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ORIGEN DE LA CIENCIA

La ciencia (del latín scientĭa ‘conocimiento’) es un sistema ordenado de


conocimientos estructurados que estudia, investiga e interpreta los fenómenos
naturales, sociales y artificiales.1 Los conocimientos científicos se obtienen
mediante observaciones y experimentaciones en ámbitos específicos, dichos
conocimientos deben ser organizados y clasificados sobre la base de principios
explicativos ya sean de forma teórica o práctica. A partir de estos se generan
preguntas y razonamientos, se construyen hipótesis, se deducen principios y se
formulan teorías, leyes generales y sistemas organizados por medio de un método
científico.2

La ciencia considera y tiene como fundamento las observaciones experimentales.


Estas observaciones se organizan por medio de métodos, modelos y teorías con el
fin de generar nuevos conocimientos. Para ello se establecen previamente unos
criterios de verdad y un método de investigación. La aplicación de esos métodos y
conocimientos conduce a la generación de nuevos conocimientos en forma de
predicciones concretas, cuantitativas y comprobables referidas a observaciones
pasadas, presentes y futuras. Con frecuencia esas predicciones pueden formularse
mediante razonamientos y estructurarse como reglas o leyes generales, que dan
cuenta del comportamiento de un sistema y predicen cómo actuará dicho sistema
en determinadas circunstancias.

En un sentido más restringido, un científico es un individuo que utiliza el método


científico;3 esta acepción fue acuñada por el teólogo, filósofo y hombre de ciencia
William Whewell en 1840 en Philosophy of the Inductive Sciences («Filosofía de las
ciencias inductivas» en español).

Desde que Heráclito el oscuro definiera la realidad cambiante que nos rodea, la
filosofía inició un camino de incesante discurrir. Cuando volvemos a los mismos
parajes para bañarnos de nuevo en el río, siempre hay un cambio, aunque sea
imperceptible. No es la misma agua y no será el mismo baño. Con un poco más de
perspectiva que la duración de una vida humana, nada permanece.

De las primeras preguntas surgieron las primeras respuestas, algunas en forma de


mitos, pero cuando no satisfizo la primera explicación, con prontitud, de las primeras
poéticas e idealistas metáforas de Platón, se pasó al experimental Aristóteles. Pero
no quedó ahí, puesto que la semilla ya estaba sembrada, y se empezó a hablar de
ontología y de lo que hoy llamamos teoría del conocimiento. La medicina no es que
fuera anterior ni posterior, sino que antes se le llamaba física, que no andaba muy
lejos de la química de los humores.
Y la tierra se fue poblando de nombres y de ciencias. Biología, zoología, botánica,
física, química, cuando se distinguió de la alquimia; de manera semejante a la
astronomía, que tomó un día un camino distinto de la astrología. No fue menos la
evolución de la teología, pues de muchos es sabido que el derecho nace del mismo
Zeus Piter, perdón, quería decir el jovial Júpiter. Con la escritura nació la ley, la
norma, el canon y la literatura, pero también la historia y las distintas maneras de
contarla. ¿Mas acaso era tan distinta una cosmogonía de la teoría del big bang?

Las ciencias evolucionaron que ha sido una barbaridad. Unas veces se distinguieron
en el método y otras en el objeto. Hoy nuestro mundo está plagado de ellas, así
como de normas y de teorías. Si es más complejo o más sofisticado no seré yo
quien lo diga, pero hay unas cuantas constantes que no están lejos del primer
espíritu de la filosofía. De eso trata la enseñanza, de formar las mentes con los
conocimientos que recibimos en legado y que aumentamos día a día. Y al mismo
tiempo, ciudadanos conscientes de las normas que rigen nuestra colmena, cada vez
más grande y entreverada.

“¿Qué tiene que ver Atenas con Jerusalén, la Academia con la Iglesia?”, preguntaba
Tertuliano (De Praescriptione, 7) dos siglos después de Cristo. A diferencia de los
esfuerzos reconciliadores de un Clemente de Alejandría, Tertuliano inauguró una
actitud de confrontación entre la herencia clásica grecolatina y el mundo judaico
que, a través de la cristiandad, se extendía por todo el mundo. Si bien, entrada la
Edad Media, los escolásticos intentaron mantener un balance entre los clásicos y
las raíces bíblicas del cristianismo, pareciera que la pregunta inicial de Tertuliano
mantuviera gran vigencia entre los cristianos y los no cristianos de tiempos
contemporáneos: se suele considerar que el cristianismo sólo ha contribuido al
desarrollo de la fe en nuestra civilización, mientras que la herencia clásica es la
única en haber inspirado el espíritu científico de nuestros días, pues sus dotes
racionalistas forman el proceder científico. Así, pues, a juicio de buena parte de los
intelectuales contemporáneos, Atenas no tiene nada que ver con Jerusalén: los
griegos fundaron nuestra razón y ciencia, los judíos y cristianos nuestra religión.

