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¡VENGAN A DESAYUNAR!

(Ultima entrega)
Nos queda el último bocado de este desayuno mediterráneo que incluye pescado a la brasa
con pan, recordemos: con invitación directa del mismo Señor Jesucristo ya resucitado, a la
orilla del Lago de Tiberiades, a las cinco treinta de la mañana. Desayuna bien tempranito
nuestro Maestro. Por supuesto, una tertulia con El en ese horario es para disfrutar y
entender toda la enseñanza que de su corazón quiere compartir. Lo hemos seguido,
pausadamente, para no perder detalle alguno.
Nuestro Pedro ya fue sometido a las tres preguntas y dio sendas respuestas, ahora está
pasando por el momento de la mentoría y asesoramiento. Con una palabra profética para
su ministerio y afirmado para la tarea, con nueva perspectiva y con deseos nuevos de
continuar al servicio del Maestro. No olvidemos que en ese desayuno hay siete apóstoles
invitados por Jesús. Y con seguridad, ninguno acertó en qué significaban esas palabras
dichas a Pedro. El mismo Juan que escribe sobre el suceso, va a necesitar que pase el tiempo
y hacer acopio de diferentes acontecimientos en la vida de sus compañeros y en el
establecimiento de la iglesia, para dar la interpretación precisa.
Y allí está, en el mismo relato. Juan dice que esto dijo Jesús a Pedro dando a entender de
qué manera sería su muerte. Esta declaración está siendo escrita por el relator, casi sesenta
años después de ese desayuno. En el entretanto, Jesús murió en la cruz, la iglesia comenzó
a ser perseguida, vino la expansión de la iglesia por Judea, Samaria y el resto del Imperio
Romano, murieron sus compañeros, murió el gran adalid de la causa evangélica, el apóstol
Pablo, pasó una segunda y una tercera generación de creyentes.
El apóstol Juan es un sobreviviente, y era necesario que fuese testigo de tantos sucesos para
poder hacer la concatenación precisa y ayudarnos a entender las palabras de Jesús a Pedro.
Pudo ser testigo de la muerte de su compañero de ministerio. Será en los textos lucanos
donde encontraremos registros de un Pedro temerario, dispuesto a dar la vida por la causa
del Señor, que no le teme a morir si es por anunciar la buena nueva de Jesucristo, ahí ya
encontramos que el apóstol sí pasó el examen, pasó del amor filos, al amor ágape que le
exigía el Señor. No nos registra el texto sagrado la modalidad de su muerte.
Será la historia y la tradición quienes nos auxilien. Es bien sabido que el apóstol siendo
apresado lo llevan al cadalso para ser crucificado; y allí, deja constancia de qué estaba hecho,
allí encontró en la instancia final de su vida la oportunidad de elevar su nota en la evaluación
del amor agape que le pedía Jesús y que solo alcanzó el filos. Se le permite retractarse y
renunciar a la proclamación del evangelio y allí superó su nota de cuarenta años atrás en el
desayuno de la playa: ¡Ni siquiera merezco morir como mi Maestro, crucifíquenme cabeza
abajo! Eso es amar de manera incondicional, sacrificialmente, con entrega total. Seguro
que Pedro escuchó las palabras del Señor Jesucristo al presentarse ante el trono del Señor:
Eres un siervo inútil. Bien buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré,
entra en el gozo de tu Señor. Acababa de hacer ingreso al Reino de los cielos, a la vida eterna,
un general de cinco estrellas del ejército del Señor. El apóstol Pedro lo logró, vamos también
a hacerlo nosotros.

Pastor Leonel Molano M.


E – mail: leonelmolano2005@gmail.com
Celular 3123060209

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