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CONCEPTOS

DE ESPACIO
Editorial Grijalbo, S. A.
Míxito. D. F., 1970

CONCEPTOS
DE ESPACIO
M A X JAMMER

Prólogo de ALBERT ElNSTElN

Versibn a l español de DANIEL CAZES


COLECCION

Bajo la dirección de
ELI DE GORTARI
Título de la obra original en ingles:
CONCEPTS OF SPACE

Versión al español de Daniel Cazes de la edición publicada


por Harvard University Press, Carnbridge,
Massachusetts, U.S.A., 1954
@ 1954 by President and Fellows of Harvard College
D. R. 0,
1970, sobre la versión española por
EDITORIAL GRIJALBO, S. A.
Av. de las Granjas, 82. México, 16, D. F.
Primera edicibn en español
Reservados todos los derechos

Hecho en México
Pnnteci in Mesico
7
Prefacio
11
Prólogo
19
Introducción
25
Concepto del espacio
en la antigüedad
49
Ideas judeocristianas
sobre el espacio
79
La emancipación del aristotelismo
127
El concepto del espacio absoluto
165
El concepto del espacio
en la ciencia moderna
Prefacio
Estoy firmemente convencido de
que el estudio del pensamiento
científico es lo más esencial pqra
la comprensión integral d e los di-
versos aspectos y logros de la cul:
tura moderna.. Esta comprensión
no ha de alcanzarse enfrentándose
a los problemas de l a prioridad en
la historia de los descubrimientos,
a los detalles de la cronología de
los inventos, n i a la yuxtaposición
de todas las historias de las cien-
cias particulares. La historia del
pensamiento cientzico en su más
amplia perspectiva y con los ante-
cedentes culturales del periodo de
que se trate, es la que tiene una
importancia decisiva en la mente
moderna.
El concepto del espacio, a pesar
del papel fundamental que ha te-
nido en la física y en la filosofía,
nunca ha sido tratado desde ese
punto de vista histórico. Para lle-
8 Conceptos de espacio

nar ese vacío, en las siguientes páginas se ha intentado


presentar el desarrollo histórico de este concepto y de
las teorías correspondientes.
Aunque este tema atrajo mi atención por muiho tiem-
po, fue sólo recientemente, al dictar unas conferencias
e n la Universidad de Harvard, cuando tuve a mi dispo-
sición los materiales documentales necesarios para escri-
bir este libro. Puesto que me preocupé por limitarme al
tratamiento del "espacio" como un concepto de la físi-
ca, omití muchas teorías que sólo presentan interés par-
ticular para e l filósofo. Con todo, es posible que esto
haya violado mi principio de las amplias perspectivas
y haya ignorado algunas especulaciones metafísicas, o
incluso teológicas, de importancia para el tema.
Una presentación del desarrollo histórico de un con-
cepto, no implica necesariamente que haya que apegarse
de manera estricta a un determinado orden cronológico.
El tratamiento por temas parece ser mejor para la cris-
talización clara de las ideas principales, más aún cuando,
como en este caso, no afecta seriamente al orden crono-
lógico.
La mayoría de las fuentes de donde extraje mi infor-
mación están citadas completamente, algunas de ellas en
su idioma original, pero casi siempre en inglés. Propor-
ciono también una abundante información bibliográfica,
de manera que e l lector interesado pueda verificar mis
argumentos fácilmente y proseguir el estudio de algu-
nos puntos.*
Me complace expresar públicamente mis agradeci-
mientos al profesor Albert Einstein por el enorme inte-
rés con que siguió esta investigación y por haber escrito
amablemente e l prólogo para este libro. Tuve e l privile-
gio de discutir con é l muchas cuestiones de importancia
sobre el tema en el Instituto de Estudios Avanzados de
Princeton. Tengo también una deuda con los profesores
Siempre que fue posible, las obras mencionadas en el texto se remi-
tieron a las ediciones correspondientes en lengua castellana. Los pasajes
en latín y alemkn --entre corchetes o con asteriscos- han sido traducidos
directamente por el edltor. [N.del E.1
Prefacio 9

George Sarton, 1. Bernard Cohen y H. A. Wolfson por


sus valiosas sugerencias y por su crítica, que tanto me
ayudaron en las primeras etapas de mi trabajo. Debo dar
también las gracias al personal de las bibliotecas Widener
y Houghton, de la Universidad de Harvard, y al de la
biblioteca Butler, de la Universidad de Columbia. Mis
agradecimientos también al Departamento de Estado de
los Estados Unidos, por su interés en mi investigación, al
profesor Alexander Dushkin y a todos mis colegas de la
Universidad Hebrea, con quienes discutí diferentes as-
pectos. Finalmente, el autor expresa su gratitud a la
Editorial de la Universidad de Harvard y particular-
mente a su editor científico, Joseph D. Elder, por el es-
tímulo recibido.

Universidad Hebrea,
Jerusalem,
Noviembre de 1953.
Prólogo
Para apreciar en toda su amplitud
la importancia de investigaciones
como la que representa esta obra
del doctor Jammer, hay que tomar
en cuenta los siguientes puntos. La
mirada del científico está dirigida
hacia aquellos f enórnenos accesj-
bles a la observación, para su per-
cepción y su formulación concep-
tual.?En un intento por alcanzar
una formulación conceptual del
inmenso y confuso cuerpo de da-
tos obtenidos de la observación, el
científico recurre a todo un arse-
nal. de conceptos que práctica-
mente recibió al ser amamantado
por su madre; si acaso, rara vez_
e l científico está al corriente d_e
la naturaleza eternamente proble&-
mática de sus conceptos. Usa este
material ,conceptual o, más exac-
tamente, estos instrumentos con-
ceptuales del pensamiento, como,
algo obvio e inmutablemente dado;
12 Conceptos de espacio

como algo que posee un valor objetivo de verdad del


que difícilmente puede dhdarse y, en caso de hacerlo,
nunca demasiado seriamente. ¿Qué otra cosa podría hacer
el científico? ¿Cómo podría ser posible e l ascenso a una
montaña si e l uso de las manos, las piernas y los instru-
mentos tuviera que ser sancionado paso a paso con base
en la ciencia de la mecánica? En interés de la ciencia,
es necesario emprender una y otra vez l a crítica de esos
conceptos fundamentales, para regirnos por ellos de una
manera que no sea inconsciente. Esto se pone de mani-
fiesto especialmente en aquellas situaciones que impli-
can el desarrollo de ideas en el que el uso consistente de
los conceptos fundamentales tradicionales nos lleva a
paradojas de difícil solución.
Aparte de las dudas que surgen en cuanto a la justi-
ficación del uso de los conceptos, es decir, aun en los
casos en que la duda no está en e l primer plano de nues-
tros intereses, existe un interés puramente histórico por
los orígenes o las raíces de los conceptos fundamentales.
Sin embargo, en principio, tales investigaciones, aunque
estén limitadas al campo de la historia del pensamiento,
no son independientes de los intentos de hacer un aná-
lisis lógico y psicológico de los conceptos básicos. Pero
las limitaciones en cuqRo a la habilidad y la capacidad
de trabajo del individuo, son tales que sólo rara vez en-
contraremos a alguien que posea e l adiestramiento fi-
lológico e histórico requerido para la interpretación y la
comparación críticas de las fuentes de materiales, que
se hallan diseminadas a lo largo de siglos, y que, al mis-
mo tiempo, pueda evaluar la importancia que tienen b s
conceptos discutidos para la ciencia en su conjunto. Ten-
go la impresión de que e l doctor Jammer, a lo largo de
su trabajo, ha demostrado que estas condiciones se cum-
plen en gran medida en su caso.
Principalmente, Jammer, se ha limitado -acertada-
mente, según me parece-, a la investigación histórica
del concepto de espacio. Cuando dos diferentes autores
usan las palabras "rojo", "difícil" o "decepcionado", nadie
Prólogo 13

duda que se refieran aproximadamente a lo mismo, pues


estas palabras se relacionan con experiencias elementa-
les, de una manera que es difícil malinterpretarlas. Pero,
en el caso de palabras tales como "lugar" o "espacio",
cuya relación con la experiencia psicológica es menos
directa, existe una incertidumbre de largo alcance para
su interpretación. El historiador trata de vencer esa in-
certidumbre mediante la comparación de textos y to-
mando en cuenta el cuadro, reconstruido mediante la
literatura, del acervo cultural de la época de que se
trate.
El científico del presente, por su parte, no tiene ni
el adiestramiento ni la orientación primordiales del his-
toriador; por lo tanto, no es capaz de formarse, ni quie-
re formarse, de esta manera sus ideas sobre el ori-
gen de los conceptos fundamentales. El científico está
más inclinado a admitir sus ideas de la manera en que
se pudieron haber formado los conceptos relevantes, para
elevarse intuitivamente desde sus rudimentarios conoci-
mientos de los logros de la ciencia en las diferentes épo-
cas de la historia. Con todo, debe sentirse agradecido con
el historiador si éste puede corregir de manera convin-
cente esas ideas de origen puramente intuitivo.
Por lo que se refiere al concepto de espacio, parece
que éste fue precedido por el concepto psicológicamente
más simple de lugar. Lugar es, en primer lugar, una
porción (pequeña) de la superficie terrestre, identificada
con un nombre. La cosa cuyo "lugar" se especifica, es un
"objeto material" o un cuerpo. Un análisis simple mues-
tra que "lugar" es también un grupo de objetos mate-
riales. ¿Tiene la palabra "lugar" un significado indepen-
diente de éste, o es posible asignarle tal significado? Si
se tiene que responder negativamente a esta cuestión, se
llega a la idea de que el espacio (o el lugar) es una es-
pecie de orden de los objetos materiales y nada más. Si
el concepto de espacio se f ~ r m a y ~limita
se de esta mane-
ra, no tiene ningún sentido hablar de espacio vacío. Y,
como la formación de los conceptos se ha regido siempre
14 Conceptos de espacio

por un anhelo instintivo de economía, se llega bastante


naturalmente a recha-r el concepto de espacio vacío.
También es posible, sin embargo, pensar de manera
diferente. Podemos poner en una caja un número defi-
nido de granos de arroz, de cerezas o de algo parecido. Se
trata, en este caso, de una propiedad del objeto material
"caja", propiedad que debe considerarse "real" de la mis-
ma manera en que lo es la caja misma. A tal propiqdad
se la puede llamar el "espacio" de la caja. Puede haber
otras cajas que, en este sentido, tengan un "espacio" igual-
mente amplio. Este concepto de "espacio", pues, adquiere
un significado independiente de cualquier relación con
un objeto material en particular. De esta manera, con la
extensión natural del "espacio de la caja", se puede lle-
gar al concepto de un espacio (absoluto) independiente,
ilimitado, en el que están contenidos todos los objetos
materiales. Entonces, un objeto material que no esté si-
tuado en el espacio es simplemente inconcebible. Por otra
parte, en el marco de esta formación del concepto, resul-
ta enteramente concebible que pueda existir un espacio
vacío.
Estos dos conceptos de espacio se pueden contrastar
corno sigue: a) el espacio como una cualidad posicional
del mundo de los objetos materiales, y, b ) como el reci-
piente de todos los objetos materiales. En el caso a), es
inconcebible el espacio sin ningún objeto material. En
el caso b), un objeto material sólo puede ser concebido
existiendo en e l espacio; así, el espacio se presenta como
una realidad en cierto sentido superior al mundo mate-
rial. Ambos conceptos de espacio son creaciones libres
producidas por la imaginación humana, medios inventa-
dos para la comprensión de nuestras experiencias sen-
sibles.
Estas consideraciones esquemáticas conciernen a la
naturaleza del espacio desde los puntos de vista geomé-
trico y cinemático, respectivamente. En cierto sentido,
están conciliadas mutuamente por la introducción car:
tesiana del sistema de coordenadas, aunque éste presu-
Prólogo 15

pone e l concepto lógicamente más atrevido de espacio, o


sea el del caso b).
El concepto de espacio fue enriquecido y complicado
por Galileo y por Newton, en el sentido de que el espa-
cio debe ser introducido como la causa independiente del
comportamiento inercial de los cuerpos, si se quiere dar
al principio clásico de la inercia (y, por lo tanto, a la
ley clásica del movimiento) un significado exacto. E l
haber comprendido de manera completa y clara esto, es,
en mi opinión, uno de los mayores logros de Newton. Al
contrario de lo que sucedía con Leibniz y con Huygens:
para Newton era claro que el concepto a) de espacio no
era suficiente para servir como fundamento del principio
de la inercia y de la ley del movimiento. Newton llegó
a este resultado a pesar de que compartía activamente
la incomodidad que causó la oposición de los otros dos
científicos: el espacio no sólo es introducido como algo
independiente de los objetos materiales, sino que también
se le atribuye un papel absoluto en toda la estructura
causal de la teoría. Este papel e s absoluto en el sentido
de que el espacio (como sistema inercial) actúa sobre
todos los objetos materiales mientras que éstos, por su
parte, no ejercen ninguna reacción sobre el espacio.
Lo fructífero del sistema de Newton acalló esos es-
crúpulos durante varios siglos. E l espacio del tipo b) fue
aceptado generalmente por los científicos, en la forma
precisa del sistema inercial, abarcando igualmente al
tiempo. Actualmente podría decirse sobre esa memorable
discusión, que la decisión de Newton, en el estado que
l a ciencia guardaba en su tiempo, fue la única posible
y, especialmente, l a única fructífera. Pero el desarrollo
subsecuente de los problemas, siguiendo un curso indi-
recto que nadie pudo haber previsto, ha demostrado que
la resistencia de Leibniz y Huygens, bien fundamentada
intuitivamente, aunque apoyada por argumentos inade-
cuados, estaba realmente justificada.
Fue necesaria una dura lucha para llegar al concepto
del espacio independiente y absoluto, indispensable para
S6 Conceptos de espacio

el desarrollo de la teoría. Fue preciso también un vigo-


roso esfuerzo para vencer más tarde a este concepto;
proceso que posiblemente todavía no termina.
El libro del doctor Jammer se ocupa en gran medida
de la investigación de la situación del concepto de espa-
cio en la Antigüedad y en la Edad Media. En la base de
sus estudios, Jammer se inclina hacia la idea de que el
concepto moderno de espacio del tipo b), es decir, del
espacio como continente de todos los objetos materiales,
no se desarrolló sino hasta después del Renacimiento. Me
parece que la teoría atómica de los antiguos, con sus
átomos existiendo separadamente unos de otros, presu-
ponía necesariamente un espacio del tipo b); mientras
que la más influyente escuela aristotélica trató de arre-
glárselas con el concepto de espacio independiente (ab-
soluto). Las ideas del doctor Jammer sobre las in£luencias
teológicas en el desarrollo del concepto de espacio -que
quedan fuera del alcance de mi juicio-, seguramente
despertarán el interés de quienes se preocupan por el
concepto de espacio primordialmente desde un punto de
vista histórico.
La victoria sobre el concepto de espacio absoluto o
sobre el concepto del sistema inercial, sólo fue posible
gracias a que e l concepto de los objetos materiales fue
reemplazado gradualmente por el del campo, como con-
cepto fundamental de la física. Bajo la influencia de
Faraday y de Maxwell se desarrolló la noción de que
quizás toda la realidad física podría ser representada
como un campo, cuyos componentes dependen de cuatro
parámetros espacio-temporales. Si las leyes de este carn-
po son, en general, covariantes, es decir, si no son de-
pendientes de una elección particular del sistema de
coordenadas. entonces la introducción de un e s ~ a c i oin-
dependiente' (absoluto) deja de ser necesaria.&Lo que
constituye el carácter espacial de la realidad es, enton-
ces, simplemente la tetradimensionalidad del campo. Así,
no existe ningún espacio "vacío", es decir, ningún espacio
sin campo. La presentación del doctor ~ a r n m e tratatam-
r
Prólogo 17

bién del memorable curso indirecto que siguieron, por


lo menos en gran medida, las soluciones a las dificulta-
des de este problema. Hasta el momento, nadie ha des-
cubierto ningún método para evitar al sistema inercia1
que no sea a través de la teoría del campo.

Princeton, Nueva Jersey,


1953

Conceptos de espacio.-2
El espacio es tema, particular-
mente en l a filosofía moderna, de
una extensa literatura metafísica
y epistemológica. Desde Descartes
hasta Alexander y Whitehead, casi
cada £ilósofo ha hecho de su teoría
del espacio una de las piedras an-
gulares de su sistema. La teoría
de la relatividad ha producido u n
enorme incremento en la literatura
sobre el espacio y e l tiempo. Bajo
la influencia del positivismo lógico
se han reconocido las implicacio-
nes físicas de las teorías recientes
del espacio, mientras que los tra-
bajos realizados en los siglos
y XIX se limitaban a consideracio-
nes puramente metafísicas o psi-
cológicas.
Aunque pueda parecer sorpren-
dente, es un hecho que no se ha
publicado hasta ahora ningún es-
tudio histórico sobre e l concepto
de espacio, que trate la historia del
20 Conceptos de espacio

tema desde el punto de vista de la física. A la luz de


nuestras modernas ideas sobre el espacio físico, tal tra-
tado sería de interés no sólo para e l historiador de la
ciencia y de la filosofía, sino para cuantos participen en
la gran aventura del progreso intelectual humano.
El propósito de esta monografía es mostrar el des-
arrollo del concepto del espacio a la luz de la historia
de la física. Por una parte, se explicarán las concepciones
más importantes sobre el espacio en la historia del pen-
samiento científico y se investigará su influencia sobre
las teorías respectivas de la mecánica y de la física; por
la otra, se expondrá cómo, a través de la investigación
experimental y de la observación -junto con las es-
peculaciones teológicas-, se ha afectado la formulación
de los fundamentos metafísicos correspondientes de las
ciencias naturales, por lo que se refiere al espacio. La
teoría del espacio absoluto, en la forma en que quedó
finalmente cristalizada en la mecánica newtoniana, se
presentará junto con las críticas hechas a ella por los
primeros relativistas modernos, Leibniz y Huygens. El
presentar la eliminación final del concepto de espacio
absoluto, del esquema conceptual de la física moderna,
llevará a esta monografía a su conclusión.

La concepción de Newton sobre el espacio absoluto se


basa en una'síntesis de dos elementos heterogéneos. Uno
de ellos tiene sus raíces en la emancipación del espacio
del esquema escolástico de sustancia y accidente, que fue
finalmente abandonado por los representantes de la fi-
losofía natural italiana del Renacimiento. El otro ele-
mento resultó de ciertas ideas que identifican al espacio
como un atributo de Dios. Estas ideas, que parecen re-
montarse al judaísmo palestinense del siglo I de nuestra
era, fueron adoptadas por la filosofía mística judía y, con
la expansión de las enseñanzas cabalisticas a la Europa
Occidental, hallaron un campo particularmente fértil en
la Inglaterra del siglo m. Bajo la influencia de Henry
Introduccióm 21

More, apasionado científico de tradición cabalística, New-


ton consideró necesario y conveniente hacer que tales
ideas teológicas formaran parte integrante de su teoría
del espacio. Tenemos, por lo tanto, dos procesos intelec-
tuales más o menos independientes, que se remontan a
la Antigüedad y se funden en la teoría del espacio ab-
soluto de Newton.
Por lo anterior, al referirse nuestro tratado al des-
arrollo histórico del concepto de espacio físico: no será
una narración continua, sino que se interrumpirá con el
propósito de rastrear la influencia teológica. Así, el pri-
mer capítulo expone lo que fue el concepto de espacio
desde la más remota antigüedad hasta el final de la
ciencia helenística; el segundo capítulo, trata de las in-
fluencias teológicas, hasta la época de Henry More; el
tercero resume el tema del primero; el cuarto se refiere
exclusivamente al concepto de Newton sobre el espacio
y a las críticas que de él hicieron Leibniz y Huygens; y el
último capítulo muestra el desarrollo postnewtoniano del
concepto de espacio y su eliminación Tina1 en la física
moderna. Al presentar el tema, se ha tenido gran cui-
dado en contar con una documentación precisa.
Por lo que se refiere a la física prenewtoniana y
la newtoniana, podemos limitar nuestra exposición al
concepto de espacio, ya que espacio y tiempo son dos
entidades completamente heterogéneas y no interdepen-
dientes: aunque están conectadas por el concepto del
rno~imiento.~ Desde los puntos de vista histórico y psi-
=,R.Carnap. en "Der Raum. Ein Beitrag Wissenschaftslehre",
Kantstudien. Su~lementonúmero 56, 1922, da una definición precisa de
este concepto. -
2 En la transformación galileana d.e la mecánica clásica, t' = t, es decir,
la variable temporal transformada es independiente de la variable espacial.
8 Como lo señalara C. A. Brandis en su Griechisch-romische Philoso-
. r 415. Zenón de Elea Darece haber sido
nhie. Berlín. 1835. Vol. 1. ~ á a s413
e1 p;imero que puso énfahsen está relación entre el espacio y el tiempo.
Véase, Locke, Essay concerning human understanding, Londres, 1785, Vo-
lumen l, págs. 149 y 156: ". .. para medir el movimiento es tan necesario
considerar el espacio como el tiempo.. . De ellos se hace uso para denotar
la posición de los Seres reales finitos, uno con respecto al otro, en esos
océanos uniformes que son la Duración y el Espacio". (Traducción al es-
pañol, Ensayo sobre el entendimiento humano, México, Fondo de Cultura
Económica, 1956.)
22 Conceptos de espacio

cológico, es preferible la exposición sobre el espacio a la


exposición correspondiente al tiempo, pues lo más ,proba-
ble es que la categoría de espacio haya precedido a la de
tiempo, como objeto de la conciencia. El lenguaje prueba
esta afirmación: los calificativos del tiempo, como "corto"
y "largo", provienen del vocabulario de los conceptos es-
paciales. Decimos "de ahí en adelante" y no, como resulta-
ría más lógico, "de entonces en adelante" '& (en inglés,
"thereafterl' y no "thenafter". Traductor) ; "siempre" sig-
nifica "en todo tiempo"; hablamos incluso de iin "espacio"
o de un "intervalo" de tiempo; y "antes" " (en inglés "be-
fore". Traductor), significa etimológicamente "frente a".
A este respecto, las lenguas semiticas, como lo ha señalado
, Ignaz Goldziher17 son particularmente instructivas. Así,
por ejemplo, la palabra que en hebreo signi í'ica "antes1', es
"lifney", que originalmente quiere decir "unte la cara
de", "frente a"; y muchas otras palabras, como "qedem"
("antes", originalmente "delante de". Traduc:tor), y "aha-
reyy19 ("después", originalmente "detrás de". T~aductor),
muestran claramente la tendencia de extender los califi-
cativos espaciales para calificar el tiempo. De hecho, esta
tendencia se puede reconocer ya en la antigua expresión
sumeria Ühnna, que originalmente fue una medida de
longitud y posteriormente llegó a significar determinada
fracción del día (es decir, una unidad de tiempo).1° Sin
duda, la psicología moderna permite una mayor concre-
ción en el concepto del espacio que en el de tiempo. Si
recordamos que fue hasta a fines de la Edad Media
cuando se comprendió claramente que el tiempo es el
parámetro variable fundamental en los procesos físicos,
4En inglés "thereafter" y "thenafter". (N. del T.)
5En inglés. "always". (N. del T.)
6En inglLs, "before". (N. del T.)
7 Ignaz Goldziher, Mythology among the Hebrews, Londres, 1877.
Actualmente significa "antes" y originalmente "delante de" (Nota del
traductor).
o Actualmente significa "después" y. originalmente, "detrás de". (N.
del T.)
lo O. Neugebauer, "Untersuchungen zur Geschichte der antiken Astro-
nomie, III", Quellen una Studien mr Geschichte de? Matematik, Berlín,
Springer, 1938, Parte B, Vol. 4, pág. 193.
Introducción 23

podremos justificar nuestra concentración en el concepto


de espacio, al menos por lo que toca a las primeras teo-
rías que se formularon.
Con todo, tenemos plena conciencia del hecho de que,
desde e l profundo análisis establecido por Leibniz, sobre
los conceptos del espacio, la noción del tiempo ha sido
considerada a menudo como precedente de la noción del
espacio en la formulación de los sistemas filosóficos. S e
ha pensado que e l sentido del flujo del tiempo está de-
terminado por la interconexión causal de los fenómenos.
Así, pues, el espacio sería sólo el orden de los datos co-,
existentes. "Spatium est ordo coexktendi",ll decía Leib-
niz en su' Initia rerum metaphysica, que es u n análisis
sorprendentemente moderno de nuestros conceptos de
espacio y tiempo. Con todo, para los propósitos de esta
obra, que trata solamente de la historia del concepto
clásico de espacio, podemos ignorar estos resultados y
tratar al concepto de espacio como la noción elemental
y primaria.

m '!El espacio es el orden de lo coexistente."


Concepto del espacio
en la antigüedad

La física moderna en su totalidad


- c o n excepción de algunas teorías
relativistas- califica al espacio
de continuo, isotrópico, homogé-
neo, finito o infinito, en la medida
en que no es un simple sistema
de relaciones. Sin embargo, no to-
das estas cualidades son accesi-
bles para la percepción sensible.
Dichas cualidades son el resultado
de u n proceso de abstracción pro-
longado y continuo, que tuvo sus
inicios en la mente del hombre pri-
mitivo. Las investigaciones filoló-
gicas, arqueológicas y antropológi-
cas muestran claramente que el
pensamiento primitivo no era ca-
paz de abstraer e l concepto de
espacio, de la experiencia espa-
cial. Para la mente primitiva, "es-
pacio" no era más que un conjunto
accidental de orientaciones concre-
tas, una multitud más o menos or-
denada de direcciones locales, aso-
26 Conceptos de espacio

ciada cada una de ellas con determinadas reminiscencias


emotivas. Este "espacio" primitivo, según lo experimen-
taba y lo integraba subconscientemente e l individuo, pue-
de haber estado relacionado con un "espacio" común al
grupo, la familia o la tribu. Algunos acontecimientos
astronómicos o meteorológicos, tales como la salida y la
puesta del sol, las tormentas y las inundaciones, sin duda
dotaron a determinadas direcciones de valores de impor-
tancia común. "La astrología mesopotámica se desarrolló
como un extenso sistema de correlaciones entre los cuer-
pos celestes y los sucesos ocurridos en el firmamento y
en las localidades terrestres. De esta manera, el pensa-
miento creador de mitos logra establecer, al igual que el
pensamiento moderno, una coordinación en el sistema
espacial; pero tal sistema no está determinado por me-
diciones objetivas, sino por un reconocimiento emotivo
de valores." 1 Es posible demostrar que aun con la intro-
ducción de normas convencionales para la medición en
las primeras sociedades urbanas, ni las longitudes, ni las
áreas ni tampoco los volúmenes eran concebidos in abs-
tracto, como extensiones puramente espaciales. Segura-
mente la medición conduce finalmente a la generalización
y, en última instancia, al pensamiento abstracto. Igno-
rando el color, la forma y la textura del objeto que ha
de ser medido, el pensamiento humano, a través de la
"abstracción", comienza a concentrarse en la idea de la
extensión misma y del espacio sin calificación. Sin em-
bargo, no ha de suponerse que éste fue un proceso simple
y breve. La arqueología demuestra que las primeras abs-
tracciones estuvieron limitadas por los intereses prácticos.
La antigua unidad de superficie sumeria -y, casual-
mente, también unidad de peso- era el sé o "grano". Este
nombre indica claramente que, en esos tiempos, la ex-
tensión superficial se concebía a partir de l a cantidad
l H. Frankfort, H. A. Frankfort, J. A. Wilson y T. Jacobson. The
intellectual adventure of ancient man, Chicago, University of Chicago
Press, 1946, pirg. 20. (Traducción al español: El pensamiento prefilosófico,
M6xico. Fondo de Cultura Económica, 1954, 2 vols.)
Concepto del espacio en la antigüedad 27

de semillas necesaria para sembrar e l área en cuestión;


lo cual significa, en Último análisis, que la concepción
partía del aspecto antropocéntrico del trabajo implicado
en ella.
El "caos" de Hesíodo? que puede considerarse como
la más antigua expresión poética de la idea de un espa-
cio universal, está mezclado con la emoción; la misma
palabra "caos",. derivada de la raíz griega ja- (jaskein,
jainein), "abrirse un abismo", implica una idea de terror.
La medida en que estos conceptos místico-poéticos hayan
estado condicionados por e l folklore y los mitos antiguos
(como e l de Aditi entre los arios), es algo que queda
fuera del alcance de esta monografía.
El espacio, como objeto de investigación filosófica,
aparece muy tempranamente en la filosofía griega. Según
Aristóteles,3 los números eran explicados por los pitagó-
ricos como si tuvieran una especie de especialidad: "Tam-
bién los pitagóricos afirmaban l a existencia del vacío,
sostenían que, gracias a lo ilimitado de su soplo, penetraba
incluso hasta el mismo cielo; el cielo respiraría el vacío,
el cual, de esta manera, %delimitaría, las naturalezas; el
vacio seria, pues, una separación de los seres consecutivos
y su límite, y además, sería también una primera deter-
minación en los números, pues el vacío es lo que delimita
sus naturalezas". Los vacíos espaciales eran necesarios
para garantizar la discontinuidad de los números indi-
viduales en la geometrización pitagórica del número. 'En
este,caso, e l espacio no tiene aún ninguna implicación
física, fuera de l a de servir como agente limitante entre
los diferentes cuerpos. En la antigua filosofía pitagórica,
este tipo de "espacio" se llama aún pneuma apeiron y
sólo ocasionalmente kenon (vacío). El concepto de espa-
cio se confunde aún con el de materia. Como dice J. Bur-
net, "Los pitagóricos, o algunos de ellos, seguramente
a Hesiodo: Teogonh, 116. Vease la objeción de Deichman a la interpre-
tación de Zeller en Carl Deichrnan. Das Problem des Raumes in der g r i e
chischen PhiZosophie bis Aristoteles, Haiie a. S., 1893.
9 Arist6teles, Ffsica, IV,6, 214 a. . .
28 Conceptos de espacio

identificaban e l aire^ con el vacío. Este es el principio,


pero Únicamente el principio, de la concepción del espa-
cio abstracto o e ~ t e n s i ó n " Sólo
. ~ posteriormente aclararon
esta confusión Xutus y filo la^.^ E n la obra de Simpli-
cio,O encontramos que Arjitas e1 pitagórico ya compren-
día claramente esta noción abstracta, puesto que, como
lo relata Eudemo, preguntaba si en el fin del mundo
seria posible sacar la mano o no. Infortunadamente, el
trabajo de Arjitas sobre la naturaleza del espacio se
perdió, excepto por lo que se refiere a algunos fragmen-
tos que se hallan en los Comenta7-ios de Simplicio, se-
gún el cual Arjitas escribió un libro sobre este tema.
Arjitas diferenciaba el lugar (topos) o espacio, de la
materia. El espacio difiere de la materia y es indepen-
diente de ésta. Cada cuerpo ocupa algún lugar y no
puede existir a menos que exista su lugar. "Puesto que
lo que se mueve, se mueve dentro de un lugar, y que
tanto el hacer como el padecer son movimientos, resulta
claro que existe el lugar en e l que se hace y se padece, y
es la primera de las cosas. Puesto que todo lo que se
mueve, se mueve dentro de un lugar, es claro que el
lugar en donde esté la cosa que se mueve o que es mo-
vida debe existir primero. Quizá sea el primero de todos
los seres, puesto que todo lo que existe está en un lugar
y no puede existir sin un lugar. Si el lugar tiene existen-
cia por si mismo y es independiente de los cuerpos, en-
tonces, como parece indicarlo Arjitas, e l lugar determina
el volumen de los cuerpos." Una propiedad caracterís-
tica del espacio es la de que todas las cosas están en
él, sin que él esté en ninguna otra cosa; lo que lo rodea
es el vacío infinito mismo. Aparte de esta propiedad
metafísica, el espacio tiene la propiedad física de esta-
* J.Burnet, Early G ~ e e kphilosophy, Londres, 1914, pág. 51.
5P. Tannery. Revue Philosophique, 20, 1885, pAg. 389.
a Simplicio, Ffsica, 108 a.
7 In Arlstotelis categolicrs commentarium, editado por Carolus Kalb-
fleisch. Berolini, 1907, p&g. 13.
8 In AristoteZis categorias commentarium, editado por Carolus Kalb-
fleisch, Berolini, 1907, pág. 357.
Concepto del espacio en la antigüedad 29

blecer las fronteras o los límites d e los cuerpos que se


hallan en é l y de evitar que éstos se hagan indefinida-
mente grandes o pequeños. A este poder limitante del
espacio se debe también que el universo en su conjunto
ocupe un espacio finito. Para Arjitas, por lo tanto, el
espacio no es alguna extensión pura, carente de cuali-
dades o de fuerza, sino más bien una especie de atmós-
fera primordial, dotada de presión y de tensión y limi-
tada por el vacío infinito.
La'función del vacío, o del espacio, en el atomismo
de Dernócrito es bastante bien conocida para necesitar de
una exposición elaborada. Con todo, es interesante ad-
vertir qire, según Demócrito, la infinitud del espacio no
sólo es inherente al concepto mismo,9 sino que puede ser
deducida del número infinito de átomos existentes, pues-
to que éstos, aunque son indivisibles, tienen determinada
magnitud y determinada extensión, no obstante que no
sean perceptibles para nuestros sentidos. El mismo De-
mócrito no parece haber atribuido peso a los átomos; pero
sí parece haber supuesto que, como resultado de los cons-
tantes choques entre ellos, los átomos se movían en el
espacio infinito. Sólo más tarde, a l buscarse una expli-
cación de la causa del movimiento de los átomos, fue
cuando los discípulos de Demócrito introdujeron el peso
como causa de los movimientos "hacia arriba y hacia
abajo" (Epibro). Como Aristóteles dice que los átomos
de Demócrito variaban de peso, según su tamaño, hay
que mponer - e n términos modernos- que no se trataba
de la-fuerza de gravitación, sino de la "fuerza de impac-
to". Esto resulta de alguna importancia para nuestro pun-
to de vista, puesto que muestra que, en la primera con-
cepción atomista de la realidad física, el espacio era
concebido como una extensión vacía, sin ninguna in-
fluencia sobre e l movimiento o sobre la materia.
Con todo, queda una pregunta por hacer: ¿Los ato-
mistas de la Antigüedad concebían al espacio como una
9 Aristóteles, Del cielo, 111. 2, 300 b.
30 Conceptos de espacio

extensión ilimitada, permeada por todos los cuerpos y


permeando a todos los cuerpos, o sólo como la suma total
de todos los diastemata o intervalos que separan a cada
átomo de los demás y a cada cuerpo de los demás, ase-
gurando su discontinuidad y la posibilidad de su movi-
miento? La insistencia reiterada de los atomistas en la
existencia del vacío, estaba dirigida contra la escuela de
Parménides y Meliso, quienes consideraban al universo
como u n pleno compacto, un todo continuo e inmutable.
"No hay nada vacío", decía Meliso, "pues el vacío no es
nada y lo que no es nada no puede existir". Contra tal
argumento, Leucipo y Demócrito mantuvieron la exis-
tencia del vacío, como una conclusión lógica de l a su-
posición de la estructura atómica de la realidad. Pero,
en este caso, vacío significaba claramente el espacio no
ocupado.
El universo es lo lleno y lo vacío. En este sentido, el
espacio es complementario de la materia y está limitado
por ella; materia y espacio son mutuamente excluyentes.
Esta interpretación adquiere mayor peso si señalamos
que el término "vacío" (kenon) a menudo se usaba como
sinónimo de "espacio"; obviamente, el término "vacío" se
refiere únicamente al espacio no ocupado. El uso explí-
cito que hace Leucipo del adjetivo "poroso" (manon) al
describir la estructura del espacio, ofrece mayores prue-
bas de lo anterior e indica que pensaba en los intervalos
que hay entre las partículas de la materia, y no en el
espacio ilimitado. Aunque la reiterada descripción que
hace Epicuro del universo como "cuerpo y vacío", tam-
bién parece confirmar esta interpretación, en Lucrecio,
quien se basa en Epicuro, encontramos un punto de vista
diferente. En general, el esquema completo y coherente
de la filosofía natural atomista que hace Lucrecio, es la
mejor representación de las concepciones epicúreas. Por
lo que se refiere al problema del espacio, en su libro De
rerum naturu, Lucrecio destaca la máxima: "Toda la
naturaleza, pues, como existe, por sí misma, está fundada
en dos cosas: hay cuerpos' y hay un vacío en el cual
Concepto del espacio en la antigüedad 31

estos cuerpos están situados y a través del cual se


mueven." lo
Aquí encontramos, al contrario de lo que sucede con
el antiguo atomismo griego, una expresión clara y ex-
plícita de la idea de que los cuerpos están situados en el
vacío, en e l espacio. Así, pues, con Lucrecio, el espacio se
convierte en un receptáculo infinito de los cuerpos. La
prueba de lo ilimitado del espacio, semejante al argu-
mento de Arjitas mencionado antes,ll la expone Lucre-
cio adí: "Ahora bien, puesto que tenemos que admitir que
no hay nada fuera de la suma, ésta no tiene exterior y,
por lo tanto, carece de fin y de límite. Y no interesa en
cuál dersus regiones se toma posición invariablemente,
sea cual sea la posición que cualquiera tome, deja al
universo tan infinito como antes en todas direcciones.
Nuevamente, si por un momento se sostuviera que todo
el espacio existente estuviera limitado, suponiendo que
un hombre corre hacia sus límites externos, se para en
el borde extremo y lanza una jabalina, ¿decidiréis que
cuando es arrojada con fuerza vigorosa avanzará hasta
el punto hacia e l que fue lanzada y volará a cierta dis-
tancia, o que algo se interpondrá en su camino y la
detendrá?; porque tenéis que admitir y adoptar una de
las dos suposiciones, cualquiera de ellas os cierra toda
escapatoria y os obliga a asegurar que el universo se ex-
tiende ilim$adamente." l2
Este argumento y, en especial, la idea de un hombre
situado en la supuesta frontera del espacio, que extiende
su mano hacia fuera o arroja una lanza, es una idea re-
currente en la historia de la filosofía natural. En realidad.
es de esperarse una ilustración de este género. En los
l o Tito Lucrecio Caro, De rerum natura, Cambridge, 1886, Vol. 3, pág. 23
(Traducción al español: De la naturaleza de las cosas, Buenos Aires, Es-
pasa-Calpe, 1946.) El texto latino original dice:
. .. nam corpora sunt et inane
haec in quo sita sunt et qua diversa moventur.
Libro 1, 420).
Véanse las peginas 28 y 29. .
Véase la nota 10.
32 Conceptos de espacio

escritos de Ricardo de Middleton,13 que vivió en el si-


glo XIV, la encontramos (quizás referida a la Fisica de
Simplicio, 108a), aún antes de que Poggio redescubriera
en 1418 la obra De rerurn natura. También la encontra-
mos todavía en 1690, en el Ensayo sobre el entendimiento
humano, de Locke, en donde se plantea que "si Dios
situó al hombre en el extremo de los seres corpóreos, no
pudo extender su mano más allá de su cuerpo".14
Lucrecio aduce un argumento más sobre la infinitud
del espacio, que pone de manifiesto un importante as-
pecto físico de la teoría atomista: Si el espacio no fuera
infinito, dice, en e l curso de la eternidad ya transcu-
rrida, toda la materia se habría sumergido masivamente
en e l fondo l V e l espacio y nada existiría ya. Esta afir-
mación muestra claramente que Lucrecio, siguiendo a
Epicuro, concebía al espacio como dotado de una direc-
ción distinguida objetivamente: la vertical. Es en esta
dirección en la que los átomos corren a lo largo del es-
pacio en líneas paralelas. Según Epicuro y Lucrecio, aun-
que e l espacio es homogéneo, no es isotrópico.
Aun cuando, como vemos, la idea de un espacio con-
tinuo, homogéneo e isotrópico parece haber sido dema-
siado abstracta, incluso para las mentes teóricas de los
atomistas, se ha señalado acertadamente l6 que su con-
cepción de la existencia incorpórea de un vacío introdujo
una nueva concepción de la realidad. Ciertamente, es
una extraña coincidencia que los mismos fundadores de
la gran escuela materialista de la Antigüedad tuvieran
que ser "los primeros en decir claramente que una cosa
puede ser real, sin ser un cuerpo".
La primera idea clara de que el espacio y la materia
pertenecen a categorías diferentes, se encuentra en Gor-
gias.17 Gorgias demuestra primero que el espacio no pue-
13Véase la nota 46 del Capitulo 3.
Ir John Locke, An essay conceíning human understanding, Libro 11.
13. 21.
16 A d imum., Libro 1, 987.
10 J. Burnet, Early Greek philosophy, Londres, 3.. ed., 1920, pág. 389.
17 Sexti Empirici opera, "Adversus dogmaticos". editada por H. Mutsch-
mann, Leipzig, 1912-14, Vol. 2, pág. 17.
Concepto del espacio en la antigüedad 33

de ser infinito, pues si lo existente fuera infinito, estaría


cn alguna parte; y, si estuviera en alguna parte, donde-
quiera que estuviera sería diferente de eso y, por lo
tanto, lo existente, encuadrado por algo, dejaría de ser
infinito; pues lo encuadrante es mayor que lo encuadrad:
y nada puede ser mayor que l o infinito; por consiguiente,
el infinito no está en ninguna parte ni, por otra parte,
puede estar encuadrado en sí mismo. En ese caso, el sitio
en que se halla sería idéntico a lo que se halla en é l
y, entonces, lo existente sería dos cosas a la vez: espa-
cio y materia; pero esto es imposible. La imposibilidad
de la existencia del infinito excluye la posibilidad del
espacio infinito.
Platón, quien, según Aristóteles, no quedó satisfecho,
como habían quedado sus predecesores, con la afirmación
de la existencia del espacio, sino que "intentó decirnos
lo que es",ls expone su teoría del espacio principalmente
en el Timeo. La esencia de su exposición más bien os-
cura en este dialogo, según lo interpretó Aristóteles lo
y, en los tiempos modernos, E. Zeller,2O es que la materia
-por lo menos en uno de los sentidos de la palabra-
tiene que identificarse con el espacio vacío. Aunque a
veces se ha sostenido que la "materia platónica" era una
especie de cuerpo carente de toda cualidad (estoicos, Plu-
tarco, Hegel), o que era la mera posibilidad de corpora-
lidad (Calcidio, neoplatónicos) , sin embargo, un análisis
critico parece demostrar que Platón intentaba identificar
al mundo de los cuerpos físicos con el de las formas
geométricas. Un cuerpo físico no es más que una parte
del espacio limitado por las superficies geométricas, que
no contienen nada fuera del espacio vacíoa21Con Platón,
la física se convierte en geometría, de la misma manera
que con los pitagóricos se había 'convertido en aritmé-
tica. La semejanza estereométrica viene a ser el principio
ordenador en la formación de los cuerpos macroscópicos.
* Aristóteles, Fisica, 209 b.
19 Ibid., 203 a y 209 b.
E. Zeller, Die Philosophie der Griechen, Leipzig, 1869-1879, Vol. 2.
Platón. Timeo, 55 y siguientes.

Conceptos de ewacio.-3
34 Conceptos de espacio

"Ahora la Nodriza del Devenir, estando hecha de agua


y fuego, y recibiendo los atributos de la tierra y del
aire, y siendo calificada por todas las demás afecciones
que van con ellos, tenía las más diversas apariencias a
la vista; pero, por estar llena de poderes que no eran
semejantes ni estaban equilibrados, no había contrapeso
en ninguna de sus regiones, sino que por todas partes
oscilaba en forma dispar y era sacudida por estas cosas
y, debido a este movimiento, las sacudía a su vez. Y és-
tas, al ser movidas así, se separaban perpetuamente y
eran llevadas en diferentes direcciones; como sucede
cuando se sacuden y se avientan las cosas con aventado-
res o con otros instrumentos para limpiar los granos, las
cosas densas y pesadas van en un sentido mientras que
las ralas y ligeras son llevadas a otro lugar y ahí se
quedan. De la misma manera, en aquel momento los
cuatro elementos eran sacudidos por el Recipiente, el
cual estaba a su vez en movimiento como un instru-
mento para sacudir, y separó los elementos más disí-
miles, dejándolos muy apartados uno de otro, y puso a
los más semejantes lo más cerca posible. De ahí que los
diferentes elementos llegaran a tener regiones diferentes
aun antes de que vinieran a ser el todo ordenado que
. constituyen." 22 La coherencia física o, si se prefiere, la
afinidad química, es el producto de la formación estereo-
métrica en el espacio vacío, el cual, por sí mismo, es el
sustrato material indiferenciado, la materia prima de los
Demiurgos. El proceso de sacudir y aventar caracteriza
al espacio con determinada estratificación y anisotropia,
manifiestas físicamente en la diferencia entre las capas
de los elementos. La estructura geométrica es la causa
final de lo que se ha llamado "gravitación selectiva",
según la cual lo semejante atrae a lo semejante.
De acuerdo con ciertas ideas expresadas por el pita-
górico Filola0,2~Platón concebía a los elementos como
zz Platón, Timeo, 52 d; F. M. Cornford; Plato's Cosmology, Harcourt,
Brace, Nueva York, 1937, pág. 198.
21 Zeller, Philosophie d e r Griechen, Vol. 1, pig. 376.
(loneepto del espacio en la antigüedad 35

si estuvieran dotados de una estructura espacial defi-


nida:Z4 al agua le atribuía l a estructura espacial de u n
icosaedro, al aire la de un octaedro, al fuego la de una
pirámide, y a la tierra la de un cubo. La tierra, de
acuerdo con Platón, debido a su forma cúbica y por te-
ner las bases más estables, es el más inmóvil de los
cuadro elementos. Resulta, pues, natural que este ele-
mento se encuentre en el centro del universo; como u n
núcleo, la tierra está empotrada en capas de los demás
elementos del espacio, según el orden creciente de su
movilidad. Las variedades de los cuatro elementos y de
su comportamiento gravitacional, se deben a las diferen-
cias en la forma y tamaño de éstos o, en Último análisis,
a las diferencias en la forma y el tamaño de los triángu-
los elementales de que están formadas sus superficies
planas.
En la misma medida en que la materia se reduce al
espacio, la física se reduce a la geometría.
Esta identificación del espacio y la materia, o bien,
para decirlo con las palabras de las enseñanzas seudo-
platónicas posteriores, de la tridimensionalidad y la ma-
teria, tuvo una gran influencia sobre el pensamiento
físico de la Edad Media. Aunque el Orgunon de Aristó-
teles era entonces el texto uniforme de lógica, el Timeo
de Platón fue sustituido por la Física de Aristóteles sólo
hasta mediados del siglo XII. Quizás no sea erróneo su-
poner que el lenguaje oscuro y vago del Timeo contri-
buyó-a evitar que e l concepto de espacio se convirtiera
en objeto de investigaciones estrictamente matemáticas.
Las matemáticas griegas pasan por alto la geometría del
espacio. El mismo Platón, para quien los cuerpos sólidos
y su geometría fueron de fundamental importancia en la
formulación de su filosofía, lamentaba el descuido de
esta rama de las matemáticas. En la R e p ú b l i c ~ , 2se
~ re-
fiere a la falta de exposiciones sobre la geometría de los
24 Platón, Timeo,56.
Platón, La República, 528.
36 Conceptos de espacio

sólidos, cuando enumera los principales temas de la ins-


trucción. Así, dice:
Gtaucón: Convengo en que no hay punto digno de estudio
que sea más atrayente que ése. Pero, por favor, explícame
lo que hace un instante decías. ¿NO ponías antes que nada la
geometría o ciencia de las superficies?
Sócrates: Si.
Glaucón: Y a seguido la astronomía, volviendo luego sobre
tus pasos.
Sócrates: Eso es porque, al querer apresurarme demasiado,
retrocedo en lugar de avanzar. A seguida de la geometría, de-
bía hablar de la formación de los sólidos, pero viendo que nada
se ha descubierto aún en ese terreno, l e di de lado para pasar
a la astronomía, es decir, a los sólidos en movimiento.%

Aristóteles expone su teoría del espacio principal-


mente en sus Categorias y, lo que es de mayor impor-
tancia para nuestros propósitos, en su FZsica. En las Ca-
tegorías, Aristóteles inicia su breve exposición señalando
que la cantidad puede ser discreta o continua. El "espa-
cio", que pertenece a la categoría de cantidad, es una
cantidad continua. "Porque las partes de un sólido ocu-
pan determinado espacio y tienen un límite común; se
sigue que también las partes del espacio, ocupadas por
las partes del sólido, tienen el mismo límite común
que las partes del sólido. Así, no sólo el tiempo, sino
también el espacio es una cantidad continua, pues sus
partes tienen un límite común." 27 El 'iespa~io'7es con-
cebido aquí como la suma total de todos los lugares ocu-
pados por los cuerpos, y el "lugar" (topos), por el contra-
rio, se concibe como aquella parte del espacio cuyos
límites coinciden con los del cuerpo ocupante.28
En la Fisica, Aristóteles usa exclusivamente el tér-
mino "lugar" (topos), de manera que, hablando en sen-
tido estricto, en esta obra no expone ninguna teoría del
Platón, La República, libro VII.
n Aristóteles, Categortas, 5 a, 8-14. Véase, Richard McKeon, The basic
works of Aristotle, Nueva York, Etandom House, 1941, pág. 15.
* Sobre esta interpretación, véase Pierre Duhem, Le systeme du
monde, París, 1913-1917, Vol. 1, pág. 197.
Concepto del espacio en la antigüedad 37

espacio, sino sólo una teoría de los lugares o de las


posiciones en e l espacio. Así pues, puesto que las con-
cepciones platónica y democritiana del espacio son in-
aceptables para el sistema aristotélico de pensamiento, y
puesto que la noción de espacio vacío es incompatible con
su física, Aristóteles sólo desarrolla una teoría de las
posiciones en el espacio, excluyendo la rechazada con-
cepción del espacio general.
Para nuestros propósitos, la teoría de Aristóteles so-
bre los lugares resulta sumamente pertinente, no sólo
por sus importantes implicaciones en la física, sino tam-
bién porque constituyó la etapa decisiva para el desarro-
llo ulterior de las teorías espaciales. En nuestro trata-
miento, nos apegaremos tanto como sea posible a la
terminología original de Aristóteles y emplearemos el
término "lugar".
En el Libro IV de la Fisica. Aristóteles desarrolla una
teoría deductiva de las características del lugar, sobre
bases axiomáticas. El lugar es un accidente que tiene
existencia real pero no independiente, en el sentido en
que la tiene un ser sustancial. Los cuatro supuestos pri-
marios de Aristóteles, relacionados con nuestro concepto,
son los siguientes: "1) Que el lugar de una cosa no es
parte o factor de la cosa misma, sino lo que la abarca;
2) que el lugar inmediato o <<propiosde una cosa no es
ni mayor n i menor que la cosa misma; 3) que el lugar
en que está la cosa puede ser dejado por ella y, por lo
tanto, es separable de ella; y, finalmente, 4) que todos
y cada uno de los lugares implican e involucran las re-
laciones de «arribas y =abajo>,y que todas las sustan-
cias elementales tienen una tendencia natural a moverse
hacia sus propios lugares particulares o a permanecer en
ellos cuando están ahí. siendo tal movimiento =hacia
arriba> o .hacia abajo., de manera que quedan ((arriban
o u a b a j o ~ . "Este
~ ~ último supuesto es el que hace que
el espacio sea portador de diferencias cualitativas y que,
Aristóteles. Ffsica, 211 a.
38 Conceptos de espacio

por ello, proporcione los fundamentos metafísicos de la


mecánica del movimiento "natural". Partiendo de estos
supuestos, Aristóteles procede a hacer un lúcido proceso
de eliminación lógica,3O hasta llegar a su famosa defini-
ción de "lugar", como la frontera adyacente del cuerpo
continente. Con esta definición, el concepto quedó in-
mune a toda crítica que pretendiera demostrar la incon-
sistencia lógica de las definiciones anteriores, como el
famoso epiquerema de Zenón (Cada cosa está en un lu-
gar; esto significa que está en algo; pero si el lugar es
algo, entonces también el lugar está en algo, etcétera).
En realidad, este "nido de lugares superpuestos" se men-
ciona como argumento en contra de la existencia de algún
tipo de entidad dimensional, diferente del cuerpo que ha
desplazado cuando el contenido circundado es extraído y
cambiado una y otra vez, mientras que el continente cir-
cundante permanece inmutable.
Además, esta "sustitución" del contenido de una va-
sija por otro contenido, revela que el lugar es algo dife-
rente de su cambiante contenido y, de esta manera, de-
muestra la realidad del espacio. Para nuestro punto de
vista, resulta de gran importancia un pasaje de la Fisica
de Aristóteles en el que el espacio es vinculado (usando
la expresión moderna) a un campo de fuerza: "Además,
las tendencias de los elementos físicos (fuego, tierra y los
demás) no sólo muestran que la localidad o el lugar es
una realidad, sino también que ejerce una influencia ac-
tiva; pues el fuego y la tierra son impulsados, uno hacia
arriba y la otra hacia abajo, sino se impide eso, yendo
cada uno hacia su propio «lugar,, y estos términos -me
refiero al <arriba», al .abajo» y al resto de las seis di-
recciones dimensionales- indican subdivisiones o clases
distintas de posiciones o de lugares en general.'' 31
La estructura dinámica del campo, inherente al es-
pacio está condicionada por la estructura geométrica del
espacio en su conjunto. El espacio, según lo define Aris-
m Arist6teles. Ftsica, 211 b.
Ibid., 208 b.
Concepto del espacio en la antigüedad 39

tóteles, es decir, como la frontera interna del receptácu-


lo continente, es, para decirlo así, un sistema de referen-
cia que generalmente tiene alcances muy limitados. El
lugar del marinero es la nave, ésta se halla en el río y
el río en su cauce. Este último receptáculo se encuentra
en reposo relativo sobre la tierra y, por lo tanto, tam-
bién con respecto al universo en su conjunto, de acuerdo
con la cosmología contemporánea. Para la astronomía,
con sus esferas en movimiento, e l sistema de referencia
tiene que generalizarse todavía más, llegando al espacio
finito del universo limitado por la frontera interior de la
esfera más exterior que, por su parte, no está contenida
en ningún otro receptáculo. Este espacio universal, de
simetría esférica, tiene como centro al centro de la tie-
rra, hacia el cual se mueven los cuerpos pesados, bajo la
influencia dinámica intrínseca al espacio. Resulta natu-
ral para nosotros, que hemos leído a Mach y a Einstein,
plantear el interrogante de si el aspecto general de esta
dinámica "estructura del campo" depende de la distribu-
ción de la materia en el espacio, o es completamente in-
dependiente de l a masa. Aristóteles anticipó esta cuestión
e intentó demostrar que la dinámica del movimiento na-
tural depende Únicamente de las condiciones espaciales:
Podría plantearse la dificultad, puesto que el centro de am-
bos (de la tierra y del universo) es el mismo punto, de a cuál
de las dos partes son llevadas las cosas que tienen peso, según
su naturaleza. Si es porque es e l centro de la tierra, o en tanto
que es el centro del universo. Porque las cosas ligeras como el
fuego, a l tender al lugar contrario de los pesos de la tierra, son
llevados a l extremo de aquel lugar que contiene el mismo
centro. Sucede así que la tierra y el universo tienen el mis-
mo centro, pues los cuerpos pesados se mueven también hacia
el centro de la tierra, aunque sea sólo incidentalmente, ya que
ésta tiene su centro en el centro del universo." 32
Esta descripción sugiere al campo electrostático que
existe entre una pequeña esfera cargada encerrada den-
tro de otra esfera de potencial diferente. Como es bien
a Aristóteles, Del cielo, 11. 14, 296 b.
4O Conceptos de espacio

sabido, el campo mismo puede ser simétrico no-esférica-


mente, como sucede en el caso de una posición excéntrica
de la esfera interna, que corresponde a la tierra cuando
se desplaza desde el centro del universo, aunque las 1í-
neas de fuerza impulsen la superficie del cuerpo ente-
rrado en una dirección normal. Para Aristóteles, tal dis-
torsión resultaba absurda; su mundo es un mundo de
orden y simetría.
Las tendencias direccionales de las partículas elemen-
tales únicamente son posibles debido a la diferencia en-
tre las condiciones del lugar en el que se mueven, y las
condiciones del lugar hacia el cual se mueven. Es claro,
por lo tanto, que no se trata de una especie de fuerza
ascencional (correspondiente al principio de Arquími-
des), que cause el movimiento de los cuerpos pesados o
ligeros.
En ese caso, la estructura dinámica del campo seria
dependiente de la masa. Sin embargo, aunque dichas
tendencias son independientes de la distribución de la
masa, dependen de la existencia misma de la materia.
El vacío, concebido por Aristóteles como la privación de
cualesquiera propiedades concebibles, por su propia de-
finición no puede ser algo diferenciado direccionalmente.
Es bien sabido cómo explotó Aristóteles este argumento,
para repudiar al vacio.
De conformidad con el rechazo del vacío, Aristóteles
insiste repetidamente en que el cuerpo continente tiene
que estar en todas partes en contacto con su contenido.
Polemizando c'ontra la doctrina pitagórica de los vacíos
espaciales, Aristóteles 33 ofrece una explicación psicológi-
ca del origen de esas teorías "abismales": "Puesto que el
contenido circundado puede ser extraído y cambiado una
y otra vez, mientras que el continente circundante per-
manece inmutable - c o m o cuando se sale el agua de una
vasija-, la imaginación se representa una especie de en-
tidad dimensional dejada ahí, distinta del cuerpo que se
33 Aristóteles, Fisica, IV, 211 b, 15.
Concepto del espacio en la antigüedad 41

ha desplazado." Pero, según sostiene Aristóteles, supo-


ner que ese "intervalo" es el lugar o espacio de lo con-
tenido, llevaría inevitablemente a serias inconsistencias.
Argumenta que, con base en esa teoría "abismal", el
"lugar" tendría que cambiar su "lugar" y quedaría im-
plicada una serie ascendente de órdenes de espacios. Así,
al llevar una vasija con agua de un lugar a otro, se
llevaría también el "intervalo" y estaría implicado un
transporte del espacio en el espacio. Su segunda objeción
se basa en la afirmación de que transportar una vasija
llena de agua, significa cambiar el lugar del todo, pero
no los lugares de sus partes. Según Simplicio, la línea de
pensamiento de Aristóteles siguió con la siguiente re-
ducción al absurdo: Con base en la teoría del "intervalo",
cada parte de agua tiene que tener su propio lugar, pues-
to que el transporte de una vasija de agua es acompañado
por una rotación o una perturbación del líquido, lo que
sólo es posible si las partes pueden desplazarse de un
intervalo a otro. Sin embargo, la materia es divisible
indefinidamente y, consecuentemente el número de esos
intervalos sería ilimitado, incluso por lo que se refiere
a la más pequeña cantidad de agua. De ello se sigue que
como el volumen, que es la suma total de todos esos
intervalos, es la suma de una serie infinita, entonces es
infinitamente grande.
Al exponer lo inadecuado de estas teorías de los "in-
tervalos", Aristóteles, por su parte, ignora el hecho de
que su misma insistencia en el contacto constante y com-
pleto de las dos superficies diferentes -la del continente
y la del contenido-, necesariamente ha de conducir a
una seria inconsistencia entre su propia teoría del espa-
cio, por una parte, y su cosmología, por la otra. Si la
superficie cóncava interior de la esfera de un planeta
está en contacto en todas partes con la superficie con-
vexa de la esfera de otro, entonces, obviamente, el ''quin-
to cuerpo", la sustancia de la que están hechos los cielos
no es continuo; conclusión que es contraria a los resul-
tados de su doctrina cosmológica, según la expone Aris-
42 Conceptos de espacio

tóteles en Del cielo." Simplicio, dándose cuenta de esta


inconsistencia, trató de evitarla sosteniendo que todas las
esferas celestes se extienden hacia un centro común, que
coincide con el centro de la tierra. Con todo, obviamente
la solución de Simplicio no sólo es una teoría ad hoc,
sino que también resulta incompatible con los principios
de la física aristotélica, que rechaza explícitamente la
interpenetrabilidad de los diferentes cuerpos.35
Debemos señalar que las indicaciones de Aristóteles
en las Categorias, imponen una forma diferente de abor-
dar el problema del espacio. En este caso, el espacio
parece ser una especie de extensión continua; no se le
da una definición estricta y, lo que es más importante
desde nuestro punto de vista, no tiene implicaciones fí-
sicas para la filosofía natural de Aristóteles o para la de
SUS sucesores.
Es evidente que el espacio, como accidente de la ma-
teria, es finito, de acuerdo con Aristóteles, y que la mate-
ria misma es finita.
Aquí, espacio significa la suma total de todos los
lugares. La idea de un espacio físico finito, entendida
así, no es tan absurda actualmente como debe haberlo
parecido hace cincuenta años, cuando la física reconocía
únicamente e l concepto de un espacio euclideano infi-
nito, y cuando un universo material finito sólo podría
concebirse como una isla, por decirlo así, perdida en el
océano infinito del espacio. Quizás no esté totalmente
injustificado sugerir una comparación entre la noción
del espacio físico en la cosmología de Aristóteles, y la
noción del "espacio esférico" de Einstein, tal como está
expuesta en las primeras etapas de la cosmologia rela-
tivista. En ambas teorías, carece de sentido la cuestión
de saber qué hay "fuera" del espacio finito. Además, la
idea de las "líneas geodésicas", determinadas por la geo-
metría del espacio, y su importancia para la descripción
de las trayectorias de las partículas materiales o de los
a Aristóteles. Fssica, IV, 211 b 15.
Ibid., IV, 209 a.
Concepto del espacio en la antigüedad 43

rayos de luz, sugiere una cierta analogía con la noción


de los "lugares naturales" y las trayectorias que condu-
cen a ellos. Desde luego, la diferencia consiste en que, en
la teoría de Einstein, la propia geometría del espacio es
una función de la distribución de masa y energía, de
acuerdo con las famosas ecuaciones de campo, y en que
no es una geometría euclidiana, sino riemanniana.
Aun cuando, hasta el siglo XIV, las concepciones de
Aristóteles y de Platón eran los prototipos de todas las
teorías del espacio, salvo algunas modificaciones meno-
res, en su mayor parte con bases metafísicas. Teofrasto,
discípulo de Aristóteles, critica la teoría de su maestro 36
y habla de la posibilidad de un movimiento del espacio,
de la ininteligibilidad de un universo fuera del espacio, y
llega a la conclusión37 de que el espacio no es ninguna
entidad en sí misma, sino una relación ordenadora que
existe entre los cuerpos y que determina sus posiciones
relativas. De la misma manera en que un biólogo diseca
un animal y considera a cada órgano en relación con los
otros, así concibe Teofrasto al espacio como un sistema
de relaciones interconectadas.
En lo que se refiere a l problema del espacio, en sus
implicaciones para la física, podemos pasar por alto las
escasas contribuciones originales de los epicúreos, los
escépticos y otras escuelas. Debemos mencionar, sin em-
bargo, en relación con esto, la importante desviación de
los estoicos con respecto a l a concepción aristotélica tra-
dicional del cosmos. La continuidad, que para Aristóteles
era una propiedad puramente geométrica de la materia
coherente, se convirtió para los estoicos en un principio
físico, en un agente responsable de la propagación de los
procesos físicos a través del espacio. Es mediante esta
conexión interna, puesta de manifiesto cual una tensión
(tonos) en su estado activo, como las partes distantes del
universo se pueden influir mutuamente, convirtiendo así
al cosmos en un campo de acción. Siendo el vacío incor-
38 Simplicio, FZRca, 1 4 1 .
37 Ibid., 141, 149.
44 Conceptos de espacio

póreo y por lo tanto carente de toda continuidad, excluye


necesariamente cualquier percepción sensible y no puede
existir dentro del mundo.3s
Esta elaboración de la idea aristotélica de las ten-
dencias que permean el pleno continuo, constituye una
importante generalización, en dos respectos: en la va-
riedad de los fenómenos considerados y en su extensión
más allá del mundo sublunar (por ejemplo, según Cris-
po, tenemos el descubrimiento que hizo Posidonio de la
"influencia" de la luna sobre las mareas, que era consi-
derada como una prueba ostensible de la realidad de este
agente transmisor, que vinculaba incluso a los fenóme-
nos celestiales con los mundanos). El rango de actividad
de las tensiones en propagación es el universo material
en su conjunto (holon), diferente del "Todo" (pan).
Para explicar esta importante distinción, hemos de
referirnos a la definición modificada del "espacio". En
general, los estoicos no aceptaron la definición de espacio
de Aristóteles -la superficie continente del cuerpo cir-
cundado-, sino la alternativa que éste descartó, es decir,
la de que el espacio es la extensión dimensional que se
encuentra entre los puntos de la superficie continente.
Esta modificación permitió a los estoicos mantener la
existencia de un vacío fuera del universo material, en
tanto que el universo material era concebido como una
isla de materia continua, rodeada de un vacío infinito.
Es innecesario decir que este vacío infinito carecía de cua-
lidades y de diferenciaciones y que, estando así comple-
tamente indeterminado, no podía actuar de ninguna ma-
nera sobre la materia a la que r~deaba.~"e ahí que la
posición de los cuerpos, no estuviera determinada por
ninguna propiedad del vacío, sino por su propia natu-
raleza. Sin tener ninguna razón para moverse como un
todo, el mundo material permanece inmóvil en el vacío

38 Cleomedes. "De motu circulari corporum caelestium libri duo", en


Stoicorum veterum fragmenta, editados por J. ab Arnim, 11, 546, Leipzig,
1905.
38 Ibid., 11, 173, 176.
Concepto del espacio en la antigüedad 45

infinito. Para los estoicos, no tenía sentido hablar del


centro del "Todo"; por otra parte, el centro del universo
material era un concepto claro, bien fundamentado desde
el punto de vista cosmológico y físico. Al criticar esta
doctrina, los peripatéticos plantearon la siguiente pre-
gunta: Si e l mundo material está realmente rodeado por
u n vacío infinito, entonces, ¿por qué no se disipa y se
pierde en e l transcurso del tiempo? 40 Ahora la respuesta
es clara: las diferentes partes del mundo material están
conectadas, no por un continente exterior, por una esfera
superior que obligara a las partes a mantenerse unidas,
cual muestras dentro de una caja, como pensaba Aristó-
teles, sino por una cohesión interna (hexis), que sólo
es otro aspecto de la tensión antes mencionada. Es esta
fuerza de cohesión la que mantiene unido al mundo, y
el vacío, carente de fuerza propia, no puede hacer nada
para disgregarlo. En e l vacío no hay ((arriban ni .abajo,,
ni ninguna otra dirección o d i m e n ~ i ó n .En
~ ~ otras pa-
labras, e l vacío es isotrópico y carece de cualesquiera
cualidades. Por lo que se refiere al espacio en el universo
material, los estoicos se apegaron a la doctrina aristo-
télica tradicional. Fue principalmente debido a estas con-
troversias de los estoicos por lo que el problema del
espacio ya no pudo ser considerado como una cuestión
simple, sino que tuvo que manifestarse bajo la forma de
dos consideraciones diferentes: e l espacio y el vacío.
Como lo hemos tratado de mostrar en este capítulo, el
espacio era concebido por la filosofía y la ciencia clá-
sicas griegas, en un principio, como algo no homogéneo,
debido a su variación geométrica local (Platón) ; y, más
adelante, como algo anisotrópico, debido a la diferencia-
ción direccional en el sustrato (Aristóteles). Quizás no
sea una conjetura demasiado arriesgada suponer que esL
tas doctrinas referentes a la naturaleza del espacio ex-
plican el fracaso de las matemáticas, especialmente de
40 Cleomedes, "De motu circulari corporum caelesti* libri duo", en
Stoicorum veterum fragmenta, editados por J. ab Arnirn, 11, 540.
Ibid., 11, 557.
46 Conceptos de espacio

la geometría, al tratar al espacio como un objeto de la


investigación científica. Tal vez sea ésta la razón por
la cual la geometría griega estaba de tal manera confi-
nada al plano. Puede objetarse que, de acuerdo con Aris-
tóteles, el "espacio" es "la frontera adyacente del cuerpo
continente" y que, por su definición misma, tiene úni-
camente un carácter bidimensional. Pero esta objeción
pasaría por alto un pasaje muy claro de la Fisica 42 y
otro de Del cielo.43 Como lo demuestran los Elementos
de Euclides, la ciencia de la geometría de los sólidos se
desarrolló únicamente en pequeña medida y quedó con-
finada principalmente a la medición de los cuerpos sóli-
dos; lo cual es, al menos, una razón de' que incluso los
términos técnicos de la geometría de los Sólidos, en com-
paración con los de la geometría plana, estuvieran tan
poco estandarizados. La idea de las coordenadas en el
plano parece remontarse a las fuentes prehelénicas, con
el antiguo jeroglífico egipcio en forma de rejilla (la re-
jilla es un sistema de coordenadas rectangulares planas),
para simbolizar el "distrito" (hesp). Por lo tanto, resul-
taría natural esperar alguna referencia a las coordenadas
espaciales en las matemáticas griegas; pero en toda la
historia de las matemáticas griegas no se encuentra tal
referencia. La longitud (mekos) y la latitud (platos),
como coordenadas esféricas de la esfera celeste o de la
superficie de la tierra, fueron empleadas obviamente por
Erastóstenes, Hiparco, Marino de Tiro y Tolomeo, como
el sistema bidimensional ideal para las esferas concén-
tricas, en el mundo aristotélico de simetría esférica. Sim-
plicio menciona, en su comentario al primer libro Del
cielo, de Aristóteles, que Tolameo escribió un ensayo
Sobre la extensión (Peri dicxtaseon), en el que demos-
traba que los cuerpos pueden tener tres dimensiones.
Moritz Cantor se refiere a este pasaje, diciendo: "Bei
der Unbestimmtheit dieser Angabe müssen wir allerd-
ings dahin gestellt sein lassen, ob man glauben will, es
4s Aristóteles, FLica, 209 a, 4-6.
4; Aristóteles, Del cielo, 268 a, 7-10.
Concepto del espacio en la antigüedad 47

seien in jener Schrift Gedanken enthalten gewesen, wel-


che dern Begriffe von Raumkoordinaten nahe kommen." 44
Así que nuestra afirmación sobre la ausencia de coor-
denadas espaciales en las matemáticas griegas puede
mantenerse. El empleo de un sistema tridimensional de
coordenadas, y particularmente el de un sistema de coor-
denadas espaciales rectangulares, no fue considerado ra-
zonable sino hasta e l siglo XVII (Descartes, Frans y van
Schooten, Lahire y Jean Bernoulli), cuando el concepto
de espacio sufrió un cambio radical. Es indudable que
las matemáticas griegas trataron de los objetos tridimen-
sionales; el mismo Euclides, como lo relata Procl0,4~qui-
zás vio en la construcción y en el estudio de los cuerpos
platónicos la meta final de sus Elementos. Con todo, el
espacio, tal como es adoptado en la mecánica o en la
astronomía, nunca fue geometrizado por la ciencia griega.
iCómo hubiera podido encajar el espacio euclidiano, con
sus líneas y planos homogéneos e infinitos, en el uni-
verso finito y anisotrópico de Aristóteles?

