión y
sorpresa. No puedo creer lo que acaba de decir. Sin decir una palabra más,
prefiero salir de allí.
Una semana ha pasado desde mi primer encuentro con ese personaje. En mi
anterior instituto en cinco días no pasaba mucha cosa, simplemente iba a clase
y tomaba apuntes. Pero en este lugar solo me han bastado cinco largos días
para acabar harta de todo.
Después de la declaración tan extraña que hizo ese chico, no dejó de
obsérvame en todo el día. Para mi mala suerte íbamos a clase juntos. Intentaba
ignorarlo pero no podía evitar sentir su mirada todo el tiempo. Era muy
incómodo.
En las clases siguientes intenté sentarme en el extremo opuesto a donde él
estaba ubicado, pero no podía impedir que me mirase. En la hora del descanso
procuré estar fue de su alcance. No es que él me estuviera siguiendo, ni
siquiera volvió a hablarme, pero no me quería arriesgar a escuchar
nuevamente palabras tan absurdas e irritantes.
Así fue como transcurrió mi semana y debido a mis esfuerzos por no verlo,
no tuve oportunidad de hablar con nadie más. No obstante, había escuchado
ciertas cosas por los pasillos.
El miércoles, mientras compraba M&M's en la máquina expendedora de la
cafetería, unas chicas de primer curso comenzaron a hablar del chico
arrogante.
— Matt Collins, Megan, seguramente lo has visto.— Miré a la chica de
forma disimulada, ella sonreía como una niña enamorada.— Es el chico más
guapo de la escuela, o quizás de la ciudad. No, del país entero.
—Cálmate Kathy, no será para tanto.— Contestó su amiga, la única de las
dos que parecía tener cordura. Esa tal Kathy estaba dando saltitos emocionada,
como si Matt fuera el hombre más apuesto de la tierra.
—No puedo. Me costó mucho entrar a este instituto solo para verlo. Tengo
que hablar con él, Megan. Tengo que conocerlo y hacer que se enamore de mí.
Solo así podremos casarnos y criar a nuestros futuros tres hijos.
«Wow chica, algo no está bien en tu cabeza.» Me reí.
—Estás mal de la cabeza, Kathy.— Megan proyectó mis pensamientos y
también se rió. Yo recogí mi chocolate y comencé a alejarme de la máquina.
—¡Mira Megan, es él!
Sin querer, yo también me giré hacía donde Kathy miraba. Matt se dirigía
hacia la mesa más ocupada de la cafetería. No había ningún asiento libre pero
en cuanto estuvo lo suficientemente cerca, dos chicos se levantaron ofreciendo
su lugar con una sonrisa. Estaba claro que ese chico era muy popular y que
todas las chicas morían por una sonrisa suya, pero a mí solo su presencia me
daba y me sigue dando escalofríos, y no en el buen sentido de la palabra.
—Tienes razón Kathy.— Al escuchar esas palabras de la chica llamada
Megan dejé de ver a Matt para mirarla a ella extrañada. — Es el chico más
guapo que he visto en mi vida.
Megan comenzó a devorarlo con los ojos. La chica razonable había
desaparecido y se había transformado en una adolescente con hormonas
revolucionadas. Suspiré y me fui a comer fuera de esa cafetería de locos.
Mientras me alejaba escuchaba a Megan y a Kathy discutir por Matt. Esas dos
eran amigas antes de que él entrara en escena, y aunque sé que él no tiene nada
que ver, en ese momento él parecía un huracán cuyo paso se había llevado la
amistad de esas dos.
Aparte de esa pequeña conversación también había escuchado hablar sobre
ese chico a mis compañeros de clase. Tanto chicos como chicas adoraban a
Matt Collins. Bueno en deportes, con don de gente, amable, divertido,
solidario... un chico aseguraba que Matt era voluntario en un comedor social.
Todo un chico modelo. Tanto que parecía increíble.
Además de comprobar lo popular que era el chico presuntuoso, también
escuché por parte del profesorado que era buen estudiante. Mientras recogía
los libros que necesitaba de mi taquilla el viernes, la tutora de mi clase hablaba
animadamente con otro profesor acerca del sobresaliente que Collins había
conseguido en química. Mi tutora le ofreció a cambio un pequeño resumen de
su historial académico mientras alababa su esfuerzo y dedicación.
Tengo que admitir que eso me sorprendió. No esperaba que fuera esa clase
de chicos. Me esperaba a un mal estudiante rompecorazones que odiaba las
clases. Asombrada cerré mi taquilla y me fui de allí de inmediato. Esa semana
había acabado harta de escuchar hablar de Matt Collins.
Su nombre se repetía una y otra vez en mi cabeza, comenzaba a provocarme
migraña. El viernes llegué cansada a casa, solo con ganas de dormir y
olvidarme de ese lugar tan extraño que era mi instituto nuevo. Pasé un fin de
semana tranquilo mirando alguna serie y leyendo un libro. En otras palabras,
perfecto.
Ahora vuelve a ser lunes y apenas voy entrando por la puerta del instituto,
escucho el nombre de Matt y pongo los ojos en blanco. Me dirijo a mi taquilla,
la abro y cojo el libro de literatura. De repente siento a alguien detrás de mi,
un brazo se apoya en la taquilla de mi lado y yo quedo aprisionada entre mi
taquilla abierta y esa persona, que al juzgar por su brazo es un chico. Ese
alguien esta demasiado cerca, estoy a punto de girarme y gritar para que se
aparte cuando me habla cerca del oído:
— Buenos días, princesa.
No necesito darme la vuelta para saber quién es. Pensaba que me ignoraría
como en los días pasados, pero me equivoco. Pienso que si no le contesto me
dejará en paz así que cierro mi taquilla sin decir palabra alguna. Intento irme
pero él me detiene sujetando mi muñeca.
—¡Hey! ¿Dónde vas con tanta prisa?
Realmente no estoy enfadada con él ni quiero ser ruda, pero la forma con la
que me habló el lunes pasado no me gusta. Después de conocer un poco de él,
me he dado cuenta de que es una persona demasiado llamativa para mí que soy
su opuesto. A mí me encanta pasar desapercibida y no quiero que eso cambie.
Por otro lado no quiero llevarme mal con nadie así que lo mejor será intentar
estar bien con él y esperar a que se canse de mí, cosa que dudo que le lleve
mucho tiempo. Sin embargo, tengo que dejar claro un par de cosas. Me suelto
de su agarre y lo miro directo a los ojos.
— En primer lugar, esa no es manera de saludar. Apenas me conoces así
que te agradecería que no te acercaras tanto. Mi espacio personal es solo mío y
quiero que siga siendo así. En segundo lugar, odio llegar tarde a clase y no
puedo detenerme a charlar en este momento, y por último, intentaba ignorarte
porque aunque no hemos hablado mucho, por lo poco que has dicho, puedo
decirte que el ego que te consume está inflando tu cabeza y no quiero estar
aquí cuando explote.
Él me mira sorprendido y parece divertido. Cuando asimila mis palabras se
ríe llamando la atención de todas las chicas a nuestro alrededor. No creo que
haya dicho nada por lo que deba reírse pero por algún motivo su risa es
contagiosa y me hace sonreír.
A pesar de mi sonrisa sé que me veo más confundida que alegre. Él detiene
su risa y me mira divertido.
— Relájate, cara de ángel, solo era mi forma de saludar. Y por lo que
respecta a mi ego, no sé de qué estás hablando.
No creo que sirva de nada discutir con él. Me doy la vuelta y sigo
caminando. Matt me alcanza y camina a mi lado.