En función de eso, predomina la imagen de un cristianismo que, con la bandera de


la fe, obstaculiza el camino de la razón y, por extensión, de la ciencia. Los
propulsores de esa imagen no toman en cuenta que, si bien en la filosofía y teología
cristianas nunca se ha subordinado la fe a la razón, en modo alguno el ejercicio
racional ha sido totalmente desplazado; la obra de Tomás de Aquino es, apenas,
una muestra de la forma cómo el cristianismo estima a la razón como complemento
de la fe.

Pero, dejando de lado esta breve objeción a la imagen anticientífica del cristianismo,
también hay que considerar que, en modo alguno, el mero ejercicio racional es
garante del desarrollo científico. Si bien la ciencia no puede prescindir de
procedimientos racionales, cuestión que le debemos a los griegos, irónicamente, la
ciencia está en buena medida inspirada en una determinada fe. Se trata de una
premisa que, desde los días de Comte y el surgimiento del positivismo, es
difícilmente aceptable por las comunidades científicas. Ciertamente, la lista de
aspectos irreconciliables entre fe y ciencia es larga: un cuerpo que muere no puede
regresar a la vida, una mujer no puede parir sin tener relación sexual, etc. Pero el
error de Comte y los positivistas ha sido la carencia de un sentido histórico en su
estudio de la ciencia, pues la ciencia es un movimiento intelectual con una historia
específica. Contrariamente a lo que se supone es usual, los dogmas de fe cristianos
permitieron el cultivo de cosmovisiones y actitudes que favorecieron el auge de la
ciencia, de forma tal que su participación en el origen de la ciencia es bastante
amplia.

Por fortuna, el siglo XX ha visto resurgir historiadores de la ciencia encabezados por


Stanley Jaki (2000) que han hecho un revisionismo del tópico, según el cual, la
ciencia moderna es casi exclusivamente herencia de los griegos. Estos
historiadores han reivindicado al cristianismo señalando cómo el contenido de la
religión cristiana es propiciatorio de la actividad científica. En lo que sigue, me
aproximaré a la manera cómo el filósofo francés René Girard ha hecho una
contribución a los esfuerzos de esta corriente de historiadores y filósofos que
pretenden reivindicar la participación del cristianismo en la formación de la
mentalidad científica. El origen de la ciencia no es un tema principal de la obra de
Girard, pues le dedica unas muy escasas páginas, pero las implicaciones de sus
reflexiones sobre la ciencia cobran gran importancia, pues reiteran la inmensa
deuda que nuestro mundo tiene con el cristianismo, independientemente de que se
acepten sus dogmas o no, como es el caso de quien escribe estas líneas.

""Por absurda que hoy parezca, esta proposición tiene un carácter científico, en la
medida en que es verificable y propone un principio unificador. Empédocles de
Agrigento (s. V a. C.) propuso la teoría de los cuatro elementos, que recuerda los
principios de la tabla periódica que hoy se usa en Química.

Otro protocientífico célebre fue Aristóteles (s. IV a. C.), que consideraba que el
mundo obedece ciertas leyes que pueden descubrirse. En Biología, se recuerda su
clasificación de los animales –que en algunos aspectos coincide con la actual- y
también sus intentos de desentrañar el desarrollo de las aves observando dentro
del huevo.

Arquímedes (s. III a. C.) es recordado por el principio de su nombre sobre lo que le
sucede a un cuerpo cuando se sumerge en un líquido. Fundó la estática y estudió
las leyes que rigen el funcionamiento de las máquinas.
Tolomeo (s. II a. C.) nos legó un sistema astronómico que hasta hace poco se usaba
en la navegación.

