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2° CUATRIMESTRE DE 2018, TT
TEÓRICO-PRÁCTICO
PROF. CAROLINA FERNÁNDEZ
MONOGRAFÍA SOBRE EL PROBLEMA DE LOS UNIVERSALES
ORTIZ LAVIOSA, JENNI C.
95 352 027
La existencia del Universal fue una tesis discutida a lo largo de la Edad Media
bajo la denominación de “disputa de los universales”. Durante gran parte de la discusión
predominó la teoría realista y sus variantes con la recepción del platonismo y el
aristotelismo. A saber, el universal como trascendente (fuera del espacio-temporal) o
inmanente (el universal situado en el espacio y en el tiempo). En oposición a las variantes
del Realismo como respuesta a la disputa de los universales, el filósofo Guillermo de
Ockham representa la variante del Nominalismo, e incluso es considerado el precursor de
la escuela que se constituyó (recién) en el siglo XV.
En lo que considera la “opinión común” Ockham señala que todos admitían que
la naturaleza es universal, ya sea en potencia o incompletamente, y que en este sentido
se encuentra realmente en el individuo. Ahora bien, de qué modo se encuentra este
universal en el individuo, hay opiniones diversas.
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- A saber, algunos afirman que éste universal se distingue realmente del individuo.
Según esta tesis, entonces, cada individuo, cada particular, tiene una forma real y dividida
naturalmente, pero que obtiene unidad, esto es, el universal, en la mente como concepto.
Por ejemplo, la forma del género que existe como dividida por las formas de las especies.
De modo que el universal existe como unidad de las cosas particulares, en una suerte de
intelección confusa de la cosa.
- Otra forma de entender el universal es distinguido sólo formalmente, según esta opinión
la forma es única e indivisa y en este sentido existe en el mismo individuo. Pero mientras
que la forma del género está dividida, la forma de la especie, en cambio, es por sí una
forma simple, así es universal, pero se particulariza en el individuo. Así tanto la forma
del género como de la especie subsisten en las cosas particulares, pero de distinto modo.
Es decir, el universal es universal en el representar, pero singular en el ser.
- Otros afirman que el universal no se distingue por la naturaleza de las cosas externas
sino sólo mediante la razón o el intelecto, a saber, según esta opinión una cosa puede ser
singular en su ser, pero universal en el intelecto, de modo que el universal se
distinguiría no por su modo de ser en sí, sino según la razón u otra consideración: la del
intelecto. Es la mente la que universaliza el particular. En este sentido el universal sería
una semejanza de la cosa.
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(…) el singular, primera e inmediatamente, no es este ente de razón; por lo tanto, lo que primero
e inmediatamente es denominado universal es sólo un ente en el alma, y, por consiguiente, no está
en la cosa.
- Ahora bien, si se contempla la posibilidad de que ahora el universal y el singular sean
real y formalmente la misma cosa (en oposición a la tesis anterior ya refutada), nos
encontraríamos con la contradicción de que el singular no se dice de muchos, mientras
que el universal sí, por lo tanto, no son lo mismo:
Antes del acto del intelecto, el universal puede ser predicado de muchos y el singular no
es predicable ni puede ser predicado de muchos; por lo tanto, sin acto alguno del intelecto,
el universal no es singular.
Ninguna cosa fuera del alma, ni por sí ni por algo añadido, real o de razón, ni de cualquier
modo que sea considerada o entendida, es universal, de modo que es tan imposible que
una cosa externa al alma sea, de algún modo, universal (a menos que lo sea por institución
voluntaria, como es universal la palabra “hombre”, que es una palabra singular).
Ahora bien, si bien para nuestro filósofo no hay universales, sino que todo lo que
hay es singular, fuera del alma no descarta la posibilidad de que el universal lo sea por
“institución voluntaria”, a través del lenguaje, esto es, el universal sólo existe en el
intelecto, en el plano del lenguaje, como signo, como concepto. Así sostendría la tesis de
que toda res universalis no implica más que simples nombres con los que se identifican
los objetos:
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El universal no está realmente en la cosa, más que la palabra “hombre”, que es una verdadera
cualidad, está en Sócrates o en aquello que significa, ni el universal es parte del singular, más que
la palabra es parte de su significado. Pero, así como esa palabra se predica verdaderamente y
distinción ninguna de su significado -no por sí «misma», sino por su significado-, así el universal
se predica verdaderamente de su singular, no por sí «mismo», sino por el singular.