— Veo que no te gusta hablar demasiado.
— No me importa charlar contigo siempre que tengas algo relevante que
valga la pena escuchar.
¿Estoy siendo dura con él? Sé que aveces digo lo primero que se me pasa
por la cabeza sin pensar en los sentimientos de los demás, pero siempre intento
ser sincera.
Giro mi cara para ver su reacción. Él sonríe así que dudo que sea de las
personas que se toman las palabras muy en serio.
— Eres un poco gruñona, cariño. No tienes que ponerte a la defensiva
conmigo, te trataré bien.—Me guiña un ojo.
¿Pero este tipo en qué mundo vive? Piensa que todo gira a su alrededor. ¿Es
así con todas las chicas o solo habla y actúa como un idiota conmigo? Cuento
hasta diez mentalmente para evitar soltar un comentario hiriente o
simplemente reírme. Aunque dudo que a él le afecte en absoluto. Llegamos a
clase, el me señala la puerta con una mano y hace una pequeña reverencia
mientras me sonríe con picardía.
— Las damas primero, princesa.
Pongo los ojos en blanco en señal de irritación y entro. Una persona como
él tiene que haberse escapado de un psiquiátrico. Matt entra después de mi,
saluda a sus amigos, por no decir a toda la clase, mientras yo me siento en uno
de los dos pupitres vacíos del fondo. Dejo el libro de literatura en la mesa y
saco una libreta de mi mochila, escucho como una chica le ofrece a Matt el
asiento que esta a su lado, alzo mi vista del libro y veo que a su lado no hay
ningún sitio libre, allí esta sentada otra chica. Frunzo el ceño ¿Acaso quiere
que se siente encima? Para mi sorpresa, esta chica sin oponerse o quejarse se
pone de pie al instante. Matt rechaza la oferta con una sonrisa y continua su
camino hasta el pupitre que esta a mi lado. Miro a la chica rubia, la que hizo la
generosa invitación, nótese el sarcasmo. No está nada contenta. Si las miradas
matasen, sus ojos me lanzarían dagas.
Escucho un ruido a mi lado y giro mi cabeza, Matt ha dejado su mochila
sobre la mesa. Se sienta de lado en la silla, apoya su brazo en el respaldo de la
silla y fija toda su atención en mí. Yo lo miro a los ojos. Son muy azules y
extremadamente claros, me recuerdan a las aguas paradisíacas de alguna isla
del caribe.
—Bueno compañera. ¿Eres así de borde con todos los chicos o solo
conmigo?
Sonrío y aparto la vista, miro hacia la pizarra. Es la primera vez que no
utiliza un estúpido nombre para referirse a mi.
—¿Eres así de idiota con todas las chicas o solo conmigo?
Escucho su risa y giro la cara, lo observo con una sonrisa y enarco una ceja.
Mi pregunta en realidad, era totalmente seria.
—No tienes que poner esa actitud de chica dura, cariño. Ya tienes toda mi
atención.
Aquí vuelven esos ridículos nombres. ¿Es tan familiar con todo el mundo?
Es demasiado cariñosos para mi gusto. De cualquier manera, esta vez es mi
momento de reír.
—¿De que actitud hablas? Tú no me conoces. Y por favor recuerda mi
nombre, estoy harta de escuchar esos absurdos apodos.
—Sé muy bien cual es tu nombre, Jade. Simplemente considero que es
mucho más dulce llamarte así, princesa.
Mi sonrisa desaparece, el día acaba de empezar y ya estoy cansada de este
tipo. Pongo los ojos en blanco y vuelvo a mirar enfrente. El profesor entra y
comienza la clase. Matt se sienta correctamente pero no aparta su vista de mí,
me observa todo el tiempo. ¿Como puede este chico ser tan brillante en el
estudio si ni siquiera presta atención en clase? Ya no me siento incomoda,
estoy molesta. Me pone de los nervios. Antes de que suene el timbre el
profesor anuncia que debemos leer las primeras páginas de Frankenstein de
Mary Shelley para el próximo día. Recuerdo que he extraviado el libro en la
mudanza y pienso en ir a la inmensa biblioteca de este instituto, lo único
bueno que tiene.
Me doy prisa en guardar el material que había utilizado en clase y salgo
prácticamente corriendo en cuanto el profesor da por concluida la clase. No
quiero volver a hablar con ese chico nunca más. Me dirijo hacia otra clase, el
laboratorio biología, y me siento en la primera fila junto a otra chica. Durante
dos horas más evito a Matt Collins y a sus constantes miradas. Suena el timbre
que anuncia el descanso y mientras recojo los bolígrafos que he utilizado para
tomar apuntes escucho a mi compañera hablar:
—¡Hey Matt!— Levanto la mirada y veo como comienza a jugar con su
pelo, ruedo los ojos. ¿Son todas las chicas de este sitio iguales? Quizás no
valga la pena hacer amigas aquí.
—Hola, cariño. Si no te importa quiero hablar con Jade un momento
¿Puedes irte?
Mi compañera, creo que se llama Chloe, suspira y asiente con la cabeza
pero no se mueve ni un milímetro. Estoy segura de que no lo ha escuchado.
Me río disimuladamente, paso a lado de esos dos y me marcho sin decir una
palabra.
Tengo que agradecer el hecho de que haya utilizado mi nombre esta vez.
Sin ganas de hablar con él me dirijo rápidamente a la biblioteca. Matt suele ir
a la cafetería o al patio del instituto, o al menos eso es lo que hacen todos los
estudiantes. Entro en la biblioteca y pregunto por el libro, una señora con cara
de amargada me dice dónde está y voy a buscarlo. Miro a mi alrededor, esta
biblioteca es enorme, es perfecta. Con una sonrisa en mis labios me dirijo al
lugar que la señora indicó, miro detenidamente la estantería y encuentro el
libro. Como no tengo nada mejor que hacer decido quedarme allí a leerlo,
busco un lugar disponible y me siento. Después de varios minutos estoy tan
centrada en la lectura que no me doy cuenta de la presencia de alguien a mi
lado.
—Por fin te he encontrado.
Levanto la vista del libro y me encuentro con la rubia de clase, aquella que
a primera hora no me lanzaba miradas amistosas precisamente. Ella coloca las
manos sobre la mesa y se inclina acercándose más a mí.
—Acompáñame chica nueva, tú y yo tenemos unas cuantas cosas de que
hablar. —Susurra apretando la mandíbula pero aun así esta siendo muy
ruidosa.
Su tono amenazante me molesta. No suelo quedarme callada si algo no me
gusta o no me parece bien, pero acabo de llegar a este sitio, no quiero
problemas con nadie. No sería una agradable forma de empezar en esta ciudad.
La miro sin interés y vuelvo la vista al libro.
— No sé quién eres. No tengo nada de que hablar contigo.
Voy a pasar de pagina pero ella con una fuerte palmada impide que siga con
la lectura. Esta vez no puedo callar. Me pongo de pie de un salto y alzo la voz
—¿Qué demonios te pasa? Hablaré contigo si es que quiero. No puedes
obligar a la gente a hacer lo que quieras.— Aún recuerdo a la chica que estaba
a su lado esta mañana.
Solo he visto dos veces a esta persona, pero ya puedo asegurar que no me
cae bien. Es el tipo de chica que consigue lo que quiere solo con abrir la boca.