Todos eran griegos y todos vivieron a partir del período de esplendor de la


democracia. Es cierto que recogieron muchos conocimientos de Babilonia y de
Egipto, pero estos conocimientos eran puramente prácticos y asistemáticos. Fueron
los griegos quienes los sistematizaron, les dieron unidad, los generalizaron y
extrajeron de ellos consecuencias no previstas por babilonios y egipcios.
A diferencia de la tecnología, la ciencia tuvo un origen único. Por qué se dio en
Grecia y no en Babilonia, en Egipto o en Perú, no se sabe bien, pero se puede
adelantar que no fue porque en Grecia hubiese muchas personas liberadas del
trabajo debido a la esclavitud, puesto que Roma fue una sociedad masivamente
esclavista y en ella no hubo ningún desarrollo del embrión legado por Grecia. Y en
China, Egipto o Perú también hubo amplias clases liberadas del trabajo y no surgió
nada parecido a la ciencia. En estas sociedades hubo una tecnología muy poderosa,
pero no ciencia. La diferencia entre la sociedad de la Grecia clásica y esas otras
está en un conjunto de factores que influyen en la concepción del mundo: costumbre
de discutirlo todo públicamente, ausencia de dogma religioso, religión no ligada
estrechamente al Estado, no consideración del ser humano y del resto del universo
como una unidad inseparable en que uno es la imagen del otro,… Todo ello
resultado de unas condiciones sociales, en sentido amplio, que diferenciaban a
Grecia de esas otras sociedades. Como veremos, esto continuó, como toda la
tradición griega, en la sociedad occidental. Sólo en ésta se desarrolló la ciencia, y
de ella ha pasado a otras sociedades, a medida que –más por fuerza que de grado-
se han ido occidentalizando.

Los primeros siglos de la Edad Media parece que fueron realmente oscuros, en
cuanto a lo que nos ocupa, en la sociedad cristiana. Pero la tradición científica
griega fue continuada y desarrollada por los árabes. Entre ellos hubo tradiciones de
tolerancia y de discusión pública y una cierta separación entre teología y filosofía,
que permitieron ese desarrollo.

Hacia el siglo XII, tuvo lugar un pequeño renacimiento en la Europa cristiana. A la


vez que circulaban ampliamente traducciones de las obras árabes, unos cuantos
pensadores, como Guillermo de Conches, Adelardo de Bath y Hugo de Saint Victor,
propugnaban el estudio de las Escrituras "según la física", es decir, considerando la
naturaleza como un encadenamiento de causas y efectos inteligibles, sin
interpretaciones simbólicas. Aunque recurrieron a la experiencia en menor grado
aún que los griegos, le concedieron una mayor importancia teórica, pese a confiar
fundamentalmente en la razón.
Este giro correlaciona con las transformaciones que sufrió la sociedad medieval
desde el siglo X: avances tecnológicos como la collera de las caballerías, el arado
pesado o el molino de viento; aumento demográfico con crecimiento de las
ciudades; aparición en éstas de universidades, es decir, asociaciones de maestros
y estudiantes que luchaban por su autonomía; nueva actitud de realismo respecto
a la naturaleza... Nuevamente encontramos las condiciones sociales, en sentido
amplio, en la raíz del espíritu científico.

En el Renacimiento, Leonardo da Vinci aplicó su arte a la anatomía y realizó


experimentos con ballestas y flechas donde colocaba pesos bien determinados para
ver la altura a que llegaban y la profundidad a que se clavaban. En ese período se
geometrizó el espacio. En vez de un espacio-agregado táctil y muscular, como se
concebía previamente y como vemos muy bien en las pinturas románicas y góticas,
un espacio-sistema visual, homogéneo, tridimensional, isótropo e infinito, como
vemos en las pinturas renacentistas. También se uniformizó y linealizó el tiempo.
Ambas cosas tuvieron posteriormente una importancia fundamental en la física
clásica.

En el siglo XVII, Galileo culminó todo esto dando nacimiento a la ciencia moderna,
que es experimental y tiende a ser cuantitativa. Aunque parece claro que no realizó
muchos de los experimentos que describió, también parece verdad que realizó
algunos de los más importantes. Galileo, además de dar una gran importancia a la
experimentación y a la observación controlada –no tanta como se le suele atribuir,
pero mucha más de la que concede el historiador idealista Koyré-, aplicó
sistemáticamente el lenguaje matemático a la física.

