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Carlos Marx (1818-1883) y Federico Engels (1820-1895).

En las diferenes ideas de Marx y Engels sobre política, Estado, democracia es necesario enfocarlos
en la evolución de sus concepciones filosóficas, económicas y socio-políticas..

En la crítica a la filosofía especulativa, a través de la política como centro de atención, se concentra


en la crítica a la filosofía hegeliana del derecho y a la concepción de éste sobre la relación sociedad-
Estado. La crítica a la inversión de estos dos elementos de la actividad política ayudó a que Marx
pudiera criticar a la dialéctica hegeliana e invertirla. Es importante no olvidar que en estos primeros
años de elaboración teórica, y hasta aproximadamente 1844, Marx utiliza un lenguaje que expresa
conceptos feuerbachianos que lo ayudaban al objetivo propuesto de criticar a la religión y al método
hegeliano de contenido idealista. Sin embargo, no sólo criticó a la filosofía especulativa de Hegel
sino también al teoricismo de Feuerbach que no consideraba a la praxis histórica para la crítica a la
filosofía especulativa.

El Estado fue también calificado por Marx como organización de la sociedad. Desde el punto de
vista político, el Estado y la organización de la sociedad no son dos cosas distintas. El Estado es la
organización de la sociedad y la administración es la actividad organizativa del Estado. Es por ello
que comprende porqué todos los Estados buscan en la administración la causa de sus males y la
solución se vincula con medidas administrativas.

En esta etapa Marx relacionó otros conceptos o valores con el análisis del Estado. Uno de ellos es el
de la emancipación, la que define como "reabsorción del mundo humano, las situaciones y
relaciones en el hombre mismo". Es decir, el dominio por el hombre de las fuerzas sociales y
naturales que lo rodean.

Por otra parte, se puede interpretar de este análisis en la obra de los clásicos del marxismo que la
democracia política, (la cual condiciona la emancipación en esta esfera), debe complementarse con
su manifestación fuera de los marcos de la política. Es decir, la realización de la democracia,
aunque es un fenómeno propio de la actividad política, debe rebasar sus límites y ser analizada de
forma multilateral en su relación con otras formas de la actividad humana. Más que eso, debe verse
a la democracia como un medio para eliminar las condiciones económicas, culturales, sociales que
frenan la emancipación de los individuos.

Este concepto es importante porque ya la existencia social del individuo incluye "su participación
real en el Estado". El vínculo con el Estado no es empírico sino una cualidad esencial, una "cualidad
social". Así mismo, Marx se refiere a la relación entre sociedad civil y Estado en cuanto a la
participación. Según su lógica, si el Estado existe sólo como estado político y la totalidad del Estado
político es el poder legislativo, participar en el poder legislativo es participar en el Estado político.

La relación de la sociedad civil con el Estado político no hay que verla entonces como
contraposición entre una y otro. Considera que cuando los diputados de la sociedad civil se
constituyen en una "asamblea" esta es "la existencia política real y el querer de la sociedad civil".
De acuerdo con esto, sólo cuando se produce la separación del estado político y de la sociedad civil
es que se está produciendo la separación de los diputados y de sus demandantes.

Esta idea fue esencialmente importante para concebir posteriormente el funcionamiento


democrático en el Estado de la dictadura del proletariado donde se produce esta representación de
los intereses y derechos generales de la sociedad por parte de una clase y su vanguardia. Y en el
análisis de las clases que podrían "en nombre de los derechos generales de la sociedad" emancipar
al resto fue que llegó al proletariado, "una clase con cadenas radicales" y que "no reclama
un derecho especial, ya que no es una injusticia especial la que padece sino la injusticia a secas".

Sobre esto en su crítica a Ruge fue categórico en la defensa de la revolución política "con alma
social" y el papel de dicha revolución en el socialismo. Sobre ello escribió:
"La revolución en general- el derrocamiento del poder existente y la disolución de las viejas
relaciones- es un acto político. Sin revolución no puede realizarse el socialismo. Este necesita de
dicho acto político, en cuanto necesita de su destrucción y la disolución. Pero allí donde comienza
su actividad organizadora, allí donde su manifestación, su fin en sí mismo, su alma, el socialismo,
se despoja de su envoltura política". El desarrollo ulterior de las concepciones expuestas por Marx
y Engels sobre el Estado, la política, la democracia se produjo con un hito importante del desarrollo
de su pensamiento filosófico: la elaboración de la Concepción Materialista de la Historia.

La explicación del desarrollo social a partir de sus relaciones materiales, y dentro de ellas las de
producción, permitió entender las verdaderas causas del surgimiento del Estado, la política, la lucha
de clases, la revolución social y el papel de la sociedad socialista en el desarrollo de la democracia
de y para las mayorías, así como, la posibilidad de extinción del Estado y de la democracia como
forma del mismo para lograr la emancipación humana. La lucha de clases fue definida y explicada
también con una comprensión dialéctica- materialista superior a épocas anteriores. La existencia de
las clases se vinculó a "determinadas fases históricas de desarrollo de la producción", su lucha se
vió como medio que conduce "necesariamente a la dictadura del proletariado" y esta dictadura del
proletariado fue definida como "el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una
sociedad sin clases

La comprensión de la vida política de la sociedad se enriqueció con todos estos conceptos, los
cuales permitieron además explicar las relaciones entre el Estado y la Sociedad Civil partiendo de
que la génesis de la actividad política se encuentra en las relaciones materiales de los diferentes
sujetos de la sociedad y por ello debemos remitirnos a la sociedad civil. Una razón para considerar
el carácter transitorio de la política, el Estado democrático burgués y el Estado en general, la
encontramos en la propia caracterización de la política que usan Marx y Engels en sus valoraciones.
La política es considerada como esfera de actuación de las clases sociales en la tarea de conquistar o
mantenerse en el poder. Es por eso que el Estado es considerado una maquinaria para la dominación
de una clase sobre otra y es definido como Estado político.

Es evidente que el surgimiento de otros problemas y contradicciones que son tan importantes como
las que genera la relación trabajo capital; el surgimiento de sujetos y movimientos sociales de gran
actividad e importancia; la desmovilización del proletariado en los países capitalistas por diferentes
razones, hacen plantearse la necesidad de un análisis más contemporáneo de lo que es la política sin
negar la importancia del elemento clasista resaltado por el marxismo clásico y el carácter global que
posee la contradicción trabajo capital.

A las nuevas condiciones hay que agregar las características que ha adquirido el estado de la
transición al socialismo que ha asumido un carácter cada vez más social en cuanto a la naturaleza de
las tareas, el funcionamiento del mismo y la participación de los sujetos. Esto nos hace pensar en la
razón del carácter transitorio del Estado democrático burgués y del Estado y la política entendidos
como lo expuesto por el marxismo clásico. Lo anterior no significa la pérdida de su carácter
clasista, ni la importancia de que con el estado se defiendan los intereses de una clase o grupo social
como las masas trabajadoras o de la sociedad en general, en tanto los intereses de la mayoría
coincidan con los que guían la actividad y el carácter de dicho Estado.

El liberalismo político

El liberalismo es una filosofía política orientada hacia la salvaguardia de la libertad del individuo,
justificación última de la sociedad política. Esta libertad individual no puede depender de la
decisión exclusiva del rey, que tendría la facultad de revocarla; el titular último del poder es el
pueblo. El poder popular, o la soberanía nacional, que es la expresión utilizada, implica la
limitación de las facultades de los reyes, mediante constituciones, en las cuales se consignan las
garantías de los ciudadanos y la división de los poderes, que nunca deben estar concentrados.

Como doctrina, el liberalismo nació en Inglaterra, en la revolución de 1688 , y no dejó de


evolucionar y enriquecerse en contenido teórico hasta el Acta de Reforma de 1867, que amplió
decisivamente la base electoral. La ilustración es todo un símbolo, porque no se deciden ya las
grandes cuestiones políticas en los salones de los palacios o en las cámaras reales sino que se
debaten en los parlamentos. Y quienes se sientan en ellos deben su poder a una decisión libre de los
votantes. Por otra parte los debates parlamentarios exigen a los oradores que previamente estudien
las cuestiones, reúnan datos estadísticos, lean la correspondencia que les remiten los ciudadanos.
Con toda justicia puede afirmarse que en el Parlamento de Londres nació la democracia
contemporánea.

Los ciudadanos no constituyen un conjunto homogéneo sino que se agrupan en partidos, cuyos
líderes pueden acceder, tras el resultado de las elecciones, a los parlamentos. Los pueblos
continentales poseían escasa experiencia del funcionamiento de los partidos, para los que en
principio sólo encontraban un antecedente en el funcionamiento de los clubes de la Revolución
Francesa , pero pronto se forjaron estos grupos de orientaciones divergentes —reaccionarios,
moderados, independientes, revolucionarios— que convierten la vida política en un juego de
tensiones, propaganda y sucesión de programas y gestiones de gobierno.

Liberalismo político (libro)


Liberalismo político

de John Rawls

Género Ensayo y literatura filosófica

Tema(s) Filosofía política

Idioma Inglés

 Columbia University Press


Editorial
Fecha de publicación 1993

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El Liberalismo político es un texto resultado de ocho conferencias dictadas por John Rawls.
Las primeras tres datan de abril de 1980, y fueron pronunciadas en la Universidad de
Columbia. Estas se refieren a la explicación del trasfondo filosófico del liberalismo político en
el marco de la razón práctica. Las segundas tres, tratan ideas como la del consenso
traslapado, la de la prioridad de lo justo y su relación con las ideas del bien, y la idea de la
razón pública. Posteriormente redactó tres conferencias adicionales sobre el liberalismo
político, las cuales utilizó para unificar el material de las primeras 6 conferencias.
La versión en español fue publicada por el Fondo de Cultura Económica, en el año 1995. Ha
sido reimpreso varias veces, así como otras editoriales, lo han publicado.

Índice
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 1Introducción
 2Contenido
 3Críticas
 4Bibliografía

Introducción[editar]
El autor reconoce que en su libro anterior, Teoría de la justicia,las sociedades modernas se
caracterizan por tener varias doctrinas razonables que no necesariamente son compatibles
entre sí, ni aceptadas en un consenso por todos o casi todos los ciudadanos.
En Liberalismo político, comienza a hacer distinciones entre las doctrinas filosóficas, morales y
políticas, tanto razonables como no razonables. En el mismo, se presupone que la pluralidad
de doctrinas en una sociedad es simplemente el resultado del razonamiento humano dentro
del régimen democrático, y que las doctrinas comprensivas razonables no rechazan los
principios esenciales del razonar. El liberalismo político, con su pluralidad en las doctrinas, se
originó a raíz de la Reforma religiosa en los siglos XVI y XVII, que trajo la libertad de
conciencia y de pensamiento.
El liberalismo político no intenta encarar temas morales que dividen las múltiples doctrinas en
la sociedad, ya que la filosofía moral, únicamente le concierne, si llega a afectar el trasfondo
cultural y las doctrinas comprensivas que apoyan al régimen institucional.

Contenido[editar]
La Estructura Básica como Objeto
John Rawls plantea que toda sociedad requiere la existencia, de lo que él denomina,
la “Estructura Básica”, sobre la cual emerge una teoría de justicia, utilitarismo, moralismo y
teoría libertaria. Rawls parte idealmente del hecho que, las personas son morales, libres e
iguales; la actuación se basa en una concepción del bien con capacidad de entendimiento.
La estructura básica, está integrada por componentes como: la familia, la organización de la
economía, las formas de propiedad e instituciones como la iglesia y las universidades. Todo
ello, determina relaciones sociales independientes de ciudadanos entrelazados en un Pacto
Social, equilibrado mediante una mano invisible que supera las desigualdades de los menos
favorecidos. A tal pacto se pertenece por nacer en la sociedad, por tanto su participación es
voluntaria y natural. Basado en la teoría libertaria, considera que el Estado es un ente más de
la estructura básica y que su misión solo se refiere a la atención de las instituciones sociales,
sin perturbar la economía y las libertades individuales. Es ahistórico y señala que de un estado
de naturaleza abundante, los hombres tomaron lo que necesitaban y lo fueron heredando en
el tiempo, por consiguiente no hay injusticia con la propiedad de los medios de producción;
pero que la teoría de la justicia sobre los principios de que cada persona tiene el mismo
derecho en un amplio esquema de libertades, puede ir corrigiendo las desigualdades sociales,
para que mayores beneficios se otorguen a los menos privilegiados.
Constructivismo Político
Los principios de la justicia política son consecuencia de un procedimiento de construcción en
el que las personas racionales (o sus representantes), sujetas a condiciones razonables,
adoptan los principios que regulan la estructura básica de la sociedad. El constructivismo
forma parte del liberalismo político, ocupándose de lo concerniente a lo político. Es a su vez,
un punto de vista en cuanto a la estructura y el contenido de una concepción política. Indica en
cuanto se logra el equilibrio reflexivo, que los principios de la justicia política (el contenido)
puedan presentarse como el resultado de cierto procedimiento de construcción. El
constructivismo político de Rawls, supone que puede haber acuerdos políticos al margen de
valores morales extensos, al interior de los individuos. Tanto el pluralismo razonable y la
necesidad de tener una sociedad democrática para asegurar la posibilidad de un consenso
traslapado acerca de sus valores políticos fundamentales forman parte del significado del
constructivismo político.
Características del Constructivismo Político
Existen algunas características del constructivismo político que difieren del intuicionismo
racional como por ejemplo: • Que utiliza una concepción bastante compleja de la persona y de
la sociedad para dar forma y estructura a su construcción. • Especifica una idea de lo
razonable y aplica la misma a varios sujetos, siendo ellos: juicios, fundamentos, personas,
instituciones, principios y concepciones. • Los principios de la justicia política pueden ser
representados como resultado de un procedimiento de construcción, en el cual los agentes
racionales seleccionan los principios para regular la estructura básica de la sociedad. • La
razón práctica es la base para la construcción del procedimiento.
El Constructivismo Moral de Kant
Entre el constructivismo moral de Kant y el constructivismo político de Rawls, existen algunas
diferencias. Tales como el hecho de que la doctrina de Kant es un punto de vista moral
comprensivo, en que el ideal de autonomía tiene un papel regulador para toda la vida mientras
en Rawls no sobrepasa el acuerdo político. Otra de las diferencias, es que el constructivismo
moral de Kant tiene su fundamento en su filosofía del conocimiento idealista, mientras que
Rawls no asume ninguna posición epistemológica. Así, el constructivismo de Kant es más
profundo; sin embargo, el constructivismo político, acepta el punto de vista de Kant, en cuanto
a que los principios de la práctica, se originan en nuestra conciencia moral informada por la
razón práctica.
Tres Concepciones de Objetividad:
La objetividad puede ser concebida desde tres puntos de vista diferentes: el constructivismo
moral de Kant; el intuicionismo racional; y, el constructivismo político. Rawls sostiene que este
último, tiene un mayor poder explicativo para dilucidar la práctica política, por las siguientes
razones: Primero: Una concepción de la objetividad debe establecer un marco público de
pensamiento que sea suficiente para que el concepto del juicio se aplique y para que se llegue
a conclusiones fundamentadas en la razón y en la evidencia. Segundo: Resulta definitivo el
juicio que apunta hacia lo razonable o hacia lo verdadero según sea el caso. Tercero: La
concepción de objetividad debe especificar un orden de razones que se obtengan de sus
principios y criterios, y debe asignar estas razones a agentes, individuales o corporativos
como razones que deberán ponderar y que deberán guiarlos en ciertas circunstancias Cuarto:
Debe distinguir el punto de vista objetivo del punto de vista de cualquier agente particular o
cualquier grupo de agentes en cualquier momento o circunstancia. Quinto: La objetividad toma
en cuenta el acuerdo en el juicio entre los agentes razonables.
La idea de un consenso entrecruzado
La idea de un consenso entrecruzado describe como el
mismo en los terrenos políticos es, sus características, y lo
que no debe ser, ni indiferente ni escéptico. De esta
manera, el autor comienza describiendo la posibilidad del
liberalismo político, como una distinción de justicia y un
antecedente para la existencia de un consenso
entrecruzado. Así el liberalismo político se da sobre la
base de una existencia de un régimen constitucional bien
ordenado y basado en dos puntos: la resolución de los
elementos constitucionales esenciales en materia de
justicia básica que puedan resolverse apelando a los
valores políticos y, el segundo, que los valores políticos
expresados por sus principales ideales tengan el
suficiente peso para prevalecer sobre todos los demás
valores que podrían entrar en conflicto con ellos. Después
Rawls presenta una relación de la concepción política con
la estabilidad; diciendo que la misma es una característica
puramente práctica ya que si fracasa en estabilidad es
inútil tratarla y se debe de tomar en cuenta las clases de
inestabilidad y la naturaleza de las fuerzas que la
consolidan. En un siguiente apartado, el autor presenta las
tres características de un consenso entrecruzado: El
consenso de doctrinas comprehensivas razonables, la
unidad social no debe de basarse en la idea de consenso
entrecruzado, y la idea de someter el consenso
entrecruzado mismo a la idea de pluralismo razonable.
Por otra parte, el autor dice que el consenso entrecruzado
no de debe ser ni indiferente ni escéptico, deviniendo el
mismo de la justicia debiendo aplicar los principios de la
tolerancia y de libertad de conciencia. Finalmente, Rawls
discute cómo una concepción política no necesita ser
comprehensiva, ya que los valores políticos deben de
alguna forma prevalecer sobre los demás para la
existencia de un régimen constitucional y la disminución
de conflictos en la sociedad. Después, se describen los
pasos hacia un consenso constitucional, que busca
enmendar las dificultades utópicas del consenso
entrecruzado aplicando el mismo a un solo ente que
busca ser universal para el estado. Finalmente, se
presenta los pasos para un consenso entrecruzado que se
basan en las ideas de justicia como imparcialidad como
una concepción política.
La Idea de la Razón Pública
La “razón pública” es el criterio demarcador que permite
distinguir qué elementos pueden ser asumidos en el debate
político y cuáles deben ser excluidos en virtud de estar
vinculados con doctrinas comprehensivas del bien, sea a nivel
ético-moral o religioso. Las doctrinas comprehensivas ofrecen
un abanico de respuestas globales a las cuestiones
fundamentales de la vida humana, creando así convicciones
que regularmente están en contraposición entre sí. El ethos
liberal moderno reconoce esta pluralidad de convicciones e
invita a que las personas sean tolerantes entre sí, para así
evitar daños a la convivencia pacífica, la justicia y la libertad
entre los hombres. Mediante la “razón pública”, los
ciudadanos poseen criterios claros para alcanzar acuerdos
que responden al interés social y comprender los motivos
sobre decisiones socialmente trascendentes.
El concepto de “razón publica” se apoya sobre dos premisas:
a) los ciudadanos son libres e iguales y que son capaces de
regular su comportamiento de acuerdo a concepciones
racionales del bien y, b)la sociedad es un sistema
justo/equitativo de cooperación entre ciudadanos libres e
iguales capaces de elaborar una concepción política de la
justicia.

Críticas[editar]
Se ha acusado a Rawls de mantenerse en el utilitarismo
clásico. En ese sentido, las instituciones más importantes de
la sociedad están dispuestas de tal modo que obtienen el
equilibrio neto de satisfacción distribuido entre todos los
individuos pertenecientes a ella, entonces la sociedad esta
correcta, es ordenada y justa. Según algunas personas, tal
posición es una falta de respeto hacia los individuos; pues,
una persona no es considera como valiosa y digna de
protección por derecho propio; por ende, tienen que aceptar
bajos niveles de utilidad, siempre y cuando, forme parte del
esquema que maximiza su utilidad total.
Otras críticas indican que Rawls no considera externalidades
que aportan forma negativa, como la pobreza, corrupción,
violencia, estados débiles, hambre, desempleo, que muchas
veces son toleradas porque no afectan la línea de los
derechos básicos.

Los siguientes son críticas textuales de varios autores:

"Es preciso entender el cometido de la serie de trabajos


iniciada en 1972, que culminaría con la publicación de
Political liberalism en 1993. La defensa del liberalismo político
no supondría, sin embargo, un desmentido de la
argumentación moral de su teoría de la justicia, aunque sí
volvería a abrir el debate sobre su adecuación. De esta forma,
el trabajo pone de manifiesto que la formulación rawlsiana de
un liberalismo político, en la tradición del liberalismo social de
John Stuart Mill, no sólo no contradice, sino que exige con
plena coherencia la defensa del universalismo moral de su
teoría de la justicia. Así como del igualitarismo de los
derechos que ésta supone. El cambio de registro en su
argumentación viene motivado por el intento de dar respuesta
al problema del pluralismo político generado por las
democracias liberales."
Cfr. http://biblioteca.universia.net/ficha.do?id=38572059

"El liberalismo político ha generado un conjunto sorprendente


de los debates contemporáneos en liberalismo. Esto es
perfectamente comprensible, para el debate post rawlsiano el
cual a planteado cuestiones de profundo significado para la
sociedad contemporánea (es decir, la situación actual de los
radicales, Culturales y religiosos y el pluralismo étnico), y
cabe duda de que las cuestiones planteadas por Rawls
acerca de la ciudadanía liberal y de cómo se debe dar cabida
a las formas liberales de la religión es totalmente digno de la
atención que han recibido de los políticos filósofos.
"Liberalismo político" es un texto sorprendente que tal vez ha
recibido menos atención en la literatura referente a los méritos
de Rawls.(...)"

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Liberalismo político

Enviado por yaryarheber

John Rawls

Elementos básicos

Los poderes de los ciudadanos y su representación

Constructivismo político

Tres ideas fundamentales

Prioridad de lo justo e ideas del bien

La idea de la razón pública

La estructura básica como objeto

INTRODUCCION

El Contrato Social de Rosseau ha sido la doctrina por la cual las relaciones en sociedad se han
regido. De su teoría se deriva libertad, igualdad y fraternidad como símbolo de unidad e
identificación nacional. Pero John Rawls busca en su propuesta que la justicia vaya más allá de la
libertad social, busca una justicia equitativa dentro de una sociedad desigual cuyo método de
impartición de justicia produce precisamente eso, la injusticia, a la cual Rawls pretende encasillar
dentro de un pensamiento superior al concepto de utilitarismo. Si bien es cierto que la equidad en la
justicia está garantizada por la ley, también es cierto que la sociedad de nuestro país no está educada
para llevar a cabo estos principios y mucho menos las instituciones de justicia, por que visto está
que el principal obstáculo para llevar a buen término la propuesta de Rawls es la corrupción.

Las sociedades contemporáneas con un régimen democrático de gobierno supuestamente basan su


convivencia en la tolerancia y el respeto a las diferentes doctrinas religiosas, morales, étnicas y
lingüísticas. Sin embargo, la doctrina política tiene la responsabilidad de establecer normas que
incluyan todas las filosofías de manera que no socaven la integridad de ninguna de ellas. Por lo
anterior el liberalismo político verá su trabajo cada vez más complicado debido principalmente a la
globalización, ya que este proceso es irreversible y excluyente, volvemos entonces a la pregunta
fundamental del liberalismo político, ¿cómo establecer un sistema equitativo de la justicia dentro de
un proceso económico cuyo principal producto es la desigualdad? Podemos proyectar que el
concepto de regímenes democráticos cambiará sustancialmente su contenido paralelamente al
concepto de soberanía, ya que la democracia se sustenta en la soberanía de los pueblos y esta
soberanía está cada vez más minimizada dentro del contexto político mundial. Rawls sustenta
demasiado su propuesta en las cuestiones políticas fundamentales, pero ¿cuáles son las cuestiones
políticas fundamentales para cada nación que integra un Estado-región?

En la ex-Yugoslavia, vimos con pesar que la religión fue el principal obstáculo para continuar con
un contrato social de respeto y tolerancia tal y como lo deseaba Rosseau, también era un claro
ejemplo de la justicia equitativa y del liberalismo político como lo propone Rawls. Pero las
doctrinas religiosas son las que han llevado a la humanidad a las peores guerras de las que se tengan
memoria, por supuesto que sus intereses serán defendidos hasta la muerte y justificadas ya sea en
nombre de Dios, Alá, Buda, el Dalai Lama o Juan Diego, cualquiera que sea su icono de idolatría.
En el mundo occidental, la lucha será entre católicos y protestantes. En ambos casos, los intereses
de grupo y los intereses de clase serán los opositores. Las reformas a las doctrinas religiosas que se
han llevado a cabo a partir de la traducción de la Biblia por Martín Luthero, separaron al mundo
occidental en dos partes; la primera que siguió bajo la dominación ideológica del Vaticano,
mientras que la reformista cambió su ideología de aceptación del autosacrificio por la aceptación de
que la búsqueda de una vida mejor no tenía por que ser sancionada por Dios. Podemos identificar en
ambos casos las tendencias de gobierno que cada una lleva. La primera con un órgano de control
centralizado, impositivo, oligárquico y excluyente en donde los viles mortales no tienen los medios
para comunicarse con Dios y lo tienen que hacer por medio de otras personas quienes si tienen la
gracia para hablar con Dios. En el segundo caso, la facultad de hablar con Dios es otorgada a cada
uno y no dependen de alguien que les castigue o sancione por su osadía de comunicarse con Dios.

Dentro de la visión vaticana esto se considera como un desastre, puesto que la mitad del mundo
católico que aportaba recur$o$ cambió el destino de los mismos. Pero al interior de la filosofía
protestante, esta liberación religiosa es al mismo tiempo una liberación tanto del pensamiento como
de las acciones. No tenemos otra interpretación más objetiva al pensamiento liberal del ser humano.
Pero en sí, las reformas fueron por cambios en las formas de gobierno. Si pudiéramos hacer una
comparación, podríamos decir que el proceso de globalización actual se asemeja al proceso de
modernización de los modos de producción. Entonces la globalización que tanto nos asusta no es un
elemento nuevo dentro de la evolución social. Más aún, me atrevo a decir que es un proceso que se
ha presentado y se presentará a lo largo de la historia del hombre y que inició con la invención del
trabajo puesto que de ahí surge la clasificación del mismo, la estratificación de la sociedad y el
establecimiento de los liderazgos y grupos de poder aunque no se hubieran entendido como tales.

Pero volviendo a Rawls, analizando su teoría interpretamos que la democracia no significa libertad.
No hay nada más falso. Por lo tanto el liberalismo político no será un fin que buscar como medio de
convivencia armoniosa, sino una adecuación de las circunstancias políticas, económicas, sociales,
religiosas, étnicas y hasta sexistas de una época particular. Rawls realiza su trabajo en los años 80’s,
cuando el imperialismo capitalista se encuentra saliendo de la crisis mundial del petróleo y los
sistemas económicos mundiales están en plena crisis. Particularmente en nuestro país salíamos de
un régimen de gobierno totalitario y lo que se consideró como el último gobierno de la revolución,
para entrar en una etapa de adecuación de la economía que nos envolvía y expulsaba de los
mercados mundiales.

ELEMENTOS BÁSICOS
¿Podemos hablar de los fundamentos de la justicia política en una sociedad democrática, cuando no
entendemos aún lo que es la democracia? Rawls establece tajantemente que …"la política de una
sociedad democrática siempre está marcada por una diversidad de doctrinas religiosas, filosóficas y
morales opuestas entre sí e irreconciliables"... Rawls indica que

…"cada persona tiene igual derecho a exigir un esquema de derechos y libertades básicas"…

…"Las desigualdades sociales y económicas solo se justifican por dos condiciones: en primer lugar
estarán relacionadas con puestos y cargos abiertos a todos en condiciones de justa igualdad de
oportunidades; en segundo lugar, estas posiciones y estos cargos deberán ejercerse en el máximo
beneficio de los integrantes de la sociedad menos privilegiados"…

Las propuestas de Rawls atienden más a la República de Platón que a los principios de igualdad de
Marx. Pero en ninguno de los enunciados anteriores las condiciones mínimas de desarrollo social
permiten estos supuestos dada la competencia y naturaleza del ser humano. Sobre todo por que está
en completa oposición con Hobbes, ya que el ser humano buscará por propia naturaleza dominar
tanto su entorno ecosistémico como social.

