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Introducción a la historia

Clase “Historiografía Antigua”

1 – La proto historiografía

1.1 El mito

Puede, sin duda, afirmarse que las sociedades humanas sedentarias


surgidas de lo que comúnmente se denomina como “revolución neolítica”
tenían una clara concepción del tiempo. Un aspecto central de esa
concepción era la oposición evidente entre la transitoriedad del ser
humano individual y la permanencia del conjunto social. Se conocía, en
consecuencia, la existencia de un pasado anterior a los más ancianos de
los contemporáneos, es decir, una época de la que no existían referencias
directas, sino sólo una “tradición”. En las primeras sociedades humanas
sedentarias, esa tradición asumió, por lo general, la forma de un relato
mítico, referido a un pasado fundacional y atemporal, situado más allá de
la esfera de lo propiamente humano y que servía, a la vez, como
explicación y legitimación del orden existente.

Antes de la difusión del uso de la escritura, estos relatos míticos tomaban


generalmente la forma de poemas épicos orales, transmitidos de
generación en generación sólo en base a la memoria humana y, por lo
tanto, en permanente cambio y adaptación. Los ejemplos más conocidos
son los poemas de Gilgamesh y la Ilíada y la Odisea. El desarrollo de las
ciudades, la aparición de diferencias sociales más acentuadas y la
invención de la escritura llevaron a una sistematización del mundo mítico,
que comenzó entonces a ser controlado por sacerdotes y gobernantes.
Esa sistematización significó también una fijación de las versiones.

1.2 – Listas reales, anales y crónicas


La aparición del Estado implicó una importante complejización de la
concepción del tiempo. Si bien el mito continuó plenamente vigente como
legitimación y explicación del orden existente, la preservación del aparato
estatal hizo necesario el desarrollo de nuevos mecanismos de registro de
información cuya preservación se considera valiosa. Así aparecen los
anales y las crónicas. La forma previa de ambas son las listas sacerdotales
o reales que registran las sucesiones personales dentro de la clase
dirigente. Su función es, indudablemente, tanto de legitimación como de
registro, pues normalmente conectan a los soberanos contemporáneos
con antepasados divinos o heroicos de los tiempos míticos. Un ejemplo
especialmente conspicuo de este tipo de registros es la denominada “Lista
real sumeria” que incluye los soberanos de Kish, Ur, Uruk y otras ciudades,
junto con numerosos antepasados de carácter mítico.

Las listas reales son pronto completadas con otras informaciones


destacadas de cada reinado. Junto con los años que cada ocupante pasa
en el trono, empiezan a registrarse acontecimientos notables dignos de
ser recordados, como batallas, fenómenos naturales, rituales religiosos,
culminación de construcciones, eventos políticos, etc. Los anales egipcios
conservados fragmentariamente en la denominada “estela de Palermo”
son el ejemplo más antiguo conocido de este desarrollo, datando
aproximadamente del 2650 a.C., durante lo que se conoce como el
Imperio antiguo. En ellos encontramos una lista de los faraones egipcios
que combina a los gobernantes de las primeras dinastías con una serie de
reyes míticos. El texto incluye, además, una mención de los
acontecimientos más destacados de cada año de reinado. Veamos un
pequeño fragmento de la sección referida al faraón Udimu, el primero en
llevar el título de gobernante del Alto y Bajo Egipto.

(Año 18(?)). El año de (...) El Gran Blanco (?) (...)


