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I.

Referencias
El título de este artículo corresponde al de un libro de Horst Kurnitzky, publicado en alemán en
1974 y traducido por la editorial Siglo XXI en 1978. El subtítulo del libro es sugerente: Una
contribución a la teoría de la femineidad.
El autor conoce bien la economía en la versión de Karl Marx, así como la antropología y el
psicoanálisis en la propuesta de Sigmund Freud, Ernest Jones, Géza Róheim, etc. Existen
algunas referencias a Pontalis, pero no a Jacques Lacan. Su erudición es alemana y su versión
del tema se opone a la de Marcel Mauss: no se trata de una economía de don sino de sacrificio.
Demasiado original, no hizo carrera en la prisa del psicoanálisis local y sus repeticiones al por
mayor.
Años después me encontré, al trabajar sobre el tema de las pasiones, con El sacrificio y la envidia,
de Jean-Pierre Dupuy (Gedisa, 1998). El libro, publicado originalmente en 1992, analiza el
liberalismo frente a la justicia social en lo que tienen de contradictorias las exigencias del mercado
y las posibilidades de la equidad. Recordemos que Jacques Lacan propuso que no existe
una justicia distributiva del goce (aunque nada hace que esta afirmación se confunda con la
exigencia de una justicia distributiva de los “bienes” de la sociedad).

Por su parte, Sigmund Freud propone que la justicia se encuentra entre la venganza y la envidia.
La venganza fue un valor para los griegos, y se encuentra transformada en la administración de la
justicia moderna. En cuanto a la envidia, sabemos que no se trata de una apetencia del objeto del
otro, sino de lo insoportable de una imagen de completud formada por el otro y su objeto, para la
mirada envidiosa y por la mirada envidiosa. No es seguro que a cada uno le guste lo que tiene el
otro, pero sí que es difícil soportar el hecho de que alguien tenga lo que quiere.
La economía del psicoanálisis es la de las pasiones, resultado de un compromiso entre la pulsión
(Trieb) y las defensas del yo. Los llamados “mecanismos de defensa del yo”, convertidos por
Jacques Lacan en una flor retórica particular, son la respuesta a las exigencias pulsionales.
El dinero, en tanto está garantizado por un pasado y así promete un porvenir, modula la
temporalidad que para el yo funciona como la articulación objeto-pulsión-objeto (lo que se perdió
del goce será recuperado para un goce futuro). A la inversa, para el análisis se trata de la
articulación pulsión-objeto-pulsión y la recuperación no existe. En 1920, separado de la versión del
deseo como nostalgia de un objeto perdido, Sigmund Freud dice que los deseos neuróticos son
deseos muertos, que no fueron satisfechos en el pasado y tampoco lo serán en un presente.

El dinero circulante, en tanto equivalente general, promete la sustitución de cualquier objeto, la


superación perdida. Por supuesto, sólo logra su propósito para la mirada del carente (por eso es
necesaria la publicidad, la exhibición de escenas deseables que acompañan al producto que se
intenta convertir en condición necesaria). El dinero como un medio sólo puede facilitar los fines
que cada uno, por su cuenta, se propone realizar. Pero en tanto existen algunos para los cuales el
dinero es un fin, lo que Marx llamó “contradicciones” (dentro de una misma clase) y
“antagonismos” (entre clases) introduce la dimensión sacrificial.
“El pensamiento de que la economía pueda ser un medio para dominar la violencia –escribe J-P.
Dupuy– no puede sino parecer descabellado para los espíritus acostumbrados, bajo la influencia
del marxismo, a considerar que la economía es la violencia misma. La ironía de la historia es
grande. Como escribe Hirschman, ‘el capitalismo estaba precisamente llamado a realizar eso
mismo que iba a ser pronto denunciado como su peor caracterísitica.’”

II. En la base
La distinción clásica entre amor de sí (intereses inmediatos) y el amor propio (pasiones
mediatizadas) vuelve a encontrarse en Jacques Lacan y también aparece, de otra manera, en
Sigmund Freud cuando define el amor narcisista. Se trata, en un caso como en el otro, de la
anudación entre el cuerpo de cada individuo y el sujeto transubjetivo definido por el lenguaje.
Como bien definió Hobbes, no basta el lenguaje para que exista un pacto social, pero ningún
pacto social podrá hacerse sin el lenguaje. Es aquí donde encontramos la situación sacrificial, tal
como la define el J.-P. Dupuy: “en el caso sacrificial, los derechos de un solo hombre son violados;
en el caso no sacrificial son los derechos de todos, incluidos los de la persona< que resulta ser
víctima sacrificial [...] Llamo 'situación sacrificial' a todo contexto social en el que el principio de
unanimidad concluye en la lógica sacrificial”.
Según Horst Kurnitzky, de quien partimos y al que volvemos después de estas breves
puntuaciones, la situación sacrificial generalizada tiene como víctima la femineidad en tanto
condición para que la renuncia pulsional también sea impuesta a los hombres y la organización
económica sea posible: porque la pulsión reprimida es primero encarnada en el sexo femenino
que, como sacrificio primario, representa simultáneamente una relación de producción basada en
la generación y el alumbramiento.