La democracia pasa de ser un sistema de gobierno a ser un método de control y evaluación de


gobierno. Ahora, si dirigimos nuestro estudio hacia la sociedad civil, sus intereses y proyectos,
vemos que los gobiernos incapaces de enfrentar los procesos económicos mundiales sufren una
migración que aleja sus programas de todo objetivo productivo, lo cual los hace más débiles y
vulnerables ante las potencias capitalistas. Rawls nuevamente dice…"sus integrantes ingresan a ella
sólo por nacimiento y salen de ella sólo al morir". ¿Entonces esta migración que representa? Vemos
en el anterior periodo de gobierno de Bush que una mexicana era la Secretaria del Tesoro de los
Estados Unidos. ¿Se cumple entonces la propuesta de Rawls?

Quizá se refiere a que los ciudadanos aceptan de facto las normas de orden social en la cual están
contenidas las normas de cada uno de los grupos que la integran. Pero entonces estará sustentada en
el orden moral que se traslada al orden político si son aplicables universalmente a todos los
ciudadanos, lo cual nos empuja hacia una sociedad justa en la cual la cooperación se establece por
un tiempo indeterminado. Nace la cooperación social entendida como el bien común. Derivado de
ello, las instituciones de gobierno y las organizaciones sociales conviven en actividades coordinadas
bajo condiciones de cooperación equitativas. De esta forma, la reciprocidad se establece como
principio altruista mediante el cual la sociedad y justicia equitativa de Rawls pueden existir. Pero
¿llegaremos a la posición original?.

Para alcanzarla, se deben eliminar las ventajas dentro de las negociaciones que rigen la economía.
¿Quizá Rawls nos está acercando al comunismo? Define así un desarrollo hipotético de sociedad y
no un desarrollo histórico, puesto que el desempeño de unos no puede ser copado y mucho menos
ignorado ante la incapacidad de otros. ¿En donde queda entonces el esfuerzo intelectual del
pensamiento libre?. ¿Su puede establecer una sociedad contemporánea cuyos principios
fundamentales de convivencia no reconocen el desarrollo individual? Rawls establece que …"toda
asociación tiene fines determinados, no así las sociedades democráticas"… De acuerdo a Max
Webber, la organización tiene por finalidad establecer los métodos de control de la sociedad hacia
la cual esté dirigida. Entonces ¿la democracia tiene una finalidad o no la tiene? La democracia
sustenta como principio fundamental la organización política y la justicia equitativa, la convivencia
armoniosa y el desarrollo social y humano de sus miembros. Sin embargo es presa de las
ambiciones de sus lideres y los intereses de clase más que de sociedad o grupo. En nuestro país
crecimos con la imagen de una persona superpudiente alrededor de la cual giran los destinos de
todos nosotros y aún más, de nuestra descendencia. Como podemos entonces implantar el
pensamiento rawlsiano en una cultura política de sumisión y cuya comprensión sólo es posible con
la identificación de esa imagen dominante. Además, la historia política de este país se desarrolló a
través del caciquismo, que hasta la fecha está presente disfrazado en sectores de organización o
control a través del cual, el país es repartido a cada grupo de estos caciques de acuerdo de su
potencial de acción militar en su inicio, ahora transformado ese potencial en presión económica que
puede provocar levantamientos sociales.

LOS PODERES DE LOS CIUDADANOS Y SU REPRESENTACIÓN


¿Puede haber justicia y equidad social sin tolerancia? La garantía de equidad debe contemplar la
diversidad de pensamientos e intereses presentes en cada estrato de la clasificación social. De nueva
cuenta, Rawls pretende hacer una clasificación de la sociedad en razonables e irrazonables. Pero
¿cuál es el parámetro por medio del cual comprendemos cada una? Debemos considerar una
reforma al contrato social para comprender esta teoría rawlsiana. Según nuestro controvertido autor,
…"las personas razonables no las motiva el bien general como tal, sino el deseo mismo de que hay
un mundo social en que ellas, como ciudadanos libres e iguales, puedan cooperar con los demás en
términos que todos puedan aceptar"…entonces el grado de pensamiento razonables estará sujeto a
la aprobación de los demás miembros de la sociedad. Ahora, es tajante al igual cuando dice que
…"las personas son irrazonables en el mismo aspecto básico cuando planean comprometerse en
esquemas de cooperación, pero no están dispuestos a honrar, ni siquiera a proponer, excepto como
una simulación pública necesaria, ningún principio general o normas para especificar los términos
justos de la cooperación"…¿es irrazonable obtener algún beneficio correspondiente al esfuerzo de
nuestro trabajo?

Más importante que la calificación de la sociedad a nuestros pensamientos, la calidad moral del
individuo recae en las consecuencias de sus actos. Pero nuevamente la moral va en relación con los
intereses que se persigan. En su Teoría de la justicia, Rawls deforma la moral y lo justo, ya que en
su afán de encontrar un método de convivencia armoniosa y equitativa, suplanta lo justo
supeditando su legitimidad a la aceptación moral de los actos; entonces ¿en donde queda el
pensamiento racional o razonable del hombre en sociedad?. En otras palabras, lo razonable implica
el interés de más de dos personas, merma el beneficio individual y lo encontramos en el ámbito
público. Lo racional representa el beneficio de uno solo y por lo tanto no es considerado como
moral dentro de la concepción equitativa de la justicia en la Teoría de la justicia de Rawls, ya que
no es de reconocimiento universal. La historia del hombre nos indica que todas estas
consideraciones, que bien pueden ser calificadas como justas y equitativas, no se han podido
implantar en dos mil años de historia contemporánea, por lo tanto la posición original de Rawls es
un mero idealismo del cual se pueden obtener supuestos valorativos, pero solo eso, supuestos.

Dejemos ahora la calificación y clasificación de la sociedad. Veamos su derivación en la sociedad


política, que implica sanciones coercitivas dada la existencia de un órgano de gobierno restrictivo,
cuyas instituciones están abiertas al escrutinio público. Mediante esta dualidad, la sociedad civil
acepta al gobierno en tanto que éste cumpla con los objetivos que la sociedad demanda. Su
desarrollo ha llevado a la instauración de sistemas de gobierno acordes a las características propias
de cada sociedad, las cuales son tan variables como naciones han experimentado cambios en ellos.
En cualquier caso, una sociedad ordenada estará regida por orden en la concepción pública de la
justicia la cual debe cumplir con tres principios fundamentales:

El reconocimiento y la aceptación de los principios públicos de la justicia.

Creencias generales por medio de las cuales se aceptan estos principios. Su relación y
funcionamiento con el orden social.

Justificación plena y aceptada de las sanciones y la cualidad de órgano restrictivo, como es el


Estado.

Si se cumplen estos puntos, los enfrentamientos entre sociedad civil y Estado serán para acordar la
legitimación de las normas de conducta en cuyas libertades implican las obligaciones de ambas
partes, así como las sanciones correspondientes, lo cual les otorga autonomía y que se puede
interpretar como un contrato social cuyo principal producto son los derechos y libertades del
hombre y del gobierno.

Así, la aceptación pública de los principios de justicia que llevados a su máxima aplicación pueden
hacer realidad la posición original de Rawls, serán más estables ante la vulnerabilidad que
representa el pluralismo social, étnico, religioso y filosófico que componen cada sociedad. Pero que
ésta interpretación política del orden civil sea la mejor para llegar a la sociedad armoniosa no
garantiza de ninguna forma la factibilidad de su aplicación.

CONSTRUCTIVISMO Político

El constructivismo político implica la acción política de la sociedad y representa un punto de vista


de la estructura y el contenido de la doctrina política. En el converge el pensamiento libre, ya sea
razonable o racional, los valores fundamentales del hombre y los poderes del Estado otorgados por
la sociedad. Todos ellos contenidos dentro de las normas de orden reconocidas por todos los actores
políticos.

La primera y fundamental característica del constructivismo la representa la autonomía como


regulador permanente, siempre y cuando esta autonomía se base en la razón práctica que prescribe
los valores morales y políticos. ¿Por que la razón práctica? Por que a partir de ella se inicia la
reflexión filosófica del pensamiento positivo, el cual es el inicio la realidad total que se compone
del intuicionismo racional, que establece el marco público de pensamiento suficiente para que el
concepto de juicio se aplique y llegue e conclusiones fundamentales en la razón y la evidencia para
que nuestro punto de vista sea objetivo con el punto de vista público. Llegamos entonces al
constructivismo como coyuntura del pensamiento racional independiente de la teoría.

Desde sus partes integrales, vemos que el constructivismo político lleva inherente el pensamiento
individual por encima del pensamiento social. Entonces no tiene cabida la posición original de
Rawls y si el constructivismo político es la norma en la sociedad contemporánea, ¿cómo encontrar
una teoría que se considere justa y equitativa que sea aplicable en nuestros tiempos? El
constructivismo atiende más a las causalidades que las casualidades, dada la naturaleza del ser
humano de cambiar constante y permanentemente su entorno. Los hechos se vinculan entre sí
derivados de circunstancias creadas por ciudadanos tanto racionales como razonables en un
supuesto sistema justo de cooperación. En sí, el constructivismo político nos da toda la justificación
y explicación acerca de sus principios y juicios, entendidos estos últimos como la interpretación de
la realidad de acuerdo al punto de vista individual, es decir, de acuerdo al pensamiento racional.

Dentro del liberalismo político que conlleva la libertad y diversidad de pensamiento, la mayoría de
ciudadanos atenderán al pensamiento razonable por lo cual los juicios morales supuestamente serán
positivos y acordes a las necesidades de la sociedad. Esto podría ser el inicio de la posición original,
que llevada al máximo en una sociedad justa y equitativa puede ordenar el pensamiento y
determinar las tendencias filosóficas imperantes.

TRES IDEAS FUNDAMENTALES


Rawls inicia esta parte con la identificación de un consenso traslapado. Pretende hacer de la justicia
un método equitativo repartiendo dentro de la sociedad las responsabilidades de participar en un
orden controlado por el Estado, aduciendo que dicha sociedad tiene la facultad de crear los
mecanismos necesarios para que el Estado tenga los medios para actuar por el bien de la sociedad.
Entonces su concepto traslapado no es otra cosa que la justificación de la existencia del Estado por
medio de sus instituciones y el control que ejerce sobre la sociedad. Al repartir las
responsabilidades y por supuesto montar en organismos y grupos sociales las responsabilidades de
las instituciones incapaces de enfrentar sus responsabilidades, según Rawls, se crean grupos de
hombres políticos dentro de sociedades democráticas. Pero a lo largo de este ensayo hemos
argumentado que la democracia no es sinónimo de justicia y tampoco de equidad. La justicia
imparcial tampoco representa libertad de pensamiento. Puede coadyuvar a mejorar las relaciones
entre los diversos grupos existentes dentro de la sociedad, pero ello no garantiza que la justicia sea
respetada ni mucho menos acatada si en verdad el pensamiento libre fuera el sustento del
comportamiento del hombre en sociedad.

El mejor argumento que Rawls propone es la aceptación general de las leyes por parte de la
sociedad, la cual tiene distintas doctrinas de comportamiento y su concepción del bien es en exceso
particular para defender que una sociedad democrática es justa. Un régimen democrático se ostenta
como constitucional y tiene básicamente dos características:

Es una relación de varios grupos sociales en la que se entra al nacer y se sale solo al morir.

El poder político siempre será coercitivo respaldado por los órganos de represión del gobierno
dentro de los cuales incluimos al propio sistema de impartición de justicia y todos sus elementos
como son los ministerios públicos, los secretarios de acuerdo, dictaminadores, proyectistas y por
supuesto jueces y magistrados.

Si la justicia fuera en verdad imparcial, la impartición de justicia y los métodos para seleccionar a
quienes llevarán a cabo esta labor serían procesos abiertos al escrutinio público. Sin embargo, el
hecho de que en nuestro país el sistema de impartición de justicia se encontrara supeditado al Poder
Ejecutivo trastocó a la Constitución en su más profunda justificación como es la separación y el
equilibrio de poderes. Aunado a esto, todos sabemos que no hay nada peor que tener asuntos con las
agencias del ministerio público. Hemos sido testigos de que el verdadero poder para equilibrar la
justicia y su sistema de impartición es la organización de la sociedad civil. Pero hasta aquí tenemos
dificultades, ya que la libertad de pensamiento o el pensamiento del liberalismo político atendiendo
a Hobbes que nos dice que el hombre es un animal político y siempre lo será mientras viva en
sociedad, hacen que la equidad de la justicia se complique debido al pensamiento racional y
razonable, que no tienen la misma finalidad y por consecuencia tampoco tendrán los mismos
intereses.

Para lograr el mayor orden posible, debemos encontrar la forma de conciliar todos los intereses y
doctrinas políticas, religiosas y todas aquellas que influyan en el pensamiento del ser humano, para
lo cual se crearon las Constituciones como forma de reconocimiento a la existencia del Estado
como órgano rector del bienestar y la sana convivencia social. Así también se legitimó el uso de la
represión por parte del Estado y el porqué de que a algunos ciudadanos se les excluyera de estas
sanciones, como son los diputados, los senadores y todo aquel servidor público cuyas funciones
sean inherentes al cuidado del bienestar social. Rawls atribuye a la Constitución como el medio por
el cual se puede lograr el liberalismo político, pues en ella se encuentra supuestamente el ideal de
justicia reconocido por todos los ciudadanos. Pero para que la Constitución sea la convergencia
entre sociedad y Estado por medio del liberalismo político, es necesario contar con dos elementos
primordiales:

Las divergencias en cuanto a la justicia deben poder ser resueltas mediante valores políticos y su
representación.

Estos valores políticos deben ser superiores a todos los valores morales en lid.

Pero ¿qué peso tiene en verdad la representación social como medio de solución de conflictos,
cuando el Estado debe desatender algunos valores para atender a otros? Las acciones del Estado
deben encontrarse al alcance de todos los actores tanto políticos como no políticos mediante los
canales adecuados. Según Rawls, la existencia de instituciones es parte de la imparcialidad de la
justicia, pero en verdad las instituciones ¿son justas e imparciales?. Se supone que las instituciones
son justas e imparciales en la medida en que considera dentro de sus ideales los principios de la
razón práctica, ya que el sentido de justicia de los ciudadanos es superior a las tendencias normales
de la injusticia. La estabilidad se fundamenta entonces en que todos los ciudadanos acepten los
preceptos razonables y racionales desde el punto de vista liberal político dirigido a la razón pública.
Lo importante no es en sí que se atiendan los conceptos de estabilidad, justicia e imparcialidad de
todos los ciudadanos, sino encontrar la manera de actuar en concordancia a todas ellas y que las
sanciones aplicadas en caso necesario sean aceptadas generalmente. El liberalismo político debe
atender esta diversidad como marco de las instituciones. El pluralismo no es un obstáculo sino el
marco en el que deben actuar las instituciones aceptando todas las doctrinas sociales, aún las
irracionales, inconciliables en incluso las violentas. Este es un principio de la democracia como
justificación de la equidad, ya que la justicia debe presentarse independiente a todas ellas
equilibrando todos los puntos de vista y los valores morales y políticos. Pero la sociedad solo se
puede entender a través de su modus vivendi como dice Rawls. Por esta razón las instituciones
deben estar cerca de los grupos más numerosos, ya que si estos forman la mayoría social serán
también el medio de justificación de las acciones del Estado puesto que tiene los medios para hacer
que converjan todos los puntos de vista de los ciudadanos.

Pero cuando el pensamiento individual es traslapado, la expectativa de encontrar un consenso


estable se vuelve igual de lejana que la justicia misma. Los intereses individuales o de grupo no
encuentran respuesta en las instituciones por más que el Estado quiera contener las situaciones. Tan
simple como recordar Sarajevo en los años de 1990 a 2000. Los intereses civiles y religiosos
derrumbaron la estabilidad política y no bastó ningún consenso, ningún argumento de convergencia
fue suficiente. La irracionalidad de las doctrinas sociales superaron o mejor dicho, para entenderlo
de acuerdo a nuestro texto, traslaparon la capacidad del Estado y no solo del Estado yugoslavo, sino
de otros estados que buscaron una solución imparcial al conflicto. El desorden y la incapacidad
hasta de la O.N.U. llegó a tal grado, que la unificación nacional quedó desintegrada y la separación
racial, étnica, religiosa, política y de justicia fue la medida de entendimiento imparcial dentro de la
región, por que no solo fue Yugoslavia, también Checoslovaquia y algunas otras naciones.

Los mas cercano que tenemos a una justicia imparcial dentro de un Estado democrático, es la
libertad de pensamiento ya que la libertad de acción siempre estará limitada por el equilibrio de
intereses dentro de la denominada razón pública. Pero la razón pública no sólo es la aceptación de
una cooperación social justa, sino el respeto por la pluralidad de los valores políticos. Rawls
menciona que "…no existen suficientes fuerzas políticas, sociales o psicológicas para lograr un
consenso traslapado, ni para hacer que el consenso sea estable"… en lo que estoy de acuerdo, por
que los principios liberales acerca de la justicia deben atender al modus vivendi y por lo tanto la
pluralidad siempre será el factor de conciliación política. Esto nos dice que la mayoría de los
ciudadanos no ven a la justicia como algo incorporado a su modus vivendi, no tienen conexión con
ella y sus principios les son ajenos, viven dentro de un Estado que según Rawls solo pueden salir de
éste con la muerte, en el cual aceptan la Constitución sin comprenderla y más aún, sin saber que son
parte de ella en lo que compete a la soberanía aunque se defienda la aceptación universal legítima
de su contenido político y jurídico.

Pero las disyuntivas sociales quedan en segundo lugar ante las disyuntivas políticas. La falta de
consenso político impide la cohesión del pensamiento libre, por lo cual la legislación que debe
abarcar todos los temas esenciales e importantes de la sociedad no será capaz de solucionar los
conflictos y por lo tanto, por más que se mencione el Estado democrático, su Constitución no será
suficiente para mantener el equilibrio y mucho menos la equidad y la imparcialidad de la justicia,
que quedará al margen de los grupos de poder que desconocen el modus vivendi de la sociedad.

PRIORIDAD DE LO JUSTO E IDEAS DEL BIEN

A pesar de lo que dice Rawls al inicio de esta parte del texto, lo justo no tiene el mismo significado
que el bien. Si bien es cierto que no podemos separar ambos conceptos cuando se busca el
equilibrio y la justicia, también es cierto que la prioridad en alguno de estos determinará la
prioridad de atención. La cualidad de justo o bien es un asunto de perspectiva y dentro de la justicia
se deforma en un asunto de proyectiva. ¿Se puede comprender el exceso de ingresos de la parte
minoritaria de la población ante la aberrante distancia en cuanto a la cantidad de ingresos de la
mayor parte de la sociedad, de los desposeídos? Las doctrinas políticas siempre serán parciales así
como la interpretación de la justicia sin importar a quien se beneficie. Sin embargo, una de las
características del Estado es precisamente provocar la aceptación de la desigualdad como una forma
de bien común ante la incapacidad de sus instituciones de dar respuesta favorable a las demandas
sociales, de esta forma se obtiene una sociedad política ordenada cuyos valores morales son acordes
a su situación social y política sometiendo así las carencias de atención a la aceptación de lo justo
controlando las variantes que pueden ser:

Las capacidades intelectuales del individuo.

Las capacidades físicas.

Sus valores morales.

Preferencias políticas, religiosas, etc.

Cada una de ellas se explica por sí sola y parece simple en una primera percepción. Pero en verdad
son elementos indispensables para la clasificación de la sociedad y representan una información que
bien podríamos comparar con una radiografía de la sociedad, puesto que nos identifica la
proyección de lo que considera como bien de acuerdo a sus capacidades y habilidades. Enseguida,
Rawls dice …"la justicia como imparcialidad rechaza la idea de comparar y llevar al máximo el
bienestar en materia de justicia política…lo que se contrapone con la propuesta general de su teoría
ya que la justicia imparcial es el objetivo de toda sociedad política. En sí la equidad tiene como
restricción que las reclamaciones se promuevan sobre aspectos particulares cuando las
incapacidades de atención del Estado son generales, lo que implica la creación de una estructura
enorme y en la mayoría de los casos insuficiente para atender estas demandas en instituciones
específicas y de esta manera separar y clasificar las inconformidades. Por muy fuerte y grave que
sea un reclamo individual nunca será lo suficientemente grande como para implicar un desequilibrio
en el orden social y político. Lo importante aquí es que este supuesto ya ha sido entendido por la
sociedad y la convergencia de actores políticos que aprovechan esta situación, han hecho de la
misma la bandera política perfecta para crear el desequilibrio político suficiente y sobre todo
eficiente ante lo cual el Estado debe crear los mecanismos de defensa y en último de los casos de
represión.

Ante la caótica situación que se presenta y en la que todos los individuos ven reflejado el potencial
rechazo a sus demandas debido a la inequidad en la justicia, no se puede permanecer con un
pensamiento neutral y mucho menos abstenerse de comprender que la justicia se aleja cada vez más
de la realidad social. El concepto de neutralidad debe ser la norma aplicable por los miembros del
sistema de impartición y administración de justicia del Estado. Pero si el Estado encuentra los
canales adecuados para deformar un reclamo legitimo de la sociedad, tendrá que cambiar los
valores morales sobre los cuales justifica su existencia. La neutralidad implica para el Estado:

Que debe asegurar la igualdad de oportunidades para que el bien común sea aplicable a todos los
ciudadanos.

Que el Estado no deberá favorecer ninguna doctrina particular.

Lo faculta a cancelar cualquier doctrina política que violente la sana convivencia política.

El significado de la neutralidad del Estado puede acercarnos a una justicia imparcial sin abandonar
el pensamiento liberal ya que es una razón suficiente para mantener el orden político. Rawls hace
una distinción interesante entre liberalismo político y liberalismo comprensivo. El primero nos dice
que la armonía en la sociedad representa la forma de consenso requerida para que se obtenga la
imparcialidad y la equidad en la justicia, atendiendo a valores morales y políticos reconocidos y
acatados por todos. El segundo promueve el reconocimiento a las sanciones correspondientes
cuando las condiciones por las que sea posible el primero sean violentadas. Pero el liberalismo
político tiene dentro de sus finalidades, acercar a la sociedad al reconocimiento de que el
desacuerdo con las disposiciones de orden social no es un elemento que vaya en contra del acuerdo
general, sino el hecho de crear situaciones que socaven este orden es lo que se debe castigar.
Coincidimos entonces con la teoría de Berlin cuando enuncia que el ser humano tiene diversos tipos
de libertades y por consecuencia también tendrá diversos tipos de sanciones, que en este caso sería
adjudicarle una culpa por intención y una culpa por hecho. El estado ha cambiado su forma de
protección hacia la ciudadanía. La ha hecho partícipe del cuidado social y además ha logrado que
participe en la captación de recursos especiales para atender las carencias de atención del Estado en
aspectos específicos de lo que representa el bien común. Sin embargo, aún no ha insertado en la
conciencia social su capacidad de movilización y decisión en las determinaciones de justicia y
equidad, por lo que la sociedad civil y la sociedad política han creado sus propios medios para
alcanzar este derecho. El concepto de justicia se ha transformado al margen del reconocimiento del
Estado y por lo tanto, no puede ser una sociedad privada en la interpretación específica, es una
sociedad política y como tal ha demandado atención y recurrido a todos los medios disponibles para
manifestarse.
Aunque los diversos grupos no manifiesten la misma doctrina social, pueden converger con la
misma doctrina política del bien y esto es suficiente para mantener el equilibrio político público y
buscar entonces una finalidad común. Para que la justicia sea imparcial, debe impedir ser superada
por las doctrinas políticas ya que los principios de una concepción liberal justa se basa en los
ideales políticos que normalmente pesan más que otros valores.

LA IDEA DE LA RAZÓN PÚBLICA

Se enuncia que la razón pública es propia de un pueblo democrático puesto que es la razón de los
ciudadanos. El Congreso es la tribuna donde se expresan públicamente intereses privados no en el
entendido de bienes materiales, sino como bienes públicos a los que tiene derecho todo individuo
integrante de una sociedad. Por lo tanto, es en el Congreso donde se harán las reformas a la
Constitución puesto que en ella se encuentran las libertades y restricción de los ciudadanos. Lo que
se debe analizar de la razón pública y sus espacios de expresión es que si las limitantes que impone
crean o restringen los valores políticos y sociales del individuo, ya que el liberalismo político
implica el derecho a la expresión pública dentro de los márgenes permisibles lo que representa una
evaluación del liberalismo político comprensible. La razón pública es una representación del
Contrato Social de Rosseau. La diferencia con los Estados contemporáneos radica en que ahora está
plenamente identificada una sociedad civil con capacidad de crear sus propios medios dentro de un
pensamiento político liberal y comprensible. La razón pública refuerza los valores morales y los
derechos, libertades y oportunidades sociales en un régimen democrático así como también adopta
las directrices y criterios de razón pública, para aplicar las normas de conducta con los elementos
constitucionales que consideran los principios fundamentales de la estructura social así como los
derechos y libertades básicas de la ciudadanía.

Pero aún arriba de la razón pública se encuentran las leyes que en el Estado democrático son cuando
menos aceptadas por todos, ya que no todos las acatan. La interpretación de la ley es donde radica la
problemática de la parcialidad o imparcialidad de la justicia. No hay mayor ley que la Constitución,
por supuesto en el mundo occidental. Sin embargo su interpretación está sujeta en la mayoría de los
casos a la presión de la equidad y no a la imparcialidad. Son dos conceptos distintos que se
confunden en su interpretación. Es interesante el análisis que Rawls hace de las enmiendas en la
Constitución de los Estados Unidos, pero dada la naturaleza de su interpretación no es aplicable a
México. La Constitución de los Estados Unidos está basada en el sistema anglosajón de justicia, en
México el estado de derecho se sustenta en el sistema romano, su análisis es distinto al que propone
Rawls por lo que omitiremos esta parte.