(Año 19(?)). El año de golpear a los Asiáticos.
(Altura del Nilo): 5 codos.
(Año 20(?)). El año del (Festival del) Nacimiento de la Piel (de Anubis (?) o lmy-Ut) en el
santuario «Las Dos Capillas».
(Altura del Nilo): (...) codos.
(Año 21(?)). El año de golpear al Pueblo del Chacal (?).
(Altura del Nilo): 6 codos, 1 palmo, 2 dedos.
(Año 22(?)). El año del Festival de Sokaris, en la fortaleza (llamada) «Compañero de los
Dioses».
(Altura del Nilo) (...) codos (...)
(Año 28(?)). El año de la estancia (del rey (?)) en el Templo de Sau (o Ptah), en la ciudad de
Heka (...)
(Altura del Nilo): 3 codos, 1 palmo, 2 dedos.
(Año 29(?)). El año de golpear a los Trogloditas (Intyu).
(Altura del Nilo): 4 codos, 1 palmo,
(Año 30(?)). El año de la Aparición del Rey del Alto Egipto, y de la Aparición del Rey del Bajo
Egipto, en la Fiesta SEd.
(Altura del Nilo): 8 codos, 3 dedos.
(Año 31(?)): El año del Llenado(?) de todos los Lagos (?) de la gente del Oeste y del Este del
Bajo Egipto.
(Altura del Nilo): 3 codos, 1 palmo.
(Año 32(?)): El año de (la celebración del) Festival Djet por segunda vez.
(Altura del Nilo): 5 codos, 2 palmos.
(Año 33(?)). El año del Festival de Sokaris (en) la fortaleza (llamada) «Los Tronos de los
Dioses».
(Altura del Nilo): 5 codos, 1 palmo, 2 dedos.
(Año 34(?)). El año de Extender el Cordel en la Gran Puerta de la fortaleza (llamada) «Los
Tronos de los Dioses», por el sacerdote Seshat.
(Altura del Nilo): 4 codos, 2 palmos.
(Año 35(?)). El año de la Apertura del lago de la fortaleza (llamada) «Los Tronos de los Dioses»,
y de la Cacería de Hipopótamos.
(Altura del Nilo): 2 codos.
(Año 36(?)). El año de la Estancia (del rey (?)) en el lago del templo de Arsafes en Heracleópolis.
(Altura del Nilo): 5 codos.
(Año 37(?)). El año del viaje a Sah-Setny y de golpear a Ur-Ka.
(Altura del Nilo): 4 codos, 1 palmo.
(Año 38(?)). El año del (Festival del) Nacimiento de Sed.
(Altura del Nilo): 6 codos, 1 palmo, 2 dedos.
(Año 39(?)). El año de la Aparición del Rey del Bajo Egipto. Primera vez de la «Carrera del buey
Apis».
(Altura del Nilo): 2 codos, 1 palmo.
(Año 40(?)). El año del (Festival del) Nacimiento de Seshat y de Mafdet.
(Altura del Nilo): 3 codos, 5 palmos y 2 dedos.
(Año 41(?)). El año de la Aparición del rey del Alto Egipto y del (Festival del) Nacimiento (...)

Con el paso del tiempo los anales se vuelven más completos. El salto
decisivo se da cuando de un simple registro de acontecimientos se pasa a
una narración de lo acontecido en un año. Este cambio puede verse ya
completamente realizado en las crónicas del faraón Tutmosis III,
conservadas en monumentales inscripciones en el templo de Amón en
Karnak y que presentan un detallado relato de sus campañas militares.

A pesar de su gran desarrollo, las crónicas orientales nunca alcanzaron el


nivel que corresponde a lo que propiamente denominamos historiografía.
La intención de recordar el pasado siempre estuvo asociada a motivos
religiosos o políticos, y a la necesidad de producir relatos legitimadores del
orden existente.