Va muy bien vestida, su pelo bien arreglado está perfectamente alisado, se
notan las horas de trabajo. Sus uñas postizas de manicura francesas me dicen
dos cosas: que nunca ha lavado un plato y que se esfuerza demasiado en
mantenerse así de refrescante todos los días. Ella y yo somos totalmente
opuestas. Además no puedo llevarme bien con alguien que exige hablar
conmigo de esa manera. Es una lastima que a pesar de ser bonita tenga una
actitud tan odiosa.
Como respuesta a mi mal comportamiento oigo como la bibliotecaria me
manga a callar, frunzo el ceño, aparto su estúpida mano, cojo el libro y me
alejo de esa antipática. Cuando paso por el mostrador para el préstamo la
señora me mira mal. Esto es injusto.
No fue mi culpa perder la paciencia. Siempre intento ser muy tolerante,
pero cuando me encuentro con gente que cree estar por encima de los demás...
creo que alguien debe ponerlos en su sitio. Además es divertido ver la
estupefacción en sus rostros, es como si nunca les hubiesen gritado.
Salgo de la biblioteca, se ha acabado la hora de descanso y continuo con las
clases. Ignoro a señorita cabello del año y a su mirada de odio, también al
señorito delirante que cree tener a todo el mundo a sus pies y a su ardiente
mirada. Esos dos hacen buena pareja. Dos caras bonitas con el ego tan grande
como un planeta. Aun así, en lugar de prestarse atención mutua, ambos
insisten en incomodarme a mí. Suena el timbre que da por finalizada la última
clase, recojo mis cosas y levanto la vista. Ambos vienen hacia mí. De todos
los institutos al que mi madre me pudo haber inscrito, he venido a parar a uno
lleno de locos. Cuelgo mi mochila en mi hombro y me voy rápidamente.
Hoy ha sido un día largo y entretenido, no obstante me ha dejado exhausta.
Estoy acostada en mi cama, preparada para dormir. Por un lado, un narcisista
que cree enamorar a todas las chicas a su paso no deja de seguirme, no se lo
que quiere y no me interesa saberlo. Por otro lado, la mayor fan del chico
popular me odia y tiene algo que decirme. Tampoco quiero escucharla. A
medio curso en último año de secundaria, si consigo ignorarlos y pasar
desapercibida después de graduarme no tendré que verlos nunca más. Con una
sonrisa cierro los ojos y me duermo contando los meses que me falta para
acabar mis estudios. Cinco meses pasan volando.
Amanece muy deprisa, a veces creo necesitar noches con más horas.
Empieza el martes. Entro por la puerta del instituto y una sensación de
incomodidad me invade. ¿Todos me estas observando o es solo me
imaginación? Camino con decisión hacia mi taquilla para sacar los libros que
necesitaré en las próximas tres horas. Alguien se apoya en el casillero de a
lado.
—Princesa, ¿acaso tienes complejo de cenicienta? Ayer estuviste escapando
de mí después de la primera clase.
Dirijo una mirada aburrida hacia Matt Collins, tiene el hombro recostado en
la taquilla. Su pose de tipo genial, esa sonrisa arrogante y eso ojos brillantes
me dan ganas de meterlo en el casillero y cerrar la puerta para no volver a ver
su sobrada confianza en si mismo. Eso me irrita bastante. Una semana y dos
días y ya estoy cansada de ver su cara. No lo odio, es más, si no dijera
tonterías hasta podría llegar a gustarme, pero abre la boca y sus ojos profundos
como el cielo y sus simpáticos hoyuelos cuando sonríe quedan eclipsados por
su arrogancia. Eso lo hace ver desagradable a mi parecer. Suspiro.
—¿Puedo hacerte una pregunta?—Realmente hay algo que me inquieta de
su extraño interés. Él sonríe.
—Ya estas preguntando monada, pero puedes hacerme las preguntas que
quieras.—Guiña un ojo y yo ruedo los ojos.
—¿A que se debe ese interés tuyo? Primero nos conocemos y me dices algo
tan extraño como que esperas a que me enamore de ti, luego no me hablas y a
la semana siguiente vuelves a insistir con tus palabras lisonjeras.—Él no
sonríe ante el resumen que he hecho de su comportamiento conmigo. Yo en
cambio lo miro divertida. Cierro mi taquilla— Entiendo, por lo poco que he
visto y sé de ti, que te gusta llamar la atención y especialmente de las chicas,
pero ¿vas a seguir mucho con este jueguito tuyo?
Matt se pone derecho y parece mucho más alto que antes, se acerca mucho
a mí. Demasiado. No obstante, no despego mi mirada de la suya ni me muevo
un centímetro. No olvido que estamos en medio del pasillo y que
probablemente más de un curioso este mirando la escena, pero siento que si
aparto los ojos él ganara una batalla en la que esta en riesgo mi tranquila vida
de estudiante. De repente una lenta sonrisa, digna de un galán de película,
ilumina su rostro. Sus ojos brillan con picardía.
— Te dejé una semana para que te enamoraras de mi, ángel. El juego
comienza ahora.— Estira su mano y agarra un mechón de mi pelo — Esa
actitud de chica genial y tímida solo me confirman que estas loca por mí,
cariño. No tienes que estar avergonzada, lo llevaremos con calma y seré gentil.
¡¿Qué acaba de decir?! No me lo puedo creer. Abro la boca por el asombro
y frunzo el ceño. Estoy muy molesta, creo que no he estado tan enfadada en la
vida. ¿Este chico entiende el Español? Antes de levantar la mano y darle una
bofetada, que es lo que más deseo ahora mismo, prefiero irme y no montar una
escena. Me doy la vuelta, pero antes de dar un paso Matt se pone delante de
mí. Su sonrisa burlona me irrita más.
—Sé que te has enamorado de mi cariño, lo puedo ver en tus ojos.—Su
sonrisa arrogante comienza a ser insoportable. Si no me alejo pronto le giraré
la cara de un bofetón.
Cojo aire y cuento hasta diez, lo suelto poco a poco.
—No digas tonterías y apártate de mi camino, narcisista delirante.
Delirante tiene que estar. Que alguien se lleve a este tipo al hospital, por
favor.
A pesar de mis palabras Matt permanece inmóvil delante de mí. Sonríe
como un auténtico idiota. No me contengo más y para poder apartarlo le piso
el pie. Él se queja y se aparta de mí. Aprovecho la oportunidad y me dirijo casi
corriendo a clase.
Entro y me siento junto a una chica en la primera fila. Ella se sobresalta y
me mira con nerviosismo. No he intentado hablar con nadie desde que he
llegado así que decido olvidarme de Matt y la rubia y de sus tonterías.
—Hola, mi nombre es Jade. Soy nueva aquí.—Le sonrío, pero ella me
sigue mirando como si fuese un oso apunto de atacar.
Quizás es una chica demasiado tímida o para variar esta loca como la
mayoría de alumnos de este instituto.
—No te he hecho nada así que por favor no te metas conmigo.—Susurra
cortantemente Miss simpatía.
La clase se estaba comenzando a llenar y Matt aun no entra. Tengo dos
opciones, sentarme en otro sitio sola y arriesgarme a que ese arrogante se
siente a mi lado o averiguar que le pasa a mi extraña compañera. Realmente lo
que más me gustaría es irme a casa y matricularme en un instituto del polo sur,
lejos de estos lunáticos.
—Eh tranquila, no soy el tipo de persona que molesta a los demás porque
si.
La chica no me contesta, baja la mirada a su libreta y seguramente no me
volverá a hablar en lo que queda de hora. Matt entra justo después del profesor
y pasa por mi lado. Me pongo tensa cuando su mano se apoya en mi hombro.