44 M. Cantor, Vorlesungen über Geschichte de? Mathematik, Leipzig,


1880, Vol. 1, pág. 357. ["Por la falta de precisión de esa expresión debe-
mos dejar además constancia sobre si creemos que se han expresado en
ese escrito pensamientos relacionados con el concepto de coordenadas es-
paciales."]
Procli Diadochi. I R primum Euclidis elementomm libmm commen-
tarii, Leipzig. 1873, pág. 64.
Ideas judeocristianas
sobre el espacio
Aparte de la metafísica y de la fí-
sica propiamente dichas, la teolo-
gía resultó ser uno de los factores
más importantes en la formulación
de las teorías físicas del espacio,
desde los tiempos de Filón has-
ta la era newtoniana, e incluso
posteriormente. Dados los grandes
efectos de las consideraciones teo-
lógicas sobre el desarrollo de la
mecánica "omo lo muestran los
casos de d-lembert l o de Mau-u
pertuis? quienes de su física teó-
rica derivaron pruebas de la exis-
tencia de Dios-, valdrá la pena
ocuparse del asunto. A una in-
vestigación de este tipo podría
objetársele que un físico religioso
insistiría de manera bastante natu-
ral, sin recurrir a la tradición, en
1 J . R. d'Alembert, Oeuvfes philosophiques.
París, 1805, Vol. 2, Elémens de philosophie,
Cap. 6 , pág. 124.
a P. L. M . de Maupertuis, Essai d e cosmo-
logie, Lyons, 1156.

Conceptos de e s p a c i o . 4 49
50 Conceptos de espacio

~ l a c i o n a rla ciencia con la religión. Con todo, habría


que tener en cuenta que el clima general de la opinión
está condicionado históricamente.
Tomemos por ejemplo el Account of Sir Isaac New-
ton's philosophical discovenes (Informe de los Descu-
brimientos de Sir Isaac Newton), de Colin Maclaurin,
que publicó Patrick Murdoch en Londres, en 1748, a
partir de los manuscritos del autor. En el Libro Uno,
Capítulo Uno, leemos: "Pero la filosofía natural está
subordinada a propósitos de una clase más elevada, y
es valiosa principalmente porque proporciona un funda-
mento firme a la religión natural y a la filosofía moral;
por llevarnos de manera satisfactoria al conocimiento
del Autor y Gobernante del Universo. Estudiar la natu-
raleza es investigar su hechura: cada nuevo descubri-
miento nos abre una parte nueva de su esquema." Como
lo muestra este pasaje, la actitud del científico hacia la
verdadera función de la ciencia puede afectar a su tra-
bajo, en tanto que su disposición mental está determi-
nada generalmente y en gran medida por el lugar que
ocupa en la historia y por su ambiente. Por lo que se
refiere a nuestro problema, no cabe duda de que una
tradición religiosa, claramente reconocible y continua,
ejerció una poderosa influencia sobre las teorías físicas
del espacio, desde la Antigüedad hasta el siglo XVIII.
Esta influencia culminó con la afirmación de que el
espacio no es más que un atributo de Dios, o incluso de
que es idéntico a Dios. Para Newton, el espacio absoluto
es el sensorio de Dios; para More, es su extensión divi-
n i ¿Cuáles son las fuentes de estas doctrinas y en dónde
se originaron? El propósito de este capitulo es el de mos-
trar que estas fuentes pueden rastrearse hasta el judaís-
mo palestinense del periodo alejandrino. Pero esto no es
suficiente por sí solo; también hemos de señalar los posi-
bles canales a través de los cuales esta tradición oriental
penetró en el pensamiento occidental.
La indicación más temprana de una relación entre
el espacio y Dios se halla en el uso del término "lugar"
Ideas judeocristianas sobre el espacio 51

(maqon~)como uno de los nombres de Dios, en el ju-


daísmo palestinense del siglo I. "En la filosofía griega, el
uso del término Jugar, como apelativo de Dios no se
presenta.'13 Las únicas insinuaciones de influencia grie-
ga sobre este uso se encuentran en la obra de Sexto
Empírico y quizás en la de Proc10.~En la de Sexto Em-
pírico leemos:
Y por lo que se refiere a estas afirmaciones de los peri-
patéticos, parece posible que el Primer Dios sea el lugar de
todas las cosas. Pues, de acuerdo con Aristóteles, el Primer
Dios es el- límite del. Cielo. Así pues, o Dios es algo diferente
del límite del Cielo, o Dios es precisamente ese límite. Y si es
algo di£erenteedel límite del Cielo, alguna otra cosa ha de
existir fuera del Cielo, y su límite será el lugar del Cielo, y en
esta forma los aristotélicos asegurarán que e l Cielo está conte-
nido en el lugar; pero esto no lo tolerarán ellos, puesto que se
oponen a estas dos nociones -tanto a que algo exista fuera del
Cielo como a que el Cielo esté contenido en el lugar-. Y si
Dios es idéntico al límite del Cielo, puesto que el límite del
Cielo es el lugar de todas las cosas que se hallan dentro del Cie-
lo, Dios -según Aristóteles- será e l lugar de todas las cosas;
y también esto es algo contrario a la razón5

Refiriéndose a estas palabras, Fabricio agrega las si-


guientes anotaciones de interés: Deum Hebraei non du-
bitant, quia a nuZlo continetur, ipse vero irnmensa virtute
sua continent omnia, appellare "maqom" sive locum, u t
fit in Zibello rituum Paschalium quern edidit Rittange-
1ius.G
Hemos citado íntegramente el pasaje de Sexto Empi-
rico con e l objeto de subrayar el hecho de que, para el
3 H. A. Wolison. Philo: Foundations of religious philosophy in Ju-
daism, Christianity and IsZam, Cambridge, Harvard University Press, 1947,
Vol. 1, pág. 247.
4 E. Diehl, ed., Procli Diadochi in Platonis Timaeum commentarium,
Leipzig, 1903-1906, 117 d.
6 Sexto Empirico, Adversus mathematicos (Contra los fkicos), 11, 33;
traducción de R. G. Bury, Cambridge, Loeb Classical Library, Harvard
University Press, 1936, Vol. 3, pág. 227.
o J. A. Fabricius, ed., Sexti Elnpirici opera, Leipzig, 1840-1841. pág. 681.
["Los hebreos no dudan que Dios, a l que nada contiene, contiene por el
'contrario todo mediante su inmenso poder, y lo llamaron "makon" o lu-
gar, como se encuentra frecuentemente en el libro de ritos pascuales que
editó Rittangelius."]
52 Conceptos de espacio

pensamiento griego, la asociación de -os c-on-el espaciol


si es admisible de alguna manera, resulta ser shlo una
remotísima deducción abstracta de carácter casi par-adb-
jico; entre tanto,
- - para
- la teología judaica de este periodo,
y quizá también aun antes, la sustitución del nombre de
Dios por la palabra "lugar" es un procedimiento común.
Parece razonable suponer que originalmente el término
"lugar" fue usado Únicamente como abreviación de la ex-
presión "lugar sagrado" (maqom qadosh), el sitio de la
"ShekinahV.7 Incidentalmente, el término árabe makam
se refiere al lugar de un santo o de una tumba sagrada.
Dado que los conceptos teológicos judaicos pronto se hi-
cieron cada vez más abstractos y universales, la conno-
tación original del término "lugar" cayó en el olvido y
la palabra se convirtió en apelativo de Dios, sin que ello
implicara ninguna limitación espacial. La noción de la
omnipresencia de Dios fue desde muy temprano una idea
importante, como se advierte, por ejemplo, en la obr"ae1
salmista hebreo. Así, en el Salmo 139 leemos:
¿A dónde me iré de tu espíritu, y a dónde huiré de tu pre-
sencia?
Si subiera a los cielos, ahí estás; y si descendiera al averno,
tú estás ahí.
Si tomara las alas del alba y me asentara en el extremo del
mar.
También hasta allá me guiaría tu mano y me asiría tu dies-
tra.. .
No se ocultó mi persona ante ti, no obstante que fui hecho
en lo oculto y creado en las profundidades de la tierra.'

En el Midrash Rabbah encontramos la siguiente dis-


cusión: "Rabí Huna dijo en nombre de Rabí Arnmi: ¿Por
qué cambiamos el nombre del Sagrado, bendito Sea, y Lo
1 La vecindad, sinónimo de Espíritu Santo, según se emplea en diver-
sos versiculos de la Biblia y de la literatura hebrea en general. (N. del T.)
8 Salmos, 139: 7-10, 15. La versión española de todos los textos bíblicos
citados es responsabilidad del traductor al español de esta obra, quien los
tradujo directamente del original hebreo.
0 Antologla de antiguas tradiciones relacionadas con los libros del
Pentateuco y con el Cantar de los Cantares, el Libro de Ruth, el Libro de
las Lamentaciones, el E c ~ ~ s ~ yB el
s ~Libro
~ s de Esther. (N. del T.)
Ideas judeocristianas sobre el espacio 53

llamamos .el lugar»? Porque E1 es e l lugar del mundo.


Rabí Yosef ben Halafta dijo: No sabemos si Dios es el
lugar de Su mundo o si Su mundo es Su lugar, pero del
versículo aHe aquí que hay lugar conmigo)) Se con-
cluye que e l Señor es el lugar de Su mundo, pero Su
mundo no es Su lugar. Rabí Isaac dijo: Está escrito que
((El Dios eterno es residencia.;l1 no sabemos si el Sa-
grado, bendito Sea, es la residencia de Su mundo o si Su
mundo es Su residencia, pero del texto «Señor, fuiste
residencia para nosotros>,l2 se sigue que el Señor es la
residencia de Su mundo, pero Su mundo no es Su resi-
dencia." l 3
También podría citarse a la Mishnah14 para ilustrar
el frecuente empleo del término "lugar" para referirse
a Dios-l"e ha sostenido que este uso del término es de
origen persa, pero, de acuerdo con Wolfson,16 su origen
es indudablemente judaico. Elisaeus Landau se ha ocu-
p5do de algunos textos pahlavis y del más reciente Zend
Avesta, en los que el espacio aparece deificado y reve-
renciado, como lo menciona también Damascio. Landau
rastrea el uso de los términos "lugar" o "espacio", como
apelativos de Dios, hasta llegar a Simón ben Shetah,
quien, de acuerdo con las Berajot del Talmud Palestinia-
no,lB estuvo en contacto frecuente con los persas. Pero
Marmorstein l9 ha demostrado que el uso de la palabra
10Exodo, 33:21.
11Deuteronomio, 33:27.
11Salmos, 90:l.
13Midrash Rabbah, Génesis II, LXVIII, 9, traducido por H. Freedman,
Londres, Sonsino Press, 1939. pág. 620.
Colección de la legislación hebraica consuetudinaria, reunida por
Rabí Yehuda. Presidente del Sanhedrín. Otras colecciones semejantes, re-
>-.
unidas
m ,
por diferentes rabinos, se conocen también con este nombre. (N.
me1 1 . 1
X, 5; Middoth, V, 4.
16 Aboth, 11, 9;.Pessah,
lo Wolfson: Phtlo, Vol.1, ~ á a 247.
.
17 E. Landau, ~ i dem
e R Ü Ü ~entnommmen Synonyma für Gott, Zurich,
1888, pág. 42.
18 Talmud Palestinense, Berajot, VII, 2, Nasir V, 5. (El Talmud Bles-
tinense o Jerosolimitano es una antología de comentarios farisaicos sobre
la Mishnáh. redactados principalmente por Rabí Yojanán, unos 150 afios
antes de que se redactara el Talmud Babilonio: las Berajot [Bendiciones]
son una parte de esa obra). (N. del T.)
A. Mamorstein. The old fabbinic doctrine of God, Londres, 1927,
Vol. 1, pág. 92.
54 Conceptos de espacio

"espacio" con este sentido data de antes de Simón ben


Shetah, por lo menos de la época de Simón el Justo
(hacia 300 a.n.e.) , y ha refutado la teoría de Landau sobre
la influencia persa; Geiger 20 propone un posible origen
alejandrino.
La metonimia judía palestinense no debe tomarse
como simple metáfora, pues evidentemente es el resul-
tado de un largo proceso del pensamiento teológico que
culminó con el concepto de la Omnipresencia Divina. Si
esto es así, la tesis del origen palestinense tiene mayor
apoyo, pues tal proceso ideológico resulta coherente sólo
con una religión monoteísta y es ajeno a cualquier forma
de politeísmo. De esta manera, Schechter señala cuáles
fueron los diferentes pasos de la gradual ampliación de
la morada Divina en la teología judaica: "Dicen los ra-
binos: ((MoisésLo hizo llenar todo el espacio del univer-
s o ~como
, está dicho: «Jehová es Dios arriba, en los cie-
los, y abajo, en la tierra; no hay lo que significa
que incluso el espacio vacío está lleno de Dios."22
En el Talmud Palestinense hallamos una interesante
leyenda que ilustra admirablemente nuestra tesis: Rabí
Tanhuma narra la forma en que una horrible tormenta
amenazó a una barca, en la que viajaban un grupo de
paganos y un muchacho judío; cuando la vida de los ocu-
pantes de la barca pareció estar en peligro, cada uno de
ellos buscó su ídolo para reverenciarlo, pero nada obtu-
vieron con ello; finalmente, el judío accedió a los ruegos
de los paganos y le rezó a su Dios, después de lo cual el
mar se calmó. Cuando los viajeros llegaron al siguiente
puerto, todos, excepto el judío, fueron a tierra a conse-
guir provisiones. Cuando se le preguntó al judío por qué
había permanecido a bordo, respondió: "¿Qué haría un
extranjero necesitado como yo?", a lo que le replicaron:
''¿Tú, un extranjero pobre? Los extranjeros somos nos-
otros. Nosotros estamos aquí, pero nuestros dioses están
A. Geiger, Nachgelassene Schriften, Breslau, 1885, Vol. 4, pág. 424.
Deuteronomio, 4:39.
29 S. Schechter, Some aspects of rabbinic theology, Nueva York, 1910,
pág. 25.
Ideas judeocristianas sobre el espacio 55

en Babilonia o en Roma; y otros de nosotros que llevan


consigo a sus dioses no reciben de ellos el menor favor.
E n cambio a ti, dondequiera que vayas te acompaña tu
Dios." 23
Esta noción de que Dios está al mismo tiempo aquí
y allá, no tuvo ninguna consecuencia panteística en la
teología judaica, sino que condujo a la asociación de Dios
y espacio como expresión de su ubicuidad. Este uso se
extendió a la filosofía alejandrinaF4 quedó incorporado
a la Septuaguinta 25 y también fue adoptado por el pen-
samiento premahometano, como se advierte en el Diván
de Lebid.26En la literatura judaica posterior, el término
"espacio" o "Iugar" usado como nombre de Dios se hizo
tan frecuente que pareció necesario buscar una explica-
ción aunque ésta fuera post jacto. De esta manera, la
geometría explica que tanto el nombre de Dios (el nomen
ineffabile) como la palabra "lugar" llevan al mismo nú-
mero: sumando los cuadros de los números correspon-
dientes a las letras del nombre sagrado, se obtiene la
suma de los números que corresponden a las letras de la
palabra "lugar" :

La designación de Dios como "Iugar" y la concepción


mística de Dios como espacio del universo, se encuentran
a menudo en la literatura midráshica postalmúdica, ET-
Zohar justifica este uso diciendo que a Dios se le llama
"espacio" porque *1 es el espacio de Sí Mismo.27 Como
es bien sabido, el Zohar es una colección de tratados,
textos y extractos pertenecientes a diferentes periodos,
que tienen un propósito común: e l de revelar la verdad
" Berajot, I X , Halajá 1.
Véase. Filón, De somniis, 1 , 575.
Is Compárese. Exodo, 24:10, con el original hebreo.
Jusuf Düa-ad-Din al-Chalidi, ed., Der Diwan des Lebid, Viena, 1880,
pág. 12.
2' Zohar, 1, 147 b ; 11, 63 b y 207 a.
56 Conceptos de espacio

oculta Fn el Pentateuco. La tradición afirma que Simón


bar Yojai, sabio que vivió en el siglo 11 y que, alumno de
Rabí Akiba, fue el autor de este libro de interpretación
mística. Según la leyenda, Simón bar Yojai pasó muchos
años en completa soledad y fue entonces cuando recibió
revelaciones sagradas del profeta Elías. Se dice que el
Zohar había estado oculto durante más de mil años en
una caverna de la Galilea, hasta que lo descubrió Moisés
de León a fines del siglo XIII. Según otra versión, fue el
mismo Moisés de León quien recopiló el Zohar,. usando
la lengua aramea para darle un aire de antigüedad. In-
dependientemente de su origen, lo cierto es que se trata
de una colección de tradiciones judaicas folklóricas y
orales que tuvo una gran influencia, y no sólo en d pen-
samiento judío. Particularmente Italia, ese abigarrado
conglomerado de repúblicas, estados y ciudades renacen- -
tistas, llegó a ser un fértil suelo para las en&ñanzas.eso-
téricas judaicas y, de manera especial, $ara la difusión
de las ideas' cabalísticas. Durante la segunda mitad del
siglo xv, cuando los sabios griegos se dirigieron hacia
occidente después de la caída de Constantinopla en 1453,
había entre ellos sabios judíos que hallaron refugio en
Italia, como sabemos por el caso de Elías del Médigo. En
1480, Elías fue invitado a la Universidad de Padua, en
donde conoció a Giovanni della Mirandola, quien lo in-
vitó a Florencia. Generalmente se considera que fue Pico
della Mirandola quien introdujo por primera vez la cá-
bala en el cristianismo. Cuando Della Mirandola murió,
en. 1494, las ideas cabalísticas se habían extendido ya
mucho, especialmente hacia el norte. Henry Cornelius
Agrippa de Nettesheim, quien llegó a ser un devoto de
la cábala durante toda su vida, impartió en la Univer-
sidad de Dole, en 1509, una conferencia sobre De verbo ,

mirifico de Reuchlins, en la que expuso la doctrina de -la


cábala y entró en una controversia con un franciscano
que lo acusó de "hereje judaizante". La propagación del
Zohar en Italia, hacia fines del siglo XVI, agregó-nuevos
ímpetus a la difusión de la ideología cabalística hacia el
Ideas judeocristianas sobre el espacio 57

norte, y e l número de los sabios interesados en las ense-


ñanzas rabínicas creció año con año.
Uno de los más grandes eruditos de su tiempo, John
Rainoldes (1549-1607), presidente del Corpus Christi Co-
llege de Oxford, estudió extensamente la tradición rabí-
nica. El alquimista alemán Michael Maier (nacido en
Ruidsburg, Holstein, en 1568), quien fue médico de la
corte del emperador Rodolfo, visitó Inglaterra en 1615, y
muy posiblemente ejerció ahí una gran influencia sobre
Robert Fludd. Fludd fue uno de los primeros platónicos
ingleses, y su importancia para las teorías inglesas del
espacio y del tiempo en el siglo XVI no puede ser pasada
por alto. Fludd concibió la "presencia inmediata de Dios
en toda la naturaleza" e ilustró sus ideas basándose en
Trimegisto, "12iós es el centro de todo, y su circunferen-
cia no puede hallarse en ningún sitio." Una de las prin-
cipales fuentes .del conocimiento rabínico de Fludd fue
probablemente la obra Censura librorum apocryphorum
Veteris Testamentis, de R a i n o l d e ~ . ~ ~
Pero: antes de continuar con la historia de los caba-
listas y ~latonistascri'stianos ingleses y de su influencia
sobre las teorías de espacio y tiempo, regresemos a Ita-
lia, en donde Campanella, figura eminente de la nueva
filosofía natural italiana, se hallaba por entonces ente-
ramente dedicado a la formulación de una concepción
espiritualizada del espacio. .
S i recordamos que, tanto las teorías de ~ewton-.sbs
e l espacio como las de Locke, se originaron al menos
parcialmente en la filosofía natural de Gassendi, y que
Gassendi tuvo contactos personales con Cam~anella,2~
estaremos en posibilidad de advertir que las ideas de
Campanella sobre el espacio tienen importancia para la
historia de l a filosofía natural posterior. Como puede
demostrarse detalladamente, mediante la comparación' de
los escritos de Campanella - e n particular sus obras as-
zs Oppenheim, 1611.
Se encontraron, por ejemplo, en Aix. Vease la biografía de Gassendi
escrita por Peiresc.
58 Conceptos de espacio

trológicas y metafísicas y su Medicinalium-,30 con las


obras de Paracelso y de Agrippa de Nettesheim, la in-
fluencia que ejerció el pensamiento místico alemán a
mediados del siglo XVI fue muy importante. Además,
como es sabido, Paracelso y, en mucha mayor medida,
Agrippa, fueron ardientes estudiosos de la cábala ju-
día. No es de admirar, por lo tanto, que las vías del
pensamiento de Campanella muestren fuertes tendencias
cabalísticas. En su De occulta philosophia (Libro 1),
Agrippa, con el espíritu de la cábala, vuelve' a formular
la doctrina de la realización del Pensamiento Divino
mediante la creación de una jerarquía de mundos. Para
Campanella, la jerarquía de cinco mundos mutuamente
envolventes y penetrantes abarca al mundus matherna-
ticus seu spatium,* la tercera realización después del
mundus Archetypus y del mundus mentalis.* * En su Me-
taphysicarum rerum juxta propria clogmata,3l Campanella
caracteriza a este mundo o espacio matemático como
"omnium divinitas substentas, portansque omnia verbo
virtutis suae. . ." *** En términos semejantes a los usados
por Rabí Huna,3- "El Señor es la residencia de su mun-
do, pero Su mundo no es Su residencia", Campanella
afirma que el espacio está en Dios, pero Dios no está
limitado por el espacio, que es Su "divina ~ r e a t u r a " .La
~~
idea de la identificación del espacio por lo menos con
un atributo del Ser Divino cobra nuevos ímpetus en el
segundo libro:' en el cual leemos: "Spatium, entia lo-
cans invenio primum immortale, qui nulli est contra-
rium." **** En el concepto de Campanella, el espacio se
30 Thomas Campanella: Medicinalium juxta propria principia libri sep-
tem.. L-~ o n .1635.
* u un do matemático o espacio."
** "Mundo arquetipo y el mundo mental."
a París, 1638.
*+* "Sostén de la divinidad de todos, y llevando todas las cosas con su
palabra poderosa."
3= Véase la pág. 52.
Campanella, De sensu rerum met magia, Libro IV, Frankfurt. 1620, 1,
Cap. 12.
34 Ibid.. Cap. 26.
*** "Encuentro que el espacio que sitúa las cosas es el primer &mor-
tal, pues no tiene contrario."
Ideas judeocristianas sobre el espacio 59

convierte en una entidad absoluta, casi espiritual, carac-


terizada por atributos divinos. Su realidad garantiza un
buen fundamento para las especulaciones matemáticas,
las cuales, según Campanella, no deben basarse en arte-
factos hipotéticos, sino en datos sensibles dignos de con-
fianza.
Junto con esta concepción cabalístico-platónica, halla-
mos en la teoría del espacio de Campanella la fuerte in-
fluencia de su maestro Bernardino Telesio. En el si-
guiente capítulo tendremos oportunidad de referirnos a
Telesio, pues su doctrina constituye un punto crucial en
la historia del pensamiento físico del siglo XVI, debido a
su concepción antiaristotélica del espacio y del tiempo.
Pero en e l marco de este capitulo nos ocupamos única-
mente del cambio sufrido por el concepto original de
Campanella sobre el espacio, .merced a la critica de Te-
lesio; También Campanella llegó a la conclusión de que
el espacio era completamente homogéneo e indiferen-
ciado, inmóvil e incorpóreo, penetrado por materia pe-
netrante en ella, destinado a la colocación de las enti-
dades móviles. "Arriba" y "abajo", "a la derecha" y "a
la izquierda", no eran más que creaciones del intelecto
encaminadas a facilitar la orientación práctica entre la
multitud de cuerpos concretos, pero sin diferenciaciones
direccionales reales en el espacio que correspondieran a
ellas. Campanella sigue en esto las huellas de su maes-
tro, como lo hiciera generalmente y en medida tal, que
llegó a ser su reencarnación: " . . . horum clarissimus erat
Thomas Campanella Stylensis, cujus in eorpus Telesii
ingenium transmigrasse d i ~ e b a t u r " . ~ ~

Otra tendencia en la historia de la teoría del espacio,


muy semejante a la anterior por su carácter místico-
teológico y por su asociación de Dios con el espacio, fue
la identificación del espacio con la luz. Desde los tiem-
95 Erythraeus, Pinacotheca, 1, pág. 41. ["El más sobresaliente de todos
era Tomás Carnpanella Stylense, al que se deofa habfa transmigrado el
ingenio de Telesio."]
60 Conceptos de espacio

pos prehistóricos, la luz fue e l símbolo de los poderes


sobrenaturales. L a s -más antiguas religiones son. de ca-
rácter astral, como lo atestiguan el Re egipcio y la Ahura
Mazda de la antigua Persia. En el S ~ t r a n , 3Brahma
~ es
personificado como la Luz Primordial, y Atman es hon-
rado por los dioses "como la vida inmortal, como la luz
de las luces".37
Incluso la Biblia, que prohibe cualquier imagen de
Dios, recurre a la luz como medio en el cual Dios se hace
visible al hombre: Dios se le apareció a Moisés en una
zarza y una columna de fuego mostró a los
hijos de Israel la salida de Egipto.39 Leemos en el Libro
de los Salmos: "El, que se cubre de luz como de vesti-
d o ~ . "En
~ ~el Nuevo Testamento, se identifica explícita-
mente a Dios con la luz: "Yo soy la luz del mundo".41 La
luz tiene un importante papel en los sistemas metafísicos
de Filón y de Plotino. En el vocabulario de los Midra-
shim judíos y en el de la cábala, "luz" es uno de los tér-
minos de mayor importancia, con el significado de' la
concepción más sagrada. La palabra Z0har,4~título de
la obra más importante para el misticismo judaico, sig-
nifica "luz", "esplendor" o "luz tremolante". De acuerdo
con la cábala, el Sagrado Infinito, cuya luz ocupó origi-
nalmente todo el universo, recogió su luz y-la chcentró
en su p.ropia sustancia, creando así el espacio
Esta apoteosis de la luz se convirtió en característica
fundamental del neoplatonismo posterior y del misticis-
mo medieval. Incluso la filosofía n a t u r q más serena de
la Edad Media, aunque seguía siendo antropomórfica con
su jerarquía de valores en la naturaleza, aceptó a la luz
Sutran, 1, 3, págs. 22-23.
30
B f i h ad-aranyakam, 4, 4, 16; véase, P. Deussen: The System of the
87
Vedanta, Chicago, 1912, pág. 130.
* Exodo, 3:4.
Exodo, 13:21; números, 14:14.
'0 Salmos. 104:2.
u San ~ u a n 8 , :12.
Esta palabra proviene del libro de Daniel, 12:3.
43 La cosmogonia del Génesis no concibe al espacio como producto de
la creación. Las primeras palabras de Dios fueron: "Que haya' luz" (Gé-
nesis, 1:3), de manera que la luz fue creada antes de que existieran las
estrellas o el sol.
Ideas judeocristianas sobre el espacio 61

como a la entidad más "noble" del mundo. Fue Plotino


quien puso el ejemplo, catalogando a la luz como lo más
elevado de la existencia. A través de sus varios grados y
emanaciones, el macrocosmos formaba una unidad cohe-
rente y orgánica. La luz es el medio por el cual se man-
tiene el orden universal. En su realidad más pura, la luz
es la Deidad. Para San Buenaventura, Dios es "spiritua-
lis lux in omnia-moda a ~ t u a l i t a t e " .Las
~ ~ teorías que iden-
tifican aJ espacio con la luz, bajo la influencia del neo-
platonismo y del misticismo religioso, son, pues, de u n
carácter' esencialmente teológico. Al tratar de ellas aquí,
nos limitaremos principalmente a dos ejemplos represen-
tativos, uno de la Antigüedad y el otro del siglo XIII. El
primero es la teoría de Proclo y el segundo la de Witelo.
El Fragmento número 6 de The fragments that remain
of the lost wr.ittings of Proclus (Fragmentos que quedan
de los escritos perdidos de P r o ~ l o se ) ~refiere
~ al espacio
como el intervalo comprendido entre los límites del cuer-
po circundante. Esta definición es semejante a la de los
estoicos; pero ,Proclo concluye que, por ello, el espacio
debe ser conmensurable con los objetos corpóreos, y que,
puesto que puede contener a otros cuerpos, el propio
espacio debe ser corpóreo en cierto sentido. Con todo, el
espacio debe ser inmaterial e inmóvil; pues, si fuera
material, no podría ocupar el mismo lugar que otro cuer-
po y, si fuera móvil, se movería en el espacio, es decir,
en sí mism'o. Para Proclo, el espacio contiene a todo el
mundo material, pero no está contenido por el mundo y,
por lo tanto, es coextensivo al dominio de la Es de
lamentar que el trabajo de Proclo Sobre el espacio, men-
cionado en diversos textos,? haya desaparecido; sabe-
mos, pues, muy poco acerca de la fuente inmediata de
esta identificación del espacio con la luz. Quizá se tratase
u Liber sententiarum, 11, 13 a. Véase, Etienne Gilson, La philosophie de
Saint Bonaventura, París, Vrin, 1943, pág. 217. ["Luz espiritual en com-
pleta actualización."]
4~ Traducción inglesa de Thomas Taylor, Londres, 1825, pág. 113.
46 Simplicio, ~ i s i c a ,612, 32.
47 Por ejemplo, en el Fihsist.
62 Conceptos de espacio

de una antigua teoría pitagórica sobre la luz primitiva, o


bien de la variante más poética de la República, de Pla-
tón, en donde se relata el mito de Her el panfiliano, hijo
de Armenios: "Pues esa luz liga al cielo, como los cables
que fortalecen al trirreme, y mantiene unido a todo el
universo en rotación." 4 s
Los conceptos de la "metafísica de la luz" neoplató-
nica, propagados con persistencia también por la filoso-
fía y el misticismo judíos (Saadya de Fayum, Ibn Gabi-
rol y muchos cabalistas), ejercieron una fuerte influencia
sobre Robert Grosseteste. Considerando a la luz (luz)
como la primera forma corpórea y como el primer prin-
cipio del movimiento, Grosseteste redujo la creación del
universo en el espacio a la "autodifusión" de la luz
visible, que para él se propaga por sí misma instantá-
neamente, como lo prueban su manifestación física, es
concebida por él como la base de la extensión en el es-
pacio. Como lo señala acertadamente A. C. Crombie, en
su libro sobre Gros~eteste,4~ fue esta consideración fun-
damental-la que hizo creer a Grosseteste que la clave de
la comprensión del universo radica en el estudio de la
óptica geométrica. Así, pues, en último análisis, fue
la concepción neoplatónica del espacio la que produjo el
gran interés en la óptica y en las matemáticas, puesto
de manifiesto en el siglo XIII.
Entre las más conspicuas figuras a este respecto se
hallan el autor anónimo del Liber de intelligentiis y
Witelo el silesio, ambos influidos indudablemente por
G r o s ~ e t e s t e De
. ~ ~hecho, los escritos de estos dos autores
son tan semejantes, tanto en su contenido como en su
estilo, que Clemens Baeumker atribuyó erróneamente el
Liber de intelligentiis a Witelo." Como en el caso de
4s Platón, La República, X, 616.
48 A. C. Crombie, Robert Grosseteste and the origins of experimental
science, Oxford, Clarendon, 1953, pág. 104.
m A. Birkenmajer, "$tudes sur Witelo", Bull. intern. acad. polon., Classe
hist. philos., Cracovia, 1918, pág. 4: 1922, pág. 6.
m C. Baeumker, "Zur Frage nach Abfassungszeit und Verfasser des
irrtümlich Witelo zugeschriebenen Liber de intelligentiis", en Miscella-
nea Francesco Ehrle, Studi e testi, 37-47, Biblioteca Apostólica Vaticana,
Ideas judeocristianas sobre el espacio 63

Proclo, el punto de partida de la teoría cuyo autor des-


conocemos, es la Física de Aristóteles. Al principio del
Liber de intelligentiis leemos que el espacio es el "ul-
timum continentis immobilis", lo que contrasta con el
"ultimum immobile continentis" de Aristóteles. Como lo
señala Baeumker, el autor aceptó la introducción de dos
esferas celestes más, la segunda de las cuales es inmóvil,
para poner de acuerdo a la ciencia con las E s c r i t ~ r a s . ~ ~
Pero, cuando el autor llega a . este famoso pasaje de la
Física de Aristóteles: "Además, las tendencias de los
elementos físicos (fuego, tierra y los demás) muestran
no sólo que la localidad o el lugar es una realidad, sino
también que ejerce una influencia a~tiva",5~ se vuelve
platónico en su concepción de la "dynamis" (potencia,
en e1 sentido del ejercicio de una fuerza), y la interpre-
ta como la facultad del espacio. Para Aristóteles, la na-
turaleza del espacio se caracteriza por dos funciones: la
de encerrar (el perijein de Aristóteles) y la de susten-
tar, "continere" y "conservare". La luz, fuente de toda
la existencia, poder que lo penetra todo, catalogado como
lo más elevado en la jerarquía del Ser, es la única que
cumple estas dos condiciones. Por ello, el espacio y la
luz son una misma cosa.
La afirmación de que "Unumquodque primum corpo-
rum est locus et forma inferiori sub ipso per naturam
lucis" 54 se comprueba gracias a una serie de ~ i l o g i s m o s . ~ ~
Ciudad del Vaticano, 1924. Baeumker publicó el Liber de intelligentiis
con un comentario, Münster, 1908.
52 Véase el "caelum Empyreum" de Guillermo de Auvernia.
63 Aristóteles, FZsica, 208 b, 10-11.
64 Liber de intelligentiis, VIII, 4 (véase la nota 51). ["El lugar es el pri-
mero de los cuerpos y forma lo inferior a si mismo por medio de la luz."]
65 "Cuius expositio est quod locus est ultimum continentis immobilis; .
illud autem ultimum caeli est ultimum per comparationem ad id ad quod
determinatur locus-unicuique inferiori sub ipso, sicut manifestum est de
naui et palo fixo in aqua. mutat enim suferficiem corporis continentis,
scilicet aquae, non tamen mutat locum quia caeli non mutat partem, per
comparationem ad quam determinabatur ei locus. unde caeli ultimum lo-
cus est. Hoc autem habet naturam lucis. Illud enim ultimum est conti-
nens e t conseruans, curn sit locus.. ." ["Cuya explicación es que el lugar
es el Último continente inmóvil; el último del cielo es úitimo por compa-
ración a lo que determina el lugar a los que le están subordinados, como
ocurre de la nave y del palo fijo en el agua. Pues cambia la superficie del
64 Conceptos de espacio

Estos autores no fueron los últimos que expusieron


la importancia de la luz para una teoría del espacio. La-
luz tuvo un importante papel en la mayoria de las cos-
mologías de los filósofos naturales italianos del Renaci-
miento. Francesco Patrizi, predecesor de Campanella,
quedó también fascinado por los misterios de la luz e
hizo, de ésta parte integrante de sus especulaciones. Pa-
trizi se enfrentaba, como. la mayoría de los filósofos de
la naturaleza en el siglo xvr, a la formidable tarea de in-
corporar e l mundo sobrenatural de la Edad Media- al
recién descubierto mundo renacentista de la naturaleza.
El problema consistía en hallar la forma de unir el mun-
do corpóreo de lo concreto con el mundo incorpóreo del
espíritu. El espacio, la luz y el alma, así como la doctrina
neoplatónica de las emanaciones, fueron los medios por
los cuales trató Patrizi de resolver el problema. El espa-
cio, entidad que no es corpórea ni inmaterial, sirve de
intermediario entre ambos mundos. Desde luego, fue
creado por Dios para cumplir esta función. El espacio
es infinito, pues una causa infinita sólo puede dar lugar
a un efecto infinito. El principio escolástico tradicional
conforme al cual el efecto es siempre más débil que la
causa, se aplica, según Patrizi, únicamente a las entida-
des finitas. Lo primero en llenar este espacio es la luz,
medio de las tres dimensiones que todo lo penetra y
todo lo preserva, cuya importancia no se limita a su
función física de transmisor del calor, de la fuerza y de
otras influencias, sino que también es, metafísicamente,
el camino hacia Dios.
Un magnífico ejemplo de una fyerte predisposición
religiosa en la concepción del espacio lo constituye la
teoría de Henry More.56Para fundamentar sus vigorosas
creencias religiosasj More consideró necesario ampliar la
cuerpo continente, es decir, el agua, pero no cambia el lugar, porque no
cambia la parte del cielo con relación a la cual se determinaba su lugar.
Por lo que el cielo es el Último lugar. Esto corresponde a la nqturaleza de
.
la luz. Es el Último continente y conservador, pues es lugar.. 1
En R. Ward, The life of Dr. H . More, Londres, 1710, se puede consul-
tar su biografia y encontrar datos sobre su desarro110 intelectual.
Ideas judeocristianas sobre .el espacio 65

ciencia de Descartes con los conceptos cabalísticos y pla-


tónicos.
El hecho de que, además de la filosofía neoplatóni-
ca, la cábala fuera factor principal de la concepción
de More sobre el espacio, puede probarse- no sólo me-
diante u n análisis de su concepción misma, sino también
con bases históricas. En primer lugar, sabemos que More,
junto con Fludd, fue considerado como uno de los más
grandes estudiosos de las enseñanzas rabínicas de su
tiempo. Se sabe con certeza que More estudió hebreo y
leyó las Escrituras en su versión original, como puede
advertirse en el extenso empleo que hace del lenguaje
de ellas en sus diversos escritos, especialmente en sus
Discourses on several texts of Scripture (Discursos sobre
varios textos-de las E s c r i t ~ r a s ) .Habiendo
~~ estudiado las
obras de Marsilio'Ficino, de Plotino y de Trimegisto, se
persuadió de que la filosofía cabalística, tal como está
expuesta, por ejemplo,. en el Liber drushim (Libro de
las Disertaciones) de Isaac Luria, era de la mayor im-
portancia. Por lo 'que toca a su teoría del espacio, el
mismo More se refiere a la doctrina cabalística expli-
cada por Cornelius Agrippa en su De occulta philoso-
phia,js en la que el espacio es 'considerado como uno de
los atributos de Dios.
Los escritos metafísicos de More son, fundamental-
mente, una deshilvanada difusión de sus ,principales
puntos de vista sobre la naturaleza de las sustancias in-
corpóreas, cuya existencia estaba convencido de haber
probado basándose en sus estudios' cabalisticos. Durante
los últimos veinte alfos de su vida hizo muchas publica-
ciones sobre temas mí~ticos,incluyendo' un Cabalistic
'

c a t e ~ h i s r n .Algunos
~~ de estos e ~ r i t o sfueron dedicados
al barón Knorr von Rose.nroth y publichos en la Kab-
m "By the late pious and learned Henry More, D. D." ("Por el falle-
cido piadoso y sabio Henry More, Doctor en Teología"), Londres, 1692.
' 111, 11. Véase, Friedrich Barth, Die Cabbala des H. C. Agrippa von
Nettesheim, Stuttgart, 1855.
Una lista de los escritos cabalisticos de More se halla en Gerhard
Scholem, Bibliographia kabbalistica, Berlín, 1933, pág. 110.

Conceptos de espacio.-5
66 Conceptos de espacio

bala denudata,0O traducción latina de los escritos caba-


Iísticos que ha he&o un enorme servicio a muchos ocul-
tistas proporcionándoles materiales para sus ensueños.61
More ejerció una gran influencia sobre Locke, New-
ton .y Clarke y, a través de éstos, sobre la filosofía del
siglo XVIII en general, de manera que vale la pena ana-
lizar su doctrina de manera detallada. Sus escritos re-
velan que el problema del espacio ocupó su mente en
fecha tan temprana como 1648 por lo menos, y que siguió
interesándole hasta 1684; es decir, que su interés al res-
pecto se mantiene desde su correspondencia con Descar-
tes hasta su correspondencia con John Norris. En sus
cartas a Descartes, More se coloca a si mismo en fuerte
oposición tanto con respecto al antiguo atomismo griego
como a la identificación cartesiana del espacio con la
materia. Ambos le parecen conducir inevitablemente al
materialismo y al ateísmo; y, para refutarlos, considera
necesario demostrar la existencia de un Ser espiritual
que permea a la naturaleza y actúa sobre ella. Para
Descartes, el atributo que distingue al espíritu de la
materia es el pensamiento, tal como se manifiesta en la
contemplación y en la conciencia; para More, es la acti-
vidad espontánea, el origen de todo cambio y de todo
movimiento. Puesto que el cambio y el movimiento se
hallan presentes en todos los reinos de la naturaleza, se
plantea la cuestión de la manera en que esta interacción
puede efectuarse en la materia. La respuesta radica, para
More, en la naturaleza del espacio, cuyo claro entendi-
miento es e1 Único que puede salvar a la filosofía de un
ateísmo que de otra manera sería inevitable. "Atque ita
per eam ipsam januam per quam Philosophia Cartesiana
Deum videtur velle e Mundo excludere, ego, e contra,
eum introducere rursus enitor et contendo." 62
Kabbala denudata seu doctrina Hebraeorum trascendentalis et meta-
physica, Sulzbach, 1677.
a Sobre las relaciones entre More, Knorr y Van Helrnont, véase John
Tuiloch, Rational theology and Christian philosophy in England in the 17th
century, Edimburgo y Londres. 1872, Vol. 2, pág. 345.
62 Henrv More. Enchbidion metavhvsicum sive de rebus incornoreis.
Londres, f671, parte 1, Capitulo 8, pág. 5. ["Y así por la misma pue&a por
Ideas judeocristianas sobre el espacio 67

El motivo principal que se hallaba tras la preocupa-


ción de More por el problema del espacio, que es tam-
bién el motivo de toda su filosofía, es el de hallar una
demostración convincente de la indudable realidad de
Dios, del espíritu y del alma. En concordancia con estos
propósitos, Mdre rechaza la identificación absoluta entre -
materia y extensión, hecha por Descartes. Para compro-
bar la realidad del espíritu basta demostrar que la exten-
sión es espiritual con la condición de que sea real. Ba-
sándose en este razonamiento, el tratamiento que dio
More al problema del espacio puede quedar dividido en
tres partes: 1) la extensión no es el atributo distinto de
la materia; 2) el espacio es real y tiene atributos reales,
y 3) el espacio tiene carácter divino. Comentaremos cada
una de estas tres partes por separado.
1) En su correspondencia con Descartes, More señala
que, además de las cualidqdes primarias de la materia
mencionadas por Descartes, la materia posee también la
cualidad de la impermeabilidad o de la "solidez", como
se la llamaba en esa época. La impenetrabilidad (y la
tangibilidad relacionada con ella) constituye el criterium
differentionis entre materia y extensión. Como es bien
sabido, en su Ensayo sobre el entendimiento human0,6~
Locke toma en consideración estas ideas. Para compren-
der la interacción mutua entre el mundo del espíritu y
el de la materia, es preciso hallar una base común para
ambos. Esta base común es el espacio. De esto se sigue
que la extensión caracteriza al mundo del espíritu no
menos que al de la materia. En una palabra, la extensión
no es un atributo distintivo de la materia, sino que per-
tenece tanto al espíritu como a la materia.
2) Para comprobar que el espacio es real, More re-
currió a argumentos diferentes, en diferentes momentos.
Ya en su correspondencia con Descartes emprende la
refutación del pleno de éste contra la existencia del es-
la que la filosofía cartesiana parece querer excluir a Dios del mundo, yo,
por el contrario, me propongo y empefio en introducirlo de nuevo."]
62 Libro 11, Cap. 4.
68 Conceptos de espacio

pacio como tal. Para ambos pensadores, el espacio vacío


es inexistente; pero si 'el espacio puede ser vacío por lo
que toca a la materia, según More, siempre está lleno por
el 'espíritu, Descartes mantenía que las paredes de un
recipiente al que se le extrae aire tienen necesariamente
que desplomarse. "Si quaeratur, quid fiet, si Deus aufe-
rat in ablati'locum venire permittat? Respondendum est:
Vasis latera' sibi invicem hoc ipso fore contigua.,' 64 La
predicción de Descartes acerca de este experimento pre-
sumiblemente tan complicado, que para él sólo Dios po- '

dría realizar, se'basaba en su filosofía del espacio y de


la materia. Descartes publicó sus Principia en 1644. Sólo
unos años más tarde, o quizás incluso al mismo tiempo,65
un simple burgomaestre realizaba ese experimento. Sed
vasis latera non fierunt contigua! * Al leer hoy en día la
argumentación de Descartes a este respecto, hay- que
recordar que el concepto de "un mar de aire" rodeando
a la tierra, evolucionó Únicamente hacia inediados del
siglo m,como lo muestra la historia de la neumática, y
que era desconocido para el filósofo francés.06 La réplica
de More a los argumentos de Descartes debe entenderse
teniendo en mente estas mismas precauciones: No es
necesario que las paredes del recipiente se desplomen, ya
que todo movimiento de la materia, para Descartes mis-
mo, se origina e n Dios, de manera que Dios puede im-
partir a las paredes del recipiente algún movimiento con-
traactuante y evitar su desplome.67 Con todo, aunque
Dios pueda disponer la existencia de un espacio vacío,
81 Descartes, Principia philosophiae, 11, 18. ["Si se pregunta ¿qué ocu-
rriría si Dios quitase del todo un cuerpo situado en un recipiente y no
permitiera que viniese ningún otro a ocupar el lugar del que ha sido
quitado? Se responde: Las paredes del recipiente se juntarían unas con
otras por eso mismo."]
No sabemos la fecha exacta en la que Otto von Guericke inició su
famosa serie de experimentos. Fue entre 1635 y 1654. Los primeros infor-
mes sobre los experimentos de la bomba de aire fueron publicados en
1657, por Kaspar Schott, en su Mechanica hydraulico-pneumatica, gracias
a lo cual se enteró Robert Boyle de los experimentos de Guericke.
* "iPero las paredes del vaso no se juntaron!"
Véase J. B. Conant, On understanding science, Nueva York, Mentor,
1952, pág. 54.
Oeuvres de Descartes, Parfs, 1824-1826, Vol. 10, pág. 184.
Ideas judeocristianas sobre el espacio 69

éste no seria el vacío absoluto debido a la "divina ex-


tensión" que permea a todo el espacio.
En un apéndice al Antid.de against atheism (Antí-
doto contra el ateísmo),6s de More, se da una prueba más
de la realidad del espacio, que es de carácter más esco-
lástico. La existencia del espacio está garantizada por su
misma mensurabilidad "par aunes ou par lieues" ("en
anas o en leguas") .69 En otras palabras, el espacio posee
indudablemente el atributo de la mensurabilidad, aun-
que esté vacío de toda materia; puesto que no hay acci-
dentes sin sustancia, la mensurabilidad como accidente
demuestra la sustancialidad del espacio. Se trata, desde
luego, de una sustancia incorpórea, ya que incluye "cier-
tas nociones, tales como la inmovilidad y la penetrabi-
lidad, que son inconsistentes con la materia".70 La pe-
netrabilidad del espacio proporciona, para More, una
prueba más de su incorporeidad, de donde proviene su
total discriminabilidad de la materia. More difiere de
Descartes, cuya doctrina a este respecto la caracteriza
en las siguientes palabras: "Pues aunque es fundamen-
tada ingeniosamente por él, como base de las más certeras
y matemáticas deduccio_nesposteriores de su filosofía, de
ninguna manera está comprobado que la materia y la
extensión sean recíprocamente lo mismo, así se trate de
la materia de toda cosa extensa o de toda la materia
extensa. Esto no es más que un presuntuoso orgullo de
ryuestra época.'' 71
En el libro que se acaba de citar, se intenta otra
demostración de la realidad del espacio muy interesante,
la cual, por su originalidad y por la probabilidad de su
influencia directa sobre Newton, exige un tratamiento
detallado. Filoteo, el "celoso y sincero Amante de Dios
y de Cristo, y de toda la Creación", en su discusión con
La ~rimeraedición se ~ublicóen 1653 (el
. a~éndice.en 1655. Lon-
dres) .
Oeuvres de Descartes, Vol. 10, p&g. 214.
$0 More, Enchiridion metaphysicum, VI-VII; carta a Descartes fechada
en. marzo de 1649. .'
n More, Divine dialogues, Londres, 1668, 1:XXIV.
70 Conceptos de espacio

Hilobares, el "joven, ingenioso y bien moralizado Mate-


rialista", expone el siguiente ejemplo:
Filoteo: Dispara una Flecha hacia arriba, en sentido per-
pendicular a la Tierra; la Flecha, tú lo sabes, regresará de nue-
vo a tus pies.
Hilobares: Si no estorba el viento. Pero, ¿qué blanco al-
canza esa Flecha?
Filoteo: Esa Flecha ha descrito con su punta sólo Líneas
rectas; sin embargo, conservando el movimiento de la Tierra,
también debe haber descrito de alguna manera una línea circu-
lar, o curvilínea.
Hilobures: Así debe ser.
Filoteo: Pero si te muestras tan impaciente por el calor ex-
terior, ni tu cuerpo ni tu fantasía necesitan salir de este fresco
Refugio. Considera el Plato redondo en que se halla la Vasija;
es una especie de Cilindro corto que, si lo deseas, fácilmente
puedes imaginar como si tuviera un pie más de longitud.
Hilobares: Muy fácilmente, Filoteo.
Filoteo: Y con la misma facilidad puedes imaginar una Lí-
nea que estuviera dibujada desde el extremo superior del Eje
de ese Cilindro hasta la Periferia de la Base.
Hilobares: Imagino cada ápice con la misma facilidad.
Filoteo: Imagina ahora a este Cilindro dando vueltas sobre
su Eje. ¿No es cierto que la Línea que va desde la parte supe-
rior del Eje hasta la Periferia de la Base necesariamente des-
cribe un Cono en cada Circunvolución? ,

Hilobares: Así es, Filoteo.


Filoteo: Pero no describe esa Figura en el Cilindro de ma-
dera mismo: Sucede lo mismo que con la Flecha, en el Círculo
Equinoccial aéreo o material no describe ninguna Línea que no
sea recta. ¿En dónde es donde uno describe, por ejemplo, una
Línea circular y en qué otra parte un Cono?
Hilobares: Mientras viva; Filoteo, quedaré impresionado co- '

mo por los Relámpagos, por esta sorprendente consideración.


Filoteo: Tengo la esperanza, Hilobares, de que estés pe-
netrado de Iluminación en cierta medida.
Hilobares: Lo estoy.
Filoteo: Y de que estés convencido de que, estés vivo o no,
siempre ha habido, hay y habrá siempre una Extensión inmó-
vil diferente de la Materia móvil.?a
Con estas palabras, que recuerdan el estilo de los Piu-
tim judaicos medievales, Filoteo concluye la absoluta ,

72 More. Divine dialogues, Londres, 2.a ed., 1713, pAg. 52.


73 Cantos sacros. (N. del T.)
Ideas judeocristianas sobre el espacio 71

realidad del espacio. Resulta interesante señalar que, en


el caso de la flecha, la prueba se basa, en último análisis,
en el movimiento relativo de la tierra conforme a la teo-
ría de Copérnico; y, en el caso del cilindro en rotación, la
prueba se basa en la hipótesis de que la rotación siempre
es relativa a algo. Esta Última cuestión preocupó a New-
ton, como lo sabemos por su famoso experimento con
la cubeta rotatoria. Aunque, en el primer caso, no resulta
ningún fenómeno observable, el segundo, según Newton,
hace que sea físicamente demostrable l a existencia del
espacio absoluto.
Así, pues, el espacio es el medio en el que se forma
la línea curva o el cono. Pero en este punto la discusión
es interrumpida por Cufofrón, "un platónico y cartesia-
no, o mecanicista, entusiasta pero de mente divagante",
quien sostiene que "podría sugerirse con razón que 1á
Extensión y la Materia reales son los términos conver-
tibles, pero que la Extensión en la que la punta de la
Flecha describe una Línea curva es sólo imaginaria".
Esta observación introduce una serie de argumentos que
al lector moderno le sugiere la concepción kantiana del
espacio, pues Hilobares replica: "Pero es tan imaginaria
que no hay posibilidad de que deje de imaginarla e l
entendimiento humano. Lo que me parece es que no ca-
bría la menor duda de que ahí hay algo más que un Ser
imaginario."
Se aduce una confirmación colateral de la realidad de1
espacio, acudiendo a la autoridad de los atomistas anti-.
guos, de Aristóteles y de los pitagóricos, con respecto a
la famosa analogía de que "El Vacío es al Universo 10
que el Aire es a los Animales particulares." Finalmente,
More retorna a su primer argumento, el que nosotros
catalogamos como escolástico, cuando hace decir a Hilo-
bares: "Y finalmente, joh Cufofrón!, a menos que desis-
tas de los Dictados de tu tan admirado Descartes, puesto
que este Vacío es extenso y conmensurable, y cosas se-
mejantes, debe ser una Realidad; pues N o n entis nulla
est Affectio, según los Razonamientos de nuestro amado
72 Conceptos de espacio

Maestro. De lo anterior, parece evidente que existe una


Sustancia extensa mucho más sutil que el Cuerpo, la cual
penetra toda la Materia del Universo."
3) En relación con esta sustancia "sutil", llamada
también "Divina Amplitud", se sostiene que existe nece-
sariamente y que existiría aunque toda la materia fuera
aniquilada. La existencia necesaria del espacio, incluso
sin materia, lleva a More a su identificación final del
espacio con Dios. Podría argüirse, como lo hace Cufofrón
hacia el final de la discusión sobre la naturaleza del es-
pacio, que si Dios y toda la materia fueran aniquilados
del mundo, parecería necesario que la extensión se con-
servara. El portavoz del razonamiento. de More es, en
este caso, Batinous, "el Hombre del pensamiento y del
razonamiento profundos", quien responde que la esencia
de Dios implica existencia (prueba ontológica). En otras
palabras, suponer la aniquilación de Dios es una contra-
dictio in adjecto. Tanto Dios como el espacio poseen la
propiedad de la existencia necesaria; son, por lo tanto,
una misma cosa.
Esta conclusión de que Dios y el espacio son lo mis-
mo, se presenta también en el apéndice del Antidoto
contra el ateismo:
Si, después de extraer del mundo la materia corpórea, sub-
sisten el espacio y la distancia, en los cuales se concebía tam-
bién que descansaba, y este espacio, sólo puede concebirse como
algo no precisamente corpóreo, porque no es ni impenetrable
ni tangible, por necesidad debe ser una sustancia incorpórea,
existente por sí misma de manera necesaria y eternamente; la
concepción más clara de ella como un ser absolutamente per-
fecto, nos la presentará más completa y puntualmente como
Dios que subsiste por sí mismo.74

Los atributos del espacio son atributos de Dios. En


Enchirdion metaphysicum, de More, se da una lista de
estos atributos:
74 A collection of several philosophical writings of Dr. Henry More,
Londres, 2.8 ed., 1655, apéndice, pág. 388. Véase, F . 1. MacKinnon, ed.,
Pl~ilosophicalwritings of Henry More, Londres y Nueva York, 1925.
Ideas judeocristianas sobre el espacio 73

Neque enim Reale duntaxat (quod ultimo loco notabimus)


sed Divinum quiddam videbitur hoc Extensum infinitum ac
immobile (quod tam certo in rerum natura deprehenditur)
postquam Divina ilia Nomina ve1 Titulos qui examissim ipsi
congruunt enumeravimus, qui & ulteriorem fidem facient illud
non posse esse nihil, utpote cui tot tarnque praeclara Attributa
competunt. Cujusmodi sunt quae sequuntur, quaque Metaphy-
sici Primo Enti speciatim attribunt. Ut Unum, Simplex, Im-
rnobile, Aeternum, Completum, Independens, A se existens, Per
se subsistens, Incorruptibile, Necessarium, Immensum, Increa-
tum, Incircunscriptum, Incomprehensibile, Omnipraesens, In-
corporeum, Omnia permeans & complectans, Ens per Essentiarn,
Ens actu, Purus Actus. Non pauciores quam viginti Tituli sunt
quibus insigniri solet Divinum Numen, qui infinito huic Loco
interno, quem in rerum natura esse demonstravimus, aptissime
conveniunt: ut ornittam ipsam Divinurn Numen apud Cabbalis-
tes appelari "maqom", id est, Locum."