2. Los orígenes de la historiografía griega

2.1 El desarrollo del espíritu crítico y el aporte de los logógrafos

La cultura griega es el resultado de una combinación de aportes de los


pueblos orientales con desarrollos autóctonos. Antes de la difusión de la
escritura, el mito cumplió aquí, con singular belleza poética la función
fundamental de explicar y sancionar el orden existente. Al igual que en
Oriente, el mito dio origen a toda una serie de poemas épicos transmitidos
oralmente, que culminan en la sistematización de la Ilíada y la Odisea
como sus mayores relatos. Pero los mitos griegos tienen una diferencia de
carácter fundamental respecto de sus pares orientales. Presentan un claro
trasfondo aristocrático, muy diferente del carácter monárquico y
teocrático de los mitos egipcios y mesopotámicos. Ello era el reflejo de
una realidad sociopolítica muy diferente, la polis, una comunidad en la
que el poder no se encontraba concentrado en figuras individuales, sino
que era el patrimonio común de una elite relativamente amplia, que
competía entre sí para obtener honor, gloria y posiciones de poder pero
dentro de reglas de juego establecidas. Esta visión es claramente
reconocible en los poemas homéricos, signados por el culto a las figuras
heroicas.

A partir del siglo VIII a.C., una serie de complejos procesos militares,
sociales y económicos comenzaron a transformar el mundo griego. El
crecimiento demográfico y los reclamos de mayor participación por parte
de estratos campesinos acomodados produjeron una serie de
convulsiones internas que afectó profundamente a las póleis. Una de las
respuestas ante esta situación fue un intenso movimiento colonizador,
que llevó a la fundación de ciudades griegas en todas las costas de
Mediterráneo. En este contexto de expansión geográfica y cambio político
se desarrollan nuevas perspectivas para explicar el mundo que rompen
con la visión del mito. Se trata de un acontecimiento fundamental de la
historia universal, pues es la primera vez que se proponen explicaciones
empírico- racionales para los fenómenos.

Este paulatino movimiento hacia explicaciones racionales es ilustrado por


lo que se conoce normalmente como los “filósofos presocráticos”. Una
figura representativa que puede destacarse como ejemplo es Tales de
Mileto, quien vivió aproximadamente entre el 620 y el 540 a.C., quien fue
el primero en exponer una explicación alternativa al mito para los
fenómenos naturales, buscando establecer relaciones racionales de causa
y efecto entre diferentes fenómenos. Pero Tales es sólo un ejemplo
dentro de todo un movimiento de pensadores críticos que buscaron
interpretaciones racionales para los fenómenos naturales, y también para
los sociales y políticos. El foco central de este movimiento fueron las
ciudades griegas de Jonia, es decir, de la costa del Asia menor. Como
enclave griego en contacto con diversas culturas del Oriente, estas
ciudades estaban especialmente bien ubicadas para dar origen a una
tradición crítica.

El ascenso de este nuevo tipo de explicaciones no produjo un automático


declive de la visión mítica. Al contrario, esta fue conservada con nuevo
vigor una vez que sus contradicciones y su contenido fantástico fue sujeto
de interpretaciones racionalistas. Las épicas menores que se produjeron
en este período testifican esa tendencia a explicar y completar los poemas
homéricos y los ciclos míticos tradicionales, siendo otro ejemplo del
avance de un espíritu crítico.

Es en este contexto de desarrollo de explicaciones racionales que debe


entenderse la aparición de los primeros escritos de tipo historiográfico.
Como decía a principios del siglo XX el gran historiador J. B. Bury, “los
griegos no fueron los primeros en cronicar los asuntos humanos. Pero
fueron los primeros en aplicarles una crítica racional y esto significa que
crearon la historiografía.”

La aparición específica de las primeras obras historiográficas vino de la


mano del creciente interés geográfico y etnográfico que generó la
expansión colonial griega. El contacto con nuevas realidades y con pueblos
y culturas diferentes posibilitó un cierto distanciamiento de las propias
tradiciones y llevó a cuestionar en muchos aspectos a las versiones
transmitidas por los propios mitos. Este proceso es claramente visible en
las obras de los que se denominan como “logógrafos”. Se trato de diversos
autores de escritos geográficos y etnográficos que sistematizaron la nueva
información disponible en un período caracterizado por contactos más
intensos con otros pueblos del Mediterráneo. Para la historiografía, el más
significativo es Hecateo de Mileto (c.550-c.476 a.C.). Hecateo fue, ante
todo, un geógrafo cuyo propósito principal era presentar una descripción
del mundo conocido en sus numerosos viajes de exploración. Más allá de
este interés prioritario, el contacto con otras culturas y otras explicaciones
del mundo lo llevaron a cuestionar las versiones imperantes entre los
griegos. Ello es claramente visible en un célebre pasaje en que Heródoto
se refiere a una anécdota reportada por el propio Hecateo.

