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𝐈NTRODUCCIÓN:

Es virtualmente imposible encontrar un libro calvinista que no cite algo acerca de Romanos 9
por lo menos cien veces. Aquello que la Tierra Santa representa para judíos e islámicos, Romanos
9 lo representa para los calvinistas. Es difícil dimensionar la importancia única que Romanos 9
representa para ellos, pues este es el único capítulo de la Biblia en que algún escritor inspirado
parece estar abogando una doctrina de predestinación particular individual a la salvación.

El texto habla sobre Dios amando a Jacob y odiando a Esaú (v.13), sobre Él usar de misericordia
sobre quien quiere (v.15), sobre eso no depender del esfuerzo humano (v.16), sobre Dios
endureciendo el corazón del Faraón (v.18) y sobre “vasos de ira” (v.22), preparados para
destrucción. Parece impactante para alguien que no posee el resto de la Biblia o que no analiza
Romanos 9 dentro del contexto de la propia epístola a los romanos. Aisladamente y sin exegesis,
cualquiera podría mismo pensar que Pablo estaba describiendo una predestinación individual e
incondicional aquí.

Por esa misma razón, yo invito a todos los lectores a leer la epístola a los romanos
completamente antes de concordar con cualquier cosa que un arminiano o calvinista escribe
sobre Romanos 9. No se deje convencer fácilmente por un discurso calvinista o Arminiano,
asegúrese de averiguar el contexto por usted mismo. Si así lo hiciere, irá descubrir que desde el
comienzo de la epístola uno de los principales asuntos era la salvación de Israel. Pablo comienza
un tema, abría un paréntesis y retomaba ese mismo tema después. Era una costumbre de él,
presente en casi todas sus epístolas, y en especial, presente en la carta a los romanos.

𝐒𝐢𝐧𝐭𝐞𝐭𝐢𝐳𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐞𝐥 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐞𝐱𝐭𝐨:

• Pablo inicia la epístola diciendo que el evangelio “es poder de Dios para salvación a todo aquel
que cree; 𝐚𝐥 𝐣𝐮𝐝í𝐨 𝐩𝐫𝐢𝐦𝐞𝐫𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞, y también al griego.” (1.16). él también dice que
“tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, 𝐞𝐥 𝐣𝐮𝐝í𝐨 𝐩𝐫𝐢𝐦𝐞𝐫𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 y
también el griego, pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, 𝐚𝐥 𝐣𝐮𝐝í𝐨
𝐩𝐫𝐢𝐦𝐞𝐫𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 y también al griego” (2.9, 10). Tengan en cuenta que el foco primero de Pablo
es siempre el pueblo judío.

• Después de decir que Dios juzgará a ambos (judíos y gentiles), él responde a la pregunta: ¿Qué
ventaja tiene, pues, el judío? ¿o de qué aprovecha la circuncisión? (3.1) de la siguiente manera:
“Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios.
¿Pues qué, si algunos de ellos han sido incrédulos? ¿Su incredulidad habrá hecho nula la
fidelidad de Dios? De ninguna manera” (3.2-4). En otras palabras, a partir de ahí el comienza a
exponer 𝐥𝐚𝐬 𝐯𝐞𝐧𝐭𝐚𝐣𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐬𝐞𝐫 𝐣𝐮𝐝í𝐨. Él abre un paréntesis para tratar de la cuestión del pecado,
del capítulo 3 al 8, pero retoma este mismo asunto más adelante, en el capítulo 9.
• En el capítulo 9, Pablo 𝐯𝐮𝐞𝐥𝐯𝐞 𝐚𝐥 𝐚𝐬𝐮𝐧𝐭𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐚𝐬 𝐯𝐞𝐧𝐭𝐚𝐣𝐚𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐩𝐮𝐞𝐛𝐥𝐨 𝐣𝐮𝐝í𝐨. Él lamenta por
los israelitas que se volvieron incrédulos, diciendo: “Verdad digo en Cristo, no miento, y mi
conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi
corazón. Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos,
𝐥𝐨𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐨𝐧 𝐦𝐢𝐬 𝐩𝐚𝐫𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐬𝐞𝐠ú𝐧 𝐥𝐚 𝐜𝐚𝐫𝐧𝐞; 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐨𝐧 𝐢𝐬𝐫𝐚𝐞𝐥𝐢𝐭𝐚𝐬” (9.1-4).

• En seguida, Pablo expone una vez más las ventajas de los judíos, diciendo que: “de los cuales
son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; de quienes
son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las
cosas, bendito por los siglos. Amén.” (9.4-5).

• Después de eso, él expone a un interlocutor oculto que puede pensar que esas promesas de
Dios hacia el pueblo judío fallaron, y que ellos perdieron la elección y su lugar en la gloria, ya
que muchos de ellos rechazaron a Cristo. Pablo dice entonces: “No que la palabra de Dios haya
fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas” (9.6). Él prosigue diciendo
que los judíos que creen en Cristo son descendientes de Abrahán así como los gentiles que
también creen, permaneciendo en ellos la elección. O sea: que la elección de Israel permanece
subsistiendo en el “Israel de la promesa”, en contraste al “Israel de la carne” (9.6-8).

• Para reforzar este punto, él traza una analogía entre Israel e Ismael. Aunque ambos fuesen
descendientes naturales de Abrahán, Dios decidió hacer su pacto solamente con los
descendientes de Isaac (9.7-9). Lo mismo ocurrió con los hijos gemelos de rebeca. Aunque tanto
Jacob como Esaú fuesen descendientes naturales de Isaac, Dios decidió establecer su pacto
solamente con la descendencia de Jacob (9.10-13). Estos ejemplos fueron ilustrativos para
mostrar que, ya en los tiempos del Antiguo Testamento, Dios era soberano para escoger con
quien él iría querer hacer un pacto.

• Después de refutar la idea de que Dios sería injusto por escoger soberanamente con quien
establecería un pacto (9.14-22), él concluye la idea de que, como Dios es soberano para
establecer su pacto con quien él quiere, él decidió extender un nuevo pacto para los “hijos de la
promesa”, en una Nueva Alianza que alcanza a todos los que creen, tanto de los judíos como de
los gentiles (9.24-33).

• Él sigue diciendo que desea la salvación de Israel: “Hermanos, ciertamente el anhelo de mi


corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación” (10.1), y dice que “¿Ha desechado Dios
a su pueblo? En ninguna manera” (11.1), porque “también yo soy israelita, de la descendencia
de Abraham, de la tribu de Benjamín” (11.1). Entonces, en el siguiente verso, dice Pablo:

“No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció. ¿O no sabéis qué dice de Elías
la Escritura, cómo invoca a Dios contra Israel…?” (Romanos 11.2)
Como vemos, estos que Él “𝐝𝐞𝐬𝐝𝐞 𝐚𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐜𝐨𝐧𝐨𝐜𝐢ó” se trata del pueblo de Israel, que, en el
concepto paulino, ahora alcanzaba no a la totalidad de la descendencia natural de Abrahán, sino
a los hijos de la promesa, que incluye judíos y gentiles que creen. Él añadió las palabras “desde
antes conoció” como una referencia a Amós 3.1, 2, que dice que de todas las familias de la tierra
Dios solo conocía a Israel:

“Oíd esta palabra que ha hablado Jehová contra vosotros, 𝐡𝐢𝐣𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐈𝐬𝐫𝐚𝐞𝐥, contra toda la familia
que hice subir de la tierra de Egipto. Dice así: 𝐀 𝐯𝐨𝐬𝐨𝐭𝐫𝐨𝐬 𝐬𝐨𝐥𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐡𝐞 𝐜𝐨𝐧𝐨𝐜𝐢𝐝𝐨 𝐝𝐞 𝐭𝐨𝐝𝐚𝐬
𝐥𝐚𝐬 𝐟𝐚𝐦𝐢𝐥𝐢𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐭𝐢𝐞𝐫𝐫𝐚; por tanto, os castigaré por todas vuestras maldades.” (Amós 3.1, 2)

Por esta razón, para Pablo, las promesas y el pacto de Dios con Israel en la Antigua Alianza
permanecían subsistiendo en la Iglesia, en aquellos judíos y gentiles que creen, siendo
receptores de las promesas a Abrahán. Los que Él “desde antes conoció”, que antes se aplicaba
apenas a los israelitas según la carne, ahora se aplica a los israelitas de la promesa, y en ellos
permanece la elección de Israel. Todo el foco de la cuestión se resume en el hecho de que la
elección de Israel no fue revocada, pero se cumple en la Iglesia. Nada tiene que ver con una
predestinación fatalista individual de una persona en la eternidad.

