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La palabra y la interpretación en los ritos órficos

De Apolo salió el virtuoso de la lira,


el padre del canto, el ilustre Orfeo.

Píndaro, Píticas 4, 176-177

Jorge V. Cobos
Hablar del juego de la palabra y la interpretación en los ritos órficos nos obliga
necesariamente a poner en contexto a los dos dioses y sus ritos que atañen a Orfeo; Dionisos
y Apolo. Estos no sólo son figura principal, son también el fin de estos ritos órficos. La
importancia de Dionisos y Apolo en la religión –que podemos llamar señalar como una
religión del conocimiento– de la Grecia Antigua se reflejan en sus mitos. En uno de ellos nos
da cuenta la percepción de ambos como un mismo dios. La unión de los dos en los mitos la
podemos encontrar en la narración de la muerte de Dionisos, una imagen intestinal: Dionisos
devorado por los titanes, estos desgarran y mastican su carne, Dionisos ve su reflejo en un
espejo, pasa sus ojos sobre cada línea de sí mismo, un conocimiento absorto. El espejo al no
poder contener la inmensa totalidad de Dionisos se fractura. La Imagen rota de Dionisos es
Apolo; el primero siendo la figura verdadera viendo su reflejo; el segundo devolviendo la
mirada. Ambos son la totalidad de la sabiduría, pero sólo Dionisos la contiene y de él nace
ese impulso por conocer.

En ese mito podemos encontrar una de las características más importantes de Dionisos; el ser
revelado como una totalidad colosal, que desgarra. Pero la importancia que también nos
revela este mito, es la visión de los griegos de la naturaleza representada y dividida como lo
mismo en Dionisios y Apolo; la primera, la physis absoluta, desgarradora y sanadora de los
hombres al mismo tiempo, y que entre ellos sólo era lograda ser sentida, individualmente,
por medio de los ritos dionisiacos, donde se entra en un estado de éxtasis, representado en
la simbología de este dios con la flauta, el individuo sale de sí para unirse a Dionisos, donde
todas las cosas se disuelven en Dionisos. Una especie de locura cognitiva, pero más allá de
eso, es la contemplación de la totalidad, un conocimiento que sólo poseerá el individuo y no
podrá dar a otros, es decir, la palabra no existirá por la imposibilidad de no poder contener la
totalidad de las cosas. La desgarradura se da cuando el individuo descubre que sólo podrá
conocer la totalidad al unirse a Dionisos, al salir de sí, la rasgadura es existencial, ya que sólo
la muerte nos permitiría regresar sin interrupción a la totalidad; la segunda, era la physis
fragmentada –gracias a la flecha apolínea–, la que podía interpretada y transmitida por medio
de la palabra. La recuperación del estar fuera de sí –y unirse a Dionisios–, para superar la
mudez del todo. Apolo, el dios con el arco y la lira, será evocado no en las lejanías rurales
como Dionisos, él se hará presente con su arco en los oráculos, dentro de los límites de la
ciudad. Y siguiendo esta comparativa, en los ritos dionisiacos el conocimiento se da como
consecuencia de la separación del individuo de sí y su posterior unión con Dionisos; “Apolo
en cambio concede la sabiduría a los hombres, o mejor dicho, a un hombre, pero él se
mantiene a distancia, él es el dios <<que hiere de lejos>> (…) mientras que la sabiduría que
él concede está compuesta de palabras, y por eso es algo que concierne al hombre” 1. En el
oráculo el vidente es flechado por Apolo, sin comprender la palabra con la que es herido la
pronuncia al intérprete, luego el intérprete le recita la palabra enigmática a quien fue en busca
de la sabiduría del dios. Palabra enigmática. La palabra se vuelve un modo de transmitir el
saber pero aun lleva un velo de incógnita, no se hace clara, el vidente sigue siendo el único
que posee el conocimiento, la palabra sólo ha servido como medio para transmitir el enigma,
más no el conocimiento en sí. La palabra es apariencia de la sabiduría.

Lo inefable del saber en los ritos orgiásticos, la palabra enigmática en los oráculos apolíneos
y la imposibilidad de transmitir el conocimiento en los ritos de Eleusis, nos revelan la esencia
de la religión griega; la búsqueda del conocimiento. Aunque también aparece algo trágico;
conocimiento divino inaccesible para los hombres, mundo verdadero impenetrable al menos
que los hombres decidan romper su individuación. Se revelan dos mundos, el divino y el
aparente. El divido al que pertenece sólo Dionisos y el aparente que divide Apolo en cosas,
tiempo, individuos, etc.