Estos hitos responden, una vez más, a las transformaciones que había sufrido la
sociedad occidental. Las ciudades bullían de ingenieros, artilleros, artistas,
terratenientes, banqueros y comerciantes, para quienes la aplicación de la
matemática era fundamental, igual que la geometrización del espacio y la
linealización del tiempo: para que sus ingenios fuesen eficaces, para que sus
plantaciones fueran productivas, para representar con más realismo, para
comerciar, pagar jornales o especular,… Además, se había asentado una visión
más favorable del trabajo manual, herencia de algunas órdenes religiosas, lo que
favorecía el recurso a la experimentación.

Como se puede ver por todo lo anterior, los orígenes de la ciencia no se puede decir
que sean independientes de la sociedad, pero tampoco se puede decir que se
deban a la influencia directa de fuerzas sociales, sino a través del intermediario de
las visiones del mundo que se van difundiendo debido a las condiciones sociales. Y
esto no vale solamente para los orígenes, sino también para lo que ocupa a la
ciencia en cada momento y para la concepción de las teorías científicas.
EVOLUCION DE LA CIENCIA

Podemos definir la ciencia como el conjunto de conocimientos de carácter racional,


sistemático, verificables y falibles, que buscan explicar los distintos fenómenos
sociales, espirituales y naturales, que se producen en el entorno universal, y que
gracias a su aplicación podemos comprender y actuar sobre la realidad circundante,
prever el futuro y lograr un mayor bienestar para la humanidad. Podemos decir que
ya en la prehistoria hay un trabajo precientífico, necesidad y curiosidad son los dos
elementos centrales para el trabajo de búsqueda e investigación de los primitivos
clanes y tribus que deben superar los obstáculos que encuentran en su entorno. Los
hombres de Mesopotamia y Egipto, ya presentaban un conocimiento organizado
dado

Lugo Michael Faraday, siguiendo los trabajos anteriores descubrió la inducción


eléctrica. Pero, el siglo XIX, no puede dimensionarse completamente sin cuatro
figuras: Louis Pasterur, Carlos Darwin, Sigmund Freud y Carlos Marx.

Louis Pasteur, el bacteriólogo quien descubrió que las bacterias eran un elemento
altamente patógeno y el origen de un sinfín de enfermedades, junto a Pasterur
destacar la figura del alemán Robert Koch descubridor del génesis de la
tuberculosis, ambos descubrimientos son centrales para la medicina y la mejora de
la calidad de vida de la humanidad. Carlos Darwin planteo la evolución de los seres
vivientes, esta evolución se da mediante la selección natural y la sobrevivencia del
más apto. Carlos Marx reformador revolucionario de la economía y la historia.
Mucho del pensamiento científico actual no puede entenderse sin abordar la obra
de este pensador, su aplicación del método dialéctico a la historia genero la
interpretación materialista de la historia, cuyo sustrato es que la mayoría de los
hechos tienen un fuerte componente económico, explicitando que no es la única
categoría a analizar para comprender la marcha de la historia.

Recientemente me cayó en las manos el libro Grandes Ideas de la Ciencia, de Isaac


Asimov, quien fue un escritor y bioquímico de nacionalidad rusa y estadounidense,
y quise escribir estas líneas para compartirlas con todos ustedes.

Grandes ideas de la ciencia de Isaac Asimov, en su edición tercera (2011), de la


editorial Alianza Editorial. Es una obra muy interesante, que nos hace recorrer un
trayecto del mundo científico, que incluye los primeros pasos del desarrollo del
mundo científico, hasta nuestros días.

La visión general de grandes aportes a la ciencia, tiene una idea sustentada en otras
ideas anteriores y ambas generan una nueva idea, pero siempre
complementándose o tomando como plataforma la idea anterior, aquí se aplica el
concepto de continuidad de la ciencia, con un hilo conductor. Desde el principio del
libro ese hilo conductor entrelaza un capitulo con el siguiente, y un científico que se
basa en el descubrimiento o en el trabajo de otro científico, para crear o perfeccionar
un descubrimiento. Cada uno de los científicos fue superado, siempre tomando su
investigación como plataforma, para confirmarla o negarla.
¿Qué aportes ha hecho la ciencia?

Ha aportado algo la ciencia a la humanidad?.La ciencia es un método, que el ser


humano puede usar para adquirir un mayor entendimiento del universo natural. Es
la búsqueda del conocimiento a través de la observación y la conjetura. Los avances
en la ciencia demuestran el alcance de la lógica y la imaginación humana

La ciencia ha hecho aportes al desarrollo de los humanos?, definitivamente que sí,


si observamos desde que Tales de Mileto, desvinculó la ciencia de lo divino, hasta
Hipócrates y su contribución a la medicina. Pero por otro lado, teorías como la que
propuso Darwin, de la evolución, con la selección natural, nos confirman lo
grandioso de la vida y los enormes aportes de la ciencia al desarrollo de la vida.