Delante de todo el contexto de la epístola, nos percatamos que claramente el tema de Romanos
9 𝐧𝐨 𝐞𝐫𝐚 𝐬𝐨𝐛𝐫𝐞 𝐮𝐧𝐚 𝐩𝐫𝐞𝐝𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐚𝐜𝐢ó𝐧 𝐢𝐧𝐝𝐢𝐯𝐢𝐝𝐮𝐚𝐥 𝐝𝐞 𝐚𝐥𝐠𝐮𝐧𝐚𝐬 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐨𝐧𝐚𝐬 𝐚 𝐥𝐚 𝐬𝐚𝐥𝐯𝐚𝐜𝐢ó𝐧,
𝐩𝐞𝐫𝐨 𝐬í 𝐬𝐨𝐛𝐫𝐞 𝐥𝐚 𝐢𝐫𝐫𝐞𝐯𝐨𝐜𝐚𝐛𝐥𝐞 𝐞𝐥𝐞𝐜𝐜𝐢ó𝐧 𝐝𝐞 𝐈𝐬𝐫𝐚𝐞𝐥. Los calvinistas sacan a Romanos 9
groseramente de su contexto para engañar la mente de los más ingenuos para que ellos piensen
que el asunto allí tratado es la predestinación individual de un ser humano en la eternidad, lo
que es un crimen en contra de la exegesis. Solamente los incautos pueden dejarse convencer
por una interpretación tan superficial, que viola todo el contexto de la epístola a los romanos.

Pablo no está diciendo que usted o yo fuimos individualmente predestinados al cielo y que otras
personas fueron rechazadas por Él, pero sí que Israel fue escogido por el Señor y que Dios no
revocó dicha elección, pues ella permanece en el “Israel de Dios” (Gl 6.16), la Iglesia. Todos los
versos de Romanos 9 giran alrededor de ello, y por esa razón, analizaremos parte por parte, para
confirmar esa interpretación lógica y contextual que derrumba a las pretensiones calvinistas.

𝐉ACOB Y ESAÚ:
El pasaje más utilizado de Romanos 9 en la defensa de la predestinación individual es
ciertamente el verso 13, que dice que Dios amó a Jacob pero “aborreció” a Esaú [1]. La mayor
parte de los calvinistas hoy en día interpreta este texto como si tratara de la propia persona de
Jacob y Esaú, yendo en contra de la interpretación ortodoxa histórica de que Jacob allí era una
representación del pueblo de Israel y Esaú de los edomitas. Una prueba evidente de que Pablo
estaba tratando de las 𝑛𝑎𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠 de Jacob (Israel) y Esaú (Edom) es que desde el Génesis eso ya
era aceptado. Dios dijo a Rebeca:

“y le respondió Jehová: 𝐃𝐨𝐬 𝐧𝐚𝐜𝐢𝐨𝐧𝐞𝐬 𝐡𝐚𝐲 𝐞𝐧 𝐭𝐮 𝐬𝐞𝐧𝐨, Y dos pueblos serán divididos desde
tus entrañas; El un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, Y el mayor servirá al menor.”
(Génesis 25.23)

Pablo sacó la analogía de Jacob y Esaú de una aceptación común entre los hebreos de que Jacob
representaba a la 𝒏𝒂𝒄𝒊ó𝒏 de Israel y Esaú representaba a la 𝒏𝒂𝒄𝒊ó𝒏 de Edom, dicha tradición
ya provenía desde el Génesis. Sobre eso, Norman Geisler dijo:

“Aquí, Dios no está hablando del 𝑖𝑛𝑑𝑖𝑣𝑖𝑑𝑢𝑜 Jacob, sino a respecto de la 𝑛𝑎𝑐𝑖ó𝑛 de Jacob (Israel).
En Génesis, cuando la predicción fue hecha (25.23), fue dicho a Rebeca: ‘Dos 𝑛𝑎𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠 hay en
tu seno, y dos 𝑝𝑢𝑒𝑏𝑙𝑜𝑠 serán divididos desde tus entrañas; (…) y el mayor servirá al menor’. Así,
la referencia aquí no es a la elección 𝑖𝑛𝑑𝑖𝑣𝑖𝑑𝑢𝑎𝑙, sino a una elección 𝑐𝑜𝑙𝑒𝑐𝑡𝑖𝑣𝑎, de una nación
– la nación escogida de Israel” [2]

El propio texto en que Pablo hace mención, al decir que “está escrito” (v.13), se refiere no a Esaú
como persona, sino a la nación de Edom. Pablo hacía mención al texto de Malaquías, que dice:

“Profecía de la palabra de Jehová 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚 𝐈𝐬𝐫𝐚𝐞𝐥, por medio de Malaquías. Yo 𝐨𝐬 𝐡𝐞 𝐚𝐦𝐚𝐝𝐨,


dice Jehová; y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era Esaú hermano de Jacob? dice Jehová. Y
𝐚𝐦é 𝐚 𝐉𝐚𝐜𝐨𝐛, 𝐲 𝐚 𝐄𝐬𝐚ú 𝐚𝐛𝐨𝐫𝐫𝐞𝐜í, y convertí sus montes en desolación, y abandoné su heredad
para los chacales del desierto. Cuando 𝐄𝐝𝐨𝐦 𝐝𝐢𝐣𝐞𝐫𝐞: ‘𝐍𝐨𝐬 𝐡𝐞𝐦𝐨𝐬 𝐞𝐦𝐩𝐨𝐛𝐫𝐞𝐜𝐢𝐝𝐨, pero
volveremos a edificar lo arruinado’; así ha dicho Jehová de los ejércitos: Ellos edificarán, y yo
destruiré; y les llamarán territorio de impiedad, y pueblo contra el cual Jehová está indignado
para siempre. Y vuestros ojos lo verán, y diréis: Sea Jehová engrandecido más allá de los límites
de Israel.” (Malaquías 1.1-5)

Como vemos, el texto del antiguo testamente del cual Pablo hace mención se refiere no a la
persona de Esaú o Jacob, pero a las naciones, o sea, sus descendientes. La advertencia no era
contra la persona de Jacob (que ya había muerto hace siglos), sino contra Israel (v.1). Por eso,
dijo Dios que siempre 𝑙𝑜𝑠 ℎ𝑎 𝑎𝑚𝑎𝑑𝑜, 𝐞𝐧 𝐞𝐥 𝐩𝐥𝐮𝐫𝐚𝐥, refiriéndose a toda la nación. Con Edom,
sucede lo mismo: 𝑛𝑜𝑠 ℎ𝑒𝑚𝑜𝑠 𝑒𝑚𝑝𝑜𝑏𝑟𝑒𝑐𝑖𝑑𝑜, 𝐞𝐧 𝐞𝐥 𝐩𝐥𝐮𝐫𝐚𝐥, para referirse a toda la nación y no
a la persona de Esaú. Jacob y Esaú, en aquel contexto, eran meras representaciones de las
naciones de Israel y Edom.
Hasta mismo el calvinista J. Oliver Buswell lo admitió cuando dijo:

“En este caso el comentario con el que Pablo concluye la referencia a Jacob y Esaú coincide con
la opinión de que la ‘elección’ que es aquí comentada es una elección para el linaje mesiánico,
y no una elección de un individuo para la vida eterna (…) En el pasaje de Malaquías de la cual
Pablo cita estas palabras, el profeta está claramente refiriéndose no al individuo Esaú, sino al
pueblo de Edom que había sido un pueblo pecador y rebelde, puesto que se permitía que fuesen,
de acuerdo con las promesas de Dios, considerados dentro de la alianza de Dios con Israel. No
hay nada en el relato de Génesis que indica que Esaú, cuando Jacob volvió para su tierra natal,
no era un sincero adorador.” [3]

Otra fuerte evidencia de que Pablo no estaba hablando de la persona de Jacob y de Esaú es que
el texto dice que Jacob sería 𝐬𝐢𝐞𝐫𝐯𝐨 de Esaú:

“(pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios
conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: ‘𝐄𝐥
𝐦𝐚𝐲𝐨𝐫 𝐬𝐞𝐫𝐯𝐢𝐫á 𝐚𝐥 𝐦𝐞𝐧𝐨𝐫’. Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí.” (Romanos
9.11-13)

El problema para los calvinistas es que 𝐄𝐬𝐚ú 𝐧𝐮𝐧𝐜𝐚 𝐟𝐮𝐞 𝐬𝐢𝐞𝐫𝐯𝐨 𝐝𝐞 𝐉𝐚𝐜𝐨𝐛 𝐝𝐮𝐫𝐚𝐧𝐭𝐞 𝐬𝐮 𝐯𝐢𝐝𝐚.
Por el contrario: si alguien puede haber sido considerado “siervo” del otro, fue Jacob de Esaú, y
no Esaú de Jacob. En Génesis, vemos que Jacob se consideraba 𝐬𝐢𝐞𝐫𝐯𝐨 𝐝𝐞 𝐄𝐬𝐚ú:

“Y alzó sus ojos y vio a las mujeres y los niños, y dijo: ¿Quiénes son éstos? Y él respondió: Son
los niños que Dios ha dado 𝐚 𝐭𝐮 𝐬𝐢𝐞𝐫𝐯𝐨.” (Génesis 33.5)

“Y Esaú dijo: ¿Qué te propones con todos estos grupos que he encontrado? Y Jacob respondió:
El hallar gracia en los ojos de 𝐦𝐢 𝐬𝐞ñ𝐨𝐫.” (Génesis 33.8)

Jacob tanto se consideraba “siervo” de Esaú que se prostró siete veces al suelo delante de él,
algo que solamente era hecho por el inferior a un superior, por un siervo a un señor:

“Y él pasó delante de ellos y se inclinó a tierra siete veces, hasta que llegó a su hermano.”
(Génesis 33.3)
Durante la vida de Jacob, Esaú siempre fue el más rico y poderoso. Esta condición solo se invirtió
con sus 𝐝𝐞𝐬𝐜𝐞𝐧𝐝𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞𝐬, los edomitas, que se volvieron 𝐬𝐢𝐞𝐫𝐯𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐬𝐜𝐞𝐧𝐝𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐝𝐞
𝐉𝐚𝐜𝐨𝐛, los israelitas, que de hecho vinieron a ser mucho más poderosos que Edom. Por tanto,
el texto bíblico indudablemente está refiriéndose a la n͟a͟c͟i͟ó͟n͟ de Israel (Jacob) y a la n͟a͟c͟i͟ó͟n͟ de
Edom (Esaú), y no a la propia persona de Jacob y Esaú, de lo contrario Pablo estaría invirtiendo
la condición de siervo y de señor, y, consecuentemente, cometiendo un disparate bíblico. Fue
por eso que John Wesley escribió:

“El pasaje es innegablemente clara, que ambas escrituras [versículos 12 y 13] tratan, no de las
personas de Jacob y Esaú, sino de sus descendientes; los israelitas; descendientes de Jacob y los
edomitas; descendientes de Esaú. Solamente en este sentido es que el ‘mayor’ (Esaú) ‘sirvió al
menor’; no en su persona (pues Esaú jamás sirvió a Jacob), sino en su posteridad. La posteridad
del hermano mayor sirvió a la posteridad del hermano menor” [4]

Dicha interpretación lógica y consistente, de que Pablo no estaba refiriéndose a la persona de


Jacob, sino a la nación de Israel (que era el nombre de Jacob), fue la interpretación ortodoxa
predominante en la Iglesia por dos milenios, hasta que en pleno siglo XXI tenemos el disgusto
de oír calvinistas desinformados afirmando que dicha interpretación “es un chiste, es una
hermenéutica de malabarismos decir que Romanos 9 no está hablando de la persona de Jacob
y de la persona de Esaú”. [5]

Es realmente lamentable que las personas no estudien el contexto y hablen de lo que


desconocen. Si el pastor calvinista Thomas Santos (autor de dicha frase bárbara) estudiase por
lo menos 𝐥𝐨𝐬 𝐩𝐫𝐨𝐩𝐢𝐨𝐬 𝐞𝐬𝐜𝐫𝐢𝐭𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐂𝐚𝐥𝐯𝐢𝐧𝐨 (algo que él por supuesto no lo hizo) se daría
cuenta de que 𝐡𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐨 𝐞𝐥 𝐩𝐫𝐨𝐩𝐢𝐨 𝐂𝐚𝐥𝐯𝐢𝐧𝐨 𝐚𝐝𝐦𝐢𝐭í𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐚 𝐫𝐞𝐟𝐞𝐫𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚 𝐞𝐫𝐚 𝐚 𝐥𝐨𝐬
𝐝𝐞𝐬𝐜𝐞𝐧𝐝𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐉𝐚𝐜𝐨𝐛 𝐲 𝐄𝐬𝐚ú. Él dijo:

“Lo que dice: ‘amé a Jacob’ [Ml 1.2], se refiere a toda la descendencia del patriarca, la cual
Malaquías opone a los descendientes de Esaú” [6]

Como vemos, el propio Calvino reconocía que la referencia era a los descendientes de Jacob.
Pero él no fue el único calvinista que lo admitió. Sanday y Headlam dijeron que “en el original al
cual Pablo se refiere, Esaú es simplemente un sinónimo de Edom” [7]. En la misma línea,
Berkouwer, también calvinista, dice que “está cada vez más siendo aceptado que este pasaje no
se trata primeramente de establecer un locus de praedestinatione como un análisis de elección
o rechazo individual, sino, preferiblemente, [trata de] ciertos problemas que surgen en la
historia de la salvación” [8].

El calvinista Russel P. Shedd es otro que refuta a la teoría de que Romanos 9.13 se refiere a las
propias personas (Jacob y Esaú). Él dijo que “no se refiere a los individuos, sino a las naciones
que surgieron de ellos. Los edomitas estuvieron, por largos periodos, sujetados a Israel (cf 2Sm
8.14; 1Rs 22.45)” [9]. Delante de todo eso, es una gran distorsión bíblica afirmar que Pablo
abogaba una especia de elección individual en Romanos 9.13. El asunto, como mostramos
delante de todo el contexto, 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐢𝐧𝐮𝐚 𝐬𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐥𝐚 𝐞𝐥𝐞𝐜𝐜𝐢ó𝐧 𝐝𝐞 𝐈𝐬𝐫𝐚𝐞𝐥 a la luz de la soberanía
de Dios, que tiene el derecho de escoger con quien Él quiere establecer un pacto.

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[1] En este texto, “amar” y “aborrecer” es un hebraísmo para “aceptar” y “rechazar”. Dios aceptó
a la nación de Israel (la escogió como propiedad suya en los tiempos del Antiguo Testamento) y
rechazó a la nación de Edom, así como a los demás gentiles, que no fueron escogidos como la
nación elegida de Dios. De hecho, aunque los calvinistas en general crean que Dios tiene un
amor menor hacia los no-elegidos, son pocos los que creen que Él los “aborrece”, como lo dice
el texto. La mayoría reconoce que aquí se trata de un hebraísmo para aceptación o rechazo. Es
por eso que la NVI (versión brasileña) traduce por “rechazar”, en vez de “aborrecer”, mismo
teniendo tendencias calvinistas.

[2] GEISLER, Norman. Eleitos, mas Livres: uma perspectiva equilibrada entre a eleição divina e o
livre-arbítrio. Editora Vida: 2001, p. 96.

[3] J. Oliver Buswell, A Systematic Theology of the Christian Religion (Grand Rapids: Zondervan
Publishing House, 1962), vol. 2, p. 149.

[4] John Wesley, “Predestination Calmly Considered,” em The Works of John Wesley, Vol. 10,
Letters, Essays, Dialogs and Addresses (Grand Rapids: Zondervan, n.d.), p. 237.

[5] Pr. Thomas Tronco dos Santos fue el autor de la frase mencionada en el texto. Dicha citación
se encuentra en el debate en portugués: Se o calvinismo está errado, como entender Atos 13:48,
além de outros textos? Disponible en:
<http://www.internautascristaos.com/videos/debates/calvinismo>

[6] Institutas, 3.21.7.

