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RESEÑA CABALLERANGO

Un caballo blanco mira fijamente a la cámara. Se da la vuelta y, despacio, sale de cuadro. A


continuación, José recuerda la última vez que vio a Nando, su hijo y aprendiz de caballerango.
Situado en Milpillas, Jalisco, el documental entreteje la cotidianeidad del pueblo con los
recuerdos de la muerte de Nando que los miembros de la familia y de la comunidad comparten
con la cámara. El director, Juan Pablo González, con la misma sigilosidad con que el caballo sale
del cuadro que lo observa, nos introduce al verdadero protagonista de Caballerango, el suicidio. A
través de breves frases que vamos juntando con cada testimonio, descubrimos que Nando se ha
quitado la vida, como lo han hecho varios jóvenes de la comunidad. El suicidio se hace presente
y nos mira de frente para, acto seguido, darse la vuelta y salir de cuadro. Caballerango es tanto
una reflexión sobre el acto de recordar a quienes se han ido, como lo es sobre el acto de silenciar
y contener aquello de lo que no se quiere hablar. El suicidio se presente como un tema casi
impronunciable, eso que se rodea pero que no se atraviesa.
En apariencia observacional, el documental cuenta con una narrativa compleja
compuesta por dos tipos de imágenes: metáforas visuales que nos hablan de la presencia
cotidiana de la muerte; y los momentos en que la cámara irrumpe silenciosamente en la intimidad
de Milpillas para provocar el recuerdo. Un recuerdo que se construye no sólo con palabras sino
también con silencios.
Juan Pablo González ha recibido numerosos reconocimientos por sus cortometrajes
documentales, en los cuales explora, entre otras cosas, el acto de la rememoración, ¿Por qué el
recuerdo?, del 2014, es la antesala de Caballerango. En él, José recuerda la última vez que habló con
Nando. En Caballerango el espectro se amplía para hablar no sólo del duelo sino de la forma en
que una comunidad rural de México convive con el acecho cotidiano del suicidio.

El tema de la gira 2019 de Ambulante es ilusiones ópticas que reanima una conversación central
para el cine documental: su vocación como una evidencia visible y como tecnología que genera
un juego de percepción, magia e ilusionismo. Frente a los espejismos de la cultura mediática, el
documental nos devela historias ancladas en la experiencia. Este género no responde solamente
a la necesidad de revelar verdades, ni tampoco representa al mundo de manera objetiva; también
es performance, narrativa, ensayo, poema.
El arte de las ilusiones tiene que ver también con la capacidad del cine para movilizar los afectos
y las expectativas de transformación. Atado simultáneamente a lo material, a lo histórico, y a lo
que está aún por revelarse, el género documental permite visionar un mundo distinto al que
habitamos.

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