Esta lista de atributos y nombres, tema recurrente de


los escritos cabalisticos, se ha citado por entero para mos-
trar la medida en la que More estaba influido por el
misticismo judaico. En sus Diálogos divinos, More men-
ciona también a los cabalistas en relación con la natu-
raleza divina de Dios. La discusión que hemos citado de
los Diálogos finaliza con el Salmo 90:
Señor, has sido residencia para nosotros de generación en
generación.
Antes de que fueran creadas las montañas, de que crearas
la Tierra y el Mundo, desde nunca y hasta siempre, t ú eres
Dios.
m More, Enchizidion metaphysicum, Parte 1, Cap. 8. ["Ni sólo es Real
(como indicamos en Último lugar), sino que tambien aparece este Extenso
infinito e inmóvil ser algo Divino según lo percibimos tan claramente en
la naturaleza de las cosas y como se deduce de aquella enumeración de
Nombres o Titulos que tan exactamente encajan entre si y que testirno-
nian más aún que n o puede ser ello casual, ya que le corresponden tantos
y tan preclaros atributos. Son los siguientes, que los metafísicos atribu-
yen especialmente al Primer Ser. Como Uno, Simple, Inmóvil, Eterno,
Completo, Independiente, Existente por si, Autosubsistente, Incorruptible,
Necesario, Inmenso, Increado, Ilimitado, Incomprensible, Omnipotente, In-
corpóreo, Permeando y comprendiendo todo, Ente por Esencia, Ente en
Acto, Acto Puro. No hay menos de veinte titulos de los que se suelen
atribuir al Númen Divino que se aplican perfectamente a este infinito
Lugar interior qu* demostramos existía en la naturaleza de las cosas; sin
contar que los Cabalistas suelen llamar a ese mismo Númen Divino
amaqonn, es decir, Lugar."]
74 Conceptos de espacio

Sin duda, el tenor general de la cábala fácilmente


pudo haber provocado esas ideas tan espirituales acerca
del espacio, de la misma manera en que las conservó
More. Cualquiera que haya leído el Libro de la creación
(Sefer Yetsirah), que trata problemas cosmogónicos del
universo, o quien haya leído sobre la noción cabalística
de Luria sobre el "Tsimts~m",'~ la concentración divina
y la creación del espacio por autorrestricción, aceptará
seguramente la tesis de que una interpretación un tanto
panteísta de la cábala, habría de llevar necesariamente
al concepto de More sobre el espacio.
Por cierto, es muy probable que un proceso intelec-
tual semejante haya influido en la filosofía de Spinoza.
Refiriéndose a su aforismo fundamental ("Quidquid est,
in Deo est et nihil sine Deo esse neque concipi p0test"),7~
Spinoza admite en una carta dirigida a Oldenburg que
". . . omnia, inquam, in Deo esse et in Deo movere cum
Paulo affirmo.. . et auderem etiam dicere, cum antiquis
omnibus Hebraeis, quantum ex quibusdam traditionibus,
tametsi multis modis adulteratis conjicere l i ~ e t ' ' .Como
~~
lo demostró A. Franck en La ~abbale,'~ y, mucho antes
(1699) Johann Wachter en Der Spinozismus in Jüdent-
humb,sO las observaciones de Spinoza sólo pueden refe-
rirse a escritos cabalísticos.
Contrastando con More, Spinoza incluye como atri-
buto de Dios no sólo a la extensión, sino también a la
materia, con lo que transforma el concepto de Dios en el
70 "Deus creaturus mundos contraxit praesentiam suam", Kabbala de-
nudata, Sulzbach, 1677, Parte 11, pág. 150.
77 "Ethica more geometrico demonstrata", 1, proposición 15, en Spinoza,
Opera, edición de C. Gebhart, Heidelberg, 1925, pAg. 56. ["Cuanto existe,
existe en Dios y nada puede existir ni ser concebido sin Dios."]
m H. Ginsberg, ed., Der Briefwechsel des Spinoza im Urtest, Leipzig,
1876, pág. 53, Epístola XXI; también Epfstola LXXXIII. I"Afirmo que to-
das las cosas existen en Dios y con e l se mueven como dice Pablo.. . y me
atrevería a decir también que como dicen todos los antiguos hebreos, en
cuanto se puede vislumbrar por algunas tradiciones, aun adulteradas de
diversas maneras."]
m Adolphe Franck, La cabbale ou la philosophie des Hébreus, París,
1834.
so J. G. Wachter, Der Spinozismus in Jüdenthumb oder die von dem
heutingen Jüdenthumb und dessen geheimen kabbala vergotterte Welt,,
Amsterdam, 1699.
Ideas judeocristianas sobre el espacio 75

de un Dios absolutamente impersonal, casi mecánico, se-


gún lo demuestra su Btica. Leibniz, quien parece haber
leído el De reconditu Hebraeorum philosophia) de Wach-
ter, obra en la que su autor repite sus tesis sobre la
influencia cabalística de Spinoza, escribió sobre ello en
una carta a Bourget, en que dice: "Verissimum est, Spi-
nozam Cabbala Hebraeorum esse a b ~ s u m " . ~ ~

Esta digresión sobre la filosofía de Spinoza y sus po-


sibles orígenes cabalísticos, se ha hecho Únicamente para
mostrar que, debido quizás al surgimiento de las ideas
neoplatónicas, algunos de los elementos de las obras eso-
téricas judaicas pudieron integrarse fácilmente a la filo-
sofía del siglo XVII. Nos reservamos el juicio sobre la
cuestión de la medida en que Spinoza, More o cualquier
otro pensador de la época hayan recibido realmente la
influencia de la cábala, pero estamos seguros - c o m o está
definitivamente demostrado en el caso del concepto del
espacio-, que algunas ideas generales de origen cabaIís-
tico fueron absorbidas por el clima intelectual de ese
periodo.
Nuestra investigación sobre la influencia de las es-
peculaciones religiosas judeocristianas en el concepto del
espacio absoluto, no ha sido expuesta como una cadena
ininterrumpida de conclusiones incuestionables. Debido
al carácter evasivo de las ideas un tanto oscuras y mis-
ticas que implica, esta limitación se basa en la tradición
de un cierto "clima de opinión" o de una cierta actitud
mental, y no en la comunicación directa de afirmaciones
definitivas. En el caso que se discute, fue posible exponer
al menos las etapas principales de esta transmisión.
Más problemática, y aun más sujeta a conjeturas,
resulta la teoría de los antecedentes religiosos de la con-
cepción rival, es decir, del punto de vista relacionante
de Leibniz. Como lo veremos en el Capítulo 4, Leibniz
a Publicado en 1706.
82 Carta del afio de 1707. ["Es muy cierto que Spinoza estaba versado
en la Cábala de los hebreos."]
76 Conceptos de espacio

rechazó la teoria de Newton sobre un espacio absoluto,


basándose en que el espacio no es más que una red d e
relaciones entre las cosas coexistentes. En su correspon-
dencia con Clarke,-Leibniz compara al espacio con un
sistema de líneas genealógicas, con un "árbol genealó-
gico", en el que a cada persona le corresponde un sitio.
La idea de un espacio absoluto es, desde el punto de
vista de Leibniz, totalmente análoga a la hipostación
del sistema de relaciones genealógicas mencionado.
En este punto es importante recordar que una teoria
semejante había sido ya expuesta por el filósofo musul-
mán Al-Ghazali, quien vivió en el siglo XI,o por alguno
de los predecesores de éste. Nuevamente parece evidente
que las especulaciones teológicas y metafísicas influyeron
en la formulación de una teoria del espacio. En realidad,
toda la cuestión se. basa en el conflicto ideológico entre
la cosmología aristotélica y el dogma coránico de la crea-
ción divina. Para comprender totalmente la situación,
quizás sea más instructivo referirse tanto al aspecto
temporal del problema como al espacial. Aristóteles 83 de-
finió al tiempo como el "número del movimiento" (por
ejemplo, de las revoluciones de las esferas celestes).
Puesto que no puede haber movimiento sin cuerpos na-
turales, Aristóteles concluyó que fuera del cielo finito
no existe el tiempo. El lugar, según el estagirita, presu-
pone la posibilidad de la presencia de cuerpos.84 Puesto
que fuera de la finitud del cielo ningún cuerpo puede
existir, como lo demostró en sus escritos previamente,
Aristóteles dedujo que fuera del cielo finito no hay lu-
gar. Hasta aquí, la filosofía musulmana va de acuerdo
con Aristóteles. Pero, a continuación, se pone de mani-
fiesto el conflicto: mientras que la cosmología aristoté-
lica supone la eternidad de la sustancia, el dogma tos-
nico establece la creación divina. Así, para la filosofía
musulmana surge un nuevo problema que no existió para
la cosmología aristotélica.
Aristóteles, Del cielo, 1, 9, 279 a.
M Ibid.
I$eas judeocristianas sobre el espacio 77

La cuestión consiste en si había espacio y tiempo antes


del acto de la creación. Obviamente, la respuesta debe ser
negativa, ya que el espacio y el tiempo no trenen existen-
cia independiente de la materia, per definitbnem; espa-
cio y tiempo son meras relaciones entre los cuerpos. Con-
secuentemente, ambos son productos de la creación. La
filosofía musulmana llegó incluso a rechazar la validez
lógica de la afirmación de que "Dios existió antes de que
existiera el mundo".s5 ("Kana allahu wala 'alama"), si
kana ha de entenderse en sentido temporal. Inclusive en
la proposición más fundamental, "Dios creó el mundo"
("halaka allahu al 'alama"), el verbo "creó" (halaka)
debe entenderse en sentido causal y no en sentido tem-
poral. La relación entre Dios y la obra de sus manos es,
esencialmente, tina relación causal y no una relación en
el espacio y en el tiempo. La pregunta ''¿Dónde estaba
Dios antes de la creación?" carece de significado, pues
el espacio es una "relación pura" (idafat mahda) entre
los cuerpos creados.
Las polémicas teológicas, como vemos, llevan a con-
cebir el espacio como una red de relaciones; esta con-
cepción es asombrosamente parecida a la idea de Leibniz
sobre el espacio. Sin duda, siempre será muy difícil esta-
blecer cualquier influencia, cuando están implicados los
procesos del pensamiento. Desde luego, hay que tener
en cuenta la posibilidad de una independencia completa
entre conceptos semejantes, especialmente si están se-
parados de tal manera por el tiempo, el espacio y el
idioma. En el caso que discutimos, lo más prudente es
diferir el juicio, hasta que un estudio comparativo de
los textos pertinentes establezca el hecho de la depen-
dencia intelectual indudable, o hasta que la investigación
histórico-biográfica pruebe la deuda sin lugar a dudas.
En nuestro caso, resulta más bien tentativo sospechar
que esa dependencia existe, si también se pone de ma-
nifiesto que la monadología de Leibniz muestra una se-
Algazel, Tahafot Al-Falasifat, editado por Maurice Bouyges, B e i ~ t .
pág. 53. , <
78 Conceptos de espacio

mejanza asombrosa con la teoría atomista y con el oca-


sionalismo del KaZum, famosa escuela musulmana de
pensamiento llamada también "Mutakallimun" o "Lo-
quentes", como la menciona Santo Tomás de Aquino. Al-
gunos detalles de la teoría del espacio de esta escuela se
explicarán en el Capítulo 3. Por lo que se refiere a nues-
tro problema de la influencia teológica sobre las ideas
del espacio, tenemos que subrayar el siguiente hecho: Se
ha establecido que la teoría de los átomos en el Islam, y
la correspondiente concepción del espacio, tuvieron ori-
ginalmente un carácter puramente profano y sólo con-
siguieron adaptarse a un dogma teístico extremo, durante
las etapas posteriores de su desarrollo. Desde un punto
de vista estrictamente histórico, tiene que admitirse, por
lo tanto, que la teoría kalámica del espacio no tuvo su
origen en los antecedentes de las especulaciones religio-
sas; sin embargo, de estos antecedentes tomó, en el clí-
max de su vitalidad, su fuerza emotiva de convicción.
Nuestra exposición de los conceptos kalámicos del espa-
cio, en el Capítulo 3, se refiere a esta última etapa, la
del Kalam "ortodoxo", definido en una ocasión como "la
ciencia de los fundamentos de la fe y de las pruebas in-
telectuales que fundamentan las verdades t e ~ l ó g i c a s " . ~ ~

Sir Thomas Arnold y Alfred Guillaume, The legacy of Islam, Lon-


dres, Oxford Uuiversity Press, 1949, pág. 265.
La emancipación
del aristotelismo
Para Aristóteles, el espacio se iden-
tifica con el lugar y se define como
la frontera o el límite advacente a l
cuerpo continente. Esta definición
se halla claramente en la línea del
supuesto fundamental de Aristóte-
les, sobre la imposibilidad del va-
cío. La crítica hecha por Teofrasto
a la doctrina de su maestro no tuvo
importancia inmediata para el des-
arrollo del pensamiento físico. A
este respecto, las enseñanzas de Es-
tratón de Lampsaco, el physikos,
sucesor de Teofrasto, ejercieron
mayor influencia. La actitud rea-
lista de Estratón, tal vez como re-
sultado del clima intelectual ale-
jandrino, lo condujo a despojar al
sistema aristotélico de sus elemen-
tos trascendentales y a buscar un
compromiso con la experiencia co-
tidiana. Estratón llegó a la con-
clusión de que el vacío no es una
imposibilidad absoluta, sino que
80 Conceptos de espacio

puede existir, y de hecho existe, en la materia misma,


formando diminutos intersticios entre las partículas ma-
teriales. Si recordamos que Estratón escribió un libro
sobre el vacío -actualmente perdido, aunque Simplicio
llegó a conocerlo-, resulta muy probable que esta des-
viación de las enseñanzas de Aristóteles condujera a
Estratón a revisar el concepto aristotélico del espacio.
Infortunadamente, con excepción de algunos rasgos ex-
perimentales de esa obra, es muy poco lo que de ella se
cita en la literatura científica posterior, como por ejem-
plo en los escritos de Herón, quien interpretó la pe-
netración de los rayos de luz suponiéndola de naturaleza
corpórea, y la penetración del calor en el agua, como una
prueba de la existencia de pequeños vacíos en el seno
de la materia, como lo había afirmado Estratón. En la
Neumática de Herón encontramos la afirmación de que
pueden producirse vacíos continuos, aunque Únicamente
por medios artificiales, mientras que en la naturaleza sólo
pueden existir pequeños vacíos discontinuos.
La primera gran contribución para aclarar el con-
cepto del espacio absoluto fue hecha por Filopono o
Juan el Gramático, como a menudo se le llama (hacia
el año 575). Filopono es bien conocido como el precursor
de la llamada "teoría del impulso" en la mecánica, que
fue objeto de profundas investigaciones durante el si-
glo XIV y que, en su desarrollo posterior, llegó a constituir
el principal punto de partida para la formulación que hi-
ciera Galileo de las bases de la dinámica moderna. Ten-
dremos ocasión de advertir cómo, la revisión hecha por
Filopono del concepto aristotélico del espacio, está re-
lacionada intrínsecamente con su teoría del impulso. Fi-
lopono comienza por señalar una inconsistencia interna
en la teoría de Aristóteles sobre el espacio. Para Aristó-
teles, el lugar es el límite adyacente al cuerpo conti-
nente, siempre que este cuerpo continente no esté en
movimiento. Si, por ejemplo, mantenemos una piedra
en una corriente de agua, la cubierta constantemente
cambiante de agua no constituye el "lugar" de la piedra;
La emancipación del aristotelismo 81

de otra manera, la piedra inmóvil cambiaría su lugar


continuamente, lo que es contradictorio en sí mismo. Por
lo tanto, el lugar de la piedra debe ser la superficie in-
terna del primer cuerpo continente inmóvil, como sería,
por ejemplo, el lecho del río.
Filopono pregunta a continuación cuál es realmente
el lugar del mundo material sublunar, sujeto a la gene-
racikn y a la decadencia. Según Aristóteles, es la su-
perficie cóncava de la primera esfera celeste, la órbita
de la luna.
Por su parte, Filopono dice que esta misma superficie
se halla en rotación constante y, por lo tanto, no es
inmóvil; por el contrario, determinada parte de esta su-
perficie toca sucesivamente otras partes de la materia
contenida, incluso si llega a suceder que estas partes no
estén en movimiento. Asignar a nuestro mundo cam-
biante un lugar en una de las esferas más elevadas, no
resulta de utilidad, pues todas ellas están en movimiento
rotatorio. Filopono rechaza el argumento de que la ro-
tación en torno a un eje fijo, o un punto fijo, no es un
movimiento local, ya que la esfera como un todo ocupa,
por decirlo así, el mismo 1ugar.l Filopono se concentra
en una parte fija de la esfera en rotación y muestra cómo
esa parte ocupa diferentes lugares en el curso del tiem-
po. De ello, concluye que la definición aristotélica de
"lugar" conduce a un callejón sin salida y que debe ser
rechazada. Esa definición no sólo hace imposible deter-
minar el lugar del mundo sublunar, sino que también
deja sin respuesta la cuestión del lugar o del espacio en
que se mueve la esfera más exterior, que ciertamente se
halla en movimiento.
Filopono no fue el primero en darse cuenta de esta
dificultad para ekplicar el movimiento de la última es-
fera, de manera consistente con los principios de Aris-
tóteles. De hecho, la afirmación de Aristóteles de que
"Es claro que no hay lugar, ni vacío, ni tiempo más
En términos actuales, siendo una superficie de curvatura constante,
es transferible dentro de sí misma.

Conceptos de espacio.-6 -
82 Conceptos de espacio

allá del cieloV,2comenzó a estar sujeta a serias dudas.


Como fue adoptada por la mayoría de los comentaristas,
la solución usual a esta cuestión consistió en señalar que
el lugar de cada parte de la esfera en rotación estaba
determinado por las partes de la misma esfera que fue-
ran contiguas a aquélla. Si es así, dice Filopono, ¿qué
partes de la esfera en rotación "cambian de lugar" real-
mente durante la rotación?
Una solución a este problema fue propuesta, por ejem-
plo, por Temistio, cuya Paraphrasis in libros quatuor
Aristotelis de cuelo cuenta con una traducción hebrea y
también con una traducción latina posterior, hecha del
texto hebreo por Moisés A l a t i n ~ En
. ~ su intento por su-
perar la dificultad, Temistio mismo cae en un círculo
vicioso, ya que lo que dice reduce a su mínima expresión
el aserto de que el lugar de la esfera más exterior es la
superficie convexa de la esfera de Saturno, así como el
lugar de Saturno es la superficie cóncava interna de la
última e ~ f e r a . ~
Las inconsistencias de este tipo, le pusieron de ma-
nifiesto a Filoponp que era necesaria una nueva defi-
nición de "lugar" o espacio. Según él, la naturaleza del
espacio ha de buscarse en e l volumen incorpóreo tridi-
mensional que se extiende a lo largo, a lo ancho y en
profundidad, y que es igualmente diferente del cuerpo
material inrnersp en él. "El espacio no es la superficie
.
limitante del cuerpo circundante.. es un determinado
intervalo, mensurable en tres dimensiones, incorpóreo
en su naturaleza misma y diferente del cuerpo conte-
nido en él; es la dimensionalidad pura, carente de toda
corporeidad; es más, por lo que se refiere a la materia,
el espacio y el vacío son idénticos."
Con todo, esta identificación del espacio con el vacío
Aristóteles, Del cielo, 279 a, 12.
2
Moses A.latino, Themistii in libros Aristotelis De caelo paraphrasis,
3
Hebraice et Latine, editado por S. Landauer, Berlín, 1902.
4 Véase, Simplicio, FZsica, phg. 589.
W. Viteili, editor, Ioannis Philoponi in Ari-stotelis physicorum libros
quinque posteriores commentaria, Berlín, 1888, pág. 567.
La emancipación del aristotelismo 83

no supone la existencia de un vacío como tal, i n actu.


El vacío, aunque es una necesidad lógica, coexiste siem-
pre con la materia. El vacío y el cuerpo están correla-
cionados de manera inseparable, ya que cada uno de ellos
requiere de la existencia del otro. Tan pronto como un
cuerpo deja determinado lugar del espacio, otro cuerpo
lo "reemplaza". Una determinada región del espacio pue-
de recibir sucesivamente a diferentes cuerpos, sin tomar
pa-rte en el movimiento de la materia ocupante. La fo-
ronomía de Filopono es completamente análoga, como lo
señala Duhem: a la doctrina aristotélica de la sustancia
y la forma, según la cual una forma es sucedida conti-
nuamente por otra, de manera que la sustancia nunca
carece de forma. De la misma manera en que la materia
recibe sucesivamente una forma después de otra, así tam-
bién una sección del espacio puede estar ocupada por un
cuerpo después de otro, mientras que el espacio mismo
permanece inmóvil.
Resulta claro que esta noción más bien abstracta del
espacio, es incompatible con la dinámica de Aristóteles,
ya que Filopono concibe al espacio como la dimensiona-
lidad pura, carente de cualquier diferenciación cualita-
tiva. El espacio ya no puede ser concebido como causa
eficiente del movimiento, que impulsa al cuerpo a mover-
se hacia su "lugar natural". "Es ridículo pretender que el
espacio, como tal, posea una fuerza inherente. Si todo
cuerpo tiende a ir hacia su lugar natural, no es porque
busque alcanzar determinada superficie, sino más bien
porque tiende a ir al lugar en que le asignó el D e m i ~ r g o . " ~
Conceptos tales como "arriba" y "abajo", cuya justi-
ficación no niega Filopono, dejan de ser una cualidad
intrínseca del espacio o del lugar, ya que deben su vali-
dez, por una parte, a la disposición puramente geomé-
trica y, por otra parte, a la predestinación cosmológico-
teológica, impuesta por el Demiurgo. Por lo que se refiere
a lo primero, hay que señalar que Filopono, siguiendo a
6 P. Duhem, Le systeme du monde, París, 1913, Vol. 1, pág. 381.
7 Nota 5, pág. 581.
84 Conceptos de espacio

Aristóteles, acepta el principio fundamental de la finitud


del universo. Puesto que la materia es finita, el espacio,
con el cual está correlacionada y al que se encuentra
ligada indisolublemente, tiene que ser también finito. De
esta manera, el universo posee un límite final, una última
esfera que determina sus regiones "superiores". El cen-
tro ocupado por decreto del Demiurgo por la tierra, es,
por definición, la dirección del "abajo". Un cuerpo cae
"hacia abajo", no porque su nuevo lugar ejerza una ten-
sión suficiente para dirigirlo hacia su "lugar natural", en
donde la atracción deja de operar, sino más bien porque
posee una tendencia inherente a alcanzar el. lugar asig-
nado a él por el Demiurgo. Esta tendencia, inherente al
cuerpo en movimiento, y no al medio o al espacio, co-
rresponde al "impulso" en el caso del movimiento for-
zado. La explicación de Filopono sobre la caída de los
cuerpos pesados, tiene un notable parecido con la expli-
cación de la gravedad propuesta por Copérnico: "Equi-
dem existimo gravitatem non aliud esse, quam appen-
tentiam quandam naturalem partibus inditam a divina
providencia opificis universorum, ut in untatem integri-
tatemque suam sese conferant in forman globi coeun-
tes."
Aquí hemos de mencionar la teoría de Jámblico sobre
el espacio, debido a su influencia sobre el pensamiento
físico de la Antigüedad. Esta teoría contrasta completa-
mente con la de Filopono. Como lo relata detalladamente
Simplicio: Jámblico define al espacio copo la fuerza:
material~quesustenta al cuerpo y lo mantiene unido, que
levanta lo que ha caído y une lo que se ha disgregado,
llenando su' volumen y rodeándolo por todas partes.
Duhem lo considera probable que Jámblico haya recibido
la influencia de los escritos de Arjitas.
8 De revolutionibus orbium coelestium, Libro 1, Cap. IX. ["Y estimo
que la gravedad no es sino un cierto deseo natural infundido en las dis-
tintas partes por la providencia divina del Autor de todas las cosas, para
que se aglomeren según la forma del globo, conformándose a su unidad. e
intemidad."]
simplicio, Física, pág. 639.
10 Le systeme du monde, Vol. 1, pág. 333. Una exposición detallada de la
La emancipación del aristotelismo 85

En el tratado Peri arithmou kai topou kai jronou, de


Damascio, se halla una profunda investigación sobre la
naturaleza del espacio; Simplicio nos hace un detallado
informe de esa obra en el Corollarium de Zoco,ll de sus
Commentaria a la Fisica de Aristóteles. El primer punto
en la investigación de Damascio no es el lugar o el
espacio, sino la posición o ubicación, que para él es un
atributo inseparable del objetg. De hecho, este concepto
tiene dos significados: uno denota la ubicación relativa
de las diferentes partes del objeto, y la otra la posición
del todo en e l universo. Hablando en términos modernos,
hallamos en esto, quizá por la primera vez, la noción de
los tres grados de libertad de un cuerpo complejo como
un todo, opuesto a los grados de libertad interna. El es-
pacio es tan diferente de la forma como el tiempo lo es
del movimiento. De la misma manera en que el tiempo
es para Aristóteles la medida numérica del movimiento,
para Damascio el espacio o el lugar es la medida numé-
rica d e la posición. Si consideramos a la posición como
una cualidad del objeto, el espacio hace posible determi-
nar esa cualidad cuantitativamente. Pero la esencia, la
naturaleza de esa cualidad, no es accesible a la formu-
lación geométrica. De la misma manera en que cada
parte del universo tiene una posición "natural", que es
la mejor para esa parte, el universo entero tiene una
"disposición natural", que es alcanzada cuando todas sus
partes se hallan en sus posiciones "naturales" correspon-
dientes.
Contrastando con el concepto tradicional de lugar en
el pensamiento griego, Damascio afirma que la posición
es inseparable del objeto, incluso cuando éste se encuen-
tra en movimiento. Usualmente, se suponía que el lugar
era capaz de recibir diferentes cuerpos sucesivamente;
pero la posición, como cualquier otro atributo, no era
directamente transferible de un objeto a otro. De la
teoría del espacio de Jámblico se halla en Eduard Zeiier, Die Phllosophie
der Griechen, Leipzig, 1881, Vol. 3, 2, pág. 706.
u Libro IV, Cap. IV.
86 Conceptos de espacio

misma manera en que un cuerpo, al cambiar su color


de blanco a negro, no deja tras de sí a la blancura como
algo que existe independientemente, tampoco la posición
de un cuerpo en movimiento, aunque cambia constante-
mente, se convierte nunca en posición de otro cuerpo,
sino que deja de existir cuando el cuerpo en movimiento
adquiere una nueva posición.
La concepción de Damascio sobre el espacio, al que
concibe como la medida geométrica de la posición, lo
condujo a una importante conclusión, que tampoco se
conforma con la doctrina peripatética tradicional. Se tra-
ta de la famosa cuestión de si el movimiento presupone
el reposo. Aristóteles, o quien haya escrito De motu ani-
malium, sostiene que siempre que un cuerpo esté en
movimiento debe haber algo inmóvil.12Duhem piensa que
el autor de De motu animalium no utilizó exdicitamente
este axioma como argumento en favor de la 2nmovilidad
de la tierra. Sin embargo, la mayoría de los comentaris-
tas vieron indudablemente en él una prueba de la nece-
sidad de la inmovilidad de la tierra. Así, por ejemplo,
Temistio dice en su Paraphrasis in libros Aristotelis de
caelo: "Sed conversio, immo omnis motus, super manente
ac quiescente aliquo omnino celebratur. In iis autem,
quae De Animalium Motu a nobis dicta sunt, monstratum
est id, quod manet ac quiescit, illius autem partem esse
non posse, quod super ipso movetur." l3De hecho, el autor
de De motu animalium parece haber estado al corrien-
te de las implicaciones cosmológicas de su conclusión
biológica, como se advierte cuando dice: "Es útil dete-
nerse y considerar esta sentencia; pues la reflexión que
implica no se aplica únicamente a los animales, sino tam-
bién al movimiento y al avance del universo. Pues de la
l a Véase, Aristóteles, Movement of animals, 698 b 10, traducción de A.
L P e c k , Cambridge, Loeb Classical Library, Harvard University Press,
LY.51.
Nota 3, p8g. 97. ["Pero el girar, m& aún, todo movimiento requiere
necesariamente algo que permanezca inmóvil e inmutado. Y por lo que
hemos dicho a propósito del Movimiento de los Animales queda probado
que lo que permanece inmóvil no puede ser parte de lo que se mueve
sobre él."]
La emancipación del aristotelismo 87

misma manera en que en el animal debe haber algo que


esté inmóvil, a fortiori debe haber algo inmóvil fuera del
animal, con base en lo cual se mueve lo que está en
movimiento.'' l4
La cuestión de si el movimiento presupone o no la
existencia de algo inmóvil dividió a los alumnos de Aris-
tóteles durante siglos. Se ha sostenido que esta cuestión
constituye un problema de la dinámica y que es diferente
del fenómeno puramente cinemático del movimiento apa-
rente, que pertenece a la percepción sensible. La última
cuestión fue tratada adecuadamente por Euclides, quien
afirmó que un objeto, que parece estar en reposo para un
observador que se considera a sí mismo en movimiento,
parecería estar retrocediendo para al mismo observador,
si éste se considera a sí mismo en reposo.15 Averroes,
quien expone la teoría del espacio de Aristóteles en deta-
lle, sostiene el punto de vista de que un cuerpo inmóvil
concreto es una condición necesaria para la existencia del
movimiento. El problema adquirió una importancia vital
a fines del siglo XIII, cuando sus implicaciones en la teo-
logía se pusieron de manifiesto. En la reunión de doctores
de la Sorbona, realizada bajo la presidencia de Etienne
Tempier en 1277, la interpretación de Averroes fue de-
clarada herética, puesto que el reconocimiento de un
cuerpo absolutamente inmóvil, inmóvil incluso para el
Creador del universo, era considerada incompatible con
las ideas fundamentales de la teología cristiana. Su creen-
cia en la omnipotencia de Dios, obligó a los teólogos a
llegar a la conclusión de que Dios puede mover todo el
universo - e l cual, desde luego, se concebía con una ex-
14 Aristóteles, Movement of animals, 698 b. 10.
"Si aliquibus latis pluribus inaequali celeritate simul transportetur in
easdem partes et oculus, quae quidem oculto aequali celebritate feruntur,
videbuntur stare, tardiora vero in contrarium ferri, celeriora vero in
praecedentia. - Si aliquibus latis appareat aliquid, quod non feratur, vi-
debitur illdd non latum retrorsum ferri." 1. L. Heiberg y H. Menge, edito-
res, Euclidis opera omnia, Leipzig, 1883-1916,Vol. 7, Optica, pág. 110. ["Si
varias cosas son llevadas con distintas velocidades a los mismos lugares
que el ojo, las que son llevadas con la misma velocidad del ojo parece-
ránle inmóviles, retroceder las más tardas, avanzar las más rápidas. Si con
algunas de las cosas llevadas hay algo que no sea ilevado, parecerá aque-
llo que no es llevado ser Uevado hacia atrás."]
88 Conceptos de espacio

tensión finita-, a través del espacio. Más adelante, ten-


dremos oportunidad de referirnos a las implicaciones fí-
sicas de la condenación de estos conceptos averroístas del
movimiento, y mostraremos cómo el intento de reconci-
liarlos con la física aristotélica suscitó un nuevo interés
en el problema del espacio y del movimiento. Por ahora,
nos interesa únicamente el hecho de que los teólogos de
París aceptaran la doctrina de Damascio como la única
doctrina ortodoxa.
De acuerdo con Damascio, el movimiento no presu-
pone la existencia d e ningún cuerpo inmóvil. Es sólo
nuestra percepción del movimiento la que precisa refe-
rirse a algo supuestamente inmóvil; necesitamos la ayuda
de un objeto fijo, si queremos distinguir el movimiento
del reposo, mediante el cambio de determinadas medidas
geométricas. .La ausencia de un cuerpo inmóvil no ex-
cluye la posibilidad del movimiento local; Únicamente
limita nuestro reconocimiento del movimiento como tal.
El movimiento del universo entero, por lo tanto, no es
imposible. También es posible, dice Damascio, que los
cielos continuaran sus revoluciones diurnas habituales,
aunque no existiera nada ni al este, ni al oeste ni al
sur.IO Aunque esta parece ser la afirmación más tem-
prana del valor meramente relativo de las direcciones
geográficas o astronómicas en el espacio, debemos ser
cuidadosos de no exagerar al respecto. Damascio sigue
apoyándose en la doctrina' tradicional de los lugares na-
turales, los que permanecen inmóviles y fijos, es decir,
independientes del movimiento real de las partes concre-
tas del universo.
Si tuviéramos que traducir la concepción de Damascio
a la terminología moderna, tendríamos que decir que su
conjunto de lugares naturales es idéntico a un campo
extendido, cuyas coordenadas están en correspondencia
biunívoca con las partes materiales del universo. Este
campo es invariante e independiente del movimiento real
1% Simplicio, FZsica, pág. 634.
La emancipación del aristotelismo 89

del universo; pero, para determinar la causa final del


movimiento natural, se podría considerar como una fuer-
za reguladora que actúa en favor de un grado cada vez
mayor de perfección del universo. En este sentido, Da-
mascio caracteriza al lugar natural como el telesiurgus
o fuerza que conduce a la perfección.17 Como sistema
final de referencia para las posiciones reales de todos
los cuerpos móviles, el "lugar natural" sustituye, en este
sentido, a la esfera inmóvil más exterior de Aristóteles, a
la superficie cóncava continente final. Con todo, dado
que las cosas del universo no han alcanzado sus lugares
naturales, este sistema de referencia permanece como
una abstracción ideal, sin provecho para la determina-
ción física de la posición de los cuerpos reales.
Queda aún un interrogante por responder: ¿Dota Da-
mascio al lugar natural de causas eficiente y final? En
otras palabras, un lugar natural, en los términos de su
teoría del espacio, ¿ejerce una fuerza directa y dirigente
sobre el cuerpo material al que corresponde? Duhem
responde esta pregunta afirmativamente ls basándose en
que Simplicio señala que Damascio admiraba la doctrina
de Jámblico y veía en éste a un predecesor de su propia
opinión.
Volviendo de estos comentaristas de Aristóteles, a los
exponentes musulmanes del aristotelismo y de la filoso-
fía griega en general, advertimos que, una vez que el
mundo árabe se familiarizó con el sistema de pensa-
miento contenido en las obras de los griegos y de los
sirios, la autoridad de Aristóteles se hizo capital. Por lo
que concierne a nuestro tema, sólo se encuentran algu-
nas desviaciones importantes del sistema del al-failasuf
("el' filósofo" por excelencia): la doctrina atomística del
espacio en el Kalam y las teorías de Al-Razi y de Abu'l
Barakat.lg El Kalam puede ser comparado con la filo-
sofía escolástica de la Europa medieval, no sólo por su
17 Simplicio, FWca, p8g. 634.
is Duhem, Le systeme du monde, pág. 350.
Véase, S. Pines, "Etudes sur Awhad al-Zaman Abu'l Barakat al-
Baghdadi", Rev. études Juives, 3, 5 , 1938.
90 Conceptos de espacio

método dialéctico en la especulación teológica, sino tam-


bién por tener como objetivo la sustentación de un dog-
ma en el pensamiento discursivo. Abu'l Hasan al-Ash'ari
de Bagdad, y Abu'l-Mansur al Maturidi de Samarcanda,
ambos del siglo x, son considerados generalmente como
los principales fundadores del Kalam ortodoxo, aunque
es lo más seguro que el origen de éste date del siglo
Para dar especial relieve al acto divino de la creación,
el Kalam atribuye a la materia (así como al espacio, se-
gún lo veremos en seguida) únicamente una existencia
transitoria de duración y alcance sumamente cortos, re-
quiriendo por lo tanto de una interferencia creativa divi-
na constante, para el mantenimiento de la coherencia y
de la continuidad en el universo. Todo lo contenido en
este universo era concebido como si estuviera compuesto
de átomos y accidentes, y no'-de sustancia y propiedades,
como lo pensaba Aristóteles. A primera vista, esta doc-
trina atomística parece oponerse al dogma teológico del
Kalam; pero, tan pronto como el principio de causalidad
o el concepto democritiano de "necesidad" son abando-
nados y reemplazados por la adopción del principio tras-
cendental de la interferencia divina, el contraste se hace
menos claro. La refutación de una interacción mutua en-
tre los átomos, también está de acuerdo con los argumen-
tos de Aristóteles 21 respecto a un atomismo consecuente.
Tal atomismo revisado resulta ser la base más adecuada
de la filosofía teística extrema del Kalam. La doctrina
del atomismo era considerada como la primera proposi-
ción fundamental del sistema, como lo vemos en el ca-
pítulo 73 de la G u b de los pe?vplejos de Moisés Maimó-
ni de^.^^ Esta obra, escrita con el propósito de conciliar a
Aristóteles con la teología judaica, es una importante
fuente de información sobre la filosofía musulmana en
m Segiul Ibn-Khaldun, fue Al-Baqilani (muerto en 1013) de Basra, el
discipulo más distinguido de Al-Ash'ari, quien introdujo el concepto del
atomismo en el Kalam. Véase, G. Sarton, Introduction to the histoly of
science,. Baltimore, 1931, Vol. 1, pág. 706.
Aristóteles, De la generación y corrupción, 1, 9, 326 a.
m Para un análisis de este capitulo, véase, D. B. MacDonald, "Conti-
nuous recreation and atomic time", Isis, 9, 342, 1927.
La emancipación del aristotelismo 91

general y sobre el Kalam en particular, aunque no trata


a este último de manera imparcial.
Los átomos del Kalam son partículas indivisibles,
iguales entre sí y desprovistas de extensión. La mag-
nitud espacial sólo puede atribuírsele a una combinación
de átomos que forma un cuerpo. Aunque a cada átomo
le corresponde una posición definida (hayy.iz), ésta no
ocupa espacio (makan). Es más bien el conjunto de es-
tas posiciones -y casi se siente uno tentado a decir que
es este sistema de r e l a c i o n e s - l o que constituye la ex-
tensión espacial. Así, por ejemplo, según Mu'ammar (o
Ma'mar), uno de los más antiguos adeptos de la teoría
kalámica, si dos átomos están conectados, relacionados o
asociados (indamma) uno con otro, constituyen longi-
tud; cuatro átomos constituyen longitud y anchura, es
decir, una extensión espacial bidimensional; un cuerpo
tridirnensional está compuesto de una pila (tabaka) de
extensiones bidimensionales y, consecuentemente, con-
tiene por lo menos ocho átomos.23 Como lo muestra cla-
ramente el Liber de elementis de Isaac I ~ r a e l i , 2el~ pro-
blema de la conciliación de la extensión e s ~ a c i a lde los
cuerpos, con la naturaleza supuestamente inextensa de
los átomos, fue un tópico de lo más discutido desde la
filosofía natural islámico-judaica.
En el Kalam, estas ideas, más bien complicadas y
sorprendentemente abstractas, se consideraron necesarias
para hacer frente a las objeciones de Aristóteles 25 contra
el atomismo, con base en que un continuo espacial no
puede estar constituido por indivisibles, ni resolverse en
estos, ni tampoco dos puntos pueden ser continuos o con-
tiguos entre si.
. Dada la asombrosa semejanza entre la teoría atómica
del Kalam y la monadología de Leibniz, lo mismo que
entre los conceptos correspondientes de extensión y es-
pacio, enfrentamos el interesante problema de decidir si
S. Pines, Beitrage zur Islamischen Atomenlehre, Berlín, 1936, pág. 5 .
U Isaak ben Salomon Israeli, Sefer Hayesodot, Frankfurt, 1900, pág. 43
del texto en hebreo.
Aristóteles, FZsica, IV, 6; V I , 4, 6; 21 b, 234 b, 437 a.
92 Conceptos de espacio

se trata de una mera coincidencia. Sabemos que Leibniz


leyó la exposición de Maimónides sobre el Kalam, en la
traducción latina de la Guia hecha por Buxtorfius. El
ejemplar empleado por Leibniz, tiene muchas notas mar-
ginales, escritas de su puño y letra, lo que demuestra la
enorme inspiración que recibió al leer la obra. Foucher
de Careil, uno de los editores de los trabajos de Leib-
niz, proporciona mayor información al respecto en su
libro Leibnitz, la philosophie juive et la Cabbale (Leib-
nitz, la filosofía judaica y la Cábala), París, 1861,. M.
Guttmann llama nuestra atención sobre la relación de
esto con la siguiente frase, que se halla en las Epistolae
ad P. des Bosses, de Leibnitz: "Substantia nempe sim-
p l e ~etsi -non habeat in se extensionem, habet tamen
positionem, quae est fundamentum extensionis." 26
Un rasgo importante de la doctrina atómica del Ka-
lam es su afirmación 'de la existencia del espacio vacío.
El espacio .vacío no sólo es un presupuesto necesario para
la posibilidad del movimiento -combinación y separa-
ción entre los átomos, que explican los procesos de gene-
ración y de corrupción-, sino que también se afirma
que el carácter disyuntivo del espacio vacío es un re-
quisito previo, necesario para la separación y la inde-
pendencia del átomo particular. El pensamiento subse-
cuente llevó al Kalam a la conclusión de que el espacio, al
igual que la materia (y que el tiempo), tienen una es-
tructura atómica. De otra manera, es decir, con base en
la suposición de una continuidad espacial y temporal,
podría demostrarse que la materia es divisible hasta el
infinito, lo que es contrario a la primera proposición fun-
damental. La discontinuidad del espacio y del tiempo
conduce a explicar el movimiento de manera peculiar
aunque lógica, como una serie o secuencia de saltos mo-
mentáneos: el átomo ocupa sucesivamente diferentes
88 Moritz Guttmann, Das philosophische System der Mutakallimun,
Breslau, 1885, pág. 20. ["La sustancia simple, en realidad, aunque no tenga
extensión en sí misma, tiene posición, que es el fundamento de la ex-
tensión."]
La emancipación del aristotelismo 93

elementos espaciales individuales. El movimiento físico


se convierte, de esta manera, en un proceso discontinuo.
Para ser precisos, la estructura discreta del espacio,
según la teoría del Kalam, puede ser inferida a partir de
dos premisas: 1) la discontinuidad del tiempo (tercera
proposición fundamental del Kalam, de acuerdo con la
enumeración de Maimónides), y 2) la inferencia aristo-
télica de la continuidad del espacio a la del movimiento,
y de 16 continuidad del movimiento a la del tiempo.27
Puesto que, de acuerdo con la primera premisa, el con-
secuente es negado, entonces la aplicación formal del
modus tollens lleva a la conclusión de que el espacio no
es continuo. '
'La teoría atómica del espacio dio lugar a muchas
complicaciones. En primer término, se hizo evidente que
las diferencias de velocidad, ya no pueden ser atribuidas
al hecho de que -el cuerpo que se ha movido a lo largo
de una gran distancia tenga una velocidad mayor, sino
que tiene que deberse a la circunstancia de que el cuerpo
"más veloz", ha sido interrumpido por menor número de
momentos d e reposo. Fundamentalmente, sólo una velo-
cidad (frecuencia) común, se encuentra en la base de
todo proceso físico. Si el cinematógrafo o los anuncios
eléctricos, con sus ilusiones estroboscópicas, se hubieran
inventado en la Edad Media, los expositores del Kalam
no hubieran encarado dificultades para hallar las ilus-
traciones adecuadas para sus enseñanzas.
Pronto fue posible darse cuenta de que esta peculiar
concepción del movimiento conducía a complicaciones
considerables. Así, Maimónides argumentaba:
"¿Habéis observado una revolución completa de una piedra
de molino? Cada punto de la circunferencia externa de la pie-
dra describe un gran círculo, al mismo tiempo que un punto
más cercano al centro describe un círculo pequeño; la veloci-
dad del círculo exterior es, por lo tanto, mayor que la del
círculo interior. Vosotros no podéis decir que el movimiento
de este Último haya sido interrumpido por mayor número de
Aristóteles, Fásica, IV, 1, 3.
94 Conceptos de espacio

momentos de reposo; pues el cuerpo entero en movimiento, es


decir, la piedra de molino, es un cuerpo coherente. Y nos res-
pondieron: .Durante el movimiento circular, las partes de la
piedra de molino se separan unas de otras, y los momentos de
reposo que interrumpen el movimiento de las porciones más
cercanas al centro, son en número mayor que los que inte-
rrumpen el movimiento de las porciones más externas., Nos-
otros (Maimónides) preguntamos nuevamente: .¿Cómo es que
esa piedra de molino, que percibimos como un cuerpo y que no
puede romperse fácilmente, ni siquiera con un martillo, pueda
resolverse en sus átomos cuando se mueve y vuelva a inte-
grarse de nuevo en un cuerpo coherente, regresando a su
estado anterior, tan pronto como queda en reposo, aunque sea
imposible darse cuenta de la desintegración de la piedra?. Una
vez más su respuesta se basó en la duodécima proposición, la
que establece que no puede confiarse en la percepción de los
sentidos, de manera que sólo es admisible la evidencia del
intelecto.'' *

El argumento de la piedra de molino en revolución,


propuesto por Maimónides con el propósito obvio de mos-
trar la inconsistencia interna de la teoría espacial del
Kalam, no es más que otra versión del bien conocido
problema que, a partir de fines del siglo xv, se renovó
con el ambicioso nombre de rota Aristotelis. Ya era co-
nocido, sin embargo, durante la Edad Media, y condujo
a muchas investigaciones sobre la estructura del espacio
y, en algunos casos, al rechazo de la doctrina aristotélica
tradicional de la continuidad. Esencialmente, el problema
es el siguiente: dos círculos concéntricos de radios dife-
rentes, conectados rígidamente entre sí, se mueven de
tal manera que cada uno de ellos gira, durante una re-
volución completa, a lo largo de una línea recta (Figu-
ra 1); entonces, jcómo es posible que estas dos líneas
sean de igual longitud, si fueron producidas por cir-
cunferencias de radios diferentes?
Todavía en el siglo XVII, se postularon "vacíos inter-
puestos" o "momentos de reposo" infinitesimales, para
Moses Maimonides, The fuide for the perplexed, traducción de M .
Friedlaender, Pardes Publishing House, Nueva York, 1946, Cap. 73, pági-
na 122. (Traducción al espaííol, GuZa de descarriados, Madrid, C.I.A.P.,
s. a.)
La emancipación del aristotelismo 95

resolver el problema. Se recordará que Galileo también


se refiere a este problema en sus Discorsi e dimostraz.ioni
matematiche, intorno a due nuove ~ c i & e ) ~y que su
tratamiento de lo "infinito y lo indivisible" recuerda las
antiguas enseñanzas del Kalam.
Con la suposición de-la discontinuidad del movimien-
to, e l Kalam se protegió contra los famosos ataques de
Aristóteles 30 contra el atomismo, repetidos más tarde en
otra forma por Al-Ghazali, en su Makasid-al-falasifa, se-
gún el cual la concepción de un movimiento continuo en
un universo atómico conduce necesariamente a una divi-
sión de lo indivisible y es, por lo tanto, incompatible con
una teoría atómica del espacio y del tiempo.

Figura 1

Otro resultado importante de la teoría del Kalam fue


el rechazo de una posible inconmensurabilidad entre los
datos espaciales, y la negación de la existencia de las
magnitudes irracionales (líneas, etcétera). Si cada, ex-
tensión espacial, como por ejemplo una línea, tiene una
estructura atómica, es decir, si está compuesta de un
número entero de átomos, es claro que no pueden existir
líneas inconmensurables, ni tampoco se pueden concebir
medidas irracionales. El descubrimiento pitagórico de lo
irracional no era para el Kalam más que una desafortu-
nada quimera.
m Edizione Nazionale, Florencia, 1898, págs. 70 y 96. (Traducción al
espafiol, Diálogos acerca de dos nuevas ciencias, Buenos Aires, Usada,
1945.)
30 Aristóteles, Ftsica, VI, 232 a, 233 b.
96 Conceptos de espacio

Se sabe muy poco acerca de una posible influencia


de la teoría kalámica del espacio, sobre el pensamiento
escolástico de la Europa medieval. Como especulación
pura, que ignora cualquier importancia científica de los
datos sensoriales y, consecuentemente, es adversa en ex-
tremo a la experimentación y a la observación, quedó
necesariamente restringida en su contenido físico a la
discusión del movimiento. Es posible, por lo tanto, ras-
trear su influencia sólo en las investigaciones escolás-
ticas sobre la naturaleza del espacio, del movimiento y
del continuo, tema que tuvo el mayor atractivo para los
estudiosos del siglo XIV. Pero aun en este caso poseemos
pocas pruebas de cualquier dependencia directa, y todas
nuestras conclusiones son sólo conjeturas.
Sin duda, es un hecho establecido que las palabras de
Al-Ghazali 31 y de Maimónides, con sus referencias a las
teorías atomistas del espacio en el Kalam, fueron am-
pliamente conocidas de los escolásticos. La Guia de los
perplejos fue traducida al latín, con gran probabilidad,
desde mediados del siglo XIII, en la corte del emperador
Federico II.32 ¿ES posible que la teoría atómica del es-
pacio escapara a la atención de Guillermo de Auverqia,
Francisco de Sales, Vincenz de Beauvais, Alberto Mag-
no, Tomás de Aquino, Duns Escoto y de tantos otros que
conocían bien la Guia de Maimónides?
Por otra parte, el problema de saber si las magnitu-
des espaciales -líneas, áreas y volúmenes- estaban cons-
tituidas por indivisibles ("compositio ex indivisibilibus")
o por puntos ("compositio ex puncitis") , fue ampliamente
discutido durante el siglo XIV. La mayoría de los estu-
diosos sostenía la doctrina aristotélica, según la cual el
continuo se caracteriza por estar compuesto de partes que
pueden ser divididas y subdivididas hasta el infinito
("continuum est constitutum ex quantibus divisibilibus
in alias quantitates"), y no de indivisibles. Aristóteles
81 Las obras de Al-Ghazali fueron traducidas al Latín e n e l siglo XII,
por Dorninic Gundisalvi.
32 Véase, Graetz, Monatsch~.ift,enero-junio de 1875.
La emancipación del aristotelismo 97

reconoció que esta regresión de una división infinita,


introduce la noción de infinitud. Pero esta concepción
- e n contraste con la noción de un espacio extendido in-
finitamente-, requiere para él Únicamente la idea de un
infinito potencial.
Contra aquellos que, como Nicolás de Autrecourt o
Henry de Harclay, aceptaban que la extensión espacial
está compuesta de puntos sin dimensión e indivisibles,
se citaba el siguiente principio: "Indivisibile indivisibili
additum non facit maius", principio que contradice ex-
presamente la concepción kalámica del espacio. Inciden-
talmente, el razonamiento de Nicolás de Autrecourt se
basa en su objeción al concepto aristotélico del espacio
como un pleno. Si el espacio fuera u n pleno, afirma,
necesariamente se seguiría una de estas tres "inconve-
niencias": o el movimiento rectilíneo sería imposible, o
dos cuerpos ocuparían el mismo lugar al mismo tiempo,
o bien el movimiento de un cuerpo implicaría el movi-
miento de todos los demás cuerpos del universo.33 La
razón y la experiencia exigen, por lo tanto y desde su
punto de vista, la postulación de la existencia de vacíos
y el rechazo de la teoría peripatética del espacio.
La mayor semejanza con la teoría kalámica del es-
pacio, es la que se manifiesta en las enseñanzas del
discípulo de Duns Escoto, Nicolás B0neti,3~quien pro-
puso una teoría atómica extrema de la extensión espa-
cial. Infortunadamente, es muy poco lo que se ha publi-
cado acerca de sus enseñanzas.
Después de esta digresión hacia cuestiones relaciona-
das con la continuidad del espacio, resumamos las líneas
generales de nuestro relato y expliquemos cómo una crí-
tica intrínseca del concepto peripatético tradicional de
espacio, condujo gradualmente a consecuencias de largo
alcance, culminando finalmente en la emancipación del
8s Julius, Rudolph Weinberg, Nicoluus of Autrecourt, Princeton, Prin-
ceton University Press,. 1948.
* Vease,-Anneliese Maier, Die Vorlaufer Galileis im 14. Jahrhundert,
Storia e Letteratura, Roma, 1949, pág. 177.

Conceptos de espacio.-7
98 Conceptos de espacio

concepto de espacio de la doctrina de la sustancia' y el


accidente.
Hasta ahora, nuestra exposición se ha limitado, en su
mayor parte, a las principales teorías del espacio en la
Antigüedad y a sus repercusiones en el pensamiento es-
colástico. Estas teorías pueden clasificarse bajo tres en-
cabezados: el punto de vista atómico (con su énfasis
sobre el carácter físico del espacio); el punto de vista
platónico (con su énfasis en las matemáticas); y, final-
mente, el punto de vista aristotélico (con su ontología).
Por lo que se refiere a nuestro problema en particular,
así como en general, los primeros periodos del pensa-
miento medieval muestran una fuerte inclinación hacia
el platonismo, la que da lugar, en los escolásticos pos-
teriores, al aristotelismo; hasta que, en los albores de la
ciencia moderna, se declara la guerra al pensamiento
peripatético y el neoplatonismo se convierte en el com-
ponente principal de la filosofía natural italiana. La
temprana Edad Media contribuye poco al desarrollo del
concepto de espacio físico. Por otra parte, y con mucha
mayor importancia, se halla el pensamiento físico del
periodo posterior, en el que Aristóteles tiene una influen-
cia suprema.
Se recordará que el lugar es la superficie cóncava del
cuerpo continente y es inmóvil por naturaleza. A la luz
de esta definición, podemos referirnos al siguiente pa-
saje de la Física de Aristóteles: "De las cosas que están
en movimiento, algunas son movidas por la realización
de sus propias potencialidades inherentes, y -otras sólo
por estar implicadas en el movimiento de alguna otra
cosa de la cual son inherentes." 35 Por ejemplo, un clavo
que se halle en un costado de una nave, no se mueve
por si mismo (katlt' auto), sino que es movido per acci-
dens. (symbebekos), sin cambiar su lugar. Llegamos aquí
a la primera dificultad conceptual en la doctrina espa-
cial de Aristóteles, dificultad que llegó a ser uno de los
principales problemas de la física medieval. Es la si-
=; Aristóteles, Fisica, IV, 4, 211 a, 18.
La emancipación del aristotelismo 99

guiente: Si el espacio es la superficie cóncava del cuerpo


continente y el movimiento es el cambio de espacio,
jcómo puede conciliarse el concepto de "movimiento per
accidens" con estas definiciones? Examinando el proble-
ma en términos modernos, resulta claro que Aristóteles
estaba totalmente al corriente de que se puede inferir
el movimiento Únicamente con referencia a otro cuerpo,
es decir, mediante la elección de un cuerpo inmediata-
mente circundante, tomado como sistema de referencia.
De esta manera, Aristóteles planteó una dificultad que
ha confundido a muchos pensadores a través de los tiem-
pos. Sexto Empírico luchaba ya contra esta contradic-
ción obvia en .su obra Contra los fisicos, diciendo:
Estos movimientos, pues, son omitidos de su descripción;
pero hay también otra clase de movimiento transitorio más
sorprendente, en el que el objeto en movimiento es concebido
como si no dejara el lugar en que está, ni como un todo, ni
tampoco parte por parte; y también esto queda omitido de su
definición, como es obvio de inmediato. Y el carácter peculiar
de este movimiento será más evidente cuando lo hayamos ex-
plicado con un ejemplo. Si supusiéramos que, cuando una nave
avanza contra el viento, un hombre lleva una vara enhiesta de
la proa hacia la popa y moviéndose a la misma velocidad que la
nave, de manera que en el tiempo en que ésta completa la
distancia de un codo hacia adelante, en ese mismo tiempo el
hombre que se mueve en la nave recorre la distancia de un
codo en sentido contrario, entonces, en el caso así supuesto, con
certeza habrá movimiento transitoi-io, pero el objeto en movi-
miento no saldrá del lugar en que se halla, ni como un todo
ni en partes; pues el hombre que se mueve en la nave perma-
nece en la misma perpendicular, tanto del aire como del agua,
debido al hecho de que es llevado tanto hacia adelante como
parece que avanza hacia atrás. Es posible, por consiguiente,
que una cosa que no deja el lugar en que está, ni. completa-
mente ni tampoco por partes, se mueva transitoriamente.%

En estas palabras, Sexto Empírico ataca las defini-


ciones de Aristóteles de lugar y de movimiento, pero no
advierte la posibilidad de adoptar como sistema de refe-
rencia algún cuerpo distante, con el cual fuese puesto
30 Sexto Empírico, Contra los fisicos, 11, 55.
100 Conceptos de espacio

en relación espacial el cuerpo de que se trata. Esto no


sólo hubiera eliminado la dificultad que le preocupaba,
sino que también hubiera hecho posible correlacionar
los movimientos de diferentes cuerpos, bajo un aspecto
común. Pero ese paso lo habría obligado a rechazar la
definición aristotélica de lugar, como la superficie del
cuerpo adyacente. La autoridad de Aristóteles era dema-
siado grande para un cambio tan radical. Incluso Guiller-
mo de Occam, el revolucionario nominalista del siglo XIV,
consideró necesario adoptar la definición de espacio de
Aristóteles:
Se han ofrecido diferentes explicaciones, por diferentes per-
sonas, para mantener la inmovilidad del lugar. Así, algunos
dicen que el lugar tiene dos aspectos, a saber, lo que es ma-
terial en el lugar, es decir, la superficie del cuerpo continente;
en segundo lugar, lo que es formal en el lugar, es decir, su
orden con respecto al universo (ordo ad universum). Este or-
den con respecto al universo, sin embargo, es siempre inmóvil.
Pues el lugar, con respecto a su aspecto formal, no puede ser
movido por sí mismo ni tampoco per accidens.. ."

Ejemplificando, Occam refiere el caso clásico del bar-


co anclado:
Aunque constantemente lleguen nuevas masas de agua alre-
dedor del barco, y aunque el barco no siempre ocupe el mismo
orden en relación con las partes del río, porque éstas se están
moviendo constantemente, incluso con respecto al río como un
todo, no obstante, el barco permanece en el mismo lugar mien-
tras está anclado. . . Si vos estáis en reposo, e incluso si todo el
aire que os rodea, o cualquier cuerpo que os circunde, están en
movimiento, vos estáis siempre en el mismo lugar; pues siempre
estáis a la misma distancia del centro y de los polos del uni-
verso. Por lo tanto, con respecto a éstos, el lugar es llamado
inmóvil."