[7] Sanday e Headlam, Romans, p. 245.

[8] G. C. Berkouwer, Studies in Dogmatics: Divine Election (Grand Rapids: Eerdmans, I960), p.
212.
[9] Bíblia Sheed de Estudo.

𝐋A MISERICORDIA DE DIOS:

El próximo punto de Pablo en su discurso de Romanos 9 es si esa elección corporativa es justa o


injusta. Él dice:

“¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Pues a Moisés dice:
‘Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me
compadezca’. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene
misericordia.” (Romanos 9.14-16)

Hemos visto que Dios decidió establecer un pacto con la descendencia de Isaac y no con la de
Ismael (vs.7-9) y con la descendencia de Jacob y no de Esaú (vs.9-13), que sería un preludio de
la elección soberana de Dios donde Él, en la Nueva Alianza, establece un Nuevo Pacto con todos
aquellos que creen, incluso de entre los gentiles (vs.24-33). ¿Sería Dios injusto por decidir
establecer un Pacto con uno y no con el otro? ¿Sería Dios injusto por escoger a los hijos de la
promesa en vez de los hijos naturales (v.8)? La respuesta de Pablo es clara: ¡no!

Dios no sería injusto, porque, en primer lugar, Él es soberano para escoger con quien establecerá
un pacto y con quien no lo establecerá. Si Dios escogió a una nación y no a otra, o a un grupo
corporativo y a otro no, eso hace parte de la soberanía de Él. Una vez más, eso no se resume a
individuos en la eternidad. Pablo permanece tratando del mismo tema, de la elección de Israel.
El punto aquí es que la elección (corporativa) no depende del esfuerzo humano, sino de la
misericordia de Dios.

Abrahán no pidió a Dios para que Él estableciese un pacto con sus descendientes. Jacob no hizo
ninguna buena obra mientras estaba en el vientre de su madre para que Dios estableciese un
pacto con su descendencia y no con la de Esaú. Dicha elección no es de acuerdo con una
“presciencia” de hechos futuros, ni por obras, ni depende en ninguna medida del deseo o del
esfuerzo humano. Depende total y exclusivamente del deseo y de la voluntad de Dios,
únicamente.

Él no escogió a Israel por prever buenas acciones o por ser el mejor de todos los pueblos; por el
contrario, es dicho que Israel era la menor de todas las naciones, la más insignificante. La
descripción bíblica sobre eso, dicha por el propio Dios es impactante:

“Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un
pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra. No por ser vosotros más
que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más
insignificante de todos los pueblos” (Deuteronomio 7.6-7)

Esa elección, de hecho, no dependió del esfuerzo humano. Eso era una previa de su punto a
favor de la inclusión de los gentiles en el grupo corporativo (Iglesia). Pablo estaba disputando
con judíos fanáticos que creían que solo los judíos podrían ser salvos y que Dios no podría
extender la elección hacia nadie más, solamente para los descendientes naturales de Abrahán.
Ellos se exaltaban y decían con orgullo: “nuestro padre es Abraham” (Jn 8.39).

Para que Pablo cambiase ese concepto de descendencia natural en favor de la descendencia
espiritual, era necesario probar que Dios era soberano en la historia para establecer un pacto
con quien Él quisiese, y que eso no depende de la voluntad del hombre, sino solamente de la
misericordia de Dios. Por eso, si Dios decide extender su pacto hacia los gentiles a través de una
descendencia 𝐞𝐬𝐩𝐢𝐫𝐢𝐭𝐮𝐚𝐥 de Abrahán, Él es soberano para tanto y puede hacer conforme su
deseo. Era este el punto aquí.

Cuando Pablo dice que Dios ejerce misericordia con quien Él quiere, él no está refutando a una
posición arminiana de misericordia disponible para todos, bajo la condición de creer (en relación
a la salvación). Por el contrario, él está refutando a la visión de misericordia limitada propagada
entre los judíos de que Dios solo podría ejercer misericordia sobre ellos, de modo que nunca la
gracia se extendería a los gentiles. Si Dios decide mantener alguien endurecido (en el caso, el
Israel de la carne), o ejercer misericordia sobre quien antes no tenía un pacto con Él (el Israel de
la promesa), Él lo puede hacer sin tornarse “injusto”.

Es muy importante destacar que esa misericordia, como apunta todo el contexto, dice al
respecto al pacto con Dios, que antes solamente los israelitas tenían, pero hoy, todos los que
creen (de cualquier nacionalidad) poseen. Dicha misericordia no se refiere a la 𝐬𝐚𝐥𝐯𝐚𝐜𝐢ó𝐧. Nadie
realmente cree que todos los seres humanos no-israelitas que vivieron en la época de la Antigua
Alianza fueron para el infierno. Dios estableció una alianza con Israel, pero no limitó la salvación
a Israel. Así como ni todos los israelitas eran salvos, ni todos los no-israelitas eran no-salvos.

Por eso, cuando la cuestión era la misericordia de Dios en relación a la salvación, Pablo deja muy
claro, dos capítulos después, que 𝐃𝐢𝐨𝐬 𝐞𝐣𝐞𝐫𝐜𝐞 𝐦𝐢𝐬𝐞𝐫𝐢𝐜𝐨𝐫𝐝𝐢𝐚 𝐬𝐨𝐛𝐫𝐞 𝐭𝐨𝐝𝐨𝐬, y no apenas sobre
algunos:

“Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos.” (Romanos
11.32)

Pablo aquí está hablando de la misericordia de Dios a través de la obra de la cruz, en disponer
salvación a todos los hombres. El “todos”, en este contexto, no puede significar “algunos”, si no
rompería toda la lógica contextual. Los propios calvinistas creen que todos los hombres del
mundo, individualmente, pecaron y desobedecieron a Dios. Consecuentemente, la secuencia
del verso que dice que Dios tiene misericordia de “todos” no puede significar otra cosa sino cada
persona del mundo, aquellas que también estaban incluidas en el “todos” que pecaron y
desobedecieron a Dios. De otra forma, Pablo estaría diciendo lo siguiente:

“Porque Dios sujetó a todas las personas del mundo en desobediencia, para tener misericordia
apenas sobre algunos pocos elegidos.” (Epístola de seudo-Pablo “Calvinsta”, a los Arminianos,
11.32)

Es lógico que el verso exige que el todos sea todos, sin excepción. Todos, sin excepción,
estuvieron bajo el pecado; y a todos, sin excepción, fue direccionada la misericordia de Dios. Por
tanto, cuando la cuestión era la salvación individual, Pablo era enfático: 𝐃𝐢𝐨𝐬 𝐞𝐣𝐞𝐫𝐜𝐞 𝐬𝐮
𝐦𝐢𝐬𝐞𝐫𝐢𝐜𝐨𝐫𝐝𝐢𝐚 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐜𝐨𝐧 𝐜𝐚𝐝𝐚 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐨𝐧𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐦𝐮𝐧𝐝𝐨, 𝐲 𝐧𝐨 𝐬𝐨𝐥𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐚𝐥𝐠𝐮𝐧𝐨𝐬. Pero,
cuando la cuestión era la elección corporativa, esa misericordia se extendía solamente hacia
algunos: aquellos que Él quiere.

De hecho, Dios podría haber escogido cualquier otra nación, pero 𝒒𝒖𝒊𝒔𝒐 escoger a Israel. El
querer de Dios fue la única cosa que importó en este caso. Dios también podría, de la misma
forma, establecer un nuevo pacto con los mismos hijos naturales, pero escogió a los hijos de la
promesa, los que creen, y no los incrédulos. Dios fue soberano en esta escoja. La “misericordia”
aquí dice respecto al pacto corporativo, no de individuos a la salvación a la condenación.

Es por esa razón que creemos que personas no-israelitas podrían ser salvas en el tiempo del
Antiguo Pacto, y personas israelitas podrían ser condenados también en aquella época.
Salvíficamente hablando, la extensión de la misericordia de Dios alcanza a todas sus criaturas
[10]. Corporativamente y en términos de elección para un pacto, la misericordia estuvo apenas
sobre los israelitas en la Antigua Alianza y está apenas sobre la Iglesia en la Nueva Alianza.

