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Por qué me mentiste, por qué no me dijiste que habia sido uma mujer Por qué apuntaste a Ja cabeza y no al corazon, pregunta Roberta desde todos Jos huecos de su ausencia en este territo- rio de ella del que ella se ha autoexiliado. Una mujer anda por el piso de arriba con un hacha en la mano y el craneo partido en dos por un tiro, no, por un golpe de hacha y busca ‘devolver golpe por golpe. Ojo por ojo. Busca retaliar- Roberta le contd la historia sin final, la pesadilla perpetua. Retaliacién de Roberta Tina mujer anda a ciegas tras todos nosotros con un hacha en Ja mano. El hacha del verdugo, la dispersion de los sesos. Agustin se mete en el closet del cual Roberta habia emer- gido la mafiana anterior, quiza para hacerse un nido. Al en- contrarlo ya hecho vuelve a salir disparando, vuelve a huir de si mismo y se acuerda de lo otro Si lo que queria era hacer pis. Silo que queria era lavarme los dientes, quizd afeitarme. Entra al bafio, no cumple con ninguno de estos imperio- sos cometidos, cumple © no cumple, vuelve a responder a la orden interior que Jo impulsa a buscar. Hurga en el botiquin, tira frascos al suelo, rompe alguno, aromas medicinales inva- den el recinto, se corta, nO le presta atencion, busca, hurga, escarba, araiia, revuelve y revisa, se trepa al fiera y esta a punto de resbalar, de partirse el craneo contra é filo, como si fuera un hacha, recupera el equilibrio, no pued dejar de escarbar con desesperacion, como perro tras ut hhueso, como perro ‘adiestrado tras la droga, con hambre di otra cosa. Topa por fin con algo duro. Se detiene. ‘Todo su ser se di 120

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