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Origen histórico
Por tanto, para lograr tales resultados se recurría a alguno de estos “hombres
divinos” (theioi andres, singular: Thêo aner), para que ellos mismos, mediante la
imposición de manos o la elaboración de determinados rituales, pudiesen lograr
tales actos. El tránsito a la vida cristiana llevó a la adecuación teológica e
intelectual de esta idea, mediante la pretensión de estar en contacto con alguna
parte física o algún objeto que formase parte de esos hombres de carácter
extraordinario, lo que llevó a recurrir a las reliquias. En el caso de Jesús de
Nazaret sí se observa un reflejo directo de los theioi andres, debido a la
consideración de su propia naturaleza divina y su mayor poder de actuación “mágica”
o sobrenatural.
Este punto presenta una vinculación directa con la teúrgia, que como práctica
mágico-religiosa va a consistir en la invocación o atracción de dioses o seres
sobrenaturales para lograr de ellos alguna pretensión, ya sea mediante beneficios o
transacciones. Se logra atraerles, con la actuación ritual, para solicitarles su
intervención. Dicho planteamiento, perfectamente integrado en la mentalidad
religiosa pagana, es adaptado en el mundo cristiano a través de la reconfiguración
ideológica y sincrética del politeísmo al universo monoteísta. Por consiguiente, se
configura toda una serie de seres intermedios, como los ángeles, los santos o
mártires, que van a interceder en favor de los seres humanos.
Durante el s. IV, debido al auge acontecido desde finales del siglo II d.C., la
Iglesia tuvo una actitud ambigua con las prácticas mágicas relacionadas con la
teúrgia; pues por un lado, consideraban su efectividad debido a que eran obra de
demonios contrarios a Dios y a los hombres, pero por otro lado, consideraban
necesaria su prohibición y se debía recurrir a la ascesis. A este respecto, el
emperador Constantino promulgó un edicto que condenaba y castigaba las prácticas
mágicas contra la salud de otras personas o con el fin de lograr enamoramientos,
aunque aceptaba las que alejaban enfermedades de las personas o protegían los
campos. Al mismo tiempo, ante la dificultad de luchar contra estas prácticas, se
recurrió a la transformación de estas acciones a través del cristianismo. Por
ejemplo como ocurrió en Penas, donde a los pies de una estatua de Cristo creció una
palmera que será empleada en curaciones. También los clérigos fabricaban amuletos
de protección, aunque serán definitivamente prohibidos tras el sínodo de Laodicea
(363-364 d.C.). Por supuesto, no podemos olvidar como en la mayoría de referencias
vinculadas con santos, todos ellos podían realizar prodigios y milagros, algo que
llevó a que durante el culto a los mismos (así como de los mártires), a partir del
siglo II d.C. se les asociara a prácticas mágicas y se recurriese a las reliquias
para solventar determinadas vicisitudes.