LA ESTRUCTURA BÁSICA COMO OBJETO

La estructura básica está integrada por las formas de propiedad, la organización de la economía y la
naturaleza familiar. En otras palabras, la estructura básica de la Constitución y sus libertades está
formada por los elementos fundamentales de la seguridad social. Según Rawls, el contrato social es
hipotético igual que su posición original, la cual es una interpretación contemporánea del trabajo de
Rosseau. Ambas propuestas intentan conciliar las normas y los actos del individuo en sociedad
mediante la impartición de una justicia equitativa, o como Rawls identifica con sus definiciones
complicadas, mediante una justicia como imparcialidad. Básicamente ambas teorías son aplicables
en el momento histórico para el que fueron redactadas, pero las interpretaciones que de ellas se
hacen varían de acuerdo a los intereses políticos prevalecientes. Para el utilitarismo no importa el
número de individuos ni las instituciones así como tampoco la relación justa o injusta entre ambas
partes, la fundamental es la viabilidad de los objetivos aún cuando los efectos sean negativos para la
sociedad. Las instituciones deben adecuar su funcionamiento y replantear sus objetivos para
cumplir con las exigencias que impone una estructura basada en el utilitarismo. Pero para el
libertarismo, el Estado tiene funciones mínimas especificas como la protección contra la violación a
las libertades de la estructura básica, ya que un Estado con amplios poderes puede violar los
derechos de los individuos. Pero este libertarismo es más utópico aún que el Contrato Social y la
posición original, ya que se propone su existencia a partir de una situación …"perfectamente justa
con una moralidad permisible y sin violar derecho alguno"… La única forma reconocida de
violación de los derechos del individuo es por actos deliberados de los individuos, por error o por
ignorancia. Pero el deseo natural del ser humano cuando es un animal político –tal parece que a
Rawls se le olvidaron las enseñanzas de Hobbes- es el de dominar a sus congéneres, entonces esta
justificación de error e ignorancia la podemos interpretar como la naturaleza del individuo y por lo
tanto deja de ser ignorancia o error puesto que tiene un origen consciente y un objetivo
determinado. El libertarismo no es en sí un pacto ni tampoco un acuerdo, es el establecimiento de
una ley que regula la actividad política del individuo en sociedad y otorga a aquellos que la respetan
la calidad de ciudadanos y con ello son merecedores de la protección social, política y económica.
En todo caso, con errores o sin ellos, con ignorancia o conocimiento de los actos, reconocer y acatar
las normas de justicia equitativa o imparcial o como quiera llamarles Rawls, se convierte en un
hecho de orden moral antes que político, puesto que representa la protección hacia el grupo social.
Pero veamos ahora la justicia desde el punto de vista de seguridad social. En ella está representada
la actividad del Estado como garante de la equidad o imparcialidad de la justicia. Las relaciones
entre individuos e instituciones deben tener una comunicación ágil y sencilla si se quiere cumplir el
objetivo para el cual fueron creadas las segundas mediante la congregación de los primeros. Lo que
se busca en realidad es una división del trabajo cuyas labores sean plenamente reconocidas por cada
una de las partes y cuyo resultado sea satisfacer los deseos y aspiraciones que ya existen, así como
provocar deseos y aspiraciones futuras que perfeccionen el Contrato Social o la Posición Original.
Esta es la garantía de la imparcialidad o la equidad en la justicia, el cumplimiento de las
responsabilidades que salvo muertes o accidentes se verá interrumpido el ciclo laboral. En lo que no
estoy de acuerdo es en el velo de la ignorancia, ya que si la estructura social está proyectada para
que cada parte de la sociedad cumpla con su parte de la división del trabajo, no es posible que no
reconozca las capacidades y potencialidades de su grupo. Si así fuera estuviésemos bajo el dominio
de los imprevistos cuando el proyecto es lograr un orden los más estable posible. La libertad se
interpreta de dos formas básicas:

Mediante la razón se controlan los intereses individuales y superiores de los ciudadanos en un


pensamiento razonable y racional que expresa autonomía.

Las limitaciones en los intereses individuales implica la sana convivencia y se supone que el interés
colectivo es superior al interés individual y así es como se comprende el orden social.

Pero la libertad de las instituciones es muy diferente. La libertad es igualdad y oportunidad para
todos. Las desigualdades son ajustadas en relación con las igualdades y esto conserva el valor de las
libertades individuales e institucionales. En otras palabras e interpretando esta teoría con la
experiencia de nuestro país, quiere decir que no importa que existan desposeídos o marginados de
los beneficios que otorgan las instituciones si es la mayoría quienes gozan de la igualdad de las
libertades y los beneficios que ello otorga. Entonces la estructura básica no está conformada por
todos los grupos sociales por que de antemano nos dice que estará justificada la desatención de
grupos determinados, sacrificados por el bien de otros más cercanos a la justicia y la imparcialidad.
Rawls justifica esta situación que es inaceptable para la propuesta original de su teoría, adjudicando
un valor moral positivo a los ajustes que se tienen que hacer en las relaciones de la justicia y las
libertades. Pero no es necesario encontrar una justificación política o moral de las inequidades, ya
que la doctrina libertarista de Locke así como el determinismo establecen que las circunstancias
particulares de cada etapa histórica del hombre en sociedad son las que originan los ajustes en la
justicia y la libertad, provocando orden y desorden en una sucesión interminable de hechos.

Pero la libertad al igual que los otros derechos y libertades tiene prioridades. En el caso de la
libertad individual su prioridad será la satisfacción de los deseos inmediatos, para la libertad
colectiva, su prioridad será acoplar las potencialidades de los ciudadanos a los conceptos de
igualdad e imparcialidad de oportunidades. Pero Rawls vuelve a justificar más que a plantear la
probidad de su teoría, mediante el establecimiento de la posibilidad de encontrar libertades que sean
aplicables universalmente y que denomina el objetivo inicial cuando bien podemos entenderlo como
el bien común que Max Webber nos enseñó. Hemos aprendido desde Platón y Aristóteles que la
libertad está determinada por la historia y que la democracia ha sido relacionada con la libertad
desde que ellos propusieron una forma de gobierno que estuviera relacionada y sustentada por el
pueblo. Entonces las libertades no son condicionantes de desarrollo, sino que el desarrollo ha
condicionado las libertades del hombre en sociedad. La libertad nunca fue ni será absoluta
indefinidamente debido al deseo natural de libertad del ser humano, que ha derrocado tiranías y
despotismos para cambiar la concepción de las condiciones razonablemente favorables durante su
rango central de aplicación, en otras palabras, entender la libertad cívica en cada etapa histórica del
hombre en sociedad.

A continuación Rawls hace una defensa de su posición original tratando de vencer a la historia. Si
cada ciudadano tuviera el mismo concepto de los que es el bien, las relaciones económicas y
políticas actuales serían totalmente distintas, quizá hubiéramos llegado ya al comunismo. Aquí
podemos hacer un análisis paralelo del concepto de justicia. Las doctrinas religiosas, cualquiera que
sea, se han convertido en las instituciones perfectas para el lucro. En particular en nuestro país, no
pagan impuestos, son reconocidas como parte integrante de estructura social y han provocado
cambios en la Constitución con la finalidad de reglamentar su ejercicio. Pero su objetivo está muy
lejos del bien común, de la posición original y mucho más de la imparcialidad de la justicia. En
cambio, en Europa se dio una revolución del pensamiento libre cual Luthero funda el
protestantismo y decide cambiar los deseos de Dios para con sus hijos. Viene entonces la ruptura
del pensamiento libre y todo aquel que no piense ni acate los preceptos del Vaticano está fuera de la
ley. Esta disyuntiva en cuanto a la interpretación de las libertades del ser humano se ha presentado a
lo largo de la historia del hombre en sociedad y continuará en tanto no sea posible materializar la
tan ansiada posición original. Menciono que se seguirán presentado por que las partes interesadas
son relativamente ajenas a los sucesos de las otras partes. Es decir, se desarrollan de acuerdo a sus
intereses particulares dejando al margen de su desarrollo las necesidades de otros grupos cercanos.
¿Dónde queda la buena fe y la imparcialidad de la justicia? Las propuestas de Rawls pueden ser
posibles en grupos pequeños y aislados del megadesarrollo económico. Pero para grupos sociales
más grandes la desigualdad será el parámetro que cuantificará la imparcialidad de la justicia. Los
bienes primarios o necesidades básicas que nos enseñaron en economía, son la causa del comercio
internacional en el cual cada grupo –entendamos Estado- buscará obtener el mayor beneficio tanto
de sus recursos como del potencial de su gente –de nuevo se cuestiona el velo de la ignorancia- para
garantizarle estos bienes primarios. Pero Rawls va más allá del concepto utilitarista y libertario de la
justicia. Menciona que las cinco clases de bienes primarios en su Teoría de la justicia son:

Libertad de pensamiento y de conciencia.

Libertad de desplazamiento.

Poderes y prerrogativas de los cargos y puestos de responsabilidad.

Los ingresos económicos y la riqueza.

Las bases sociales de respeto.

En realidad no son algo que Aristóteles, Cicerón o Platón no hubieran deseado, incluso Espartaco
pudo darle orientación acerca de sus bienes primarios. Pero nada garantiza que esta clasificación sea
reconocida universalmente como panacea de justicia social, por el contrario, debemos mencionar la
parcialidad de las observaciones de Rawls que se limita a identificar las libertades y derechos de un
mundo occidental que se rige por relaciones mercantiles más que sociales. La política está
determinada por la viabilidad de las negociaciones y su interés está muy por encima del interés
general. Incluso las relaciones entre Estados han cambiado y los nuevos actores políticos mundiales
que llegan tarde al desarrollo económico, científico y tecnológico están obligados e insertarse en un
mercado que les lleva nada más 30 años de ventaja. Además, mientras existan doctrinas religiosas la
dominación y explotación de la irracionalidad humana será además de un buen negocio, una forma
de control social que ayude a apaciguar los deseos insatisfechos y a canalizar las frustraciones del
ser humano. Para aquellas frustraciones incontrolables están las instituciones represivas del Estado.

Las dos décadas de fascismo representan una parte fundamental de la historia moderna
Italiana, y la política exterior implementada en el frágil y complejo periodo entre el año 1922 hasta
el 1939. De hecho, es posible separarla en tres momentos principales: el primero abarca desde 1922
hasta 1929, el segundo desde 1929 hasta 1932 y finalmente, el que abarca el periodo entre 1932 y
1939. Cada uno de estos periodos es caracterizado por una concepción distinta de la estrategia
política empleada, y por personajes y figuras distintas. Sin embargo, siempre existe un concepto de
base con respecto al “
D
uce”, quien consideraba importante explotar su política exterior para poder
alcanzar dos metas principales: fortalecer el régimen e incrementar la influencia italiana en el
ámbito internacional. Entre 1922 y 1929 Mussolini se apoyó en la política exterior para consolidar
su poder, especialmente a nivel de la opinión pública.
1
Italiana. Ph.D. de la Universidad de Pisa, de la Facultad de Ciencias Políticas, en colaboración con
el
Colegio de Santa Ana y la Scuola Normale Superiore en el análisis comparativo de los sistemas
políticos y
sistemas económicosy financierosinternacionales.
Email: chdauria@unisa.it
InterSedes. Vol. XV. (31-2014) ISSN: 2215-2458
146
Hasta 1929, de hecho la política exterior de Mussolini estuvo subordinada a la política
interna y financiera por dos motivos principales: el primero,
subjetivo
, o sea por la necesidad del

D
uce” de enfocarse primero en fortalecer su poder interno y de armarse de las herramientas e
instituciones necesarias para poner en movimiento una política exterior más dinámica y fluida; y el
segundo,
objetivo
, por la inmovilidad del panorama internacional que no le permitía tomar
decisiones distintas a las que efectivamente llegó a tomar
2
.Esta actitud fue influenciada también por
las relaciones entre las grandes potencias económicas y el fascismo, y por las opiniones que los
demás países tenían sobre la Italia de Mussolini.
El fascismo había asentado raíces en Italia después del final de la Primera Guerra Mundial;
sin embargo, aun antes de que esta acabara en el año 1918.
Mussolini intentó establecer un
movimiento para darle un giro revolucionario a la guerra. Seis meses después de que acabaran las
hostilidades, un pequeño grupo de sobrevivientes e intelectuales que apoyaban la intervención
italiana en la guerra, nacionalistas, anarquistas y sindicalistas revolucionarios se reunieron en una
taberna en
Piazza San Sepolcro en Milán
, y crearon la organizacin denominada “
Fasci di
Combattimento
” (haces de
combate), cuya agenda era a la vez revolucionaria, socialista y
nacionalista. Entre los estratos sociales más disconformes con el resultado de la guerra y de entre
los ex-
arditi
(soldados sobrevivientes de la primera guerra mundial) Mussolini supo encontrar la
esencia de vida que impulsaría su movimiento, ya que estas personas creían no haber recibido un
justo reconocimiento por sus labores y valentía en el frente y se sentían humilladas por los insultos
que recibieron de los militantes socialistas, quienes les habían demostrado su desprecio hasta en
público y hasta con agresiones físicas.
Federico Chabod demostró que los verdaderos recursos del fascismo venían de la pequeña
burguesía, especialmente la rural, y de un proletariado industrial y agrícola, además de la alta
burguesía, que conformaba el núcleo de los

oficiales de complemento”de las Fuerzas Armadas
Italianas
3
. A diferencia de las demás clases sociales, las cuales ya eran representadas por los
partidos convencionales, después de la guerra la pequeña burguesía no contaba con ninguna
representación y se veía amenazada, por un lado, por la militancia de los socialistas, y por el otro,
por el gran capitalismo y su capacidad de absorber mercados y recursos.
Estos factores crearon terreno fértil para la creación el 23 de Marzo de 1919 en Milán, del
primer “
fascio di combattimento
”, el cual adopt los símbolos que hasta esa fecha habían destacado
2
P. Pastorelli,
Dalla prima alla seconda guerra mondiale. Momenti e problemi della politica estera italiana
(Desde la primera hasta la segunda guerra mundial. Momentos y problemas de la política exterior
Italiana)
(1914-1943)
, Milán, 1998, pp. 226.
3
F. Chabod,
L’Italia contempor
ánea (1918-1948)
, Turín, Einaudi, 2002, pp. 258.
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147
los “
arditi
”, como las camisas negras y la calavera. El movimiento fascista no solo atrajo los
sobrevivientes,
representantes
del
movimiento
futurista,
nacionalistas
y
sindicalistas
revolucionarios, sino también eventualmente llegó a atraer sujetos de dudosa moralidad y cazadores
de fortunas, incluyendo miembros de las agresivas
squadre d’azione
(equipos de acción), que
pronto, motivo de sus acciones violentas, recibirían el negativo apodo
de “
squadracce”
.
A raíz del gobierno de Nitti y de las repercusiones sucesivas a las acciones de Gabriele
d’Annunzio en la ciudad de Fiume (sobre las cuales ahondaremos más adelante), creci la
desilusión con respecto a los tratados de paz, y las políticas liberales del viejo Estado fueron
generando mucha inquietud. Las elecciones del 16 de Noviembre de 1919 (las primeras en hacer
uso del sistema de representación proporcional) marcaron el triunfo del Partido Socialista y del
recientemente conformado Partido Popular, del sacerdote Luigi Sturzo,
que seguía una línea de
pensamiento altamente católica. El movimiento fascista, presente solamente en la comisión de
Milán, no logró ningún escaño en el Parlamento.
A pesar de estos resultados, la estabilidad del país no era una certeza, puesto que los
s
ocialistas no colaboraban con los partidos “burgueses”. Una serie de conflictos sacudieron Italia
durante el
biennio rosso
(el bienio rojo, 1919-1920), protagonizados por las únicas organizaciones
activas del momento: los sindicatos; culminando en 1920 con la toma de algunos terrenos,
industrias, y la implementación de autogestiones con la creación de consejos obreros que eran
similares a los
soviet
. Los terratenientes se vieron obligados a vender sus terrenos a los pequeños
agricultores y a sus antiguos medieros: este fue el segmento de la población que Mussolini abordó
para consolidar su poder, mientras los socialistas se dividían en distintas facciones internas y los
populares intentaban competir con ellos.
Casi toda la pequeña burguesía de agricultores, artesanos o comerciantes, preocupada por
estas ocupaciones en los terrenos y por los conflictos, se unió en el movimiento liderado por
Mussolini. En pocos meses, Italia vio nacer 800 nuevos
fasci
, con aproximadamente 250.000
miembros, los cuales dieron vida a nuevas “
squadracce
” de los adversarios políticos, que se
oponían a las ligas rojas (socialistas) y blancas (católicas) durante las huelgas o las tomas de
terrenos, en un marco difuso de violencia política.
En setiembre de 1920 el presidente del Consejo, Giovanni Giolitti, logró resolver,
otorgando limitados aumentos salariales, el tema de la toma de las fábricas, lo cual restableció el
orden legal. Una vez lograda una temporal paz social interna, se enfocó en el tema de la ciudad de
Fiume. Luego de aguerridas negociaciones entre Italia, Yugoslavia y D’Annunzio, Giolitti
autoriz
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acciones militares enfocadas en desalojar las fuerzas del Carnaro, y que culminaron en la infame
“Navidad Sangrienta

de 1920.
El
squadrismo
fascista prevaleció por encima del sistema de los partidos tradicionales: en
1921 el PSI se dividió en dos facciones, dando vida al Partito Comunista Italiano, mientras que el 7
de Noviembre de 1921 nació el Partido Nacional Fascista (PNF). De esta forma, el movimiento se
transformó en partido, y abandonadas las teorías del sindicalismo revolucionario, se negociaron
algunos compromisos con las fuerzas más moderadas. La popularidad del partido creció
rápidamente, especialmente después del Congreso de Nápoles de 1922, en el cual 40.000 camisas
negras clamaban marchar sobre Roma. Mussolini actuó en un momento favorable, cuando un
contingente de 50.000 “
squadristi
” opuestos a la Capital se había reunido en el Norte de la regin
Lazio, el día 28 de Octubre de 1922. Mientras las fuerzas armadas se preparaban para enfrentar el
inminente ataque fascista (con el General Badoglio como principal promotor de la línea más dura),
el rey Víctor Manuel III no permitió que el Ejército Regio reestableciera la legalidad reprimiendo el
intento de golpe de estado y alejando los insurreccionistas.
La Corona, para evitar otra masacre que habría podido llevar el país hacia una segunda
guerra civil, no firmó el decreto de
Estado de Asedio
, así dejándole abierto a los fascistas, para todo
propósito práctico, el camino hacia la ciudad capital. Las camisas negras entraron a Roma el 30 de
Octubre y, completada su marcha (la cual qued registrada en la historia como la “marcha sobre
Roma”), el rey encarg a Benito Mussolini para que formara el nuevo gobierno. Víctor Manuel III
creía poder utilizar Mussolini para centralizar el poder de la Corona en contra del Parlamento. El
nuevo gobierno incluía sujetos de los partidos moderados del centro y de la derecha, militares y
algunos representantes fascistas. Entre las primeras iniciativas hubo el intento de “normalizar” las
squadre
fascistas (que seguían cometiendo agresiones), medidas a favor de los veteranos de guerra
heridos o mutilados, la reducción del gasto público, la reforma educativa, la firma de los
Acuerdos
de Washington
sobre el desarme naval, y el aceptar el
statu quo
con el reino de Yugoslavia con
respecto a las fronteras orientales y la protección de la minoría Italiana en Dalmacia.
En este contexto se desarrolla la política exterior del primer gobierno de Mussolini, sobre la
cual, según Carocci
4
, tenía mucho peso el supra-citado factor
subjetivo
, ya que la mayoría de los
actores de la economía italiana todavía consideraban la política exterior como un problema distante
y menos importante que la política interna, económica y sindicalista. De hecho, este segmento del
país tenía interés en incrementar las exportaciones y los intercambios con el exterior, especialmente
4
G. Carocci,
La politica estera dell’Italia fascista (
La política exterior de Italia fascista -
1925-1928)
, Bari,
Laterza, 1969.
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149
a causa de la delicada situación económica del periodo, y por lo tanto prefería mantener buenas
relaciones con varias Potencias. Primero que todo, con Francia, de cuyas exportaciones dependían
varios importantes sectores industriales italianos; y finalmente con Yugoslavia, el principal mercado
meta de las exportaciones italianas.
Por lo tanto queda claro que hasta el 1929 Mussolini non habría podido implementar una
política exterior distinta a la que de hecho terminó implementando. Pero en lo que concierne el
segundo factor, el impacto de la opinión de la comunidad internacional sobre los designios de la
política exterior de Mussolini, todavía no contamos con un estudio sistemático
5
. Sin embargo, este
elemento tuvo un impacto importante, sobre todo durante la primera década de estos veinte años,
cuando la Italia fascista parecía paradójicamente menos peligrosa que otros países, puesto que era
fruto de un fenómeno específicamente italiano y no europeo. La creación del gobierno de Mussolini
en 1922 no fue motivo de mucho alarmismo en el ámbito internacional: muchos, de hecho,
pensaban que era mejor que los débiles e inestables gobiernos que se habían seguido uno a otro
hasta el momento en Italia; otros consideraban el fascismo como un fenómeno que pronto
desaparecería nuevamente dentro de las fuerzas liberales; otros aún veían el fascismo como una
fuerza “afín” que podría rescatar a Italia del bolchevismo.
El panorama internacional del posguerra era caracterizado por el
diktat
impuesto por
Alemania, que ahora era república, por las fuerzas vencedoras, por la hegemonía francesa en
Europa, por la pérdida de la centralización política y diplomática de Gran Bretaña, y por la
emergencia del rol de los Estados Unidos de América como país líder. Alrededor de Alemania,
existía
ahora
un
“círculo
de
seguridad”, conformado
por
pequeos
estados recientemente
conformados, que habían surgido sobre las cenizas del Imperio Habsburgo y Ruso. El Imperio
Otomano había dejado de existir, Grecia era un estado independiente al igual que Turquía.
Yugoslavia reunía lo que, hasta hace una década antes, había sido el “polvorín balcánico

. Después
de la Revolución de 1917, Rusia era liderada por Lenin y sus hombres.
La opinión pública internacional no era contraria al fascismo: inclusive los jueces se
mostraron cautos en ocasión del incidente de Corfù y del asesinato de Matteotti. Con respecto al
primero, el incidente de Corfù inició a causa del homicidio de los miembros de una misión militar
Italiana en territorio Griego, la mañana del 27 de Agosto de 1923, en Zepi, sobre el camino entre
Giannina y Kakavia, cerca de la frontera entre Grecia y Albania. En 1921, Italia había sido
5
R. De Felice,
Mussolini il duce