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[10] Es lógico que el hecho de la misericordia salvífica de Dios extenderse a todas las criaturas
no significa que todas las criaturas serán salvas, y sí que todas las criaturas pueden ser salvas;
estos es, que Dios posibilitó y dispuso salvación a todos, teniendo misericordia de cada individuo
en particular, pero eso no significa que este individuo será forzado a creer para ser salvo, pues
él aún tiene que recibir y aceptar la gracia preveniente, y aún puede rechazarla o rehusarla.

𝐄𝐥 ENDURECIMIENTO DE FARAÓN:
Pablo prosigue su discurso diciendo:

“Porque la Escritura dice a Faraón: ‘Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi
poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra’. De manera que de quien quiere,
tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.” (Romanos 9.17-18)

Calvinistas tienen la costumbre de usar este versículo para probar que hay ciertas personas
“predestinadas” a la salvación y que hay otras personas que son “endurecidas”, que ellos creen
que se refiere a la predestinación a la perdición. Calvino insistentemente se utilizó de este
versículo en el intento de probar que los no-elegidos son activamente endurecidos por Dios
durante toda su vida para que ellos nunca sean salvos. Otros usan este verso en el intento de
impugnar el libre-albedrío, diciendo que Dios actuó contra la voluntad del Faraón.

Pero, ¿tendrán sentido algunas de dichas afirmaciones calvinistas? Siguiendo la lógica de Pablo,
lo que él estaba diciendo era que Dios no tiene cualquier necesidad u obligación de establecer
un pacto con todo el mundo, sino que Él escoge quien Él quiere. Entonces, Pablo usa el ejemplo
de Faraón como un caso de alguien que no fue escogido para una alianza con Dios. Hasta porque,
¿quién era Faraón? Era la autoridad máxima de todo Egipto. Dios prefirió, por su propia
voluntad, establecer un pacto con Moisés y a favor de los israelitas, y no con Faraón y a favor de
los egipcios. Dios fue soberano y auto determinante en esta decisión.

Pero eso aún no resuelve la cuestión del endurecimiento. Calvinistas usan este verso en favor
de una contra-elección. Los “endurecidos” serían aquellos que Dios predestinó al infierno. Si es
así, entonces ellos tendrían que explicar de qué modo los discípulos de Jesús fueron lanzados al
infierno, ya que la Biblia relata en cierta ocasión que ellos estaban con sus corazones
endurecidos:

“Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus
corazones.” (Marcos 6.52)

Por tanto, si los calvinistas creen que había “predestinados” (a la salvación) entre los discípulos
de Jesús, ellos tendrán que olvidarse del argumento de que el endurecimiento implica en una
contra-predestinación, o en una predestinación para perdición. Lo mínimo que ellos tendrían
que reconocer es que este endurecimiento puede ser algo 𝒕𝒆𝒎𝒑𝒐𝒓𝒂𝒓𝒊𝒐, y no permanente, así
como los discípulos que estaban endurecidos en aquella ocasión, pero tuvieron sus corazones
transformados después.

Si es así, entonces el endurecimiento de Faraón en nada favorece a la tesis de la predestinación


incondicional de individuos a la perdición. Eso es una exegesis muy mal hecha, que obligaría,
según la lógica, a mandar a los discípulos de Jesús al infierno. El corazón de Faraón 𝒑𝒐𝒅𝒓í𝒂 haber
sido transformado después, así como los corazones de los discípulos lo fueron, con excepción
de Judas, que prefirió continuar endurecido.

Pero eso todavía no responde a una cuestión central: ¿de qué forma Dios endureció el corazón
de Faraón? Y ¿eso no va en contra del libre-albedrío? Paradójicamente, es un calvinista que nos
da la mejor respuesta (arminiana) sobre eso. R. C. Sproul, calvinista convicto a tal punto de decir
que los que no son deterministas son ateos, fue el mismo que dio una de las mejores
explicaciones sobre el endurecimiento de Faraón, en plena concordancia con el pensamiento
arminiano, en contra de lo que él considera “hipercalvinismo”. Él dijo:

“El endurecimiento activo envolvería la intervención directa de Dios en lo más profundo del
corazón de Faraón. Dios irrumpiría en el corazón de Faraón y criaría en él un mal adicional. Esto
garantiría que Faraón produciría el resultado que Dios estaba procurando (…) El endurecimiento
pasivo es una historia totalmente diferente. El endurecimiento pasivo envuelve un juicio divino
sobre el pecado que ya está presente. Todo lo que Dios tiene que hacer para endurecer el
corazón de una persona cuyo corazón ya es desesperadamente malo es ‘entregarla a su pecado’.
Encontramos este concepto de juicio divino por toda la Escritura” [11]

Después él afirma:

“No es que Dios ponga su mano sobre ellas para crear el nuevo mal en sus corazones; Él
meramente remueve de ellas su santa mano de restricción, y deja que hagan su propia voluntad
(…) todo lo que Dios tenía que hacer para endurecer más a Faraón era remover su brazo. Las
inclinaciones malignas de Faraón hicieron lo demás” [12]

En otras palabras, en lo que hasta mismo los calvinistas más sensatos están de acuerdo es que
este endurecimiento de Faraón tuvo como punto de inicio el corazón del propio Faraón, y que
Dios apenas “lo entregó” a esta condición de endurecimiento, lo que sería un endurecimiento
pasivo y no activo. Faraón fue el agente activo de su propio endurecimiento.

Pero ¿encontramos este concepto en la Biblia?

Sí, lo encontramos, bíblicamente, 𝐞𝐥 𝐅𝐚𝐫𝐚ó𝐧 𝐞𝐧𝐝𝐮𝐫𝐞𝐜𝐢ó 𝐬𝐮 𝐩𝐫𝐨𝐩𝐢𝐨 𝐜𝐨𝐫𝐚𝐳ó𝐧 𝐜𝐢𝐧𝐜𝐨 𝐯𝐞𝐜𝐞𝐬


𝐚𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐁𝐢𝐛𝐥𝐢𝐚 𝐝𝐞𝐜𝐢𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐃𝐢𝐨𝐬 𝐥𝐨 𝐞𝐧𝐝𝐮𝐫𝐞𝐜𝐢ó. Veamos algunos casos:

“Pero viendo Faraón que le habían dado reposo, endureció su corazón y no los escuchó, como
Jehová lo había dicho.” (Éxodo 8.15)
“Mas 𝐅𝐚𝐫𝐚ó𝐧 𝐞𝐧𝐝𝐮𝐫𝐞𝐜𝐢ó 𝐚𝐮𝐧 𝐞𝐬𝐭𝐚 𝐯𝐞𝐳 𝐬𝐮 𝐜𝐨𝐫𝐚𝐳ó𝐧, y no dejó ir al pueblo.” (Éxodo 8.32)

B. W. Johnson correctamente observa:

“Cinco veces es dicho de él que él mismo endureció, o tornó pesado su corazón (Ex 7.13; 7.22;
8.15; 8.32; 9.7), antes de la vez cuando es finalmente dicho que Dios lo endureció (Ex 9.12), y
mismo después de eso es dicho que él endureció a si mismo (Ex 9.34). Así él inicialmente cerró
su propio corazón a los llamados de Dios, hasta que finalmente Dios, como castigo por su
rechazo obstinado de lo derecho, lo entregó a su loca insensatez y le alejó su juicio” [13]

A la luz de los datos bíblicos, la conclusión de Calvino de que “el consejo secreto de Dios es la
causa del endurecimiento” [14] es completamente errónea. Faraón fue la causa y el responsable
por su propio endurecimiento, y Dios apenas lo 𝐞𝐧𝐭𝐫𝐞𝐠ó a esta condición. Dios no actuó 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚
el libre-albedrío de Faraón, pero 𝐚 𝐭𝐫𝐚𝐯é𝐬 del libre-albedrío de él. Faraón no era un buen
hombre, buena gente, amigable, con un buen corazón, lleno de benignidad y compasión y
completamente dispuesto a dejar que toda su mano-de-obra forzada dejase su país porque un
esclavo egipcio y un fugitivo estaban gentilmente pidiéndolo.