2.143 Contaré un suceso curioso. Hallándose en Tebas, antes que yo pensara en pasar allá, el
historiador Hecateo, empezó a declarar su ascendencia, haciendo derivar su casa de un dios,
que era el decimosexto de sus abuelos. Con esta ocasión hicieron con él los sacerdotes de
Júpiter Tebeo lo mismo que practicaron después conmigo, aunque no deslindase mi
genealogía, pues me entraron en un gran templo y me fueron enseñando tantos colosos de
madera cuantos son los sumos sacerdotes que, como expresé, han existido, pues sabido es
que cada cual coloca allí su imagen mientras vive. Iban, pues, mis conductores contando y
mostrándome por orden las estatuas, diciendo: —«Este es el hijo del que acabamos de mirar,
como puedes verlo, por lo que se parece a su inmediato predecesor;» y de este modo me
hicieron reconocer las efigies y recorrerlas de una en una. Algo más hicieron con Hecateo,
pues como él se envaneciera de su ascendencia, haciéndose proceder de un dios, su
antepasado, le dieron en ojos con la serie y generación de sus sacerdotes, no queriendo
sufrirle la suposición de que un hombre pudiera haber nacido de un dios, y dándole cuenta, al
deslindarle la sucesión de sus 345 colosos, que cada uno había sido no más un piromis, hijo de
otro piromis (esto es, un hombre bueno hijo de otro, pues piromis equivale en griego a bueno y
honrado), sin que ninguno de ellos descendiese de padre dios ni de héroe alguno. En fin,
concluían que los representados por las estatuas que enseñaban habían sido todos grandes
hombres, como decían, pero ninguno que de muy lejos fuera dios.
2.2 Heródoto

Es importante destacar que la historiografía griega no representaba una


ruptura total con las formas míticas y épicas de describir el pasado, sino
un desarrollo de las mismas. Heródoto y Tucídides heredaron de Homero
y de los mitos un marco general que influyó profundamente en la
composición de sus obras históricas. Tanto la forma narrativa como la
preeminencia temática de la guerra y la política son evidentes herencias
épicas.1 El uso de la prosa en lugar del verso marcaba un quiebre respecto
de esa tradición, pero la necesidad de utilizar un lenguaje estilizado y una
presentación con elementos de intriga en la narración señalaban una
continuidad con las formas literarias previas a la historiografía.

La obra de Heródoto también es continuación directa del tipo de


investigaciones iniciadas por los logógrafos. El tema central de sus
historias son las guerras entre griegos y bárbaros, cuyo episodio más
importante son las Guerras Médicas, pero Heródoto las trata propiamente
sólo al final de su obra. La estructura de su relato es compleja y variada,
incluyendo cuantioso material geográfico y etnográfico pertinente a la
idea de “descripción del mundo” heredada por los logógrafos. La
concepción general de la obra es sencilla, Heródoto sigue la historia del
imperio persa soberano por soberano desde sus orígenes hasta la gran
derrota que les infligieron los griegos, pero se aparta reiteradamente de
este curso líneal para introducir amplias descripciones de otras regiones y
pueblos (incluyendo topografía, clima, costumbres, historia pasada, etc.) a
medida que van desempeñando un papel en su relato, es decir, en cuanto
entran en contacto con los persas en su expansión. Heródoto también
presta mucha atención a todo lo que pueda considerarse extraordinario y
trata de preservarlo para la memoria al incluirlo en su relato. En este
aspecto, Heródoto es una vez más heredero del epos. También se incluye
dentro de lo extraordinario todo aquello que para el punto de vista de un
griego parece sorprendente, especialmente en lo que se refiere a las
costumbres de los pueblos que Heródoto encuentra en sus viajes. Su