Gli anni del consenso (
Mussolini, el duce - los años del consenso -
1929-
1936)
, Turín, Einaudi, 1981.
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150
nombrada por la Conferencia de los embajadores (órgano del Consejo Supremo Aliado
6
) para que
participara en la comisión para definir la frontera con Albania. Al General Tellini, a cargo de la
misión militar asesinada en Giannina, se le había encargado definir las líneas limítrofes entre Grecia
y Albania y entre Albania y Yugoslavia. Mussolini denunció fuertemente esta masacre, y envió un
ultimátum al gobierno Griego. Exigía disculpas formales, la creación de una comisión investigadora
que identificara los autores del homicidio, y que los culpables fueran sentenciados a pena de
muerte. Además se le exigía a Grecia reconocer una compensación de 50 millones de liras y que la
flota griega rindiera homenaje a la bandera italiana. Puesto que el gobierno Griego aceptó la
propuesta sólo parcialmente, Mussolini decidió desplegar cuatro buques de guerra acorazados en el
mar Jónico, y el 29 de Agosto tomó Corfù. Grecia solicitó la intervención de la Sociedad de
Naciones, donde Gran Bretaña daba su apoyo a Grecia, mientras que Francia a la posición italiana.
De hecho, Mussolini exigía que el incidente fuera resuelto por un arbitraje de la Conferencia de
Embajadores, y no de la Sociedad de Naciones.
Así sucedió y la misma Conferencia aceptó la legitimidad de lo que Italia le exigía a Grecia,
y el 27 de Septiembre las tropas Italianas abandonaron la isla. El delito Matteotti, por otro lado, le
costó la vida al secretario del Partido Socialista Unitario Giacomo Matteotti, quien el 30 de Mayo
de 1924 había tomado la palabra en la Cámara de diputados para oponerse a los resultados de las
elecciones que se habían celebrado el 6 de Abril anterior, denunciando las agresiones, la ilegalidad
y los abusos cometidos por los fascistas para poder ganar las elecciones. Durante su discurso,
Matteotti propuso anular la elección de un grupo de diputados quien, -según él-
habían sido
elegidos en forma ilegítima, resultado de agresiones y fraudes. Su propuesta fue rechazada por la
Cámara con 285 votos en contra, 57 a favor y 42 abstenciones.
Su histórico discurso del 30 de Mayo, según Giorgio Candeloro, «le dio a Mussolini y a los
fascistas la clara sensación de estar enfrentando en esa Cámara una oposición mucho más agresiva
de la que existía en la Cámara anterior, no
dispuesta a sufrir pasivamente ilegalidades e
injusticias»
7
. El 10 de Junio de 1924 Matteotti fue secuestrado en el malecón Arnaldo da Brescia
sobre el río Tíber de Roma, mientras se dirigía hacia Palazzo Montecitorio. Los secuestradores eran
unos sujetos que luego serían identificados como miembros de la policía política: Amerigo Dumini,
Albino Volpi, Giuseppe Viola, Augusto Malacria y Amleto Poveromo.
6
El Consejo Supremo Aliado era un comando central, con sede en Versalles, creado en 1917 por el
primer
ministro británico David Lloyd George para coordinar la estrategia militar entre Países aliados
durante la
primera guerra mundial. Al final de la primera guerra mundial, el Consejo se transformó en un
órgano para el
debate y el diálogo preliminar al armisticio de Alemania y para establecer las condiciones del
tratado de paz.
7
G. Candeloro,
Storia dell’Italia moderna
, vol. 9, “Il fascismo e le sue guerre”
(Historia de la Italia moderna,
volumen 9, el fascismo y sus guerras), Milán, Feltrinelli, 1993, p. 66.
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Según la reconstrucción de los hechos, en el altercado dentro del vehículo que lo
transportaba, Matteotti fue herido en el tórax y falleció después de una larga agonía. La ausencia de
Matteotti en el Parlamento no fue notada inmediatamente, pero ya el día siguiente a los hechos, el
día 11 de Junio, la noticia de su desaparición repentina era publicada en toda la prensa nacional. Esa
misma noche, Mussolini, quien declaró no haber estado al tanto de los hechos, fue notificado. El 12
de Junio, el automóvil utilizado en el secuestro fue ubicado gracias al testimonio de algunas
personas que habían notado unos movimientos sospechosos, y que habían anotado el número de
placa. Así, el magistrado Mauro Del Giudice, un jurista muy reconocido por su lucha a favor de la
autonomía de la magistratura ante el poder ejecutivo, inició las primeras investigaciones. Pronto,
todos los secuestradores fueron identificados y arrestados.
A pesar de ello, por intervencin directa del “
Duce
”, Del Giudice fue separado del caso y
las investigaciones se vieron interrumpidas. El 22 de Junio en Bologna,
Dino Grandi, sobresaliente
representante del PNF, convocó una asamblea a favor de Mussolini, en la cual participaron
aproximadamente unos cincuenta mil fascistas, y ese mismo día fueron arrestados Giovanni
Marinelli y Cesare Rossi, otros dos autores del secuestro, que se habían entregado a la justicia. El
24 de Junio, el Senado, reunido con gran mayoría, volvió a confirmar su apoyo hacia Mussolini. El
26 de Junio de 1924 los parlamentarios de la oposición se reunieron en un salón de Montecitorio,
que pas a los anales de historia como “
sala dell’Aventino”
, donde decidieron conjuntamente
abandonar sus labores en el parlamento hasta que el gobierno no declarara su posición sobre la
desaparición de Matteotti.
Aunque la búsqueda seguía, el cadáver de Matteotti fue hallado casualmente el día 16 de
Agosto en un bosque de la Municipalidad de Riano, cerca de la ciudad Capital, por una unidad
canina de la policía. Mussolini ordenó al Ministro del Interior Luigi Federzoni preparar un solemne
funeral, el cual, sin embargo, se celebraría en Fratta Polesine, la ciudad de origen de Matteotti, y no
en Roma. Desde el inicio de este suceso, y aún más después de que se iniciaran las investigaciones,
gran parte de la opinión pública creía que Mussolini era el responsable de los hechos.
El 3 de enero de 1925, en un discurso ante la Cámara, Mussolini rechazó categóricamente
las acusaciones de haber sido involucrado en el homicidio Matteotti, sin embargo después, con un
repentino cambio de tono, en dos partes distintas del discurso se declaró responsable de hechos
ocurridos y del clima violento en el cual se habían dado todos los delitos políticos de los últimos
aos, acusando a los diputados “aventinianos” de ser sedicioso
s.
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152
A pesar de ello, la opinión histórica no considera Mussolini como el responsable directo del
homicidio de Giacomo Matteotti
8
. Con respecto a estos dos eventos, la opinión pública
internacional se inclinaba por pensar que el incidente de Corfú era una manifestación de las
intenciones del “
D
uce”, quien quería hacer palanca de circunstancias internacionales buscando un
giro a su favor, dándole a Italia la imagen de una gran potencia Europea. En cambio, el homicidio
de Matteotti fue percibido como un evento interno italiano, que no afectaría las relaciones
diplomáticas
9
.
Muchas personas en Francia, e inicialmente también en Alemania, hablaron de cómo estos
dos eventos recalcaban el carácter antidemocrático y nacionalista del fascismo (como por ejemplo
Éduard Herriot, líder de la coalición Francesa del Frente popular, quien dijo que la Italia fascista era
una «hermosa mujer caprichosa que otorgaba sus favores al mejor postor»
10
). La mayoría de los
conservadores Ingleses, en cambio, juzgaba el fascismo en forma
“realista”, o sea como la punta de
lanza de un eventual avance de la “amenaza roja”, como un experimento “audaz” e interesante y de
todas formas como un fenómeno estrictamente italiano. Por lo tanto, no es posible identificar un
programa específico de Mussolini para la política exterior de este primer periodo.
Para este propsito cabe recordar que Mussolini nunca escribi una “teoría política” o un
“plan de accin”, como por ejemplo lo hizo Hitler con el
Mein Kampf
o con el
Zweites Buch
. Cabe
también recalcar que la mayoría de los historiadores tienden a creer que para el momento de la
creacin de su primer gobierno, en Octubre de 1922, el “duce” ni siquiera tenía una nocin clara
sobre un plan de acción. Sin embargo, Benito Mussolini siempre había sido un político y un
periodista quien dedicaba mucho interés en los asuntos de la política internacional. En este periodo
entre 1922 y el 1929 Mussolini consideraba la política exterior como subordinada de la política
interna y sus acciones, por una razón fundamental: él quería convertirse en el que la dictara. No
cabe duda que aun antes de la ya mencionada marcha sobre Roma el “
D
uce” habría desarrollado
ciertas opiniones que tendrían un fuerte impacto sobre su noción personal de las relaciones
diplomáticas y de cómo manejarlas.
El pensamiento histórico de mayor peso, respaldado por sus discursos y ensayos,
apunta a
una perspectiva “darwinista” con respecto a la vida de las poblaciones y a las relaciones de poder
entre Estados. Según Mussolini, la hipótesis de un pacifismo universal y de la extinción de la guerra
8
B. Gatta,
Mussolini
, Milán, Rusconi, 1988, pág. 142; R. De Felice,
Mussolini il fascista
(Mussolini el
fascista) volumen I, Turín, Einaudi, pp. 600 y ss.; F. Chabod, cit., B. Croce,
Pagine sparse
páginas dispersas)
vol. II, Nápoles, Ricciardi,1944, pp.376 y ss.
9
P. Pastorelli, cit.
10
Ibidem.
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153
era imposible, puesto que la lucha misma era un motor primario de la evolución. Además,
Mussolini era un fruto de su era y, como muchas otras personas, creía que la paz de Versalles había
“truncado” la victoria de Italia
al final de la primera guerra mundial, y que por lo tanto era necesaria
una revisión del tratado de paz.
El “
D
uce” creía firmemente que Italia podía extender su hegemonía sobre el Mediterráneo y
sobre África, y que estaba lista para hacerlo, puesto que, a su parecer, con la guerra de 1915-1918
los Italianos habían descubierto un renovado “orgullo nacional”, que el fascismo debía impulsar,
promoviendo congruencia y seguridad a nivel de consenso interno y externo. Por lo tanto,
podríamos decir que hasta el año 1929, Mussolini no elaboró una clara perspectiva de política
exterior, sino que se enfocó en los impactos y efectos que la imagen del rol internacional de la Italia
fascista repercutía sobre los italianos mismos, y en si estos aumentaban o no el consenso con el
régimen.
A raíz de ello, el “
D
uce” elabor una política exterior que fuera capaz de reafirmar la
dignidad de Italia ante el mundo, y que permitiera alcanzar la igualdad Italiana ante las otras
grandes potencias. La principal modalidad era proponer constantemente iniciativas que dieran un
resultado inmediato exitoso para el régimen y para el nuevo rol que Italia quería tener en el
panorama internacional. La política exterior de estos primeros años fue por lo tanto bastante estática
y fue elaborada en función de la política interna, o sea, como un elemento más para el
fortalecimiento del consenso dentro del régimen.
Debido al contexto internacional y en particular al europeo, la política exterior fascista entre
1922 y 1929 fue esencialmente una de “seguridad” en Europa y de “expansin” en el
Mediterráneo
oriental. Como eje fundamental para concretar este alineamiento era necesario mantener buenas
relaciones con Gran Bretaa y con Francia, “viejas aliadas” de la
Triple Entente
. De hecho, el
“duce” creí
a que solo por medio de una serie de acuerdos con estas dos potencias habría sido
posible ir más allá de cumplir con el principio de seguridad colectiva que promovía la Sociedad de
Naciones, y pasar a la expansión colonial. Con Gran Bretaña el fascismo implementó una política
que podríamos llamar de “mutua benevolencia”, la cual logr florecer y crecer, a pesar de la
ocasional breve interrupción, y que culminó en la revisión, a favor de Italia, de los límites
fronterizos de Cirenaica y
Oltre Giuba
(Jubalandia)
11
.
11
G. Calchi Novati, “L’annessione dell’Oltregiuba nella politica coloniale italiana” (la anexin de
Jubalandia
en la política colonial Italiana), publicado en la revista
Africa: Rivista trimestrale di studi e documentazione
dell’Istituto italiano per l’Africa e l’Oriente
, Roma, IsIAO, aniño 40, no. 2, Junio 1985, pp. 221-254.
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154
A parte el aislado incidente de Corfu, el gobierno británico y el italiano no tenían motivos
para la hostilidad. Gran Bretaña consideraba importantes las buenas relaciones con Italia porque
este país no reclamaba territorio dentro de Europa, y constituía un contrapeso estable ante la política
hegemonista de Francia, aun en el ámbito colonial, dado que el contraste Anglo-Francés no se había
nunca extinguido completamente
12
, e Italia era el contrapeso perfecto como defensa ante París.
Finalmente el primer ministro británico Neville Chamberlain, sospechando el potencial peligro o,
por lo menos, desorden que el fascismo hubiera podido representar a futuro, prefiri “vigilar”
Mussolini y mantener buenas relaciones para así tener una influencia más eficaz sobre él.
Y eso no es todo, Gran Bretaña también se benefició de sus buenas relaciones con Italia
hasta en el juego diplomático: como por ejemplo, cuando en Setiembre de 1924, Mussolini logró el
rechazo de la aprobación al Protocolo de la Sociedad de Naciones sobre el reglamento de disputas
internacionales que Gran Bretaña quería ver rechazado. Este documento, mejor conocido como el
Protocolo de Ginebra, había sido creado por idea del primer ministro Francés Édouard Herriot y del
británico Ramsay MacDonald para fortalecer la Sociedad de Naciones creando los mecanismos para
resolver disputas internacionales sin tener que recurrir a las armas sino más bien por medio de
arbitrajes; en él también se declaraba la reducción de la mayoría a 2/3 (y ya no a la unanimidad de
votos) en cuanto a votar sobre intervención armada del grupo de la Sociedad de Naciones en contra
de algún país. Sus puntos más importantes involucraban la resolución de disputas por medio de la
Corte Internacional de La Haya para disputas jurídicas o por medio del Consejo de la Sociedad de
Naciones para disputas políticas; contemplaba una reducción de las armas, la cual se establecería en
una conferencia internacional, y se delineaban sanciones económicas para aquellos países que
infringieran el protocolo. El protocolo fue aprobado, pero nunca entró en vigor a causa de la derrota
electoral de MacDonald en 1924; su sucesor, Stanley Baldwin, un conservador, se distanció del
gobierno previo y dejó en el olvido el documento.
Además del protocolo de Ginebra, para Italia, Londres era un elemento fundamental para la
implementación de su política colonial. Finalmente, en Londres se hallaban las reservas de oro del
Banco de Italia, que habían sido guardadas ahí desde 1915 y no habían sido devueltas a raíz de las
deudas de guerra; por lo tanto Gran Bretaña pesaba sobre las decisiones de Palazzo Chigi. Las
reservas de oro habían sido depositadas en Gran Bretaña para financiar el préstamo que Italia
12
Desde finales del siglo diecinueve Francia se había enfocado en conquistar el continente Africano
del Oeste
hacia el Este, desde el Océano Atlántico hacia el Mar Rojo (el puerto de Yibuti), mientras que Gran
Bretaña
actuaba según el famoso lema «desde el Cabo hacia Cairo», o sea de Sur a Norte. Estas dos
directivas
chocaron en 1911 durante lo que sería recordado como el “incidente de Fachoda”, en
1898. A pesar de la

Entente cordiale

(el entendimiento cordial) firmada por los dos gobiernos en 1904, los roces anglo-
franceses se volvieron a despertar al final de la Primera Guerra Mundial.
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155
requería para aliarse con las fuerzas del Entente durante la guerra
13
.
En cuanto a Francia, Mussolini
intentó, sin éxito, fortalecer los vínculos de amistad con Italia.
Primero que todo, el “
D
uce” apoy
ó
la política Francesa de la

garantía de producción

14
, la cual no era del agrado de muchos círculos
fascistas ni de los Ingleses. A partir de 1923 (luego del antes mencionado incidente de Corfú) el
“duce” abandon esta línea, alineándose cada vez más con
Londres.
Según las teorías históricas de mayor crédito, un alineamiento Italo-francés era imposible
por dos razones: la primera, la más general, era la actitud hegemónica continental de Francia y su
oposición a cualquier revisión de los Tratados de paz. La otra razón, más específica, era el fuerte
sentimiento antifascista que existía en Francia, compartido también por los italianos en exilio (sea
este voluntario o no). Italia tenía un gran interés en establecer lazos de amistad con Francia, puesto
que esta
alianza, según el “duce”, habría brindado cierta seguridad ante un peligro específico: el
Anschluss
15
. A cambio de esta amistad, Francia prometía protección y ayuda con respecto a la
seguridad de las fronteras Italianas en la zona de Brennero y en el mar Adriático. Sin embargo,
París siempre había tenido y seguía teniendo una actitud claramente contraria a cualquier concesión
colonial a favor de Italia. Esto a raíz de su filosofía hegemónica en Europa y de que percibían la
ayuda para la protección de las fronteras italianas en Brennero y en el Adriático como un
intercambio justo y suficiente.
Fue justamente la tensión que surgió de las relaciones Italo-Francesas de la época que llevó
a Mussolini a responder ante Francia en dos formas distintas. Por un lado, intentaba formalizar un
acuerdo con el primer ministro de Francia, Aristide Briand, pero por otro lado,
intentaba destruir el
sistema hegemónico Francés y su esfera de alianzas en Europa. De este modo Italia se habría
convertido, ante los ojos de Francia, en un elemento esencial para su seguridad. Mussolini, por lo
tanto, apoyó en primera instancia el revisionismo húngaro, y luego el alemán.
El primero, que nació en el periodo entre las dos guerras, se enfocaba en la revisión del
tratado de Trianon de 1920, para la creación de una Gran Hungría unida, un elemento que
13
Cfr. http://www.letturefantastiche.com/il_finanziamento_della_guerra_italiana_15_18.html
14
En Julio de 1922 el canciller Alemán Karl Joseph Wirth pidió una moratoria sobre las
deudas Alemanas,
debido a la fuerte inflación del marco. El primer ministro británico Lloyd George aceptó; el
francés, Raymond
Poincarè, acepto acatar la solicitud de Wirth a cambio de una condición muy específica:
que las minas
alemanas de la cuenca de Ruhr fueran dadas en garantía a los aliados. Esta Línea Política
fue llamada la
“garantía de produccin”.
Gran Bretaña se mostró opuesta a este sistema, exigiéndole a Francia el pago de sus
deudas de guerra (dado que Francia se encontraba en la doble posición de ser acreedora de
Alemania y
deudora de Gran Bretaña). París manifestó su disposición a pagar su deuda con el Reino
Unido solamente
después de haber recibido las indemnizaciones Alemanas. Por lo tanto, la moratoria
Alemana fue rechazada.
15
Se refiere a la anexión de Austria y Alemania, una meta importante para el Tercer Reich,
que de hecho se
llegó a cumplir en 1938.
InterSedes. Vol. XV. (31-2014) ISSN: 2215-2458
156
representaría una amenaza para el cuadro hegemónico Francés y para contener Alemania en
el Este.
Después de la primera guerra mundial, de hecho, el Imperio Austrohúngaro había sido
separado en
las dos Repúblicas de Austria y Hungría. Mientras que la primera se vio obligada a ceder
algunos
territorios a Italia y Polonia, además de reconocer la independencia de Checoslovaquia y
Yugoslavia, el reino Húngaro (orgulloso de su milenaria independencia) fue reemplazado
por una
república que carecía de muchos territorios. De hecho, Hungría perdió su tradicional acceso
al Mar
Mediterráneo; la Eslovaquia, donde habitaban muchos húngaros, fue unida a Bohemia y a
Moravia,
así creando Checoslovaquia. Finalmente, Transilvania fue unificada con Rumania. De este
modo, el
tratado de Trianon representó un marcado redimensionamiento húngaro, con mutilaciones
territoriales a favor de todos los países vecinos, con una pérdida de más de 70% de su
territorio
nacional y con una población que pasa de 20,8 millones a ser de 7 millones de habitantes.
El otro revisionismo era mucho más peligroso para Francia, y buscaba la revisión del
diktat
de Versalles en lo que concernía sus cláusulas económicas y territoriales. El tratado de paz
con
Alemania había obligado este país a ceder Alsacia y Lorena a Francia; la Alta Silesia y
Poznan y
una línea de territorio que llegaba hasta la libre ciudad de Gdansk, a Polonia; y Schleswig a
Dinamarca. Además, Alemania se veía obligada a pagar una enorme indemnización de
guerra como
reembolso por los daños causados a la Entente (aproximadamente 132 millones de marcos
de oro);
asignó su flota a Gran Bretaña y redujo su ejército a tan solo 100.000 hombres. Además
perdió sus
colonias, las cuales fueron repartidas entre Gran Bretaña, Francia y Japón.
Luego, a partir del 1929, se dio un cambio radical en el manejo de la política exterior. El
liderazgo fascista había quedado decepcionado con la polític
a exterior del “
D
uce”, quien, a pesar de
su firmeza con respecto al incidente de Corfú, era percibido como titubeante en cuanto al
tema
colonial. Los mismos líderes consideraban que la opinión pública, en su mayoría pacifista,
habría
podido dejar de apoyar al régimen ante una política excesivamente opuesta a Francia o a
Yugoslavia. Por lo tanto, a partir de ese momento la política exterior comenzó a tener
mayor
importancia para Mussolini, puesto que lo que había sido enfocado para fortalecer su
régimen
internamente y su posición internacional, ahora representaba un riesgo, según la perspectiva
del
núcleo central del liderazgo fascista. Por este motivo, era necesario aplicar un cambio
radical en su
manejo más no en sus objetivos finales.
Además, a finales de los años Veinte el panorama internacional salió de la parálisis en la
que había estado durante toda la década a raíz de la crisis que inició en los Estados Unidos
pero que
embistió al mundo entero.
En el horizonte, se vislumbraban algunos cambios que le permitirían a
Italia contar con mayor margen de autonomía y aceptación sobre el panorama internacional.
La
InterSedes. Vol. XV. (31-2014) ISSN: 2215-2458
157
acción formal por medio de la cual Mussolini implementó este cambio en el manejo de su
política
exterior fue el nombramiento de Grandi como Ministro de Relaciones Exteriores en el año
1929. Un
análisis de los eventos más salientes ocurridos entre 1922 y 1929, fecha en la que la
perspectiva del
“duce” sobre las relaciones diplomáticas cambi radicalmente, nos permite ver cmo la
política
exterior fascista se inclinaba por colaborar con la fuerzas de la Triple Entente
16
. Los temas más
urgentes a resolver eran los de la frontera con Yugoslavia; de las remediaciones; y el de las
deudas
de guerra. Primero que todo en Enero de 1924 en Roma, se formalizó un tratado con
Yugoslavia,
según el cual el Estado Libre de Fiume sería dividido en dos partes (una parte asignada a
Italia y la
otra a Yugoslavia). Aun antes que eso, en las convenciones de Santa Margherita, en
Octubre de
1923, Italia reconoció la independencia de Albania y se comprometía con Gran Bretaña y
Francia
para garantizar su protección.
El Estado libre de Fiume fue fundado el 12 de Noviembre de 1920, cuando el Reino de
Italia y el de Yugoslavia firmaron el tratado de Rapallo, por medio del cual ambas partes
reconocieron la plena libertad e independencia del Estado libre de Fiume, y se
comprometieron en
respetarla. De hecho, este era un territorio en Yugoslavia habitado por italianos. El nuevo
Estado
fue inmediatamente reconocido por la mayoría de países importantes, incluyendo los
Estados
Unidos de América, la Francia y el Reino Unido. El poeta Gabriele D’Annunzio no acept
el
tratado y, habiendo organizado unas brigadas informales, tomó la ciudad; poco después, el
ejército
militar Italiano lo desaloj con las acciones conocidas como la “Navidad Sangrienta” (24
-30 de
Diciembre de 1920).
Después de una serie de eventos el gobierno Italiano decidió enviar su ejército a Fiume. A
partir del 17 de Septiembre de 1923 el general Gaetano Giardino fue encargado de proteger
el orden
público: el 27 de Enero de 1924, el Tratado de Roma ratificó la ciudad como italiana, y el
16 de
Marzo el rey Víctor Manuel III llegó a la ciudad. El tratado asignaba la ciudad a Italia,
mientras que
la mayoría de las tierras aledañas y algunas partes periféricas (Puerto Baross, parte de
Sussak y el
río Eneo, o sea toda la cuenca y el delta) fueron anexadas a Yugoslavia; el gobierno del
Estado libre
de Fiume consideró estas acciones como judicialmente inaceptables, y siguió funcionando
en exilio.
Los acuerdos del tratado de Roma adquirieron una serie de reglamentos por medio de
algunas
cláusulas estipuladas por una Comisión Mixta, luego ratificadas por medio de los Acuerdos
de
Nettuno del 20 de Julio de 1925.
16
Por Triple Entente aquí nos referimos al sistema de alianza político-militar que existió entre
Francia, Gran
Bretaña e Italia durante la Primera Guerra Mundial.
InterSedes. Vol. XV. (31-2014) ISSN: 2215-2458
158
En 1923 fue formalizado el Tratado de Lausana, por medio del cual la soberanía Italiana
sobre Rodas y el Dodecaneso quedaba reconocida, y antes de que entrara en vigor se presentó el
incidente de Corfú. Obviamente Mussolini no tenía intención alguna de concretar la presencia de
Italia en la isla, demostrado por el hecho de que se marchó sin resistencia alguna. Pero en cuanto al
“porqué” de este despliegue de fuerzas, la tesis histrica más reciente afirma que esta accin
tenía
como meta el intimidar Yugoslavia, para que cediera a las exigencias Italianas con respecto a sus
fronteras con Italia. Esta interpretación, a pesar de ser interesante, no resulta demasiado
convincente
17
. El tema del Adriático ya había sido decidido, y él mismo “
D
uce” lo consideraba
fait
accompli
con los antes mencionados acuerdos de Nettuno. La única explicación posible que
esclarecería el incidente de Corfú es que Mussolini quería presionar a Grecia, país a quien, sin
compensación alguna, ya habían sido sustraídos Rodas y el Dodecaneso.
En lo que concierne las remediaciones y las deudas de guerra, en Diciembre de 1922 la
Gran Bretaña, la Francia e Italia se reunieron en Londres. El tema se había vuelto bastante urgente
desde que la Administración de Estados Unidos había solicitado en Febrero de ese mismo año la
liquidación de las deudas por parte de los aliados. Siendo que Gran Bretaña tenía el doble rol de
acreedora y deudora, decidió convocar una reunión de los aliados, que culminó con el rechazo del
plan de Mussolini, que se basaba en la
teoria dell’abbinamento
(“teoria de la
combinación

). El

D
uce” había propuesto pagar las deudas con las remediaciones, o sea pagar las deudas usando los
pagos que debían llegar de los Alemanes. Cabe recalcar que los franceses también compartían esta
tesis. Inmediatamente después, siempre en Diciembre de 1922, Alemania se declaró incapaz de
efectuar los pagos de sus deudas. Debido a las dificultades en la relaciones entre Italia y Francia,
Italia inmediatamente apoyó a los Ingleses. Los ingleses se comprometían en pagar la deuda hacia
Estados Unidos de América a cambio de conectar este pago con el cobro de las reparaciones
alemanas.
Puesto que no hubo forma de encontrar reconciliación entre la tesis Británica y la Francesa,
se interrumpieron las relaciones diplomáticas entre estos dos países (en el año 1923) y la hegemonía
Francesa prevaleció. Esta situación impulsó la política de la garantía de producción con la toma del
Ruhr.
Regresando al tema de las remediaciones y de las deudas de guerra, en 1924 se aprobó el
Plan Dawes (que debe su nombre al político y banquero Estadounidense Charles Gates Dawes, el
cerebro detrás del proyecto), según el cual las remediaciones eran posibles en base a la capacidad de
pago del país deudor (o sea Alemania). Acto seguido, Francia, temiendo el rearme alemán, y no
pudiendo intervenir por medio de la fuerza, intentó formalizar un acuerdo con Gran Bretaña para
17
P. Pastorelli, cit.
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159
garantizar su seguridad; también Mussolini intentó participar en este reacercamiento, queriendo
ofrecer el apoyo Italiano en garantizar la seguridad de Francia a cambio de tener mano libre en
África y para garantizar la frontera entre Italia y Austria en el Brennero. Sin embargo, el gobierno
de Briand no quiso otorgar ninguna concesión colonial. Por lo tanto, la delegación italiana en los
tratados de Locarno se opuso al acuerdo franco-inglés.
Las reuniones en Locarno habían sido convocadas para promover un reacercamiento entre
vencedores y vencidos. Los tratados de Locarno fueron una compleja serie de pactos y acuerdos
diversos. El tratado principal fue el Pacto Renano (entre Alemania, Francia, Bélgica, Gran Bretaña e
Italia), según el cual, por un lado Alemania, y por el otro Francia y Bélgica, reconocían las fronteras
Alemanas establecidas en Versalles. Este tratado también sancionó la desmilitarización de un área a
la orilla izquierda del Rin; la proscripción de las agresiones; la obligación de acatar el arbitraje
pacífico en la resolución de disputas. Italia y Gran Bretaña eran los garantes del pacto y se
comprometían con defender la víctima de cualquier agresión. Dos acuerdos firmados por Alemania,
uno con Francia y el otro con Bélgica, especificaban el procedimiento de arbitraje a seguir en caso
de alguna disputa. Alemania, recibiendo otra vez el mismo trato que las demás potencias, aceptó sus
fronteras occidentales según lo delineado en el Tratado de Versalles (en particular, la cesión de
Alsacia-Lorena a Francia). Alemania también formalizó acuerdos con Polonia y con
Checoslovaquia, aceptando la resolución de disputas por medio de la aplicación del derecho
internacional en procedimientos de arbitraje.
El primer ministro inglés Chamberlain, entendía que la oposición italiana hacía imposible el
acuerdo anglo-francés. Este acuerdo, según Chamberlain, habría desbloqueado la situación de
parálisis a la que se había llegado con respecto a los pagos y reparaciones. Entendía que era
necesario tranquilizar a Italia con respecto a su inmunidad territorial, la cual estaba siendo
amenazada por una posible unificación Austro-Húngara. Por este motivo el primer ministro
británico le indicó inmediatamente a Mussolini que Gran Bretaña consideraba el
Anschluss
como
algo totalmente imposible. A raíz de ello, Italia dejó a un lado sus reservas y el Tratado de Locarno
fue formalizado con la firma de Mussolini en Octubre de 1925.
Paralelamente también fue resuelto
el problema de las deudas de guerra entre Italia por un lado y de Gran Bretaña y E.U.A. por el otro
(acuerdos Volpi-Mellon, estipulados en Noviembre de 1925, entre el Ministro de Finanzas
Giuseppe Volpi Conde de Misurata y el Secretario del Tesoro de Estados Unidos el señor Andrew
Mellon). Los ingleses y los norteamericanos renunciaban, respectivamente, a 80% y a 86% de su
crédito y las demás cuotas a pagar serían divididas sobre un plazo de 60 años. Además, Estados
Unidos le otorgó a Italia un préstamo de 100 millones de dólares.
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160
Por todo lo delineado en los anteriores párrafos, podemos afirmar que la política exterior de
la primera década del régimen fascista fue marcada por la confianza y la colaboración con la
Entente. Cabe recordar que el mismo Mussolini tenía el rol de Ministro de Relaciones Exteriores, y
que había nombrado como subsecretario a Salvatore Contarini, quien fue instrumental y
extremadamente hábil en el manejo de la línea diplomática italiana de la época. Contarini era un
político y diplomático italiano de renombre: su rol es algo contradictorio puesto que, a pesar de ser
el funcionario de mayor nivel del Ministerio de Relaciones Exteriores, Mussolini no lo consultó en
lo más mínimo durante el Incidente de Corfú. Sin embargo, la crítica histórica
18
suele atribuirle a
Contarini el mérito de haber sabido reducir al máximo las interferencias nacionalistas en la política
exterior de los albores del fascismo, siguiendo las alineaciones con las “ententes balcánicas” de la
Italia liberal. Bajo esta perspectiva fue interpretado el Tratado de Roma del 27 de Enero de 1924,
con el Reino de los Serbios Croatas y Eslovenos, que sancionó la unión de la ciudad de Fiume con
Italia. Según la misma línea se aceptó como Estado a la Unión Soviética (7 de Febrero de 1924) y,
en 1925, Italia firmó el Tratado de Locarno.
Luego, además, Contarini autorizó las actividades en Albania del jerarca Alessandro
Lessona, que llevaron a la formalización de un tratado militar secreto anti-Yugoslavia en
Noviembre de 1925. Por medio de este acuerdo, de hecho, Albania ponía a disposición de Italia su
propio territorio en la eventualidad de una guerra entre Italia y Yugoslavia. Seis meses después, en
Abril de 1926, Contarini resignó a su puesto y dejó prematuramente su carrera diplomática,
evitando un despido casi seguramente garantizado. La elección de Dino Grandi a cargo de Palazzo
Chigi en 1929 se debió a diverso factores de política interna y por algunos desequilibrios
específicos en el régimen. A pesar de haber previamente establecido vínculos inestables con el
squadrismo
fascista, Grandi había aumentado el peso y las dimensiones de su línea política en un
corto plazo y con mínimo esfuerzo. Se volvió uno de los jerarcas «moderados» más importantes del
régimen, junto con Giuseppe Bottai, Italo Balbo y Luigi Federzoni. Antes de ser nombrado Ministro
de Relaciones Exteriores ejerció como subsecretario del Interior y en el Exterior desde 1924 hasta
1929.
Su nombramiento fue una renovación y un cambio radical en la elaboración y en el manejo
de la política exterior fascista, en un marco internacional cada vez más marcado por el
fortalecimiento de Alemania y de la crisis del principio de seguridad colectiva que había inspirado
18
G. Carocci, La politica estera dell’Italia fascista (la politica exterior de Italia fascista) 1925
-1928, Bari,
Laterza, 1969; D. Mack Smith, Storia d’Italia (historia de Italia) 1861
-1958, vol. II, Bari, Laterza, 1965, Pág.
701 e ss.; R. Cantalupo, Vita diplomatica di Salvatore Contarini (Italia fra Inghilterra e Russia)
(vida
diplomatica de Salvatore Contarini

Italia entre Inglaterra y Rusia), Roma, Sestante, 1947.
InterSedes. Vol. XV. (31-2014) ISSN: 2215-2458
161
el final de la guerra, la formalización de la paz de Versalles y la creación de la Sociedad de
Naciones.
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 Museos
 Definiciones,
 Historia básica

¿CUÁL ES LA RELACIÓN ENTRE LOS


CRISTIANOS Y LA POLÍTICA?

