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De Uribe sólo basta señalar que sobran pruebas para definirlo como
un genocida, un hombre ligado estrechamente al paramilitarismo y a
la narcopolítica, y por lo tanto, su discípulo Zuluaga, poco puede
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hablar de "paz", salvo que crea que esos 20 millones que no fueron a
votar, son todos imbéciles, fáciles de convencer. Tanto Santos como
el tandem Uribe-Zuloaga no pueden alegremente tratar de que todos
olviden ese pasado de Terrorismo de Estado que siempre los tuvo
como serviciales protagonistas, extrayendo ahora de sus respectivas
galeras la palabra "paz". Es verdad que Santos aceptó llevar adelante
en el último tiempo el esperanzador diálogo con las FARC, apurado
por un sector de la propia burguesía colombiana, deseosa de que las
aguas se calmen para seguir haciendo buenos negocios, pero
también, no hay que olvidarlo, hay diálogo debido al anhelo de la
constante movilización popular.