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EL MÉTODO DE LECTURA
En la aproximación metodológica al año litúrgico (=a.l.), tanto si se
considera en su valor teológico como programático, se pone de
manifiesto una doble perspectiva.
a) Primeramente, hay quien accede al a.1, con una pre-compresión,
marcada por el estilo y los contenidos recibidos. Por ejemplo: al comienzo
del Adviento, no faltan predicadores que, después de haber discurrido
sobre la etimología de la palabra, se explayan diciendo que es un "tiempo
de espera", con cierto matiz penitencial. Los documentos de la reforma
pos-conciliar parecen abonarse a esta perspectiva metodológica.
En el Comentario oficial se dice, en efecto, que el Adviento se divide en
dos partes distintas:
1. la primera, que "enciende los ánimos" con la espera final del Señor
(hasta el 16 de diciembre);
2. Que los prepara directamente para la celebración de la Navidad.
Globalmente, se trata de un "tiempo de alegre espera, no sólo de
penitencia"
b) La otra vía teológica de acceso al a.1, es aquella que se preocupa de
respetar su sentido originario. En otras palabras, se trata de formular
algunas líneas interpretativas, después de impregnarse de la Palabra de
Dios y de las plegarias litúrgicas pertenecientes a un tiempo o a todo el
año.
Así, por ejemplo: el Prefacio de Adviento I presenta una clara síntesis
teológica de este tiempo litúrgico poniendo en relación la Encarnación de
Cristo (con la consiguiente preparación comunitaria a la Navidad) y su
venida definitiva, (con la consiguiente necesidad de una espera vigilante
y activa).
En pocas palabras: la variedad de los elementos celebrativos, que evocan
el misterio de Cristo en sus diferentes aspectos, permite ofrecer una
respuesta específica, hecha de adhesión de fe y de compromiso.
Especialmente, el Leccionario, debidamente asimilado, propone de año
en año, el camino que la Iglesia está llamada a recorrer para celebrar el
misterio oculto durante siglos y generaciones, y que ahora nos ha sido
manifestado; es decir, "Cristo en nosotros" (cf. Col. 1,26).
De ésta manera se respeta el significado profundo de los tiempos y de las
fiestas, inherente a la celebración de los misterios de Cristo. Estos, en
virtud de la celebración, se convierten en los misterios de la Iglesia y del
cristiano. Es la dinámica del "seguimiento", que acompaña toda la
actuación eclesial. Brevemente: es la verdadera teología del a.l.
LA PERSPECTIVA SIMBÓLICA.
Según la SC "la explicación de los misterios de Cristo durante a. l.,
produce aquella salvación que el cristiano está llamado a traducir en su
vida como fruto concreto de la celebración litúrgica. Esto es posible
gracias a la acción del Espíritu Santo, por el cual todo lo que Cristo ha
dicho y hecho se convierte en "memoria viva" de Él. De esta manera el
"misterio" oculto durante siglos continúa desvelándose hoy a través de la
celebración de los "misterios" en la Iglesia.
La presencia de un misterio determinado, reconocida y acogida con fe,
instaura una relación entre lo que se celebra y la Iglesia que lo celebra.
Es decir que, a través de la evocación del misterio, la narración
evangélica y su celebración litúrgica se convierten en un encuentro, en
un compromiso de toda la asamblea reunida.
Es aquello que a propósito de la Navidad pone de manifiesto San León
Magno, cuando afirma: "Mientras celebramos y adoramos el nacimiento
de nuestro Salvador, nos encontramos celebrando nuestro nacimiento: el
nacimiento de Cristo señala el nacimiento del pueblo cristiano; la
Navidad de la Cabeza es la Navidad del Cuerpo entero.
Es deber de la Iglesia identificar, y al mismo tiempo reconocer, en la
realidad del misterio, la actualidad de este nacer con Cristo en su
Navidad. Por eso la celebración, en el hoy simbólico, comporta
frecuentemente un período de preparación (el Adviento), durante el cual
toda la comunidad es llamada a descubrir las coordenadas
fundamentales en que el misterio se actualiza (momento profético).
Posteriormente, hay otro período (Epifanía), en el que la Iglesia se siente
llamada a manifestar y comunicar a los otros todo aquello que ha
celebrado como presente en su historia (momento testimonial/epifánico).
Así es como el Nacimiento, la luz, la paz, la pobreza, la dignidad
humana…, es decir: todo lo que constituye el "misterio" de la Navidad de
Cristo es no sólo recordado, sino celebrado simbólicamente. También el
capítulo de los Santos encuentra en esta perspectiva su exacta
dimensión. Como dice SC 104, la Iglesia, al hacer "memoria" de estos sus
miembros elegidos, proclama en ellos el misterio pascual de Cristo, visto
en sus frutos; es decir en la singularidad de unos testimonios históricos y
personalizados. Las fiestas de los Santos, pues, "proclaman las obras
maravillosas de Cristo en sus siervos" (SC 111). Por todo ello, los Santos
como afirma la Liturgia son sacramentos del amor misericordioso del
Padre, gracias a la fuerza misteriosa e imprevisible del Espíritu.
LA POTENCIALIDAD LITÚRGICO-PASTORAL
En un cuadro como éste, las iniciativas pastorales no pueden limitarse a
ser "rellenos" del tiempo, sino que deben situarse en el preciso itinerario
de fe que toda comunidad está llamada a cumplir: el despliegue, en el
ciclo anual, del único misterio salvífico de Cristo.
La comunidad de los fieles, reunida en asamblea el domingo, reconoce la
irrupción de lo divino en la historia, que ha hecho de este segmento de
tiempo un día de fiesta, el día de fiesta primordial (y único, durante
varios siglos) por cuanto "tiene su origen en el mismo día de la
Resurrección de Cristo" (SC 106), y está refrendado por la asamblea
eucarística. Las comunidades, que celebran el domingo como día que
inscribe simbólicamente en la "carne" del tiempo la lectura cristiana de la
historia, se orientan hacia el día definitivo y futuro, llamado por los
Padres el "octavo día"; día en; que se cumplirá íntegramente este
proceso de salvación.
Entre tanto, en el tiempo de la Iglesia, "este día escriben los obispos
italianos tan lleno de lo divino y de lo humano, ilumina todos los otros
días...".
CONCLUSIÓN
La celebración del a.1., con su potencial formativo, constituye un seguro
auxilio para las iglesias en su caminar histórico. Con toda razón el a.1., y
la celebración del día del Señor son como los pilares en que se apoya la
catequesis permanente de toda la comunidad. Por esto es necesario que
los fieles sean asistidos y como llevados de la mano, a través de precisos
itinerarios, al conocimiento de la realidad sacramental y al
descubrimiento progresivo y personal de la fe.
Retomando una instancia del Concilio de Trento, la Eucharisticum
mysterium (1967), lo expresa así: "Los pastores guíen a los fieles hasta
una plena comprensión de este misterio de la fe (la Eucaristía) con una
conveniente catequesis a fin de iniciarlos en los misterios del a. l. y en los
ritos y en las oraciones que concurren en la celebración, para que
teniendo más claro su sentido puedan ser conducidos a la profunda
comprensión del misterio que tales ritos y oraciones “significan y
cumplen” (n. 15).