Parece que tenemos aquí por primera vez la intro-


ducción de la distancia, para la identificación del lugar.
De esta manera, la inmovilidad de un determinado lu-
Guillermo de Ocaam, Summulae in libros physicorum, Bolonia, 1944.
* Ibid.
La emancipación del aristotelismo 101

gar quedó reducida a la constancia de la distancia a que


se encuentra respecto a un cierto cuerpo de referencia o
a un grupo de tales cuerpos. Como lo indican las palabras
de Occam, "la misma distancia del centro y de los polos
del universo", este cuerpo de referencia era generalmente
la esfera más exterior de la cosmologia aristotélica-to-
lomeica.
Así llegamos al segundo problema planteado dentro
del marco de la física aristotélica. La esfera más exte-
rior del universo aristotélico, era considerada como si se
moviera con una velocidad angular constante, pero ca-
recía por si misma de ya que no estaba contenida
en ningún otro cuerpo. Ya hemos visto que esta dificul-
tad dio lugar a muchas discusiones sutiles.40
Todos los intentos por conciliar la obvia contradicción
entre la noción de carencia de lugar (o de espacio) para
la última esfera,4l y la suposición de que ésta, se mueve
(y, por lo tanto cambia de lugar según la definición de
movimiento de Aristóteles), estaban condenados al fra-
caso. Se mantuvieron como un problema importante de
la filosofía escolástica hasta que, finalmente, Copérnico
llegó a la conclusión de que ambas ideas eran irrecon-
ciliables y de que, por lo menos una de ellas tenía que
ser rechazada. O bien tenia que ser revisada la defini-
ción de "lugar", o el dogma del movimiento de la esfera
celeste más exterior tenia que ser repudiado. Como sa-
bemos, Copérnico prefirió la segunda alternativa. El he-
cho de que este problema fue en realidad uno de los
principales estímulos para la revisión radical que hizo
Copérnico de la concepción cosmológica aceptada, queda
de manifiesto en las diversas observaciones que hace en
30 Aristóteles, Fisica, IV, 5, 212 b, 10, por ejemplo.
40 Véase la página 65 y también la 91.
u Daqte, Paraíso, XXVII, en donde, con licencia poética, ofrece una
solución teológica para el problema:
E questo cielo non ha altro dove
Che la mente divina.
(Y este cielo no tiene otro sitio
donde adquirir movimiento más
que en la mente divina)
102 Conceptos de espacio

De revolutionibus orbium caelestium (1543). En el Ca-


pítulo V del Libro Primero, dice Copérnico: "Cumque
caelum sit, quod continet et caelat omnia, communis
universorum locus, non statim apparet, cur non magis
contento quam continentj, locato quam locantj motu's
attribuatur." 42 Copérnico sostiene que sería mucho más
simple atribuir movimiento al cuerpo contenido, que. atri-
buírselo al continente, pues tal cosa evidentemente resol-
vería el problema. En el Capítulo VI11 del mismo libro,*
llega a calificar de "absurdo" el atribuir movimiento al
último cuerpo continente. Así dice: "Addo etiam, quod
satis absurdum viderétur, continenti sive locanti motum
adscribi, et non potius contento et locato, quod est tema."*
Y cuando Copérnico ofrece, en el Capítulo X del Libro
Primero, una anticipación de su nueva cosmología, se
siente justificado al decir: "Prima et suprema omnium
est stellarum fixarum sphaera, se ipsam et omnia con-
tinens, ideoque immobilis; nempe universi locus, ad quem
motus et positio caeterorum omnium syderum confera-
tur." 44 Nos parece claro que la palabra ideoque (por lo
tanto) indica que al contenerse tanto a sí misma comp
a todos los otros cuerpos, implica la carencia de movi-
miento. No es usual señalar que la revolución coperni-
cana fue, en parte, el resultado de la solución de una
dificultad implícita en la definición aristotélica de lugar,
o espacio. Sabemos muy bien que el problema del mo-
vimiento "sin lugar'' de la esfera más exterior, no fue
42 F. y C. Zeller, editores, Nicolai Copernici Thorunensis De revolu-
tionibus orbium caelestium libri ser, Munich, Oldenbourg, 1949, pág. 14.
["Siendo el cielo lo que contiene y cubre todo, lugar común de todas las
cosas, no aparece inmediatamente el por qué se atribuya movimiento más
a lo contenido que al continente, al colocado que al colocante."l
43 F. y C. Zelier, editores, Nicolai Copernici Throunensis De revolu-
tionibus orbium caelestium libri sex, Munich, Oldenbourg, 1949, pág. 20.
* "Afiado también que parecería bastante absurdo atribuir movimiento
al continente o colocante, y no más bien al contenido y colocado, que es
la tierra."
44 F. y C. Zeller, editores, Nicolai Copernici Throunensis De revolu-
tionibus orbium caelestium libri sex, Munich, Oldenbourg, 1949, pág. 25.
["La primera y suprema entre todas es la esfera de las estrellas fijas, que
se contiene a si misma y a todas las cosas, y por lo tanto es inmóvil; es
decir, el lugar de todo, al que se refieren el movimiento y la posición de
todos los demás espacios siderales."]
La emancipación del aristotelismo 103

el único factor que condujo a Copérnico a sus nuevas


concepciones. La forma en que Copérnico resolvió ese
problema, ya ha sido sugerida por Alexander Afrodisien-
sis, quien, según la obra de Narboni, Kavvanot ha-Piloso-
fim (Intenciones de los filósofos), concebía una esfera
exterior inmóvil que no existe en un lugar; asimismo,
como lo hemos visto anteriormente, se propusieron otras
esferas adicionales como continentes de la esfera de las
estrellas fijas. Pero en todos estos casos no advertimos
ningún cambio importante en las concepciones cosmo-
lógicas.
Por lo que se refiere a la primera de las dos alterna-
tivas mencionadas antes, es decir, la del rechazo de la
definición aristotélica de lugar, había sido adoptada más
de 150 años antes de Copérnico. Fue un paso que condujo
a la revisión radical de toda la física aristotélica. Tan
revolucionaria como la de Copérnico, no consiguió pro-
ducir frutos debido a condiciones adversas de carácter
político y religioso. Nos referimos a la crítica que hizo
Hasdai Crescas (hacia 1400) de la física aristotélica, en
su Or Adonai (Luz de Dios). Si hemos de considerar la
contribución de Crescas en su verdadera perspectiva his-
t h i c a , debemos partir nuevamente de la cuestión del
espacio fuera del universo.
La doctrina de Aristóteles proporcionaba una defini-
ción clara y precisa de lugar, en tanto que la doctrina
rival, según la exponían los atomistas y, más tarde -ha-
ciendo caso omiso de la antigua tradición pitagórica-,
los estoicos y Filopono, dejaban de dar una definición
estricta del espacio o del lugar, considerando al espacio
como un concepto más o menos primitivo en la construc-
ción del sistema. En realidad, la concepción intuitiva del
espacio extendido vastamente, que rodea al universo ma-
terial, parece haber estado $atente a través del tiempo; y
se la puede hallar, en forma subyacente, incluso en las
doctrinas más conservadoras de la cosmología teológica
medieval. Así, por ejemplo, entre los errores condenados
en 1277, se encuentra el siguiente:. "Quod Deus non pos-
104 Conceptos de espacio

sit movere Coelum motu rectu. Et ratio est quia tunc


relinqueret vacuum." 45 En los términos de la .física aris-
totélica, la idea misma del movimiento del universo como
un todo, resulta absurda y sin sentido, pues el movi-
miento presupone lugar, un lugar en el que el objeto en
movimiento se halle y un lugar hacia el cual se dirija.
Pero en la física aristotélica, el lugar, por definición, se
encuentra únicamente en el seno del universo.
Con el objeto de ilustrar la manera en la que luchó
el pensamiento del siglo XIV con el problema del espacio
exterior, citamos en detalle un pasaje de la obra Super
quattuor libros sententiarum quaestiones subtilissimae,
de Ricardo de Middleton:
Respondo que Dios podría desplazar a la esfera más exte-
rior (creando o no creando espacio fuera de ella) en movi-
miento rectilíneo, aunque seria imposible para cualquier fuerza
aplicar tal movimiento a un cuerpo tomado en si mismo y como
un todo, mientras no haya espacio fuera de él. De esto (puede
inferirse) que si existiera únicamente un sólo ángel, Dios no
podría desplazarlo en tal movimiento, si no fuera creando es-
pacio fuera o en torn6 a él; con todo, Dios podría desplazar
cualquier cuerpo en movimiento rectilíneo, incluso si no exis-
tiera espacio fuera de él, con la condición de que el movimiento
fuera parcial y accidental. De la misma manera, si hubiera una
oquedad en la esfera empírea y si el hombre más pequeño
tuviera una lanza, cuya punta condujera en un movimiento
rectilineo hacia la superficie más exterior del cielo empíreo,
haría que determinada parte de la lanza, en el curso de su
movimiento, pasara a través de la Última esfera, aunque fuera
de ella no exista espacio. Así pues, digo que si Dios desplazara
en un movimiento rectilíneo adecuado una parte del cielo em-
píreo, hacia la tierra, aunque la dimensión y la cantidad de
aquél permaneciera idéntica, haría que otra parte del cielo se
desplazara en movimiento rectilíneo, aunque no en el espacio.
Así, también queda claro que $1 puede desplazar todo el cielo
en movimiento rectilíneo, mediante el movimiento rectilíneo de
la parte que 131 mueve en el espacio:0
. I j Denifle-Chatelain, Chartularium Universitatis Parisiensis, 1889-97, Vo-
lumen l , p&g. 546. ["Que Dios no puede mover el cielo con movimiento
rectilineo. Y la razón es porque entonces dejaría vacío."l
40,Ricardo de Middleton, Super quattuor libros sententiarum quaestio-
nes subtilissimae, pAg. 186. El texto latino es citado también por Alexan-
der Koyr6 en "Le vide et l'espace infini au XIVeme siecle", Archives
La emancipación del aristotelismo 105

La física aristotélica en general, y su teoría del espacio


en particular, fueron sometidas a una crítica penetrante
y detallada durante el siglo XIV. Henri de Gante, Ricardo
de Middleton, Walter Burleigh y Tomás Bradwardine se
ocuparon ampliamente del controvertido problema del
espacio y el vacío. Al mismo tiempo, sin embargo, no
debe olvidarse que las revisiones y las críticas se plan-
tearon principalmente desde el punto de vista teológico.
Además, las revisiones no fueron incorporadas a ningún
sistema consistente; a menudo fueron adoptadas sólo como
suposiciones probables; como sucedió, por ejemplo, con
la teoría del vacío de Nicolás de Autrecou~-t.47
En Hasdai Crescas encontramos a un pensador inde-
pendiente, que se enfrenta a sus opositores sólo después
de haber presentado su caso tan objetivamente como le
era posible. Su crítica de la física aristotélica, aunque se
remonta a los fundamentos de la teología judaica orto-
doxa, no se limita a las meras afirmaciones o refutaciones,
como sucedía con el Kalam en la filosofía musulmana.
Crescas consigue señalar con claridad las contradicciones
e inconsistencias internas, y sólo entonces procede a hacer
una nueva formulación y a exponer una concepción re-
visada.
, En la proposición 1 de la segunda parte de su obra
d'histoire doctrinale et litteraire du Moyen Age, 1949, pág. 71: Respondeo
quod Deus posset movere ultimum coelum (sive creando spacium extra
ipsum sive non creando) motu recto, quamvis enim eandem rem per se, et
secundum se totam impossibile sit moveri motu locali recto, per quam-
quamque potentiam nisi extra ipsam sit aliquod spacium (unde si nulla
creatura esset nisi unus angelus, Deus non posset ipsum angelum tali
motu movere nisi in quantum posset creare aliquod spacium extra ipsam,
ve1 circa), tamen per accidens ve1 secundum partem Deus posset movere
Corpus aliquod motu locali recto, quamvis extra ipsum nullum esset spa-
cium, inde si esset aliquod foramen in coelo empyreo. et minimus horno
habeat lanceam, impellendo per motum rectum, partem lanceae inferio-
rem versus ultimam superficiem coeli empyrei, faceret. quod lancea motu
recto trascenderet quantum ad aliquam sui partem, ultirnam superficiem
coeli empyrei, quamvis extra ipsam nullum sit spacium, sic diso, quod
Deus si moveret motu proprio recto unam partem coeli empyrei usque
ad terram, figura coeli et quantitate salvis manentibus, faceret quod alia
pars coeli moveretur motu recto; quamvis non in aliquo spacio. Sic ergo
patet, quod posset totum coelum movere motu recto-per rectum motuh
illius partis quam moveret in spacio.
47 Véase, J. R. O'Donnell, "The Philosophy of Nicholas of Autrecourt",
Medieval Studies, 4, 97, 1942.
106 Conceptos de espacio

Or Ad0nai,4~Crescas refuta la definición de lugar de


Aristóteles -la superficie adyacente al cuerpo continen-
te-, señalando todos los absurdos a los que conduce ne-
cesariamente. En primer lugar, la definición de Aristó-
teles no puede aplicarse consistentemente al cielo. En la
Física, al referirse al problema de si la esfera más ex-
terior posee o no un lugar, Aristóteles dice: "Pero el
cielo, como se ha dicho, no está en ninguna parte como
un todo, ni en determinado lugar, ya que no existe cuer-
po que lo abarque; pero mientras se mueve, constituye
lugares para sus propias partes, ya que una parte abarca
a la otra."4s Si se concibe al "cielo", en este sentido,

Figura 2

como lo concibió Temistio, es decir, como la esfera más


exterior, entonces el significado del término "lugar", apli-
cado a la esfera más exterior, es diferente del que tiene
cuando se aplica a las demás esferas. Por otra parte, si
aceptamos las interpretaciones de Avempace y Averroes,
según las cuales el lugar de las esferas celestes es el
centro en torno al cual giran, caemos en otra inconsis-
tencia. Los cuerpos celestes se adaptarían a permanecer
en un lugar inferior a ellos, porque cada cuerpo se adapta
naturalmente a permanecer en su lugar, sin embargo, el
fuego no está adaptado a permanecer en un lugar infe-
rior a 61. Un cuerpo continuamente extenso, como por
ejemplo la atmósfera, conduce de nuevo a mayores difi-
4s H. A. Wolfson, Grescas' critique of Aristotle, Cambridge, 1929, p5-
gina 199.
4 3 Aristóteles, Fisica, IV, 5, 212 b, 8-13.
La emancipación del aristotelismo 107

cultades. El lugar propio del aire, como un todo, es el


límite cóncavo interno del fuego. ¿Cuál es, entonces, el
lugar propio de una parte del, aire rodeada de otras par-
tes de aire? ¿SU lugar es idéntico al lugar del aire como
un todo? En ese caso, ¿qué sucede con la exigencia de
Aristóteles,5O de que el lugar sea igual al objeto que lo
ocupa?
Por otra parte, si su lugar está constituido por las
otras partes del aire circundante, el lugar no será dis-
tinto del que ocupa, de manera que también en este
caso las exigencias de Aristóteles j1 se irán por la borda.
Además, el lugar de la parte no sería una parte del lu-
gar del todo. En otras palabras, el análisis de Crescas
muestra que, incluso por lo que se refiere a los elementos
sublunares, las exigencias de Aristóteles -"separación",
"circundancia" e "igualdad"-, que éste mantiene como
esenciales para el concepto de lugar, son incompatibles.
Más aún, la aceptación de la definición de lugar de
Aristóteles conduce a una paradoja, insinuada por Cres-
cas y expuesta en detalle por su alumno Josef Albo.j2
Esta paradoja es la siguiente: El lugar de una parte puede
ser mayor que el lugar del todo. Consideremos un cuerpo
esférico, como el que aparece en la Figura 2a, y hagamos
en él un corte, como lo muestra la Figura 2b. Es evidente
que el nuevo cuerpo, que obviamente constituye sólo una
parte de la esfera, posee un "lugar" mayor que el de la
esfera entera, conclusión que contradice al sentido común
y a la geometría euclidiana.
-, Según Crescas, cualquier definición de lugar (o de
j
espacio) debe cumplir el requisito de que el lugar de un
cuerpo, tomado como un todo, sea igual a la suma de los
lugares de las partes en las que puede subdividirse. Sin
embargo, sobre la base de la definición de Aristóteles que
identifica al lugar con el límite adyacente, el "lugar" de
m Aristóteles, Fbica, 211 a, 27.
m Ibid., 211 a.
Ga Joseph Albo, Sefer Ha-Ikkarim (Libro de los Principios), editado por
Isaac Husik, Filadelfia, 1929, Vol. 2, pág. 105. Vease, Dogmas, 11, 17, Son-
zino, 1485.
108 Conceptos de espacio

un cubo es claramente menor que la suma de los lugares


de los pequeños bloques en que puede dividirse.
Exponiendo las ideas de su maestro, Josef Albo critica
la definición de "lugar" de Aristóteles y dice en su Sefer
Ha-'lkkarim:
Además se sigue, según él, que el lugar de la parte es mayor
que el lugar del todo. Pues si se extrae una parte del interior
de una esfera, se necesitará, para cubrirla por afuera y por
adentro, una superficie mayor que la que necesitaba cuando
era sólida. Además, se seguiría, de acuerdo con él, que el mismo
cuerpo tendrá muchos lugares de diferente magnitud. Pues si
se divide un cuerpo en partes, cada una de éstas requerirá un
lugar mayor que el que requería antes de la división; y lo mis-
mo es cierto si se dividen las partes en otras partes, y éstas
nuevamente en partes. Pero esto es contrario a la afirmación
que hace Euclides, en su libro Sobre lo pesado y lo ligero> en
donde dice que cuerpos iguales ocupan lugares iguales. Pero,
según la hipótesis aristotélica, esto no es verdad. Pues de dos
cuerpos iguales, aquél que es dividido necesita un lugar mayor
que el otro. Todas estas dificultades provienen de la opinión
de que el lugar es una superficie limitante e ~ t e r i o r . " ~

Tales son los principales argumentos que expone Cres-


cas contra la definición de lugar de Aristóteles. Estos
argumentos lo llevaron a elaborar su propia concepción,
según la cual el espacio es un gran continuo de dimen-
siones infinitas, un vacío inmóvil, capaz de albergar la
materia. "El verdadero lugar de una cosa es el intervalo '
que hay entre los límites lo que lo circunda." 6 T r e s c a s
adopta la definición tentativa de Aristóteles, pero final-
mente rechazada por éste, según la cual el lugar es "una
especie de extensión dimensional comprendida entre los
puntos de la superficie c ~ n t i n e n t e " .El
~ ~rechazo que hizo
Aristóteles de esta definición, se basó en que contradice
las exigencias de separación e inmovilidad del lugar.
Identificando esta "extensión dimensional", con el vacío
Sobre esta obra espuria, vease el articulo de Steinschneider, "Euclid
bei den Arabern", Zeitschrift f ü Mathematik,
~ hist. litt. Abt., 31, 1886.
Albo, Sefe?. Ha-'Ikarim, pág. 106.
Crescas, OT Adonai, Proposición 1, Parte 11; véase la nota 48, pág. 195.
EQ Aristóteles, Ftsica, IV, 4, 211 b 8.
La emancipación del aristotelismo 109

que se convierte en lugar cuando contiene un cuerpo,


Crescas procede a demostrar que los argumentos de Aris-
tóteles no son válidos. Su respuesta al argumento de
Aristóteles de que, puesto que todos los cuerpos se mue-
ven, si el espacio fuera el intervalo de un cuerpo, enton-
ces el espacio se movería en el espacio, es la siguiente: no
hay varios espacios; el espacio es uno, infinito e inmó-
vil. Con la mezcla de la materia, el vacío infinito se
convierte en la extensión de los cuerpos físicos.
La definición de espacio de Crescas no sólo lo sitúa
en oposición a la física aristotélica, sino que además lo
convierte en el primero que propone la realidad del
vacío, en la filosofía judaica. De la misma manera en
que el atomismo -incluso en su forma teológica musul-
mana- nunca fue aprobado por los filósofos judíos, con
excepción de Abraham ibn Ezra, así también, la posibi-
lidad de un vacío siempre fue rechazada por el pensa-
miento filosófico judío, hasta que Crescas se convirtió
en su gran defensor. Una de las razones de esta actitud
tradicional judía hacia el problema del vacío, fue la
inmensa influencia de Aristóteles en el pensamiento me-
dieval judaico; otra razón fue el punto de vista empírico
adoptado por los pensadores judíos.
Crescas desafió dicha actitud, refutando uno tras otro
los argumentos de Aristóteles contra la existencia del
vacáo. En su refutación del argumento de Aristóteles, de
que la existencia de un vacío impediría cualquier movi-
miento, Crescas insinúa su posición sobre la estructura
física del espacio; de ahí que su refutación tenga un in-
terés tan especial para nosotros. Según Aristóteles, el
medio es una condición indispensable para el movimien-
to, porque sirve constantemente a la vez como terminus
a quo y como terininus ad quem para el cuerpo en mo-
vimiento, cuyo movimiento natural lo conduce a su lugar
natural. Crescas intenta demostrar que el movimiento no
depende de la existencia de un medio. El primer paso
en su argumentación consiste en afirmar que el peso y
la ligereza son cualidades intrínsecas de los cuerpos, e
110 Conceptos de espacio

independientes de cualquier medio. "Todos los cuerpos


en movimiento tienen determinada cantidad de peso, di-
firiendo sólo secundum minus et m a j ~ s " , 5y~ el moyi-
miento ascendente es el resultado de la presión ejercida
sobre los cuerpos, por otros cuerpos más pesados.
Pasando por alto la noción de una tendencia interna
de los elementos para alcanzar su lugar natural, Cres-
cas restablece algunas opiniones, en particular las de los
atomistas, según las cuales las diferencias de peso son el
resultado de diferencias en la estructura interna de los
cuerpos. Pero estas ideas son planteadas por Crescas úni-
camente como hipótesis; no las lleva hasta, su conclusión
lógica, ni al rechazo de los lugares naturales, sino que
sólo las expone para mostrar que es posible no tomar en
cuenta al medio como causa del movimiento. Para él,
aunque se tomara una posición más conservadora y se
considerara al movimiento de la materia como un es-
fuerzo interno de los elementos por alcanzar su lugar
natural, el medio no es, bajo ninguna circunstancia, la
causa eficiente del movimiento. Las partes de un vacío
pueden no mostrar ninguna diferenciación en su natura-
leza constitutiva, ya que el vacío es un continuo homo-
géneo. Sin embargo, con respecto a las distancias rela-
tivas entre estas partes y la esfera lunar (la periferia) y
la tierra (el centro), manifiestan una diferenciación, aun- ,
que sólo sea de relación externa. De esta manera, Cres-
cas llega asombrosamente cerca de la idea de la actio in
distans. "Así, cuando el fuego se desplaza de una parte
del vacío a otra, en un movimiento ascendente, esto .no
se debe a que trate de escapar de una parte del vacío
para estar en otra, sino más bien a que en su esfuerzo
por acercarse a su propio lugar, que es la concavidad de
la esfera lunar, debe alejarse naturalmente de esas re-
.motas partes del vacío y ocupar las partes más cercanas
a su propio lugar."
El, vacío o espacio, que según Crescas se convierte en
Crescas, o p . cit., nota 48, pág. 185.
Ibid., loc. cit., pág. 402.
La emancipación del aristotelismo 111

extensión material cuando está ocupado por materia, es


concebido Dor él como una extensión infinita. De esta
manera, Crescas abre un nuevo frente en su lucha contra
la física peripatética, según la cual el universo es finito
y limitado. La demostración de Aristóteles de la impo-
sibilidad del infinito, es planteada en Del cielo 59 en un
pasaje clásico que resultaba plausible para el hipnoti-
zante pensamiento medieval:
Los movimientos ascendente y descendente son contrarios,
y los movimientos contrarios son movimientos hacia lugares
opuestos; y si uno de dos opuestos está determinado, el otro
también tiene que estar determinado. Pues de dondequiera
que venga un cuerpo que se mueva hacia abajo, no puede llegar
más allá del centro, ya que está determinado. Estando determi-
nado el centro, el lugar superior también tiene que estar de-
terminado; y si sus lugares están determinados y son limita-
dos, los cuerpos mismos tienen que ser limitados.

En la Fisica y en la Metafisica, Aristóteles también


intenta demostrar la imposibilidad de la extensión infi-
nita, tanto de la corpórea como de la incorpórea. Un
examen de la forma en que Crescas refuta estos argu-
mentos, nos llevaría muy fuera de nuestro campo, por
lo que sólo podemos remitir al lector interesado al libro
de Wolfson.
Como en sus argumentos anteriores, también en la
refutación del concepto de Aristóteles sobre el infinito,
Crescas socava a su oponente con argumentos válidos y
no se limita únicamente a manifestar su desacuerdo. Por
consiguiente, como el primero que propuso el espacio
infinito homogéneo, Crescas hizo una valiosa contribu-
ción a la historia del pensamiento científico; pues no sólo
volvió la espalda a los conceptos aristotélicos, sino que
también, mediante un razonamiento estrictamente lógico,
anticipó algunas ideas fundamentales d e la física de los
siglos XVI y XVII. Fue una gran desgracia que no hubiera
podido llevar sus ideas hasta su total florecimiento. La
5s Aristóteles, Del cielo, 1, 273 a, 10.
112 Conceptos de espacio

inestabilidad política de la España del siglo xv, puso fin


a las actividades intelectuales de los judíos catalanes.
La teoría del espacio de Crescas resolvió el problema
de la esfera más exterior: El vacío infinito proporciona
espacio a esta esfera, de manera que su rotación eterna
se convierte en un tipo especial de movimiento local, y
la esfera deja de ser límite y frontera final del espacio.
La solución que ofreció Crescas para el problema no
fue la única que se propuso a principios del siglo xv.
Nicolás de Cusa ofreció otra. Para De Cusa, el movi-
miento universal no tiene centro, puesto que, en términos
de su principio de la coincidentia oppositorum, el mínimo
absoluto debe coincidir con el máximo absoluto. Pero
sólo Dios puede ser considerado como el máximo abso-
luto de la existencia, de modo que De Cusa concluye:
"Qui igitur est Centrum mundus? scilicet est Deus bene-
dictus, ille est Centrum terrae, et omnium sphaerarum." G0
Sin embargo, desde el punto de vista puramente físico, la
identificación del centro del universo con su circunfe-
rencia resulta un absurdo obvio. Para De Cusa, el mundo
no tiene centro ni circunferencia. ".Quia minimum cum
maximo coincidere necesse est. Centrum igitur mundi
coincideret cum circumferentia. Non habet igitur mun-
dus circumferentiam." 61 De manera que es claro que la
tierra no es el centro del universo o del espacio. "Terra
non est centrum mundi." La manera en la que De Cusa
Nicolás de Cusa, De docta ignorantia, 11, 11. (Traducción al español,
De la docta ignorancia, Buenos Aires, Lautaro, 1952.) Véase, de A. Petzelt,
editor, Nicolaus v o n Cues, Texte seiner philosophischen Schriften, nnch
der Ausgabe v o n P a d 1514, sowie der Drucklegung v o n Basel 1565, Stutt-
gart, Kohlhammer, 1949, Vol. 1. ["¿Cuál es el centro del mundo?, lo es
Dios bendito, que es el centro de la tierra y de todas las esferas."]
Nicolás de Cusa, De docta ignorantia, 11, 11. (Traducción al espaiiol,
De la docta ignorancia. Buenos Aires, Lautaro, 1952.) Véase, de A. Petzelt,
editor, Nicolaus v o n Cues, Texte seiner philosophischen Schriften, nnch
der Ausgabe v o n Paris 1514, sowie der Drucklegung v o n Basel 1565, Stutt-
gart, Kohlhammer, 1949, 21. ["Porque es necesario que coincida el mínimo
con el máximo. El centro del mundo coincidiría pues con la circunferen-
cia. No tiene pues circunferencia el mundo."]
ea Nicolás de Cusa, De docta ignomntia, 11, 11. (Traducción al espabol,
De la docta ignorancia, Buenos Aires, Lautaro, 1952.) Véase, de A. Petzelt,
editor, Nicolaus v o n Cues, Texte seiner philosophischen Schriften, m c h
der Ausgabe v o n Paris 1514, sowie der Drucklegung v o n Basel 1565, Stutt-
gart, Kohlhammer, 1949, 21.
La emancipación de1 aristotelismo 113

llega a derivar el movimiento de la tierra, anticipando


con ello algunas ideas de la teoría copernicana, no entra
en nuestro tema. Pero para nosotros es importante seña-
lar que la ausencia de un cuerpo en reposo absoluto (la
tierra) acaba con la posibilidad del movimiento absoluto
y del espacio absoluto. Este carácter relativo de la posi-
ción y del movimiento es el que hace tan moderna la
teoría espacial del Cusano. Otro de sus rasgos modernos
es el rechazo de la idea de que hay una jerarquía de
valores que domina las diferentes regiones del espacio.
De origen aristotélico, esta idea está implícita en la doc-
trina del paralelismo físico-moral. Como es bien sabido,
la biología aristotélica atribuye a las partes superiores
del cuerpo un mayor grado de nobleza que a las inferio-
res. Como consecuencia de esta concepción, así como de1
paralelismo entre el macrocosmos y el microcosmos, los
términos "alto" y "bajo", aunque principalmente son no-
ciones puramente geométricas de orientación espacial, en
la mayoría de las lenguas llegaron a usarse para refe-
rirse a la distinción de los valores.c3 El conce~tode una A.

jerarquía espacial de valores, encontró su expresión más


perfecta en la Divina Comedia, de Dante, la cual, desde
este punto de vista, es una metáfora espacial de la gra-
dación del pecado y de la bienaventuranza. La medida en
'que esta concepción antropomórfica llegó a ser parte in-
tegrante de la filosofía natural de la Edad Media, puede
ser ilustrada por el hecho de que Nicolás de Autrecourt
tuvo que renunciar a su tesis prematura: "Quod non po-
test evidenter ostendi nobilitas unius rei super aliam."G4
Nicolás de Cusa, objetando la teoría espacial de los
- valores, afirma explícitamente: "Neque dici debet, quod

03 Las designaciones "derecha" e "izquierda" ("dextra", "sinistra"), se


originaron en un desarrollo algo opuesto: lo "propicio" o "leal" (en
hebreo "yamin") se convirtió en "derecho"; lo "siniestro", maligno, en
."izquierdop'. En el papiro de Ebers, famoso documento de la tempra-
na medicina egipcia, que data muy probablemente de 3400 a.n.e., se halla
una referencia a la difundida creencia de aue el lado izauierdo es de maI
agüero.
Denifle-Chatelain, Chartularium.Universitatis Parisiasis, 11, pág. 544.
["Que no se puede mostrar en forma evidente la nobleza,de una cosa
sobre la otra."]

Conceptos de espacio.4
114 Conceptos de espacio

quia terra est minor sole et ab eo recipit influentiam,


quod propterea sit vilior."" Para el Cusano, la Tierra
no es ciertamente el cuerpo celeste más pequeño, ya que
la Luna y Mercurio son menores que ella; tampoco pue-
de sacarse ninguna conclusión del hecho de que la Tierra
dependa del Sol, ya que la Tierra, como cuerpo celeste,
también influye en cierta medida sobre el Sol y sobre
la región de éste.
El rechazo de la jerarquía espacial de valores es la
conclusión lógica de un principio más general que ex-
pone De cusa en su Docta ignorantia: dondequiera que,
uno quede situado en el cielo, le parecerá que es el
centro del universoc Esta afirmación es, evidentemente,
una expresión rudimentaria del llamado "principio cos-
mológico", de la ciencia moderna, por lo que se refiere a
la simetría esférica del espacio. La validez general del
principio de que el universo ofrece el mismo aspecto
desde cualquier punto (y, de acuerdo con una escuela
moderna de cosmólogos, también en cualquier momento),
excepto por lo que toca a irregularidades locales, es acep-
tado en la ciencia moderna como condición necesaria para
la repetibilidad de los experimentos, ya que el espacio
y el tiempo son los Únicos parámetros que, al menos en
principio, están fuera del control del experimentador y
no pueden ser reproducidos a voluntad. Puesto qúe este
postulado de la cosmología moderna -referido no s'ólo
al aspecto puramente geométrico del espacio, sino tam-
bién a sus aspectos cinemática y dinámico-, ha cobrado
gran importancia recientemente, no deja de ser intere-
sante señalar que es en los escritos de1 Cusano en donde
encontramos, quizás por primera vez, la enunciación ex-
plícita de sus implicaciones espaciales. Si hubiera alguna
razón para considerar a Nicolás de Cusa como el que
marca el viraje en la historia de la astronomía, esa razón
sería más bien este enunciado que la insuficiencia de
6s De docta ignorantia, véase la nota 60, pág. 106. ["Ni se debe decir de
que por el hecho de que la tierra sea menor que el sol y reciba influen-
cia suya sea por eso inferior."]
La emancipación del aristotelismo 115

las pruebas de sus descubrimientos astronómicos (el tri-


ple movimiento de la Tierra).G6Sin embargo, hay que
recordar que el enfoque principalmente mística-especu-
lativo de las conclusiones del Cusano, es fundamental-
mente diferente del método científico del Renacimiento.
Con todo, tanto las teorías de Crescas como las de
Nicolás de Cusa, se adelantaron a su época. Si la noción
de espacio iba a emanciparse de la tradición aristotélica,
eso tenía que hacerse, como lo demostró la historia, de
manera más gradual. Dicha emancipación no se alcanzó
sino hasta el sigla XVI. Incluso en De subtilitate, de Car-
dano, el espacio sigue siendo concebido, de acuerdo con
la tradición aristotélica, como la superficie cóncava del
cuerpo limitante. "Est igitur locus ultima corporis super-
ficies, Corpus contentum ambicus." 67
Contrastando con Cardano, Scaliger identifica al es-
pacio con el vacio, que es coextensivo con el cuerpo que
lo ocupa. Bajo la influencia del pensamiento atomista,
Scaliger presupone que el vacio es una condición nece-
saria para el movimiento. "In natura vacuum dari necesse
est." El vacío de Scaliger, sin embargo, no es una ex-
tensión vacía infinita más allá de todos los cuerpos, sino
únicamente el receptáculo que coexiste con la materia y
es penetrado por ésta. Los términos vacuum, locus y spa-
tium son sinónimos para la doctrina de Scaliger. "Idem-
que esse vacuum et locum; neque differre, nisi nomine."
Aunque la teoría de Scaliger representa un importante
avance en la demolición de la doctrina aristotélica, no
constituye aún el paso decisivo, pues para Scaliger el
espacio, tanto en su significado lógico como en su sig-
nificado metafísico, es sólo secundario a la materia. En
una palabra, la física de Scaliger está todavía dominada
por las categorías aristotélicas. Como lo señala Ernst Cas-
00 Véase, Lynn Thorndike, Science and thought i n the fifteenth century,
Nueva York. 1929, pág. 133.
81 Jerome Cardano, De subtilitate, Libro 1.
ii. C . Scaliger, Exotericarum exercitationum liberi ad Hieronymum
Cardanum, París, 1557.
Ibid.
116 Conceptos de espacio

sirer, el viraje real está marcado por las teorías espacia-


les de Bernardino Telesio y de Francesco PatrizzL7O
En su punto de vista filosófico general, Telesio adoptó
algunos conceptos materialistas y estoicos de la Antigüe-
dad, que lo condujeron a atribuir a-las funciones espiri-
tuales un cierto grado de corporeidad. Esto puede expli-
car su tendencia a atribuir realidad independiente al
espacio y al tiempo, para situar a éstos en el mismo nivel
de la materia concreta. Con Telesio, el espacio deja de
ser una mera cualidad para asumir una existencia in-
dependiente, paralela a la materia o "moles"; el concepto
de moles se acerca mucho a la noción newtoniana de
masa. El espacio es el mayor receptor de todo lo exis-
tente. Si un cuerpo deja su lugar o es expulsado de él,
el lugar mismo no se mueve ni es expulsado, sino que
permanece igual y se convierte de inmediato en recep-
táculo de otro cuerpo.
Itaque locus entium quorumvis receptur fieri queat et in
existentibus entibus recedentibus expulsisve nihil ipse recedat
expeilaturve, sed idem perpetuo remaneat et succedentia entia
promptissime suscipiat omnia, tantusque assidue ipse sit, quan-
taquae in ipso locantur sunt entia; perpetio nimirum iis, quiae
in ea locata sunt, aequalis, at eorum nulli idem sit nec fiat un-
quam, sed penitus ab omnibus diversus ~ i t . ~

De esta manera, aunque el espacio es igual a las cosas


que lo ocupan, no es igual a ninguna de estas cosas. En
primer lugar, el espacio es incorpóreo, y, siendo pura
aptitud para recibir materia ("aptitud0 ad corpora sus-
cipenda"), está libre de cualquier acción u operación. El
espacio no manifiesta ninguna diferenciación cualitativa;
70 E. Cassirer, Das Erkenntnisproblem in der Philosophie und Wissen-
schaft der neueren Zeit, Berlín, 1911.
Telesio, De natura rerum j w t a propria principia libri novem, Ná-
poles, 1586, 1, pág. 25. ["De tal manera que el espacio pueda ser receptor
de todos los seres y no sea removido ni expulsado con los seres existen-
tes que son removidos o expulsados, sino que permanezca siempre idén-
tico y reciba inmediatamente todos los seres subsiguientes, y continúe
siendo tanto cuanto son los entes colocados en él; es decir, correspon-
diendo exactamente con los que están colocados en él, pero sin ser ni
volverse nunca igual a ninguno de ellos, sino siendo completamente dis-
tinto de todos."]
La emancipación del aristotelismo 117

es completamente homogéneo en su estructura, de ma-


nera que es imposible la existencia de "lugares natura-
les". Todas las partes del espacio tienen la misma aptitud
para recibir cualquier clase de materia. El movimiento
de los cuerpos en el espacio no es causado por ninguna
diferencia cualitativa inherente al espacio mismo, sino
que es el resultado de las fuerzas físicas. El espacio es
un todo inmóvil ("universum perpetuo immobile perma-
net"). Es accesible a la percepción sensible ("ipso com-
prehensum est sensu"), como lo demuestran claramente
los experimentos realizados con el vacío. Basándose en
fundamentos físicos, Telesio ataca el argumento de Aris-
tóteles contra la posibilidad del espacio vacío, ya que
desdeña hacer demostraciones de la inexistencia de las
cosas cuya existencia es observable patentemente.
Las consideraciones aducidas por Telesio muestran
claramente el nuevo espíritu de la filosofía natural ita-
liana del siglv XVI. Nos enfrentamos nada menos que a
la formulación de una nueva física. Pero -aún tuvo que
superarse otro obstáculo, antes de que estas ideas pu-
dieran ser asimiladas y de que se edificara una nueva
mecánica con base en ellas. La doctrina tradicional de la
sustancia y el accidente, que era el gran baluarte del
, pensamiento escolástico, tenía que ser eliminada. NQdas-
taba con revisar los fundamentos físicos de, la teoría del
espacio: la nueva teoría tenía qúe contar, igualmente,
con un nuevo fundamento metafísico.
Francesco Patrizzi emprendió esta tarea.
Quid ergo est? hypostasis, diastema, est, diastasis, ectasis est,
extensio est, intervallum est, capedo est, atque intercapedo.
Ergo quantitas? Ergo accidens? Ergo accidens ante substantiam?
& ante Corpus? Architas uterque, & Senior Pythagorae audi-
tor, & iunior Platonis amicus, & quicos secuti sunt scriptores
categoriam, hoc spacium non cogn~vere.~'

Patrizzi. Nova de universis philosophia libris quinquaginta compre-


hensa, Venecia, 1593, fol. 65. C"¿Qué es pues? La hipóstasis es la distancia,
la diastasis es la longitud, es la extensión, es el intervalo, es el conti-
nente y lo que en él hay. ¿ES pues cantidad? ¿Es accidente? ¿O accidente
anterior a la substancia?, &yanterior al cuerpo? Ninguno de los dos Ar-
118 Conceptos de espacio

¿Es el espacio una sustancia o un accidente, es cor-


páreo o incorpóreo?, se pregunta en el capítulo "De
spacio physico" de su amplia obra. Ninguno de estos con-
ceptos se aplica al espacio, ya que constituyen Únicamente
maneras de caracterizar a las cosas en el espacio. Se debe
presuponer al espacio como condición necesaria de todo
lo que existe en él. "Id enim ante omnia necesse est esse,
quo posito alia poni possunt omnia; quo ablato alia om-
nia tollantur." 73 Además, las mismas cualidades depen-
den del espacio. Por lo tanto, es claro que el espacio no
encaja en el esquema de la sustancia y el accidente.
"Nulla ergo categoriarum spatium complectitur; ante eas
est, extra eas omnes est. . ." * Patrizzi llega así al impor-
tante resultado de la emancipación del concepto de es-
pacio de la doctrina aristotélica de las categorías. Pero, se
pregunta, jacaso no tiene magnitud el espacio? Y, jno
está por lo tanto sujeto a la categoría de cantidad? He
aquí su respuesta:
Itaque aliter de eo philosophandum est quam ex categoriis.
Spatium ergo extensio est hypostatica per se substans, nulli
inhaerens. Non est quantitas. Et si quantitas est, non est illa
categoriarum, sed ante eam ajusque fons et ~ r i g o . ' ~

Esta concepción del espacio, considerándolo o n u -


gica y epistemológicamente como base primordial de toda
existencia, condujo a Patrizzi, como lo señala C a ~ s i r e r , ~ ~
a dar marcha atrás, hasta llegar a la relación entre las
matemáticas y la física. El estudio del espacio debe an-
chitas, ni el viejo alumno de Pitágoras, ni el joven amigo de Platón, ni
los escritores siguientes, conocieron este tipo de espacio."]
73 Patrizzi, Nova de universis philosophia libris quinquaginta compre-
hensa, Venecia, 1593,, fol. 65. ["Es necesario.que exista antes de todo lo
demás aquello que, puesto, todas las demás cosas pueden ser; quitado,
todas las demás desaparecen."]
* "Ninguna de las categorías abarca cuanto el espacio; él existe antes
que ellas, está fuera de todas ellas."
74 Patrizzi, Pancosmia. De sputio physico, págs. 65 y sig. ["Así pues hay
que filosofar acerca de él de otro modo que respecto de las categorías. La
extensión espacial es pues hipostática y en sí subsistente, sin adherir a
nada. No es cantidad. Y si lo es, no lo es de aquella cantidad de las
categorías, sino anterior a ella, fuente y origen de la misma."]
Cassirer, Das Erkenntnisproblem, Vol. 1, pág. 232.
La emancipación del aristotelismo 119

teceder al estudio de la materia. Para Patrizzi, como e l


espacio no sólo condiciona a la materia como tal, sino
también a las cualidades de ésta, la investigación del
espacio es un requisito previo indispensable para toda
ciencia natural. El espacio no sólo hace posible la natu-
raleza, sino también el conocimiento de la naturaleza.
Antes de que continuemos analizando la influencia de
Patrizzi en el desarrollo de la física del siglo XVII, pode-
mos detenernos para decir algo acerca del lugar que ocu-
pa Giordano Bruno en la historia del desarrollo del con-
cepto de espacio. Como expositor de la filosofía de la
infinitud. Bruno está obligado a deshacerse de la idea de
la finitud del mundo, y así se enfrenta a la física peri-
patética y, en particular, a la definición de lugar de
Aristóteles. "Si el mundo es finito, y más allá del mundo
no hay absolutamente nada, entonces, jen dónde está el
mundo?", pregunta Bruno. La respuesta de Aristóteles
de que el mundo está en sí mismo, aunque proviene 1ó-
gicamente de la definición de lugar, no satisface a Bruno.
Sin atacar la validez de la conclusión lógica, Bruno se
limita a la premisa misma. Es la definición misma la que
es errónea, y de ella sólo puede provenir una conclusión
también errónea. Definir al lugar como la frontera ad-
yacente al cuerpo continente, es hacer imposible la exis-
tencia del espacio para la esfera más exterior, lo que a
la vez hace que carezca de significado cualquier cuestión
relativa a lo que hay fuera del mundo.
Antes de exponer sus propias ideas, Bruno, al igual
que Crescas, menciona los argumentos de Aristóteles:
"La superficie convexa del cielo primordial es el espa-
cio universal, el cual, siendo el continente principal,
no está contenido en nada. Pues la posición en el espacio
no es otra que la superficie y el límite del cuerpo con-
,tinente, de manera que lo que no contenga algún cuerpo
no tiene posición en el espacio." A la pregunta ''¿Dónde
70 Bruno, De l'infinito, universo e mondi,' Venecia, 1634. (On the infi-
nite universe and worlds, traducción de Dorothea Waley Singer en Gior-
dano Bruno, Nueva York, Schuman, 1950, pág. 251.)
120 Conceptos de espacio

está el universo?", Aristóteles sólo puede responder con


base en estas definiciones: "En sí mismo." En este pun-
to se inicia la crítica de Bruno: "¿Qué quieres decir,
ioh Aristóteles!, con esta frase? ¿Que el .espacio está
dentro de sí mismo,? ¿Cuál será tu conclusión concer-
niente a lo que hay más allá del mundo? Si dijeras que
no hay nada, entonces, ciertamente, el cielo y el mundo
no estarán en ninguna parte." Después de referirse a la
importancia que tiene la superficie convexa de la esfera
más exterior, para las relaciones espaciales, Bruno (a
través de las palabras de Filoteo), confiesa: "Entonces,
dejando que esta superficie sea lo que fuere, siempre pre-
guntaré ¿qué hay más allá?" 77 El temperamento inquieto
de Bruno y su constante disposición intelectual hacia
la indagación, no le permitieron quedar satisfecho con la
dialéctica peripatética. Rechazando las categorías finitas
del pensamiento peripatético, expone una visión estáti-
ca del universo infinito tal como lo concibe:
De hoy en adelante extiendo confiado las alas al espacio;
No temo a ninguna barrera de cristal o de vidrio;
Rasgo los cielos y me elevo al infinito.
Y mientras me elevo de mi propio globo a otros,
Y penetro cada vez más en el campo eterno,
Al que otros ven desde lejos, yo lo dejo muy atrás de míy8

Por lo tanto, es muy natural que Bruno exponga una


nueva concepción del espacio infinito, basándose en que
"Si non superficies sed spatium quoddam .locus est, nu-
llum Corpus neque ulla corporis illocata erit sive maxi-
mum, sive minimum finitum sit ipsum, sive i n f i n i t ~ m " . ~ ~
La definición de espacio de Bruno está contenida en la
77 Bruno, De ¿'infinito, universo e mondi, Venecia, 1634. (On the infi-
nite universe and worlds, traducción de Dorothea Waley Singer en Gior-
dano Bruno, Nueva York, 1950, pág. 254.)
78 Bruno, De ¿'infinito, universo e mondi, Venecia, 1634. (On the infi-
nite universe and worlds, traducción de Dorothea Waley Singer en Gior-
dano Bruno, Nueva York, Schuman, 1950. pág. 249.)
70 Bruno, Acrotismus, Viterbo, 1588, 1, 1, pág. 121. ["Si no es la super-
ficie Sino el espacie el que es un cierto lugar, no será ningún cuerpo ni
ninguna propiedad del cuerpo, xa sea el máximo o mínimo, finito o infi-
nito."]
La emancipación-del aristotelismo 121

respuesta que da Filoteo a las tesis de Albertino en el


quinto diálogo de De l'infinito, univmso e mondi. Res-
pondiendo a los argumentos quinto y sexto de Albertino,
Filoteo dice:
Hay un solo espacio general, una sola vasta inmensidad a la
que libremente podemos llamar vacÍo; en él hay innumera-
bles e infinitos (innumerabili e t infiniti) globos como éste en el
que vivimos y crecemos. Declaramos que este espacio es infi-
nito, pues ninguna razón, ninguna conveniencia, ninguna posi-
bilidad, ninguna percepción sensible y ninguna naturaleza le
imponen un límite.. . Está difundido a través de todo, todo lo
penetra y lo envuelve, todo lo toca y a todo está íntimamente
ligado, no dejando en sitio alguno ningún espacio vacío; a me-
nos, claro está, que, como muchos otros, prefieras dar el nombre
de vacío a éste que es el asiento y la posición de todo movi-
miento, el espacio en el que todo tiene su curso.60

Aunque esta definición o descripción del espacio, es


característica del espíritu de la filosofía natural italiana
del siglo XVI, se da el caso, como lo señala Wolfson, de
que haya una cierta deuda de Bruno para con Crescas.
Tanto Crescas como Bruno concentran su crítica de la
definición de Aristóteles en el problema de la esfera más
exterior; ambos pretenden demostrar la existencia de un
vacío con bases semejantes; ambos refutan la teoría de
la ligereza de Aristóteles, de manera muy parecida.,
El hecho de que dos individuos, separados por el tiempo, ,por
el espacio y por la lengua, pero ocupados de los mismos pro-
blemas, con la intención de refutar a Aristóteles, se basaran
en los mismos argumentos, no resulta absolutamente imposible,
ya que tales argumentos se apoyan en la' debilidad inherente
al sistema aristotélico. Pero sabiendo, como sabemos, que un
coterráneo de Bruno, Giovanni Francesco Pico della Mirandola,
separado igualmente de Crescas en el tiempo, el espacio y la
lengua, conoció el pensamiento de Crescas a través de un judío
desconocido, entonces, no ha de excluirse la posibilidad de un
intermediario semejante en el caso de Bruno."

80 Bruno, On the infinite universe and worlds; vease la referencia 76,


págs. 363 y 373.
61 Wolfson, Crescas' critique of Aristotle, pág. 36.
122 Conceptos de espacio

Campanella desarrolla mucho más la teoría del espa-


cio de Patrizzi, sosteniendo que el espacio es la base inmó-
vil de toda existencia: "basin omnis creati, omniaque
praecedere esse saltem origine et n a t ~ r a " En
. ~ ~otro sitio,
Campanella llama al espacio "locus, basis existentiae, in
quo pulcrum Opificium, hoc est mundus, ~ e d e t ' . ' .En ~~
opinión de Campanella, el espacio es homogéneo e indife-
renciado, penetrado corpóreamente y penetrante incorpó-
reamente. Su homogeneidad excluye diferenciaciones ta-
les como "abajo7' o "arriba", que se relacionan con las
diferencias de los cuerpos y no con el espacio. Está de-
más decir que la existencia de los "lugares naturales" es
rechazada enfáticamente por él. Dios creó al espacio como
una "capacidad", como un receptáculo para los cuerpos.
"Locum dico substantiam primam incorpoream, immobi-
lem, aptam ad receptandum omne corpus." s4
Las obras de Telesio, Patrizzi y Campanella muestran
que la filosofía natural italiana debe recibir el crédito de
la emancipación del concepto de espacio, con respecto al
esquema escolástico de sustancia y accidente. En la física
de principios del siglo XIII, el espacio se convierte en el
sustrato necesario para todo proceso físico. Es un concep-
to emancip\ado, despojado de cualquier diferenciación o
fuerza inherentes. Gilbert, en su Philosophia nova, ex-
presa estas ideas de manera concisa:
Sed non locus in natura quicquam potest: locus nihil est, non
existit, vim non habet; potestas omnis in corporibus ipsis. Non
enim Luna movetur, nec Mercurii, aut Veneris stella, propter
locum aliquem in mundo, nec stellae fixae quietae manent
propter locum."

Tomás Campanella, De sensu rerum, 1620, I., Cap. 12.


Campanella, Metaphysicarum rerum jmtla propria dogmata, 1638,
Parte 1, Libro 2, Cap. 13. ["El lugar, base de la existencia, en el que des-
cansa la bella realización que es el mundo."]
Campaneiia, Physiologia, París, 1637, 1, pág. 2. CC'Llamolugar a la
substancia primera incorpórea, inmóvil, apta para servir de receptáculo a
todo cuerpo."]
William Gilbert. De mundo nostro sublunari philosophia nova, Ams-
terdam, 1651, Libro 11,Tap. 8, pág. 144. ["Pero el lugar no puede nada en.
la naturaleza: el lugar no es nada, n i existe, ni tiene fuerza propia; todo
La emancipación del aristotelismo 123

En lugar no afecta a la naturaleza de las cosas, no


tiene nada que ver con que éstas estén en reposo o en
movimiento.
Aunque estas palabras están dirigidas, ante todo, en
contra de la teoría de los "lugares naturales" y de las
fuerzas de atracción ejercidas por ellos, tienen un signifi-
cado mucho mayor. Para comprender el significado pleno
del "vim non habet", en el que Gilbert concuerda con Te-
lesio, Patrizzi y Campanella, hemos de referirnos a un
instrumento que desde la Antigüedad se ha usado gene-
ralmente para medir el tiempo, pero que, paradójica-
mente, ha tenido efectos más importantes en la formación
de los conceptos de espacio: la clepsidra. Puesto que los
filósofos naturales italianos mencionan este aparato en
sus escritos, y como extraen importantes conclusiones de
la manera en que funciona, quizá sea conveniente expli-
car la importancia histórica que tiene la clepsidra en
nuestro tema, en este capítulo.
A r i s t ó t e l e ~ ,refiriéndose
~~ a Anaxágoras, subrayó la
importancia de los experimentos hechos con la clepsidra
para investigar la existencia def espacio vacío. Al igual
que sus seguidores, Aristóteles se refirió a la elevación
. del agua por'los tubos de escape, por ejemplo, para de-
rnpstrar la imposibilidad del vacío. Filopono, como ya lo
hemos visto,s7 negó la existencia de un vacío "in actu", a
pesar de sucrítica del concepto de espacio de su maestro;
y uno de sus argumentos críticos se basó precisamente
en este tipo de experimento^.^^ El autor o los autores de
Problemata,s9 adoptaron una actitud semejante, y lo mis-
.. mo sucedió con la mayoría de los otros peripatéticos.
Una interpretación diferente de los mismos fenóme-
nos se encuentra en los escritos de varios autores árabes.
e l poder está en los mismos cuerpos. Pues no se mueve la Luna, ni la
estrella de Mercurio o Venus, por causa de algún lugar del mundo, ni
permahecen inmóviles las estrellas fijas debido a algún lugar."]
Aristóteles, Fisica, IV, 6, 231 a.
m Véase la página 92.
88 Véanse sus comentarios a la Fiaca, 569.
88 Problemata, XVI, 8, traducción de E. S. Forster, Oxford, 1927.
124 Conceptos de espacio

Biruni,90 Avicena 91 y particularmente al-Razig2, no sólo


citaron estos experimentos como verificación de la exis-
tencia del vacío, sino que adjudicaron al espacio vacío
una fuerza de atracción ( g ~ d i b a ) ?Aunque
~ la concepción
del espacio de al-Razi es semejante a la de Filopono - c o n
la importante diferencia, desde luego, de que al-Razi afir-
ma la existencia de un vacío "in actu"-, también puede
compararse con el concepto estoico; pues al-Razi supone,
como lo supusieron los estoicos, dos clases de vacío: las
vacuidades intramundanas (gawhar al-hala' o "sustancia
de la vacuidad") y el vacío que se halla más allá del
universo material (al-fada'). Es difícil precisar si la fuer-
za de atracción ejercida por el vacío, es causada por una
tendencia de las vacuidades intramundanas a aglomerar-
se y unirse entre sí, o si ello ha de explicarse por su
tendencia a alcanzar el fadu'. Ambas alternativas son con-
cebidas bajo la influencia del platonismo y las dos sirven
de instrumento para la explicación del ascenso de los
cuerpos ligeros, puesto que la ligereza era explicada cómo
una preponderancia -no en el sentido literal de la pa-
labra- de los vacíos inmateriales.
Esta concepción de un espacio vacío dotado de fuer-
zas, ya había sido sometida a severas críticas por Roger
y ahora la rechazan enfáticamente los filósofos
naturales italian0s.9~
Pierre Gassendi, quien introdujo entre sus contempo-
ráneos la fuente completa más antigua del atomism0,9~se
no Biruni, Al-atar al-baqiya, pág. 263; .véase, C . E. Sachu, editor y tra-
ductor, T h e chronology of ancient nations. An English version o f the Ara-
bic t e s t of t h e Athar-ul-Bakiya o f Albiruni, Londres, 1879.
01 Avicena, Sufficientia, Venecia, 1508, fol. 30 b.
os Según Fahr al-Din y Sirazi.
03 NO es imposible que estas ideas hayan tenido su origen e n el si-
guiente experimento, citado por HerOn e n su Neumática: Si se extrae
el aire de una botella pequeña con la boca, la botella queda pegada a los
labios como si el vacío atrajera a la carne. Véase, H . Diels, "Ueber das
physikalische system des Straton", Sitzber. preuss. Akad. Wiss. Berlin.
1893, pág. 101.
94 P. Duhem, Roger Bacon et l'horreur' du vide, Oxford, 1914.
Telesio, De natura rerum, 1, 25; Patrizzi, Pancosmia, 1; Campanella,
De sensu rerum, L lo.
Pierre Gassendi, Animadversiones i n decimum librum Diogenis Laer-
tii, Lyon, 1649.
La emancipación del aristotelismo 125

encontraba particularmente obligado a enfrentar e l pro-


blema del espacio y el vacío; ya que, al proponer un ato-
mismo revisado. tenía la necesidad de defender la reali-
dad del vacío &e, en su opinión, es idéntico a l espacio.
Aunque al espacio y el tiempo no parecen ser ('nada", si
se les mide con la escala de la realidad corpórea y con-
creta, tienen una existencia real, porque son las condi-
ciones ~ r e v i a smismas de la cinemática o de la física en
generai. Además, Gassendi acepta la tesis de Patrizzi
acerca de la prioridad del espacio sobre la materia: '(Ideo
videntur Locus et Tempus non pendere a corporibus, cor-
poreaque adeo accidentia non esse." 97 Según Gassendi,
esta prioridad no sólo es lógica u ontológica, sino también
temporal, ya que dice explícitamente: "Unum est, spatia
immensa fuisse, antequam Deus conderet mundum." Aun-
que los átomos fueron creados por Dios, el espacio existió
siempre, es increado e independiente. Gassendi entendía
completamente las dificultades implicadas por su afirma-
ción, la cual, como sabemos, fue atacada más tarde por
Leibniz como una afirmación de la limitación de Dios.
Pero Gassendi subraya el hecho de que algunos teólogos
famosos la aceptaron. Para Gassendi, e l espacio es un
dato de tres dimensiones, necesario, infinito, inmóvil e
incorpóreo De ninguna manera es una ficción, ni siquie-
r a un modo de la sustancia. "Cum ex deductis constet
posse quidem ea spatia dici nihil corporeum, seuquale
substantia, aut accidens est, sed non nihil incorporeurn
ac specialis sui generis: constat quoque esse ea posee, etsi
intellectus non cogitet, ac non quemadmodum chima eram
merum esse opus imaginationis." g s El espacio no es un
modo ni tampoco un atributo; tanto los modos como los
atributos existen subordinados al objeto al que pertene-
Gassendi, Syntagma philosophicum, FIorencia, 1727, Parte 11, Sec-
ción 1, Libro 11, Cap. 7. CWSe.vepues que el lugar y tiempo no dependen
de los cuerpos, y no son por consiguiente accidentes de los cuerpos."]
* Gassendi, Syntagma philosophicum, Florencia, 1727, Parte 11, Sec-
ción 1, Libro 1, Cap. 1, pág. 189. ["De las conclusipnes puede sacarse con
certeza que esos espacios ni implican nada corpóreo, ga sea alguna subs-
tancia o accidente, ni nada incorpóreo o especial sui generis; consta cier-
tamente que pueden existir, .aunque la mente no los conciba, no siendo
pues como la quimera un inero producto de la imaginación!']
126 Conceptos de espacio

cen, en tanto que el espacio es independiente de cualquier


sustancia. En su Abregé de la philosophie de Gassen~li:~
el expositor de la doctrina de Gassendi, Bernier, hace
hincapié en la diferencia existente entre el espacio de
Gassendi y la noción común de la extensión corpórea, y
advierte a sus lectores de que no los confundan. Si el
espacio es infinito, la extensión corpórea es finita. El es-
pacio puede ser ocupado por cuerpos, pero la extensión
es impenetrable y está sujeta a las vicisitudes de la ma-
teria, mientras que el espacio es inmutable e inmóvil.
Sin duda, para nuestro punto de vista, resulta muy
importante que Gassendi y Campanella se hayan cono-
cido personalmente. El hecho de que la concepción de
Campanella de un espacio homogéneo e infinito, haya
tenido que encontrar un apoyo en Gassendi, se puede
advertir con detalle en las Epistolae tres de motu im-
presso a motore transZat0,1~~ de Gassendi. En el atomismo
de Demócrito y de Epicuro halló el vacío indiferenciado,
a través del cual se mueve el átomo. De Gilbert y de
Kepler adoptó la idea de que la atracción y las fuerzas
en general, no son inherentes a ciertas regiones del es-
pacio, sino que tienen sus causas únicamente en la ma-
teria. La independencia, la autonomía y la prioridad del
espacio, todas ellas expuestas vigorosamente por Gassen-
di, constituyeron una concesión oportuna a las exigencias
de la nueva física. Los fenómenos físicos no podrían ser
explicados suponiendo la existencia de un espacio infi-
nito parcialmente lleno y parcialmente vacío. De ahi que
el concepto de espacio de Gassendi se convirtiera en el
fundamento, tanto de las teorías atómicas del siglo XVII,
sobre el mundo en pequeña escala - c o n su materia dis-
continua que llena el espacio continuo-, como de la
mecánica celeste, sobre el mundo en gran escala. Fue
Newton quien incorporó la teoría del espacio de Gassen-
di, en su gran síntesis, y le dió su lugar como concepto
del espacio absoluto, al frente de la física.
Segunda edición, Lyon, 1684, Vol. 2, pág. 9.
** Gassendi, Opera ornnia, Florencia, 1727, Vol. 3.
El concepto del espacio
absoluto
El esquema conceptual de Newton,
tal como está expuesto en sus Phi-
losophiae naturalis principia ma-
thematica, se convirtió en la base
de la física clásica y, como tal, ha
sido objeto de muchos análisis pro-
fundos. Sólo necesitamos mencio-
nar a Neumann y a Mach, quie-
nes investigaron sus irnplicaciones
epistemológicas; y a Wolff y a
Hegel, quienes exploraron sus fun-
damentos metafísicos. Por lo que
se refiere a las enseñanzas pura-
mente físicas de los Principia, és-
tas son susceptibles de diferehtes
interpretaciones epistemológicas y
metafísicas, pues esta obra, en tan-
to que constituye el primer siste-
ma hipotético-deductivo amplio de
la mecánica, conduce por sí misma,
como sucede con cualquier sistema
de este tipo, a diversas construccio-
nes filosóficas. Y, de esta manera,
surgen preguntas que no permiten
128 Conceptos de espacio

ninguna respuesta absoluta. Newton mismo parece haber


entendido la distinción que hay entre la parte puramente
teórico-deductiva de una teoría y su aplicación práctica.
En el Escolio de la Proposición LXIX del primer libro,
dice: "En las matemáticas hemos de investigar las mag-
nitudes de las fuerzas, con sus consecuentes proporciones
sobre cualesquiera condiciones supuestas; así pues, cuan-
do entramos a la física, comparamos esas proporciones
con los fenómenos de la naturaleza, cuando podemos sa-
ber cuáles condiciones de esas fuerzas responden a las
diferentes clases de cuerpos atractivos." l La comparación
a la que Newton alude aquí (conferendae sunt) ,? parece
corresponder a una "correlación epistémica" de la mo-
derna filosofía de la ciencia, excepto por lo que se refiere
a la concepción enteramente diferente que Newton tenía
acerca del carácter de las matemáticas (mathesis). Para
Newton, las matemáticas, y en particular la geometría,
no constituyen un sistema puramente hipotético de pro-
posiciones lógicamente deducible de axiomas y definicio-
nes, sino que la geometría no es otra cosa que una rama
particular de la mecánica. "Por lo tanto, la geometría se
funda en la práctica mecánica, y no es sino unasparte
de la mecánica universal, que propone y demuestra con
precisión el arte de la medición."
Este punto de vista acerca de la relación de la geo-
metría con la mecánica, según lo considera Newton, pro-
viene de la imposibilidad de la geometría abstracta.