Por el contrario: como alguien dijo cierta vez, el Faraón era el “Hitler” de la antigüedad. Él no
tenía un buen corazón dispuesto a dejar libremente que los israelitas huyesen. Dios respetó el
libre-albedrío de Faraón y lo entregó a esta condición. Faraón ya era orgulloso, soberbio e impío
mucho antes de Moisés y Arón comenzar toda la historia. Fueron sus escojas que lo llevaron a
eso, y no “el consejo secreto de Dios”. Dios no hace el hombre impío; es el propio hombre se
hace impío (Ec 7.29). Dios nunca actuó en contra al libre-albedrío de Faraón.

Como dijo John Murray, “el endurecimiento de Faraón, no olvidemos, revístese de carácter
judicial. Presupone la entrega al mal y, en el caso de Faraón, particularmente a la entrega al mal
de su auto-endurecimiento” [15]. Esta “entrega” de la parte de Dios es lo mismo que Pablo
escribió a los romanos, cuando dijo que “Dios 𝐥𝐨𝐬 𝐞𝐧𝐭𝐫𝐞𝐠ó a la inmundicia, en las
concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos” (Rm
1.24). No es que Dios haya determinado que ellos cometiesen actos inmundos, sino que, por
tanto resistieren a la gracia, esta gracia se alejó de ellos, de modo que ahora ellos están
“entregados” a este fin.

Norman Geisler y Thomas Howe son otros que tratan de esta cuestión en su “Manual de Dudas,
Enigmas y ‘Contradicciones’ de la Biblia”. Ellos escribieron:

“Dios no endureció el corazón de Faraón contrariamente a lo que el propio Faraón por su libre
voluntad determinó. La Escritura deja claro que Faraón endureció su corazón. Ella declara que
‘el corazón de Faraón se endureció’ (Ex 7.13), que Faraón ‘continuó de corazón endurecido’ (Ex
8.15) y que ‘el corazón de Faraón se endureció’ (Ex 8.19). Nuevamente, cuando Dios envió la
plaga de las moscas, ‘aún esta vez endureció Faraón el corazón’ (Ex 8.32). Esta frase, o una
equivalente, es repetida vez tras vez (cf. Ex 9.7; 34-35). De hecho, excepto cuando Dios dijo lo
que sucedería (Ex 4.21), Faraón fue quien endureció su propio corazón primeramente (Ex 7.13;
8.15; 8.32 etc.), y solo más tarde Dios lo endureció (cf. Ex 9.12; 10.1; 20, 27): Además, el sentido
en que Dios endureció el corazón de Faraón es semejante al modo por el cual el sol endurece el
barro o derrite la cera. Si Faraón hubiese sido receptivo a las advertencias de Dios, su corazón
no habría sido endurecido por Dios. Pero cuando Dios daba reposo de cada plaga, Faraón
tomaba ventaja de la situación. ‘Ex 8:15 Pero viendo Faraón que le habían dado reposo,
endureció su corazón y no los escuchó, como Jehová lo había dicho.’ (Ex 8.15)” [16]

En seguida, ellos montan una tabla donde explican en qué sentido que Dios “endureció” el
corazón de Faraón: (en la imagen)

Además, Laurence Vance hace una importante observación:

“Si el decreto de la reprobación era eterno, ¿qué hacía Dios cuando estaba endureciendo el
corazón de Faraón en el tiempo y en varias ocasiones si él ya fue predestinado al infierno? ¿Él
estaba haciendo más firme su reprobación y condenación?” [17]

De hecho, la cuestión del “endurecimiento de Faraón” es un problema mucho más grande para
los calvinistas que para los arminianos. Si todo ya fue pre-determinado por Dios en la eternidad,
entonces no hay cualquier razón o lógica en endurecer el corazón de alguien que ya fue
predestinado a pecar e ir para el infierno. No hay como volver este decreto “más cierto”, y por
eso sería inútil cualquier forma de endurecimiento activo en alguien que ya estaba de todas
formas predestinado a tomar aquellas actitudes, y que no podría hacer nada de sí mismo para
luchar contra ellas.

Es muy importante observar que en casi todas las veces donde la Biblia muestra alguien “ciego”
o “endurecido”, ella pone el propio hombre como siendo el agente activo. Lucas, por ejemplo,
escribió en Hechos:

“Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en
lenguas, y profetizaban. Eran por todos unos doce hombres. Y entrando Pablo en la sinagoga,
habló con denuedo por espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo acerca del reino de
Dios. Pero 𝐞𝐧𝐝𝐮𝐫𝐞𝐜𝐢é𝐧𝐝𝐨𝐬𝐞 𝐚𝐥𝐠𝐮𝐧𝐨𝐬 𝐲 𝐧𝐨 𝐜𝐫𝐞𝐲𝐞𝐧𝐝𝐨, maldiciendo el Camino delante de la
multitud” (Hechos 19.6-9)

Como vemos, los hombres causaron su propio endurecimiento, rehusándose a creer, resistiendo
a la gracia que les era ofrecida. De la misma forma, él dice:
“Y como no estuviesen de acuerdo entre sí, al retirarse, les dijo Pablo esta palabra: Bien habló
el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo: Vé a este pueblo, y
diles: De oído oiréis, y no entenderéis; Y viendo veréis, y no percibiréis; Porque el corazón de
este pueblo se ha engrosado, Y con los oídos oyeron pesadamente, 𝐘 𝐬𝐮𝐬 𝐨𝐣𝐨𝐬 𝐡𝐚𝐧 𝐜𝐞𝐫𝐫𝐚𝐝𝐨,
Para que no vean con los ojos, Y oigan con los oídos, Y entiendan de corazón, Y se conviertan, Y
yo los sane.” (Hechos 28.25-27)

El texto no dice que Dios les cerró los ojos, sino que ellos cerraron sus ojos. Jesús también dijo
lo mismo, citando el mismo texto de Isaías:

"De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo: De oído oiréis, y no
entenderéis; Y viendo veréis, y no percibiréis. Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,
Y con los oídos oyen pesadamente, 𝐘 𝐡𝐚𝐧 𝐜𝐞𝐫𝐫𝐚𝐝𝐨 𝐬𝐮𝐬 𝐨𝐣𝐨𝐬; Para que no vean con los ojos, Y
oigan con los oídos, Y con el corazón entiendan, Y se conviertan, Y yo los sane.” (Mateo 13.14,
15)

Otras veces este endurecimiento parte de Satanás, pero solamente porque encuentra un
corazón receptivo a ello en el hombre. Por eso Pablo escribe que “el dios de este siglo cegó el
entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria
de Cristo” (2Co 4.4). El “dios de este siglo” es, obviamente, Satanás. Por tanto, las personas
endurecen a sí mismas cuando aceptan el endurecimiento instigado por Satanás. Dios apenas
las entrega a este fin cuando, después de repetidas veces, ellas se resisten a la gracia.

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[11] SPROUL, Robert Charles. Eleitos de Deus. Editora Cultura Cristã: 1998, p. 106.

[12] SPROUL, Robert Charles. Eleitos de Deus. Editora Cultura Cristã: 1998, p. 107.

[13] B. W. Johnson, The People’s New Testament. Disponível em:


<http://www.arminianismo.com/index.php/categorias/diversos/artigos/15-b-w-johnson/18-
bw-johnson-romanos-9>

[14] Institutas, 3.23.1.

[15] John Murray, Romanos, 1ª edição (São José dos Campos: Editora Fiel, 2003), p. 391
[16] GEISLER, Norman; HOWE, Thomas. Manual popular de dúvidas, enigmas e 'contradições' da
Bíblia. São Paulo: Editora Mundo Cristão, 1999.

[17] VANCE, Laurence M. O outro lado do calvinismo

𝐋OS VASOS PARA DESHONRA:

Continuando la lectura, Pablo dice:

“Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad? Mas antes,
oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó:
¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la
misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira
y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para
destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de
misericordia que él preparó de antemano para gloria, a los cuales también ha llamado, esto es,
a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles?” (Romanos 9.19-24)

Pablo comienza refutando a un interlocutor oculto que podría pensar que Dios es injusto por
escoger a una nación y no a la otra, a un grupo y no al otro, por dictar las reglas del juego. Si Dios
escogió establecer un pacto con un grupo y no con otro, ¿por qué este que no fue escogido debe
ser considerado culpable? Si no fue de la voluntad soberana de Dios que él estableciese un pacto
con otro pueblo, nadie podría resistir a esta voluntad soberana.