Algunos de los descubrimientos hechos por varios científicos, fueron ignorados por
décadas y hasta por cientos de años, y luego finalmente aceptados. Entre muchos
de estos descubrimientos existe una interrelación y continuidad de los
descubrimientos, o perfeccionamiento, por el mismo científico que lo creó o por otros
científicos que aportaron o perfeccionaron dichos descubrimientos.

Por qué se desconoce la existencia y el aporte de algunos científicos antiguosLos


experimentos y mediciones ejercieron una gran influencia en ciencias como la
química, es por esto que la falta de mediciones precisas para poder probar
susdescubrimientos fue una de la causas por la cuales se desconoce la influencia
de algunos científico de la antigüedad.La propia falta de mediciones, se ha dado el
caso, de que varios científicos no podían expresar claramente en términos teóricos
sus descubrimientos. Una de la causas también es porque muchos científico no
dejaron obras escritas, o porque sus escritos no sobrevivieron hasta nuestros días.

Un Viaje de conocimientosFuimos creados o evolucionamos, esta pregunta se la


debió plantear Charles Darwin, para lo cual inició un proceso de investigación que
lo llevó a un viaje de cinco años, en los cuales recorrió el mundo. Observó flora y
fauna, y fue armando y madurando la idea de la evolución de la especies, a través
de la selección natural. Duro más de veinte años, trabajando la idea, y no fue hasta
noviembre de 1859, cuando publicó su obra maravillosa “El Origen de las Especies”,
en ella Darwin publicó sus hallazgos, para cuando fue publicada, generó enormes
dudas, que hoy están aclaradas.
La teoría del origen de las especies, marcó un antes y un después sobre la pregunta
de dónde venimos y hacia dónde vamos. Pero sabemos que todos los seres vivos
descienden de un ancestro común, conocemos la forma en que se transmiten los
caracteres de padres a hijos y conocemos también los mecanismos que conducen
a la aparición de nuevas especies.

Los descubrimientos de Galileo relegaron las viejas leyendas sobre el cosmos y


abrieron la puerta a una nueva forma de enfrentarnos a la realidad. Hace 150 años
Darwin mostró al mundo que ni siquiera la humanidad es el centro de la vida. Su
teoría de la Evolución desveló una trama compleja en la que todos los seres
descendemos de un ancestro común y la vida se transforma de manera
impredecible, sometida al azar y a los cambios del medio en que está inmersa.

Pero como era posible que tal fenómeno evolutivo se produjera si la tierra, se
pensaba tenía unos 6 mil años de existencia, no fue sino hasta que se planteó la
posibilidad de que la tierra fuera mucho más antigua de lo que se creía, la puerta de
creer que la tierra era más vieja, se abre con el naturalista francés GeogesBuffon,
quien planteó que la tierra podía tener hasta setenta y cinco mil años, no es sino
con el medico escoces James Hutton, en su libro Teoría de la Tierra, donde se
comienza a plantear la idea de la edad de la tierra con millones de años.

Darwin expuso en noviembre del 1889 sus argumentos en favor de la tesis de que
el hombre había aparecido sobre la Tierra por medios exclusivamente naturales.
Y hoy en día la evolución no es materia de debate en la comunidad científica, ósea
es incuestionable la evolución.

En conclusión, la evolución de la ciencia nos lleva a un mundo maravilloso, que nos


demuestra la grandeza de la vida. La contribución al progreso de la ciencia ha
estado marcada por un hilo conductor que va evolucionando en cada una de sus
etapas. Un científico crea o perfecciona un descubrimiento de otro y así
sucesivamente.

En el proceso del desarrollo de la ciencia, tenemos científicos que sus aportes se


desconocen, ya sea por su falta de mediciones de sus descubrimientos o por no
poder expresar teóricamente sus descubrimientos.

Lo que es una cuestión innegable, es que el hombre evolucionó, en un proceso de


millones de años, que aún hoy seguimos evolucionando. Como seguiremos
evolucionando?, La propia vida marcará el ritmo y la forma en que se producirá esas
futuras evoluciones, de lo que sí estoy convencido es que todas las evoluciones
futuras, serán para seguir perfeccionando a los seres vivos.

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