1 p. Cajori, editor. Sir Isaac Newton's Mathematical principies of na-


tural philosophy and his System of the world. A revision of Mott's trans-
lation, Berkeley, University of California Press, 1934, pág. 192.
2 Las referencias de los textos en latín se basan en la edición de los
Principia d e Thompson-Blackburn, Glasgow, 1871. En la pág. 188 leemos:
". . . deinde, ubi in physicam descenditur, conferendae sunt hae rationes
cum phaenomenis.. ." ["Además, cuando se desciende al campo de la fi-
sica, hay que confrontar estos razonamientos con los fenómenos.. ."l
Véase, F. S. C. Northrop, The logic of the sciences and humanities,
Nueva York, Macmillan, 1947, pág. 119.
En Newton, "Auctoris Praefatio ad Lectorem", Principia, pág. xiii,
se lee: "Fundatur igitur geometria in praxi mechanica, & nihil aliud est
quam mechanicae universalis pars illa, quae artem mensurandi accurate
proponit ac demonstrat."
El concepto del espacio absoluto . 129

Pues la descripción de líneas rectas y de círculos, en la que


se funda la geometría, pertenece a la mecánica. La geometría
no nos enseña a trazar estas líneas, sino que requiere que sean
trazadas, puesto que requiere que el principiante sea enseñado
primero a describirlas con precisión, antes de entrar a la geo-
metría, y después ésta muestra cómo pueden resolverse los
problemas con estas operaciones. Describir líneas rectas y círcu-
los constituye un problema, pero no un problema geométrico.
La solución de estos problemas es requerida por la mecánica, y
cuando quedan así resueltos, la geometría muestra su uso."

El punto de vista de Newton acerca de la unidad de


la geometría y la mecánica (véase su concepción de las
"fluxiones" y su aversión a tratar algebraicamente los
problemas geométricos), puede rastrearse hasta su maes-
tro, Isaac Barrow, para quien las curvas geométricas
tienen un carácter esencialmente geométrico. En "De
quadratura curvarum", dice Newton: "Quarititates ma-
thematicas, non ut ex partibus quam minimis constan-
tes, sed ut motu continuo descriptas, hic considero.. .
Hae geneses in rerum nature locum vere habent et in
motu corporum quotide cernuntur." Esta concepción rea-
lista de las matemáticas, como lo veremos en seguida, es
de capital importancia para la noción de .Newton del
espacio absoluto. En este punto, nos resulta interesante,
por ser un rasgo de importancia, la metodología usada
por Newton para demostrar que los conceptos primarios
subyacentes en la estructura del sistema de Newton, no
son hipotéticós ni irreales, sino que están justificados por
la verificación experimental .subsecuente.
Habría que recordar, igualmente, que lo anterior se
aplica no sólo al aparato matemático empleado en los
Principia, sino también a s~gsleyes fundamentales, como
son por ejemplo las leyes del- movimiento. Actualmente
podemos advertir que estas leyes son' supuestos inacce-
6 Newton, Principia, pág. xiii.
e Opuscula Newtoni, Lausana y Ginebra, 1744, Vol. 1, pág. 203. ["Con-
sidero aquí las cantidades matemáticas como incluidas en un movimiento
continuo y no como formadas por partes discretas. aunque sean míni-
mas.. . Estas transformaciones tienen ciertamente lugar en la realidad de
las cosas y se perciben constantemente en el movimiento de los cuerpos."l
,
Conceptos de espacio.-9
130 Conceptos de espacio

sibles a la verificación experimental, pero para Newton


constituían hechos de la experiencia inmediata. Aunque
Newton llama "axiomas" a las leyes del movimiento
(Axiomata sive leges inotus), el término "axioma", tal
como lo emplea Newton en este contexto, no tiene cierta-
hnente el significado actual de ser una suposición arbitra-
ria. Frases como "lex tertia. . . per theo~iamcomprobata
e ~ t " ,o~ bien, "certa sit lex tertia m o t ~ s " , muestran
~
claramente que con su empleo del término axioma, New-
ton se refería a la proposición relevante que había de ser
el punto de partida de investigaciones posteriores; de esta
manera, está conforme con su plan general, del cual dice:
"Derivar dos o tres principios generales del movimiento, a
partir de los fenómenos, y después decirnos cómo se des-
prenden las propiedades y las aceiones de todas las cosas
de esos principios manifiestos, sería dar un gran paso en
la filosofía." Es a la luz de lo anterior como debe proce-
derse a analizar históricamente la teoría del espacio de
Newton. En otras palabras, como historiadores estamos
obligados a considerar el sistema de la mecánica de New-
ton, no desde el aventajado punto de vista de un libro
de texto moderno sobre la mecánica clásica, sino desde
el que adoptó el mismo Newton. Por consecuencia, no
nos limitaremos únicamente a los Principia, sino que
tomaremos en cuenta también otras de sus obras, eomo
por ejemplo la Optica, su correspondencia y, en especial,
el famoso intercambio epistolar entre Leibniz y el dis-
cípulo de Newton, Samuel Clarke, quien escribió bajo
la guía del maestro.
Aunque, como acabamos de señalarlo, no se puede
considerar a Newton como un positivista en el sentido
actual de este término, sin embargo, estableció una clara
delimitación entre la ciencia y la metafísica. La famosa
frase "Hypotheses non finge",:!: aunque originalmente sólo
7 Newton, Principia, pág. 25.
a Newton, Principia, pág. 27. ["La tercera ley.. . se comprueba por la
teoría" o "sea tenida por cierta la tercera ley del movimiento."]
0 Newton; Opticks, Londres, 4.n edición, 1730; Nueva York, Dover,
1952, pbg. 401.
* "No utilizo hipótesis."
El concepto del espacio absoluto 131

fue expresada en relación a una exégesis de la gravedad,


se convirtió en su lema para la exclusión de las entida-
des religiosas ocultas, metafísicas o trascendentales. Su
meta no era la de abolir la metafísica, sino la de man-
tenerla separada de la investigación física. Es bien sabido
que Newton, personalmente religioso, nunca negó la exis-
tencia de seres y entidades que trascienden la experien-
cia humana; Newton sólo sostenía que su existencia no
es relevante para la explicación científica: En este mun-
dus discorsi, la ciencia no tiene ningún lugar para ellos.
Preocupadb íntimamente por los problemas de la reli-
gión y de la metafísica, Newton se las árregló para man-
tenerlos en un compartimiento especial de su mente, con
una excepción: su teoría del espacio. Así, pues, el espacio
ocupa un lugar Único en sus enseñanzas.
Para comprender completamente la idea newtoniana
del espacio, es preciso recordar los antecedentes concep-
tuales generales de un sistema físico. Fuera del espacio
y del tiempo, la fuerza y la masa son conceptos funda-
mentales de la física newtoniana. Para Newton, la "fuer-,
za" no es la elaborada noción de la física moderna. No se
trata de una abstracción matemática, sino de una entidad
absolutamente determinada, de un ser físico real. Por lo
que se refiere a la "masq", Newton, volviendo al concepto
de Galileo, la concibe como el atributo más esencial de
la materia, con lo que se sitúa en posición diametral-
mente opuesta a la de Descartes, quien identificaba a la
materia con la extensión y consideraba a ésta como la
característica principal de aquélla. El concepto newto-
niano de "partícula material", empleado aun actualmente
en los libros de texto, señala el abismo que separa el con-
cepto de masa de Newton del concepto de extensión es-
pacial de Descartes. A priori, fue quizás cuestión de pre-
ferencia el decidir cuál de los dos conceptos, el de masa
o el de extensión, había de considerarse primario, pues
todo cuerpo real posee masa y extensión y es inconce-
bible sin alguna de las dos. La abstracción de Newton
resultó ser la más fructífera.
132 Conceptos de espacio

Puesto que la mecánica se ocupa del movimiento, tuvo


que introducirse al espacio como correlato de la partícula
material -al igual que e l vacío era el correlato del áto-
mo-, desde el principio mismo del sistema. Por tanto, no
es accidental que casi al comienzo de los Principia en-
contremos el famoso Escolio que se refiere al concepto
de espacio:
No defino el tiempo, el espacio, el lugar ni el movimiento,
porque son bien conocidos de todos. Sólo debo señalar que el
hombre común no concibe estas magnitudes bajo ninguna otra
noción que no sea la relación que mantienen con los objetos
sensibles. Y de ello surjen ciertos prejuicios, para cuya elimi-
nación será conveniente hacer la distinción entre lo absoluto y
lo relativo, lo verdadero y la aparente, lo matemático y lo
común. . .
El espacio absoluto, en su propia naturaleza, sin relación
con nad.a externo, permanece siempre igual e inmóvil. El espa-
cio relativo es alguna dimensión o medida móvil de 10,sespacios
absolutos; que nuestros sentidos determinan por su posición en
relación con los cuerpos, y que es comúnmente considerado
como espacio inmóvil; tal es la dimensión de un espacio sub-
terráneo, aéreo o celeste, determinado por su posición con res-
pecto a la tierra. El espacio absoluto y el espacio relativo son
lo mismo en figura y magnitud, pero no permanecen siempre
iguales numéricamente. Si la tie ra, por ejemplo, se mueve, un
$
espacio de nuestro aire, que re ativamente a la tierra y con
respecto a ella permanece siempre igual, al mismo tiempo será
una parte del espacio absoluto, a través del cual pasa el aire;
en otro momento será otra parte del mismo, y así, entendido de
manera absoluta, cambiará continuamente."

Al considerar que el tiempo, el espacio, el lugar y el


movimiento son conceptos bien conocidos de todos, como
podemos advertir, Newton, no siente la necesidad de defi-
nir estos términos de manera rigurosa y precisa. Con
todo, puesto que esths nociones surgen únicamente en
conexión con los objetos sensibles, a ellas están ligados
ciertos prejuicios; y, para superarlos, Newton consideró
m e s a r i o establecer las distinciones entre lo absoluto y
lo relativo, lo verdadero y lo aparente, lo matemático
10 Newton, Principia, pág. 6.
El concepto del espacio absoluto 133

y lo común. Como el espacio es homogéneo e indiferen-


ciado, sus partes son imperceptibles e indistinguibles
para nuestros sentidos, de manera que éstos tienen que
ser sustituidos por medidas sensibles. Estos sistemas de
coordenadas, como se llaman ahora, constituyen los es-
pacios relativos de Newton:
Pero puesto que las partes del espacio no pueden ser vistas
o distinguidas entre sí por nuestros sentidos, en lugar de éstos
empleamos medidas sensibles para aquéllas. Definimos, pues, a
todos los lugares a partir de las posiciones y distancias de las
cosas, con respecto a cualquier cuerpo considerado como inrnó-
vil; y luego calculamos todos los movimientos, con respecto a
esos lugares, considerando a los cuerpos como si se desplazaran
de uno de esos lugares a otros. Así, en vez de los lugares y los
movimientos absolutos, empleamos los relativos; sin que esto
represente ningún inconveniente en los asuntos c o m ~ n e s . ~

En la física moderna, los sistemas de coordenadas no


son más que una ficción útil. Esto no era así para New-
ton. Dada la concepción realista que tenía Newton de los
objetos matemáticos, resulta fácil entender por qué es-
tos espacios relativos constituyen "medidas sensibles". El
cuerpo de referencia no sólo es accesible a nuestros sen-
tidos, sino que también depende de él el "espacio rela-
tivo". Pero esta accesibilidad a la percepción sensible,
produce una noción de validez Únicamente temporal y
carente de generalidad. Es bastante posible que no exista
ningún cuerpo en reposp, al cual puedan referirse los
lugares y los movimientos de otros cuerpos; en una pala-
bra: todos estos espacios relativos pueden ser sistemas de
coordenadas en movimiento. Pero jmoviendose hacia qué?
Para responder a este interrogante, Newton parte del
reino de la experiencia, por lo menos de momento. Con
sus famosas palabras: "Pero, en las disquisiciones filo-
sóficas, tenemos que abstraernos de nuestros sentidos",12
Newton introduce e l espacio absoluto e inmutable, del
cual el espacio relativo es sólo una medida. El último
11 Newton, Principia, pág. 8.
Ibid.
134 Conceptos de espacio

grado de precisión, la última verdad, sólo pueden alcan-


zarse con referencia a este espacio absoluto. Por ello,
este espacio es llamado con razón el ('espacio verdadero".
En este punto, se podría preguntar qué es lo que ga-
rantiza la verdad final del espacio absoluto, cuya misma
concepción parece contradecir la regla metodológica de
Newton: "¿No hemos de admitir más causa de las cosas
naturales, que las que sean verdaderas y suficientes para
explicar sus apariencias?" l3 En la época de Newton, esta
cuestión fue muy controvertida y así permaneció hasta
los principios del siglo xx. ¿El concepto de espacio abso-
luto constituye una necesidad para la física? O bien, jes
posible construir un esquema conceptual consistente, que
explique todos los fenómenos físicos sin recurrir a aquel
concepto? Como lo sabe cualquier historiador de la física,
este problema resurgió en el siglo XIX en la forma del
problema del éter y dio lugar a una inmensa cantidad de
discusiones y de experimentos.
Para Newton, el espacio absoluto es una necesidad
lógica y ontológica, por una sola cosa: es un requisito
previo necesario para la validez de la primera ley del
movimiento: ('Todo cuerpo permanece en su estado de
reposo o de movimiento rectilíneo uniforme, a menos que
haya fuerzas ejercidas sobre él que lo obliguen a cambiar
ese estado." l4 El movimiento rectilíneo uniforme precisa
de un sistema de referencia diferente del de cualquier
espacio relativo arbitrario. Además, el estado de reposo
presupone al espacio absoluto. Newton explica:
El movimiento absoluto es el desplazamiento de un cuerpo
de un lugar absoluto a otro; y el movimiento .relativo es el
translado de un lugar relativo a otro. Así, en un barco que na-
vega, el lugar relativo de un cuerpo es aquella parte del barco
que posee el cuerpo, o la parte de la cavidad que llena el cuerpo
y que, por lo tanto, se mueve junto con el barco; y el reposo
relativo es la permanencia del cuerpo en la misma parte del
barco o de su cavidad. Pero el reposo real, absoluto, es la per-
manencia del cuerpo en la misma parte de aquel espacio in-
'Wewton, Principia, pág. 398.
Ibid., pág. 13.
El concepto del espaeio absoluto 135

móvil en el que se mueve el barco mismo, su cavidad y todo lo


que contiene. Por lo tanto, si la tierra está realmente en reposo,
el cuerpo que se encuentra relativamente en reposo en el barco,
se moverá real y absolutamente a la misma velocidad a la
que se mueve el barco en la tierra. Pero, si la tierra también
se mueve, se producirá el movimiento verdadero y absoluto del
cuerpo, en parte, debido al movimiento verdadero de la tierra
en el espacio inmóvil y, en parte, debido al movimiento relativo
del barco sobre la tierra; y si el cuerpo se mueve también re-
lativamente en el barco, su verdadero movimiento provendrá
en parte del verdadero movimiento de la tierra en el espacio
inmóvil, y en parte de los movimientos relativos tanto del barco
sobre la tierra como del cuerpo en el barco. De estos movi-
mientos relativos provendrá el movimiento relativo del cuerpo
en la tierra."

Puesto que la primera ley del movimiento es para


Newton, como lo hemos visto, una cuestión de la expe-
riencia inmediata, y puesto que la validez de esta ley
depende de un sistema absoluto de referencia, entonces
el espacio absoluto se convierte en algo indispensable para
la mecánica newtoniana. Con todo, lo interesante es que,
para Newton, la introducción del concepto de espacio
absoluto en su sistema de física no fue sólo el resultado
de una necesidad metodológica. Newton fue llevado, por
su realismo matemático, a dotar a este concepto -que
hasta entonces era una mera estructura matemática- de
existencia ontológica independiente. Newton advirtió que
había que superar una enorme dificultad: la de que el
"sistema inercial" o, en palabras menos modernas, la de
que el sistema en que se cumple la primera ley, no está,
determinado de manera unívocca La mecánica de Newton
es invariante ante una transformación de translación con
velocidad constante, es decir, ante una transformación
galileana. Newton reconoce que hay toda una clase de
"espacios" o sistemas de referencia que cumplen este
requisito. En el Corolario V, leemos: "Los movimientos
de los cuerpos incluidos en un espacio dado,son idénticos
entre sí, ya sea que ese espacio esté en reposo, o que se
1; Newton, P ~ i n c i p i a ,pág. 7.
136 Conceptos de espacio

mueva uniformemente en línea recta sin ningún movi-


miento circular.'' lG
Si Newton hubiera sido un positivista confirmado,
hubiera reconocido que todos los-sistemas inerciales en
movimiento uniforme son equivalentes entre sí. Pero,
para él, sólo existía un espacio absoluto. ¿Cómo ha de
distinguirse este espacio entre la multitud de sistemas
inerciales? Para la solución de este problema, Newton
recurre a la cosmología. En la Hipótesis 1 de su The
system of the world Ii afirma: "El centro del sistema del
mundo es inmóvil. Esto es reconocido por todos, aunque
algunos sostienen que la tierra esta fija en ese centro, y
otros que es el sol el que está fijo en ese centro."
Para Newton, el centro del mundo es el centro. de
gravedad del sistema integrado por el sol, la tierra y los
planetas;18 este centro está en reposo o se mueve unifor-
memente en línea recta. La segunda alternativa, sin em-
bargo, queda eliminada en la Hipótesis 1. De esta ma-
nera, Newton define al espacio absoluto unívocamente
entre todos los posibles marcos inerciales. Es de interés
señalar que, en el Corolario mencionado, Newton se ocu-
pa de hallar la ubicación astronómica de este centro
universal de gravedad, que es su punto de referencia
para la determinación del espacio absoluto. Newton sos-
tiene que los centros móviles de la tierra, el sol y los
planetas no pueden servir como centro universal de gra-
vedad, ya que todos ellos gravitan mutuamente unos con
otros. Sin embargo, si el cuerpo hacia el cual gravitan
más otros cuerpos, tiene que estar situado en el centro,
entonces es el sol el que tendría este privilegio. Con
todo, puesto que el sol mismo está en movimiento, ha de
elegirse un punto fijo del que se aleje menos el centro
del sol y del que, si su densidad y su volumen fueran
mayores, se alejaría todavía menos.
Todo lo anterior señala el enfoque más bien limitado
l q e w t o n , Principia, pág. 20.
17 Ibid., pág. 419.
IS Ibid., pág. 419, Corolario a la Proposición XII.
El concepto del espacio absoluto 137

de las concepciones cosmológicas de Newton. También es


interesante señalar que Newton no tomó en cuenta las
estrellas fijas, cuando trató de establecer el centro de
gravedad del mundo. Si lo hubiera hecho, se habría acer-
cado mucho a la concepción del cuerpo "Alfa", que fue
introducido por C. Neumann lg a fines del siglo XIX.El
hecho de que Newton ignorara a'las estrellas fijas a este
respecto, es de lo más-curioso, ya que para é l estaban
realmente "fijas", es decir, no se movían en e l espacio.
Aunque Bruno ya hubiera imaginado que el sol está en
movimiento, y aunque Halley confirmara esta anticipa-
ción en 1718 cuando anunció *O que Sirio, Aldebarán, Be-
telgueuse y Arturo habían cambiado indudablemente s u s
~osiciones en el cielo. desde aue 'Tolomeo estableció
Sus lugares en su catálogo; sin embargo, @e sólo después
de la muerte de Newton cuando el movimiento propio de
las estrellas se convirtió en verdad aceptada.
La suposición cosmológica de Newton de que $1 centro
del mundo está en reposo, escapa a cualquier posibilidad
de verificación experimental o por medio de la observa-
ción. Este hecho fue claramente reconocido por Berkeley,
uno de los grandes opositores de la teoría del espacio
absoluto. En De motu, Berkeleg escribe: "Uti ve1 ex eo
patet quod, quum secundam illorum principia qui mo-
tum absolutum inducunt, nullo symptomate scire Jiceat,
utrum integra rerum compages quiescat, an moveatur
uniformiter in directum, perspicuum sit motum absolu-
tum nullis corporis cognosci posse." 21
Como lo veremos enseguida, Newton estaba conyen-
cid0 de que el espacio absoluto puede ser determinado
dinámicamente, pero no cinemáticamente, mediante la
19 C. Neumann, Ueber die Prinzipien der Galilei-Newtbn'schen Theorie,
1869.
?o E. Halley, Phil. Trans. 30, 737, 1718.
a A. A. Luce y T. E. Jessop, editores, The works of George Berkeley,
Londres, Nelson, 1951, Vol. 4, pág. 28. ["O bien es evidente según los prin-
cipios de quienes sostienen la existencia de un movimiento absoluto, de
que no es posible conocer por ningún indicio si el conjunto compacto
de las cosas esta inmóvil, o se mueve uniformemente en modo rectilíneo,
por lo que se manifiesta que no se puede conocer el movimiento absoluto
de ningún cuerpo."]
138 Conceptos de espacio

existencia de fuerzas centrífugas en movimiento girato-


rio. Aunque Newton no llegó explícitamente a la conclu-
sión de que las fuerzas centrífugas determinan al movi-
miento absoluto, el cual a su vez determina al espacio
absoluto, es claro que su intención era esa, y todos sus
comentaristas así lo reconocen. Si el espacio es una rea-
lidad física, como indudablemente lo supone Newton, y
si el movimiento acelerado constituye un criterio para
su identificación. resultaría una seria inconsecuencia sos-
tener que el movimiento de translación uniforme, como
no proporciona tal criterio, es diferente de las demás cla-
ses de movimiento. Además, el espacio parecería poseer
una estructura dual, absoluta para el movimiento acele-
rado y relativa para la translación uniforme. El supuesto
cosmológico de Newton lo protege contra tal objeción,
que incidentalmente planteó Leibniz en su corresponden-
cia con Huygens.
Según Newton, como hemos visto, la primera ley del
movimiento presupone la existencia necesaria del espacio
absoluto, pero no proporciona ningún medio para identi-
ficarlo experimentalmente. De ahí el siguiente paso dado
por Newton. Puesto que el espacio y el tiempo absolutos
"de ninguna manera se encuentran bajo la observación
de nuestros sentidos", se hace necesario investigar la di-
námica del movimiento. Porque el movimiento, en par-
ticular el movimiento acelerado, es el instrumento y, a
la vez, el medio a través del cual se puede explorar el
espacio. Por lo que se refiere al espacio relativo o al es-
pacio absoluto, los movimientos s,on relativos o absolutos,
de manera que si fuera posible identificar el movimiento
absoluto, eso llevaría a la identificación del espacio ab-
soluto. Ahora bien, según Newton, el movimiento abso-
luto se puede distinguir del movimiento relativo por sus
"propiedades, sus causas y sus efectos".
Las causas por las cuales se distinguen entre sí los movi-
mientos verdaderos y los relativos, son las fuerzas que se im-
primen a los cuerpos para generar el movimiento. El movi-
miento verdadero ncl es ni generado ni alterado más que por
El concepto del espacio absoluto 139

alguna fuerza que se imprima al cuerpo en movimiento; pero


eTmovimiento relativo puede ser generado y alterado sin que
se imprima ninguna fuerza al cuerpo. Pues basta con sólo im-
primir alguna fuerza a otros cuerpos, con los que se compara
el primero, para que pueda cambiar la relación en la que con-
sistía el reposo relativo o el movimiento de ese otro cuerpo. . .
Los efectos que distinguen al movimiento absoluto del re-
lativo, son las fuerzas de retroceso que provienen del eje del
movimiento circular. Pues en un movimiento circular pura-
mente relativo, no existen tales fuerzas, mientras que, en un
movimiento circular verdadero y absoluto son mayores o me-
nores, de acuerdo con la magnitud del movimiento.. .
Es realmente muy dificil descubrir y distinguir efectiva-
mente los movimientos verdaderos de los cuerpos particulares,
de los movimientos aparentes, porque las partes de ese espacio
inmóvil, en el que se llevan al cabo estos movimientos, de
ninguna manera se encuentran bajo la observación de nuestros
sentidos. Con todo, la cosa no es tan desesperante, pues tenemos
algunos argumentos que nos guían, provenientes en parte de
los movimientos aparentes, que son las diferencias de los mo-
v i m m ó s verdaderos; y, en parte, de las ,fuerzas, que son las
causas y los efectos de los movimientos verdaderos."

Así, el primer argumento de Newton en relación con


el movimiento absoluto, se basa en la idea de que la fuer-
za real crea el movimiento real. Para Newton, cuando
menos en este contexto, las fuerzas son entidades meta-
físicas, concebidas de manera antropomórfica. Sin embar-
go, si dejamos de lado la importancia de las fuerzas en la
determinación del espacio absoluto, la noción de fuerza
de la mecánica de ~ e w t o npuede interpretarse de una
manera funcional moderna, como sucede en Die Prinii-
pien der Mechanik, de Heinrich Hertz: "Was wir ge-
wohnt sind .als Kraft und als Energie zu bezeichnen is
dann fuer uns nichts weiter als eirie Wirkung grobsinn-
lich nachweisbarer Masse und grobsinnlich nachweisba-
rer Bewegung zu sein." 23
Pero, sin duda, esta concepción funcional de la fuerza
22 Newton, Principia, págs. 10, 12.
P H. Hertz, Die Prinzipten der Mechanik, Leipzig, 1894, pág. 31. ["Lo
que nosotros estamos acostumbrados a llamar fuerza y energía no es pues
para nosotros sino un efecto de la masa y del movimiento y no necesita
ser siempre efecto de la masa y movimiento que parecen ofrecerse in-
mediatamente a los sentidos."]
140 Conceptos de espacio

no se pone en cuestión en la exposición de Newton acerca


del espacio absoluto. Es algo extraño al carácter general
de su sistema. Su argumento "de las causas" se basa en
la metafísica tradicional, cuya inclusión en el marco de
de la explicación física es fuertemente objetada por New-
ton mismo. Para advertir el círculo vicioso inherente al
razonamiento de Newton, sólo tenemos que pensar por un
momento en un mundo de masas en movimiento, en el que
no existiera ningún organismo viviente. En un mundo tal,
podría determinarse una fuerza absoluta, según Newton,
únicamente mediante el movimiento absoluto del cuerpo
sobre el que se ejerciera esa fuerza.
El segundo argumento en favor de la existencia del
movimiento absoluto, proviene de los efectos que pro-
duce ese movimiento, en particular, de la aparición d e
fuerzas centrífugas ("vires recedendi ab axe motus cir-
cularis"). Tenemos así el famoso experimento realzado
por Newton con un recipiente, que describe como sigue:

Si un recipiente colgado de una larga cuerda es hecho girar


constantemente para que la cuerda quede bien torcida, y en
seguida se llena el recipiente con agua y se mantiene en reposo
junto con el agua; entonces, mediante la acción repentina de
otra fuerza, se le hace dar vueltas en sentido contrario, y mien-
tras la cuerda se está destorciendo, el recipiente continúa du-
rante algún tiempo en este movimiento; la superficie del agua
será primero plana, como antes de que el recipiente comenzara
a moverse; pero después de eso, el recipiente, al ir comunicando
gradualmente su movimiento al agua, comenzará a revolverse
de manera apreciable, se alejará poco a poco del centro, y as-
cenderá a los lados del recipien-, formando una figura cóncava
(como yo lo he comprobado); entre más rápido sea el movi-
miento, más alto subirá el agua, hasta que finalmente, haciendo
sus revoluciones al mismo tiempo que el recipiente, permane-
cerá relativamente en reposo dentro de él. Esta ascención del
agua demuestra su esfuerzo por alejarse del eje de su movi-
miento; y el movimiento circular verdadero y absoluto del
agua, que en este caso es directamente contrario al relativo, se
pone de manifiesto y puede sei- medido por ese esfuerzo. Al
principio, cuando el movimiento relativo del agua en el reci-
piente era mayor, no producía ningún esfuerzo por alejarse del
eje; el agua no mostraba ninguna tendencia hacia la circun-
El concepto del espacio absoluto 141

ferencia, ni a ascender hacia los lados del recipiente, sino que


conservaba su superficie plana y, por lo tanto, no había ini-
ciado todavía su verdadero movimiento circular. Pero, después,
cuando el movimiento relativo del agua había decrecido, el
ascenso hacia los lados del recipiente manifestó su esfuerzo por
alejarse del eje; y este esfuerzo demostró que el movimiento
circular real del agua se incrementaba continuamente, hasta
que alcanzó su mayor magnitud, cuando el agua se encontró en
reposo relativo en el recipiente. Y, por lo tanto, este esfuerzo
no depende de, ninguna translación del agua, con respecto a los
cuerpos del ambiente, ni tampoco el movimiento circular ver-
dadero puede ser definido por esa translación."

Para hacer un análisis claro de este experimento, con-


sideremos también su última fase -no descrita por New-
ton-, en la que la rotación del recipiente se detiene,
mientras que el agua continúa su movimiento circular
(debido a la conservación de la cantidad de movimiento
angular).
Durante esta etapa final del experimento, siempre que
se pueda ignorar la fricción, el agua contenida en el re-
cipiente conserva su superficie paraboloide.
Lo esencial de este experimento puede resumirse, en
términos modernos, como sigue: Tanto al principio del
experimento (cuando el recipiente gira solo), como al
final del mismo (cuando el agua gira sola), el recipiente
y el agua se mueven de manera relativa entre sí, del mis-
mo modo. Considerados rigurosamente, los sentidos de
las rotaciones relativas son contrarios; pero debido a la
supuesta isotropia del espacio, esta inversión no puede
tener obviamente ningún efecto sobre el resultado di-
námico. Si en el segundo caso se hubiera invertido el
parámetro temporal, como es posible hacerlo en un ex-
perimento puramente mecánico, hubiera resultado exac-
tamente el mismo movimiento relativo. Ahora bien, si
todo movimiento (de rotación) fuera puramente rela-
tivo, no se pondría de manifiesto ninguna diferencia físi-
ca entre los dos estados. Sin embargo, como la superficie
del agua contenida en el recipiente es plana en el primer
24 Newton, Principia, pág. 10.
142 Conceptos de espacio

caso, y paraboloide en el segundo, la rotación debe ser


absoluta, como lo concluye Newton.
Este experimento causó muchas controversias en la
historia de la física moderna, y la situación sólo pudo
aclararse con la aparición del principio de la equivalencia
de Einstein, en su teoría general de la relatividad. En su
interpretación del experimento del recipiente, Newton
trasciende de nuevo los límites de la experieneia. Su
simple suposición de que la superficie del agua en el
recipiente sería tan curva, aunque girara en el espacio
vacío, como cuando gira en un espacio lleno con materia
estelar, no es susceptible de verificación física. La mis-
ma imposibilidad de verificación física caracteriza a to-
dos los demás intentos hechos por reforzar su argumen-
to, como sucede, por ejemplo, en su experimento con las
dos esferas conectadas que revolucionan en torno a su
centro de gravedad común, y en el que consideraba que
la tensión en la cuerda que conectaba a ambas esferas,
era un indicador del movimiento absoluto de las esferas.
"Y así podríamos hallar tanto la magnitud como la de-
terminación de este movimiento circular, incluso en un
inmenso vacío, en el que no hubiera nada externo o
sensible con lo que se pudiera comparar a los globos." '"
Pero esas condiciones nunca pueden realizarse más que
en el caso de los efectos astronómicos de las fuerzas cen-
trífugas, como sucede por ejemplo con la esfericidad de
la Tierra y de Júpiter, tal como lo expone Newton en el
tercer libro de sus P?-incZ~ia.~~
Berkeley rechaza la suposición de Newton, implícita
en el experimento del recipiente, de que si se realizara en
el espacio vacío alcanzaría los mismos resultados. Como
lo explica Berkeley en De motu, el movimiento real del
recipiente está lejos de ser circular, si se toman en cuenta
la rotación diurna de la tierra y su revolución anual.
Para Berkeley, la idea de un movimiento absoluto y de
Newton, P~.incipia,pág. 10.
Proposición XVIII, Teorema XVI; también Proposición XIX, Proble-
ma 111, Principia, pág. 424; et alia.
El concepto del espacio absoluto 143

un espacio absoluto es una mera ficción, carente de todo


fundamento experimental. Relacionando, en último tér-
mino, todos los movimientos de este tipo, puestos de
manifiesto en el experimento del recipiente, con e l sis-
tema de las estrellas, considerado como marco de refe-
rencia, Berkeley supone que la existencia de tal sistema
es necesaria para la inteligibilidad del movimiento. Así,
dice:
Si suponemos que los demás cuerpos fueran aniquilados y,
por ejemplo, un globo tuviera que existir solo, no podría con-
cebirse ningún movimiento en éste; es' igualmente necesario
que otro cuerpo esté dado, por cuya situación el movimienta
se pudiera entender para poder ser determinado. La verdad
de esta opinión se verá claramente si llevamos al extremo la
supuesta aniquilación de todos los cuerpos, del nuestro y de
todos los demás, con excepción de la de aquel globo solitario.
Concibamos ahora que existen dos globos y que no hay
nada corpóreo además de ellos. Concibamos fuerzas que hayan
de aplicarse de alguna manera; independientemente de lo que
entendamos por aplicación de fuerzas, no es posible que la
imaginación conciba un movimiento circular de los dos globos
en torno a un centro común. Supongamos ahora que está crea-
do el cielo de las estrellas fijas; repentinamente, a partir de la
concepción de la aproximación de los globos a diferentes partes
de ese cielo, se concebirá el movimiento."

Obviamente, no se puede considerar que la afirma-


ción de Berkeley sea equivalente a lo que, en la cosmo-
logía moderna, se conoce como "principio de Mach" (es
decir, que la inercia de cualquier cuerpo está determi-
nada por las masas del universo y por su distribución),
pues Berkeley se limita' al problema de la percepción y
de la comprensión del movimiento, e ignora en este con-
texto el aspecto dinámico del movimiento.
El argumento final de Newton, basado en la distin-
ción entre el movimiento absoluto y el movimiento rela-
tivo o aparente, no recibe mayor desarrollo en sus obras.
Su idea parece ser la de que un cuerpo que se desplaza
n Luce y Jessop, editores, The works o f George Berkeley, Vol. 4 , pB-
gina 47.
144 Conceptos de espacio

con un movimiento relativo, se puede estar desplazan-


do con un movimiento absoluto o puede encontrarse en
reposo relativo con respecto al espacio absoluto. No hay
manera de decidir entre estas dos alternativas. Sin em-
bargo, si un segundo cuerpo se mueve relativamente al
primero, es claro que al menos uno de los dos debe estar
dotado de movimiento absoluto. Es imposible que ambos
estén en reposo con respecto al espacio absoluto.2s La &-
bilidad de este argumento radica en su indefendible su-
posición de que para la descripción del comportamiento
de esos cuerpos se tiene como un requisito previo esen-
cial el de contar con un sistema de referencia absoluta.
Así que Newton toma el concepto de Patrizzi, Cam-
panella y Gassendi sobre un espacio infinito, homogéneo
e isotrópico y, además, consigue convencerse a sí mismo
de que ha comprobado la realidad de ese concepto a
través de la experimentación física.. Newton pensaba que>
había demostrado que el espacio posee una existensia
propia de sí mismo e ind.ependiente de los cuerpos que
contiene. Por lo tanto, desde su punto de vista, es lógico
afirmar que cualquier cuerpo definido ocupa precisamen-
te esta parte del espacio y ninguna otra; y el significado
de tal afirmación no presupone una relación con ningún
otro cuerpo del universo. Newton no se dio cuenta'de que
su procedimiento violaba los principios mismos de la me-
todología que él profesaba. Como era contemporáneo, aun-
que más joven, de Henry More, a quien había conocido
en su juventud y cuyas enseñanzas, adquiridas a través
de Isaac Barrow, ejercieron una fuerte influencia en él,
no resulta asombroso que Newton encontrara que la doc-
trina de More apoyaba su propia teoría del espacio. Los
trabajos más importantes de More habían sido publica-
dos unos siete años antes de la aparición de los Principia.
Pero fue el elemento religioso, originado, como ya lo
hemos visto, en el pensamiento cabalístico judaico y en
Este argumento en defensa del movimiento absoluto reapareció más
tarde en Alois Hoefler, Studien zur gegenwartigen Philosophie der Me-
chanik, Leipzig, 1900, pág. 133.
El concepto del espacio absoluto 145

las ideas neoplatónicas, los que tuvieron mayor Ascen-


dencia sobre Newton en sus últimos años. Así, una com-
paración de la primera edición de los Principia con la
última, pone de manifiesto que la identificación del es-
pacio absoluto con Dios o con uno de los atributos de
éste, sólo ocupó el primer plano del pensamiento de New-
ton hacia el final de su vida, es decir, a principios del
siglo XVIII. Con todo, su interés por la literatura bíblica
y postbíblica puede rastrearse hasta la influencia ejer-
cida por uno de los profesores de Cambridge, Joseph
Mede, miembro del Christ's College. Mede, además de
sus estudios sobre. la literatura apócrifa y otros escritos
esotéricos, estimulaba los intereses filológicos entre sus
alumnos acerca del hebreo bíblico, a través de su teoría
etimológica, bastante popular en aquella época, de que
el hebreo era la madre de todas las lenguas.
También se ha establecido que el libro de Durand
Hotham sobre Jacob Bohme ejerció una fuerte influencia
sobre el joven Newton. El Mysterium magnumn de Bohme,
que es un comentario del Génesis, muestra un extraor-
dinario paralelo con el Zohar y con otras fuentes de la
teosofía judaica. La Jokmah hebrea, serie de libros atri-
buidos al Rey Salomón, parecía haber pasado hasta la
Sofía gnóstica y, a través de otra transición, hasta la "Sa-
biduría Virgen" de Bohme. También sabemos con certeza
que Henry More 30 e Isaac Barrow ejercieron una fuerte
influencia sobre Newton en aquella época. Henry More
era el dirigente espiritual del Christ's College en Cam-
bridge, y el principal difusor de las ideas cabalísticas y
neoplatónicas, como lo describimos en detalle en el Ca-
pítulo 2. Isaac Barrow, .el famoso maestro de Newton,
promulgó las ideas de More en forma matematizada en
sus Mathematical lectures. Para la geometría de Barrow,
el espacio es la expresión de la omnipresencia divina, d e
Textualmente, "sabiduría"; se trata de uno de los libros atribuidos
al rey Salomón, que no se incluyó en las Sagradas Escrituras. (N. del T.)
30 Por lo que se refiere. al contacto personal entre More y Newton,
véase, L, T. More, Isaac Newton, Nueva York, Scribner, 1934, págs. 11.
31 y 182.

Conceptos de espacio.-10
146 Conceptos de espacio

la misma manera que el tiempo es la expresión de la


eternidad de Dios. Bajo la influencia de estas poderosas
fuerzas, parece lo más probable que, aun cuando se re-
fería a problemas puramente físicos, Newton tuviera
ideas semejantes ocultas en su mente. En realidad, es
evidente que tenía en mente ideas religiosas y teológicas
cuando escribió los Principia, pues en una carta dirigida
a Richard Bentley, el 10 de diciembre de 1962, confesaba
que: "Cuando escribí mi tratado sobre nuestro sistema,
consideraba que esos principios tendrían que funcionar
en los hombres que consideraban la creencia en una Dei-
dad; y nada puede regocijarme más que encontrar que
son útiles para ese propósito." Sin embargo, fue sólo
en 1713, cuando Newton preparó el Escolio General del
Libro 111, que habría de publicarse en la segunda edi-
ción, ese mismo año. En este escolio, al igual que en las
Dudas 19-31 de la Optica (ausentes en su primera edi-
ción), hallamos la afirmación explícita de las ideas de
Newton acerca de la relación entre su teoría del espacio
absoluto y la teología. Sin duda, el interés cada vez ma-
yor de Newton en las cuestio'nes teológicas y espiritua-
les, durante los Últimos años de su vida, constituyó uno
de los motivos para la preparación del Escolio. Otra razón
fue la petición que le hizo Cote, para que evitara cual-
quier posibilidad de crítica que adujera que la teoría de
Newton conducía al ateísmo. En una carta que dirigió
a Newton, el editor de la segunda edición de los Princi-
pia, el 18 de marzo de 1713, dice: "Creo que será apro-
piado agregar algo, con lo que vuestro Libro evite algu-
nos prejuicios que se han reunido laboriosamente contra
é l . . . Para que no consideréis innecesario responder a
tales objeciones, os sentiréis complacido en consultar un
periódico semanal llamado «Memoires of Literature,, que
vende Ann Balwin en Warwick-Lane." El artículo de
referencia es la carta que enviara Leibniz el 10 de fe-
brero de 1711, al físico holandés Hartsoeker, en la que
ataca la teoría de la gravitación de Newton. Sin em-
bargo, de mayor importancia para nuestro tema es el
El concepto del espacio absoluto 147

ataque de Berkeley contra la teoría del espacio de New-


ton, en el que seguramente pensaba Cote aunque no
haya mencionado el nombre de Berkeley. Berkeley pu-
blicó en 1710 sus Principies of human knowledge, obra
en la que critica el concepto de espacio absoluto de New-
ton, con bases teológicas, y lo califica de noción perni-
ciosa y absurda. El espacio, según Berkeley, sólo podía
concebirse como relativo, "0, de otra manera, hay algo
además de Dios que es eterno, increado, infinito, indivi-
sible e i n m ~ t a b l e " . ~ ~
Por lo anterior, no es sorprendente que, en el Escolio
General, Newton dé rienda suelta a su entusiasmo re-
ligioso:
Es el dominio de un ser espiritual lo que constituye un
Diqs; un dominio verdadero, supremo o imaginario, hace un Dios
verdadero, supremo o imaginario. Y del dominio verdadero se
sigue que el verdadero Dios es un Ser viviente, inteligente y
poderoso; y, de sus otras perfecciones, que es supremo o el más
perfecto. Es eterno e infinito; omnipresente y omnisciente; es
decir, su duración va de la eternidad a la eternidad; su pre-
sencia, del infinito al infinito; gobierna todas las cosas y conoce
todas las cosas que se han hecho o que pueden hacerse. No es
la eternidad ni el infinito, sino que es eterno e infinito; no
es la duración ni el espacio, sino que perdura y está presente.
Perdura para siempre y está presente en todas partes; y exis-
tiendo siempre y en todas partes, constituye la duración y e1
espacia3'

' Aquí, por el momento, Newton identifica el espacio y

el tiempo con los atributos de Dios. Dios no es la eterni-


dad ni el infinito, sino que es eterno e infinito. Eterno y
omnipresente, Dios constituye la duración y el espacio.
Unas líneas más adelante, leemos: "In ipso continentur &
moventur universa", "En él están contenidas y se mueven
todas las cosas", afirmación a la que Newton agrega la
nota marginal de que tal era la opinión de los antiguos:
San Pablo. (Hechos, 17: 27, 28)) San Juan (14: 2 ) ) Moisés
31 Berkeley, Principles of human knowledge, en A new theory of
vision and 'other writings, Londres, Dent, 1938, pág. 173.
32 Newton, Principia, pág. 544.
148 Conceptos de espacio

(Deuteronomio, 4: 39), David (Salmos, 137: 7-9), Salomón


(Reyes 1, 8:27), Job (22: 12-14), Jeremías (23: 23, 24).
Sin lugar a dudas, tenemos aquí el eco del Enchiridion
metaphysicum y de los Diálogos divinos de More, pero
con la diferencia de que las expresiones de Newton son
más reservadas y fueron elegidas más cuidadosamente.
Newton se daba cuenta, según parece, de que podría mal-
interpretársele y considerarlo entre los pensadores pan-
teístas de su época, quienes eran identificados en los círcu-
los ortodoxos como ateos.
Puesto que cada partícula del espacio está siempre
en existencia y cada momento indivisible de la duración
está en todas partes, "sin duda que el Hacedor y Señor
de todas las cosas no puede estar nunca y en ninguna
parte".33 En otro sitio, Newton habla de:
la Sabiduría y la Habilidad de un poderoso Agente eterno,
quien, estando en todos los Lugares, puede mover mejor los
Cuerpos a su Voluntad.. . dentro de su infinito Sensorio uni-
forme y, de esa manera, formar y reformar las Partes del
Universo, de lo que nosotros podemos por nuestra Voluntad
mover las Partes de nuestros propios cuerpo^.^'

Esta identificación de la omnipresencia del espacio con


la omnipresencia de Dios lleva a una seria dificultad, que
Leibniz, con su agudo intelecto, explotó notablemente en
su controversia con Clarke. De acuerdo con la concepción
de Newton, la divisibilidad del espacio -los espacios re-
lativos son partes del espacio absoluto-, parecería im-
plicar la divisibilidad de Dios. La respuesta de Clarke al
argumento de Leibniz se puede resumir de la siguiente
manera: El espacio absoluto es uno; es infinito y esen-
cialmente indivisible. La suposición de que puede ser di-
vidido conduce a una contradicción, ya que cualquier
división -según Clarke- requeriría de un espacio in-
termediario. De ahí que la divina infinitud y la divina
Newton, Principia, pág. 528: "Certe rerum omnium fabricator ac
dominus non erit munquam, musquam."
34 Newton, O p t i c k s , Dover, pág. 403.
El concepto del espacio absoluto 149

omnipresencia no impliquen ninguna divisibilidad de la


sustancia de Dios. Clarke concluye que la dificultad surge
Únicamente debido a un significado gráfico e injustifi-
cado que se atribuye a la noción de divisibilidad.
Otro punto interesante en esta controversia es el tér-
mino "sensorio", que aparece en la última cita y, anterior-
mente, en la Duda 28:
. . . de los Fenómenos resulta evidente que existe un Ser incor-
póreo, viviente, inteligente, omnipresente, quien en el Espacio
infinito, como si estuviera en su Sensorio, ve las cosas íntima-
mente, las percibe directamente y las comprende íntegramente
a través de su presencia inmediata a él.%

En la carta que inició la controversia, que había de


terminar únicamente con la muerte de Leibniz en 1716,
éste decía:
Sir Isaac Newton dice que el Espacio es un órgano, del que
usa Dios para percibir las Cosas. Pero si Dios precisa de un
Órgano para percibir las Cosas, se concluirá que éstas no de-
penden enteramente de él ni fueron producidas por él."

Pero, ¿realmente identificaba Newton al espacio con


un órgano de Dios?, o ¿ésta no era más que la expresión
de un lamentable lapsus calmi? La respuesta de Clarke
a Leibniz contesta esta pregunta:
, Sir Isaac Newton no dice que el Espacio sea el Órgano que
emplea Dios para percibir las Cosas, ni que él tenga necesidad
de ningún Medio a través del cual percibir las Cosas; antes al
contrario, afirma que él, siendo Omnipresente, percibe .todas
las Cosas por su Presencia inmediata a ellas, en cualquier Es-
pacio en el que se hallen, sin la Intervención o la Ayuda de
ningún Órgano o Medio, cualquiera que éste pueda ser. Para
hacerlo más inteligible, ilustra esto con una similitud: De la
misma manera en que la Mente del Hombre, por su Presencia
inmediata a las Imágenes de las Cosas formadas en el Cerebro
por medio del órgano de la Sensación, percibe esas Imágenes

Newton, Opticks, Dover, pág. 370.


30A Collection of Papers w h i c h passed b e t w e e n the late learned M r .
Leibnitz and Dr. Clarke, Londres. 1717, pág. 3.
150 Conceptos de espacio

como si fueran las Cosas mismas; así ve Dios todas las Cosas,
por su Presencia inmediata a ellas: estando realmente presente
ante las Cosas mismas, ante todas las Cosas del Universo; de la
misma manera en que la Mente del Hombre está presente ante
todas las Imágenes de las Cosas formadas en su Cerebro.. .
Y sólo a esta Similitud se refiere cuando supone que el Espacio
Infinito es (por decirlo así) el Sensorio del Ser Omnipresente."'

Consecuentemente, parece estar claro que Newton em-


pleó el término "Sensorio" sólo como una comparación,
y que no identificaba al espacio infinito con un órgano
de Dios.
Teniendo la concepción del espacio de Newton ante
nosotros, podemos regresar a la cuestión de saber por qué
consideraba necesario y apropiado introducir considera-
ciones teológicas, en el cuerpo mismo de sus obras cien-
tíficas. Además de las razones dictadas por la polémica,
como lo hemos visto, indudablemente tenía otros moti-
vos. John Tul1 Baker, en su monografía intitulada An
historical ancl critica1 examination of English space and
time theories, se refiere a algunos de esos motivos. Dice
Baker que, en primer lugar, el espacio y el tiempo abso-
lutos ocupan un lugar en los Principia, porque, como
atributos de Dios, daban a los Principia considerados
como una cosmología una integridad de la que, de otra
manera, hubieran carecido. Además, su inclusión al prin-
cipio mismo del sistema newtoniano, proporciona a los
fundamentos de la mecánica y de la física matemática
una justificación teológica, idea simpática a Newton:
En segundo lugar, la postulación del tiempo absoluto y del
espacio absoluto, sugieren la construcción de entidades mate-
máticas que podrían ser aprovechadas como límites de perfec-
ción, en la descripción de los fenómenos físicos. De la misma
manera en que el tiempo relativo se aproxima más al tiempo
absoluto, cuando refinamos nuestras medidas, y el movimiento
relativo se aproxima al movimiento absoluto, cuando exami-
namos las fuerzas con mayor cuidado, así también el esquema
de las cosas en su conjunto puede ser entendido con mayor
37 A Collection oj Papers which passed between the late learned Mr.
Leibnitz and Dr. Clarke, Londres, 1717, pAg. 11.
El concepto del espacio absoluto 151

claridad, mientras más avanzamos en los experimentos y en el


análisis detallad^.^"
De acuerdo con esta interpretación, el empleo de los
absolutos, hecho por Newton, puede entenderse como un
ideal de perfección; ideal alcanzado Únicamente en los
temas del espacio. Además, puede argumentarse con todo
derecho que el espacio absoluto y el tiempo absoluto
siempre han sido de gran atractivo para la emotividad
humana. Al ser presentados clara y rigurosamente, la
certeza y la determinación parecen quedar garantizadas.
Una cosa es cierta: Que la mecánica de Newton, tal
como la expone en los Principia, constituye una gran
defensa de su teoría del espacio absoluto y del movi-
miento absoluto. Al final del Escolio del primer libro,
dice Newton: "En el siguiente tratado se explicará am-
pliamente la manera en que hemos de llegar a los mo-
vimientos verdaderos, a través de sus causas, de sus
efectos y de sus diferencias aparentes. Pues fue con ese
fin con el que lo compuse." 39 "Hunc enim in finen trac-
tatum secuenten c o m p o ~ u i . "Demostrar
~~ la existencia
del movimiento verdadero y del espacio absoluto: tal es
el programa de los Principia. Para Newton, todos sus
logros y descubrimientos están subordinados a la concep-
ción filosófica del espacio absoluto. El éxito extraordi-
nario alcanzado por la mecánica newtoniana, en la física
y. la astronomía de los dos últimos siglos, parece ser una
garantía indudable de la validez de sus implicaciones fi-
losóficas. No es sorprendente, por lo tanto, que las crí-
ticas elevadas por Leibniz y Huygens contra la teoría
del espacio absoluto, no encontraran ningún eco en ese
largo periodo. Actualmente estamos en posición de en-
tender la fuerza de esas críticas, lo que no quiere decir
que los Principia dejen de constituir un punto culmi-
J . T . Baker, An historical a& critica1 examinution of English space
and time theories, Bronxville, Nueva York, Sarah Lawrence College,
1930, pág. 30.
a Newton, Pí.incipiu, pAg. 12.
M Ibid.
152 Conceptos de espacio

nante en la historia de las conquistas intelectuales de la


humanidad. Esto no se debe a sus conclusiones filosófi-
cas, sino a la riqueza de su contenido puramente físico,
basado en la experimentación y por lo tanto verificable,
y, además, a la maravillosa sistematización de esa riqueza
de materiales científicos.
No es el propósito de este capítulo el hacer una ex-
posición amplia de la teoría del espacio de Leibniz. En
todo caso, sería una tarea sumamente complicada, debido
a que la teoría de Leibniz pasó por lo menos por tres
etapas en el curso de su desarrollo. Limitaremos nuestra
exposición a la crítica que hizo Leibniz de los conceptos
de Newton; para cuya comprensión es preciso recordar
que para Leibniz el espacio no es sino un sistema de
relaciones, desprovisto de existencia metafísica u onto-
lógica En su quinta carta a Clarke, Leibniz resume su
concepción del espacio de esta manera:
Mostraré aquí cómo llegan los Hombres a formarse la No-
ción del Espacio. Consideran que existen muchas cosas a la
vez, y las observan en cierto Orden de Coexistencia, de acuerdo
con el cual la relación de una cosa con otra resulta más o
menos simple. Este Orden es su Situación o Distancia. Cuando
sucede que una de esas Cosas Coexistentes cambia su Relación
con respecto a una Multitud de otras Cosas, las cuales no cam-
bian su Relación mutua, y que otra Cosa, recién llegada, ad-
quiere la misma Relación que tenía la anterior con las demás,
entonces decimos que ha venido a ocupar el Lugar de la an-
terior; y a este Cambio lo llamamos Movimiento efectuado en
Ese Cuerpo, por cuanto que es la Causa inmediata del Cambio.
Y aunque Muchas, o aun Todas las Cosas Coexistentes pueden
cambiar de acuerdo con ciertas Reglas de Dirección y de Velo-
cidad conocidas; sin embargo, siempre podemos determinar la
Relación de Situación que cada Cosa Coexistente adquiere con
respecto a toda otra Cosa Coexistente. Y aun Esa Relación, que
cualquiera otra Coexistente tendría respecto a ésta, o que ésta
tuviera con cualquiera otra, si no hubiera cambiado o si hubie-
ra cambiado en cualquier otra forma. Y suponiendo, o imagi-
nando, que entre esas Coexistentes hay un Número suficiente
de ellas que no ha sufrido ningún Cambio, entonces podemos
decir que Aquellas que tienen una Relación como ésta con las
Existentes fijas, igual que Otras la tenían con respecto a ellas
antes, ahora ocupan el mismo Lugar que tenían aquellas otras.
El concepto del espacio absoluto 153

Y Aquello que comprende a todos esos Lugares es llamado el


Espaci0.O

Leibniz continúa explicando que la relación de situa-


ción es una condición completamente suficiente para la
idea del espacio. No es necesario invocar ninguna .realidad
absoluta. Aclara su posición con una excelente ilustra-
ción tomada de la genealogía:
De la misma manera en que la Mente puede imaginarse un
Orden constituido por Líneas Genealógicas, cuya Grandeza con-
sistiría únicamente en el Número de Generaciones en las que
cada Persona ocuparía un Lugar: si a éste se agregara la Fic-
ción de una Metempsicosis y se introdujeran las Almas Huma-
nas, entonces las Personas que se encontraran en esas Líneas
cambiarían de Lugar; el que era Padre o Abuelo, se podría
convertir en Hijo o en Nieto, y así sucesivamente. Y esos Luga-
res, Líneas y Espacios Genealógicos, aunque expresaran Verda-
des reales, sólo serían Cosas idea le^.^'

El ejemplo del árbol genealógico, que muestra las rela-


ciones mutuas de parentesco entre determinadas perso-
, nas atribuyéndoles posiciones definidas en el esquema, le
sirve muy bien a Leibniz, pues nadie haría una hipóstasis
de ese sistema y lo dotaría de existencia ontológica. Para
Leibniz, el espacio absoluto de Newton no es más que
una hipóstasis igualmente injustificada.
Habiendo esbozado así su concepto de espacio, Leib-
niz se da cuenta de que, lo que ha hecho es únicamente
definir la expresión "ocupar el mismo lugar", que es su-
ficiente para fundamentar el concepto físico de espacio.
Procede entonces a atacar apasionadamente a More y, a
través de éste, a Newton. En este contexto, vale la pena
citar las siguientes palabras de Leibniz:
Si el Espacio (que el Autor imagina) vacío de todo Cuerpo,
no está completamente vacío, entonces ¿de qué está lleno?
'

¿Quizás está lleno de Espíritus extensos o de Sustancias in-


materiales capaces de extenderse y de contraerse, que se mue-

u A Collection of Papers.. ., pág. 195.


43 Ibid.
154 Conceptos de espacio

ven en él y se penetran mutuamente sin ningún Inconveniente,


como las Sombras de dos Cuerpos se penetran mutuamente
sobre la Superficie de un Muro? Me parece que veo el rena-
cimiento de las Imaginaciones singulares del doctor Henry More
(por otra parte un Hombre Sabio y bienintencionado), 'y de
Otros que imaginaban que esos Espíritus pueden hacerse im-
penetrables cuando les plazca. Más aún; algunos han imaginado
que el'Hombre en Estado de Inocencia tenia también el Don
de la Penetración; y que se hizo Sólido, 0paco.e Impenetrable
c.on su Caída. ¿Acaso no se trastornan nuestras Nociones de las
Cosas, con hacer que Dios tenga Partes y hacer que los Espí-
ritus tengan Extensión? "

La clara concepción de Leibniz del conside-


rándolo como un sistema de relaciones, y su bien cono-
cido "principium identitatb indiscernibilium", son los dos
fundamentos sólidos de los que parte su crítica del espar
cio absoluto y del movimiento absoluto de Newton. En el
campo de la cinemática no. puede haber duda de que
Leibniz fue el vencedor de esta disputa. Las refutaciones
que hace Clarke de los argumentos de Leibniz, a menudo
no vienen al caso y manifiestan un alto grado de incom-
prensión. Sin embargo, tan pronto como Clarke deja el
tema de la cinemática y plantea -sin duda bajo las ins-
trucciones de Newton mismo- los argumentos dináyicos
a favor de la existencia del espacio absoluto y del movi-
miento absoluto, Leibniz se enfrenta a una dificultad
insuperable. Con respecto a la referencia de Clarke al
Escolio y a las demostraciones que en él hace Newton
de la existencia del espacio absoluto y del movimiento
absoluto, a través de las fuerzas centrífugas, Leibniz se
siente obligado a admitir:
Con todo, concedo que hay diferencia entre un movimiento
verdadero absoluto de un Cuerpo y un Cambio meramente re-
lativo en su Situación'con respecto a otro Cuerpo. Pues cuando
la Causa inmediata del Cambio está en el Cuerpo, Ese Cuerpo
está verdaderamente en Movimiento; y entonces la Situación
4s A Collection of Papers.. ., pág. 205.
Para una historia del origen de la filosoffa de Leibniz sobre el
espacio y del tiempo, véase. W. Gent, "Leibnizes Philosophie dar Zeit
und des Raumes", Kantstudien 31, 61, 1926.
El concepto del espacio absoluto 155

de otros Cuerpos, con respecto a éste, cambiará consecuente-


mente, aunque la Causa de ese Cambio no esté en Ellos."

Habiéndose-o de esta manera-bis la idea de


un "movimiento verdadero absoluto", Leibniz enfrenta un
dilema para el que finalmente sólo halla una salida: ' l a
de dar un doble significado al concepto de movimiento.
Por una parte, éste puede denotar el cambio puramente
espacia1,de situación, con lo que Leibniz salva su visión
de 'la (estructura conceptual del espacio; por la otra,
puede significar un proceso dinámico, que está completa-
mente desvinculado del espacio como tal. Pero Leibniz
sabe que esa estratagema lo expone al peligro de retro-
ceder a conceptos escolásticos dudosos, como los de cua-
lidad, forma y sustqncia. En la correspondencia de Leib-
niz con Huygens, queda particularmente en claro que
durante varios años intentó, desesperadamente y sin éxi-
to, hallar un argumento dinámico en favor de la relati-
vidad del movimiento. Sin embargo, resulta curioso ad-
vertir, en la actualidad, que en realidad Leiljniz se acercó
mucho a la solución que ofreció Mach al problema. En su
De Causa Gravitatis, et Defensio Sententiae Autoris de
veris Naturae Legibus contra Cartesianosp6.Leibniz trató
de demostrar que la gravedad no es explicable como fuer-
za que actúa a distancia, sino que es reducible a la acción
por contigüidad del éter circundante. En otras palabras,
trató de reducir la gravedad a una fuerza centrífuga,
diciendo: "Etsi valde dudum inclinaverim ipse ad gravi-
tatem a vi centrifuga materiae aethereae circulantis re-
petendam, sunt tamen aliqua quae dubitationis gravis-
simas injecere." 47 La osada descripción que hace Mach
de las fuerzas centrífugas, a las que describe como una
acción gravitacional disfrazada, es directamente opuesta
a lo anterior. Así pues, no habiendo logrado hallar la
43
M Acta ~rudito&m, ¡960.
.
A Collectwn of P a ~ e r s.. ., pág.
- - 213.
4v G. 1. Gerhardt, Leibnizens mathematische Schriften, Halle, 1860,
Parte 2, Vol. 6, pág. 197. ["Aunque poco ha me incliné a referirla a la
gravedad por la fuerza centrífuga de-la materia etérea circulante, existen
con todo algunas cosas que presentan objeciones para hacerlo."]
150 Conceptos de espacio

clave de la relatividad dinámica, Leibniz no sintió nin-


guna necesidad de revisar lo que había escrito unos veinte
años atrás, cuando resumió su oposición ante la física
cartesiana en su Animadversions on Descartes' Principies
of P h i l o s ~ p h y : ~ ~
Sobre el Art. 25. Si el movimiento no es más que el cambio
de contacto o de vecindad inmediata, resulta que nunca puede
determinarse cuándo se mueve una cosa. Porque, como en la
astronomía los mismos fenómenos se presentan en hipótesis di-
ferentes, siempre es permisible atribuir movimiento real a uno
u otro de esos cuerpos que cambian entre sí su vecindad o su
situación; de manera que, eligiendo arbitrariamente a uno de
esos cuerpos como si estuviera en reposo o, por alguna razón
determinada, moviéndose en una línea dada, se podría determi-
nar geométricamente qué movimiento o qué reposo habría que
atribuir a los otros cuerpos, para que se produjera determinado
fenómeno. De aquí que, si no hay nada en el movimiento más
que este cambio respectivo, se siga que no hay ninguna razón
en la naturaleza para que el movimiento tenga que atribuirse
a un cuerpo y no a los otros. La consecuencia de esto será que
no existe movimiento real. Por lo tanto, para que se pueda decir
que una cosa se mueve, necesitamos no sólo su situación con
respecto a otras, sino también que la causa del cambio, la'fuerza
o la acción, esté en ella misma."