¿Cómo han sido las relaciones entre los cristianos y la


política, a través de los siglos?

- Las relaciones entre la política y los cristianos, entre el


Estado y la Iglesia, a través del tiempo y en los diversos
países, han conocido una compleja evolución sea a nivel de los
principios, sea a nivel de las acciones prácticas.

- El modo de concebir y de realizar dichas relaciones


corresponde a los diversos contextos históricos, sociales y
eclesiales.

- Mi reflexión, explicada a continuación, se funda de modo


particular en los documentos eclesiales de los últimos
cincuenta años y, sobre todo en la: Gaudium et Spes del
Concilio Vaticano II, en el Catecismo de la Iglesia Católica, el
Código de Derecho Canónico y el Compendio de la Doctrina
social de la Iglesia.

¿Según la fe cristiana, cuál es la finalidad de la política?


La política, entendida como una acción económica-social-
legislativa-administrativa-cultural, múltiple y variada, debe:

- En relación con la persona y con la sociedad civil:

· tutelar y promover los derechos fundamentales e


inalienables de la persona, la dignidad y la igualdad de todos
los ciudadanos;

· desempeñar sus tareas como servicio a las personas y a la


sociedad;

· promover los valores fundamentales y utilizar los medios


justos e idóneos para realizar el bien común, la justicia y la paz;

· utilizar las virtudes naturales, descritas ya en la cultura


griega clásica, esto es, las llamadas virtudes cardinales:
prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

- En relación con el poder público:

· usar los medios honestos para conquistar, mantener y


asumir tal poder;

· ejercitar con imparcialidad y democracia el mandato que


han recibido de los ciudadanos;

· favorecer la información y la participación democrática de


los ciudadanos respetando el principio de la solidaridad,
especialmente para con los más pobres;

· actuar con trasparencia en la administración personal y


pública, haciendo un uso honesto del dinero público;

· respetar con justicia los derechos de la oposición.

- En relación con la comunidad humana:

· promover la solidaridad, el bienestar y la paz de todos los


pueblos;

· solucionar los eventuales conflictos con el diálogo;


· realizar y consolidar un orden internacional, en el respeto
de los principios que inspiran un orden jurídico en armonía con
el orden moral;

· realizar el bien común.

¿Cuáles son las exigencias del bien común?

- El bien común es :

· “el conjunto de condiciones de la vida social que hacen


posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el
logro más pleno y más fácil de la propia perfección” (GS,26);

- El bien común:

· es “bien de todos los hombres y de todo el hombre”


(Christifideles laici,42);

· exige “que se facilite al hombre todo lo que éste necesita


para vivir una vida verdaderamente humana” (GS,26);

· tiene que ver con una concepción integral del hombre y con
su desarrollo, de acuerdo a la profunda riqueza de sus
articulaciones;

· implica l’el compromiso de todos y de cada uno, aun con la


diversidad y complementariedad de formas, en las tareas y
responsabilidades. Busca el bien de todos y de cada uno, para
que todos sean responsables de todos” (Sollecitudo rei socialis,
38). El bien común de las personas no se puede realizar
independientemente del bien común de las comunidades a las
cuales las personas pertenecen;

· comprender también la dimensión económica, aún cuando


no se agota en ella.

Según la concepción cristiana, ¿cuándo una sociedad es


auténticamente democrática?
- Cuando la sociedad está fundada sobre un Estado
legítimamente constituido, donde la ley es soberana y no la
voluntad arbitraria de los hombres. Dicho Estado requiere:

· elecciones libres y universales;

· una concepción recta de la dignidad de la persona humana


y una tutela de sus derechos;

· una visión coherente del bien común, como criterio


regulador de la vida política;

· la participación y corresponsabilidad de todos los


ciudadanos, en sus distintos niveles y de acuerdo a sus
respectivas capacidades;

· el respeto por la autonomía política, cultural, económica y


religiosa de los demás.

- En una sociedad democrática, el sujeto de la autoridad


política es el pueblo, que es considerado, en su totalidad, como
el detentor de la soberanía. La comunidad política se contituye
para estar al servicio de la sociedad civil, de la cual deriva y, en
último análisis, de las personas y de los grupos que la
componen. A la autoridad política le compete, por tanto:

· garantizar la vida ordenada y recta de la comunidad,


promoviendo el bien común;

· respetar el principio de subsidiariedad, es decir, no debe


sustituirse la actividad libre de los individuos y grupos, sino
que, más bien, es preciso disciplinarlos y sostenerlos en caso
de necesidad;

· dejarse guiar por el orden moral, “que se funda en Dios,


que es el principio primero y el fin último” (JUAN XXIII, Pacem in
terris, 270). Precisamente de este orden, la autoridad toma su
propia legitimidad moral y la capacidad de dictar obligaciones,
que no provienen del arbitrariedad o de la voluntad de poder;

· reconocer, respetar y promover los valores humanos y


morales esenciales;
· dictar leyes justas, es decir, leyes conformes a la dignidad
de la persona humana y a los principios de la recta razón. Por
tanto, el ciudadano no está obligado, en conciencia, a seguir
las prescripciones de las autoridades civiles si son contrarias a
las exigencia de orden moral, a los derechos fundamentales de
las personas o a las enseñanzas del Evangelio;

· establecer penas proporcionadas a la gravedad de los


delitos, y orientadas a reparar el desorden introducido por la
culpa, garantizar el orden público y la seguridad de las
personas, contribuir a la corrección y recuperación personal y
social del culpable.

¿Como se efectua una sana laicidad del estado?

“No es alguna expresión de laicidad, si no su degeneración


en laicismo, la hostilidad a cada forma de relevancia política de
la religión; a la presencia en particular, de cada símbolo
religioso en las instituciones públicas. Como tampoco es signo
de sana laicidad el rechazo a la comunidad cristiana, y a
aquellos que legítimamente la representan, del derecho de
pronunciarse sobre problemas morales que hoy cuestionan la
consciencia de todos los seres humanos, en particular de los
legisladores y de los juristas. No se trata, de hecho, de
indebida ingerencia de la Iglesia en la actividad legislativa,
propia y exclusiva del Estado, sino de la afirmación y de la
defensa de los grandes valores que dan sentido a la vida de la
persona y le salvaguardan la dignidad. Estos valores, antes de
ser cristianos, son humanos, y por lo tanto no dejan indiferente
y silenciosa a la Iglesia, la cual tiene el deber de proclamar con
firmeza la verdad sobre el hombre y su destino” (BENEDICTO
XVI, Discurso a la Unión de Juristas Católicos Italianos, 9
dicembre 2006).

¿En que modo la iglesia respeta la política?


- La Iglesia, en cuanto tal, no se compromete, no se
identifica, no se confunde, no se vincula a ningún sistema o
partido político: respeta y promueve la sana y justa laicidad del
Estado.

- La Iglesia no propone decisiones concretas a tomar,


programas de acción, campañas políticas a conducir, personas
por quien votar. Todas estas realidades son “cosas técnicas
para las cuales el Magisterio no posee los medios
proporcionados, ni misión alguna” (PIO XI, Quadragesimo
anno). “La Iglesia respeta la legítima autonomía del orden
democrático y no tiene título para expresar preferencias por
una u otra solución, institucional o constitucional” (GIOVANNI
PAOLO II, Centesimus annus, 47).

- La Iglesia y la comunidad política, aún expresandose con


estructuras organizativas visibles, son de de naturaleza
diversa, sea por su configuración sea por la finalidad que
persiguen.

- Es cierto que las finalidades de la Iglesia y del Estado son


de orden diverso y que ambas son sociedades perfectas y, por
tanto, dotadas de medios propios, son independientes en la
respectiva esfera de acción. También es verdad que ambas
actúan a beneficio de un sujeto común: el hombre. Su
separación no excluye su colaboración. “La comunidad política
y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su
propio terreno. Ambas, sin embargo, aunque por diverso título,
están al servicio de la vocación personal y social del hombre”
(GS,76).

- La Iglesia, precisamente porque está al servicio de cada


persona y del crecimiento integral de la persona, puede y debe:

· evangelizar el orden político (político aquí entendido en el


más alto valor sapiencial);

· tener el reconocimiento jurídico de la propia identidad y


realidad, y formas estables de relaciones e instrumentos (p. ej.
concordatos) idóneos para garantizar las relaciones armónicas;
· juzgar los comportamientos politicos en cuanto a su
dimensión ética. Así, la Iglesia reivindica la libertad de expresar
su juicio moral cada vez que le sea exigido, por la defensa de
los derechos fundamentales de la persona o por la salvación
de las almas;

· ayudar a los laicos, a través de los Pastores, a formarse un


recta conciencia cristiana y a transformar y animar
cristianamente las realidades temporales (para los laicos, esta
tarea brota de su ser abutizados y confirmados);

· instruir e iluminar, como es su propia tarea, la conciencia


de los fieles, sobre todo, de aquellos que tienen algún
compromiso-trabajo en la vida política, a fin de que su actuar
sea siempre al servicio de la promoción integral de la persona y
del bien común.

¿Qué deberes tiene el cristiano en relación con la política?

Todo cristiano:

- Tiene el deber-derecho de interesarse y comprometerse en


la política, según sus propias posibilidades y capacidades, a fin
de promover una sociedad al servicio de la persona, principio-
centro-fin de su acción a la luz del Evangelio. De la persona
humana proviene el derecho de tomar parte activa en la vida
pública y ofrecer su personal aporte en orden del bien común.

- No desprecia o no considera irrelevante la actividad


política, sino que la retiene fundamental para la consecución
del bien común, y sostiene, por tanto, la atención y la
participación convenciada de todo ciudadano, incluido el
ejercicio del voto.

- Actúa a nombre propios (y no de la Iglesia en cuento tal) en


sus opciones políticas y, al mismo tiempo:

· ofrece un buen testimonio cristiano;


· respeta la legítima multiplicidad de las opciones
temporales;

· busca y promueve, en determinadas situaciones,


la unidad política de los cristianos, salvaguardando valores
particulares y para el bien común.

- Sabe distinguir entre compromiso político y opción


partidista. Si los principios son absolutos e inmutables, la
acción partidista, que debe también inspirarse en los principios
éticos, no consiste de por sí en la realización inmediata de
principios éticos absolutistas, sino en la realización del bien
común concretamente posible en el cuadro de un orden
democrático. Haciendo esto no es posible admitir nunca un mal
moral. En concreto, sin embargo, puede ocurri que, cuando no
sea posible obtener más, precisamente por fuerza del principio
de la búsqueda de lo mejor para el bien común concretamente
posible, se deba o sea oportuno aceptar un bien menor o
tolerar un mal menor, siempre respecto a un mal mayor.

- No se adhiere ni apoya fuerzas políticas y sociales que se


opongan o no den suficiente atención a los principios y a los
contenidos cualificantes de la doctrina social de la Iglesia.

- Evita el abstencionismo y el refugiarse en la esfera privada,


etc.

¿Según qué criterios el cristiano elige un partido?

- Al elegir un partido, el cristiano cumple una seria valoración


moral:

· en referencia a la comunidad nacional e


internacional: valora el conjunto de los bienes materiales,
morales, espirituales que lo animan y lo dirigen ;
· en referencia al partido: examina si los programas-
fines-medios-opciones operativas de ese partido son
coherentes con el Evangelio y compatible con la Fe. Al mismo
tiempo, es conviene recordar que el cristianismo es un mensaje
religioso y, en cuanto tal, dirigido a todos los hombres
indistintamente. Es capaz, por tanto, de inspirar diversos
programas, opciones concretas, que pueden ser diversas e
igualmente coherentes con la misma inspiración ideal;

· en referencia a los candiatos a elegir: valora su


honestidad, competencia política y profesional, capacidad de
dialogar con todos, su testimonio de vida personal, familiar,
profesional, social.

¿Cuales son, en el programa politico, los contenidos


irrenunciables para un cristiano?

- Son aquellos principios fundados sobre el primados y sobre


la centralidad de la persona humana, por ejemplo: la defensa
del derecho a la vida en todas sus fases (desde el primer
momento de su concepción hasta la muerte natural); la
salvaguarda de los derechos del embrión humano; la
protección a la familia fundada sobre el matrimonio
monogámico entre hombre y mujer; la libertad de educación y
el derecho de los padres a educar a sus hijos; la tutela social
de los menores; la emancipación de las formas modernas de
esclavitud (desfrute de la prostitución, liberación de las drogas);
el derecho a la libertad religiosa; el respeto de la justicia social,
de la subsidiaridad y de la solidaridad; la defensa de la paz (de
no confundir con el pacifismo ideológico) contra cada forma de
violencia y de terrorismo (cfr. CDF, Nota doctrinal sobre
algunas cuestiones relacionadas al empeño y comportamiento
de los católicos en la vida política).

- Bueno saber que estos principios, también iluminados y


confirmados de la fe, son intrínsicos a la naturaleza humana, y
por lo tanto son comunes a toda la humanidad y son
fundamentales para el bien de la sociedad
(cfr. BENEDICTO XVI, Discurso, 30 marzo 2006).

¿Cuáles son los requisitos para el cristiano elegido en un


partido?

Un cristiano, elegido en un partido, debe buscar tener:

- respeto y promoción de los fundamentos doctrinales


cristianos, en particular de los principios de la doctrina social de
la Iglesia;

- ejercicio del mandato, recibido democráticamente, como


servicio a la sociedad, como servicio de todo el hombre, y
como ejercicio de la caridad: la caridad, como virtud teologal,
puede y debe investir también la dimensión política con su
propia fuerza de iluminación, con la propia energía de
dedicación, con la propia capacidad de servir y amar a todo
hombre y a todos los hombres;

- correcta concepción de la vida social y política que él está


llamado a servir;

- ética profesional y competencia específica en la gestión de


los asuntos publicos;

- formación y educación civil y política permanente;

- ejercicio de las virtudes que favorecen el compromiso


político como servicio (integridad moral, lealtad, sinceridad,
paciencia, modestia, moderación...);

- sana distancia del interés y del prestigio personal: el


cristiano que hace política debe acutar con desinterés,
busando no su propia utilidad, ni la del propio grupo o partido,
sino el bien de todos y de cada uno;

- escucha de las sanas y justas exigencias del pueblo antes,


durante y después de las elecciones ;
- honestidad cristiana en su vida personal, familiar, social:
entre "vida buena" y "buen gobierno" hay un nexo inseparable.

¿Cuál debe ser el comportamiento del clero en relación


con la política?

Los sacerdotes:

- no utilizan su posición y su misión en la Iglesia para apoyar


cualquier partido, siendo super partes, al servicio de todos y
promoviendo el bien de cada uno y de todos;

- no pueden ser electos en un partido, a menos que, en


circunstancias concretas y excepcionales, lo exija el bien de la
comunidad (CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO, 280).

- ofrecen su contribución constructiva y coherente en el


campo "pre-político" y político (no partidista), anunciando los
valores fundamentales de la persona y del Evangelio y
ofreciendo directrices y orientaciones sobre los valores en que
se debe inspirar la actividad sociopolítica;

- promueven buenas relaciones con las administraciones


políticas en abierta y cordial colaboración para el bien de los
ciudadanos, en la claridad de los roles y en el respeto de las
competencias específicas, evitando posiciones de compromiso
y acuerdos en los que no resulta clara la posición autónoma de
la Iglesia.

- Se comprometen:

· a no poner, durante el proceso electoral, sedes y


estructuras (las parroquias, los institutos religiosos, las
escuelas católicas y las demás realidades eclesiales) a
disposición de las inciativas de partidos específicos o
formaciones políticas;
· a no programar, en cercanía de las votaciones, iniciativas
de formación, de reflexión, de oración y acompañamiento
espiritual que incluyan a personas ya comprometidas a nivel
social y político y a candidatos de un partido.
¿CUÁL ES LA RELACIÓN ENTRE LOS CRISTIANOS Y LA POLÍTICA?

¿Cómo han sido las relaciones entre los cristianos y la política, a través de los siglos?

- Las relaciones entre la política y los cristianos, entre el Estado y la Iglesia, a través del tiempo y en
los diversos países, han conocido una compleja evolución sea a nivel de los principios, sea a nivel
de las acciones prácticas.

- El modo de concebir y de realizar dichas relaciones corresponde a los diversos contextos


históricos, sociales y eclesiales.

- Mi reflexión, explicada a continuación, se funda de modo particular en los documentos eclesiales


de los últimos cincuenta años y, sobre todo en la: Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II, en el
Catecismo de la Iglesia Católica, el Código de Derecho Canónico y el Compendio de la Doctrina
social de la Iglesia.

¿Según la fe cristiana, cuál es la finalidad de la política?

La política, entendida como una acción económica-social-legislativa-administrativa-cultural,


múltiple y variada, debe:

- En relación con la persona y con la sociedad civil:

· tutelar y promover los derechos fundamentales e inalienables de la persona, la dignidad y la


igualdad de todos los ciudadanos;

· desempeñar sus tareas como servicio a las personas y a la sociedad;

· promover los valores fundamentales y utilizar los medios justos e idóneos para realizar el bien
común, la justicia y la paz;
· utilizar las virtudes naturales, descritas ya en la cultura griega clásica, esto es, las llamadas
virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

- En relación con el poder público:

· usar los medios honestos para conquistar, mantener y asumir tal poder;

· ejercitar con imparcialidad y democracia el mandato que han recibido de los ciudadanos;

· favorecer la información y la participación democrática de los ciudadanos respetando el principio


de la solidaridad, especialmente para con los más pobres;

· actuar con trasparencia en la administración personal y pública, haciendo un uso honesto del
dinero público;

· respetar con justicia los derechos de la oposición.

- En relación con la comunidad humana:

· promover la solidaridad, el bienestar y la paz de todos los pueblos;

· solucionar los eventuales conflictos con el diálogo;

· realizar y consolidar un orden internacional, en el respeto de los principios que inspiran un orden
jurídico en armonía con el orden moral;

· realizar el bien común.

¿Cuáles son las exigencias del bien común?

- El bien común es :

· “el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de
sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección” (GS,26);

- El bien común:

· es “bien de todos los hombres y de todo el hombre” (Christifideles laici,42);


· exige “que se facilite al hombre todo lo que éste necesita para vivir una vida verdaderamente
humana” (GS,26);

· tiene que ver con una concepción integral del hombre y con su desarrollo, de acuerdo a la
profunda riqueza de sus articulaciones;

· implica l’el compromiso de todos y de cada uno, aun con la diversidad y complementariedad de
formas, en las tareas y responsabilidades. Busca el bien de todos y de cada uno, para que todos sean
responsables de todos” (Sollecitudo rei socialis, 38). El bien común de las personas no se puede
realizar independientemente del bien común de las comunidades a las cuales las personas
pertenecen;

· comprender también la dimensión económica, aún cuando no se agota en ella.

Según la concepción cristiana, ¿cuándo una sociedad es auténticamente democrática?

- Cuando la sociedad está fundada sobre un Estado legítimamente constituido, donde la ley es
soberana y no la voluntad arbitraria de los hombres. Dicho Estado requiere:

· elecciones libres y universales;

· una concepción recta de la dignidad de la persona humana y una tutela de sus derechos;

· una visión coherente del bien común, como criterio regulador de la vida política;

· la participación y corresponsabilidad de todos los ciudadanos, en sus distintos niveles y de acuerdo


a sus respectivas capacidades;

· el respeto por la autonomía política, cultural, económica y religiosa de los demás.

- En una sociedad democrática, el sujeto de la autoridad política es el pueblo, que es considerado, en


su totalidad, como el detentor de la soberanía. La comunidad política se contituye para estar al
servicio de la sociedad civil, de la cual deriva y, en último análisis, de las personas y de los grupos
que la componen. A la autoridad política le compete, por tanto:

· garantizar la vida ordenada y recta de la comunidad, promoviendo el bien común;


· respetar el principio de subsidiariedad, es decir, no debe sustituirse la actividad libre de los
individuos y grupos, sino que, más bien, es preciso disciplinarlos y sostenerlos en caso de
necesidad;

· dejarse guiar por el orden moral, “que se funda en Dios, que es el principio primero y el fin
último” (Juan XXIII, Pacem in terris, 270). Precisamente de este orden, la autoridad toma su propia
legitimidad moral y la capacidad de dictar obligaciones, que no provienen del arbitrariedad o de la
voluntad de poder;

· reconocer, respetar y promover los valores humanos y morales esenciales;

· dictar leyes justas, es decir, leyes conformes a la dignidad de la persona humana y a los principios
de la recta razón. Por tanto, el ciudadano no está obligado, en conciencia, a seguir las prescripciones
de las autoridades civiles si son contrarias a las exigencia de orden moral, a los derechos
fundamentales de las personas o a las enseñanzas del Evangelio;

· establecer penas proporcionadas a la gravedad de los delitos, y orientadas a reparar el desorden


introducido por la culpa, garantizar el orden público y la seguridad de las personas, contribuir a la
corrección y recuperación personal y social del culpable.

¿Como se efectua una sana laicidad del estado?

“No es alguna expresión de laicidad, si no su degeneración en laicismo, la hostilidad a cada forma


de relevancia política de la religión; a la presencia en particular, de cada símbolo religioso en las
instituciones públicas. Como tampoco es signo de sana laicidad el rechazo a la comunidad cristiana,
y a aquellos que legítimamente la representan, del derecho de pronunciarse sobre problemas
morales que hoy cuestionan la consciencia de todos los seres humanos, en particular de los
legisladores y de los juristas. No se trata, de hecho, de indebida ingerencia de la Iglesia en la
actividad legislativa, propia y exclusiva del Estado, sino de la afirmación y de la defensa de los
grandes valores que dan sentido a la vida de la persona y le salvaguardan la dignidad. Estos valores,
antes de ser cristianos, son humanos, y por lo tanto no dejan indiferente y silenciosa a la Iglesia, la
cual tiene el deber de proclamar con firmeza la verdad sobre el hombre y su destino” (BENEDICTO
XVI, Discurso a la Unión de Juristas Católicos Italianos, 9 dicembre 2006).
¿En que modo la iglesia respeta la política?

- La Iglesia, en cuanto tal, no se compromete, no se identifica, no se confunde, no se vincula a


ningún sistema o partido político: respeta y promueve la sana y justa laicidad del Estado.

- La Iglesia no propone decisiones concretas a tomar, programas de acción, campañas políticas a


conducir, personas por quien votar. Todas estas realidades son “cosas técnicas para las cuales el
Magisterio no posee los medios proporcionados, ni misión alguna” (Pio XI, Quadragesimo anno).
“La Iglesia respeta la legítima autonomía del orden democrático y no tiene título para expresar
preferencias por una u otra solución, institucional o constitucional” (Giovanni Paolo II, Centesimus
annus, 47).

- La Iglesia y la comunidad política, aún expresandose con estructuras organizativas visibles, son de
de naturaleza diversa, sea por su configuración sea por la finalidad que persiguen.

- Es cierto que las finalidades de la Iglesia y del Estado son de orden diverso y que ambas son
sociedades perfectas y, por tanto, dotadas de medios propios, son independientes en la respectiva
esfera de acción. También es verdad que ambas actúan a beneficio de un sujeto común: el hombre.
Su separación no excluye su colaboración. “La comunidad política y la Iglesia son independientes y
autónomas, cada una en su propio terreno. Ambas, sin embargo, aunque por diverso título, están al
servicio de la vocación personal y social del hombre” (GS,76).

- La Iglesia, precisamente porque está al servicio de cada persona y del crecimiento integral de la
persona, puede y debe:

· evangelizar el orden político (político aquí entendido en el más alto valor sapiencial);

· tener el reconocimiento jurídico de la propia identidad y realidad, y formas estables de relaciones


e instrumentos (p. ej. concordatos) idóneos para garantizar las relaciones armónicas;

· juzgar los comportamientos politicos en cuanto a su dimensión ética. Así, la Iglesia reivindica la
libertad de expresar su juicio moral cada vez que le sea exigido, por la defensa de los derechos
fundamentales de la persona o por la salvación de las almas;
· ayudar a los laicos, a través de los Pastores, a formarse un recta conciencia cristiana y a
transformar y animar cristianamente las realidades temporales (para los laicos, esta tarea brota de su
ser abutizados y confirmados);

· instruir e iluminar, como es su propia tarea, la conciencia de los fieles, sobre todo, de aquellos que
tienen algún compromiso-trabajo en la vida política, a fin de que su actuar sea siempre al servicio
de la promoción integral de la persona y del bien común.

¿Qué deberes tiene el cristiano en relación con la política?

Todo cristiano:

- Tiene el deber-derecho de interesarse y comprometerse en la política, según sus propias


posibilidades y capacidades, a fin de promover una sociedad al servicio de la persona, principio-
centro-fin de su acción a la luz del Evangelio. De la persona humana proviene el derecho de tomar
parte activa en la vida pública y ofrecer su personal aporte en orden del bien común.

- No desprecia o no considera irrelevante la actividad política, sino que la retiene fundamental para
la consecución del bien común, y sostiene, por tanto, la atención y la participación convenciada de
todo ciudadano, incluido el ejercicio del voto.

- Actúa a nombre propios (y no de la Iglesia en cuento tal) en sus opciones políticas y, al mismo
tiempo:

· ofrece un buen testimonio cristiano;

· respeta la legítima multiplicidad de las opciones temporales;

· busca y promueve, en determinadas situaciones, la unidad política de los cristianos,


salvaguardando valores particulares y para el bien común.

- Sabe distinguir entre compromiso político y opción partidista. Si los principios son absolutos e
inmutables, la acción partidista, que debe también inspirarse en los principios éticos, no consiste de
por sí en la realización inmediata de principios éticos absolutistas, sino en la realización del bien
común concretamente posible en el cuadro de un orden democrático. Haciendo esto no es posible
admitir nunca un mal moral. En concreto, sin embargo, puede ocurri que, cuando no sea posible
obtener más, precisamente por fuerza del principio de la búsqueda de lo mejor para el bien común
concretamente posible, se deba o sea oportuno aceptar un bien menor o tolerar un mal menor,
siempre respecto a un mal mayor.

- No se adhiere ni apoya fuerzas políticas y sociales que se opongan o no den suficiente atención a
los principios y a los contenidos cualificantes de la doctrina social de la Iglesia.

- Evita el abstencionismo y el refugiarse en la esfera privada, etc.

¿Según qué criterios el cristiano elige un partido?

- Al elegir un partido, el cristiano cumple una seria valoración moral:

· en referencia a la comunidad nacional e internacional: valora el conjunto de los bienes


materiales, morales, espirituales que lo animan y lo dirigen ;

· en referencia al partido: examina si los programas-fines-medios-opciones operativas de


ese partido son coherentes con el Evangelio y compatible con la Fe. Al mismo tiempo, es conviene
recordar que el cristianismo es un mensaje religioso y, en cuanto tal, dirigido a todos los hombres
indistintamente. Es capaz, por tanto, de inspirar diversos programas, opciones concretas, que
pueden ser diversas e igualmente coherentes con la misma inspiración ideal;

· en referencia a los candiatos a elegir: valora su honestidad, competencia política y


profesional, capacidad de dialogar con todos, su testimonio de vida personal, familiar, profesional,
social.

¿Cuales son, en el programa politico, los contenidos irrenunciables para un cristiano?