—No hemos acabado de hablar, pequeñaja agresiva.
Sigue su camino y yo sonrío y ruedo los ojos. Para mí ya habíamos acabado
de hablar por el resto de mi vida. Juro que si vuelve a decirme algo tan
estúpido como lo de antes le daré una patada que hará que se acuerde de mí
para siempre.
La clase transcurre con normalidad. Cuando me aburro comienzo a dibujar
cualquier cosa y en cuanto el timbre suena me apresuro a recoger mis cosas e
irme de allí evitando hablar con ese tipo. Sobrevivo a las demás clases y por
fin tengo un descanso. Entro en la cafetería y tengo la sensación de que todos
me están observando. Me he estado sintiendo así desde que entre al instituto
esta mañana. Busco algún lugar libre y me siento, escucho murmurar a la
gente a mi alrededor y eso es lo que más me irrita. Si tienen algo que decirme,
¿por qué no me lo dicen directamente? Odio los rumores.
Sintiéndome incomoda decido ir a la biblioteca. No le doy mucha
importancia al hecho de que todos se alejan de mi camino cuando me levanto
y salgo. Llego a la biblioteca y comienzo a mirar las estanterías sin saber muy
bien qué libro debería escoger. Dado que estamos estudiando el romanticismo
decido volver a leer Fausto, uno de mis libros favoritos.
Me siento en una mesa vacía a leer con tranquilidad. Cosa que no dura mucho.
Siento como la silla de mi lado se mueve y alguien se sienta.
—Hey.— Susurra esa persona.
No reconozco la voz de esa chica así que levanto la mirada del libro
mientras arqueo una ceja. ¿Es que nunca podré leer con tranquilidad en este
instituto? Parece ser que para esta gente la biblioteca es lugar para charlar.
—¿Te conozco?— Mis ganas de hacer amigos ya se han terminado.
—Así no conseguirás muchos amigos, chica nueva.— La extraña me
sonríe, parece agradable—Ese libro es uno de mis favoritos. He visto que a ti
también te gusta venir por aquí a menudo.
A esta extraña le gusta mi libro favorito, creo que podríamos llegar a
llevarnos bien.
—Me encanta la biblioteca de este instituto. Es inmensa.
—Si, es mi lugar favorito. Siempre me encontrarás aquí.— Sonríe— Oye,
ayer te vi discutiendo con Taylor. Eres mi ídolo chica, nadie le planta cara por
que es hija del director y eso... —Se ríe y rueda los ojos.— Pero no le cae bien
a mucha gente.
Asumo que se refiere a la rubia de ayer. No me gustan los chismes y no
quería discutir con nadie, lo único que hice fue dejarle claro a esa Taylor que
no me iba a dejar pisotear. Regreso la mirada al libro.
—Yo no discutí con nadie. Simplemente le dije a esa chica que no podía
tratarme así.
La extraña hace un gesto con la mano restando importancia a mis palabras
y se ríe.
—Da igual por qué lo hiciste chica, la cosa es que me gusta tu actitud. Te
he visto sola desde que has llegado, podemos ser amigas si quieres. Me llamo
Laurent
Ella sonríe y extiende la mano para que la estreche. Me parece simpática
así que no lo dudo y lo hago.
—Jade.
Hablo con Laurent un poco más, me dice que su clase esta a lado de la mía,
ella también esta en el último curso, y que le encanta la literatura. Miro la hora
en mi móvil y esta apunto de terminar el descanso, decidimos ir hacia nuestras
clases. Primero vamos a los casilleros para recoger los libros y descubro que el
suyo esta a tres casilleros del mío. Una semana en este sitio y no la había visto,
eso prueba que he estado despistada y muy centrada en ese chico. A partir de
ahora lo mejor será alejarme de él y de sus palabras tontas.
— Hey monada, no vas a escapar de mí.
Adiós a mi propósito. ¿A quién quiero engañar? Este chico no me dejará en
paz hasta que se aburra de mí. No necesito darme la vuelta para saber que esta
sonriendo e invadiendo mi espacio personal otra vez.
—Ya te he dicho que no te apegues tanto a mí.
Cierro la taquilla y me doy la vuelta para enfrentarlo. Él no se mueve, eso
hace que este acorralada entre él y mi taquilla. Sonríe con suficiencia.
—¿Qué haces este viernes por la noche?
Realmente no tengo nada que hacer el viernes ya que no me gusta hacer
planes, pero eso es algo que a él no le importa. Le sonrío y me acerco a su
cara. Le contesto con la misma petulancia que él muestra.
—Para ti, estoy ocupada todo los días que me quedan de vida.
Me alejo de él y paso por su lado, pero el me coge del brazo. Antes de que
pueda abrir la boca Laurent se aclara la garganta y los dos la miramos. Me
había olvidado por completo de ella, maldito Matt. Laurent sonríe y me coge
del otro brazo haciendo que Matt me suelte.
—Collins, Jade estaba conmigo. No me la robes, ¿vale?
—Laurent, ¿conoces a Jade?— Matt parece extrañado, es la primera vez
que lo escucho mencionar nombres femeninos.
—¡Claro! Somos amigas.—Ella está abrazando mi brazo.
Quiero decirle que se aleje, que el contacto físico con desconocidos me es
molesto, pero ya que me considera su amiga decido callar. El pasillo esta lleno
de estudiantes buscando sus clases, me aparto de Laurent.
—Tengo que ir a clase, nos vemos luego.—Digo en forma de despedida,
pero ellos se ponen cada uno a mi lado.
Cuando llegamos a clase Matt entra y veo como se va a sentar al fondo.
Antes de que pueda entrar Laurent me sujeta de la muñeca.
—Sabes Jade... Matt y yo somos amigos desde pequeños y lo aprecio
bastante, pero es un idiota. Si yo fuera tú me alejaría de él.
Buen consejo de prácticamente una desconocida. No le digo que ya había
pensado en eso, simplemente le sonrío y asiento. Ella se despide y yo entro en
clase. Matt me esta mirando, sé que quiere que me siente a su lado.
En la primera fila también hay un asiento vacío. No dudo ni un momento y
evito su mirada al sentarme a lado de un desconocido. No pienso hacer lo que
él quiere, mi plan de ignorarlo hasta que se canse de mí sigue en marcha.
El desconocido, al igual que la mayoría de alumnos en mi aula, evita
mirarme a los ojos y aunque lo saludo con una enorme sonrisa, él no me dirige
la palabra. Así pasan las horas y por fin se acaban las clases. Estoy metiendo
los libros en mi mochila, me pongo de pie preparándome para irme y Matt
pasa por mi lado.
— Nos vemos mañana, cara de ángel.—Lo miro, él sonríe y guiña un ojo.
Que idiota— No soy celoso así que no me importa que te hayas sentado con
Sam, es un buen chico.
¿Quién es Sam? Lo miro extrañada y noto como mi compañero se levanta y
pasa por nuestro lado.
—Hasta mañana MC— Dice él y da una palmada en el hombro a Matt
mientras se dirige hacia la puerta.
—Hasta mañana Sam.
Yo ruedo los ojos y me pongo la mochila. Sigo el camino de Sam y para mi
mala suerte Collins va detrás de mí.
—¿Tienes planes para el sábado?
Me detengo al escuchar su pregunta y me río. Me giro y lo veo sonreír.
—¿No me escuchas cuando hablo? Ya te he dicho que no voy a salir
contigo. Nunca.
—Eso no es lo que dice tu corazón, princesa.