De esto también se desprende que el universal no está en todo lugar, existe en la
medida en que se dice del universal pero no por sí mismo sino por el particular, por el
singular, esto es, por la cosa:
El universal no está en todo lugar y siempre sino porque “estar en algún lugar” se predica del
universal, no por sí mismo sino por la cosa, siempre que se predique del singular, y en general,
todo lo que se predica del singular o del pronombre que refiere al singular, se predica del universal
tomado en particular.
De modo que para Ockham los conceptos universales son una creación de la
facultad cognoscitiva, siendo pues el particular real, y el universal en el plano del
pensamiento (y en el lenguaje interiormente).
Como respuesta a esta nueva problemática es menester indicar las dos respuestas
que presentó nuestro filósofo.
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El universal no es algo que tenga existencia real en el alma ni fuera de ella, sino que sólo existe
en el alma como objeto y es, en el alma, cierta representación.
Distingue por un lado el estatuto del “ser real” en el alma, entendido como un ser
que se puede categorizar (esto es, atribuirle categorías como sustancia, materia, cualidad,
cuantidad, etc.), de modo que éste universal no cae bajo las categorías de la realidad. En
efecto, según esta teoría el concepto es un ser “intencional”, como representación (de
algo), con un contenido inteligible. El concepto como “fictum”, implica que es algo
forjado en el intelecto como una representación, ahora bien, esta representación se da
como cierta copia o pintura intelectual, a partir de la abstracción:
El intelecto, al ver una cosa externa al alma, se representa una cosa semejante en la mente (…),
esa representación producida en la mente a partir de la visión de una cosa externa sería un
ejemplar.
Entonces, el concepto obedece a esta “causalidad” mental, en la medida en que la
mente, como parte de la naturaleza, funciona causalmente produciendo conceptos
universales ante el encuentro con los particulares, con las cosas. Así a la manera de un
artesano que produce otro ejemplar, a saber, al tener una impresión de una casa o edificio,
la adquiere en la mente, y a posteriori reproduce otro semejante, que es sólo
numéricamente distinta, esto, es ocupan lugares distintos, tienen entidades distintas, de la
primera que se vio, y esto es el universal para Ockham, en la medida en que este ejemplar
refiere a todas las cosas externas:
Y de este modo, el universal no es por generación sino por abstracción, la cual no es sino cierta
representación.
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Para argumentar esta idea de que existe en la mente algo que tiene ser sólo como
objeto, sin existencia real, remite a la idea del “ente en el alma”, manifiesto ya por los
filósofos, entendido como aquellas cosas que tienen existencia sólo en el plano mental,
como las figuraciones: la quimera, el capriciervo, etc.; así como las entidades lógicas: las
proposiciones, los silogismos y similares…
Ahora bien, con ese afán de economizar, nuevamente emplea su navaja y descarta
la noción de “fictum”, puesto que repara en el problema de la idea de un intermediario
entre el concepto y la cosa, así presenta la segunda teoría, a la que podemos denominar,
siguiendo a Panaccio (2004), Teoría del actus, según esta teoría el universal se entiende
como acto mental, en la medida en que, la mente no produce algo diferente a cualquier
ser en la naturaleza, o externo al intelecto.
El concepto y cualquier universal es cierta cualidad existente realmente en el alma, que es signo
de la cosa externa al alma por naturaleza, como la palabra es signo de la cosa por voluntad del
instituyente.
De acuerdo con la teoría del acto, entonces, los conceptos son actos intelectuales
que caen bajo la categoría de cualidad, la universalidad significa. Esto es, el universal
existe como signo en la mente por naturaleza, al igual que la palabra es signo en el
lenguaje por voluntad (volveremos a esta distinción en el apartado de “el universal como
signo”), ahora bien, dentro del mismo lenguaje existen palabras que significan por sí
mismas (las categoremas: “Sócrates”, “hombre”, “animal”) y otras que no tienen
significación propia, sino que son conectores (las sincategoremas, como “y”, “o”,
“entonces”), así para nuestro filósofo, de igual modo en el lenguaje mental existe la
misma variedad. A saber:
Hay ciertas cualidades existentes realmente en la mente, a las cuales corresponden, de modo
proporcional, las cosas que corresponden a las palabras por institución voluntaria. Y poder
generar, en el intelecto, ciertas cualidades que son naturalmente signos de las cosas.