Es a estas líneas a las que se refiere Huygens en la


carta que envió a Leibniz el 29 de mayo de 1694. Huygens
objeta la afirmación de que "seria absurdo que no exis-
tiera movimiento real, sino únicamente relativo ("ab-
sonum esse nullum dari motum realem sed tantum re-
lativum"). El hecho de que la cita que hace Huygens de
Leibniz sea verbalmente imprecisa, no resulta tan esen-
cial. Huygens declara su intención de aferrarse a su teo-
ría -quizás para establecer un contraste entre su propia
firmeza y las vacilaciones de Leibniz-, y dice que no
se dejará influir por los experimentos de los Principia,
pues está convencido de que Newton está equivocado. Al
mismo tiempo, espera que Newton se retracte de su
Obra publicada en 1692.
49 G. M. Duncan, The philosophical works of Leibnitz, New Haven,
isgo, pág. 60.
El concepto del espacio absoluto 157

teoría en la segunda edición de los Principia,que pensaba


iba a publicar David Gregory. El instinto de Huygens a
favor de su propia teoría era válido, aunque se equivocó
con respecto a la segunda edición de los Principia, pre-
parada en realidad por Roger Cotes, como se equivocó
también en cuanto a la posible revisión que creía que
haría Newton.
El tema aparece en la primera carta de Huygens a
Leibniz, en la que se lee:
J e vous diray seulement que dans vos notes sur des Cartes
j'ay remarqué que vous croiez absonum esse nullum dari mo-
tum realem, sed tantum relativum. Ce que pourtante je tiens
pour tres constant, sans m'arrester au raisonnement et expe-
riences de Newton dans ses Principes de Philosophie, que je
scay entre dans l'erreur, et j'ay envie de voir s'il ne se retrac-
tera pas dans la nouvelle edition de ce livre, que doit procurer
David Gregorius."
La respuesta de Leibniz a esta carta (fechada el 22 de
junio de 1964) es en extremo interesante:
Quant a la difference entre le mouuement absolu et relatif,
' je croy que si le mouuement ou plus tost la force mouuante des
corps est quelque chose de reel comme il semble qu'on doit
reconnoistre, il faudra bien qu'elle ait un subjectum. Car a et b
allant l'un contre l'autre, j'avoue que tous les phenomenes
arriveront tout le meme, quel que soit celuy dans le quel on
posera le mouuement ou le repos; et quand il y auroit 1000
corps, je demeure d'accord que les phenomenes ne nous scau-
roient fournir (ny meme aux anges) une raison infallible pour
determiner le sujet du mouuement ou de son degré; et que
chacun pourroit estre concti a part comme estant en repos, et
c'est aussi tout ce que je crois que vous demandes; mais vous
ne nieres pas je crois que veritablement chacun a un certain
degré de mouuement ou, si vous voulés de la force; non-obs-
tant l'equivalence des Hijpotheses. 11 est vray que j'en tire cette
consequence qu'il y a dans la nature quelque autre chose que
Oeuvres completes de Christiaan Huygens, La Haya, 1905, Vol. 10
(correspondencia, 1691-1695), pág. 609: "Yo os diría solamente que en
vuestras notas sobre Descartes he notado que consideráis absonum esse
nullum d a d motum realem, sed tantum relativum. Sin embargo, yo lo
creo m u y constante, sin detenerme ni en el razonamiento ni en las
experiencias de Newton en sus Principios de Filosofúc, que sé que están
en el error; quisiera ver que él se retractara en la nueva edición de
este libro, que debe hacer David Gregorius."
158 Conceptos de espacio

ce que la Geometrie y peut determiner. Et parmy plusiers


raisons dont je me sers pour prouuer qu'outre i'entendue et ses
variations, qui sont des choses purement Geometriques, il faut
reconnoistre quelque chose de superieur, qui est la force; celle-
cy n'est pas des moindres. Monsieur Newton reconnoist l'equi-
valence des Hypothese en cas des .mouuements rectilineaires;
mais k l'égard des Circulaires, il croit que l'effort que font les
corps circulans de s'eloigner du centre ou de l'axe de la circu-
lation fait connoistre leur mouuement absolu. Mais j'ay des
raisons qui me font croire que rien ne rompt la loy generale de
1'Equivalence. 11 me semble cependant que vous meme, Mon-
sieur, estiés autres fois du sentiment de M. Newton k l'égard
du mouuement ~irculaire.~'

Como lo demuestra esta carta, Leibniz se halla en una


situación precaria, al adoptar, por un lado, el principio
lógico de la relatividad cinemática y, por otro, el fenó-
meno del movimiento circular que exige la existencia del
espacio absoluto. Su "movimiento verdadero", que difiere
conceptualmente del movimiento puramente geométrico,
resulta evidentemente un intento de establecer un com-
promiso.
Pero Huygens se opone a cualquier compromiso; de
51 Oeuvres complc?tes de Christiaa?. Huygens, La Haya, 1905, Vol. 10
(correspondencia. 1691-1695), pág. 639: "Por lo que se refiere a la dife-
rencia entre el movimiento absoluto y el relativo, creo que si el movi-
miento, o más bien la fuerza que mueve a los cuerpos, es algo real,
como parece que hay que reconocerlo, tendrá que tener un sujeto. Pues
cuando a y b van el uno contra el otro, reconozco que todos los fenó-
menos llegarán a lo mismo, sea lo que fuese la cosa a la que se atribuya
el movimiento o el reposo; y si hubiera 1,000 cuerpos, estoy de acuerdo
en que los fenómenos no podrían proporcionamos (ni a nosotros, ni a
los ángeles) una razón infalible para determinar el sujeto del movi-
miento o del grado de éste; aunque cada uno podría ser concebido
separadamente, como estando en reposo. Creo que es todo lo que pedís.
Pero vos no negaréis, según creo, que en verdad cada uno posee cierto
grado de movimiento o, si lo preferís, de fuerza, no obstante la equiva-
lencia de las hipótesis. Es cierto que de ello extraigo como consecuencia
que en la naturaleza hay algo más de lo que la Geometría puede deter-
minar. Entre las varias razones de las que me sirvo para probar que
además de lo extenso y de sus variaciones, que son cosas puramente
geométricas, hay que reconocer otra cosa superior, que es la fuerza; esta
razón no se halla entre las menos importantes. El señor Newton reconoce
la equivalencia de las Hipótesis en el caso de los movimientos rectilíneos;
pero, por lo que respecta a los circulares, cree que el esfuerzo que hacen
los cuerpos de circulación por alejarse del centro o del eje de la circu-
lación, nos hace conocer su movimiento absoluto. Pero yo tengo razones
que me hacen creer que nada quebranta la ley general de la Equivalen-
cia. Me parece además que vos mismo, señor, erais de la opinión del señor
Newton, por lo que se refiere al movimiento circular."
El concepto del espacio absoluto 159

esta manera, escribe en una carta fechada el 24 de agosto


de 1694:
Pour ce qui est du mouvement absolu et relatif, j'ay admire
vostre memoire, de ce que vous vous estes souvenu, qu'autre-
fois j'estois du sentiment de Mr. Newton, en ci qui regard le
mouvement circulaire. Ce qui est vray, et il n'y a que 2 ou 3
que j'ay trove celuy qui est plus veritable, duque1 il sem-
ble que vous n'estes pas eloigne non plus maintenant, si non
ence que vous voulez, que lorsque plusiers corps ont entre eux
dn mouvement relatif, ils aien chacun un certain degre de mou-
vement veritable, ou de force, enquoy je ne suis point de vostre
avi~.~' \

La respuesta de Leibniz, del 14 de septiembre de 1694,


que pone fin a este interesantísimó intercambio de ideas,
pues Huygens murió en 1695, muestra su gran interés en
la solución que daba Huygens al problema del movimien-
to circular. Está de acuerdo en que el movimiento circu-
lar, comparado con el movimiento de translación unifor-
me, no goza de ningún privilegio, y en que todos los
sistemas de referencia tienen que ser tratados como equi-
valentes. En opinión de Leibniz, únicamente el principio
de la simplicidad conduce a la atribución exclusiva de
determinados movimientos a determinados cuerpos. Sin
duda, Leibniz tomó esto de la astronomía, ed la que du-
rante muchos años desempeñó un importante papel en la
controversia entre los copernicanos y sus oponentes. Leib-
niz no sólo se dio cuenta de la semejanza, o casi identi-
dad, del problema discutido con el problema de saber si
es preferible el sistema tolomeico o el copernicano, sino
que incluso escribió un tratado, Tentamen de motuum
coelestium ~ausZs,5~ cuya intención era la de mostrar
62 Huygens, Oeuvres completes, Vol. 10, pág. 609: "Por lo que se refiere
al movimiento absoluto y relativo, admiro vuestra memoria, pues habéis
recordado que en otro tiempo yo era de la opinión del señor Newton, en
lo que respecta al movimiento circular. Lo que es verdad, y sólo hace
poco que he descubierto lo que es más verdadero, de lo cual parece que
vos tampoco estáis muy alejado ahora, si no malinterpreto lo que vos
queréis decir, que cuando varios cuerpos tienen entre si un movimiento
relativo, tienen cada uno un cierto grado de movimiento verdadero. o de
fuerza, en lo que yo no estoy de ninguna manera de acuerdo con vos."
a ,Gerhardt, Leibnizens mathematische Schriften, Vol. 6, pág. 144.
160 Conceptos de espacio

cómo los argumentos referentes a la relatividad mecá-


nica del movimiento, sugieren la equivalencia de los dos
sistemas cosmológicos rivales. Parece que originalmente
tenía la intención de publicar este trabajo en Roma, du-
rante su visita a la Ciudad Santa, pero sobre esta inten-
ción prevaleció la precaución y sólo dio a conocer una
P~omemoria,5~ cuya parte teórica comienza con la afir-
mación: "Ut ver0 res intelligatur exactius, sciendum est
Motum ita sumi, ut involvat aliquid respectivum et non
posee dari phaenomena ex quibus absolute determinetur
motus aut quies; constitit enim motus in mutatione situs
seu loci." *
Hemos mencionado la Última carta de Leibniz a Huy-
gens, en la que se trata del problema del espacio abso-
luto. Esta carta dice así:
Comme je vous disois un jour A Paris qu'on avoit de la
peine A connoistre le veritable sujet du Mouuement vous me
répondites que cela se puuoit par le moyen de mouuement
circulaire, cela m'arresta; et je m'en souuins en lisant A peu
pres la m6me chose dans le liure de Mons. Newton; mais ce
fut lorsque je croyois déjA voir que le mouuement circulaire
n'a point de privilege en cela. Et je voy que vous estes dans le
meme sentiment. Je tiens donc que toutes les hypotheses sont
equivalentes et lorsque j'assigne certains mouuements A cer-
tains corps, je n'en ay ny puis avoir d'autre raison, que la
simplicité de YHypotheses croyant qu'on peut tenir las plus
simple (tout consideré) pour la veritable. Ainsi n'en ayant
point d'autre marque, je crois que la difference entre nous,
n'est que dans la maniere de parler, que je tache d'accomoder
A i'usage cornmun, autant que je puis, salva veritate. J e ne suis
pas m6me fort elogne de la vostre, et dans un petit papier que
je communiquay A Mr. Viviani, et qui me paroissoit propre A
persuader Messieurs de Rome a permettre l'opinion de Coper-
nic, je m'en accommodois. Cependant si vous estes dans ces
sentiments sur la realité de mouuement, je m'imagine que vous
duriés en avoir sur la nature du corps de differens de ceux,
51 Gerhardt, Leibnizens mathematische Schriften, Vol. 6, pág. 144.
* "Para que se entienda más exactamente esto hay que saber que in-
terprete aqui el movimiento de modo que implique algo relativo, no pu-
diéndose dar fenómenos por los que se determine en forma absoluta el
movimiento o el reposo: pues consiste el movimiento en cambio de sede
o lugar."
El concepto del espacio absoluto 161

qu'on a coustume d'avoir. J'en ay d'assez singuliers et qui me


paroissent d e m o n s t r é ~ . ~

¿Cuál es esta singular concepción de la naturaleza de


los cuerpos, con base en la cual Leibniz afirma haber
encontrado la solución al problema del movimiento circu-
lar? No lo sabemos. Leibniz no explica su solución, ni en
esta carta ni tampoco, hasta donde lo sabemos, en ningún
otro lugar.
Nuestra posición es más afortunada con respecto a la
solución que dio Huygens al mismo problema. ¿Cómo
pudo sostener,Huygens, a la luz de determinados efectos
dinámicos, tales como el surgimiento de las fuerzas cen-
trífugas en el movimiento circular y el principio cine-
mático del movimiento relativo, y no necesitar, al mismo
tiempo, de la existencia del espacio absoluto y del movi-
miento absoluto?
En 1886, L. Lange llamó la atención sobre la posi-
bilidad de hallar la solución de Huygens entre sus do-
cumentos póstumos, en los archivos de Leyden. Sin em-
bargo, sólo fue hasta 1920 cuando D. J. Korteweg y
J. A. Schouten, al encontrar en los archivos de Leyden
cuatro hojas sueltas escritas por Huygens, que se referían
al movimiento circular, publicaron esa solución. La cuarta
Huygens, Oeuvres completes, Vol. 10, pág. 681:". .. Como os lo di-
jera ya un día en Parfs, es dificil reconocer el verdadero sujeto del Mo-
vimiento, a lo que vos me contestastéis que era posible reconocerlo por
medio del movimiento circular; eso me asombró. Y lo recordé leyendo
más o menos lo mismo en el libro del señor Newton; pero entonces creía
ver ya que el movimiento circular no tiene ningún privilegio en ello.
Y veo que vos sóis de la misma opinión. Sostengo pues que todas las
hipótesis son equivalentes y cuando atribuyo determinados movimientos
a determinados cuerpos, no tengo para ello ni puedo tener otra razón
que la simplicidad de la Hipótesis. según la cual se puede aceptar la más
simple (considerándolas todas), como la verdadera. Así, no teniendo nin-
guna otra señal, creo que la diferencia entre nosotros sólo se encuentra
en la forma de hablar, la que yo trato de acomodar al uso común tanto
como me es posible, salva veritate. No estoy tampoco muy alejado de la
vuestra, y en un pequeño documento en el que comuniqué al señor Vi-
viani, que me parecía bueno persuadir a los Señores de Roma de que
permitieran la opinión de Copérnico, me acomodaba a ella. Sin embar-
go, si vos sois de esta opinión acerca de la realidad del movimiento, me
imagino que deberéis tener alguna diferente de las acostumbradas, con
respecto a la naturaleza de los cuerpos. Yo tengo opiniones muy particu-
lares que me parecen demostradas."

Conceptos de espacio.-11
162 Conceptos de espacio

hoja, en la que Huygens resume su solución, la citamos


parcialmente:
Diu putavi in circulari motu haberi veri motus "criterion"
ex vi centrifuga. Etenim ad ceteras quidem apparentias idem
fit sive orbis aut rota quaepiam me juxta adstante circumrote-
tur, sive stante orbe illo ego per ambitum ejus circumferar,
sed si lapis ad circumferentiam ponatur projicietur circumeunte
orbe, ex quo vere tunc et nulla ad aliud relatione eum moveri
et circumgyrari judicari existimabah. Sed is effectus hoc tan-
tummodo declarat impressione in circumferentiam facta partes
rotaemotu relativo ad se invicem in partes diversas impulsas
fuisse, ut motus circularis sit relativus partium in partes con-
trarias concitatarum sed cohibitus propter vinculum aut con-
nexum, an autem corpora duo inter se relative moveri possunt
quorum eadem manet distantia?
Ita sane dum distantiae incrementum inhibetur, contrarius
vero motus relativus per circumferentiam viget.
Plerique verum corporis motum statuunt cum ex loco certo
ac fixo in spatio mundano transfertur, male na mcum infinite
spatium undique extensum sit quae potest esse definitio aut
immobilitas loci?
Stellas affixas, in Copernicano systemate, forsan revera
quiescentes dicent. Sint sane inter se immotae sed omnes simul
sumtae alterius corporis respectu quiescere dicentur, ve1 qua
in re different a celerrime motis in partem aliquam? nec quies-
cere igitur Corpus nec moveri in infinito spatio dici potest, ideo-
que quies et motus tantum relativa s ~ n t . ~ "
Esto puede traducirse así:
Por largo tiempo he pensado que el movimiento de rotación
contiene, por medio de las fuerzas centrífugas, un criterio para
el movimiento verdadero. Ciertamente, con respecto a otros fe-
nómenos da lo mismo que un disco circular o una rueda giren
cerca de mí o que yo circule en torno al disco en reposo. Sin
embargo, si se pone una piedra en la circunferencia, será pro-
yectada sólo cuando el disco gira y, por lo tanto, antes pensaba
que el moviniiento circular no es relativo a ningún otro cuerpo.
Aun así, este fenómeno demostró Únicamente que las partes de
la rueda, debido a la presión que actúa sobre la circunferencia,
son impulsadas a un movimiento relativo entre ellas mismas,
en diferentes direcciones. El movimiento de rotación es, por lo
tanto, sólo un movimiento relativo de las partes, que son im-
m D. J. Korteweg y . J. A. Schouten, Jahresbericht der Deutschen
Mathematiker-Vereinigung,29, 136, 1920.
El concepto del espacio absoluto 163

pulsadas a diferentes lados, pero que se mantienen unidas por


una cuerda o por cualquier otra conexión.
Ahora bien, jes posible mover relativamente dos cuerpos
sin cambiar su distancia? Ciertamente que es posible, si se evita
un incremento de su distancia. En la circunferencia existe un
movimiento relativo opuesto. La mayoría de las personas su-
pone que el verdadero movimiento de un cuerpo consiste en
que sea transferido desde determinado lugar fijo del universo.
Esto es falso; pues si el espacio es ilimitado en todas direccio-
nes, jcuál es la definición de la inmovilidad de un lugar? Quizá
se digá que las estrellas fijas del sistema de Copérnico están
realmente en reposo; pues bien, de hecho pueden estar mutua-
mente inmóviles unas con respecto a las otras; pero tomadas
en conjunto, &enrelación con qué otro cuerpo se dice que es-
tán en reposo, o en qué respecto debe distinguírselas de los
cuerpos que se mueven muy rápidamente en determinada di-
rección? Por lo tanto, es imposible afirmar que un cuerpo está
en reposo en el espacio infinito o que se mueve en él; el reposo
y el movimiento, por lo tanto, son sólo relativos.
Así, Huygens pensaba que había descubierto que el
efecto dinámico de la aparición de las fuerzas centrífugas
es sólo una indicación del movimiento relativo de las
diferentes partes del disco. Sin embargo, el movimiento
relativo de estas partes puede ser transformado, tomando
como sistema de referencia precisamente el sistema que
tenga la misma velocidad angular (y el mismo origen)
que el disco en rotación. En este sistema de coordenadas
en rotación, las partes del disco están en reposo. No obs-
tante, el efecto dinámico referido a este sistema no des-
aparece: la "presión" ejercida por las fuerzas centrífugas
no ha sid6 transformada, como debería serlo si la fuerza
centrífuga no fuera sino un efecto dinámico del movi-
miento relativo de las partículas. Por lo tanto, la expli-
cación de Huygens seguramente no pasa ciertamente la
prueba de la crítica científica moderna. Sin embargo, es
un hecho histórico que Huygens, inspirado por su pro-
funda visión científica, fue el primer físico que creyó en
la validez exclusiva, tanto de un principio de relatividad
cinemática como de un principio de relatividad dinámica,
doscientos años antes de que surgiera la relatividad mo-
derna.
El concepto del espacio
en la ciencia moderna
Nada de lo que hubieran dicho
Leibniz y Huygens en contra del
concepto de Newton sobre el espa-
cio absoluto, podría haber evitado
su aceptación. Las cartas que se
cruzaron Leibniz y Clarke, aunque
ampliamente leídas, fueron estu-
diadas y discutidas principalmen-
te por sus implicaciones teológi-
cas. Con la aceptación gradual
del sistema de Newton y a medida
que las teorías cartesianas rivales
fueron cayendo en desgracia, el
concepto de Newton sobre el espa-
cio absoluto se convirtió en requi-
sito previo fundamental de la in-
vestigación f isica.
A este respecto, las palabras de
John Keill, uno de los primeros
defensores de la física newtoniana
en la Universidad de Oxford, son
típicas. En la segunda conferen-
'

cia que dictó en Oxford en 1700,


decía:
166 Conceptos de espacio

Concebimos al Espacio como aquello en lo que están ubica-


dos todos los Cuerpos, o, para hablar como los Escolásticos, en
donde tienen su Ubi; es al mismo tiempo penetrable, recibe a
todos los Cuerpos en su seno, y no rechaza la Entrada de nin-
guna cosa; está fijo de manera inmóvil, no es capaz de ninguna
Acción y no puede tener ni Forma ni Cualidad; es imposible
separar sus Partes unas de otras, aun recurriendo a una Fuerza
por grande que sea; pero el Espacio mismo, como permanece
inmóvil, recibe las Sucesiones de las cosas en movimiento, de-
termina las Velocidades de sus Movimientos y mide las Dis-
tancias de las cosas mismas.'

No sólo este aspecto sobrio, real y científico de la


concepción del espacio absoluto de Newton ganó terre-
no; también la divinización del espacio fue aclamada con
un entusiasmo no menor a principios del siglo XVIII, de-
bido a que se conformaba muy bien con Ia concepción
general de la época, para la cual la ciencia se había
hecho idéntica al estudio de las o b a s de Dios. "La na-
turaleza le fue arrebatada a Satán y restituida a Dios."
Por lo tanto, no es de asombrar que Joseph Addison haya
exaltado la interpretación religiosa de Newton con estas
palabras: "La manera más noble y más excelsa de con-
siderar a este espacio infinito, es la de Sir Isaac Newton,
quien lo llama sensorio de la Divinidad.'j3 Las palabras
del Salmista, "Coeli enarrant gloriam Dei", podían in-
terpretarse ahora en un nuevo sentido;
El espacioso firmamento en lo alto
Con todo el cielo etéreo azul
Y el firmamento resplandeciente, marco brillante,
Proclaman su gran Origen.

La difusión de tales ideas no se limitó a Europa. En el


Nuevo Mundo, Jonathan Edwards, metafísico y sacerdo-
te, que después de un siglo de su muerte aún era llamado
"el más grande metafísico que América ha producido
1 John Keill, An introduction to natural philosophy, Londres, 1745,
pág. 15.
2 Basil Willey, The eighteenth century background, Chatto & Windus,
Londres, 1949, pág. 4.
3 The Spectator, núm. 565, 1714.
El concepto del espacio en la ciencia moderna 167

hasta ahora": expresó ideas acerca del espacio que, en


sus implicaciones teológicas, congeniaban enormemente
con las expresadas por Newton.
La inclusión de-las ideas religiosas de Newton en su
sistema de la física, fue considerada, particularmente en
Inglaterra, como un extraordinario logro de la filosofía
natural. Se esperaba que analizando los conceptos fun-
damentales de la ciencia se sacaran a la luz nuevos ma-
teriales válidos para probar la existencia de Dios. Estas
~ r u e b a s basada;
. en la infinitud v en el carácter absoluto
a
;el es&cio. habían de sustituir las demostraciones es-
colásticas tradicionales, que comenzaban a considerarse
deficientes desde el punto de vista lógico. Durante la pri-
mera mitad del siglo XVIII, muchos autores, entre los que
sólo mencionaremos a Jacob Raphson? John J a c k s ~ n , ~
Joseph Clarke e Isaac W a t t ~ expresaron
,~ ideas seme-
jantes.
La noción de espacio absoluto triunfó en todos los
frentes.-Y no sólo eso, sino que también durante el si-
glo XVIII se hicieron intentos para demostrar la necesidad
lógica del concepto. Por cierto, nada menos que Leon-
hard Euler luchó con el problema durante más de treinta
años. En su Mechanica sive m t u s scientiae analutice " ex-
posita, Euler desarrolla su mecánica conforme a los li-
neamientos newtonianos e introduce el concepto de espa-
cio absoluto y de movimiento absoluto, con el espíritu de
los Principi- Así, su segunda definición reza: "Locus est
'pars spatii immensi seu infiniti in quo universus mundus
consistit. Vocari hoc sensu a c c e ~ t u slocus solet absolutus.
ut distinguatur a loco relativo, cuius mox fiet m e n t i ~ . " ~
4 Georges Lyon. L'Idealisnie en Angleterre au XVIIIe siecle, París.
1888, pág.406. -
; Jacob Raphson, De spatio reali seu ente infinito conamen mathema-
tico-metaphvsicum, Londres, 1702.
o JO& ~ a c k s o n ,The existente and unity of god, proved from his. na-
ture and attributes, Londres, 1734. *
7 Examination of Dr. Clarke's notion of space, Cambridge, 1734.
8 Isaac Watts, Philosophical essays on various subjects, Londres, se-
gunda edición, 1736, "Essay 1: y A fair enquiry and debate conceming
space whether it be something or nothing, Godor creatura.
0 L. Euler, Mechanica sive motus scientiae analytice ezposita, San
168 Conceptos de espacio

Para Euler, sin embargo, en su primera obra, la cuestión


de la existencia real del espacio absoluto es indiferente.
Exista o no el espacio absoluto, basta sólo imaginar tal
espacio para alcanzar la determinación del movimiento
absoluto o del reposo absoluto. Pero Euler cambió de
opinión en sus "Réflexions sur l'espace et le Temps",l0
acentuando la existencia necesaria del espacio absoluto;
había llegado a la conclusión de que, para la determina-'
ción del movimiento, es indispensable la existencia de
algún sustrato con existencia real. Puesto que este sus-
trato no parece existir en la materia casual circundante,
debe ser el espacio mismo el que existe en esta capaci-
dad. "On en devroit plut6t conclure, que tant l'espace
absolu, que le temps, tels que le Mathématiciens se les
figurent, étoient des choses réelles, qui subsistent memes
hors de notre imagination." l1 La demostración de Euler
de la realidad del espacio absoluto, con base en la ley de
la inercia, aparece finalmente en su Teoría motus corpo-
rum solidorum seu rigidorum,12 aunque ya en -la Mecha-
nica insiste en que las leyes del movimiento presuponen
la existencia del espacio absoluto. "Si hac significatione
expositae voces accipiantur, vocari solent motus absolu-
tus, quiesque absoluta. Atque hae sunt verae et genuinae
istarum vocum definitiones, sunt enim accomodatae a d
leges motus, quae in sequentibus explicabuntur." l3 Des-
de luego, Euler no fue el primero de los sucesores de
Newton que destacó la importancia intrínseca del con-
cepto de espacio absoluto, para la formulación de la ley
Petersburgo, 1736, pág. 2. ["El lugar es una parte del espacio inmenso o
infinito en el que está el universo mundo. Se suele llamar en este sentido
nbsoluto a ese lugar, para distinguirlo del lugar relativo, del que pronto
se hablar&."l
1" Histoire de l'dcadémie Royale des Sciences et des Belles-lettres, 1748,
Bcrlln. 1750. Vol. 4. ~ á g .324.
11 " ~ a b r i aque cohciuir más bien que tanto el espacio absoluto como
el tiempo, tal como los conciben los matemáticos, serían cosas reales que
existen por si mismas fuera de nuestra imaginación".
12 Rostock y Greifswald, 1765.
J
' Euler, Mechanica, pág. 2. ["Si las palabras expuestas se toman con
este significado. se les suele calificar con la palabra absoluto, y reposo
absoluto. Y estas son las verdaderas y genuinas definiciones de estas pa-
labras, pues están acomodadas a las leyes del movimiento que se explica-
rán a continuación."l
El concepto del espacio en la ciencia moderna 1U9

de la inercia. Maclaurin había afirmado explícitamente,


en su Account of Sir Isauc Newton's philosophical disco-
veries: "Esta perseverancia de un cuerpo en un estado
de reposo o de movimiento uniforme, sólo puede tener
lugar en relación con el espacio absoluto, y sólo puede
ser inteligible admitiendo la existencia de éste."14 Euler
no se limitó simplemente .a afirmar tal implicación. Si
fuera pqsible demostrar la necesidad lógica de la ley de
la inercia, entonces, según Euler, de ella se seguirá por
implicación la necesidad lógica de1 espacio absoluto. Así,
después de formular la ley de la inercia, Euler intenta
hacer una defensa a priori de esta necesidad. La ley es
formulada en el Axionia 2, como sigue: "Corpus, quod
absolute quiescit, si nulli externae actioni fuerit subjec-
tum, perpetuo inquiete perseverabil." "n ' la "Explica-
tio" que sigue inmediatamente; leemos: "cum enim in eo
(i. e. elemento corporis) nulla insit ratio, cur in unam
potius directionem moveri incipiat, quam in omnes alias,
atque extrinsecus omnis causa motus adimatur, secun-
dum nullam\ directionem motum concipere poterit. Ni-
titur igitur quidem haec veritas principio sufficientis
rationis"."
En esa época era bastante común suponer que podría
demostrarse la ley de la inercia, e indirectamente la exis-
tencia del espacio absoluto, mediante el principio de la
razón suficiente. Un razonamiento muy semejante, se
presenta en el Traité de dynamique, de D'Alembert, y
también, particularmente, en los Fundamentos metafi-
sicos de la ciencia natural, de Kant. Pero, antes de esto,
Kant había sostenido una opinión difereiite. Kant mostró
14 Colin Maclaurin, Account of Sir Isaac Newton's philosophica1 dis-
coveries, Londres, 1748, Segundo Libro, Cap. 1, Sección 9.
15 Euler, Theoria motus, pág. 32. ["El cuerpo que está absolutamente
quieto permanecerá siempre inmóvil. si no es objeto de ninguna acción
exterior."]
* "Puesto que en 61 (esto es, en el elemento corporal) no hay ninguna
razón por la que empiece a moverse más en una dirección que en cual-
quiera de las demás, y se excluye la causalidad de cualquier movimiento
extrínseco, no se podrá originar un movimiento en ninguna dirección. Se
apoya ciertamente así esta verdad en el principio de razón suficiente."
S70 Conceptos de espacio

en su juventud un gran interés por las ciencias naturales;


en realidad, desde la época de su primera obra,'publi-
cada en 1747,l"l problema del espacio y del movimiento
lo preocupó constantemente. En su obra Principiormm
primorum cognitionis metaphysicae nova diluciclatio, apa-
recida en 1755, Kant intentaba reconciliar a Newton con
Leibniz. Estando de acuerdo con el punto de vista rela-
tivo de Leibniz; Kant no ve en las relaciones espaciales
ningún reflejo de los simples datos cualitativos presentes
en el orden de la materia coexistente, sino más bien efec-
tos e interacciones mutuas entre los cuerpos; como la
interdependencia causal no está dada con la materia como
tal, sino que ha sido agregada e impartida por la creación
divina, el espacio existe independientemente de la reali-
dad absoluta en el sentido newtoniano. En la Monado-
logia physka, de 1756, pretende alcanzar un compromiso
semejante entre la metafísica de Leibniz y la física de
Newton. Según Kant, el metafísico afirma que toda la
realidad sustancial está constituida de unidades funda-
mentales indivisibles, o mónadas; el matemático, por su
parte, considera que el espacio es divisible infinitamente;
y el físico aplica finalmente el espacio matemático a la
materia metafísica. Este estado de cosas, es consistente
únicamente si el espacio no es una sustancia, sino un fe-
nómeno de relaciones entre las sustancias, y si la sustan-
cia no es más que un centro de acción que afecta a otras
sustancias y que es afectada por ellas a través de la ope-
ración mutua de las fuerzas. Una sustancia simple "ocu-
pa" un espacio mayor o menor, no porque lo llene con
un número mayor o menor de partes materiales, sino
porque ejerce fuerzas de repulsión más poderosas, o más
débiles, para evitar la aproximación de las mónadas ad-
yacentes. La magnitud espacial es, por. lo tanto, única-
mente una medida de la intensidad de las fuerzas de ac-
ción ejercidas por la sustancia. En su Neuer LehrbegrZff
10 Kant, "Thoughts on the true estimation of living forces", en John
Handysiede. traductor: Kant's inaugural dissertation and early writings
on space, Chicago, 1929.
El concepto del espacio en la ciencia moderna 171

der Bewegung und Ruhe, Kant acentúa nuevamente el


carácter puramente relativo del espacio, diciendo:
Ahora empiezo a advertir que carezco de algo en la expre-
sión del movimiento y del reposo. Yo nunca diría que un cuerpo
está en reposo, sin agregar con respecto a qué se encuentra en
reposo; y nunca diría que se mueve, sin nombrar al mismo
tiempo los objetos con respecto a los cuales cambia su relación.
Si quiero imaginar también un espacio matemático libre de toda
creatura, como receptáculo de los cuerpos, ni siquiera eso me
ayudaría, pues jcómo distinguiría yo las partes del mismo y los
diferentes lugares que no está ocupados por nada corpóreo?"

Pero cinco años más tarde,18 aparentemente bajo la


influencia de Euler,l"ant abandona este punto de vista
y se declara en favor de los conceptos newtonianos de
espacio y tiempo absolutos. En su ensayo "Sobre los pri-
meros fundamentos de la distinción de las regiones en
el espacio", Kant formula su programa de la siguiente
manera: "Mi meta en este tratado es investigar si no hay
que encontrar en los juicios sobre la extensión, tales
como los contenidos en la geometría, una prueba evi-
dente de que el espacio tiene una realidad propia, inde-
pendiente de la existencia de toda materia, e incluso del
primer fundamento de la posibilidad de la composición
de la materia." 20 Kant pensaba que había encontrado
una prueba incuestionable de la existencia y de la rea-
lidad del espacio absoluto, independiente de la existen-
cia de la materia. Como primer fundamento para la po-
sibilidad de la composición o disposición de la materia, el
-
espacio está dotado de una realidad propia. Kant basa
su prueba en la distinción entre la izquierda y la dere-
cha. Se observa, dice, que las relaciones intrínsecas mu-
17 Kant, Gesammelte ' Werke, Akademie Ausgabe, Berlín, 1905, Vol. 2,
pág. 13.
1s Kant, "Versuch den qegri£f der. negativen Grosse ?n die Weltweisheit
einzuführen", 1763, en Gesemmelte Werke, Akademie Ausgabe, Vol. 2, pá-
gina 165.
19 Acerca de la influencia de Euler sobre Kant, véase, H. E. Timerding,
"Kant und Gauss", Kantstudien, 28, 1923.
m Kant, "Von dem ersten Grunde des Unterschiedes der Gegenden irn
Raume", 1769, en Geseinmelte Werke, Akademie Ausgabe, Vol. 2, pág. 375.
172 Conceptos de espacio

tuas entre las partes individuales de nuestra mano iz-


quierda, son las mismas que tenemos en nuestra mano
derecha; y, sin embargo, evidentemente hay una dis-
tinción fundamental que hace imposible sustituir a una
mano por la otra. Ahora bien, si esta diferencia funda-
mental no puede explicarse como la mera apariencia
de una relación diferente en el orden o en la disposición
mutua de las partes, únicamente puede explicarse me-
diante la suposición de una disposición diferente, con res-
pecto al espacio absoluto. Así, el espacio absoluto tiene
que ser introducido como noción metafísica fundamen-
tal, necesaria para la explicación de este fenómeno.
H. Weyl, quien demuestra que, matemáticamente, la
raíz de esta distinción es de naturaleza puramente com-
binatoria (una permutación de determinados vectores li-
nealmente independientes, determina el "sentido" de la
rotación, como sucede por ejemplo en el sistema de coor-
denadas basado en la mano derecha o en la mano izquier-
da), dice, acerca de los argumentos de Kant:
Kant encuentra la clave del enigma de la izquie;da y la
derecha, en el idealismo trascendental. El matemático ve detrás
el hecho combinatorio de la distinción entre las permutaciones
pares y las impares. El choque entre las indagaciones empren-
didas por filósofos y matemáticos, acefia de las raíces de los
fenómenos que nos presenta el mundo, .difícilmente puede ilus-
trarse de manera más impresionante."

El lado izquierdo de una línea recta puede intercam-


biarse con su lado derecho, haciendo girar a la línea en
un plano; el sentido correspondiente al movimiento de
las manecillas del reloj, puede intercambiarse por el sen-
tido contrario al de las manecillas del reloj, moviendo la
superficie en el espacio tridimensional (volteándolo al
revés); un tornillo izquierdo puede intercambiarse por
uno derecho -o a la inversa-, "moviendo" el objeto en
21 H . Weyl, Philosophy of mathematics and natural science, Princeton,
Princeton University Press, Princeton, 1949. pág. 84. (Traducción al es-
pañol, Filosofia de las matemáticas y de la ciencia natural, México, Uni-
versidad Nacional Autónoma de México, 1965.)
El concepto del espacio en la ciencia moderna 173

un espacio tetradimensional. Es claro, por lo tanto, que


matemáticamente no existe ninguna señal que distinga a
un sentido del otro. De manera semejante, todas las le-
yes naturales son indudablemente invariantes con res-
pecto a un intercambio entre la izquierda y la dere-
cha, aunque hay algunas asimetrías, que en algunos
casos aun no se han explicado, que se mantienen en los
fenómenos biológicos y químicos. Weyl menciona el si-
guiente ejemplo:
El hecho de que el Homo sapiens contenga una hélice que
gira hacia el mismo lado en todos los individuos, está compro-
bado de manera bastante horripilante, por el hecho de que el
hombre contrae una enfermedad metabólica llamada fenilceto-
nuria, que produce amnesia, cuando se agrega a los alimentos
cierta cantidad de fenilalanina levógira, mientras que la forma
dextrógira no tiene esos efectos tan desastroso s.^

Los fenómenos de este tipo, indudablemente no tienen


una importancia profunda y nadie los emplearía actual-
mente como pruebas de la existencia del espacio absoluto.
Pero regresemos a Kant. Desde su punto de vista, sólo
la intuición inmediata es la que distingue entre izquierda
y derecha, diferencia que no puede ser formulada con-
ceptualmente. Además, es la intuición inmediata la que
forma nuestros conceptos generales en la geometría y la
que hace evidentes sus postulados. En esta intuición se
apoya la prueba de la realidad del espacio absoluto. "In
den anschauenden Urteilen, dergleichen die Messkunst
enthaelt, ist der Beweis zu finden, dass der absolute
Raum unabhingig von dem Dasein aller Materie und
selbst als der erste Grund ihrer Zusammensetzung eine
eigene Reaalitat habe."23 La idea de que la intuición se
21 H. Weyl, Philosophy of mathematics and natural science, Princeton,
Princeton University Press, Princeton, 1949, pág. 208; véase también. H.
Weyl, Symmetty, Princeton, Princeton University Press, 1952, págs. 16-38.
(Traducción al espafiol La simetría, Buenos Aires, Nueva Visión, 1958.)
a Kant, ~esemmeltkWerke, Akademie Ausgabe, Vol. 6. ["En el juicio
intuitivo que contiene la apreciación se ha de encontrar la prueba de que
el espacio absoluto es independiente de la existencia de cualquier mate-
ria y tiene una realidad propia en si mismo como el primer fundamento
de su estructuración."]
174 Conceptos de espacio

halla en la base de nuestro conocimiento geométrico,


produce un cambio radical en la actitud de Kant hacia
estas cuestiones. Ahora el problema del espacio se le
presenta a Kant bajo una nueva luz. Deja de ser un pro-
blema de la física y pasa a ser parte integrante de . l a
filosofía trascendental. D e ahora en adelante, para Kant
el espacio es una condición para la posibilidad misma de
la experiencia. En la disertación "De mundi sensibilis at-
que intelligibilis forma et p r i n ~ i p i i s " ,los
~ ~ conceptos de
espacio absoluto y de tiempo absoluto son considerados
únicamente como ficciones conceptuales, como un esque-
ma mental de relaciones construidas de coexistencia y
secuencia entre sentidos particulares. Por no surgir de
las sensaciones, el concepto de espacio es una intuición
pura, ni objetiva ni real, sino subjetiva e ideal.
La teoría crítica del e s ~ a c i ode Kant, como su filoso-
fía en general, estuvo inflhda enormemknte por los em-
pirista~ingleses Locke, Berkeley y Hume, lo mismo que
por sus investigaciones analíticas sobre la formación de
las ideas. Para Locke, la extensión, la figura, la dimen-
sión y el movimiento, en contraste con el color, el sonido
y el gusto, eran cualidades primarias, inherentes al ob-
jeto e independientes del sujeto que las percibe. En su
New theory of visiÓn,2"erkeley, al intentar explicar
nuestra concepción del espacio, redujo el espacio visual
a las señales visuales del espacio tangible, arguyendo
aue las ideas visuales se hallan dentro de la mente. mien-
&as que el espacio tangible no necesita explicación. Las
distancias, las dimensiones o las figuras, en consecuencia,
no son "vistas" o percibidas, sino inferidas por la mente,
ya que la experiencia ha demostrado que determinadas
sensaciones visuales están relacionadas con determina-
das sensaciones táctiles. En otras obras, sin embargo, Ber-
keley afirma que las ideas tangibles (los objetos) tam-
24 Kant, "Dissertation on the form and principies of the sensible and
inteiiigible world", 1770, en la obra de Handyside citada en la nota 16,
pág. 33.
Berkeley, A new theory of vision and other writings, Dent, Londres,
1938, pág. 37.
El concepto del espacio en l a ciencia moderna 175

bién están dentro de la mente, pero no vuelve a examinar


su exposición de la percepción del espacio visual, a la luz
de su nueva posición. No obstante esta inconsecuencia, la
extensión, la dimensión y la figura son cualidades se-
cundarias en la filosofía de Berkeley.
En su tratado Concerning the principies of human
knowledge, Berkeley describe cómo, de acuerdo con su
visión empirista, el concepto del espacio se forma por la
percepción de la extensión, y la noción de espacio no es
más que una idea abstracta de la extensión. Pues, como
ocurre con otras ideas generales, se forma en la mente
humana por la abstracción de las percepciones sensibles
relativas a los cuerpos. La noción de espacio absoluto de
Newton, según la cual el espacio absoluto contiene a
todos los cuerpos y se mantiene aunque todos los cuerpos
desaparecieran, es para Berkeley una falsa hipóstasis de
una abstracción. Sólo los espacios particulares, corres-
pondientes a las extensiones percibidas por nuestros sen-
tidos a través de sus colores, figuras y cualidades tácti-
les, pueden admitirse. La noción de espacio vacío, sin
embargo, es una mera expresión verbal de un estado de
hechos empíricos.
Si, cuando produzco un movimiento en alguna parte de mi
cuerpo, se produce libremente o sin resistencia, digo que hay
espacio; pero si encuentro resistencia, digo que hay cuerpo; y
en la proporción en que la resistencia sea mayor o menor, digo
que el espacio es más o menos puro. De manera que, cuando
hablo de espacio puro o vacío, no hay que suponer que la
palabra espacio significa una idea diferente o que es concebible
sin cuerpo ni movimiento. Con todo, ciertamente podemos pen-
sar que cualquier nombre sustantivo significa una idea distinta,
que puede ser separada de todas las demás, lo que ha ocasionado
infinidad de equívocos."

La adopción de un idealismo subjetivo tan extrema-


do, es la conclusión final de un enfoque empirista, según
el cual todo nuestro conocimiento, suministrado por la
Berkeley, Principies of human knowledge, en A new theory of
vision, pág. 173.
176 Conceptos de espacio

experiencia, retrocede hasta los datos sensibles elemen-


tales sometidos a la reflexión de la mente.
La posición de Kant, en este contexto, queda mejor
caracterizada por sus propias palabras: "Aunque todo
conocimiento principia con la experiencia, no todo surge
necesariamente de ella." El objeto de la sensación no es
idéntico al objeto del pensamiento. Esto se aplica en par-
ticular a la concepción del espacio, la cual, según Kant,
es una forma de intuición que actúa en el proceso del
conocimiento como instrumento organizador ideal del con-
tenido de las sensaciones.
La opinión de Kant sobre la idealidad trascendental
del espacio (y del tiempo), es expuesta en sus Prolegó-
menos y en su Critica de la razón pura, en donde su
exposición, bajo el nombre de Estética Trascendental,
tiene un papel fundamental en su epistemología. Es bien
conocida la manera en la que Kant trata de demostrar
que el objeto inmediato de la percepción, tiene sus raíces
en parte en las cosas externas y, parcialmente, en el
aparato de nuestra propia percepción. El primer compo-
nente, debido a la "cosa en sí", recibe el nombre de
"sensación", y el segundo, el de "forma" del fenómeno.
Es este segundo componente el que pone orden en la
multitud amorfa de nuestras sensaciones; es un elemento
a priori de nuestra percepción, que antecede a toda expe-
riencia. Es universal, pues no depende de los datos par-
ticulares de nuestra sensación. Como forma pura de la
sensibilidad, Kant llama a este componente "intuición
pura" (reine Anschauung). Hay dos intuiciones puras:
el espacio y el tiempo.
Para probar lo anterior, aduce cuatro argumentos me-
tafísicos, basados en la naturaleza del espacio y del tiem-
po, y un argumento trascendental derivado del carácter
especial de la geometría euclidiana.
La exposición metafísica se inicia con las palabras
clásicas: "El espacio no es una noción empírica que se
haya derivado de la experiencia porque, según
Kant, The critique of pure reason (traducida por J. H. Stirling;
El concepto del espacio en la ciencia moderna 17 7

Kant, cualquier posible sensación referida a algo cxlria-


no, presupone la percepción del espacio. El segundo al.-
gumento subraya el hecho de que el espacio es una per-
cepción necesaria a priori, subyacente a toda percepción
externa, porque no podemos imaginar que no haya es-
pacio, aunque no se halle ningún objeto en el espacio. En
tercer lugar, el espacio no es una noción discursiva o ge-
neral (como "animal" o "mesa"), pues, hablando de es-
pacios, nos referimos únicamente a las partes de un espa-
cio único. Finalmente, el espacio es concebido como una
magnitud infinita. "Ahora debe concebirse una noción,
ciertamente, como común a un número infinito de posi-
' bles individuos diferentes", es decir, la noción debe estar

contenida en un número infinito de particulares subsu-


midos a ella. Esta relación no se mantiene en el caso del
concepto de espacio. Consecuentemente, el espacio es una
intuición a priori y no una noción.
El argumento trascendental se basa en la caracteri-
zación que hace Kant de la geometría, considerándola
sintética y, sin embargo, a priori. Para él, las proposi-
ciones geométricas son apodícticas, es decir, traen con-
sigo su propia necesidad, pero no constituyen juicios de
la experiencia. La geometría puede ser conocida a priori,
sin que sea una mera tautología, únicamente porque se
halla en la base de nuestra percepción.
La exposición metafísica de Kant trata de demostrar
que el espacio y el tiempo son condiciones bajo las cuales
- funciona la percepción sensible. Las ideas a priori de
espacio y de tiempo no son imágenes correspondientes
a objetos externos. En realidad, en el mundo externo no
hay ningún objeto llamado espacio. No es éste un objeto
de la percepción, sino un modo de percibir los objetos.
Sin embargo, Kant se opone explícitamente a la teoría
relaciona1 del espacio, y dota a la forma de la percepción
con la existencia independiente de los cuerpos particula-
\

Edimburgo, 1881), pág. 141. (Este pasaje se halla en la versión española de


Garcfa Morente, Critica de la razón pura, en la pág. 100, y en la edición
española de. Losada, en la 174). (N. del T.)

Conceptos de espacio.-12
178 Conceptos de espacio

res contenidos en ella. En la Critica de la razón pura,


dice:
El espacio no representa ninguna propiedad de las cosas en
sí, ni las representa en su relación recíproca. Es decir, el espa-
cio no representa ninguna determinación que vincule a los
objetos mismos y que se mantenga, aun haciendo abstracción
de todas las condiciones subjetivas de la intuición.=
Es fácil comprender que la doctrina de Kant sobre la
idealidad trascendental del espacio, aplaudida en su épo-
ca como uno de los mayores logros de la filosofía con-
temporánea, influyera mucho en el curso que siguió la
filosofía idealista y que también tuviera sus repercu-
siones sobre la psicología. En efecto, la teoría de Lotze
de las "señales locales", las investigaciones psicológicas de
Brentano, y la investigación realizada por Stumpf sobre
el origen de la percepción del espacio, muestran clara-
mente cómo las investigaciones epistemológicas de Kant
estaban destinadas a desviarse hacia el campo de la psi-
cología de los sentidos.
Debido a que la exposición del origen psicológico de
nuestra concepción del espacio queda fuera de nuestro
tema, no necesitamos entrar aquí en detalles sobre las im-
portantes contribuciones de A. Bain, J. Mueller o Helm-
holtz para la aclaración de este complicado problema, ni
nos interesa la historia de las teorías innatas o empiristas
sobre la formación de la percepción del espacio. Con
todo, es de importancia para nosotros señalar que Helm-
holtz, uno de los principales exponentes de la escuela
empirista, demostró que la exposición metafísica y la
exposición trascendental de la teoría de Kant, no están
tan íntimamente ligadas como se suponía originalmente.
Aunque Helmholtz 29 no rechaza en principio la argumen-
1' N. K. Smith, traductor, Imrnanuel Kant's C~itiqueof pure reason,
Macmillan, Londres, 1950, pág. 71. (Garcia Morente, pág. 106; Losada, 177).
(N.del T.)
25 H. von Helmholtz. "Ueber die Tatsachen welche der Geometrie ni-
grunde liegen", Gottinger gelehrte Nachrichten, 1868, págs. 193-221. Véase
tambien su "Ueber den Ursprung und die Bedeutung der geometrischen
Axiome", Vortrage und Reden, Brunswick, quinta edición, 1903, Vol. 2,
págs. 1-31.
El concepto del espacio en la ciencia moderna 170

tación metafísica, objeta duramente la suposición del ca-


rácter a priori de la geometría euclidiana. El espacio,
como una forma pura de la intuición, conduce, según
Helmholtz, a una sola conclusión: que todos los objetos
del mundo externo necesariamente tienen que estar do-
tados de extensión espacial. El carácter geométrico de
esta extensión, sin embargo, es Únicamente cuestión de
la experiencia. La opinión de Helmholtz, imbuida del re-
conocimiento de la validez de la geometría no-euclidia-
na, puede considerarse, en conjunto, como representativa
de la actitud de los físicos hacia la doctrina del espacio de
Kant.30La psicología moderna niega el argumento de que
tiene que suponerse la existencia de un espacio métrico
determinado, como elemento organizador del conocimien-
to. También habría que recordar que la lógica moderna
ha dejado de considerar a la doble dicotomía de los jui-
cios de Kant -quien los divide en a priori y a posteriori,
y en analíticos y sintéticos-, como una clasificación
fundamental de las investigaciones epistemológicas. De-
cir que la frontera entre lo a priori y lo a posteriori ha
sido trazada en diferentes lugares y en diferentes tiem-
pos, es realmente hacer una afirmación muy conser-
vadora.
Es interesante señalar cuán poco fue afectado el des-
arrollo real de la ciencia de la mecánica, por las consi-
deraciones generales sobre la naturaleza del espacio ab-
soluto. Ninguno de los grandes autores franceses que
escribieron sobre mecánica -Lagrange, Laplace y Pois-
son- estuvo muy interesado en el problema del espacio
absoluto. Todos ellos aceptaron la idea como una hipó-
tesis de trabajo, sin preocuparse por su justificación teó-
rica. Al leer las introducciones de sus obras, se descubre
que ellos tenían la sensación de que la ciencia se las
podía arreglar muy bien sin hacer consideraciones ge-
nerales sobre el espacio absoluto. Resulta interesante se-
ñalar también que la Encyclopédie de Diderot y d'Alem-
Véase, Viktor Henry, "Das erkenntnistheoretische Raumproblem",
Kantstudien, Erganzungsheft, núm. 34, 1915.
180 Conceptos de espacio

bert expresa una opinión muy semejante. En el volumen


quinto, en el artículo sobre el Espacio, se dice:
Cet article est tiré des papiers de M. Formey, qui l'a com-
posé en partie sur le recueil des Lettres de Clarke, Leibniz,
Newton, Amsters. 1740. & sur les inst. de Physique de madame
du Chatelet. Nous ne prendrons point de parti sur la question
de l'espace; on peut voir, partout ce qui a été dit au mot Elé-
mens des Sciences, combien cette question obscure est inutile A
la Géométrie & A la P h y s i q ~ e . ~

Podría decirse además que esta actitud, lejos de ser


un estorbo para la mecánica del siglo XVIII y de prin-
cipios del XIX,facilitó en cierta medida el desarrollo de
esta ciencia. Hacia mediados del siglo XIX, quedó claro
en Inglaterra que el concepto de espacio absoluto era
inútil para la práctica física. El enorme éxito de la física
newtoniana en ese país, produjo la paradójica situación
de la aceptación de los conceptos de tiempo absoluto y de
espacio absoluto, por una parte, y su ausencia en la física
práctica, por la otra. Clerk Maxweg, en su Matter and
Motion, se refiere al espacio absoluto de manera ca-
racterística:
Se concibe al espacio absoluto como si permaneciera siem-
-pre idéntico a si mismo e inmóvil. La disposición de las partes
del espacio no se puede alterar más que en el orden de las
porciones del. tiempo. Concebirlas como si se movieran de sus
lugares, es tanto como concebir que un lugar se aleje de sí
mismo. Pero así como no hay nada que permita distinguir a
una poi-ción del tiempo de otra, excepto los diferentes aconte-
cimientos que se realizan en ellas, no hay nada que permita
distinguir a una parte del espacio de otra, excepto su relación
con el lugar de los cuerpos materiales. Sólo podemos describir
el tiempo de un acontecimiento en relación con otro aconteci-
miento, y el lugar de un cuerpo con respecto a algún otro

''2
31 Diderot y. d'Alembert, Encyclopédie, ou dictionnaa e raisonné des
sciences, des arts et des métiers, 1775, Vol. 5, pág. 949: ste articulo está
tomado de los documentos del señor Forey, quien lo elaboró parcialmente
con base en la colección de Cartas de Clarke, Leibniz y Newton (Arns-
terdam, 1740), y en las inst. de Fisica de la señora du Chhtelet. Nosotros
no tomamos partido con respecto a la cuestión del espacio; de todo lo
dicho en el articulo sobre Elementos de las Ciencias, se puede advertir
que esta cuestión oscura resulta inútil para la geometria y para la física."
El concepto del espacio en la ciencia moderna 181

cuerpo. Todo nuestro conocimiento, tanto del tiempo como del


espacio, es esencialmente ~elativo.~'
En 1885, Ludwig Lange SS hizo un importante intento
por hallar una salida de la situación paradójica (es decir,
la de aceptar el concepto de espacio absoluto, por una
parte, y no tenerlo en cuenta en la física práctica). Lange
pensaba que había encontrado la forma de eliminar el
concepto de espacio absoluto, de los fundamentos con-
ceptuales de la física. Para él, el contenido esencial (ac-
tualmente se diría operacional) de la ley de la inercia, y
por ende de toda la mecánica, conserva todo su significa-
do físico si la idea un tanto "fantasmagórica" del espacio
absoluto es reemplazada por el concepto de "sistema iner-
cial". Sea una partícula material A, cuyo movimiento
es arbitrario (incluso curvilíneo). Entonces siempre es
posible mover un sistema de coordenadas S, de tal ma-
nera' que A se mueva en relación con S a lo largo de la
línea recta a. Si, además, se dan una segunda partícula
B, y una tercera C, con movimientos arbitrarios, el sis-
tema de coordenadas aún puede moverse de manera tal
que las tres partículas materiales se muevan con respecto
al sistema S, a lo largo de las líneas rectas a, b, c. Ahora
bien, tres es el número máximo de particulas materiales
para las cuales es posible, en general, la construcción de
un sistema de coordenadas S en el que las partículas se
muevan a lo largo de líneas rectas. Si suponemos ahora
que las tres partículas, A, B, C, son proyectadas desde
el mismo origen y son abandonadas a sí mismas (es decir,
sin que estén sometidas a ninguna fuerza), entonces el
sistema de coordenadas S, en relación al cual las tres
particulas describen tres líneas rectas diferentes, queda
definido como un "sistema inercial". El contenido físico
de la ley de la inercia, según Lange, equivale a la consi-
sa J. C . Maxwell, Matter and motion, reedición, con notas y apéndices
de Sir Joseph Zarmor, D w e r , Nueva Y o r k , s.f., ,pág. 12.
39 L. Lange. "Ueber die Wissenschaftliche Fassung des Galileischen
Beharrungsgesetzes", Ber. kgl. Ges. Wiss., Math.-phys. Kl., 1885, pági-
nas 333-351.
182 Conceptos de espacio

deración de que cualquier cuarta partícula material aban-


donada a sí misma, se moverá también a lo largo de una
línea recta, en relación con S. En pocas palabras, un
"sistema inercial" es un sistema de coordenadas con res-
pecto al cual se cumple la ley de la inercia de Newton.
La sugestión de Lange de eliminar la idea del espacio
absoluto, introduciendo el concepto d e "sistema inercial",
fue considerada por sus contemporáneos como una con-
tribución sobresaliente a los fundamentos de la física.
Seeliger 34 pensaba que era posible comparar el sistema
inercial de Lange con el sistema de coordenadas empírico
usado en la astronomía, y afirmó que el movimiento
relativo entre ambos sistemas es menor de 2 segundos
de arco, en el transcurso de un siglo.
Hacia fines del siglo xq, se hizo obvio que el es-
pacio absoluto eludía todo medio de detección experi-
mental. Mach demostró que la suposición del espacio
absoluto era innecesaria para la explicación de las fuer-
zas centrífugas en e1 movimiento de rotación. En la
Science of Mechanics, dice Mach:
El experimento de Newton con el recipiente de agua en ro-
tación, nos informa sencillamente que la rotación relativa del
agua, con respecto al recipiente, no produce ninguna fuerza
centrífuga que se pueda advertir; pero tales fuerzas son pro-
ducidas por su rotación relativa con respecto a la masa de la
tierra y de los demás cuerpos celestes. Nadie es competente
para decir cómo se desarrollaría el experimento, si las paredes
del recipiente aumentaran de espesor y de masa, hasta que
finalmente tuvieran varias leguas de espesor.=

La modificación de Mach a la interpretación tradicio-


nal del experimento de Newton con el recipiente, y su
objeción a la aceptación del experimento como prueba
de la existencia del espacio absoluto, son el resultado de
su convicción de que todos los conceptos metafísicos de-
= H . Seeliger, "Ueber die sogenannte absolute Bewegung", Sitzber.
Münchenet Akad. Wiss., 1906,. pág. 85.
E . Mach, The science of mechanics, traducción de T . J . McCormack,
Chicago, 1902, pág. 232.
El concepto del espacio en la ciencia moderna 183

ben ser eliminados de la ciencia. En el prefacio a la pri-


mera edición de su Die Mechanik in ihre Entwickl~ng,3~
dice: "Vorliegende Schrift ist kein Lehrbuch zur Einü-
bung der Satze der Mechanik. Ihre Tendenz ist vielmehr
eine aufkliirende oder, um es noch deutlicher zu sagen,
eine antimetaphysische." * La idea misma de un espacio
absoluto, es decir, de un agente que actúa por sí mismo
pero sobre el cual no se puede actuar, es, para Mach,
contraria al razonamiento científico. El espacio, como
causa activa, tanto de la inercia de la translación en el
movimiento rectilíneo, como de las fuerzas centrífugas
en el movimiento de rotación, tiene que ser eliminado
del sistema de la mecánica.
Por lo que se refiere a la teoría del espacio de New-
ton, Mach está dispuesto a aceptar únicamente la idea
de los espacios relativos (véase págs. 132-33), que se
aproximan a los sistemas inerciales. En el último párrafo
de su prefacio a la séptima edición (1912) de su Mecha-
nik, dice Mach: "Bezüglich der Begriffsungetüme des
absoluten Raumes und der absoluten Zeit konnte ich
nichts zurücknehmen. Ich habe hier nur deutlicher als
vorher gezeigt, dass Newton zwar manches über diese
Dinge redet, aber durchaus keine ernste Anwendung von
denselben gemacht hat. Sein Caroll. V. (Principia, 1687,
p. 19) enthalt das einzig praktisch brauchbare (wahr-
scheinlich angenahrte) Inertialsystem." 37
La eliminación de lo que Mach llama "la monstruo-
sidad conceptual del espacio absoluto" (das Begriffsuw
getüme des absoluten Raumes) se alcanza, en su opinión,
relacionando el movimiento no acelerado de una partícu-
30 E. Mach, Die Mechanik in ihrer Entwicklung, Leipzig, 1883.
* "El presente escrito no es un manual para el conocimiento de los
principios de la mecánica. Su tendencia es más bien aclaratoria o, para
decirlo más abiertamente, antimetafísica."
E. Mach, Die Mechanik in ihrer Entwicklung, Leipzig, octava edición
correspondiente a la séptima, 1921, pPg. x. ["No he de referirme de nuevo
al concepto de espacio y tiempo absolutos. Yo Únicamente he mostrado
aquí mas claramente que antes que Newton se refirió en verdad con
frecuencia a esto, pero no hizo de ello ninguna aplicación, ningún uso
serio. Su quinto corolario (Principia, 1687, pág. 19). contiene el Único
sistema inercia1 (verosímihnente adoptado) prácticamente utilizable."]
184 Conceptos de espacio

la material, no con el espacio como tal, sino con el centro


de todas las masas del universo. La suposición de una
dependencia funcional intrínseca 'entre la inercia y una
distribución de la materia en gran escala, cierra para él
la serie de las interacciones mecánicas, sin recurrir -a
ningún agente metafísico. "Ueber den absoluten Raum
und die absolute Bewegung kann niemand etwas aus-
sagen, sie sind blosse Gedankendinge, die in der Erfahr-
ung nicht aufgezeigt werden konen." * El hecho mismo de
que el espacio absoluto y el tiempo absoluto sean física-
mente imperceptibles, aunque su existencia objetiva pue-
da ser admitida filosóficamente, los caracteriza - e n la
terminología de Mach- como "metafísicos", y exige su
eliminación de las ciencias exactas. En la cuarta edición
de Die Mechanik, Mach resume' sus ideas sobre el. espacio
en un párrafo muy claro (curiosamente omitido en las
ediciones posteriores) :
Für mich gibt es überhaupt nur eine relative Bewegung
und ich kann darin einen Unterschied zwischen Rotation und
Translation nicht machen. Dreht sich ein Korper relativ gegen
den Fixsternhimmel, so treten Fliehkrafte auf, dreht er sich
re1.ativ gegen einen abderen Korper, nicht aber gegen den
Fixsternhimmel, so fehlen die Fliehkrafte. Ich habe nichts da-
gegen, wenn man die erstere Rotation eine absolute nennt,
wenn man nur nicht vergisst, dass dies nichts anderes heisst,
als eine relative Drehung gegen den Fixsternhimmel. Konnen
wir vielleicht das Wasserglas Newtons festhalten, den Fixstern-
himmel dagegen rotieren, und das Fehlen der Fliehkrafte nun
nachweisen? Der Versuch ist nicht ausführbar, der Gedanke
überhaupt sinnlos, da beide Falle sinnlich voneinander nicht so
unterscheiden sind. Ich halte demnach beide Falle für densel-
ben Fa11 un die Newtonsche Unterscheidung für eine Illusion.**
* "Sobre el espacio y movimiento absolutos nadie puede decir nada;
son meros conceptos que no pueden ser mostrados con.experiencias."
* * "Para mí existe realmente sólo un movimiento relativo y ahí no
puedo hacer ninguna distinción entre.la rotación y la traslación. Si gira
un cuerpo en relación a las estrellas fijas del cielo, intervienen las fuer-
zas centrifugas, y si gira en relación a otros campos, pero no respecto de
las estrellas fijas del cielo, no intewienen esas fuerzas. No tengo nada en
contra de que se llame .a la primera una rotación absoluta, siempre que
no se olvide 'que esto no quiere decir sino una rotación en relación a las
estrellas fijas del cielo. ¿Podemos acaso sostener el vaso de agua.de New-
ton y hacer girar las estrellas fijas, para comprobar la ausencia de dichas
El concepto del espacio en la ciencia moderna 185

Es obvio que estas palabras pueden considerarse como la


más temprana proclamacióIj del principio de la relativi-
dad general y, en realidad, han sido interpretadas en
este sentido.38
Parecía que la mecánica tenía que derogar la noción
de espacio absoluto. Bajo la presión de estas circunstan-
cias, Drude y Abraham, para mencionarlos sólo a ellos,
propusieron que el éter, portador de las ondas electro-
magnéticas, debería identificarse con el espacio absoluto.
Si pudiera demostrarse que el éter es un sistema abso-
luto de relerencia, podría eliminarse la noción de espacio
absoluto. Por cierto, uno de los experimentos más impor-
tantes realizados. con este propósito, el de Michelson y
Morley, fue interpretado por Lorentz, en 1904, en este
sentido. Su interpretación llenaba todos los requisitos fí-
sicos. Como es bien sabido, según Lorentz, cualquier cuer-
po que se mueva con respecto al éter inmóvil, o al es-
pacio absoluto, experimenta una cierta contracción en la
dimensión paralela al movimiento. Sin embargo, el ex-
perimento de Michelson y Morley sirvió como punto de
partida para el desarrollo de la teoría de la relatividad
y Einstein lo interpretó de manera completamente di-
ferente, oponiéndose a la aceptación del espacio abso-
luto. Se entendía que ambas interpretaciones daban una
explicación completa de todas las observaciones conoci-
das a principios del siglo xx. Un experimento crucial no
hubiera podido decidir entonces entre estas dos teorías.
Tal como lo explicaba Von Laue en 1911:
En 'verdad, no se ha alcanzado una decisión realmente ex-
perimental entre la teoría de Lorentz y la de la relatividad; el
hecho de que la primera haya retrocedido hasta los anteceden-
tes, se debe principalmente a que, aunque se acerca mucho a la
teoría de la relatividad, carece aún del gran principio universal
fuerzas? La prueba es irrealizable, y no tiene objeto pensar en ello, por-
que ambos casos no se pueden distinguir entre si mediante la experiencia
de los sentidos. Yo tengo
- pues
. ambos casos por identicos -
Y la
. distinción.de
Newton por ilusoria."
39 Como la interpreta, por ejemplo, W. Wien, Die Relativitütstheorie,
Leipzig, 1921, pág. 31.
186 Conceptos de espacio

simple, cuya posesión da a la teoría de la relatividad.. . una


apariencia imponente."