¿Acaso él es cardiólogo y yo no lo sé? Su respuesta me causa más risa, pero
a él no parece importarle que me ría de sus palabras.
—Bueno, te daré tiempo para que lo pienses.—Concluye.
Comienza a acercarse a mi cara, dejo se reír y frunzo el ceño, por un
momento me pongo muy tensa pero él solo me da un beso en la mejilla.
Quiero empujarlo y mandarlo a volar lejos de mí pero me contengo. Él se aleja
un poco y me sonríe, yo estoy seria y su sonrisa arrogante solo hace que me
enfurezca más. Si abre la boca y suelta otra estupidez no podré contenerme.
Pero él simplemente da la vuelta y se va.
Suspiro, estos días están siendo agotadores. Me dirijo hacia la puerta del
instituto, quiero volver a casa lo antes posible. Salgo de ese lugar pero antes de
dar un paso más, alguien me da un pequeño empujó de broma con el brazo.
—Hey Jade, ¿vamos juntas a casa?
Saluda Laurent. Sonrío y sigo caminando con ella a mi lado.
—Tengo que coger el autobús.—Contesto.
—Entonces te acompaño a la parada. Mi casa esta muy cerca de este lugar.
—Esta bien.
Caminamos en un cómodo silencio, pero mi nueva amiga no puede
mantenerse callada más de dos minutos.
—Matt es un pesado, ¿verdad qué si? Siempre se pone molesto con las
chicas nuevas, pero pierde el interés en cuanto caen rendidas a sus pies.
—Es un chico bastante extraño —reconozco— pero de todas formas no me
importa.
—¿Enserio?—ella se detiene, y me mira a los ojos, sonríe— Somos amigos
desde la guardería ya que somos vecinos y nuestras madres son cercanas. Y tu
me has caído muy bien, si quieres ser más cercana a Matt yo podría hablar con
él.
¿Por qué cree qué me fijaría solo en su físico? Es decir, el chico es un
idiota. Aunque es bastante guapo, no soportaría estar junto a su ego demasiado
tiempo. Me volvería loca. Debido a que Laurent parece ser su mejor amiga,
me guardo para mí misma la opinión que tengo de Matt y simplemente
contesto:
—Gracias pero él simplemente no es mi tipo.
Ella se ríe y me da un rápido abrazo.
—Chica, me encanta tu actitud. Si hubieses dicho que sí, me habrías
decepcionado bastante.
—No se trata de mi actitud, Laurent. —sonrío— No te ofendas, pero tu
amigo es un capullo.
Las dos reímos y tras varios segundos ella habla.
—Así que, no solo no eres una niñata superficial como las del instituto,
sino que además te gustan los clásicos. Hacía mucho que no conocía a alguien
interesante. —hace un mohín—Solo puedo hablar de libros con Matt y
últimamente ha estado muy ocupado.
—No solo me gustan los clásicos. Me encanta cualquier libro que tenga una
buena trama.
Llegamos a la parada del bus, ella se despide, mi bus llega y vuelvo a casa.
Subo hasta mi habitación, dejo la mochila en el suelo y me tiro en la cama.
¡Que día! Este instituto es agotador. Me cambio de ropa, hago los deberes, me
ducho y bajo al salón. Ya es de noche y mamá esta viendo una película
mientras come palomitas.
—¿Hoy cenamos palomitas? —Pregunto sentándome a su lado.
—Si te quedas con hambre, allí esta la cocina—ella sonríe sin apartar la
vista de la pantalla.
—Sabes que soy demasiado perezosa para quedarme con hambre—Cojo un
puñado de palomitas y me sumerjo en la televisión.
Después de un par de horas comienzo a tener sueño y me voy a dormir.
Así transcurre mi día a día. Dos semanas pasan lentamente con normalidad.
Los constantes coqueteos de Matt Collins, las charlas largas e interminables de
Laurent siempre que no estamos en la biblioteca, las miradas de odio por parte
de la rubia llamada Taylor y de algunas chicas más, continuos susurros a mi
alrededor y la evasiva actitud de todos mis compañeros. Eso es lo que llamo
normal ahora. No intento hacer nuevos amigos ni hablar más con mis
compañeros. A riesgo de parecer antisocial, solo me quedan cuatro meses y
una semana para graduarme, no me apetece jugar a ser popular, solo centrarme
en acabar el año.
Después de un fin de semana tranquilo, vuelvo a comenzar un lunes en ese
instituto. Laurent me acompaña a clase, como de costumbre, mientras me
explica su fin de semana.
—Entonces acabé de ver la película y me entraron ganas de repasar los
sonetos de Shakespeare. ¿Me estas escuchando Jade?
Dejo de mirar enfrente para fijar mi vista en su ojos.
—Claro que sí.
Llegamos a la puerta de mi clase, es muy pronto aún, pero antes de que
pueda dar un paso alguien me tapa los ojos. Sus grandes manos, su perfume y
el hecho de que sea el único chico afectuoso e irritante que me molesta, son
señales que me confirman quién es. Aparto sus manos y frunzo el ceño.
— Ya te he dicho que no te me apegues tanto.
Me giro y lo veo con su típica sonrisa arrogante. Ya me he acostumbrado a
su actitud de niño fastidioso.
Matt se ríe y frota mi frente en el lugar en el que aparece una arruga debido
a mi ceño fruncido.
—Me encanta hacerte enojar, en realidad me pone bastante.
Ruedo los ojos, hace tres semanas, cuando llegue a este sitio eso me habría
escandalizado, pero desgraciadamente eso no es lo más estúpido que me ha
dicho.
Laurent se aclara la garganta para llamar su atención. Lo hace a menudo
cuando él esta cerca.
—Matt no hagas eso. A Jade no le gusta.
Laurent lo empuja suavemente, se apega a mí, esta en medio. Matt levanta
las manos y se ríe.
—Relájate Lau, solo estoy jugando. Ella realmente adora compartir su
espacio personal conmigo—me mira a mí con una sonrisa picara y me guiña
un ojo.
Quiero responderle mal, con algún insulto quizás, pero sé que eso solo
aumentara su diversión. La semana pasada cuando use por primera vez una
mala palabra frente a él, estuvo todo el día intentando que la repitiese. En
respuesta a su guiño hago una mueca de desagrado y entro al aula. Escucho
como Laurent lo regaña mientras que él solo se ríe. Me siento en el único
asiento vacío de la primera fila y los miro.
—Esta bien, pequeñaja. No tienes que estar sobre mí todo el tiempo. Seré
un niño bueno— Matt pone su mano sobre la cabeza de Laurent. Ella sonríe—
Ahora vete a tu clase.
—No me trates como a una niña, idiota. Tenemos la misma edad. Que seas
más alto no significa que seas más adulto.
Matt comienza a entrar en clase, Laurent se despide con la mano y se
marcha. Yo saco una libreta y varios bolígrafos. El niño arrogante ya no insiste
para que me siente a su lado, espera hasta la hora del descanso para
molestarme. No obstante, cuando intenta fastidiarme Laurent aparece de la
nada y comienza a regañarlo para que se aleje de mí. Aún no se si ella lo hace
por mí o por su beneficio propio. En estas dos semanas la he llegado a conocer
mejor y a Matt también, ella no para de hablar de él y de lo cercana que es su
relación. Habla tanto de él que cuando comienza a cansarme, sin que se de
cuenta, saco mi ipod y me pongo los auriculares. Es una chica bastante alegre
y tímida a la vez, esta a mi lado siempre que puede, no la he visto hablar con
muchas personas y en cambio conmigo no puede mantenerse callada. De
cualquier forma, es una buena chica y me cae bien.