Pablo sabía bien la consecuencia de este pensamiento, pues estaba por concluir su
argumentación en favor de la inclusión de los gentiles en un Nuevo Pacto, a partir de una
descendencia espiritual de Abrahán, en vez de una descendencia natural. Pero, si Dios decidió
“endurecer” (entregar al endurecimiento) un grupo de israelitas incrédulos y ejercer
misericordia sobre otro grupo (la descendencia espiritual de Abrahán, que incluye a los gentiles),
¿Él no estaría siendo injusto por eso?

Pablo ya había respondido esa cuestión en el verso 14, diciendo “en ninguna manera” (v.14)
Dios sería injusto por eso. Aquí él comienza refutando este pensamiento mostrando que, en
primer lugar, nada somos para cuestionar a Dios (v.20). En seguida, él pasa a contra-argumentar
dicha tesis, haciendo una analogía con el alfarero y el vaso. Si el alfarero tiene el derecho de
hacer un vaso para un fin y otro vaso para otro fin, cuanto más Dios tendría tal derecho.
Eso significa que Dios tiene el derecho de hacerlo si es que lo quisiese, pero no significa que Dios
así 𝑑𝑒𝑐𝑖𝑑𝑖ó actuar. El siguiente verso (v.22) aclara aún más lo que Pablo estaba diciendo,
𝒔𝒐𝒑𝒐𝒓𝒕𝒂𝒓 𝒄𝒐𝒏 𝒎𝒖𝒄𝒉𝒂 𝒑𝒂𝒄𝒊𝒆𝒏𝒄𝒊𝒂 los vasos preparados para la destrucción. Eso implica,
lógicamente, que Dios es longánimo para con ellos, “no queriendo que ninguno perezca, sino
que todos procedan al arrepentimiento” (2Pe 3.9). Pablo no necesitó entrar en más detalles
acerca de este punto porque él ya lo había hecho en el capítulo 2, cuando dijo:

“¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su


benignidad te guía al arrepentimiento? Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido,
atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios”
(Romanos 2.4, 5)

En otras palabras, como Pablo ya había dicho a ellos, esa paciencia y longanimidad de Dios, en
soportar los incrédulos por mucho tiempo, 𝐭𝐢𝐞𝐧𝐞 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐟𝐢𝐧𝐚𝐥𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐠𝐮𝐢𝐚𝐫𝐥𝐨𝐬 𝐚𝐥
𝐚𝐫𝐫𝐞𝐩𝐞𝐧𝐭𝐢𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨. Eso derrumba la tesis calvinista de que esos vasos para deshonra ya estaban
predestinados a la muerte eterna. Si así lo fuese, Dios no estaría buscando guiarlos al
arrepentimiento.

Lo que Pablo está diciendo es que la razón por la cual Dios es longánimo para con los incrédulos
es porque Él les está dando tiempo para que se arrepientan. Si no se arrepintieren, ellos serán
condenados por la propia “dureza” y por su “corazón no arrepentido” (v.5), que se rehúsa a
arrepentirse, y no porque Dios los haya destinado a este fin. Norman Geisler también destaca
este texto y dice:

“Ese pasaje sugiere que los ‘vasos de ira’ son objeto de la ira porque se rehúsan a arrepentirse.
Ellos no están deseosos de traer honra a Dios, de forma que se vuelven objeto de la ira de Dios.
Eso es evidente por el hecho de que son soportados por Dios con gran paciencia (Rm 9.22). Eso
sugiere que Dios estaba esperando pacientemente por su arrepentimiento” [18]

Laurence Vance añade que “vasos son hechos vacíos, y traen honra o deshonra (2Tm 2.20)
conforme lo que es puesto en ellos. Dios no crea nadie honroso o deshonroso” [19]. En otras
palabras, existe la posibilidad de que alguien que es un “vaso para deshonra” (un incrédulo de
entre los israelitas, en aquel contexto) se vuelva un “vaso para honra”, caso se arrepienta de sus
pecados y crea en Cristo. Hay por lo menos otros tres textos bíblicos que dejan este concepto
claro. Uno de ellos es del propio Pablo al escribir a Timoteo, diciendo:

“Pero en una casa grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de
madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles. Así que, 𝐬𝐢 𝐚𝐥𝐠𝐮𝐧𝐨
𝐬𝐞 𝐥𝐢𝐦𝐩𝐢𝐚 𝐝𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐬 𝐜𝐨𝐬𝐚𝐬, 𝐬𝐞𝐫á 𝐢𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐦𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐡𝐨𝐧𝐫𝐚, santificado, útil al Señor, y
dispuesto para toda buena obra.” (2aTimoteo 2.20, 21)
Él no dice que “alguno” 𝐲𝐚 𝐞𝐬 un vaso para honra. Por el contrario: dice que 𝐬𝐢 𝐚𝐥𝐠𝐮𝐧𝐨 𝐬𝐞
𝐥𝐢𝐦𝐩𝐢𝐚𝐫 𝐝𝐞 𝐞𝐬𝐚𝐬 𝐜𝐨𝐬𝐚𝐬 (i.e, del pecado) 𝑠𝑒𝑟á (¡verbo en el futuro!) un vaso para honra. Esto
obviamente implica que un vaso de deshonra, que hoy vive en el pecado, puede venir a
arrepentirse y 𝒗𝒐𝒍𝒗𝒆𝒓𝒔𝒆 un vaso para honra. Eso también está nítidamente presente en un
texto del profeta Jeremías, donde esa analogía es hecha por Dios:

“Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: Levántate y vete a casa del alfarero, y allí te
haré oír mis palabras. Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda.
Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según
le pareció mejor hacerla. Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo: ¿No podré yo hacer
de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que como el barro en la
mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel. En un instante hablaré contra
pueblos y contra reinos, para arrancar, y derribar, y destruir. 𝐏𝐞𝐫𝐨 𝐬𝐢 𝐞𝐬𝐨𝐬 𝐩𝐮𝐞𝐛𝐥𝐨𝐬 𝐬𝐞
𝐜𝐨𝐧𝐯𝐢𝐫𝐭𝐢𝐞𝐫𝐞𝐧 𝐝𝐞 𝐬𝐮 𝐦𝐚𝐥𝐝𝐚𝐝 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚 𝐥𝐚 𝐜𝐮𝐚𝐥 𝐡𝐚𝐛𝐥é, 𝐲𝐨 𝐦𝐞 𝐚𝐫𝐫𝐞𝐩𝐞𝐧𝐭𝐢𝐫é 𝐝𝐞𝐥 𝐦𝐚𝐥 𝐪𝐮𝐞 𝐡𝐚𝐛í𝐚
𝐩𝐞𝐧𝐬𝐚𝐝𝐨 𝐡𝐚𝐜𝐞𝐫𝐥𝐞𝐬, y en un instante hablaré de la gente y del reino, para edificar y para plantar.
𝐏𝐞𝐫𝐨 𝐬𝐢 𝐡𝐢𝐜𝐢𝐞𝐫𝐞 𝐥𝐨 𝐦𝐚𝐥𝐨 𝐝𝐞𝐥𝐚𝐧𝐭𝐞 𝐝𝐞 𝐦𝐢𝐬 𝐨𝐣𝐨𝐬, 𝐧𝐨 𝐨𝐲𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐦𝐢 𝐯𝐨𝐳, 𝐦𝐞 𝐚𝐫𝐫𝐞𝐩𝐞𝐧𝐭𝐢𝐫é 𝐝𝐞𝐥
𝐛𝐢𝐞𝐧 𝐪𝐮𝐞 𝐡𝐚𝐛í𝐚 𝐝𝐞𝐭𝐞𝐫𝐦𝐢𝐧𝐚𝐝𝐨 𝐡𝐚𝐜𝐞𝐫𝐥𝐞.” (Jeremías 18.1-10)

El punto de Pablo en Romanos 9.21-24 es exactamente el mismo, incluyendo el uso de la misma


analogía, de Jeremías 18.1-10. Dios dice que puede remodelar los israelitas así como el alfarero
hace con el vaso de barro, dependiendo de las actitudes de los propios israelitas. En otras
palabras, si ellos obedecieren a Dios, Él los convertirá en vasos para honra; sin embargo, si
alguien hiciere lo que Dios desaprueba, se tornará un vaso para deshonra.