- Son aquellos principios fundados sobre el primados y sobre la centralidad de la persona humana,
por ejemplo: la defensa del derecho a la vida en todas sus fases (desde el primer momento de su
concepción hasta la muerte natural); la salvaguarda de los derechos del embrión humano; la
protección a la familia fundada sobre el matrimonio monogámico entre hombre y mujer; la libertad
de educación y el derecho de los padres a educar a sus hijos; la tutela social de los menores; la
emancipación de las formas modernas de esclavitud (desfrute de la prostitución, liberación de las
drogas); el derecho a la libertad religiosa; el respeto de la justicia social, de la subsidiaridad y de la
solidaridad; la defensa de la paz (de no confundir con el pacifismo ideológico) contra cada forma de
violencia y de terrorismo (cfr. CDF, Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relacionadas al
empeño y comportamiento de los católicos en la vida política).

- Bueno saber que estos principios, también iluminados y confirmados de la fe, son intrínsicos a la
naturaleza humana, y por lo tanto son comunes a toda la humanidad y son fundamentales para el
bien de la sociedad (cfr. BENEDICTO XVI, Discurso, 30 marzo 2006).

¿Cuáles son los requisitos para el cristiano elegido en un partido?

Un cristiano, elegido en un partido, debe buscar tener:

- respeto y promoción de los fundamentos doctrinales cristianos, en particular de los principios de la


doctrina social de la Iglesia;

- ejercicio del mandato, recibido democráticamente, como servicio a la sociedad, como servicio de
todo el hombre, y como ejercicio de la caridad: la caridad, como virtud teologal, puede y debe
investir también la dimensión política con su propia fuerza de iluminación, con la propia energía de
dedicación, con la propia capacidad de servir y amar a todo hombre y a todos los hombres;

- correcta concepción de la vida social y política que él está llamado a servir;

- ética profesional y competencia específica en la gestión de los asuntos publicos;

- formación y educación civil y política permanente;

- ejercicio de las virtudes que favorecen el compromiso político como servicio (integridad moral,
lealtad, sinceridad, paciencia, modestia, moderación...);
- sana distancia del interés y del prestigio personal: el cristiano que hace política debe acutar con
desinterés, busando no su propia utilidad, ni la del propio grupo o partido, sino el bien de todos y de
cada uno;

- escucha de las sanas y justas exigencias del pueblo antes, durante y después de las elecciones ;

- honestidad cristiana en su vida personal, familiar, social: entre "vida buena" y "buen gobierno"
hay un nexo inseparable.

¿Cuál debe ser el comportamiento del clero en relación con la política?

Los sacerdotes:

- no utilizan su posición y su misión en la Iglesia para apoyar cualquier partido, siendo super partes,
al servicio de todos y promoviendo el bien de cada uno y de todos;

- no pueden ser electos en un partido, a menos que, en circunstancias concretas y excepcionales, lo


exija el bien de la comunidad (Código de Derecho Canónico, 280).

- ofrecen su contribución constructiva y coherente en el campo "pre-político" y político (no


partidista), anunciando los valores fundamentales de la persona y del Evangelio y ofreciendo
directrices y orientaciones sobre los valores en que se debe inspirar la actividad sociopolítica;

- promueven buenas relaciones con las administraciones políticas en abierta y cordial colaboración
para el bien de los ciudadanos, en la claridad de los roles y en el respeto de las competencias
específicas, evitando posiciones de compromiso y acuerdos en los que no resulta clara la posición
autónoma de la Iglesia.

- Se comprometen:

· a no poner, durante el proceso electoral, sedes y estructuras (las parroquias, los institutos
religiosos, las escuelas católicas y las demás realidades eclesiales) a disposición de las inciativas de
partidos específicos o formaciones políticas;
· a no programar, en cercanía de las votaciones, iniciativas de formación, de reflexión, de oración y
acompañamiento espiritual que incluyan a personas ya comprometidas a nivel social y político y a
candidatos de un partido.

Artículos

Las ideologías políticas en

América Latina en el siglo XX

Luis Armando González

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Resumen

El autor examina las principales ideologías presentes en el debate político latinoamericano durante
el siglo XX. Dedica particular atención a la ideología socialista-comunista, que es considerada
como la de mayor importancia por su coherencia y simpleza teóricas, su eficacia política y la pasión
sin límites que despierta en sus militantes. Su tesis es que, al cierre del siglo XX, el nacionalismo, el
antiimperialismo, el nacionalismo revolucionario y el socialismo-comunismo se han quebrado como
proyectos de transformación social, lo cual ha traído consigo una situación de incertidumbre política
e ideológica que caracteriza al momento actual.

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"Los dos regímenes [el nazismo y el comunismo estalinista] dan a conocer casi al mismo tiempo
dos rasgos que los apartarán de la humanidad civilizada: el reinado del partido único sobre el
Estado, y la dominación no compartida de dicho partido por un sólo hombre. Sistemas políticos sin
leyes fijas, en los que nada protege a nadie y la policía política puede detener y hacer desaparecer
absolutamente a cualquiera, salvo a uno solo".

A. Furet, El pasado de una ilusión, 1995.


"En cualquier caso, una parte de nuestra búsqueda de un mundo mejor debe consistir en la
búsqueda de un mundo en el que no se fuerza a otros a sacrificar su vida en razón de una idea".

K. Popper, En busca de un mundo mejor, 1994.

1. Introducción

El siglo XX ha visto nacer en América Latina las más diversas interpretaciones de la realidad
social, económica y política. Los distintos países y sociedades han dado cobijo a las ideas más
dispares sobre lo que constituye su razón de ser, sus orígenes, su situación actual y su
futuro. Nacionalismo, nacionalismo revolucionario, desarrollismo, socialismo y comunismo han
sido referentes permanentes de acción sociopolítica; quienes los han abanderado no han sido sólo
las élites intelectuales, sino amplios grupos sociales que se han movilizado, organizado y
sacrificado en pro de la realización de los ideales prometidos.

No cabe duda de que en el siglo XX en América Latina, al igual que en Europa, miles de personas
han sido sacrificadas ante el altar de las ideologías. Miles de vidas vieron truncadas sus aspiraciones
de una situación personal y social más digna y humana, y otras muchas sacrificaron dimensiones
esenciales de su vida personal para responder a las exigencias de la disciplina
ideológica. Nacionalismo, nacionalismo revolucionario, desarrollismo, socialismo y
comunismo son las matrices ideológicas que han orientado el quehacer sociopolítico de los hombres
y las mujeres latinoamericanos en el siglo XX. Sin entender esas matrices ideológicas, difícilmente
se entenderá el rumbo seguido por los países latinoamericanos a lo largo del siglo que está por
finalizar, así como tampoco se entenderá la incertidumbre sociopolítica que caracteriza al momento
histórico actual.

Cada una de las matrices ideológicas apuntadas, en su momento, fue operante y orientó la praxis
sociopolítica de importantes grupos sociales. También en su momento entró en crisis y puso al
descubierto sus debilidades más sustantivas. En la actualidad, estamos ante la crisis de la más
importante ideología política del siglo XX: la comunista, la cual -ya fuese por aceptación o rechazo-
dio lugar a las reacciones y a los compromisos políticos más radicales. La crisis de la ideología
comunista, además, no ha supuesto, como en el pasado, la emergencia de una matriz ideológica
alternativa, pues ella no sólo pretendió asumir lo mejor de las matrices anteriores, sino que se erigió
como la última y definitiva propuesta de emancipación social, política y económica.

El propósito de estas notas es el examen de la naturaleza de las matrices ideológicas señaladas,


especialmente de la comunista. En cierto modo, el análisis de los derroteros del comunismo en
América Latina es el tema central de este trabajo. Para entender el sentido de las ideologías políticas
en América Latina se seguirán dos vías que serán complementarias: en la primera, se examinarán
algunas de las personalidades intelectuales y políticas más importantes que con su vida y obra
contribuyeron decisivamente a la configuración de las ideologías políticas que han marcado la
realidad latinoamericana en el siglo XX. En la segunda, el punto central será específicamente la
idea comunista, en la que se enfatizará tanto su dimensión intelectual-racional como su dimensión
pasional, en virtud de la cual la vida personal de quienes la asumieron se tradujo en renuncias
radicales. Este último aspecto es sumamente interesante, puesto que sin entenderlo es imposible
entender también el apasionamiento y la renuncia a valores y estilos de vida considerados
"burgueses" que caracterizaron a los militantes comunistas. Más aún, sin su examen es imposible
entender la sumisión incondicional y absoluta al jefe o al líder, propios de los militantes comunistas
auténticos.

Ciertamente, es difícil hacer un ejercicio como el propuesto, es decir, acceder a los compromisos y
renuncias efectivas-sentimentales que caracterizaron (¿y caracterizan?) a los militantes comunistas.
Sin embargo, la tarea no es imposible, sobre todo si se presta atención a quienes suelen dejar
testimonio escrito de sus ideas y sentimientos: los intelectuales. En el siglo XX, muchos de los
intelectuales europeos más importantes tuvieron algo que ver con el comunismo. Y, entre estos,
quienes más apasionadamente se vincularon con el comunismo, lo despreciaron y lo amaron, fueron
los artistas (literatos y pintores).

Esta temática, con todo y lo atractiva que resulta, excede las pretensiones de estas notas, cuyo
interés expreso es América Latina. Aquí es posible rastrear las pasiones comunistas, y nosotros lo
haremos siguiéndole la pista a una intelectual italiana que vivió en México en los años veinte y que
ejemplifica con meridiana claridad los afectos, compromisos y renuncias que forzosamente tenía
que hacer alguien que se adscribiera en serio al comunismo. El nombre de esa intelectual, fotógrafa
de profesión, es Tina Modotti. En su momento habrá que detenerse en el caso de la Modotti; por
ahora, baste decir que para enterarse de la vida de esta fotógrafa italiana se ha utilizado el apoyo del
libro Tínisima de la mexicana Elena Poniatowska.

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Nacionalismo, nacionalismo revolucionario, desarrollismo, socialismo y comunismo son las
matrices ideológicas que han orientado el quehacer sociopolítico de los hombres y las mujeres
latinoamericanos en el siglo XX.

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Así pues, el trabajo tendrá como apartados centrales los dos bloques temáticos apuntados: primero:
un examen más conceptual y sistemático de las ideologías políticas latinoamericanas; y, segundo,
una aproximación a la dimensión pasional del comunismo, que ha sido sin duda -justamente por el
carácter y alcance de las pasiones que fue ( ¿y es?) capaz de suscitar- la ideología política más
importante en el siglo XX a nivel latinoamericano. Como corolario, se hará una reflexión sobre las
incertidumbres ideológicas que acechan a América Latina a finales del segundo milenio, una vez
que las certezas ideológicas que lo han dominado desde principios de siglo han dejado de ser tales.

2. Consideraciones preliminares: filiaciones ideológicas del discurso político latinoamericano

Entre las filiciaciones ideológicas más relevantes del discurso político latinoamericano ocupan un
lugar destacado las siguientes: nación, nacionalismo, antiimperialismo, desarrollismo, colonialismo
interno, nacionalismo revolucionario, socialismo y comunismo. Todas esas nociones tienen en
común no sólo el haber sido parte de elaboraciones intelectuales más o menos sistemáticas, sino el
haber servido de instrumentos de movilización política. Así, América Latina gozó de la presencia de
intelectuales de renombre que no sólo hacían grandes esfuerzos para articular los conceptos
aludidos, a modo de formar una cosmovisión coherente de la realidad social latinoamericana y de
las condiciones para su transformación, sino que, al mismo tiempo, muchos se hacían protagonistas
de una práctica política tendiente a hacerlos realidad.

Del conjunto de nociones apuntadas, cuatro son las básicas: nacionalismo, antiimperialismo,
nacionalismo, revolucionario y socialismo-comunismo.

(a) La primera nace en el marco de las luchas independentistas con el subsiguiente proceso de
formación de los estados nacionales a que las mismas dan lugar. Se destaca en ella el problema de
la identidad nacional, la integración de los actores sociales diversos que conforman la sociedad y la
alianza multiclasista (pacto social) en torno a las clases medias. Es una filiación ideológica que
pierde su fuerza a principios del siglo XX, en buena medida por las transformaciones mundiales y
regionales que la penetración del capital extranjero y la expansión de los países centrales traen
consigo.

(b) La segunda comienza a ganar fuerza hacia los años veinte, cuando las discusiones sobre el
imperialismo han cobrado fuerza en los círculos de la izquierda -motivados en buena medida por el
libro de V. Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo. Su punto fuerte es la defensa del
patrimonio nacional (recursos naturales), a lo que se suma la defensa del patrimonio cultural y del
pasado prehispánico.

(c) El nacionalismo y el antiimperialismo confluyen, hacia los años treinta, en el nacionalismo


revolucionario, que encuentra, primero, en la revolución méxicana y, después, en los regímenes
populistas –como el peronista y el aprista- a sus mayores portavoces. Sus rasgos básicos son:
recuperación de los recursos naturales para la nación, educación y cultura para todos, integración
cultural, inversión pública, anitiimperialismo, rechazo a la oligarquía y fomento a la organización y
movilizaciones sociales. Todo ello inserto en un proyecto de unidad nacional en torno a un Estado
gestionado por las clases medias.

(d) La cuarta llega a América Latina con los inmigrantes italianos y españoles, aunque tiene un
sustrato de clase importante la formación de los sindicatos urbanos y los sindicatos mineros. Ambos
–socialismo y comunismo—no adquieren en un principio la distinción que, por el contrario los
caracteriza y enfrenta en Europa, donde son tajantes las líneas divisorias existentes entre la
socialdemocracia y el marxismo-leninismo en ciernes. Los rasgos que predominan en el
comunismo-socialismo latinoamericano tienen, en la época que nos ocupa, un fuerte predominio del
marxismo-leninismo, con notables elementos anarquistas y anarcosindicalistas. De ese modo, para
esta filiación ideológica, la dinámica social se explica por la lucha de clases, la oposición de la clase
obrera al desarrollo capitalista y la penetración imperialista que hace que la lucha contra el
capitalismo sea una lucha contra el imperialismo.

El comunismo-socialismo latinoamericano, pues, abandona la idea de que la unidad nacional es el


principio actuante de la política, ya que el mismo radica en las clases sociales y su lucha. Además,
la sociedad termina por ser contemplada como una estructura heterogénea con grupos subordinados
a los intereses de unas élites económicamente dominantes. Como no podía ser para menos, entre los
grupos subordinados está la población indígena, que comparte con los demás grupos explotados
dicha condición. Sin embargo, dentro de todos estos grupos subordinados, el proletariado –léase la
clase obrera— es el más importante a la hora de hacer avanzar la lucha anticapitalista y
antiimperialista.
Es importante hacer notar que, desde muy temprano, la filiación socialista-comunista trata de
aplicar a América Latina las ideas de modo de producción precapitalista y capitalista, entendiendo
al primero como feudal, colonial e indígena, y al segundo como dependiente del imperialismo. Ello
introduce una novedad respecto a la ortodoxia que comienza a propagarse desde la Rusia
bolchevique desde donde suele hablarse de un capitalismo y un proletariado a secas. Igualmente
novedosa resulta la idea de un actor indígena, cuando la ortodoxia insiste en que sólo hay una clase
revolucionaria -la clase obrera- que es la única depositaria de la transformación social.

En parte, es por estos elementos "novedosos" que el socialismo-comunismo latinoamericano tiene


dificultades para ser aceptado por el movimiento comunista internacional, en cuyo seno la
determinación de quién es un verdadero comunista y quién no lo es depende cada vez más de los
dirigentes rusos. Habrá que esperar hasta los años treinta, cuando comienzan a establecerse los
partidos comunistas, para que el socialismo-comunismo latinoamericano logre institucionalizarse.
Ello obviamente supuso aceptar las 21 condiciones impuestas por la III Internacional a sus nuevos
miembros, con el subsiguiente abandono –o paso a segundo plano- de los elementos más polémicos
de la visión de la realidad que los socialistas-comunistas latinoamericanos comenzaban a elaborar.

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A partir de los años sesenta, la filiación socialista-comunista atraviesa por un viraje importante: en
ruptura con los partidos comunistas emergen los movimientos revolucionarios armados, con los
cuales la relación ortodoxia-heterodoxia en la ideología socialista-comunista hace nuevamente su
aparición.

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Desde los años treinta hasta los años sesenta, la filiación socialista-comunista no sólo se enfrentó
ideológica y políticamente al nacionalismo revolucionario, sino que fue adquiriendo una presencia
social y política importante. Adquirida la institucionalidad de partido, se impusieron tanto el
formato del partido comunista soviético -partido-Jefe = clase obrera- como la aceptación de las
tesis dictadas por la III Internacional. A partir de los años sesenta, la filiación socialista-comunista
atraviesa por un viraje importante: en ruptura con los partidos comunistas emergen los movimientos
revolucionarios armados, con los cuales la relación ortodoxia-heterodoxia en la ideología socialista-
comunista hace nuevamente su aparición. El viraje en cuestión tiene relación directa con la
revolución cubana y se produce en un contexto en el que emergen las dictaduras militares de los
años sesenta y setenta.

Se está ante una nueva fase del socialismo-comunismo latinoamericano, misma que añade nuevas
características a un modo de hacer política que no por ello pierde algunos de sus rasgos
tradicionales. Los rasgos que caracterizan esta nueva fase son los siguientes: creación de una nueva
organización de vanguardia, sin abandonar la idea del partido y el centralismo democrático;
formación de organizaciones político-militares; conquista del poder estatal que debe realizarse
ahora mismo y por la vía armada; aceptación de las tesis básicas del marxismo-leninismo, pero
también las tesis de León Trotski (por ejemplo, que la revolución debe extenderse por el mundo) y
Mao Tse Tung (por ejemplo, que los campesinos son aliados estratégicos de los obreros) . No se
olvidan, por lo demás, la tesis de la lucha de clase como motor de la historia, la instauración del
socialismo como fase previa del comunismo y que la clase obrera es la clase portadora de la nueva
sociedad.

Adicionalmente, a partir de los años sesenta, de manera simultánea a la postulación de la lucha


armada como mecanismo de acceso al poder por parte de las nuevas organizaciones marxista-
leninistas, aparece una cierta distinción entre quienes optan por socialismo desde la
socialdemocracia y quienes lo hacen desde posturas comunistas (al estilo soviético) o desde la lucha
armada. Es decir, aparece la distinción entre marxismo-leninismo y socialdemocracia, en una
situación ligeramente semejante a la dibujada en Europa a principios de siglo. Quienes defienden
posturas socialdemócratas se oponen a la lucha armada; defienden la tesis de una economía mixta;
aceptan la competencia electoral -de hecho tratan de insertarse en sus respectivos sistemas políticos-
; apuestan, pues, por un socialismo democrático. Pese a todo, a medida que los movimientos
revolucionarios se radicalizan -y a medida que la represión estatal y paraestatal se agudiza- muchos
socialdemócratas terminan subordinándose a los grupos revolucionarios, aportándoles fondos y
relaciones a nivel internacional.

En definitiva, entre los años sesenta y setenta se perfilan en la filiación comunista-socialista los
siguientes rasgos: cuestionamiento a los partidos comunistas y a su tesis de la "maduración" de las
condiciones burguesas; emergencia de grupos político-militares (movimiento armado); y una cierta
distinción entre socialismo y comunismo al estilo de la que emergió en Europa a principios de siglo,
aunque sin llegar al anatema y a la condena recíproca propios de la experiencia europea.
En los años ochenta se abre paso la discusión sobre la transición a la democracia. Ello supone la
aceptación, por parte de la gran mayoría de actores sociopolíticos, de que la democracia (occidental)
es algo que conviene lograr. A esas alturas, los movimientos armados o han sido derrotados o están
en vías de incorporarse a la "legalidad burguesa". A finales de los ochenta, el derrumbe del bloque
del Este y la crisis del marxismo-leninismo ponen en una situación difícil a la filiación socialista-
comunista. En cierto modo, en un contexto en el que el socialismo real ha demostrado su absoluta
inviabilidad, la poca oportunidad que le queda a la filiación socialista-comunista camina, con todos
los reparos que se le puedan poner a la misma, por su vertiente socialdemócrata, porque "al fin y al
cabo la socialdemocracia proporciona el único ‘material de laboratorio’ que tenemos para diseñar
políticas apoyadas en la clase obrera y guiadas por los ideales morales tradicionales de la
izquierda".

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en un contexto en el que el socialismo real ha demostrado su absoluta inviabilidad, la poca


oportunidad que le queda a la filiación socialista-comunista camina, con todos los reparos que se le
puedan poner a la misma, por su vertiente socialdemócrata,

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3. Nacionalismo, antiimperialismo y nacionalismo revolucionario

El discurso político latinoamericano ha sido fuertemente influenciado por intelectuales e ideólogos


para los cuales o fue relativamente cercana la discusión socialista-comunista (José Ingenieros) o
bien se convirtió en un frente de ataque (Haya de la Torre). Tres figuras son claves en la tradición
del pensamiento político latinoamericano en la que se sintetiza el nacionalismo, el antiimperialimo
y el nacionalismo revolucionario: José Martí (1853-1895), José Ingenieros (1817-1925) y Víctor
Raúl Haya de la Torre (1895-1979).

Los dos primeros autores efectúan sus reflexiones teórico-políticas hacia finales del siglo XIX y
principios del XX, cuando se agota una forma de ver el mundo y nace una nueva visión de la
realidad. No sólo son los portavoces del nacionalismo y del antiimperialismo nacientes, sino los
intelectuales que se plantean a fondo el tema de la cuestión nacional, inseparable de la penetración
del capital extranjero en América Latina y del diseño de alternativas para revertir esa dominación
imperialista. Como se verá, Ingenieros con su concepto de minorías activas y su rechazo a la
mediocridad quiere apuntalar un proceso de transformación social; mientras que Martí le apuesta a
las alianzas de clase para construir la identidad nacional. Por su parte, Haya de la Torre, con su
proyecto populista -nacionalista revolucionario- pretende integrar a los diversos sectores sociales en
torno al Estado, a modo de crear un capitalismo nacional.

(a)José Martí. Este intelectual cubano, considerado por muchos como un lejano antecesor de
quienes animaron, como Franz Fanon, los movimientos de liberación nacional africanos en la
década de los sesenta y setenta, tiene una actualidad indiscutible. Y ello porque el problema de la
independencia y la autonomía latinoamericana sigue presente a finales del siglo XX. Ciertamente, la
importancia de Martí no sólo tiene que ver con las posturas políticas que asumió en las diversas
coyunturas que llevaron a la independencia de Cuba, sino con el modo cómo se insertó en su
contexto histórico: lo hizo como un intelectual, que vinculó su labor periodística, poética y
ensayística al proceso de independencia cubano, primero de España y luego de Estados Unidos.

Enviado a España en 1871, como producto de una pena que le fue conmutada, viaja después a
México, Guatemala, Venezuela y Estados Unidos. Asimismo, regresa de incógnito a Cuba en 1877-
1878, y ejerció en ese lapso su profesión de abogado. Su actividad política lo lleva al destierro, en
1881, esta vez a Nueva York, lugar donde permanece hasta 1895. Ese año regresa a Cuba. Murió en
combate el 16 de marzo mientras luchaba por la independencia cubana.

Como pocos latinoamericanos de su tiempo, supo captar la evolución económica de Estados Unidos
entre 1880 y 1890, con sus tendencias a convertirse en un capitalismo monopólico, urbanizado y de
expansión militar. Además, supo captar los perfiles socioculturales y políticos de la naciente
potencia del norte a finales del siglo pasado. Con razón, no ha faltado quien haya comparado a
Martí con Alexis de Toqueville, quien vislumbró las tendencias históricas de Estados Unidos en el
siglo XVIII. Por el alcance de sus propósitos y la profundidad de su visión histórica, Martí fue un
hombre universal. Pero fue, ante todo, un cubano que vivió con gran intensidad el drama de su país.
Participó de ese drama comprometiéndose activamente en lucha por la independencia cubana, razón
por la cual fue enviado primero a la prisión y luego al exilio.

Una de sus preocupaciones más acuciantes es explicar los factores que hacen de la economía
cubana una economía de plantación, lo cual está estrechamente vinculado -con la salida de España y
la llegada de Estados Unidos- al reemplazo de una dominación política por una dominación
económica. La preocupación aludida tiene como correlato un compromiso militante que hace que,
desde el exilio, Martí se convierta en el líder intelectual de la guerra de emancipación que se inicia
en 1895. Ciertamente, Martí no está solo en su compromiso emancipador; los líderes Antonio
Maceo y Máximo Gómez están animados por el mismo espíritu independentista.

Sin embargo, estos últimos insisten en el factor militar como elemento crucial en la lucha
liberadora; Martí es más civilista, es decir, en su proyecto se trata de lograr un cambio político. Se
trata de lograr la independencia, pero también de romper las estructuras de poder económico y
político de las élites locales. Estos cambios son cruciales para poder hacer frente al imperialismo
norteamericano. Los objetivos políticos de la lucha independentista se formulan en 1891, cuando se
funda el Partido Revolucionario Cubano (PRC), organización que sintetiza los esfuerzos de Martí -
vinculando las tareas de propaganda con la actividad de un ejército de liberación nacional- para dar
coherencia y eficacia a su proyecto emancipatorio.

En definitiva, Martí fue un ideólogo, un escritor y un propagandista del movimiento independentista


cubano. Fue un tipo de intelectual particular, cuya presencia ha sido importante en la historia de las
ideas políticas en América Latina. Uno de sus escritos más importantes es Nuestra América (1871) ,
en el cual aborda el problema de la identidad americana: lo que "quede de aldea en América"; la
necesidad de juntar lo diverso; la apuesta por las propias tradiciones sin recurrir a modelos
extranjeros; apelar a la "barbarie", ya que lo autóctono es lo que permite hacer frente al agresor
externo. Así pues, Martí fue indudablemente un nacionalista, pero fue también un revolucionario
que supo articular un proyecto en el que la dimensión nacional corrió pareja con la dimensión
antiimperalista. En su propuesta, se tiene que afirmar la nación frente al imperialismo, pero también
propiciar un proceso de reforma económica y política auténticamente nacional. Esto no puede
lograrse sin la integración de todos aquellos que comparten la misma tradición. En el fondo, para el
prócer cubano -al igual que para Rousseau- se trata de rescatar al "hombre natural", al que hay que
reconocer y recuperar. Este es el propósito esencial de la educación; al cumplirlo propicia una
sociedad pluralista y diversa, fundada en la igualdad racial, así como en una amplia colaboración
entre la clase media, los trabajadores y los indígenas.

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la importancia de Martí no sólo tiene que ver con las posturas políticas que asumió en las diversas
coyunturas que llevaron a la independencia de Cuba, sino con el modo cómo se insertó en su
contexto histórico: lo hizo como un intelectual, que vinculó su labor periodística, poética y
ensayística al proceso de independencia cubano, primero de España y luego de Estados Unidos.
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(b) José Ingenieros. Este autor sitúa su reflexión en la Argentina influenciada por la presencia del
imperialismo inglés en su economía. Es una época en la que su país ingresa a los mercados
internacionales de materias primas -exportando carne y trigo- y en la que el mismo experimenta un
notable crecimiento demográfico y económico. Entre 1880 y 1914, Argentina se consolida como
una sociedad agraria en expansión. Tecnología, trenes, puertos, finanzas, migración extranjera -
italiana y española- dan vida a una sociedad sumamente dinámica. Así, entre 1880 y 1920, la
población asciende de 2.5 millones de habitantes a 9 millones; la superficie cultivable se incrementa
de 2.1 millones de hectáreas a 22.3 millones; por último, el comercio exterior se expande de 100
millones de pesos oro a 2 mil millones.