La clase transcurre con normalidad y sin que me de cuenta el día pasa
rápido. Hoy decido pasar por la biblioteca antes de ir a casa, Laurent se
despide de mí y se marcha. Estoy dejando los libros que no usaré en la
taquilla, la cierro y comienzo a caminar. El pasillo esta casi vacío. De pronto
aparece un grupo de cinco chicas delante de mí, todas caminan con seguridad
hacia mí pero yo sigo mi camino ignorándolas. Me detengo solo cuando ellas
lo hacen ya que no me dejan pasar. Una de ellas, una castaña y con cara
enojada que no había visto antes, avanza y se acerca más a mí.
—Tenemos que hablar seriamente contigo, nueva.
La miro aburrida. Si quieren hablar conmigo por lo menos podrían
aprenderse mi nombre.
—Oye, no tengo tiempo. Quiero llegar a la biblioteca antes de que la
cierren.
Hago un ademán de querer pasar por su lado y seguir mi camino pero ella
se adelanta a mí y se pone delante, impidiéndome el paso otra vez.
—¡Qué maleducada! Taylor ya me había avisado de tus modales, rata de
biblioteca.—Su cara muestra su disgusto hacia mí.
Al mencionar el nombre de Taylor doy por sentado que este es su grupo de
amigas. Muy simpáticas todas. Paso por alto como se refiere a mí y decido
escucharla. Así no perderé más tiempo. Me pongo firme y cruzo los brazos
sobre mí pecho.
—¿Qué quieres decirme? No tengo todo el día.
Ella sonríe y también cruza los brazos.
—Lo que queremos decirte todas es que tengas cuidado con Matthew—la
miro extrañada, ¿quién demonios es Matthew? Ella continua— no dejaste que
Taylor te explicará la única regla de este sitio. Matt Collins es de todas
querida.
¡¿Qué?! No sé si no puedo entender lo que dice porque es estúpido o si ella
lo es. No consigo entender que es lo que quiere decirme con eso. Supongo que
ella nota mi confusión porque sigue hablando:
—No puedes acercarte a él como lo estas haciendo, no puedes hablarle
como lo haces, ni mirarlo siquiera. Mucho menos puedes salir con él. Matt es
nuestro.
Bien. Ahora entiendo que Collins ni es el único que sufre de delirios. Estas
chicas esta mucho peor. Aparto mi mirada de la castaña para ver a sus amigas,
todas ellas me están mirando mal y asienten con las palabras de la rubia. Yo
sigo alucinando. No creo que merezca la pena gastar saliva en estas locas, pero
le contesto de todas formas solo porque sus palabras me molestan.
—¿Qué quieres decir con eso de que "Matt es de todas"?
Todas ríen de forma estridente y exagerada, no me creo su diversión. La
castaña vuelve a hablar
—Simplemente a eso querida. Matt no puede salir con nadie, no dejáremos
que lo haga. Ninguna será suficientemente buena para él, ninguna lo querrá
como nosotras.
Esta chica me esta comenzando a asustar. En el fondo de mi mente estoy
comenzando a sentir lastima por ese pobre chico. Tener unas fans así de locas
no tiene que ser bueno.
Cojo aire para evitar reírme y lo suelto poco a poco.
—Tengo que irme—las aviso y comienzo a caminar.
—Aún no he terminado de hablar, bicho raro—dice y me sujeta de la
muñeca.
No soporto que me coja ni que me hable así, pero no quiero problemas. Me
suelto de su agarre bruscamente, ella se tambalea y cae al suelo. Sus amigas ya
no ríen y yo aprovecho para seguir mi camino. No obstante, antes de irme,
quiero dejarles claro una cosita.
—A mí no me gusta coger cosas que no son mías—sonrío y solo para
hacerlas rabiar continuo— pero las personas no pertenecen a nadie, y Matt
esta ya mayorcito para que hagáis el papel de su madre.
Y con eso ultimo desaparezco de allí y entro a la biblioteca. Una vez dentro
comienzo a ojear estanterías sin interés mientras pienso. Collins no me ha
traído más que problemas, pero por una parte entiendo que este aburrido de
soportar a esas lunáticas.
Mis ganas de leer han desaparecido. La actitud de esas brujas me ha hecho
enojar. Ahora mismo solo me apetece llegar a casa, darme un baño y ver un
película con la máxima tranquilidad posible. Cierro el libro que tengo en la
manos, el cual estaba ojeando sin interés alguno, lo vuelvo a dejar en la
estantería y me dirijo hacia la puerta. Ha pasado el tiempo suficiente para que
esas chicas se hayan ido, así que cuando salgo el pasillo esta vacío. No creo
que hubiese tenido la suficiente paciencia para soportarlas así que agradezco
que se hayan ido y comienzo a caminar hacia la salida.
—Parece que el destino siempre nos une, ángel.
¡No! Lo que menos necesito en este momento es encontrarme con él y que
me suelte sus típicas estupideces, no creo que pueda contenerme. Esta claro
que hoy no es mi día. Aunque me detengo al escuchar su voz no me doy la
vuelta. Estoy decidida a seguir mi camino, pero antes de que pueda notarlo él
se pone a mi lado. Lo miro extrañada. No esperaba encontrado aquí a esta
hora, como todo chico popular, imaginaba que estaría fuera divirtiéndose con
sus amigos o conquistando a varias chicas ingenuas. Él también me esta
mirando con curiosidad. Estoy apunto de preguntarle que es lo que quiere pero
él comienza a acercarse más a mi cara. Estampo mi mano contra su cara para
que retroceda.
—¿Se puede saber qué pretendes?—pregunto enojada.
—Te veías desanimada en la biblioteca, quería mejorar tu animo con un
beso—habla contra la palma de mi mano.
—Eso solo me provocaría arcadas, idiota.
—Cariño, dices eso porque aún no has probado mis labios—guiña un ojo.
—Deja de decir esas payasadas, me va salir una ulcera—río.
Me sorprende que me haga reír en este momento en el que solo quiero
arrancarle la cabeza a ciertas barbies ridículas.
—Sabes que lo estas deseando, ven a mis brazos—sonríe, abre los brazos y
cierra los ojos.
Me río de su ridícula pose, él sabe que eso no pasará. Vuelve a abrir los
ojos y me mira.
—¿Por qué echabas chispas mientras leías ese libro? ¿Tan malo era?
—El libro no tiene nada que ver. Alguien me hizo enojar.
—Así que también te enojas con otras personas. Pensaba que solo conmigo
—él ríe.
—Sabes que si no fueras un niñato egocéntrico yo no sería tan borde
contigo—digo como si fuera obvio.
Me doy la vuelta y comienzo caminar, él me sigue.
—Señalar mis cualidades no me hace egocéntrico, princesa.
Ruedo los ojos.
—Que siempre uses un ridículo nombre para referirte a mí también me saca
de mis casillas.
—Es un nombre cariñoso, no ridículo—protesta.
Ya habíamos tenido esta conversación antes, sé que no me va a llevar a
ningún sitio y que él continuará llamándome así. Me callo y no le contesto,
pero no pasan muchos segundos antes de que él vuelva a abrir la boca.
—¿Puedo saber quién te puso de mal humor?
—No.
Quejarme de alguien no va con mi estilo. Esto no es un patio de colegio y
estoy segura de que si le digo a él lo que me puso de mal humor va a
interpretarlo de la peor forma posible, como si él me interesase en un sentido
romántico. No importa si ya le he aclarado varias veces que no es mi tipo, él
simplemente sigue insistiendo. Matt hace un ruido en señal de protesta, como
haría cualquier niño.