Está perfectamente claro que no había idea de un vaso que ya está fijamente determinado como
siendo para honra o para deshonra, como si Dios hubiese desde la eternidad definido quien
estaría en el cielo y quien estaría destinado al infierno. Ningún vaso ya estaba predeterminado
a ser para honra o predeterminado a ser para deshonra. Los vasos se tornaban para honra o
deshonra en función de las actitudes de cada uno.

Siendo así, un vaso para honra podría volverse para deshonra, así como uno para deshonra
podría purificarse del pecado y volverse un vaso de honra. Vance tenía razón cuando dijo que
“cuando un hombre está reservado, apuntado, u ordenado para condenación, es siempre por
causa de algo que él hizo, no por un decreto eterno de reprobación” [20]

La analogía con los vasos de barro es completamente opuesta a lo que enseñan los calvinistas.
Pablo no estaba de ninguna forma enseñando que Dios determinó en la eternidad que alguien
sería un vaso para honra y otra persona sería un vaso para deshonra, y que no hay nada que
estos vasos puedan hacer para cambiar eso. Por el contrario: a la luz de la enseñanza tanto del
Antiguo como del Nuevo Testamento, tal analogía nos muestra que Dios respeta las libres
decisiones del hombre para moldear o remodelar un vaso, de modo que tanto la conversión
como la apostasía son posibles.
Los vasos para honra están “preparados para la gloria”, si es que no se apartan y se vuelvan
vasos para deshonra. De la misma forma, los vasos para deshonra están “preparados para la
destrucción”, si es que no se arrepientan y se vuelvan vasos para honra. Es este el concepto
bíblico, que difiere de forma radical de la teología calvinista, donde vasos para honra y para
deshonra ya son definidos desde la eternidad y son conceptos fijos, inmutables, que jamás
podrán ser remodelados para que se vuelvan otra cosa, contrariando garrafalmente los textos
bíblicos (Jr 18.1-10; 2Tm 2.20, 21; Rm 11.17-24).

Otro texto que nos muestra de forma clara que el concepto de “vaso para honra” o “vaso para
deshonra” no es algo fijo está también en la misma epístola a los romanos. Pablo les dijo:

“Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado
en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, no te jactes
contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. Pues las ramas,
dirás, fueron desgajadas para que yo fuese injertado. Bien; por su incredulidad fueron
desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no
perdonó a las ramas naturales, 𝐚 𝐭𝐢 𝐭𝐚𝐦𝐩𝐨𝐜𝐨 𝐭𝐞 𝐩𝐞𝐫𝐝𝐨𝐧𝐚𝐫á. Mira, pues, la bondad y la
severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para
contigo, si permaneces en esa bondad; 𝐩𝐮𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐨𝐭𝐫𝐚 𝐦𝐚𝐧𝐞𝐫𝐚 𝐭ú 𝐭𝐚𝐦𝐛𝐢é𝐧 𝐬𝐞𝐫á𝐬 𝐜𝐨𝐫𝐭𝐚𝐝𝐨. Y
aun ellos, 𝐬𝐢 𝐧𝐨 𝐩𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧𝐞𝐜𝐢𝐞𝐫𝐞𝐧 𝐞𝐧 𝐢𝐧𝐜𝐫𝐞𝐝𝐮𝐥𝐢𝐝𝐚𝐝, 𝐬𝐞𝐫á𝐧 𝐢𝐧𝐣𝐞𝐫𝐭𝐚𝐝𝐨𝐬, 𝐩𝐮𝐞𝐬 𝐩𝐨𝐝𝐞𝐫𝐨𝐬𝐨 𝐞𝐬
𝐃𝐢𝐨𝐬 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐯𝐨𝐥𝐯𝐞𝐫𝐥𝐨𝐬 𝐚 𝐢𝐧𝐣𝐞𝐫𝐭𝐚𝐫. Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo
silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿𝐜𝐮á𝐧𝐭𝐨 𝐦á𝐬 é𝐬𝐭𝐨𝐬, 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐨𝐧
𝐥𝐚𝐬 𝐫𝐚𝐦𝐚𝐬 𝐧𝐚𝐭𝐮𝐫𝐚𝐥𝐞𝐬, 𝐬𝐞𝐫á𝐧 𝐢𝐧𝐣𝐞𝐫𝐭𝐚𝐝𝐨𝐬 𝐞𝐧 𝐬𝐮 𝐩𝐫𝐨𝐩𝐢𝐨 𝐨𝐥𝐢𝐯𝐨?” (Romanos 11.17-24)

Pablo traza aquí otra analogía, que es muy semejante a la analogía de los vasos de barro. Él deja
claro, una vez más, que los que fueron “injertados” y hoy hacen parte del Cuerpo de Cristo (los
vasos para honra) 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐞𝐧 𝐬𝐞𝐫 𝐜𝐨𝐫𝐭𝐚𝐝𝐨𝐬 de la misma forma que los judíos incrédulos (vasos
para deshonra) fueron cortados. Él también dice que aquellos que fueron cortados (vasos para
deshonra) 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐞𝐧 𝐬𝐞𝐫 𝐢𝐧𝐣𝐞𝐫𝐭𝐚𝐝𝐨𝐬 𝐨𝐭𝐫𝐚 𝐯𝐞𝐳 (haciéndose vasos para honra) si no continuaren
en la incredulidad.

La tabla comparativa ilustra muy bien lo que fue dicho: (en la imagen)

El problema del calvinista es que él lee todo de forma aislada, superficial, no respetando el
contexto y las reglas de la exegesis. ¡Si él se preocupase en leer el contexto general, se percataría
que sus interpretaciones distorsionadas hace mucho tiempo ya fueron refutadas por el propio
apóstol Pablo, y en la misma epístola a los romanos!

Mucha cosa de lo que Pablo escribió en Romanos 9 él ya había abordado antes o volvió a abordar
después, explicando mejor sus analogías. Pero el calvinista que saca Romanos 9 de su contexto
de forma absurda y lo interpreta de acuerdo con los ojos de su teología no se da cuenta de eso.
Como consecuencia de eso, él comete disparates exegéticos que no se comparan con nada en
la teología. Una lectura superficial, liviana y aislada en Romanos 9 puede parecer que algo
favorece al calvinismo. Una lectura seria, honesta y exegética refuta el propio calvinismo.

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[18] GEISLER, Norman. Eleitos, mas Livres: uma perspectiva equilibrada entre a eleição divina e
o livre-arbítrio. Editora Vida: 2001, p. 106

[19] VANCE, Laurence M. O outro lado do calvinismo.

[20] VANCE, Laurence M. O outro lado do calvinismo.

𝐂ONCLUSIÓN:

El apóstol Pablo concluye su pensamiento en Romanos 9 de la siguiente forma:“¿Qué, pues,


diremos? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la
justicia que es por fe; mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque
iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo,
como está escrito: He aquí pongo en Sion piedra de tropiezo y roca de caída; Y el que creyere en
él, no será avergonzado.” (Romanos 9.30-33)

Como hemos visto, la conclusión de todo el discurso de Pablo no era que Dios predestina un
individuo al cielo y otro al infierno, pero sí que la elección de Israel era irrevocable y que hoy
permanece en el Israel de la promesa, que es la descendencia espiritual de Abrahán, que incluye
los israelitas que creen y los gentiles que creen – lo que nosotros llamamos de ekklesia, la Iglesia,
el Cuerpo místico de Cristo.

Fue esa la conclusión de Pablo, y fue eso lo que él argumentó al largo de todo aquel capítulo.
Nunca una predestinación individual a la salvación o perdición estuvo en juego en Romanos 9,
pues no era este el punto de Pablo, no era a eso que él quería llegar. Siempre lo que estuvo en
juego fue la elección de Israel a la luz de la inclusión de los gentiles en el Nuevo Pacto – una
elección corporativa. El calvinista que intenta quitar Romanos 9 de su contexto para defender
una especie de predestinación individual a la salvación, o es ignorante o deshonesto. [21]

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[21] Obviamente que ni todos los calvinistas son ignorantes en relación a Romanos 9, porque ni
todos creen que Pablo estaba tratando de predestinación individual a la salvación allí. Charles
Hodge, por ejemplo, dijo que “el apóstol tiene en vista la incredulidad de Israel y la longanimidad
con que Dios tolera esta incredulidad” (Romans, p. 321).

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