Se está, pues, ante la conformación de una sociedad que será considerada por muchos como el
"granero de Inglaterra". Su estrategia de desarrollo está basada en la demanda externa y en
inversiones extranjeras localizadas en el sector agroexportador. Por lo demás, la dinámica
económica descrita da lugar a una diferenciación social cuyos rasgos más notorios son los
siguientes: nuevas funciones estatales centradas en la educación y la salud, crecimiento de la
burocracia pública y población migrante en las ciudades y, sobre todo, en la capital. Hacia finales
del siglo XIX y principios del XX, se configura una estructura social en la cual los terratenientes,
los comerciantes, las nuevas clases medias, los trabajadores urbanos y la pequeña burguesía
provinciana se convierten en los principales focos de la dinámica social y política.

Es precisamente en este escenario en el que emerge la figura de José Ingenieros. De padres


italianos, desde su época de estudiante se involucra en diversas actividades culturales y políticas.
Graduado en medicina y derecho, en la universidad participa activamente en política, especialmente
en la creación del Centro Socialista Universitario (1894). También participa en la creación del
Partido Socialista Obrero Internacional (PSOI), que después pasó a ser el Partido Socialista Obrero
Argentino (PSOA).

En 1895 publica su trabajo ¿Qué es el socialismo? en el que expone sus ideas acerca de esa doctrina
política, así como sobre la situación argentina y los pasos que tienen que darse para concretar el
socialismo tal como él lo entiende. Sus discrepancias con Juan Justo, a la sazón una de las figuras
más notables del socialismo argentino y presidente del PSOA, lo llevan a retirarse de la política y
dedicarse a la medicina durante la década de 1910. Se integra a la Universidad de Buenos Aires
como catedrático de medicina legal, hasta que el Presidente argentino Sáenz Peña se niega a
ratificarlo en su cargo a finales de la década. Según sus biógrafos, Ingenieros se inspira en esta
experiencia para escribir, en Europa, El hombre mediocre, publicado en 1914.

De nuevo en su país, a partir de 1914, el trabajo intelectual de Ingenieros se vincula a los temas
filosóficos. Funda la Revista de Filosofía y trabaja en su libro La evolución de las ideas
argentinas. De esto se ocupaba cuando tiene lugar el movimiento estudiantil de Córdova al que se
adhiere con entusiasmo. Además de la reforma universitaria, dos acontecimientos impactan a
Ingenieros: la revolución bolchevique -a la que defiende apelando a la solidaridad y justicia social
de la que la misma es portadora- y la primera guerra mundial.

En su último año de vida (1925) participa, junto con Ortega y Gaset, Haya de la Torre y Miguel
Angel Asturias, en la Asamblea Antiimperialista celebrada en París. En seguida viaja a México,
donde lo recibe el presidente Plutarco Elías Calles. Regresa a Buenos Aires, donde muere a finales
de ese año.

¿Cuáles son las ideas de Ingenieros? . Un tema central en su pensamiento es la cuestión social. Parte
de la constatación de que el capitalismo genera miseria e injusticia social. Sin embargo, eso no lo
hace inmoral por definición; lo que tiene son aspectos negativos, que son precisamente los que
deben reformarse. Entre estos aspectos negativos están el deterioro de los salarios, las inhumanas
condiciones de vida de los obreros, el consumo ostentoso de las élites dominantes y la acumulación
sin límites de capitalistas y oligarcas. Ante esto, se tiene que proponer un modelo moral que traerá
como resultado la implantación de formas distributivas del excedente económico que beneficien a
los grupos sociales mayoritarios. Otra medida insoslayable es el control del parasitismo de los
grupos pudientes de la sociedad. De lo que se trata, pues, es de limitar los efectos nocivos del
capitalismo y no de su erradicación.

El legado anarquista es importante en Ingenieros, como se nota en su idea de que existe una
oposición tajante entre el productor -que vive de su trabajo- y el parásito -que vive del trabajo de
otro. Esta influencia también se hace sentir en el Partido Socialista Obrero, cuyos rasgos
característicos son los siguientes: la movilización social se funda en la organización sindical de los
trabajadores; los sindicatos deben luchar por mejorar las condiciones de vida de los obreros; un
frente de la lucha sindical es el parasitismo de los propietarios; los productores deben reemplazar a
los parásitos; el trabajo y la producción son parte de una misma ética libertaria que conducirá a la
emancipación de los empobrecidos. El socialismo es, para Ingenieros, "el más noble de los ideales
que han agitado a la humanidad y el más justo de los pabellones que los oprimidos enarbolan,
flameando al impulso del arma voluptuosa de la libertad, bajo los rayos regeneradores de la ciencia
y el progreso".

Adicionalmente, Ingenieros introduce la noción de minorías activas, cuyo papel es clave en la


elaboración de su proyecto de transformación social. Esas minorías, que tienen acceso al
conocimiento, a saber, a la ciencia, constituyen una secta con talento que debe influir en el cambio
social. Es el hombre de conocimiento -al margen de las ideologías y de las prácticas burocráticas- el
que debe dinamizar la transformación social. Se trata de vincular conocimiento y trabajo;
intelectuales y proletarios deben aliarse para superar el parasitisimo y la mediocridad. Es decir,
mérito y ciencia deben ponerse a favor de los oprimidos, porque el saber libera cuando opera
políticamente. Sólo tienen mérito los que se han preparado; sólo ellos pueden legítimamente
conducir a la sociedad. La política es asunto de sabios y no de una clase que domina a base de la
exclusión. "La cuna dorada no da aptitudes; tampoco las da la cuna electoral". En fin, el lema de
Ingenieros es que los que saben deben dirigir a los que no saben.

En su perspectiva, se trata de reivindicar al intelectual independiente, que destaca por sobre la


minoría oligárquica y por sobre la masa popular: ambos son proclives a la mediocridad. El
intelectual independiente es el portador de unos nuevos valores en los cuales la sabiduría ocupa un
lugar privilegiado. El portador de los mismos es el inmigrante europeo, pues no se puede negar que
la "superioridad de la raza blanca es un hecho aceptado hasta por los que niegan la existencia de la
lucha de razas. La selección natural tiende a extinguir a las razas de color". La propuesta de
Ingenieros es construir la identidad americana en los migrantes, quienes están más capacitados para
asumir el rol de minorías activas.

Al final de su vida, este autor argentino insiste -a la manera de G. Sorel- en la vinculación entre lo
espiritual y lo voluntario; la inspiración moral y el compromiso político. En la línea de E.
Durkheim, insiste en la necesidad de crear una solidaridad colectiva como fundamento de un orden
social estable, regido por normas y leyes morales y sociales. Con esto es consecuente con su
propósito de reformar moralmente al capitalismo. Después del cambio moral, vendrá el cambio
político, económico y social.

(c) Víctor Raúl Haya de la Torre. Este intelectual y líder político peruano, se vinculó desde muy
joven a la lucha estudiantil. Su actividad política universitaria lo llevó al exilio, concretamente a
México, donde estuvo desde 1923 hasta 1926. En este país formula la propuesta de la Alianza
Popular Revolucionaria Americana (APRA), tan importante en la historia del populismo
latinoamericano. Viaja a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas -donde se familiariza con el
marxismo-leninismo- y a Inglaterra -donde estudia con el autor de la Historia del pensamiento
socialista, D.H. Cole.

A pesar de que en sus primeros años de militancia compartió experiencias con Mariátegui, Haya de
la Torre se distancia desde un principio de la filiación marxista. Ciertamente, se sirve de muchas de
sus nociones para interpretar la realidad peruana, pero lo hace siempre con una intención contraria a
la que cabría esperar de un socialista-comunista; se trata en la propuesta de Haya de la Torre de
potenciar un capitalismo latinoamericano, y no de establecer un régimen socialista como antesala
del comunismo. Su pregunta, como la de tantos intelectuales de su época, es por la naturaleza de
América Latina: ¿qué es América Latina? ¿Cuáles son sus actores sociales fundamentales? ¿En qué
dirección deben avanzar sus transformaciones socioeconómicas y políticas? Con estas inquietudes
en mente, este autor peruano se apresta a dar su aporte al debate político latinoamericano.

Su experiencia en Perú, conjugada con los conocimientos que adquiere en su estadía europea, lo
llevan a caracterizar a América Latina como un feudalismo colonial. Haya de la Torre está
convencido de la inexistencia de un capitalismo consolidado en la región; lo que existe de éste es
apenas muy incipiente y sin capacidad de desarrollo autónomo debido a la presencia del
imperialismo. En América Latina, según él, hay imperialismo sin capitalismo, pues el primero vive
a expensas de la herencia feudal colonial que le es imprescindible para sus fines. En un afán que
incluso lo llevó a sentirse como quien había superado con creces a Lenin, Haya de la Torre afirmó
que en América Latina el imperialismo no es la fase superior del capitalismo, sino la primera. Se
trataba, por tanto, de llevar adelante una lucha antiimperialista y antifeudal, pero con el propósito de
instaurar un capitalismo nacional.

En este proyecto -que fue en definitiva el proyecto de la APRA- no tenía cabida la noción de las
clases sociales y su lucha. En lugar de ello había que potenciar la creación de una amplia alianza
multiclasista, liderada por las clases medias y forjadora de un Estado fuerte capaz de propiciar el
surgimiento de una auténtica burguesía nacional. Esta visión, en la que se rechaza el conflicto de
clases como eje dinamizador del desarrollo social, se sitúa en la línea de un Estado benefactor, que
debe ser lo suficientemente fuerte tanto para promover el desarrollo de la industria nacional como
para hacer frente al imperialismo.

En resumen, como sostiene F. Zapata, "en la propuesta de Haya de la Torre se afirma que el
desarrollo de indoamérica es diferente al europeo. En América Latina existe un feudalismo colonial
que impide el desarrollo de una burguesía autóctona, que implica que este feudalismo coexista con
el capitalismo que, a su vez, se identifica con el imperialismo. Esto da lugar a la afirmación según la
cual ‘el imperialismo es la primera etapa del capitalismo en América’, que contradice la tesis de
Lenin en cuanto a que éste la identifica con la última etapa. Políticamente, la existencia de este tipo
de articulación entre el faudalismo colonial y el imperialismo da pie a la imposibilidad de separar la
lucha antiimperalista de la lucha antifeudal... Se trata entonces de constituir una alianza o frente
único de todos estos grupos

-presentes en la sociedad feudal colonial-, independientemente de su adscripción de clase, que se


proponga la constitución de un Estado antiimperialista cuyo núcleo esté formado por los grupos
medios que son los más lúcidos y conscientes de dicha dominación".

El proyecto aprista tuvo un éxito político indudable. Como el modelo que surgió en México,
inmediatamente después de la revolución de 1910, fue una síntesis del nacionalismo y el
antiimperialismo, es decir, fue un nacionalismo revolucionario. Los regímenes populistas que
dominaron la vida política latinoamericana desde los años treinta hasta los sesenta tuvieron en el
proyecto de la APRA una fuente de inspiración decisiva. Haya de la Torre fue el gestor de esa
propuesta en virtud de la cual los Estados latinoamericanos propiciaron el desarrollo industrial, la
organización de la sociedad civil y la creación de sistemas políticos incipientemente democráticos.
Lo que se ha dado en llamar la matriz estado céntrica tuvo en Haya de la Torre a uno de sus
principales artífices intelectuales. Esa matriz entró en crisis con el advenimiento de las dictaduras
militares de los años sesenta y setenta, las cuales dieron inicio a un proceso inexorable de
redefinición del Estado. Las actuales propuestas de limpiar la economía de cualquier presencia
estatal son parte de la ofensiva antiestatista que militares como Pinochet iniciaron en 1973 . Las
reformas neoliberales están llevando a término la obra iniciada por los militares; con ello, están
tirando por la borda lo que quedaba de la propuesta sociopolítica de Haya de la Torre.

4. La tradición socialista-comunista latinoamericana

En el discurso socialista-comunista latinoamericano se pueden distinguir tres grandes fases: la


fundacional, dominada por figuras de la talla de Luis Recabarren (1876-1924), Julio Antonio Mella
(1903-1929) y José Carlos Mariátegui (1894-1930); la fase dominada por los partidos comunistas
(1930); y la que arranca a partir del triunfo de la revolución cubana y el desarrollo de los
movimientos de la liberación nacional (1959).

Los tres intelectuales aludidos comparten, como característica común, el esfuerzo por "nacionalizar"
las tesis del marxismo que habían logrado asimilar en aquel entonces. Recabarren lo hace en un
país, Chile, donde la presencia de los sindicatos mineros es dominante, al igual que son dominantes
las prácticas políticas de tipo parlamentario. Como periodista y educador revolucionario, su interés
es hacer de la lucha sindical un instrumento de reforma socioeconómica que no deseche los canales
institucionales establecidos. La organización de los trabajadores, el partido, no debe reemplazarlos
en la lucha, sino orientarlos y encauzar las energías sindicales. Mella, en una dirección distinta
aunque no totalmente ajena a la de Martí, quiere la emancipación de Cuba. Pero en Mella esa
emancipación pasa por la lucha de clases y por el protagonismo de la clase obrera y el partido
comunista. Estos son los propósitos que lo animan en la Universidad de la Habana, desde donde
alimenta el compromiso estudiantil con la revolución. Mariátegui -quizás el más universal de los
marxistas latinoamericanos en el siglo XX- introduce una reflexión de tipo cultural para entender la
formación social peruana de la época. Su formación en el marxismo italiano le permite valorar la
complejidad de la cultura -como es el caso del Perú con su población indígena- y su importancia
para el cambio social.

De los tres, quien más cerca está de la tradición posterior, dominada por los partidos comunistas, es
Mella. Pero ello sólo en parte, pues el marxismo de Mella está comprometido -en la línea de
Trotski- con "el triunfo en cada país de la revolución obrera sobre el imperialismo mundial". Los
otros dos más bien llegan a sostener relaciones difíciles y tensas con los aparatos partidarios que no
tardan en manifestar, a la par de rasgos burocráticos marcados, su sumisión a las directrices de la
Internacional Comunista. Con todo, ellos son los exponentes más notables del marxismo funcional
latinoamericano, en el que predominan la creatividad y el esfuerzo personal para comprender la
realidad que les tocó vivir. No existe un esquema al que todos deban adscribirse; tampoco existe
una censura partidaria que ponga límites a los esfuerzos intelectuales que ellos realizan.

En buena medida, esta situación se explica por la misma coyuntura comunista internacional. En
efecto, si nos situamos en los años 1920-1923, la efervencencia revolucionaria en Rusia está en
pleno auge, las tesis trotskistas acerca de la revolución mundial no han sido descartadas y no se ha
impuesto la concepción de socialismo en un sólo país. Dos documentos de la Internacional
Comunista de esa época confirman esta apreciación. En el primero, "Sobre la revolución en
América" (1921), se discuten, entre otros temas, el vasallaje de América Latina hacia el
imperialismo norteamericano; la explotación de los pueblos latinoamericanos por los explotadores
nacionales; y la necesidad de una alianza de obreros y campesinos para liberar a los pueblos
latinoamericanos de la opresión nacional e imperialista, alianza que debe ser amplia: obreros,
campesinos, revolucionarios de Estados Unidos y la Internacional Comunista. "Las masas de
América Latina -dice el escrito- deben adquirir su lugar en el ejército de la ´revolución mundial´"

En el segundo documento, A los obreros y campesinos de América del Sur (1923), firmado por el
IV Congreso de la Internacional Comunista, realizado con motivo del V Aniversario de la
revolución rusa, se hace un llamado a prepararse para la lucha de clases y la acción revolucionaria
del proletariado mundial. Asimismo, se señala que América del norte (Estados Unidos) es el centro
de la reacción internacional de la burguesía contra el proletariado, por lo cual la lucha de todos los
proletarios de América -incluidos los de Estados Unidos- es una necesidad imperiosa. Luchar contra
la propia burguesía es luchar contra el imperialismo yanki que encarna a la reacción capitalista
mundial. El ejemplo heroico de esta lucha es la revolución rusa, que se enfrenta encarnizadamente
al capitalismo internacional. En resumen, el documento concluye con las siguientes expresiones:
"¡Viva la Internacional Sindical Roja!, ¡Viva la Internacional Comunista!, ¡Viva la Rusia de los
Soviets!, ¡Viva el proletariado revolucionario de América!, ¡Viva la revolución mundial!".

Curiosamente, este espíritu revolucionario que predomina en los círculos comunistas en los
primeros años de 1920, está presente en el movimiento comunista salvadoreño de los años treinta,
cuando, en Moscú, el ascenso de Stalin ha puesto en franco retroceso las tesis de la revolución
mundial -que han sido reemplazadas por la de los frentes populares antifacistas- y ha impuesto la
tesis del socialismo en un solo país, lo cual ha sido aceptado por la mayor parte de las élites
comunistas europeas.

Si se revisa la documentación del Partido Comunista Salvadoreño sobre los sucesos de 1932, en los
mismos está presente la idea de que la revolución es una tarea que no se puede posponer, pues la
hora del socialismo ha llegado. En una terminología tomada de la época heroica de la revolución
rusa, se sostiene que los obreros, campesinos y soldados

-dirigidos por el Comité Militar Revolucionario- son los que harán la revolución. Es decir, se trata
de hacer una revolución proletaria que, bajo la conducción del Partido Comunista, lleve al poder a
los obreros, campesinos y soldados. En consecuencia, uno de sus lemas más queridos es el que dice:
"¡Viva el ejército Rojo en el cual el soldado tendrá los derechos del hombre y no será un esclavo
como en el ejército manejado por los ricos!". Este espíritu combativo está recogido en una
credencial de las usadas por los comunistas durante la revuelta de 1932.
_________________________________________________

"Credencial de Comandante Rojo

PCS

Sección de la Internacional Comunista

Comité Central

Este Comité Central nombra al camarada Inocente Rivas Hidalgo

comandante rojo de las fuerzas que operarán en la zona_______ y en la toma de la ciudad de San
Salvador, quedando bajo su absoluta responsabilidad la marcha de la lucha revolucionaria hasta
el triunfo final contra la clase explotadora. Extendida en el Cuartel General del Ejército Rojo de El
Salvador a los 16 días del mes de enero de 1932.

Por la destrucción implacable de la burguesía nacional y el imperialismo. Por el Comité Central.


El Secretario General Interino. Octavio Rodríguez

________________________________________________

Así pues, el Partido Comunista Salvadoreño se inscribe en la oleada del comunismo ruso anterior a
la llegada de Stalin al poder. Hacia 1930, éste ya ha llevado adelante varias depuraciones de la vieja
guardia del ejército rojo y ha difundido la tesis del socialismo en un solo país con la que desautoriza
a Trotsky, posteriormente asesinado en México (1940). El viraje dado por Stalin repercute
directamente en la mayoría de partidos comunistas, puesto que la Internacional Comunista -plegada
totalmente a los intereses estalinistas- comienza a incididir de forma decisiva en los planteamientos
de las organizaciones que se han adscrito a ella.
A partir de los años treinta comienzan a proliferar los Partidos Comunistas en América Latina, y
su formato organizativo es copiado, casi mecánicamente, del formato del PCUS: un Secretario
General, situado en la cúspide del poder partidario; un Comité Central, subordinado al primero; y
los militantes de base, encargados de hacer cumplir los dictados emanados desde la cima del
partido. Sus planteamientos ideológicos, rígidos y simples en sus supuestos doctrinarios, varían en
la práctica según las directrices de la III Internacional. ¿Cuáles son los supuestos doctrinarios? La
lucha de clases como motor de la historia, la inevitabilidad del socialismo y el comunismo, el
protagonismo de la clase obrera y el papel del Partido Comunista como organización dirigente por
excelencia.

En el plano práctico, el primer viraje de los partidos comunistas latinoamericanos de América


Latina respecto de la tesis de la lucha frontal contra la burguesía y el imperialismo se produce hacia
1935, cuando la tesis de los frentes populares comienza a tomar vigencia con el subsecuente
rechazo a las ideas trotskistas que la misma supone. Este es el caso del Partido Comunista Chileno
en 1938, que en el texto El frente popular en Chile, firmado por su Secretario General, Carlos C.
Labarca, sostiene que la lucha revolucionaria es una lucha por las "libertades democráticas" y en
contra de la reacción imperialista que ha tomado la forma de fascismo. Según este documento, para
llevar adelante esa lucha se requiere de una alianza en la que tengan presencia los comunistas, los
católicos, ciertos grupos burgueses y los intelectuales. Además, se trata de tener una política de
"buena vecindad" con Estados Unidos, lo cual supone que la legalidad debe ser respetada por todos
los que, en la lucha contra el fascismo, han apostado por la democracia.

El Partido Comunista Cubano, en 1939, se encamina por la misma dirección. Incluso en el III
Congreso del partido se llega a ver en Fulgencio Batista a un defensor de las tendencias progresistas
y democráticas que, como cabeza del Frente Fascista Americano en formación, es atacado por la
reacción fascista. El Partido Comunista Argentino, en 1939, también se inscribe en esta tendencia,
tal como queda de manifiesto en el libro de Ernesto Giudici El imperialismo y la liberación
nacional (1940). Para este dirigente comunista, lo políticamente reaccionario -el fascismo- debe ser
barrido por la democracia que florecerá con el ascenso de las fuerzas jóvenes, progresistas y
revolucionarias. Demócrata es el gobierno que se apoya en las grandes masas contra las oligarquías
reaccionarias. En América Latina, la democracia no podrá implantarse de golpe, puesto que se
requieren condiciones económicas y sociales básicas para ello. Lo que es más importante: la
democracia política requiere de la formación de una burguesía nacional liberal. Por lo demás, la
masa popular es consciente de que no puede haber lucha antiimperialista -antifascista- sin lucha
correlativa por la democracia; y esta última debe dar cabida a amplios sectores de la población que
quieran comprometerse en ella.

El Partido Comunista Mexicano, en 1945, sigue por el mismo camino. En el documento Voz de
México celebra el pacto de unidad nacional establecido entre la Central de Trabajadores de México
(CTM) y la Confederación de Cámaras Industriales. Según los comunistas mexicanos, el pacto no
sólo es para contribuir a una unidad nacional de largo alcance, sino que recoge el clamor de los
patriotas de México que lanzaron la idea de la unidad nacional desde que fue lanzada la brutal
guerra de conquista de los hitlerianos y desde que el mundo se lanzó contra los bandidos nazis.
Antes, en el IX Congreso del Partido Comunista Mexicano (mayo de 1984), el Secretario General
del partido, Dionisio Encina, había dicho: "afirmamos que lo que se halla a la orden del día es la
independencia y el progreso de México. Declaramos que, enmarcados en ese cauce, es posible e
indispensable que todos los sectores, clases, grupos y fuerzas de la nación, todos los hombres de las
diversas ideologías o creencias se unan alrededor de su objetivos comunes y sean firmes defensores
de esta unidad nacional".

En resumen, según el texto aludido arriba, el Partido Comunista Mexicano apuesta por la
perdurabilidad de la alianza obrero-empresarial. Para ello, se tienen que crear comités tripartitos
(gobierno-empresarios-trabajadores) que resuelvan los problemas de las fábricas y que permitan una
armonía laboral en vistas a facilitar la inversión extranjera, especialmente la proveniente de Estados
Unidos.

Por último, tenemos el caso del Partido Comunista Brasileño que en la Declaración sobre la
política del Partido Comunista en Brasil, en 1958, plantea claramente el tema de la "vía pacífica de
la revolución". La tesis fuerte del Partido Comunista Brasileño es que el desarrollo capitalista
corresponde a los intereses de todo el pueblo, por lo que la contradicción principal es la que existe
entre la "nación en desarrollo" y el imperialismo norteamericano. En el caso de Brasil, se nos dice,
la revolución no es primero socialista, sino antiimperialista y antifeudal, nacional y democrática. Si
el desarrollo económico está en contradicción con la explotación imperialista norteamericana,
¿cómo oponerse a esta última? Creando un "frente único" que luche por un gobierno nacionalista y
democrático. Ello exige que el proletariado se una con la burguesía, para así luchar juntos por un
desarrollo independiente y progresista. Por supuesto, el proletariado debe salvaguardar su
especificidad ideológica y política en el interior del frente único, aunque cuidándose de que la
salvaguarda de sus propios intereses no conduzcan a una ruptura con la burguesía.
Que lejos se encuentran los planteamientos de los partidos comunistas examinados de las ideas que
animaron al movimiento revolucionario en los años veinte. Aunque aparentemente imperceptible, el
influjo de la III Internacional y, con ella, de los intereses soviéticos es indudable. Primero, muy a
tono con la pretensión de Stalin de consolidar el modelo soviético -socialismo en un solo país- y de
eliminar a sus posibles adversarios, los partidos comunistas latinoamericanos retroceden respecto de
las ideas de la revolución permanente. Segundo, en los años treinta y en el marco de las purgas
estalinistas, emerge la amenaza fascista en Europa que es asumida, primero sólo de manera retórica
y después en serio cuando estalla la segunda guerra mundial, como bandera de lucha por Stalin y de
quienes se pliegan a sus designios: los partidos comunistas latinoamericanos, al seguir las
directrices de la Internacional Comunista, hacen suya la bandera antifascista, sacan a Estados
Unidos de la mira de sus ataques -que en forma súbita se convierte en un aliado- y colocan a
Alemania en su lugar, de manera simultánea proclaman la necesidad de una alianza antifascista en
la que tiene cabida la burguesía, que doctrinariamente todavía constituye la enemiga irreconciliable
de la clase obrera. Tercero, después de la segunda guerra mundial -en que la necesidad de un frente
popular es proclamada con vehemencia por los comunistas-, y una vez que se ha disipado el peligro
de la Alemania nazi, en el discurso de la Internacional Comunista aparece de nuevo Estados Unidos
como el enemigo de la revolución. Los partidos comunistas, con la mayor facilidad, aunque
conservando la terminología de los frentes populares e incluyendo a la burguesía en sus propósitos
transformadores, hacen suyo ese cambio de objetivo.

En resumen, entre 1930 y 1960, los partidos comunistas latinoamericanos institucionalizan una
práctica política cuya doctrina tiene poca relación con el modo en que se insertan en la realidad que
les ha tocado vivir. Se impone en la práctica la idea de las etapas: para llegar al socialismo y al
comunismo -doctrinariamente inexorables- se tienen que crear las condiciones democrático
burguesas que hagan posible ese salto. De esta manera se está ante una heterodoxia respecto de las
tesis defendidas por los revolucionarios rusos, Lenin y Trotsky, quienes, a su vez, fueron
heterodoxos respecto de Marx al plocamar la revolución en uno de los países capitalistas más
atrasados.

En la década de los cincuenta, la relación ortodoxia-heterodoxia resurge con fuerza en los círculos
de la izquierda comunista latinoamericana. Surge una nueva heterodoxia: la representada por la
revolución cubana y los movimientos armados de liberación nacional. Ambos experiencias suponen
una cierta ruptura con las tesis defendidas por los partidos comunistas, incluso, en muchos aspectos,
se vuelve a la ortodoxia rusa de principios de siglo: la revolución no sólo es una tarea del presente,
sino que la misma debe tener un alcance internacional. Se impone la idea de que la estrategia de la
lucha armada (guerrillera) es la que se debe privilegiar sobre otras formas de lucha; asimismo, surge
una nueva vanguardia de naturaleza político militar, articulada por núcleos armados y regida en
muchos casos por el centralismo democrático. Su base de sustentación social son los sectores
oprimidos, especialmente los obreros y los campesinos, quienes deben aliarse para luchar por la
transformación social.

La lección de la revolución cubana a los partidos comunistas se puede resumir así: estos últimos han
buscado el socialismo siguiendo una ruta equivocada, pues la ruta correcta es la lucha armada, a la
cual tienen que sumarse si quieren ser protagonistas en el proceso revolucionario. Por la lucha
armada, el socialismo y el comunismo se revelan como ideales realizables aquí y ahora no por
burócratas regordetes y acomodados, sino por guerrilleros sacrificados y heroicos como Ernesto
"Che" Guevara.