Epistemológicamente, la teoría de Lorentz no es satis-


factoria, porque atribuye al éter, o espacio absoluto, efec-
tos definidos que, con sólo suponer su existencia, impiden
cualquier posible observación del éter. De manera seme-
jante, todos los demás experimentos encaminados a iden-
tificar al éter como sistema de referencia privilegiado,
tuvieron que irse por la borda. La física, y no sólo la
mecánica, estuvo dispuesta a abandonar el concepto de
espacio absoluto por completo. Las palabras "Quien ha-
bla de espacio absoluto, emplea un término carente de
significado",4O de Poincaré, se convirtieron en una ver-
dad aceptada.
Con todo, el espacio, que ya no era una entidad abso-
luta, conservaba una propiedad en común con esa enti-
dad: era de naturaleza euclidiana. Incluso en la teoría
de la relatividad restringida, si se adopta la representa-
ción de Minkowski, el continuo espacio-tiempo, por me-
dio del cual cada observador identifica los acontecimien-
tos de su mundo físico, era considerado euclidiano o
seudoeuclidiano. La cuestión de saber si el espacio de la
experiencia era o no euclidiano, ya había sido objeto de
discusiones antes del surgimiento de la relatividad gene-
ral. Newton y sus sucesores inmediatos, carentes de otra
alternativa, consideraron de manera natural al espacio
como euclidiano. El descubrimiento de la geometría no-
euclidiana llevó a la eliminación de esta Última caracte-
rística tradicional del espacio; y, finalmente, la física
moderna llegó a basar su concepción del espacio en la
noción de Riemann de un agregado de n dimensiones.
Se trata de una historia apasionante, que se inicia con
Euclides y su quinto postulado, llamado más tarde sim-
plemente "axioma de las paralelas", que dice:
Citado de E. Cassirer, Einstein's theory of relativity considered from
the epistemological standpoint, Chicago, 1923, pág. 376.
M H . Poincaré, Science and method, traducción de F . Maitland, Lon-
dres, 1914, pág. 93. (Traducción al español, Ciencia y método, Buenos
Aires, Espasa-Calpe, 1944.)
El concepto del espacio en la ciencia moderna 187

Que, si una línea recta incidente sobre dos rectas, hace án-
gulos internos y de la misma parte menores que dos rectos, pro-
longadas esas dos rectas al infinito coincidirán por la parte en
que estén los ángulos menores que dos rectos."

O bien, en una formulación equivalente, este postulado


afirma que en un plano dado, a través de un punto dado
no existe más que una paralela a la línea dada.42 Desde
época muy temprana, se advirtió que este postulado no
es necesario para la demostración de los primeros 28 teo-
remas de los Elementos. En la Antigüedad se pensaba
que era posible demostrar el postulado, con base en los
otros postulados. Todos los intentos hechos en tal sen-
tido, desde Tolomeo y Proclo hasta Nairaddin-at-Tusi, el
editor persa de los Elementos, y desde John Wallis hasta
Lambert y Legendre, resultaron vanos. De todos los in-
tentos seculares .por resolver el problema, el más notable
es el de Girolomo Saccheri. En su Euclides ab omne
nuevo vinclic~tus,4~ Saccheri trata de demostrar que se
produce una contradicción, si el postulado en cuestión es
reemplazado por otro. Actualmente sabemos que no hu-
biera surgido ninguna contradicción con los otros pos-
tulados, si Saccheri no hubiera usado, sin darse cuenta,
una suposición que, de hecho, es equivalente al quinto
postulado. Su obra tuvo una gran influencia sobre las
investigaciones subsecuentes acerca de la naturaleza del
postulado. El problema atrajo a muchos de los mejores
.matemáticos. Uno de los más grandes de ellos, Carl Frie-
drich Gauss, parece haber reconocido la posibilidad Ló-
gica de una geometría no-euclidiana, aún antes de que
Lobachevski y Bolyai hicieran sus sensacionales descu-
brimientos. Hacia el fin de la primera mitad del siglo xnr,
ya era claro que el quinto postulado n o podía deducirse
de los otros, puesto que su negación no produce contra-
" Euclides, he Elements, traducción de Sir. Thomas Heath, Anna-
polis, St. John's Coliege Press, 1947, Vol. 1, pág. 202. (Traducción al espa-
ñol, Elementos'de geometrfa, México, U.N.A.M., 1944.)
42 La existencia de, por lo menos, una paralela puede demostrarse con
base en los otros postulados.
13 Milán, 1733.
188 Conceptos de espacio

dicciones con los otros postulados. Además, Klein consi-


guió demostrar que, empleando un modelo euclidiano de
la geometría no-euclidiana, es decir, interpretando siste-
máticamente los términos geométricos no-euclidianos me-
diante términos euclidianos, la geometría no-euclidiana
resulta tan consistente como la euclidiana. De esta ma-
nera, la geometría euclidiana quedó situada como un sis-
tema entre los otros, sin ocupar ninguna posición privi-
legiada, al menos desde el punto de vista de la lógica.
Aquí, nuestro interés no radica en la geometría no-
euclidiana como tal, sino en el asombroso efecto que
tuvo sobre el concepto del espacio en la física moderna. ,
No sólo condujo a una comprensión más completa de la
naturaleza hipotética de la geometría axiomática pura
y, por ende, a una comprensión de la naturaleza de las
matemáticas en general, sino que -lo cual no es menos
importante- también produjo el esclarecimiento del con-
cepto de espacio físico, en oposición al concepto de espa-
cio matemático. Con el descubrimiento de la geometría
no-euclidiana se puso en claro que no había ningún me-
dio a priori para decidir, lógica o matemáticamente, qué
tipo de geometria es el que representa en realidad las
relaciones espaciales entre los cuerpos físicos. Por lo tan-
to, resultó natural recurrir a la experimentación y tratar
de indagar si la cuestión de la verdadera geometría se
podría resolver a ~ s t e r i o r i .
Una vez que se reconoció la validez de la geometría
no-euclidiana, surgió la cuestión de saber si el espacio
físico era euclidiano o no. A la vanguardia de quienes
abordaron este problema, estuvo F. K. Schweikart, pro-
fesor de derecho en la Universidad de Marburgo, quien,
según los historiadores de la geometría no-euclidiana,
debe ser considerado como uno de los primeros descubri-
dores independientes de esta disciplina. Schweikart pu-
blicó su sistema geométrico bajo el título de Astralgeo-
metrie, queriendo indicar así que Únicamente mediante
experimentos u observaciones, en escala astronómica, se
podría detectar la diferencia entre la geometria eucli-
El concepto del espacio en la ciencia moderna 181

diana y su propia geometría. Es mejor conocido el inten-


to de Gauss por descubrir si el espacio de la experiencia
es euclidiano o no. Gauss trató de determinar directa-
mente, por medio de una triangulación ordinaria reali-
zada con instrumentos topográficos, si la suma de los
ángulos de un gran triángulo es igual a dos ángulos rec-
tos o no. Ejecutó sus mediciones sobre un triángulo for-
mado por tres montañas, la de Brocken, la de Hoher
Hagen y la de Inselberg, cuyos lados miden 69, 85 y 107
kilómetros. Es innecesario decir que no detectó ninguna
desviación de 180°, dentro del margen de error; con-
cluyendo, así, que la estructura del espacio real es eucli-
diana, hasta donde la experiencia puede demostrarlo.
Este fue el primer levantamiento geodésico detallado
de un triángulo en gran escala; y exigió bastante tra-
bajo. Sus resultados deben haber desilusionado un poco
a Gauss. El resultado negativo, el hecho de que no se
haya establecido ninguna desviación de la geometría eu-
clidiana, no era concluyente, es decir, no podía servir ni
para demostrar ni para refutar decisivamente sus ideas
acerca del espacio, las cuales las tenía en mente desde un
par de años antes. En 1817, Gauss escribió a H. W. M.
Olbers:
Estoy cada vez más convencido de que .la necesidad de
nuestra geometría no puede ser demostrada, por lo menos ni
por el intelecto humano ni para éste. En alguna vida futura,
. quizás podamos tener otras ideas acerca de la naturaleza del
espacio que, en el presente, nos son inaccesibles. Por lo tanto,
y hasta entonces, la geometria debe agruparse, no con la arit-
mética', cuya naturaleza es puramente aprioristica, sino con la
mecáni~a.~

La investigación experimental de Gauss sobre la es-


tructura geométrica del espacio estaba basada, como ve-
mos, en su convicción, sugerida por el reconocimiento de
la validez de la geometría no-euclidiana, de que la geo-
,
U K. F. Gauss, Werke, Konigliche Gesellschaft der Wissenschaften
Gottingen, Leipzig, 1863-1903, Vol. 8, pág. 177.
190 Conceptos de espacio

metría es esencialmente diferente de la aritmética y del


análisis. Mientras que las dos últimas son ramas de las
matemáticas que se basan en la idea del número puro y
se mantienen, por lo tanto, como conocimientos pura-
mente racionales, en cambio, la geometría es una ciencia
empírica, en cuanto que requiere de la investigación ex-
perimental. En una carta que le escribió a Bessel? Gauss
decía que tenemos que admitir que el número es un
producto de la mente, pero que el espacio tiene una rea-
lidad fuera de la mente, cuyas leyes no podemos esta-
blecer a priori. Gauss parecía haberse dado cuenta de que
su concepción del espacio tenía consecuencias epistemo- ,
lógicas de largo alcance. Esta fue quizás la anticipación
de un conflicto inminente con la filosofía ortodoxa, que
lo hizo guardar su secreto lo más cuidadosamente posible
durante algunos años, temiendo el "clamor y los gritos
de los tontos". Sólo hasta 1844 escribió a su amigo Schu-
macher, director del observatorio de Kiel y-editor de As-
tronomkche Nachrichten, las siguientes notas estimu-
lantes:
Vos veis el mismo tipo de cosas [la incompetencia matemá-
tica] en los filósofos contemporáneos Schellinq, Hegel, Nees von
Essenbeck y sus seguidores; jacaso sus definiciones no hacen
que se le pongan a uno los pelos de punta? Podéis leer en la
historia de la filosofía antigua lo que los grandes hombres de
entonces -Platón y otros (yo exceptúo a Aristóte1es)-, daban
a manera de explicaciones. Pero, a menudo, ni con el mismo
Kant resulta mucho mejor; en mi opinión, su distinción entre
las proposiciones analíticas y las sintéticas es una de esas co-
sas que, o bien caen en la trivialidad, o bien son falsas.'"

Para Gauss, la geometría no-euclidiana, o como la


llamaba él, "antieuclidiana", era lógicamente impecable,
aunque la experiencia parecía impedir su aplicación al
espacio físico. Lobachevski, quien compartía esta opinión
45 K. F. Gauss, Werke, Konigliche Gesellschaft der Wissenschaften zu
Gottinaen. Leiwip. 1863-1903. Vol. 8. u&. 201.
M cita tomadade E. T. ~ e l lt, en ofmathematics, Simon and Schuster,
Nueva York, 1937, pág. 240.
El concepto del espacio en la ciencia moderna 11) 1

de manera independiente, escribió en su Neue Anfang-


sgründe der Geometrie:

La futilidad de todos estos esfuerzos de los últimos dos mil


años, desde la época de Euclides, me hacen sospechar que, en la
geometría, los conceptos mismos no implican la verdad cuyas
pruebas buscamos y cuya reivindicación, como la reivindicación
de las demás leyes naturales, sólo puede alcanzarse a través de
la experiencia, como sucede por ejemplo con la observación
astr~nómica.'~

S i el espacio físico fuera diferente del espacio eucli-


diano, pensaba él, la diferencia se podría establecer sólo
por medio de la observación en gran escala.
Para beneficio del lector que conoce rudimentaria-
mente la geometría no-euclidiana, se explicará un méto-
do astronómico para la determinación de la constante
espacial, k, con base en la suposición de la geometría
hiperbólica. El valor numérico de k depende, desde lue-
go, de la unidad arbitraria de longitud que se emplee,
pero k puede usarse ella misma como una unidad de
longitud natural.
Sean A y B (Figura 3 ) , dos posiciones opuestas de la
Tierra en su órbita anual alrededor del Sol, S. Sea F

Figura 3

una estrella, cuya paralaje es definida como el ángulo


AFS subtendido por el radio r de la órbita terrestre. Para
medir directamente la paralaje AFS, se puede emplear
el círculo d,el anteojo meridiano. Según la geometría eu-
clidiana, la paralaje se obtiene con el ángulo Y2z - SAF.

47 N. 1. Lobachevski: Obra mencionada en el texto, pág. 67.


192 Conceptos de espacio

Otro método para medir la paralaje consiste en comparar


la posición de F con la de otra estrella, G, cuya distancia
se considera mucho mayor que la de F . Midiendo el án-
gulo GAF, con base en la geometria euclidiana, la para-
laje se halla de inmediato, pues es igual a GAF. Sin
embargo, si se supone que el espacio tiene una estruc-
tura hiperbólica, cada uno de los métodos expuestos dará
un resultado diferente, ya que la suma de los dos ángu-
los, GAF y FAS, es diferente de %T. En efecto, esta
suma es precisamente el ángulo del paralelismo ii ( r ) ,
correspondiente al radio r de la órbita terrestre. Defí-
nase 6 por la ecuación 26 = lhn - ii (r). Entonces ,
de acuerdo con un teorema fundamental de la geometria
hiperbólica, tenemos
1- t g 6
e-T/k=tg ?hIT (T)=tg Yz ($7-26) =tg (%T-6=
1ftg6
Tomando el logaritmo natural, obtenemos
r
- = ln l + t g 6 9
k 1-tg6
y finalmente, que r/k es aproximadamente igual a 2 tg 6.
Un cálculo de 6, con base en los dos diferentes métodos
de medición de la paralaje, en combinación con el cono-
cimiento del radio r de la órbita terrestre, determina la
constante espacial del espacio hiperbólico. Un valor finito
(real) de k, se podría interpretar a favor de la hipótesis
de la estructura hiperbólica del espacio.
Lobachevski usó un triángulo cuya base era el diá-
metro de la órbita terrestre y con ápice en la estrella
Sirio, cuya paralaje suponía que era 1.24", de acuerdo con
una determinación hecha por el conde d'Assa-Montar-
d i e r . 4 V o s datos de Lobachevski eran erróneos y fue
sólo hasta 1838 cuando Bessel consiguió medir la primera
paralaje de una estrella (61 Cisne; 0.45"). El verdadero
valor de la paralaje de Sirio es menor de 0.40"; en otras
4F D'Assa-Montdardier, Mémoire sur la détermination de la parallare
des étoiles, París, 1828.
El concepto del espacio en la ciencia moderna 111:)

palabras, de menos de una tercera parte del valor acep-


tado por Lobachevski.
Al igual que el de Gauss, el intento de Lobachevski
por comprobar empíricamente la estructura no-euclidia-
na del espacio, no condujo a nada; de manera que llegó
a la conclusión de que sólo la geometría euclidiana era
de importancia para cualquier propósito práctico. Así,
pues, Lobachevski decía:
Sea cual fuere, la nueva geometría cuyos fundamentos se
exponen en esta obra, aunque no tiene aplicación en la natura-
leza, puede ser objeto de nuestra imaginación; aunque no se
use para hacer mediciones reales, abre un nuevo campo para
la aplicación de la geometría al análisis, y vice~ersa.'~

El problema de la relevancia de la geometría no-eu-


clidiana para el espacio físico, se convirtió en materia
de controversias entre científicos y filósofos de la ciencia,
especialmente después de la publicación póstuma del gran
tratado de Riemann "Sobre las hipótesis que'ge hallan
en la base de la geometría".50 En este tratado, Riemann
presentó un enfoque analítico de la geometría no-eucli-
diana, que contrasta con el enfoque axiomático de sus
predecesores. Analizando las propiedades matemáticas de
una multitud de objetos indefinidos, llamados puntos,
que son determinados por un conjunto de coordenadas;
Riemann, por primera vez en la historia de las matemá-
ticas, destacó la importante distinción que hay entre lo
-ilimitado y lo infinito. Desde la época de Gassendi, el
espacio, como continuo homogéneo, siempre fue consi-
derado' ilimitado, y teniendo como frontera obviamente
una singularidad, hablando matemáticamente. Riemann
demostró que la homogeneidad y la finitud son, compa-
tibles. Su generalización de la teoría de las superficie$
49 Lobachevski, "Neue Anfangsgründe 'der Geometrie". pág. 24.
G. F. B. Riemann, "Ueber die Hypothesen, welche der Geometrie zu
Grunde liegen;, Habilitationsschrift, 1854, Abhandl. kgl. Ges. Wiss. zu
Gottingen, 13, 1868; véase tambien, H. Weber, editor, Collected works of
Bernhard Riemann (Gesammelte mathematische Werke), Dover, Nueva
York, segunda edicion, 1953. pág. 272.

Conceptos de espacio.-13
194 Conceptos de espacio

de Gauss, que culmina con el concepto del "espacio cur-


vo", aclaró que el espacio de la geometría euclidiana y
el espacio de las geometrías de Lobachevski y de Bolyai,
eran únicamente casos particulares del espacio generali-
zado, esto es, espacios de curvatura constante nula o de
curvatura constante negativa. Con la introducción de una
métrica apropiada, Riemann pudo demostrar también que
se puede concebir un espacio de curvatura constante po-
sitiva, un espacio " e ~ f é r i c o " . ~ ~
Este análisis matemático de la estructura del espacio,
iniciado por Gauss y Riemann, es de importancia tan
capital para la formación de las concepciones modernas
del espacio, tanto en las matemáticas como en la física,
que tiene que darse una información más detallada de
esas investigaciones. Su trabajo "Sobre las hipótesis que
se hallan en la base de la geometría", escrito por Rie-
mann cuando sólo tenía 28 años, se convirtió en el fun-
damento de una teoría general del espacio. Además, dio
nuevo ímpetu al importante desarrollo del moderno aná-
lisis tensorial que, limitado originalmente a su aplicación
al tratamiento de los problemas de la elasticidad, se con-
virtió, a través de los trabajos de Ricci, Beltrami, Chris-
toffel, Lipschitz, Bianchi, Weyl y Einstein, en un instru-
mento indispensable, tanto de las matemáticas superiores
como en la física teórica.
Riemann generalizó venturosamente la teoría de Gauss
de la geometria intrínseca a una superficie. El interés de
Gauss en la geodesia, en la cartografíay en las ramas
afines de las matemáticas aplicadas, hizo que dirigiera
su atención hacia el problema de la manera en que las
propiedades geométricas de las superficies curvas se pue-
den expresar, sin recurrir a la geometría del espacio
tridimensional en el que están enclavadas. Tales propie-
dades de las superficies curvas, llamadas intrínsecas, tie-
nen que permanecer inafectadas ante una deformación
sin esfuerzo de la superficie en el espacio en que se en-
a La superficie de una esfera es un "espacio" bidimensional de cur-
vatura constantemente positiva.
El concepto del espacio en la ciencia moderna I l)!i

cuentran enclavadas. En 1816, Gauss ya estaba dedicado


a problemas geodésicos, como lo demuestra Staeckel en
su artículo "Gauss als Geometer"." Pero su interés se
concentró principalmente en este tema, cuando el go-
bierno de Hanover le pidió que trabajara como consejero
científico en un extenso levantamiento geodésico (Got-
tingen dependía en esa época del gobierno de Hanover).
Como resultado de sus investigaciones matemáticas rela-
cionadas con este levantamiento, que se llevó al cabo
bajo su dirección hasta 1825, Gauss publicó dos impor-
tantes trabajos.53Estos trabajos y, en particular, sus "Dis-
quisitiones circa superficies curvas",54publicadas en 1827,
abrieron nuevos rumbos y, a través del trabajo de Rie-
mann. se convirtieron en el fundamento de las modernas
investigaciones matemáticas sobre la estructura del espa-
cio. Advertimos una vez más que, consideradas histórica-
mente, las teorías abstractas del espacio deben su exis-
tencia a la práctica del trabajo geodésico, de la mismci
manera en que la antigua geometría tuvo su origen en
la necesidad práctica de la agrimensura.
La teoría de las superficies, como tal, no era un tema
nuevo. Euler, Lagrange y Monge ya habían investigado
las propiedades geométricas de ciertos tipos de superfi-
cies curvas. Pero a Gauss le tocó estudiar el problema en
su generalidad y establecer, por ello, los fundamentos de
la geometría diferencial. En sus "Disquisitiones" (que
acabamos de mencionar), en donde hace la primera expo-
sición sistemática de las formas diferenciales cuadráti-
cas, investigó la posibilidad de establecer una determina-
ción intrínseca de la curvatura de una superficie (llamada
en la actualidad "curvatura de Gauss"). La gran contri-
bución de Gauss a la geometría diferencial, radica en su
demostración de que esta curvatura, determinada por el
producto recíproco de los dos radios principales, puede
:s Gauss, Werke, Vol. 10.
3 "Bestimmulig des Breitenunterschiedes mischen den Sternwarten
von Gottingen und Altona", 1828, Werke, Vol. 9 : "Untersuchungen über
Gegenstande der hoheren Geodasie", 1843, Werke, Vol. 4 .
3 Gauss, Werke, Vol. 4.
196 Conceptos de espacio

expresarse en función de las propiedades intrínsecas de


la superficie.
Con este propósito, Gauss supuso dos familias de cur-
vas que habían de trazarse en la superficie. A lo largo
de cada curva de la primera familia (formada por las
curvas xl), x1 es constante; y, a lo largo de cada una de
las otras curvas (las curvas xl), x1 es constante; tal como,
en el sistema ordinario de coordenadas cartesianas, el
valor de la abscisa x es constante a lo largo de la orde-
nada y viceversa. Estas curvas deben cubrir toda la su-
perficie, para diversos valores de las constantes, y cual-
quier curva xl debe intersectar a cualquier curva x2
Únicamente en un solo punto. Consecuentemente, cual-
quier punto P de la superficie, está determinado por los
valores de xl y de xz de las dos curvas que se intersectan
en él; xl y xg se llaman actualmente "coordenadas gaus-
sianas" del punto P en la superficie. Un ejemplo familiar,
lo constituye el sistema de coordenadas de longitud y
colatitud en una esfera; aquí, la curva xí con x1 cons-
tante (longitud), es un meridiano; y la curva x2 con Xi
constante (colatitud), es un círculo de latitud.
Ahora bien, si ds es el elemento de arco de una curva
en la superficie, se puede demostrar, usando el teorema
pitagórico en coordenadas cartesianas, que

o, según la convención familiar de la suma,

en donde m y n deben sumarse sobre 1 y 2.


En esta expresión, como es usual, los dxm son los in-
crementos infinitesimales de las coordenadas gaussianas,
y los gmnson magnitudes que dependen en general de las
coordenadas gaussianas del punto, en cuya vecindad in-
mediata ha de computarse el elemento de arco.
En un agregado continuo de n dimensiones, su conti-
El concepto del espacio en la ciencia moderna 197

nuidad y su dimensionalidad aun no nos permiten inferir


ninguna propiedad métrica, es decir, ninguna propiedad
que haya de establecerse mediante una medición. Todo
lo que se sabe es que cada punto del agregado se carac-
teriza por n números, y que a los puntos estrechamen-
te adyacentes les corresponden números estrechamente
adyacentes. Pero, jcómo puede computarse la distancia
entre dos puntos dados, si sólo se conocen sus coorde-
nadas? En la geometría axiomática, la noción de con-
gruencia se halla en la base de las mediciones de dis-
tancias o de longitudes. En la geometría práctica, sin
embargo y por lo que concierne a la física, la distancia
tiene que referirse a las propiedades físicas de un cuerpo
rígido, que se puede transportar de un lugar a otro sin
causarle ningún cambio. Sin duda, la escala rígida puede
ser de una pequeñez arbitraria. Estas ideas indujeron a
Riemann a considerar que ds, según lo usaba Gauss en
su teoría de la superficie, es la expresión matemática
apropiada de un elemento de longitud infinitesimal. Así,
Riemann estableció, para un elemento lineal en un agre-
gado de n dimensiones. con las coordenadas generales
.
xl, x2, . . xn, la fórmula

en la que p y v deben sumarse sobre 1, 2, . . . n, e in-


vestigó el problema de cómo explorar la geometría de
-
este espacio, con base en esta expresión.
Esta expresión diferencial que representa a ds, se
denomina usualmente ahora la forma métrica, o forma
fundamental, del espacio en consideración, y los gpv, de-
bidos a la invariancia de ds, son los componentes de un
tensor covariante de segundo rango, es decir, del llama-
do tensor fundamental. Un agregado n-dimensional con-
tinuo es llamado espacio riemanniano, si en él se encuen-
tra dado un tensor fundamental.
En obsequio de la exactitud histórica, debemos señalar
. que, al parecer, Riemann supuso que el concepto de dis-
198 Conceptos de espacio

tancia es intrínseco al espacio. Las matemáticas moder-


nas han demostrado que es posible formular una teoría
lógicamente consistente de un espacio no riemanniano
(es decir, no métrico), en la que nunca se utilice la no-
ción de distancia. El espacio de la experiencia física se
presta a mediciones de longitud o de distancia; pero de-
bemos tener en mente que el concepto de longitud o
de distancia, es ajeno al agregado continuo y amorfo y
tiene que ser introducido o "impreso" desde fuera. Porque
"longitud" o "distancia" son conceptos operacionales que
encuentran su contraparte matemática a través de co-
rrelaciones epistémicas. Como se explicará más adelante
(página 247), el elemento de longitud ds, como invariante
matemática en el espacio riemanniano, se hará correspon-
der a una "extensión" infinitesimal de un "cuerpo prác-
ticamente rígido".
Al postular la última fórmula, Riemann demostró que
ella proporciona especificaciones suficientes, pero no ne-
cesarias, para un elemento lineal que satisfaga los requi-
sitos fundamentales de una función de distancia. La po-
sición de un punto P está determinada por n números,
xl, x2, . . . xn. Si x1+ dxl, xp+ +
dxe, . . . , xn dxn
denotan los valores de las coordenadas de un punto ad-
yacente (vecino) P', la longitud ds del elemento de línea
PP', debe expresarse como una cierta función de los in-
crementos dxl, dx2, . . .; dxn. Si todos estos incrementos
aumentan en la misma proporción, también ds debe au-
mentar en esa proporción. Si todos los incrementos cam-
bian de signo, el valor de ds debe permanecer inalterado.
Suponiendo una simple relación algebraica entre ds y-los
incrementos, estas condiciones sugieren que ds debe ser
una raíz par (raíz cuadrada, raíz cuarta, . . .) de una
función homogénea positiva de los dx,, dx2, . . ., d n de
la segunda, cuarta. . ., potencia. Riemann escogió la hipó-
tesis más simple, a saber, la de-que>&es la raíz cuadrada
de una función homogénea de los incrementos de segundo
grado. Se daba perfecta cuenta de la arbitrariedad de su
El concepto del espacio en la ciencia moderna 191)

determinación de la longitud del elemento de línea, y sub-


rayó la posibilidad de escoger otras expresiones, como, por
ejemplo, de la cuarta potencia de ds, como forma bicua-
drática de las diferenciales coordenadas. Desde luego, este
problema se relaciona con la cuestión de la validez del
teorema pitagórico, en la vecindad de un punto. Helm-
h ~ l t zSophus
, ~ ~ Lie y Weyl," intentaron demostrar la ne-
cesidad de suponer una forma cuadrática del cuadrado del
elemento de fínea. Las investigaciones de H. P. Robertson
también son importantes para este problema.
Hermann von Helmholtz empezó su investigación so-
bre estructura del espacio físico, debido a su interés en
el problema fisiológico de la localización de los objetos
en el campo visual. Para resolver el problema de la de-
pendencia de ds, respecto de los incrementos d n , Helm-
holtz propuso el principio de la movilidad libre de los
cuerpos rígidos y el principio de la monodromía, es decir,
la suposición de que un cuerpo que se hace girar sobre un
eje arbitrario, regresa a su posición original sin haber su-
frido ningún cambio. Es fácil demostrar que la noción de
congruencia, que se halla en la base de los principios de
Helmholtz, impone serias limitaciones a la determinación
a priori de la dependencia de ds, respecto de los incre-
mentos. Sean cinco puntos A, B, C, D, E, en un espacio
tridimensional, con las coordenadas respectivas xA1, xAz,
xAS , x, 1 , . . ., xEa. La distancia entre dos cualesquiera de
. estos cinco puntos, está determinada por una cierta fun-
ción de distancia, cuyas variables son las coordenadas co-
rrespondientes de los dos puntos en cuestión. Tratemos
ahora de construir una figura congruente, compuesta de
cinco puntos A', B', C', D', E', en la que la distancia en-
tre cualquier pareja de puntos, sea igual a la distancia
entre la pareja correspondiente de puntos de la figura
>Heimholtz, "Ueber die Tatsachen, die der Geometrie zu Grunde lie-
gen. Véase, F . Lenzen, "Heimholtz theory of knowledge", en Studies and
essavs in the historu of science and learnina. offered in homaae to Georae
~ a r t ó n ,Schuman, Ñueva York, 1946, pág. 309. - -
m H. Weyl, "Die Einzigkeit der Pythagoraischen Massbestimmung",
Math. Zeit., 1g 114, 1922.
200 Conceptos de espacio

original. Claramente, A' puede elegirse arbitrariamente


en el espacio; B', sin embargo, está restringido a determi-
nada superficie, puesto que sus coordenadas tienen que
satisfacer una ecuación; C' tiene que quedar en una cur-
va, y sus coordenadas están sujetas a dos condiciones;
D' y E' están completamente determinados, puesto que
su distancia con respecto a A', B' y C' se hallan dadas.
La suposición de que D'E' es igual a DE, impone una res-
restricción a la formulación matemática de la función de
distancia.
En general, en un espacio tridimensional n puntos tie-
nen 3n coordenadas, y n ( n - 1)/2 distancias mutuas.
Tenemos, pues, n ( n - 1)/2 ecuaciones que implican 3n
coordenadas, mientras que el conjunto de estos n puntos,
si es considerado como un cuerpo rígido, está determinado
por 6 parámetros (grados de libertad). Las 3n coordena-
das pueden eliminarse ahora de las n(n - 1) 12 ecuacio-
nes, y resultarán %n(n - 1) - 3n +
6 = % (n - 3)
(n - 4) condiciones.
Las investigaciones de Helmholtz encontraron su ela-
boración matemática estricta en los trabajos de Marius
Sophus Lic." Lie sustituyó el concepto de movilidad del
espacio, por la noción matemática de una transformación
entre dos sistemas de coordenadas, y redujo el concepto
geométrico de congruencia al requisito de una cierta in-
variancia ante dichas transformaciones. El desplazamien-
to de un cuerpo rígido, resulta equivalente a una trans-
:formación biunívoca de todos- los espacios dentro de sí.
mismas; siendo reemplazables dos desplazamientos suce-
sivos por una tercera transformación singular. La teoría
de Lie de los grupos continuos, además de la importancia
que tiene para la geometría axiomática (por haber de-
nlostrado que la "congruencia" se puede definir en fun-
ción de otras' nociones geométricas fundamentales), ha
demostrado que la-geometría métrica no es otra cosa que
la teoría de 1aS'"ropiedades de ciertos grupos de con-
" M. S. Lie, Theorie dar Transformationsgruppen, Leipzig, 1888-1893.
Véase también, Lie. Ueber die Glunálagen der Geometrie, Leipzig, 1890.
El concepto del espacio en la ciencia moderna 20 1

gruencia particulares. Sin tener que recurrir a la s u -


posición de la monodromía de Helmholtz, Lie llega a la
conclusión de que los Únicos tipos posibles de geometría
métrica son la euclidiana, la hiperbólica y la elíptica; re-
sultado que también impone serias restricciones a la ex-
presión de ds.
Antes de concluir esta digresión sobre las investiga-
ciones geométricas de la estructura del espacio, y de re-
sumir el tema del desarrollo ulterior de la contribución
de Riemann al problema del espacio, plantearemos un
problema que indudablemente merece nuestra atención,
porque antecede lógicamente a todas las investigaciones
relacionadas con la forma de cls: ¿Cómo es posible definir
las coordenadas de puntos en el espacio, sin que se haya
determinado el concepto de congruencia? Von Staudt, a
quien Klein llama "einen der am tiefsten eindringenden
Geometer, die je gelebt haben", pensó que había encon-
trado la solución en su Geometria de posi~ión,5~ usando
una aplicación repetida de la construcción cuadrilátera
para una escala armónica, en el establecimiento de un
sistema de coordenadas proyectivas, independiente de la
distancia.
Arthur Cayley hizo un intento semejante, por medio
de su equivalente proyectivo de la distancia métrica, em-
pleando el concepto de razones entrecruzadas y llegando,
finalmente, a un círculo vicioso. En realidad, la naturaleza
de estos problemas altamente técnicos, sólo se compren-
dió completamente en las Últimas cinco décadas e inter-
firió muy poco con las primeras'investigaciones sobre
la estructura del espacio riemanniano. Riemann supu-
so la validez del teorema pitagórico en lo infinitamente
pequeño. Su teoría del espacio, por lo tanto, se basa en
suposiciones geométricas sobre magnitudes infinitesimal-
mente pequeñas. Por ser esencialmente una geometría de
puntos infinitamente cercanos, se conforma a la idea leib-
a * Georg Karl Christian von Staudt, Geometrie der Lage, Nuremberg,
1847. Véase también, Staudt, Beitrüge zur Geometrie der Lage, Nurem-
- berg, 1856-1860.
202 Conceptos de espacio

niziana del principio de continuidad, según la cual todas


las leyes deben ser formuladas como leyes de campo y
no mediante acciones a distancia.
A este respecto la geometría de Riemann, contrastada
con la geometría finita de Euclides, puede ser comparada
con la interpretación de campo que hizo Faraday sobre
los fenómenos eléctricos, que antes se habían explicado
por acciones a distancia. Weyl caracteriza así esta situa-
ción: "El principio de obtener conocimientos sobre el
mundo exterior, a partir del comportamiento de sus par-
tes infinitesimales, constituye el fruto principal de la
teoría del conocimiento en la física infinitesimal y en la
geometría de Riemann." 59
Las "líneas rectas" de la geometría euclidiana son ge-
neralizadas en el espacio riemanniano, como "líneas geo-
d é s i c a ~ " ,o~ ~simplemente "ge~désicas'~,
es decir, como
líneas de distancias extremas entre sus puntos termina-
les. Estas geodésicas, cuyas ecuaciones contienen a las
componentes del tensor fundamental covariante y a sus
derivativas en ciertas combinaciones definidas (los sím-
bolos del segundo tipo de Christoffel), forman una red
natural a través del agregado n-dimensional, y se pueden
usar como base para la determinación de su curvatura.
Consideremos que están dados, en un determinado punto
del agregado dos vectores infinitesimales y el haz de vec-
tores que depende linealmente de ellos. Con estos vectores
como elementos iniciales, se pueden trazar geodésicas,
que arrancan del punto dado y generan una "superficie
geodésica" bidimensional, bpv, con SU normal N. Rie-
mann definió entonces la curvatura general K, del agre-
gado n-dimensional en el punto dado, con respecto a la
cn H. Weyl, Spacc-time-matter, traducción de H. L. Brose, Londres.
1922. pág. 92.
Como lo señala Klein en su Vorlesungen iiber die Entwicklung der
Mathematik im 19, Jahrhundert, Chelsea Publishing Company, Nueva
York, 1950, Vol. 2, pág. 148, refiriéndose a Zur Geschichte der geodati-
schen Linien, de Staeckel, la palabra "geodésica" se hizo de uso común
como término técnico, paradójicamente, sólo gracias a LiouviUe (1859). es
decir, en una epoca en la que los geómetras teóricos ya no estaban inte-
resados en la geodesia práctica.
El concepto del espacio en la ciencia moderna 203

normal N, como la curvatura gaussiana de esta superficie


geodésica. Es obvio que la curvatura riemanniana K,
depende de la orientación N de la superficie geodésica
y, también, que varía de punto a punto. En otras pala-
bras, es una medida tanto de la anisotropía como de la
heterogeneidad del espacio.
Ahora representemos la superficie geodésica por el
elemento de superficie orientado upv, que es un tensor
antisimétrico de segundo rango. Se puede demostrar que
la curvatura riemanniana está dada entonces por la ex-
presión

en la que (aP,y6) es el símbolo de cuatro índices de


Riemann. Esto se relaciona con el tensor de Riemann-
Christoffel, mediante la ecuación

con la designación acostumbrada de las componentes del


tensor de Riemann-Chri~tóffel.~~En consecuencia,

Esta ecuación muestra claramente que la curvatura rie-


manniana K, se desvanece en cualquier lugar, si el ten-
sor de Riemann-Christoffel Rabod es un tensor constan-
temente nulo. Puesto que el desvanecimiento del tensor
mencionado es simplemente una expresión analítica de
la estructura euclidiana del espacio, inferimos que, en el
espacio euclidiano, la curvatura riemanniana es en todas
partes igual a cero.
m Véase, por ejemplo, A. Einstein, The meaning of relativity, Prince-
ton, Princeton University Press, 1953.
204 Conceptos de espacio

Si la curvatura riemanniana es independiente de la


orientación N del elemento de superficie geodésica upv,
en cualquier punto del espacio, lo que seguramente su-
cede si el espacio es isotrópico en todas partes, entonces
es fácil demostrar que

Za diferenciación covariante de esta ecuación y el em-


pleo de la identidad de Bianchi, nos lleva al resultado

En otras palabras, la curvatura riemanniana es una cons-


tante. De acuerdo con este teorema, que fue demostrado
por primera vez por F. Schur en 1886,62la isotropía en
cualquier punto del espacio riemanniano implica su ho-
mogeneidad.
Aplicando este resultado al espacio físico, que a fines
del siglo XIX era considerado comúnmente isotrópico, se
obtenía el siguiente resultado: 1) la curvatura rieman-
niana es siempre nula y el espacio es euclidiano; o, 2) es
constantemente positiva y el espacio es esférico; o bien,
3) es constantemente negativa y el espacio es hiperbó-
lico. Para resumir, sólo estos tres tipos de geometría son
compatibles con la isotropia del espacio. Los complicados
cálculos de Riemann no parecían haber traído a la luz
nada nuevo.
El espacio es una forma de los fenómenos y, como tal, es
necesariamente homogéneo. De esto podría parecer que, de la
rica abundancia de geometrías posibles incluidas en la concep-
ción de Riemann, sólo los tres casos especiales mencionados se
toman en consideración desde un principio, y que todos los
demás deben ser rechazados sin mayor examen, por no tener
importancia: parturiunt montes, nascetur ridiculus mus!

F. Schur, "Raume konstanten Krürnmungmasses, 11", Math. Ann., 27,


1886.
Weyl, Space-time-matter, pág. 96.
El concepto del espacio en la ciencia moderna 205

Sin embargo, Riemann pensaba de manera diferente.


Tenía la sensación de que el trabajo no se había hecho
en vano. La suposición de un espacio homogéneo, desde
su punto de vista, no toma en consideración la existencia
de la materia. De la misma manera en que, en la reali-
dad, jamás se encuentra un campo magnético o electros-
tático, estrictamente homogéneo, así también, un campo
métrico homogéneo de espacio es sólo una idealización.
De la misma manera en que la estructura física del campo
magnético o electrostático, depende de la distribución de
los polos magnéticos o de las cargas eléctricas, igual-
mente la estructura métrica del espacio está determinada
por la distribución de la materia. Riemann escribió con
visión profética: "La base de la determinación métrica,
debe buscarse fuera del agregado, en las fuerzas de enlace
que actúan sobre él." 64
Estas palabras fueron claramente una anticipación de
algunas ideas centrales de la teoría de la gravitación de
Einstein, según la cual la estructura métrica del tensor
de Einstein Rpv, está relacionado en cualquier punto del
continuo espacio-tiempo, con el tensor de masa-energía
Tpv7por medio de las ecuaciones de campo

El primer miembro de esta famosa ecuación, implica el


gpv y sus derivadas; el segundo miembro es una expre-
sión de la distribución de materia y energía, y K es una
constante-relacionada con la constante de la gravitación
de Newton. La integración de.estas ecuaciones de campo,
que generalmente no es una tarea fácil, conduce a la
determinación de los gpv, como funciones de la distri-
bución de masa y energía.
El hecho de que Riemann anticipara tal dependen-
cia de la métrica, respecto de los datos físicos, parece
M "Es muss also entweder das dem Raume zu Grunde liegende Wirk-
iiche eine discrete Mannigfaltigkeit bilden, oder der Grund der Massver-
haltnisse ausserhalb, in darauf wirkenden bindenden Kraften, gesucht
werden", ~ieman6,Collected works, pág. 286.
206 Conceptos de espacio

haber sido la solución lógica de un dilema, al que habría


conducido la su~osiciónde una curvatura variable del
espacio. Puesto que esa curvatura es una propiedad in-
trínseca del espacio; puesto que puede ser determinada
por mediciones geométricas dentro del espacio mismo,
entonces su existencia como función de posición haría
posible designar la posición en el espacio, sin recurrir a
un sistema material de coordenadas. Se podrían asignar
marcas a los puntos del espacio, de acuerdo con la cur-
vatura variable, proceso que serviría para su identifi-
cación o distinción. En otras palabras, el espacio absoluto
quedaría reinstalado. Esta dificultad es superada, ponien-
do en relación la no-homogeneidad locd, con el contenido
material del espacio..
Las alusiones de Riemann fueron ignoradas por la
mayoría de los matemáticos y físicos contemporáeeos.
Sus investigaciones fueron consideradas demasiado es-
peculativas y teóricas, como para que tuvieran alguna
relevancia para el espacio físico, el espacio de la expe-
riencia. El Único que se adhirió firmemente a Riemann
fue William Kingdon Clifford, traductor al inglés de sus
obras. Además, ya desde 1870, Clifford había advertido
en la concepción del espacio de Riemann, la posibilidad
de fundir la geometría con la física. Para Riemann, la
materia era la causa effkiens de la estructura espacial.
Identificando causa y efecto, procedimiento metodológico
que se encuentra a menudo en la historia de la ciencia,
Clifford concibió a la materia y a su movimiento, como
una manifestación de la curvatura variable. Supuso que
la curvatura riemanniana, consideradá como una función
del tiempo, puede dar lugar a cambios en la métrica del
campo, a la manera de una onda, causando así ondulacio-
nes que pueden interpretarse empíricamente como movi-
miento de la materia.
Podemos concebir que nuestro espacio tiene en todas partes
una curvatura casi uniforme, pero que, entre un punto y otro,
pueden ocurrir leves variaciones de la curvatura, y que éstas
mismas varían con el tiempo. Esas variaciones de la curvatura,
El concepto del espacio en la ciencia moderna 207

con el tiempo, pueden producir efectos que nosotros atribuimos


naturalmente a causas físicas, independientes de la geometría
de nuestro espacio. Podríamos incluso llegar a atribuir a esto, la
variación de la curvatura del espacio "que realmente ocurre en
ese fenómeno al que llamamos movimiento de la materia".0s
La obra de Clifford, de la que hemos tomado esta cita,
fue publicada, después de su muerte, por Karl Pearson,
quien afirma en el prefacio que los capítulos sobre el
espacio y el movimiento fueron dictados por el mismo
Clifford en 1875. En 1876, Clifford publicó un articulo,
"On the Space-Theory of Matter", en el que expresó ideas
semejantes. Así, dice:
Sostengo, en efecto:
1) Que las pequeñas porciones del esoacio son, en realidad,
de una naturaleza análoga a la de pequeñas colinas que se en-
cuentran en una superficie que es, en promedio, plana; es de-
cir, que las leyes ordinarias de la geometría no son válidas para
-ellas.
2) Que esta propiedad de estar encorvadas o distorsiona-
das, está pasando continuamente de una porción del espacio a
otra, a la manera de una onda.
3) Que esta variación de la curvatura del espacio es lo
que sucede realmente en ese fenómeno al que llamamos movi-
miento de l a materia, sea ponderable o etéreo.
4) Que en el mundo físico Únicamente tiene lugar esta
variación, sometida (posiblemente) a la ley de la continuidad."
La sugestión de Clifford, que actualmente ya no es
considerada tan fantástica como sucedió en su época,
constituye en cierto sentido el clímax de un prolongado
desarrollo. Para Aristóteles, el espacio era un accidente
de la sustancia; para Clifford, por decirlo así, la sustan-
cia es un accidente del espacio. Después de haberse eman-
cipado durante el Renacimiento, el concepto de espacio
alcanzó un poder total, triunfando victoriosamente sobre
los otros conceptos de la física teórica.
Estas especulaciones provocaron una gran oposición
por parte de los filósofos académicos, que aun apoyaban
85 W. K. Clifford, The colnmon sanse of the exact sciences, editado por
J. R. Newman, Nueva Y o r k , K n o p f , 1946, pág. 202.
68 P ~ o c e e d i n g s l ~the
f Carnbridge Philosophical Society, 1876.
208 Conceptos de espacio

la doctrina kantiana, según la cual los axiomas de la


geometria euclidiana eran juicios a priori que trascien.?
den a la razón y a la experiencia. Además de esas con-
sideraciones filosóficas, los adeptos de la geometria eu-
clidiana recurrieron al importante argumento de que la
geometría euclidiana en oposición a las geometrías hiper-
bólica y elíptica, era independientemente de cualquier
longitud absoluta. Esta idea fue destacada vigorosamente,
en particular, por A. Gerstel, E. Konig, J. Cohn, K. Geis-
sler y H. C o r n e l i ~ sPero,
. ~ ~ al parejo de la verdad, avanza
el error. De esta manera, muchos de estos exponentes
de la imposibilidad de una estructura no-euclidiana del
espacio físico, sostuvieron que sólo el espacio euclidiano
era h ~ r n o g é n e o o, ~bien,
~ afirmaron erróneamente que la
geometría no-euclidiana presupone a la geometria eucli-
diana.6g
Todavía en 1900, la posibilidad de explorar, mediante
la observación, para determinar si el espacio es "eucli-
diano" ("llano") o "curvo", atrajo la atención de cientí-
ficos distinguidos. Así, K. Schwarzchild 70 publicó, al ini-
ciarse el siglo, su trabajo "Sobre la curvatura admisible
del espacio", en el que trató de hallar un límite superior
Adolf Gerstel, "Ueber die Axiome der Geometrie", Beilage zum 16.
Jahresbericht der philosophischen Gesellschaft, Viena, 1903, págs. 97-111.
Edmund Konig, "Kant und die Naturwissenschaften", Die Wissenschaft,
Parte 22, 1907. Jonas Cohn, "Voraussetzungen und Ziele der Erkenntnis",
Untersuchungen .über die Grundfragen der Logik, Leipzig, 1908. Kurt
Geissler, Moderne Verirrungen auf philisophisch-mathematischen Gebie-
ten. Kritische und selbstgehende Untersuchungen, 1909; véase, K. Geissler,
Philosophie de7 Mathematik, Interlaken, 1933. Hans Cornelius, Grundlagqn
der Erkenntnistheorie. Transzendentale Systematik, Munich, 1916; 2.8 edi-
ción, 1926.
68 Véase, R. H. Lotze, Grundzüge de7 Metaphysik, Leipzig, 1884. Paul
Natorp, Die logischen Grundlagen de7 exakten Wissenschaften, Leipzig,
1910. Hans Driesch, Ordnungslehre, ein System des nicht-metaphysischen
Teiles der Philosophie, Jena, 1912.
* Véase, Alois Riehl, Der philosophische K r i t i z h u s und seine Be-
deutung für die positive Wissenschaft, Leipzig, 1879; Christoph von Sig-
wart, Logik, Freiburgo, 1893, Vol. 2, "Methodenlehre"; Logic, traducción
de Helen Dendy, Londres, 1895, Vol. 2; también, H. Cornelius, Trdaen-
dentale Systematik, y H. Driesch, Otdnungslehere. Más literatura refe-
rente a estas erróneas suposiciones se halla en la bibliografía de R. Car-
nap. "Der Raum", Kantstudien, Ergkinzungsheft, núm. 56, 1922.
so K. Schwarzschild, "Ueber das zulassige Krümmungsmass des Rau-
mes", Vierteljahrschrift der astronomischen Gesellschaft, Vol. 35, 1900, pá-
gina 337.
El concepto del espacio en la ciencia moderna 209

para la curvatura del espacio (o su valor absoluto), sin


ocuparse de la cuestión de que el espacio físico, si es
curvo, es elíptico (con la curvatura mayor que cero) o
hiperbólico (con la curvatura menor que cero). Basán-
dose en la estadística de las paralajes y tomando en
cuenta los posibles errores de observación, llegó a la con-
clusión de que, si el espacio es hiperbólico, su radio de
curvatura es por lo menos de 64 años luz; suponiendo
una estructura elíptica, el radio de curvatura sería por lo
menos de 1,600 años luz.
Fue sólo hacia principios del siglo, cuando Poincaré
demostró, de una vez por todas, la inutilidad de esta
controversia y la falacia de cualquier intento por descu-
brir experimentalmente cuál de las geometrías mutua-
mente excluyentes es aplicable al espacio real. La medi-
ción, insiste, no es nunca del espacio mismo, sino que
siempre se miden objetos físicos dados empíricamente en
el espacio, ya sean éstos varillas rígidas o rayos de luz.
Por lo que respecta a la estructura del espacio como tal,
los experimentos no pueden decirnos nada; sólo nos pue-
den suministrar las relaciones que se mantienen entre
los objetos materiales. Supóngase, dice Poincaré, que en
la triangulación realizada por Gauss se hubiera encon-
trado una desviación respecto al valor de dos ángulos
rectos; jacaso eso constituiría necesariamente una refu-
tación de la geometria euclidiana? Pues no habría nada
que nos impidiera seguir usando la geometria euclidia-
na, si supusiéramos que los rayos de luz son curvos. Nada
podría refutar tal suposición. De manera que surge l a
importantísima conclusión, de que la experiencia no pue-.
de confirmar ni refutar a una geometría, cualquiera que
ésta sea. Escoger una geometría es, para Poincaré, una
cuestión de mera conveniencia, una convención. Elegimos
el sistema de geometría que nos permita formular las
leyes de la naturaleza de la manera más simple.
Poincaré estaba convencido, basándose en esta con-
clusión, de que la geometria euclidiana, la abstracción
familiar de la experiencia común con los cuerpos sólidos
Conceptos de espacio.-14
210 Conceptos de espacio

y los rayos de luz, sería siempre el sistema favorecido.


Estaba en un error, como lo demostró el desarrollo de
la relatividad g e n e r a l i ~ a d a .El
~ ~ ejemplo clásico de la
gravitación será suficiente para aclarar este punto.
La gravitación, según la entiende la teoría de la rela-
tividad general, ha de estar comprendida en la estruc-
tura geométrica del espacio-tiempo. Esta fusión no sólo
hizo de la teoría física algo más unificado y simple, desde
el punto de vista lógico, sino que también condujo al
gran triunfo de la nueva teoría sobre la física clásica
(con sus famosos efectos observables: el avance del peri-
helio de Mercurio, la desviación de los rayos de luz en
un campo gravitacional, etcétera). Consideremos deter-
minada la geometría en un sistema de coordenadas (xl,
x2, x3, x"), por las ecuaciones de campo y consideremos
que tiene el elemento de línea

Si un observador, siguiendo la sugerencia de Poincaré, se


apega a l a métrica euclidiana (o, en un continuo tetra-
dimensional, a la llamada métrica galileana), y selec-
ciona como elemento de línea a:

pronto se dará cuenta de que su ds no puede ser com-


patible con los resultados de su observación. Así, una
partícula que se mueva libremente no seguirá la trayec-
toria descrita por la condición

Si nuestro observador no quiere.revisar su geometria y


También estaba equivocado por lo que se refiere a la simplicidad
lógica de la geometría euclidiana. Como lo han demostrado las investi-
gaciones modernas, la geometría euclidiana carece de la distinción de la
simplicidad lógica y "la geometría hiperpólica es la única que se puede
desarrollar. partiendo solamente de unas cuantas suposiciones simples
concernientes a la unión, la intersección y la continuidad", (K.Menger).
El concepto del espacio en la ciencia moderna 2 11

cambiar su métrica, llegará a la conclusión de que la


partícula, aunque aparentemente no ha sufrido ninguna
perturbación, se desvía de la línea geodésica de su geo-
metría, es decir, del movimiento uniforme en línea rec-
ta. Esto contradice claramente el principio galileano de
la inercia. Para eliminar esta contradicción, supondrá la
existencia de un "campo de fuerza" (por ejemplo, de
gravitación) e investigará sus propiedades físicas, sin
darse cuenta de que su "campo de fuerza" no es más
que una ficción, invocada por la discrepancia existente
entre la geometría "natural" apropiada - c o m o lo re-
quieren las ecuaciones de campo- y la geometría eu-
clidiana que el observador acepta. La predilección de
nuestro observador por la geometría que le es familiar,
lo ha llevado a una enorme complicación de su teoría
física.
Un sistema de geometría axiomática pura no es sufi-
ciente, si la geometría ha de aplicarse al espacio de la
física. Lo que se necesita es una correlación entre los
conceptos geométricos del sistema abstracto y los objetos
físicos o procesos físicos. Como lo señaló Einstein en una
conferencia 72 ante la Academia de Ciencias de Berlín,
en 1921, la suposición más natural y más simple pondrá
en relación el comportamiento físico de los cuerpos rí-
gid-os,-con las propiedades geométricas de los cuerpos
sólidos, e<-la geometria euclidiana. Esto, sin embargo, no
, implica necesariamente que el espacio de la física sea
euclidiano.
La manera en que se puede establecer tal correlación,
es explicada también en el artículo "Physik und Rea-
litat",73 de Einstein. La construcción conceptual de la no-
ción de espacio en la física moderna, se basa en el hecho
empírico, ya señalado por Poincaré, de que hay dos clases
'2 Publicada más tarde bajo el título de Geometrie und Erfahmng,
Erweiterte Fassung des Festvortrages, gehalten an der Preussischen Aka-
demie, Berlín, 1921. Véase, Sidelights on Relativity, traducción de C. B.
Jefferey y W. Perett, Londres, 1922.
IíJ Publicado en el Journal of the Franklin Institute 221, 1936, págs. 313-
341; traducción inglesa de J. Piccard, págs. 349-382. El esquema presen-
tado se basa fundamentalmente en este artículo.
212 Conceptos de espacio

de alteración de los objetos. físicos: cambios de estado


y cambios de posición. Contrastando con el primero, el
segundo tipo de cambio es el que se puede invertir me-
diante los movimientos arbitrarios de nuestros cuerpos.
"El hecho de que haya objetos corpóreos a los que no
podemos atribuir ninguna alteración de estado; dentro
de determinada esfera de percepción, sino Únicamente
alteraciones de posición, es de fundamental importancia
para la formación del concepto de espacio (y en cierta
medida, incluso para la justificación de la noción del ob-
jeto corpóreo mismo)." Ese objeto corpóreo es llamado
por Einstein "prácticamente rígido". La posición de cual-
quiera de dos cuerpos prácticamente rígidos dados, se
puede cambiar sin cambiar la posición de la pareja como
tal. De esta manera obtenemos el concepto de "posición
relativa", uno de cuyos casos particulares es el "contac-
to" de dos cuerpos en un punto. Dos puntos cualesquiera
de un cuerpo prácticamente rígido, definen una "exten-
sión" (como la llama Lenzen en su artículo sobre "Eins-
tein's theory of k n ~ w l e d g e " ) .Dos
~ ~ extensiones en dos
cuerpos prácticamente rígidos, una en cada uno, se defi-
nen como iguales, si los puntos de una están en contacto
("coinciden") con los puntos correspondientes de la otra.
Ahora tenemos que postular que dos extensiones, una vez
determinadas como iguales, son siempre y en todas par-%
tes iguales. -Esta relación de igualdad, que es simétrica,
reflexiva, transitiva e independiente de la posición y del
tiempo, se puede correlacionar ahora con la noción abs-
tracta de la congruencia en la geometría euclidiana.
Es indudable que la experiencia sólo puede demostrar
la igualdad entre dos extensiones,. cuando éstas son ad-
yacentes; además, también puede demostrar que dos ex-
tensiones iguales se mantienen iguales cuando son sepa- ,
radas y vueltas a reunir de nuevo. Pero & experiencia
no puede decirnos nada sobre la igualdad de dos exten-
siones no adyacentes. La relación de igualdad "a distan-
'% En Albert Einstein, Philosopher-scientist, de P. A. Schilpp. editor,
Nueva York, Tudor, 1950, pág. 355.
El concepto del espacio en la ciencia moderna - 2 13

cia", por decirlo así, es una generalización que postula


la definición original de igualdad. Esencialmente, el pos-
tulado es sólo una expresión positiva del rechazo del
concepto de espacio absoluto. Si se supusiera que existe
el espacio absoluto, sería un desafío por el cual podría
someterse a prueba la validez del "postulado".
El postulado también priva de todo significado físico
a las famosas fantasías del espacio, popularizadas por
Delboeuf 75 y especialmente por P ~ i n c a r éPoincaré
.~~ ima-
gina el caso de una dilatación uniforme del universo.
Todas sus dimensiones aumentan durante la noche un
millar de veces. Lo que antes media un metro, mide
ahora un kilómetro. Desde luego, tal dilatación se en-
cuentra más allá. de cualquier verificación física, pues
cualquiera .que fuese el instrumento de medición que
se empleara, éste también habría crecido en la misma
proporción. Incluso si la dilatación imaginada no fuera
uniforme, sino anisotrópica -por ejemplo diez veces ma-
yor en una dirección que en otra perpendicular a la
primera-, tampoco sería perceptible para ningún ob-
servador. El hecho de que nuestro postulado impida una
dilatación tql del universo, es equivalente a la afirma-
ción de que dicha expansión se podría formular única-
mente bajo la suposición de la existencia del espacio
absoluto.
es de el punto de vista histórico, resulta interesante
señalar que Delboeuf y Poincaré no fueron los primeros
. que afirmaron que una dilatación, o una contracción,
uniforme de todas las magnitudes, sería inobservable.
Laplace 77 señaló en 1808 que, con base en la física new-
toniana, una dilatación de todas las distancias, acelera-
- .
.rs J. R. L. Delboeuf, Prolégom6nes philosophiques de la géometrie,
París, 1860, que contiene lo fundamental de sus cóhferencias "Nains et
géants" y "Mégamicros ou les effets sensibles d'une réduction propor-
tionelle des dimensions de I'universe", dictadas en la Real Academia Bel-
ga de Ciencias. Véase también su articulo, "L'Ancienne .et les nouvelles
géométries", Revue philosophique, 36, 1893, pág. 449.
70 Poincaré, Science and method, Nueva York, Dover, 1952, pag. 94.
P. S. Laplace, Ezpasition du systeme du monde, París, 1808, Libro 4,
Cap. 16.
214 Conceptos de espacio

ciones y masas en la misma proporción, carecería de


efecto en el orden de los acontecimientos físicos: el com-
portamiento del universo físico es independiente de la
magnitud absoluta de la escala. Laplace no mencionó
estas consideraciones, debido a su importancia para el
problema del espacio, sino más bien para mostrar 'la
singular importancia de la ley de la gravitación de New-
ton; la cual, a fines del siglo XVIII, era el arquetipo de
todas las leyes físicas. Sólo la ley de la fuerza inversa-
mente proporcional al cuadrado de la distancia, parecía
ser compatible con la independencia completa de la mag-
nitud absoluta de la escala. Pongamos un ejemplo sen-
cillo. La atracción del Sol (esfera de radio R) sobre la
Tierra, a una distancia D, es proporcional a RS/D2.Bajo
la influencia de esta atracción, la Tierra se mueve, en
un tiempo unitario, una distancia A en sentido centrí-
peto. Supóngase ahora que R, D y A aumentan en la
razón de n: 1. La fuerza de atracción es entonces propor-
cional a (nR)g/ (nD) = n (RS/DE), e s decir, que ha au-
mentado n veces y se encuentra en la misma razón que
antes con la distancia'centrípeta aumentada, nA.
Nos sentimos tentados a decir que las explicaciones
de Laplace pueden servir como demostración a priori de
la validez de la ley de la gravitación de Newton, una
vez que queda garantizada la independencia de una es-
cala absoluta para todas las dimensiones físicas. Inci-
dentalmente, Delboeuf intentó demostrar, sobre líneas se-
mejantes, l a . validez del axioma de las paralelas de
Euclides, con base en la suposición de la homogeneidad
del espacio.78
De esta manera, resulta que el cóncepto físico de
igualdad se hace corresponder con la noción matemática
de congruencia; del mismo modo en que, en la geometría
euclidiana, el comportamiento físico de los cuerpos prác-:
ticamente rígidos se hace corresponder con las propieda-
des matemáticas de los cuerpos sólidos.
78 L. Couturat. "Note sur la géométrie non-eucfidienne et la relativité
de I'espace", Revue de métaphysique et de moral, 1, 1893, pág. 302.
El concepto del espacio en la ciencia moderna 215

Se notará que el cumplimiento de esta correlación


operacional o epistémica entre el comportamiento físico
de los cuerpos prácticamente rigidos y la noción pura-
mente abstracta de congruencia en la geometría deduc-
tiva, depende de que la geometría adopte o no adopte,
para su construcción sistemática, la noción de movimien-
to en el espacio. La mayoría de los tratamientos moder-
nos de la geometría axiomática (como, por ejemplo, los
Fundamentos de la geometrh, de Hilbert), eliminan esta
noción con una hábil adopción de un axioma de con-
gruencia.TB Lo más probable es que este procedimiento
tenga su origen histórico en la influencia predominante
de la filosofía crítica kantiana, sobre el pensamiento
europeo, y en particular sobre el alemán, del siglo XIX.
Porque la estética trascendental de Kant incluye Única-
mente los elementos de espacio y de tiempo, mientras
que el concepto de movimiento, no conocido a priori,
sino sólo por la experiencia, pertenece al dominio de la
sensibilidad. Su introducción en la geometría deductiva,
como noción primaria, parece violar igualmente el ca-
rácter sintético a priori de la ciencia del espacio.
Estas consideraciones sólo tienen importancia histó-
rica para la nueva actitud del siglo xx. No obstante, es
satisfactorio darse cuenta de que el procedimiento de
Einstein no es afectado por este problema, aunque quizás
la inclusión del movimiento, entre las nociones prima-
rias de la geometría, podría producir alguna simplifi-
cación. Es más importante, sin embargo, la crítica de
E. A. Milne respecto a la postulación de la invariancia
de la longitud de los cuerpos rígidos que son transpor-
tados. Milne sostiene que una afirmación tal como la de
que "una varilla de medir rígida se mantiene inalterada
por el transporte", carece de especificación operacional,
ya que no se dispone de ningún patrón de longitud en la
nueva posición de la varilla. En el manuscrito de las
7s Véase, Felix Klein, Elementary mathematics from an advanced stand-
point, Nueva York, Dover, 1939, Vol. 2, "Geometry", pág. 175.
216 Conceptos de espacio

Conferencias Edward Cadbury, que tenia que impartir


en la Universidad de Birmingham, en 1950, decía Milne:
Una parte de la deuda que tenemos con Einstein consiste en
reconocer que sólo las definiciones "operacionales" tienen al-
guna significación en la ciencia; debemos estar en condiciones
de establecer una prueba, por medio de la cual podamos decir
si una entidad dada puede ser identificada con una de las en-
tidades mencionadas en la definición. Una definición, en otras
palabras, debe ser expresada en términos de "observables".
Einstein llevó al cabo completamente, su propio procedimiento,
cuando analizó el concepto anteriormente indefinido de la si-
multaneidad, sustituyéndolo por pruebas en las que se utilizan
las mediciones, que actualmente tienen que emplearse, para
reconocer si dos acontecimientos distantes son o no son simul-
táneos. Pero abandonó su propio procedimiento, cuando con-
servó el concepto indefinible de longitud de un cuerpo "rígi-
do", es decir, de una longitud que permanece inalterada con el
transporte. Ambos conceptos indefinibles, el del cuerpo rígido
transportable y el de la simultaneidad, se, hallan en el mismo
caso; los dos serán nebulosos e inhibir+ la visión hacia ade-
lante, hasta que sean analizados y se demuestre que son equi-
valentes a las convenci~nes.~

En su intento por encontrar un significado operacio-


nal a la "permanencia de la longitud en el transporte",
Milne adoptó el método de reducir la longitud a una
determinación temporal. Su procedimiento puede com-
pararse, en principio, con la bien conocida técnica del
radar, que permite medir las distancias de objetos remo-
tos. Con relojes que tengan graduaciones a d e c ~ a d a s se
,~~
pueden asignar coordenadas a varios observadores u obje-
tos. En particular, se puede definir la distancia r que hay
entre el observador B y el observador A, tomando una
combinación adecuada de lecturas de reloj ti y ts 40-
rrespondientes a las épocas de transmisión y de recepción
de señales luminosas-, que produce r = Y2c (ts- tl), en
donde c es una constante universal, que más tarde re-
60 Las Conferencias Cadbury de Milne, fueron publicadas después de
su muerte con el titulo de Modem cosmology and t e Christian idea of
God, Oxford, Clarendon Press, 1952; la cita es de la pkg. 35.
m Para mayores detalles, véase, E. A , Milne, Kinematic ~elativity,
Oxford, Clarendon Press, 1948.
El concepto del espacio en la ciencia moderna . 217

sulta ser la velocidad de la luz. En general, las "distan-


cias" y las "longitudes" (diferencias de las coordenadas
de distancia) se hacen definidas, para un observador
equipado con un reloj graduado. Ahora bien, si una va-
rilla de medir, originalmente en reposo relativo respecto
a ese observador, es transportada a una nueva posición
de reposo relativo con respecto al mismo observador, y
si sus "longitudes" (medidas por la técnica del radar)
son iguales en ambas posiciones, entonces "se dice que
la varilla ha sufrido un desplazamiento de cuerpo rígido
por este reloj". Así, pues, según Milne, un significado
de la "permanencia de la longitud en el transporte";
depende d e la provisión de relojes graduados. En con-
traste con Einstein, y quizás más todavía con Eddington,
Milne consideraba la medición del tiempo como algo
mucho más fundamental que la medición de la longitud.
Reduciendo la determinación de la longitud a la medi-
ción del tiempo, Milne trató de evitar las varillas de
medir rígidas.
La razón por la cual el uso exclusivo de relojes, es mucho
más fundamental que el uso de relojes y escalas, o sólo de
escalas, radica en que el concepto del reloj es más elemental
que el concepto de la escala. El concepto del reloj está rela-
cionado con el concepto de "dos tiempos en el mismo lugar",
en tanto que el concepto de la escala se relaciona con el con-
cepto de "dos lugares en el mismo tiempo". Pero el concepto
de "dos lugares en el mismo tiempo" implica una convención
de simultaneidad, es decir, de acontecimientos simultáneos en
los dos lugares; mientras que el concepto de "dos tiempos en el
mismo lugar" no implica ninguna convención; sólo implica la
existencia de u n ego."