En los mitos órficos aparece la convergencia más clara entre Apolo y Dionisos, pero según
Giorgio Colli la naturaleza de esta unión no es pacífica, dice2: “…Orfeo no es el que establece

1
Colli, Giorgio (1995). La sabiduría griega. Editorial Trotta. P. 25
2 Colli, Giorgio (1995). La sabiduría griega. Editorial Trotta. P. 42
la paz entre Apolo y Dionisos; expresa, sí, su convergencia, pero, a la vez, es la víctima
despedazada por la lucha cruel entre los dos dioses”. El cuerpo de Orfeo destrozado por las
fuerzas titánicas de Apolo y Dionisos es una imagen cruente que al sensible le estremece la
carne, pero hace preguntarnos ¿por qué Orfeo? ¿qué simboliza?

El canto y la lira son dos cualidades comunes en los mitos de Orfeo. Guthrie recoge en uno
de los poemas de Apolonio la naturaleza del canto de Orfeo: “Apolonio, en su poema épico
sobre los Argonautas, mantiene la tradición de que Orfeo no es solo un cantor sino un cantor
religioso y de que cuando canta su tema son los dioses y sus relaciones y el origen de todas
las cosas”3. Primero, el cantar hace referencia a la relación que tiene Orfeo con Apolo, ya
sea como su padre o como un enviado de Apolo, y también a la palabra, ya que esta es
dominio de Apolo. Segundo, es el contenido de su canto o poesía; los dioses y el origen de
todas las cosas. Esto nos lleva a la diosa Mnemosine –Memoria–, la personificación del
recuerdo, del no olvido. Mnemosine en los ritos órficos aparece como la búsqueda del
recuerdo más allá del mundo aparente, más allá del mundo divido por Apolo en pasado,
presente y futuro, en el momento antes del tiempo de nuestro mundo. Por Mnemosine se
busca llegar al momento de Dionisos frente al espejo.

Orfeo canta los misterios de Dionisos, Orfeo así, mesura a través de su canto apolíneo la
totalidad de Dionisos. La embriaguez dionisiaca de los ritos órficos sugieren en canto. La
interpretación es lograda y expresada por medio del canto órfico, se sobrepasa la instancia
dionisiaca, esa que sólo era sentida, pero no comprendida ni posible de interpretarla por sí
mismos debido a la totalidad desgarradora de este dios. Entonces vemos la tensión perfecta
entre la totalidad de Dionisos y la palabra de Apolo, contenido y forma. Orfeo destruido en
la tensión de los dos dioses.

Así, en este mundo partido por Apolo, flechados y heridos por él desde la lejanía, logramos
acceder al mundo por medio de la palabra. Pero este mundo aparente, que parece invitarnos
a un pesimismo cognitivo, tanto que vivir es estar en un mundo aparente y morir es regresar

3Guthrie, W. K. C. (1970). Orfeo y la religión griega. Editorial Universitaria de Buenos


Aires. P. 14
a la totalidad, es el punto de partida en los ritos órficos para la obtención del conocimiento,
ya que al ser el reflejo de Dionisos se es eso; Dionisos, el dios mirando su reflejo. Y en este
mundo el conocimiento es más un reconocimiento, en el reflejo o apariencia se obtendrá la
verdad. Entonces, la palabra interpretada y cantada en los ritos órficos es el punto de partida
para conocer la verdad pasando por la apariencia. Y en el hombre, como Orfeo al ser
destrozado, su dolor viene de aceptar el mundo aparente, una culpa trágica que tiene que
sobrellevar para la obtención del saber.

Bibliografía
- Guthrie, W. K. C. (1970). Orfeo y la religión griega. Editorial Universitaria de Buenos Aires.
- Colli, Giorgio (1995). La sabiduría griega. Editorial Trotta.
- San Cristobal, Ana Isabel (2002). Rituales Órficos (Tesis doctoral). Universidad
Complutense de Madrid. Madrid, España. Biblioteca Complutense.
http://biblioteca.ucm.es/tesis/fll/ucm-t25949.pdf

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