El Che, asesinado en Bolivia en 1967, es el símbolo emblemático de un socialismo ético en cuya


mira está la creación de un hombre nuevo. Simboliza también al estratega militar, cuyo genio se
plasmó tanto en el campo de batalla como en textos destinados a difundir sus enseñanzas guerreras.
Dos escritos sobresalen en este punto: La guerra de guerrillas (1961) y Guerra de guerrillas, un
método (1963), claves en la difusión de la estrategia guerrillera en la mayor parte de América Latina
a partir de la experiencia cubana. En el primer escrito -en el que se fundamenta la tesis de los focos
guerrilleros-, Guevara se interesa por exponer las lecciones de la revolución cubana a los
movimientos revolucionarios de América. Tres son a su juicio esas lecciones: (a) las fuerzas
populares pueden ganar la guerra al ejército; (b) las condiciones de la revolución pueden ser creadas
por el foco insurreccional; y (c) el terreno de la lucha armada es el campo. Los dos primeros
aspectos están encaminados a rechazar a los "quietistas" revolucionarios o pseudorevolucionarios.
El tercero encierra una crítica a los dogmáticos que apuestan por la ciudad.

En el segundo escrito, Guevara se pregunta qué es la guerra de guerrillas y cuál es su utilización


correcta. Sus ideas al respecto son las siguientes: la guerra de guerrillas es una guerra del pueblo, es
una guerra de masas; la guerrilla es la vanguardia del pueblo, situada en un lugar determinado de
algún territorio dado. Desarrolla una serie de acciones bélicas tendientes a un fin estratégico: la
toma del poder, para lo cual se apoya en los campesinos y obreros. Siguiendo a Lenin, el Che
afirma que no se debe temer a la violencia, que es la partera de sociedades nuevas. La violencia
revolucionaria debe desatarse en el momento preciso, es decir, en el momento en que los
conductores del pueblo hayan encontrado las circunstancias más favorables, cuales son la
conciencia de la necesidad del cambio y la certeza de que ese cambio es posible (condiciones
subjetivas), aunado a las condiciones objetivas existentes en América Latina, favorables a la
revolución: pobreza, marginalidad, represión, agresión imperialista.

Detrás de estas elaboraciones teórico militares, está el supuesto de que la lucha guerrillera es la
plataforma de creación del hombre nuevo, solidario, universal, honesto y limpio. En consecuencia,
la lucha armada debe estar dominada por un sentimiento humanista, en el cual la verdad y la justicia
son los ejes centrales. Ya en poder, la actividad de Guevara no es ajena a esta pretensión humanista,
como lo demuestra su defensa de la libertad ideológica de los trabajadores en el texto Contra el
sectarismo (1961). Mientras que en el documento El cuadro columna vertebral de la
revolución (1963) defiende la igualdad civil y la dignidad de los trabajadores, al tiempo que apuesta
por un desarrollo político de los cuadros revolucionarios que tiene que ver no sólo con el
aprendizaje del marxismo, sino también con la responsabilidad individual por los actos que cada
uno realiza. Se trata de un socialismo ético, antiburocrático, que resalta la responsabilidad
individual por encima de la sujeción impuesta por el partido. "El revolucionario cabal, el miembro
del partido dirigente de la revolución debería trabajar a todas horas, todos los minutos de su vida
con un interés siempre renovado y siempre creciente y siempre fresco".

Estamos, pues, ante un planteamiento humanista que resalta el respeto a la individualidad y a los
méritos de cada persona. Pero Guevara no termina de ser totalmente coherente con su posición,
puesto que él es uno de los que alimentan la idea de que Fidel Castro es el Jefe revolucionario
identificado totalmente con el pueblo cubano. Hablando de Camilo Cienfuegos, dice el Che:
"Camilo practicaba la lealtad como una religión, era devoto de ella; tanto la lealtad personal hacia
Fidel, que encarna como nadie la lealtad del pueblo, como la de ese mismo pueblo; pueblo y Fidel
marchan unidos y así marchaban las devociones del guerrillero invicto".

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El Che, asesinado en Bolivia en 1967, es el símbolo emblemático de un socialismo ético en cuya


mira está la creación de un hombre nuevo. Simboliza también al estratega militar, cuyo genio se
plasmó tanto en el campo de batalla como en textos destinados a difundir sus enseñanzas guerreras.

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La revolución cubana marca el punto de partida de la última fase del socialismo-comunismo
latinoamericano que parece agotarse con los casos nicaragüense y salvadoreño en las décadas de los
ochenta y noventa. El Che Guevara es el portavoz de una orientación práctico política que renovó el
quehacer de los militantes revolucionarios latinoamericanos. Sin embargo, Guevara no fue un
marxista teórico, sino un hombre de acción. Por el lado de la teoría, quizás el mejor y último
exponente del socialismo-comunismo latinoamericano es Adolfo Sánchez Vázquez, español que
llegó a México en 1939, a la edad de 23 años, y asumió, desde ese entonces, los retos y problemas
de América Latina.

Miembro de la Juventud Comunista, luchó en la guerra civil española. Ante la derrota de la


República se acogió al asilo ofrecido por Lázaro Cárdenas a los españoles

-intelectuales en su mayoría- que se vieron forzados a abandonar su país. En una primera etapa -
durante la guerra civil y en sus primeros años en México-, Sánchez Vázquez fue más un militante
que un filósofo -se doctoró en 1966 con su tesis Sobre la praxis-, y para él tenían validez las tesis
clásicas del marxismo-leninismo recogidas en el Diamat soviético. En un segunda etapa, Sánchez
Vázquez se ve influenciado por el proceso de desestalinización emprendido por Nikita Kruschef en
el marco del XX Aniversario del Partido Comunista de la Unión Soviética, en 1956. A esto se
añaden la invasión a Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia (1968) y el triunfo de la
revolución cubana (1959).

Los dos primeros acontecimientos lo llevan a acercarse al marxismo humanista que, con autores
como Karel Kosik, Adam Schaff, Gajo Petrovic, Mihailo Markovic y otros, pugna por hacerse un
lugar en el debate marxista. El tercer acontecimiento lo lleva a reivindicar la necesidad de superar
las prácticas burocráticas de los partidos comunistas, uniendo pensamiento y acción, tal como lo
hizo el Che Guevara.

Sánchez Vázquez, por opción y por vocación, es un marxista latinoamericano. Su marxismo se


desarrolla, esencialmente, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM), desde donde establece relaciones con el marxismo humanista
europeo. Al igual que el que cultivan los europeos, el de Sánchez Vázquez es un marxismo crítico y
abierto. En su libro fundamental, Filosofía de la praxis (1967), defiende, siguiendo a Gramsci, que
la reflexión sobre la praxis es lo que caracteriza al marxismo. Llega incluso a definir la praxis como
la unidad de conocimiento, crítica de lo existente y proyecto de transformación. Según él , esos son
los elementos esenciales del pensamiento de Marx, mismos que pueden ser rastreados a lo largo de
su obra que es una sola desde los Manuscritos de 1844 hasta El Capital. El estalinismo (el
marxismo-leninismo) no toma en cuenta las tres dimensiones de la praxis señaladas, con lo cual
termina por convertirse en una cortina ideológica tendida para legitimar el poder de una burocracia
partidaria sobre el conjunto de la sociedad.

Sobre el Che Guevara, Sánchez Vázquez tiene una opinión bien particular. En sus escritos El
socialismo y el Che (1967) y Diez años después: la gran lección del Che (1977) destaca el
humanismo de Guevara, su capacidad para privilegiar lo moral sobre lo material y el haber logrado
vincular en su vida personal pensamiento y acción. En su primer texto se encuentran ecos de las
tesis de Trotsky acerca de la revolución universal, pues el Che prosiguió su lucha fuera de Cuba
"como parte de una lucha total que sólo podría terminar con la disolución del imperialismo y la
instauración a escala mundial del socialismo". En el segundo texto critica a los que consideran la
lucha del Che como una aventura. A estos los llama "cautelosos estrategas burocratizados". Destaca
que Guevara es un modelo para la creación del hombre nuevo, pues con él ese ideal se hizo viable.

Haciendo un recorrido sobre el significado de su obra filosófica, Sánchez Vázquez reitera su


confianza en el marxismo. "Sigo convencido -dice en el artículo Postescriptum político filosófico a
mi obra filosófica (1985)- de que el marxismo sigue siendo la teoría más fecunda para quienes están
convencidos de la necesidad de transformar el mundo en el que no sólo se genera hoy como ayer la
explotación de los hombres y los pueblos, sino también un riesgo mortal para la supervivencia de la
humanidad".

Con el esfuerzo intelectual de Adolfo Sánchez Vázquez se cierra, para el socialismo-comunismo


latinoamericamo, el siglo XX. ¿Qué más puede decirse filosóficamente sobre el marxismo
latinoamericano -desde el interior del marxismo y respetando los supuestos que le son propios- más
allá de lo dicho y escrito por Sánchez Vázquez? ¿Acaso con él finalizan los intentos de sistematizar
rigorosamente los diversos ámbitos de la realidad social, política y económica desde esta filosofía
de la praxis? Si alguien más quiere hacer el intento, ¿qué novedad podría aportar? Estas son las
preguntas pendientes para el socialismo-comunismo latinoamericano en un momento en el cual los
éxitos han terminado siendo opacados por los fracasos.

5. Comunismo: pasión revolucionaria y compromiso militante


Hasta ahora se ha analizado la dimensión "conceptual" de las ideologías políticas, en particular del
socialismo-comunismo. Pero estas ideologías tienen una dimensión pasional sin la cual, sobre todo
en el caso de esta última, hubiese sido imposible el sacrificio y la entrega sin límites de sus
militantes. El caso de Tina Modotti ilustra paradigmáticamente esta dimensión pasional. Antes de
entrar al examen de la vida de esta militante es pertinente señalar que la pasión comunista se desató
con gran intensidad en Europa -entre sus principales figuras intelectuales- después del triunfo
bolchevique de octubre de 1917 y durante la época de la lucha antifascista.

En efecto, para muchos intelectuales europeos la revolución bolchevique puso de manifiesto que la
salvación de la humanidad era posible históricamente; es decir, 1917 demostraba que la Ilustración
no sólo era una emancipación racional, sino una emancipación material. Ciertamente, se trata del
primer experimento político que tiene como meta la justicia y la igualdad socioeconómica de las
grandes masas de la sociedad. Por ello es vista por sus defensores como una continuación de la
revolución francesa, en línea directa con las mejores tradiciones revolucionarias occidentales. La
voluntad humana, con la revolución rusa, se sobrepone sobre cualquier obstáculo para la
emancipación total.

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La vida de Tina Modotti ilustra el caso de otros muchos militantes comunistas que se entregaron
totalmente, en cuerpo y alma, a una causa que ofrecía la redención de la humanidad a cambio del
sacrificio cotidiano, la disciplina y la renuncia a la propia individualidad.

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Asimismo, la amenaza contrarrevolucionaria de los primeros años de poder soviético es vista como
la reacción propia del antiguo régimen que busca conservar sus privilegios, oponiéndose al
progreso. El terror rojo, al igual que el de Robespierre, es una necesidad ineludible de la revolución:
Lenin es el Robespierre ruso, quien por lo demás continúa el esfuerzo de reforma social iniciado por
Rousseau. Este es el marco que sirve de justificación a las purgas estalinianas de los años treinta-
treinta y cinco, una vez que Stalin se ha consolidado en el poder tras la muerte de Lenin (1924).

A finales de los años treinta, cuando el poder de atracción de octubre comienza a perderse, Stalin
abandera la lucha antifascista con lo que el espíritu libertador de los comunistas rusos es recuperado
con inusitada fuerza. Con todo, no hay que perder de vista que el antifascismo estalinista tiene dos
fases bien distintas entre sí: en la primera, que abarca prácticamente los años treinta, Stalin
promueve la crítica al fascismo, pero de hecho mantiene acercamientos con Hitler a tal punto de
llegar a firmar el pacto germano-soviético (1939) en el que el primero se comprometa a no agredir
militarmente a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Esta situación genera
confusión en algunos círculos comunistas y en algunos militantes, que no logran entender la alianza
entre los enemigos de la humanidad y sus salvadores. Sin embargo, todos terminan por aceptar las
críticas y los llamados estalinistas contra el fascismo, dejando de lado que el acercamiento entre
ambos jefes contradice totalmente los llamados a luchar contra los nazis formulado desde la cúspide
del poder soviético.

La segunda fase es propiciada por la invasión nazi a Polonia y el avance de las tropas hitlerianas
hacia territorio soviético. A principios de la década de 1940, cuando la segunda guerra mundial está
en pleno vapor, la URSS emerge como abanderada de la lucha contra los nazis; es decir, como
abanderada de los ideales occidentales más queridos: democracia, justicia, libertad, fraternidad e
igualdad. Se produce una "cultura antifascista" a la que dan su aporte pintores, poetas y escritores,
en un afán de sumar esfuerzos en pro de la libertad. Los sufrimientos del pueblo ruso y, más aún, la
obra "liberadora" del ejército soviético en Europa del Este, erigen al modelo soviético como la
mejor realización de los ideales humanos más profundos.

La muerte de Stalin, en 1953, y el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, en


1956, permiten sacar a la luz pública lo que la fuerza pasional del comunismo no permitía ver: los
crímenes de Stalin, los campos de concentración soviéticos y el engaño sistemático promovido por
el jefe comunista muerto tres años atrás. De ese entonces en adelante, la atracción sin límites
generada por el modelo soviético se fue quebrando lenta, pero inexorablemente. Al descrédito
internacional (invasión a Checoslovaquia, invasión a Afganistán) se sumó el fracaso económico; a
la inexistencia de libertades civiles se sumó la incompetencia política. La perestroika desencadenó
un proceso de transformación sociopolítica que ha obligado a los antiguos países comunistas a
reandar el camino del capitalismo. No hay pasión revolucionaria capaz de obviar estos hechos tan
brutales y contundentes.

Ante esos procesos, sin embargo, esta pasión se impuso. La vida de Tina Modotti ilustra el caso de
otros muchos militantes comunistas que se entregaron totalmente, en cuerpo y alma, a una causa
que ofrecía la redención de la humanidad a cambio del sacrificio cotidiano, la disciplina y la
renuncia a la propia individualidad. En Tina Modotti estos elementos de la pasión comunista son
extremadamente marcados, sobre todo porque contrastan con lo que fue su vida antes de convertirse
en militante.
El libro Tinísima, de Elena Poniatowska, es un homenaje a esa mujer -fotógrafa de profesión- que
ejerció su poder de seducción sobre la intelectualidad mexicana de los años veinte. Antes de su
compromiso revolucionario, frecuentó los círculos formados por pintores, poetas y fotógrafos en los
cuales se abría espacio por su belleza y sensualidad. No sólo los demás le rendían culto a su cuerpo,
sino que ella misma estaba absorbida por las experiencias afectivas que era capaz de suscitar. En
esta etapa de su vida era una mujer que vivía para el placer y los sentidos, sin ocultarse ni ocultarlo.
Por tratarse de una época donde la libertad sexual de las mujeres no podía ser ni siquiera soñada en
México, Modotti fue sin duda alguna una cuestionadora de las costumbres y los tabúes sexuales.
Fue una mujer que vivió en una época que no era la suya -el México provinciano y ranchero de los
años veinte- y en la que reivindicó su derecho a gozar sensiblemente sin estar atada a -o depender
de- un hombre.

Agosto de 1923.

"La piel, su envoltura humana, la completaba. No tenía palabras para decirlo, reinventaba su
relación consigo misma, se quería. Si su cuerpo podía transmitir esa fuerza, la profundidad de las
sombras, la armonía y el ritmo de su diseño, entonces ella también sería inolvidable. Su cuerpo allí
en el papel [en la fotografía que Weston le ha tomado, desnuda, en la azotea] trabajaba sobre ella,
adquiría un carácter impresionante. Edward [Weston], su maestro, le brindaba una nueva manera de
ver a Tina. Estar desnuda era ser ella misma, sin disfraz, y mostrarse en su desnudez era
presentarles a los demás su más hermoso vestido" .

Su presencia en los círculos intelectuales le permiten entablar relaciones con Julio Antonio Mella, a
quien no tarda en seducir con su belleza y con quien vive un intenso romance que dura hasta el
asesinato de éste, en enero de 1929, cuando caminaban del brazo por una de las calles de la ciudad
de México. La experiencia amorosa con Mella y la difícil situación que le acarrea su muerte -las
autoridades mexicanas la acusan de cómplice en el asesinato del comunista cubano- la vinculan a
los círculos comunistas de este país en actividades de propaganda y denuncia. Bajo la sospecha de
haber participado en un atentado contra el presidente de México es encarcelada; en consecuencia, la
amenaza de deportarla a su país, una Italia dominada por Mussolini, no se hace esperar. Una vez
deportada, en 1930, recibe la ayuda del militante comunista Vittorio Vidali (Enea Sormenti) quien
prepara las condiciones para que ella pueda viajar a Alemania (con Hitler amenazante) donde los
comunistas le ayudan a viajar a la Unión Soviética.
Octubre de 1930.

"Tina desemboca en la Plaza Roja, del brazo de Vittorio. De tan extenso, el adoquinado parece
ondular. ‘Nunca he visto una plaza así de enorme’, dice apretándose contra él, ‘nunca en mi vida’.
Y ahora sobre este mar de adoquines avanzan hacia el Kremlin amurallado, su palacio pesado y
secreto como un monseario. ‘También el zócalo de México es grande , dicen que ahí cabe la más
grande tempestad’. ‘Si al lado de este desierto de piedra, es un recuerdo acogedor’. ‘Todos los
espacios de la Unión Soviética son inmensos’... ‘Mira, aquí trabaja Stalin, en una oficina desnuda,
sólo lo acompañan dos retratos: Lenin y Marx... El destino del mundo va a decidirse aquí. Su
ventana siempre está encendida, bajo esa luz Stalin trabaja hasta el amanecer. Se acostumbró a
bregar de noche en la clandestinidad. El toma todas las decisiones, no delega nada. Ven, tenemos
que cenar en algún lado, si no llegamos a tiempo nos quedamos con el estómago vacío. ¿Traes
cupones?’ ‘Tantos, ríe Tina, ‘como piedras hay en el pavimento. También me dieron unos rublos
para gastos personales. ¡Qué cálidos y atentos son los rusos!’ ".

Prácticamente, aquí se inicia la radical conversión de Tina Modotti. En efecto, es reclutada por la
Internacional Comunista como una agente en el exterior, previo entrenamiento y comprobación de
su fidelidad al comunismo. Tras varias misiones a Alemania en su calidad de agente secreto, a
mediados de los años treinta la envían a su prueba más difícil: la guerra civil española. Pelea contra
las tropas franquistas, moviliza y cura heridos, pero fundamentalmente sigue las órdenes del
camarada Stalin. Su vida personal se sacrifica en la lucha de los comunistas por la República, con
disciplina y fervor, pero en el fondo su vida está consagrada a Stalin. La perturba que éste haya
firmado un pacto de no agresión con Hilter, pero está segura de que la fidelidad del jefe comunista
al pueblo soviético y a los pueblos del mundo no puede ser puesta en duda.

Enero de 1935.

"Camarada Modotti [le dice su responsable Stásova], deberá ir a España. Usted va a luchar al lado
de los camaradas asturianos... -¿Cuándo debo salir? -Mañana, esta misión será más larga que otras;
tendrá que llevar sus efectos personales; la situación en España es incierta".

Noviembre de 1936.
"Hace dos días comenzaron los bombardeos sistemáticos a Madrid. Madrid arde destechada. Los
aviones nacionalistas vuelan bajo y ven a los madrileños correr por la calle... Cuando puede dejar de
guardia a Sebastián, Tina sube a ayudar a las salas. Los heridos la llaman porque sabe escucharlos...
Tina nota que se le hinchan las piernas, pero le molestan menos que el vapor de los peroles".

Julio de 1937.

"Hace mucho que Tina rebasó su nivel de agotamiento y en sus ojos se lee una fiereza que antes no
tenían. No así su cuerpo adelgazado y quebradizo. Gerda Taro, su Rolleiflex hombro, la irrita y la
atrae. Bonita, los hombres la enamoran. Lo mismo a la Valero. ‘¿Habré olvidado que soy mujer?’,
se pregunta Tina"

Enero de 1939.

"Franco entra en Barcelona.

El éxodo de quinientos mil refugiados desde Cataluña es alucinante; frío, lluvia, nieve, falta de
provisiones, bombardeos despiadados. Miles de civiles rumbo a la frontera avanzan a tropezones,
defendidos por divisiones del ejército de la República a costa de sacrificios enormes"

La derrota de la República le duele, y como otros tantos vencidos tiene que abandonar España y
embarcarse hacia otro país. Vuelve a México donde es recibida por antiguos amigos que le
manifiestan cariño, aunque ya no la efusividad de antes. Tina Modotti es otra; incluso muchos no
logran reconocerla. Está vieja y cansada. La militancia comunista la hizo olvidarse totalmente de sí
misma, al punto de haber perdido la costumbre de verse en un espejo, pues esa era una costumbre
burguesa que desviaba la atención de las necesidades de la lucha revolucionaria. Muere olvidada de
sí misma y olvidada por los demás -en el asiento trasero de un taxi en marcha- mientras se dirige a
su casa.

Abril de 1939.
"El barco de Tina llegará a Veracruz el 19 de abril, es una carrera contra el tiempo: si no lo ve [a
Vittorio] en el muelle mexicano va a sentirse mal. Hay que avisar a los del partido en México, a
Rafael Carrillo, a Hernán Laborde, a quien encuentre, para que compañeros de confianza lleguen a
recibirla. Al describirla siente que se le cierra la garganta. -Es seguro que lleve una chaqueta negra
y un sombrero negro, muy modestos ambos, la vista siempre baja, casi sin equipaje, de estatura más
bien pequeña. Nadie debe enterarse de que María o Carmen Ruiz Sánchez, de nacionalidad
española, doctora, profesora o lo que sea, es la presunta autora del frustrado asesinato, hace nueve
años, del entonces presidente de México, Pascual Ortiz Rubio.

Nadie se dio cuenta de que la española Carmen Ruiz Sánchez, de ojos muy hundidos, tez ajada y
manos temblorosas, era la Tina Modotti expulsada en enero de 1930. Al contrario, cuando un
inspector la vio tambalearse, le gritó a un secretario: -ayúdala, hombre, ¿que no ves que es una
persona de edad?".

Enero de 1942.

Vittorio la espera leyendo. Cuando suena el timbre se da cuenta de que es más de la una y baja la
escalera. A Tina se le habrán olvidado las llaves. Dos señores le dan las buenas noches y preguntan
por el marido de la señora Tina Modotti. –Yo soy, ¿dónde está la señora? -¿Quiere usted que
nosotros nos ocupemos? -¿Le pasó algo? -Falleció. -Un momento, ¿de qué me están hablando? -Su
esposa, Tina Modotti, murio en un libre en la acera de aquí enfrente. El taxista la llevó a la Cruz
Roja. Nosotros trabajamos en pompas fúnebres y estamos a sus órdenes...

"Cuando el libre se detuvo, en la esquina de Insurgentes y la calle de Villalongín, Tina dio su


dirección de doctor Balmis y el chofer preguntó: -¿dónde mero? -Frente al Hospital General. -
Bueno, la llevo... El taxi se detuvo frente al Hospital General.

-Servida, señora. El chofer oyó que la mujer se quejaba quedito, abrió la puerta trasera del coche y
la rozó. -Señora, ya llegamos. Al verla inmovil, entró corriendo a la guardia del hospital y señaló su
taxi. Después de insistir, lo siguieron dos practicantes. -Se hizo tarde, mano, ya se murió, llévala a
la Verde. Allí la entregas".
Tina Modotti, una mujer bella y sensual, que vivía para sí misma, queriendo hacer de su
individualidad el centro del mundo. Tina Modotti, cansada y con ojeras, sin lavarse los dientes y
verse al espejo, entregada totalmente a una causa que traería la salvación definitiva a los pobres de
la tierra. Suman miles las personas, hombres y mujeres, que tuvieron una conversión similar. Suman
miles las personas, hombres y mujeres, que alimentaron con su sacrificio personal y su disciplina la
ideología comunista. Esta fue la clave de su fuerza, pero también del fanatismo y el dogmatismo
que la caracterizaron a lo largo del siglo XX.

6. Reflexión final: la incertidumbre de fin de siglo

A estas alturas, los grandes proyectos ideológicos

-nacionalismo, antiimperialismo, nacionalismo revolucionario, socialismo-comunismo- parecen


haberse quebrado. A nivel práctico político fueron proyectos que se hicieron o estuvieron a punto de
hacerse del poder. A nivel teórico, como sistemas explicativos de la realidad social, económica y
política, tuvieron un fuerte impacto no sólo entre grupos intelectuales, sino entre amplias capas
populares. A nivel pasional, fueron esquemas motivadores de la acción política directa y el
compromiso militante.

Esas ideologías políticas lograron reunir de un modo u otro esos tres aspectos. De allí su éxito
movilizador y su impacto en el debate intelectual. Indudablemente, la que mejor lo hizo fue la
ideología socialista-comunista: la pretensión científica de sus planteamientos teóricos se vio avalada
por la eficacia política de las ideas defendidas -la máxima prueba de ello era la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas-; y ambos aspectos -el conocimiento y la eficacia- fueron combinados por una
pasión sin límite de sus militantes, quienes siempre estuvieron seguros de la justicia de su causa, de
la legitimidad de los métodos aplicados para lograr sus objetivos y del triunfo definitivo.

Nacionalismo, antiimperialismo, nacionalismo revolucionario se fueron quebrando paulatinamente.


Hacia los años sesenta sólo quedaban ecos de los mismos en los planteamientos de la
modernización y la CEPAL. Sólo se trataba de ecos: aunque el desarrollo nacional continuaba en la
mesa de discusión, el compromiso militante había sido reemplazado por el compromiso burocrático
de los especialistas (economistas, sociólogos y políticos de profesión). El golpe mortal vino con las
dictaduras militares de los años sesenta y setenta. Entre tanto, la ideología comunista no sólo
resistió, como ideología, la embestida de los militares, sino que se robusteció con la represión. Los
militares parecieron darle la razón: la violencia era la única vía para construir una nueva sociedad.

El socialismo-comunismo comienza su recorrido por la realidad latinoamericana desde los años


veinte y treinta. Desde aquellos años comienza a revelar su fuerza y su "superioridad" respecto de
las demás ideologías políticas: coherencia y simpleza teóricas (todo tiente una respuesta lógica), y
pasión militante, junto a la prueba soviética de que el proyecto era políticamente viable. Incluso, el
socialismo-comunismo latinoamericano contribuyó al fracaso de las otras propuestas ideológicas,
que fueron atacadas frontalmente por no ser la "verdadera" expresión del compromiso
revolucionario. Nadie podía ocupar el lugar de los socialistas-comunistas en su papel de
"verdaderos" revolucionarios.

La revolución cubana afianzó las certezas del socialismo-comunismo latinoamericano. Nicaragua y


El Salvador también. Pero esto hasta los años ochenta. La quiebra del modelo soviético no vino
sola. Con ella vino la crítica a las inconsistencias teóricas de los diversos marxismos, especialmente
de ese esperpento llamado marxismo-leninismo. Emergió también una revalorización de los
individuos, con sus sueños y esperanzas. Y por supuesto vino la embestida neoliberal, como
elemento acompañante de la reestructuración del capitalismo a nivel mundial. En este escenario, la
última de las grandes certezas ideológicas que quedaba en pie terminó por revelar sus
inconsistencias más profundas. Esta es, pues, una época de gran incertidumbre ideológica y política
para los latinoamericanos. Lo único que queda es la apuesta por la democracia con la que
esperamos el advenimiento del nuevo siglo.

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