—Aquí viene otra vez tu "yo" borde. ¿Podemos mantener una conversación
seria sin que te pongas a la defensiva?
Lo miro boquiabierta y me detengo. ¿Realmente me esta tratando como si
yo fuese la irracional con la que no puede dialogar? No obstante, antes de
defenderme el se ríe.
—Deberías de haber visto tu cara. No te pongas nerviosa, cariño. Yo
siempre estoy de broma—guiña un ojo— pero ahora enserio, ¿qué ha pasado?
Ruedo los ojos y decido mentir para que me deje en paz.
—Nada ha pasado, simplemente estoy cansada.
Su gesto de desconformidad me da a entender que no me cree pero no
insiste más. Salimos juntos del instituto y a la salida casi no hay estudiantes.
Sigo avanzando hasta la parada de bus y Matt me sigue. Quiero preguntarle a
dónde va pero él es más rápido y habla antes de que yo tenga oportunidad de
hacerlo.
—Oye, sé que no me consideras tu amigo, ni nada parecido—ríe—pero
eres nueva y sé que eso es duro. Así que, cuando necesites hablar sobre algo
que te molesta o cualquier cosa puedes hablar conmigo. No soy el mejor
dando consejos ni esas cosas, pero aveces es mejor decir las cosas. Aun que
sea a alguien que no te caiga bien.
Me doy cuenta de dos cosas. Primero, tal vez él no es un mal chico. Si no
fuese tan arrogante podríamos hasta ser amigos. Y segundo, tiene razón.
Aunque ha pasado tiempo desde que Mamá y yo nos mudamos no consigo
acostumbrarme a este sitio. No me siento bien en este lugar pero no le digo
nada a mi madre porque no quiero hacer todo más difícil para ella. Tampoco
tengo amigos aquí con los que me pueda desahogar y no quiero molestar a mis
amigos de antes. Lo consideraba innecesario pero lo que Matt dice es cierto.
No puedo quedarme callada siempre.
No le contesto, solo asiento con la cabeza y camino hacia a la parada. Pero
antes de que pueda dar más de dos pasos él me detiene. Me estira del brazo y
me acerca a él, sin poder evitarlo debido a que no me lo esperaba para nada y a
que lo hizo muy rápido recibo un beso en los labios. Él simplemente choca
nuestros labios con rapidez y suavidad y se aleja en un pestañeo. No obstante,
yo no me quedo quieta y antes de que alguno de los dos diga algo o antes de
pensarlo siquiera mi mano se cierra en un puño y sale disparada a la
mandíbula de Matt. Él se apoya en su rodilla, pero sé que no le ha dolido nada.
Realmente se esta riendo. Maldito niño.
—Confieso que no me esperaba eso.
Se atreve a decir. Aparto mi mirada de él y me doy la vuelta. Quiero tirarlo
al suelo y estrellar su cara contra el asfalto. Veo como se acerca mi autobús y
me apresuro a subir. Si me hubiese quedado un poco más hubiese perdido los
papeles con ese monstruo de ego.

Aún no me puedo creer que sus labios hayan tocado los míos. Me estoy
lavando los dientes en el baño de mi habitación, preparada para ir a dormir. Es
la quinta vez que me los cepillo desde que volví a casa, si sigo así se volverán
más blancos que la nieve. Estúpido niño, lo odio. De solo recordarlo me dan
arcadas. Escupo la pasta de dientes en la pila, me aclaro la boca con agua y me
seco la cara con la toalla. Doy media vuelta lista para entrar en la cama.
No puedo dejar de pensar en esa fracción de segundos en que su boca toco
la mía. No había sido mi primer beso ni nada por el estilo, pero eso no le resta
importancia. Cojo la almohada y me cubro la cara con ella, grito de
frustración. Lo que más me enoja es no poder parar de darle vueltas cuando sé
perfectamente que es irrelevante. Vuelvo a poner la almohada debajo de mi
cabeza y cierro los ojos. Intento dormir y aun que me es un poco difícil, lo
acabo consiguiendo.
Cuando me despierto siento como si tan solo hubiesen pasado un par de
minutos. Estoy muy cansada y desearía poder quedarme en casa, pero sé que
mamá no me dejaría si tan solo se lo comentara. Así que me levanto sin ganas
y me ducho para despejarme un poco. Maldito instituto, maldita ciudad y
maldito Matt Collins.
Cruzo las puertas del odioso lugar y siento como todas las miradas se
dirigen hacia mí. Quizás exagere un poco pero realmente me siento muy
observada. La gente comienza a hablar y escucho murmullos a mi alrededor.
La incomodidad me invade y quiero salir corriendo, eso seria absurdo así que
simplemente aligero mi paso hacia mi casillero. Desde que llegue a este sitio
he intentado pasar desapercibida pero parece que cada vez es más difícil. No
es la primera vez que he escuchado a la gente hablar de mi, aunque saben que
estoy cerca ellos continúan, como si quisieran que yo lo supiese pero no tienen
agallas de hablar conmigo cara a cara. Eso me enoja más.
Abro mi taquilla, saco mis libros y sacudo la cabeza ligeramente, estos
chicos mimados y ególatras me exasperan. Voy hacia la clase intentando no
encontrarme con Lauren o nadie desagradable. Probablemente a ojos de mis
compañeros parezco una persona poco o nada sociable, pero nunca estuve muy
interesada en hacer amigos. Siempre he sido más el tipo de chica que disfruta
la soledad acompañada solo por un libro. Así como a muchas chicas les gusta
salir de fiesta y tener varios amigos a mi me gusta todo lo contrario. Pese a
todo lo que pueda pensar la mayoría de gente y estudiantes, no es deprimente
estar sola, es cuestión de gustos e intereses.
Entro a clase sin preocuparme en los comentarios de los demás, como ya he
dicho odio los cotilleos. Aun después de que el profesor entra sigo sintiendo
miradas sobre mí. Esto comienza a cansar y empiezo a enfadarme. Cuando
llega el descanso para comer dudo en ir a la cafeteria pero por otra parte estoy
lo suficientemente enfadada como para querer saber que es lo que todos
murmuran. Si tienen algún problema conmigo quiero y me lo digan a la cara.
No he visto a Lauren en todo el día, así que no la espero y me acerco al lugar
en el que se reanuden la mayoría de estudiantes a esa hora para comer.
Antes de llegar o entrar siquiera escucho a alguien decir o casi gritar.
—¡Basta!
La voz de Matt resuena por toda la cafeteria y todo el mundo se queda en
silencio.
—Odio este tipo de tonterías—dice más tranquilo— odio a la gente que
inventa y habla sin saber nada de nada. Taylor detén esta mierda, no te queda
nada bien actuar como una arpía con esa cara tan dulce que tienes.
Me olvido de entrar y decido salir de allí. No sé de que estaban hablando y
ya no me interesa saberlo. Me siento mal y quiero irme a casa, me estoy
agobiando. Decido ir a despejarme a la biblioteca, el único lugar en el que
puedo estar tranquila.
Antes de llegar, veo a Lauren hablando con la chica morena que el día
anterior se había acercado a mí junto a su séquito de animadoras. Me detengo
sin querer interrumpir y quiero salir de allí antes de que me noten, pero la
morena dice algo que me llama la atención.
—Nunca te hemos caído bien, Lauren, pero ¿vas a dejar qué la nueva se
quede con nuestro Matt?