El análisis' de Milne sobre la "permanencia de la lon-


gitud con el transporte" parece justificarse desde un
punto de vista puramente lógico. Por lo que se refiere
a su fructuosidad científica, es imposible compararlo con
,el análisis de Einstein del concepto de z'simuItaneidad".
La critica hecha por Einstein a la noción tradicional dé
82 Milne, Modem cosmology and the Christian idea of God, pág. 46.
218 Conceptos de espacio

simultaneidad produjo una revisión radical de los con-


ceptos clásicos, mientras que las importantes contribu-
ciones de Milne a la física teórica no son primordialmente
resultados de su crítica de la "permanencia de la longi-
tud con el transporte".
Fue Einstein quien puso en claro que la geometria,
cuando es aplicada de esta manera a la exploración del
espacio físico, deja de ser una ciencia deductiva axio-
mática y se convierte en una de las ciencias naturales;
y, por cierto, en la más antigua de todas. Poincaré-sólo
tenía razón en parte: el hecho de que adoptemos una
geometría es cuestión de convención, pero únicamente
mientras no hagamos ninguna suposición concerniente
al comportamiento de los cuerpos físicos implicados en
las mediciones. Una vez establecidas estas suposiciones,
la elección del sistema geométrico está determinada.
Como lo explica Einstein, lo que tiene que conformarse
a la experiencia es la suma total de las suposiciones de
correlación y del sistema de geometría abstracta. Una
vez que se acepta el principio que relaciona a los cuerpos
rígidos con los sólidos euclidianos, es la experiencia la
que condiciona la elección de la geometria. Por ejemplo,
en un sistema de referencia que gira relativamente a un
sistema inercial, las leyes de la ubicación 83 de los cuer-
pos rígidos dejan de corresponder a las reglas de la
geometría euclidiana, debido a la transformación de Lo-
rentz.
De acuerdo con nuestro postulado fundamental, sólo
es posible una elección y la geometria euclidiana debe
ceder su lugar a la geometria riemanniana. De esto re-
sulta claro que la estructura del espacio de la física no
es, en último análisis, algo dado en la naturaleza o in-
dependiente del pensamiento humano. Es una función de
nuestro esquema conceptual.
Se ha comprobado que el espacio, tal como lo concebía
Newton, es una ilusión, si bien tina ilusión muy fructí-
81 Por ejemplo, a lo largo de un círculo cuyo centro se encuentre sobre
el eje de rotación.
El concepto del espacio en la ciencia moderna 2 11)

fera para propósitos prácticos; tan fructífera, por cierto,


que los conceptos de espacio absoluto y de tiempo abso-
luto permanecerán siempre como los antecedentes de
nuestra experiencia cotidiana. Reconociendo este hecho,
Einstein dice en sus Autobiographical notes:
Perdóname, Newton: tú hallaste el Único camino posible en
tu tiempo, por un hombre del más elevado pensamiento y con
mayor poder creador. Los conceptos que creaste guían todavía
ahora nuestros pensamientos físicos, no obstante que sabemos
que tendrán que ser reemplazados por otros, más alejados de
la esfera ds la experiencia inmediata, si queremos alcanzar
una comprensión más profunda de sus relaciones.&

De esta manera, el concepto de Newton del espacio


absoluto y su equivalente, el éter de Lorentz, quedaron
despojados de su capacidad de definir un sistema de re-
ferencia para la medición de velocidades. Esto fue con-
seguido por la teoría de la relatividad restringida. Cori
todo, en el marco de esta teoría, el espacio como tal si-
guió siendo un concepto básico. Pero, como parte del
continuo espacio-tiempo tetradimensional de Miirkowski,
había perdido tod'a distinción individual; un número in-
finito de sistemas de coordenadas eran físicamente equi-
valentes. Sin embargo, tuvo su prppia representación
como sistema inercial. Además, debido a .la relativización
de la simultaneidad, la noción de acción a distancia tuvo
que ser descartada y se ha propuesto la adopción del
concepto de campo, como elemento básico de la teoría.
Este programa fue llevado al cabo por la teoría de la
relatividad generalizada, en la que el sistema inercia1 fue
reemplazada por el campo de desplazamiento, que es
parte componente del campo total,
este campo total es el único medio de describir el mundo real.
El aspecto espacial de las cosas reales se encuentra completa-
mente representado por un campo, que depende de cuatro coor-
denadas-parámetros; ésta es una cualidad de este campo. Si
Albert Einstein, Philosopher-scientist, de P . A. Schilpp, ed., pág. 31.
220 Conceptos de espacio

imaginamos que el campo desaparece, no queda ningún "espa-


cio", pues el espacio no tiene existencia independiente.%

De acuerdo con la ciencia moderna, en la constitución


conceptual del espacio, la tridimensionalidad de éste, o
la tetradimensionalidad del continuo espacio-tiempo, apa-
recen como rasgos accidentales, justificados únicamente
por la experiencia. Porque tres números o coordenadas
son suficientes para localizar un "objeto puntual" en el
espacio; y cuatro coordenadas determinan un "aconteci-
miento puntual" en el espacio-tiempo, sin ambigüedad.
El hecho de. que la tridimensionalidad del espacio tenga
que aceptarse como algo accidental, fue considerado des-
de la Antigüedad como un defecto serio y como una
deficiencia esencial de la teoría deductiva del espacio.
Aristóteles consideró que este problema merecía una ex-
posición detallada en el primer capítulo de su Del
cielo, y pensó que podría resolverlo dentro del espíritu
de las nociones pitagóricas míticas de perfección. Los
argumentos de Aristóteles se recapitulan en la discusión
entre Salviati y Simplicio, en el Diálogo sobre los gran-
des sistemas del mundo de Galileo. Simplicio, refirién-
dose a Aristóteles, dice:
¿No tienes ahí la prueba de que no hay más que tres di-
mensiones, porque esas tres son todas las cosas y están en to-
das partes? Y ¿no se confirma esto con la doctrina y la autori-
dad de los pitagóricos, quienes dicen que todas las cosas están
determinadas por tres, principio, medio y fin, que es el número
de Todo? Y ¿dónde dejas el argumento de que, como si fuera
por ley natural, este número se usa en los sacrificios a los
dioses? ¿Y por qué, como dictado de la Naturaleza, atribuimos
a esas cosas que son tres, y no menos, el titulo de todo?. . .
Además, en el cuarto texto jno prueba él después, conforme a
algunas otras doctrinas y por otra demostración, que no se
hace ninguna transición si no es de acuerdo con algún defecto
(de manera que hay una transición o paso de la línea a' la
superficie, porque la línea es defectuosa en ancho), y que es
- Albert Einstein, Generaliration of gravitation theory, reimpresión del
Apéndice 11 de la cuarta edición de The meaning of relativity, Princeton,
Princeton University Press, 1953, pág. 163.
Aristóteles, Del cielo, 268 a.
El concepto del espacio en la ciencia moderna 221

imposible para el perfecto desear cualquier cosa, siendo siclrri-


pre así?; por lo tanto, no hay transición del Sólido o Cuerpo
a ninguna otra magnitud. ¿NO piensas que, por todos estos
lugares ha demostrado suficientemente que no hay nada mhs
allá de las tres dimensiones, Longitud, Anchura y Espesor, y
que, por lo tanto, el cuerpo o sólido, que las tiene todas, es
perfecto? "

Galileo tiene la firme convicción de que esa demos-


tración no satisface los requisitos del rigor científico. En-
tonces, Salviati responde:
Para decirte la verdad, no me siento obligado por esas ra-
zones a conceder más que esto: que lo que tiene principio, me-
dio y fin, puede, y posiblemente debe, ser llamado perfecto.
Pero no puedo conceder que, porque el principio, el medio y el
fin sean tres, este número sea perfecto y tenga la facultad de
conferir perfección a las cosas que lo tienen. Tampoco entiendo
ni creo que, por ejemplo, con respecto a los pies, el número
tres sea más perfecto que el cuatro o que el dos; ni concibo
que su número de cuatro sea ninguna perfección de los ele-
mentos; ni que serían más perfectos si fueran tres. Hubiera
sido mejor, por lo tanto, si hubieran dejado estas sutilezas para
los retóricos y hubieran probado sus intenciones por medio de
la demostración necesaria; pues así es como conviene hacerlo
en las ciencias demostrativas."

En realidad, Simplicio, el gran comentarista de Aris-,


tóteles, se refería a la insuficiente demostración que apa-
rece en Del cielo, y la comparaba con la teoría del lugar-
de Aristóteles, según la expone en la Física, en donde el
lugar (o espacio) se concibe esencialmente, desde el pun-
to de' vista de Simplicio, como una extensión bidimen-
si0na1.~~ Simplicio -hace contrastar este segundo trata-
" Galileo Galilei, Dialogue on the great world systems, traducción de
T. Salusbury, editada por Giorio de Santillana, Chicago, University of
Chicago Press, 1953, pág. 13. La sección referente a la prueba, omitido en
esta edición, se halla en la traducción de Emil Strauss intitulada DiaIog
über d i s beiden hauptsachlichen Weltsysteme, Leipzig, 1891, pág. 12.
\ Galileo Galilei, Dialogue on the great world systems, traducción de
T. Salusbury, editada por Giorio de Santillana, Chicago, University of
Chicago Press, 1953, pAg. 13. La sección referente a la prueba, omitido
en esta edición. se halla en la traducción de Emil Strauss intitulada
Dialog über die bei&n hauptsachlichen Weltsysteme, Leipzig, 1891, pAg. 12.
m Simplicio, Fisica, 601.
222 Conceptos de espacio

miento con las enseñanzas de Estratón, los platónicos y


los estoicos, quienes subrayaban la tridimensionalidad
del espacio.
Fuera de estas escasas notas, la tridimensionalidad
del espacio, como problema, rara vez se discutió en la
Antigüedad o en la Edad Media. La Definición 1 del Li-
bro XI de los Elementos de Euclides: "Un sólido es el
que tiene longitud, anchura y profundidad", con su iden-
tificación implícita de sólidos y cuerpos, fue aceptada
sin mayor problema. Esto pareció natural, ya- que las
nociones de superficie, línea y punto llegaron a definirse
después mediante el proceso de abstracción del concepto
de sólido. Además, el problema se olvidó por la identi-
ficación de la tridimensionalidad con el cuerpo, como ya
lo había hecho Isaac J u d a e u ~ Incluso
.~~ Leibniz, quien,
como lo hemos visto, sometió el concepto de espacio al
más crítico análisis, dio poca importancia al problema
de la dimensionalidad del espacio. Reconociendo que el
espacio tiene tres dimensiones, basa su afirmación en
consideraciones de índole puramente geométrica: "Le
nombre ternaire est déterminé.. . par une necesité géo-
métrique: c'est parce que les Géometres ont pu démon-
trer qu'il n'y a que trois lignes droites perpendiculaires
entre elles, qui se puissent coupre dans un meme point." 91
Con el surgimiento de la geometría no euclidiana y
de otras generalizaciones de la geometría clásica, se hizo
evidente que las matemáticas puras, no confinadas lógi-
camente a tres dimensiones, podrían funcionar de manera
consistente con conceptos de espacios que poseyeran cual-
quier número arbitrario de dimensiones. La cuestión de
por qué el espacio ordinario posee precisamente tres di-
mensiones, se coIisideró desde entonces como un problema
de la física o de la lógica aplicadas a la existencia real.
80 lsaaci operi omnia lat., Leyden, 1515-16, "Liber de elementis".
01 J. E. Edmann, editor, Leibnitii opem philosophica, Berlín, 1860, pá-
gina 606: "El número terniario esta determinado.. . por una necesidad
geométrica: es por ello por lo que los geómetras han podido demostrar
que no. hay más que tres líneas rectas perpendiculares entre si, que se
puedan intersectar en el mismo punto."
El concepto del espacio en la ciencia moderna z!:\
Sin embargo, no siempre se entendió que una discusii>ii
que se desarrolla completamente-dentro de los límites de
las nociones geométricas, puede no ser necesariamente
decisiva.92
Kant fue uno de los primeros para quienes la tridi-
mensionalidad del espacio constituyó un problema. Ya
en su Gedanken von der wahren Schatzung der lebendi-
gen Kraft, considera Kant la posibilidad de espacios que
tengan diferentes dimensionalidades.
Eine Wissenschaft von allen diesen moglichen Raumarten
ware ohnfehlbar die hochste Geometrie, die ein endlicher Ver-
stand unternehmen konnte.. . Wenn es moglich ist, dass es
Ausdehnungen von anderer Abmessung gebe, so ist es auch
sehr wahrscheinlich, dass sie Gott wirklich irgendwo ange-
bracht hat.03

Con todo, Kant pensaba que había descubierto la ra-


zón de la tridimensionalidad del espacio de nuestra ex-
periencia, en la ley de la gravitación de Newton, según
la cual la intensidad de la fuerza disminuye con el cua-
drado de la distancia.04
En una carta dirigida a Gerling,g5 Gauss se refiere a
una generalización de sus consideraciones sobre la sime-
09 ~ s t o
se aplica, por ejemplo, a la demostración de Whewell en su
History of scientific ideas, Londres, 1858, Vol. 1, pág. 97, que es una
variante de una pnieba geométrica establedda a principios del siglo XVIII
por Leibniz, en sus Essais de théodicée, Amsterdam, 1710, párrafos 351
' y 196.
03 Kant, Gedanken von der wahren Schatzung der lebendigen Kraft,
núm. 10; véase la nota 16. ["La ciencia para todos esos~posiblestipos de es-
pacio es sin duda la geometría superior, que podría asumir la tarea de
conseguir una última comprensión de los mismos.. . Si es posible que se
den dimensiones de otro tipo, es también bastante verosímil que Dios las
haya realizado de alguna manera."]
Para un análisis detallado del argumento de Kant, véase la demos-
tración, muy semejante, de Ueberweg. más adelante. F. W. J. Schelling.
en su System des trasce$dentalen ~déalismus,Tübingen, 1800, págs. 176:
185. también trata de e x ~ l i c a rla tridimensionalidad del es~acio.influido
por Kant, basándose en Consideraciones dinámicas. Además'de las fuerzas
Rantiano-newtonisnas de atracción y repulsión, Schelling postula una ter-
cera fuerza (inventada por él), y relaciona las dimensiones de longitud,
anchura y profundidad con estas tres fuerzas. Según Schelling, no s610 la
tridimensionalidad espacial debe su origen a esas fuerzas, sino que lo
mismo sucede con la electricidad y con el magnetismo.
Os Carta fechada el 8 de abril de 1844.
224 Conceptos de espacio

tría y la congruencia, para una geometría de más de tres


dimensiones, "que nosotros, los seres humanos, no intui-
mos, pero que-no es inconsistente, considerada in abs-
trwto". Según nos dice Sartorius von Waltershausen,
Gauss consideraba la tridimensionalidad del espacio, no
como una cualidad inherente al espacio, sino como una pe-
culiaridad específica del alma h ~ m a n a . 9Gauss
~ parece
haber entendido que la cuestión de saber si el espacio
tiene tres o más dimensiones, tiene la misma raíz que el
~ r o b l e m adel carácter euclidiano o no-euclidiano del es-
pacio. Para decidir ambas cuestiones, se requiere de un
criterio exterior, ajeno a las matemáticas puras.
Algunas ideas de la filosofía de Herbart parecen
haber ejercido gran influencia sobre Riemann y H.
Grassman, en la formulación de un agregado con un
número arbitrario de dimensiones. La ingeniosa TeorZa
de la extensióne8 de Grassman, publicada en 1844 y, en
una segunda edición revisada y aumentada, en 1862, fue
completamente ignorada en aquella época. Sólo en el
siglo xx se comenzó a entender la importancia del tra-
tamiento algebraico generalizado que hizo Grassman de
los es~aciosn-dimensionales.
&

Sin embargo, en las matemáticas propiamente dichas,


el siglo xrx alcanzó grandes éxitos en la aclaración del
concepto de dimensión, particularmente después del des-
arrollo de la geometria afín y de la geometria proyectiva.
J. Pluecker, generalizando la idea básica del principio
de dualidad en la geometría proyectiva, demostró que la
dimensionalidad del espacio no sólo depende de las 'pro-
piedades topológicas, sino también de la elección de los
elementos a partir de los cuales está construido el espa-
cio. Así, por ejemplo, un plano euclidiano es tridimen-
sional si se le considera como un agregado de círculos
08 Sartorius von Waltershausen, "Gauss zum Gedenken", en Gauss,
Werke, Vol. 8, pág. 268.
97 Véase, J. F. Herbart, Habilitationsthese, 23 de octubre de 1802:
Schriften zur Metaphysik, Leipzig, 1851, 2.a Parte, Cap. 4, "Vom Koper-
lichen Raume", pág. 203.
Ausdehnungslehre, 1844; 2.n edición, Leipzig, 1878.
El concepto del espacio en la ciencia moderna 2 :!5

(dos coordenadas determinan sus centros y la tercci,;~


sus radios). Por otra parte, el plano se muestra como un
agregado pentadimensional, si se eligen cónicas como
elementos básicos del espacio. En resumen, para Pluecker
la. dimensionalidad no es atributo absoluto del espacio,
sino que depende de los elementos básicos que consti-
tuyan al espacio. Con todo, refiriéndose a las coordenadas
cartesianas, L. E. J. Brouwer demostró, en 1911, que la
dimensionalidad del espacio es una invariante topológica,
es decir, que permanece invariante ante cualquier trans-
formación continua de las coordenadas.
Esta breve digresión hacia la historia de las matemá-
ticas se ha hecho, porque el desarrollo matemático es-
timuló el interés de filósofos y físicos por el problema
correspondiente de la dimensionalidad del espacio físico.
Por cierto, casi parece como si estas generalizaciones
matemáticas de la dimensionalidad espacial hubieran
constituido un reto hecho a los científicos para que de-
mostraran la tridimensionalidad del espacio ordinario;
así de numerosos fueron los intentos hechos en el curso
del siglo xrx para demostrar que, en la física, el espacio
sólo tiene tres dimensiones. Es notable, por su método,
el intento hecho por B o l ~ a n o En
. ~ su prueba, Bolzano se
refiere al orden temporal del contenido inmediatamente
dado en nuestra conciencia, y trata de demostrar que la
suposición de un espacio tridimensional, es indispensable
para la construcción de una correspondencia estre ese
contenido y la conectividad causal objetiva externa.
Una prueba muy popular, basada en lineamientos se-
mejantes, fue la de Ueberweg,loOquien dedujo la reali-
dad del tiempo o de la secuencia temporal, basada en la
experiencia interna. Para Ueberweg, el orden temporal
dado empíricamente, la sucesión del día y la noche, del
invierno y el veraho, se basa en leyes físico-matemáti-
,cas que presuponen el espacio tridimensional. La interre-
B. Bolzano, "Versuch einer objektiven Begründung der Lehre von
den drei Dimensionen des Raumes", Abhandlungen der bohmischen Ge-
sellschaft der Wissenschaften, Praga, 1843.
*m F. Ueberweg, System der Logik, 5.8 edición, Bonn, 1882, pág. 113.

Conceptos de 'espacio.-15
226 Conceptos de espacio

lación causal de los procesos físicos exige la tridimen-


sionalidad. Al igual que Kant, Ueberweg menciona al
respecto la ley de la gravitación de Newton, según la
cual la intensidad de la gravitación entre masas cons-
tantes, disminuye con el cuadrado de la distancia. Esta
ley, según Ueberweg, presupone un espacio tridimen-
sional. Porque, en un espacio de sólo dos dimensiones, la
intensidad disminuiría con la distancia misma (por ser
la circunferencia del círculo proporcional al radio) ; en el
espacio de tres dimensiones, la intensidad disminuye con
el cuadrado de la distancia (por ser la superficie de la
esfera proporcional al cuadrado del radio) ; y, en un es-
pacio de más dimensiones, la intensidad disminuiría con
una potencia mayor que la distancia, de acuerdo con la
condición de que cada punto afectado reciba una parte
proporcional del efecto total. En otras palabras, puesto
que en un espacio n-dimensional, la fuerza de gravedad
debe disminuir, de acuerdo con la condición mencionada,
con la (n-1)ésima potencia de la distancia, y puesto que
la ley de Newton estableció una disminución con la se-
gunda potencia de la distancia, entonces n tiene que ser
igual a tres. Es obvio que la prueba de Ueberweg falla
si se rechaza el carácter a priori de la ley de Newton.
Además, incluso si el número de dimensiones del mundo
objetivo fuera diferente al de nuestro mundo fenome-
nológico, aún podría concebirse como posible algún or-
den matemático entre los fenómenos, aunque ese orden
estuviera distorsionado o fuera una especie de orden pro-
yectado. F. A. Lange se refiere a esta posibilidad, di-
ciendo:
La astronomía no es más que un caso especial al que, en
otras condiciones, habría que sustituir. Por lo demás, no tene-
mos ninguna norma absoluta a la que podamos exigirle la
inteligibilidad del mundo y, por esta sola razón, el punto de
vista de Ueberweg está basado realmente en una petitio prin-
cipii encubierta.lol

'O1 F. A. Lange. Histow of materialism, 3.8 edición, traducción de E. C.


Thomas, Nueva York, Humanities Press, 1950, Libro 2, pág. 226. (Traduc-
El concepto del espacio en la ciencia moderna 227

El intento de Natorp por encontrar un límite sup(!-


rior del número de dimensiones, se basa en su restricción
de encontrar el número mínimo de dimensiones necesa-
rio y suficiente para garantizar una conexión única, ce-
rrada, homogenea y continua entre las dimensiones es-
paciales.lo2 Mediante una aplicación consecuente de la
noción de rotación continua, Natorp supone que ha al-
canzado su propósito. Avanzando de la línea recta al
plano, para completar el agregado de direcciones, y del
plano al espacio tridimensional, para completar el agre-
gado de rotaciones, su deducción llega a un fin aparente,
porque la concepción de un movimiento del espacio tri-
dimensional como un todo, carece de cualquier intuición
basada en la experiencia. Sin duda, estaría fuera del
enfoque de este capítulo el referirnos a las demás "prue-
bas", tan numerosas, de la tridimensionalidad del espacio,
como por ejemplo a la dada por Hegel lo3o a la propuesta
por Trendelenburg.lo4
Resulta curioso, sin embargo, señalar que la idea de
una cuarta dimensión fue acogida cordialmente en los
círculos espiritistas. Henry More ya había aplicado esta
noción a su concepción espiritista, de lo que él llamaba
"spissitudo essentialis". More escribe en su Enchiridion
metaphysicum: "Ita ubicumque ve1 plures ve1 plus es-
sentiae in aliquo ubi continetur quam quod amplitudinem
huius adaequat, ibi cognoscatur quarta haec dimensio,
quam apello spissitudinem essentialem." lo5 Los fenóme-
ción al español. Historia del materialismo, Buenos Aires, Lautaro, 1946.)
La respuesta de Ueberweg a la crítica de Lange se encuentra e n Gei
schichte der Philosophie, de Ueberweg, 2.a edición, 1869, Vol. 3, pág. 303.
102 Natorp, Die logischen Grundlagen der exakten Wissenschaften, pá-
gina 306. Una prueba semejante se halla en Friedrich Pietzker, "Die
dreifache Ausdehnung des Raumes", Unterr. - Bl. f . Mathem. u . Nat. 8,
39, 1902.
10- G. W. F. Hegel, ncyklopadie der philosophischen Wissenschaften
i m Grundriss, Leipzig, f905, 2.n Parte, Sección 255, pág. 214. (Traducción
al esoañol, Enciclopedia de las ciencias filosóficas, Buenos Aires, Liber-
tad, 1944).
1'" F. A. Trendelenburg, Losgische Untersuchungen, Leipzig, 1870, pá-
gina 226.
10: H . More, Enchiridion metaphysicum, 1. 28, pág. 7. Vease también,
Robert Zimmermann, Henry More und die vierte Dimension des Raumes,
Viena, 1881. ["Así doquiera varias o muchas esencias se encuentran e n un
228 Conceptos de espacio

nos sobrenaturales provocados por los espiritistas en sus


sesiones, fueron explicados con base en la suposición de
una cuarta dimensión. Los más famosos, a este respecto,
son los experimentos realizados por el profesor alemán
de astronomía, J. K. F. Zollner, de Leipzig, en los que
muchos de sus distinguidos colegas sirvieron de testigos.
Los experimentos de carácter topológico, tales como des-
atar nudos hechos en cuerdas cerradas, o los famosos
casos conocidos como "aportaciones", la aparición y la
aproximación repentinas de objetos salidos de la nada,
fueron explicados como movimientos o procesos efectua-
dos en la cuarta dimensión del espacio. En su amplia
obra intitulada Transcendentale Physik,lo6Zollner trata
de explicar, basándose en esta dimensión hipotética, no
sólo los fenómenos que ocurren en las sesiones espi-
ritistas, sino también los milagros religiosos de todas
clases.
En su Wissenschaftliche Abhandlungen, de la cual
la Transcendentale Physik constituye el tercer tomo,
Zollner se refiere a la teología patrística (Jerónimo,
Agustín, Casiodoro, Gregorio Magno),lo7 e incluso a las
enseñanzas de Mach,los contemporáneo suyo, diciendo
que concuerdan con su teoría de la cuarta dimensión.
Al buscar apoyos teológicos modernos para su teoría de
la cuarta dimensión, Zollner se refiere a Friedrich Chris-
toph Oetinger lo9y a Johann Ludwig Fricker,llo amigo
de Oetinger. Estos dos teólogos usaron una formulación
vaga y poco ortodoxa, que implicaba la noción de una
lugar distinto del que corresponde a su hechura se reconozca darse ahí
esta cuarta dimensión, q u e y o llamo spissitudo essentialis."l
J . K . F . Zollner, Trascendentale physics, traducción d e C. C. Massey,
Londres, 1880. La Trascendentale Physik original, V o l . 3 d e Wzssenschaf-
tliche Abhandlungen, Leipzig, 1878, está dedicada a W i l l i a m Crookes. V é a -
se t a m b i é n el articulo d e ZoUner aparecido e n Quarterly J o u m a l of
Science, abril d e 1878; y , G. C. Barnard, T h e supernormal, Londres, 1933,
Cap. 8.
107 ZoIlner, Trascendentale Physik, pág. 600.
108 Ibid., pág. l x x x v i i .
Des Wirttembergischen Pralaten Friedrich Christoph Oetinger siim-
mtliche S c h r i f t e n , editados por K. C . E. Ehmann, Stuttgart, 1858.
Johann Ludwig Fricker, e i n Lebensbild aus d e r Kirchengeschichte
d e s 18. Jahrhunderts, editado por K . C. E. Ehmann, Heilbronn, 1872,
El concepto del espacio en la ciencia moderna 221)

cuarta dimensión, en su intento de explicar de manci.a


casi geométrica los dos siguientes pasajes bíblicos:
¿Alcanzarás el rastro de Dios?, ¿alcanzarás la perfección del
Todopoderoso?
Es más alto que el cielo; jcómo lo alcanzarás? Es más
profundo que el averno; ¿cómo lo conocerás?
Su medida es más larga que la tierra y más ancha que el
mar."'
Que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, para que,
arraigados y fundidos en el amor,
Podáis comprender, con los santos, qué es la anchura y la
longitud, y la profundidad y la altura.
Y conocer el amor de Cristo que excede a todo conocimiento,
para que estéis llenos de toda la plenitud de dio^.^

Con respecto a la teratología cristiana, Zollner dice:


"Das sacrificium intellectus welches die christlichen Wun-
der vom Verstande bisher verlangten, ist durch die Ent-
deckung jenes neuen Gebietes der Physik -der Trans-
cendentalphysik- zum ungetrübten Genusse des Neuen
Testamentes nicht mehr erforderlich." 113 El hecho de que
la literatura de ese tipo fue popular, no sólo a fines del
siglo pasado, queda demostrado por la gran circulación
que tienen hoy en día las obras A new era of thought 114
y The fourth dimension,l15 de C. H. Hinton y, en par-
ticular, Tertium Organum, A key to the enigmas of the
~ o r l d , " ~de P. D. Ouspensky.
Poincaré trató de mostrar la tridimensionalidad del
espacio de la experiencia, mediante la siguiente consi-
1ll Job, 11:7-9.
112San Pablo, EpZstola a los Efesios, 3:17-19.
n3 Zollner, Wissenschaftliche Abhandlungen, Vol. 2, 2.i Parte, pág. 1187.
Para una critica contemporánea a la teoría de Zollner, véase, Gutberlet,
Die neue Raumtheorie, Maguncia, 1882. ["El sacrificio del entendimiento
que los milagros cristianos exigían hasta ahora a la razón no es ya nece-
sario. gracias al descubrimiento del nuevo campo de la fisica -la física
transcendental- para gozar sin trabas del Nuevo Testamento."]
Nueva York, 2.8 edición, 1923. Véase también, P. D. Ouspensky,
A new model of the universe, Nueva York, Knopf, 4 . n impresión, 1944,
Cap. 2, "The fourth dimension", págs. 61-100; G. B. Burch, "The philo-
sophy of P. D. Ouspensky", Review of Metaphysics, 5, 247, 1951.
Londres, 1888.
UQAln & Unwin, Londres, 1934.
230 Conceptos de espacio

deración topológica simple:l17 El espacio no puede ser


dividido en partes por puntos aislados (como en el caso
de una extensión unidimensional), ni por curvas (como
en el caso de extensiones bidimensionales). Sin embargo,
puesto que una superficie cerrada separa al espacio en
partes disyuntas, Poincaré pensó que había encontrado la
base cualitativa fundamental para atribuir la tridimensio-
nalidad al espacio ordinario. Es claro, sin embargo, que
su prueba demostró únicamente, cuando mucho, la exis-
tencia de un límite inferior para el número de dimen-
siones.
En un artículo escrito durante el Último año de su
vida, Poincaré desarrolla estas ideas en detalle. Dice:
El más importante de todos los teoremas de la topología es
la proposición de que el espacio tiene tres dimensiones. . . ¿Qué
queremos decir cuando afirmamos que el espacio tiene tres di-
mensiones?. . . Para dividir al espacio en partes, son necesarios
cortes, a los que llamamos superficies; para desconectar las su-
perficies, se necesitan cortes a los que llamamos líneas; para
dividir a las líneas, se necesitan cortes a los que llamamos
puntos. Pero no podemos ir más allá, pues un punto, por no
ser un continuo, no puede ser dividido. Por lo tanto, las líneas
que pueden ser desconectadas por medio de cortes, los cuales
no son continuos, constituyen continuos de una dimensión; las
superficies que pueden dividirse en partes por continuos uni-
dimensionales, son continuos de dos dimensiones; y, finalmente,
el espacio, que puede separarse por -continuos bidimensionales,
es un continuo de tres dimen~iones.~'

Poincaré estaba interesado primordialmente en las im-


plicaciones físicas y filosóficas del significado del con-
cepto de dimensión; pero, no obstante, este ensayo puede
ser considerado como el principio de la investigación
topológica concerniente al problema matemático de la
dimensionalidad. Aun cuando su intención no era formu-
lar una definición matemática estricta del concepto de
dimensión, Poincaré anticipó los dos elementos esencia-
" H . Poincaré, D e m i e r e s pensées, Paris, 1917, pág. 61. (Traducción al
español, Oltimos pensamientos, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1946.)
n8 H. Poincaré, Revue d e métaphysique e t d e m o ~ a l e 20,, 1912, pág. 486.
El concepto del espacio en la ciencia moderna 23 l

les de la definición moderna de este término: el uso d c


subespacios desconectantes y el carácter inductivo de la
definición. En realidad, la bien conocida definición in-
variante topológica de dimensión de Brouwer,llg que está
actualmente en uso para los espacios métricos separables
conectados localmente, se basa en las consideraciones de
Poincaré. Los matemáticos, que hasta el principio de este
siglo usaron el concepto de dimensión con un sentido
más bien vago, comenzaron a interesarse en una defi-
nición precisa, con el surgimiento de la moderna teoría
de los conjuntos. La famosa correspondencia biunívoca
entre los puntos de una línea y los puntos de un plano,
formulada por Cantor, y la proyección continua de un
intervalo en la totalidad del espacio, realizada por Pea-
no, demostraron las deficiencias de la definición tradi-
cional de dimensionalidad, que copsidera a ésta como el
número más pequeño de parámetros reales continuos su-
ficientes para determinar la posición de un punto. Fue
sólo en 1911 cuando Brouwer I2O estableció la prueba de
que los espacios euclidianos de diferente dimensionalidad
son no-homeomórficos, es decir, que no pueden proyec-
tarse mutuamente por una correspondencia biunívoca
continua. Las importantes contribuciones de H. L. Lebes-
gue, K. Menger, P. Urysohn y W. Hurewicz, produjeron
un mayor esclarecimiento del concepto matemático de
dimensión.
Resolver el problema de la dimensionalidad del es-
pacio, es también la ambición de los físicos modernos.
Entre varios intentos hechos con este propósito, los más
notables son quizás los de Sir Arthur Eddington y H.,
Weyl. En su Fundamental theory, Eddington consiguió,
por medio de un complicado sistema de nociones, redu-
cir el problema a una investigación de la realidad (en el
sentido matemático de la palabra) del llamado marco de
,referencia E, que es una construcción puramente mate-
113 L. E. J. Brouwer, "Ueber den natürlichen Dirnensionsbegriff", J.
reine u. angew. M a t h . 142, 1913, págs. 146-152.
L. E. J. Brouwer, "Beweis der Invarianz der Dimensionenzahl",
M a t h . Ann., 70, 1911, págs. 161-165.
232 Conceptos de espacio

mática introducida en la física para identificarla con el


espacio-tiempo. Eddington dice:
La tridimensionalidad del espacio y el carácter semejante al
tiempo de la cuarta dimensión, se deducen así directamente de
las propiedades del marco, de referencia E. La medida en que
esto represente una prueba a priori, de que el espacio-tiempo
de la experiencia física tiene que ser de este tipo, depende de
nuestra investigación sobre el origen último del marco de re-
ferencia E en el Capítulo XIII.m

Infortunadamente, Eddington murió antes de haber com-


pletado el Capítulo XIII. Una nota, escrita quizás el
último día de su vida de trabajo, indica que el capitulo
mencionado habría de basarse en su artículo "The eva-
luation of the cosmical n ~ m b e r " .Pero,
~ ~ ~ no publicó el
material suficiente para resolver de manera decisiva este
problema.
Para explicar la tridimensionalidad del espacio, Weyl
se refiere a su generalización del espacio riemanniano a
la geometría métrica-invariante no-riemanniana. Demues-
tra que sólo en un mundo concebido como un agregado
métrico invariante con (3 +
1) dimensiones (tres di-
mensiones espaciales y una dimensión temporal), existe
una invariante entera más simple, en forma de acción, en
la cual se basa la teoría de M a x ~ e 1 1 . lEl
~ ~tensor del
campo electromagnético es identificado con la "curvatu-
ra de distancia", y las ecuaciones de Maxwell se presen-
tan como una ley intrínseca.
Y puesto que es imposible construir una invariante entera,
a partir de una estructura tan simple, en agregados de más o
de menos de cuatro dimensiones, el nuevo punto de vista no
sólo condujo a una comprensión más profunda de la teoría de
1 3 A. S. Eddington, Fundamental theory, Cambridge, Cambridge Uni-
versity Press, 1946, pág. 124.
A. S. Eddington, Proc. Camb. Phil. Soc., 40, 1944, 'pág. 31. Véase
también, Eddington, Relativity theory of protons and electrons, Cam-
bridge, Cambridge University Press, 1936, Cap. 6, "Reality conditions", y -*
--. -
oáe. -- .
325.
m H . W e y l , Sitzber, prevuss. Akad. Wiss., 1918, pág. 465; Ann. Physik,
59, 1919, pág. 101.
El concepto del espacio en la ciencia moderna 233

Maxwell, sino que, también, el hecho de que el mundo sea t e -


tradimensional, que hasta ahora ha sido aceptado siempre como
meramente "accidental", se hace inteligible a través de él."'

La prueba sería completa si pudiera demostrar que


todas las leyes de la gravitación, así como las del elec-
tromagnetismo, pueden derivarse de un principio de va-
riación que debe llenar los requisitos de esta invarian-
Cia. Hay que admitir, sin embargo, que el enfoque de
Weyl, ingenioso como es, queda aún sujeto a serias ob-
jeciones.lZ En otro intento por incluir los potenciales
electromagnéticos en la métrica del espacio, T. Kaluza 12G
sostuvo, oponiéndose a Weyl, el carácter riemanniano
del espacio, pero supuso una quinta dimensión adicio-
nal del sustrato subyacente a los fenómenos físicos, au-
mentando con ello el número de componentes del tensor
métrico. Similares procedimientos se emplearon en las
llamadas teorías proyectivas de campo de Veblen,lZ7Hoff-
mann y P a ~ l i , que
l ~ ~ pueden compararse con la co-
nocida representación geométrica de un espacio de n
dimensiones, por medio de (n +
1) coordenadas homo-
géneas. El uso de tensores pentadimensionales alcanzó
gran popularidad en otras generalizaciones de la relati-
vidad generalizada, como, por ejemplo, en la modificación
introducida por Einstein y Mayer 130 y en otros desarro-
llos semejantes,131 particularmente en relación con la
ambiciosa intención de explicar de manera relativista los
resultados de la mecánica cuántica. Para terminar con
nuestro tratamiento del problema de la dimensionalidad,
debemos decir que hasta ahora no se le ha dado ninguna
H. Weyl, Space-time-rnatter (Londres, 1922). pág. 284.
l-; Véase, P. G. Bergmann, Introduction to the theow of relativity,
Nueva York, Prentice-Hall, 1950, pág. 253.
120 T. Kaluza, Sitzber. pTeuss. Akad. Wiss., 1921, pág. 966.
1 5 0. Veblen, Projektive Relativitatstheo~ie,Berlín, 1933.
1- O. Veblen v B. Hoffmann. "Proiective relativitv". - Rev.. 36.
- . Phus.
$933, págs. 810-822".
121 W. Pauli, Ann. Physik, 18, 1933, pág. 337.
1" A. Einstein y W. Maver,
- . -vreuss. Akad Wiss., 1931,
. Sztzber, - - 541:
. pág. .
1932, pág. 130.
m Véanse los Últimos capítulos de Bergmann. Introduction to' the
theory of relativity.
234 Conceptos de espacio

solución satisfactoria. Las palabras de H. Grassman, es-


critas en 1844, aun no han sido refutadas:
El concepto de espacio no puede producirse de ninguna ma-
nera por el pensamiento, sino que siempre se halla frente a éste
como una cosa dada. Quien trate de sostener lo opuesto, debe
emprender la tarea de deducir la necesidad de las tres dimen-
siones del espacio, partiendo sólo de las leyes del pensamiento,
tarea cuya realización resulta imp~sible.'~'

Heisenberg, en su intento por conseguir una represen-


tación general simplificada de la mecánica c ~ á n t i c a , ~ ~ ~
trató recientemente de abandonar el principio de con-
tinuidad de la geometría riemanniana o de la geometría
euclidiana, e introdujo la "longitud más pequeña" para
solucionar ciertas dificultades de la electrodinámica cuán-
tica. Esta introducción de un espacio -discreto con un
cuanto de longitud -al que Margenau 134 llama "hodón",
del griego hodos, camino, análogo al término "cronón7'-,
provocaría una revolución radical en la física teórica
entera. Todas las ecuaciones diferenciales tendrían que
volverse a formular como ecuaciones de diferencias, para
lo cual los matemáticos tendrían que enfrentar dificulta-
des casi insuperables; aunque el tema de una geometría
finita de estructura espacial discreta ya ha sido investi-
gado, particularmente por 0. Veblen y W. H. B ~ s s e y . l ~ ~
Desde el punto de vista histórico, es interesante señalar
que esta posibilidad también fue considerada por Rie-
mann. En el notable pasaje citado en la página 240, decía:
Si en el caso de un agregado discreto, la base de su deter-
minación métrica está contenida en la idea misma de este agre-
gado, entonces, para un agregado continuo debe venir de fuera.
La realidad que se encuentra en la base del espacio, por lo
tanto, o bien constituye un agregado discreto, o bien, la base
132 Grassmann, Die Ausdehnunglehre, 2.0 edición, Leipzig, 1878, pági-
na xxiii. (Traducción al español, Teoria de la extensión, Buenos Aires,
Espasa-Calpe, 1947.)
153 W. Heisenberg, Z. Physik, 110, 1938, pág. 251.
Henry Margenau, The nature of physical reality, Nueva York, Mc-
Graw-Hill, 1950, pág. 115.
O. Veblen y W. H. Bussey, Trans. Am. Math. Soc., 7 , 1906, pág. 241.
El concepto del espacio en la ciencia moderna 235

de la determinación métrica debe buscarse fuera del agregado,


en las fuerzas de enlace que actúan sobre él.

Para la introducción de un "sistema de encadenamien-


tos", impreso sobre un agregado discreto, como sustituto
del tensor fundamental, referimos al lector a The theory
of relativity, de L. Silberstein.13"
El concepto de la longitud más pequeña o, más bien,
de una longitud fundamental, que caracterice al límite
último de resolución en la medición física de la extensión
espacial, ha alcanzado recientemente alguna popularidad
entre los físicos teóricos. Además de Heinsenberg, par-
ticularmente A. March ha abogado por la suposición de
la longitud universal más pequeña, Una teoría física
de la extensión espacial, afirma March, tiene que ser
construida sobre c~onceptosque puedan ser especificados
por su contenido operacional. La geometría tradicional
de puntos y de magnitudes infinitesimales, tiene que ser
eliminada, por lo tanto, por cuanto se refiere a su apli-
cación inmediata a la física atómica. Porque cualquier
medición se basa, en última instancia, en la coincidencia
de una escala con el objeto que ha ue medirse; y, para
ei físico, la partícula elemental constituye la escala (o
unidad) más pequeña a su alcance. La aplicación del con-
cepto de una extensión espacial aún más pequeña, para
no decir de una extensión puntual, de acuerdo con esta
escuela de pensamiento, debe conducir inevitablemente
a dificultades insuperables. Por cierto, la idea de un
electrón puntual, por ejemplo, implicaría la concentra-
ción de una energía infinita; mientras que la concepción
de un electrón rígido extenso, contradiría el principio de
relatividad. Puesto que dos partículas cuya distancia sea
menor que lo,.?o se pueden distinguir en los experimen-
tos de difraccion, entonces lo se convierte en una longitud
univel;sal independiente del carácter particular de la par-
\ tícula de que se trate.
L. Silberstein, The theory of relativity, Londres, 1924, pág. 362. .
Arthur March, Natur und Erkenntnis, Viena, Springer, 1948.
236 Conceptos de espacio

La concepción tradicional de las coincidencias pun-


tuales, tiene que ser sustituida por la noción de las coin-
cidencias de particulas. La extensión espacial de las par-
tículas elementales, se pone de manifiesto por el hecho
de que una coincidencia de las partículas A y B, por una
parte, y de las partículas B y C por la otra, no conduce
necesariamente al resultado de que A y C coincidan
también. La distancia entre dos partículas está determi-
nada por el número mínimo de partículas necesario para
formar una "cadena de coincidencias" entre las partícu-
las dadas. Por lo tanto, las distancias son siempre múlti-
plos enteros de 1,. La repetida ocurrencia que tiene lugar
en la física atómica de una longitud del orden de 10-l3
centímetros - c o m o el radio clásico del electrón, el al-
cance de las fuerzas nucleares o l a energía crítica de lo8
electronvoltios, correspondiente a una longitud de onda
de 10-l3cm-, lleva a la suposición de que esta longitud
puede identificarse con lo.
Dadas las enormes dificultades matemáticas implica-
das en la construcción de una geometría del espacio dis-
continuo, sin embargo, la física tiene que recurrir aún a
la geometría tradicional de un espacio continuo, a través
del tratamiento estadístico del concepto de longitud. De
esta manera, el espacio continuo sigue prestando servi-
cios, incluso para la física nuclear, únicamente como una
ficción conveniente para la matematización estadística de
la realidad física.
De otras consideraciones todavía más generales, pa-
rece resliltar algo semejante. Un profundo análisis epis-
temológico de algunos principios de la mecánica cuánti-
ca, parece sugerir que las concepciones tradicionales de
espacio y de tiempo constituyen quizás el mejor marco
para la descripción de los procesos microfisicos. Así, pues,
el principio de incertidumbre de Heisenberg, estipula que
la incertidumbre implicada en la medición de la coor-
denada x de una partícula, y la incertidumbre implicada
en la determinación simi~ltáneade la cantidad de movi-
miento p, están regidas por la relación A X ~p 2 h
El concepto del espacio en la ciencia moderna 237

(h es la constante de Planck). La imposibilidad de hacc!i.


una localización exacta, en combinación con la determi-
nación de la cantidad de movimiento, y el carácter dua-
lista corpuscular-ondulatorio de la realidad física, pueden
interpretarse como un desafio para que se revisen críti-
camente las concepciones aceptadas de espacio y de tiem-
po. Al referirse a las transiciones del electrón, entre
estados estacionarios dentro del átomo, Niels Bohr decía
ya que ese proceso "trascendía el marco de espacio y
tiempo". El problema de encontrar una aplicabilidad in-
teligente de las concepciones tradicionales de espacio y
tiempo, a la física atómica, fue el tema de una ponencia
presentada por Louis de Broglie en el Décimo Congreso
Internacional de Filosofía (Amsterdam, 11-18 de agosto
de 1948). De Broglie admite francamente las dificultades
que implica el uso de nuestras nociones de espacio y
tiempo en escala microscópica, pero también confiesa en
la conclusión de su trabajo, que hasta hoy no se conoce
ninguna categoría conceptual alternativa que pudiera sus-
tituir a aquéllas. Dice de Broglie:
Les donnés de nos perceptions nous conduisent construire
un cadre de l'espace et du temps ou toutes nos observations
peuvent se localiser. Mais le progres de la Physique quantique
nous amenent & penser que notre cadre de l'espace et du temps
n'est pas adéquat 5 la véritable description des réalités de
l'echelle microscopique. Cependant, nous ne pouvons guere pen-
ser autrement qu'en termes d'espace et de temps et toutes les
images que nous pouvons évoquer s'y rattachent. De plus, tous
les résultats de nos observations, memes celies qui nous ap-
portent le reflet des réalités du monde microphysique, s'expri-
ment nécessairement dans le cadre de l'espace et du temps.
C'est pourquoi nous cherchons tant bien que mal nous repré-
senter les réalités microphysiques (corpuscules ou systeme de
corpuscules) dans ce cadre qui ne leur est pas a d a ~ t é . ~
1 3 L. de Broglie. "L'espace et le temps dans la physique quantique",
\ Proceedings of the Tenth International Congress of Philosophy, Amster-
dam, North-Holland, 1949, Vol. 1, pPg. 814: "Los datos de nuestras per-
cepciones nos llevan a construir un cuadro del espacio y del tiempo en el
que todas nuestras obse~acionespueden localizarse. Pero el progreso de
la física cuántica nos lleva a pensar que nuestro cuadro del espacio y del
tiempo no está adecuado a la verdadera descripción de las realidades
238 Conceptos de espacio

Recientemente se han sometido de nuevo a un examen


crítico no sólo la noción de continuidad, sino también
la concepción del "vacío". Percy W. Bridgman, el agudo
analista operacional de los conceptos físicos, expuso el
dilema que surge al someter concepto de espacio vacío, al
punto de vista 0peraciona1.l~~ Es claro que no puede exis-
tor ningún método instrumental para poner a prueba ese
vacío. La mera introducción de un instrumento Dara ese A

propósito, invalida desde un principio las condiciones


mismas de la situación sometida a prueba. Además, nin-
guna teoría que pretenda eliminar las perturbaciones
causadas por el cuerpo o el instrumento de prueba (como,
por ejemplo, un termómetro), puede aplicarse a esta si-
tuación, ya que tal teoría tiene-que baiarse en las varia-
ciones de la lectura del instrumento, bajo condiciones
cambiantes. Aún "subsiste el apremio intelectual para
dar algún significado instrumental al pretendido vacío.
La manera más simple de enfrentar este apremio, con-
siste en decir sencillamente que el espacio está vacío, si
ningún instrumento proporciona alguna lectura cuando
es introducido en él".140 Pero ni la especificación más
altamente problemática parece ser insostenible, si se la
confronta con el concepto de un campo electrostático con
punto cero fluctuante, como lo ha demostrado reciente-
mente la mecánica cuántica. Si la física ha de mante-
ner la idea del espacio vacío, parece que esto será posible
únicamente "ignorando una parte de los antecedentes
operacionale~".~~~
Se recordará que la suposición de que la métrica de
la estructura del espacio es una función de la distribu-
en escala microscópica. Sin embargo, no podemos pensar de otra manera
que no sea en términos de espacio y de tiempo, y todas las imágenes que
podamos evocar están ligadas a ellos. Además, todos los resultados de
nuestras observaciones, incluyendo a los que nos proporciona el reflejo
de las realidades del mundo microscópico, se expresan necesariamente en
el cuadro del espacio y del tiempo. Es por ello por lo que tratamos, bien
que mal, de representarnos las realidades microscópicas (corpúsculos o
sistema de corpúsculos) en el seno de este cuadro al que no se adaptan."
P. W. Bridgman, The natuze of some of our physical concepts,
Nueva York, Philosophical Library, 1952.
140 Ibid., pág. 19.
Ibid., pág. 19.
El concepto del espacio en la ciencia moderna 2:1!)

ción de la materia y la energía, fue hecha por Rierriaiiii


y Clofford y más tarde, corroborada, de manera ingo-
niosa, por Einstein en su teoría de la relatividad gene-
ralizada. Conforme a este principio, las propiedades en
gran escala del espacio, se convirtieron en objeto de la
investigación cosmológica, durante las últimas tres o
cuatro décadas. En realidad, el trabajo de Einstein inti-
tulado "Consideraciones cosmológicas en la relatividad
generalizada", publicado en 1917,142hizo que las investi-
gaciones sobre la estructura macroscópica del espacio
(por ejemplo, la cuestión de saber si el espacio es finito
o infinito), y la cosmología en general, abandonaran las
especulaciones poéticas y filosóficas, convirtiéndolas en
disciplinas científicas respetables, fundadas sólidamente
en la física, no obstante el hecho de que muchos de sus
postulados más importantes aún están sometidos a dis-
cusión. El trabajo mencionado ha demostrado, de manera
incuestionable, que el aparato matemático de la relativi-
dad generalizada, aplicado a los problemas cosmológicos,
podría hacer que la ciencia diera un paso decisivo, aproxi-
mándose a una solución de los problemas del espacio en
gran escala.
Howard P. Robertson,l13 y de manera independiente
A. G. Walker,144han demostrado que, esencialmente, la
siguiente métrica es la única compatible con la suposición
de un continuo espacio-temporal isotrópico homogéneo en
gran escala:

en donde k puede tener los valores de O, -1 ó + l . Limi-


tando nuestras consideraciones a la extensión puramente
espacial [t = constante, y R = R ( t ) ] ,vemos que, si
, k = O, el espacio es euclidiano; la superficie de una
1 0 A. Einstein, "Kosmologische Betrachtungen zur allgemeinen Rela-
tivitatstheorie", Sitzber. preuss. Akad. Wiss., 1917, pág. 142.
H . P . Robertson, Proc. Nat. Acad. Sci., 15, 1929, pág. 822.
144 A. G . Walker, Proc. London Math. Soc., 42, 1936, pág. 90.
240 Conceptos de espacio

esfera con radio r, es 647;R2. Si k = -1, el espacio es


hiperbólico; la superficie de una esfera con radio r, es
64aR2 senh2 (r/4R), es decir, mayor que &r, como
puede advertirse de inmediato con la expansión en una
serie de potencias. Finalmente, si k = +1, el espacio es
esférico; la superficie de una esfera con radio r , es 647;R2
sen2(r/4R), es decir, menor que 4ar2. En la última
fórmula advertimos que una esfera tiene una superficie
máxima, si su radio es igual a 2aR; si su radio es mayor
del doble del "radio del universo R", la superficie de
la esfera disminuye, hasta que, con r = k R , se reduce
a un punto. Una geodésica nula forma una curva cerra-
da, es decir, que los rayos de luz regresan a su punto de
partida. Si el elemento de línea de Robertson es trans-
formado en coordenadas polares, entonces una integra-
ción simple demuestra que los espacios euclidiano e hi-
perbólico tienen un volumen ilimitado; mientras que el
espacio esférico, en cualquier instante t, tiene un volu-
men finito total de 2a2R3.
Es bien sabido que el trabajo clásico de Einstein
(1917), caracterizó al espacio como dotado de la última
de las propiedades antes mencionadas. Mucho se ha des-
crito acerca de las implicaciones astronómicas de este
resultado. La curiosa historia del término cosmológico,
introducido por Einstein en relación con el principio de
Mach, las revisiones realizadas por De Sitter para el
espacio vacío, el asombroso descubrimiento del movi-
miento real en gran escala de los sistemas estelares y
las consiguientes elaboraciones matemáticas 14j de Fried-
mann, Lemaitre y Robertson, son bastante bien conoci-
dos como para repetirlos aquí.
En la teoría de la relatividad cinemática de Milne, el
continuo espacio-tiempo de cuatro dimensiones, tiene que
describirse como euclidiano y, consecuentemente, el es-
1 4 ~Jean Becquerel dedujo recientemente la estructura no-euclidiana del
espacio-tiempo en un campo gravitacional, a partir del hecho de que la
energía de un fotón es proporcional a la frecuencia de la onda asociada;
véase, Compt. rend., núm. 18, 30 de abril de 1951; 233, núm. 11, 1 de sep-
tiembre de 1951.
El concepto del espacio en la ciencia moderna 24 1

pacio tridimensional, como hiperbó1ic0.l~~ En la cosmolo-


gía de Dirac, el espacio tridimensional tiene que ser
euclidiano, pues cualquier curvatura implicaría un nú-
mero temporalmente variante de partículas elementales,
lo que contradice al principio de conservación de la
masa.147La teoría del estado estable, que rechaza este
principio, resume la métrica de De Sitter.lls Y así sucesi-
vamente. Sin duda, está más allá del enfoque de nuestro
estudio el hacer una exposición detallada de estas con-
clusiones, o describir las concepciones de la estructura
del espacio en las teorías cosmológicas aún más contro-
vertidas, como la de Eddington 149 o la de Jordan.150
El propósito de estas Últimas indicaciones, ha sido
únicamente el de mostrar que las investigaciones de las
propiedades del espacio, en gran escala, cuyas conclu-
siones aún se siguen debatiendo, se han convertido final-
mente en objeto de la investigación científica. Sólo po-
demos esperar que los avances de los estudios estadísticos
de los sistemas estelares, junto con la profundidad cada
vez mayor de la penetración en las observaciones del
espacio, lleven al hombre a la solución de estos proble-
mas. Como toda ciencia, la ciencia del espacio tiene que
considerarse todavía como algo inacabado.

E. A. Milne, Kinematic relativity, Londres. Oxford University Press,


' 1948.
"7 P. A. M. Dirac, Proc. ROY Soc. (London), A 165, 1938, pág. 199.
1" H. Bondi, Cosmology, Cambridge, Cambridge University Press, 1952,
pág. 146.
1" A. S. Eddington, Fundamental theory.
P. Jordan, Nature, 164, 1949, pág. 637.

Conceptos de espacio.-16
Esta obra se termino de imprimir
el día 30 de enero de 1970 .en los
talleres gráficos de
EDITORA AMERICANA,
Lago Tangañica, 47. México, 17, D. F.

Ejemplares: 3,000
Fecha edición: 10 de febrero de 1970

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