Las mujeres, excluidas como disfrute ocasional, se convierten en madres (hombres y mujeres,
durante siglos, subordinaron el placer sexual a los imperativos de la reproducción): “y así, desde el
principio, la madre en calidad de ídolo y encarnación de las relaciones sociales de producción
primarias se alza en el camino de la emancipación de la sexualidad femenina”.
Kurnitzky basa sus conclusiones en un recorrido por las nominaciones del dinero desde la diosa
Moneta (que no hay que confundir con el banquero argentino del mismo nombre) hasta diversas
situaciones simbólicas en las que se encuentran elementos que fueron soporte del valor en los
intercambios sociales. No podemos exponer el cúmulo de información que contiene su libro.
Expongo, en consecuencia, sólo algunos trazos del argumento y sus conclusiones: “la relación
con la naturaleza por mediación de la sociedad basada en el dominio y en el sometimiento de la
naturaleza exterior se distingue a sí mismo por el sojuzgamiento y la represión de la base natural
de la sociedad. Esta represión primaria se realiza ante todo en la represión de la sexualidad
femenina; para ello, aparece como primer producto de cultura la mujer, más exactamente la
madre, como encarnación de esa economía”.

No olvidemos el artículo de Sigmund Freud sobre la trasmutación de los instintos y especialmente


el erotismo anal, donde vemos una economía de la donación entre madre e hijo (excremento,
regalo), que se convierte en una economía del intercambio paterno (pene, niño... dinero). En la
primera economía se trata del narcisismo (amor de sí y amor propio confundidos) y, en la
segunda, de un sacrificio que se llama “castración”.
Continúo con Kornitzky: “En el ritual del casamiento se hace el sacrificio, o sea la renuncia al
incesto, simbolizada por la dote, y el sacrificante recibe un producto cultural: la mujer, cuya
sexualidad, reducida a la capacidad de parir ha sido promovida ahora al esquema general de la
reproducción social, de modo que los productos de la cultura, o sea la base de la vida de la
sociedad, se deben ya al sojuzgamiento, cuando no al aniquilamiento de la sexualidad femenina.”

III. En la práctica
Argent et psychanalyse, el libro ya clásico de Pierre Martin editado por Navarin (París, 1984)
contiene una carta de Jacques Lacan al autor, donde aquél comenta un breve texto de Freud y
concluye diciendo que en cuestiones de dinero no se permite nada: “je suis intraitable”.
Sigmund Freud, por su parte, registra que hombres analizados gratis no soportan la gratitud
dirigida a uno que tiene, y que algunas mujeres sucumben a la idea de pagar con sus encantos
aquello que se les ofrece. Llevado al límite, tanto unos como otras puede preguntar: “¿Qué goza
de mí, si no cobra su parte?”
Del lado del analista, el mismo Freud ironiza sobre las dificultades de Theodor Reik en EE.UU. y le
dice que aprendió la mitad del psicoanálisis –leer el inconsciente–, pero que le falta aprender la
otra mitad: ganarse la vida.
La estructura libidinal del dinero para la sociedad, la modulación particular de la misma en cada
uno (tanto por sus modos de goce como por su condición social) supone una atención a ciertas
anudaciones específicas.
La descripción propuesta por Pierre Martin llama la atención sobre el valor de términos ligados al
dinero en el mismo discurso analítico: “Investissement, bénefice, économie, transfert, liquidation:
dans le langage de la théorie analy-tique, la présence de l’argent se fait entendre dés les premiè-
res énoncés.”

Es decir, el analista no puede eludir el tema en nombre de su sensibilidad y/o su capricho. Para
Sigmund Freud, analizar gratis era quitarle al analizante uno de los motivos principales que le
impulsaban a llegar al final, era convertirse en “contenedor del síntoma”, no del sujeto que soporta
su goce.
“Sólo la muerte es gratis” es un adagio que gustaba a Freud. El dinero es una variable
independiente que no se puede excluir del juego, puesto que el sujeto tasa su deseo.
Un trabajo de Paul-Laurent Assoun (“L’argent et ses symp-tômes”, 1998) recorre el tema en
Sigmund Freud, de la misma manera que Pierre Martin intenta sacar consecuencias de Jacques
Lacan. Pero cada uno decide, en cada caso, la respuesta. Como cualquier responsabilidad, puede
que algunos la reduzcan a un cálculo de utilidades. Nada que decir sobre eso.

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