Para Ockham los animales tienen un tipo de lenguaje, usan ciertos gemidos para
comunicar ciertas emociones, como quejas, miedo, hambre, dolor, como una forma
primitiva del lenguaje, al igual que los hombres que emiten sonidos con la idea de
significar algunas otras cosas. Ahora bien, la diferencia es que, mientras que los
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irracionales y los hombres usan el lenguaje para significar algunas pasiones o accidentes
existentes en ellos, el intelecto tiene mayor capacidad, en este sentido “puede generar
cualidades para significar naturalmente cualquier cosa”.
Cualquier universal, también el género supremo, es verdaderamente una cosa singular que existe
en determinado género, pero es un universal por predicación, no por sí «mismo», sino por las
cosas que significa.
El universal como acto mental entonces viene a resignificar el lazo entre el
concepto y las cosas conceptualizas, en las que no hay ninguna unión verdadera, sino que
hay una relación de predicabilidad, de significación. Si bien sigue existiendo el mundo
externo, “real”, con sus particulares, existe la mente y establece esta conexión con las
cosas, la mente genera su concepto. Ahora bien, esta relación no es de semejanza, ni de
identidad, sino es la noción del concepto como signo y las cosas serían aquéllas que
significan. En suma, el universal es de predicación, de significación, tiene la capacidad
de ser predicado de muchos. Ahora bien:
Ahora bien, hay otros términos que refieren de modo simple, esto es, la suposición
simple, que refiere a un objeto mental, por ejemplo “El hombre es una especie”, tanto
“hombre”, como “especie”, son conceptos mentales, no existen en la realidad. Entonces,
como “especie” es un concepto que abarca a otros conceptos (como “hombre”), estamos
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en el plano de la realidad mental. Así la suposición simple permite hablar de realidades
mentales.
Ahora bien, también es posible referirse al lenguaje para hablar acerca del propio
lenguaje, esto es como metalenguaje, en el plano del lenguaje Ockham desarrolló su
teoría de los signos, así plantearía al signo como universal. Pues como ya se mencionó
para Ockham los conceptos son signos mentales que “significan” las cosas externas. En
la “Suma de lógica I” (cap. 1) habla del “signo” como todo aquello que, aprehendido,
lleva al conocimiento de otra cosa. Esto es, los signos suponen las cosas reales en las
proposiciones mentales. Aquí “supone” significa “reemplaza” o está en lugar de”, de este
modo, el franciscano rechaza cualquier versión del esencialismo. Ahora bien, este signo
puede ser triple: escrito, hablado o pensado. Nuestro filósofo no se quedará con la
vertiente extrema del nominalismo, pues si admitiera que el universal es un “flatum vocis”
(sólo una palabra), no estaría resolviendo verdaderamente el problema, por el contrario,
Ockham presenta una respuesta revolucionaria.
En efecto, dominó la idea de que sólo el discurso mental se halla en una relación
de significación inmediata con las cosas, mientras que el discurso exterior, el lenguaje
propiamente dicho, significaría las cosas sólo gracias a la mediación del discurso mental.
Pero para Ockahm las palabras son signos tan inmediatos de las cosas como los conceptos.
Así palabras y conceptos son signos de lo mismo, aunque subordinados entre sí, como se
admite en el proemio 2 de su Exposición del libro de Porfirio acerca de los predicables
(Isagoge):
(…) En la proposición “Sócrates es animal”, “animal” no supone por «sí mismo», sino que supone
por la cosa, a saber, por el mismo Sócrates. Sin embargo, aunque estas cosas que están en el
intelecto, (…) sean los géneros y las especies, más allá de éstas, las mismas palabras
correspondientes pueden ser llamadas de algún modo géneros y especies, por cuanto todo aquello
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que es significado por una intención o concepto en el alma es significado por la palabra y
viceversa. Esto, sin embargo, no es sino a voluntad del instituyente.
De modo que tanto el término del lenguaje mental, como su equivalente en el
lenguaje, “suponen”, “sustituyen a”, o “están en el lugar” de la misma cosa. Difieren en
que la sustancia al signo mental le viene por naturaleza, mientras que al signo lingüístico
por convención. Entonces, no se diferencian por su significado sino por ser resultado de
órdenes diferentes: uno por la causalidad necesaria de la naturaleza, otro por la causalidad
espontánea de la voluntad. Es decir, el concepto significa algo naturalmente y en segunda
instancia la palabra significa la misma cosa. Aquello que significa el concepto lo significa
naturalmente, mientras que el término oral o escrito lo hace de manera espontánea o
voluntaria.
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Referencias:
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