1
J. T. Luce, The Greek Historians, pp. 2-3.
posición frente a las numerosas diferencias que encuentra siempre está
marcada por la tolerancia y por un cierto relativismo cultural que es
central para el desarrollo de su espíritu crítico. (citar el pasaje 3.18)

A pesar de estas indudables herencias de la tradición anterior, las historias


de Herodoto marcan un hito fundamental en el desarrollo de la
historiografía porque es en ellas que por primera vez pueden reconocerse
algunos aspectos fundacionales del análisis histórico que caracterizan
todavía hoy la forma de trabajo en esta disciplina. En primer lugar,
Heródoto parte de un interrogante, su investigación quiere dar respuesta
a una pregunta, ¿cuáles fueron las causas de la guerra entre griegos y
bárbaros? La pregunta por las causas, el intento de ofrecer una explicación
racional, eso es lo que distingue a Heródoto de sus predecesores. No se
trata, sin embargo, de un cambio radical ni de una ruptura completa con
el pasado, los elementos míticos y las tradiciones orales siguen
desempeñando un papel en las explicaciones que Heródoto ofrece, si bien
ya se inicia claramente un proceso de distanciamiento de los mismos. Ello
es claramente visible en los esfuerzos de Heródoto por ofrecer versiones
racionalizadas de los mitos y leyendas que incluye en sus explicaciones.

Un punto muy debatido por los especialistas es cómo llegó Heródoto a


componer esta extensa obra. La gran mayoría coincide en que las historias
no parecen haber sido el resultado de un plan completo desde el mismo
momento en que su autor comenzó a escribir. La existencia dentro de la
obra de una serie de relatos independiente indica que Heródoto comenzó
componiendo piezas parciales y sólo después concibió el plan más
ambicioso de integrarlas en un todo más extenso.

Heródoto elige, a diferencia de Tucídides, como veremos, un estilo simple


y llano para presentar su material. Un recurso central de su estilo es la
pataraxia, es decir la simple yuxtaposición de oraciones sin relaciones
complejas de subordinación o elaboración retórica. Debe, sin embargo,
quedar claro que se trata de una simplicidad artificial, detrás de la cual hay
un gran esfuerzo destinado a que el texto parezca sencillo y espontáneo.
Para escribir su historia, Heródoto sólo podía obtener pocas informaciones
de los autores anteriores a él. Su investigación recaía por tanto en las
informaciones proporcionadas por (directa o indirectamente) por testigos
oculares o en la inspección personal de monumentos, regiones,
tradiciones, etc. Su tema lo obligaba a remontarse a acontecimientos
ocurridos hacía más de cien años y en una región muy extensa del
Mediterráneo oriental que abarca actualmente más de una decena de
países. Que Heródoto pudiera integrar todos esos relatos parciales en un
conjunto coherente y unificado es uno de sus logros más sorprendentes.
Un proceso de síntesis sumamente complejo semejante a la forma en que
todavía hoy los historiadores trabajan.
Pero Heródoto no se limitó sólo a recopilar información de distintas
fuentes, también procuró analizarlas comparativamente para determinar
qué versiones merecían mayor confianza en caso de disparidades y
contradicciones. En caso de encontrar informaciones confusas, intentaba
conseguir otras versiones para tener más fundamentos a la hora de
determinar lo acontecido.

2.3 Tucídides

2.4 La historiografía retórica y moralizante

2.5 Polibio y la historia pragmática

3 La historiografía romana

3.1 Salustio

3.2 Tito Livio

3.3 Tácito

3.4 Amiano Marcelino

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