—No es “nuestro Matt”, Jessica.—contesta Lauren—Es mío.—Eso no me
sorprende tanto como debería.—Tú sigue encargándote de la niña nueva que
yo me encargaré de disuadir a Matt. Se aburrirá de ella como de las otras.
No me esperaba que Laura fuese como las demás chicas de este instituto,
pero tampoco metía las manos en el fuego por ella. Sin importarme los más
mínimo me marcho en silencio sin que ninguna se de cuenta. No se que
fijación tienen todas por ese chico. Es como una obsesión, empiezo a pensar
que no es sano. También empiezo a sentir un poco de lastima por él. Debe ser
duro estar rodeado de fanáticas que sobre pasan el nivel de comportamiento
normal.
Llego y entro en la biblioteca. Comienzo a ojear la estantería de literatura
inglesa, encuentro a Jane Austen y decido releer alguna obra. Mientras me
decido, siento el olor de su perfume. No necesito ni siquiera darme la vuelta
para saber que esta aquí. Él de todas formas me tapa los ojos con suavidad.
Aunque no me caiga del todo bien, aunque sea un incordio y muy molesto, es
sincero. Nunca ha pretendido ser nadie más que él mismo.
—Sigo furiosa contigo. No creo que deberías comenzar con tus jueguitos
tan pronto—digo sin alterarme en absoluto.
Él retira sus manos y yo recupero mi campo de visión. No me doy la vuelta
ni me molesto en mirarlo. No estoy molesta con él, ni con Lauren, solo
habíamos hablado durante un mes así que no se había convertido en mi
hermana del alma ni nada parecido. Es más, ya suponía que a ella le gustaba
Matt.
—¿Estas triste o enfadada por los rumores?—Collins suena inquieto y lo
miro a los ojos—ya les he dicho que parasen. Como eres la niña nueva están
inquietos. Perdónalos—sonríe.
—¿Qué rumores?—ya suponía que estaban hablando de mí pero no me
interesaba lo más mínimo.
Él agita la cabeza y alza los hombros.
—Da igual, son tonterías. No necesitas ensuciar tu preciosa cabecita
pensando en ello.
Ruedo los ojos. Maldito coqueto, tengo que admitir que en cierto modo es
adorable. Muy en el fondo quizás.
—Tampoco me gusta ensuciar mis oídos escuchando tus básicos cumplidos
—me río al ver su expresión ofendida.
—¿Básicos? ¿enserio? Nena soy un maestro en este juego. No tengo nada
básico.
Espero que este bromeando. Resoplo pero la sonrisa no se me borra de los
labios.
—Si juegas así, no me extraña que aún sigas soltero.
Sonríe con picardía y se acerca más a mi cara.
—Sigo soltero porque hace mucho que no me interesa nadie.
—No me extraña.
Me doy la vuelta poniendo más distancia entre nosotros y pongo el libro
que había cogido de nuevo en el estante. Sigo leyendo títulos pero no me
interesa ninguno. Cojo un libro cualquiera y miro la cubierta trasera para leer
la reseña. Antes de comenzar a leer Matt me quita el libro y yo me quejo.
—¿Puedes mirarme un momento? quiero decirte algo.
Lo miro extrañada e impaciente esperando a que continue. Él me mira
serio, como nunca antes me ha mirado.
—Me gustas.
Me río, ¿por qué pone esa cara para decir eso? Ya sé que le gusto, es decir,
le gusta la mayor parte de población femenina del planeta. Cojo el libro que
tiene entre sus manos y le doy una suave golpe con él en el hombro.
—Esta bien, Romeo oxidado, dime algo que no sepa.
Divertida me doy la vuelta y comienzo a caminar hacia otro estantería, sin
embargo él me retiene de la muñeca y me impide avanzar. Me doy la vuelta y
lo miro directamente a los ojos con una ceja levantada, esperando a que diga
algo. Su mano tira de mi brazo con delicadeza y sin oponer demasiada
resistencia me encuentro de espaldas a una estantería y aprisionada por su
cuerpo. Noto como una de sus manos se sitúa en mi cintura mientras que
levanta la otra y me acaricia el pelo. Este idiota ya me ha vuelto a acorralar.
No me preocupa la poca distancia que nos separa ya que sé que no volverá a
besarme a menos que quiera un ojo morado.
—Esta feo reírse mientras alguien confiesa sus sentimientos—susurra muy
cerca de mi cara.
Sonrío.
—¿Tú tienes de eso?
Ahora es su turno de reír.
—Por desgracia, debido a una señorita sabelotodo, estoy empezando a
pensar que sí los tengo.
Eso me deja descolorada pero no voy a caer en su juego.
—No voy a repetirte más que no te me acerques tanto, creo que no
entiendes mi idioma.—Ignoro sus palabras y me centro en la incómoda
posición.
Él sonríe pícaro.
—Escúchame bien porque lo repetiré hasta que me creas. Me gustas— se
acerca más, su nariz toca la mía —Me gustas bastante. Me gustas como nunca
me ha gustado ninguna. Me gustas tanto como me gusto a mí mismo —ríe
suavemente y yo pienso que tiene fiebre— Realmente quiero salir contigo este
viernes.
Abrumada por la situación, levanto la mano que no sostiene el libro y la
situó sobre su brazo que toca mi cintura. Aparto sus manos de mí y el ya no
me toca pero no se aleja ni pone distancia.
—Vas a tener que inventar algo más convincente, caballero de palabras
absurdas. No caeré a tus pies por cuatro chorradas que suelte tu boca. Yo tengo
más amor propio que las muñecas con las que acostumbras a salir.—Levanto
mi dedo indice y toco su pecho.
El se aleja un poco y su cara ya no esta tan pegada a la mía. Me siento más
tranquila. Aunque Matt no me guste, eso no quita el hecho de que es un chico
guapo que podría poner nerviosa a cualquiera con su cercanía.
—Lo sé perfectamente, mi estrecha damisela—dice divertido refiriéndose a
mi anterior comentario— tu amor propio es lo que más me gusta y me llama la
atención. Entonces ¿el viernes por la noche? podemos ir a ver una película, la
que tu quieras.
¡Qué persistente! Lo miro con una ceja levantada. Tal vez lo mejor sería ir a
ver una dichosa película con él. De esta forma se aburrirá pronto de seguirme
y dejará el constante coqueteo. En este poco tiempo que lo conozco me he
dado cuenta de que no es un mal tipo. Si no fuese así de idiota podríamos
llegar a ser amigos. Suspiro y niego un poco con la cabeza, él no puede tener
amigas y eso hace que me frustre. Todo sería más sencillo. Me las arreglo para
alejarme un par de metros de él y me dispongo a huir de él pero antes de
seguir mi camino sus palabras salen atropelladas de su boca.
—Mañana. Después de las clases. Van a abrir una tienda de música. —Lo
miro confundida, ya no sonríe, perece nervioso. Coge aire y lo suelta poco a
poco— Sé que no quieres ir conmigo ni a la esquina, pero a todo el mundo le
gusta la música. Solo pasa un momento conmigo Jade. Por favor.
Acompáñame mañana.
Siento curiosidad por su continuo interés en mí, por su autentica
personalidad, por sus verdaderos intereses. Siento curiosidad por muchas
cosas que solo averiguaré si acepto, sé que me arrepentiré después pero por
una vez podría sacar la cabeza de los libros. Suspiro, como dice el dicho: la
curiosidad mató al gato. Al menos el estúpido gato no se enamoro ¿no? ruedo
los ojos y sonrío.
—Esta bien, mañana después de clase.

Fin.


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